Revista Nº49 "ENSAYO"

 

 

Resumen

En el presente pequeño ensayo, la autora de Los orígenes del totalitarismo (1951), ofrecía una hipótesis plausible sobre las causas del antisemitismo contemporáneo.

 

Abstract

In this short essay, the author of The Origins of Totalitarianism (1951) offered a plausible hypothesis about the causes of contemporary antisemitism.

 

 

HANNAH ARENDT Y EL ESTADO DE ISRAEL:

 

 

Por: Iñaki Vázquez Larrea[1]

Desde la perspectiva del judaísmo, el abandono de la misión universal era el precio que había que pagar para salvaguardar a la comunidad israelita. A fin de cuentas, lo esencial era la continuidad histórica del pueblo judío. No se trababa únicamente de “nacionalismo” sino, principalmente de una teología construida respecto a la noción de “pueblo elegido”. Israel había sido elegido por Yahvé: era su pueblo. Por consiguiente, el pueblo judío constituía una realidad histórica santificada por la voluntad de Dios. La alienación nacional equivalía a una apostasía, es decir, a la profanación de una estructura étnica consagrada por su origen. Por tanto, el primer deber del pueblo judío era mantener intacta su identidad hasta el final de su historia; dicho de otro modo, mantenerse siempre a disposición de Dios”

Mircea Eliade

 

 La autora de Los orígenes del totalitarismo (1951), ofrecía una hipótesis plausible sobre las causas del antisemitismo contemporáneo. La condición apátrida y apolítica de los judíos, y su proceso de emancipación con el binomio ilustrado a partir del siglo XVIII. Mera contingencia histórica, frente al antisemitismo eterno del sionismo de Herzl.

 Arendt dedicó su vida a reivindicar el demos de la polis griega, frente al ethnos de la modernidad en obras como la Condición Humana (1958), o Sobre la Revolución (1963), pero, por muy paradójico que pueda resultar, mostró un interés más bien escaso por la política o la cuestión judía en Palestina.

 En un intercambio epistolar a Gershom Scholem, Arendt decía no profesar amor por pueblo alguno (incluido el judío), sino por las personas, y que si venía de alguna parte era de la tradición filosófica alemana, al tiempo que le recordaba que la vinculación entre religión, homogeneidad étnica, y soberanía nacional preconizada por el Estado de Israel era una receta para el desastre en Oriente Próximo. (Arendt, pág. 140).

 Decir que Arendt era anti sionista es faltar a la verdad. Valoró en más de un escrito la ideología de Herzl en su contexto (finales del siglo XIX), como una respuesta histórica realista al desarraigo del pueblo judío, frente al chovinismo asimilacionista burgués, y el radicalismo utopista socialista de otros judíos. Como refugiada en París trabajó en una organización sionista dedicada a acomodar jóvenes en Palestina. Lo cual le proporcionó un conocimiento de primera mano de los Kibbutzim. Y, en la década de 1940, ya en los Estados Unidos, colaboró en revistas como Jewish Frontier o Aufbau, con artículos sobre la cuestión judía, acerca del sionismo y sobre las relaciones árabes- judías en Palestina

 No obstante, observó que el trasvase de la ideología de Herzl y Lazare a suelo palestino se traduciría en una inevitable política de todo o nada, por las contradicciones inherentes a la propia ideología sionista. A saber, la conjunción de la supuesta universalidad del antisemitismo, y la experiencia europea del holocausto que hacía ver a todos los gentiles como enemigos, incluidos, claro está, a los propios árabes.

 En 1947, tildo el terrorismo Irgun de una llave a la balcanización de la región, y se mostró favorable a un acuerdo federal entre árabes e israelíes, ya que, en ningún caso la política británica en la zona (ni la de los árabes) era comparable a la solución final nacionalsocialista, pese a ser tildada de colaboracionista.

 Del cuadro político desolador, actual, que empezó a forjarse a partir de 1948, se hacía eco la propia Arendt en Salvar la patria judía (aún estamos a tiempo). La realidad de un Estado, que cual Esparta militarizada, está abocado a combatir enemigos reales o inventados, para su propia supervivencia:

En efecto, la escapatoria de Herzl ha quedado cerrada: su esperanza en una huida del mundo, y su ingenua fe en un apaciguamiento a través de la huida ha resultado ilusoria. Altneuland no es ya un sueño. Se ha convertido en un lugar bien real donde los judíos conviven con árabes y se ha convertido también en una encrucijada de las comunicaciones mundiales. Independientemente de que sea otras muchas cosas, Palestina no es un lugar donde los judíos puedan vivir aislados, ni una tierra prometida donde en la que puedan hallarse a salvo del antisemitismo. La verdad pura y simple es que los judíos deberán combatir el antisemitismo por doquier so pena de verse exterminados por doquier. Aunque los sionistas no miran ya el antisemitismo como un aliado, parecen, sin embargo, más convencidos que nunca de que la lucha contra él no tiene esperanza., aunque sólo sea porque tendríamos que luchar contra el mundo entero”. (Arendt, 75).

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

ARENDT, H; Los orígenes del totalitarismo, Taurus, Madrid, 1998.

ARENDT, H; una revisión de la historia judía y otros ensayos, Paidós, Barcelona, 2015.

POLANYI, K; Europa en descomposición, Virus, Valencia, 2021.

ELÍADE, M; Historia de las creencias y las ideas religiosas II, Paidós, Barcelona, 1978.

                                                        

 



[1] Profesor Asociado de Sociología, UPNA (Universidad Pública de Navarra)