Dimensiones
ontológica, pragmática y semiótica del personaje
Brahiman SAGANOGO
Resumen:
he aquí un estudio del personaje desde las perspectivas ontológica, pragmática
y semiótica. Un análisis descriptivo sobre un dominio muchas veces considerado
como propio al estructuralismo y de la narratología. Mejor dicho, un estudio sobre
un elemento fundamental de la producción del texto (ficticio) y aun, del
discurso narrativo-literario.
Palabras clave:
personaje, dimensión, ontología, pragmática, semiótica, fin del personaje.
Abstract
This
is an study of character, viewed from ontological, pragmatic and semiotics
perspectives. A descriptive analysis of a domain many times considered as a
part of structuralism and narrative science. It is better to define it as an
study on a fundamental element of fictional text production and even of
literary-narrative speech.
Résumé:
voici une étude du
personnage à partir des perspectives ontologique, pragmatique et sémiotique.
Une analyse descriptive sur un domaine parfois considéré comme propre au
structuralisme et à la narratologie. Pour mieux dire, une étude sur un élément
de la production du texte (fictif) et même, du discours narratif-littéraire.
Mots
clés:
personnage, dimensions, ontologie, pragmatique, sémiotique, la fin du
personnage.
Parce
que Proust peint avec la précision extrême du souvenir, les personnages de la Recherche,
pour Julien Gracq, restent irrévocablement associés à leur temps et à leur
décor. S´ils ressuscitent le temps de la lecture, c´est confinés dans leur
salon Époque.
Julien
Gracq, Julien. «Proust. À la recherche du temps perdu» in Philosophie
magazine_hors série, no. 16, 2013, paris, p.133
El
personaje es uno de los elementos de gran trascendencia en el texto y sobre
todo en el texto narrativo-literario (habrá de tomarlo en un sentido más
amplio) y aun, un componente relevante del mismo.
Los
estudios sobre el personaje están ligados, sobre todo, a los quehaceres de
disciplinas científicas tales como la narratología, el estructuralismo y el
formalismo, aun, en los de la semiótica y de la poética; disciplinas que en su
esencia, insisten en su proceso analítico de las prácticas textuales tanto al
escrito como al oral, en el personaje como elemento estructural del tejido
textual.
El
estudio sobre el personaje desde las perspectivas de la ontología, la
pragmática y de la semiótico será abordado consistirá en ir definiendo y
describiendo de manera aproximativa, al personaje como concepto (debido a la
complejidad del término y a los múltiples acercamientos posibles) a partir de
cada una de las disciplinas señaladas en el tema. Para ello, se revisará el
estatuto y el postulado del personaje bajo estas tres disciplinas mencionadas y
bajo un posible deterioro del personaje sobre todo a partir del surgimiento de
las nuevas tendencias artísticas que sostiene el fin del personaje.
1.El personaje del punto
de vista ontológico
Histórica
y etimológicamente, la palabra personaje derivaría del pronombre indefinido
griego tis que significa “alguien” y de “prationtes”, “haciendo”, lo que
remite a la “actuación de alguien”.
En
tanto que uno de los componentes de mayor trascendencia del texto, el personaje
resulta ser el sujeto que asume activa o pasivamente, las acciones, el objeto
de nodo y el elemento narrativo. Factor primordial de la textualización
(literaria) del relato, el personaje realiza, actualiza o padece la acción
cuando es destinatario y muchas veces, está por los demás elementos de la
representación narrativa, a saber, el tiempo y el espacio, ambas estructuras de
la narración.
Como
“ser de papel” y componente de la escritura verbal o del enunciado oral
(tomamos en cuenta la narración oral), el personaje aparece en la trama del
relato. Habida cuenta de su identidad, sus funciones y de la complejidad del
texto, el personaje está vislumbrado bajo una dimensión ontológica, dimensión
entendida como la suma de sus caracteres. En otros términos, esa dimensión
ontológica del personaje no es más que una instancia descriptiva del propio
personaje.
