Resumen
El siguiente ensayo analiza la incidencia
que tuvo la Revolución Mexicana para su propia historia nacional y la del resto
de América Latina, como así también, la acción autonómica propuesta por el
zapatismo, demostrando ser una alternativa a los malos gobiernos que
profundizaron la crisis social y económica durante largas décadas, sin importar
su color político ni su ideología.
Abstract
The following essay analyzes the impact
that the Mexican Revolution had for its own national history and that of the
rest of Latin America, as well as the autonomous action proposed by Zapatism,
proving to be an alternative to the bad governments that deepened the social
crisis and economic for long decades, regardless of their political color or
ideology.
Algunas lecturas sobre la revolución
triunfante mexicana y su influencia en el México actual. El (re)surgimiento del
EZLN como respuesta autonómica al régimen neoliberal del PRI-PAN-MORENA
Prof. Lic. Esteban Amoretti
Introducción.
Durante
el siglo XX hubo tres revoluciones sociales triunfantes en América Latina:
México en 1910, Bolivia en 1952 y Cuba en 1959. Las tres fueron revoluciones
diferentes en cuanto al contexto internacional, los actores sociales y el
proyecto político de cada una. Pero hubo una diferencia importante, las de
México y Bolivia fueron revoluciones burguesas porque no implicaron la
transición hacia el socialismo, la de Cuba, por el contrario, si es una
revolución socialista.
Las
revoluciones sociales, tomando la idea de Theda Skocpol (1984), son
transformaciones rápidas y fundamentales de una sociedad y de sus estructuras
de clase, impulsadas por revueltas basadas en las clases subalternas de la
misma, es decir, que su génesis proviene “desde abajo”. Se distinguen de las
revoluciones políticas, ya que estas transforman las estructuras del Estado
pero no necesariamente se inician con un conflicto de clase, ni implican una
modificación en las estructuras sociales.
En
cambio, en las revoluciones sociales ocurren las dos cosas: transformaciones en
la estructura social y en la estructura política. Las de México y Bolivia
fueron revoluciones sociales de carácter burgués, porque si bien ambas
derribaron al régimen oligárquico, contribuyeron a consolidar el capitalismo.
Muchas
reivindicaciones, una Revolución.
La
de México fue la primera de las revoluciones mencionadas. Desde el año 1876
gobernaba Porfirio Díaz. El conflicto se desató cuando la cuestión de la
sucesión presidencial se puso sobre la mesa para ser debatida, en el año 1908.
En 1910, Francisco Madero, que pertenecía a una de las familias más ricas de
México y representaba a quienes demandaban una liberalización del régimen, se
presentó a elecciones por el Partido Nacional Antirreeleccionista (PNA). Las
fuerzas del presidente lo pusieron en prisión y Díaz resultó elegido por
séptima vez. Madero consiguió fugarse de la cárcel y lanzo el Plan de San Luis
de Potosí, que declaraba nulas las elecciones y convocaba a un levantamiento
armado.
La
revolución contó con el apoyo de los ejércitos liderados por Emiliano Zapata y
Francisco Villa, quienes contribuyeron a derrotar a las fuerzas porfiristas.
Ambos tenían ejércitos diferentes. Zapata lideraba a los campesinos del sur del
Estado de Morelos; la mayoría de ellos dedicados a las plantaciones azucareras,
constituyendo así una población homogénea, pues se componía de trabajadores
rurales organizados en comunidades. La reforma agraria estaba entre sus
principales demandas, bajo el lema de “Tierra y Libertad”.
Villa,
por el contrario, lideraba el ejército del norte. Este era un ejército más
heterogéneo en cuanto a su composición social y se componía formando un mosaico
de bandidos rurales, trabajadores de la tierra (alguno de los cuales también
trabajaban en las minas) y trabajadores fabriles. Sus reivindicaciones eran más
difusas, y se definían desde la autonomía local hasta demandas por mejores
condiciones en la jornada de trabajo.
Madero
fue presidente entre 1911 y 1913, y tuvo un gobierno bastante moderado en
cuanto a las reformas prometidas. Por eso Zapata lanzó el Plan de Ayala, un
documento producido en el Estado de Morelos en noviembre de 1911 que
cuestionaba el gobierno de Madero, lo desconocía como líder de la revolución y
le exigía la reivindicación de la reforma agraria bajo argumentaciones que
referían: “Pueblo mexicano, apoyad con las armas en las manos este Plan y
haréis la prosperidad y bienestar de la patria. Libertad, Justicia y Ley”.
Madero
no había logrado desmantelar el poder porfirista y por ello terminó siendo
destituido por Victoriano Huerta. Días después, termina siendo asesinado.
Huerta
inició una dictadura que se extendió desde 1913 a 1914. Luego tomó el poder
Venustiano Carranza, heredero del maderismo, levantando las banderas del
constitucionalismo. Carranza gobernó durante el período de 1915-1920 y logró
consolidar cierta unidad nacional articulando los intereses revolucionarios con
los del partido porfirista, logrando así un momento de delgada paz.
En
1917 se aprobó una nueva Constitución Nacional, muy avanzada para su época, que
incorporó la atribución de derechos sociales y laborales, y consagró en su
extenso artículo número 27, los derechos económicos de la sociedad mexicana.
Durante
el período carrancista, Zapata es asesinado, en el año 1919. En 1920, el propio
Carranza también corre con la misma suerte, siguiendo en el gobierno Álvaro
Obregón (1920-1924), quien venía del norte del territorio y había derrotado al
ejército liderado por Pancho Villa. Villa es asesinado en una emboscada en
1923, y su biógrafo Paco Ignacio Taibo II sostendrá que era tal el odio que
generaba entre los contrarrevolucionarios que recibió 150 disparos.
