Revista Nº38 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

 

RESUMEN

Un análisis de la aparición y desarrollo de la candidatura de Alberto Fujimori para presidente del Perú de cara a las elecciones de 1990, posicionándose el trabajo en las estrategias del candidato para fortalecer alianzas y lograr impacto social con sus propuestas. Sus contrastes con su principal contrincante, el candidato del FREDEMO, el novelista Mario Vargas Llosa, y como mediante la diferenciación articuló un agente cohesionador para el electorado que adhirió a su propuesta.

Su consideración como outsider a la política tradicional peruana y como esta se articuló en base a una retórica simplista y un bagaje de campaña fuertemente intrínseco a las tácticas de las iglesias de credo evangelista y protestante en el interior del Perú, así como también su apelación a la clase trabajadora marginal e informal. El impacto de los resultados en primera vuelta electoral y el desarrollo de la campaña de cara a la segunda vuelta. Influencia del debate presidencial en las circunstancias de campaña, y desarrollo de las propuestas económicas y de pacificación social de cara a su arribo a la presidencia de Perú.

ABSTRACT

An analysis of the appearance and development of Alberto Fujimori's candidacy for president of Peru ahead of the 1990 elections, positioning the work in the candidate's strategies to strengthen alliances and achieve a social impact with his proposals. Its contrasts with its main opponent, the candidate of FREDEMO, the novelist Mario Vargas Llosa, and as a result of articulated differentiation, a cohesive agent for the electorate that adhered to his proposal.

His consideration as a stranger to traditional Peruvian politics and how it is articulated based on a simplistic rhetoric and a baggage of campaigning inside the tactics of evangelical and protestant creed churches in the interior of Peru, as well as his appeal to marginal and informal working class. The impact of the results in the first electoral round and the development of the campaign for the second round. Influence of the face-to-face debate in the circumstances of the campaign, the development of economic proposals and social pacification in the face of his situation in the presidency of Peru.

 

Fujimori 1990: ¿Cómo sucedió? Factores sociales, logísticos, políticos y económicos que llevaron a un candidato prácticamente desconocido por la opinión pública a la presidencia del Perú

                                                    Por: Esteban Chiacchio[1]

 

INTRODUCCIÓN

Fujimori 1990: ¿Cómo sucedió?

 

Alberto Fujimori, primera generación en su país, ingeniero agrónomo con un currículum académico excepcional en ciencias duras y un perfecto desconocido para la opinión pública, construye una campaña de corte popular que con un dinamismo inédito en la historia electoral del Perú, eclipsa al candidato favorito –Mario Vargas Llosa- y le permite acceder a un balotaje que lo alza como mandatario de dicha nación. Sin una estructura partidaria tradicional y con una imagen pública de índices de popularidad prácticamente nulos cuando iniciaba la contienda, ¿cómo compuso su estrategia para seducir al electorado y desbancar al consagrado novelista?

 

JUSTIFICACIÓN

El Caso Fujimori se da en un contexto continental de establecimiento del neoliberalismo, dentro de un cuadro global de mutación de la bipolaridad a la unipolaridad a coste de la crisis y el génesis de la descomposición soviética y la reunificación alemana. Dentro de esta matriz, Cambio 90 y la candidatura fujimorista implica un conjunto de especificidades y factores inéditos que le dan una matriz diferenciadora de sus pares en la región.

Analizar los factores sociopolíticos y económicos a los cuales apeló, complementado con el factor carismático (¿o a pesar de la ausencia de este?), es menester para dar entendimiento al auge de la figura de Fujimori y que tanto replicó su impacto inicial en forma de conducir el Perú en la década posterior.

En la comparación con su principal contrincante –Vargas Llosa- establecer que factores de este ocasionaron una inclinación electoral a favor de Fujimori y que tanto pudo (o no) revalidar este apoyo una vez encaminado a la presidencia.

 

OBJETIVO

Demostrar a que puntos apeló la campaña de Alberto Fujimori para consagrarlo como ganador de las elecciones de 1990, que lectura hizo del panorama nacional, que trasfondo tuvo el análisis de su plan de gobierno y como diseño su identidad para trazar empatía con sus votantes y, en caso de una vinculación política en profundidad, sus seguidores. Fujimori como outsider: Comprender la influencia de dicho perfil y la situación de las estructuras partidarias tradicionales en el Perú. Complementación de estos dos factores. Establecer el rol de los medios de comunicación. Vargas Llosa como candidato del establishment y Fujimori como ajeno al factor tradicional. Puntualizar que tan acertada está dicha apreciación. Fujimori rumbo al poder, carácter y oratoria rumbo al balotaje y a la posterior victoria en 1990.

 

PLANTEO DEL PROBLEMA

Caracterizando a Alberto Fujimori como la ebullición de un perfil de candidato popular y posicionado al margen de la política convencional, ¿qué factores corresponden a la fractura de la tradición política peruana y cuales a la estrategia fujimorista? Tomar esto como base para poder identificar posibles replicaciones de este fenómeno, así como también especificidades del caso convocado.

¿Qué grado de información poseía el electorado peruano respecto a Fujimori en el contexto de las elecciones de 1990?

¿Qué caracterización podemos darle a la campaña fujimorista en términos políticos?

¿Qué implica necesariamente un candidato outsider y que ejes de dicho perfil ejecutó Fujimori en su enlazamiento con el electorado?

 

PROBLEMA

¿Qué características tuvo la campaña de Alberto Fujimori y Cambio 90 para establecerse como la fuerza más poderosa del Perú partiendo desde una base ausente de tradición partidaria y con ausencia de trayectoria política por parte de su principal referente? ¿Cuál fue la influencia del contexto nacional y como este influyo en la viabilidad del fenómeno?

 

HIPÓTESIS

El equipo de campaña de Alberto Fujimori estableció una estrategia electoral de arraigo popular para convocar a los sectores sociales que se auto-percibían marginados a las políticas tradicionales del Perú. Esto implicó una campaña cuyo énfasis no necesariamente estaba en promesas de desarrollo de políticas públicas, sino en el reestablecer un enlace entre los peruanos y sus representados, condensado con la constante apelación a performances costumbristas y mensajes simples y concisos con el objetivo de crear un impacto que ponderara sus índices de imagen en vísperas de las elecciones de 1990.

 

LAS ELECCIONES DE 1990

 

La Antesala

 

A comienzos de 1990, de cara a las eleccionespara presidente del Perú que tomarían lugar en abril,los pronósticos mediáticos y los cuarteles tecnócratas vaticinaban[2] un balotaje entre el Frente Democrático –FREDEMO- y la Alianza Popular Revolucionaria Americana –APRA-. Los primeros, postulaban como candidato a la presidencia a Mario Vargas Llosa, célebre escritor y referente literario. El frente restante, a Luís Alva Castro, presidente de la cámara de diputados y ex ministro del presidente saliente, Alan García.

