Revista Nº43 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

 

MATER DOLOROSA:  GALDÓS Y EL MITO DEL CARÁCTER NACIONAL EN LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA.

 

IÑAKI VÁZQUEZ LARREA[1].

 

 

RESUMEN:

En 1970 Julio Caro Baroja publicaba El Mito del Carácter Nacional. En él se argumentaba que el carácter nacional español tiene un fundamento mítico, no científico. El presente ensayo es un breve recorrido sobre el uso y el abuso del concepto tanto en la Historiografía liberal como conservadora española, con especial énfasis en los Episodios Nacionales de Galdós.

Palabras claves: ilustrados, Unamuno, Ortega, Galdós, Baroja, Pidal

ABSTRACT:

In 1970 Julio Caro Baroja published El Mito del Carácter Nacional. In it is argued that the so called spanish national character has a mythical basis, not a scientific one. The current essay is a brief path along the use and the abuse of the concept both in the conservative and liberal Spanish historiographical tradition, with an special focus on Galdo´s Episodios Nacionales.

Key words: Enlightenment, Unamuno, Ortega, Galdós, Baroja, Pidal.

Considero, en efecto, que todo lo que sea hablar de “carácter nacional” es una actividad mítica; es decir, que el que habla o charla se ajusta a una tradición más o menos elaborada, sin base que pueda apoyarse en hechos científicamente observados y observables, tradición que tiende a explicar algo de modo popular y que de hecho cambia más de lo que se cree o dice”

Julio Caro Baroja

“La nación era el marco general de la visión historiográfica”

José Antonio MaravalL

 

 Desde sus inicios la moderna historiografía española adoleció de un mito iniciático roussoniano, de contrato social entre ciudadanos. Los ilustrados prefirieron buscar una Arcadia medieval corrompida por males exteriores legitimando legendismos particularistas basados en antañones cronicones (Juaristi).

 Tal y como afirma Álvarez Junco:

  “Realizaban así los ilustrados una maniobra típica de los nacionalismos, de proyección hacia el exterior del origen de los males propios, liberando al ente nacional de toda responsabilidad por sus infortunios pasados. La responsabilidad por las desgracias colectivas recaía sobre un elemento “extranjero”, en este caso una dinastía germano-flamenca. Aquella interferencia foránea torció el curso “natural” de España hacia la libertad (José Álvarez Junco, pag.218)”.

Jovellanos, a este respecto, ya hacía acopio del mito de causa comunera perdida, la causa medieval castellana vencida “por la intriga y la fuerza”, pero no por la “razón”, pues le avalaría el derecho de “supremacía” de una eterna nación ya preexistente.

 Se trataría de una forma de justificar no solo la convocatoria de una asamblea representativa de la nación en 1810, sino también los radicales cambios institucionales y legislativos que se planteaban ante aquella asamblea. Se estableció como una verdad inconcusa que un sistema de limitación y control de los poderes y defensa de las libertades ciudadanas no era ninguna novedad en España, sino que respondía a unas formas de convivencia que habían existido en la historia del país en los momentos en que este no había estado sometido a una dominación extranjera; es decir era justamente lo que se adecuaba al carácter y al genio nacional español.

 La tradición historiográfica liberal decimonónica fue fiel a este patrón sin excepción. Aparentemente el desencanto liberal de Galdós en Los Episodios Nacionales nos acerca al naturalismo de Zola, pero no es sino el canto desesperado de la gesta de un pueblo heroico ahistórico traicionado por su élite dirigente.

 En Trafalgar, dice Benito Pérez Galdós en boca de Don Alonso: “El honor de nuestra nación está empeñado-contestó don Alonso-, y una vez metidos en la danza sería una mengua volver atrás. Cuando el mes pasado en Cádiz en el bautizo de la hija de mi primo, me decía Churruca: Esta alianza con Francia y el maldito tratado de San Ildefonso, que por la astucia de Bonaparte y la debilidad de Godoy se ha convertido en tratado de subsidios, serán nuestra ruina, serán la ruina de nuestra escuadra, si Dios no lo remedia, y, por tanto, la ruina de nuestras colonias y del comercio español en América. Pero, a pesar de todo, es preciso seguir adelante (Benito Pérez Galdós, pag 10)”.

