Resumen
La democracia ha tenido y tiene ciertas falencias en su puesta en práctica. En el presente trabajo se tratará de comprender las mismas a través principalmente de las ideas del gran teórico italiano Norberto Bobbio, en cual se podrán observar ciertas “promesas incumplidas”.
La democracia podría ser mejorada en su significancia general, para ello debería haber cambios observables en toda la sociedad, La finalidad de este escrito es revisar esas instancias previas.
Summary
Democracy has historical failings in its implementation. In order to understand these deffects or failings we will study italian theoretician Norberto Bobbio’s ideas. Bobbio has defined the mentioned deffects as “broken promises”.
Democracy can improve in its general meaning but to reach that result it would be necessary remarkable social changes. This paper tries to look through these previous and necessary measures.
Democracia: Entre las Promesas Incumplidas y La República*
Introducción
El presente trabajo, desprovisto de cualquier intención que implique verter en estas páginas ideas irrefutables (y por tanto absolutistas), tiene por objeto discurrir sobre unos de los temas más álgidos en la historia de la ciencia política: los objetivos – alcanzables o no - de la democracia. En este sentido, es necesario hacer una temprana aclaración: no es propósito de estas líneas cuestionar ninguna de las múltiples nociones que sobre este término se han desarrollado desde las diferentes corrientes filosóficas, ideológicas o políticas.
A partir del ejercicio analítico propuesto, nos centraremos en la lectura y tesis argumental que sobre esta temática – los objetivos y deudas de la democracia moderna - realiza Norberto Bobbio. Para ello recurriremos a uno de sus más célebres trabajos1 a fin de profundizar sobre las “promesas incumplidas de la democracia” planteadas por el autor en la obra mencionada.
Sin embargo, en función de tal empresa, es imprescindible reparar en algunas cuestiones que, aunque no constituyan el eje central del ensayo, hacen las veces de marco teórico.
La Noción de Democracia
Al momento de enfrentar la compleja tarea analítica e intelectual de definir acabadamente qué es la democracia hay, si cabe el término, una suerte de “consenso generalizado” respecto de que la misma, para ser concebida como tal, debe funcionar como un sistema que va redefiniendo sus objetivos y metas a medida que éstos se van logrando paulatinamente a través del desarrollo político y social de la sociedad.
Pero, al mismo tiempo, la democracia – y ello incluye, obviamente, a los actores políticos y sociales que dicen trabajar por su sostenimiento desde el convencimiento de que es el mejor sistema de gobierno y organización social - no debe perder de vista su objetivo primigenio: la consolidación y vigencia permanente de dos valores o características a todas luces medulares: la libertad individual – propia de un estado de derecho - en la esfera política y, al mismo tiempo, logre, desde un punto de vista “económico-social”, la siempre preciada igualdad de oportunidades. Este último punto es, sin lugar a duda, un objetivo a alcanzar.
Más allá de hacer referencia a esta falencia del sistema democrático, reflexionar sobre esta incapacidad para conjugar libertad e igualdad nos abre la puerta para desarrollar el tema que, como ya se dijo anteriormente, promueven estas líneas. Sin embargo, se hace indispensable, en primera instancia, reparar en la definición de democracia desarrollada por el autor.