A
diferencia de su antecesor, Obregón pudo nombrar a su sucesor, Plutarco Elías
Calles (1924-1928). Luego del asesinato de Obregón en 1928, se inició el
período en la historia de México conocido como el “Maximato”, porque en 1929
Calles se autoproclama jefe máximo de la Revolución. Fue un período marcado por
fuertes rasgos autoritarios y poco afecto a realizar los cambios sociales y
laborales que se reclamaban hace tiempo desde las bases populares
revolucionarias.
La
Revolución se institucionalizó durante estos años y con dicha concentración de
poder se terminó la guerra civil que había dejado como saldo el asesinato de
los máximos líderes y figuras revolucionarias.
El
Maximato finalizó con el ascenso al gobierno del líder populista Lázaro
Cárdenas (1934-1940). Para muchos historiadores el presidente Cárdenas coronó
el proceso revolucionario porque llevó adelante medidas centrales de la misma.
Hubo cambio políticos, ya que ganó las elecciones luego de realizar una
fenomenal campaña popular, logrando importantes transformaciones estructurales
comandadas desde el poder del Estado Nacional y su gobierno de características
personalista: la reforma agraria distribuida por ejidos (tierras comunales) fue
un alto punto a destacar dentro de las mismas, la nacionalización del
ferrocarril y la del petróleo, cristalizada con la creación de Pemex, son
algunas de las más destacadas, entre otras, de importante trascendencia.
La
Revolución que se había iniciado como una revolución política, lograba
trastocar la estructura de la sociedad, y realizar muchos de los cambios “desde
arriba” en favor de las clases populares y trabajadoras.
Esquirlas
de la Revolución en los atardeceres del siglo XX.
A
diferencia de otros países de la región latinoamericana, el caso de México es
distinto. No hubo dictaduras militares como en el Cono Sur y no se concretó un
pacto político como en Colombia (que se asemeja al Pacto de Punto Fijo de su
vecino Venezuela), pero si se fue construyendo con el correr de los años
posrevolucionarios una democracia de fachada, a partir de la larguísima
hegemonía tejida por parte del partido político heredero de la misma
Revolución. Nos referimos al Partido Revolucionario Institucional, más conocido
como el PRI.
El
partido había sido creado por el presidente Plutarco E. Calles en el año 1929
bajo otro nombre, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y en 1946 pasó a
conocérselo con el nombre actual. Este partido gobernó desde entonces hasta el
año 2000, cuando ganó las elecciones el Partido Acción Nacional (PAN), de
orientación ideológica de derecha.
El
PAN, fundado en 1939, fue un producto de la rebelión de los empresarios del
norte de México en contra de las medidas revolucionarias de Lázaro Cárdenas y
su carismático populismo. El fundador del partido, Manuel Gómez Morín, había
trabajado con el gobierno posrevolucionario, pero se había desilusionado rápidamente
fundando su nuevo partido en oposición a la colectivización de la economía, y a
la inepta y corrompida intervención del Estado mexicano, defendiendo los
valores como propietario y como empresario capitalista en el marco de una
destrozada economía, según consta en los anales de La historia del Partido
Acción Nacional, 1939-1940.
A
lo largo de la historia del PRI, éste se fue constituyendo en un verdadero
partido-Estado, y el movimiento obrero, el campesinado y los trabajadores
rurales y urbanos populares, continuaron atravesados por un férreo
corporativismo.
Tiempo
después, en los años noventa del siglo XX, como en la mayoría de los países
latinoamericanos, el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari (1988-1994),
inició un gobierno de sentido neoliberal, bajo un programa traducido en
políticas privatizadoras y desregulaciones, en donde el punto de inflexión
máximo se vio concretado en el año 1994, cuando se autorizó la entrada de
bancos extranjeros a México.
Ese
mismo año, se firmará la entrada al Tratado de Libre Comercio de América del
Norte, (conocido por sus siglas en inglés, NAFTA) que entró en vigor el 1 de
enero. Ese mismo día, mostraría por primera vez su cara al mundo el EZLN
(Ejército Zapatista de Liberación Nacional) que se alzó en armas y tomó varias
cabezas municipales del estado sureño de Chiapas.
A
partir de entonces, el modelo del PRI comenzó a entrar en crisis, sumado a una
situación económica que parecía no terminar de resolverse y que duró por un
prolongado período de tiempo. Hubo así, una reforma política que implicó cierta
liberalización de la presión constante del partido de gobierno, y en el año
2000, se produce la sorprendente y disruptiva victoria electoral del candidato
panista Vicente Fox Quesada (2000-2006).
Si
bien bajo el discurso propagandístico del PAN se sentaron las bases para
edificar un nuevo paradigma de cambio político que iba a traducirse en reformas
del Estado, en modificaciones de la cultura política corrupta mexicana
perpetrada por el partido histórico del PRI, es decir, en un verdadero golpe de
timón al propio orden democrático, en la práctica, fehacientemente, no se
consolidaron cambios sustantivos de fuste.
A
Fox le seguiría Felipe Calderón (2006-2012) también del signo político del PAN,
quien mantuvo una política continuista en materia económica, repitiendo el
modelo neoliberal/conservador comenzado por su antecesor.
A
partir de 2012, retorna al poder y al ejercicio del gobierno, un representante
del partido revolucionario, en la figura de Enrique Peña Nieto.
El
orden neoliberal en América Latina. La irrupción de los nuevos movimientos
sociales, el neoindigenismo y el papel del EZLN en México.
Hacia
mediados de la década de los ochenta del siglo XX, comenzó un proceso de
emergencia indígena en América Latina. Este tuvo lugar paralelamente al término
de la Guerra Fría y el comienzo del fenómeno de la globalización, que conllevó
un debilitamiento de las fronteras nacionales y la aparición de fronteras
étnicas, ampliando los derechos de los pueblos y visibilizando un mayor grado
de multiculturalismo.
