Revista Nº50 "LITERATURA"

 

 

Resumen

En el presente escrito, se analizará la literatura de los albores de la contemporaneidad en forma biográfica

Abstract

In this article, we will analyze the literature of the dawn of contemporary times in biographical form.

 

PARA LEER “MILTON”, DE WILLIAM BLAKE

IÑAKI VÁZQUEZ LARREA.

 

A Milton le gustaba, sospecho, ser furtivo y evasivo. Triunfante escribió “Paraíso perdido” y logró que fuese aceptado como un gran ortodoxo mientras veladamente sostenía puntos de vista muy subversivos en cuestiones de teología y matrimonio, que, ahora podemos verlo, son insinuados en la obra épica”

Christopher Hill.

 

 Su padre no envía a Blake a la escuela, sino que, en la tradición artesanal de la familia, le pone al cuidado del grabador James Basssire en 1771. Ya en 1775, y coincidiendo con la declaración de independencia de las colonias norteamericanas, pasa a estudiar en la Royal Academy. Por fin, en 1179 se establece por su cuenta como grabador, trabajando fundamentalmente para J. Jonhson, un famado librero londinense. Está será su profesión permanente.

 En 1780 tienen lugar revueltas populares con las que Blake simpatiza, por ejemplo, el motín de Gordon, para protestar contra un decreto mediante el que se intenta mejorar legal de los católicos ingleses. El motín en cuestión conduce a la fundación de la Sociedad para la Información Constitucional, que busca, entre otras cosas, la democratización del parlamento y la implantación del sufragio universal.

 En 1783 ya había aparecido su primera obra, un libro de poemas titulado Poética Sketches (Esbozos poéticos), colección de versos escritos durante su juventud. Recordemos que ese año se reconoce de facto la independencia de los Estados Unidos, y hay un motín en Norwich a cargo de los trabajadores de la industria de la lana. Blake compone por esta época el manuscrito de An Island in the Moon (Una isla en la luna), una sátira utópica en la que acomete ya contra el racionalismo filosófico.

 Hasta 1795 Blake trabajará intensamente como grabador con cada vez menos fortuna, pues sus estilos o bien están en la línea de Basire, o bien son demasiado avanzados y originales para el gusto corriente. Sin embargo, es un periodo muy creativo y fructífero en su obra poética, pues escribe y graba The Book of Thel (El libro de Thel); y las Canciones de Inocencia. Además, dos colecciones de aforismos: There is no natural religión (No hay religión natural), y All religions are one (Todas las religiones son una).

  Blake publica en 1793, America: A Profecy (América una profecía), y Visions of The Daughters of Albion (Visiones de las hijas de Albión). En 1794 graba Songs of Experience (Canciones de experiencia), que se añaden a las Canciones de Inocencia anteriores y desde entonces van a aparecer juntas como Songs of Innocence and Experience (Canciones de Inocencia y de Experiencia). También este año se añade a sus profecías la titulada Europe a Prophecy (Europa una profecía) en donde ataca al cristianismo como filosofía represora de los instintos. Esta vena mordaz se complementa en 1795 con The Book of Abania) y con The song of Los (La canción de Los), que son la piedra angular en el sistema filosófico, religioso y moral que construye. A partir de 1795 los efectos de la legislación de Pitt se hacen patentes, y el espíritu radical debe someterse a una prudente hibernación. El gobierno prohíbe cualquier manifestación de corte revolucionario, y además emplea la censura y la intimidación de forma arbitraria. Milton y Jerusalem, poemas terminados en 1808, vienen a representar, de hecho, su última etapa de creatividad poética.

 La expresión de la energía creativa y violenta que se asocia habitualmente con la obra de William Blake, y en general con el comienzo del romanticismo, tiene un claro paralelo con la rebelión de las colonias inglesas en Norteamérica en 1775, con el levantamiento de las masas de París en 1789, y con las constantes convulsiones que se suceden en Europa a lo largo de los años que van de 1775 a 1848. Todas estas manifestaciones pertenecen a un gran movimiento que invade occidente, y que sienta las bases del cambio social, industrial y tecnológico de la sociedad moderna, de la Revolución.

 Mucha de la poesía de Blake este espíritu de revuelta que caracteriza en parte al Romanticismo, y que en su grupo o, incluso clase social, se mantuvo durante largo tiempo. Blake perteneció al gremio de artesanos y orfebres, un grupo social que, a finales del siglo XVIII se enfrentó de forma activa con la aristocracia mercantil y latifundista, y plantó cara al nuevo orden económico que trataba de imponer, sentando así las bases políticas de un capitalismo más moderno.

