El Estado de Bienestar: Auge y
Resquebrajamiento*
Resumen
El
presente trabajo relaciona los argumentos de cuatro especialistas
sobre el fenómeno del Estado de Bienestar. Ellos son Gosta Esping-Andersen,
Eric Hohbswam, Pierre Ronsanvallon y John Holloway.
El tema
gira en torno a tres ejes: 1) origen y expansión del estado de
bienestar, 2) las transformaciones del mundo social, 3) vinculación entre
Estado y mundo social: crisis del Estado de Bienestar-Keynesiano. A través de
estos ejes se analizan las divergencias y coincidencias entre
los autores sobre esta temática específica.
Welfare Statism: Boom and
Bust
Abstract
This work makes a
connection between the arguments put forward by specialists
Esping-Andersen, Eric Hobswam, Pierre Ronsanvallon and John Holloway on the
welfare statism phenomenon. The topic has three main points: 1) the
origin and expansion of the welfare statism, 2) the transformations of the
social world, 3) the link between state and social world: crisis of the Keynesian welfare statism.
Through these key points, coincidences and divergences among
these four authors are analyzed in relation to this specific topic.
Origen
y expansión del Estado de Bienestar
Dependiendo
de la especificidad y particularidad en el enfoque de cada una de los autores
que se analizan, se resaltan o se moderan ciertos aspectos que moldean el
denominado Estado de Bienestar.
De este
modo Pierre Rosanvallón identifica el Estado de Bienestar, lo que el denomina
Estado Providencia como una extensión del Estado Protector moderno clásico.
En
Esping-Andersen en su análisis tripartito de Estado de Bienestar, es clave el
grado de desmercantilización que impone aquel y la alianza de clases que lo
diseña.
En tanto
Holloway y Hobsbawm, si bien haciendo hincapié sobre diferentes dimensiones
del Estado de Bienestar, tienden a identificarlo con las políticas económicas
keynesianas instauradas desde la posguerra.
Entonces,
como se dijo, el primero de los autores, Rosanvallón, en la búsqueda sobre los
orígenes de lo que denomina Estado Providencia, bucea en las aguas históricas
profundas identificando los cimientos del Estado del Bienestar con el
surgimiento del Estado Moderno del siglo XVIII.
El Estado
Moderno clásico se define como Estado Protector y su existencia adquiere
sentido como tal, si y sólo sí garantice, y defiende los derechos individuales
del hombre. Pero esta función, según el autor, protectora del Estado es
profundizada y extendida por la propia “declaración del hombre y el ciudadano”,
exigiendo la protección de derechos sociales y económicos. Los mismos derechos
que más adelante en el tiempo pregonarán los progresistas de finales del siglo
XIX y principios del XX.
Ahora
bien, en Rosanvallón la construcción del Estado Providencia no es sólo una
cuestión de la naturaleza del Estado sino que implica un cambio de la sociedad
en la percepción sobre si misma. La sociedad deja de verse como un cuerpo para
concebirse como mercado, a partir del cual adquiere notoriedad excluyente el
individuo sobre la vecindad, la familia, y la parroquia.
Si se
vincula con el argumento de Rosanvallón, es justamente a partir de la
expansión y universalización del mercado que Esping-Andersen analiza la función
del Estado de Bienestar en su rol desmercantilizador.
Señala
este autor, el paso de una economía precapitalista-feudal al mercado significa
la conversión de los individuos en meras mercancías. Es decir, la vida de
los individuos pasa a depender exclusivamente de la posibilidad de vender su
fuerza de trabajo.
En
este marco, es que la inserción de los denominados derechos sociales permite
hacer posible la existencia de las personas independientemente de las fuerzas
del mercado.
Teniendo
en cuenta el grado de desmercantilización, Esping-Andersen identifica tres
modelos de Estado de Bienestar en un proceso histórico.
Así en un
extremo ubica el tipo liberal –residual, que obtiene sus primeras raíces en la
conocida ley de los pobres del siglo XIX. Es el menos desmercantilizador, los
subsidios sociales son modestos y escasos y se restringen a los estratos
sociales más bajos, estimulando al resto de la sociedad a adquirir seguros
sociales privados.
