Revista Nº6 "Instituciones y Procesos Gubernamentales "

Resumen

El fracaso económico-social y político del gobierno radical del Dr. Alfonsín (1983-1989), trajo como consecuencia el ascenso del Dr. Carlos S. Menem a la presidencia de la República Argentina.
Con un discurso populista y un tipo de liderazgo neodecisionista  con un accionar  neoconservador  en materia política y neoliberal en materia económica, Menem lograría cambiar en un giro holístico todo lo hecho por el otrora líder  Juan D. Perón, y darle un nuevo perfil al partido justicialista.
El presidente Menem en su primer período presidencial, lograría llevar una serie de reformas  tanto en el Estado como en la economía que sorprendieron a propios y extraños. El presente trabajo trata de dar una serie de observaciones y explicar la matriz ideológica – cultural de ese momento histórico.

Summary
Economic and political failure of Alfonsin’s government (1983-1989) brought as a consequence Carlos Menem’s rise to presidency in Argentina.
Menem profited from a popular speech, a new type of political conservatism and a new liberalism in economy. Implementation of these policies implied a whole change if Menem’s government is compared with Juan D. Peron’s term.  Carlos Menem gave Justicialist party a new identity.
In his first term President Menem would carry out economic reforms and some related to the State that surprised party supporters and party strangers in the end. This work tries to make some observations and explain ideological and cultural paradigm of that period.

Una Lectura del primer gobierno de Menem en clave Schmittiana. Sus principales aspectos políticos, económicos y culturales.

Por: Nicolás Gargano*

"Menem esta cambiando todo lo que hizo Perón después de la segunda guerra mundial”

Domingo Cavallo, La Nación.11/2/92.

Introducción:

De 1989 a 1995, periodo de duración del primer gobierno de Carlos Saúl Menem, se produjeron en la Argentina una serie de cambios, hasta ese momento inéditos en toda su historia.

Uno de los objetivos fundamentales de este articulo es interpretar y encontrar algunas respuestas del porqué del “éxito” de dichas reformas, que hasta hoy en día se siguen sufriendo sus efectos. Muchos académicos, algunos de los cuales tuvieron funciones en dicho periodo hablaban de la “Revolución Conservadora” (cfr. Castro J.; 1990) para sentar las bases del proceso que se estaba gestando.

Una de las tantas preguntas que nos podríamos hacer: ¿Cómo fue que la sociedad civil acompaño, o si se quiere “dejo hacer”, entre tantas cosas por ejemplo la Reforma del Estado, que significaba claudicar en tantas conquistas sociales que las mayorías populares habían conquistado a lo largo de décadas?

Lo que se invita a  explorar es el grado de consenso logrado en gran parte de la población a dichos cambios que incluso irían en desmedro de sus intereses. Porque hay que decirlo, el gobierno de Menem fue un gobierno democrático, a diferencia del proceso militar instaurado en 1976, que no está de más decir fue donde comenzó a operar este proyecto transformador que luego en democracia lograría sus mas “exitosos” resultados.

Sabemos que la política es esencialmente lucha, la lucha por el poder, así lo entendían autores de la talla de Maquiavelo, Max Weber y Marx,  por nombrar algunos. Pero claro está, me resulta imposible analizar el fenómeno de lo político propiamente dicho desvinculándolo del aspecto que le da sustento: la cuestión social. El propio Estado, en este caso el mismo, durante el menemismo, no es un “aparato neutral”, por el contrario, esta atravesado por conflictivas relaciones sociales que son su razón de ser.

El pensamiento de Carl Schmitt nos será de gran utilidad para leer el primer gobierno de Menem, partiendo de la base de que para el jurista católico, la norma, las formalidades, y el derecho no son aspectos neutrales, todo lo contario, están atravesadas por la decisión política, que es la de un Sujeto político que decide sobre alguna materia: una voluntad que construye poder.

Filosóficamente hablando es donde lo existencial abre el camino a las decisiones políticas que se entremezclan con las normas, es decir con el orden jurídico. Esto es necesario aclararlo, porque desde otra vertiente se hace hincapié en la neutralidad de las normas y su supuesta “objetividad”, anclándolas en compartimentos estancos separadas de la política.

El presente trabajo no pretende hablar desde un lugar de objetividad pura, o por encima de la realidad que se estudia, por el contrario, el investigador formaría parte de dicha realidad, por lo que le resulta imposible y poco serio pretender dialogar desde un horizonte ajeno a dichos acontecimientos. Somos seres históricos, sujetos al devenir de la historia de la cual formamos parte y de la cual somos sus artífices en mayor o menor medida.