Desde su cosmovisión la democracia, entendida como contraposición a cualquier forma de gobierno autocrático, está signada por “un conjunto de reglas (primarias y fundamentales) que establecen quién está autorizado a tomar las decisiones colectivas y con qué procedimientos”2. Siguiendo está matriz argumentativa el autor añade: “en cuanto se refiere a la modalidad de la decisión, la regla fundamental de la democracia es la regla de la mayoría, o bien la regla en base a la cual son consideradas decisiones colectivas, y por tanto vinculantes para todo el grupo, las decisiones aprobadas al menos por la mayoría de aquellos a los que corresponde tomar la decisión”3
Sin embargo, ni la participación directa o indirecta en la toma de decisiones de un grupo elevado (en términos estrictamente numéricos y no en referencia a su formación intelectual) de personas, ni la regla de la mayoría son atributos que, de por sí solos, alcancen para hablar estrictamente de democracia. En este marco, el autor argumenta que es necesario que se cumpla una tercera condición que garantice que “los que son llamados a decidir o a elegir a aquellos que deben decidir, sean colocados frente a alternativas reales y puestos en condiciones de poder elegir entre una y otra”4. Y agrega, “Para que se realice esa condición es necesario que a los llamados a decidir se les garanticen los derechos de libertad, de expresión de la propia opinión, de reunión, de asociación, etc, derechos sobre cuya base ha nacido el Estado liberal y se ha construido la doctrina del Estado de derecho en sentido fuerte, o sea, del Estado que no sólo ejerce el poder sub lege, sino que lo ejerce dentro de los límites derivados del reconocimiento constitucional de los llamados derechos ‘inviolables’ del individuo”5
Por lo dicho, democracia y Estado liberal aparecen hermanados en la interpretación que el autor desde las páginas de “El futuro de la democracia” cuando enfatiza: “el Estado liberal es el presupuesto no sólo histórico, sino también jurídico del Estado democrático”6. Es interesante, en este contexto, pensar en el grado de interdependencia que existe ente Estado liberal y Estado democrático. Según la cosmovisión del autor citado, se plantea una relación en dos sentidos: “en la dirección que va desde el liberalismo a la democracia, en el sentido de que se necesitan ciertas libertades para el correcto ejercicio del poder democrático, y en la dirección opuesta que va desde la democracia hasta el liberalismo, en el sentido de que se necesita el poder democrático para garantizar la existencia y persistencia de las libertades fundamentales”7.
Este parentesco conceptual, según Bobbio, se demuestra desde la lectura – que puede o no compartirse plenamente – de la experiencia histórica: “el Estado liberal y el Estado democrático, cuando caen, caen juntos”8
Promesas Incumplidas
Ahora bien, definida someramente la idea de democracia, es momento de adentrarnos en el tema que da razón de ser a esta obra. En este punto, y así como se habla de democracia, es preciso distinguir dos cuestiones medulares: los ideales de la democracia, es decir, los objetivos que esta se propone alcanzar en tanto sistema, y la ‘democracia real’. Del análisis conjunto de estas dos variables surgen lo que Bobbio denomina las seis “promesas no mantenidas”9 de la democracia.
A partir de aquí pensemos, entonces, cuáles son esas “cuestiones pendientes” y, sobre todo, cuáles fueron – y son – las causas que hacen posible la cristalización de este escenario. En primer lugar, y tomando como punto de referencia el nacimiento de la sociedad política signada por la pluralidad, Bobbio pone en crisis la idea del “individuo soberano” (un hombre, un voto) que plantea Rousseau en El contrato social. Este cuestionamiento se funda en el siguiente razonamiento: el tipo de democracia ideal, para ser tal, debe situar al individuo por sobre las organizaciones y grupos sociales que componen la comunidad, es decir, debe ser una sociedad centrípeta.
Desde esta interpretación surge la primera deuda de la democracia ya que, para el autor, se vive en una sociedad centrífuga, esto es: un núcleo social en el que no existe la voluntad soberana como centro de poder y, por el contrario, se asiste a una sociedad centrifuga – y que numerosos estudiosos de la ciencia política han denominado policéntrica o poliarquía - donde pude identificarse tanto centros de concentración de poder como grupos u organizaciones sociales se desarrollen en la sociedad.
Si nos detenemos por un instante podemos observar con claridad meridiana la persistencia de esta coyuntura. En la actualidad, en todas las democracias vigentes, existe una puja entre sectores sociales – sindicatos, asociaciones de profesionales, organizaciones no gubernamentales y partidos políticos, entre otros grupos – que se disputan espacios de poder en nombre de los individuos a los que dicen representar. Frente a este escenario, el ciudadano (soberano) es concebido como un simple voto, socio o número de afiliado según sea el caso en cuestión.