 

Sin embargo, encuestadoras y analistas políticos certificaban el ascenso de un candidato ajeno a las corrientes políticas tradicionales peruanas. Desde diferentes puntos del Perú se manifestaban férreos apoyos a Alberto Fujimori, un ingeniero agrónomo, ex rector de una universidad local, peruano de primera generación y referente de Cambio 90. Con premisas simples y apostando a la desazón social generalizada[3]respecto a los partidos tradicionales, debidoa la débil situación social y económica, Fujimori fungía una campaña que oscilaba entre una formalidad fresca y protocolar complementada con mensajes concisos, apostando a una subjetividad publicitaria basada en las mejoras que se experimentarán en un hipotético futuro, bajo su ala política. No en vano, su principal spot televisivo rezaba las frases: “Honradez, tecnología y trabajo. Cambio 90. ¡Nosotros podemos vivir mejor![4]”.

Con dicho material aceitado por la dinámica de la campaña, las giras políticas y los errores de su principal contrincante Vargas Llosa, AF había logrado crecer en las encuestas de manera significativa, del 5% al 15%, aproximándose a llegar al porcentaje de veintena a medida que la fecha de los comicios se aproximaba[5].

 

Las chances fujimoristas de suceder al actual mandatario en aquel entonces, Alan García, pasaron de ser imperceptibles, a sumamente considerables. Lo que contenía la expectativa de una sorpresa electoral en la joven democracia peruana de comienzos de los 90’, era el vasto reconocimiento que acarreaba MVL, contrastando fuertemente con un candidato que, en la gestación de las campañas rumbo a la presidencia del Perú, era un perfecto desconocido.

 

Posicionándonos en el gobierno saliente, Alan García supo ser electo en los comicios de 1985 con un 53% -más que suficiente para evitar la segunda vuelta- y encabezaba una gestión que tambaleaba seriamente en la materia política. El foco principal de ello se sostenía en la decisión de García de estatizar la banca nacional, acción que tomó lugar en 1987. ¿Cuál era el trasfondo de tamaña decisión? Identifica Martín Tanaka en Los Espejismos de la Democracia[6]la posición en encrucijada en la cual se hallaba el presidente peruano en el precedente a aquel cuadro, la cual consistía en de una espiral inflacionaria que le escindía dos posibilidades de abordaje a la administración García: Articular un plan de concertación con la rama empresarial peruana que dinamizara una política de conciliación en base a pagos de la deuda externa –lo cual implicaría una baja en el ritmo de la actividad económica- o, en el otro extremo, proponer al poder legislativo el plan de estatización de la banca para fortalecer las chances de domar el malestar económico por parte del gobierno y desembarazar (o, mejor dicho, buscar viabilizar una especie de emancipación) a la economía peruana de las presiones del empresariado a la economía peruana y revitalizar la iniciativa del gobierno en materia financiera. García optaría por esta última opción.

 

Debemos destacar, sin embargo, que la decisión del presidente en aquel entonces, tuvo un trasfondo electoral. Habiendo asumido el poder con promesas asimilables a un eje de centroizquierda, García nunca logró desprenderse del temor a una mudanza de su electorado más progresista hacia las filas de la Izquierda Unida (Tanaka, 1998), frente político que quedó en el segundo lugar durante las elecciones del 85’, haciéndose con un porcentaje cercano al 25% de los votos. Más aún, sabía que internamente en su partido –el APRA- convivían potenciales candidatos con tendencias más radicales que las suyas, que podrían encontrar en una alianza con el empresariado y en una política conciliadora frente a la deuda externa una materia prima para fortalecer su capital político.

Este plató suscitó en García la voluntad de ir a por la estatización de la banca, en un procedimiento sumamente obstaculizado por los propios errores del gobierno al articular la reforma, así como también las reservas del poder legislativo para ejecutarla. En efecto, se inició la intervención sin beneplácito del senado, lo cual suscitó en un amparo desde el Poder Judicial, dándole el puntapié inicial a la descomposición de las tratativas a por la estatización.

En el campo legislativo, la medida tuvo éxito en la Cámara de Diputados, pero sufrió diversas modificaciones en el Senado[7] que la llevaron al estancamiento para su ejecución. Estos hechos tomaron formas tras las concesiones y los acuerdos granjeados entre el APRA, Convergencia Democrática y Acción Popular, maniobras que causaron rechazo en Izquierda Unida, tornándose un costo muy caro para las aspiraciones iniciales del presidente García.

Pero lo esencial para comprender la influencia de este factor en las elecciones del 90’ se encuentra al centrarse en la reacción popular ante esta medida. En efecto, la especulación del oficialismo de un apoyo popular ante el enfrentamiento a las entidades bancarias fue un error desarmador para sus tácticas. La reacción colectiva se escudó, mayoritariamente, en el temor a la intervención extrema del Estado, al totalitarismo y al ataque a la propiedad privada. Existía una subestimación por parte del gobierno hacia la influencia electoral y social de la centroderecha. (Tanaka, 1998).

Esta corriente encontraría referente en el literato Mario Vargas Llosa, quien se estableció como un férreo crítico a la estatización, bien lo señala su columna en El Comercio el 28 de julio de 1987: “Las nacionalizaciones anunciadas traerían más pobreza, desánimo, parasitarismo y cohecho a la vida peruana. Y, a la corta o a la larga, lesionarían el sistema democrático que el Perú habíarecuperado en 1980, después de doce años de dictadura militar”.

 

La retórica de Vargas Llosa arrojaba munición a García, pero también contenía una mirada sumamente crítica respecto al pueblo peruano y el apoyo arbitrario y manipulado que podrían otorgarle a una medida que, según el escritor, no era más que la búsqueda de un chivo expiatorio que justificara los desaciertos del gobierno.

Lo cierto es que las columnas de MVL comenzaron a ser cobijadas por el electorado desilusionado con García que comenzaba a virar a la centroderecha en búsqueda de mejores propuestas electorales. ¿Cómo se puede describir este síntoma electoral que atravesaba Perú a fines de los 80’? Buscan identificar las fuentes de este fenómeno los autores Carlos Degregori y Romero Grompone en Elecciones 1990, demonios y redentores en el nuevo Perú: “Los electores habían adquirido un nuevo estilo de definir lealtades, sintiéndose concernidos en la labor de los gobiernos y por consiguiente, más atentos a su actuación. (...) Las identidades políticas dejan de ser incondicionales, los partidos controlaban sólo una parte de su electorado potencial[8].