En el
otro extremo, en cuanto su capacidad desmercantilizadora, Esping-Andersen
identifica el Estado de Bienestar Social-demócrata, el que obtiene raigambre
en el modelo universalista de Beveridge. El mismo, es proveedor de subsidios
sociales de alta calidad para todas las personas, independientemente de su
situación en el mercado y en la estratificación social. Pretende cultivar una
solidaridad por encima de las diferentes escalas sociales una solidaridad que
convoque a toda la sociedad.
Finalmente,
en una posición desmercantilizadora intermedia se encuentra el tipo conservador
cuyos comienzos se identifica con modelo Bismarckiano de la Alemania del siglo XIX. Aquí los derechos están vinculados a la clase, al status social en el
cual los individuos dependen casi totalmente de las aportaciones y del tipo de
empleo.
Según
Esping-Andersen, en su génesis, el modelo conservador mediante sus programas
sociales de privilegios buscaba la lealtad de los individuos hacía el Estado,
en la competencia que libraba con el movimiento obrero y el poder eclesiástico.
En esta
afirmación se puede hallar un punto de contacto con Rosanvallón, quien
identifica en el proceso de construcción del Estado Providencia-la condición
laica del Estado- pretendiendo reemplazar la incertidumbre de la caridad
religiosa por la certeza de la providencia estatal.
Los otros
dos autores analizados, Hobsbawm y Holloway, se alejan de aquella perspectiva
y tienden a circunscribir la construcción del Estado de Bienestar como un
fenómeno íntimamente vinculado con las políticas económicas keynesianas de
posguerra.
Ambos
coinciden en percibir en el keynesianismo un replanteo en la relación Estado y
mercado, a partir del cual la mayor intervención del aparato estatal en el
estímulo de la demanda y la inversión actuara como mitigadora de las crisis
depresivas del ciclo capitalista.
Sin
embargo en donde uno, Hobsbawm, observa en el keynesianismo-bienestarista
preferentemente un ámbito de compromiso y de resolución de conflicto entre la
patronal y la organización que nuclea al trabajo, el sindicato. El otro,
Holloway aprecia un cambio en el patrón de dominación, un nuevo modo de contener
el poder del trabajo. Es decir que, al capital le es funcional la ampliación
del Estado para institucionalizar a los sindicatos, con el fin de impedir el
hundimiento del sistema capitalista y así poder relanzar el proceso de
inversión.
Tanto
Hobsbawm como Holloway reconocen que la exigencia de un nuevo papel del Estado
surge del indudable fracaso en que se había precipitado el capitalismo del laissez
faire.
La gran
depresión, el fenómeno fascista eran hijos de la frustración de un mercado sin
restricciones que se hacia indispensable reformar ante el peligro comunista.
Sin
embargo allí donde Hobsbawm avizora en este nuevo rol del Estado la
cristalización de una especie de consenso entre izquierda y derecha o entre
liberalismo y socialdemocracia, Holloway percibe un nuevo método de
encauzamiento, de dominación del poder del trabajo en búsqueda del
relanzamiento del proceso de acumulación capitalista.
En la
versión de Keynes, interpreta Holloway, las exigencias de aumentos de salarios
no debía entenderse cómo un peligro a la obtención de ganancias, sino como una
demanda potencial de bienes de consumo. En consonancia con este argumento
Hobsbawm señala que los sectores dominantes en el acuerdo de posguerra
asimilaron aquella interpretación keynesiana y ya no observaban como un
problema la presión por incrementos salariales.
Con un
Estado planificador, en una economía de consumo masivo, pleno empleo y una
seguridad social generosa, los capitalistas estaban dispuestos a mantener altos
los salarios dentro de cierto marco que no restringiera los beneficios, para
proseguir con el proceso de inversión.
Empero,
como se dijo, si bien Holloway reconoce en el diseño del Estado Keynesiano de
Bienestar la institucionalización del poder del trabajo, éste es uno de los
aspectos que explica su construcción. El otro elemento esencial sobre el que se
sustenta el nuevo protagonismo del Estado se halla en niveles capilares del
sistema de producción capitalista: es decir en la propia empresa.
