DE BANDOS Y LINAJES: LA CRISIS BAJO
MEDIEVAL EN EL PAÍS VASCO (S. XIV-XV).
FACTIONS AND LINEAGES: THE MIDDLE AGE
CRISIS IN THE BASQUE COUNTRY (XIV-XV)
Resumen:
El presente ensayo da cuenta de la crisis bajo medieval
en el País Vasco.
Abstract:
The
current essay gives account of the middle age crisis in the Basque Country
Palabras clave:
Hermandades, linajes,
banderizos.
Key
words:
Factions,
lineage, brotherhoods.
IÑAKI
VÁZQUEZ LARREA
“En
la base de la estructura social, están los lazos de sangre, los “amigos
carnales”, la solidaridad del “linaje” era muy fuerte y se manifestaba, en
particular, en la vendetta o venganza”
March Bloch La Sociedad
Feudal.
“La crisis es, en el
fondo, una crisis del feudalismo. Los señores agotaron los pequeños medios para
hacerles frente: reajuste de los derechos feudales, ayuda de los príncipes,
conversión económica. Sólo quedaban los grandes medios, la última ratio de las
clases dirigentes amenazadas: la guerra”
Jaques Le Goff, La Baja
Edad Media
“El linaje antiguo se
funda en la idea del valor de la propia sangre. Esta es menos compleja y acaso
más honda que la idea de región”
Julio Caro Baroja, Vasconiana
El aspecto más conocido
de la crisis bajomedieval vasca lo constituye la lucha entre los señores de la
tierra, la guerra entre oñacinos y gamboinos. Desde fines del siglo XIII
hasta dos siglos más tarde de la población de Vizcaya y Guipúzcoa se estructuró
en estos dos bandos rivales.
La sociedad banderiza se
basaba en el linaje, que agrupaba a una extensa comunidad, ligada por lazos muy
diversos, pero sobre todo de sangre. El bando se formaba por la agrupación de
linajes que algunas veces- no siempre- procedían del mismo tronco o tenían
parentesco. Además de los lazos de sangre entre los hidalgos, había otros de
dependencia personal o colectiva, por lo que personas de diversa condición
social se relacionaban con los parientes mayores.
El Pariente Mayor o Ahaide
Nagusia cumplía la función del jefe de bando: era tarea suya administrar y
ampliar el patrimonio familiar, defenderlo y ejercer una especie de tutela
sobre los miembros de su linaje. Protege sus propiedades, vida y honor, conforme
a los valores medievales. A tales obligaciones correspondían unas capacidades
económicas, como titular del solar que solía dar nombre al linaje, que se
concebía como su símbolo y soporte material. El Pariente Mayor poseía la mayor
cantidad de tierras, privilegios y rentas. Sus ingresos eran de muy variada
procedencia, los había típicamente señoriales y otros relacionados con
actividades mercantiles e industriales. Molinos, seles, monte, ferrerías,
derechos sobre vasallos, patronatos de las iglesias..formaban una compleja gama,
de composición no bien conocida.
La posición social del
Pariente Mayor la fijaban sus propiedades y las capacidades económicas de su
linaje, que se traducían en disponibilidades de hombres y armas para la guerra.
A su vez, la posición social de un individuo la condicionaba la calidad
personal del jefe de su linaje. Por ello, los linajes se cuidaban de asegurar
que tal puesto recayese en alguien capaz de afirmar la valía del linaje.
El árbol genealógico de
los linajes de Vizcaya y Guipúzcoa resulta complejo: ramas secundarias de un
linaje principal se afincaban en nuevos solares, que buscaban consolidarse por
vía matrimonial. Tales vínculos sanguíneos pudieron ser el origen de los
bandos, si bien la adscripción y fidelidad de un linaje a un bando no era
incondicional. Resulta posible determinar cómo se estructuraron, por vías
familiares, oñacinos y gamboinos en Guipúzcoa. Los Gamboa-Olaso frente a los Lazcano
fueron el germen de ambas parcialidades en la Provincia. Tardía y menos segura
es la adscripción de linajes vizcaínos a uno u otro bando. En último término,
se afirmaron como cabezas de los oñacinos en Vizcaya los Butrón y los Mújica.
Frente a ellos, los Abendaño y los Salazar fueron los principales
representantes gamboínos en el Señorío.
La distribución
geográfica de uno y otro bando se resiste a la búsqueda de una racionalidad,
aunque puede hacerse una descripción global. Los oñacinos ocupaban en Guipúzcoa
la vertiente oriental. Los gamboínos se asentaban en casi toda la costa guipuzcoana.
