Revista Nº50 "LITERATURA"

 

 

De la retórica de lo político a la estética del desgaste en El Gran Burundún-Burundá ha muerto de Jorge Zalamea

 

 

Brahiman Saganogo

Universidad de Guadalajara

 

 

Resumen: el presente trabajo es un estudio analítico de El gran Burundún-Burundá ha muerto del escritor colombiano Jorge Zalamea. Dicho de otra manera, se trata de un acercamiento a este relato desde la perspectiva de una estética del desgaste mediante la construcción discursiva de estrategias retóricas y la combinación de signos lingüísticos.

Palabras clave: Jorge Zalamea, El gran Burundún-Burundá ha muerto, estética, desgaste, desintegración, lo político.  

 

From the rhetoric of politics to the aesthetics of wear and tear in El gran Burundún - Burundá ha muerto by Jorge Zalamea

 

 

Abstract: This paper is an analytical study of El Gran Burundún-Burundá ha muerto by Colombian writer Jorge Zalamea. In other words, it approaches this story from the perspective of an aesthetics of erosion through the discursive construction of rhetorical strategies and the combination of linguistic symbols.

Keywords: Jorge Zalamea, El Gran Burundun-Burundá ha muerto, aesthetics, erosion, disintegration, the political.

 

 

La estética en tanto que ciencia o arte de juzgar, es desde otro punto de vista, una disciplina relacionada con lo bello mejor dicho, ciencia que ayuda a contemplar el arte, a comprender el mensaje que vehicula la obra de arte, y a vislumbrar su significado y su valor estético.

Entre las múltiples categorías estéticas que puedan existir en El gran Burundún-Burundá ha muerto, objeto de nuestro estudio, la secuencia principal del título del trabajo: “El desgaste como estética […]” y aun, el propio título por completo, debe comprenderse como la percepción de la obra que puede ser vista en la decadencia y el desgaste. Esta consideración trata de mostrar el poder de las fuerzas del desgaste que van convirtiendo el relato en un objeto estético mediante significantes textuales y argumentos retóricos a tenor de estrategias políticas de manipulación.

Por “la retórica de lo político a la estética del desgaste en El Gran Burundún-Burundá ha muerto de Jorge Zalamea”, se entiende en el contexto de esta obra, a partir de la presencia de componentes narrativos en degradación y en decadencia, unos componentes percibidos como residuos causados por los acontecimientos tales como la muerte, la masacre, los personajes víctimas del engaño, la sociedad en descomposición, los espacios y las ciudades vacías (sin vida) y monótonas, el nihilismo, la decadencia política y económica, y el desgaste en la naturaleza y en los espacios.

Desde esta perspectiva, se cuestión de ir poniendo de realce, la construcción sobre el desgaste a través de los signos que lo ilustran. Así es como, nuestra propuesta versará sobre la visión del desgaste tomando en cuenta tres aspectos fundamentales: el desgaste del ser humano, la desintegración social y la decadencia en la naturaleza y los espacios, precedido por una revisión argumentativa de la retórica de político como detonador de aquel desgaste.

1. Sobre el argumento esencial de El gran Burundún-Burundá ha muerto

En el relato de El Gran Burundún-Burundá ha muerto, se trata esencialmente, de una parodia en la que se ficcionaliza la entrega que hizo del poder el Dr. Laureano Gómez encarnado en el personaje el gran Burundún-Burundá, al Dr. Urdaneta Arbeláez (Presidente de la República Colombiana de 1951 a 1953). El argumento de base enseña que durante el desfile de entierro, el narrador describe al personaje el Gran Burundún-Burundá insistiendo en su maquinaria represiva y sus derivados de violencia y restricción de libertades públicas -sobre todo de expresión-, y fustigando con los más crudos y fuertes epítetos a los colaboradores o aduladores del “Gran Extirpador”. Así, van en el cortejo el Canciller, los militares, las demás autoridades, los abogados, los caciques políticos, las centrales obreras, los sindicatos, los periodistas, las asociaciones pías y el clero. Pero al llegar al cementerio, luego de hacer los ritos tradicionales, la sorpresa es grande cuando al destapar el ataúd de plomo para dar el último adiós al cadáver de el gran Burundún-Burundá, se encuentra ahí, “un gran papagayo, un voluminoso papagayo, todo henchido, rehenchido y aforrado de papeles impresos, de gacetas, de correos de ultramar, de periódicos, de crónicas, de anales, de pasquines, de almanaques, de diarios oficiales” (Jorge Zalamea, 1989: 136). Considerada como una alegoría del poder absoluto y despótico en sus formas y características más brutales y monstruosas, esta obra es arrancada en dos planos narrativos: por una parte, su autor relata y describe el vasto y pomposo cortejo fúnebre que acompaña al muerto de la basílica al cementerio; por otra, remonta hacia atrás para informar sobre las andanzas y peripecias de el gran Burundún-Burundá hasta su llegada al poder y luego, sobre sus demoníacas maquinaciones.

