Revista Nº40 "INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES"

 

TÍTULO: DEL PODER POLÍTICO AL PODER POPULAR COMO SISTEMA RELACIONAL DESDE LA ESTRUCTURA DE LOS CONSEJOS POPULARES EN CUBA.

 

Autora: MSc. Yaimara Cao García, Profesora de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte “Manuel Fajardo”

 

email: rene225leo@nauta.cu

 

Keywords: Cuba political system, popular council, political and human emancipation, popular power as a relational system.

Summary

With the triumph of the Revolution, on January 1, 1959, an unprecedented path of social emancipations that went through political emancipation was inaugurated in Cuba, to establish itself as human emancipation. It is the transcendental fact that placed its emphasis on the progressive alienation of man, establishing until today, a long liberating path where a popular power germinates, whose understanding undermines the intense institutional activity of those first two decades to become the quintessential mode of build political power relations emerged from the deep feelings of their people in articulated link with their vanguard.

Introducción:

El primero de enero de 1959 se inaugura en Cuba, con el triunfo de la Revolución, un camino inédito de emancipaciones sociales que pasan por la emancipación política, para erigirse en emancipación humana. Se trata del hecho trascendental que colocó sus énfasis en la desenajenación progresiva del hombre, instaurándose hasta hoy, un prolongado camino liberador donde germina un poder popular, cuya comprensión rebaza la intensa actividad institucional de aquellas primeras dos décadas para convertirse en el modo por excelencia de construir relaciones políticas de poder emergidas del sentir profundo de su pueblo en vínculo articulado con sus vanguardias.

El proceso revolucionario cubano enfrenta desde su génesis, la peligrosísima amenaza externa imperialista estadounidense que apuesta todas sus cartas al retorno al pasado capitalista y tensiona a través de los métodos más burdos hasta los más sutiles, sus posibilidades de existencia[1]. En tanto, la radicalidad que alcanza atraviesa senderos conflictuales donde confluye la experiencia soviética, una subjetividad anclada en la rebeldía de su pueblo y las vanguardias que supieron articular la acción comprometida, aunque quizás no fuese orgánica con el discurso político.

El año 1976 es crucial en el proceso de institucionalización del país cuando se aprueba en la Constitución, la estructura de Poder Popular ensayada en Matanzas dos años antes. Desde su aprobación, el proyecto sociopolítico cubano observa el fortalecimiento de dicha estructura de poder como el vehículo de control popular y forma de democracia representativa que afirma o niega al pueblo como sujeto de poder y máximo interesado en el cambio. La necesidad de autocorrección permanente hizo posible que desde la década de los 80 se pensara un diseño que acercara al pueblo con sus dirigentes, en momentos de incomunicación que burocratizaba los procesos de dirección del país y su conquista más legítima: la democracia socialista. Así en el año 1991 surge lo que a juicio de Fidel Castro Ruz deviene en el eslabón perdido del sistema del Poder Popular: los Consejos Populares.

El ensayo cubano institucional para el desenvolvimiento de su democracia representativa aunque observa la estructuración estatal de la experiencia soviética, no pudo ser copia, ni calco de aquella; muy al contrario de lo que refiere la Dra. Natasha Gómez, en el taller por el centenario de la Revolución Socialista Rusa. Para el año 1991, cuando oficialmente se constituyen los Consejos Populares, había dejado de existir el Socialismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS. El contexto en que aparece esta estructura de poder en Cuba sugiere un universo de creación popular distante de antecedentes en las teorías de los Socialismos.

Desarrollo

Legitimidad teórico-práctica del concepto poder popular como sistema relacional.

Los estudios desde las Ciencias Sociales en torno al poder arrojan dos vertientes de comprensión. La primera lo ubica en el Estado y lo analiza como dominación. Se trata de la postura tradicional del poder. La segunda, parte de entenderlo como relación social que se construye permanentemente y necesita alcanzar consensos para lograr legitimación. Se trata de la postura relacional del poder.

