Revista Nº7 "Instituciones y procesos gubernamentales III"

Resumen

El presente trabajo, es una detallada muestra de lo conflictivo que es el panorama político venezolano actual que nos hace pensar  de que:
Cuando la Nación está sumergida en un populismo demagógico mordaz, cuando la cultura política de un país se ve envuelta en la vorágine de ciertos cambios forzados por las circunstancias del momento, es en esa situación que reaparece el espíritu de la gran ciudad, el que abruptamente rompe con todos los parámetros comunes dentro de un escenario anómalo y personalista.
El “Espíritu Urbano” reaparece cuando la Nación está perdida detrás de liderazgos personalistas y “omnipotentes”… Ese espíritu que hará reverdecer la cultura política y logrará renovar sus ideas, creencias  y valores, para que la sociedad pueda seguir creyendo en la tolerancia y el respeto por las instituciones…
El “Espíritu Urbano” será la última morada de la racionalidad política – cultural, será la última esperanza para que la Nación se libere…

El Director

Abstract
This work is a detailed sample of the troubled political panorama of Venezuela nowadays which makes us think that:
When the nation is under a demagogic and scathing populism and political culture is driven by certain changes which become a forced result of circumstances, in that situation the spirit of the great town reappears breaking with all ordinary parameters within an anomalous and personalist scene.
“Urban spirit” reappears when the nation disappears behind personalist and “omnipotent” leaderships. That spirit will renew political culture and its ideas and beliefs in order to let society continue believing in tolerance and respect for institutions.
“Urban spirit” will be the last dwelling of political and cultural rationality; it will be the last hope of national deliverance.

The Director

El Espiritu Urbano en la ciudad en la sociedad venezolana

Francisco R. García Samaniego. 1

 

“la violencia aparece donde el poder está en peligro pero, confiada en su propio impulso, acaba por hacer desaparecer al poder”. Hannah Arendt

 