El linaje presentaba una estructura feudal. Del pariente mayor, dependían,
además de sus parientes, los atreguados, los encomendados y los lacayos. Por la
entrada en treguas, un hidalgo, grupo de hidalgos u otro pariente mayor
se comprometían a prestar servicios bélicos a un Pariente Mayor, que les
aseguraba su protección. En la encomienda, un vecino o grupo de vecinos
se vinculaba al jefe de un linaje, de buen grado o por la fuerza; a cambio de
una prestación económica los parientes mayores aseguraban a los encomendados su
amparo. El último grupo lo formaban los lacayos, malhechores,
salteadores, robadores y paniaguados; los parientes mayores les encubrían,
protegían y mantenían, y a cambio les utilizaban en sus expediciones.
En la crisis bajomedieval
vasca abundan las noticias sobre enfrentamientos entre bandos-expuestos en la
obra de Lope García de Salazar-y muy pocas recogen sus antagonismos con villas
y campesinado. Sin embargo, aunque escasos, también quedan datos de la presión
señorial sobre el mundo rural y la vida urbana.
Al disminuir sus rentas,
los hidalgos aumentaron su presión sobre el campesinado. En el siglo XIV
comenzaron a endurecerse las condiciones de los labradores, por la creciente
coacción señorial. Ya en 1353 los campesinos de siete aldeas próximas a Mondragón
(Guipúzcoa) entraron a formar parte de la villa, alegando los “males é llegaban
alos hidalgos. Del virulento clima habla la fundación de las villas de
Zumaya (1347), Munguía, Rigoitia y Larrabezúa (las tres en 1376) para proteger
a campesinos, mediante su aforamiento en villas. Lo dejaba claro el rey de la
carta-puebla de las tres villas vizcaínas, al exponer que “los fijos dalgo e
otros poderosos, é otros algunos lacayos, é otros homes malfechores se atreben
á tomar, é robar lo que fallan en las moradas que estan ansi apartadas las unas
de las otras” (Montero, pag. 108) . En el siglo XV se exacerbó la presión
señorial sobre el mundo rural. Juan I describía en 1414 el grado de violencia
del campo vizcaíno: “ los fijos dalgo, e labradores, los mis ferrones de las
ferrerías de mi Señorío de Vizcaya (…) dicen que hai algunos homes fijos dalgo,
é otros Lecayos que andan por el dicho Señorio de Vizcaya, por camino, é fuera
de los Caminos por las casas de los Labradores, é de las ferrerías a los
demandar pan é vino, é carne, é otras viandas, é dinero para ellos, é
amenazándolos, é feriendolos fasta que felo facen dar” (Montero, pag. 109)
Resultaba común el
despojo de diezmos eclesiásticos. El cabildo de Lequetio (Vizcaya) se quejaba en
1372 de que “algunos Escuderos de la tierra de Vizcaya toman para si dicho
diezmo” y la abadía de Cerranuza expresaba continuas reclamaciones por lo
mismo. Estaba también la usurpación del poder judicial, de modo que la nobleza
pasaba a elegir e imponer a alcaldes y oficiales”. Estos, usando “así de la
fuerza como de la justicia”, llegaban a despojar a los vecinos de
posesiones. Muchos vecinos amenazados “por temor de perder sus faciendas
venían a fazer lo que ellos querían” yendo “en bandos, e linajes, e
sonadas a quemar villas e casas e ferrerías e derribar torres” (Montero,
pag. 109).
La presión señorial la sintieron
también las villas, al intentar la nobleza hacerse con rentas mercantiles y
artesanales. Los ejemplos de esta actitud se multiplican. Enrique II donó al
conde de Oñate (Guipúzcoa) las salinas de Salinas de Lens: a Juan de San Juna
de Avendaño, Villarreal de Álava.
A fines del siglo XIII
comenzaron los enfrentamientos entre los bandos. Las luchas entre oñacinos y
gamboínos las originaron asuntos muy diversos, a veces problemas aparentemente
nimios: el robo de unas castañas o la disputa por una bocina afamada generaron
sangrientos altercados. Representaban el conflicto medieval por la valía personal
o familiar, por el “valer más”, no reconocer supremacía ajena (Julio
Caro Baroja, pag. 122) en ningún incidente ni ocasión. Y no faltaron las
disputas por cuestiones de mayor entidad. Al morir el señor de Ayala hubo “mucha
guerra e contienda e omecidas, sobre quien eredaria aquel Señorío” (Montero.
Pag. 110). Hubo también disputas por el Señorío de Orozco (1412) o el de
Marquina (1450). También por el control de las villas. En éstas, la presencia
de linajes podía condicionar la vida municipal. En Vergara, Deva, Mondragón,
Lequeitio, Bermeo, Balmaseda, Bilbao. Hubo luchas entre señores, para hacerse
con el derecho de nombrar cargos.