Pero
este cambio deberá pensarse bajo un nuevo despliegue de políticas neoliberales,
descentralización político-administrativa de los Estado nacionales
consecuentemente, y el restablecimiento de las democracias políticas en muchos
países de la región teñidos por negros años de larga dictadura.
La
ruptura del concepto nacional de ciudadanía dado el cambio de paradigma, ayudó
fundamentalmente a la comprensión de la emergencia étnica en el subcontinente
americano. Por ello, la novedad estuvo marcada en la politización de las
categorías étnicas y en el papel que habían adquirido a nivel nacional e
internacional las organizaciones indígenas de diferentes zonas de nuestra
región.
El
neoindigenismo ha tenido diferentes puntos altos para destacar su irrupción en
el orden social y político de nuestros países a través de los años. En los años
ochenta, comenzó un lento proceso de organización que haría explosión en la
próxima década. La educación popular, el papel creciente de las organizaciones
no gubernamentales y el trabajo misional social de las diferentes iglesias
cristianas replanteándose conscientemente lo ocurrido con el viejo indigenismo
fueron fundamentales para su desarrollo, marcado por la creciente
concientización hacia lo étnico no solo a nivel regional, sino también de forma
global.
Las
explotaciones derivadas de la denominada “Revolución Verde” en el marco
agrícola, objetadas en las décadas del sesenta y setenta, ya que fomentaban
proyectos de colonización y apropiación arbitraria de tierras comunales para su
explotación, habían atraído su pronta respuesta décadas más tarde, apareciendo
diferentes experiencias de territorios autogestionados previamente en disputa
con el Estado y las empresas, fundando así antecedentes en materia de proyectos
alternativos, como seria respuesta a la histórica dinámica de explotación del
latifundio.
Es
así como comenzó a visualizarse en su evolución, un acercamiento del
pensamiento neoindigenista con el discurso ecologista, que ampliaba las bases
para un mayor número de ejemplos de experiencias autonómicas. Surgió entonces
una suerte de filosofía indígena en común unión con el medio ambiente, la cual
tuvo su más neta concreción en la idea del Buen Vivir, resignificando el papel
de las personas considerándolas como elementos parte de la Madre Tierra. Este
paradigma significó la satisfacción de las necesidades en equilibrio con la
naturaleza, lo que posteriormente pudo institucionalizarse en las
Constituciones políticas reformadas del Ecuador (2008) y de Bolivia (2009).
Con
el inicio de la década de 1990 y el afianzamiento en la región del modelo
neoliberal, la privatización de gran parte del sector público, la desregulación
del comercio y la inversión, el auge del sector financiero, la flexibilización
laboral y el aumento del desempleo, se conformaron nuevas identidades que ya no
se restringían, como en el Estado de compromiso social, a la cuestión laboral.
Nuevos
movimientos sociales se establecieron en contra del proyecto globalizador a escala
mundial. Lo étnico, el desempleo y lo territorial fueron los elementos que se
pusieron en el núcleo de la acción y la organización.
El
momento culminante de movilización indígena se alcanzó con la irrupción del
Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el 1 de enero de 1994. El
EZLN, por muchos considerado el hito de los nuevos movimientos sociales,
precisamente, logró trascender la cuestión indígena, al poder amalgamar
elementos ecológicos, anticapitalistas y antineoliberales, con elementos
campesinos y tradicionales de la misma historia mexicana, como aquellos
característicos de la Revolución de 1910.
El
EZLN salió a la luz, precisamente el día que entraba en vigencia el Tratado de
Libre Comercia de América del Norte (como mencionáramos líneas arriba), una de
las mejores y mentadas arremetidas por parte del imperialismo norteamericano en
detrimento de la autodeterminación de los pueblos.
Como
afirma Van del Haar, G. (2005) el neozapatismo, al que la autora denomina
solamente zapatismo, puede ser analizado tanto como movimiento indígena, como
movimiento campesino y también movimiento democrático radical, cuyo proyecto
político puede ser analizado desde tres dimensiones centrales con el paso del
tiempo: con la lucha agraria y las invasiones de tierras promovidas por ellos
en los primeros años de levantamiento, en la lucha por el reconocimiento legal
de los derechos y la cultura indígena, especialmente mediante los Acuerdos de
San Andrés y por últimos, por la construcción de estructuras de gobierno
autónomo, paralelas a las estructuras de gobierno ya existentes, enmarcadas en
la búsqueda de un “buen gobierno” a nivel local y regional.
Entre
las acciones más importantes que realizaron los zapatistas, encontramos las
ocupaciones de tierras. Durante los primeros días de 1994, tomaron gran
cantidad de predios privados de los que ellos llaman “los propietarios
ladinos”, ranchos ganaderos o cafeteros no-indígenas, todos ubicados en la zona
de conflicto: los municipios de Ocosingo, Las Margaritas y Altamirano, ocupando
un total de 60.000 hectáreas.
La
mayoría de los zapatistas eran campesinos pobres, productores de maíz, café o
ganado, pertenecientes a ejidos, comunidades creadas a partir del reparto
agrario cardenista. En la parte oriental de Chiapas, los campesinos carecían de
tierras debido al crecimiento poblacional combinado con el estancamiento de la
redistribución de tierras.
Las
reformas del presidente Carlos Salinas de Gortari a la legislación agraria
mexicana a principios de los noventa, habían suscitado preocupación ya que se
volvía imposible que los campesinos jóvenes, hijos de los beneficiarios del
reparto agrario original de tierras, pudieran acceder a un pedazo por vías
legales.