En segundo lugar, Bobbio plantea, en una clara correlación con el punto anterior, la promesa incumplida de la democracia en torno al modelo de representación. La insolvencia del sistema en este sentido, se explica desde la siguiente tesis argumental: en una democracia representativa o moderna, quien es llamado a representar no puede estar sujeto a un “mandato vinculado”, es decir: no debe legislar o velar por los intereses del grupo al que dice representar (aunque todos los representantes, desde todos los sectores, vinculen desde el plano discursivo sus intereses con los intereses comunes o el bienestar general) sino que debe perseguir los intereses de la nación. Para el autor, esto no se cumple y, en tal sentido, los partidos políticos y las democracias europeas (y otras) dejaron de lado el modelo de representación y se visualiza una marcada tendencia a la defensa y representación de los intereses sectoriales.
A partir de lo anterior sobran los ejemplos. Uno de ellos está dado por las características de los debates legislativos, ¿cuántas veces se ha oído en nuestro país a legisladores nacionales decir, con vehemencia e igual grado de ignorancia, que ellos fueron elegidos para velar por los intereses de los ciudadanos de “su” provincia? Este error en el modo de concebir la representación política, en líneas generales, hace que, por ejemplo, existan representantes cuya acción legislativa y participación en los debates de “la cosa pública” se circunscriba exclusivamente a cuestiones o temáticas que afecten – por así decirlo – los intereses territoriales y no los generales.
Por otra parte, y tras citar a Gaetano Mosca y su teoría de las elites, se menciona el tercer punto pendiente del sistema analizado: la derrota del poder oligárquico. Es indiscutible, desde la visión del autor, la existencia de las elites en los gobiernos democráticos. Pero, retomando a Schumpeter, Bobbio sostiene que un gobierno democrático no es aquel que carece de elites sino, por el contrario, el que tiene a varias elites disputándose el voto popular. En consecuencia – contradiciendo la idea de democracia representativa de Rousseau – en la actualidad se sigue planteando la democracia en función de la relación que se establece entre gobernantes y gobernados y, al mismo tiempo, la sociedad internalizó la idea de la existencia de “la clase política” o “la clase dirigente”.
En cuarto lugar, aparece un tema tan complejo y debatible como significativo que se plantea desde un interrogante insoslayable: ¿en cuántos espacios políticos y sociales donde se ejercita la toma de decisiones la democracia aún no ha podido anclar?
La respuesta a esta pregunta sigue siendo materia pendiente básicamente porque, desde una lectura de la realidad errónea, se continúa creyendo que el grado de desarrollo democrático – y como tal representativo – de una sociedad avanzada está dado por el número de personas que ascienden a la categoría de ciudadano y, en su condición de tal, tienen acceso al voto.
Para cumplir con esta deuda del sistema el enfoque debe ser diferente. Se debe promover no sólo la mayor participación – sin caer en “excesos de democracia” de los que habla Bobbio – sino que, por sobre todo, debe existir democracia en los espacios en los que, existiendo ciudadanos, la democracia - entendida como participación de los hombres llamados a decidir (y en consecuencia elegir) en la en la toma de decisiones que afectan sus interese de grupo – no ha penetrado. La persistencia de esta falencia, puede encontrarse en el complejo entamado cerrado y burocrático que, desde siempre, ha signado la actividad de algunos espacios públicos y privados donde la democracia está ausente, pese a que muchos actores que se desempeñan en ellos digan lo contrario.
Por otra parte, y no menor que los puntos anteriores, Bobbio menciona la quinta promesa no cumplida por la democracia real: la eliminación del poder invisible. De acuerdo a la interpretación del autor, en la democracia vigente el poder del gobernante es visible al gobernado. Valiéndose del manejo de los resortes del Estado, el gobernante del sistema democrático tiene acceso – y control – sobre la actividad del soberano.
La cristalización de esta situación pone en crisis la vigencia de la democracia como sistema ya que invierte la premisa democrática y no garantiza (no del todo) el control del gobernado sobre el gobernante, tal como se planteo desde la concepción de democracia real. ¿Quién controla al gobernante que está ocupado, a la vez, en controlar a sus gobernantes? es la pregunta a responder. Y la respuesta no es fácil de brindar porque ¿acaso hay un ente o autoridad superior al gobernante democráticamente electo que cuente con elementos tecnológicos y el andamiaje político-institucional más avanzado que el propio Estado para controlar a quien manda?