La noción del poder como relación social fundante de la vida en sociedad comienza a cobrar defensores en el terreno de las Ciencias Sociales en especial las Ciencias Políticas, a partir de la última década del siglo XX. La ruptura del equilibrio mundial a favor del sistema Capitalista comenzaba a ser caldo de cultivo para estudios acerca de la democracia, la sociedad civil y la tolerancia; para aquellos marxistas que se afiliaban a un paradigma gnoseológico en construcción permanente y exigía un ejercicio del poder propositivo ante el cambio radical que significó la oleada conservadora para el orbe.

Tales circunstancias exigieron la necesidad de visibilizar a los sujetos del cambio social, sus configuraciones en el entramado socioclasista, así como sus comprensiones acerca de fenómenos como el poder político instalado en el complejo tejido de relaciones sociales y no en instancias de poder exclusivamente como el Estado o las instituciones de las que se sirve toda sociedad para alcanzar cierto orden y mantenimiento.

La cuestión del poder político debía romper con la visión positivista del marxismo arraigada en aquellos esquemas lógicos donde entre economía y política las distancias eran tales que era imposible plantearse puntos de contacto en la realidad. Fueron aquellos traumáticos acontecimientos los que colocaron en el análisis de la transición al Socialismo la mirada aguda hacia la construcción de un poder popular en sistemática articulación con la red de relaciones sociales que desde la vida cotidiana crean sentido común y realzan el valor de los pueblos oprimidos del sur político.

Desde el Instituto de Filosofía se enunciaron estudios acerca de la constitución de los Consejos Populares como un momento de valor interpretativo para el acumulado de creación popular desde el pueblo cubano que analizan un escenario conflictual crucial para el desarrollo de la democracia y la conformación de consensos al interior del país. Con el acompañamiento del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas que trataba de explicar las dinámicas tendenciales en la estructura socioclasista cubana y las recurrentes investigaciones acerca de las representaciones y percepciones sociales sobre fenómenos invisibilizados como la exclusión-inclusión, la pobreza o la representación subjetiva del poder en grupos de cuentapropistas, obreros y directivos se puede constatar la necesidad de ampliar los horizontes explicativos para los encargados de realizar labor especializada de dirección política en la sociedad cubana.

En primer orden aparece una primera insuficiencia que debían resolver las Ciencias Políticas respecto a la ambivalencia en los usos del poder. La categoría poder ha sido abordada desde la Historia del Pensamiento Político, la Sociología Política, la Psicología Política, la Antropología y la Filosofía Política en sentidos diversos: o bien como característica o cualidad de una persona particular, una organización o las instituciones políticas estatales desde las cuales se alcanza el dominio de unos hombres sobre otros por medio de la utilización de la fuerza y la imposición; o como construcción social desde el sistema de relaciones sociales que configuran a los sujetos y sus identidades respecto a unos grupos por encima de otros. Desde la literatura la primera es denominada como concepción tradicional del poder, donde se encuentran autores como Aristóteles, Hobbes, Rousseau, Bourdieu, entre otros. La segunda es denominada concepción relacional del poder. Aquí se incluyen autores como Marx, Foucault, Gramcsi, Acanda, entre otros.

En segundo orden resultaban muy jóvenes las Ciencias Políticas en su aparición respecto a otras Ciencias, su identidad todavía se discute en gremios académicos y su categoría central abre una pluralidad de interpretaciones. Sin embargo, prevalece la noción de poder tradicional anclada en concepciones que se remontan a la antigüedad clásica griega.

¿Las relaciones de poder político en el centro de la obra de Marx o en las reflexiones de sus continuadores?

Los intentos por aportar una problematización conceptual acerca del lugar de las relaciones de poder político en la obra fundacional marxista ha sido inquietud vieja en el pensamiento político contemporáneo. En el debate se presentan diversidad de criterios que van desde presentar a Marx como teórico de la explotación (Michel Foucault), cuya reflexión acerca del poder político es una ausencia, hasta Adolfo Sánchez Vázquez, que considera imposible plantearse la cuestión del poder en Marx, al margen de sus estudios económicos. Es posible desde el análisis relacional de las categorías economía y política encontrar un camino para sustentar una teoría del poder político en Marx y Engels válida para los fines de una conceptualización fecunda del Socialismo cubano.

