El
Fascismo: interpretaciones*
Por:
Mauro Forlani*
Resumen
El
presente trabajo relaciona los argumentos de cinco especialistas
sobre el fenómeno del fascismo. Ellos son Eric Hobswam, José Luis Romero, Renzo De Felice,
Karl D. Bracher, y Ernst Nolte.
El tema
gira en torno a 4 ejes 1) fascismo: concepto, extensión, contenido
ideológico 2) causas y condiciones que posibilitaron el fascismo 3) el
fascismo como fenómeno revolucionario/ contrarrevolucionario 4) fascismo
y clases sociales.
A través
de estos ejes se analizan las divergencias y coincidencias entre
los autores sobre esta temática especifica.
Abstract
This work makes connections among
the arguments by specialists Eric Hobswam, José Luis Romero,
Renzo De Felice, Karl D. Bracher and Ernst Nolte on the phenomenon of fascism.
The topic deals with the following points: 1) fascism: concept,
extension, ideological content; 2) causes and conditions that made fascism
possible; 3) fascism as revolutionary / counter- revolutionary phenomenon, 4)
fascism and social classes. Taking these issues into account, divergences
and coincidences among these authors are analyzed in relation to this
specific topic.
Fascismo:
concepto, extensión, contenido ideológico.
Según el
autor que tomemos, el concepto de fascismo posee cierta rigidez o flexibilidad
en su extensión dependiendo de los criterios o categorías de análisis de cada
escritor en el estudio del fascismo.
Eric
Hobsbawm asume un contenido amplio del fascismo en comparación con los demás,
ampliando el concepto desde Italia y Alemania a otros movimientos de
características fascistas, como el de Hungría y Rumania. En el otro extremo, en
cuanto a la extensión del concepto, Bracher y Nolte, por diferentes motivos y
justificaciones, circunscriben el fascismo al caso italiano. Uno, por
restringirlo a una variante del totalitarismo junto al nacionalsocialismo y al
comunismo soviético, el otro por observar en Italia y Alemania regímenes
totalmente distintos, donde éste último en el pensamiento de Nolte, configura
un régimen específico, original, nunca visto por su componente racial de
purificación antisemita.
Romero,
en tanto, apela al concepto de nazi-fascismo refiriéndose indistintamente a los
fenómenos políticos liderados por Hitler y Mussolini.
Renzo De
Felice en términos generales sostiene que el fascismo fue una manifestación política
-social típicamente europeo de entre guerra, pero lo que él define como
fascismo verdadero lo remite a los casos de Italia y Alemania por una
característica esencial que lo distingue de los demás modelos totalitarios y
autoritarios: la presencia de las clases medias.
Volviendo
a Hobsbawm, él también ratifica la importancia de las clases medias como
elemento constitutivo del fascismo, pero a diferencia de Renzo no las ubica
como centro teórico de su análisis, sino conjuntamente con otros caracteres del
fascismo.
Hobsbawm
distingue al fascismo como la fuerza activa de la oleada reaccionaria de
derecha en la Europa de entre guerras.
En el
plano ideológico, el autor identifica en el Fascismo un cóctel de valores
antiliberales, antidemócratas, antiproletarios y antirracionalistas, que sin
embargo afirma Hobsbawm no eran novedosos e inherentes al fascismo. Con
anterioridad de 1914 habían existido movimientos nacionalistas de ultraderecha,
pero que con aquel resurgieron en el siglo XX de la mano de la moderna
tecnología de masas.
Digamos
que, Romero, si bien no teoriza demasiado con respecto a este tema, coincide
con Hobsbawm en los atributos axiomáticos, valorativos e ideológicos del
fascismo.
Renzo De
Felice, montando al fascismo sobre las clases medias, observa en él una
combinación de valores propios de aquellas. En otras palabras: el fascismo como
fenómeno político-social mezcla en su expresión elementos viejos, conservadores,
del pasado y elementos nuevos de la moderna sociedad de masas. Constituyó un
movimiento que fluctuaba entre una actitud conservadora frente a los sectores
obreros y de rebeldía manifiesta frente a la gran burguesía.
Nolte,
como se dijo, en el marco de lo que él denomina guerra civil europea, separa
tajantemente al nazismo del fascismo italiano, ubicando aquel en un rol
protagónico antagónico al partido de la desobediencia civil, al comunismo
soviético.