En el episodio del 19 de marzo y el 2 de mayo, el tono es aún más dramático: “Animo hijas mías. No lloréis. En este día el llanto es indigno aun en las mujeres ¡Viva España! ¿Vosotras sabéis lo que es España? Pues es nuestra tierra, nuestros hijos, los sepulcros de nuestros padres, nuestras casas, nuestros reyes, nuestros ejércitos, nuestra riqueza, nuestra historia, nuestra grandeza, nuestro nombre, nuestra religión. Pues todo esto nos quieren quitar. ¡Muera Napoleón!  (Benito Pérez Galdós, pag.251)”.

 Con el trascurso del relato los Episodios trazan rasgos esperpénticos (si bien Valle- Inclán nunca se identificó con ellos), hasta llegar a Misericordia (1987), testimonio máximo de su desilusión ideológica, donde España se trasmuta definitivamente en Mater Dolorosa (de ahí el tono religioso de la misma). Una madre patria, que yace agónica, pendiente de ser redimida y salvada.

A este respecto, Nina (protagonista de la obra) representa el vía crucis nacional, cuya dignidad mendicante otorga una brizna de esperanza a la resurrección esencialista de España: “Llegué hasta donde pude; lo demás hágalo Dios, si quiere (Benito Pérez Galdós, pag, pag.230)”.

 Unamuno fue fiel a la tradición liberal en su concepto de intrahistoria; el genio nacional traicionado por el supuesto fanatismo y absolutismo de los Habsburgo. Incluso Pidal habla de un espíritu nacional a partir del romancero, “máxima expresión del alma popular (Álvarez Junco, pag. 333)”.

 La supuesta excepción Orteguiana resulta engañosa. De hecho Ortega partía de la historicidad de la nación, había leído a Renan y hacía suya la idea del plebiscito cotidiano, para caer luego en un esencialismo agónico al considerar que España estaba constitutivamente enferma por el imperio de las masas y los particularismos. Lo cual aleja a Ortega de Renan para acercarlo a Herder o a Fichte los padres del primordialismo nacionalista.

 ¡Y Qué decir de la Historiografía conservadora! El nacional catolicismo canovista de Menéndez Pelayo, para quien en su Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882), España era una, monolítica, católica, Imperial e inmutable: “España martillo de herejes, Luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…esa es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra”.

 De ella se nutrió el clima intelectual que desembocó en el franquismo, que “heredó lo fundamental de la visión católica conservadora de la historia nacional elaborada en la segunda mitad del XIX, antológicamente expuesta por Marcelino Menéndez Pelayo. Conocemos bien su idea central: España era una nación milenaria destinada providencialmente a la defensa de la verdadera fe, catolicismo romano, que había llegado a la hegemonía mundial cuando había sido fiel a esta misión y había decaído al desviarse de ella ( José Álvarez Junco, pag 343)”.

 Habría que esperar a José Antonio Maravall y Julio Caro Baroja (en la década de los setenta del siglo XX) para que el punto de partida de la historiografía española dejase de ser la identidad nacional.

 

BIBLIOGRAFÍA:

ÁLVAREZ JUNCO, J., DE LA FUENTE MONGE, G.: El Relato Nacional (Historia de la Historia de España), Taurus, Madrid, 2017

ÁLVAREZ JUNCO, J.: Mater Dolorosa (La Idea de España en el siglo XIX), Taurus, Madrid, 2001.

BAROJA, J. C.: El Mito del Carácter Nacional, Caro Raggio, Madrid, 2004.

BHABHA, K. H.: Nación y narración (entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales), Siglo XXI, Madrid, 2010.

JUARISTI, J.: Vestigios de Babel (Para una arqueología de los nacionalismos españoles), Siglo XXI editores, Madrid, 1992.

NÚÑEZ SEIXAS, XOSÉ M.: Suspiros de España (el nacionalismo español 1808-2018), Crítica, Barcelona, 2018.

PÉREZ GALDÓS, B.: Misericordia, Cátedra, Madrid, 1982.

PÉREZ GALDÓS, B.: Episodios Nacionales, Ediciones M Aguilar, Madrid, 1941.

 



[1] Profesor de Ciencias Sociales en IES EGUZKITZA  (ESPAÑA) y Doctor en Filosofía y Antropología Social por la Universidad del País Vasco.