Neodecisionismo político. Sus alcances y aplicaciones.

Cuando el 8 de julio de 1989, el radical Raúl Alfonsín entrega el gobierno al justicialista Carlos Menem, la Argentina vivía una de las crisis económicas y políticas mas graves de su historia.

 La sensación real de desgobierno, sumada a la presión de diversos actores, entre los que se contaban a importantes grupos económicos locales e internacionales, sindicatos (CGT), no hacia mas que complicar la situación del país en todos sus frentes. Los últimos  años del gobierno radical, habían tenido tres intentos de golpes militares: Semana santa en 1987, Monte Caseros y Villa Martelli en 1988, coronando el año 1989 con un alocado intento de copamiento guerrillero al cuartel de La Tablada por parte del MTP (movimiento todos por la patria). Todo esto sumado al malestar del los sectores mas postergados del país, en especial del Gran Buenos Aires, donde se estaban produciendo verdaderas puebladas, saqueos a comercios, supermercados, creando un verdadero clima de caos social. Mientras tanto el Estado brillaba por su ausencia.

Carlos Menem al asumir el poder toma una actitud sumamente pragmática, en la que  el estilo decisionista de gobierno marcara sus futuros pasos para la concreción de las reformas estructurales  requeridas por el “establishment” económico.

La imposición del Decisionismo como teoría del poder y como doctrina de estado, encuentra su sustrato cultural e institucional abonado históricamente por la propensión al protagonismo de un caudillo o líder personalista. Se presentara también como una formula eficiente de “salvataje” frente a las crisis. (Cfr. Bosoer y Leiras, 2000, P: 59)

En su Teología Política, libro escrito en 1922, Schmitt nos dice: “Soberano es quien decide en momentos de excepción.”(Schmitt, 2000, P: 5)
La propuesta de Schmitt, en principio se puede contextualizar en una crítica al modelo racional-legal, elaborado por el teórico del derecho Hans Kelsen, y su propuesta de hacer del mismo una “ciencia” jurídica despersonalizada de todo contenido existencial. Para aquel, no existe la “Norma Fundante” en el sentido de reglas impersonales, si en cambio aparece el Sujeto político de la decisión que es concreto e identificable.

De manera que el modo como se combate la excepción (caos social, crisis económica, desgobierno etc.) recae pues en la Soberanía-y el soberano; en el fondo esta existe por que le mundo es peligroso e inseguro, como podemos constatarlo de manera empírica en el mundo político. (Cfr. Nieto, 2000, P:197)

Schmitt entiende a la democracia como la Homogeneidad, la unidad sustancial del pueblo, donde lo Político y lo Estatal pierden sus tradicionales fronteras. Por eso su pensamiento es anti-liberal, tanto en materia política como económica.

Como ya se dijo anteriormente, Menem se enmarca en esta tradición política cuando de gobernar se trata. La diferencia radica en que el Decisionismo de Schmitt aboga por una participación de Estado en el manejo de los asuntos económicos, el caudillo riojano asume el gobierno con aquel estilo de autoridad, pero con un objetivo claro de desnacionalización de la economía, y dispuesto a terminar con el Estado inaugurado por el peronismo  a partir de 1945, caracterizado por ser un estado asistencial , promotor del bienestar social impulsado por una alianza de la burguesía nacional y los sectores populares.

Por eso  en el caso del estilo menemista en la construcción de poder, es necesario hablar de neodecisionismo, porque su autoritarismo político y su estilo caudillesco de gobernar,  se combinan con políticas económicas neoliberales enmarcadas en un contexto regional y mundial de crisis del keynesianismo  y cambio del patrón  de acumulación capitalista. Distinto contexto es el Decisionismo schmittiano de los años 30, donde la crisis era del liberalismo propiamente dicho, del capitalismo “autorregulado”. Ambos constituyen sin embargo dos reacciones a situaciones de emergencia y crisis globales.

El Soberano y sus “súbditos”. La construcción del consenso en la sociedad civil.

Cuando Menem asume el gobierno en medio de la crisis, como todo político, debe si quiere mantener su poder, legitimarse en el ejercicio del mismo. Construir poder es pensar ante todo en la capacidad de “inventar”  hegemonía.

