Revista Nº39 "ENSAYO"

 

 

RESUMEN

En el presente homenaje, el autor reconoce al escritor octogenario español Raúl Guerra Garrido, madrileño, pero de ascendencia leonesa, el cual es farmacéutico de profesión, pero escritor de vocación, y se sumergirá en el tema de la sociedad vasca, haciendo un ejercicio de empatía con la cuestión del nacionalismo vasco.

ABSTRACT

In this hommage the autor acknowledges the octogenarian spanish writer Raúl Guerra Garrido, born in Madrid, of Leonese heritage, pharmacist. He will deepen the analyse of basque society attempting to be emphatic with basque nationalism issue.

CACEREÑO: EL PRESENTISMO DEL HEROÍSMO BAROJIANO (un homenaje a Raúl Guerra Garrido).

IÑAKI VAZQUEZ LARREA[1]

¿En qué contexto social se hallan “los demás”?. Cuando el país cuenta con una población que en su mayoría no es vasca de habla, ni rural, y en gran parte, es de origen foráneo, especular sobre la posibilidad de imponer un criterio de unidad por la lengua resulta cosa inimaginable para muchos (e insoportable también)”

Julio Caro Baroja.

 En su octavo ciclo del etnógrafo Graebner, la identidad dinámica vasca se encuentra ante una nueva encrucijada histórica que ha de confrontar. A principios de la década de los sesenta la sociedad tradicional vasca experimenta un agudo sentimiento de crisis,  producto del desarrollismo industrial franquista y la llegada de una ingente mano de obra foránea.

 Se trata, recordemos, de un País Vasco, que como el resto de España, vive en función de lo que le brindan los vencedores de la guerra civil: “ El País Vasco no queda fuera de este movimiento general, que empieza hacia 1960 y que dura lo que dura la prosperidad de Europa. La industria se recupera, la población aumenta en grados amenazadores, de suerte que, si antes se  habló de hechos de urbanización y reurbanización. Ahora hay que hablar de un proceso de “suburbanización” irrefrenable”( Julio Caro Baroja, pag. 86).

 Ante esta nueva crisis melancólica, la sociedad tradicional vasca reaccionó renovando sus votos al viejo relato identitario étnico vascongado, tal y como lo hicieron su ancestros en otras épocas de crisis. Siguieron echando mano de lo ya dicho por Garibay, López de Isasti, Larramendi o Sabino Arana sobre “la impiedad foránea” y las virtudes del racismo autóctono para conservar la “Casa del Padre”. Los mimbres culturales del relato del Ken maketuzaleok!!! (fuera de aquí maketos) de Sabino Arana y la revolución cultural de Gabriel Aresti en 1964 vienen a ser los mismos.

 El propio término “cacereño” es en lógica, xenófobo. Se da la paradoja de que la imaginación inclusiva de la supuesta identidad dinámica barojiana vasca es nula, por lo menos, desde el siglo VXI en adelante (Mikel Azurmendi). No es de extrañar, por tanto, la carga xenófoba y agresiva que transpira toda la obra. Una comunidad cuyos referentes simbólicos son ancestralmente binarios, nosotros (superiores) frente a ellos (inferiores), tiende representarse a sí misma como una comunidad de “cazadores de cabezas” ( Joseba Zulaika), sobre todo en épocas de crisis.

La obra está salpicada de ejemplos. Desde la famosa aseveración de Terio a José Bajo de que “un vasco defiende siempre  a otro vasco” al “que se integren ellos” o al propio surgimiento de ETA como organización cuyas señas básicas eran “el independentismo, el activismo y el anti-españolismo”  (Jose Luis de La Granja, pag.86).

 No es que el narcisismo identitario sea unidireccional en la obra. De hecho, la comunidad extremeña no comprende que los otros quieran hablar euskera, (lo ven como una mera estrategia de segregación social), y el propio José  se niega a hacerlo desde el principio de la novela. Aún  así,  la peor parte, la exigencia de un forzoso asimilacionismo (en el mejor de los casos), se la lleva el autóctono vasco.

 A la pregunta de si, aún hoy,  Izaskun y José son héroes barojianos, en el sentido antropológico del término, la respuesta es sí. No es casual que sean los únicos personajes de la obra que apuesten por la inclusividad, en un mar de odio y de incomprensión mutua. Izaskun se casa con la impiedad cacereña mientras que José termina hablando euskera en la novela.

 Recordemos lo que en plenos años de plomo etarra preconizaba el antropólogo vasco. La única identidad vasca viable es aquella que propugna el amor a los vecinos y a los que “no son como nosotros”. Si esto es así, Izaskun e Iñaki fueron los precursores de un viaje iniciático que acaba de comenzar dentro un escenario posterrorista.

 El final de la novela sigue siendo un mensaje de esperanza futurible, en el que los vascos aprendan a convivir como diferentes: “Izaskun estaba  emocionada, no se habían separado nunca desde la boda. Volvió la cara de la niña hacia su padre y la dejó en el suelo para ver cómo reaccionaba. Apenas levantaban más que una maleta.

-Chiki, non da aitacho?

-¡Aitachito!

La nena corrió hacia Pepe, el cual se puso en cuclillas y extendió los brazos para recibirla. La frase. Como un torrente. Con una fuerza espontánea que la voluntad no pudo atajar, le salió del fondo del alma.

-Etorri, Etorri onea, nexka polita.

Izaskun corrió hacia ellos. Tropezó con el maletero, iba como loca, su marido había dicho la primera frase en vascuence de su vida. Se abrazaron los tres. Lloraron y rieron de alegría.

-Bienvenido a casa, Joshe”  (Raúl Guerra Garrido, pag.323).

BIBLIOGRAFÍA:

AZURMENDI, M; Y se limpie aquella tierra (Limpieza étnica y de sangre en el País Vasco (siglos XVI-XVIII), Taurus, Madrid, 2000.

CARO BAROJA, J; El Laberinto vasco (1977-88), Caro Raggio, Madrid, 2003.

DE LA GRANJA, S; EL Nacionalismo vasco (Claves de su Historia), Biblioteca Anaya, Madrid, 2009.

GUERRA GARRIDO, R; Cacereño, Akal Literaria, Madrid, 2019.

ZULAIKA, J; Violencia Vasca (Metáfora y Sacramento),Nerea, Bilbao, 1990.

 



[1] Profesor Asociado de Sociología, UPNA (Universidad Pública de Navarra). Doctor en Antropología.