            Nos planteamos a continuación algunos de los cambios en la sociedad venezolana actual que son, por su naturaleza y efectos ampliamente  desbordantes. Ello nos remite a reflexionar sobre muchas categorías de análisis para buscar explicaciones más cónsonas con las nuevas realidades de entrada en el siglo XXI en la Venezuela actual, y sobre todo los cambios que se experimentan dentro de las ciudades por los profundos conflictos sociales, políticos e institucionales.
            De hecho, “la ciudad es educadora en cuanto imprime una intencionalidad en el modo como se presenta a sus ciudadanos, consciente de que sus propuestas, proyectos y acciones entrañan consecuencias actitudinales y convivenciales que generan nuevos valores, conocimientos y destrezas que conciernen a toda la ciudadanía e implican a todos los ámbitos (sanitario, de servicios, urbanísticos, vial y de movilidad, etcétera”. (Figueres Bellot, 2002, 19)
            Por ello, como objetivo principal de este ensayo, esta en comprender las implicaciones en la calidad de vida del venezolano en las últimas décadas, y visualizar, cómo ha venido mermando el concepto de ciudad positiva como elemento integrador del espíritu urbano. Es decir, la ciudad positiva como encuentro de entendimiento, civilidad, cooperación y de respeto a las instituciones.
Sin embargo ya desde la antigüedad, la ciudad griega “se fundaba – lo repiten Platón, Aristóteles y Demóstenes – sobre la homoia, sobre un espíritu común, una concordancia cívica que se basaba a su vez en la Philia, en la amistad”. (Sartori, 1992, 38)  
Pasado el tiempo histórico el espíritu de concordancia cívica se va mejorando con las instituciones creadas por los Estados liberales bajo las constituciones como pacto de civilidad entre los ciudadanos de un territorio común. De allí la ciudad positiva como expresión de entendimiento entre la sociedad civil y el Estado, aunado a las manifestaciones de formas de interacción que promueven espacios sociales compartidos bajo claras políticas sociales de esparcimientos y de civilidad bajo un Estado claramente de Derecho y tolerancia entre sus miembros.
            En efecto, “el ciudadano tiene que poder entender y utilizar las distintas escalas de identidades: barrio, ciudad y, eventualmente, entorno metropolitano. Es necesario insistir en la importancia del barrio – o de los sectores urbanos equivalentes -, puesto que es el ámbito en el cual se pueden iniciar ciertas soluciones a la contradicción identidad/diferencia”. (Figueras Bellot, 2002, 21)
            Asimismo, analizar el fenómeno de la desafección política, concepto que se interpreta “como sentimiento subjetivo de ineficacia política, cinismo y falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones democráticas, que generan distanciamiento y alineación”. (Torcal, 2000, 12) mitigando la civilidad ciudadana.
            Es decir, el espíritu urbano, lo entendemos como aquel componente integrador dentro de las relaciones sociales para hacerlas más humanas, más comprensivas del otro, del diferente, que no persigue otro fin que complementar los flujos de integración entre los ciudadanos para hacer civilidad,  logrando que las relaciones sociales dentro de la ciudad mejoren, y por su puesto dentro de un orden establecido, buscando mejorar las condiciones de vida en la cotidianidad  de los ciudadanos en su que hacer en la vida, tanto pública como privada. Por lo tanto, “construirse como ciudadano implica: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser”. (Figueras Bellot, 2002, 22)
No significa cambiar el orden vigente, es mejorar la calidad de las instituciones democráticas. La idea parte de comprendernos como amigos y adversarios, más no como amigos - enemigos, para hacer que la democracia funcione en un proceso de politización, en un proceso de comprensión en la oposición. En un proceso de retroalimentación entre políticas de unificación ciudadana. Todo ello va de la mano de un régimen democrático bajo el Estado de derecho. Es decir, lo político como componente unificador y de reglamentación de la norma y la coexistencia entre diferentes formas partidistas de la vida política.
 En virtud de lo planteado debemos tratar de comprender nuestra sociedad para lograr su estabilidad y superar pensamientos estancos en tiempo y espacio, heredados del sistema personalistas, que en algunos momentos de la historia del hombre se inscriben como elemento creador de instituciones primitivas. En tal sentido, para Clifford Geertz; “el mundo es lo que las personas sencillas y despiertas creen que es. La sobriedad, y no la sutilidad; el realismo, y no la imaginación, son las llaves de la sabiduría; los hechos realmente importantes de la vida se encuentran abiertamente dispuestos sobre su superficie, y no astutamente ocultos en sus profundidades. No tenemos necesidad (ya que en efecto es un error fatal) de negar, como tan a menudo lo hacen los poetas, los intelectuales, los sacerdotes y otros complejizadores profesionales del mundo, la obviedad de lo obvio. Como reza un proverbio holandés, la verdad es tan clara como una pica sobre el agua”. (Geertz, 1994, 111)
 Es decir, repensar la política y lo político como componentes de institucionalización para la democracia venezolana, que de 1998 en adelante se encuentra resquebrajada, bajo altos índices de confrontación que impiden el desenvolvimiento de una ciudadanía más relajada dentro de su  cotidianidad. Implica una gran tensión en todos los sectores en Venezuela, lo cual el gobierno aumenta bajo un discurso totalmente confrontacional dando como colofón la ciudad negativa.
Asimismo, “para Turner, los dramas sociales suceden en todos los niveles de la organización social, desde el Estado a la familia. Se originan en situaciones conflictivas –un pueblo rompe en facciones, un marido golpea a su esposa, una región se alza contra el Estado- y proceden hasta su desenlace mediante una conducta convencional representada públicamente. A medida que el conflicto degenera en una crisis y en la excitante fluidez de una emoción intensa, en la que la gente se siente a la vez inmersa en un estado de ánimo común y libre de ataduras sociales, se invocan las formas ritualizadas de la autoridad –el litigio, la disputa, el sacrificio, la oración- para contener el conflicto y para reproducirlo de forma pacifica. Si estas tienen éxito, la brecha cicatriza, y el statu quo, o algo semejante, queda restaurado; pero si no lo tienen, se acepta que el conflicto no tiene remedio, y las cosas derivan hacia varias clases de finales, infelices: migraciones, divorcios o asesinatos en la catedral”. (Geertz, 1994, 41)
  En tal sentido, la ciudad sin entendimiento, la ciudad violenta que no permite la composición de espacios de ciudadanía, espacios para mejorar los imaginarios culturales, y por supuesto, políticas implementadas desde el ejecutivo sin el consenso con la oposición. Lo cual pone de manifiesto la poca tolerancia dentro de nuestro sistema de gobierno, dañando el desenvolvimiento institucional de la ciudad, y por lo tanto de sus ciudadanos.
Por ello, la desafección política se presenta como efecto dinamizador e innovador en las relaciones ciudadanos y gobernantes. Y de la presente desafección del ciudadano venezolano produce una ciudadanía menos participativa en todos los ámbitos dentro de las relaciones sociales, aislando y privando al ciudadano, lo cual aumenta la distancia entre representantes y representados, generando la antipolítica como manifestación en los altos índices de no participación.
Es decir, el ciudadano está desafecto pero mucho más informado, por ello su movilización tiende a la no participación y a aislarse de los asuntos públicos. Entre tanto se van generando nuevas formas de participación como los grupos ONG y movimientos sociales, aunado a los medios de comunicación. Todo este cúmulo de desencuentro y reencuentro, se realizan fuera de los tradicionales patrones de comportamiento institucional.
En definitiva, la política pasa a reinventarse y reconfigurarse dentro de la polis como tal.  Por ello dentro de la ciudad, debe ser prioridad la calidad de la política. Por que en ella (la política) se encarna; por decirlo en palabras de Bernard Crick;  “el mercado, el mecanismo de regulación de precios de todas las demandas sociales, que aunque no garantice la obtención de un precio justo ni tenga nada de espontánea; depende de la actividad individual continua y deliberada”. (Crick, 2001, 25)  En sí, depende de la calidad del desarrollo de la democracia ciudadana como componente para resolver los conflictos internos, entorno a la ciudad. Por esa razón, “la democracia vive siempre en peligro, y, a veces sucumbe a sus propias tentaciones”. (Mires, 2001, 108) De tal forma que la democracia debe tratar siempre de fundarse en la ciudad como forma de vida.
            En tal sentido, Ulrich Beck, uno de los teóricos en las ciencias sociales del momento más destacados en cuanto a buscar vías cognitivas para entender los procesos de cambio en las instituciones de vida del hombre en la cultura y la sociedad. Nos invita a reflexionar desde las ciencias sociales, en especial desde la sociología y la politología a la sociedad, y en especial a los nuevos procesos políticos que se registran como componente de los diferentes entornos conflictivos para pensar el futuro.
            Por ello nos presenta su tesis explicativa que ha venido proponiendo sobre la sociedad del riesgo y  la modernidad reflexiva. Explicaciones teóricas que ha utilizado a lo largo de estos últimos años, como condicionantes epistemológicos, metodológicos, para la reconstrucción y fundamentación conceptuales, haciendo revisiones e interpretaciones dentro la sociología clásica,  bajo el  uso de las nuevas formas de teorización dentro de la interpretación de los efectos de la globalización, tanto política, económica, como cultural, en las sociedades contemporáneas. Lo cual, la Venezuela de cara al siglo XXI no escapa de dicho fenómenos de cambio social.
