Resumen
En esta primera parte del contra revisionismo del
autor, sostiene la grave falla de la sociedad política española, al vencer el
Frente Popular impacta contra el centro moderador político, y esto
desencadenará la radicalización de todos los sectores, transformándose es dos
polos absolutamente opuestos, que determinarán una guerra sangrienta que será
un campo de pruebas para la gran guerra mundial que llegaría años después.
Abstract
In this first part of the author's counter revisionism, he sustains the serious
failure of Spanish political society, when the Popular Front defeats it impacts
against the political moderating center, and this will trigger the
radicalization of all sectors, transforming into two absolutely opposite poles,
which they will determine a bloody war that will be a testing ground for the
great world war that would come years later.
CONTRA EL
REVISIONISMO: REFLEXIONES SOBRE LA CONTIENDA CIVIL ESPAÑOLA (I)
Por: IÑAKI VÁZQUEZ LARREA.
“En Mühlberg se peleó ya
por la misma causa porque se ha peleado hoy en Llerena o en Badajoz. Por debajo
del hábito agustiniano de Martín Lutero, nosotros supimos ver asomar la camisa
roja de Lenin. Y cuando nuestro Cisneros o nuestro Carlos V, mandaban, con
escándalo de la posteridad, recoger o expurgar tales libros, no hacían una cosa
distinta de lo que hoy hacen los gobiernos mandando recoger la literatura
marxista”
José María Pemán
“España es una afirmación
en el pasado y una ruta hacia el futuro. Sólo quien viva esa afirmación y
camine por esa ruta puede llamarse español. Todo lo demás (judíos, heresiarcas,
protestantes, comuneros, moriscos, enciclopedistas, afrancesados, masones,
krausistas, liberales, marxistas) fue una minoría discrepante al margen de la
nacionalidad, y por fuera y frente a la Patria es la anti-Patria”
Luciano de la Calzada,
diputado de la CEDA por Valladolid (23 de abril, 1934)
“Hay que sembrar el
terror…hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni
vacilación a todos los que no piensen como nosotros”
Mola, julio de 1936
“De manera colectiva, las
ideas de Juan Tusquets, Francisco de Luis., Enrique Herrrera Oria, Onésimo
Redondo, Emilio Mola, Julián Mauricio Carlavilla, la prensa carlista y todos
los que creían en la existencia de un contubernio judeomasónico y bolchevique,
se sumaron y desembocaron en una teoría que justificaba el exterminio de la
izquierda”
Paul Preston
“Por muy fidedignas que
sean las terribles y trágicas versiones de lo que ha ocurrido y está ocurriendo
en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día a día nos lleguen
agrupados, en montón, los nombres de camaradas, de amigos queridos, en quienes
la adscripción a un ideal bastó como condena para sufrir una muerte alevosa, no
imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la
piedad vuestra: ante la sevicia ajena, vuestra clemencia: ante los excesos del
enemigo, vuestra benevolencia generosa…!No los imitéis! ¡No los imitéis!
Superadlos en vuestra generosidad conducta moral: superadlos en vuestra
generosidad”
Indalecio Prieto, 8 de
agosto de 1936.
1. LA
REPÚBLICA QUE NO DEJARON EXISTIR (LA LÓGICA DE LA CONTIENDA CIVIL).
“Los
ojos del intelectual parpadean de regocijo ante la persecución de la burguesía
y de la mentalidad burguesa…Su principal característica es el temor a pensar
por sí mismo. No se trata tan sólo de que tema llegar a conclusiones
peligrosas. Lo que teme es la esterilidad, lo que Marx llamaba la miseria de la
filosofía”
Czeslaw
Milosz
Para
Raymond Carr la República confrontó la necesidad de modernizar una sociedad
tradicional y semi-industrializada. Fracasó en tal empresa y las tensiones
generadas por el intento, estallaron en el verano de 1936, en una guerra civil.
Se
habían generado expectativas de un cambio radical en los estratos menos
favorecidos de la sociedad española pero nunca fueron satisfechos. El mero
hecho de que esas expectativas pudieran albergarse fue suficiente para la
materialización de un golpe de Estado contra-revolucionario.
El
Frente Popular, de forma inesperada, triunfó sobre la CEDA en las elecciones de
febrero de 1936. No obstante, dicho triunfo oculta el hecho de que casi
la mitad de los españoles votaron contra el Frente Popular.
En
consecuencia, el centro legalista resultó seriamente erosionado. Los
extremos comenzaron a enfrentarse. La política de civilización, la
solución del conflicto bajo la fórmula del compromiso, se convirtió en una
imposibilidad en la medida en que la primavera electoral se convirtió en un
violento verano. Para aquellos que prefieren la ficción literaria realista,
esta derivaba violenta es descrita de forma magistral en la novela de Gironella
Los Cipreses creen en Dios.