El 24 de Octubre de 1988, Mario Vargas Llosa anuncia que buscará la presidencia del Perú en las elecciones que tendrían lugar en poco menos de dos años. El FREDEMO es el sello que lo respalda, absorbiendo a Acción Popular –partido central en el campo electoral peruano-, Movimiento Libertad –encabezado por MVL- y el Partido Popular Cristiano.

 

 

Génesis de un fenómeno inédito

 

De cara al cese de su mandato, la figura de Alan García se adentraba en un agudo ocaso. Su imagen positiva había descendido de 71% a 50% de 1986 a 1987[9]. Para mediados 1989, con la economía hundida en el desabastecimiento, recetas asfixiantes del Fondo Monetario Internacional, el aumento de la inflación y el aumento de la pobreza, la administración García era aprobada solo por un 13%[10] de los peruanos. Su malograda gestión implicaba no solo la diseminación de cualquier capacidad de maniobra debido a su devaluado capital político, sino que también significaba un contrapeso para el APRA, debilitado en materia administrativa a la hora de formular su candidatura para los comicios de 1990.

 

Identificar el momento en que Alberto Fujimori irrumpió en la escena política peruana es punto de debate. La rapidez de su ascenso se adosa a los escasos registros que existen de su persona en la matriz política del Perú antes de lanzar su candidatura. AF se ubicaba en realidad en el trasfondo de esta, como rector de la Universidad Agraria de Lima. Si bien poseía un respeto académico entre pares, para comienzos de 1990 era impensado el concebirlo como un candidato serio a la presidencia de su nación.

Observa Carlos Reyna en “La anunciación de Fujimori[11] que en marzo de aquel año, a tan solo un mes de las elecciones, Fujimori acarreaba de 3% a 5% de los votos en las encuestas de preferencias electorales. Vargas Llosa, en cambio, aparecía primero, con el 42%, con una perspectiva in-crescendo que le permitía estipular una victoria en primera vuelta.

 

El novelista apelaba a una retórica liberal-conservadora, aceitada por un aparato mediático, logístico y técnico que secundaban todas sus tácticas electorales. El estudio exhaustivo del electorado peruano buscaba componer a la materia prima con que MVL confeccionaba sus spots, discursos y apariciones televisivas. Pero había un factor que comenzó a descomponer el diálogo y la interacción entre el electorado y el candidato. La sobrepoblación tecnócrata que componía a su equipo de campaña esgrimía un fuerte debate interno respecto a si el literato debía mantenerse como un independiente puro o si, en cambio, debía articular alianzas con partidos de ideología símil para garantizar viabilidad legislativa una vez en el poder. El punto también pasaba por monopolizar la oferta liberal-conservadora en territorio de comicios, apuntando a sortear cualquier posibilidad de ir a segunda vuelta con el debilitado APRA.

Respecto a este punto, el jefe de campaña de Vargas Llosa, Enrique Ghersi, profundiza: "Encuentro notables problemas es en la pérdida de credibilidad que supuso la alianza con los partidos tradicionales y en el 'efecto paradójico' de las campañas parlamentarias que mediatizó el carácter independiente de Vargas Llosa y diluyó su mensaje en un conjunto inconexo y contradictorio, respectivamente."[12]

Ghersi se refiere al pacto de gobierno que diagramó el novelista con el bloque conservador parlamentario en abril de 1989, que para ese entonces confirmaron la coordinación de un plan conjunto con Acción Popular y el Partido Demócrata Cristiano[13].

El electorado de centro –estipula Ghersi- dedujo que esto implicaba una aproximación del candidato del FREDEMO a las instituciones tradicionalistas y, así, a la desgastada imagen de la política tradicional, fuertemente rechazada por una parte general del electorado. Rápidamente, la capacidad de empatía social de Vargas Llosa disminuyó, adosándole a su figura una vinculación a un modelo político expirado, caracterizado por la inoperancia y la corrupción. Esto sucedía en parte por la imagen negativa que acarreaba la gestión García –que afectó a los partidos tradicionales transversalmente-, el descredito político que la joven democracia peruana exudaba y las acusaciones de ilícitos que abrumaban a la elite política del Perú. Es Ghersi quien detalla esto con claridad: “Después de diez años de democracia ininterrumpida, los partidos políticos democráticos sufren un profundo descrédito en el Perú. El ciudadano común y corriente los culpa de incapacidad, insensibilidad y aun de corrupción. Este descrédito llegó a extremos inusitados durante el gobierno del Presidente Alan García.”[14].

¿Cuál era el resultado de esto? La expansión, primero de forma marginal, luego componiendo cuerpos políticos viables, de alternativas independientes compuestas por outsiders ajenos a la política tradicional del país. Ghersi remata: “Esto quedó claramente acreditado con las elecciones municipales de noviembre de 1989, en donde lograron triunfos resonantes candidaturas apolíticas en Lima y Arequipa, las dos principales ciudades del Perú, y en un sinnúmero de ciudades menores.”.

 

¿Podemos categorizar a esta proliferación de ofertas electorales alternativas como la gestación de un modelo de político outsider que a posteriori tomó cuerpo en Alberto Fujimori? La definición del término es algo en lo que debemos centrarnos primero.

Es interesante el trabajo realizado por Roberto Rodríguez Andrés en una investigación[15] que realizó la Universidad de Navarra y la Universidad Pontificia Comillas para domar las múltiples interpretaciones del concepto: “En la primera noción, un candidato outsider es aquel que se presenta a unas elecciones desde fuera de la política y, por tanto, sin tener experiencia previa en partidos o instituciones. Un criterio que sirve para marcar la diferencia entre candidatos outsiders y candidatos insiders, es decir, aquellos que sí proceden de la política, que son denominados como ‘políticos profesionales’”[16].

Alberto Fujimori tenía 51 años cuando decidió involucrarse en la escena política nacional. Primera generación de su país, siendo hijo de dos inmigrantes japoneses que arribaron al Perú a mediados de los años 30’, construyó una trayectoria académica excepcional en términos locales –se recibió de ingeniero agrónomo en la Universidad Nacional Agraria de La Molina- e internacionales –máster en ciencias de las matemáticas tras realizar estudios en Francia y en los Estados Unidos-.

Se asentaría en 1984 como rector de su alma máter en el Perú, estableciéndose figura respetada en los círculos académicos domésticos y manteniendo un apartidismo frente a las circunstancias sociopolíticas que afrontaba su nación. En 1989, decide dar un giro a su trayectoria y emprender una carrera en la política, fundando su propio movimiento. ¿El nombre? Cambio 90.

