Internet
y las redes sociales como vehículo de la enajenación del sujeto en una realidad
virtual
Lic. Maxllenly de la
Caridad González Taquechel
Departamento de Marxismo Leninismo
Notas del autor:
Profesora de
Historia de Cuba de la Universidad Tecnológica de La Habana “José Antonio
Echeverría” Cujae
Maestrante de Bioética en la Universidad de
La Habana
Cualquier mensaje
con respecto a este artículo debe ser enviado al correo electrónico:
mcgonzalez@icb.cuaje.edu.cu
RESUMEN:
El nuevo milenio acogió el
nacimiento de las nuevas tecnologías de la información con beneplácito y optimismo
en la medida en que estas se presentaron al individuo como un mecanismo
contrahegemónico de producción y reproducción de discursos plural y
descentralizado. Parecía que el monopolio mediático de las comunicaciones, en
alianza con los tradicionales centros de poder, tocaba a su fin con la fuerza
democratizadora de las nuevas redes sociales. Sin embargo, la visión romántica,
subyacente aún en obras como la de Manuel Castells, ha ido cediendo paso a una
reflexión crítica del mundo virtual, como una construcción enajenante de la
realidad que sumerge al individuo en una falacia artificial que, haciéndolo
creer sujeto de un poder discursivo con autonomía, lo coloca a merced de las
narrativas de los centros de poder hegemónicos tradicionales.
PALABRAS
CLAVES: hiperrealidad, autocomunicación, redes sociales,
ciberespacio, hegemonía, cultura.
ABSTRACT:
The
new millennium welcomed the birth of new information technologies with
satisfaction and optimism to the extent that they were presented to the
individual as a counter-hegemonic mechanism of production and reproduction of
plural and decentralized discourses. It seemed that the media monopoly of
communications, in alliance with the traditional centers of power, was coming
to an end with the democratizing force of the new social networks.
Nevertheless, the romantic vision, still underlying works such as that of
Manuel castells, has been giving way to a critical reflection on the virtual
world, as an alienating construction of reality that immerses the individual in
an artificial fallacy that, making him believe that he is a subject of
discursive power with autonomy, places him at the mercy of the narratives of the
traditional hegemonic power centers.
KEYWORDS:
hyperreality self-communication, social
networks, cyber-hegemony, culture
Del
ordenador a internet y las redes sociales
El
ingeniero informático de la NASA Douglas Engelbart, víctima del tedio echó a
volar su imaginación, y tal vez un poco motivado por la conferencia de manejo
de información gráfica a través de medios computarizados en la cual se
encontraba, diseñó un dispositivo con la intensión de facilitar la interacción
entre la máquina y el usuario. Fue así como el año 1961 vio nacer fortuitamente
uno de los esbozos más innovadores y revolucionarios de la época. Sin embargo,
no es hasta 1964 que Engelbart de conjunto con Bill English construyen el
primer prototipo. A raíz de estos hechos comenzó una carrera insaciable por
mejorar el equipo y sobre todo por buscar un sistema que hiciera cada vez más
accesible el trabajo con lo que más tarde sería un ordenador.
La
entrada al nuevo milenio significó para la humanidad más que la simple
concurrencia de mil años, dado que los noventa fueron testigo de las
revolucionarias transformaciones acometidas por la innovadora generación de
Silicon Valley. Así como el carbón y la electricidad determinaron el comienzo
de grandes revoluciones en la industria, así también las arrolladoras ciencias
informáticas que sirvieron de base al desarrollo de las nanotecnologías y la
inteligencia artificial, marcaron el inicio de una nueva revolución que
trasformaría rotundamente la relación humana con su entorno y por ende con su
realidad.
Steve
Wosniak y Steve Jobs, fundadores de la empresa Apple, fueron los paladines de
una carrera por crear la combinación perfecta entre software y hardware con el
proyecto Lisa. De esta forma aparecieron los sistemas: Lisa Office System 1 (1983),
Lisa OS 2 y el Lisa OS 7 en 1984. Igualmente entró a revolucionar el
negocio de los sistemas computarizados la neonata compañía de Microsoft con Windows
95 y Windows 98, que fueron de los más populares, puesto que a medida que
uno perfeccionó el sistema operativo del otro, la interfaz gráfica permitió
hacer cada vez más, desde buscar en línea con el Internet Explorer,
hasta ver un video, escribir un informe de trabajo o diseñar hojas de cálculo
para la optimización del trabajo, sin mencionar la socialización instantánea de
todo tipo de información vía correo electrónico.