En Nolte
es el apoyo de la teoría antisemita y biologicista lo que provee al nazismo de
un contenido ideológico hasta ese momento histórico, original, de carácter
innovador, totalmente desconocido.
Bracher,
restringe también el fascismo al caso italiano, pero ubicado en una matriz
común de modo conjunto al nacionalsocialismo y al comunismo soviético.
Según
Bracher, estos regímenes más allá de las diferencias de naturaleza ideológica
que pudieran presentar y de las particularidades históricas nacionales, son
todos ellos por excelencia sistemas políticos totalitarios. Sistemas que
durante el siglo XX produjeron y reprodujeron semejantes métodos de opresión,
dominación y manipulación.
El autor
identifica en la misma vitrina, desenmascarado del tapiz ideológico, tanto al
fascismo, como al nazismo y al comunismo. Regímenes que ejercen un control
total en la vida social y privada de los individuos. Arrasan por igual con los
valores democráticos y los derechos individuales del hombre.
Ahora
bien, en este marco, no es que en Bracher la cuestión ideológica carezca de
importancia. La ideología oficial de la cual se nutre cada régimen-ya sea
fundada en la exaltación de la nación, en la pureza arias o en el hombre nuevo
del socialismo-cumple la función abarcadora de una politización total, de una
integración de los ciudadanos en una comunidad del pueblo, superando y
suprimiendo toda escisión de grupos o de clases.
El autor,
a diferencia de otros, como Hobsbawm y Romero que en buena medida observan en
el fascismo un resurgimiento de valores reaccionarios y conservadores
anteriores aún al nacimiento del siglo veinte, identifica en los totalitarismos
una construcción ideológica ciertamente innovadora, que abomina del pasado y proyecta
expectativas quiliásticas del futuro.
Causas
y condiciones que posibilitaron el Fascismo
Desde sus
diferencias y sus especificidades teóricas al abordar el problema, los autores
coinciden, en términos generales, en considerar al fascismo como un producto de
la crisis de posguerra (1).
Dependiendo
del espectro teórico con que se visualiza los hechos, cada uno acentúa en
alguno o algunos de los aspectos críticos, del período de entre guerra, que
posibilitaron el nacimiento del fascismo.
De tal
modo, por ejemplo, Hobsbawm, en las condiciones que hicieron factible la
aparición del fascismo, enfatiza la importancia de los elementos
institucionales y económicos( la gran depresión del ‘30 y el sumergimiento de
las estructuras representativas-liberales), mientras Romero incluso
considerando estas cuestiones, remarca los rasgos culturales, inmiscuyéndose en
los problemas existenciales e ideológico de los individuos o diversos grupos
que obtienen raigambre con anterioridad aún del deterioro institucional de
posguerra.
Renzo no
huye a estos análisis, pero enmarcado siempre en el protagonismo de las clases
medias. En tanto, Bracher, aun sosteniendo que el fascismo, como parte de la
experiencia totalitaria, es una manifestación de la crisis política y
socio-económica de posguerra, hace particular hincapié en afirmar que los
totalitarismos en su especificidad se desarrollaron gracias a la
industrialización moderna y la tecnología de la era de las masas.
Hobsbawm
señala que, probablemente, el fascismo no hubiera logrado las dimensiones que
alcanzó de no haberse producido la gran depresión, y que ésta reasaltara con
intensidad en un país con las inmensas potencialidades económicas, militares y
políticas como Alemania.
Hobsbawm
argumenta que el crecimiento electoral del Nacionalsocialismo fue vertiginoso
después del crac del veintinueve.
La crisis
económica, la polarización económica entre los grupos, el temor a la
revolución, y el escaso consenso que suscita en la población la democracia como
marco adecuado de resolución pacífica de conflictos, conduce al derrumbe de los
sistemas parlamentarios-liberales. Los viejos esquemas institucionales
burgueses pierden vigencia en el ambiente caldeado de los años treinta, se
muestran obsoletos entre una burguesía con problemas económicos irresolubles y
un sector obrero radicalizado.