El marxismo fundacional rompe con las concepciones naturalistas del poder, cuando expone las causas de las desigualdades de los hombres como un problema terrenal cuyo origen se encuentra con la aparición de la forma privada de apropiación de la producción y consecuentemente el surgimiento de las clases sociales. Su examen de la realidad llega más lejos cuando se pronuncia por un sujeto de poder hasta entonces invisibilizado, en un profundo letargo: la clase obrera. Sin embargo, la aportación de un poder popular como poder del pueblo, en clave fidelista emerge de la experiencia cubana de transición Socialista. En época de Lenin se hablará de “Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, uníos” que estremeció a Ho Chi Minh, porque sintió su causa verdaderamente representada y ese gran lema de la Internacional Comunista recorrerá el orbe como necesidad histórica de nuclear al proletariado mundial. El concepto pueblo dado por Fidel Castro en 1953, enriquecido por Che Guevara en 1965 será la riqueza principal del poder popular real sin precedente en la historia de los Socialismos como emergencia del caso cubano.

Resulta necesario para responder la pregunta planteada, retomar la relación dialéctica entre Economía-Política y sus mediaciones. Algunos autores, como el sociólogo alemán Max Weber, separan el análisis económico, de lo político y llega a plantear la necesidad de una clase social dirigente cuyo nombre es tecnocracia o burocracia, a la cual sólo le interesan los asuntos técnicos de la dirección, sin valores, ni contenidos, es decir, desustantivada y con ello muestran la incapacidad de un tipo de racionalidad que concibe la realidad dividida en esferas autónomas, cada una funcionando con lógicas diferentes. Por esta vía cabría pensar que el problema del poder y las relaciones de poder político jamás estuvieron en el centro de la reflexión marxiana. Sin embargo, si se recurre a las fuentes originales; muchas de las cuales, se desacreditan también bajo la justificación de las erróneas traducciones, es posible captar el carácter relacional con que los fenómenos de la sociedad son estudiados por los fundadores del marxismo.

La obra de Marx deviene en reacción ante la desvalorización del mundo de los seres humanos y el aumento de la valorización del mundo de las cosas. Si el trabajo es la fuente de riqueza, no lo es únicamente por las mercancías que se producen sino por el modo en que los seres humanos se producen y reproducen como tales y alcanzan la felicidad. Por tanto, Política-Economía-Ética se colocan en el centro de la reflexión marxiana desde un enfoque relacional. Sólo a través de esta tríada es posible pensar una teoría política en Marx. El proyecto emancipador anticapitalista cuya exigencia sería un sujeto humano libre de su enajenación, encuentra sustentación desde las interconexiones entre las personas que ve Marx en su teoría económica. La teoría tradicional del poder al poner el acento en la dominación, convirtiendo al poder en un fetiche, que se metamorfosea en los signos caros y los valores aumentados que adquieren las personas con capacidad de compra, desde la irrupción del marxismo puede decirse que entró y está en crisis. Lo interesante que devela el examen marxiano rebaza la realidad fenomenológica que presenta las fragmentaciones de la realidad para dar paso a una realidad esencial oculta en el hecho económico y requiere enfoque de totalidad.

La experiencia cubana de los Consejos Populares: ni calco, ni copia.

La década del 60 estrenó en Cuba las Juntas de Coordinación, Ejecución e Inspección (JUCEI), hasta ser sustituidas por el Fondo de Organización y Control; puede decirse que lo más cercano a un mecanismo aglutinador de las vanguardias políticas a su pueblo se experimentó en las primeras dos décadas de Revolución en el poder. Las JUCEI se convierten en antecedente del sistema del Poder Popular cuyo ensayo en 1974 en Matanzas, queda refrendado en la Constitución del país, para 1976. En lo adelante se tratará de profundizar la calidad del funcionamiento institucional cubano con énfasis en el protagonismo popular y eje fundamental en la construcción social de los sentidos socialistas.

El Consejo Popular como componente estructural-funcional del sistema político cubano, nace como concepción, en el año 1986 cuando en el III Congreso del Partido Comunista de Cuba PCC, se recomienda la constitución de un elemento nuevo en el sistema de gobierno del país. Esta recomendación es aprehendida por la Asamblea Nacional del Poder Popular bajo la Ley No. 56 del 4 de julio de 1986[2]. La entonces Ciudad de la Habana sería el centro experimental de los primeros 93 Consejos Populares hacia 1990.

