RESUMEN
“Este
artículo reflexiona sobre los fundamentos de la legitimidad del cambio político
revolucionario basado en la reivindicación del autogobierno nacional
justificado por la historia y la religión, así como la legitimidad de la
organización política que lo hace efectivo erigiéndose en intérprete autorizado
de la voluntad popular. Se examina en concreto el discurso nacionalista de
Patrick Pearse como mentor de la Rebelión de Pascua irlandesa de 1916, cuando
se autoproclama presidente del Gobierno Provisional y comandante en jefe del
recién creado Ejército Republicano Irlandés (IRA). El trabajo concluye con una
valoración crítica de la figura de Pearse en el contexto de la historia del
movimiento feniano; para unos, padre de la patria cuya derrota y ejecución sembró
la semilla de la libertad de Irlanda. Para otros, artífice de una rebelión
poética y voluntarista que tuvo como resultado décadas de sufrimiento y
violencia para sus conciudadanos”
ABSTRACT
This
article reflects on the fundamentals of legitimacy of revolutionary political
change based on the demand for national self-government justified by history
and religion, as well as the legitimacy of the political organization that
makes it effective by erecting itself as an authorized interpreter of the popular
will. It examines concretely the national speech of Patrick Pearse, as a mentor to the Irish Easter
Rebellion of 1916, when he proclaimed himself president of the Provisional
Government and commander in chief of the newly created Irish Republican Army
(IRA). This work concludes with a critique of Pearse in the context of history
of Phenyan movement; for some people he has been the homeland’s father whose
defeat and execution sowed the seed of Ireland's freedom. For other people, he
was the author of a poetic and voluntarism rebellion that resulted in decades
of suffering and violence for the Irish citizens.
1916: PATRICK PEARSE Y LA REBELIÓN DE
PASCUA IRLANDESA
Por:
Iñaki Vázquez Larrea
1.
LAS REVELACIONES PATRIÓTICAS DEL PEQUEÑO PATRICK PEARSE:
“Nuestros
positivistas aprenderán metafísica de la misma manera que nuestros pacifistas
aprenderán a hacer la guerra. Nuestros positivistas aprenderán metafísica
disparando sus fusiles”
Charles
Peguy (nacionalista francés)
“Algunos
nunca pensaron en la victoria/Pero desfilaron para morir/Para que el espíritu
irlandés prevalezca/para que el corazón de Irlanda se ensanche/Y después de
todo, ¿quién sabe lo que vendrá después/Fue Patrick Pearse quien dijo/que cada
generación debe derramar su sangre por Irlanda”
W.
B. Yeats.
Del
patriarca del republicanismo radical irlandés, diría Yeats que poseía el “vértigo
de su propio sacrificio”. Probablemente Pearse alimentó ese vértigo
desde su temprana adolescencia, cuando en su regazo materno fue educándose en
la liturgia patriótica feniana. Las leyendas nacionalistas de su octogenaria
tía Margaret tenían poco que ver con las fairy/tales victorianas. Eran
en suma historias de muerte y redención patriótica, donde el héroe nacionalista
siempre se veía abocado a un final trágico y solitario, la búsqueda obsesiva de
la muerte para que el honor de la desvalida Eire no fuera mancillado por los
desmanes del opresor inglés.
El
propio Pearse daba cuenta en 1906 de esa dependencia emocional materna que
marcará el resto de su vida: “Ella (la tía Margaret) amaba a todos aquellos
que habían dado su vida por Irlanda. Desde los antiguos héroes de antaño, hasta
aquellos patriotas de mi linaje materno que murieron en 1798, o estuvieron en
prisión en 1867. En su corazón siempre hubo un lugar para los Fianna (casta
legendaria de guerreros celtas) de Fionn y los fenianos de John O´Mahony”
(Dudley Edwards, pag.8).
De
su padre Pearse mantenía u oscuro y distante recuerdo, resaltaba, eso sí, sus
virtudes de artesano inglés influenciado por la corriente artística neogótica.
