Revista Nº7 "Instituciones y procesos gubernamentales III"

RESUMEN

Hacia finales de la década del 80 Brasil y Argentina mostraban un notable desgaste de sus modelos desarrollistas de Estado. En este contexto asumen  sus respectivas presidencias  Carlos Saúl Menem y Fernando Collor de Mello, cuya solución a la crisis fiscal del Estado será la implementación de políticas de corte neoliberal.
A pesar de contar con un contexto económico similar, la implementación de estas reformas tuvo resultados distintos en el ámbito político para ambos países.
Las privatizaciones del primer mandato menemista (1989-1993) se produjeron con celeridad y profundidad, y a pesar de los resultados ambiguos de sus reformas, Carlos Menem logró reformar la Constitución Argentina y posicionarse fuertemente en el poder por seis años más.
En el caso de Brasil, la gestión de Collor de Mello (1990- 1992) y sus políticas de reforma  lo llevaron a una creciente inestabilidad política y pérdida del apoyo popular el cual culminó con su destitución del poder por juicio político.
De esta forma, el objetivo de trabajo será analizar en perspectiva comparada el estilo de conducción política de ambos líderes con el fin de determinar si fue ésta la causa que determinó resultados tan disímiles en ambas gestiones.

ABSTRACT

By the end of the 80s Brazil and Argentina showed great erosion in their interventionists state models. In this context, Carlos Saúl Menem and Fernando Collor de Mello start their respective presidencies, finding the solution for the economic crisis in the implementation of economic liberalization policies.
In spite of the similarity of the economic context in both countries, the way economic liberalization was implemented brought different results for both leaders in the political area.
Menem’s first government privatizations (1989-1995) were characterized as deep and quick, and even though the results turned out to be ambiguous, Carlos Menem was able to reform Argentinian Constitution in a way that finally allowed him to remain in power four more years.
In Brazil, Collor de Mello’s government (1990-1992) and his political reforms caused an increasing political instability and loss of popular support which ended on his removal from power by political judgment.
The purpose of this work is to analyze in a comparative perspective both leaderships in order to determinate if political behavior was the main explanation of different results in both political and economic spheres.

 

“Liderazgo político e implementación de reformas orientadas al mercado: las privatizaciones de Menem y Collor de Mello.”

Por: Teodelina Alvarez de Toledo1

1. Introducción.

Hacia finales de la década del 80’ Argentina y Brasil mostraban un notable desgaste de sus modelos desarrollistas de Estado. El ritmo de crecimiento económico se estancaba y ambos países sufrían de altos índices inflacionarios. En este contexto, asumen sus respectivas presidencias  Carlos Saúl Menem y Fernando Collor de Mello.
La gravedad de la situación determinó la necesidad de impulsar  una transformación económica a partir de la implementación de medidas destinadas a estabilizar sus mercados y ganar credibilidad frente a los acreedores externos. Recurriendo a las recetas recomendadas por los países centrales e instituciones financieras internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, se  inició un plan de reformas orientadas al mercado asociadas al proyecto político neoliberal. Estas medidas de “ajuste estructural” implicaban la apertura y desregulación de los mercados, la estabilización macroeconómica y la ejecución de un proceso de  privatizaciones que marcó el fin del modelo de Estado benefactor y protector.
A pesar de compartir un contexto económico similar, la implementación de estas reformas tuvo resultados distintos en el ámbito político para ambos países. Las privatizaciones del primer mandato menemista (1989-1993) se produjeron con celeridad y profundidad, y a pesar de los resultados ambiguos de sus reformas, Carlos Menem logró reformar la Constitución Argentina y posicionarse fuertemente en el poder por seis años más. En el caso de Brasil, la gestión de Collor de Mello (1990- 1992) y sus políticas de reforma  lo llevaron a una creciente inestabilidad política y pérdida del apoyo popular, el cual culminó con su destitución del poder por juicio político.
De esta manera se nos plantean los siguientes interrogantes: ¿Cuál fue la variable diferencial que determinó de un lado el fuerte posicionamiento  en el poder y en el otro la finalización abrupta del mandato? Los resultados tan disímiles en ambas gestiones, ¿se debieron a diferencias propias del sistema político y social de cada país o a la capacidad de liderazgo de cada líder?
El presente trabajo propone explorar comparativamente los liderazgos de Carlos Saúl Menem y de Fernando Collor de Mello para así determinar  la relevancia de la conducción y estrategia política  a la hora de iniciar e instrumentar privatizaciones.

1.2 Algunas consideraciones generales.
La investigación se estructurará a partir del aporte de varios autores.
Para el tratamiento del marco general de las privatizaciones  los trabajos de Haggard & Kaufman, complementados por los estudios del autor Feigenbaum, serán fundamentales.
Asimismo, las obras de Carlos Acuña y Pablo Gerchunoff & Torre   se utilizarán para explicar el marco histórico en el cual se desarrollaron las políticas de liberalización económica en la Argentina. Por su parte, la situación contextual del Brasil será estudiada a partir de los textos de Maria Julia Noielli y de Francisco Panizza.
Las obras de Bosoer, Leiras y Alberto Baldioli se utilizarán para describir y fundamentar el escenario neodecisionista imperante y para profundizar en los estilos de conducción política de Menem y Collor de Mello. Además, Osvaldo Iazzetta  aportará el contraste entre las capacidades técnicas y de gobierno en ambos países y Baldioli será necesario para la descripción de ambas sociedades.
Las diferencias en el ritmo de liberalización económica entre ambos países y su explicación a partir de distintas variables (como el liderazgo presidencial, el sistema de partidos y la sociedad) serán tratadas con el autor Robert Packenham.
        Por último, la importancia de la negociación del Ejecutivo con actores políticos y sociales en la implementación de privatizaciones se seguirá a partir del trabajo de Herminia Tavares de Almeida.

