Resumen
En este breve relato se analiza la vida de
Artaud, y 1921 fue un año de inflexión, que marcaría su futura producción
poética y teatral.
Abstract
This brief story analyzes Artaud's life,
and 1921 was a turning point that would mark his future poetic and theatrical
production.
ANTONIN ARTAUD Y EL SURREALISMO:
Por: Iñaki Vázquez Larrea
“He
participado en el movimiento surrealista de 1924 a 1926, y lo he secundado en
su violencia. Junto a la obsesión del sueño y frente al odio a la realidad, el
Surrealismo tuvo una pretensión de nobleza, una obsesión de pureza.
El más puro, el más
desesperado de los nuestros, se decía comúnmente de tal o cual surrealista,
pues para nosotros, sólo era verdaderamente puro el que estaba desesperado.
Qué importa que este fuego
puro se haya limitado a consumirse en el mismo. Ha querido sinceramente ser
puro. Y esta pureza la ha intentado en todos los planos posibles: amor,
espíritu sexualidad”.
Antonin Artaud
Surrealismo y Revolución
Conferencia pronunciada en
la Universidad de México, 26 de febrero de 1936
En la vida de Artaud,
1921 fue un año de inflexión, que marcaría su futura producción poética y
teatral. Conoció a Max Jacob, quien lo introdujo en la revista Action, y
Charles Dullín quien lo admitió en su teatro. Dos años más tarde, en 1923, fue
editado su primer libro: Tric tarac du ciel, compuesto por ocho poemas.
Introducido en el surrealismo en 1924, por Joan Miro y Michael Leiris, un año
después fue designado director de la central surrealista. Mientras Antonin
Artaud estuvo a la cabeza de la central surrealista, la rebelión de los poetas alcanzó
instantes de furor y el verbo fue resarcido por un sentimiento anterior a la
palabra, que comprometía el acto creativo con las profundas realidades de la
cultura.
La búsqueda de lo no
manifestado, en tonar himnos prohibidos desde el reino de lo atávico,
retornar al origen y confundirse con el caos. Esto fue demasiado para el
materialismo dialéctico, que estaba más allá de las facultades renovadoras de
la vanguardia. Artaud entendió el surrealismo como un medio de liberación
total del espíritu, y la revolución como un asunto integral que no tenía
por qué soportar la estrechez de un programa partidista. Esta concepción acerca
de la libertad y el arte lo pusieron rápidamente en franca oposición con la
lógica de los surrealistas, y su ulterior deriva comunista.
En octubre de 1925,
escribe ¡La revolución primero y siempre!. Uno de los textos, que
servirá de acicate para su definitiva expulsión del movimiento: “El mundo es
una encrucijada de conflictos que, a los ojos de todo hombre un poco advertido,
trascienden el marco de un simple debate político o social. Nuestra época
carece singularmente de videntes. Pero es imposible a quien no está desprovisto
de toda perspicacia no ser tentado a soportar las consecuencias humanas de un
estado de cosas ABSOLUTAMENTE PERTURBADOR.
Más allá del despertar
del amor propio de pueblos esclavizados durante mucho tiempo y que no parecen
desear otra cosa que la recuperación de su independencia, o el imperioso
conflicto por las reivindicaciones obreras y sociales que se mantienen aún en
Europa en el seno de los Estados, creemos en la fatalidad de una liberación
total. Ante los golpes más duros que les inflige, el ser humano debe cambiar de
una vez por todas sus formas de relacionarse.
Muy conscientes de la
naturaleza de las fuerzas que actualmente turban el mundo, queremos proclamar,
antes incluso de contarnos y ponernos a trabajar, nuestro desapego absoluto, y
en cierto modo nuestra purificación, de las ideas todavía muy frescas que están
en la base de la civilización europea e incluso de toda civilización basada en
los insoportables principios de necesidad y saber.
Incluso más que el
patriotismo, que es una histeria como cualquier otra, pero más hueca y más
mortal que otras, lo que nos repugna es la idea de Patria, que es realmente el
concepto más bestial, el menos filosófico se intenta inocular en nuestro
espíritu.
Ciertamente somos
bárbaros, ya que cierta forma de civilización nos repugna. Dondequiera que
reina la civilización occidental, todos los lazos humanos han cesado, excepto
aquellos que había por la misma razón de interés “el duro pago al contado”. Desde
hace más de un siglo, la dignidad humana se ha relegado al rango de valor de
intercambio. Es injusto, es monstruoso que quien no posee sea esclavizado por
quien posee, pero cuando esta opresión supera el marco de un simple salario a
pagar, y toma por ejemplo la forma de esclavitud que las altas finanzas
internacionales hacen pesar sobre los pueblos, es una iniquidad que ninguna
masacre logra expiar.
No aceptamos las leyes
de la Economía o del Intercambio, no aceptamos la Esclavitud del Trabajo, y en
un dominio incluso más amplio nos declaramos en insurrección contra la
Historia. La historia está regida por leyes condicionadas por la cobardía de
los individuos y ciertamente no somos humanitarios en ningún grado.
En nuestro rechazo de
toda ley consentida, nuestra esperanza en las nuevas fuerzas subterráneas y
capaces de sacudir la Historia, de romper el encadenamiento irrisorio de los
hechos, lo que nos hace dirigir los ojos hacia Asia. Porque, en definitiva,
necesitamos La Libertad, a partir de nuestras necesidades espirituales más
profundas, de las exigencias más estrictas y más humanas de nuestra carne (en
verdad siempre serán los demás quienes temerán). La época moderna ha tenido su
momento. La estereotipación de los gestos, de los actos, de las mentiras de
Europa han completado el ciclo del asco (Artaud, pág. 60-61)”.
En ese entonces, los surrealistas
estaban divididos en dos grupos: el llamado grupo de la rue Fontaine-y
que no admitían las ideas de Hoffman, Dostoievsky y Nietzsche; y el grupo de la
rue Blomet- donde estaba ubicado el taller de André Masson- del cual
participaba Leirirs, Limbour y el propio Artaud. En el manifiesto titulado Au
Grand jour (En pleno día) firmado por el grupo de los cinco, conformado por
Bretón, Aragón, Elouard, Peret y Unik, fue acusado de “no tener conciencia
de que los objetivos revolucionarios del surrealismo no eran imaginarios sino
reales” y de “solazarse con la materia de su espíritu (Artaud, 11).
La respuesta de Artaud no
se hizo esperar. En plena noche, afirmó: “Sé que en el debate actual
tengo de mi lado a todos los hombres libres, a todos los verdaderos
revolucionarios que piensan que la libertad individual es un bien superior a
cualquier conquista obtenida en un plano relativo (Artaud, 13)
Bibliografía:
Artaud, A; Deriva
Artaud, Alquimia, Madrid, 2022.
Nelson Díaz, Antonín
Artaud, el hombre y su doble, en Revista Dossier, Universidad Diego
Portales (UPD), Santiago de Chile, Chile, 2013.