Renzo De
Felice arguye que, en el marco de este proceso de transformación de las
estructuras capitalista-liberales, los sectores pequeños-burgueses se ven
intensamente afectados por las crisis económicas. Las clases medias sienten un
pernicioso estado de frustración, sin mecanismos de protección sindical ven
perder su status económico-social sin que nada pudieran hacer. Para Renzo, éste
cuadro de situación genera condiciones propicias que fueron aprovechadas por la
élite fascista. Elite que formula un programa ideológico revolucionario nacionalista
apropiado a los resentimientos de las clases medias.
Romero,
se corresponde con éstas tesis en cuanto a la caducidad, pérdida de vigor de
las estructuras burguesas, y de allí su reflexión del fascismo como reacción de
la clase dominante a la revolución socialista. Sin embargo, esto último puede
ser leído como el corolario de transformaciones culturales y axiomáticas más
profundas en la sociedad.
El autor
se sumerge en las facetas culturales de la crisis, buceando en ese ámbito desde
los años precedentes al estallido de la primera guerra mundial.
En
Romero, se observa que si bien las escisiones entre las mismas filas
dominantes, de burgueses desencantados con la vida suntuosa y aseñorada en
medio de una mar de pobreza y hacinamiento fue solapada con la primera gran
conflagración(el sentimiento nacional difumina las divisiones), la psicosis de
posguerra inaugura un clima de desasosiego y pérdida de sentido de la vida
humana en la conciencia burguesa que se suman a las viejas divergencias ideológicas
.Los hubo escépticos, que no sabían por que morir y se volvían sobre si
mismos, y los hubo quienes desesperados por huir de la incertidumbre apelando
a la energía vital, a las fuerzas subterráneas de la sangre deseaban morir por
cualquier cosa. Estos sectores fueron caldo de cultivo para el fascismo, para
los nuevos “corifeos”.
El
fascismo como fenómeno revolucionario/ contrarrevolucionario.
Tanto
Romero como Hobsbawm y Nolte, podríamos afirmar en una primera línea de
análisis, a grosso modo, observan en el fenómeno fascista un régimen político
reaccionario, contrario a la revolución socialista, la cual constituye unos de
los legados del proceso de modernización que se gesta desde la ilustración
dieciochesca. En tanto Bracher si bien reconoce en el fascismo un fenómeno
político-social reaccionario, esta reacción no se dirige contra el sistema
comunista, régimen señala el autor, con el que comparte equivalentes modos
institucionales de dominación, sino contra los valores de la ilustración y lo
derechos fundamentales del hombre y del ciudadano. En otras palabras como se
dijo, para Bracher más allá de las envolturas ideológicas tanto el fascismo
como el comunismo que suponen una aparente distinción, pertenecen ambos, a
estructuras de control y manipulación totalitarias del hombre y de la sociedad
que suprimen los derechos individuales propugnados por el iluminismo.
Quien
salta en forma clara este molde de pensamiento es Renzo De Felice, que
priorizando y ensalzando las características e innovaciones propias del
fascismo lo define de modo tajante como un movimiento revolucionario.
Nolte
lleva al extremo la idea del fascismo como contrarrevolución al comunismo
soviético. Enmarcado en lo que él considera una guerra civil europea al período
que comprende las dos guerras mundiales, se desprende de sus palabras que el
advenimiento del fascismo es una respuesta al comunismo soviético y que,
probablemente sin Lenin no hubieran adquirido mayor notoriedad Mussolini ni
Hitler. El autor señala que la barbarie nazi constituye una respuesta a su
símil soviético y que el antisemitismo exacerbado, asesino, no es sino una
respuesta al exterminio social bolchevique.
Lo que
inaugura la guerra civil es la revolución rusa de 1917 que llama a la
desobediencia ciudadana en los demás países europeos. El Nacionalsocialismo es
la respuesta al partido de la guerra civil. Según Nolte el carácter antisemita
del nazismo se explica, adquiere sustentabilidad en la existencia anterior del
bolchevismo judío, quitándole especificidad a la naturaleza del genocidio
semita.