            Es decir, nos toca imbricar las nuevas formas institucionales y culturales, en función de entender y reconfigurar la democracia, el papel del ciudadano, la sociedad civil, y su participación, de la mano de los partidos políticos, nuevos modos de participación como los grupos ONG, aunado a nuevos movimientos sociales y sindicales por la desinstitucionalización tradicional, la despolitización de muchos sistemas políticos, a la par de la influencia de las tecnologías y los medios de comunicación para comprender las transformaciones desbordantes del mundo de hoy para visualizar la ciudad actual.
Sin embargo, García Canclini siguiendo la tesis de Castells, Hannerz y Sassen expresa que: “la desintegración y la desigualdad, o sea la dualización entre la cuidad global y la ciudad local marginada e insegura, son el principal obstáculo para que muchas ciudades se reubiquen en esta nueva etapa de su desarrollo”. (García Canclini, 2000, 168)
            De allí, “las nuevas comunidades imaginarias se forman contra el Estado, su territorialidad, sus pretensiones de soberanía total, y su tendencia intrínseca a trazar y fortificar fronteras y a obstruir o detener la circulación entre ellas”. (Bauman, 2007, 20)
            En tal sentido, Silverio González  viene proponiendo; “la noción de espíritu, que denota una entidad psíquica. Así todo evento psicosocial tiene un carácter espacial. Desde esta visión la realidad es simbólica, vive por la comunicación; ella se realiza de lo que hace pensar con sus palabras, objetos, estructuras, símbolos, y de lo que hace sentir con sus imágenes, sentimientos, pasiones, significados”...”la comunicación se da en esa relación de tres que se construye entre las palabras, las imágenes, y el espacio/tiempo, cuya naturaleza es intersubjetiva”. (González, 2005, 51)
            María Pilar García Guadilla en su abordaje sobre la Venezuela contemporánea, precisa que: “la constitución Bolivariana de 1999 se refiere muy escasamente a la sociedad civil; utiliza preferentemente los términos sociedad, sociedad organizada, comunidades, organizaciones sociales, y sobre todo, soberano, quien representa al sujeto por excelencia de la democracia participativa y protagónica como referente del colectivo social”.(García-Guadilla, 2007, 109) Y por ello, “ante el agotamiento y declive de los actores colectivos, emerge una nueva forma de hacer política contraria a la practica partidista, que no cree en la indispensabilidad de los partidos, de la clase política  y la alternabilidad en el poder como fuente de orden y de estabilidad democrática”. (Rivas Leone, 2008, 127)
            Además, las interpretaciones de Silverio González entre otros, las contrastamos con las de Beck en su pensamiento constructivista y racionalista de los que es, en contra posición a un deber ser normativo, nos plantea el proceso de individualización de lo político y la política como herramientas básicas para vivir en comunidad, como otras formas de participación del espacio de lo público. En definitiva, “sin ciudad en la tolerancia, sin instituciones, sin capacidad reguladora e integradora, ¿cómo puede construirse vida social entre la economía globalizada y las identidades infranacionales?” (Touraine en; González, 2005, 2002)
No es tan solo hablar de sociedades participativas protagónicas en donde dichas participaciones escasamente parten del poder ejecutivo desvirtuando la capacidad de los partidos políticos para canalizar y ser puente de transito entre sociedad civil organizada y el Estado como tal. En si, “hoy en día se requiere de un gran esfuerzo de imaginación para pensar una realidad social administrada y conducida por agencias corpóreas, de existencia tangible, o bien por sus réplicas fantasmales como los síndromes de valor o el ethos de la cultura”. (Bauman, 2007, 21) 
 Es decir de las nuevas formas de la política y sus implicaciones en la participación y las formas de representación en las democracias con altos índices de fragmentación como la del caso venezolano luego de la toma del poder político por parte de Hugo Chávez Frías en 1998. No sin antes mencionar que la democracia venezolana ya venía en claro descenso en sus procesos de mejorar las condiciones de vida y de sanear el conflicto social de larga data en el país. Lo que generó sentimientos de rechazo a lo político y sus expresiones tradicionales dando paso a políticas de corte anti-sistema y creando menos espacios de entendimiento dentro del contexto del espíritu urbano, formando además, el imaginario colectivo un sentimiento de la ciudad negativa, de la ciudad desasistida por parte de las instituciones para tal fin.  Se observa además, un claro déficit en la participación. Así, el “descenso de la participación electoral y de la credibilidad en los políticos, un aumento en la volatilidad política, una disminución del interés por la política y un debilitamiento de los partidos políticos, al punto que varios analistas plantean la existencia de una crisis de representación”. (Lissidini, 2008, 6; García Samaniego, 2008, 13)
Y así, “el espacio público cede paso a las redes globales de producción y consumo, por un lado, y al retorno a comunidades cerradas sobre ellas mismas, por el otro. La ciudad plural, pública, abierta, cosmopolita se disuelve en fragmentos, cada uno de ellos llamando a la homogeneidad cultural de cada territorio, con liderazgos carismáticos e ideologías tradicionales o religiosas, que rechazan militantemente al diferente”...”Y, a mayor encerramiento mayor es la dependencia con la cultura de masas para conectarse con el exterior”. (González, S, 2005, 110)
            Indiscutiblemente estamos en presencia de grandes contradicciones y paradojas desconcertantes que experimenta el ser humano hoy día. Todo ello va de la mano de profundas crisis sociopolíticas y socioeconómicas, profundos cambios bioéticos, genéticos, ecológicos, que se debe advertir ponen en riesgo la vida del hombre como tal en su entorno y espacios vitales- plurales. En efecto, “en Venezuela, la calificación de la sociedad civil ética solo puede aplicarse para caracterizar a la sociedad civil constituyente que participó activamente en el proceso constituyente que dio origen a la constitución Bolivariana de 1999; sin embargo, no sirve para clasificar a la sociedad civil postconstituyente que se encuentra altamente politizada, (Schmitt, 1996: en, García-Guadilla; 2007, 111) en la cual, la intolerancia, los antagonismos de clase y la incapacidad para aceptar al otro impide la construcción de los intereses comunes y de la ciudadanías plurales.
            Aunque también tenemos las perspectivas sobre todo en los medios de comunicación en donde se desarrolla de manera relajada las nuevas formas de creación de espacios públicos. Por ejemplo, para García Canclini las preguntas parten para la comprensión del espacio, o de los espacios urbanos en los últimos tiempos. “Ante todo, las redes comunicacionales, (prensa, radio, TV, video, informática). También las bibliotecas, los centros comerciales –algunos ofrecen ofertas culturales – y últimamente las multisalas de cine. Como en Bogotá, Caracas y San Pablo, los circuitos mediáticos adquieren más peso que los tradicionales lugares en la transmisión de informaciones e imaginarios sobre la vida urbana, y en algunos casos ofrecen nuevas modalidades de encuentro y reconocimiento, desde la comunicación a través de radio y televisión, en programas participativos o de teléfono abierto, hasta la reunión en centros comerciales que reemplazan parcialmente a los espacios anteriores de cita y paseo”. (García Canclini, 2000, 171)   
            Es decir, y nos apoyamos en el pensamiento de Beck: “la globalización, la individualización, la revolución de los géneros, el subempleo y los riesgos globales (como la crisis ecológica y el colapso de los mercados financieros globales). El auténtico reto teórico y político de la segunda modernidad es el hecho de que la sociedad debe responder simultáneamente a todos estos desafíos”. (Beck, 2002, 2)
 Aunque se debe advertir también, que el individuo en su quehacer de vida cotidiana, así tanto como sus intervenciones en la vida pública va de la mano del riesgo permanente en sociedades como la venezolana con altas tasas de violencia desde las estructuras de poder hasta la violencia social con claros índices de confrontación entre clases, desprotegidas por el Estado, bajo la égida de sociedades sumamente empobrecidas y marginadas, por desbordantes índices de desempleo y exclusión social que viene siendo la base predilecta para discursos populistas.
            Por otro lado, “autores como Dalton e Inglehart entienden que los ciudadanos demandan mayor acceso al proceso de toma de decisiones de políticas públicas como consecuencia de la sofisticación de las habilidades políticas y de los mayores recursos políticos disponibles (cognitive mobilization). Por otro lado, investigadores como Craig y Shmidt ponen el acento en la desafección política y la perdida de confianza (political disaffection) en las estructuras democráticas tradicionales lo que lo llevaría a un deseo de controlar a los representantes electos. Un tercer grupo considera que en realidad es una especie de falso populismo (faux populism) en el cual los grupos de interés y los políticos utilizan al referendo como una vía para obtener beneficios corporativos”. (Lissidini, 2008, 7)
            Estas sociedades bajo gobiernos del populismo, y que se manifiesta en la falta de  operatividad y funcionalidad de la ciudad, se inscriben en la segunda modernidad, o modernidad reflexiva provienen de la deconstrucción teórica interpretativa del Estado-nación proveniente de la ilustración burguesa y del proceso de industrialización, para algunas, de crecimiento para otras, y de marginación para las más pobres de las sociedades, como reinterpretación de aquellas explicaciones que se presentan complicadas de comprender bajo los cambios, tanto teóricos, como de vida cotidiana e institucional. Deviniendo en la antipolítica y el populismo simbólico en la redención de la patria y del héroe místico como casi una religión ciudadana por parte del poder personal.