Se trataba de fortalecer la autoridad del delegado, mejorar el control y la fiscalización sobre todas las entidades administrativas, con independencia de su nivel de subordinación, un camino que ayudara a involucrar a todos los factores de la comunidad en la solución de sus problemas y tener una figura de gobierno sólida, a nivel de barrio que propiciara la progresiva participación popular en la dirección social y, consecuentemente, del perfeccionamiento del sistema del Poder Popular.

A criterio del investigador Jesús Pastor García Brigos, el Consejo Popular: “Es un eslabón de gobierno con posibilidades de acción sobre los centros de trabajo del área y de la población representada en los delegados"[3]. Desde su constitución la discusión más fuerte estuvo relacionada a que tuviera la mayor representatividad, no sólo de las organizaciones de la sociedad civil cubana, sino del pueblo que ha delegado cuotas de poder en esta figura. De manera que la relación representación/participación como par categorial dialéctico será la columna vertebral de la democracia socialista cubana.

Desde el discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en diciembre de 1991, cuando se extiende la experiencia a todo el país, se advierte la preocupación de observar el nuevo mecanismo para que promueva el autogobierno social, lejos de convertirse en un elemento formal dentro de la estructuración estatal cubana. El contexto advertía un escenario conflictual entre gobiernos centrales y gobiernos locales, en países de Europa del Este; por lo que el rol del delegado de circunscripción era vital: los problemas locales debían pensarse con visión de país. Se trataba de que la separación entre el campo y la ciudad se hiciera cada vez menor. De manera que se pudiera:

“… Continuar los estudios que se realizan en Ciudad de la Habana, encaminados a lograr unidades político-administrativas más fuertes social y económicamente, teniendo en cuenta la conveniencia de que se pueda ejercer plenamente la función de gobierno con mayor eficacia en cada uno de los municipios de la ciudad”.[4]

Resulta necesario distinguir entre el Poder Popular institucionalizado y el poder popular como aquello generado aparentemente fuera de las instancias de poder, es decir fuera del sistema del Poder Popular como órgano de poder del Estado y que expresa la voluntad del pueblo cuyas diferencias se expresan en los modos de comprensión y las maneras de implementarlo. La institucionalidad y las organizaciones que estructuran el ámbito comunitario han sido concebidas para el ejercicio del poder popular. Sin embargo, articular el sentido de lo colectivo, lo anticapitalista y lo auténticamente revolucionario en ocasiones no encuentra en los canales instituidos un catalizador de las demandas sociales como fortaleza para emprendimientos de procesos organizativos que reflejen respuestas creativas en defensa de lo autóctono.

Es posible afirmar la existencia de un acumulado de valores socialmente compartidos como la solidaridad entre vecinos, la cooperación, la justicia, la equidad y la defensa de la vida plena para todos los seres humanos que devienen en la subjetividad y mística revolucionaria necesaria al poder político que funda la Revolución cubana en 1959. La vida cotidiana del pueblo cubano transcurre en el lugar privilegiado donde se reconfiguran permanentemente los rasgos y valores de su identidad, y se hacen sentido común en conductas, motivaciones, representaciones y aspiraciones. En este sentido el poder político encuentra en las comunidades el saber popular, la notable riqueza cultural y la suficiente vitalidad de la gente, así como los aportes valiosos co-creadores de cultura emancipadora. De manera que se alza lo político en popular y viceversa, luego, la ideología como terreno más amplio y abierto alcanza mayor profundidad, lo cual adquiere valor agregado para las circunstancias de transición socialista hoy.

Retos actuales del Consejo Popular como fundamento democrático del Socialismo Cubano.