2. Las reformas de mercado en la Argentina y en Brasil.

La Argentina se encontraba para finales de 1988 en un contexto de crisis socio-económica crítica. El gobierno radical asumido en 1983 con Raúl Alfonsin a la cabeza,  había fracasado en la implementación de múltiples planes económicos y la espiral hiperinflacionaria condujo a una situación de desabastecimiento, saqueos y caos social.
En este contexto de crisis galopante, las elecciones presidenciales en mayo de 1989 eran inminentes. El principal contendiente  electoral de la UCR era el candidato del Partido Justicialista, Carlos Saúl Menem. Antiguo gobernador de la provincia de La Rioja, desarrolló su campaña entorno a promesas populistas tales como “el salariazo” y  “la revolución productiva”. Con gran sagacidad, su estrategia electoral consistió en erigirse como la alternativa a la clase política tradicional y su discurso de fuerte impronta personalista lo llevó rápidamente a sumar adeptos. 
El 14 de mayo de 1989,  la elección en el Colegio Electoral consagró la fórmula Carlos Menem- Duhalde con una mayoría del 47% del electorado por sobre su contrincante radical, Eduardo Angeloz. Dada la gravedad económica y el alto grado de inestabilidad social, el gobierno radical aseguró el traspaso de mando de forma anticipada entregando el poder seis meses antes de lo esperado.
Una vez en el poder, “(…) el nuevo presidente peronista, dejó de lado su programa electoral populista y adoptó la estrategia de cambio de cuño neoliberal en un esfuerzo por resolver el desafío prioritario de la hora: ganar la aquiescencia de los principales agentes económicos, internos y externos, que disponían de un decisivo poder de veto sobre los mercados y la sustentabilidad de su gobierno.” 2
El giro pragmático menemista implicó el paso a un nuevo modelo estatal a partir de la utilización de dos mega-instrumentos jurídicos: la Ley de Emergencia Económica (23.967) y la Ley de Reforma del Estado y Reestructuración de Empresas Públicas (23.696). Ambos proyectos de ley fueron enviados al Congreso Nacional y con su aprobación el nuevo gobierno se aseguró el permiso para la privatización total o parcial de empresas públicas.
De esta forma se daba inicio a una nueva era en la Argentina. “Aunque hubo intentos bajo la administración previa del presidente Alfonsín, el proceso de transformación económica comenzó a cobrar firme impulso a fines de 1989, cuando el gobierno de Carlos Menem lanzó una combinación de políticas de estabilización y de reformas estructurales que se caracterizó por su radicalidad”.3
En Brasil, la situación socio-económica se desarrollaba de manera similar, aunque con sus particularidades. Desde 1985 hasta 1990 el gobierno estaba en manos de José Sarney, representante del Partido del Movimiento Demócrata Brasileño.
A partir de la década del 80 el problema de la crisis de la deuda trae aparejado un desequilibrio fiscal debido al estancamiento de las inversiones. La situación se agrava debido a la implementación de múltiples planes económicos para combatir la inflación que resultan fallidos: el Plan cruzado 1 y 2, el Plan Bresser y el Plan verano, lo cual conduce a recurrentes episodios hiperinflacionarios desde 1987 hasta 1989.
El fracaso de la “Nova República” inaugurada por Sarney provocaba el desencanto del pueblo brasileño frente a  la cultura política tradicional, razón por la cual la principal contienda política de cara a las elecciones presidenciales de 1989 sería entre dos candidatos ajenos a este tipo de política: Fernando Collor de Mello, representante del Partido de Reconstrucción Nacional (PRN) y Luís Ignacio Lula da Silva, dirigente sindical y líder del Partido de los Trabajadores (PT).
Fernando Collor de Mello, joven gobernador del estado de Alagoas,  fue impulsado como candidato desde el establishment conservador brasileño junto con el medio de comunicación Rede Globo para confrontar al candidato de izquierda. Su partido político era de tipo profesional electoral ubicado en la derecha ideológica, de escasa estructura y tradición política, cuyo único objetivo era consagrarlo como presidente.
 La campaña de Collor de Mello fue un discurso populista centrado en la lucha contra la corrupción y de denuncia contra los marajás, altos funcionarios públicos que cuentan con salarios elevados. Sus promesas de reducir gastos suntuarios del Estado y favorecer a las capas más pobres y excluidas de la sociedad, os descamisados, sumado a su fuerte discurso antipolítico, eran de gran atractivo para una sociedad vapuleada por las constantes crisis económicas. Asimismo Collor basaba su mensaje en el cambio y en su deseo de modernizar Brasil y  terminar de una vez con el flagelo de la inflación.
Fernando Collor de Mello se erigía así como una amalgama entre lo viejo y lo nuevo, destacando una relación directa líder-masa y prescindiendo de los partidos con un discurso mesiánico.
Es así como en las elecciones directas de 1989, Collor resulta electo en segunda vuelta con el 42,75% de los votos por sobre Luís Ignacio Lula da Silva con el 37,86%.
El 15 de marzo de 1990 se hace efectiva la toma  de mandato y se pone en marcha un plan de estabilización económica que debía traer la reforma del Estado y modernidad económica al Brasil. Se da inicio a una terapia de choque y por decreto se dictaminan medidas de desregulación y liberalización económica, liberalización de los controles de cambios, mejoras del sistema tributario,  reducción del tamaño del Estado con la supresión de órganos gubernamentales y ministerios y un paquete de medidas anti-inflacionarias llamado Plan Collor.
Asimismo, Collor de Mello decreta el Programa Nacional de Desestatización (PND), el cual autoriza la transferencia de  empresas estatales al sector privado. Con USIMINA, la mayor empresa siderúrgica de Latinoamérica, se concreta la primera de las dieciocho privatizaciones estatales que se realizarían durante su gestión.

 

