EL VALOR
SOLIDARIDAD EN LA EDUCACIÓN CIUDADANA: UN
ACERCAMIENTO A LOS FUNDAMENTOS
THE VALUE SOLIDARITY IN CIVIC EDUCATION: AN APPROACH TO BASICS
Autores:
Pedro
Edy Campos Perales. Profesor Auxiliar. Universidad
Tecnológica de La Habana, CUJAE. Máster en Ciencias de la Educación Superior.
e-mail: ecamposperales1959@gmail.com
Rosa
María Vázquez Herrera. Profesora Auxiliar. Universidad Tecnológica de La
Habana, CUJAE. Máster en Didáctica de las Humanidades. e-mail: rvazquez@icb.cujae.edu.cu
RESUMEN
El
estudio es un acercamiento a los valores humanos desde diferentes disciplinas;
surgimiento, fuente y perspectivas de su educación.
Centra su atención en los fundamentos epistemológicos de la solidaridad como
valor moral, el que va más allá del estrecho ‘círculo del yo’ y que
al cambiar al ‘círculo del nosotros’ se convierte en vía de aceptación de la
diversidad, la inclusión, la ética moral y profesional, de educación para la
sustentabilidad, prevención de la violencia y su observancia permite vivir y
actuar bajo un enfoque inclusivo, de género, contribuyendo al autodesarrollo
humano y a la formación de una cultura de paz. La educación del valor
solidaridad es factible desde la concepción de la educación ciudadana, como parte
del proceso de socialización que se desarrolla en la sociedad y que está
encaminado a formar ciudadanos de Cuba y el mundo.
Palabras
claves: valor moral, solidaridad, educación
ciudadana.
ABSTRACT
The
study is an approach to human moral values from different disciplines; Surging,
source and perspectives of his education. Center his attention in
epistemological basics of solidarity like moral worth, the one that surpasses
the narrow circle of the I and then when changing the circle of the web he
becomes the diversity's road of acceptance, the inclusion, the ethical morals
and professional, of education for the sustainability, prevention of violence
and his observance it permits living and performing on an inclusive, kind focus
softly, contributing to human auto-development and to the formation of a
culture of peace. The education of the value solidarity is feasible from the
conception of civic education, like part of the process of socialization that
develops in the society and that is headed for forming townspeople of Cuba and
the world.
Key words: moral worth,
solidarity, civic education.
INTRODUCCIÓN
La solidaridad es una categoría con diferentes matices;
en ello influye una serie de factores, entre los cuales están las
características de la época histórica. Está presente en el quehacer de la
humanidad desde la Antigüedad. La solidaridad debe verse como un modo de vida,
una actitud a asumir no sólo en caso de emergencias originadas por situaciones
específicas. La solidaridad es un valor que se aprende y
perdura en el tiempo.
La solidaridad también promueve causas
sociales y políticas, la reivindicación de los derechos de clase, la
cooperación internacional, la promoción de la responsabilidad social en las
empresas y muchas otras formas de apoyo. La solidaridad ha estado y está
constantemente relacionada con los actos que el ser humano realiza para superar
situaciones desfavorables y lograr un mejor bienestar o bien común. La
educación en valores morales es una tarea educativa compleja que se configura
en su integralidad, con la participación de los ideales, las actitudes y las
conductas de los humanos.
El presente trabajo fundamenta los
presupuestos teóricos para el estudio del valor moral solidaridad, toda vez que
lo considera esencial en la educación ciudadana que implica la repercusión que
tendrán sus modos de actuación en el resto de la sociedad. De ahí que su
objetivo sea: Sistematizar los referentes teóricos para el estudio del valor
moral solidaridad como componente esencial de la educación ciudadana.
DESARROLLO
El ser humano viene al mundo inconcluso e irresoluto y es
preciso cultivar su humanidad, en este sentido la educación se torna clave para
el logro de tan sensible propósito. Para la ONU (1995-2004), «la Educación es
fundamental para el desarrollo de la personalidad humana, bajo los parámetros
de respecto a los derechos humanos, tolerancia, amistad entre nación y grupos
étnicos y religiosos y el ejercicio de la paz».