Hobsbawm,
en un plano moral, repudia ésta posición de Nolte aludiendo que se pretende
disculpar y relativizar las atrocidades nazistas en las barbaridades previas
de la revolución rusa. Tal interpretación del fascismo entendida como reacción
al comunismo soviético es mitigada por el autor, introduciendo dos matices
relevantes: la conformación del fascismo, integrada por los soldados que habían
participado en primera guerra mundial, brutalizados, violentos, el fenómeno
fascista proveía un ámbito satisfactorio para volcar su sed de venganza y
heroísmo; y el temor intenso que genera una clase obrera organizada en los
sectores políticos de derecha.
Entonces,
para Hobsbawm, el fascismo, en realidad, más que una reacción contra el
bolchevismo como tal, configura una respuesta a un sector obrero crecientemente
homogéneo que amenazaba el orden social concebido hasta ese momento, donde el
comunismo soviético adquiría importancia si, pero en términos simbólicos.
Así, mientras
Nolte percibe en el nazismo un partido gestado para eliminar a la revolución de
la desobediencia civil, y Hobsbawm acentúa en la reacción fascista la
importancia de la clase obrera organizada y radicalizada, Romero le concede
rango central en la contrarrevolución a los intereses de la élite burguesa.
Según el autor las estructuras institucionales burguesas en evidente estado de
putrefacción, pero aún en esa debilidad- lo que Romero denomina estructuras
caducas del orden burgués- conservan vigorosidad y resistencia a las
aspiraciones del movimiento socialista.
Sin más,
el viejo y decadente sistema burgués juega su última carta apelando a la
revolución contra la revolución para salvarse, logrando su cometido.
Sin
embargo el fascismo en su funcionamiento termina incorporando las demandas
sociales propias de la revolución auténtica, suceso que Romero denomina la
paradoja del proceso contrarrevolucionario.
Ahora
bien, tanto Romero como Hobsbawm y el mismo Bracher(2) reconocen en el fascismo
elementos innovadores notorios, que lo distingue de los clásicos regímenes
autoritarios y conservadores. Estos autores coinciden en identificar en el
fascismo un movimiento de masas, cuya expansión legitima el dominio total del
hombre y la sociedad mediante el uso de la propaganda que provee la moderna
tecnología en pleno proceso de industrialización.
No
obstante, allí donde tales escritores convergen en percibir elementos nuevos,
propios del fascismo desarrollados en la sociedad moderna de masas, Renzo De
Felice describe al régimen fascista como un movimiento revolucionario.
En el
ámbito aquel, donde a lo sumo Hobsbawm se atreve a ubicar al fascismo
enmarcado como la revolución de la contrarrevolución por configurar el actor
dinámico y liderazgo de la oleada reaccionaria de derecha de los años treinta
en Europa, y Romero definirlo como falsa revolución contrario a la genuina,
Renzo De Felice observa en el fascismo un partido de evidente matriz
revolucionaria.
Renzo,
sostiene que de prescindir de las cuestiones valorativas en lo referido a si el
régimen adquiere un sentido negativo o positivo en la historia de la humanidad,
se identifica fácilmente que el fascismo enarbola un movimiento revolucionario
por los elementos originales que lo constituyen y le dan vida.
En un
cuadro pincelado de un Estado totalitario en una sociedad de masas estimuladas
por la moderna tecnología radiofónica, Renzo circunscribe la presencia de un
sujeto. Es cierto también identificado por Hobsbawm, pero que en el argumento
de Renzo adquiere importancia crucial, dimensión mayúscula, con la pretensión
de visualizar al fascismo como movimiento revolucionario: se está refiriendo a
la actuación de las clases medias. La vinculación pequeño-burguesa y el
fascismo son decisivos para entender éste último como fenómeno revolucionario.
El fascismo es el espejo donde se reflejan con total nitidez los anhelos de la
clase media.
Renzo
considera que el fascismo hegemonizado por las clases medias, a pesar de la
existencia de elementos conservadores( ante el poder obrero por ejemplo) a
diferencia de otros régimen autoritarios no busca replantear o añorar órdenes
sociales del pasado, sino que aspira a la construcción de un mundo mejor, más
justo que el preexistente, de allí su matriz revolucionaria.