2.1 Las privatizaciones: marco normativo y capacidades técnicas.

 Feigenbaum, Hamnett & Henig, establecen que las privatizaciones son un elemento profundamente político. Éstas distribuyen costos y beneficios entre diversos grupos en competencia y su implementación implica el desarrollo de un inter-juego entre actores gubernamentales y múltiples grupos de interés. De esta forma, resulta de vital importancia para nuestro análisis estudiar el proceso de privatizaciones en Brasil y Argentina no sólo en su  carácter económico  sino además tener en cuenta las características políticas e institucionales con las que se dieron en sendos países.
En el caso argentino, el movimiento privatizador no estuvo constreñido por una legislación que impusiera límites o que definiera los sectores estratégicos que retendría el Estado. El desarrollo de las privatizaciones argentinas puede dividirse en dos momentos. En una primera etapa que se extiende entre 1989 y 1990, la ola de reformas se realizó con una gran celeridad y con un alto grado de improvisación. La velocidad con la que éstas fueron ejecutadas buscaban aumentar la credibilidad del nuevo gobierno y su compromiso con la nueva concepción del Estado frente a agentes económicos locales y extranjeros. Es así como el Estado procedió a la privatización de empresas de servicios públicos monopólicas, tales como los teléfonos (ENTEL) y el transporte aéreo (Aerolíneas Argentinas), ya que “(…) la privatización de los monopolios de servicios públicos tenía la ventaja de aumentar la recaudación de fondos líquidos o la cancelación de títulos de deuda.”4
Esta primera ola de privatizaciones no se hizo de forma gradual, ni con saneamiento previo de las deudas de las empresas afectadas. Asimismo, no se garantizó la competencia abierta por las licitaciones, comprometiendo la transparencia de muchas de ellas.  Para octubre de 1990 casi todas las empresas públicas seleccionadas habían sido transferidas al sector privado.
Un segundo momento  comienza a partir de 1991 con el desarrollo del Plan de Convertibilidad, el cual denotaba la existencia de una moneda convertible en una relación de un peso/un dólar con el respaldo de la divisa por el Banco Central. Esta segunda ola de privatizaciones sucedió en un contexto fiscal más saludable razón por la cual se mejoraron los procedimientos y licitaciones en la transferencia de empresas públicas al sector privado. Aquí predominaron las privatizaciones de empresas del sector productivo, transporte y energía eléctrica.
Argentina no contó con un organismo técnico específico en la ejecución de sus privatizaciones, por lo que le confió esa responsabilidad a ciertos segmentos políticos del Ejecutivo y se recurrió en algunos casos a organismos multilaterales o consultoras privadas. La escasa legislación en materia de privatización contempló organismos técnicos de control como el Tribunal de Cuentas de la Nación y la Sindicatura General de Empresas Públicas, los cuales actuaron como organismos de fiscalización y contralor, pero no de gestión. De esta forma la ejecución de las privatizaciones quedó centralizada en el núcleo político del Ejecutivo, desprovisto de un adecuado reducto técnico.
Las privatizaciones argentinas se destacaron por su radicalidad y envergadura. Es así como,  “(…) tan solo en el término de cuatro años (1990-1993) fueron transferidas al sector privado 82 empresas y unidades de negocio, 27 servicios fueron otorgados en concesión y 86 áreas del sector petrolero adjudicadas en concesión.”5
En el caso brasileño, el movimiento privatizador se remonta a los inicios de la década del 80. Por estos años, el Estado inicia un proceso de reprivatización de empresas previamente absorbidas. Destinado a obtener saneamiento financiero, el proceso fue llevado a cabo por el  BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), una institución de crédito oficial y una agencia tecno-burocrática estatal permanente.
Con la llegada de Collor de Mello en los 90s, las privatizaciones pasan a ser un eje esencial en el programa de reformas orientadas al mercado y uno de los principales temas de la agenda gubernamental. 
“(…) el programa iniciado por el BNDES en los 80s adquiere en los 90s otra connotación y alcance, no solo porque Collor lo recubre de un tono neoliberal sino porque ya no contempla meras reprivatizaciones de escaso monto sino la venta de empresas estatales de gran porte edificadas durante el ciclo desarrollista.”6
De esta forma, el proceso de privatización  inicia su segunda fase con la creación del Programa Nacional de  Desestatización (PND) (Ley 8031/90), un proyecto de transferencia de empresas estatales al sector privado caracterizado por una lista de industrias que operan en entornos competitivos: el sector siderúrgico, el petroquímico y de fertilizantes.
Las privatizaciones en Brasil presentaron dos particularidades: la administración del BNDES en su implementación y las restricciones producto de la Constitución Nacional y legislación correspondiente.
El brazo ejecutor del Programa Nacional de Desestatización fue el BNDES, debido a su burocracia profesional técnica y su experiencia en el proceso de privatizaciones. Gracias a su autonomía, esta intervención le dio transparencia y capacidad técnica a las privatizaciones. “El hecho de que las privatizaciones brasileñas estuvieran identificadas con una agencia tecno-burocrática permanente del Estado -involucrada en su implementación antes y después del gobierno de Collor- señala una línea de continuidad ausente en el caso argentino.”7
La Constitución de 1988 fijaba restricciones a la privatización de empresas consideradas estratégicas, tales como las de telecomunicaciones y petroleras que quedaban excluidas del programa. Asimismo, existió una  importante legislación en esta materia que fijó un límite al porcentaje de participación de capitales extranjeros en no más de un 40%.
Así, a diferencia del caso argentino, el proceso de privatización brasileña se dio de forma institucionalizada, respetando a raja tabla la legislación imperante y sus límites.
El diseño del programa contemplaba una ejecución rápida de una privatización por mes. Sin embargo, el proceso se desarrolló con lentitud y demoras provocando  una gradual desaceleración en su aplicación. Si bien durante los treinta meses del gobierno de Collor se ejecutaron  algunas privatizaciones, la creciente inestabilidad política y económica y la decreciente capacidad del gobierno limitaron seriamente su posibilidad de profundizarlas.
 “De las 66 empresas incluidas en el Programa Nacional de Desestatización quince fueron vendidas bajo el gobierno de Collor y dieciocho durante el de su sucesor, Itamar franco, quien sucedió a aquél tras su desplazamiento.”8
       
3. Liderazgo político: La reforma negociada.

3.1. Estado de excepción y neodecisionismo.
De acuerdo al análisis realizado por el politólogo argentino Guillermo O’ Donnell, las democracias latinoamericanas se caracterizan por sus fuertes rasgos delegativos y su escasa institucionalización. Este tipo de democracias presentan un  estilo de conducción y decisión centralizado en el Poder Ejecutivo. “Las democracias delegativas crecen sobre una premisa básica: el que gana la mayoría en las elecciones presidenciales (…) está facultado para gobernar el país como crea conveniente, y hasta tanto lo permitan las relaciones de poder existentes, por el término en que ha sido elegido. El presidente es la encarnación del interés nacional, el cual en tanto presidente, es de su incumbencia definir. Lo que hace en el gobierno no necesita parecerse a lo que dijo o prometió durante la campaña electoral: esta autorizado para gobernar como lo crea conveniente.”9
El contexto de emergencia económica en que ambos países se encontraban fortaleció aun más los rasgos hiperpresidencialistas de dichas democracias ya que desde la sociedad se pedía un liderazgo fuerte para remontar la situación de crisis.
 De esta forma, se consagra un escenario neodecisionista, caracterizado por el reforzamiento de las facultades discrecionales del Ejecutivo, encarnado en la figura de un líder popular, portador de una promesa de salvación y de re-configuración de la política. Esto llevó al ensayo de un funcionamiento democrático de excepción, determinado por procedimientos autoritarios, anti- estatistas y pro- mercado , y por la transformación de un nuevo eje en la política centrado en la  figura del  líder/ caudillo y no en el programa del partido.
Carlos Menem buscó erigirse como  el caudillo de un proyecto político institucional de cambio a partir de la construcción de una nueva hegemonía. “Se sirvió de recursos propios del populismo: el carácter incluyente en lo social y movilizador en lo político. (…) y  en su capacidad para garantizar la movilización de la ciudadanía a través de la representación / escenificación mass-mediática en eficaz reemplazo de las modalidades tradicionales de movilización política de masas.”10
El líder argentino no produjo en su discurso enemigos políticos ni apeló a diferencias entre sectores sociales ni ideológicos. Sus enemigos se postularon de  manera difuminada, por fuera de la política o fuera del tiempo histórico.
 “En torno del poder presidencial se articulará, la fundamentación jurídico institucional y la legitimación de lógicas de acción y mecanismos de conformación de alianzas tendientes a garantizar la gobernabilidad.”11 Así, Carlos Menem propugnó la constitución de una alianza ecléctica desde el punto de vista ideológico, guiada por el pragmatismo.
        El caso de Collor de Mello fue distinto. Su profunda impronta antipolítica lo llevó a construir un liderazgo basado en el apoyo popular, logrado a partir de su triunfo tras la elección presidencial, y en el sostén del multimedio Rede Globo.
Apeló a una relación directa entre el líder y la masa, dejando por fuera a los partidos políticos. Asimismo, Collor construyó en su discurso enemigos políticos refiriéndose a todo aquel que se opusiera a la implementación del proyecto modernizador del Brasil.
El neopopulismo de Collor de Mello se observa en sus ideas reformistas y antiestatistas. Sin embargo, al no haber podido crear sostenes políticos sustentables, su situación política se complicaría una vez perdidos los apoyos del pueblo y de los medios de comunicación.