 

Los Aliados

 

La base partidaria de Fujimori era inexistente y aún asumido en un rol fuertemente personalista, el ahora líder de C90 se veía obligado –para darle viabilidad a su propuesta- a granjear apoyo y logística por fuera de las estructuras tradicionales, hijo de su propia retórica a la hora de referirse despectivamente a los poderes que circulaban en las esferas altas del Perú. En primera escala con el cuerpo docente-sindical de la Universidad Nacional Agraria[17], tornándose referentes de este eje del partido los aliados universitarios de AF, Andres Reggiardo y Luz Salgado. Esto le sirvió como puente para enlazarse con trabajadores de diversas áreas, pertenecientes muchos de ellos a la economía informal y el trabajo rural marginal. Fujimori estableció un discurso cuya pauta era ofrecer cierta inclusión a estos colectivos sociales mediante premisas simples en donde se resguardaba una mejoría en caso de arribar Cambio 90 al poder. Logró así un apoyo considerable del pequeño y mediano empresario, afectado notoriamente por la situación económica de la Administración García.

 

Sin embargo, la piedra angular del ingreso de Fujimori al plano nacional en totalidad –esencialmente en el interior del Perú- fue obra viabilizada por el apoyo de las iglesias evangélicas a su candidatura. Dichas entidades tenían una estructura nacional que acobijaba a diferentes grupos sociales en situación marginal, articulando una red “apolítica” de alcance considerable.

El periodista Iván Arbañil lo analiza en una tesis de investigación del fenómeno, "Evangélicos y política en el Perú: la gesta de un outsider": "Motivado por sus amistades cercanas, Fujimori se había acercado a los sectores populares de Lima, enfocando su discurso en pequeños y micro empresarios, muchos de ellos informales. Pero es que desde que fue presentado ante el pastor Pedro Vílchez que Fujimori entra en relación con este sector evangélico del Perú. Es por aquel contacto que el pastor Vílchez se interesa por las propuestas del ingeniero y comienza una campaña en las iglesias evangélicas para ganar afinidad con el partido Cambio 90. Y es también por este acercamiento, que originalmente Fujimori no había previsto, que reconoció en la iglesia evangélica un sector de la población en la que podría apoyarse para la competencia presidencial, ya que este grupo representaba el 5% de la población en aquella época"[18].

 

Los números de Fujimori se duplicaron, en porcentaje de 5 a 10 hasta establecer un piso de 15% en vísperas de las elecciones. Su presencia caló también en la rama protestante, articulado por aliarse políticamente con el presidente del Concilio Nacional Evangélico del Perú, Carlos García García (Arbañil, 2008). Rápidamente, la subjetividad eclesiástica comenzó a construir una imagen inmaculada y salvadora de Fujimori, compartiendo oraciones y reuniones de la comunidad religiosa en donde se proliferaba el progreso y unión que acarrearía la elección de AF como nuevo presidente del Perú. Esto caló fuertemente en los sectores marginales, dependientes económica y socialmente de la iglesia no solo por cuestiones de credo, sino para tener un sitio donde comer y dormir. Profundiza Arbañil: “La estructura jerárquica de las iglesias evangélicas y su diseminación en los pueblos del interior del país fue importante para la difusión de la propaganda proselitista de Fujimori. No era extraño ver en los periódicos murales de diversas iglesias afiches con el 'Chinito' presente, así como en las reuniones dominicales se anunciaba la opción de elegir a un candidato que era respaldado por distintos pastores destacados entre el pueblo evangélico.”

Cambio 90 supo cooptar la dinámica de propagación y la retórica predicadora que esgrimía el colectivo evangelista. Mientras Fujimori realizaba giras a pueblos del interior peruano donde se mostraba junto al pastor local, las redes evangélicas repartían volantes en donde la salvación divina y las propuestas de Cambio 90 se articulaban en una única intersubjetividad. El dinamismo puerta a puerta característico del accionar propagandístico evangélico pasó a hacer un brazo militante de la candidatura de Alberto Fujimori. El trabajo de campo, área por área, iglesia por iglesia, realizado por C90, fue exhaustivo.

El contraste con la campaña de Vargas Llosa era abrumador. Mientras Fujimori y equipo realizaban las actividades anteriormente descriptas, el candidato del FREDEMO realizaba un conjunto de giras por Estados Unidos y Europa para granjear apoyo global, financiero, mediático y diplomático. Concedió entrevistas a diversos medios en donde Fujimori no era ni siquiera mencionado. Su itinerario lo llevó a una cumbre sobre libre-mercado y Latinoamérica rumbo al nuevo milenio que tuvo como principal oradora a Margaret Thatcher, Primer Ministro del Reino Unido[19]. La foto de ella junto con MVL tuvo una repercusión mediática considerable a nivel global, pero no trazó empatía alguna con la causa de los desvalidos del Perú.

 

Había, sin embargo, un factor más en la escena sociopolítica peruana que anudaba las suertes de las campañas a la presidencia. Al desbande económico, se complementaba con la participación en atentados terroristas de las agrupaciones de extrema-izquierda Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amarú. Fujimori sienta bases de esto con la empatía construida con el colectivo evangélico: “en la lucha de distintos líderes y pastores en contra del terror infundido por agrupaciones senderistas, muchos de estos asesinados por oponerse a la predica terrorista de forma rotunda" (Arbañil, 2008).

Pero había una óptica más profunda por parte del ingeniero agrónomo a la hora de posicionarse en la lucha contra el terrorismo. Una visión que se fue nutriendo a medida que las chances electorales aumentaban y el armado político requería una patamilitar. Fujimori rechazaba la conciliación y era consciente del factor domesticador que tenía el terror infundido y orquestado desde el Estado[20]. Sabía que con un peso legislativo liviano y sin trasfondo político donde coordinar con la oposición “tradicional”, el recurso belicista y “la guerra contra el terror” era materia prima para construir su propio capital político. Su propaganda en tiempo electoral, sin embargo, se direccionó mayormente al malestar económico y a la escisión sociedad-clase política que presentaba el Perú.

 

Las Elecciones

 

El 8 de abril de 1990, casi ocho millones de peruanos se dirigieron a las urnas para elegir al próximo presidente. Vargas Llosa había perdido envión y una victoria en primera vuelta era virtualmente imposible. La incógnita pasaba por quien lo acompañaría en una segunda vuelta, si el candidato del APRA, Luis Alva Castro, o Alberto Fujimori, líder del emergente movimiento Cambio 90.

