Resumen
El
siguiente trabajo analiza cómo el gobierno de la coalición de gobierno Cambiemos
(2015-2019) instrumentalizó el abandono y alejamiento de una agenda tan
importante para el futuro de las próximas generaciones de la Argentina, como es
la educativa.
Abstract
The
following work analyzes how the government coalition Cambiemos (2015-2019)
instrumentalized the abandonment and distancing of an agenda that is so
important for the future of the next generations of Argentina, such as
education.
Educación
a marzo. Cuando las principales élites gobernantes argentinas abandonaron la
agenda pública educativa (2015-2019).
Prof.
Lic. Esteban Abel Amoretti
La
pretensión principal de este trabajo académico estribaría en poder indagar por
el impacto que han producido en la Argentina la ejecución de nuevas (y viejas)
políticas educativas implementadas durante el periodo 2015-2019 por la
principal coalición de gobierno en nuestro país.
Si
bien no se puede hablar de políticas llevadas a cabo bajo una reforma educativa
concreta, ya que la Ley de Educación Nacional del año 2006 no se modificó, -y
rigió para ambos periodos de gobierno-, varias características identificatorias
de las políticas ejecutadas durante estas dos administraciones presentaron
rupturas y continuidades interesantes dignas de resaltar.
Nos
proponemos entonces, analizar y reconocer apoyados en diferentes lineamientos
conceptuales, evidencias y datos que nos permitan perfilar mejor la idea
señalada, e identificar, en qué medida y a través de qué mecanismos, se
instrumentalizó el estrechamiento de los derechos educativos, y el abandono y
el alejamiento de nuestras élites gobernantes de una agenda tan importante para
el futuro de las próximas generaciones de la Argentina, como es la educativa.
Análisis
de las políticas implementadas durante el gobierno de Cambiemos (2015-2019).
Pueden
ubicarse algunos antecedentes históricos para dichas políticas en lo que
refiere al ámbito de la educación, como los implementados durante la década de
1990 y el impacto del neoliberalismo y del neoconservadurismo en nuestra
región, en una época de expansión del capitalismo globalizado (Morgade, 2017).
La definición de las agendas en política educativa habían sido fuertemente
influidas por organismos como el Banco Mundial o el Fondo Monetario
Internacional (Feldfeber, s.f; Morgade, 2017; Carli, 2017; Isch López, 2011), y
se tradujeron en la instalación del discurso de la gestión empresarial como
clave interpretativa y justificadora de los cambios (Carli, 2017). Los autores
citados reconocen estas mismas orientaciones en las políticas educativas que
llevaron a cabo los funcionarios de Cambiemos durante su mandato. Estas
reformas implicaron desplazamientos conceptuales que permitieron justificar el
desfinanciamiento y desarticulación de la escuela pública y el consiguiente
avance en favor de la educación privada y la privatización de la educación.
(Carli, 2017).
En
el contexto de la expansión del capitalismo global, en el que la educación es
concebida como un bien de consumo (Puiggrós, 2017), los centros económicos
“fueron buscando mecanismos para ‘medir y comparar’, para encontrar las
diferencias y luego vender paquetes enlatados de recetas educativas para lograr
los equilibrios y equivalencias” (Morgade, 2017:83). Así, surgen diversas
pruebas para medir la “calidad” de la educación, que se pretenden “neutrales”,
“técnicas”, pero que parten de parámetros culturales propios de los países
imperialistas (Isch López, 2008), y se adaptan a los intereses de organismos
financieros internacionales y empresas privadas. Entonces se constituyen
justificaciones para llevar la educación a términos de competitividad,
volviéndose la evaluación un “fin”, en detrimento del sentido formativo de la
educación (Morgade, 2017).