3.2.Relación Ejecutivo / partidos políticos.
La empresa menemista de construcción de una coalición dominante se gesta desde sus inicios en el poder. Una vez resueltas las elecciones del 89, Menem aceptó la entrega anticipada del mandato por el gobierno radical con la condición de asegurarse el compromiso de ésta de no trabar los planes de política económica en el Congreso Nacional. De esta forma, Menem se aseguró el quórum para tratar el proyecto de ley de privatizaciones.
Asimismo, utilizó herramientas estratégicas como la cooptación, clientelismo y asignación de posiciones de poder para asegurarse  apoyos entre sus opositores políticos. El peronismo contaba con una mayoría propia en el Senado y aunque minoritario en la Cámara Baja, se abocó a la constitución de mayorías por acuerdos con partidos nacionales, provinciales y por medio de la incorporación de candidatos extra-partidarios o sin militancia previa. Con ello no sólo logró acumular adeptos sino que mantuvo a la oposición desarticulada.
El Ejecutivo realizó prácticas de acercamiento al principal partido de la derecha liberal (Ucedé) incorporando a sus miembros en funciones ligadas al Ejecutivo Nacional, como en el Ministerio del Interior, y la concreción de alianzas en algunos distritos electorales.
Para con su propio partido, el Partido Justicialista, Carlos Menem neutralizó a sus filas, asegurándose la obediencia del mismo y excluyéndolo del proceso de toma de decisiones.
La experiencia de Collor de Mello distaba de lo sucedido en la Argentina: él no contaba con la estructura de un aparato partidario tan fuerte como el peronista. El PRN se constituía como un partido nuevo, construido únicamente con el fin de lograr la presidencia. De Mello logró acuerdos con partidos como el Partido del Frente Liberal (PFL), el PDS (Partido Democrático Social), el Partido Laborista Brasileño, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido Liberal (PL), logrando así una mayoría gubernamental. Sin embargo, a los pocos meses de iniciada su gestión, su coalición de apoyo se resquebraja debido al estilo antipolítico del líder y la exclusión reiterada de los partidos en el proceso de toma de decisiones.
Es importante señalar que Brasil presenta una configuración  partidaria altamente fragmentada, identificada como un multipartidismo extremo. Estos partidos se caracterizan a su vez por ser poco ideologizados y de gran indisciplina partidaria, por lo que el transfuguismo es una práctica reiterada en la política brasileña. Además, presenta un federalismo robusto, en el que sus estados gozan de una autonomía significativa frente al gobierno federal. De esta forma, si bien los partidos tienen alcance nacional, todos ellos responden fuertemente a intereses regionalizados.  Así, la lealtad de los parlamentarios se vincula más a sus estados que a los partidos con una lógica nacional.
Collor de Mello encontró serias dificultades para entenderse con los dirigentes locales. El fracaso en las negociaciones con los partidos del centro político (el Partido del Movimiento Democrático Brasileño y el Partido Social de la Democracia Brasileña), la lógica principista de la izquierda y las serias dudas que la gestión de Collor generaba en la derecha política, demostraban la incapacidad del presidente para plasmar su liderazgo en una coalición partidaria de sostén. Según Osvaldo Iazzetta “El narcisismo arrogante y la omnipotencia no resultaron respuestas adecuadas para enfrentar el complejo cuadro político que Brasil presenta. La aptitud que había demostrado para conquistar votos no pareció acompañarse de igual lucidez para reconocer uno de los trazos más fuertes del sistema político brasileño actual.”12

3.3. Relación  Ejecutivo /Poder Legislativo y Judicial. 

Es posible analizar la relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo a partir de la utilización de dos herramientas por el Poder Ejecutivo: los Decretos de Necesidad y Urgencia, en el caso argentino y las Medidas Provisorias, en el caso brasileño.
El Parlamento argentino, a partir de los inicios de la década del 90, comprendía una mayoría absoluta del partido gobernante en el Senado. Éste contaba, al mismo tiempo, con un quórum propio para sesionar en la Cámara de Diputados a partir del apoyo de los partidos políticos aliados.
La Constitución Argentina de 1853 otorgó amplias atribuciones al Poder Ejecutivo mediante la existencia de herramientas legales tales como los decretos delegados, los decretos reglamentarios y los decretos autónomos. Estas atribuciones no sólo habilitaban un presidencialismo fuerte, sino que además se potenciaron a partir de la adquisición de facultades discrecionales delegadas por el Poder Legislativo y por la implementación de instrumentos para-constitucionales como los Decretos de Necesidad y Urgencia.
Este tipo de decretos carecían de aval constitucional, pero desde 1853 se usaban ante situaciones de notable gravedad institucional o económica. “A través de éstos, el Poder Ejecutivo “legisla” por vía de decreto, asumiendo competencias legiferantes atribuidas por la Constitución al Congreso, sin que medie delegación ni autorización alguna.”13 
Recién con la Reforma Constitucional de 1994, se reglamentaría la facultad presidencial de dictar decretos de necesidad y urgencia.
“El presidente Menem dictó, entre julio de 1989 y agosto de 1994 336 decretos de necesidad y urgencia, a través de los cuales, por ejemplo, creó impuestos, derogó leyes o modificó relaciones contractuales privadas.”14
El abuso en la utilización de los decretos de necesidad y urgencia encontraron su justificación en la lentitud del Congreso para el tratamiento de las leyes y en la imposibilidad de esperar a las sanción de las mismas debido al estado de urgencia imperante. Asimismo, el Poder Ejecutivo Nacional argumentó que estos decretos son facultades soberanas del Presidente de la República.
Otro de los ejes de relevancia giró entorno al tratamiento del Poder Judicial. Debido a la relevancia de este actor como posible instancia de veto, Menem buscó la creación de una Corte Suprema de Justicia conformada por miembros adictos a él. Pidió al Congreso el aumento del número de miembros de la Corte de cinco a nueve, con la excusa de dotar de mayor celeridad a la justicia y de fortalecer la jerarquía académica del cuerpo. Efectivamente, esto se logra a partir de la ley 23.774. “(…) el Congreso delegó en el Ejecutivo la facultad de legislar por decreto los detalles de las nuevas políticas. Además de la cesión de estos poderes institucionales, el Congreso agregó otros al autorizar a través de una nueva ley la ampliación de cinco a nueve el número de miembros de la Suprema Corte. Luego de nombrar jueces de su confianza, Menem logró evitar que el alto tribunal se convirtiera en una instancia de veto para los intereses afectados por sus políticas.”15
La intervención en el Poder Judicial incluyó asimismo el desplazamiento de jueces y fiscales y múltiples reemplazos en el Tribunal de Cuentas y en la Fiscalia de Investigaciones Administrativas. También designó el reemplazo del Procurador General de la Corte por decreto y sin acuerdo del Senado.
En el caso de Brasil, la composición del Congreso denotaba la fuerte fragmentación de su sistema partidario. Collor de Mello asumió con una coalición de partidos lábil, constituida por los apoyos del PFL y el PSDB. La asociación amplia y heterogénea que sostenía al gobierno permitió el desarrollo de los primeros meses de gestión sin dificultades parlamentarias ya que con ella se aseguraba una mayoría de tipo “coyuntural”. El partido del gobierno era irrelevante en el Congreso ya que contaba con 31 de 495 diputados nacionales y 3 de los 81 senadores, por lo que la coalición era fundamental para mantener la gobernabilidad. Sin embargo, la misma no estaría destinada a perdurar.
Fiel a su rol de “outsider” de la política, Collor De Mello en vez de negociar con el Congreso y buscar la concertación con otras fuerzas políticas, adoptó el usoextensivo de las Medidas Provisorias.
Mediante el Artículo 62 de la Constitución de 1988, se autorizaba al Presidente de la República el gobierno mediante decretos legislativos presidenciales (Medidas Provisorias) en casos de relevancia y urgencia. Sin embargo, las mismas debían ser reemitidas de inmediato al Congreso o de lo contrario en el plazo de treinta días perdían su relevancia. Una vez más, el contexto de crisis y la situación de emergencia serían utilizadas como argumento para la justificación de su abuso.
Collor dictó ciento cuarenta y ocho Medidas Provisorias en su primer año de gestión y vetó numerosas enmiendas y leyes votadas por el Congreso. Su reticencia a negociar el  programa de privatizaciones provocó que la oposición partidaria buscara múltiples estrategias de bloqueo, incluso apelando la intervención del Poder Judicial, como sucedió en 1991 cuando se pidió a la Corte Suprema de la Nación la remoción del Programa Nacional de Desestatización por ser conflictivo con la Constitución.
“Al despreciar al Congreso, los partidos y grupos civiles, Collor promovió un proceso de desintermediación política que se tradujo en una actitud de confrontación con la clase política y la sociedad civil, encaminándolo a un aislamiento que no cesará de aumentar hasta hallar su desenlace en el impeachment de 1992.”16