Pero los resultados arrojarían una proximidad impensada entre el novelista y el ingeniero agrónomo. Previo al conocimiento del resultado del escrutinio, la prensa nacional e internacional recogió un testimonio de una empleada pública que bien podía resumir los ánimos que corrían en aquella jornada: “Tuvimos otros candidatos- antes, pero ahora vamos a votar por Fujimori, estamos hartos de políticos y promesas, que no nos dan más que una vida cada ve z peor. Tal vez Fujimori nos traiga algo diferente[21].

 

Vargas Llosa obtuvo el 32%. Fujimori, el 29%, siete puntos más arriba que el APRA. El resultado marcó el ingreso oficial de AF al centro de la escena política del país, así como también desmembró las tácticas electorales del literato. De cara a un balotaje, cada minuto cuenta en materia de granjear apoyo y tejer alianzas para garantizar la victoria. Sin embargo, la decisión de Vargas Llosa una vez consabida la victoria/derrota en las urnas, fue la de apelar a una política de conciliación. Su círculo íntimo había estipulado que el ingeniero agrónomo tenía las de ganar en una segunda vuelta, beneficiado por el apoyo del APRA y otros movimientos de izquierda (APRA, con sus 22%, se complementaba a la Izquierda Unida -8%- y a la Izquierda Socialista -4%-).

Pero no deja de ser sorpresivo el pronunciamiento del candidato del FREDEMO desde el Hotel Sheraton de Lima, cuando con los resultados aún frescos, hizo un discurso de concesión con la presidencia aun estando en disputa: “Yo quiero, ante el pueblo peruano, que una vez más, de una manera civilizada, ha demostrado su adhesión al sistema democrático, invitarlo al ingeniero Fujimori a dialogar”. Y agregaría una frase que bien marcaba su inminente caída: “Donde él quiera, cuando él quiera, para llegar rápidamente a un acuerdo[22].

Desde el minuto cero posterior a la confirmación de los resultados, Vargas Llosa apostó a pactar con Fujimori y bajarse de la segunda vuelta, reconociendo que la batalla frente a Cambio 90 estaba pérdida. Esto devaluó severamente su propia calidad política, reconociendo que allanar el camino de Fujimori a la presidencia marcaría el final de este aspecto de su trayectoria. Pero el equipo de campaña del novelista estipulaba que AF aceptaría dicha oferta y accedería, sin necesidad de atravesar la segunda vuelta, al liderazgo del Perú. Esto permitiría, en términos simples, dar vuelta la hoja y articular la salida de Vargas Llosa en silencio, y con el menor daño posible respecto a la opinión pública.

También podemos observar, en este punto, el reordenamiento de prioridades del propio candidato del FREDEMO. La aspiración presidencial había sido eclipsada por el hecho de regatear una potencial humillación electoral. Más aún, el caer derrotado frente a una figura nueva, desconocida hasta hace escaso tiempo atrás y de un discurso mucho más simple y básico que el nutrido vocabulario de VL, un referente de la literatura latinoamericana galardonado en todas partes del mundo.

 

Fujimori respondió al conciliador llamado de Vargas Llosa. Pero no para pactar, sino para invitarlo a la segunda vuelta. La imagen habló por si sola. El ingeniero agrónomo concurrió casi instantáneamente al Sheraton en donde aguardaba el novelista. Frente a los micrófonos, deslizó: “Creemos que por delante, para esta segunda vuelta que se viene, hay muchas ideas que confrontar”. Apenas terminó la frase, el novelista volcó su cuello hacia detrás, desorbitado. No tenía materia prima para construir una campaña en condición de balotaje.

 

La realidad era que Fujimori tenía motivos para rechazar dicha invitación al retiro voluntario de su contendiente: El acceder al poder con menos del 30% de los votos podía repercutir en una escasez de capital político. Más aún, no estaba constitucionalmente contemplado la ausencia de uno de los integrantes de una segunda vuelta, lo cual impedía la conformación de la necesaria mayoría absoluta para ingresar al liderazgo del Perú.

Pocos días después de la negativa fujimorista, Vargas Llosa dejó Lima y se estableció en una playa privada. Su margen de maniobra era pobre: Debía presentarse y, más aún, encabezar una campaña bajo un cuadro de desgaste y desunión.

Si el resultado electoral dañó la figura del novelista, los días posteriores a ello terminaron de dinamizar su capital político, en una mezcla de desatenciones, exilios frustrados y exploraciones legales que le permitiesen no acudir a la segunda vuelta. La edición del 18 de Abril de El País explica con claridad el clima de situación: “Bronceado por el sol de finales de verano y tras casi una semana de playa, Vargas Llosa regresó el lunes a Lima para reunirse con el Consejo ejecutivo y la comisión política del bloque derechista, FREDEMO, que encabeza desde hace poco más de un año.Al final de un encuentro de tres horas, el escritor, que era esperado por decenas de periodistas nacionales y extranjeros, dejó rápidamente el lugar de reunión y expresó en un comunicado su decisión de presentarse a una segunda vuelta electoral para disputar con Fujimori la primera magistratura de Perú.”[23].

 

El subtítulo de esta parte del trabajo se titula “Las Elecciones” y bien retrotrae ese nombre a los comicios celebrados en Perú a comienzos de 1990. Pero también se refiere a las decisiones de Mario Vargas Llosa respecto a hacer todo lo posible para cancelar su participación en la ronda final. Y al mismo tiempo, apela a un dilema que afrontó el candidato de Cambio 90 y que repercutiría en su posterior presidencia, así como en la historia reciente del Perú.

El inminente triunfo definitivo de Fujimori implicaba el diseño de un plan de gobierno contenedor de varias aristas. Entre ellas, la contención del avance terrorista en el país, siniestro que repercutió directamente en la campaña de AF: A comienzos de mayo –a un mes del balotaje- un atentado con dinamita destruyó una de las sedes de C90 en Ayacucho. Las investigaciones vincularon el acto a Sendero Luminoso, quien escasos días después proliferó unos panfletos donde anunciaban su cese en cuanto a actividades armadas[24]. Esto no desarticuló una sombra de amenaza hacia la figura de Fujimori y su futura-hipotética presidencia, que asesores íntimos del candidato le incitaron a atender.

En dicho contexto, Vladimiro Montesinos se aproximó a la campaña de Cambio 90. Militar entre el 60’ y el 70’, vinculado a la CIA y ejerciendo como abogado tras el cese de su actividad castrista, se arrima su presencia dentro movimiento a causa de un traspié que empañó momentáneamente a Fujimori en tiempos de campaña, cuando se lo acusó de ilícitos en la composición de su declaración jurada, lo cual conllevó a una sospecha de fraude en el ámbito de las bienes raíces[25].