La
organización científica “taylorista” del trabajo y el contrato fordista de “5
dólares al día” configuraron, al decir de Holloway, una estrategia de
diciplinamiento del trabajo a partir del cual poder proseguir con el
funcionamiento de la economía capitalista.
Entonces,
conjuntamente con los nuevos modos de diciplinamiento en las unidades celulares
del sistema, el fascismo, la recesión y la experiencia de la guerra actuaron en
combinación como un cóctel diciplinador del trabajo sobre el cual se hizo
factible la construcción del Estado de Bienestar.
Las
Transformaciones en el Mundo Social
Con
respecto a este tema, quien se refiere de forma más extendida de los autores,
es Hobsbawm. El analiza las transformaciones del mundo social desde la
posguerra como un proceso de creciente individuación de la trama social.
Rosanvallón
desde una orientación de tinte filosófica ubica su análisis en los cambios
axiomáticos de la sociedad contemporanea, donde la igualdad pierde terreno
frente a las exigencias de mayor seguridad.
Holloway
en tanto se circunscribe a los cambios ocurridos en el mundo del trabajo,
enmarcando su análisis desde fines del siglo XIX, donde muestra los intentos
del capital por disciplinar al trabajo.
Por
último Esping-Andersen desde su análisis tripartito del Estado de Bienestar
ubica las transformaciones sociales en lo referido al movimiento de una
sociedad rural a una sociedad urbana de clases medias con gustos elevados en
consumo y al modo en que, en esa transformación, juega un rol protagónico la
alianza de clases en el armado del Estado de Bienestar.
Hobsbawm
y Rosanvallón, reconociendo que analizan las transformaciones sociales desde
matrices teóricas diferentes, igualmente se puede trazar entre ellos puentes de
contactos.
Ambos
autores hablan del proceso de individuación en la trama social, Rosanvallón
comienza con el análisis desde comienzos del siglo XVIII, y Hobsbawm alude a
los cambios producidos durante la segunda posguerra mundial.
Rosanvallón
escribe sobre dos procesos de transformación social.
Uno, el
movimiento de eliminación de las viejas estructuras comunales de cooperación
social en el paso del Estado Protector al Estado Providencia, proceso en el
cual aquel busca reafirmar su legitimidad frente a los individuos con la
pretensión de convertirse en el único proveedor de servicios sociales. Y un
segundo momento, típico de las sociedades modernas donde se debilita el
compromiso social que sustenta el Estado de Bienestar, porque se relativiza un
valor fundamental del mantenimiento del Estado Providencia, el valor de la
igualdad.
La
igualdad pierde fuerza y es reemplazada por la demanda de mayor seguridad en
ciudades globalizadas en permanente riesgo.
Ahora
bien, lo que en Rosanvallón, en términos de mayor abstracción, observa como
disolución de las estructuras sociales y el advenimiento del “individuo”, se
consigue ver en Hobsbawm en la descripción, en términos históricos-sociológico,
del torrente de cambios culturales que sufrió el siglo XX, como constituyeron
la crisis de la familia, la autonomía femenina, los divorcios y la nueva
cultura juvenil.
Lo que en
Rosanvallón se observa como pérdida de vigencia de la igualdad como valor, se
puede trazar paralelos con la difuminación de la identidad obrera que analiza
Hobsbawm en la denominada sociedad de consumo.
Hobsbawm
señala que se debilitan los contornos que definían al sector obrero, en una
escisión entre trabajadores calificados que logran éxito en el mercado y
asalariados manuales y desocupados que forman parte de la nueva subclase o
indeseables que viven de los servicios del Estado.
El
menosprecio por la igualdad de Rosanvallón se roza con la reticencia
que muestran los obreros calificado o las nuevas clases medias de Hobsbawm a
ampliar la financiación de un Estados de Bienestar, que ellos confían soslayar,
para sostener a los indeseables.
Por otra
parte, pero sin salirnos de esta temática, Holloway al igual que Hobsbawm
reconoce la mayor capacidad de consumo de las sociedades de posguerra, aunque
soslaya el proceso de individuación que remarca aquel, y entrevé en los
aumentos salariales un elemento diciplinador de la fuerza de trabajo.