El
primer punto que abre este apartado sobre la ontología del personaje es la dialéctica
dicotomía o la dialéctica persona vs personaje. En efecto, el personaje
es una imitación de la persona, una construcción paralela a la persona y una
fabricación de la persona, de modo que el personaje no tiene existencia real ni
se afirma como persona de carne y hueso. Por eso en Boris Tomachevski (2001): “Gil
Blas no es un hombre, es el hilo que une los episodios de la novela; y ese hilo
es gris” (Vincent, 2008, p. 8). Lo que hace de Gil Blas un personaje es decir,
sujeto sin realidad, algo creado, inventado e imaginado sin duda alguna, a
partir de un “Gil Blas real” como idea inicial, pretexto de la creación de la
obra Gil Blas por su autor Alain-René Lesage. Aún más, algo que no tiene
absolutamente, impacto poblacional sobre la demografía del mundo tampoco,
aparece o existe fuera del universo textual del libro Gil Blas.
Por eso, los personajes son considerados como lo que:
[…]
desempeñan un papel; los seres humanos viven su vida. Un personaje, como
cualquier otro elemento puramente ficcional, se reduce a su rol en la
narración. […] Un personaje puede ser entendido por completo, mientras que el
ser humanos […] permanece siempre en algunas veces hermético ante los demás. Un
personaje no posee otro secreto sino los que están en el intervalo de cinco
actos, entre las portadas de un libro, o en la duración que separa la cena de
la hora del sueño. Por cierto, una narración puede siempre tener una
continuación, pero ésa es una nueva invención y no una reseña de lo que habría
sido omitido en la original (Montalbetti, 2003, pp. 45-46)2.
Del
mismo punto de vista ontológico y más general, filosófico, la persona a
diferencia del personaje, es el “hombre en relación con el mundo y consigo
mismo. […] Se puede distinguir las siguientes fases del concepto: 1) tarea y
relación-sustancia; 2) auto-relación (relación consigo mismo); 3)
heterorrelación (relación con el mundo); 4) coincidencia de autorrelación y
heterorrelación” (Abbagnano, 2004, p. 810).
Desde
otro ángulo, si el personaje no es una persona real, resulta ser a pesar de
todo, categoría del mundo ficcional donde cobra vida por medio del proceso de
lectura del texto en el cual está construido dado que actúa en el tiempo y en
el espacio. Es por eso por lo que, la vida del personaje sólo resulta ser una
vida paralela a la vida del ser humano de carne y hueso, una vida verosímil,
una ilusión de vida puesto que como ya lo dijimos no existe tal cual ningún
personaje narrativo en la calle. Eso es válido aun en el caso de las novelas y
demás prosas ficticias de tipo histórico, en las cuales en la mayoría de los
casos, personajes llevan nombres de personas reales que participaron en el
mismo hecho histórico relatado. En todo caso, la vida de aquellos personajes no
deja de ser una ilusión de vida dado que llevan el nombre de persona real en un
marco puramente ficticio o en un credo, en un marco textual relacionado
con una supuesta realidad, es decir, ficcional, connotativo, plurívoco,
polisémico, y autorreferencial, incluso, un marco intertextual.
Si
el personaje es una persona con vida propia en el espacio
textual-literario, cabe señalar que eso no le confiere plenamente el estatuto
de persona real sino de personaje ya que según M. Robert (2008) “se fortalece
juagando adrede su verosimilitud con la vida […]” (Jouve, 2008, p. 109). Pues,
se trata de un efecto de ilusión de vida que lleva el personaje y que está
ligado a la ilusión de persona, y “La evocación de una vida interior es
una técnica conocida como de la ilusión de persona. La evocación de los
pensamientos, sentimientos, pasiones, angustias o deseos de un personaje, da la
impresión de «riqueza psicológica»” (Jouve, 2008, p. 111)5.
Además,
el nombre propio y aun de persona real atribuido a un personaje imprime una
nota de realismo al texto y hace que dicho texto ficticio funja ser verdad, por
lo que tal recurso desempeña dos funciones a saber: “[…] sobre una de sus fases,
significa la ficción, sobre la otra faz, significa la verdad de
la ficción” (Grivel, 2011, p. 135).