 A Blake también hay que situarlo en la tradición revolucionaria del artesano y del pequeño comerciante de las ciudades que son los lugares elegidos para resucitar una y otra vez los impulsos revolucionarios. Así se ha dicho que Blake ha enriquecido las ideas de Ranter y otros radicales de los siglos XVII y XVIII, en cuanto son ideas que se separan del pensar puritano, y rompen con el nuevo orden de la década de 1790, y se reflejan en la poesía de Blake especialmente, aunque gran parte del movimiento romántico participe de ellas. Las protestas populares conectan también con el misticismo radical que recoge la obra de Blake (E.P. Thompson, pág. 786).

A partir de 1795, y vista la lentitud de la reforma, este cuerpo social dirige su búsqueda de soluciones hacia el campo religioso. , inclinación que aparece en la obra de Blake de forma significativa. En este punto nuestro poeta aparecerá como un artesano intelectual que recoge su materia prima del sufrimiento humano y que la hace funcionar en la producción de la verdad y la belleza, aún siendo conscientes de la fealdad y la mentira.

A William Blake se le puede considerar un artista único y genial, producto de varias tradiciones: la del renacimiento italiano, la del periodo isabelino y la del momento histórico preciso de la revolución industrial y la revolución francesa.

 Nacido en los comienzos del siglo XVII, con una avidez incontenible de estudio y conocimiento durante toda su adolescencia y juventud, y tras un viaje formativo a Italia al final de la década de los treinta, Milton estaba mentalmente muy maduro y poseía un sentido de sí mismo como intelectual muy desarrollado cuando estallo la guerra civil entre la monarquía Estuardo y el Parlamento en 1642. Las causas de esta conflagración se han discutido y se seguirán discutiendo mientras se escriban libros de Historia, pero en el pensamiento de los ideólogos de la época, y desde luego en Milton, fue la cuestión religiosa la que tuvo una importancia crucial. En cierto modo, la revuelta civil fue la traslación inglesa de la Guerra de los Treinta años Continental. Para muchos puritanos, tanto Carlos I como su padre habían tenido una actitud demasiado fría y muy poco comprometida con las potencias protestantes europeas. Carlos, además, se había casado con una princesa católica francesa y había permitido e incluso alentado las reformas eclesiásticas de William Laud, que, para los protestantes, acercaban el modelo inglés al romano por medio de una sólida jerarquía episcopal bien abastecida de impuestos, con derecho a intervenir en cuestiones de Estado, y tornaban idolátrico el culto mediante imágenes que se habían vuelto repugnantes para los puritanos.

Milton, que ya en su tratado Of Reformation (Sobre la Reforma) de 1641 había atacado la institución episcopal declarando a los prelados peligrosos para la monarquía, evolucionó ahora hacia una concepción en la que el absolutismo Estuardo, los obispos y el culto laudiano confluían para dar lugar a un modelo social que instigaba al servilismo y la superstición y era antitético al pleno desarrollo del individuo y a la independencia de opiniones.

 Milton se alineó decidida y fielmente con la República, considerándolo el mejor modelo para intelectos formados y libres. La defendió tratado tras tratado durante la guerra y más tarde, cuando, como ministro de Cromwell, fue la voz de la Inglaterra republicana y protestante en Europa.  Justificó el regicidio. O mejor el tiranicidio, en Tenure Kings and Magistrates, que vio la luz unos días de la ejecución de Carlos I y más tarde entró en liza una y otra vez, demoledor, contra quienes pretendieron convertir al rey muerto en un mártir semimesiánico del populacho.

  Para muchos, su obra Eikonoklastes (destructor de imágenes), publicada en respuesta al apócrifo Eikon Basilike (imagen regia), supuestamente escrito por el monarca depuesto en vísperas de su decapitación, constituyó una segunda decapitación del Estuardo, pues atento contra la imagen del soberano que los realistas querían hacer pervivir en la memoria colectiva de los ingleses. Para Milton, esta incondicional defensa de la República hasta las mismas vísperas de la Restauración supondría estar para siempre en el punto de mira de los realistas, con el peligro de ejecución pública o de silencioso asesinato que ello implicaba, cuando el modelo por el que había se derrumbó y él sobrevivió ciego y sin poder valerse por sí mismo.