Así,
durante el diseño del Estado de Bienestar de posguerra, el poder obrero es
transformado. La fuerza del trabajo canjea la alineación de las tareas
tediosas, rutinarias de la fábrica por elevados salarios. De este modo el
infierno del trabajo es compensado por el paraíso del consumo.
Holloway
sostiene que desde fines del siglo XIX la creciente organización del trabajo
establecía obstáculos al capital en el control del proceso productivo fabril.
Los
trabajadores calificados producían una progresiva dependencia del capital con
respecto al trabajo.
Los
empresarios se tenían que resignar al ritmo, a la intensidad en que se llevaba
el proceso productivo determinado por el trabajo.
De allí,
la necesidad de pensar una nueva organización en el funcionamiento de la
empresa que suprimiera el poder del trabajo calificado. Este rol lo va a
cumplir la nueva administración científica fordista-taylorista, prevaleciendo
el capital sobre el trabajo, pudiendo viabilizar la continuidad en el
funcionamiento del sistema capitalista.
En tanto,
Esping-Andersen centra su análisis sobre la trama social, en las distintas
coaliciones de clase que se constituyen, en el marco del pasaje de una sociedad
rural a otra urbana, que en definitiva construyen los diferentes tipos de
Estado de Bienestar.
Esping-Andersen
pregona que la clase obrera nunca ha configurado una mayoría electoral por si
misma como para imponer su voluntad durante un lapso prolongado en el tiempo.
Hasta las
postrimerías de la segunda guerra mundial la mayor fuerza política radica en
los sectores rurales, por lo que la condición para la construcción del Estado
Bienestar depende básicamente de lograr la anuencia de tales sectores.
Allí
donde predominaba el pequeño agricultor, sostiene el autor, como en los países
nórdicos, era más factible una alianza con la clase obrera, en comparación
con economías rurales donde era abundante la mano de obra barata como en los
demás Estados centrales de Europa o el sur de Estados Unidos.
De
cualquier manera la ausencia de una coalición roja-verde como en Suecia y
Noruega no implica que no fuera posible la construcción del Estado de
Bienestar.
Allí
donde los sectores rurales se mostraron reticentes a políticas sociales,
bienestaristas, los sectores proletarios apelaron a formar coaliciones de clase
con los nuevos estratos medios de posguerra.
Vinculación
entre Estado y mundo social: crisis del Estado de Bienestar-Keynesiano.
Hobsbawm,
Rosanvallón y Holloway coinciden que a fines de los 60 y comienzo de los 70, en
el Estado de Bienestar prosigue y agiganta sus dimensiones, pero lo que se
quiebra es la ecuación Keynesiana en el funcionamiento del sistema capitalista.
Esping-Andersen
especifica que la duración del Estado de Bienestar dependerá de la fortaleza de
las coaliciones de clase que lo sustentan.
Rosanvallón
sostiene que la ruptura del compromiso keynesiano implica que productividad,
eficiencia económica y bienestar general ya no corren por los mismos
andariveles.
Hobsbawm
señala que se rompe la lógica de funcionamiento desde el principio de
posguerra, basada en aumentos de salarios sostenidos pero siempre por debajo de
la tasa de ganancia, de modo de no recortar los beneficios. El problema radica
que en una economía de pleno empleo y demanda en expansión se hace muy difícil
contener la exigencia de mayores salarios y controlar la inflación de precios.
En tanto
Holloway, afirma que la contención del trabajo keynesiano de salarios altos se
agota frente al resurgimiento de la rebeldía laboral en las fábricas ante un
trabajo tedioso y agotador, que se manifiesta en sabotajes, abstencionismos,
paros espontáneos a nivel de las unidades fabriles.
La crisis
de las políticas económicas keynesianas en realidad es una crisis en el modo
de contención del trabajo.
Tanto en
Hobsbawm como en Holloway se puede percibir que las raíces profundas de la
crisis del sistema financiero de Bretton Woods, la inconvertibilidad del dólar,
el desempleo se pueden hallar en torno al mismo fenómeno social: la
indisciplina.