En términos gramscianos, me refiero a la “creación” de un  bloque histórico-cultural-ideológico, que de sentidoa las decisiones que tome el Soberano. Afirma Gramsci: “Cada individuo que prescinda de una voluntad colectiva y no trate de crearla, suscitarla, extenderla, reforzarla y organizarla es simplemente un tonto de capirote, un profeta desarmado, un fuego fatuo.”(Gramsci, 1999, p: 50)
De esta manera, pretendo explicar que la sociedad civil debe creer en el Soberano, depositar su “fe”en este, transformarse en “masa homogénea”. Entiéndase por sociedad civil, aquel complejo campo de luchas ideológicas en que clases, grupos de intereses e individuos aisladamente buscan alcanzar hegemonía, reformar el Estado, e influenciar sus políticas.(Cfr.Bresser Pereira, 2002, P:40)

Menem, o el Menemismo, elabora un dispositivo discursivo que tiende claramente a la homogenización progresiva de sus destinatarios, es decir, tiende a abstraerse de las diferencias de estatus social, ideología, etc., para hablar de “la nación”, “los argentinos”, “la unión de los argentinos”.

Se termino el país de todos contra todos. Comienza el país de todos junto a todos (...) En estas horas, (los argentinos) viven instancias difíciles, dramáticas, decisivas y fundacionales como nunca (...) El legado que estamos recibiendo es el de una brasa ardiendo entre las manos, el de una realidad de quema, que lacera, que mortifica, que acosa, que urge solucionar (...) Es el momento de eliminar lo caduco y de dar bienvenida a lo que nace (...) Se acabo el país oficial y el país sumergido. Se acabo el país visible y el país real. Yo vengo a unir esas dos argentinas. Vengo a luchar por el reencuentro de esas dos patrias”

Carlos Menem, Discurso inaugural ante la asamblea legislativa, 8 de julio de 1989

En clave Schmittiana, podemos leer que el soberano (en este caso Menem), se muestra como representante del pueblo en su unidad, por encima de los intereses parciales y la lucha de los partidos políticos. Como todo comportamiento social, la acción política no es comprensible fuera del orden simbólico que la genera y del universo imaginario que ella misma engendra dentro de un campo determinado de relaciones sociales.(Cfr. Veron, 2003, p:15)

La sociedad, en tanto Sujeto colectivo complejo, atravesado por múltiples contradicciones e intereses, a estado dominada por tres factores, que han contribuido a mi entender, a consolidar el régimen menemista en términos de Hegemonía:
-Miedo
-Resignación
-Tolerancia

El temor a un pasado no tan lejano, alimentado por constantes discursos que apelaban al mismo pasado de caos e hiperinflación, para justificar reformas económicas radicales y de gran envergadura. La resignación de vastas capas populares en tanto peor de lo que se estuvo era impensable estar. Por ultimo la tolerancia a dichas reformas económicas, en tanto sociedad que necesita recuperar la confianza en un líder que se presenta como el hombre fuerte capaz de timonear y “llevar el barco a buen puerto”.
Vemos un presidente de origen populista, con una tradición cultural a sus espaldas muy arraigada en gran parte de la sociedad, que puede lanzar una estrategia económica no populista y salir airoso en el intento. (Cfr. Gerchunoff y Torre, 1996, P: 739)

La “Revolución Productiva” y el “Salariazo” son dos conceptos que utilizó el presidente en su campaña presidencial, conceptos propios de la cultura política del peronismo, y utilizada como carnada electoral. Aquí comenzaría a gestarse lo que se denomino la cultura de la falacia, que selló al menemismo durante una década, y una sociedad que ha querido creer en aquella antes que cuestionar al Soberano. Porque a veces la comodidad de los Súbditos hacen fuertes a aquél. Recordemos que en términos Gramscianos, la hegemonía entendida como consenso de los gobernados, se construye dialécticamente en un ir y venir de mutuas influencias ideológicas y éticas entre “Soberano” y “Súbdito”

Es menester recordar y reafirmar que política y sociedad marchan juntas, no existen compartimentos estancos como muchas veces nos han hecho creer. Los análisis centrados en las instituciones o en las elites, y desvinculadas de los actores sociales no hacen mas que ensombrecer el panorama de lo político entendido en todas sus manifestaciones: político-cultural, político-social, y político-económico.

Adhiero a una teoría del estado como realización de la idea de nación, y de Régimen político como una red compleja de construcción de hegemonías en la relación entre sociedad política y sociedad civil.(Cfr. Bosoer y Leiras, 2000, P:47)

Las Reformas Económicas. Una sociedad que se entrega y “deja hacer”.