El ciudadano debe conducirse y comportarse en una sociedad
políticamente organizada, de ahí la comprensión del lugar y papel de la
educación en valores morales para el armónico desenvolvimiento de la sociedad,
su estudio es un fenómeno que implica a toda la humanidad. Desde la aprobación
de la Declaración Universal de Derechos del Hombre y el Ciudadano en 1789 se
señalan los principios del deber ser de este con la sociedad. En
Cuba la educación para la ciudadanía se refiere al conjunto
de conocimientos, habilidades y valores destinados a formar a los jóvenes para
que se preparen para asumir sus roles y sus responsabilidades como ciudadanos y
ciudadanas de una sociedad socialista.
En la educación del ciudadano participa toda la
sociedad y su formación integral necesita de cultura, ideología y educación. Para
Hernández, A. y coautores (2013) «Los hombres y mujeres que vivirán en el
futuro en el país pensarán y actuarán con respeto a la patria según la
educación que hayan recibido» (p.15).
La educación ciudadana forma parte del proceso de
socialización que se desarrolla en la sociedad, con la finalidad de conformar
personalidades capaces de convivir y participar en el desarrollo social, desde
una perspectiva consciente, autorregulada, ética, política y jurídica.
1.
El valor: una condición humana
Al asumir la solidaridad como un valor moral
hay que acercarse al concepto de valor para llegar a comprender con más
aciertos a qué se refiere la solidaridad y qué significa para los seres humanos.
La génesis de valor moral tiene su origen en el vocablo
aestimable de
origen latino que le da significación etimológica, pero inicialmente sin
significación filosófica. Con el proceso de
generalización del pensamiento humano, que se desarrolla en las principales
naciones de Europa, adquiere su interpretación filosófica, aunque no es hasta
el siglo XX cuando comienza a utilizarse el término axiología, del griego Axia
(valor y logos, estudio, tratado), y que constituye la rama del saber
filosófico que procura dar respuesta a tres interrogantes cardinales: ¿cuál es
la naturaleza de los valores humanos?, ¿de dónde surgen? y ¿cuáles son sus
fuentes?
Diversos autores coinciden en plantear que
la definición de valor como concepto es sumamente difícil, dado que tiene un
carácter complejo, contradictorio y multifactorial, punto de vista con el que
coinciden los autores. Para acercarse a este concepto hay que hacerlo desde un
enfoque multidisciplinario del saber humano, disciplinas que aportan desde
diferentes perspectivas; lo filosófico, psicológico y pedagógico, entre otras.
Según plantea Fabelo Corso (2004) «cada
una de estas disciplinas [ciencias]
centra su atención en la manifestación particular del valor que más
directamente tiene que ver con sus respectivos objetos de estudio» (p.43).
La concepción que se tiene hoy de valores
humanos tiene un largo recorrido histórico que va desde el pensamiento de los
estoicos, fue interés de los filósofos Platón y
Aristóteles y llega a nuestros días, pasando por el
pensamiento filosófico de los siglos XVII y XVIII que desarrolla el concepto de
valores humanos sobre la base de que el valor de todas las cosas es el precio
dado por el propio hombre, lo cual supone la persistencia de una concepción
subjetiva del término.
En el siglo XX con los aportes del marxismo
se trata el concepto de valor basado en la relación sujeto – objeto, como
correlación entre lo material y lo ideal; siguiendo este orden de ideas los
valores no existen fuera de las relaciones sociales
mediadas por la práctica humana.
Desde la óptica filosófica José R. Fabelo
(2004) considera a los valores «como
una relación de significación entre los distintos procesos o acontecimientos de
la vida social y las necesidades e intereses de la sociedad en su conjunto.