En
Hobsbawm, la indisciplina es vinculada a la revolución cultural juvenil, al
individualismo posmoderno, y a la crisis de las antiguas convenciones sociales.
Holloway
centrando el problema de la indisciplina en las unidades fabriles que
posteriormente también se trasladará al propio Estado.
Hobsbawm
argumenta que la explosión de la cultura juvenil, montado sobre el Rock, el
sexo libre, las drogas y el deseo infinito de libertad individual trastocó
radicalmente las viejas costumbres y convenciones sociales.
Los
antiguos hábitos, como la disciplina hacia el trabajo, los valores de
obediencia y lealtad, de deberes y derechos pierden sentido en las revoltosas
aguas de satisfacciones individualistas.
Holloway
manifiesta que la rebeldía que manifiesta en el orden laboral se traslada
hacia el propio Estado de Bienestar.
Afirma el
autor que a mayor penetración del Estado en la sociedad, mayor es la conciencia
de pérdida de control social. La expansión del Estado de Bienestar intensifica
la contradicción entre control social y control estatal. De allí el intento de
desarrollar acciones sociales sin la interferencia estatal (en materia de
vivienda, salud, educación, transporte, entre otros).
Este
argumento de Holloway sobre la percepción social del Estado asume coincidencia
con la idea de opacidad de Rosanvallón del sistema estatal en la prestación de
los servicios sociales.
Rosanvallón,
sostiene que el mismo movimiento del Estado Protector hacia el Estado
Providencia implicó la eliminación integral de las estructuras de solidaridad
social, con la pretensión de liberación del individuo.
El Estado
Providencia succiona la solidaridad social y pasa a funcionar como gestor e
intermediario de los servicios sociales en búsqueda de legitimidad. Justamente
son éstos instrumentos de solidaridad mecánica desde el Estado los que se han
vuelto excesivamente opacos y resistidos por la sociedad, porque la solidaridad
social ha perdido visibilidad.
Además,
como se dijo, Rosanvallón plantea que en las sociedades modernas decae la idea
de igualdad, y ésta es reemplazada por el deseo de diferencia.
De esta
forma, se articulan distintos grupos sociales de presión en el seno del Estado
Providencia, dando como resultado la aparición de un Estado con nuevas
características, un Estado Clientelar que se edifica en la misma matriz de
Estado Providencia.
Esta idea
de Estado Clientelar, al que se refiere Rosanvallón, se parece bastante al
modelo corporativo-conservador, que se describió, de Esping-Andersen.
En tanto
se puede pensar la idea de Hobsbawm de la escisión social, en que las nuevas
clases medias se provee de los seguros sociales privados y los sectores obreros
y marginales se sustentan del Estado de Bienestar con el modelo
Liberal-residual de aquel.
Empero,
estas coincidencias se difuminan en lo referido a las posibilidades de
permanencia del Estado de Bienestar.
Mientras
Hobsbawm, Holloway y Rosanvallón poseen una perspectiva sombría sobre el Estado
de Bienestar, Esping-Andersen afirma que las perspectivas de futuro del Estado
de Bienestar están vinculadas a la lealtad de las coaliciones de clase que lo
articulan.
De este
modo, el modelo escandinavo y el tipo conservador han conseguido forjar lealtad
de lo nuevos sectores medios. El primero incluyéndolos en un lujoso sistema de
servicios sociales ajustados a los gustos y capacidades de consumo del tal
sector. El segundo readaptando sus tradicionales mecanismos y privilegios
corporativos.
En tanto
el tipo anglosajón conserva los rasgos residuales de su política social,
consagrando y extremando el dualismo entre las clases.
De esta
forma, si bien el tipo liberal-residual a logrado la anuencia de un sector de
la sociedad, éste es un estrato minoritario de la población, siendo
políticamente irrelevante ante una población conformada en su mayoría por
clases medias reticentes a ampliar y sostener los servicios sociales
públicos.
Conclusiones
Atendiendo
y reconociendo la especificidad de cada autor en el análisis del Estado de
Bienestar se pueden igualmente identificar ciertas coincidencias y divergencias
según el eje temático que se considere.