Van
der Haar (2005) amplía argumentando que tanto la necesidad campesina por
hacerse de tierras como las reformas salinistas, constituyeron la justificación
central del EZLN para las tomas. El movimiento explicó su programa agrario en
la Ley Revolucionaria Agraria, publicada con otras leyes más en la primera
“Declaración de la Selva Lacandona”. La ley proclama las expropiaciones y
denuncia las reformas legislativas. Empezará diciendo: “La lucha de los
campesinos pobres en México sigue reclamando la tierra para los que la
trabajan. Después de Emiliano Zapata y en contra de la reformas al artículo 27
de la Constitución mexicana, el EZLN retoma la justa lucha del campo mexicano
por tierra y libertad…”
Es
por esto que se aclara que en un primer momento, con la Ley Revolucionaria
Agraria, el EZLN se presentará como movimiento campesino revolucionario y no
aún como movimiento indígena. Con el énfasis del reparto agrario a los
campesinos sin tierra, los zapatistas se ubicaron en la lógica de las
organizaciones campesinas agraristas de México. Si bien el EZLN tenía la intención
de llevar la revolución a todo el país mediante la progresiva creación de
territorios liberados donde se aplicarían las leyes revolucionarias, esto
finalmente no se concretó. La toma de tierras de todas formas, significó un
buen comienzo en las bases estructurales del movimiento zapatistas.
Ya
a partir de 1995, a raíz de los diálogos de San Andrés, el movimiento zapatista
llegó a proyectarse como movimiento indígena, encontrándose a la vanguardia de
la lucha por la reivindicación de los derechos y cultura de los indígenas y
como claros denunciantes de la histórica marginación, discriminación y
humillación que los diferentes pueblos indígenas del país habían sufrido por
mano de los diferentes gobiernos. Sin embargo, no fue hasta el prolongado proceso
de los Acuerdos, y controversias posteriores acerca de la reforma
constitucional involucrando cambios a favor de los derechos indígenas, que los
zapatistas empezaron a definir sus demandas de corte étnico.
Con
los debates de San Andrés, se lanzó un concepto que ganaría gran importancia en
el debate en México: el de “autonomía”. En términos generales, y como lo define
la autora, autonomía se trata de cierto grado de autogobierno dentro de un
marco nacional e implica transferencia de facultades políticas, administrativas
y jurídicas sin secesión. (Van der Haar, 2005).
La
forma en que se definió autonomía en los Acuerdos tuvo ciertas limitaciones
señaladas por los zapatistas. Se limitó a los niveles comunales y en parte
municipales, mientras en los debates se había planteado por parte de los
zapatistas a un nivel superior, el de la autonomía regional. Los Acuerdos no
incluyeron el reconocimiento territorial ni el pluralismo jurídico. Aun así, en
un comienzo, los Acuerdos fueron considerados importantes para entablar un
diálogo y pensar la concreción de la paz.
Con
la firma de los Acuerdos parecía acercarse una solución al conflicto en
Chiapas, sin embargo, el proceso de reforma legal necesario para hacerlos
efectivos, no prosperó. Con el paso del tiempo, surgieron dudas acerca del
compromiso con los Acuerdos por parte del gobierno federal, mientras
municipalmente seguían hostigando a las comunidades zapatistas. Perdiendo la
confianza, el EZLN, suspendió la participación en la mesa de debate.
Para
saldar la crisis, tiempo después, el presidente Zedillo formuló una iniciativa
de ley basada en los Acuerdos que el EZLN a regañadientes había aceptado, pero
en medio de las negociaciones y como excusa de poder hacerla compatible con la
Constitución Mexicana, el presidente propuso reducir la autonomía a nivel de la
comunidad (local), no reconociendo las comunidades como entidades de derecho
público, no considerando sus derechos territoriales y negando el reconocimiento
de formas colectivas de tenencia de tierras. Es así, que sintiéndose
traicionados, los zapatistas se retiran de las negociaciones con el gobierno en
el año 1997.
En
1998, el mismo Zedillo en persona, lanza una propuesta de reforma
constitucional para hacer cumplir los Acuerdos. La iniciativa no tiene eco sin
ser presentada en el Congreso, y en su lugar, se establecen una serie de “Leyes
Indígenas” a nivel estatal, sin acatamiento ni respuesta por parte de los
rebeldes.
Con
la llegada del PAN al gobierno en el año 2000, el presidente Fox heredó el
impasse y la Comisión por la Concordia y Pacificación (COCOPA) realiza un nuevo
intento de diálogo enviando una nueva propuesta, diferente a la original,
sugiriendo cambios fundamentales para desilusión de los zapatistas y sus
simpatizantes. A pesar de la gran movilización sobre el D.F de los zapatistas
en el año 2001 y la gran adhesión a sus proclamas por parte de la sociedad
civil, reclamando la modificación que se ajustara al proyecto original de los
debates por los Acuerdos en las mesas sobre Democracia y Justicia, el Congreso
Nacional Mexicano rechaza su petición y en su lugar aprueba la Ley de Cultura y
Derechos Indígenas, que había sido negada por el EZLN, ya que tampoco contenía
lo debatido en los Acuerdos.
Desde
ese entonces, y durante muchos años, luego de haberse estancado el proceso de
paz en manos de la traición de los partidos políticos y la Justicia mexicana,
los zapatistas optaron por un largo período de silencio como muestra de
protesta, característica de los pueblos mayas para demostrar su profundo
rechazo y disidencia con las acciones del mal gobierno.
Reaparición
del EZLN con el gobierno de la Cuarta Transformación y el rechazo al
“izquierdista” Andrés Manuel López Obrador
Desde
el 1 de diciembre de 2018, el presidente de los mexicanos es el tabasqueño
Andrés Manuel López Obrador, también conocido bajo el seudónimo AMLO, por las
siglas constituyentes de su nombre. Este político de raza que ha sabido militar
durante su juventud dentro de las filas del PRI, y que se ha abierto del
Partido de la Revolución Democrática (PRD), -considerada la tercera fuerza
política en México- para formar su propia agrupación denominada MORENA, también
mantiene una disputa con el EZLN.