 

3.4. Empresariado, sindicatos y sociedad civil.

En este apartado se analizarán las relaciones mantenidas por ambos gobiernos respecto a tres actores claves: el empresariado, los sindicatos y la sociedad civil.
La revolución conservadora encarada por Menem buscó que su proyecto político contara con el apoyo de una coalición amplia de diversos sectores pujantes de la sociedad. “(…) esta estrategia gubernamental respondía a una tradicional concepción peronista sobre como se construye el poder: con la intención de evitar el aislamiento político que sufrió Alfonsín, Menem apuntaba a conformar un “gabinete expresivo” de todo aquello que existe e la vida política y social del país y no puede ser ignorado sino a un alto costo.”17   
De esta forma logró el apoyo de sectores empresariales neoliberales al ubicar al frente del Ministerio de Economía a uno de los representantes de la multinacional Bunge y Born, Miguel Roig.
Se asoció, negoció y colocó en sus filas a personajes de la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara Argentina de Comercio (CAC) y la Sociedad Rural Argentina (SRA) logrando de esta manera el soporte  de  sectores económicos pujantes de la sociedad.
Asimismo, el trato directo con grupos económicos atraídos por la venta de activos estatales dominó la gestión de las privatizaciones estatales.
Esta política de cooptación del empresariado se complementó con la neutralización de aquellos sectores empresariales que quedaban debilitados con las privatizaciones frente a la competencia externa. Su estrategia en este caso consintió en la utilización de “gestos de intercambio acompañados por amenazas de sanción en el caso de no poder encontrar puntos de de resolución de los conflictos con los sectores de la burguesía que se ven afectados por el plan como productores.”18
La relación de Fernando Collor de Mello con el empresariado brasileño fue en cambio menos estrecha y más conflictiva.  Su plan de reformas y privatizaciones fue realizado sin la previa consulta ni mediante una negociación con la élite económica doméstica, conduciendo a una alienación del sector industrial. Sus múltiples ataques contra los intereses empresariales le valieron de una continua resistencia y oposición de sectores como la poderosa Federación de Industriales del Estado de San Pablo (FIESP), corazón de la burguesía paulista y principal centro económico del Brasil. El descontento generado por la actitud del líder brasileño y los magros resultados de su plan económico llevarían a que el país sufriera de varios lockouts patronales afectando el abastecimiento de la producción.

El segundo eje de análisis es la relación de cada gobierno con los sindicatos. En el caso argentino, Carlos Menem se abocó a lograr la neutralización de los sindicatos más contestatarios. Nombró en el Ministerio del Trabajo a sindicalistas adictos a él, logrando la fractura de la principal central sindical argentina, la CGT, en dos sectores: una CGT pro menemista (CGT San Martín) la cual gozaba de reconocimiento estatal y la CGT Azopardo, que quedaba relegada.
“El gobierno, (…) implementó una estrategia de gran dureza frente a los conflictos sindicales y de beneficios para los sindicatos que no enfrentasen la línea económica emprendida (como el nombramiento de sus representantes en los entes estatales responsables por la administración de los fondos de las obras sociales, y la consecuente priorización en la distribución de esos fondos a los sindicatos “aliados”).”19
Con éstas tácticas, Menem logró que la dirigencia sindical quedara dividida y desarticulada.
“ Las opciones enfrentadas por los sindicatos eran, o bien oponerse al gobierno ( arriesgando el costo de despidos, aislamiento político y disminución de servicios a sus afiliados por el recorte y/ o retraso en la distribución de fondos a sus obras sociales) o bien acompañar la política económica (intentando disminuir los costos que el cambio global les traería vía la obtención de concesiones puntuales, como créditos o que el Estado se hiciese cargo de la deuda con que la dictadura militar había dejado a las obras sociales de los sindicatos.)”20
Varias medidas complementan el cuadro de su política frente a la acción sindical: mediante el decreto ley (decreto 2184/90) limita el derecho de huelga,  redefine las leyes de asociaciones profesionales de trabajadores, y deroga los impedimentos para la existencia de más de una CGT.
En Brasil, la relación de Collor de Mello con los sindicatos y los trabajadores se mostró tirante desde un principio. Esta tirantez se manifestó en la decisión de implementar una reforma administrativa que conllevaría despidos masivos. “El mismo 15/03/90 dispuso mediante la Medida Provisoria 151 la extinción de 24 autarquías, fundaciones y sociedades de economía mixta, lo que implicó, solo en la primera semana, el despido de 14.500 empleados públicos”21
Sin embargo, el punto más álgido de confrontación con los sindicatos se desarrolló en torno a la discusión por un salario mínimo. La resolución tomada por el Ejecutivo produjo gran disconformidad entre los obreros, de lo cual resultó la oposición de la principal confederación sindical brasilera, la Central Única de Trabajadores (CUT) y el desencanto de la moderada CGT. La CUT se mostró  intransigente, recurriendo a  huelgas generales y a la amenaza de cierre de la industria para intimidar al poder central. Su oposición a las políticas de reformas impulsadas por Collor de Mello dieron lugar a un escenario altamente conflictivo.
       
La sociedad civil argentina y brasileña respondieron de distinta manera a las medidas de reforma promovidas por sus gobiernos.
 En el caso argentino, predominó la apatía ciudadana y la escasa movilización social. Este comportamiento puede deducirse a partir de las características de atomización e individualismo imperantes en su configuración social. Sin embargo, las particularidades con las que se desarrollaron las reformas y las características de la gestión menemista ayudan a completar el cuadro.
La sociedad presentó una suerte de cheque en blanco al gobierno para afrontar la crisis hiperinflacionaria imperante, mostrándose tolerante a la implementación de reformas.
Según el autor Vicente Palermo, “Las reformas estructurales de cualquier signo son redistributivas y, por ende, conllevan la necesidad de impartir costos, jamás son inocuas. La visión mas sostenida en la literatura dedicada al estudio de las políticas de reforma market oriented mantiene que su concreción supone costos transicionales para la obtención de beneficios permanentes: la situación debe primero empeorar para luego mejorar.”22
 La paradoja del caso argentino recae en que “durante el proceso de cambio los beneficios transicionales superaron claramente los costos, lo que jugó a su vez un papel definitorio en la viabilidad política de la propia transición. Y porque, por otro lado, la consumación del cambio- la instauración de un conjunto de reglas de juego muy diferentes al anterior- no supuso beneficios permanentes. (…)”23
La primera etapa de reformas realizadas entre 1991 y 1994, no fueron asociadas a resultados negativos para la sociedad. Hubo un fuerte crecimiento del PBI que permitió la expansión del gasto social y una reducción de los niveles de pobreza. El control de la inflación, la reactivación económica producto de la convertibilidad de la moneda nacional y la mayor disponibilidad de recursos fiscales, provocaron beneficios para la población en su conjunto.
 “A partir de 1991 la estabilidad y el boom económico proveyeron incentivos positivos que, a pesar de su distribución desigual, garantizaron la continuidad de los respaldos políticos a las reformas estructurales.”24