Durante la primera parte de la administración de Menem, se aplicaron dos leyes cuya aplicación seria fundamental más adelante: la de Reforma del Estado y la de Emergencia Económica. Estas normas fijaban los ejes estratégicos de la gestión del gobierno, abarcando temas tan amplios como la reforma administrativa del Estado, la autorización para privatizar la casi totalidad de las empresas publicas y vender bienes inmuebles, la suspensión de subsidios y subvenciones especiales, la eliminación del sistema de “Compre Nacional”, como así también autorizaban la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y la liberalización de las inversiones extranjeras.(Cfr. Rapoport, 2000, P:970)

Dichas medidas exigieron la concentración del poder en manos del ejecutivo, de esta manera, el poder legislativo delegaba en aquel una serie de facultades muy amplias para intervenir abiertamente en el proceso económico. La soberanía debe hacerse fuerte y estar claramente identificada, para que una sociedad desorientada y perseguida por la amenaza hiperinflacionaria deposite su confianza en el poder político.
Hasta la llegada del Plan de Convertibilidad en 1991, inaugurado por un ex funcionario del Banco central durante la ultima parte del gobierno proceso militar, Domingo Cavallo, la sociedad civil no firmo ningún cheque, solo actuó por inercia. Se “entrego” al Soberano solo por el hecho de aparecer como “conductor” de los destinos del país, como alguien que a pesar de todos los problemas,  aparecía ante los ojos de esta, como un líder fuerte, seguro de sus actos, y capaz de reconducir el proceso económico logrando cierta estabilización.

Desde un principio el Plan del ministro Cavallo se singularizo por la ambición de sus objetivos y la radicalidad de sus instrumentos. El Régimen de Convertibilidad creo una moneda convertible en una relación de un peso igual a un dólar, y prohibió cualquier emisión monetaria sin el respaldo de divisas en las reservas del Banco Central. Introducido por una ley del congreso, el régimen elimino la discrecionalidad gubernamental sobre las políticas monetarias y de cambio.(Cfr. Gerchunoff y torre, 1996, P:745)

En paginas anteriores había señalado como el neodecisionismo tomaba del tradicional Decisionismo político Schmittiano de los años 30  el carácter discrecional de conducción política, con su rechazo a los “tiempos institucionales”, o a la “eterna discusión liberal” en la toma de decisiones. Pero a su vez, al claudicar en el control de las políticas monetarias, se adapta a la etapa neoliberal dándole su característico “espíritu de época”.

Al poco tiempo de inaugurado el Plan de Convertibilidad, comenzaron a estabilizarse los precios, al punto de que en la ultima parte de 1991, el gobierno gano las elecciones parlamentarias contra su tradicional contendiente, la UCR (Unión Cívica radical). Como afirma Juan Carlos Torre:

“El electorado optó por ignorar los signos de corrupción de los altos círculos gubernamentales y prefirió votar a favor de la renovada promesa de estabilidad.(...) el éxito en la lucha antiinflacionaria, la victoria electoral, permitieron a Menem retomar el control del proceso económico y político.”(Torre, 1996, P: 746)

Cuando afirmo que la sociedad “se entrega” a dichas Reformas estructurales, lo hace en calidad de “súbdito”, no de ciudadano. La ciudadanía nos habla de derechos pero también de obligaciones, la obligación por ejemplo de controlar a sus gobernantes. Este control, no debe agotarse en la delegación de facultades a sus representantes parlamentarios, porque como ya lo vimos, la real politik nos devela que la “separación de poderes” en la practica no se cumple.

Lo que ocurrió en este periodo fue que los ciudadanos, en tanto sujetos colectivos, se recluyeron en la esfera privada de su comodidad transformándose en sujetos-pasivos. La contrapartida fue una sociedad de sujetos débiles, dominada por elites políticas y empresarias que guiaban sus destinos, aprisionándolos en estructuras de ideologías rígidas, que parecían no poder ser cuestionadas. La “fuerza de los hechos” parecía imponerse de manera fatalista como necesidad incuestionable de los “nuevos tiempos” que corrían.