López
Obrador y su partido político son considerados dentro del marco ideológico de
la izquierda democrática en México. Esto ha sido puesto en cuestión por el
propio zapatismo, dado que consideran que el proyecto del líder político no es
más que un populismo de corte neoliberal/neo-desarrollista que incumple las
promesas de cambio y transformación sustancial de un México en crisis,
manifestando que el proyecto obradorista denominado la Cuarta Transformación,
no es más que otro ejemplo de gatopardismo de los que abundan en América
Latina.
En
su discurso, el presidente considera que es necesario una regeneración ética de
la sociedad mexicana, ya que la pobreza, la marginación, la negación regular de
derechos básicos y la falta de horizontes de realización que se deriva de la
supresión de los mecanismos de movilidad, han generado un resentimiento social
que forma parte de la crisis de valores y de convivencia. Ese resentimiento y
esa crisis, son, a su vez, uno de los componentes del estallido de violencia y
criminalidad. Según sus palabras, la Regeneración moral, es al mismo
tiempo un medio y un propósito de la Cuarta Transformación. La
Constitución Moral propuesta por él no pretende imponer conductas o valores a
nadie sino ofrecer lineamientos de convivencia entre individuos y deberes para
con la colectividad. La Regeneración ética será, la intención
ejemplificante de un ejercicio de gobierno austero, honesto, transparente,
incluyente, respetuoso de las libertades, apegado a derecho y sensible a las
necesidades de los más débiles. La regeneración ética se traducirá en la opción
preponderante por los métodos pacíficos y la confianza previa en el buen
comportamiento de la gran mayoría de las personas.
Esta
Cuarta Transformación, se ha visto manifestada en el Plan Nacional de Paz y
Seguridad 2018-2024 del Ejecutivo que el mismo López Obrador previamente a
asumir en funciones ha redactado, y que constituye una guía de pensamiento y
plan de acción del sexenio que le tocará desarrollar.
En
este documento planteará como introducción que la violencia, los asesinatos y
la criminalidad en México, han llegado a niveles históricos y que lo han
posicionado entre los países más inseguros del mundo. La pobreza, la
marginación y la falta de servicios educativos y de salud, se encuentran en la
base de este auge delictivo que enfrenta México. Por ello, es necesario
abandonar la visión autoritaria y el uso de la fuerza como estrategia, para
ensanchar la soberanía de los individuos y de las colectividades.
Pero
así mismo, introduce que es indispensable formular nuevos paradigmas de
seguridad nacional, interior y pública, prevención del delito, procuración e
impartición de justicia, para el restablecimiento del Estado de derecho y
reinserción de infractores, aduciendo que hasta ahora, la política de seguridad
reduce el fenómeno delictivo a los llamados delitos violentos y algunas
expresiones de criminalidad organizada, pero que ha dejado de lado a los
llamados “delitos de cuello blanco”. La extensión y el poder de los grupos
criminales en México sólo pueden entenderse por la corrupción y las redes de
complicidad institucional.
A
partir de ahí, el documento presidencial plantea 8 puntos que le dan sustento a
la problemática planteada:
Erradicar
la corrupción: Una de las condiciones fundamentales
para hacer frente a la inseguridad y la violencia, con lo cual los índices
delictivos se reducirán en forma sustancial. Habrá que tipificar la corrupción
como delito grave. Establecer la obligatoriedad de las declaraciones
patrimonial, fiscal y de intereses de todos los servidores públicos; eliminar
el fuero; erradicar los paraísos fiscales; monitorear en línea y en tiempo real
el dinero para adquisiciones; y realizar verificaciones obligatorias de los
precios de mercado antes de cualquier adquisición. Hay que debilitar o colapsar
las finanzas del crimen organizado y reducir el lavado de dinero.
Garantizar
salud, bienestar y empleo: La reducción de la
pobreza, la marginación y la desintegración familiar y social ofrecerá una base
perdurable para disminuir la comisión de delitos de toda clase. Con programas
de desarrollo y bienestar sectoriales, el gobierno fortalecerá el sector social
de la economía e impulsará su entrada en energía y telecomunicaciones.
Pleno
respeto y promoción de los DD. HH.: Las violaciones
a los derechos humanos se multiplican y perpetúan en la impunidad. Tipificar
como delitos, con sanción definida, los incumplimientos de recomendaciones de
las Comisiones Nacional y Estatales de Derechos Humanos. Construir una cultura
de los DD.HH tanto en los planes oficiales de estudio como en los instrumentos
publicitarios de las distintas instancias de gobierno. Se erradicará la
represión y nadie será torturado, desaparecido o asesinado por un cuerpo de
seguridad del Estado. El nuevo gobierno no permitirá que se cometan actos
ilegales desde el poder y se investigará cualquier denuncia de violación a los
derechos humanos. Se impulsará, por los medios legales disponibles, la
liberación de quienes, sin haber cometido acciones violentas, se encuentren en
prisión por motivaciones políticas, así como la extinción de imputaciones y
causas penales originadas por la participación de los acusados en actos de
resistencia legal y pacífica.
La
Regeneración ética de la sociedad ocupa el cuarto
lugar (enunciada líneas arriba) y el quinto es Reformular el combate a las
drogas. En este platea que las prohibiciones actuales son tan
discrecionales y arbitrarias que se aplican a la cocaína, la marihuana, la
heroína, las metanfetaminas y el ácido lisérgico, pero no afectan la producción
y comercialización del alcohol, el tabaco, las bebidas con contenido de taurina
y la cafeína, ni al libre consumo de ciertos antidepresivos y somníferos. Tal
prohibición es ineficaz desde el punto de vista de la salud pública y estimula
al narcotráfico al favorecer mayores márgenes de utilidad y de rentabilidad por
la producción, distribución y venta de drogas prohibidas. La “guerra contra las
drogas” escaló de un tema de salud pública, como es el consumo de sustancias
prohibidas, hasta convertirse en un asunto de seguridad pública. El
narcotráfico es un negocio transnacional en el que México es productor de
marihuana, amapola y metanfetaminas, pero también territorio de tránsito y
transporte de la cocaína sudamericana. La idea de levantar la prohibición de
las drogas actualmente ilícitas tiene implicaciones internacionales
insoslayables porque México es vecino de Estados Unidos, el mayor mercado de
drogas en el mundo, con 27 millones de consumidores habituales y decenas de
miles de muertes anuales por intoxicación y sobredosis. La única acción
realista para reducir los niveles de consumo de drogas reside en reorientar de
manera negociada y bilateral los recursos actualmente destinados a combatir su
trasiego y aplicarlos en programas –masivos, pero personalizados– de
reinserción y desintoxicación.