Del
punto de vista aristotélico, el personaje es sinónimo de actante por ser según
el propio Aristóteles, el pilar de la acción y el sujeto de la acción y de la
intriga novelesca, mejor dicho, agente o personaje en acción o que actúa. El
personaje en Aristóteles, visto como actante y objeto de la representación, es
decir, del mimesis. Al respecto, leemos:
En
tanto que objeto de mimesis, son captados mediante el distanciamiento
que entretienen con lo real; es la medida de este distanciamiento que funciona
como principio de separación genérica. Así tres casos de figuras aparecen
posibles: 1. la mimesis de personajes superiores a nosotros; 2. la mimesis
de personajes iguales a nosotros; 3. la mimesis de personajes inferiores
a nosotros. La relación de los personajes en esta norma se convierte en un
criterio de distribución genérica que permite relacionar unos géneros con
otros. […] La tragedia, por ejemplo, está carca de la epopeya puesto que
entretienen la misma relación con el objeto (personajes superiores), pero está
también cerca de la comedia dado que entretienen la misma relación con el modo
(personaje en acción) (Aristóteles, 2003, pp. 50-51).
Desde
otras perspectivas precisamente, poética y gramatical, el personaje es aquel sujeto
que participa en la acción. Pues, un participante y un sujeto gramatical
que aparece como sea, sujeto-agente o realizador y sujeto de búsqueda, de deseo
y de acción sea como sujeto dotado de capacidades. Con respecto a todo eso, el
personaje no es más que del punto de vista narrativo, un pretexto. Como
participante, el personaje desempaña roles dentro del tejido textual, mejor
dicho, dentro del mundo narrativo en el cual está investido.
En
suma, el personaje como pretexto se entiende como un ente en tanto que pilar o
elemento narrativo común tanto para el escritor como para el lector, elemento a
partir del cual el escritor va construyendo el mundo narrativo (ficcional).
Del
punto de vista antropológico, el personaje se caracteriza por su
comportamiento, un comportamiento de tipo humano en la narración. Lo que desde
las perspectivas poética y estructural, deja entrever una especie de reflejo
entre las actuaciones del personaje y los comportamientos humanos de los cuales
es sujeto.
La
construcción de las distintas funciones del personaje a cargo del autor de la
narración no es más que una elaboración de comportamientos humanos. La suma de
comportamientos es la que permite al escritor construir su enunciado puesto que
irá soldando los sucesos con la unidad de los comportamientos. Así es como el
escritor construye secuencias, roles, encadenamientos de situaciones complejas
y diferenciadas hasta conferir al personaje su estatuto antropológico.
Conviene
hacer hincapié en el subgénero autobiográfico en el cual se descubre otro tipo
de personaje, o sea, un personaje que relata su propia vida, y que es a la vez
autor y narrador. En efecto, la particularidad de este tipo de personaje (el
autobiográfico) reside en su capacidad en representar su interior o en
auto-representarse. Lo que permite deducir que la auto-representación es
también la otra dimensión del personaje, dimensión como factor primordial para
que el lector se empape de la vida del personaje ansioso de dar a conocerse con
una dosis de realismo, parte significativa de su existencia.
El
último estatuto ontológico del personaje es el relacionado con el hecho de que ése
aparece como un punto de transferencia puesto que como narrador -a veces-,
ayuda a borrar por completo, al autor del discurso. Al respecto, leamos lo
siguiente:
[…]
El personaje no puede ser confundido con la estructura de una personalidad de
referencia. No es el punto de unión que permite pasar insensiblemente, por el
juego de las figuras, de la formación inconsciente subrayada por la ficción al
psiquismo del escritor. […] «yo» […] trataré [al personaje principal] como el
lugar de inscripción de un sujeto en el texto; aquel “sujeto”, desde luego,
asumirá el anclaje de mi trabajo, materializará el eje de mi lectura y llevará
el dinamismo de la enunciación del texto en el cual formaré parte como serán
mis lectores (Glaudes y Reuter, 1991, p. 176).
