Revista Nº9 "TEORIA POLITICA E HISTORIA IV"

Resumen
El presente ensayo, recordará a los más ilustres de los prohombres de la gesta del 25 de mayo de 1810.
Los abogados Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano, fueron indiscutiblemente el denominado “Acero de la Revolución de Mayo”. Jamás la Nación contará con este tipo de políticos: “honestos, incorruptibles, valerosos, honorables” y con un coraje a toda prueba. Y hacia ellos va dirigido este relato como homenaje.

Abstract
This paper intends to evoke the most distinguished men of 25 th May, 1810  revolution.
Lawyers such as Mariano Moreno, Juan José Castelli and Manuel Belgrano were undoubtedly the named “Steel of May Revolution”. The nation will never have again this kind of politicians: honest, incorruptible, brave, honourable and with a lot of nerve. This story is in honour of all them.

El Acero de la Revolución de Mayo

Por: Lic. Alberto Amadeo Baldioli*

Las Brevas Maduras

Desde el 22 de mayo de 1810, soplaron vientos que enrarecían el horizonte, colmado de oscuros nubarrones, lloviendo de a ratos, como ironía del destino…

En la gran ciudad de Buenos Aires, lugar donde se dirigen los designios del Virreinato del Río de la Plata: Estaban por producirse, cambios de una profundidad y alcance que ni propios ni extraños pensaban, tan sólo un pequeño grupo de abogados con mentalidad jacobina y liberal creían en que podría producirse un cambio de timón en la historia.

Juan José Castelli y su primo Manuel Belgrano, el primero un fogoso orador, el segundo un aplicado economista fisiócrata liberal, ambos creían en la posibilidad de desprenderse del dominio político y comercial de la Junta de Sevilla (que cae en el citado año) y del Consejo de Regencia, eran los lideres del partido de la independencia. A ellos se le unirá Mariano Moreno, un joven ardoroso abogado que representaba a los hacendados, así, su nombre completará ese trío determinado a crear un gobierno autónomo como primer paso a la liberación total de nuestras tierras, terminando con el yugo colonial español.

En esos días finalizarían abruptamente la tolerancia de soportar el empleo de representantes españoles, habilitados por la corona ibérica, los cuales cobraban un porcentaje (habilitándolos como socios forzosos) para conseguir tramitar las cédulas reales de comercio, es así cómo los criollos podrán contar con su libertad para hacer negocios, y no dejar en manos de la corrupta burocracia española una ingente cantidad de fondos inmerecidos.

Ya ningún natural del país quería pagar impuestos a los ibéricos y menos a una junta de vecinos de ciudades como Sevilla o Cádiz, ya que la Francia napoleónica había tomado toda España, y tanto Carlos IV como su hijo Fernando VII estaban prisioneros en un castillo francés, por lo tanto había llegado la hora en el Río de la Plata de pronunciar una sola palabra: ¡Libertad!

A pesar de todo, y sólo para guardar las apariencias, al llegar al poder comenzarán a gobernar bajo “la máscara de Fernando VII”.

En el Interior y en el Alto Perú comenzarán los aprestos para la contrarrevolución  y desconocerá a la Primera Junta de los hombres de la Revolución de Mayo, ésta tuvo que armar y enviar un Ejército Auxiliar para combatir a los realistas, y así se libraron escaramuzas en Córdoba, donde se derrotará al gobernador Juan Gutiérrez de la Concha, los que formaron parte de su gobierno y al jefe de armas Santiago de Liniers (otrora defensor de Buenos Aires frente a los británicos invasores de 1806 y 1807) el ex virrey del Río de la Plata y Conde de Buenos Aires, estos jefes realistas serán fusilados por orden de la Primera Junta, de nada servirían los ruegos y dispensas de algunos, era un castigo ejemplar, y ciertamente una muestra de que no iba a haber piedad para aquellos que se opongan a las directivas de la misma.

El propio Castelli fue enviado por Mariano Moreno para cumplimentar la orden de fusilar a los presos, que junto con Nicolás Rodríguez Peña y el brioso Domingo French dejaron de lado todos los sentimientos humanos y el 26 de agosto de 1810 se cumple la sentencia capital, solo el Obispo Orellana se salvó de la última pena, aunque a ellos no les hubiera temblado el pulso para terminar con el sacerdote también… Desde ese preciso momento el Orador de Mayo se ganará dos grandes enemigos absolutos que se oponían al fusilamiento de los detenidos: Ambrosio y Gregorio Funes, y sobre todo este último será actor principal para lograr derrotar políticamente al secretario Mariano Moreno y construir la Junta Grande, que desplazó a varios de los Prohombres de Mayo de los cargos políticos principales.