Achicamiento
del rol del Estado: de la desigualdad social a la desigualdad educativa
Al
observarse los discursos imperantes y los datos empíricos ilustrativos que
sustentan las políticas aplicadas en materia educativa del gobierno de
Cambiemos, se puede analizar que se vuelcan principalmente a un marcado
achicamiento del rol del Estado por una parte, y a legitimar las regulaciones
de la educación a favor de las exigencias del mercado (Carli, 2017; Morgade,
2017). Es así como a partir de la implementación de modelos de educación que se
pretenden universales, “neutrales”, se van constituyendo visiones de mundo
funcionales al sistema hegemónico. Como se argumentaba líneas arriba, el
estudio de las políticas públicas implementadas por este gobierno, puede
introducirnos a estudiar cómo los intereses del capitalismo globalizado se
plasman en los diferentes países del mundo, produciendo cambios significativos
en la vida de las sociedades, al punto de retroceder en la calidad de derechos
ganados a razón de crear mejor niveles de oportunidades en un sistema de por sí
muy desigual.
Con
el marco de la Ley de Educación Nacional, se presentó a partir de 2006 un
“nuevo paradigma educativo” diferente al que se conocía hasta el momento (el de
la Ley Federal de Educación del gobierno del presidente Menem). Acompañando a
dicha ley, se pensó desde las esferas del poder una sociedad “más igualitaria”
para hacer posible una escuela que permita mayores niveles de inclusión real.
Esto debería materializarse en los lugares más vulnerables del país y con mayor
peso y carga simbólica en todos los aspectos: los económicos, culturales,
laborales y sociales. Pero para comprender dicha perspectiva profundamente, se
necesitaría conocer la importancia que los diferentes actores sociales
cumplieron acerca de la política educativa. Para ello es pertinente indagar
cuales serían los factores que incidieron en la problemática de la desigualdad
educativa como concepto desagregado de la desigualdad social.
Al
haber diferentes dimensiones de desigualdad educativa, es necesario resaltar
que estaría determinada principalmente por desigualdades sociales, económicas y
culturales de los propios alumnos y sus familias en relación a su contexto,
según donde nacieron, viven y se desarrollan social y educacionalmente. Esta
sería la desigualdad largamente estudiada desde la sociología de la educación y
que ya profesa como uno de los factores explicativos más comunes sobre esta
temática.
Por
eso, una buena política educativa que aspire a poner justicia a esta mala
tradición, debería estar siempre acompañada y potenciada por adecuadas
políticas económicas, de empleo y de redistribución de los ingresos, que
mejoren las condiciones de vida de las familias de las/os niñas/os.
Sobre
el contexto social en el que se desenvuelve el proceso de escolarización en la
Argentina durante este periodo estudiado, debe apuntarse el negativo impacto
que tuvieron diversas decisiones de política económica en las condiciones de
vida de la población.
La
transferencia de ingresos hacia los sectores más concentrados (por la vía de la
reducción de impuestos a sectores exportadores e internacionalizados), lo que
se ha denominado la “captura del Estado”, “se evidencia en la presencia
empresarial o de técnicos ligados a los empresarios en puestos claves, quienes
toman decisiones que fortalecen a las corporaciones y les generan variadas pero
jugosas rentas (principalmente, privatizaciones y exoneraciones tributarias).
Esta «entrega», que resulta del inicial acomodo, resuelve el problema de las
élites económicas de competir por el acceso y la influencia sobre el Estado”.
(Durand, 2010).
Nuevas
o viejas derechas, viejas y nuevas políticas
Como
bien plantea Verónica Giordano en su texto referido a las “nuevas derechas”, el
ardid que tienen estas es hacerse ver como propuestas políticas más
representativas y contenedoras de las necesidades sociales, a diferencia de las
“viejas”, más cercanas a los procesos dictatoriales y el terrorismo de Estado.
Por eso, distingue con agudeza que “en la coyuntura actual las derechas
democráticas aparecen como «novedad»”. Es más, aclara que “la novedad asignada
a las derechas, antes asociadas a gobiernos de dictaduras institucionales de
las Fuerzas Armadas o más ampliamente a gobiernos fundados en el terrorismo de
Estado y la Doctrina de Seguridad Nacional, hoy aparece de modo llamativo pues
entraña consignas propias de la democracia social e incluso cierto liberalismo
cultural. (Giordano, 2014).