Milton, que se había alineado con los presbiterianos contra los episcopalistas en las polémicas anti prelaticias que precedieron al inicio del conflicto civil, se distanció luego de ellos con sus tratados sobre el divorcio y por su tendencia ecléctica y toleracionista en materia religiosa. Desafiando las concepciones de la época sobre la relación entre géneros, proclamó un modelo de matrimonio como forma de compañerismo intelectual y espiritual, que debía poder disolverse cuando esta condición fundamental se truncaba.

 

Reconoció primero sólo al marido el derecho a divorciarse, pero en el último de sus escritos sobre el tema Terrrachordon, su postura había evolucionado lo bastante para reconocer ese mismo derecho a la esposa también. Y mientras la mayor parte de sus aliados consideró sus ideas sobre el divorcio una amenaza para la cohesión social, Milton las presentó como una contribución fundamental en el proceso de construcción republicana, parte de una estrategia unificada de lucha por la libertad en los frentes doméstico, civil y religioso, viendo en su modelo familiar más flexible uno de los elementos básicos para la creación de una ciudadanía libre y responsable.

 Su tratado Aeropagítica, dirigido al parlamento en plena guerra civil en contra de la censura y a favor de la libre circulación de ideas, halla un eco en nuestras fibras por lo avanzado de su pensamiento y el poder resonante y plástico de su expresión. Trata ahí a los libros como organismos vivos hechos de la substancia de la razón:

 “Los libros no son cosas absolutamente muertas-escribe-sino que contienen una potencia de vida tan activa en ellos como el alma de la que ellos son progenie, es más, preservan como en una redoma el extracto y eficacia más puros de ese intelecto viviente que los engendró…quien mata a un hombre mata a una criatura racional, la imagen de Dios, pero quien destruye un buen libro mata la razón misma, mata a la imagen de Dios, por así decirlo en la mente…Debemos cuidar, pues, qué persecuciones lanzamos contra las labores vivas de hombres públicos, cómo sangramos esa sazonada vida del hombre preservada y almacenada en Libros, puesto que vemos que de este modo puede cometerse una especie de homicidio, en ocasiones un martirio y, si se extiende a toda la edición una especie de masacre ya que la ejecución no termina en la destrucción de una vida elemental sino que golpea en esa etérea y quinta esencia, el hálito de la razón misma, matando una forma de inmortalidad más que una vida” ( Milton , pág. 578).

 

 Se da perfecta cuenta de que la libertad de conocimiento y el desarrollo intelectual están intrínsecamente ligados a los principios liberales y pluralistas sobre los que veía fundarse la sociedad inglesa después de la revolución:

Creedlo. Lores y comunes, los que os aconsejan esa supresión hacen tanto bien como si os aconsejasen suprimiros a vosotros mismos y voy a mostrar por qué. Si se desea conocer la causa inmediata de todo este escribir en libertad y hablar en libertad no puede asignarse una más verdadera que vuestro sereno y libre y humano gobierno, Es libertad Lores y Comunes, lo que vuestros valiosos y afortunados consejos han conseguido para nosotros, libertad que esla nodriza de todo gran ingenio. Es ésta la que ha utilizado e iluminado nuestros espíritus, como influencia del cielo; ésta, la que ha despejado el camino de nuestras percepciones, escuchándolas y elevándolas por encima de sí mismas. No podéis hacernos, menos capaces, menos sabios, menos ansiosos en la búsqueda de la verdad, sin antes haceros a vosotros mismos, que nos hicisteis así, menos amantes y menos sustentadores de la verdadera libertad. Podemos volvernos ignorantes otra vez brutescos, formales, serviles, tal como nos encontrasteis: pero en este caso, antes debéis vosotros volveros eso que no podéis ser, opresores, arbitrarios y tiránicos, como lo fueron aquellos de quienes nos librasteis” (Milton, pág. 612).

 

 En materia religiosa, Milton mostró ser un intelecto demasiado independiente para militar en cualquiera de las sectas que bulleron durante la revolución, aceptando en bloque toda una doctrina. Evolucionó hacia un credo muy reflexivo y singular, que quedó plasmado al final de su vida en de Docctrina Christiana, un cuerpo de ideas cuyos principios rectores son la tríada de libertad, razón y caridad. Fundamental en esta exposición doctrinal es el abandono de la idea calvinista de predestinación, que Milton suscribía con el resto de los puritanos a principios de la década de los cuarenta, cuando la idea de libre voluntad, aparecía a los ojos de los protestantes ingleses peligrosamente cerca de los credos enemigos católico/romano y laudiano, como formando parte de una misma nebulosa ideológica.