Los
generales justificaron su alzamiento en julio sobre la base de que hacían
frente a una conspiración comunista, para crear una España roja. Lo
cierto es que esto era una mera invención progandística. Aquellos que creían
en el poder del proletariado, tenían la esperanza de que un golpe de estado
contra- revolucionario abriera paso a un Gobierno en defensa de los
trabajadores, una ilusión consistente de la izquierda revolucionaria desde
1917, la que Indalecio Prieto denunció como “estrategia criminal”.
El
resultado de dejar a la República burguesa indefensa, no fue un gobierno proletario,
ni tampoco un exitoso pronunciamiento, sino una sangrienta guerra civil.
Eso
es precisamente lo que sucedió. Por cuanto que, mientras la izquierda hacía ruido
revolucionario, la derecha planeaba la contra revolución. De lo único que cabía
dudar era de la escala de apoyo y del tempo preciso en el que
la
contra-revolución tendría lugar.
La
Declaración del Gobierno Provisional de la República (1930) declaraba lo
siguiente: “La propiedad privada queda garantizada por ley: en consecuencia,
no podrá ser expropiada, sino por causa de utilidad pública y previa
indemnización correspondiente. Más este gobierno, sensible al abandono absoluto
en que ha vivido la inmensa masa campesina española, al desinterés de que ha
sido objeto la economía agraria del país y a la incongruencia del derecho que
la ordena con los principios que inspiran y deben inspirar las legislaciones
actuales, adopta como norma de su actuación el reconocimiento de que el derecho
agrario debe responder a la función social de la tierra” (Malefakis, pag.
109).
Tal
y como y nos recuerda Edward Malefakis, por primera vez en la historia de
España, se hizo un intento serio de reforma agraria. Sin embargo, este intento
no tuvo el resultado deseado (la conciliación de las clases sociales): por el
contario, intensificó las tensiones sociales, provocando así la caída del
Gobierno Azaña, la radicalización de los socialistas, y finalmente, en 1936, el
estallido de la lucha de clases, general y abierta.
Sin
la existencia de los latifundios no sería, por tanto, concebible el desarrollo
del anarquismo rural o del socialismo agrario, “ni podría explicarse el
empuje que ambos movimientos adquirieron” ( Malefakis, pag. 51).
La
ley de reforma agraria fue finalmente aprobada el 9 de septiembre de 1932. El
número de hectáreas expropiadas y campesinos asentados hasta finales de 1933,
fue, en palabras de Juan Pablo Fusi “irrisorio” (Fusi, pag. 284). Hugh
Thomas comparte la misma tesis al calificar la reforma agraria republicana como
un “mero mito”.
Según
Hugh Thomas: “ Lo políticos agrarios, dirigidos por los carlistas atacaron
día tras día la ley en las Cortes. En segundo lugar, los republicanos, incluido
el propio Azaña, e incluso los ministros, rehusaron el debate sobre la ley
agraria. Sus prioridades eran la Iglesia, la cuestión catalana, una prensa
libre y un buen sistema educativo. Sus conocimientos sobre cuestiones
económicas eran tan rudimentarios, como su propio interés en estos” (Hugh
Thomas, pag. 85).
De
la misma manera, para el historiador Juan Pablo Fusi, la II República, definida
por la Constitución izquierdista laica y progresiva, aprobada el 9 de diciembre
de 1931, encarnó así la más ilusionada posibilidad de transformación que España
había conocido hasta entonces.
Ante
todo, la coalición gubernamental de Azaña abordó la solución de los que creía
eran los grandes problemas que habían condicionado y obstaculizado la difícil
evolución de España hacia la modernidad: los problemas agrario, militar,
religioso y regional. Azaña y su gobierno querrían expropiar los latifundios y
repartir la tierra entre los campesinos; crear un Ejército profesional y
democrático, obediente al poder civil, limitar la influencia de la Iglesia,
secularizar la vida social y promover una educación liberal y laica, y
rectificar el centralismo estatal concediendo autonomía primero a Cataluña y
eventualmente al País Vasco.
Sin
embargo, los planes del gobierno, las reformas agraria, militar, religiosa y
territorial, polarizaron la vida política. En parte, por la resistencia que a
las reformas hicieron los sectores afectados por ellas, la Iglesia y la España
católica, los propietarios de tierras y parte del Ejército, pero también por el
escaso acierto (técnico y político) con que aquellas se plantearon, y por la
agresividad y doctrinarismo que inspiraron algunas medidas y en particular la
política religiosa.
La
derecha asumió, primero, desde finales de 1931, la bandera de la revisión constitucional;
pronto pasó a exigir la rectificación de la República de 1931. La Revolución de
octubre puso de relieve que no existía un consenso político mínimo en torno al
régimen republicano: ni la CEDA quería la República ni la izquierda aceptaba
dentro de ésta a la CEDA, finalmente la polarización del país rompió los
mecanismos estabilizadores de la democracia.