Con
respecto a lo anterior, el personaje está por el escritor eso desde la
perspectiva de la recepción del texto, objeto de lectura. La idea de
transferencia es la que confiere al texto además de otros componentes, su
carácter ficticio o el de algo construido por alguien. Dicho proceso de
transferencia consiste en que el autor introduce entre líneas al personaje en
acción controlando a cada instante, su actuación.
En
resumidas cuentas, todos estos estatutos propios al personaje, hacen de él, una
imagen es decir “[…] considerada como una unidad de manifestación
autosuficiente, como un todo de significación, susceptible de análisis”
(Greimas y Courtés, 1982, p. 214), pues, un ente lingüístico y un significante,
una representación abstracta por parte del autor.
2. Aspecto pragmático del
personaje
La
consideración de un estatuto pragmático del personaje se justificaría por el
hecho de que éste aparece como una imagen, una representación, un ente
lingüístico que debe ser captada a nivel de la recepción como instancia de
lectura y proceso de decodificación del texto dentro del cual se encuentra.
Bajo esta dimensión pragmática, existen dos estatutos del propio personaje -según
Montalbetti-, a saber: “la dimensión extra-textual y la inter-textual” (p. 62)10.
En
efecto, el estatuto extra-textual del personaje se explica por el hecho de que
siempre el lector o el receptor ha de concebir una imagen del personaje a
partir de los stimuli textuales y más a partir de percepciones del mundo
exterior construyendo a partir de lo posible; y como imagen y significante, el
personaje siempre encierra significados que van más allá de lo que dice el
enunciado textual en apariencia. En cuanto al estatuto inter-textual del
personaje, éste está relacionado tanto con la representación como con la
interferencia en un enunciado textual de base, de personajes ficticios y no
ficticios. Para ello, la dimensión pragmática del personaje está situada entre:
lo
referencial (remite a una exterioridad) y lo discursivo (está construida por el
discurso). Desarrolla con respecto a estos dos ejes según las modalidades muy
variables de una novela a otra. […] En cualquier novela, la imagen de los
personajes es pues, una mezcla entre los datos objetivos del texto y la
aportación subjetiva del lector (Jouve, 2008, pp. 50-52)11.
Esta
dimensión pragmática es la que induce el recurso al dispositivo metodológico
conocido como la pragmática, en tanto que instrumento del cual uno de sus
objetivos es el estudio del personaje como término y procedimiento que, dentro
del discurso, da que pensar por ser significante, imagen y modalidad
lingüística.
Del
lado de la semio-pragmática, el personaje por ser significante, resulta ser un
operador de comunicación puesto que, a partir del espacio discursivo-textual,
comunica y actúa. Partiendo de eso, podemos afirmar que, si ha funcionado para
el autor durante la creación textual como factor estimulante de memoria y fuera
de este primer proceso, lo es también, como procurador de informaciones para el
lector. Pues, tanto a nivel de la producción como de la recepción, el personaje
es aquella imagen que se deja desarrollar por su carga semántica.