Por último, como sexta promesa no cumplida, aparece la incapacidad de la democracia en su tarea de formar ciudadanos, esto es: nutrirlos de cultura política. Es evidente, según la idea de Bobbio, que el dotar a los individuos de derechos ciudadanos no garantiza una cultura de compromiso con la democracia. Y en este punto también sobran casos testigo: los Estados Unidos – y citamos este ejemplo por ser una de las democracias más antiguas – ha dotado de derechos ciudadanos a gran parte de su población y, sin embargo, la inmensa mayoría se muestra escéptica frente a la actividad política partidaria.
El Ciudadano, La Democracia y La Republica.
Si reparamos en lo dicho hasta aquí podemos decir sin, apartarnos de las cavilaciones de Bobbio y sin temor a caer en lecturas equivocadas, que la democracia nos debe, y nos debe mucho. Pero, más allá de todas las fisuras o defectos que pueda tener, sigue siendo el sistema más adecuado para promover el desarrollo político, social y económico de los tejidos sociales en la actualidad.
Sin embargo, pese a esta ponderación, surgen dos interrogantes de significativa importancia a la hora de considerar la presente coyuntura democrática. El primero de ellos, consiste en pensar – o repensar - qué actividad o actitud encara o asume cotidianamente el ciudadano a fin de revertir la tendencia planteada por Bobbio y hacer posible que se cumplan las promesas que la democracia pretendió (y pretende) alcanzar.
El segundo cuestionamiento – que se hermana con el primero - está dado por las características que presenta el sistema democrático en función del logro de sus objetivos.
En relación al primero de los planteos formulados, hay que decir que, en líneas generales, en la gran mayoría de las democracias modernas, asistimos a la configuración de un escenario de creciente apatía política donde, por un lado, campean la falta de compromiso y de participación política, hecho que se explica si nos detenemos en dos situaciones fácilmente comprobables: un número cada vez mayor de ciudadanos que no participan y hasta descreen de los procesos electorales y del sistema democrático en sí mismo; y, como dice Bobbio, la falta de mecanismos democráticos en el interior de numerosas entidades o grupos de personas.
Por otra parte, quienes sí manifiestan discursiva y activamente un apego al sistema democrático y a sus mecanismos de consolidación, suelen caer en el error de creer que la democracia se ejercita solamente cada determinada cantidad de años concurriendo a las urnas y renuncian, en tanto, a la participación en partidos políticos, grupos sociales, asociaciones intermedias, etc.
El resultado de la conjunción de estas dos formas mayoritarias - aunque no absolutas- de razonar la participación en la vida democrática e institucional de un país, produce un resultado alarmante: se configuran sociedades políticamente organizadas en las que coexisten dos grupos de ciudadanos. En el primer núcleo encontramos a quienes constituyen lo que podríamos denominar una “ciudadanía de baja intensidad” que sólo vota. Al mismo tiempo, y si se quiere en contraposición, se forma una “ciudadanía delegativa” que no participa y, tal como su nombre lo indica, delega en los demás ciudadanos y en la dirigencia política de la cual reniega permanentemente, su suerte como grupo.