Fascismo
y Clases sociales
Los
autores mencionados convergen en señalar que el fascismo se sustentó en la
denominada sociedad de masas, con el auge del proceso de industrialización y
urbanización moderna. No obstante, las aguas comienzan a fluir por canales divergente
al momento de analizar el fenómeno fascista en vinculación con las clases
sociales que articulan la sociedad civil. Desde ya exceptuando a Bracher y a
Nolte, puesto que ambos no discuten el tema. El primero, por centralizar su preocupación
en la idea de Estado totalitario y sus pretensiones de configurar y moldear en
la sociedad un movimiento de masas desde arriba, uniformado, homogéneo y
obediente en su integridad al proyecto fascista; y en Nolte por pensar y
especificar el carácter uniforme del nazismo en la pureza racial y en la fobia
antisemita.
Se puede
afirmar que Romero y Renzo De Felice recorren andariveles antagónicos al
visualizar la preeminencia de algunos de los sectores sociales en la
configuración del advenimiento al poder político del fascismo.
Como se
ha dicho, para Romero el fascismo asume en sus rasgos preponderantes una
estratagema burguesa con el objetivo fundamental de estrangular al socialismo.
En simultaneo para Renzo, en el fascismo el rol dominante es adquirido por las
clases medias. Los dos coinciden que el fascismo es una manifestación del
resquebrajamiento de los mecanismos institucionales occidentales, pero donde
Renzo observa las aspiraciones pequeño-burguesa en la oportunidad que ofrece el
fascismo para elevarse por sobre estructuras políticas burguesa que
languidecen, Romero observa las últimas artimañas de la conciencia burguesa
para conceder algo sin perderlo todo.
Estas
argumentaciones no implican o no significa que ambos escritores no reconozcan
la actuación de las demás clases sociales, pero evidentemente las remiten a
ocupar un papel menos relevante.
Romero
expresa que las caducas estructuras burguesas se resistían aún a ser
aguijoneadas por la verdadera revolución, y adoptaron la falsa revolución para
contrarrestarla. Es en este contexto entonces que el naszifascismo se provee de
las masas de obreros, desocupados, y péquenos burgueses más interesados en
resolver sus problemas sociales inmediatos que en asumir la disciplina y la
rigidez que exige la revolución genuina. Revolución cuyos frutos era difícil de
prever.
Por otro
lado Renzo De Felice reconoce que si bien a la gran burguesía le son de
utilidad los compromisos con la élite fascista para doblegar a los sectores
proletarios, nunca hubo una identificación convencida con el fascismo desde las
clases altas. Estas ante la fuerza de la evidencia del poderío de convocatoria
del fascismo aceptaron cederle las estructuras del Estado, pensando en que
podrían asimilarlo mediante la absorción en el sistema constitucional.
En el
marco de tal discusión, Hobsbawm, aunque desde una postura teórica diferente a
la de Renzo, tiende a coincidir, con éste, sobre el rol protagónico que
desenvuelve, en el seno del fascismo, las clases medias.
Ahora
bien, a partir de ello reconocer en el fascismo un fenómeno radicalmente
novedoso y de características revolucionarios existe un largo trecho. Hobsbawm
por el contrario, critica la versión “revolucionaria del fascismo”, pero con el
mismo ahínco se niega a ver en él una configuración política directamente
funcional, representativa de los intereses de la gran burguesía.
Hobsbawm
entiende que aunque es válido reconocer en el fascismo elementos
anti-oligárquicos y anticapitalistas típicos de fenómenos revolucionarios, la
élite política fascista se encarga de removerlos a cambio de cultivar armonía
con sectores tradicionales del viejo régimen. Hobsbawm converge con Romero en
cuanto a que el orden capitalista logra conservación con la condición de que el
fascismo le arrancase al sistema un programa social para las masas. Empero, se
resiste a considerar al fascismo como un mero instrumento al servicio de la
clase dominante. Ciertamente, testimonia el autor, aquella hubiera preferido
regímenes políticos de viejo linaje conservador, pero, dado el poderío que le
demostraba el
fascismo
en la liquidación y domesticación de sectores obreros, en definitiva, aquel no
era un mal negocio para el capital concentrado.
Conclusiones
Respetando
la especificidad de cada autor, se puede decir que en lo referido a los
valores y al contenido ideológico que configuran al fascismo, Romero y
Hobsbawm coinciden en percibir al movimiento fascista como un fenómeno
conservador, pero revitalizado en el siglo XX, reaccionario a la democracia, al
liberalismo, al racionalismo y al proletariado.