Eran tiempos en que si se tenían demasiados escrúpulos se perdía todo: el territorio, al pueblo, y era fundamental formar una Nación con identidad propia, y solo velando las armas contra el enemigo se podría lograr tal formación y aspiración.

El reguero de pólvora y sangre se extendió rápidamente a la Capitanía de Chile, que siguió el ejemplo de Buenos Aires, formando su propia Junta de Gobierno, los españoles lucharán con tropas que en gran parte estaban compuestas por criollos, indígenas y negros liberados que juraron fidelidad a España, colmando su triste papel dependiente y contradictorio.

Castelli encabezará como Comisario Político Revolucionario, de aquél Ejército Auxiliador del Norte que comandado por el Gral. Antonio González Balcarce obtendrá una formidable victoria en el Alto Perú, en el trashumante paraje de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810, lo cual haría que varias regiones apoyen al esfuerzo emancipador, aunque en algunos casos más por interés que por convicción. Esto último sucederá sobre todo a través de la iglesia y de sus párrocos que estarán en contra de los delegados de la Junta, por su mínimo apego al dogma católico, y serán quienes ayudarán al enemigo que vendrá reforzado con fuerzas del Virreinato de Perú, y que terminará derrotando a las fuerzas patriotas en Huaqui, el 20 de junio de 1811, a un año y días del primer grito de libertad.

Las Razones de la Derrota

La razón primordial de la derrota patriota en esta primera expedición liberadora del Alto Perú, será sobre todo la del cambio de autoridades en la Junta en medio de un estado excepción tan importante como una guerra y luego la ampliación de la misma en la denominada Junta Grande, al ser reemplazado Mariano Moreno como secretario, más que nada debido a las serias diferencias con el presidente Cnel. Cornelio Saavedra, aunque éste último también será responsabilizado por la derrota, que en realidad tuvo ciertamente  gran parte en ella desde el punto de vista político.

En segundo lugar: No dejaron avanzar a Castelli y a González Balcarce sobre el Perú luego de Suipacha, evitando de esta manera el efecto sorpresa (muy importante en una acción armada) y no pudieron explotar la consternación y el estado de desorganización por la derrota que tenía en ese momento José Fernando de Abascal (Virrey del Perú).

En tercer lugar: El grave error de querer formar milicias de los alto peruanos,   reclutas bajos en calidad, y que en pleno combate huían o se pasaban al enemigo, la Junta debería haber centralizado todos los efectivos en una sola gran campaña, y en lugar de enviar a Manuel Belgrano al Paraguay, deberían haberlo enviado con esas fuerzas al Norte y engrosar las filas con soldados preparados y con convicción de lo que hacían, en lugar de perder infructuosamente hombres y pertrechos en los combates de Tacuarí y Paraguarí, y aunque muchos historiadores digan que este esfuerzo sirvió para que los patriotas paraguayos a través de un golpe palaciego se liberen del yugo español. Pero para la causa rioplatense fue algo negativo desde el punto de vista estratégico, con ello se perdió territorialmente el Paraguay, avivó la resistencia de la Banda Oriental, y se tuvo una guerra en dos frentes, totalmente desaconsejable históricamente.

El Gral. Belgrano hubiera hecho mejor papel ayudando a Balcarce y a Castelli, posiblemente su espiritualidad hubiera frenado el desahogo anticatólico de Castelli y su bisoño secretario Bernardo de Monteagudo, y de esa  manera evitar el rechazo de la comunidad alto peruana. Y probablemente al no ser alguien tan resistido por el sacerdote Gregorio Funes, “importante alfil de la Junta Grande “, quien rechazaba a los “jacobinos” Moreno y Castelli, hubiera conseguido más apoyo de Buenos Aires. Además de concentrar el esfuerzo de guerra, a lo decidido del temperamento de este último, se le hubiera unido el coraje y la determinación del creador de nuestra enseña.