Cada objeto, fenómeno, suceso, tendencia, idea o concepción, cada resultado de
la actividad humana desempeña una determinada función en la sociedad, adquiere
una u otra significación social, favorece u obstaculiza el desarrollo
progresivo de la sociedad. Es un valor o un antivalor, un valor positivo o un
valor negativo» (pp. 47-48).
Este acercamiento conceptual presenta un
carácter generalizador que es aplicable a cualquier valor tanto de la
naturaleza, la sociedad como del pensamiento.
Nancy Chacón (1999) señala que «Los
valores expresan la significación social positiva o negativa que tienen los
hechos o fenómenos para la sociedad y para el propio individuo, se dan en la
dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo y explica cómo estos son de naturaleza
espiritual e ideológica y se manifiestan en forma de concepciones,
sentimientos, puntos de vistas, ideales y cualidades»
(p.13).
A juicio de los autores los valores son objetivos
porque objetiva es la actividad práctico-material en la cual surgen, porque
expresan las necesidades de la sociedad, las tendencias reales del desarrollo
social, por tanto su origen no puede buscarse más allá de la realidad histórica
y social y nunca en un ser ideal que la supere.
Desde la Psicología, Fernando González Rey
(2008) destaca el carácter de configuración subjetiva de los valores morales y
los determinantes individuales y socioculturales que influyen en su
personalización en la medida que satisfacen sus necesidades, como expresión
auténtica del sujeto que los asume y desempeñan un importante papel en la
regulación del comportamiento, es por ello que los valores ‘no
se inculcan’, no se ‘trasmiten’
sino que se educan, en tanto se diseñen situaciones educativas que propicien el
surgimiento de necesidades en el estudiante, en correspondencia con los valores
que se pretenden formar.
1.1. Valor:
perspectivas de su educación
Para Laura Domínguez (2012), los valores
humanos son formaciones psicológicas complejas (formaciones internas del sujeto
o formaciones estables de la personalidad) que se vinculan a la reproducción
subjetiva como elemento de la situación social del desarrollo del individuo,
mediante los cuales el individuo incorpora a su subjetividad las normas y
principios sociales que constituyen reguladores importantes en la vida de los
hombres. Aquí a nuestro criterio aparece un punto de encuentro con la
Pedagogía, la cual se interesa por la educación, para el desarrollo de una
conciencia valorativa educable en las principales instituciones docentes, entre
ellas las universidades.
La educación en valores morales es una
tarea educativa compleja que se configura en su integralidad, con la
participación de los ideales, las actitudes y las conductas. Al
decir de Esther Báxter (2008) «Los
valores constituyen una guía general de conducta, que se derivan de la
experiencia y le dan un sentido a la vida, propician su calidad, de tal manera
que están en relación con la realización de la persona y fomentan el bien de la
comunidad y la sociedad en su conjunto» (p.
35).
De lo que se desprende que la categoría
valor es el resultado de la experiencia individual y de la realización personal
del sujeto, dándole un sentido a la vida y propiciando su calidad; constituye
una guía general de conducta para un individuo, un grupo o clase social o para
la sociedad en su conjunto.
Para Carlos Álvarez de Zayas
(1999) la formación del estudiante es el resultado de la
educación para la vida donde se une el pensar, el sentir y el actuar; en ella
se articulan lo instructivo, lo educativo y lo desarrollador que promueve como
resultado una actuación independiente, activa y reflexiva; además de un proceso
de interiorización y crecimiento personal. Los autores coinciden con este
criterio y asumen que el proceso educativo integra, crea y transforma hacia
estadios superiores al estudiante como ser humano en un contexto históricamente
determinado.
La educación en valores morales tiene sus
raíces en la tradición de pensamiento pedagógico cubano. Cintio Vitier (2009)
plantea que «para entender la categoría
valor, hay que remontarse a las concepciones pedagógicas vigentes desde el
siglo XVIII hasta el presente XXI, pues solo la columna vertebral de la
historia con sus ideas pedagógicas de avanzada que dio próceres y héroes en la
lucha por preservar la patria (Félix Varela, José de la Luz Caballero, Rafael María
de Mendive, José Martí, Fidel Castro, Che Guevara) es lo que puede enseñar
quiénes somos y hasta dónde somos capaces de llegar».