La gestión menemista logró el apoyo de las clases altas debido a su buena relación con los empresarios, con la Sociedad Rural Argentina y por el  nombramiento de un  Ministro de Economía asociado a la poderosa multinacional Bunge y Born.
Los sectores más bajos de la sociedad fueron contenidos mediante la implementación de políticas focalizadas a las minorías de riego.
Por último, las buenas relaciones con la Iglesia y la concesión de indultos a los militares condenados o procesados en el marco de una “reconciliación nacional”, desarticularon múltiples frentes de conflicto.
Será recién a partir de 1994 cuando las falencias de este modelo se hagan explicitas, resquebrajando el consenso político y social entorno a la gestión menemista. La creciente vulnerabilidad externa y fiscal, la insuficiencia de los programas sociales, y el deterioro social evidente serán las consecuencias a enfrentar en las décadas subsiguientes.
En Brasil, el crítico contexto social, económico y político de fines de los 80s  impulsó un gran apoyo de la opinión pública al nuevo gobierno. “Las expectativas creadas por la primera elección directa realizada después de 29 años, la amenaza hiperinflacionaria y las altisonantes promesas formuladas durante la campaña electoral le otorgaron a su gobierno un apoyo sin parangón en la historia republicana brasileña.”25 La  imagen popular forjada por Fernando Collor de Mello y “Su oposición moral a los partidos y a los políticos, en una sociedad caracterizada por un fuerte descrédito de este ámbito, resultó atrayente para el electorado brasileño que sintió interpretado su descontento y malestar.” 26
Esto se plasmó en el resultado de la elección y en el amplio espectro del electorado de Collor“(…) en la segunda vuelta Collor de Mello obtendría el 30,2% de los sectores identificados como de izquierda, un 58,2% de electores identificados como de centro y un 79,1% de votantes identificados como de derecha, (…)”27
Sin embargo, “Mientras que al momento de asumir el gobierno el porcentaje de ciudadanos con imagen positiva del nuevo jefe de Estado se encontraban en el orden del 71%, este índice fue descendiendo al 36% a los 3 meses de gobierno, 34% a los seis meses, 23% al año de gobierno, 18% al año y medio, 15% a los dos años y 9% a los dos años y medio de gestión.”28
Lo sucedido se explica a partir de dos cuestiones. Por un lado, el fracaso del desempeño económico del Plan Collor era notable: “(…) la modernidad, tan proclamada, empobreció al país en un diez por ciento en apenas treinta meses.”29 El PBI se derrumbaba sin freno para cerrar en el último año de su gestión con una caída del 1,5% y con una inflación anual entorno al 1200%. A ello se le sumaba el aumento del ya altísimo nivel de desempleo: se estima que 7.500.000 personas perdieron su empleo desde los comienzos de su gobierno.
Por el otro, el repudio popular y el grado de movilización creciente se entiende a partir del estilo de conducción política excluyente de Collor de Mello.
Las rupturas sucesivas con los sectores empresarios y sindicales, la incapacidad de formar una base partidaria estable y las promesas de mejoras que nunca llegaban aumentaban el malestar social y el grado de polarización de la sociedad brasileña.

4. Los resultados
La sagacidad política con la que Carlos Saúl Menem manejó su primera presidencia le permitió alcanzar su fin tan deseado: mantenerse firmemente en el poder. El mandatario buscó la fórmula para lograr la re-elección, prohibida por la Constitución imperante de 1853, mediante distintos artilugios discursivos como el que se plasma a continuación: “… La transformación del Estado que se esta llevando a cabo exige que la Constitución no sea ajena a esos cambios que conllevan la reforma del derecho (…) La realidad denuncia que la Constitución está sitiada. El Estado ha cambiado y la Constitución no puede permanecer indiferente. Muchas cláusulas constitucionales ya han dejado de ser vigentes por el propio desuso o porque fueron cláusulas escritas para un tiempo…”30
De esta forma, con el famoso “Pacto de Olivos”, suscripto entre él y el líder de la principal oposición, Raúl Alfonsin, se plasma el proyecto de Reforma Constitucional de 1994.

La ulterior elección presidencial del 14 de mayo de mayo de 1995 lo consagró nuevamente Presidente de la Nación habilitándolo a un segundo mandato y demostrando que tras seis años en el gobierno Carlos Menem había logrado mantener un liderazgo fuerte y una estrategia política efectiva a sus fines.

Su congénere brasileño, por otra parte, no contaba con la misma suerte. La creciente erosión de su mandato político se manifestaba en la perdida de efectividad y eficacia de su gobierno.

Sumado a ello, en mayo de 1992  se hermano Pedro Collor, “(…) denuncia a este por “connivencia” en el enriquecimiento ilícito de su ex tesorero de campaña electoral, Paulo Cesar Farias (PC), organizador de una poderosa red de tráfico de influencias.
A raíz de esta denuncia el Congreso creó una Comisión Parlamentaria Investigadora (CPI) integrada por las dos Cámaras, la que tras dos meses de trabajo aprobó un informe que denunciaba “ilícitos penales y crímenes de responsabilidad”. 31
De esta manera, el 29 de septiembre de 1992 la Cámara de Diputados autoriza al Senado el inicio del juicio político contra el Presidente de la República. El 2 de octubre de 1992 Collor renuncia a su cargo y la Cámara Baja resuelve entonces la asunción a la presidencia del Vicepresidente Itamar Franco. Finalmente, tras el proceso de juicio político, se sancionó la inhabilitación de Collor de Mello para ejercer cargos públicos por ocho años.
La agilidad y eficiencia del proceso de juzgamiento al ex presidente no puede ser entendida sin tener en cuenta la fervorosa campaña a favor del impeachment desatada desde la sociedad civil. Múltiples organizaciones civiles se aglutinaron en un “Movimiento por la Ética Política” el cual presionó a favor del enjuiciamiento.
El movimiento popular creció por impulso propio,  reclamando “la exigencia del establecimiento de padrones éticos en la conducción y el tratamiento de los negocios y dineros públicos.”32
 De acuerdo a Carlos Alberto Plastino, la movilización social no se produjo únicamente por el malestar económico. Acorde a sus dichos: “Entre las circunstancias aludidas, además de la ya mencionada situación económica, es necesario considerar también la ruptura frontal operada entre el presidente Collor de Mello e importantes sectores del poder económico, político y de la prensa, ruptura esta resultante no apenas de las políticas practicadas por el Ejecutivo sino también por su estilo de gobierno, su negativa de negociar inclusive al interior del grupo social dominante. También la existencia de una oposición fuerte y estructurada -ausente por ejemplo en la Argentina- debe sin duda ser contabilizada entre los factores que tornaron posible lo acontecido.”33

