Resumen
El
presente trabajo, marca cierto parámetros históricos de la Argentina, en donde
se quiso en determinado contexto histórico, imponer al desarrollismo como
modelo de industrialización del país.
Abstract
The present work,
marks certain historical parameters of Argentina, where it was wanted in a
certain historical context, to impose developmentalism as a model of
industrialization of the country.
Desarrollismo
Siglo XXI. Progreso, consenso, integración e inserción internacional para un
nuevo ciclo político que comienza en la
Argentina.
Profesor Lic Esteban Abel Amoretti
“Si
Dios estuviese conmigo y me guardare en el viaje que lleve, y me diere pan para
comer y traje para vestir, y volviese con felicidad a casa de mi padre, Yahvé
será mi Dios”
“el
desarrollo no es un modelo económico, sino un imperativo político de nuestros
pueblos en esta etapa específica de su evolución histórica” (Rogelio Frigerio).
1.
Pareciera
que Desarrollo es la palabra olvidada. Lo determinaron así aquellos que
dispusieron que la Argentina se encuentre inexorablemente condenada al atraso y
la decadencia. O por aquellos que pretenden imponer que los grandes números
macroeconómicos es lo único relevante en lugar de provocar mentados debates
políticos.
La
palabra Crecimiento ha reemplazado a Desarrollo, como expresaba entre otros
intelectuales Julio C. Oyhanarte
(Ministro de la Corte Suprema durante el gobierno del Dr. Frondizi). Un término
apropiado por algunas corrientes de pensamiento, en lugar de ser una política
de todos, una política de Estado. Claro que la acepción que reivindicamos va
más allá de la meramente economicista, (esto es, aquel que consigue aumentar su
producción o reducir los costos, a través de una técnica racionalizada) sino,
aquel desarrollo que, valga la tautología, ayuda a desarrollar a un país
abarcando la mayoría de los factores productivos y derramar equitativamente la
riqueza producida en todas las capas de su población. De esta forma llegaríamos
a un desarrollo inclusivo, que es aquel que pensamos cuando
definimos su significado.
Nada
es nuevo en materia hermenéutica. Los más acabados compendios de enseñanzas
económicas y políticas como son el Antiguo y Nuevo Testamento, ya nos ayudaban
a comprender en un rincón del tiempo indefinido, como Jacob ben Abraham,
dormido sobre una piedra en el camino de Bersabee a Jarán, soñó que Dios
prometía un territorio para su pueblo. Al despertar y comprender que estaba en
casa divina, hizo un voto diciendo: “Si Dios estuviese conmigo y me guardare en
el viaje que lleve, y me diere pan para comer y traje para vestir, y volviese
con felicidad a casa de mi padre, Yahvé será mi Dios”.
Pan
para comer y traje para vestir, tal vez sea la premisa que posibilite darnos un
modelo para el desarrollo que hoy está ausente, necesitando del compromiso de
todos para su diseño e implementación futura.
2.
En
el libro Manifiesto Desarrollista (2015), José María Dagnino Pastore,
expone que las oportunidades que ofrece el mundo en el siglo XXI son
extraordinarias, debido al empuje avasallante que produce el avance
significativo del conocimiento, la ciencia y la tecnología, reflejado en la
economía real. Este mundo en expansión, le otorga a la Argentina un lugar
destacado dentro de esta etapa histórica de la humanidad.
El
PBI mundial proyecta alcanzar 367 billones de dólares para el año 2050. En este
mundo que crece de manera exponencial, el PBI argentino y su mercado doméstico
representa alrededor del 0,5% de la producción global. Esto implica que este
marco ideal puede convertirse en suma de oportunidades para nuestro país,
siempre que se realicen los análisis y proyecciones adecuados y se tomen las
decisiones políticas correctas.