2. La retórica de lo político en el objeto de estudio

En la presente obra, el narrador y sujeto discursivo recurre al arte de la retórica para persuadir a su auditorio procediendo de distintas maneras. En otros términos, ése se vale de recursos o estrategias de manipulación del habla como propaganda y desinformación.

En efecto, en cuanto a la desinformación, ésta resulta ser una acción que consiste en hacer validar por un auditorio-receptor -al que se pretende engañar-, la realidad del locutor-destinador-emisor, sujeto del acto locutorio, haciéndole creer como si fuese una información verídica.

La destreza técnica del acto de desinformación del sujeto discursivo descansa en un mecanismo que consiste en trastornar la información en otra supuestamente, verdadera y aparentemente, creíble, para guiar la acción del receptor. Pues, se trata de un juego de verdad o un juego sobre las apariencias.

Por otra parte, la desinformación como técnica de manipulación de parte del sujeto del discurso, resulta ser una actitud de construcción de signos de una supuesta verdad o de verdad relativa, un procedimiento que apunta persuadir al auditorio en un momento preciso en el cual dicho auditorio pudiese dudar de la realidad. Además de este recurso a la desinformación, el agente del discurso apela a la propaganda política como otra técnica al servicio de la manipulación.

En cuanto a la esencia y al funcionamiento de la propaganda política, Jean-Marie Domenach (1955) señala que ésa se resume en cinco reglas y técnicas: “regla de simplificación y del enemigo único […], regla de exageración y desfiguración […], regla de orquestación […], regla de unanimidad y de contagio […] (pp. 52-69)”. Cinco reglas que no sólo se basan en la repetición del mensaje sino que provocan la sonificación, la desfiguración del individuo y el contagio del receptor del mensaje.

Por eso es por lo que la técnica de manipulación se centra en la desviación de las normas ordinarias del habla democrático-argumentativa y según Philippe Bréton (2000), en “una versión diabólica del lenguaje” (p. 72). De cierta manera, esta técnica se justificaría por la existencia de una contienda de ideas entre el sujeto del discurso y el auditorio, contienda desde su inicio, a favor del autor del discurso dado que suprime cualquier posibilidad de elección del receptor dejándolo psicológicamente, abatido (mudo). 

Al recurso de habla como estrategia, es necesario señalar, la técnica de la manipulación de las pasiones. Respecto a dicha técnica, conviene mencionar que ésa consta de los recursos a los sentimientos, las seducciones demagógicas y de estilo, la manipulación por medio de la claridad, la estetización del mensaje del amalgama pasional y de la repetición.

En efecto, el sujeto discursivo recurre constantemente a los sentimientos cuando crea la ilusión o sea, cuando da la impresión de que está dentro del mensaje o está representado en el mensaje -pasándose un tanto por autoridad-, haciendo caer el peso del mensaje en el auditorio por medio del uso estratégico de su propio mensaje con objeto de persuadir. De modo que no busca decir verdad sino que convencer. Lo que hace de su acto (el recurso a los sentimientos), una estrategia de engaño o de dar la vuelta.

Respecto a la seducción demagógica como acto de manipulación, es de señalar que a través de ésa, el sujeto se declara demagogo o como el que quiera convencer de que lo que dice y hace como si fueran los mejores, por eso, da que conocer y da que creer ante el auditorio. Por eso, recure durante su labor demagógica a un léxico bastante político y ambicioso, y a una sintaxis lógica en su forma y no en su contenido.