(Citado por Columbié. 2016, p.19).
Haydée
Leal (2005) hace referencia a que el modelo de ser humano (hombre y mujer), al
que aspira la sociedad cubana siempre será la brújula para la educación, pero
en relación directa con las condiciones históricas concretas, donde están
presentes los valores morales cuando de educar se trata, y enfatiza que «hoy
más que nunca, frente a las exigencias y condiciones sociales, se acrecienta la
necesidad de buscar en las raíces históricas el contenido para la lograr una
adecuada educación y formación de valores humanos, patrióticos, antimperialistas
e internacionalistas para alcanzar la plena identidad individual y social»
(p.8).
Lograr
lo anterior por parte de los docentes, plantea Ester
Báxter (2008) es posible, mediante no sólo una
adecuada selección del contenido a impartir, sino también de «las
fuentes básicas entre la que es primordial la obra martiana y el legado de
otros pensadores y revolucionarios. Asimismo, se hace imprescindible dotarlos
de metodologías de enseñanza que permitan desarrollar en los estudiantes formas
de pensar, sentir y actuar acorde con el sistema de valores de la sociedad en que
viven y desarrollan su vida» (p.
62).
Los autores asumen que la educación en valores es un
proceso que forja en los estudiantes conocimiento y también simpatía hacia los
valores que ya han desarrollado durante su vida. Como contenido del proceso docente
educativo facilita la orientación de acciones educativas en función de su
desarrollo moral; siempre que el docente propicie que el estudiante sea una
parte activa y responsable del proceso. De tal modo fortalece su desarrollo
intelectual, los sentimientos, sus emociones y formas de pensar y de actuar.
2.
Solidaridad: en busca de una definición
Ya identificado con los valores como
condición humana podemos acercarnos a una conceptualización de la solidaridad, el
que igualmente ha estado analizado por especialistas de diferentes disciplinas,
entre estas la sociología, la filosofía, la psicología y la teología, entre
otras; dicha aproximación permite conocer el sentido, su significación y la
importancia de la solidaridad en los contextos específicos en que se desarrolla.
La solidaridad como concepto ha
evolucionado con el tiempo, -como la propia ciencia- y se ha enriquecido de
nuevos aportes que han influido en su definición «Su
aplicación no se ha circunscrito al ámbito jurídico o filosófico, sino se ha
aplicado en áreas como la economía, las ciencias políticas, las relaciones
internaciones, la sociología, la antropología, entre otras ciencias» (Tabra. 2017, p.17).
La palabra solidaridad no existe en el Latín clásico ni
en medieval, pero etimológicamente viene del término “in solidum” solidus
o solidita que significa compacto, sólido, completo, entero. «Al parecer
el primer uso de la palabra se le debe al idioma francés». (Páez.
2013, p.2).
Se dice que el termino solidaridad es relativamente
nuevo, Edison P. Tabra (2017) encuentra los
antecedentes conceptuales de la solidaridad en la «época
de los estoicos, pero fue Aristóteles quien expuso la solidaridad presente en
un conjunto de personas con características y deberes comunes, en un espacio
limitado y partiendo de una solidaridad de tipo “cerrada”. En este tipo de
solidaridad está incluida la amistad entendida como el principal bien que
poseen los ciudadanos en la comunidad dentro de un régimen de igualdad. Por
tanto, la solidaridad constituye el vínculo en común que une a las comunidades»
(p. 22).
En el derecho romano se entendía la
solidaridad como parte del derecho civil, referente al cumplimiento de las
obligaciones del deudor hacia el acreedor. «Junto
al paulatino desarrollo de esta noción jurídica por el derecho romano, la idea
conceptual de la solidaridad alcanzó nuevos matices en la época de la Roma
Antigua. Séneca, Cicerón y Marco Aurelio desarrollaron conceptos como el amor y
la unión entre los hombres, las perspectivas de la amistad, el compañerismo y
la hermandad». (Tabra, 2017, p. 28).