Las luchas entre bandos
llegaron a ser muy violentas, participando a veces gran número de hombres. En
la batalla de Elorrio, Juan Alonso de Mújica llevaba 4.000 hombres, en 1414
Juan Alonso de Mújica acudió a la batalla de Munguía con 15.00; su oponente,
Gonzalo Gómez Butrón, llevaba 800.
El clima de inseguridad e
inestabilidad acabaría afectando a todos los aspectos de la vida. Quines se
sentían oprimidos por tal estado de cosas acabarían reaccionando,
fundamentalmente los campesinos y las villas.
Una forma de defensa del
campesino fue solicitar a rey o al señor que crease villas. Con un recinto
amurallado podían defenderse de los Parientes Mayores. Tales preocupaciones
presidieron la fundación de las villas de Zumaya, Larrabezúa, Munguía,
Rigoitia, Azcoitia, Elgoibar y Cestona, creadas entre 1324 y 1383, cuando se
recrudecía la agitación banderiza. Por los mismos motivos algunos campesinos se
acogieron al fuero de villas ya existente, como sucedió en 1353 en las aldeas
próximas a Mondragón. Otra respuesta ante el hostigamiento señorial lo
constituyó la huida de los labradores del predio que cultivaban. Era la
marginación voluntaria de muchos campesinos, que ante lo difícil de la
situación elegían el abandono de sus tierras. A su vez, aumentaba la
inestabilidad social, pues los trásfugas pasarían a engrosar las filas del
bandolerismo.
Ni la creación de villas
ni la deserción campesina podían acabar por si con tal estado de cosas. Eran
planteamientos defensivos, que no ponían en peligro la hegemonía banderiza. Muy
pronto se vislumbraría una única solución: una respuesta armada, que
respondiese con violencia a la de los Parientes Mayores. Así nacieron las Hermandades,
asociaciones para oponerse a la agitación banderiza, fomentadas por la
Corona de Castilla. Las formaban campesinos, habitantes de las villas y,
posiblemente algunos hidalgos. Pese al amplio espectro social que
representaban, fueron las villas-allí era más inmediata la acción real-, las
que tuvieron una participación más directa en la acción contra banderiza. Las
primeras Hermandades guipuzcoanas, alavesas y vizcaínas de que tenemos conocimiento
las formaron sólo villas. En 1315 Orduña y Valmaseda formaban parte de la Hermandad
General del Reino. La iniciativa regia creó unas Hermandades cuya
estructura siguió el modelo de otras existentes en Castilla.
A fines del siglo XIV
todo el País Vasco comenzó a integrarse en Hermandades. En el siglo XV se
dotaron de una sólida organización, cuyo ámbito de acción se ampliaría poco a
poco y que resultaron decisivas en la aparición de los vínculos provinciales.
La agitación banderiza alcanzó su punto culminante en 1448, cuando los bandos
que marón Mondragón. Entre 1451 y 1456, rehecha la Hermandad Guipuzcoana,
consiguió además de destruir casas fuertes, expulsar de Guipúzcoa a algunos
dirigentes de linajes. El desafío, en 1456, de los parientes mayores a ocho
villas guipuzcoanas fue el canto de cisne de este grupo social. Se inició
entonces la ofensiva general contra los banderizos, cuando se presentó en Guipúzcoa
Enrique IV para dirigir la Hermandad. El destierro, el confinamiento y la
destrucción de sus casas fuertes acababan con la hegemonía banderiza en la
Provincia. De la misma manera, durante el reinado de los Reyes Católicos se
liquidó el régimen banderizo que aún subsistía en Vizcaya.
Las empresas de
descubrimiento, conquista y colonización dieron margen a que la juventud
batalladora linajuda encontrara un teatro más grande para desarrollar sus
ansias de riesgo y aventura. Pero dentro del Señorío de Vizcaya, en las
elecciones de cargos, hubo representantes, diputados del bando oñacino y
gamboíno, hasta el mismo siglo XIX. A la división se le dio, sin embargo, un contenido
muy distinto al antiguo, ya que se estableció incluso a que bando debían
pertenecer siempre las ciudades, villas y concejos del Señorío.
BIBLIOGRAFÍA:
BAROJA, J. C; Vasconiana,
Txertoa, San Sebastíán, 1986.
BLOCH, M; La sociedad
feudal, Akal, Madrid, 1986.
LE GOFF, J; La baja
Edad Media, Siglo XXI, México, 1971.
MONTERO, M; Historia
General del País Vasco, Txertoa, Andoain, 2008.