Por otra parte, la retórica de lo político consta de una seducción a través del estilo. Por este modo operatorio de manipulación, el personaje-locutor se vale de un número determinante de fórmulas de choque para lograr el hablar bien con objeto de sustituir el argumento.

En cuanto al recurso a la claridad, es de señalar que ése está relacionado con la claridad del estilo a través de la concisión, a la estetización del mensaje mediante el arreglo especifico de la forma  mejor dicho a la sintagmatización del mensaje. El amalgama pasional no es más que aquel procedimiento que consiste en manipular el mensaje o sea, asociándolo a verdad opuestas. Por fin, la manipulación cognitiva o la del contenido cognitivo del mensaje. Este tipo de manipulación se basa en la distorsión de la lógica del mensaje, los falsos silogismos y en el carácter ilógico de los argumentos.

Respecto a la retórica de lo político presente en el corpus, citamos a guisa de ilustración, lo siguiente:

Si las bestias son más dóciles y más felices que los hombres, es porque no participan de la maldición de la palabra articulada. Si se quiere, pues, hacerles dichosos y mansos, es menester extirpar de sus costumbres la más vana y peligrosa: la de hablarse entre sí, la de comunicarse sus cobardes temores, sus ineptas imaginaciones, sus torpes ideas, sus enfermizos sentimientos, sus engañosos sueños, sus inciertas aspiraciones, sus imperdonables quejas y protestas, su torpe sed de amor. […]  Pero fue indiscutible el triunfo de su palabra: uno cualquiera entre los innumerables días de la vida, todo en torno de Burundún, fue escombro […] (Zalamea, 1989: pp. 105-106, 104)[1].

 

3. La retórica de lo político a tenor de la estética del desgaste

3.1. El desgaste del ser humano.

En El Gran Burundún-Burundá ha muerto, aparecen fuerzas degradantes que actúan contra los seres humanos destruyendo tanto su cuerpo como sus natures emocionales y espirituales. Comenzaré con la mentira en tanto que hecho que ha provocado miseria, negación de sí mismo, angustia y casi la no-vida. La mentira en la obra, se manifiesta en los discursos de Burundún-Burundá. Así podemos leer los argumentos declarativos que siguen:

 

Si las bestias son más dóciles y más felices que los hombres, es porque no participan de la maldición de la palabra articulada. Si se quiere, pues, hacerles dichosos y mansos, es menester extirpar de sus costumbres la más vana y peligrosa: la de hablarse entre sí, la de comunicarse sus cobardes temores, sus ineptas imaginaciones, sus torpes ideas, sus enfermizos sentimientos, sus engañosos sueños, sus inciertas aspiraciones, sus imperdonables quejas y protestas, su torpe sed de amor. (pp. 105-106).

 

El Programa Narrativo (PN) mencionado aquí en términos de haceres-saber basado en la persuasión, a pesar de ser decires falsos, consiguió provocar un deterioro moral dado que enseguida, incitó al creer. Así, la palabra articulada presentada como una “maldición”, a pesar de ser en realidad y una facultad humana importante, plantea la necesidad de un rechazo o de un abandono. El abandono de la palabra articulada tan sugerido, causa en los personajes un efecto desgastante por el simple hecho de que paraliza los órdenes social, físico y mental. Nadie escapa a la desgracia provocada por el engaño, ni los súbditos, ni el gran Burundún-Burundá.

El desgaste no sólo se establece en el cuerpo humano, sino que ocupa otras partes menos visibles de la vida destruyéndolos, tales como las emociones y los afectos. Es este tipo de desgaste el que sufre el gran Burundún-Burundá cuando llega a perder “la palabra articulada” ante sus súbditos tras abolirla. Por lo que se ha de afirmar que posiblemente y de manera apocalíptica, la venganza resulte ser la otra forma donde el dolor, la pesadumbre, la angustia y el aniquilamiento del otro, se revelan y aceleran la necesidad de justicia:

 

 Pero fue indiscutible el triunfo de su palabra: uno cualquiera entre los innumerables días de la vida, todo en torno de Burundún, fue escombro. El gorgojo había carcomido la viga maestra de la fe y derrumbado la casa ante el estólido asombro de quienes no se percataron –ni en el sueño ni en la vigilia- de los minúsculos chasquidos, del arenoso desmoronamiento, del rechinante espolvoreo, del apenas crepitante desmigajarse del alma de la madera. […] Pero no. No hay parangón posible. Pues en toda maldad, en todo vicio, en todo crimen laten una pasión, una ambición, un extraviado deseo de que las cosas cambien, de que la vida cambie. Y en Burundún sólo resollaba un resentimiento: su balbuciente furor de tartamudo. Pues todo reformador es parto de sus propios vicios. (pp. 104-105, 113).