En el
pensamiento
filosófico moderno, de diversas maneras, se asocia la
solidaridad con la interrelación entre lo individual y lo
social para el bienestar de la sociedad en el mantenimiento de la paz; se
identifica como un sentimiento social que no debe restringir las libertades
individuales y los requisitos para su ejercicio se ven
constituidos por la no existencia de obligatoriedad normativa por parte de la
sociedad.
Una
de las escuelas filosóficas que mayor atención le ha brindado a la categoría de
referencia es la marxista, que es, por esencia, solidaria. Esta cualidad puede
hallarse en las primeras obras de sus creadores, entre ellas el Manifiesto
Comunista, donde se plantea la necesidad de la unidad para fundar una nueva
sociedad, entre cuyos principios básicos está la solidaridad.
2.1. Solidaridad
en la política
Desde el siglo XIX la solidaridad comenzó a
extenderse como paradigma ético, desde que los grupos revolucionarios
socialistas la tomaran como una de sus banderas y como alternativa a la virtud
de la caridad cristiana. En poco tiempo, apenas dos siglos de existencia el término
y sus significados se han desarrollado de forma extraordinaria desde doctrinas
y ámbitos muy diversos; incluso desde el cristianismo.
Vanesa Saiz (2010) plantea que «a
partir de 1848 aumentan las referencias a la solidaridad. Se incorpora su
empleo en términos políticos, en relación a las revoluciones liberales y las
luchas de los pueblos. Los atributos de la solidaridad en esos años son el republicanismo
y los derechos del hombre, línea de sentido que pervive en la actualidad. Los
principios de la solidaridad sientan sus bases en la época de las revoluciones
liberales, durante esos años se perfila la importancia del ethos solidario como
un motor de integración social, orientado hacia el referente colectivo de la
humanidad, por encima de los nacionalismos, provocados por el sentimiento de
pertenencia ligado a la consolidación de los Estados-nación»
(p.188).
2.2. La
Iglesia católica y su visión de solidaridad
La Doctrina Social de la Iglesia católica
tiene un largo camino en el trato de la solidaridad y lo solidario, el término
se ha utilizado
en muchos idiomas y de acuerdo con los diferentes pontificados. Fue en
fecha relativamente reciente -año 1939-, en la encíclica Summi pontificatus del
Papa Pío XII, cuando apareció por vez primera el término solidaridad en un
documento del magisterio pontificio. Pero más reciente aún «la
consideración de la solidaridad como virtud moral cristiana ha sido introducida
en la Doctrina Social de la Iglesia por el Papa Juan Pablo II. Esta valoración
descubre en la solidaridad una identidad que la sitúa en uno de los sistemas
morales más apreciados desde la antigüedad hasta el presente».
(Velasco. 2018, p.391).
Con anterioridad el término más empleado por el
cristianismo ha sido la Caridad, fue en la «encíclica
Sollicitudo Rei Socialis, [marzo
de 1987]
cuando Juan Pablo II perfecciona su pensamiento
solidario al concebirla como un deber, un principio, una actitud y una
virtud necesarios para la desaparición de las
desigualdades en el mundo». (Tabra. 2017,
p.116).
La solidaridad es considerada uno de los
cuatro principios de la doctrina social de la iglesia, según Gonzalo Letelier
(2017) identifica la solidaridad como la noción que «designa
en primer lugar la profunda interdependencia de los hombres y los pueblos en
relación con el bien común de cada comunidad y, en último término, de la
humanidad entera, interdependencia en virtud de la cual no es posible que
algunos estén realmente bien mientras haya otros que padecen graves injusticias
o carecen de lo mínimo indispensable» (p.94).
2.3.