3. Dimensión semiótica del
personaje
El
concepto de personaje empleado en literatura como una construcción paralela a
la persona humana, se entiende semióticamente, como sinónimo de actante, acto y
de roles temáticos. Tales términos surgen a raíz de que en el texto aparece
siempre una dimensión semántica sostenida por una estructura semántica y una
acción. Estos dos fenómenos (la estructura semántica y la acción) proyectan dos
funciones: una pasiva y la otra activa. Respecto a la extensión del concepto de
personaje a actante, leemos en Greimas y Courtés (1982):
1.El
actante puede concebirse como el que realiza o el que sufre el acto,
independientemente de cualquier otra dimensión. Así, citando a L. Tesnière de
quien se toma este término, «los actantes son los seres, las cosas, por
cualquier razón y de una manera u otra –incluso a título de simples figurantes
y del modo más pasivo-, participan en el proceso». En esta perspectiva, el
actante designará a un tipo de unidad sintáctica, de carácter propiamente
formal, preciso a todo vertimiento semántico y/o ideológico. 2. El término
«actante» alude a cierta concepción de la sintaxis que articula el enunciado
elemental en una serie de funciones (tales como las de sujeto, objeto,
predicado), independientemente de su realización en las unidades sintagmáticas
8por ejemplo, los sintagmas nominal y verbal), y que considera al predicado
como núcleo del enunciado. Es decir, los actantes deben ser considerados como
términos resultantes de esa relación que es la función. […] 3. >El concepto
de actante tiene mayor extensión, sobre todo en semiótica literaria, que el
término de personaje y, también, que el de dramatis persona (V. Propp),
pues no sólo comprende a los seres humanos, sino también a los animales, los
objetos o los conceptos. […] El término de personaje permanece ambiguo por
corresponder también, en parte, al concepto de actor […]. 6. En la progresión
del discurso narrativo, el actante puede asumir cierto número de roles
actanciales definidos a su vez, por la posición del actante e el encadenamiento
lógico de la narración 8su definición sintáctica), y por su vertimiento modal
(su definición morfológica) (pp. 23-25)12.
En
otros términos, el personaje es aquel es actante es decir, el que puede ser activo,
realizador de una acción; o pasivo, cuando sufre la acción. Es también aquel
que está más allá de su constitución humana, que puede aparecer como objeto o
como cosa, pero que participa en el proceso de textualización y realiza
una función. Tal es el caso en la novel El luto humano de José Revueltas
(2003) en la cual la muerte resulta ser un actante:
La
muerte estaba allí, blanca, en la silla, con su rostro. […] Un cuerpo tan
pequeño con una respiración tan grande para que la muerte entrara. […] La
muerte ya no estaba en la silla, pero tampoco, ¡oh Dios?, en aquel cuerpo
fallecido. Porque la muerte no es morir, sino lo anterior al morir, lo
inmediatamente anterior, cuando aún no entra en el cuerpo y está, inmóvil y
blanca, negra, violeta, cárdena, sentada en la más próxima silla (pp. 11-12)13.
Más
que personaje, la muerte aparece como realizadora de funciones en esta
secuencia novelesca. De modo que no puede escaparse de la consideración del
semiótico por la función que desempeña, mejor dicho, por su rol temático.
Por
otra parte, el personaje adquiere en semiótica, el estatuto de actor, eso por
ser:
[…]
una unidad léxica, de tipo nominal que, inscrita en los discursos puede recibir
–en el momento de su manifestación- vertimientos de sintaxis narrativa de
superficie y de semántica discursiva. Su contenido semántico propio parece
consistir, sobre todo, en la presencia del sema de individualización que lo
hace aparecer como una figura autónoma del universo semiótico. El actor puede
ser individual (Pedro) o colectivo (la multitud), figurativo
(antropomorfo o zoomorfo) o no figurativo (el destino) (Greimas y
Coutés, p. 27).
Por
fin, el personaje como actor es una figura portadora a la vez de uno o de
varios papeles actuantes que definen una posición en un programa narrativo, y
de uno o varios papeles temáticos que definen su pertenencia a uno o varios
conjuntos figurativos. Los semióticos del Grupo de Entrevernes
esquematizan al actor de la siguiente manera:
ACTOR
Papel
actuante
Papel temático
Posición
dentro de un programa
narrativo
resumen compendio de un conjunto Figurativo (Entrevernes, 1982, p. 122)13.
Dicho
de otra forma, el actor es el que ejecuta los roles necesarios para el desarrollo
de la narración. En nuestro ejemplo de arriba (pasajes de El luto humano),
la muerte es actor dado que cumple a la vez, con el papel de sujeto y de actor
que asume también el rol de adversario. Pues, es metonímicamente, Chonita,
personaje principal de la novela.