Hablaba con corrección de James, un escultor inglés que emigró a Irlanda a
principios de la década de los setenta. Un hombre apegado a una tradición
liberal que, no obstante, decía sentir simpatías por el nacionalismo
constitucionalista irlandés, que habría de integrar a Irlanda como un igual
dentro de la estructura Imperial Británica. James Pierce cambiará de apellido y
de religión poco antes de iniciar su segundo matrimonio con Margaret en 1876,
de seno nacerá Patrick Pearse tres años después.
Desde
su niñez Pearse siempre mostró predisposición por encarnar y hacer real el
relato mitológico materno. Antes incluso de hacer mención a la gran segunda revelación
patriótica en la Christian Brother School, Pearse ya sentía la
necesidad de observarse en el epicentro de una dramatización personal de
carácter trágico. Shakespheare y Cuchulain, el semidiós celta que da su vida
por el Ulster en el relato mitológico del Tain irlandés, son los objetos
de fantasía predilecta del joven Pearse, mucho antes de que el segundo pasase a
encarnar las virtudes de su proyecto educativo en St. Enda.
En
1891 Pearse ingresa en los Christian Brothers, las escuelas
católico/nacionalistas donde se educaron gran parte de los futuros
protagonistas de la rebelión de Pascua de 1916. Desmond Ryan, un estudioso de
la vida de Pearse, sostiene que el paso por los Christian Brothers marcó
sobremanera la evolución política de Pearse. Por un lado, Pearse criticó sus
métodos de enseñanza que priorizaban la instrucción memorística por encima de
cualquier otro criterio educativo. Ello se debía, a su entender, a una remora
materialista británica que amenazaba con acabar con la pureza espiritual
del genio nacional irlandés, algo que Pearse hará público y manifiesto en
uno de sus últimos ensayos The Murder Machine (la maquina de matar), a
principios de 1916.
Por
otro lado, el propio Pearse recuerda en muchos de sus escritos la influencia
que uno de sus profesores, el Padre Craven, tuvo en su propia persona. La
anécdota favorita de Pearse sobre su paso en los Christian Brothers, era
aquella en que Craven interrumpió la lectura de una redacción, en la que él
mismo ensalzaba la grandeza de la armada Imperial Británica. El padre Craven
apeló a la conciencia del pequeño Patrick, reiterándole que la armada Imperial
no era sino un instrumento para explotar y sojuzgar a otros países, entre ellos
a la propia Irlanda. Para un adolescente aún fascinado por la lectura de Little
Folks, revista de línea jingoísta, que haría las delicias del propio
Kipling, aquel episodio fue definido en términos de “auténtica revelación
patriótica”.
En
1893 Pearse comienza a estudiar gaélico, al tiempo que se sumerge en el
legendismo ossiánico y el esencialismo celta anglófobo que por aquel entonces
era instigado por Douglas Hyde. Estudios que posteriormente le llevarán hasta
los Gaeltatch de Connacht (de la mano de John Synge), donde observará
cómo el gaélico agoniza ante la indiferencia absoluta de la joven generación
post-hambruna. Al igual que Synge o Yeats, Pearse consideraba los Gaeltatch como
el último vestigio de la otrora esplendorosa civilización gaélica. Podía
pasarse horas maravillándose con historias campesinas reales o inventadas, pero
éstas siempre habían de pasar por un filtro ideológico romántico nacionalista.
El filtro de un hombre que llegaba a definir como traidores a Irlanda a
aquellos campesinos gaélico hablantes que por su situación de miseria se veían
forzados a abandonar su país.
Pearse
poseía una concepción tremendamente agónica y esencialista de la nación
irlandesa. La muerte del gaélico, como genuino vehículo del ethos
nacional irlandés, equivalía a la muerte de la nación irlandesa. Concepción
esta última que le lleva a una absoluta predilección por la acción, que
frenética y desesperadamente traslada al ámbito educativo.