DÉFICIT DE LA CULTURA POLÍTICA EN LA CIUDAD VENEZOLANA.

            En tal sentido en nuestro devenir histórico en Venezuela, en épocas conflictivas sigue presente ese cesarismo democrático (la mano dura, el caudillo de siempre, en contra de toda institucionalización como componente rutinario de nuestra cultura política) que en su momento analizó Laureano Vallenilla Lanz, en su célebre obra el Cesarismo Democrático.  Dando forma explicativa al desenvolvimiento histórico y sus efectos del personalismo en las instituciones políticas venezolanas de larga data en nuestras formas de gobernabilidad.
            Es decir, todo el poder para el líder en contraposición de estructuras partidistas sólidas, de identidades permanentes en tiempo y espacio, y de rutinas simbólicas con el otro, con el nosotros, con nuestra otredad inmanente. Que precisamente por la crisis de los partidos políticos tradicionales (en la década de los años 80 y 90 del siglo XX y principios del XXI) se pasa a formas antipartidistas de manejar la democracia y sus instituciones como componente antipolítico en liderazgos personales de corte militar. Por la necesidad del padre, (Estado) un padre general, pero egoísta (autoritario) reflejando nuestras disyuntivas como sociedad cohesionada. Da píe a una cultura política personal en el devenir del venezolano.
            Ahora bien, para Alfredo Ramos Jiménez: “el problema de la democracia de partidos se ha convertido, por consiguiente, en una tarea crucial para la investigación sobre la política en las neodemocracias latinoamericanas”...”La promesa democrática ha sido fuente de desencantamiento y desarrollo de la antipolítica, es preciso en la indagación de sus causas, porque lo que hoy está planteado de cara a los desafíos del nuevo siglo, no es otra cosa que el paso de una democracia de partidos, que la ha alimentado al así llamado elitismo democrático, a una participación ampliada de la comunidad en la vida política”. (Ramos Jiménez, 2008, 200)
En tal sentido para Castro Leiva en; Para pensar a Bolívar escribió; de tal forma que la historia patria se confunde con la historia y vida de Bolívar. Nuestro principal héroe pasa a ser la patria misma, y sobre los venezolanos pesa, profundamente, el parricidio cometido: Venezuela (madre) tiene a su padre (Bolívar) que muere sacrificado (mártir) por el desprecio e ingratitud de sus hijos.                       
Asimismo en 1812,  Bolívar en el Manifiesto de Cartagena argumentaba, las repúblicas etéreas. En la que las instituciones de ese entonces eran explicabas sobre principios abstractos y racionalistas muy alejados de la realidad concreta y de las necesidades de tiempo y lugar.
Es decir, el poder autoritario busca controlar toda forma de libertad de expresión, todo entendimiento, toda confrontación de ideas que no comulgue con la  ideología llamada el socialismo del siglo XXI. Simplemente, el poder ejecutivo; descontrola, manipula, corrompe las conciencias. Desvirtúa el sentido de la democracia representativa que significa el respeto por las leyes e instituciones establecidas en la Constitución de una nación.
En este mismo tono, Álvaro Vargas Llosa en; El caudillo, el populismo y la democracia. Concluye su análisis de la siguiente forma: “El libertador, un hombre de la elite que creía en las instituciones oligárquicas y que pasó gran parte de su vida procurando evitar la revolución social, es en la actualidad el icono del populismo de izquierda. Debe estar retorciéndose en la tumba”.
 Pero vayamos más hacia nuestro tema. En tal sentido, Bernard Crick, en su seminal obra En defensa de la política, nos advertía; “sólo los regímenes antipolíticos intentan convencer al individuo de la necesidad siempre presente de sacrificar su libertad de acción a favor de la colectividad, o persuadirle de que la libertad no es la experiencia real de la diversidad sino la euforia que se deriva de tomar decisiones correctas en buena compañía”. (Crick, 2001, 208)
Y para hannah Arendt; “una teoría de la guerra o una teoría de la revolución sólo puede ocuparse, por consiguiente, de la justificación de la violencia, en cuanto esta justificación constituye su justificación política; si, en vez de eso, llega a formular una glorificación o justificación de la violencia en cuanto tal, ya no es política, sino antipolítica”. (Arendt, 2006, 22)
             Pues en esas condiciones, nos resulta desafiante tratar de superar los problemas reales, dado que nuestra sociedad se encuentra sumergida en un proceso de despolitización por parte del régimen y de participación en las calles de la sociedad civil hacia los políticos de turno. Y, si ello es así, siempre estarán latentes (por ahora, y en el futuro cercano) antipolíticos como el actual presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías. Y por su puesto, este tipo de líderes populistas-autoritarios buscarán acallar las voces críticas y reflexivas de aquellos que deseen decir la verdad.
            Por lo tanto el concepto de ciudad se ve un tanto atropellado si afirmamos en la conceptualización de Mauricio Cuervo como, la “ciudad como una organización particular de interacciones entre individuos, grupos y actividades. El funcionamiento de estas interacciones está en el núcleo de la comprensión del fenómeno de aglomeración, es decir del crecimiento de las ciudades”. (Cuervo, 2003, 11) Además, “varias de estas actividades introducen cambios directamente en la oferta cultural y comunicacional; otras reordenan el sentido de la vida urbana y los modos tradicionales de apropiación del espacio. En ambos casos, el Estado cede su papel de actor protagónico a empresarios privados y corporaciones transnacionales”. (García Canclini, 2000, 174)
Así, “los movimientos sociales colectivos, vagamente organizados que actúan de forma conjunta y de manera no institucionalizada con el fin de producir cambios en la sociedad”. (Sztompka, 1993, 305) Son la base de los cambios que se generan entorno a la acción política. De hecho, estos tipos de movimientos sociales de cambio, dentro de lo urbano, intentan cambiar la política, la economía y las jerarquías de poder, de clases y de estratificación. Son movimientos sociales transformadores dirigidos al cambio total de las estructuras del Estado creadas con anterioridad. Pero además, por la personalización que se percibe en dichos movimientos, en este caso Venezuela; son movimientos políticos de cambios redentores, cargados de discursos carismáticos dirigidos al cambio total de los miembros individuales en las formas comunicativas del ciudadano en su esfera privada y visión de lo público en la ciudad a nivel local, pero también en la ciudad a nivel nacional. Por tanto, “como plantean autores como Hosbawn (1997) y Anderson (1991), los sentidos de comunidad generados por los Estados nacionales –tales como el de ciudadanía o historia nacional- tienen sus raíces en la legitimación del poder estatal sobre la población y sobre las tomas de decisiones de los grupos”. (Navarrete, 2005, 129) 
Es decir, “una consecuencia de estas diferencias y divisiones del período postconstituyente ha sido la polarización social, política e ideológica, la destrucción de la unidad de la sociedad civil organizada lograda  a lo largo del proceso constituyente, y el surgimiento de intereses particulares o de clase que redujeron el poder efectivo de la sociedad civil para definir y defender colectivamente sus intereses”. (García-Guadilla, 2007, 115)
Sin embargo, Ángel Oropeza destaca que la dominación y la sumisión en Venezuela del proyecto Bolivariano no son conceptos equivalentes. Así, “el primero supone la posibilidad permanente de la coacción física, y necesita del monopolio del ejercicio de la violencia y la fuerza. La sumisión, por su parte, implica una actitud psicológica de entrega y alienación, aún en ausencia de la fuerza física, y en ocasiones sin que haya conciencia por parte de la persona de estar en tal condición o situación”. (Oropeza, A, 2007, 9-10)
Si bien es cierto, el análisis de la sumisión chavista parte de, “un proyecto de dominación donde coexisten elementos fascistas, militaristas y estatistas, adornados por arengas y argumentaciones de inspiración marxista”. (Oropeza, A; 2007: 14) En este sentido, Oropeza da con una tipología de los sumisos Chavistas en Venezuela destacándose: 1-los oportunistas de ocasión; 2-los nostálgicos de la Venezuela heroica; 3-los ingenuos; 4-los aduladores de charreteras; 5-los viudos de la izquierda Bolchevique; 6-los revolucionarios de buena fe;  y, 7-los que necesitan ser mandados; “ordene comandante, yo no soy nadie, yo estoy aquí para servirle”. (Oropeza, A, 2007, 16)
Por su puesto el declive de la voluntad de muchos da píe, por los altos niveles de desconfianza en los políticos a formas plebiscitarias dentro del manejo del Estado, y de allí, bajo un discurso de igualitarismo fundamentado en un paternalismo de Estado que deviene por el claro declive en la confianza interpersonal. Que da como resultado liderazgos de corte populista creándose de ese modo la ciudad negativa  como lo venimos describiendo líneas arriba.
Pues bien, dadas las condiciones para el chavismo según Ángel Oropeza, la democracia se asume de manera vertical. En donde las rendiciones de cuentas hacia el ciudadano no se visualizan, más un clima de tradición ideológica tórrida leninista y ceresoliana, con un líder fuerte, único, que se piensa insustituible precisamente por la casi total destrucción de formas partidista de organizar la sociedad. Sin controles ni contrapesos a su poder.
Pero dada las diversas y populares manifestaciones del gran descontento por la desafección política hacia Chávez por un gran sector de la sociedad Venezolana. Se comienza a percibir el declive de las adhesiones, tanto de sumisión, como simbólicas al proceso revolucionario. Y otra de las características sería, “que se aplica a ambos sectores de la sociedad civil en el período postconstituyente es la perdida de autonomía, dada la cooptación o adscripción voluntaria a los intereses de los partidos políticos y/o de las organizaciones corporativistas. Este hecho ha traído como consecuencia el que la demarcación entre los actores sociales y políticos sea cada vez más tenue ya que constantemente se traspasan las líneas que definen sus identidades”. (García-Guadilla, 2007,115)
 Y los ejemplos son claras repuestas en dos procesos electorales como el referéndum del 2 de diciembre de 2007 y las elecciones para gobernadores y alcaldes de noviembre de 2008, en donde el liderazgo del proceso bolivariano comienza a ser desfasado de las realidades políticas. Dando como matices el regreso de liderazgos partidistas y sobre todo liderazgos locales en las vías hacia la recuperación de espacios perdidos por la oposición en Venezuela. Lo que significa el comienzo de la perdida del poder demagógico del mal llamado proceso revolucionario, bolivariano. O, socialismo del siglo XXI. Aunque en la practica de gobierno un tanto agotado por diez años de desgobierno, Alfredo Ramos Jiménez  da en el punto, cuando explica que: “el socialismo del siglo XXI, el socialismo bolivariano en la experiencia venezolana de los años recientes, representa el ropaje ideológico de un genuino populismo del siglo XXI, con fuertes connotaciones militaristas”. (Ramos Jiménez, 2009, 266)