Este
ardid, produce manifestaciones conducentes que se hacen carne claramente con el
agravamiento económico, social y laboral producido durante el gobierno de
Cambiemos, cuyo dato significativo sería el no cumplimiento plenamente del
derecho a la educación, ya que hablamos de variables que a primera vista
parecieran impactar por fuera de la escuela, pero que, si nos detenemos a
observar más rigurosamente, veremos que han implosionado profundamente la forma
de aprender de las niñas y niños que asisten cotidianamente a las aulas,
repercutiendo colateralmente en su entorno familiar, como así también, en la
forma de enseñar de los docentes que conforman junto a las anteriores la
comunidad educativa.
En
el informe de la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación (CADE) del año
2017, donde se concentraba la opinión de diferentes organizaciones que estudian
profundamente la realidad socioeducativa de la Argentina, se enumeran tres
elementos que demuestran el camino hacia la implementación de políticas de
privatización del sector educativo como parte del paquete identitario de esta
“nueva derecha” representada en el proyecto de Cambiemos, pero con similares
intenciones a las aplicadas por la “vieja derecha”, que como argumenta Aníbal
Viguera conllevan a “la acción política empresarial como fundamentalmente
«reactiva» frente a las iniciativas estatales, apelando más al poder de veto o
a la defensa de demandas específicas que a la participación en la formulación
de las líneas más generales de las políticas públicas” (Viguera,1996).
El
primer elemento que analiza el documento sería las alianzas público-privadas
que desjerarquizan la docencia. Aquí vemos como con el antecedente de la
gestión de Propuesta Republicana (PRO) en CABA desde el año 2011, se llevó a
cabo un programa educativo en donde el docente titular en el aula es ayudado
por un co-docente en sus tareas. Estos “jóvenes talentosos” asisten a una corta
capacitación orientada por una organización llamada Enseña por Argentina
(franquicia local de Teach for America) y luego son incorporados al trabajo en
el aula, cuyo pago es solamente un tercio del sueldo de un docente, lo que
conlleva no solo a desprestigiar la labor de forma material, sino de echar por
la borda la lucha por las reivindicaciones laborales que se han logrado con el
tiempo y desprestigiar la capacidad formativa de las instituciones de
capacitación docente.
En
relación a esta dinámica, la entonces gobernadora de la Provincia de Buenos
Aires María Eugenia Vidal, debió durante su mandato, enfrentar el pedido de las
organizaciones gremiales docentes de mejores condiciones laborales y salariales. Como
respuesta la gobernadora llamó a la adhesión de voluntarios para reemplazar
a aquellos docentes que se manifestaban en huelga. Según los datos, sesenta
mil voluntarios era el número que se esperaba convocar para romper el paro a
partir de ubicar en las escuelas a personas que garantizaran el servicio
“educativo.” (Clarín, 28/02/17; El Cronista. 02/03/17).
De
tal forma, el autor Gabriel Vommaro argumenta que el principal partido de dicha
coalición de gobierno, el PRO, “se construye como grupo político enraizado en
el mundo empresario, por un lado, y en el mundo del voluntariado, por el otro.
Este nuevo “ethos político” que han querido construir, se ha nutrido de esa
alianza público-privada, en donde el emprendedorismo social, distante de los
viejos valores “contaminados” de la vieja política de los partidos
tradicionales, enmascaran una recurrente apelación al mundo privado para
hacerse de la administración de lo público.
Como
bien analiza el autor, “es bajo esta forma como el PRO concibe el
trabajo territorial, por un lado, y la organización de sus energías militantes,
por el otro. Los Jóvenes PRO, una de las vías más nutridas de entrada a
la militancia, organizan actividades de entrega de juguetes, alimentos, de
juego y celebración del Día del Niño en diferentes barrios del sur de la ciudad
de Buenos Aires, de la zona norte y noroeste del Gran Buenos Aires” (Vommaro,
2014). Por supuesto, que esta construcción y derramamiento de “nuevos valores”
a la sociedad, no iba a quedar ajena al campo de la educación como ha quedado
demostrado.
El
otro eje que planteaba el informe era la aplicación de la lógica del mercado
para mejorar el desempeño de las escuelas. Desde el año 2016, el principal
operativo de evaluación educativa del país comenzó a denominarse Aprender.