Solidaridad: uno y más conceptos
La solidaridad se define como un valor moral, se
refiere a la posibilidad que tienen los seres humanos de colaborar con los
otros y además posibilita crear sentimientos de pertenencia.
La siguiente conceptualización sirve para explicarla como un valor según
refiere Martha Páez Neira (2013) y «Significa
el compartir y asumir las necesidades del otro como propias. Constituye un
valor que permite pensar en el otro, en cómo ayudar, colaborar y dar lo mejor
de sí para aportar al otro, contribuyendo de este modo al desarrollo del hombre
y por tanto, de la humanidad. La solidaridad es altruismo, eleva al hombre y lo
dignifica, por encima de todos los seres de la tierra; el hecho de sentirse
solidario, eleva su humanidad» (p.44).
Otro concepto es el que aporta Lucía
Negrete (2004), esta autora sostiene que la solidaridad es entendida como un valor
universal y se plantea que «es
una responsabilidad mutua contraída por varias personas, que nos hace colaborar
de manera circunstancial en la causa de otros»
(p.4).
Claudia Martínez (2017) plantea que en «la
noción de solidaridad existe una mutualidad: ser solidario supone que ambas
partes se aprovecharán a largo plazo de la relación solidaria y que existe una
responsabilidad de una parte hacia la otra, por motivos culturales, históricos
o ideológicos» (p.431).
Ambas observaciones implican la solidaridad
con otro valor universal; la responsabilidad, de ahí que se puede plantear que
los valores no son entes aislados, sino, que se complementan y articulan en los
modos de actuación de las personas.
Para autores como Luis Aranguren (2010),
la solidaridad se entiende de diversas maneras que van desde lo espectacular
con que la emplean algunas personas y organizaciones, sin mayor referencia a lo
moral, hasta la actitud vivencial, pasando por la denominación de diversas
campañas o formas de colaboración y que se la puede definir de cuatro modos
específicos como son: a) «una reacción frente a las realidades concretas que
dolor, sufrimiento e injusticia que presenta el mundo de hoy; b) como una
determinación de involucrarse en actividades para suprimir las causas que
generan dichas realidades; c) como un deber que tiene el hombre con el mismo
hombre frente a las realidades de desequilibrio en el mundo, y d) como un
estilo de vida, pues ser solidario se vuelve parte de la vida en todos los
ámbitos sociales» (citado por Páez. 2013, p.44).
Un término que se conjuga en la interpretación
sociológica de solidaridad es solidaridad social, la cual involucra la ayuda
humanitaria al otro y conduce hacia una cultura de paz. La solidaridad «no se
agota en el uno mismo, la solidaridad es alteridad en estado puro,
siempre es hacia otro. La solidaridad social, bien entendida, empieza allá
donde se acaba el yo y empieza el tú; es una relación horizontal entre personas
que constituyen un grupo, una asociación o una comunidad, en la cual los
participantes se encuentran en condiciones de igualdad. [...] hay que estar
abiertos al otro tanto para dar como para recibir. O sea, es el compartir con
otros sentimientos, opiniones, dificultades, dolores y actuar en consecuencia. [...]
la solidaridad es un valor contrario al individualismo, se refleja en el
servicio y busca el bien común y su finalidad es intentar solucionar las
carencias espirituales o materiales de los demás» (Pasek
&
Colina. 2018,
p.107).
2.4. La
solidaridad más allá del “yo”
Duque (2013) tiene la consideración de que
la solidaridad constituye un principio para enfrentar el racismo y la xenofobia,
dado que este implica la identificación de un círculo del nosotros, en el que
reconocemos la igualdad y la solidaridad con la defensa de la identidad. Tras
un análisis cuidadoso del racismo y la xenofobia como formas de intolerancia,
concluye en la necesidad de reconocer en estas manifestaciones hechos que
contradicen la igualdad y que, en cuanto tales, deben ser reprobados no sólo
moral, sino también jurídicamente. (p.194).