Frente
a esta previsión, la primera premisa de Pastore es subrayar la integración
nacional de la Argentina, tanto hacia adentro como hacia afuera. No habría más
países aislados, solo hay en esta época países en el mundo,
afirma el autor. La integración es sinónimo de desarrollo, que es el
crecimiento que se produce a través de cambios estructurales, y éste recibe su
impulso de su inserción internacional. Esta es la ecuación del desarrollo de
nuestros tiempos, dentro de este orden mundial y por necesidad de los actores
que lo conforman.
Esta
secuencia de integración, desarrollo e inserción internacional, es la que tornaría
posible la integración hacia adentro, ante todo para pensar resolver los
desafíos de la pobreza y la marginalidad. Para insertarse internacionalmente,
la Argentina necesitaría adecuar su estructura productiva, tanto lo que refiere
al agro, como a la industria, la minería y la energía, para tornarlas más
cercanas a las nuevas exigencias mundiales, donde el eje de la demanda global
estaría ubicado en los denominados países emergentes, principalmente en la
región de Asia- Pacífico y primordialmente en China.
En
relación a esta, consideraría entonces, que la segunda premisa sería ampliar y
multiplicar el stock de capitales rápidamente para lograr dicho fin.
3.
¿Por
qué pensar el desarrollismo hoy? Mark Twain
decía que "la historia nunca se repite, pero muchas veces rima".
La Argentina está entrando nuevamente al fin de otro ciclo político importante.
Este escenario del año 2023 se asemeja mucho al del año 1955. Jorge Castro,
autor del libro El Desarrollismo del Siglo XXI (2015), explica los
desafíos del desarrollo económico de la Argentina actual y su lectura del
contexto internacional.
Él
argumenta que el problema principal de esta época, es aquel que involucra al
desarrollo económico de las naciones dentro de las condiciones de la
globalización y que allí se afinca este pensamiento aún vigente en nuestra
región que sigue preguntándose cómo desarrollarse.
Esencialmente,
es el pensamiento y la propuesta de Rogelio Frigerio que rima una vez más.
Sentado en el estudio del desarrollo capitalista y de la situación mundial a finales
de la década del ’40 y principios de los ’50 del siglo XX, Frigerio advirtió
que había un déficit en la tasa de inversión de capital fijo en la Argentina,
un déficit de carácter estructural. No había suficiente inversión en el
mantenimiento de la tasa de crecimiento sostenido.
¿Ese
déficit condenaba a la Argentina al subdesarrollo? Frigerio le daba al concepto
de subdesarrollo un contenido exclusivamente económico. No sociológico ni
cultural. Él identificaba que la insuficiencia orgánica del capital era el
núcleo del retraso en la Argentina. A este fenómeno, que es el origen y la
razón de ser del desarrollismo, lo denominaba subdesarrollo. De ahí deducía que
la cuestión fundamental para establecer un desarrollo sistemático, sustentable,
de largo plazo en la Argentina, consistía en aumentar la tasa de inversión. Y
la cuestión era definir cuál debía ser la fuente de la inversión que se
requería. Y de ahí, el papel crucial de la inversión extranjera. En ese
momento, finales de la década del ‘40, había una única fuente de capitales en
el mundo: Estados Unidos.
La
tasa de crecimiento de la economía norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial
fue del 8% anual, similar al promedio de China en la actualidad (considerando
las altas y bajas en contexto de pandemia y pospandemia por COVID-19). La
industria manufacturera norteamericana crecía 12% por año, ya que Europa estaba
agonizando y el Japón ocupado y destruido por los bombardeos aliados. Por lo
tanto, la cuestión crucial para el desarrollo económico de la Argentina era considerar
la Inversión Extranjera Directa estadounidense.
4.
Hoy
no hay que pensar solamente a partir de Frigerio, hay que pensar a partir del
presente. Estamos en una fase del desarrollo capitalista donde el eje
fundamental es la globalización del sistema. Ha habido un traslado del eje del
proceso de acumulación de los países capitalistas avanzados a los países
capitalistas emergentes. La principal fuente de capitales del mundo no son más
exclusivamente los países avanzados occidentales, sino fundamentalmente China.
Este es el presente. En el mundo de este siglo, donde la globalización del
sistema capitalista es el eje central de los acontecimientos, la fuente de
capitales es la que proviene del sistema mundial.