Es decir, volver a buscar espacios de tolerancia política y de entendimiento social para recuperar el espíritu urbano perdido, buscando dejar atrás la ciudad negativa. En este mismo sentido, “la persona humana sostiene con la ciudad una relación permanente de creación de sentimientos, representaciones y generación de expectativas que aunque se vive de forma íntima y profunda, hace parte constitutiva de lo que la ciudad es, fue y puede llegar  a ser”. (Cuervo, 2003, 14) Y este fenómeno que se registra sucede en las sociedades occidentales y sus efectos globales en espacios locales. De hecho, “no hay soluciones locales a problemas globales”. (Bauman, 2007, 30)
Aunque cabe destacar que aun siguen vigentes en general las expresiones peyorativas entre clases. En si, “los adeptos al oficialismo prefieren autodenominarse, pueblo, soberano, grupo comunitario, organización popular, comité e incluso, circulo bolivariano y perciben a las clases media y alta también como delincuente, corrupta y explotadora. Sin embargo, ellos también tienen sus imaginarios acerca del otro al estereotipar a las clases media y alta como los escuálidos, los oligarcas a pesar de la heterogeneidad de este grupo” (García-Guadilla, 2007,116) Como efecto, el dialogo que se debe establecer como sujeto en la ciudad, se resquebraja, minando así el espacio social plural.
Así, el asunto se plantea: cómo la Venezuela del movimiento pro-Chávez  a partir de 1998, y la creación de la constitución de 1999, desde su postura autoritaria, la cultura política de los venezolanos es sin duda su carácter dinámico y cambiante, que en la tesis de Richard S. Hillman se presenta como una sociedad paradójica. Sociedades sumisas. De allí parte la dislocación y resquebrajamiento del ciudadano a tener un espíritu urbano más afable, cordial, tolerante; un espíritu urbano de construcción en el tiempo y en el espacio.
Evidentemente, en ambos grupos sociales (los chavistas y los escuálidos, supuestamente entre la dicotomía, “pobres” y “ricos”) sus imaginarios sociales se presentan altamente segmentados, polarizados frente al desgobierno populista de corte militar de Chávez, “sirve de justificación a las acciones de violencia, exclusión espacial y social del otro sector de la sociedad civil, adquiriendo una racionalidad propia que nada tiene que ver con la categorías éticas que sustentan los individuos, la familia y el grupo social”. (García-Guadilla, 2007, 117)
 Es decir, el venezolano (desde sus posturas políticas en el poder ejecutivo) no responde a instituciones, sino a personalidades mistificadoras que destruyen el proceso de democratización que venían en marcha en las décadas del bipartidismo. Precisamente por ello el declive, por la falta de atención de los partidos políticos de antaño para la solución de los conflictos sociales, colándose en la política venezolana personajes arropados bajo posturas anti-democráticas.
Asimismo, en Venezuela de las últimas décadas, “ser ciudadano-es decir, tener derechos y deberes como un miembro pleno de una sociedad de iguales en donde lo único superior es la ley- pasó a ser un privilegio de pocos”. (González, S; 2005,112) Eso fue lo que dinamizó el conflicto institucional general en la Venezuela de los partidos políticos tradicionales, pero también ha sido y va en aumento en la descomposición del proceso liderado por Chávez netamente de corte anti-político y anti-oposición dentro del juego democrático competitivo.
Asimismo en la misma línea discursiva  Axel Capriles M, va analizando, “La obediencia patológica”. En sí, analiza desde un punto de vista histórico, cómo en Venezuela, “todas las revoluciones han prometido convertir al pueblo en fuente de soberanía y el poder. La revolución azul, la revolución de abril, la revolución legalista, la revolución liberal restauradora y la revolución bolivariana”. (Capriles, A; 2007, 36)
Evidentemente se pretende por parte de toda revolución, totalizar el método de la agresión desde los gobernantes hacia el “pueblo – masa”. Es decir, “el método de la agresión es una herramienta de control social, la técnica de dominio predilecta de los regímenes totalitarios. El fundamento psicológico de estos regímenes es el miedo, procuran atemorizar a la población para someterla y obtener su obediencia”. (Capriles, A; 2007, 37)
En tal sentido, Manuel Alcántara Saéz explica que cuando los presidentes “con amplios poderes constitucionales, bajo una mayoría homogénea en el congreso con un fuerte liderazgo sobre esta (sea resultado de un partido o una coalición) y en situación de alta polarización colorean notablemente la vida política de un país”. (Alcántara S; 2008, 78)
Y si entendemos los cambios planteados, podemos afirmar siguiendo a Lissidini que: “la teoría de la democracia representativa no da cuenta de cómo las instituciones representativas han respondido a la creciente presión de los ciudadanos para que la legislación sea ratificada por el voto popular, o en implementar las iniciativas legislativas por su cuenta. Por su parte, la teoría de la democracia directa no considera el uso estratégico del referendo por parte de los representantes electos, en función de un amplio rango de objetivos, muchos de los cuales tienen poco que ver con dar mayor poder de decisión al público. Tampoco toma en cuenta que en muchas ocasiones, los ciudadanos deciden en función de las posiciones que asumen los partidos o los grupos sociales a los que pertenecen o simpatizan”. (Lissidini, 2008, 14)  
 De allí, nos formulamos la pregunta: ¿no se destruye bajo estás prácticas el espíritu urbano para generar civilidad entre los venezolanos? Pensamos que si. Porque evidentemente es un proyecto por parte del personalismo, destruir la capacidad asociativa del venezolano, para mantenerse en el poder bajo la tesis del desgobierno. En efecto, mantenerse en el poder político del Estado no gobernando con instituciones de carácter vinculante, sino todo lo contrario.  Dando con las sociedades del miedo.
De hecho, “el Estado, la teoría, la doctrina y la política económica son por tanto potentes vehículos de la transformación socioespacial, traduzcan la existencia de nuevos equilibrios sociales y regionales, generan nuevas mentalidades, tolerantes con lo previamente intolerable, ávidas de lo que en el pasado se consideraba indeseable”. (Cuervo, 2003, 8)
Más aún, “la vivencia mayoritaria de la desigualdad, la injusticia y la inseguridad hacían desaparecer cualquier vestigio de ciudadanía, y ¿en qué se convertía una democracia sin ciudadanos y sin Estado de derechos? Susana Rotker lo respondió con otra pregunta: ¿Qué queda más que un grupo de gente compartiendo un mismo espacio geográfico, desconfiando la una de la otra y a la espera de su hora de revancha o de su hora de autodefensa?” (Rotker, 2000. En; González, S; 2005, 113)
Todo ello se refuerza en buscar las potencialidades del resentimiento social por las crisis sociales. Así, el miedo como mecanismo político de control y obediencia que se basa en el engaño, en la manipulación de las emociones proyectadas en discursos, en la limitación de la información, en las bases de la ignorancia, “todo lo cual facilita la manipulación emocional de construir enemigos y concentrar la lucha en su enfrentamiento, dando la sangre y el alma para orgullo de un solo “héroe”. Y esto tiene su contrapartida en asignarles a las expresiones de temor un componente de deslealtad. Traición o de disenso”. (Capriles, A; 2007, 51)
            Ya es posible observar sus primeros efectos dando como resultado el desdibujamiento en los patrones conductuales e institucionales del pasado, a formas que podríamos llamar de la sociedad del riesgo por las desregulaciones legales, cambios en las relaciones laborales, como el fenómeno de la economía informal, el subempleo, los altos índices de violencia, y por su puesto, la deslegitimación del Estado-Nación. En virtud de dicho fenómenos y “abandonada por la política estatal, la escena pública cae fácilmente en las garras de la política de la vida individual”. (Bauman; 2007, 32) 
            Implica todo ello que; la globalización en la tesis de Canclini de la vida urbana se afiance y no sea simplemente negocios inmobiliarios, del mundo de las finanzas o de los grupos mediáticos; “seria necesario que se replantearan las relaciones de la política cultural con la esfera pública y con la ciudadanía”. (García Canclini, 2000, 175)  
            De estos fenómenos que se registran, se implican las dinámicas contradictorias de la sociedad del riesgo global, como tesis fundamental para entender el mundo contemporáneo; tanto en sociedades occidentales, como no occidentales.  El ejemplo claro lo estamos viviendo en la crisis del sistema económico mundial, especialmente en el sector financiero e inmobiliario norteamericano a partir de 2008. Dicha crisis responde a la globalización de los mercados y a la globalidad política. Es por ello que se presenta como una crisis del sistema especulativo internacional generando déficit económico en el mundo afectando la ciudad.
            Incluso, Beck ha observado en su libro, la sociedad del riesgo global, lo siguiente: “riesgo es el enfoque moderno de la previsión y control de las consecuencias futuras de la acción humana, las diversas consecuencias no deseadas de la modernización radicalizada. Es un intento (institucionalizado) de colonizar el futuro, un mapa cognitivo. Toda sociedad, por su puesto, ha experimentado peligros. Pero el régimen de riesgo es una función de un orden nuevo: no es nacional, sino global”. (Beck, U; 2002, 5)
            Estos son algunos de los lineamientos por los cuales se pasea con gran destreza Beck en la comprensión de la nueva preeminencia del riesgo. Con el agravante de que, ello trae la necesidad de renovar las funciones y formas de praxis y acción social en una subpolítica de la vida. Es decir, las políticas y demandas se reconfiguran de abajo hacia arriba en la discursividad de la política de vida cotidiana dentro de la ciudad y dentro de lo urbano, transformadas en cuestiones que Beck denomina glocales, (partiendo del individuo hacia las instituciones y no de las instituciones hacia los individuos) en un marco transnacional. Lo que además toca, como es lógico pensar al desarrollo social de Venezuela.
            Y por ello, “si las tradiciones artísticas y artesanales, los museos y los barrios históricos, llegaran a formar parte de un proyecto de desarrollo urbano (y nacional) junto con los sistemas avanzados de comunicación e informática, serían otras las posibilidades de intervenir en los problemas de desintegración y desigualdad”. (García Canclini, 2000, 175)