 

Los pasajes textuales arriba citados ilustran la sanción que ha resultado de los hacres-saberes de el gran Burundún-Burundá y del cumplimiento de los mismos. Si la pérdida de la palabra articulada es el recorrido pasional de mayor intensidad en este relato, el contrato preveía también que el sujeto discursivo el gran Burundún-Burundá, por el solo hecho de ser humano, llegara a ser tartamudo. Así es como, el enunciador en la obra sale en busca de argumento para consolar y vengar, por una parte, y por otra parte, invita a que volvamos a ir de un comienzo común hacia un principio común. El anhelo de venganza, como fuerza justa, parcial y decadente, se va introduciendo en todo y de esa venganza, nace el deterioro del personaje el gran Burudún-Burundá.

La función deteriorante de la venganza se conjuga con el recuerdo de un pueblo engañado, torturado y herido psicológicamente por su dirigente sediento de poder y de autoridad, a través de silogismos confusos. Además, la venganza trajo una especie de esperanza de re-establecimiento del orden perdido y del mal tiempo vivido, por eso, surge como algo positivo y pretexto de alabanza y de honor. Al respecto leemos: “[…] el Reformador es hijo de sus propios vicios. […] Los grandes reformadores suelen ser hijos de sus propios vicios. […] Pues todo reformador es parto de sus propios vicios” (pp. 101, 103, 113). Secuencias de tipo paremiológico tal el compendio de un estado mórbido del espíritu humano en descenso, aun de un espíritu desilusionado emocionalmente; y víctima “de sus propios vicios”.

La voluntad del gran Burudún-Burundún de abolir la palabra articulada entre los humanos, resultó vana e inalcanzable. Dicho intento de abolición de la palabra en tanto que acto nihilista, resultó ser la causa de la decadencia de este personaje. Como nihilista, el gran Burudún-Burundún está convencido de que cualquier decir-hacer y cualquier decisión unilateral, carecen de sentido y terminan en la nada puesto que suelen toparse con el orden social naturalmente, establecido. De donde la tonalidad, la binariedad y la frecuencia con las que aparecen las frases: “Los Grandes reformadores suelen ser hijos de sus propios vicios / Pues todo reformador es parto de sus propios vicios”. (pp. 101-105, 113).

El desgaste causado por el carácter nihilista de el gran Burudún-Burundún, ha suscitado miedo, toma de conciencia y arrepentimiento. En efecto, se arrepiente de sus actuaciones y dichos en otra época en detrimento de otros seres. Pues, ante la imposibilidad de curarse del desgaste, sus esfuerzos quedan como un deseo y en un intento. Por eso es por lo que el deterioro, la toma de conciencia y, sobre todo, el arrepentimiento son en fin de cuentas, lecciones impuestas a sus haceres, y finalmente, el relato no es más que una ilustración de esta situación de retorno: el gran Burudún-Burundún, al proclamar la abolición de la palabra, luego, se queda tartamudo.

En resumidas cuentas, el relato pone fin a la idea de personalidad como ser unitario portador de autoridad. Consciente de la finitud del ser humano y su pertenencia a un ser supremo, se niega a el gran Burudún-Burundún, la posibilidad de ascender a una infinitud, de este modo, el desgaste acaba por ser un desgaste recíproco.

Por último, la muerte y la metamorfosis del personaje, son recursos que reiteran disolución, alteridad de identidad, precariedad de la personalidad del hombre como individuo limitado a una forma y sujeto a la alternancia de relaciones de cambio y desintegraciones que no domina ni controla.

3.2. La desintegración social.

A lo largo del relato de El Gran Burundún-Burundá ha muerto, aparece evidente la descomposición social por entre una sociedad cuyos individuos (personajes) viven en condiciones miserables de servidumbre, indeterminación y de dominación promovidas y ejecutadas por los centros del poder. En realidad, se trata de un mundo donde existen decisiones unilaterales que obligan a las personas a estar al borde del abismo, de la nada y de la ignorancia.

