RESUMEN
En el presente homenaje, el autor reconoce al escritor
octogenario español Raúl Guerra Garrido, madrileño, pero de ascendencia
leonesa, el cual es farmacéutico de profesión, pero escritor de vocación, y se
sumergirá en el tema de la sociedad vasca, haciendo un ejercicio de empatía con
la cuestión del nacionalismo vasco.
ABSTRACT
In this hommage the autor acknowledges the
octogenarian spanish writer Raúl Guerra Garrido, born in Madrid, of Leonese
heritage, pharmacist. He will deepen the analyse of basque society attempting
to be emphatic with basque nationalism issue.
CACEREÑO: EL PRESENTISMO DEL HEROÍSMO
BAROJIANO (un homenaje a Raúl Guerra Garrido).
IÑAKI VAZQUEZ LARREA
“¿En
qué contexto social se hallan “los demás”?. Cuando el país cuenta con una
población que en su mayoría no es vasca de habla, ni rural, y en gran parte, es
de origen foráneo, especular sobre la posibilidad de imponer un criterio de
unidad por la lengua resulta cosa inimaginable para muchos (e insoportable
también)”
Julio
Caro Baroja.
En
su octavo ciclo del etnógrafo Graebner, la identidad dinámica vasca se
encuentra ante una nueva encrucijada histórica que ha de confrontar. A
principios de la década de los sesenta la sociedad tradicional vasca
experimenta un agudo sentimiento de crisis, producto del desarrollismo
industrial franquista y la llegada de una ingente mano de obra foránea.
Se
trata, recordemos, de un País Vasco, que como el resto de España, vive en
función de lo que le brindan los vencedores de la guerra civil: “ El País
Vasco no queda fuera de este movimiento general, que empieza hacia 1960 y que
dura lo que dura la prosperidad de Europa. La industria se recupera, la
población aumenta en grados amenazadores, de suerte que, si antes se habló de
hechos de urbanización y reurbanización. Ahora hay que hablar de un proceso de
“suburbanización” irrefrenable”( Julio Caro Baroja, pag. 86).
Ante
esta nueva crisis melancólica, la sociedad tradicional vasca reaccionó
renovando sus votos al viejo relato identitario étnico vascongado, tal y como
lo hicieron su ancestros en otras épocas de crisis. Siguieron echando mano de
lo ya dicho por Garibay, López de Isasti, Larramendi o Sabino Arana sobre “la
impiedad foránea” y las virtudes del racismo autóctono para conservar la “Casa
del Padre”. Los mimbres culturales del relato del Ken maketuzaleok!!!
(fuera de aquí maketos) de Sabino Arana y la revolución cultural de
Gabriel Aresti en 1964 vienen a ser los mismos.
El
propio término “cacereño” es en lógica, xenófobo. Se da la paradoja de
que la imaginación inclusiva de la supuesta identidad dinámica barojiana
vasca es nula, por lo menos, desde el siglo VXI en adelante (Mikel Azurmendi).
No es de extrañar, por tanto, la carga xenófoba y agresiva que transpira toda
la obra. Una comunidad cuyos referentes simbólicos son ancestralmente binarios,
nosotros (superiores) frente a ellos (inferiores), tiende
representarse a sí misma como una comunidad de “cazadores de cabezas”
( Joseba Zulaika), sobre todo en épocas de crisis.
La
obra está salpicada de ejemplos. Desde la famosa aseveración de Terio a José
Bajo de que “un vasco defiende siempre a otro vasco” al “que se
integren ellos” o al propio surgimiento de ETA como organización cuyas
señas básicas eran “el independentismo, el activismo y el anti-españolismo” (Jose
Luis de La Granja, pag.86).
No
es que el narcisismo identitario sea unidireccional en la obra. De hecho, la comunidad
extremeña no comprende que los otros quieran hablar euskera, (lo
ven como una mera estrategia de segregación social), y el propio José se niega
a hacerlo desde el principio de la novela. Aún así, la peor parte, la
exigencia de un forzoso asimilacionismo (en el mejor de los casos), se la lleva
el autóctono vasco.
A
la pregunta de si, aún hoy, Izaskun y José son héroes barojianos, en el
sentido antropológico del término, la respuesta es sí. No es casual que sean
los únicos personajes de la obra que apuesten por la inclusividad, en un
mar de odio y de incomprensión mutua. Izaskun se casa con la impiedad
cacereña mientras que José termina hablando euskera en la novela.
Recordemos
lo que en plenos años de plomo etarra preconizaba el antropólogo vasco. La única
identidad vasca viable es aquella que propugna el amor a los vecinos y a los
que “no son como nosotros”. Si esto es así, Izaskun e Iñaki fueron los
precursores de un viaje iniciático que acaba de comenzar dentro un escenario
posterrorista.
El
final de la novela sigue siendo un mensaje de esperanza futurible, en el que
los vascos aprendan a convivir como diferentes: “Izaskun estaba emocionada,
no se habían separado nunca desde la boda. Volvió la cara de la niña hacia su
padre y la dejó en el suelo para ver cómo reaccionaba. Apenas levantaban más
que una maleta.
-Chiki,
non da aitacho?
-¡Aitachito!
La
nena corrió hacia Pepe, el cual se puso en cuclillas y extendió los brazos para
recibirla. La frase. Como un torrente. Con una fuerza espontánea que la
voluntad no pudo atajar, le salió del fondo del alma.
-Etorri,
Etorri onea, nexka polita.
Izaskun
corrió hacia ellos. Tropezó con el maletero, iba como loca, su marido había
dicho la primera frase en vascuence de su vida. Se abrazaron los tres. Lloraron
y rieron de alegría.
-Bienvenido
a casa, Joshe” (Raúl Guerra Garrido, pag.323).
BIBLIOGRAFÍA:
AZURMENDI,
M; Y se limpie aquella tierra (Limpieza étnica y de sangre en el País Vasco
(siglos XVI-XVIII), Taurus, Madrid, 2000.
CARO
BAROJA, J; El Laberinto vasco (1977-88), Caro Raggio, Madrid, 2003.
DE
LA GRANJA, S; EL Nacionalismo vasco (Claves de su Historia), Biblioteca
Anaya, Madrid, 2009.
GUERRA
GARRIDO, R; Cacereño, Akal Literaria, Madrid, 2019.
ZULAIKA,
J; Violencia Vasca (Metáfora y Sacramento),Nerea, Bilbao, 1990.