Ese sopesar fue dejado atrás por Fujimori, en enorme parte gracias a la performance jurídica de su nuevo abogado. Lo cierto es que Montesinos perduró en la campaña, transición y arribo del ingeniero a la presidencia, estableciéndose como su mano derecha y como un actor clave de los servicios de inteligencia.

La participación de Montesinos en la carrera política de AF, en efecto, también se visualizaba como un puente entre el Perú y los Estados Unidos, debido a los mencionados vínculos del abogado con la CIA, quien identificaba en Montesinos a uno de los suyos, adosándole el apodo de “Mr. Fix[26] (“Don Arreglo”).  Curiosamente (¿o no?) al mando de los Estados Unidos estaba, en aquel entones, George H. W. Bush, quien encabezó la Central Intelligence Agency a mediados de los 70’.

 

El Debate Final

 

Las circunstancias de la victoria/derrota de VL y el segundo lugar triunfal del ignoto candidato de C90, llevaron al ingeniero Alberto Fujimori a una posición central en la escena del Perú. Ya no se trataba de una especulación el hablar de sus chances electorales: Era un claro candidato a hacerse con la presidencia durante el siguiente lustro, lo cual articuló una radiografía de su presente y pasado, a nivel político y mediático. ¿De dónde provenía y como componía su discurso el hombre que había venido a dinamitar el predominio del APRA y de Acción Popular en el contexto partidario peruano?

 

Hubo una marcada retórica de desprestigio hacia Fujimori que superficialmente se centraba en su falta de experiencia en términos de administrar un país, pero que esencialmente partían de dos premisas[27]. La primera, era la de ser un agente financiado por el presidente saliente, Alan García, como una especie de vendetta política para obstaculizar la suerte electoral de su rival en la interna partidaria, Luis Alva Castro. Esto buscaba deslegitimar la potestad de AF, ligándolo a intereses y voluntades de su potencial predecesor.

La segunda, con claros componentes racistas, señalaba a Fujimori como un extranjero-invasor, en sentido figurado, pero también en el literal: Componentes amarillistas de la prensa propagaron la información de que él no era nacido en el Perú y de que poseía pasaporte japonés. Más aún, de que existía una conspiración en la cúpula militar peruana al tener que rendir honores “a un nipón”[28]. En las vísperas del balotaje, circuló una bizarra entrevista de la televisión con una fervorosa seguidora de Vargas Llosa, quien exuberantemente tomó el micrófono del cronista y vociferó una imaginaria interpelación al literato: “¡Todos te queremos presidente! ¡No a un japonés, no a un japonés… no![29]

 

¿Hacían daño estas acusaciones a Fujimori? Con los posteriores resultados a la vista, podríamos esbozar que no. Que el electorado, de hecho, percibió las acusaciones más como un esfuerzo marginal de la oposición fujimorista para debilitar al candidato de Cambio 90 que como un debate político real que pudiese contrarrestar las chances de quien encabezaba cómodamente las encuestas para la victoria. El periodista José Comas analiza[30] esta situación con claridad: "Fujimori representa un nuevo tipo de liderazgo, que parece corresponder mejor a las esperanzas de éxito de tantos peruanos que pueden sentirse más cercanos al ingeniero, al agricultor, al constructor de éxito que habla como ellos, que no es un retórico brillante, porque no debemos olvidar cuán desprestigiada está, felizmente, la retórica vacua".

Agrega una conclusión que identifica al colectivo socialmente transversal, silencioso y vasto que secundaban las chances electorales del ingeniero agrónomo: "El futuro presidente de Perú disculpó, como pudo, todas las acusaciones en su contra, pero, aunque no hubiese encontrado excusas, nada habría sido capaz de detener el segundo tsunami (ola que sigue al maremoto). El Perú telúrico, el que está al margen de los medíos de comunicación, estaba con Fujimori."[31]

 

Ese Perú telúrico se había inclinado a favor de Fujimori gracias a la articulación de una dualidad que C90 construyó en la campaña, entre un Perú de concentración de poder, acceso restringido y elites, y otro de desprotegidos, marginados y ajenos.

Había una concepción de una mayoría silenciosa que AF explotó para granjear así una tracción electoral considerable. Explica con claridad el doctor en Ciencias Sociales y conocedor en profundidad del fenómeno Fujimori, Hernan Fair:”Fujimori lograría trascender por mucho su partido para ampliar el electorado a partir de un discruso personalista contrario a los partidos políticos tradicionales –outsider-, exento de ideologías y cultor del pragmatismo (…) Planteo la contienda como una elección entre los ricos y los pobres, o bien entre blancos y cholos (mestizos), situándose como aquel que defendía a los pobres (…) mientras Vargas Llosa, crítico de la ‘irracionalidad’ indígena, era situado como el representante y encarnación de los intereses particulares de los ricos, blancos y clases altas en general[32].

 

Podemos articular esta apreciación con el componente mesiánico que adosaban a AF la fuerte inter-red propagandística evangelista, vislumbrando en el referente de C90 a “uno de los propios” que había venido a dar convicción y forma real a los reclamos de una mayoría aplazada, y que era el líder necesario y capacitado para dotar de pragmatismo y viabilidad a las necesidades de ese colectivo. Más aún, la división entre unos y otros que predominó en la táctica fujimorista[33], no era solo un propulsor de la diferenciación entre el “nuevo” Fujimori y los “jurásicos” partidos tradicionales, sino que también oficiaron de eje cohesionador para los partidarios fujimoristas, al identificarse en conjunto en una arista de la dualidad social, económica y política, adversada irremediablemente con las elites y el poder concentrado que acortaba y/o amenazaba sus canales de expresión. Adversidad que, del otro lado de la dualidad, encontraba rostro en Vargas Llosa. Se trataba de una intersubjetividad que consagraba a Fujimori en un extremo, y desprestigiaba la retórica de su contrincante en el otro.

 

El 3 de junio de 1990, a una semana del balotaje, el Perú fue protagonista del primer debate presidencial en su historia. Curiosamente, lo encarnaban dos sujetos sin experiencia política: Un novelista y un ingeniero agrónomo. Las diferencias, claro, se tejían a sus espaldas. Uno estaba, técnica, legal, pero, sobre todo, socialmente ligado a una estructura partidaria tradicional –FREDEMO- y el otro encabezaba un movimiento independiente que escasos meses atrás buceaba en las profundidades de las encuestas.