Esta evaluación fue aplicada en octubre de ese año en escuelas primarias y
secundarias de todo el país con una modalidad censal para los estudiantes de
los últimos años de estudio. Como bien se argumenta en el documento de la CADE,
que un operativo de este tipo fuera censal, significó que relevaría o aspiraría
a relevar a todos los estudiantes que asisten a esos años de estudio. En el
caso de Aprender 2016, la iniciativa se frustró ya que esperaba censar a 1,2
millones de estudiantes, pero omitió a 350 mil, la mayor parte de los cuales
(290 mil alumnos) pertenecían a escuelas públicas estatales.
Pero
más allá de la importante omisión de alumnos de escuelas públicas estatales por
parte de la evaluación Aprender, no se comprendió por qué este operativo se
repitió durante todos los años y de manera censal.
Si
esta iniciativa se propuso ofrecer mayor conocimiento sobre la realidad del
sistema educativo con el objetivo de implementar políticas para su mejora, hay
que decir que no era necesario realizarla con periodicidad anual y régimen
censal, ya que los expertos en la materia reconocen que los ciclos de diseño,
implementación y evaluación de las políticas educativas llevan más de un año
(por lo menos dos y hasta tres años) para obtener resultados fidedignos de la
muestra. Sobre este criterio, se sustenta, por ejemplo, la más reconocida
evaluación internacional, PISA, la cual se realiza trienalmente.
En
cuanto al carácter censal, debe destacarse que tanto su costo como los
problemas que tiene dicho mega-operativo, desaconsejan su uso; ya que, en dicho
caso, una muestra de escuelas, con un buen nivel de desagregación, no sólo
sería mucho más económico y controlable en su implementación, sino que arrojaría
resultados pertinentes de las distintas realidades educativas de las escuelas,
-que son muchas y variables- y que de una muestra adecuada se podrían capturar.
Por
eso, reiterar evaluaciones estandarizadas todos los años y hacerlo en todas las
escuelas del país como se realizó durante la gestión de Cambiemos, entrañó a
nuestro criterio un objetivo claro: que sus resultados se utilizasen para
conformar rankings de escuelas. Es así como las autoridades educativas
nacionales habrían indicado a los directores de las escuelas que difundieran
los resultados obtenidos por sus alumnos en la evaluación; una acción que
conduce a la competencia entre escuelas a partir de que cada institución haga
publicidad sobre su “calidad educativa” con sus puntajes obtenidos al mejor
estilo chileno. (La Nación, 02/06/2017),
El
último punto es aquel que demuestra la contratación de terceros para la
difusión de información pública en materia educativa. En el año 2016 diferentes
fuentes informativas, ratificaron la creación de un Observatorio de la
Educación (La Nación, 24/05/2017; Perfil, 26/05/2017) en donde se tenía por
objetivo centralizar los datos educativos para hacer las demandas más fáciles
de solucionar, con mayor eficacia y rapidez, según el discurso oficial de los
funcionarios. Esta iniciativa tuvo el rechazo de numerosos especialistas en
educación, legisladores nacionales y trabajadores del propio Ministerio,
quienes denunciaban irregularidades acontecidas en la Dirección Nacional de
Información y Estadística Educativa (DiNIEE), hasta ese momento el área
encargada de compilar, sistematizar y difundir las estadísticas del sistema
educativo (Página 12, 16/08/16). Las denuncias se hacían por el traslado de los
servidores con las estadísticas federales de educación a emplazamientos
externos al Ministerio, sin condiciones de preservación y seguridad, además de
denunciar los despidos y rescisiones de contratos de personal técnico y
profesional que dejaron a la Dirección con la mitad del personal que tenía y
disminuida en cuanto a sus capacidades y funciones demostrando una clara
intención de desmantelamiento y vaciamiento del sector, debilitando una de las
áreas técnicas más importantes de la cartera educativa y el posible traspaso de
parte de sus funciones a un consorcio particular, poniendo así sobre la mesa
otro eje de privatización de la educación y debilitamiento de las funciones del
Estado.