En 2006, el periódico Granma, publica un informe crítico acerca del funcionamiento del sistema del Poder Popular que arroja un escenario desfavorecedor para el Consejo Popular. El nuevo peldaño había comenzado a desplegar tareas administrativas como reparto de recursos en momentos de desastres naturales u organizar la entrega de la telefonía fija, entre otras cuestiones que distorsionaban su función eminentemente política y de control. Si bien el escenario de período especial en tiempo de paz para Cuba significó mayor movilidad para el delegado de circunscripción, que llegó a “llevarle a personas determinadas el alimento a su hogar”[5], la extensión de acciones de protección a la población vulnerable en aquellas circunstancias, desfiguraron no sólo la estructura funcional del Poder Popular sino también al delegado a quien el pueblo comenzó a visualizar como el tramitador de recursos.

El 24 de febrero de 2019, en referéndum se aprueba la nueva Carta Magna. Hasta la fecha, se prevé una Ley de municipios y ajustes a la Ley 91 sobre los Consejos Populares. Sin embargo, debe estimarse que fortalecer la institucionalidad, rectificar sus disfuncionalidades y elevar la eficiencia en el Estado y el Gobierno en especial las distorsiones en el rol real del Consejo Popular como eslabón del sistema del Poder Popular, ayudará a legitimar el ejercicio del poder en la etapa transicional que a juicio de la autora abre el VI Congreso del Partido en abril de 2011.

Como destacara Jorge Lezcano Pérez en Tareas actuales del Poder Popular, desde el surgimiento de los órganos del Poder Popular se debía:

“(…) tener presente que el Poder Popular es un sistema y que, por ende, todo él tiene que desplegarse permanentemente, con exigencia, rigor en el control, para lograr que se atienda «exquisitamente al pueblo, y se resuelvan todos los problemas posibles y, los que no lo sean, explicarlos, aclararlos, con valentía, honradez y prontitud».[6]

Más recientemente, en Taller sobre la Constitución desarrollado en la Escuela Superior del Partido “Ñico López” y haciendo una lectura del texto Constitucional en clave fidelista, alertará el posible debilitamiento del mecanismo creado para ejercer control popular cuando deje de fiscalizar empresas que por el orden de subordinación tengan carácter nacional o en su composición deje de contar con representantes de la sociedad civil cubana como los CDR; recalcando hoy más que nunca la necesidad de su fortalecimiento.

En América Latina[7] existen referentes válidos para la experiencia cubana, donde los procesos organizativos y de movilización social, más allá de sus demandas puntuales, apuestan por la construcción de un poder popular que contenga la alternativa en la defensa de sus derechos, de sus territorios, de sus utopías. Sus propuestas, así como la nuestras son un contrapoder al sentido neoliberal capitalista que se reproduce en tanto produce al hombre productor-consumidor que perpetúa la hegemonía del capital. Frente a la cultura popular que alienta Hollywood sentada en la taquilla y la venta, el sentido de la cultura popular que se mueve en los proyectos de poder popular en la región se centran en la defensa de los valores identitarios, en el realce de sus costumbres y tradiciones.

Algunos modos aseguradores de legitimidad popular desde los Consejos Populares debieran estimarse desde la:

  • Articulación de experiencias de trabajo socialmente positivas en municipios como Habana del Este o Centro Habana, promovidas desde instituciones religiosas, académicas u otras, que enseñen a participar a su población utilizando técnicas diversas como las de la Educación Popular. Un camino que ayude a desbancar el poder, a poner en posibilidad real al pueblo y sus dirigentes (aunque quizás no sean los líderes comunitarios que se aspira) de decidir sobre sus destinos, debe diseñarse para la capacidad de respuesta del pueblo y con sus valores más perdurables. Se trata en primera instancia de que ambos polos de la relación se vean con capacidades iguales para llegar a consensos en la comunidad.
  • Fomentarse proyectos comunitarios que vivan largamente de sus relaciones vecinales donde el centro de atención sea cambiar la noción fallida del hombre productor-consumidor que se traslada de la cultura occidental y norteamericana.
  • Coordinación entre las instituciones diversas presentes en espacios de la micropolítica, sin importar los niveles de colaboración de ellos respecto a la macropolítica o mesopolítica. Se trata de anular la falta de compromisos para con el barrio desde propuestas bien centradas, elaboradas y defendidas en Asamblea vecinal, en lo que necesita la población, allí donde realiza su vida diariamente, desde donde vive o no el Joven Club, la pequeña o gran empresa estatal, el paladar o el negocio particular. Para ello se requiere una estructura fuerte en la zona y es justamente el Consejo Popular que contribuya a disminuir las asimetrías sociales que se presenta en la Cuba profunda, la de los territorios.
  • Diversificar las agendas de trabajo de los Consejos Populares desde una detallada caracterización de la comunidad que pase la formalidad de lo cuantitativo que en ocasiones invisibiliza fenómenos de marginación, exclusión-inclusión y pobreza. Se trata de aprovechar bien el papel de representante de la población que posee esta instancia de la estructuración estatal en Cuba.
  •  Gestión de los recursos diversos y plurales que surgen de la práctica socio-histórica que le dan vitalidad y actualidad a la sociedad civil y sus dinámicas. Pudiera ubicarse aquí desde las estrategias de Comunicación que se diseñen para la movilización ideológica del pueblo para las mega convocatorias a nivel de país hasta las bonanzas económicas que las entidades aportan para la resolución de problemáticas que son propias de cada municipio.
  • Contribución a la elaboración transparente de los colegios electorales y los vínculos de los electores con sus representantes, debidamente razonado desde las contribuciones y la rendición de cuentas permanentes de sus actividades en beneficio directo o no para con la comunidad desde la que fue electo. Teniendo en cuenta que este ha sido un reclamo viejo, se prevé que en casos excepcionales pueda un diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular salir electo por municipios donde dejó de residir, mas debe mantener contacto periódico con el barrio desde donde salió electo.
  • Desarrollar acciones de capacitación para dotar al Delegado de demarcación de los instrumentos y herramientas que le ayuden a su labor de dirección política en la sociedad, observando que para este ejercicio resulta vital una persona con vocación de servicio al pueblo que no sea un asalariado por el desempeño de esta función.
  • Organicidad entre los poderes populares y los poderes públicos teniendo en cuenta que la vía que posee el poder revolucionario de hacerse fuerte frente a las dominaciones foráneas e internas es a través de hacer extensiva la vida política a la vida social en su totalidad. El poder político instituido en los Consejos Populares es un mecanismo funcional cuando vive el sentido emancipador que atraviesa el camino que va desde la hegemonía popular hasta el poder popular como unidad indisoluble que supera la separación liberal entre sociedad política y sociedad civil. Se trata de una organicidad instalada en la idea de Fidel Castro y Ricardo Alarcón, de Estado ampliado y parlamentarización de la sociedad, frente al poder absoluto en la idea de mandato imperativo.
  • Respeto al soberano y sujeto fundamental de poder: el pueblo. Aún cuando se estime el valor que posee el liderazgo del Partido Comunista de Cuba (PCC) en las condiciones de transición socialista cubana; las relaciones del gobierno y el Estado, del Partido y el gobierno que se dan en el común cotidiano ejercicio de poder político en Cuba, son expresión de la necesidad de organización, sistematicidad y control del pueblo. Reconocer en el texto constitucional aprobado el 24 de febrero de 2019, al pueblo como soberano, implica una lectura minuciosa que mantenga bien delimitados los roles que cada uno juega en el sistema político cubano. Al pueblo se debe el Consejo Popular y es el pueblo quien legitima o no al Consejo Popular dentro del sistema estatal cubano.
  • Explotar mecanismos de consulta popular diversos como a especialistas o expertos en temas de interés nacional, tal es el caso de la nueva Ley electoral. Cada vez más el pueblo requiere formar parte de las decisiones que impactan su vida, más o menos directamente, sin embargo, todos los mega proyectos de leyes, no pueden llegar a deliberarse directamente con él en la forma tradicional. De ahí, la necesaria implementación de formas diversas que pulsen el sentir del pueblo y sus aspiraciones.
  • Pensar con realismo los lugares donde es funcional el mecanismo estatal de los Consejos Populares. Ello ayudaría a dinamizar la vida de los territorios y lo que investigadores revalorizan como la territorialidad. Así como no existen dos personas iguales, tampoco existen dos Consejos Populares iguales pues sus enclaves son distintos aún cuando la situación del país es el común en cada caso. Los ajustes a la Ley 91 deben estimar aquellos lugares donde la experiencia de los Consejos Populares ha sido válida, no sólo por la extensión territorial sino por las destrabazones entre la Asamblea municipal y el pueblo pasando por su legítimo representante: el delegado de circunscripción.
  • Estimar que las competencias de un Consejo Popular no deben suplantar las nuevas competencias que se delimitarán para los municipios. Debe tomarse en cuenta la historia local, los valores que perduran pese a lo que se cambia por arriba y en ello juega un papel fundamental lo político, las tradiciones, la identidad, lo cultural, lo religioso y el nuevo mapa socio-clasista que configura cada territorio y su valor para formular las nuevas políticas públicas.