En lo
referido al origen y expansión del Estado de Bienestar es posible trazar
cierta línea convergente entre Rosanvallón y Esping-Andersen.
El
primero, ubicando lo que el denomina el Estado Providencia como una
continuación del Estado Moderno “Protector”, proceso en el que se suprimen las
estructuras sociales de cooperación reemplazado por un mercado individualizado.
El
segundo, señalando la existencia previa del mercado como condición para la
actuación del Estado en su función desmercantilizadora.
En tanto,
Hobsbawm y Holloway se alejan de aquella perspectiva circunscribiendo el
nacimiento del Estado Bienestar durante la segunda posguerra mundial con la
aplicación de la formula keynesiana.
Igualmente,
ambos autores consideran que el Estado de Bienestar en toda su dimensión y
expresión se expande a fines del los sesenta y principio de los setenta en
momentos que el compromiso keynesiano comienza a palidecer.
El
aumento del gasto público se produce para mitigar los problemas sociales que
surgen del agotamiento keynesiano.
En lo que
se refiere a las transformaciones del mundo social Rosanvallón y
Hobsbawm, desde una percepción filosófica uno, en términos
sociológicos-históricos el otro, aluden al proceso de individuación de la trama
social.
La idea
de perdida de vigor de la igualdad como valor de Rosanvallón y la búsqueda de
diferenciación de los distintos sectores sociales también logra puntos de
contacto con lo que Hobsbawm llama la difuminación de la conciencia obrera y la
aparición de clases medias que se despegan de los obreros manuales en la
escala social.
En lo
concerniente a la vinculación del Estado y mundo social, Esping-Andersen
en su análisis tripartito del Estado de Bienestar, el Estado corporativo, se
parecen bastante al nuevo Estado Clientelar de Rosanvallón. A si mismo el
modelo Liberal-residual del catedrático de Florencia, asume similitud con la
nueva estructuración social de Hobsbawm conformada por clases medias que poseen
éxito en el mercado y obreros manuales que se sustentan en el Estado.
Por
último en lo concerniente a la percepción de permanencia del Estado de
Bienestar, Hobsbawm, Rosanvallón, y Holloway perciben su agotamiento a partir
de la crisis del compromiso Keynesiano durante los años setenta. En tanto,
Esping-Andersen señala que la subsistencia del Estado de Bienestar depende de
la lealtad de las coaliciones de clases que lo conforman.
Holloway y
Hobsbawm encuentran como uno de los factores explicativos centrales de la
crisis el fenómeno de la indisciplina. El primero lo vincula estrictamente a
la rebeldía laboral, en tanto Hobsbawm remite el problema de la indisciplina
como parte del proceso de individuación de la trama social en la denominada
sociedad de consumo.
Asimismo,
Holloway y Rosanvallón coinciden que la creciente opacidad del Estado en la
provisión de los servicios sociales, suscita desconfianza, por así decirlo,
desde la sociedad civil hacia el Estado.
Bibliografía
-Gosta
Esping-Andersen, Los tres mundos del Estado de Bienestar, Valencia,
Edicions Alfons El Magnanim,1993.
-Pierre
Rosanvallón, La crisis del Estado providencia, Madrid, Editorial
Civitas,1995.
-John
Holloway, “Se abre el abismo. Surgimiento y caída del Keynesianismo”, en John
Holloway Marxismo, Estado y Capital. La crisis como expresión del poder del
trabajo Buenos Aires, Fichas Temáticas de Cuadernos del Sur, 1994.
-Eric J.
Hobsbawm, Historia del siglo XX. Barcelona, Crítica, 1995.
*Licenciado
en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Estudios
de posgrado en “Ciencia Política y Sociología” en la FLACSO y “Especialización
en Procesos Políticos Latinoamericanos” en la CLACSO. Actualmente docente en
las carreras de Periodismo y Comunicación Social de la Facultad de Humanas de
la Universidad Nacional de San Luis (UNSL).Correo electrónico:
forli3@yahoo.com.ar. Telefono: 2657-626681