Los
programas computarizados, las redes informáticas y los nuevos dispositivos de
acceso fueron el caldo de cultivo de una nueva era para la industria y las
relaciones sociales. Después de poco más de treinta años el mundo se maneja a
través de nuevos códigos diametralmente diferentes a los establecidos, a penas,
cuarenta o cincuenta años atrás. Las distancias se acortaron por medio de las
primigenias redes sociales que con el paso del tiempo fueron adquiriendo nuevos
enfoques. Su objetivo inicial fue meramente unir a una comunidad de internautas
universitarios, pero luego, su uso se expandió a los negocios, el marketing, lo
fraternal y hasta las generaciones más vetustas las asimilaron y sucumbieron
ante ellas.
Al
día de hoy, aplicaciones como Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, Youtube,
Amazon, Netflix, Tik Tok, Google Maps o Gmail; parecen tan cercanas que es
difícil pensar el mundo sin ellas. Uno de los factores que ha permitido la
entrada a nuestras vidas de estas aplicaciones es su accesibilidad. Primero,
los ordenadores pasaron de ser artilugios del sector empresarial e industrial y
entraron al ámbito doméstico. Por si fuera poco, su continuo perfeccionamiento
los ha llevado a nuestros bolsillos, y si a eso sumamos que muchas de estas
plataformas brindan un mundo de posibilidades sin costo alguno, queda claro
entonces, por qué el acceso a ellas solo puede ir en aumento. En este punto
vale preguntarse ¿Qué es lo que enriquece desproporcionadamente y a pasos
agigantados a los creadores de estas plataformas si su uso, aparentemente, es
gratis? Siendo realistas esta no es la pregunta que fundamenta este análisis,
pero sí intenta abrir los ojos de millones de internautas que todavía perciben
estas plataformas como ángeles caídos del cielo que sólo hacen el bien, y nada
más lejos de la verdad.
Una
mirada crítica de las nuevas fuentes de información y socialización.
En
la segunda mitad del pasado siglo una escuela de pensamiento por sobre las demás
se destacó en la reflexión en torno a los medios de comunicación masiva y su
influencia en los movimientos populares y de masas de los años cincuenta y
sesenta. En este sentido podría decirse que la que hoy conocemos como escuela
de Frankfort fue pionera en la crítica y, de hecho, fueron los principales
ideólogos de la noción de industria cultural de masas; concepto a partir
del cual explicaron la relación entre los medios de comunicación y el tejido
social desde el legado gramsciano del cual ellos eran declarados seguidores.
A
este respecto la abundante obra de Theodore Adorno, Max Horkheimer, Jürgen
Habermas, entre otros, constituye un fundamento teórico innegable que sirve de
precedente para el análisis del fenómeno de las redes sociales y el ciberespacio;
toda vez que los filósofos alemanes reelaboraron los conceptos de hegemonía y
cultura de Antonio Gramsci para analizar desde una perspectiva marxista el
poder de la radio y la televisión para generar tendencias y comportamientos
sociales afines a los intereses de la clase política en alianza con el
monopolio de la información.
Es
preciso inscribir las obras de Manuel Castells y Jean Baudrillard, dentro de
esa herencia que recoge la preocupación por los medios de comunicación y su
función modeladora de la realidad aplicada a los nuevos desafíos que introduce
la revolución digital en el espacio comunicacional contemporáneo.
Hoy,
Internet ofrece un cúmulo importante de información de las temáticas más
variadas, desde tutoriales de cómo hacer un plato culinario hasta cómo disparar
un arma. Y lo peor de este escenario es que ha sido propicio para que cualquier
persona, muchas veces sin ninguna preparación profesional, tenga voz por medio
de una cámara, un ordenador y acceso a Internet. Esta es la razón por la que
sobran en la Red: videos, artículos, libros y otros medios de divulgación que
son muestra de la más evidente falacia. Algunas de estas personas cuentan con
millones de seguidores de las más disímiles edades, que los escuchan como un
creyente sigue fielmente un mantra.
El
destacado sociólogo Manuel Castells se dedica ampliamente a analizar este
fenómeno en su libro Comunicación y Poder, en el cual analiza de forma
detallada el viraje direccional que ha sufrido la divulgación informativa, así
como la forma en la que el individuo obtiene la información, por medio de lo
que él denomina autocomunicación.
Su análisis parte de los años noventa cuando ocurre una explosión en el mundo
de las comunicaciones que finalmente alcanzaría su etapa cumbre con la
aparición de las redes inalámbricas tanto de ordenadores como de telefonía
móvil, hecho que puso en mano de los usuarios un arma poderosa para recibir y
emitir información en cualquier lugar del planeta.