El desarrollo del debate[34], como se preveía, marcó aún más los contrastes entre el novelista y el ingeniero. Vargas Llosa se centró en una oratoria nutrida de conceptos complejos que se notaban que él mismo buscaba rebajar hacia una concepción más simplista, con éxito relativo. Leía muy poco, y las veces que se posaba sobre su rival, lo hacía con liviandad. Su eje estuvo centrado en sus propuestas privatizadoras y la desburocratización estatal, apelando a tecnicismos económicos y a la promisoria garantía de que no se perderían trabajos en dicha transición.

El discurso de Fujimori fue mucho más simple y lento. Leía, a veces con algo de dificultad, y se centraba en su rival con apreciaciones que iban desde acusaciones desde potenciales descalabros económicos de una hipotética administración de Vargas Llosa (“FREDEMO es el shock, Cambio 90 es el no-shock”) hasta nimiedades hijas de las tácticas discursivas (referirse a su rival como “Doctor Mario Vargas” –un nombre más común y simple- en lugar de mencionarlo con su apellido compuesto)[35]. Enarbolaba con constancia la independencia de su movimiento de todas las agrupaciones partidarias políticas tradicionales, lo cual en su perspectiva lo articulaba como un agente capacitado para diagramar un pacto social que dotara al Perú de estabilidad y progreso.

Es curiosa también la táctica que el fujimorismo empleó para contraponerse a la campaña de desprestigio que una rama nacionalista y conservadora había tejido sobre Fujimori al respecto de ser peruano de primera generación[36]. Para ello, el líder de C90 atacó la ajenidad de su contrincante con la escena política peruana, aproximándolo a su trayectoria realizada mayoritariamente en el extranjero, y a su ajenidad con la cotidianeidad del Perú: “Doctor Vargas, en caso de que el pueblo elija a Cambio 90, espero contar con usted, aquí en el Perú, y no en Londres, para reconstruir nuestro país.”.

 

El ocaso del debate, en donde los dos candidatos hacían un cierre apelando a la ciudadanía, sería en donde se exhibiría el último gran golpe del discurso fujimorista en campaña. Contra todo pronóstico, AF disparó una dura acusación contra su rival, que también implicaba al aparato mediático nacional, y que nuevamente deslizaba a MVL hacia el lado del poder concentrado y el elitismo: "Lamentablemente voy a tener que hacer una denuncia muy grave, que echara por tierra la seriedad política de mi oponente. Tengo aquí una publicación con el logo del Diario Ojo, que ha sido impresa en número de 500.000 ejemplares, a repartirse en el día de mañana. Aquí se dice que el Doctor Vargas ha ganado este debate, que aún no termina. ¡Cómo ha progresado las comunicaciones en el mundo! (el auditorio río al unísono). Sin embargo, esto no tiene nada de gracioso. Denuncio ante la opinión pública mundial, este tipo de campaña inmoral, que es una falta absoluta de respeto hacia el pueblo peruano". Allí Fujimori mostró frente a las cámaras la portada: “Mario presidente noqueo a Fujimori”. Hubo un aplauso ensordecedor una vez que AF concluyó su speech. Tal respuesta sorprendió, incluso, al propio moderador del debate. Concluida la transmisión del foro, se comenzó a especular con un crecimiento irremediable de Cambio 90 en las encuestas.

 

El 10 de junio de 1990, el electorado peruano se movilizó a las urnas para darle una victoria arrolladora y sin precedentes a Alberto Fujimori. Obtuvo casi el 62,5% de los votos, sobrepasando el doble de lo obtenido en primera vuelta. Vargas Llosa rozó el 38%. Aquella jornada marcó el cese de su vida política activa. El 28 de julio, el candidato de Cambio 90 juró como presidente, concluyendo una campaña meteórica e de carácter inédito en la historia del Perú. 

 

CONCLUSIONES

 

Al principio de este trabajo, se planteaba la necesidad de descomponer los factores sociales, políticos, tácticos y argumentales de la primera campaña presidencial de Alberto Fujimori para comprender el ascenso al poder en un margen de tiempo sumamente limitado y construyendo su capital político desde la ausencia de lazos partidarios, formando parte hasta su lanzamiento de una esfera ajena a los circuitos políticos principales del Perú.

Investigando y adentrándonos en este caso, comprendemos que a Fujimori lo benefició en gran parte lo que él no era y/o no representaba, esto es, el componer una oferta electoral desligada e independiente a los partidos tradicionales peruanos, eclipsados por gestiones negativas, falta de credibilidad y desmembramiento militante e ideológico.

Sin embargo, esta es, en mi opinión, solo una fase para abordar el suceso en su totalidad. Primero, Fujimori fue la máxima expresión de un conjunto de movimientos “apartidarios” (entendido esto como no pertenecientes a la estructura partidaria costumbrista) que ya había logrado retener un peso electoral considerables en elecciones municipales precedentes a las presidenciales de 1990.

En simultáneo, la campaña de Fujimori se posicionó en la proliferación de ideas y cosmovisiones símiles a Cambio 90 por medio de la red evangélica, y la condensación de las tácticas de agrupamiento y difusión de estas entidades con la militancia a por la candidatura del emergente candidato. La campaña fujimorista se basó, así, en apelar a una mayoría silenciosa y sometida a un aplazamiento. Estas características estaban sustentadas por la marginalidad a la cual la depreciación económica había sometido a gran parte del Perú, pero también fue una construcción intersubjetiva del aparato fujimorista para lograr cohesión y auto-identificación con el candidato, articulado con la concepción de una marcada ruptura entre el mencionado colectivo y la elite partidaria arraigada a sus propios intereses, personificada en el candidato del FREDEMO, Mario Vargas Llosa.

En la superficie argumental, el discurso fue básico. Fujimori reconoció el límite de su capacidad en oratoria y se constituyó en mensajes simples y premisas mínimas. Esquivó cuanto pudo la profundización y contuvo en un número racional los ataques a su oponente (y a lo que este, según su óptica, representaba). Al mismo tiempo, capitalizó las críticas políticas y personales que recaían sobre él, a veces con la desatención, pero otras con sagaces respuestas, que le hicieron calar en el carisma popular.

¿Por qué decimos “el fenómeno de Fujimori”? Principalmente porque caracterizó un ascenso al poder que por tiempo y características, jamás había tenido viabilidad y figura en el Perú reciente. Pero más aún, por haber vislumbrado una concepción de hacer política arribando a territorios inexplorados por la escena política peruana tradicional, apelando a agentes, colectivos y difusiones en desuso o no identificadas por sus contrincantes, lo cual no solo lo convalidó como presidente, sino que implicó una reforma de la concepción general de la política peruana.