Emprender
la construcción de la paz: La estrategia policial y
belicista ha provocado una tragedia humana y social de gravísimas dimensiones:
más de 200 mil personas han sido asesinadas y más de 37 mil se encuentran
desaparecidas. México se ha convertido en un país de víctimas. En la Consulta
Nacional y los Foros de Escucha para la Construcción de la Paz y la
Reconciliación Nacional quedó claro que no se ha hecho justicia a la enorme
mayoría de los muertos, los lesionados, los torturados, los ausentes y los
desplazados y que los delitos correspondientes han quedado impunes. La
regulación de los estupefacientes actualmente prohibidos puede incidir en una
reducción de las adicciones, en una significativa disminución de márgenes de
utilidad y de base social para el narcotráfico y, por consiguiente, en una
perceptible atenuación de la violencia. SE BUSCARÁ LA CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ Y
LA RECONCILIACIÓN CON BASE EN LA VERDAD, LA JUSTICIA, LA REPARACIÓN Y LA
GARANTÍA DE NO REPETICIÓN DE LOS CRÍMENES COMETIDOS. Es necesario emprender un
proceso de pacificación y adoptar modelos de justicia transicional que
garanticen los derechos de las víctimas, esto es, de leyes especiales para
poner fin a las confrontaciones armadas y posibilitar el desarme y la entrega
de los infractores; para ello se debe garantizar sus derechos, ofrecerles
reducciones de penas e incluso amnistías, condicionadas a la aprobación de las
víctimas –sean personas o colectividades– y proponerles un cambio de vida. Es
necesario poner en marcha procesos de desarme, desmovilización y reinserción
social con condicionamientos claros: Plena colaboración con la
justicia-Manifestación inequívoca de arrepentimiento- Reparación del daño -
Perdón otorgado por las víctimas.
Recuperación
y dignificación en las cárceles, pensando que la reinserción social es posible:
El sistema penal del país enfrenta graves distorsiones. Es necesario recuperar
el control de los penales de manos de la delincuencia y separar a los imputados
de los sentenciados, garantizar que la cárcel no sea un doble castigo para las
mujeres, dignificar las condiciones de alojamiento, salud y alimentación de los
reclusos y garantizar en general el respeto a sus derechos humanos.
El
octavo punto, y el más importante para nuestro análisis, en el cual se basa la
crítica de las comunidades indígenas, es el Plan de Seguridad Pública:
En
él el Ejecutivo argumenta repensar la seguridad nacional y reorientar a
las FF.AA. y expresa que la sostenida lealtad de las Fuerzas Armadas de
México al poder civil es una singularidad histórica en América Latina. Si el
Ejército y la Marina han experimentado procesos de desgaste y de pérdida de
confianza entre la población, ello se ha debido a órdenes del mando civil para
realizar acciones represivas o para participar en tareas de combate a la delincuencia
que le son ajenas y que no forman parte de sus funciones. Los soldados y
marinos no han sido entrenados ni debidamente facultados para prevenir e
investigar delitos. Esa falta de correspondencia entre preparación,
atribuciones y misión ha derivado en violaciones a los derechos humanos y en
atropellos a la población. Cuando se involucró a las Fuerzas Armadas en el
combate a la delincuencia, hace ya 12 años, se argumentó que era una medida
temporal en tanto se lograba el saneamiento, la capacitación y la
profesionalización de las corporaciones policiales. Hoy las fuerzas públicas
civiles se encuentran tan incapacitadas para cumplir su tarea de prevenir y
combatir el delito como en 2006. La Policía Federal es un agrupamiento con
déficit de disciplina, capacitación y profesionalismo; sus integrantes
–alrededor de 40 mil elementos, incluidos muchos dedicados a funciones
administrativas– reciben bajos salarios y carecen de seguridad y protección
social. Lo mismo sucede con los agentes ministeriales y las policías estatales
y municipales: en general carecen de profesionalismo, protección social y
condiciones adecuadas de trabajo. En muchas corporaciones, los efectivos están
controlados por la delincuencia y movidos por el interés y la corrupción, no por
el deber del servicio público.
Ante
la crisis de violencia delictiva e inseguridad que vive el país, -continúa
aclarando el documento- y dada la descomposición e ineficacia de las
corporaciones policiales de los tres niveles de gobierno, resultaría desastroso
relevar a las Fuerzas Armadas de su encomienda actual en materia de seguridad
pública (la negrita es nuestra). Es necesario seguir disponiendo de las
instituciones castrenses en la preservación y recuperación de la seguridad
pública y el combate a la delincuencia, en el marco de lo dispuesto en el
artículo 89 de la Constitución y con especial atención a la observancia de los
derechos humanos, la integridad y el patrimonio de las personas. Sin abandonar
sus misiones constitucionales de velar por la seguridad nacional y la
integridad territorial, la preservación de la soberanía nacional y la
asistencia a la población en casos de desastre, es imperativo que nuestras
Fuerzas Armadas participen en la construcción de la paz, principalmente en la
formación, estructuración y capacitación de la Guardia Nacional, la cual
debería asumir a mediano plazo las funciones de preservación de las
instalaciones estratégicas y la protección civil a nivel federal en todas sus
facetas, más allá del carácter coyuntural del plan DN-III. (La Secretaría de la
Defensa Nacional (SEDENA) de México estableció el Plan de Auxilio a la
Población Civil en Casos de Desastre). Tal reorientación estrechará los
lazos entre los militares y la población, permitirá adicionalmente emplear todo
el potencial de los institutos castrenses en el desarrollo económico nacional y
sentará un precedente de gran trascendencia mundial.