Más tarde llegarán los días de gloria y también de desamparo del Gral. Belgrano, también llegarán los amaneceres de libertad en toda América, pero en esta primera etapa estos tres grandes errores se pagarán muy caro, en años de guerra y sangre.

Tal vez los mejores efectivos que fueron tomados en la zona fueron los de Salta y Tarija, de los que se diferenció el salteño de abolengo Martín Miguel de Güemes, quien terminará siendo el custodio feroz que frenará las invasiones realistas en el Norte hasta 1821 (año de su asesinato).

Castelli frente al Tribunal

El juicio que se hizo en su contra no se sabía si era de carácter civil o militar en principio, tardó varios meses en comenzar, en enero de 1812, el mismo acusado pide que se apure su comienzo, ya que la enfermedad avanzaba rápidamente,

Juan José Castelli fue acusado por la pérdida del Ato Perú, infructuosos fueron los pedidos de su esposa y los pocos amigos que le quedaban, ni su pasado reciente de haber sido uno de los más decididos vocales de la Primera Junta.

El otrora “Orador de Mayo” ingresó por la sinuosa puerta de madera, su rostro era enjuto, casi mortecino, sus labios mustios e hinchados, con lastimaduras en ambos extremos por la enfermedad, en sus ojos tenebrosos como final del día, se percibía el dolor de la desesperación y la decepción...

Solo una vez, el pundonoroso Castelli pudo hablar en su defensa, aunque en realidad solo fue un balbuceo, ya que su lengua  muy inflamada por el cáncer, apenas podía emitir trágicos sonidos…

Pocas semanas después, en su triste final, le es amputada su lengua, para frenar en algo a ese agresivo cáncer, aunque fue inútil, solo un sentimiento extraño lo llenó de emoción, y era terminar con esa miseria…

El caso Castelli no tuvo fallo de condena, el día 12 de octubre de 1812 cerraba para siempre sus ojos, en la soledad de lo que quedaba de su casa, y solo su familia y un sacerdote de la iglesia San Ignacio de Loyola, lo despidieron.

Solo Nicolás Rodríguez Peña y Bernardo de Monteagudo tuvieron siempre palabras honrosas con su memoria, tendrá que esperar muchos años para que los historiadores lo reconozcan, tendrá que esperar hasta la construcción del Estado Nacional.

El Fin para el “Acero de la Revolución de Mayo”

Moreno, Castelli y Belgrano, estos tres grandes y verdaderos políticos, terminaron sus días en la más absoluta penumbra. El primero en morir fue Mariano Moreno, derrotado por los conservadores Saavedra y Funes, terminaría sus días el 4 de marzo de 1811, envenenado por un vomitivo de antimonio y tartrato de potasa, administrado por orden del capitán de la goleta inglesa Fame que tenía que llevarlo como embajador de la Junta Grande a Brasil e Inglaterra para una misión diplomática de reconocimiento del gobierno patrio. Tuvo como mortaja ingrata  la bandera británica, y como  tumba las aguas del Océano Atlántico a pocas millas náuticas de la isla Santa Catarina (Brasil), y sus restos mortales fueron arrojados en un mar plagado de tiburones, aunque su alma siempre reposará en los viejos atrios del reducido Cabildo de Buenos Aires…

Luego Castelli, tan solo un año, siete meses y ocho días después será llevado por el viento de la eternidad de la historia… Y por último Belgrano, quién tendrá que soportar el despertar de una larga guerra civil y una larga y penosa enfermedad, que lo llevará a la parálisis en sus días postreros, falleciendo el 20 de junio de 1820 entre dolores terribles y habiendo perdido toda su cuantiosa fortuna familiar por la causa de la Patria…

El “Acero de la Revolución de Mayo”, forjado en la honestidad e incorruptibilidad más sublime a toda prueba de estos tres hombres, que se sintieron convencidos, de que la política era una carga pública y que su función era el engrandecimiento de la Nación y no el enriquecimiento a costas de la cosa pública... Dejaron de lado los privilegios, para convertirse en grandes protagonistas de la epopeya americana.

Esos hombres, habían nacido para ser recordados como: temperamentales pero honestos, duros pero incorruptibles, luchadores pero fieles hasta la muerte. Lo dieron todo y el coraje y la bravura fueron su corona de la eternidad que da la historia para aquellos que eligen el buen camino.

 

*Docente-Investigador (UBA) – Director y Editor de la Revista de Ciencia Política Online.