IDEOLOGÍAS EN DECLIVE.
De la crisis de las ideologías y del declive de muchas de las instituciones del Estado tradicional parten en el entendimiento de las transformaciones presente no toleran los nuevos electores los neo-fascismo, a veces de izquierda, a veces de derecha, que está condenado al fracaso porque aparece en una época en la que los ciudadanos con tendencias a su hedonismo más privado y con más libertades, no aceptan discursos trasnochados ni ideas personales de dictaduras.
Asimismo, Ellner pone de manifiesto como: El fenómeno del “hiperpresidencialismo”, el cual incluye el debilitamiento del congreso y otras instituciones de equilibrio y control, evoca la imagen de los presidentes a lomo de caballo conocidos como caudillos, quienes gobernaron durante todo el siglo diecinueve. Parte de la explicación de la atrofia institucional es la respuesta de América Latina al estancamiento económico que ha caracterizado al continente por más de dos décadas. En su prisa por implementar las reformas del “tratamiento de choque”, los presidentes neoliberales en América Latina  han menospreciado los congresos y aún sus propios partidos políticos, revertiendo de esta manera un siglo de construcción de instituciones políticas. Al mismo tiempo, ellos generalmente no se han sincerado con los votantes en el sentido de que no preparan la opinión pública por las medidas de austeridad, debilitando en esta forma la credibilidad de la democracia. La decepción de la política y de los políticos se refleja en el descenso de la membresía de los partidos”. (Ellner; 2008)
 Sin embargo para superar dichos entuertos es de gran ayuda comenzar por buscar la igualdad política. Es decir, “los miembros de la comunidad cívica tienen igualdad de derechos y deberes. En este tipo de comunidad no privan las relaciones verticales de reciprocidad de autoridad y dependencia sino las relaciones horizontales de reciprocidad y cooperación. Los ciudadanos no interactúan como patronos y clientes ni como gobernadores ni solicitantes, sino como iguales”...”Sin embargo los líderes de esa comunidad deben ser, y deben concebirse  a sí mismos, como los responsables por sus conciudadanos. Tanto el poder absoluto como la ausencia de poder pueden llevar  a la corrupción, ya que ambos inspiran un sentido de irresponsabilidad”. (Putnam, R, 108,1994)
Por eso la pregunta que realizan Jaime Duran Barba como  Santiago Nieto: ¿Por qué los nuevos electores y particularmente los jóvenes odian la política en América latina? Su respuesta es clara. Los nuevos electores y en especial los jóvenes no creen en ideologías políticas desfasadas de la realidad de un mundo más conectado, más informado y sobre todo de un mundo en donde pensamientos únicos no son la respuesta al frenesí moderno.
En tal sentido, “si los estudiosos de la política y la democracia quieren tomar contacto con la realidad, es necesario que se produzca una verdadera revolución científica. No solamente ocurre que muchos conceptos que se usaban para analizar la política han quedado obsoletos, sino que hay que reconocer que existe un nuevo elector, en una sociedad en la que ha cambiado todo y la política no puede ser la excepción”. (Duran, Nieto, 2006, 33) 
            Cada vez son más evidentes estos procesos dentro de la función democratizadora, y por ello Ulrich Beck Plantea:”para esto tiene que producirse una reinvención de la política, una fundación y fundamentación del nuevo sujeto político; es decir, de partidos cosmopolitas. Estos representan a los intereses transnacionales de forma transnacional, pero también funcionan dentro de los ámbitos de la política nacional. Por tanto, se hacen posibles, tanto programática como organizativamente, sólo en tanto que movimientos nacionales-globales y partidos cosmopolitas”. (Beck, U; 2002, 23)
En tal sentido para entender el sectarismo político en el cual corre algunas proto-democracias como el caso venezolano de los últimos años, basta el análisis sobre el “sectarismo político” de Franzel Delgado Senior, que pone en claro; cómo las estructuras mentales de las sectas políticas dan paso a la destrucción de la convivencia democrática. Veamos entonces algunas de sus características: a) sumisión incondicional a un líder, a quien se le debe sumisión absoluta, pues se considera predestinado a cumplir una misión que solo él puede lograr;  b) anulación a toda critica interna y externa desdeñando el pensamiento plural. Es decir, confrontación permanente por parte del líder a todo opositor; c) persecución de objetivos económicos enmascarados bajo una ideología, destinados sólo a reforzar el poder del líder; d) fabrica de palabras, frases y consignas para descalificar a quienes no pertenecen a la secta, a quienes se consideran inferiores; e) uso de algún color y vestimenta particular para identificarse y darse fortaleza de grupo; Y por último, prohibición de abandonar a la organización, y quien lo hace, es severamente penado. Tildado de traidor. Por lo tanto no goza de espíritu cohesionador dentro de la compresión del otro, del diferente. Se le excluye, y por lo tanto el espíritu urbano, para crear la ciudad positiva, se resquebraja.
Y por ello la visión de la democracia directa para Lissidini pasa; “en manos de los presidentes electos más por sus características personales que por sus propuestas políticas, incentivarían  un tipo de democracia mayoritaria y delegativa, afectando negativamente a los partidos y a los parlamentos”. (Lissidini, 2008, 15)
Entre tanto en las periferias de las ciudades venezolanas –donde habitan los más pobres y la mayoría de la delincuencia – el déficit del Estado se evidencia en la falta clara de políticas públicas para tal fin, y si bien es cierto se han implementado algunas ayudas gubernamentales en los barrios, es claramente una política clientelar, más no una política de Estado en las zonas deprimidas de Venezuela, que estás no logran solventar el problema por la alta politización  de los miembros que las componen netamente responden a los mandatos del presidente, y además, no solo se expresa en las limitaciones de infraestructura, en todos los renglones, sino además su incapacidad de promulgar y llevar a cabo regulaciones mínimas a la vida social, haciendo valer la legalidad.
En definitiva como lo anunciara Guillermo O’ Donnell; una democracia con baja intensidad de ciudadanía. Una democracia delegativa. Aumentando así de manera potencial el alto grado de desorganización social, que en palabras de Ana María Sanjuán significa que va “favoreciendo los sistemas informales o alternativos de justicia, lo cual alimenta el ciclo de la violencia”. (Sanjuán, 2000, 85)
Evidentemente, “la crisis o debilidad del sistema de partidos podría ser tomada como indicador de una crisis de representación, como también la inestabilidad institucional (riesgo o golpe de Estado, renuncia o remoción del presidente), el surgimiento de outsider (es decir, presidente, o líderes políticos que carecen de trayectoria política), fuertes demandas anti gubernamentales y la presencia de grupos armados o violentos”. (Lissidini, 2008, 21)
Y ello socava los cimientos de las democracias. Porque en definitiva el mundo ausente de políticas coherentes bajo el respeto de las instituciones de la democracia y el Estado de Derecho, la ley por sobre todas las cosas, es el mundo del terror y es precisamente allí en donde los lideres sectarios y ególatras de corte totalitario bajo discursos populistas destruyen a sus sociedades, e irrumpen en el plural desenvolvimiento de la ciudad.
De todos los cambios también la familia tiende a pasar a ser mucho más democrática, se fortalece la independencia de pensamiento y el individualismo, porque ya no se piensa en el padre único dador de bienestar ni la mano autoritaria en casa. Pasa lo mismo en el sistema de vida, los ciudadanos buscan líderes menos autoritarios y más tolerantes. Más feminizados, lo que significa la desintegración de la familia tradicional. Todo es político y a la vez todo al mismo tiempo es sexual por el culto a la juventud.
Sin embargo, “la violencia en Venezuela tiene varias expresiones, no solo en la criminalidad urbana, sino en una serie de conductas sociales”...”Así pues, el delito es una trasgresión a un conjunto de normas impuestas por el Estado. La violencia es una expresión límite del conflicto social, que incluye hasta la acción directa del Estado. En el caso de Venezuela, ha aumentado de manera importante la magnitud de los delitos. Pero el crecimientos de la violencia social ha sido exponencial” (Sanjuán, 2000, 87) Lo que termina con la capacidad asociativa y tolerante para la construcción de capital social de generar confianza entre los diferentes, y promueve de tal forma las ciudades negativas en el sentido de la violencia social.
Se  alude así, a la tesis de Putnam y Coleman en la necesidad de construir Capital Social; bajo la confianza que los ciudadanos depositan en las instituciones, y en los otros, para de allí lograr acuerdos y propósitos para el buen desempeño de la democracia de calidad, y mejores condiciones de vida con los demás para desarrollarse. Que es precisamente lo que en la Venezuela del fenómeno Chávez se encuentra en franco retroceso en todas las instituciones políticas-ciudadanas, dando píe a más conflicto social general; que como producto del desencuentro entre los ciudadanos genera la ingobernabilidad del sistema en el marco de un Estado democrático cónsono con las realidades del siglo XXI.
Lo cierto es en definitiva que los países liberales conjuntamente con el tipo de economía de libre mercado, derrotaron a los marxistas a fines del siglo XX, gracias a la rebelión de sus propios pueblos que buscaban más comodidad y menos socialismo claramente empobrecedor. Dicho de paso, esa gente no quería vivir en un paraíso de trabajadores, sino simplemente en países en que se trabajara lo menos posible y se diera rienda suelta al placer y al ocio. (Duran, Nieto, 2006, 153)
Por ello pensar en socialismo de cara al siglo XXI, en la ideología pretérita del Chavismo, goza de mofa entre quienes comprenden el mundo globalizado, pero a la vez, significa un reto para los políticos en buscar construir una democracia de avanzada de cara al siglo XXI bajo el capitalismo, más humano y más orientado al bienestar general. Eso de por si, significa todo un reto que está por venir.
Además, el Estado venezolano de la última década (Chávez tiene ya diez años en el poder) no cumple su función indelegable de ser el ente rector de políticas públicas en materia delincuencial. “Ello es notorio no solo en la inadecuación de los mecanismos de control social requeridos para la situación de violencia social en el país, sino en las limitaciones mostradas en su capacidad de prevención y precautelación de las violencias. En cuanto a los mecanismos de control social, los desplegados en los últimos años no se han dirigido a resolver los déficit estatales en materia de justicia y seguridad ciudadana”. (Sanjuán; 2000, 89)
En tal sentido cuando se piensa en las nuevas formas modernas de la democracia muchos autores y científicos políticos ponen el dedo en la llaga con una pregunta clave para los líderes pseudos revolucionarios y socialistas tipo Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa. Cuando se plantean: “¿Es democrático imponer un sistema de gobierno que contradice la cultura y las creencias de un pueblo que no lo quiere?”. Simplemente sus explicaciones para esta inquietud (socialista-stalinista-fascista) va en la agonía de la política del experimento socialista que fue, “una aventura intelectual que más muertos ha costado en la historia de la humanidad, pero esto es difícil de aceptar para muchos de los intelectuales y analistas políticos actuales, de la mediana y tercera edad, que se formaron en el viejo esquema, defendieron sinceramente esas tesis y tratan de interpretar la política contemporánea con el mismo esquema reciclado bajo el membrete de grupos que defienden las tesis ecologistas, feministas, de derechos civiles, que en otros tiempos rechazan por decadentes”…”Los restos que quedan del socialismo, son escombros de un naufragio que ya no levanta adhesiones”. (Duran, Nieto, 2006, 241-242)
En efecto, Alejandro Moreno en: “¿sumisión política versus liberación popular?”: Destaca: “cuando la sumisión política se presentó como un proceso fundamentalmente político, la gente del pueblo no opuso resistencia, pero cuando se convierte además en cultural, en una suma de política y cultura, cuando amenaza realmente con ser represivo a fondo, hasta lo más personal de las posesiones y de las prácticas de vida cotidiana, cualquier movimiento en contrario se puede producir. No sabemos ni cual, ni cómo será, porque no tenemos antecedentes históricos de respuesta netamente popular a pretensiones como éstas, pues tan clara y profundamente contrarias al mundo-de-vida del pueblo no se habían presentado”. (Moreno, 2007, 94)