Este
es un orden cada vez más integrado. El núcleo del proceso de globalización del
sistema capitalista en la segunda década del siglo XXI es el sistema integrado
transnacional de producción. Constituido por 100.000 empresas transnacionales y
sus 700.000 asociadas en el mundo entero.
Por
ello, el principal problema de la Argentina actual es la atracción en gran
escala de la inversión extranjera para la multiplicación del crecimiento, ante
todo agroalimentario, más la plena explotación de Vaca Muerta como fuente de
atracción de inversiones, el cuidado y explotación de los recursos del Atlántico
Sur, la Patagonia y su proyección Antártida.
El
sistema capitalista sigue siendo el más inteligente. Las inversiones van a los
sectores que crecen. La Argentina es uno de los tres grandes productores y
exportadores de agro- alimentos del mundo. La industria aceitera del país es
una de las primeras a escala global. El nivel de productividad del agro es
equiparable al medio-oeste norteamericano, o superior. Todos elementos
significativos que atraen inversiones.
Sobre
todo, para comprender que los países actúan sobre la base de sus fortalezas, no
de sus debilidades, y esto lo hacen para atraer el capital. Esta es la clave de
la economía capitalista. Esto es lo que advertía Frigerio. El núcleo
estratégico de la acumulación capitalista es la inversión y la inversión va a
los sectores más competitivos. Sobre esa base se podría transformar el conjunto
de la estructura productiva de un país. Habría que comenzar a pensar que otras
industrias pueden potenciarse para diversificar la producción, aunque no sean
tan competitivas como el agro, la industria minera o petrolera.
Por
eso, la Argentina debería pensar en atraer inversiones a gran escala para
enfrentar el problema crítico de su economía, convergiendo con lo más avanzado
del capitalismo mundial, en términos de incremento de la productividad e
ingreso real per cápita. Y, en ese sentido, la clave es lo que sucede con la
industria manufacturera.
Lo
único que interesa dentro de este marco global de producción es marcar tendencia.
Y la primera de las tendencias que hay que marcar es que más del 30% de las
exportaciones argentinas ya son productos manufacturados. Hay un sector de la
industria argentina, incluyendo las transnacionales radicadas en el país, que
exporta cada vez más. Este es el sector de los agro-alimentos y sus derivados.
Por
lo tanto, en las condiciones de esta globalización imperante, los países
tienden a integrarse en las cadenas globales de producción, para vender sus
productos a escala global, explotando sus capacidades y fortalezas. Argentina
es elegida para producir alimentos y a gran escala.
5.
La
evolución del capitalismo, no es más que visualizar el avance sostenido de un
denominador común: la visión sobre la fuerza arrolladora de un sistema
económico condenado a una permanente fuga hacia adelante. Siglos después, la
fuga continúa, ofreciendo nuevas oportunidades a la humanidad. Rescata Jorge
Castro en El Desarrollismo del Siglo XXI un párrafo de Trotsky: “La
ley fundamental de la historia es ésta: la victoria pertenece en última
instancia al sistema que asegure a la sociedad humana el nivel económico más
avanzado”. Y nadie podría señalar a Trotsky de apologista del capitalismo.
Luego
del encuadre teórico, Castro se sumerge en nuestra historia del siglo XX. Juan
Perón, Rogelio Frigerio, Silvio Frondizi, Federico Pinedo y un nuevo
denominador común: el rol de la inversión extranjera en el desarrollo
nacional. Perón comprende esto recién en 1954, cuando abre la explotación
del petróleo al capital global, y Frigerio lo va a concretar pocos años
después. Ese el desarrollismo del siglo XX.
El
del siglo XXI consiste en “atraer la inversión extranjera directa de las
compañías globales, que son la manifestación institucional de las cadenas
transnacionales de producción”, dice Castro. “Esto implica que los
países en desarrollo que no logren integrarse en estas cadenas, al no atraer o
expulsar a la inversión directa de las empresas globales, se marginan por su
propia voluntad del nuevo cuadro mundial; y por esa vía, se tornan
crecientemente irrelevantes, lo que significa que atentan contra el interés
nacional.”