El ampliar el ‘círculo del yo’ biologicista y
convertirlo en el yo social y la amplitud de este hacia el ‘círculo del
nosotros’, es una vía también de aceptación de la diversidad, de la inclusión,
la ética moral y profesional, de educación para la sustentabilidad, y la prevención
de la violencia, es vivir y actuar bajo un enfoque de género; inclusivo,
participativo, plural, tolerante y respetuoso de la diversidad, en resumen es
una una vía para la educación de una cultura de paz, que puede estar atendida
desde la concepción humana de solidaridad. Este valor moral, está llamado a potenciar la naturaleza del ser
humano como ser inteligente que es, auxiliándolo en el medio social en que se
desarrolla hasta llegar a ser decisivo para su coexistencia.
La solidaridad más que una definición es
una acción que es propia de los seres humanos pertenecientes a una sociedad.
Solidaridad según la ética de José Martí (2015) se puede encontrar en la
siguiente interrogante y expresión martiana: «Pero
¿puede ser feliz quien sólo es útil a sí propio».
(t.5, p.46). «El que honra a los demás
se honra a si propio» (t.7, p.215). «Que
nadie tiene el derecho de dormir tranquilo mientras haya un solo hombre infeliz»
(t.25, p.158).
Según la ética de Fidel Castro la solidaridad
es comportarse en idea y acción con el bienestar de los otros en la familia, la
escuela, los colectivos laborales, la nación y hacia otros países. Es estar
siempre atento a toda la masa humana que lo rodea. Marcado es el énfasis que
hizo en los valores desde la educación, «educar es sembrar
valores, inculcar y desarrollar sentimientos, transformar a las criaturas que
vienen al mundo con imperativos de la naturaleza, muchas veces contradictorios
con las virtudes que más apreciamos, como solidaridad, desprendimiento,
valentía, fraternidad y otras» (Castro. 2002, p.74).
Sobre la labor de los docentes para con la educación
moral Fidel enfatiza que «tienen que ser, sobre
todo, sembradores de ese hermoso sentimiento que es el espíritu de hermandad,
el espíritu de solidaridad». (Castro. 2001, p.70).
Para la
educación en valores dentro de las universidades cubanas se parte del presupuesto
de la prioridad de la ética sobre la ciencia y, desde esa base se encauza el
lugar de la persona en la sociedad. En las universidades cubanas se trabaja en
la búsqueda de acciones conjuntas que orienten y beneficien a toda la
sociedad, donde
el humanismo es el factor catalizador. En este sentido se aboga por la
formación y «desarrollo
de la persona íntegra [que] apunta a un tipo de ciudadano más capaz de tomar en
cuenta el punto de vista de otros, argumentar sus propuestas y sustentar sus
decisiones de manera reflexiva y creativa, más cooperativo en la solución
conjunta de los problemas y de mayor consistencia moral en su quehacer
cotidiano. En consecuencia, este enfoque promueve un tipo de interacción social
basada en el respeto mutuo, el razonamiento, la cooperación, la aportación
constructiva y la coherencia ética, elementos en los que se despliega en su
totalidad la persona como ser humano social». (Villavicencio. 2010,
p.117).
En el enfoque
integral para la labor educativa y político- ideológica y de la defensa en la
universidad cubana referente al valor solidaridad se plantea que «fortalecemos
el espíritu de colaboración y de trabajo en equipo. Apreciamos en alto grado el
sentido de compañerismo y compartimos todos nuestros recursos, en aras de
potenciar todo el conocimiento que captamos y generamos. Desarrollamos una
cultura que privilegia el trabajo integrado en red entre todos, la consulta
colectiva, el diálogo y debate para la identificación de los problemas y la
unidad de acción en la selección de posibles alternativas de solución. Nos
identificamos con el sentido de justicia social, equidad e internacionalismo,
ante las causas nobles que pueden lograr un mundo mejor, de paz e igualdad».
(Sánchez. 2008, p. 194).