 Movido ahora por principios de libertad y racionalidad más conscientemente delineados, percibiendo con más claridad las implicaciones que para el sentido de responsabilidad moral suponía la idea de predestinación, halló un lugar central en su sistema para la libre voluntad desarrollando una versión personal del arminianismo.  En cualquier caso, el fatalismo calvinista con sus tremendas implicaciones ideológicas y morales (entre ellas la total depravación del hombre y la división de la humanidad en los dos grupos opuestos de electos y réprobos, los primeros destinados desde la eternidad a la salvación y los segundos a la condenación) nunca debió de calar muy hondo en el tejido emotivo e ideológico de Milton. El principio de purificación por medio de la prueba, de la virtud batalladora que crece por una constante elección entre el bien y el mal, que tan ardorosamente defiende en Aorepagetica  y que es perceptible ya una década antes en su poeta Comus, es inconsistente con aquella predestinación.

  Además, Milton rechazó el dogma trinitario porque desafiaba su idea de un Dios racional. Abrazó el mortalismo. -la doctrina de que el alma muere con el cuerpo hasta el día de la Resurrección-, coherente, por una parte, con su concepción de que entre materia no hay más que una distinción de grado y, por la otra, con la noción de individualidad indisoluble. Llevó hasta sus últimas consecuencias el principio protestante de sacerdocio de todos los creyentes negando toda distinción entre clérigo y laico, y proclamando que todo creyente estaba capacitado para ejercer cualquier oficio divino. Y llevó su lógica consecuencia también al principio de la libertad de conciencia, afirmando que éste anula la mismísima posibilidad de herejía entre los protestantes.

 En materia artística, Milton, con un sentido de autoría inusualmente desarrollado para la época, alimentó un concepto muy elevado del poeta como profeta de la nación y educador de la sociedad. Se Sentía en deuda con esta última por las décadas de concentrada instrucción y estudió que la posición desahogada de su familia le había permitido, y estableció con ella el compromiso de convertirse en su bardo épico.

The Reason for The Church Goverment (1642), constituye un simple ejemplo de esta etapa lírica, abandonada con la llegada de la Restauración donde vuelve enzarzarse en polémicas ideológicas., con en Paraíso Perdido (1667), que constituye, dejando aun lado la tradición griega y romana, el poema épico más importante de la tradición occidental. Las condiciones en las que se escribió fueron en sí mismas heroicas. La República se había venido abajo y, con la Restauración, los realistas arrasaban los logros de los vencedores de la revolución que, sin embargo, no habían conseguido crear un frente cohesionado y eficiente para la paz.

  Siguiendo el ejemplo de los poetas épicos italianos Tasso y Ariosto, Milton había renunciado a escribir su obra más ambiciosa en latín, dirigiéndose de este modo a toda la Europa culta, para dirigirse a sus conciudadanos en su propia lengua madre. Por otra parte, había trascendido la idea de un tema puramente nacional y el concepto clásico de un héroe guerrero para crear una épica y espiritual, de alcance universal. Y si la existencia de un héroe moral en Paraíso Perdido es discutible, sí es cierto del héroe moral da todo su sentido a Paraíso Reconquistado. Esta obra publicada cuatro años después de Paraíso Perdido en 1671, es la culminación de la carrera poética de Milton y, para algunos, -entre ellos William Blake-, debe ser considerado su auténtico testamento ideológico.

  El bosquejo de la impresionante figura de Milton, como poeta y hombre puritano en la   defensa República de Cromwell es necesario para comprender qué celebra y que critica en Milton el poema, William Blake. Y es imprescindible establecer la relación de Milton con la formación del individuo autónomo y racional-independiente en lo civil, libre y reflexivo en lo religioso, singular en lo personal, responsable en lo doméstico-porque Milton es un poema, sobre todo, acerca de la individuación.

 En Milton, Blake toma el hombre por cuyo pensamiento revolucionario tenía tanta simpatía y al poeta a cuya obra rendía tanta admiración, y lo lleva a una nueva trascendente formulación de sí mismo: desde una individualidad como la esbozada hasta una Individualidad cósmica y divina.

Al mismo tiempo que celebra el logro miltónico, Blake ataca durísimamente el tipo humano y el mundo surgidos de él. Porque cuando, merced a a las operaciones triunfantes de su razón, el individuo cree haber recuperado su centro en un universo en el que Dios se ha vuelto prescindible, o del que ha desaparecido del todo, lo que de hecho ha surgido es que la razón ha creado su propia versión de la realidad.