Renzo De
Felice, se ubica en una posición intermedia, identificando en el fascismo
elementos viejos, conservadores, del pasado y elementos nuevos de la moderna
sociedad de masas, un movimiento que oscilaba entre una postura conservadora
frente al sector obrero y de rebeldía frente a la gran burguesía.
En tanto
Bracher y Nolte, si bien perciben en el fascismo un fenómeno reaccionario, a la
ilustración, y al partido de la desobediencia civil (comunismo)
respectivamente, ambos reconocen en el régimen fascista una ideología
innovadora que tiene expectativas de un futuro perfecto.
En lo
concerniente a las causas y condiciones que posibilitaron el fascismo,
en términos generales los autores coinciden que el fascismo es un producto del
ambiente “caldeado” de posguerra, del deterioro de las instituciones burguesas;
aunque se puede ver que cada autor remarca alguno de los aspectos que
posibilitaron la aparición de la experiencia fascista. Hobsbawm, hace hincapié
en la crisis económica del ’30, Romero en las cuestiones culturales, Bracher en
la moderna tecnología de control de masas y Renzo en las frustraciones de las
clases medias.
En lo que
respecta al fascismo analizado como fenómeno
revolucionario/contrarrevolucionario, a excepción de Renzo De Felice, los
autores observan en el fascismo un movimiento contrarrevolucionario.
En Romero
y Hobsbawm, contrarrevolucionario a la revolución socialista, entendida como legado
de la ilustración dieciochesca.
En
Bracher formando parte de los totalitarismos como reacción a los principios y
derechos de la ilustración, y en Nolte como reacción específica al partido de
la desobediencia civil.
Renzo,
como se dijo, se coloca en las antípodas de este pensamiento, y observa en el
fascismo un movimiento revolucionario por el importante papel que juegan las
clases medias.
Finalmente,
en cuanto a la relación que tuvo el fascismo con las clases sociales, en
Romero se percibe al régimen fascista como una reacción de los sectores
dominantes al peligro revolucionario obrero. Es decir, el fascismo es entendido
como directamente funcional a los intereses de la gran burguesía.
Para
Renzo De Felice en el fascismo el rol dominante es asumido por las clases
medias, entre tanto Hobsbawm asume una postura equidistante entre ambas
posturas.
Hobsbawm,
por un lado, reconoce la importancia de la actuación de las clases medias,
aunque no le otorga la magnitud de Renzo, y por otro converge con Romero en lo
concerniente a que el capitalismo logra sostenerse mediante los programas sociales
del fascismo. Pero Hobsbawm se niega a reconocer al fascismo como un
instrumento de dominación de la burguesía, ciertamente ella, en palabras del
autor, hubiera preferido para contener al proletariado, políticos de viejo
linaje conservador.
Notas
(1) Sólo
Nolte se aísla de esta interpretación. De la lectura del texto se desprende que
el nazismo alemán y el fascismo italiano, más que un producto de la debacle
económico-institucional de posguerra, son una reacción directa al comunismo
surgido en la revolución bolchevique del ‘17. Es decir, que, de no haber
existido el partido de la desobediencia civil, no habría alcanzado mayor
importancia los partidos del orden.
(2) Nolte
no se refiere al respecto.
Bibliografía
-Bracher
Kart D: Controversias de historia contemporánea sobre fascismo,
totalitarismo y democracia, Barcelona, Ediciones Alfa, 1983
-De
Felice Renzo: El fascismo. Sus interpretaciones, Buenos Aires, Paidós,
1976.
-
Hobsbawm Eric Historia del siglo XX. Barcelona, Crítica,
1995.
-Nolte
Ernst , Después del comunismo. Buenos Aires, Ariel,1995.
-Romero
José Luis, El ciclo de la revolución contemporanea Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 1997
*Licenciado
en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Estudios
de posgrado en “Ciencia Política y Sociología” en la FLACSO y “Especialización
en Procesos Políticos Latinoamericanos” en la CLACSO. Actualmente docente en
las carreras de Periodismo y Comunicación Social de la Facultad de Humanas de
la Universidad Nacional de San Luis (UNSL).Correo electrónico: forli3@yahoo.com.ar. Teléfono:
2657-626681.