Comprender como se desarrolló el génesis, desarrollo y conclusión de la campaña de Fujimori en 1990 es menester para comprender la gestación (y las características) de ese fenómeno puntual, pero también para –en términos generales- identificar los factores que articulan la construcción de capital político de un outsider, y como colectivos marginados del eje político central pueden componer un canal de expresión que redefina el escenario electoral en tiempo récord.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Arbañil, Iván. “Evangélicos y política en el Perú: la gesta de un outsider”. Comunicación Política. Lima. 2008.

Burt, Jo-Marie. Jugando a la política con el terror: El caso del Perú de Fujimori. Debates en Sociología N° 31. 2006.

Busse, Erika. La legitimidad de las instituciones y actuaciones según las encuestas de opinión. Universidad Católica. Lima. 1992.

Castro, Eduardo. El papel de Montesinos. Revista Rebelión Internacional. Febrero 2001.

Degregori, Carlos y Grompone, Romeo. Elecciones 1990: Demonios y Redentores en el nuevo Perú. IEP Ediciones. Lima. 1991.

Fair, Hernán. La construcción y consolidación del discurso neodecisionista de Fujimori en Perú (1990-1995). Democracia y Estado de Excepción: Argentina 1983-2008. Santiago Leiras (Compilador). Prometeo Libros. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 2012.

Ghersi, Enrique. La elección presidencial peruana de 1990. Estudios Públicos. Lima. 1991.

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Rodríguez Andrés, Roberto. El ascenso de los candidatos outsiders como consecuencia de las nuevas formas de comunicación política y la desafección ciudadana. Comunicación y Hombre. Número 12. Madrid. 2016.

Tanaka, Martin. Los Espejismos de la Democracia. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 1998.

 

FUENTES CONSULTADAS

Canal de YouTube Perú Cultural HD

Documental “Vargas Llosa, el inconquistable” de Alberto Ortiz, para el medio La Mula del Perú

Documental “El Ingeniero y El Escribidor”. Documental de Informe Semanal.

Encuestas de Opinión de Apoyo S.A. durante el período 1985-1990 en el Perú

Hemeroteca de Diario El País

Hemeroteca de Diario El Comercio

Material de archivo de YouTube en base a spots de campañas presidenciales del Perú

 

 

AGRADECIMIENTOS

A Marina, a Sara, a Enno, a Hernán, a Alberto, a Santiago, a Daniela, a Rocío, a Alaine, a George y a Faizán.

 

 



[1] Facultad de Ciencias Sociales (UBA)

[2] Extraído del documental “Vargas Llosa, el inconquistable” de Alberto Ortiz, para el medio La Mula del Perú

[3]https://elpais.com/diario/1990/04/08/internacional/639525601_850215.htmlHemeroteca de Diario El País. Autoría de José Comas. “Fujimori pisa los talones a Vargas Llosa”. 8 de Abril 1990.

[4]Spot de Cambio 90, material extraído de YouTube https://www.youtube.com/watch?v=gwayxBl6e0g

[5]Busse, Erika. La legitimidad de las instituciones y actuaciones según las encuestas de opinión. Universidad Católica. Lima. 1992.

[6]Tanaka, Martin. Los Espejismos de la Democracia. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 1998.

[7]https://elpais.com/diario/1987/09/30/internacional/559954824_850215.html. Hemeroteca de Diario El País. Autoría de Ana Murillo. “La nacionalización bancaria en Perú se convierte en ley”. 30 de Septiembre de 1987.

[8] Degregori, Carlos y Grompone, Romeo. Elecciones 1990: Demonios y Redentores en el nuevo Perú. IEP Ediciones. Lima. 1991.

[9]Según Encuestas de Opinión de Apoyo S.A. durante el período 1985-1990 en el Perú

[10]Ver 7

[11]Reyna, Carlos. La anunciación de Fujimori. DESCO. Lima. 2000.

[12] Ghersi, Enrique. La elección presidencial peruana de 1990. Estudios Públicos. Lima. 1991.

[13]https://elpais.com/diario/1989/04/15/internacional/608594410_850215.htmlHemeroteca de Diario El País. “Vargas Llosa firma el plan de gobierno del bloque conservador". Autoría de Ana Murillo. 15 de Abril de 1989.

[14] Ver 11

[15] Rodríguez Andrés, Roberto. El ascenso de los candidatos outsiders como consecuencia de las nuevas formas de comunicación política y la desafección ciudadana. Comunicación y Hombre. Número 12. Madrid. 2016.

[16] Ver 13

[17]https://elcomercio.pe/politica/elecciones/continuidades-rupturas-historia-fujimorismo-390854?foto=2 El Comercio, “Continuidades y rupturas del fujimorismo”, autoría de Fernando Vivas, 9 de Enero de 2016

[18]Arbañil, Iván. “Evangélicos y política en el Perú: la gesta de un outsider”. Comunicación Política. Lima. 2008.

[19] Documental “El Ingeniero y El Escribidor”. Documental de Informe Semanal. Televisión del Perú. 2000.

[20] Burt, Jo-Marie. Jugando a la política con el terror: El caso del Perú de Fujimori. Debates en Sociología N° 31. 2006.

[21] Testimonio para la televisión peruana, replicado por la edición del 8 de Abril de 1990 del Diario El País.

[22] Material de archivo de la TV peruana de YouTube

[23]https://elpais.com/diario/1990/04/18/internacional/640389602_850215.htmlHemeroteca de Diario El País. Vargas Llosa decide ir a una segunda vuelta en Perú. Autoría de Ana Murillo. 18 de Abril de 1990.

[24]https://elpais.com/diario/1990/05/19/internacional/643068018_850215.htmlHemeroteca de Diario El País. Sendero Luminoso, dividido sobre su lucha armada. Autoría de Ana Murillo. 19 de Mayo de 1990.

[25] Castro, Eduardo. El papel de Montesinos. Revista Rebelión Internacional. Febrero 2001.

[26]El Comercio. La República. CIA llamaba "Mr. Fix" a Montesinos: Le entregó US$ 10 millones en dinero y equipos. 21 de enero de 2004.

[27]https://elpais.com/diario/1990/06/12/internacional/645141601_850215.htmlHemeroteca de diario El País. “El triunfo del Perú telúrico”. Autoría de José Comas. 12 de junio de 1990.

[28] Ver 25

[29] Ver 20

[30] Ver 25

[31] Ver 25

[32] Fair, Hernán. La construcción y consolidación del discurso neodecisionista de Fujimori en Perú (1990-1995). Democracia y Estado de Excepción: Argentina 1983-2008. Santiago Leiras (Compilador). Prometeo Libros. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 2012.

[33] Ver 18

[34] Extraído del canal Perú Cultural HD, en YouTube

[35] Ver 32

[36] Ver 25