La ideología de la globalización funciono bajo el Régimen Menemista como un factor adicional de debilitamiento estatal al considerar esa situación como inexorable y beneficiosa.(Cfr. Sidicaro, 2002, P:165)

Al respecto, en un discurso en la sede del Consejo Nacional del Partido Justicialista, Menem decía:

“Así como en 1945 Perón había tenido que reubicarse y reubicar a la Argentina en el orden internacional bipolar que emergía a partir de los acuerdos de Yalta y el fin de la Segunda Guerra Mundial, nosotros reinsertamos al país en el mundo de la posguerra fría.
Percibimos a tiempo el cambio de la circunstancias históricas y la necesidad imperiosa de cambiar la montura para cabalgar la evolución”

Estos dispositivos discursivos, complementados por ciertas mejoras del panorama económico, se engarzaban en un falso realismo pragmático, a partir de una ideología neopositivista, que apelaba al exitismo de la evolución.
Si la construcción de discursos por parte del menemismo, y dirigidos a la sociedad civil, contienen importantes referencias históricas, es porque entiende que aquella es portadora de valores e intereses ético-políticos que la hacen ser un Sujeto Colectivo central en su conquista “ética” por parte del Estado. Las reformas económicas, solo pueden entenderse bajo la comprensión de este fenómeno de conquista “ética” de la sociedad civil.

Como afirma Bresser-Pereira: “La sociedad civil es el campo de las luchas ideológicas en el cual se define el poder real en una sociedad y el control del Estado. La sociedad civil tiene ella misma elementos institucionales, pero el elemento real o histórico es preponderante, al punto que podamos pensarla principalmente en esos términos.(...) es el espacio donde individuos y grupos afirman sus intereses y sus valores éticos.(Bresser Pereira, 2002, P: 43)

Las Relaciones Internacionales. ¿Renunciando a la Soberanía?

La política exterior menemista tuvo como sustrato teórico al denominado “Realismo Periférico”.  Esta es una síntesis de sus principales aspectos:

1. Un país vulnerable y empobrecido, necesita adaptar sus objetivos a la potencia dominante.
2.  La autonomía relativa de un Estado, no debe definirse como mera libertad de acción o de decisión, sino en términos de los costos relativos del ejercicio de sus facultades que un Estado mediano, aun el más dependiente tiene.
3.  En el cálculo de los costos deben incluirse las percepciones negativas generadas en los países acreedores y capaces de exportar capitales. Esas percepciones tienen un costo material no cuantificable por cuanto conducen a la perdida de inversores potenciales y aumentan la importancia del componente político del valor Riesgo País. (Cfr. Escude, 1992, p: 34)

De este sustento teórico- práctico, se desprende la necesidad de renunciar al concepto de autonomía, entendida como libertad de decisión o acción de los Estados, es decir como búsqueda de mayores márgenes de independencia. Esto marca a mí entender los límites de una política exterior propia. En términos del decisionismo clásico de raíz Schmittiana; ¿se estaría resignando a la soberanía al alinearse de forma automática a los EEUU?

El termino Soberanía es menester relacionarlo con la identidad existencial de un país (unidad política). Para Schmitt, un país tendrá derecho a la existencia política en la medida en que pueda decidir, en el caso extremo y por cuenta propia, acerca de la distinción entre amigo y enemigo, esto es en la medida en que ejerza su Soberanía. (Cfr. Saint-Pierre, 2002, P: 259). Al respecto nos dice:

“Si no hay condiciones de definir autónomamente y en función de las propias percepciones las amenazas, tampoco es posible decidir libremente entre la constelación de amigos y enemigos. No es que no se decida, es que alguien esta decidiendo por los que no deciden. Cuando un país omite de decidir entre sus amigos y enemigos, nos dice Schmitt, no significa que se cree un ámbito de indefinición, no existe el vacío en el mundo político, en realidad, alguna potencia esta decidiendo por ese país que abdico de la política. Abdicar de la decisión de ultima instancia, de decidir en función de los propios intereses, es abdicar de la soberanía.”(Saint Pierre, 2002, P: 259)

En el verano de 1991, la Argentina envió naves al Golfo Pérsico; ¿políticamente fue una decisión soberana? No lo ha sido, en tanto la Argentina no decidió en función de sus intereses. Ninguna amenaza a su territorio implicaba aquella lejana guerra. Tampoco comprometía intereses económicos del país. Aquí hay un quiebre fundamental con el decisionismo clásico, para el cual la soberanía nacional se ejerce con una decisión existencial en función de intereses propios y estratégicos, tanto en seguridad interna, como frente a agresiones externas. Por existencial entiendo una peculiar forma de vida vinculada a una tradición e identidad concretas fundada en la idea de comunidad.