La
teoría de la comunicación de Castells es invaluable si se trata de determinar
las características de la transición de los medios de comunicación masiva
tradicionales a lo que él denomina medios de autocomuncación. En este
sentido Castells puntualiza claramente una ruptura en cuanto a la forma en la
que circula los flujos informativos en la nueva era digital. Las nuevas
tecnologías de la información ciertamente producen una descentralización de los
focos de producción informativa, privativa antaño de los grandes conglomerados
de las comunicaciones en alianza con la clase política. Al mismo tiempo,
suponen una estructura horizontal de flujo de la comunicación que niega la
verticalidad de los viejos medios y, por lo mismo, plantean un escenario
multilateral en la producción y reproducción de contenidos que exceden los
límites de los diseños editoriales.
Un
ejemplo muy ilustrativo son los conocidos influencers responsables de
retos sumamente peligrosos que han derivado en la muerte o graves laceraciones
de miles de personas. Divulgan estilos de vida totalmente falsos que llevan a
sus seguidores: a dejar de comer por un supuesto bienestar nutricional, a
confiar su salud a curaciones psicodélicas con aromaterapia o acupuntura con
abejas y peor aún cambiar una adicción a las drogas por una supuesta curación
con ayahuasca (alucinógeno indoamericano) o comprar leche materna como
la panacea que cura el cáncer y aportar súper nutrientes. Todas y cada una de
estas ofertas son promovidas y recomendadas en redes sociales, donde campean
sin la regulación o restricción de ninguna autoridad competente.
Sin
embargo, la perspectiva de Castells se muestra optimista en su enfoque de las
nuevas tecnologías de la comunicación cuando entiende que la descentralización
de la narrativa va acompañada necesariamente de una democratización de la
información, y coloca a las redes sociales en un rol de contrapeso respecto de
las viejas estructuras de producción discursiva. Esta, ciertamente, es una
visión anclada en la edad de la inocencia de las redes sociales que los
acontecimientos de la última década se han encargado de desmontar, demostrado
sobre manera que, si bien las nuevas tecnologías de la información produjeron
un cambio en la forma en que se producían, circulaban y consumían los
discursos; al mismo tiempo se constituyeron en una herramienta más sofisticada
para dirigir las conciencias de los usuarios en función de un proyecto
hegemónico detrás del cual, en última instancia, se encuentran los mismos
centros de poder.
En
este sentido, es preciso complementar la teoría de Castells sobre los nuevos
medios de comunicación a partir del concepto de hiperrealidad de Jean
Baudrillard que desnuda los mecanismos de producción discursiva occidentales
como aparatos alienantes a través de la construcción de realidades simuladas,
dígase artificiales, políticamente intencionadas que se confunden con lo real.
Según el filósofo, la línea que divide el mundo real del virtual es tan delgada
que mucho le cuesta al ojo e intelecto humano entender ambos campos de acción
por separado. “De este modo, los hiperrealistas fijan con un parecido
alucinante una realidad de la que se han esfumado todo el sentido y toda la
profundidad y la energía de la representación. Y así, el hiperrealismo de la
simulación se traduce por doquier en el alucinante parecido de lo real consigo
mismo.”
Para
el investigador francés el hombre moderno se ha convertido en una suerte de
jugador con gafas de realidad virtual, lo que le impide ser consciente de su
realidad y poder distinguir las diferencias. Las relaciones sociales,
laborales, de ocio, bienestar; pasan por el mundo virtual. Lo que le hace
pensar a Baudrillard que no existe realidad fuera de este mundo hiperreal que
se forma a través de un dispositivo computarizado. Un hecho que valida esta
hipótesis es la reciente investigación periodística realizada por TVE, donde
analizan el grado de importancia que la personas les confieren a las estrellas
que miden el nivel de calidad de la hostelería en Tripadvisor y la mensajería en
Amazon.
Cuando
los usuarios buscan un buen sitio donde comer les motiva la cantidad de
estrellas de dicho lugar, que en muchos de los casos son compradas por los
establecimientos para subir el número de clientes que les prefiere. Para el
usuario que consulta Tripadvisor u otra red promocional, no es importante si el
lugar es bueno o malo gastronómicamente hablando, simplemente lo entienden como
bueno por el número de estrellas que lo puntúan. Sin embargo, estas estrellas
solo están ahí gracias a una codificación binaria que replica una información
que carece de realidad y más que todo de veracidad.