La
derecha vio la guerra civil como una cruzada contra el comunismo: la izquierda
la idealizó como la resistencia romántica del pueblo y del proletariado contra
el fascismo. Azaña, mismo, en los artículos que escribió en su exilio en
Francia en 1940, poco antes de morir, señaló que la discordia interna de la
clase media, y en general, de la burguesía española, profundamente dividida por
razones religiosas y sociales fue el origen último de la guerra. Probablemente
estaba en lo cierto.
El
18 de julio de 1936 se sublevó sólo una parte del Ejército. Los militares
dirigidos por los generales Franco, Sanjurjo, Mola y Queipo de Llano, se
sublevaron por varias razones: “porque creían que la República era un
régimen sin legitimidad política, porque entendían que la concesión de
autonomía a las regiones era una amenaza a la unidad de España; porque pensaban
que las huelgas y desórdenes revelaban la falta de autoridad de la democracia;
porque consideraban que la legislación republicana atacaba la esencia católica
de España. Los militares rebeldes creyeron que el golpe de Estado triunfaría de
forma inmediata. Se equivocaron: desencadenaron una devastadora guerra civil de
tres años” (Fusi, pag. 270).
2.-
APUNTES SOBRE EL MITO DE LA CONSPIRACIÓN ROJA (A MODO DE CONCLUSIÓN):
“No
había en la España de 1936 revolución social alguna, ni inminente, ni
inevitable. Prevalecía, sin duda, un espíritu revolucionario, pero, de haber
querido imponerse por su propia fuerza, hubiera sido aplastado por el Gobierno
republicano de clase media, exactamente igual que se había acabado con las
revueltas obreras de 1933 y 1934. Por una suprema ironía histórica, fue la
misma insurrección militar lo que posibilitó la revolución social”
Edward
Malefakis
Según
nos recuerda Indalecio Prieto, en febrero de de 1936 el apoyo al PCE comunista
no pasaba de 17 diputados “totalmente desconocidos e ignorantes”, en
palabras del político socialista. Hugh Thomas, calcula en no más de 100.000 los
militantes comunistas ese mismo año.
En
la Velada de Benicarló (1937), Azaña ya resaltaba la repugnancia moral
que le producía los asesinatos producidos en nombre de la obra revolucionaria
anarquista o comunista libertaria. Estos se detuvieron, en gran medida, con la
reconstrucción del Estado Republicano por obra del primer ministro Negrín a
partir de marzo de 1937. No obstante, si en el bando republicano estos tuvieron
un carácter no organizado y espontaneo, Paul Preston y Hugh Thomas resaltan que
el bando franquista obedecían a una política sistemática de “limpieza y exterminio”
de la izquierda.(Preston, 442).
El
poder del PCE derivó de las divisiones en el seno del socialismo español entre
Prieto y Largo Caballero (El Lenin español). El Doctor Negrín sentía una
aversión especial por Dolores Ibarurri, que, paradójicamente, no cesaba de
repetir que la suya era una “revolución democrático burguesa”. No en
vano, Hugh Thomas, lo define como el hombre “de la gran burguesía, defensor
de la propiedad privada y el capitalismo” (Hugh Thomas, pag. 667)
Lo
cierto es que el PCE atrajo a clases medias liberales, caso de José Bergamín,
un partido que insistía en posponer la revolución hasta haber derrotado el
fascismo. No era que Negrín se hubiera convertido en simple instrumento en
manos de los comunistas; sencillamente, no podía prescindir de su apoyo ni tampoco,
ante la negativa de Francia y de las democracias occidentales para armar a la
República, de la ayuda de la Unión Soviética.
De
hecho, La Declaración de Negrín en mayo de 1938 (la famosa declaración de los
trece puntos) era mucho más moderada que la del Frente Popular en febrero de
1936; y abogaba por “el sufragio universal” y “el respeto a la
propiedad capitalista”.
O
como tal y nos recuerda Pierre Vilar en la reconstrucción de las mentalidades:
“Es necesario pensar en la guerra de España como anticipación de la resistencia
europea. Ningún proyecto coherente, pero un rechazo claro. Los republicanos
españoles (como se decía) eran antifascistas”
BIBLIOGRAFÍA:
CARR,
R,: The Spanish Tragedy (The Civil War in perspective), Weidenfel,
London, 1986.
GIRONELLA,
J.M,: Los Cipreses creen en Dios, Editorial Planeta, Barcelona, 1985.
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J.P,: España: 1808-1996, El Desafío de la Modernidad,Espasa, Madrid,
1997.
NÚÑEZ
SEIXAS, M, X,: ¡Fuera el invasor! (Nacionalismos y movilización bélica
durante la guerra civil española (1936-1939), Marcial Pons Editores,
Madrid, 2006.
MALEFAKIS,
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E,: Reforma Agraria y revolución campesina en la España del siglo XX, Ariel,
Barcelona, 1980.
MISLOSZ,
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PRESTON,
P,: EL Holocausto español, Debate, Barcelona, 2017.
THOMAS,
T, : The Spanish Civil War, Penguin Books, London, 1977
VILAR,
P,: La Guerra civil española, Crítica, Barcelona, 2017.