Tocante
a la última designación del personaje en semiótica, es decir, por el rol
temático, éste no es más que “partícipe del componente temático de la gramática
de la narración” (Jouve, 2007, p. 82). En efecto, el rol temático remite a
categorías o atributos de todo tipo ligados al personaje, los cuales ayudan a
identificarlo. El rol temático es la suma de los papeles de los personajes
actuantes, papeles como conjunto de comportamientos del personaje dentro de la
narración.
El
personaje sería para desde la Escuela semiótica de París, actante y
existe seis tipos de actantes, definidos según ejes semánticos que son, la comunicación,
el deseo, la prueba. Lo que remite a tres parejas que son sujeto / objeto,
Destinador / destinatario, Adyuvante / Oponente, y cada pareja constituye una
categoría actancial, y las tres parejas se clasifican de la siguiente
manera:
Destinador
Objeto Destinatario
Adyuvante
Sujeto Oponente (Greimas, 1987, p. 276)16.
Eso
significa que los personajes sólo existen según un “modelo actancial”, o como
una expansión de la estructura sintáctica.
En
suma, el estatuto semiótico del personaje concibe a este último como signo pero
no forzosamente como signo literario dado que puede ser personaje antropomorfo.
4. El fin del personaje
La
evolución del pensamiento artístico-literario permitió la consideración de la tesis
sobre una supuesta crisis o un fin del personaje. Se trata de una tesis
defendida precisamente, a partir de la segunda mitad del siglo XX. Tal
problemática coincide con el surgimiento de las tendencias literarias o
artísticas que ponen fin a la era de los movimientos o corrientes literarias
tales como Le Nouveau roman y la deconstruction du sujet, el OULIPO
y la Allittérature18
que abogan por un fin del personaje en el texto y a nivel de la recepción.
A
diferencia de los movimientos literarios, aquellas tendencias buscaban una
renovación puesto que la intriga había llegado a ser el flujo de una
conciencia y el personaje dejó de ser el centro de la obra para ser punto
de partida. Así es como la tesis sobre la crisis del personaje será argumentada
por Denis Roche dentro de la aliteratura; Alain Robbe-Grillet, Nathalie
Saurraute, Michel Butor, Marguérite Duras y Jean Ricardou en el Nouveau
roman y la desconstrucción del sujeto; y Raymond Queneau y Georges
Perec en el OULIPO, bajo el proyecto de reforma que consistía en ya no
acordar más importancia al personaje. Por eso, afirma Montalbetti lo siguiente:
¡Hemos
hablado bastante del «personaje»! […] La novela a personajes pertenece al
pasado, caracteriza una época: la que marcó el apogeo del individuo. Tal vez no
sea un progreso, pero es cierto que la época actual es mucho más la del número
matrícula. El destino del mundo ha dejado para nosotros de identificarse con la
ascensión o con la caída de unas familias. […] Nuestro mundo, hoy día, está
menos seguro de sí mismo […]. La novela parece haber perdido su mejor apoyo de
antaño, el héroe. Si no loga recomponerse de tal perdida, es que si vida estaba
ligada a la una sociedad rebasada. Al contrario, si lo logra, una nueva vía se
abre, con la promesa de nuevos descubrimientos (pp. 175-176)19.
Para
los teóricos de esta tesis, el personaje no es relevante porque aparece como
cómplice de la intriga, para ello, ya no debe ser el resultado de la suma de
los esfuerzos del creador tampoco, el objeto predilecto del crítico.
En
conclusión, hemos tratado de presentar, describir y de analizar un componente
factual del texto, el personaje. Llegamos al término de nuestro estudio a la
conclusión de que el concepto de “personaje” es plural debido a que bajo cada
disciplina cobra distintos estatutos o dimensiones, y cada dimensión atribuida
al ése componente narrativo encierra su propia verdad según la disciplina a
partir de la cual fue desarrollada.
Bibliografía
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discurso. Lima: Universidad de Lima / FCE, 2001.
GREIMAS, Algirdas Julien y Joseph Courtés.
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Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico carrión. Madrid: Ed. Gredos, 1982.
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JOUVE, Vincent. L`effet-personnage dans le roman,
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