5.Conclusiones.
A lo largo del trabajo se han planteado las diferencias  estructurales de ambos países y el estilo de conducción de sus líderes políticos.
En base a ello se puede afirmar que la fortaleza de sendos mandatarios residió en el alto grado de apoyo popular con el que asumieron sus cargos, producto del descrédito de la clase política tradicional y del contexto de crisis galopante e hiperinflacionaria en que ambos países se encontraban inmersos. Este apoyo, les fue funcional ya que otorgó un amplio espacio de maniobra para la implementación de sus reformas orientadas al mercado.
Carlos Menem logró gestar una fuerte sustentabilidad política gracias a una doble operación: la generación de una coalición heterogénea fiel a sus intereses por un lado y el proceso de desarticulación y fragmentación de sus opositores, mediante corrupción, cooptación y prebendas, por el otro.
No sólo supo comprender la dinámica de juego político argentino sino que además, mediante las privatizaciones, pudo cubrir sus metas políticas y sus coaliciones, generando una alianza estratégica que le permitió mantener un núcleo de gobernabilidad efectivo.
Asimismo, la falta de frenos institucionales a las políticas de reforma fueron claves en el desarrollo del proceso privatizador. Al no contar con una reglamentación constitucional restrictiva ni con una legislación privatizadora limitante, los amplios poderes discrecionales obtenidos por el Congreso y el abuso de los decretos de necesidad de urgencia facilitaron la concreción de un plan de reforma pragmático, destinado a fortalecer su poder político.
La debilidad en la implementación de reformas residió en la escasa capacidad técnica de su gobierno. A diferencia del caso brasileño, la Argentina no contó con un núcleo tecno - burocrático especializado en la implementación de las mismas, por lo que esa responsabilidad fue confiada a ciertos segmentos políticos del Ejecutivo, limitando en gran medida su ejecución y transparencia.
En el caso brasileño la presencia de capacidades técnicas aportada por la agencia tecno - burocrática estatal permanente, el BNDES, no fue suficiente para la realización de una política reformadora efectiva.
La debilidad del liderazgo político de Collor de Mello se manifestó en su incapacidad de aunar a sus seguidores en una fuerza de apoyo estable. Construyó su gobernabilidad a partir del apoyo de la opinión pública y apelando a la exclusión de los principales actores institucionales. Su negativa a acatar las reglas de juego tradicionales de la cultura política brasileña (basadas en las coaliciones y el patronazgo político) y las fuertes restricciones institucionales regulatorias del proceso de toma de decisiones, lo llevó a que la implementación de sus reformas se viera coartada por numerosos actores de veto, impidiendo su efectiva aplicación.
El marco regulatorio propugnado por la Constitución de 1988, la cual fijaba restricciones a la privatización de empresas consideradas estratégicas, la importante legislación en materia de privatizaciones que fijó un límite al porcentaje de participación de capitales extranjeros en no más de un 40%, y el control de las Medidas Provisorias que debían ser refrendadas por el Congreso, actuaron como instancias de freno las cuales junto con la inexistencia de una base de apoyo partidario condujeron a la soledad del poder Ejecutivo.
        Collor de Mello tuvo la oportunidad de crear una base de sustentación política y revertir la escasa capacidad gubernativa de su gobierno una vez fracasado su primer plan de estabilización económica, el Plan Collor 1. Sin embargo, las negociaciones resultaron truncas debido a su fuerte impronta anti-política y su intransigencia a la hora de formar alianzas. Su preferencia radicó en encerrarse en su gabinete, la “Republica de Alagoas” y en no pactar con su principal oposición, el PT.
De esta forma, el líder brasileño no supo vehiculizar el amplio apoyo popular en una alianza política sustentable, lo cual condujo a una marcada reclusión y a una espiral de descrédito creciente que terminaría en su destitución del poder.
Carlos Menem, por su parte, supo aprovechar las distintas oportunidades que le permitieron  consolidar su poder. Las primeras privatizaciones, la reforma tributaria y la apertura comercial se mostraron como políticas de reforma decisivas destinadas a imprimir rasgos de irreversibilidad para lograr credibilidad ante el sector empresario y acreedor externo. Asimismo, una vez lograda la firme conducción de su partido y la desarticulación de los sectores disidentes, instrumentó la Reforma Constitucional del 94, hecho histórico que le permitió posicionarse fuertemente  en el poder por seis años más.
Las amenazas a las cuales ambos líderes estuvieron expuestos fueron peligrosamente similares, con la diferencia que  uno supo desarticularlas hábilmente organizando una cooperación fiel a sus intereses y el otro no.
 El gobierno de Collor de Mello sufriría de una sucesiva erosión debido a la pérdida progresiva de eficacia y efectividad en sus políticas. En términos de Juan Linz, el problema de la inflación se tornaría insoluble,  desatando una creciente polarización de la sociedad brasileña. De esta forma, el aumento de la violencia fue producto de la movilización de los estratos en crisis, grupos postergados socialmente como el Movimiento de los Sin Tierra y los Sin Techo. Esto conduciría a un vacío de poder  en el cual la politización de los poderes neutrales y la reducción de la arena política darían lugar a una toma de poder legal, por medio del juicio político.

6. Consideraciones finales.
El presente trabajo propuso explorar comparativamente los liderazgos de Carlos Saúl Menem y de Fernando Collor de Mello para así determinar  la relevancia de la conducción y estrategia política  a la hora de iniciar e instrumentar privatizaciones.
A partir de lo estudiado, es posible afirmar que para una efectiva instrumentación de las mismas, es condición necesaria una adecuada afinidad entre el estilo político de conducción y la morfología institucional en la cual este liderazgo se encuentra enmarcado.
En ambos casos de estudio, el tipo de liderazgo político fue un factor decisivo para explicar las diferencias en el éxito de la implementación de políticas de reforma orientadas al mercado. El liderazgo menemista supo adecuarse a la morfología institucional imperante, mientras que  la conducción de Fernando Collor de Mello no se adecuó a las pautas institucionales y culturales de gobierno existentes en Brasil.
En este tipo de democracias delegativas, el Poder Ejecutivo debe actuar como pivote de interrelación del sistema político mediante negociación, dando lugar a la cooperación y coordinación con otros actores.  Sin un adecuado proceso de negociación, crece el riesgo de una fuerte oposición por parte de actores de veto, lo cual desarticula la posibilidad de implementar las medidas de forma efectiva.
En el corto y mediano plazo la estrategia de conducción política se revela como fundamental para la gestión de reformas. Sin embargo, para su consolidación y  continuidad en el tiempo, es imprescindible que estas reformas sean acompañadas por cambios en las instituciones. Si este proceso de institucionalización falla, las reformas quedarán inacabadas, sujetas a ser cambiadas por el próximo líder de turno.

Teodelina Alvarez de Toledo
Ciencia Política (UBA)

7.BIBLIOGRAFÍA

LIBROS

  • Acuña, Carlos (1994): “Politics and economics in the Argentina of the nineties (Or: why the future no longer is what it used to be)” en Acuña Carlos, Gamarra Eduardo y Smith William (Editores): “Democracy, markets and structural reform in Latin America”. North-South Press, Miami.
  • Bosoer, Fabián y Leiras, Santiago (2001): “Los fundamentos filosófico-políticos   del decisionismo presidencial: Argentina 1989-1999 ¿Una nueva matriz ideológica para la democracia argentina? en Pinto Julio (compilador): “Argentina entre dos siglos: la política que viene”. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires.
  • Palermo, Vicente (1999): “¿Mejorar para empeorar?”. En: Entre el abismo y la Ilusión. Peronismo, Democracia y Mercado, compilado por Marcos Novaro, Editorial Norma, Buenos Aires.