En
este proceso, la Argentina encontró su lugar. Y respondió con la fuerza de una
realidad que siempre se subleva ante los errores o la falta de visión
estratégica. La agroindustria realizó (y sigue realizando) una profunda
revolución tecnológica y organizacional. Hubo un impulso fundamental de la mano
de la inversión externa, levantando en 20 años un complejo que une a
productores locales con las grandes empresas globales de biotecnología, de
maquinaria, de insumos y el poderoso entramado comercial de los alimentos.
6.
La
idea de Desarrollo, o más precisamente el ideario desarrollista, es para muchos
una fantasía no concretada. Si bien últimamente se escucha bastante hablar de
desarrollismo, su discurso no ha calado hondo en la sociedad argentina. No se terminó
de asimilar su verdadera propuesta, tal vez por desconocimiento, o porque ha
faltado madurez histórica para darle una oportunidad de poder ser implementado.
Este
desarrollismo incomprendido, que utiliza una suerte de dialéctica hegeliana que
lo catapulta al hoy, pasa por la experiencia del gobierno de Frondizi para
pararse en la encrucijada del presente, intentando sortear nuevamente los
mismos dilemas que no se pudieron –o quisieron- resolver en el pasado.
Este
presente que evidencia otro tiempo de grieta - de la cual no sabemos cómo
salir-, pide delinear alternativas que motiven diseñar políticas públicas a
largo plazo. A partir de la revisión histórica, podríamos (re)pensar las
categorías más importantes que hacen a la teoría desarrollista, para definitivamente
ser aplicadas por nuestros gobernantes.
Recordemos
que el desarrollismo surge en plena grieta entre peronismo y antiperonismo, en
el marco de una economía subdesarrollada. Esta situación sigue vigente y
agravada por la pobreza estructural. La fórmula política que entonces el
desarrollismo da como respuesta a esa falsa antinomia que impide resolver los
problemas económicos se la denominaba Frente Nacional. (Ibarra, 2022). Hoy
podríamos nombrarlo también coalición de centro o coalición para el desarrollo,
pero la esencia es la misma.
En
su obra Las Condiciones para la Victoria, Rogelio Frigerio define al
Frente Nacional como “la expresión concreta de la alianza de clases y
sectores que a marchas forzadas emprenden la consolidación de la nación”.
Y aclara que “en esta conjunción tienen cabida los partidos políticos, sin
perder ni su autonomía funcional ni su individualidad; con absoluto resguardo
de sus tendencias y programas, la conservación de sus dirigentes y la total
independencia de su actuación: de hecho, es una incoherencia denominarse
desarrollista y no creer ni promover la conformación del mismo”.
Ese
centro frentista con músculo político necesario para generar las reformas
estructurales, se podría definir a partir de dos características constituyentes
propias de los sectores capaces de formarlo: un peronismo que entienda la
cuestión productiva y una oposición republicana que, además de entender bien la
relevancia de la macro y microeconomía para el desarrollo, tenga empatía social
y comprenda que hay un peronismo, el productivo, que debe ser aliado en el
ejercicio del gobierno.
Partiendo
de la premisa de que los consensos se hacen con los que piensan diferente, en
una sociedad muy polarizada, la dificultad de acordar un programa es algo
concreto a resolver. La falta de entendimientos tiene como consecuencia una
política pendular que genera capas de normas e instituciones que conforman un
estorbo que impide la acumulación de capital, que es el eje de cualquier
programa a acordar.
La
vinculación entre subdesarrollo y grieta política es directa. Frigerio lo
explicitaba al decir que el subdesarrollo es un “ámbito inseparable de la
violencia política y social, ya que la estrechez de la base económica
transfiere su inelasticidad a los conflictos entre los grupos sociales”.