Para
ello se impulsó la creación de la Guardia Nacional, proponiendo la modificación
de los términos de la fracción XV del artículo 76 constitucional a fin de
conformar la misma como instrumento primordial del Ejecutivo Federal en: La
prevención del delito, la preservación de la seguridad pública y el combate a
la delincuencia en todo el país. Los efectivos provendrán de las policías
Militar y Naval, así como de la actual Policía Federal; se convocará a
civiles y a elementos de tropa para que se integren a la formación de nuevos
elementos. Se agregará una formación académica y práctica en procedimientos
policiales, derecho penal, derechos humanos, perspectiva de género, primeros
auxilios, protección civil y otros conocimientos necesarios para el buen desempeño
de los elementos. La Guardia Nacional quedará, pues, expresamente encargada
de prevenir y combatir el delito en todo el territorio nacional y estará dotada
de la disciplina, la jerarquía y el escalafón propios de las Fuerzas Armadas.
Se convocará a 50 mil reclutas, los cuales recibirán formación y adiestramiento
en planteles militares. Se desarrollará un programa integral para homologar
los ingresos y las prestaciones sociales de policías, militares y marinos, y de
sus familias. A cada una de las 266 regiones en que se ha dividido el país, se
destinarán otros tantos destacamentos de la Guardia Nacional para la
prevención, investigación, detención y presentación de detenidos ante el
Ministerio Público y aportación de las pruebas exigidas por la ley. La designación
del número de elementos, personal especializado y recursos de investigación e
inteligencia se realizará en función del número de habitantes y
considerando la incidencia delictiva y las proyecciones de criminalidad. En
cada una de esas regiones la coordinación general recaerá en la autoridad civil
de más alto rango que asista a la reunión. Las coordinaciones estarán formadas
por un representante del Gobierno Federal y uno de la Fiscalía General, el
mando militar regional, autoridades locales y municipales, un ministerio
público y personal acreditado de la Fiscalía de Derechos Humanos, así como
miembros voluntarios de la sociedad civil y autoridades locales y municipales.
Es
por esto que muchos intelectuales y académicos especializados en seguridad
argumentan que el mando operativo de la Guardia Nacional estará a cargo de
oficiales del Ejército Mexicano, y de la Armada de México en el caso de las
zonas costeras, y sus atribuciones serán poder hacer inteligencia interior y
operar bajo un paraguas amplio y ambiguo en asuntos de criminalidad que
consideren de relevancia abordar. Esta forma dudosa de actuar es rechazada
rotundamente por los zapatistas, ya que consideran que dicho proceder se
traduce en velar la intencionalidad por criminalizar la protesta social y
contrarrestar la lucha por causas consideradas por ellos históricamente justas,
como la defensa del territorio y el respeto a la biodiversidad.
Amnistía
Internacional ha publicado documentos explicitando fuertes críticas a la
implementación de la Guardia Nacional y la nueva doctrina de seguridad bajo el
gobierno de López Obrador. En ellos plantea:
REALIDAD
NO. 1: EL MODELO DE LA GUARDIA NACIONAL Y EL PLAN DE PAZ Y SEGURIDAD 2018-2024
ES MUY SEMEJANTE A SEXENIOS ANTERIORES, SÓLO CON OTRO NOMBRE.
REALIDAD
NO. 2: HAY AMPLIA EVIDENCIA DE QUE EL DESPLIEGUE DE LAS FUERZAS ARMADAS HA SIDO
ACOMPAÑADO CON UN AUMENTO DE VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS Y TASAS DE
VIOLENCIA.
REALIDAD
NO. 3: SON DIVERSAS LAS DENUNCIAS Y LAS QUEJAS POR VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS
EN CONTRA DE LA POLICÍA MILITAR, ADEMÁS DE HABERSE COMPROBADO SU
RESPONSABILIDAD DIRECTA EN CASOS INFAMES.
REALIDAD
NO. 4: AUNQUE EL PLAN DE LÓPEZ OBRADOR DICE QUE LA GUARDIA NACIONAL TENDRÁ UNA
FORMACIÓN DISTINTA, NO HAY CERTEZA DE QUE EL ENTRENAMIENTO DE LA GUARDIA
NACIONAL SERÁ DIFERENTE A LA QUE YA HAN TENIDO MILITARES ANTES; HAN TENIDO
MILES DE CAPACITACIONES EN DERECHOS HUMANOS, PERO ESTO NO HA MEJORADO LA
SEGURIDAD DE LAS PERSONAS.
REALIDAD
NO 5: SEGÚN UNA ENCUESTA NACIONAL, EL EJÉRCITO Y LA MARINA COMETEN MÁS ACTOS DE
TORTURA Y OTROS MALOS TRATOS DURANTE ARRESTOS QUE LA POLICÍA FEDERAL, Y EN
GENERAL, LAS FUERZAS ARMADAS NO SON ENTRENADAS PARA PROTEGER A LA POBLACIÓN.