En
An Claidheamh Soluis (agosto de 1904) semanario de la Liga Gaélica de la
que pasará a ser miembro en 1896, deja clara esta estrecha correlación entre
lengua, como Volkgeist, y necesaria supervivencia nacional: “El
idioma se revela a sí mismo en todas las artes, en todas las instituciones, en
toda la vida interna, en todas las idas y venidas de la nación” (Dudley
Edwards, pag. 255).
La
predilección por la acción se articula en Pearse por la conciencia de la
muerte inmediata de la nación irlandesa, acción inicialmente en el ámbito
educativo, como instrumento de adoctrinación nacionalista, y que, al fracasar,
deviene acción militar redentora.
Inicialmente
Pearse defendió el autogobierno siempre y cuando los nacionalistas irlandeses
mantuviesen un férreo control del sistema educativo que garantizase la reserva
del genio nacional irlandés, es decir, la inculcación de su propia
versión exclusiva de irlandesidad real. Será el profundo sentimiento de
fracaso, tras la bancarrota financiera de St Enda, lo que le atraiga a la misión
suicida de la IRB (Hermandad Republicana Irlandesa).
Tal
determinismo voluntarista sólo es entendible en la mente de alguien que
considera como necesaria la plasmación política de su cosmovisión
nacionalista. Efectivamente, Pearse no sólo consideraba que la suya era una
misión sagrada, sino que su religión secular tenía de aliado a Dios y a la
Historia: “Salvemos la lengua, la leyenda gaélica, junto con todo el tesoro
de espiritualidad irlandesa impregnado en su mente durante miles de años, y
habremos salvado a la nación irlandesa. La causa del gael es sagrada. (noviembre
de 1904).
Pearse
creía en la veracidad del mito nacionalista y sentía una necesidad imperiosa de
vivir el propio mito, de fusionarse estéticamente con él, incluso con su
propia muerte. Llegó a defender a capa y espada que las historias de Finn y sus
guerreros celtas eran ciertas, en un estudio para el Gaelic Journal de
1900, al modo que lo hicieron otros historiadores irlandeses del siglo XVII y
XVIII, como Keating, O´Donovan o Curry, pero más allá de ello, necesitaba
que la Irlanda moderna se adecuase al mito, y en el momento en que no lo hizo
Pearse sólo supo recrearlo a través de la gestación de una Pasión Nacional,
donde él, como el Cristo en el Calvario, redimiría a una Irlanda pecadora que
pretendía perpetuar su alianza con Inglaterra, traicionando así el mensaje de
los evangelistas nacionalistas que habrían revelado la palabra de Dios a
la nación crucificada. Los Wolfe Tone, Robert Emmet, Thomas Davis y
Mitchell.
Tal
y como señala el historiador irlandés Ruth Dudley Edwards: “Pearse era un
hombre al que siempre le gustaron las respuestas simples, fundamentales y
absolutas; odiaba la espesa falta de certeza que rodeaba la historia de Irlanda
y estaba firmemente convencido de que Irlanda poseía la más larga y gloriosa
historia del mundo. Pero por encima de todo, Patrick Pearse quería creer en los
grandes héroes del pasado. Necesitaba de grandes símbolos de nobleza, de coraje
y determinación para compensar la cantidad de arribistas y gentes de poco
carácter que le rodearon a lo largo de su vida” (Dudley Edwards, pag. 38)
En
1898 Pearse lanza durísimas críticas al proyectado Teatro Nacional Irlandés.
Críticas de las que se retractará posteriormente tras conocer personalmente
a W.B. Yeats. Por aquel entonces, Pearse consideraba inconcebible que el teatro
nacional se dejase en manos de una élite intelectual protestante angloparlante
sospechosa, cuando menos, de anti/irlandesidad. Como Denis Patrick
Moran, consideraba que los márgenes de irlandesidad se restringían al
estrecho molde de un ente étnico suprahistórico de atributos inmutables, gael,
católico y anglófobo, al que los protestantes podrían adherirse siempre y
cuando renegasen de Inglaterra. A los ojos de Pearse, esto es lo que hizo Yeats
con su gran drama nacionalista, Catalina de Houlihan (1902). En su Spiritual
Nation (febrero de 1916), Pearse nos habla de una Irlanda personificada y
de la influencia de Kathleen Ni Houlihan en su propia persona: “Cuando
era niño tenía la certeza de que existía una mujer que se llamaba Erin. Si Mr
Yeats hubiera escrito Kathleen Ni Houlihan entonces, y yo lo hubiera visto, no
lo hubiera concebido en modo alguno como una alegoría, sino como la
representación de algo que bien pudiera suceder en cualquier momento y en
cualquier casa” ( Sean Farrell, pag. 34).