La
única manera de eliminar esa famosa grieta que todos utilizamos a la hora de
hablar de las elecciones es elaborar un proyecto común, al punto que también se
enfatice que primero tiene que estar el proyecto nacional y con base a ese
proyecto construir una plataforma amplia de sustentación política.
7.
El
mayor déficit político de Argentina es la falta de acuerdos amplios para el
desarrollo. Es así desde hace décadas. Construir consensos es una propuesta
recurrente de los partidos, pero a la hora de gobernar terminan encerrados
sobre sí mismos. La situación se agrava cuando la oposición de turno muestra
falta de convicción en la convivencia democrática y republicana y se embarca en
un ataque sistemático contra el gobierno. Es un error que cometen las fuerzas
más convocantes, desde el peronismo y el radicalismo hasta los nuevos partidos.
Pero no fue siempre así. Un ejemplo claro que sobresale en la historia es la
presidencia de Arturo Frondizi.
Hace
más de 62 años, Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio entendieron que la única
salida era la unidad nacional. Era más difícil entonces que ahora: la
Revolución Libertadora había derrocado a Juan Domingo Perón menos de tres años
antes y la dictadura gobernaba el país. Frondizi supo dejar de lado lo que
había sufrido en carne propia del autoritarismo del gobierno de Perón y llegó a
un pacto con el líder justicialista. Esto costó la división de la Unión Cívica
Radical (UCR), que Frondizi presidía.
Frigerio
defendió la necesidad de acordar con Perón a pesar de que Frondizi podía ganar
las elecciones sin ese apoyo. El objetivo era ampliar el volumen político del
nuevo gobierno. El pacto incluía puntos específicos que debían cumplirse y que
estaban alineados con el programa de Frondizi de paz social, legalidad para
todos y desarrollo económico. Frondizi cumplió con lo acordado: dictó una
amnistía política amplia; impulsó la Ley de Asociaciones Profesionales, que
devolvió el control de la CGT a los representantes legítimos; derogó el decreto
4.161 que prohibía invocar los nombres de Juan Domingo Perón, Eva Perón y el
Partido Justicialista; y levantó la proscripción electoral.
Cuando
Frondizi asumió, la economía estaba en picada. La producción agropecuaria había
caído con fuerza en los años del peronismo. El país había registrado siete años
de déficits comerciales importantes entre 1949 y 1958. La industrialización por
sustitución de importaciones había tocado un límite por la creciente necesidad
de importar repuestos y equipos. De todos modos, en cumplimiento de una promesa
de campaña, Frondizi concedió un aumento del 60% de los salarios básicos de
convenio, congelados desde 1956. Lo financió con gran laxitud fiscal: el déficit
de ese año alcanzó el 9% del PBI y fue cubierto con emisión monetaria. Pese a
los controles cambiaros, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el
paralelo bordeó el 180%. Para diciembre de 1958, la inflación había consumido
todo el aumento salarial y el año cerró con una caída del PBI de 6,5%.
El
29 de diciembre de 1958, Frondizi anunció el Plan de desarrollo y
estabilización. Fue “el ajuste económico más ortodoxo de la historia
argentina”, según el historiador Roberto Cortés Conde. La cotización del
dólar libre comenzó en 1959 en 65 pesos y a mediados de año ya estaba en 100
pesos; más de 50% de devaluación en seis meses. Fue entonces cuando asumió
Álvaro Alsogaray como ministro de Economía, con respaldo militar, y convocó a
“pasar el invierno”. Por primera vez en la historia argentina la inflación fue
de tres dígitos: 117,3%. Pero el plan dio resultados muy rápido. En los dos
años siguientes la economía creció un 8% anual y la brecha cambiaria
desapareció. El diario británico Financial Times declaró al peso argentino
“moneda del año” en 1960.
Aunque
fue exitoso en el ordenamiento macroeconómico, el gobierno de Frondizi es
recordado por otro pilar de su política: el programa de desarrollo. Cuando
lanzó el Plan de desarrollo y estabilización en diciembre de 1958, ya estaban
en marcha las principales políticas desarrollistas. La Batalla del Petróleo
logró en 30 meses el autoabastecimiento energético. La producción petrolera se
triplicó y pasó de 5,6 millones a 16 millones de toneladas anuales. Consiguió
en dos años y medio lo que YPF había perseguido en vano durante medio siglo.