La condición decadente de algunos personajes sirve para mantener la conservación de otros y de su régimen, tal es el caso de los agentes de las fuerzas armadas de el gran Burundún-Burundá, quienes a través de su apariencia tanto física como moral, en el ejercicio de su deber, dejan ver el deterioro de su propio ser:

 

 Sus Zapadores tenían por rostro una atrufada jeta de cerdo, sin otros ojos que la ciclópea pupila de neón que iluminaba, sórdida, la visera del casco. […] Por obra de minuciosa selección, los rostros de los Territoriales eran idénticos entre sí, como cabezas intercambiables: grandes peras sin gracia, lívidas y pecosas; con ojos planos, incoloros y acuosos, como dos leves magulladuras. […]. De sus ajadas […]. La Policía Urbana y Rural] ropas se desprendían –con cierta nauseabunda regularidad- vaharadas de moho y gasolina, de sudor y de semen, de caries y frías flatulencias, de papel sellado y resobada miga de pan […]. (pp. 84-85, 86-87, 92, 93).

 

Son los agentes de represión al servicio de el gran Burundún-Burundá, los más comprometidos con la maldad y los menos compasivos. Con sus facciones bestiales, aparecen como los seres más horripilantes y los más deteriorados. A través de su retrato, uno se da cuenta de que están sufriendo deterioros físicos y morales por presentar características animales. Además, se dedican también a oprimir a sus semejantes distinguiéndose desde entonces, por su deseo de destrucción y aniquilamiento.

Por otra parte, la desintegración social se hace aún más notoria por medio del deterioro político de la sociedad.

En efecto, la manera con la que se narra el poder, deja entrever un desgaste político en la sociedad eso, debido al engaño, la mentira, la violencia y la tortura.

El mundo que se describe en el relato es un universo de desgaste en plena decadencia política. Las fuerzas armadas de el gran Burundún-Burundá, encargadas de mantener el “Nuevo Orden”, mediante el uso de la violencia, nos hace pensar -del punto de vista de la realidad social-, en el surgimiento de la violencia en Colombia, tras el asesinato del líder liberal Jorge E. Gaitán el día 9 de abril de 1948, fecha a partir de la cual se instala la violencia en aquel país, en todas partes: las fuerzas armadas deambulan por todos lados, las matanzas se generalizan, las calles están desiertas, las poblaciones desamparadas, la soledad, la angustia y el miedo van creciendo, haciendo la atmósfera cada vez más podrida. Los siguientes pasajes textuales evocan implícitamente dicha realidad:

 

Entonces el caballo se irguió […] y se echó a andar, por la avenida más larga y más ancha del mundo, hacia la ciudad abandonada por entre los carros, los camiones, los vagones, las carretas colmadas de cosas, de innúmeras cosas sin dueño”. (pp. 51, 59-60, 139).

 

En este mundo o en esta categoría ficcional en deterioro, la vida como voluntad de poder, se manifiesta a través de un caballo errante. El narrador quisiera mostrar por ahí, que aquella voluntad de poder en deterioro no sólo genera más desorden sino que reproduce su propio desgaste. El deterioro del poder se hace más palpable en los fines trágicos de el gran Burundún-Burundá y en la incapacidad del ejército de matar a la gente, cuando ésta se puso a dispararles:

 

Peor espanto aún: más desconcertante mixtificación: más extravagante misterio: sus balas alcanzaban a las gentes que huían saltando sobre las tumbas, escondiéndose tras las tumbas, tras los cipreses, saltando, huyendo, escondiéndose y recibiendo –esto era lo insoportable- las balas en sus espaldas, en sus hombros, en su corazón, sin que manase de sus heridas otra cosa que un agua chirle…Era como si disparasen contra las altas fantasmas grises del sueño, o contra muñecos de aserrín, como si disparasen en una feria…no mataban a nadie, no moría nadie. El mundo todo no era ya de sangre sino de agua chirle […] (p. 138).