Las llamadas “relaciones carnales” con los EEUU, se enmarcan en un contexto de soberanía delegada, porque si bien el Soberano no deja de tomar una decisión, esta ya no es en función de una idea de Nación, en tanto unidad política que pretende ser “libre”. Es la Nación hegemónica la que determina quien es el amigo y el enemigo que hay que “combatir”. Nos dice Hegel: “En un pueblo libre se realiza la razón” (Hegel, 1996, P: 52)

Entiendo que el ejercicio pleno de la soberanía hace a la autentica libertad de un pueblo, a su autonomía y autodeterminación. Nuestro país había tenido una tradición histórica de neutralidad y no intervención en los asuntos de otros países. El neodecisionismo de la época menemista convivió con políticas de libre mercado, por lo que sometió sus estrategias a esta ultima. Los Organismos Internacionales de Crédito, los acreedores externos, el Banco Mundial etc. condicionaron la política internacional, al punto de hacer abandonar a la Argentina en 1990 el Grupo de los  países  “No Alineados”.

Un año después del envió de naves al golfo, volaba la embajada de Israel, dos años después en 1994, en otro atentado terrorista, explotaba la mutual judía en Buenos Aires (AMIA).

Conclusiones Generales:

En este recorrido por algunas facetas de los principales aspectos que significaron la primera etapa menemista, se refieren a algunos aspectos económicos, políticos, y culturales, nos hicieron observar que la sociedad civil ha tenido gran peso en este periodo. Me refiero al acompañamiento que, aunque pasivo en la mayoría de los momentos, y no por ello inconsciente.

Imposible es que un “Soberano” pueda desplegar todo su poder de decisión sin “Súbditos” que crean en el. No existen sociedades maleables por el “entorno”, para bien o para mal, ellas siempre cumplen un rol político decisivo en el devenir de los acontecimientos.

El menemismo podo desplegar y “revolucionar” toda una estructura socioeconómica gracias a una sociedad que en su “repliegue” “dejo hacer”. Pero el dejar hacer implica una puesta en acto, no deja de ser acontecimiento político vital. Por eso la relación Estado-Sociedad es permanente, nunca esta ausente, y jamás puede desvincularse dicha dialéctica, si se me permite el término, eterna. Es por ello que la cultura fue y es un aspecto central para afianzar proyectos políticos, en tanto aquella actúa como motor ideológico-hegemónico en el sustrato de la sociedad civil.

He enfatizado la importancia de la cultura en la consolidación de los proyectos políticos (en este caso, el menemista), porque esta hace a la identidad de las sociedades. Es por eso que el que conquiste la cultura de una Nación, ya tendrá gran parte del poder necesario para concretar y afianzar proyectos de país.

En los noventa se afianzaron los valores del individualismo, y estos produjeron fragmentación, exclusión y marginación. Por otro lado, las ideas de solidaridad, comunidad, soberanía fueron abandonadas como resabios de un pasado que había que enterrar.

Volver a las raíces, revisar la historia, interpelar nuestro pasado, es condición más que necesaria para mantener una sociedad despierta, activa y con memoria. Cuando un Estado, y por ende una Sociedad, se enajenan a intereses espurios es que están perdiendo su identidad, y perder identidad, como ya vimos en el correr de la paginas, es perder libertad. Si el autentico Estado es el “reino de la libertad realizada” como bien afirmaba Hegel, este lo es en virtud de su soberanía. Una sociedad solo puede ser libre en un verdadero Estado.

*Facultad de Ciencias Sociales - UBA

Bibliografía:

Libros y Artículos

Bresser Pereira, Luiz Carlos Algunas Reflexiones en Torno a la sociedad civil, República, N. 2, 2002.
Bróccoli, Angelo, Antonio Gramsci y la educación como hegemonía, Nueva Imagen, 1972.
Dotti, Jorge y Pinto, Julio (Comp.), Carl Schmitt, su época y su pensamiento, Buenos Aires, Eudeba, 2002.
Gerchunoff, pablo y Torre, Juan Carlos, La política de liberalización económica en la administración de Menem, Buenos Aires, Desarrollo Económico, 1996.
Hegel, Fenomenología del espíritu, Buenos Aires, Siglo XXI, 1978
Rappoport, Mario, Historia económica, política y social de la Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 2000
Sidicaro, Ricardo, Los tres peronismos, Buenos Aires, Fondo de cultura económica, 2002.
Schmitt, Carl, El concepto de lo político, Buenos Aires, Folio, 1984.
Schmitt, Carl Teología política, Buenos Aires, Folio, 1984.

Documentos

Saint-Pierre, Héctor Luís, Las Nuevas Amenazas como Subjetividad Perceptiva, 2002, disponible en: http://www.resdal.org/iiichds-ponsaintpierre.pdf