Por último, en función del segundo interrogante, hay quienes sostienen enfáticamente que, en la actualidad, lo que existe en la mayoría de los países que se reivindican democráticos no es democracia, sino que, de momento y en función de las materias pendientes, está instaurada la República. En nuestro país, uno de los defensores de esta teoría es el ex presidente de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín. En este sentido, reiterando lo manifestado en algunos de sus libros10, el ex mandatario en el prólogo del libro de Pablo Regnier, De la boina blanca al sushi. Análisis del Partido Radical 1890-2001 expresa: “Siempre hago una distinción entre Republica y democracia. La República es la que nos da las denominadas libertades negativas, es decir, la que evita que se nos secuestre, se nos torture o se nos mate, pero a estas libertades deben sumárseles las positivas o los derechos crédito que tiene cualquier persona por el sólo hecho de existir, que son los derechos sociales. Las personas no pueden ser libres en las calles y súbditos en las fábricas. Lamentablemente creo que con suerte los hijos de sus hijos podrán ver una verdadera democracia, que brinde a todos los ciudadanos la libertad y la igualdad de oportunidades, tema este último que está muy lejos de alcanzarse, al menos en nuestras naciones subdesarrolladas” 11
Si nos detenemos en estas palabras – que pueden compartirse o no – el futuro de la democracia (paradójicamente, así se titula el libro de Bobbio sobre el que hablamos) aparece medianamente alentador, ya que, si bien no tenemos una democracia plena que garantice libertad e igualdad de oportunidades, estamos en presencia de una República, cosa para nada despreciable. Podría pensarse, entonces, que si la democracia ideal no se ha alcanzado aún, y por tanto las promesas planteadas por Bobbio siguen sin poder ser cumplidas, esto se debe a que vivimos en un sistema republicano y no, como suele creerse, en uno democrático.
A riego de parecer políticamente romántico, un elemento determinante en este anhelo de superación lo brinda el tiempo. Quizás, y parafraseando a Marx cuando plantea al socialismo como instancia anterior al comunismo, las sociedades – las subdesarrollas pero también las más avanzadas – tengan que vivir primero muchos años de República (que también es perfectible y, entre otras cosas, debe velar por el correcto funcionamiento de las instituciones legislativas y jurídicas que la componen y así alentar el compromiso y participación ciudadana) para pasar luego a una instancia superior donde, desaparecidas las “promesas incumplidas” por acción colectiva de los individuos en el seno de la República, se pueda consolidar finalmente la democracia real tal cual como fue concebida. Quizás porque esa meta no se ha alcanzado aún, es que tenemos la obligación de seguir apostando por el fortalecimiento de la democracia para las futuras generaciones de ciudadanos.
* El presente trabajo fue escrito por el autor para la materia Teoría de la Democracia- Teorías Democráticas y Democracias Reales (Cátedra: Dr. Carlos Strasser) y presentado en el mes de marzo de 2008 en el Postgrado de Ciencia Política y Sociología- Modalidad Semipresencial de FLACSO (Buenos Aires).
** Licenciado en Comunicación Social (UNLP)
Bibliografía Consultada.
- Alfonsín Raúl. Democracia y consenso. A propósito de la reforma constitucional. Ed. Tiempo de Ideas y Corregidor, Buenos Aires, 1996.
- Alfonsín Raúl. Memoria Política. Transición a la democracia y derechos humanos. Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004.
- Bobbio, Norberto. El futuro de la democracia. Ed. Plaza y Janes. Buenos Aires, 1987.
- Regnier, Pablo. De la boina blanca al sushi. Análisis del partido radical 1890-2001. Ed. Distal, Buenos Aires, 2006.
1 Bobbio, Norberto. El futuro de la democracia. Ed. Plaza y Janes. Buenos Aires, 1987.
2 Bobbio, Norberto. Op. Cit, Pág. 21
3 Bobbio, Norberto. Op. Cit, Pág.22
4 Bobbio, Norberto. Op. Cit, Pág.23
5 Bobbio, Norberto. Op. Cit, Pág. 23.
6 Bobbio, Norberto. Op. Cit, Pág. 23.
7 Bobbio, Norberto. Op. Cit, Pág. 23.
8 Bobbio, Norberto. Op. Cit. Pág. 23.
9 Bobbio, Norberto. Op. Cit. Pág. 25.
10 Para más información ver: Alfonsín Raúl. Democracia y consenso. A propósito de la reforma constitucional. Ed. Tiempo de Ideas y Corregidor, Buenos Aires, 1996. y Alfonsín Raúl. Memoria Política. Transición a la democracia y derechos humanos. Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004.
11 Regnier, Pablo. De la boina blanca al sushi. Análisis del partido radical 1890-2001. Ed. Distal, Buenos Aires, 2006, pág. 17.
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