Bajo
estas consideraciones se entenderá que el proyecto de López Obrador enmarcado
en la documentación analizada apunta a una nueva/vieja política de
militarización para la región, en donde la influencia de Estados Unidos para la
ejecución de dichas políticas de seguridad ciudadana de los casos nacionales
(en este caso México) es moneda corriente en nuestros países y actúa en
relación a la función de las diferentes agencias de seguridad que trabajan en
los países importadores de estas doctrinas representativas de intereses
extranjeros a través de agencias como la DEA en la lucha contra el narcotráfico
y el crimen organizado vinculado a venta de estupefacientes, o al terrorismo,
en relación a las nuevas doctrinas hemisféricas contra las «nuevas amenazas»
post 11-S, con la reactivación y acción del Comando Sur (U.S. Southern Command),
dejado en desuso desde el golpe de Estado por mano de los miliares en Brasil en
1964. El espejo comparativo que adelanta dicha situación, se vislumbra en
relación a las incursiones militares realizadas en México y Centroamérica
durante la llamada Iniciativa Mérida en los últimos lustro, demostrando que no
han dado los resultados deseados, sino por el contrario, se han recrudecido las
manifestaciones de violencia, ya que las FF.AA, como se ha venido demostrando,
no están preparadas como las fuerzas policiales para intervenir en el marco de
seguridad ciudadana, poniendo en riesgo los derechos humanos de la población y
criminalizando en exceso la protesta social. Esto mismo, se denuncia con la
aplicación de la nueva doctrina de seguridad (Plan Nacional de Paz y Seguridad
2018-2024) aprobada durante el gobierno de AMLO bajo consulta popular, y la
nueva utilización de la Guardia Nacional recientemente creada.
Por
último, pero no por ello menos importante, los zapatistas estudian la propuesta
política económica del modelo neoliberal/neo-desarrollista que propone el
gobierno de López Obrador para el posible desarrollo mexicano, en relación a la
dependencia de los capitales extranjeros norteamericanos y de otras potencias,
interpretando que las características que representan la izquierda que define
tanto al zapatismo como al obradorismo, en relación a los cambios propuestos
desde las nuevas políticas del gobierno mexicano para la explotación del
territorio nacional, son diametralmente opuestas. Sus demandas e investigaciones
demuestran los perjuicios que traen para las comunidades zapatistas y su
defensa territorial, la concreción del proyecto regional económico-turístico
del Tren Maya y del Corredor Transístmico del Istmo de Tehuantepec, entre otros
de renombre, propuesto por la administración morenista y es por esto, que
analizan el importante papel que cumple la creación de la Guardia Nacional,
como propuesta de seguridad creada por el presidente López Obrador, para
garantizar la concreción de dichos proyectos económicos basados en la inversión
externa, impidiendo que las comunidades se opongan a los mismos.
El
gobierno de López Obrador le habla al gran capital de México y el mundo, así
como al gobierno de los Estados Unidos y de otras potencias globales, para ofrecer
el sur de México al mercado global. Le garantiza, mediante grandes proyectos de
infraestructura, que esa región estratégica para el comercio internacional,
será territorio de confiabilidad y rentabilidad para las inversiones privadas
futuras. Esta propuesta choca con el proyecto del zapatismo de cuidado de la
biodiversidad y de soberanía de los recursos naturales, demostrando que el
proyecto neoliberal/neo-desarrollista del obradorismo no se puede caracterizar
de izquierda como muchos intelectuales lo definen.
Conclusiones
Como
hemos podido observar a lo largo de esta propuesta reflexiva que abarca desde
la Revolución de 1910 hasta los tiempos del zapatismo en la actualidad, la
sociedad mexicana, así como de la gran mayoría de las diferentes sociedades que
constituyen América Latina, no han podido sortear ni resolver el problema
histórico de la tierra.
La
mayoría de lo que nos interesamos por la historia de México, su Revolución
triunfante, y los caminos transitados por el zapatismo, tanto aquel de la
Comuna de Morelos, liderado por Don Emiliano, como esta nueva versión,
neozapatista si se quiere, liderada hasta 2014 por el delegado Zero,
Subcomandante Insurgente Marcos (hoy Galeano), conjugamos en nuestras cabezas
una mezcla especial formada por tradiciones e innovación.
Lo
hacemos a partir de sus discursos, sus formas autodeterminadas y autonómicas de
organización, y su accionar novedoso. Si bien esto es cierto, también es justo
decir, que el EZLN combinó diferentes formas de lucha y experiencias que
amalgamaron desafíos étnicos-identitarios, político-militares y de cooperación
campesina a través de muchos años.
De
ahí que ni la extrema situación de pobreza, ni la represión, ni el
autoritarismo de finqueros, militares y paramilitares, basten para explicar la
insurrección armada de 1994, y menos su propuesta política, de enorme
trascendencia en todo México y el mundo.
Un
grito que despertó al pueblo mexicano, haciendo de su demanda, la demanda de
muchos que no tienen voz, pero que sufren cotidianamente las injusticias
producidas por el neoliberalismo que se manifiesta en contra de la humanidad.
Continuidad
y ruptura, herencia y originalidad. En la resistencia zapatista se condensa la
lucha contra los partidos políticos, el Estado corrupto y sus malos gobiernos,
los cuales no han podido dar respuesta con sus políticas, al desorden producto
de la crisis económica y los efectos del endeudamiento externo, profundizados
por tratados comerciales espurios que ponen en jaque la autodeterminación de
los pueblos, en este caso del mexicano.
Ante
la falta de respuesta de las instituciones a los reclamos sociales, se produjo
otra crisis, pero esta vez de representación. Es así como los zapatistas
entendieron como pocos, y de manera renovada a partir de su aparición en
público en 1994, lo mejor de varias constelaciones y simbologías, de un pasado
no redimido que continúa viviendo en un presente de permanente experimentación.
Mediante
la puesta en práctica de diferentes cosmovisiones como la resistencia maya, la
gesta de la Revolución mexicana, la trasformación profunda de la teología de la
liberación y el pensamiento antidogmático del guevarismo, -la mejor expresión
del marxismo en clave latinoamericana- intentaron y lo hacen aún hoy, caminar
preguntando, pero siempre al paso del más lento. Por eso su constante
alzamiento sigue siendo al mismo tiempo una rebelión “contra el olvido y por
la memoria”…
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