 El nuevo mundo establecido no es en realidad antropocéntrico, sino racio céntrico, y el hombre formado y consciente ha quedado atrapado en la malla de oro de otro orden de determinismo, el científico tan absolutamente inmisericorde como el fatalismo calvinista.

 Su autonomía se disuelve, en última instancia, en la heteronomía que le imponen ahora las leyes universales entrevistas por la ciencia; mientras que la masa, menos cultivada, ha sido liberada de los imperativos de la tradición sólo para ser vapuleada por el oleaje de nuevas formas uniformizad ras: la manipulación política y mediática, la tiranía de la opinión pública o el mercado.

 Toda la grandeza de la concepción de Blake, en Milton consiste en haber comprendido hace dos siglos que la individuación no acaba, sino que empieza donde Milton la dejó, que el hombre no es Señor de sí mismo, no es dueño de su auténtica autónoma Humanidad hasta que no reclama la imagen de sí mismo, no vista ya a través de la razón y los cinco sentidos, sino por la mirada suprema de una consciencia Omega, ésa a ala que él llama Imaginación o genio poético.

 Toda la pobreza de esa misma concepción reside en no haber reconocido todo su valor (fundamental para la historia y la evolución del ser humano) a esa otra forma de individualidad, la de una humanidad raciocéntrica, científica, deísta o incluso deicida. Porque, si de algún es posible trascender colectivamente el nivel de consciencia racional, tal como Blake pretende, no será gracias al salto mortal de unos pocos místicos que hagan oír su voz profética o incluso mesiánica a la mayoría, sino por puntuales conquistas históricas y cognitivas que despejen para el colectivo humano la senda hacia nuevos horizontes psíquicos y culturales.

 La razón es para Blake la creadora de un universo de representaciones abstractas e irreales, de fantasmagorías, de espectros en su lenguaje. Milton es en esto muy distinto. Es la razón la única que puede dirigir una Reforma progresiva…Reforma que en Milton implica, como hemos visto, no un mero cambio de ideario ideológico, sino un progreso muy específico en libertades individuales.

 Es la Razón la que tiene el poder la que tiene el poder de recomponer la verdad fracturada, la verdad repartida entre las diversas sectas y doctrinas y tendencias ideológicas. Incluso, con visión realista de la historia, Milton justifica la guerra en el mundo de una humanidad caída. Un siglo después de él, las revoluciones americanas y francesa todavía se inspirarán en sus escritos (B.K. Lewaski, pág 541).

Aunque cree en un Dios racional, Milton no es deísta, es un entusiasta religioso, pero está claro que el deísmo con todas sus implicaciones deriva consecuentemente de posiciones como la que él establece. En realidad, Blake niega el mundo racional que Milton afirma: no hay espacio para él en el universo de una humanidad reconstituida. Witttreich, en su excepcional ensayo sobre la idea de Milton en Blake escribe:

 “Comúnmente la apoteosis del héroe es el resultado de que éste adopte una actitud de desprecio por este mundo. Sólo al divorciar el alma de su cuerpo, sólo al librarse de las inquietudes mundanas tomando el mando de la castidad, es capaz de lograr tal apoteosis. El punto de vista de Blake es distinto. Precisamente porque Milton mostró desprecio por este mundo, precisamente porque se vistió las ropas de castidad, considerando su alma distinta de su cuerpo, permaneció exiliado durante la mayor parte de su vida de la visión divina, de la ígnea ciudad de Jerusalén. Los errores de Milton, pues, son los errores de la tradición filosófica que hay detrás del motivo de la apoteosis; y consecuentemente, Milton emprende el descenso a este mundo, no la huida de él, descenso que comienza por reentrar en su cuerpo y que culmina en su unión con Olololon, que es “una Virgen de doce años” (Wittreich, pág. 37).

BIBLIOGRAFÍA:

Blake, W; William Blake, The Complete Poems, Penguin Books, Londres, 1977.

Blake, W; Milton (un poema), DVD Ediciones, Barcelona, 2002.

Blake, W; Canciones de Inocencia y Experiencia, Cátedra, Madrid, 1987.

Christopher, H; Milton and the English Revolution, Faber and Faber. Londres, 1977.

Thompson, E.P., The Making of The English Working Class, Penguin Books, 1963.  

Lewalski, Barbara K; The Life of Johm Milton, Blackwell, Malden , 2000.

Wittriech, J. A; Angel of Apocalypse. Blake´s Idea of Milton, The University of Wisconsin Press, 1975.