REVISTAS

  • Gerchunoff Pablo y Torre Juan Carlos (1996): “La política de liberalización económica en la administración de Menem” en revista Desarrollo Económico. Nº 143. Buenos Aires.

 

  • Iazzetta, Osvaldo (1997): “Capacidades técnicas y de gobierno en las privatizaciones de Menem y Collor de Mello”. Revista Desarrollo económico. Número 143. Buenos Aires.
  • Iazzetta, Osvaldo (1995): “La reciente crisis política brasileña: ¿Nuevas señales para repensar la esfera pública política de la región?”. Revista Estudios Sociales, Número 5.Buenos Aires.
  • Tavares de Almeida, Maria Herminia (1999): “Negociando a reforma: a privatizacao de empresas publicas no Brasil.” Revista Dados. Volumen 42. Número 3. Río de Janeiro.
  • Tavares de Almeida, Maria Herminia (2003): “A democracia brasileira nos años 90”. Revista desarrollo humano e institucional en América latina. Número 37. Barcelona.
  • DOCUMENTOS

    • Packenham, Robert (1994): “The politics of economic liberization: Argentina and Brazil in comparative perspective.” Documento de trabajo Número 206. Helen Kellog Institute. Notre Dame.

     

    • Panizza, Francisco (2000): “Neopopulism and it’s limits in Collor´s Brazil.” Bulletin of Latin American Research. Número 19. Society for Latin American Studies.

    BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

    • Botana, Natalio (1995): “Las transformaciones institucionales en los años del menemismo” en Mayer Jorge y Sidicaro Ricardo (compiladores):“Política y sociedad en los años del menemismo”. Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires.

     

    • Ferreira Rubio y Goretti Matteo (1996): “Cuando el presidente gobierna solo: Menem y los decretos de necesidad y urgencia” en revista Desarrollo Económico. Nº 141. Buenos Aires.

     

    • Haggard, Stephan y Kaufman, Robert (1995). “Estado y reforma económica: la iniciación y consolidación de las políticas de mercado.” En revista Desarrollo económico. Número 139. Buenos Aires.
    • O'Donnell, Guillermo (1993): “Acerca del Estado, la Democratización y Algunos Problemas Conceptuales. Una Perspectiva Latinoamericana con Referencias a Países Poscomunistas”. Revista Desarrollo Económico. Número 33. Buenos Aires.
    • Palermo, Vicente (2000): “¿Cómo se gobierna Brasil? El debate brasileño sobre instituciones políticas y gestión de gobierno”. Revista Desarrollo Económico. Número 159. Buenos Aires.

    WWW

    • Baldioli, Alberto (2003): “Neodecisionismo en América Latina: entre la apatía y la participación cívica. Argentina y Brasil (1989-1992)”. Revista Debates Latinoamericanos. Número 1. Centro Latinoamericano de Estudios Avanzados-CLEA. Buenos Aires. Disponible en: www.rlcu.org.ar

     

    • Feigenbaum, H; Hening, J y Hamnett, Chris. (1999): “Shrinking the state: the political underpinnings of privatization.” Cambridge University Press, Cambridge. Disponible en internet en: www.polipub.org/dtrabajos.php
    • Leiras, Santiago: “Carlos Menem y Fernando Collor de Mello ¿Arquitectos del MERCOSUR? Algunas reflexiones sobre calidad democrática e integración regional.” Disponible en Internet en: www.caei.com.ar/es/programas/integracion/20.pdf
    • Noielli. Maria Julia: “Análisis de las presidencies de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) y Fernando Collor de Mello (1989-1992): la llegada al poder, sus planes económicos y las consecuencias sociales.” Revista de ciencia política. Disponible en Internet en: www.revcienciapolitica.com.ar/num3art2.php

    1 Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

    2 Pablo Gerchunoff y Juan Carlos Torre (1996): “La política de liberalización económica en la administración de Menem” en Revista Desarrollo Económico. Nº 143. Buenos Aires, p. 735.

    3 Ibídem, p. 735.

    4   Ibídem, p.740.

    5 Osvaldo Iazzetta (1997): “Capacidades técnicas y de gobierno en las privatizaciones de Menem y Collor de Mello”. Revista Desarrollo Económico. Número 143. Buenos Aires, p.268.

    6 Ibídem, p.266.

    7 Ibídem, p.267.

    8 Ibídem, p.268.

    9 Fabián Bosoer y Santiago Leiras (2001):Los fundamentos filosófico-políticos   del decisionismo presidencial: Argentina 1989-1999 ¿Una nueva matriz ideológica para la democracia argentina? en Pinto Julio (Comp): “Argentina entre dos siglos: la política que viene”. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires, p.67.

    10 Ibídem, p.66.

    11 Ibídem, p.45.

    12 Osvaldo Iazzetta (1995): “La reciente crisis política brasileña: ¿Nuevas señales para repensar la esfera pública política de la región?”. Revista Estudios Sociales, Número 5.Buenos Aires, p.58.

    13 Rubio Ferreira y Mateo Goretti (1996):Cuando el presidente gobierna solo: Menem y los decretos de necesidad y urgencia” en revista Desarrollo Económico. Nº 141. Buenos Aires, p.444.  

    14 Ibídem, p.444.

    15 Pablo Gerchunoff y Juan Carlos Torre (1996): Op.cit, p.736.

    16 Osvaldo Iazzetta (1997): Op. cit, p.280.

    17 Carlos Acuña (1994):Politics and economics in the Argentina of the nineties (Or: why the future no longer is what it used to be)” en Acuña Carlos, Gamarra
    Eduardo y Smith William (editores): “Democracy, markets and structural reform in Latin America”. North-South Press, Miami, p. 62.

    18 Ibídem, p.76.

    19 Ibídem, p.75.

    20 Ibídem, p.75.

    21 Osvaldo Iazzetta (1995): Op. Cit. p. 55.

    22 Vicente Palermo (1999): “¿Mejorar para empeorar?”. En: Entre el abismo y la Ilusión. Peronismo, Democracia y Mercado, compilado por Marcos Novaro, Editorial Norma, Buenos Aires, p 161.

    23 Ibídem, p. 163.

    24 Pablo Gerchunoff y Juan Carlos Torre (1996): Op. Cit,p.763

    25 Osvaldo Iazzetta (1995): Op. Cit. p. 54

    26 Osvaldo Iazzetta (1995): Op. Cit, p.55

    27 Santiago Leiras: “Carlos Menem y Fernando Collor de Mello ¿Arquitectos del MERCOSUR? Algunas reflexiones sobre calidad democrática e integración regional.” Disponible en Internet en: www.caei.com.ar/es/programas/integracion/20.pdf

    28 Ibídem.

    29 Osvaldo Iazzetta (1995): Op. Cit, p.59.

    30 Santiago Leiras: Op. Cit.

    31 Osvaldo Iazzetta (1995): Op. Cit, p.59

    32 Carlos Plastino (1993): “Cultura política, emergencia de lo nuevo y el “fin de la historia.” Disponible en: http://www.buscalegis.ufsc.br/revistas/index.php/buscalegis/article/viewFile/25858/25421

    33 Carlos Plastino (1993): “Cultura política, emergencia de lo nuevo y el “fin de la historia.” Disponible en: http://www.buscalegis.ufsc.br/revistas/index.php/buscalegis/article/viewFile/25858/25421