Frondizi dio impulso a las industrias siderúrgica, automotriz, petroquímica y
de maquinarias. Entre los logros del gobierno desarrollista también se destacan
el incremento de la radicación de capitales extranjeros y la creación de
Yacimientos Carboníferos Fiscales, además de la ley de enseñanza libre, la
sanción del estatuto docente y la derogación de la Ley de Residencia.
8.
El
programa de transformación de Frondizi fue posible gracias al músculo político
inicial que aportó el pacto con Perón. Este respaldo permitió imprimirle el
ritmo necesario para que los cambios se concretaran. El ritmo era parte del
programa y fue tan decisivo que el desarrollo no se paralizó a pesar del ajuste
económico.
El
programa de desarrollo estuvo acompañado de una política amplia que replanteó
la inserción de Argentina en el mundo. En el plano internacional, la agenda
estuvo centrada en la búsqueda de acuerdos políticos y económicos. Frondizi fue
el primer mandatario argentino que viajó a India, Japón y Tailandia. Junto a su
par brasileño, Janio Quadros, impulsó un mercado común en el continente. La
Cumbre de Uruguayana es el primer antecedente del Mercosur, que fue creado 32
años después. Frondizi se reunió con grandes estadistas mundiales, como los
presidentes estadounidenses Dwight Eisenhower y John F. Kennedy, el francés De
Gaulle y el alemán Konrad Adenauer.
El
historiador Félix Luna definió al gobierno de Frondizi como “el intento más
inteligente y coherente para revertir la realidad argentina con un sentido
creativo y de futuro. Probablemente muchas de sus propuestas fueron prematuras
y no fue entendido en su concepción”. Frondizi fue un adelantado de su
tiempo, explica Luna. Fue el último estadista de Argentina, pero tuvo que
esperar décadas para ser reivindicado, incluso por sus detractores y los
golpistas que lo derrocaron.
El
malgastado intento de Frondizi sigue explicando la actual decadencia de
Argentina. El país estaba sumido en 1958 en una profunda división política.
Frondizi tuvo una visión clara y una propuesta audaz para cambiar la historia.
Su intento fue frustrado por las fuerzas reaccionarias y el país se hundió en
las décadas siguientes en el enfrentamiento y una crisis cada vez más honda.
Argentina
necesita una reflexión profunda y democrática para comprender las causas de
la crisis y la naturaleza del conflicto político. De esta reflexión deberá
surgir un nuevo contrato social que tome como fundamento una política de
Estado para el desarrollo sustentable.
9.
En
conclusión, y retomando el análisis que nos brindó nuestra hipótesis, la
Argentina necesita adecuar su matriz productiva a los tiempos que corren.
Cuando los anglosajones hablan de industria no se refieren solo a las
chimeneas, sino a todo tipo de proceso productivo, vinculado al agro, a los
servicios o a la industria tradicional. Y, por supuesto, todas ellas con
enormes aportes de la tecnología. Nosotros también debemos modernizar nuestros
conceptos en este sentido. Argentina tiene que impulsar todos los sectores,
pero también tiene que entender que no puede ser competitivo en todos. Los
países, como las personas, son buenos solo en algunas cosas.
Argentina
tiene ventajas competitivas claras en la producción de materias primas, a
partir de la que se puede apalancar a otros sectores. El país necesita mirar al
mundo mucho más que mirarse el ombligo. Y tiene que vincularse con el mundo de
una forma distinta a como lo hizo en los últimos 50 años.
Por
eso hay que ser muy cuidadosos con esa apreciación que trasciende en los medios
de comunicación de que Argentina no es competitiva en casi ningún sector económico.