Es
decir, Baudrillard llama la atención sobre la existencia de un mundo simbólico
que monopoliza los sistemas de producción y reproducción de discursos, imágenes
e ideas, a través del cual los sujetos contemporáneos le otorgamos sentido a
los objetos de la realidad misma. De tal manera que a los sujetos se les hace
imposible establecer cualquier tipo de relación con los objetos de la realidad;
dígase, por ejemplo, con la historia, la moral, la política, la economía e
incluso con otros sujetos, sin que medie un velo artificial que funciona como
mediador ineludible y que, a la postre, se erige él mismo en la propia
realidad. El individuo queda aquí relegado a un mero espectador de una realidad
virtual que lo mantiene prisionero de una producción de sentido que le es
absolutamente ajena.
Ahora
bien, en cuanto a la percepción y relación del sujeto con su realidad, ambos
autores comparten la misma tesis, y es que según Castells: “No vemos Internet
como vemos la televisión. En la práctica, los usuarios de Internet (…) viven
con Internet”;
con lo cual queda validado que en tanto existe en el mundo virtual es real.
Si se trata de buscar trabajo y no se tiene una suscripción en Linkedin se
pierden potenciales ofertas de empleo en la medida que para el mundo
sencillamente no existe. A este fenómeno Jean Baudrillard le denomina
simulacro, pero afirma que es utópico pensar que existe una diferencia entre lo
genuino y lo simulado, por lo que el sujeto debe ser consiente mas no debe
luchar por establecer diferencias entre el mundo real y el simulado dado que
ambos forman parte de lo hiperral. Al respecto otro destacado filósofo
contemporáneo, Gilles Deleuze, dice: “Lo virtual no se opone a lo real,
sino tan sólo a lo actual. Lo virtual posee una realidad plena, en tanto es
virtual (…) Lo virtual hasta debe ser definido como una estricta parte del
objeto real, como si el objeto tuviera una de sus partes en lo virtual, y se
sumergiera allí como en una dimensión objetiva”.
Es
preciso hacer conciencia del verdadero alcance de las redes sociales; es
imposible poder adaptarse y educarse en las nuevas tecnologías, puesto que los
pasos dados en este campo son sumamente acelerados. Un video o una foto ya no
constituyen muestras irrefutables de lo valedero, dado que contamos con una
avanzada tecnología apta para distorsionarla, a tal punto, que no somos capaces
de percibirlo. Es inseguro, sin dudas, sentarse hoy día frente a una computadora
sin tener una visión objetiva de la realidad. Y resulta de suma importancia
hacer un análisis crítico de la relación que se establece entre el individuo y
el ciberespacio, dado que es un hecho ineludible que este convive y depende de
las facilidades que ofrece un dispositivo móvil o un ordenador.
Dicho
esto, es preciso hacer conciencia de los riesgos y beneficios de usar Internet.
Al interactuar en la red los usuarios quedan expuestos y las grandes compañías
que manejan y lucran con sus datos pagan a sus empleados para desarrollar
programas que induzcan al usuario a compartir su vida en todos los aspectos.
Pero no sólo a sus empleados, sino que pagan al bien conocido influencer
(a veces patrocinados por compañías y marcas) para que motive a sus seguidores
a comparar determinado producto o asumir tal estilo de vida. Toda la
información de sus consumidores para ellos es importante desde qué ropa usan,
qué comida prefieren, qué filiación política tienen; todo es parte de un gran
mercado de compra y venta donde el individuo es solo mercancía.
El
comercio de datos de usuarios se ha convertido en la principal fuente de
ingreso de los multimillonarios conglomerados propietarios de las redes
sociales, al punto de que la venta de información personal ha devenido en el
negocio más lucrativo de este siglo. De ahí que a día de hoy sea imprescindible
cuestionarse el paradigma ingenuo con el que se celebró el nacimiento del
Internet y las redes sociales, como un producto democrático que daría a los
individuos el poder de descentralizar la información, de hacerla accesible,
gratuita y que fluyera de manera horizontal, en oposición a la verticalidad de
las grandes compañías tradicionales de la noticia.
A
la identidad entre redes sociales, democracia y libertad habría que oponer una
nueva perspectiva crítica de estos medios como soportes de una nueva hegemonía
mundial, de un nuevo tipo de dominación donde el usuario, aun creyéndose
autónomo, continúa respondiendo a viejos intereses de una manera más
sofisticada y velada. Ese es precisamente el objetivo de la obra desenajenante
de autores contemporáneos como Jean Baudrillard y del sociólogo Manuel
Castells. El primero con su concepto de hiperrealidad aporta una noción
fundamental para comprender el mecanismo alienante de los medios de
comunicación a través de la creación de realidades virtuales o simuladas. La
concepción de la autocomunicación de Castells, por su parte, contribuye
a entender el elemento distintivo que supone la existencia de un nuevo esquema
comunicativo, que rompe con la linealidad tradicional emisor-receptor de los
viejos medios de comunicación.
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