 

La cita arriba señalada insiste en el deterioro del poder político absoluto y los efectos que éste produce en el ser humano. La fascinación por la historia y el poder decadente constituyen la suma de los motivos de la narración de los días más sombríos de la existencia socio-política de aquel mundo y por metonimia, de los de Colombia.

        Más allá de la decadencia socio-política, es de cierta manera, la presentación implícita de una visión del desgaste que se adueña de algunas estructuras económicas, un  desgaste económico se evidencia en lo que sigue:

 

Entonces el caballo se irguió de nuevo sobre sus patas traseras, agitó alegremente las crines, mostró los anchos dientes en su muda sonrisa y echó a andar, por la avenida más larga y más ancha del mundo, hacia la ciudad abandonada por entre los carros, los camiones, los vagones, las carretas colmadas de cosas, de innúmeras cosas sin dueño. (p. 139).

 

En efecto, son la caída del poder, el desorden y la masacre los que contribuyeron al debilitamiento del el orden económico, y por añadidura, convirtieron los lugares habitados anteriormente, en espacios vacíos y abandonados, y por consiguiente, en aquellos lugares, la presencia del caballo, el silencio y la soledad que se desprenden, dan una impresión clara de la no-vida y, de la ausencia de actividades económicas.

4. La naturaleza y los espacios decadentes

El relato es también la narración un desgaste notorio de la naturaleza y los espacios:

 

Pero antes de describir esta marcha, esta marcha triunfal y fúnebre, hay que decir –para que toda la verdad resplandezca- que también la naturaleza se halla de luto. […] (La verdad histórica nos obliga a anotar aquí una inconveniencia: tan repentino, estruendo y catastrófico fue el derrumbamiento de la casa que el propio Burundún –su demoledor- tuvo un momento de pánico.) […] Entonces el caballo se irguió de nuevo sobre sus patas traseras […] y echó a andar, por la avenida más larga y más ancha del mundo, hacia la ciudad abandonada por entre los carros, los camiones, los vagones, las carretas colmadas de cosas, de innúmeras cosas sin dueño. (pp. 84, 104-105, 139).

 

El narrador extradiegético presenta a la naturaleza, los espacios, las calles, las ciudades y a los medios de transporte deteriorados y en proceso de caducidad. Desde el punto de vista espacial, el nivel diegético se cumple en buena parte, en Colombia donde, debido a los enfrentamientos armados, el país se ha precipitado en el mundo del terror que se ha extendido en las selvas y en las sabanas, en las calles y, sobre todo, en las grandes avenidas bogotanas. Desde entonces, la espacialidad de la obra no se encuentra fuera de los procesos de desgaste, además colabora en el afán de decadencia que produce en los objetos, los individuos y en los espacios naturales y artificiales.

La secuencia “la naturaleza se halla de luto” (p.108), muestra la faz terrible de la propia naturaleza, una naturaleza deteriora que daña y acelera el malestar de sus habitantes. En fin, la soledad de la “avenida más larga y más ancha del mundo” (107) y “la ciudad abandonada” (p. 108), con sus elementos “sin dueño” (p.109), provocan no sólo una toma de conciencia del desgaste y la desaparición de toda una vida activa, sino que confirma la preocupación generalizada por la decadencia de todo lo que existe y del orden divinamente establecido.

En conclusión, el deseo de mostrar uno de los aspectos más relevantes de la narrativa de Jorge Zalamea, ha llevado a considerar y a analizar algunos componentes negativos suscitados por la construcción argumentos retórico-lingüísticos propios de la manipulación política, que configuran el macrouniverso social mostrando una condición de corrosión y aun, de deterioro en los seres, los sistemas económicos y políticos, en la naturaleza y en los espacios.

Aquellas imágenes negativas son las que constituyen la plenitud narrativa como medio que transmite lo bello y lo estético, rebasando o convirtiendo, gracias a la capacidad intelectual de Zalamea, lo feo, lo horrible y lo desgastado.

Bibliografía

BREON, Philippe (200). La parole manipulée. Paris : Éditions La Découverte  / Syros.

 

Domenach, Jean-Marie (1955). La propaganda política. Trad. Horacio de Lenos. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires.

 

ZALAMEA, Jorge (1989). El Gran Burundún-Burundá ha muerto. Bogotá, Arango Editores.

 



[1] Citamos bajo esta editorial y consignamos las páginas al interior del trabajo.