Conclusiones:

Pensar con creatividad cada uno de estos modos de asegurar la legitimidad de los Consejos Populares ayudaría no sólo a hacer perdurable y funcional esta estructura de representación y control popular en Cuba, sino también, a dinamizar la estructuración estatal como sistema relacional. Sus retos actuales descasan en el dinamismo y vitalidad que logren los Consejos Populares en un momento crucial que coloca sus énfasis en el pueblo y los territorios desde donde realizan los hombres y mujeres interesados en el cambio emancipatorio, sus vidas cotidianamente. Se trata de observar integralmente su funcionamiento con los aportes valiosos que desde las Ciencias Políticas es posible articular para la finalidad de un Socialismo próspero y sostenible.

El Poder Popular como estructura funcional del Estado Cubano sin precedente en la historia de los Socialismos, deviene en el modo por excelencia de organizar la sociedad políticamente y como novedad para el caso cubano donde se erige la idea fidelista de Estado ampliado como vía para progresivamente democratizar la democracia cubana.

En clave fidelista y tomando como referente la vitalidad de un pensamiento cubano de vanguardia, la estructura creada de Consejos Populares debía diseñarse para preservar la unidad del pueblo cubano y lograr niveles graduales de politización de la sociedad civil y civilización de la sociedad política, en tanto el sujeto pueblo lograra niveles cada vez más elevados de participación real en la cosa pública.

Es posible establecer diferenciación entre poder popular como hegemonía popular que se logra en el respeto y funcionalidad en la estructuración estatal y emerge su legitimidad del sentir profundo del pueblo y el Poder Popular como algo ajeno a la realización de los sentidos emancipadores del pueblo plural cubano. En tal sentido las propuestas que emergen de esta investigación están encaminadas a pensar los modos de ampliación del poder popular en el espacio comunitario donde los Consejos Populares devienen en la vía por excelencia para el empoderamiento del pueblo cubano en el siglo XXI.


Bibliografía:

Libros

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[1] El derecho de la Revolución cubana a existir ha sido el argumento principal de su liderazgo político ante las preocupaciones legítimas de las vanguardias intelectuales que observan el peligro de caer en el mecanicismo que había comenzado a instalarse en la experiencia soviética de aquel Socialismo.

[2] Modificó las Normas Reglamentarias de las Asambleas Municipales, y facultó a las Asambleas Provinciales para que, "a propuesta de las Asambleas Municipales", crearan Consejos Populares.

[3] Jesús Pastor García Brigos, Los Consejos Populares: Origen, Evolución y Perspectivas, Instituto de Filosofía, 66 pp.

[4] Resolución sobre el perfeccionamiento de la división político-administrativa del país, (Resoluciones aprobadas por el III Congreso del PCC”, Edit. Política, La Habana, Marzo de 1976).

[5] Conversación con René Márquez Castro delegado de circunscripción en el período señalado en el Consejo Popular “Jesús del Monte”.

[6] Lezcano Pérez, Jorge: Tareas actuales del Poder Popular, Imprenta de la Asamblea Nacional del Poder Popular, 2009, 14 pp.

[7] Venezuela y los Consejos Comunales, Argentina y los procesos de fábricas recuperadas, Brasil y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), Uruguay y el movimiento de construcción de hábitad, Guatemala y el Consejo de Pueblos Originarios son algunos ejemplos de los procesos que son protagonizados en la región por sujetos políticos organizados y construyen alternativas de vida y de mundo para la realización de sus sueños en los sentidos emancipadores.