Partiendo de las valoraciones y
definiciones anteriores expuestas hasta aquí, los autores asumen la solidaridad
como un valor moral y lo definen como la actitud de comprometerse en idea y
acción con el bienestar de los demás; en la familia, la
escuela, los colectivos laborales, la nación y hacia otros países,
es estar siempre atento a la felicidad de todas las personas
que lo rodean, identificarse con las causas justas
y defenderlas, promover actitudes colectivistas y de modestia y se fundamenta
en condiciones de igualdad, cuyos rasgos son los siguientes:
ü
La ayuda solidaria entre compañeros y demás
personas: significa que, en las relaciones entre familiares, amigos y el resto
de las personas, prevalezcan la camaradería, la ayuda mutua, la comprensión, la
amistad sincera, donde reine el gusto por servir a los demás y se rechacen las
manifestaciones de egoísmo y ambición.
ü
Ser solidario con las causas justas: sentimiento
a través del cual se identifican con todos los que en el país y fuera de él se
esfuerzan por el bienestar y progreso de sus pueblos, luchar por la paz y el
establecimiento de relaciones justas entre los países.
ü
La disposición a colaborar con otros pueblos
del mundo desde sus saberes.
Entender
como modos de actuación asociados al valor solidaridad los siguientes:
ü
Ofrecer ayuda desinteresada a quien la
necesite.
ü
Manifestar sensibilidad ante lo que
acontece a su alrededor.
ü
Rechazar manifestaciones de egoísmo,
individualismo y ostentación.
ü
Socializar los resultados del trabajo y el
estudio.
ü
Identificar las causas justas y estar
dispuesto a defenderlas.
ü
Estar dispuesto a realizar acciones solidarias
dentro y fuera del país, incluso al precio de elevados sacrificios materiales y
espirituales.
ü
Poseer y practicar sistemáticamente el espíritu
colectivista, de austeridad y modestia.
ü
Participar activamente en la solución de
los problemas del grupo, la comunidad y la humanidad.
ü
Respetar la diversidad dentro del ámbito
familiar y social.
ü
Fortalecer el espíritu de colaboración y de
trabajo en equipo. Desarrollar la consulta colectiva, el diálogo y el debate
para la identificación de los problemas y la unidad de acción en la selección
de posibles alternativas de solución.
CONCLUSIONES
La educación ciudadana lleva implícito educar en
valores a las personas, es ante todo educar para la libertad, la igualdad, la
convivencia, la tolerancia, la solidaridad, la justicia y la paz. En la
educación del ciudadano participa toda la sociedad aunque en las escuelas y su
personal docente recae un peso importante.
La noción que se tiene hoy de valores
humanos tiene un largo recorrido histórico, y siguiendo la concepción marxista
no existen fuera de las relaciones sociales mediadas por la práctica
humana. Los valores son objetivos
porque objetiva es la actividad práctico-material en la cual surgen, porque
expresan las necesidades de la sociedad y las tendencias reales del desarrollo
social, por tanto su origen no puede buscarse más allá de la realidad histórica
y social.
La solidaridad es un valor moral,
constituye uno de más completos y globales en la educación integral de la
persona. Este valor resume el carácter multilateral de la actitud ciudadana
dentro y fuera de la familia, en otros contextos educacionales, en la comunidad
donde se reside y en el desarrollo de las relaciones laborales, así como en la
prestación de ayuda y/o asistencia humanitaria, tanto dentro o fuera de las fronteras
nacionales.
La solidaridad se puede apreciar desde dos dimensiones,
de un lado representa la unidad nacional, sin la cual no se asegura el progreso
y desde el otro como práctica internacional que se muestra en la voluntad
individual de las personas pero también en las voluntades políticas de estados
y gobiernos. Como valor no es un ente aislado, sino que se complementa y
articula con otros valores en los modos de actuación de las personas, se educa,
se aprende y perdura en el tiempo. Es necesaria su educación ya que representa
las cualidades más nobles y sublimes del ser humano.
REFERENCIAS
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