Fundamentalmente estas formas mesiánicas totalitarias en “las conclusiones no sumisas” de Ángel Oropeza, nos advierte como; “la clase política hegemónica, y en especial su caudillo, han sido muy hábiles en ir reforzando paulatinamente aquellos componentes culturales psicológicos de nuestra alma colectiva que propenden al autoritarismo y la sumisión. Esta tarea además ha sido adecuadamente acompañada por el uso inteligente del miedo, el resentimiento y el odio, como argamasa sobre la cual se construyen, las razones y justificaciones de sometimiento”. (Oropeza, A, 2007, 100)
En tal sentido y siguiendo la sugerente obra de Silverio González en la cual destaca: “la violencia ocupó nuestra identidad y nos auto-excluye. No hay cuento, anécdota, narración de los venezolanos sobre ellos mismos y su cotidianidad que no fuese negativa”...”Una ciudad que no admite su lugar, porque el anhelo de ser otra disimula apenas la detestación de los lugares propios, nuestro secular tabú del lugar”… “Es una ciudad cuya incomunicación con la realidad de su lugar, con el otro, con el nosotros, llega de nuevo a un punto de destrucción”. (González, S; 2005, 115)
 Precisamente en ese punto, es donde el poder actual irrumpe para continuar desdibujando el otro, el nosotros, como componente para mantenerse en el poder rompiendo nuestros lazos de cotidianidad en una discursividad netamente amigo enemigo en cuanto a los ideales políticos, y formas de vida, en muchos sentidos promueve la no participación y el aislamiento en cuanto a participar como unidad. De allí se desprenden los criterios y explicaciones provenientes de la antipolítica dentro de nuestro sistema político.
De hecho, “los mecanismos de democracia directa propuestos por Chávez se inscriben en una lógica que si bien promueve la participación de los ciudadanos, dicha participación es impulsada y diseñada por el poder ejecutivo”... “Sin embargo, estas instancias controladas por el poder ejecutivo son en muchos casos redes que reproducen viejas prácticas clientelares y de corrupción e instrumentos de reclutamiento de activistas para la causa chavista”. (Lissidini, 2008, 25)   
Por ello “algunos políticos tramposos saben que los plebiscitos son un magnifico instrumento de manipulación y tratan de usarlos para llevar adelante su proyecto autoritario”. (Duran, Nieto; 2006, 267)
De estos políticos mediocres antipolíticos por lo general son, más “antiestadunidenses que los jóvenes y en muchos casos conservan su adhesión a Cuba y les gusta Chávez. Suelen apoyar al régimen de los Ayatolá en Irán, sin saber una palabra de lo que eso significa. El sentimiento antiimperialista y sus criticas a la democracia burguesa los alimenta para buscar una alternativa al sistema democrático existente”. (Duran, Nieto; 2006, 271)
Por lo tanto, las viejas elites quieren implantar algún tipo de dictadura, marxista o fascistoide, y los nuevos electores quieren una sociedad que interfiera lo menos posible con su libertad individual.  Precisamente de esa ceguera terca de muchos políticos e intelectuales “bobos” la democracia representativa en América Latina agoniza. Tendiendo a dar salidas en la democracia directa con discursos populistas, con políticas clientelares y sobre todo bajo formas ideológicas que tienden al totalitarismo.
Asimismo, Hannah Arendt en su clásica obra, “los orígenes del totalitarismo” mantuvo firmemente la idea en la cual: “los movimientos totalitarios son posibles allí donde existen masas que, por una razón u otra, han adquirido el apetito de la organización política. Las masas no se mantienen unidas por la conciencia de un interés común y carecen de esa clase específica de diferenciación que se expresa en objetivos limitados y obtenibles. El término masa se aplica sólo cuando nos referimos a personas que, bien por su puro número, bien por indiferencia, o por ambos motivos, no pueden ser integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los partidos políticos, en la gobernación municipal o en las organizaciones profesionales y los sindicatos. Potencialmente, existe en cada país y constituyen la mayoría de esas muy numerosas personas, neutrales y políticamente indiferentes, que jamás se adhieren a un partido y difícilmente acuden a votar”. (Arendt, 2006, 392)
 Conllevando al sistema a las claras disfunciones no democráticas, provocan dentro de los sistemas políticos una ruptura en la operatividad de la gobernabilidad, ello desencadena en desgobiernos inoperantes. Por tanto aumenta la crisis del Estado y promueve el caos institucional, generando con ello la ingobernabilidad de los sistemas políticos, y haciendo difícil lograr la creación de ambientes políticos y sociales idóneos para crear capital social.
En tal sentido para A, Oropeza: “en la concepción política del chavismo, el pueblo es considerado siempre como una especie de eunuco, un eterno niño que necesita ser tutelado, que necesita la guía del garrote porque él mismo es incapaz de auto-gobernarse y, por tanto, el orden y la moral deben venir desde arriba, desde el poder”. (Oropeza, A; 2007, 100)
            En efecto, después de todos los  procesos electorales en Venezuela, desde 1998 hasta 2009, los cambios que se prometieron en la campaña electoral de Chávez, de lograr mejoras sociales, no han sido cumplidos. De este modo la crisis general institucional sigue desbocada, la ciudad y su espíritu urbano se haya desagregado, desintegrado, no fluido, lo que implica que la crisis del Estado asistencial no ha mejorado y el cambio constitucional no ha sido garantía de mejoras sociales y mucho menos, ha significado el  fortalecimiento de una verdadera democracia, más estable y  segura.
Así, la convivencia en la ciudad se asume de forma insegura, no tolerante, incomprensiva, que niega el transitar y permanecer en lugares públicos creados para el uso y goce de los venezolanos sin espacios públicos de encuentro.
 Asimismo, “la falta de un proyecto alternativo capaz de unir a la ciudadanía representa un fracaso no solo de la oposición sino también de los seguidores del presidente Chávez”...”La naturaleza de la crisis también requiere reconceptualizar lo político y regresar a los objetivos e identidades propias de los actores de manera de definir el rol que les corresponde jugar”. (García-Guadilla; 2007,120)
Dada la presencia del líder;  “con sus consignas, sus rituales, con la sensación de ser la única respuesta posible, adopta el sentido de una religión política, en donde lo que no cabe dentro del esquema simplemente no es considerado viable.” (Benavente Urdina, Andrés  y Cirino, Julio, 2005)
De hecho, “una democracia monocromática, con énfasis autoritario se abre camino. No obstante cuando aparecen oportunidades, las grandes ciudades se expresan en contra del orden del palacio de Miraflores, como ya había ocurrido en Caracas en los años iniciales de la democracia y como volvió a ocurrir en el referendo revocatorio de agosto de 2004, referendo de reforma constitucional en diciembre de 2007, y elecciones para gobernadores y alcaldes más consejos legislativos para diciembre de 2008, y la enmienda constitucional de 2009, (las cursivas son mías) cuando con cifras oficiales Caracas votó en contra de la revolución, lo cual sigue expresando la volatilidad constructiva de la convivencia en Venezuela”. (González, S; 2005, 116)
En otro sentido, la desconfianza hacia las políticas implementadas por el Estado se convierte en una suerte de desconfianza en la política y la democracia, agravando a su vez el problema de la gobernabilidad (no gobernabilidad-desgobierno) Este problema, “tiene dos tipos de dimensiones constitutivas: la eficacia y la legitimidad”. (Torres Rivas, Edelberto, 1993, 88). Además la ingobernabilidad producto de la crisis estatal, se debe a un hecho muy marcado como es; el Estado no ha sabido institucionalizar los distintos conflictos sociales. Presentándose el Estado como un Estado del fraude, y desvirtúa sus funciones en un proyecto personal. (Mires, 2007, 59)
          Por encima de todo eso, y por si fuera poco, la ingobernabilidad, “parte de la crisis que se manifiesta como una incompetencia del poder político, vuelve ingobernable la sociedad en virtud de su carácter ampliamente antidemocrático, por que alimenta nuevas y mayores demandas, nuevos y renovados conflictos aparecen”. (Mires, 2007, 32)
Y como bien señalara Alfredo Ramos Jiménez; “la crisis de Estado comienza con la reivindicación  de una “desestatización de la sociedad civil”, si no de la “despartidización del sistema político, como la solución idónea para la reconducción del proceso democratizador”. (Ramos Jiménez, Alfredo, 2008, 161)
          Es decir que uno de los riesgos de la democracia participativa y protagónica como se propuso en la constitución de 1999 en Venezuela, tienen una clara  falta de efectividad, porque los procedimientos usados por el poder ejecutivo se realizan sin vehicular los valores colectivos de la sociedad, lo que promueve los derechos de la ciudadanía mediante y bajo prácticas excluyentes y autoritarias.
          Asimismo, El historiador Manuel Caballero argumenta, que una de las debilidades del electorado venezolano es precisamente la pasividad política y sugiere que “el venezolano se tiene que quitar de la cabeza  que los gobiernos le tienen que solucionar todos sus problemas.” (Caballero, Manuel, 2005, Paris) Este tipo de democracia pasiva (o floja) significa que los ciudadanos colocan su esperanza política en las manos de un líder político (más o menos autoritario), a diferencia de la noción de la democracia como lo propuso en su momento; sobre  la democracia representativa que Alexis de Tocqueville recomendaba, con una eficiente división de poderes y funciones incorporadas de checks-and-balances (controles y balances). (Lalander, R, y  García Samaniego, F, 2005)  Todo ello, se pierde en los procesos de desgobierno fundados en los personalismos outsider (fuera de la política institucional) que se proyectan como soluciones viables sólo en los discursos mediáticos.
 De hecho, “los de Chávez son insultos cuidadosamente programados destinados a crear una zona de hipertensión emocional e impedir así que la política se articule  en torno a algo que no sea él mismo. De este modo, él neurotiza la vida política hasta tal punto que resulta imposible, en medio de tanta injuria –las que sus seguidores de “camisas rojas” multiplica- que los polos que se forman alrededor de su persona puedan algún medio civilizado de comunicación”. (Mires, F, 2007)
Así las cosas en el análisis de Jorge Luis Romero: “las tensiones sociales se intensificaron, porque el crecimiento desmesurado de la población urbana originó un circulo vicioso: mientras más crecía la ciudad más expectativas creaba y, en consecuencia, más gente atraía porque parecía que podía absorberla; pero, en rigor, en número de quienes se incorporaban a la estructura urbana era siempre superior a lo que la estructura podía soportar. Era inevitable que la explosión urbana, nacida de una explosión sociodemográfica, desencadenara a su vez graves explosiones sociales en el seno de las ciudades”. (Romero, 2001, 327)
En definitiva, la propuesta del espíritu urbano en Venezuela de principios de siglo XXI, alude a alumbrar los problemas politizando la vida, pero sin asumir el orden, buscando palabras y hechos que tengan vidas, en donde la gente, el venezolano, se sienta a gusto con ellos mismos y por su puestos con los otros diferentes bajo la comunicación de forma fluida. Todo ello va imbricado en un mundo totalmente más globalizado y mucho más interconectado por el mundo de los medios de comunicación y servicios.
En conclusión, movimientos de apertura en un juego ético de la vida diaria contando con la equidad para impactar de forma positiva en la ciudad y sobre todo en los sentidos para que todos puedan expresarse sin pautas; sin condicionantes simbólicos por parte del poder del Estado que en Venezuela se expresa de forma personal con tintes claramente totalitarios desde el poder ejecutivo.
De hecho, la sociedad del riesgo global y, Venezuela no escapa a ello, implica  tener una visión de la reorganización política bajo un cosmopolitismo interpretativo de la incertidumbre para enfrentar con más claridad la modernidad reflexiva y desbordada entorno a la construcción de lo político y la política dentro de las democratizaciones y crisis institucionales vigentes en el proceso de globalidad política y globalización económica reinante para hacer más viable la democracia dentro, y entorno a la ciudad en Venezuela.
Y de allí, se debe tomar conciencia en la oposición democrática la función de ser una verdadera oposición en dicho país para construir los espacios de entendimiento en la sociedad llevando a buen término el espíritu urbano de capacidad asociativa en el marco del juego de la política. Lo que significa en definitiva, destotalizar el sistema político venezolano para hacer que la ciudad positiva en su cotidianidad urbana sea más democrática, civil, instrumental, y, sobre todo que el venezolano recupere su identidad con su ciudad. Que en definitiva es reconstruir el país en los marcos simbólicos de tolerancia.