¿Sobre qué sector no es competitivo? Deberíamos agregar que no es competitivo
en estas circunstancias en que se encuentra actuablemente el país, ya que
muchos de los sectores mencionados (energía, tecnología, etc.) trabajan con una
de las presiones tributarias más altas del mundo, sin servicios públicos ni
infraestructura adecuados, bajo un gobierno que no abre mercados y profundiza
una economía que no tiene crédito. En estas condiciones, muy pocos sectores son
competitivos. Si cambiaran esas condiciones, probablemente muchos de los
sectores que hoy son vistos como inviables, dejaría de serlo.
Este
fue uno de los problemas más serios que enfrentó el gobierno de Frondizi y que
continúa hoy, como también la dependencia en término de divisas y el déficit
energético. Eso habla de la incapacidad nuestra de resolver y cambiar de
problemas. Aunque hay otros nuevos que explican muchos de nuestros males, como
el gasto público, que es imposible de financiar y se convirtió en la madre de
todos los problemas macroeconómicos del país.
La
sociedad está muy castigada y sufre las consecuencias de un Estado que
transfiere el peso de la solución sobre las espaldas del sector productivo.
Esto afecta la capacidad de ahorro y acumulación de capital de la economía. Cada
vez hay menos margen para seguir pateando la pelota para adelante. La política
no puede escapar a la responsabilidad de generar otro ambiente de negocios y de
inversiones. Eso es responsabilidad del Estado, que tiene muchas cosas para
hacer y otras tantas para dejar de hacer.
Aquellos
que han tenido responsabilidades en la administración pública saben que hay
muchos privilegios e inequidades que la política se niega sistemáticamente a
dejar de lado. Una pregunta clave es cuáles son los gastos que no son
indispensables. No se puede gastar un centavo del Estado que no sea
indispensable, no hay margen para hacerlo. A esa pregunta tan concreta, la
dirigencia política le viene escapando desde hace rato. Estas cosas son previas
a definir una estrategia de desarrollo. Uno podría plantear que esta es una
visión muy fiscalista. Diríamos que sí. Pero este es un problema que hay que
plantear en su dimensión real. Y que está vinculado con los distintos niveles
del Estado, no solo con el gobierno nacional. Involucra también a los gobiernos
provinciales y municipales, que tienen cada vez más responsabilidades y son
corresponsables de la presión impositiva que ahoga y asfixia al sistema
productivo y erosiona la capacidad de acumulación de capital.
Los
países que se desarrollan apuestan por el sector productivo y tienen un Estado
socio e impulsor de la generación de riqueza por parte del sector privado. Un
Estado que trabaja para generar un ambiente de negocios adecuado, con
estabilidad en las reglas del juego, seguridad jurídica y apertura de nuevos
mercados. Son países que no tienen discusiones sobre la industria, el campo, o
los servicios.
Nunca
hubo un proceso de acumulación de capital importante después de Frondizi. Más
allá de algunos momentos puntuales, nunca volvimos apostar a la inversión y la
llegada de capitales extranjeros en el sector productivo para explotar nuestros
recursos naturales, lo que hubiera ayudado a limitar la dependencia de divisas
de la economía. Muchos procesos políticos han intentado levantar las banderas
del desarrollo y han confundido a la gente, porque en términos objetivos no se
volvió a hacer algo similar. En las últimas décadas, lo único que creció de
manera sistemática fue el gasto público, la presión impositiva y la pobreza. La
capitalización de la economía, la infraestructura y los servicios públicos no
crecieron ni mejoraron.
El
gobierno de Frondizi es recordado porque tuvo un modelo muy claro para el
desarrollo del país. ¿Cómo se puede definir un proyecto así en la actualidad?
No es tan difícil definir qué es lo que hay que hacer. Está bastante escrito.
Lo revolucionario de Frondizi y Frigerio no fue tanto lo que hicieron, sino la
integración de esas ideas en un programa coherente de desarrollo, el ritmo
impuesto al programa y el frente nacional que fue el soporte político. Para
lograr, resultan necesarios los consensos básicos y el diálogo. Hace falta una
alianza de clases y sectores, eso será fundamental, en este nuevo proceso de
cambio político que se avecina en la Argentina.
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