Ideas
finales
El
antropólogo social mexicano, Luis Reygadas Robles Gil (2004; 2008), considera
que un análisis de la desigualdad exige para su estudio, el concurso de
distintos y variados enfoques de las ciencias sociales, e incluso, una mirada
transdisciplinar capaz de descifrar su compleja expresión. Su tesis central, es
que la desigualdad como proceso histórico social debe ser explicada en términos
de la existencia de mecanismos de apropiación y expropiación, en tanto ella
supone siempre procesos de exacción y exclusión, es decir, relaciones de
explotación y acaparamiento de oportunidades como los analizados por Marx y
Weber respectivamente. Desde esta perspectiva, Reygadas, plantea que la
desigualdad social es un proceso histórico social que abarca al Estado, al
mercado y a la sociedad civil, y piensa que ésta no es solo el resultado de la
distribución desigual de la riqueza económica, sino también, un proceso
político, social y cultural que involucra la legitimación y disputa del sentido
en donde están en juego relaciones simbólicas y de poder. Bajo esta
argumentación, creemos que se pone de manifiesto una clara identificación entre
lo analizado en el apartado anterior, logrando vincular las políticas
educativas de carácter excluyentes llevadas a cabo por el gobierno neoliberal
de la gestión Cambiemos con dicho marco teórico conceptual.
Sumado
a aquello, sostiene que la desigualdad social no viene sola, y exige una
perspectiva que pueda ser analizada en términos de contradicción, mostrando una
relación dialéctica que se establece con el concepto de igualdad. En este
sentido, reflexiona que al mismo tiempo que se expresa dicha contradicción,
dentro de los procesos históricos es posible ver otras relaciones de
reciprocidad y manifestaciones sociales y culturales que funcionan como un
proceso de resistencia a esta misma desigualdad. El Estado podrá así
intervenir sobre la desigualdad social aplicando políticas públicas que
intenten reducir en determinados grupos sociales las injusticias que padecen.
Sin embargo, ello mismo puede significar que se genere la desigualdad en otros
grupos.
Es
interesante observar que el autor propone estudiar la desigualdad, a través de
dos herramientas metodológicas que nos sirven para nuestro análisis: las
interacciones simbólicas y de poder, y las redes estructurales de la
desigualdad. En correspondencia con las interacciones simbólicas y de poder, el
autor cree que la capacidad de agencia de los sujetos está siempre enmarañada
en relaciones grupales, colectivas e institucionales. En otras palabras,
incluida en lo social a través de las interacciones sociales que establecen los
individuos entre sí. Con respecto a las redes estructurales de la desigualdad,
sostiene que un análisis de la desigualdad social como proceso requiere también
una mirada más macro que abarque la relación entre campos, organizaciones,
países, etc. Es decir, se necesita de una mirada dialéctica que incluya lo que
se denomina, redes estructurales de la desigualdad expresada entre otros
componentes, como pueden ser la infraestructura, el capital y las redes de
conocimiento que inciden significativamente en la dialéctica entre desigualdad
e igualdad.
Que
las interacciones simbólicas y de poder encarnadas en las manifestaciones de
las clases dominantes y las elites políticas se despliegan como capital simbólico,
para imprimir la desigualdad cristalizada en las relaciones sociales de
dominación encarnadas en los hábitos cotidianos, es moneda corriente dentro
del sistema capitalista de sujeción y alienación vigente, como bien se refleja
en el marco de las prácticas políticas educativas, rescatando los lineamientos
del sociólogo Pierre Bourdieu.
Por
otro lado, dichas manifestaciones simbólicas se evidencian y relacionan con
las redes estructurales de la desigualdad, precisamente en el momento en que el
capital y las redes de conocimiento se activan para mantener en el tiempo dicha
desigualdad y perpetuar las relaciones sociales de dominación y exclusión.
También aquí, el análisis del sistema educativo refleja dicha correspondencia
entre la estructura, los grupos de poder y las clases sociales que luchan por
mantener o cambiar las relaciones de sujeción. Es por eso que pensamos que la
intervención del Estado, es el garante fundamental, aunque no suficiente, para
aspirar a un achicamiento de la brecha de desigualdad social en relación a las
políticas educativas y alcanzar su carácter universal como derecho público,
aunque sea en la letra, pero finalmente garantizado constitucionalmente.
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