BIBLIOGRAFÍA.

Arendt, Hannah. Sobre la revolución. Ciencia Política, Alianza Editorial, España. Primera reimpresión, 2006.

Los orígenes del totaliratismo. Taurus, España. Primera reimpresión, 2006.

Alcántara Sáez, Manuel. Gobernabilidad crisis y cambio, Elementos para el  estudio de la gobernabilidad de los sistemas políticos en épocas de crisis y cambio.      México, F. C. E, 1995.

Alderoqui, Silvia. Penchansky, Pompi. Ciudad y ciudadanos. Pidós Cuestiones de educación, Argentina. 2002.
 
BECK, Ulrich. La sociedad del riesgo global. España, Siglo Veintiuno Editores. 2002.

Bauman, Zygmunt. La sociedad sitiada. Argentina, F.C.E. 2007.

Benavente, Andrés y Cirino Julio. La democracia defraudada. Colaboración de Eduardo Diez y Jorge Jaraquemada. Grito Sagrado Editorial. Argentina, 2005.

Benedicto, Jorge, “La construcción de los universos políticos de los ciudadanos”, en Jorge Benedicto y Maria Luz Morán (eds), Sociedad y política. Temas de sociología política,  Alianza, Madrid, pp. 299-322.1995.

Bisbal, Marcelino. “Libertad de comunicación y los medios hoy en Venezuela”. ¿Problema jurídico o asunto político?, Centro Gumilla. Comunicación. Estudios venezolanos de comunicación. Tercer trimestre Nº 139.   2007.

Cuervo González, Luis Mauricio. Ciudad y complejidad: los rumbos. Publicado en: Fabio Giraldo, (Ed.), “ciudad y complejidad” FICA, Ensayo y Error, Bogotá, 2003. 

“El falso espejo de la ciudad latinoamericana”. Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, Serie Gestión Pública Nº 52 (ILPES)- Naciones Unidas, (ONU), CEPAL, Santiago de Chile, 2005.

“Pensar el territorio: los conceptos de ciudad global y región en sus orígenes y evolución. Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, Serie Gestión Pública Nº 40 (ILPES)- Naciones Unidas, (ONU), CEPAL, Santiago de Chile, 2003

Castro, Gregorio. (Editor). Debate por Venezuela. Editorial ALFA, Faces, UCV, Caracas, 2007.

Crick, Bernard. En defensa de la política. Kriterios TusQuest, Editores. Barcelona, España, 2001.

Delgado Senior, Franzel. “Las sectas como mecanismo de sumisión”. En, Radiografía Psicológica de la sumisión política.         
Ángel Oropeza Z. (Compilador). Los libros del Nacional. Caracas-2007.

De Ipola, Emilio. Ideología y discurso populista. México, Plaza y Valdes-Folios. 1987.

 Duran Barba, Jaime y  Nieto, Santiago. Mujer, sexualidad, Internet y política. Los nuevos electores latinoamericanos. Fondo de Cultura Económica. (Colec. Política y Derecho) México, 2006.

Garretón, Manuel. “Política cultura y sociedad en transición democrática”, Revista Nueva sociedad, Caracas, Núm 114, 1991.

Germani, Gino. Política y sociedad en una época de transición, Buenos Aires, Paidós. 1962.

Giddens, Anthony. Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas,  Taurus, Madrid,  2000.

García Canclini, Nestor. La globalización imaginada. Paidós, primera reimpresión, Barcelona, 2000.

García Samaniego, Francisco Roberto. “La globalización, modernidad reflexiva y los medios de comunicación en nuestros imaginarios culturales”. Revista Venezolana de Ciencia Política. Universidad de Los Andes - Postgrado de Ciencia Política. Mérida - Venezuela N.- 23 enero – junio 2003.

“Crisis de representación y gobernabilidad en el sistema político venezolano” En, www.iigov.org/biblioteca/readReource.drt?id=144 Barcelona-España. 2003.

García Guadilla, María del Pilar, en Castro Gregorio. (Editor). Debate por Venezuela. Editorial Alfa, FACES, UCV, 2007.

Geertz, Clifford. Conocimiento local. Ensayo sobre la interpretación de las culturas. Piadós, Barcelona, 1994. 

González, Silverio. La ciudad venezolana. Una interpretación de su espacio y sentido en la convivencia nacional. Fundación para la cultura urbana. Caracas-2005.

 Oropeza Z, Angel. (Compilador) Radiografía psicológica de la
sumisión política. Libros del Nacional. Caracas- 2007.

Putnam,Robert. Para hacer que la democracia funcione. La experiencia italiana en descentralización administrativa. Editorial Galac. Caracas, 1994.  
 
Manin, Bernard. Los principios del gobierno representativo, Alianza Editorial, Madrid-España. 1998.

Mayorga, Rene Antonio. Antipolítica y neopopulismo, Centro boliviano de estudios multidiciplinarios,  La Paz Bolivia, 1995.

Mires, Fernando. “Los diez peligros de la democracia en América Latina”. Texto publicado en el site de Nueva Sociedad gracias al gentil aporte del autor. 2004.

Al borde del abismo. El chavismo y la contrarrevolución antidemocrática de nuestro tiempo. DEBATE, Caracas 2007. 

Civilidad. Teoría  política de la postmodernidad, Editorial Trotta, Madrid, 2001.

Navarrete, Rodrigo. “Presentación. ¡El pasado está en la calle!”. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Universidad Central de Venezuela. UCV- vol. 11, nº 2 (mayo-agosto) pp. 127-140, Caracas, 2005.

Laclau, Ernesto. La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 2005.

Lissidini, Alicia. “Democracia directa en Latinoamérica: entre la delegación y la participación”. Informe final del concurso: Partidos, movimientos y alternativas políticas en América Latina y el Caribe. Programa regional de Becas CLACSO. Argentina, 2008.

Linz, Juan J. La quiebra de las democracias, versión al español de Rocío de Terán, Alianza editorial mexicana, México 1987.

Rivas Leone, José Antonio. Los desencuentros de la política venezolana. Nacimiento, consolidación y desinstitucionalización de los partidos políticos, 1958-2007. Fundación para la Cultura Urbana. Caracas, 2008.

Rickard Lalander y Francisco Roberto García Samaniego. “Chavismo y oposición en Venezuela: “Exploraciones críticas sobre democracia, descentralización y populismo”.En,http://www.ciudadpolitica.com/modules/news/article.php?storyid=569 Buenos Aires – Argentina, Enviado por CIUDAD POLITICA el 1/8/2005.

Ramos Jiménez, Alfredo. “Sobrevivir sin Gobernar. El caso de la Venezuela de Chávez”. En, Nueva Sociedad 193, septiembre-octubre 2004.

Las formas modernas de la política. Estudio sobre la democratización en América Latina. Centro de Investigaciones de Política Comparada. Universidad de Los Andes. CIPCOM-ULA. Segunda edición ampliada. Mérida-Venezuela, 2008.

“Venezuela. El ocaso de una democracia bipartidista”, Revista Nueva Sociedad, Caracas, Núm 161, 1999.

El experimento bolivariano. Liderazgo, partidos y elecciones. Centro de Investigaciones de Política Comparada. Universidad de Los Andes. CIPCOM-ULA. Segunda edición ampliada. Mérida-Venezuela, 2009.

Rotker, Susana. (Editora) Ciudades del miedo. The state University of New Jersey, RUTGERS. Nueva Sociedad, Caracas, 2000.

Romero, José Luís. Latinoamérica. Las ciudades y las ideas. Siglo veintiuno editores. Quinta edición, Argentina. 2001.

Sartori, Giovanni. Elementos de teoría política. Alianza Editorial, Madrid-1999.

1 Politólogo. Magíster. Miembro investigador del Centro de Investigaciones de Política Comparada (CIPCOM-ULA) de la Universidad de Los Andes. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Mérida-Venezuela. Investigador acreditado por Programa de Promoción al Investigador  (PPI - FONACIT) y el Programa de Estimulo al Investigador (PEI-CDCHT -ULA) de Venezuela.  . Candidato a Doctor en Ciencias Humanas (HUMANIC) por la Universidad de los Andes. E-mail: franciscogs@ula.ve