Para
1902, Pearse ya era una figura respetada en La Liga Gaélica y los vínculos
nacionalistas de Dublín. Sin embargo, las agrias disputas en La Liga, el nuevo
fracaso del proyecto autonomista de 1906, y sobre todo la intuición de que los
intentos por recuperar el gaélico chocan con un nulo atractivo social,
comienzan a exasperar a un hombre obsesionado con la unidad de acción
nacionalista. Sus escritos comienzan a reflejar una lógica de desesperación
agónica, certificando incluso la práctica muerte de la nación irlandesa.
Ese mismo año Pearse llegará a afirmar: “El anochecer perdura demasiado en
Irlanda. El sol se puso centenares de años atrás. Las preciosas nubes del día
partieron, y la oscuridad se adueño de la tierra. Las canciones de los pájaros,
el sonido de las harpas desaparecieron entonces. El país está mudo; está
dormido” (Sean Farrell, pag. 58).
2.
ST.ENDA Y LA FASCINACIÓN DE LA SANGRE DERRAMADA POR LOS INOCENTES:
Casi
al mismo tiempo del retorno a Irlanda de Thomas Clarke, un histórico dentro de
los estrechos vínculos de la IRB, y el primero en tomar la Oficina Postal el
lunes de Pascua de 1916, Pearse pone en marcha su proyecto educativo que habría
de servir de referente para futuras generaciones de irlandeses. El objetivo de
St.Enda era”inculcar entre mis alumnos el deseo de pasar sus vidas trabajando
en nombre de sus ancestros y de su patria, y en el caso de ser necesario,
incluso de dar la vida por ella. No podría desear a mis alumnos un destino más
feliz que morir en nombre de algo auténticamente verdadero” (Dudley
Edwards, pag.255).
Pearse
comienza a verse a sí mismo en el epicentro de una tragedia griega, con la
fatalidad de cualquier personaje de Shakespeare, donde su muerte, la sangre
derramada por los jóvenes y los inocentes, es la llave para salvar el honor
de la nación irlandesa. Este proceso se traduce en un paulatino culto a la
violencia como instrumento de purificación redentora, en la asunción del papel
de Mesías, donde las analogías entre su proyectado martirio patriótico y el
Calvario de Jesucristo comienzan a ser comunes.
Por
ejemplo, el traslado de St. Enda a las colinas dublinesas de St.Hermitage
en 1910, obedece no ya solo a la veneración que Pearse sentía por Robert
Emmet (Emmet vivió en aquella mansión de reminiscencia anglo/irlandesa), sino a
una identificación mimética con la fatalidad de un héroe patriota, que a ojos
de Pearse dirigió una insurrección a sabiendas de que esta estaba
abocada al fracaso.
El
propio Pearse hizo mención al proceso que le habría de llevar a la fusión
estética con el mito nacionalista: “No estoy seguro de si esto sólo obedece
a una evolución que se viene manifestando dentro de mí, o es una obsesión
pasajera. Quizás deviene de una asociación natural con estas viejas piedras y
árboles. En Cullenswood House solía hablar a mis alumnos de Cuchulain y la
primavera gaélica. Últimamente les hablo de Robert Emmet y de nuestros modernos
héroes nacionales. Cuchulain era entonces nuestra gran inspiración. Sin duda
alguna ha sido el espíritu de Robert Emmet el que me ha guíado hasta estas
colinas” (Sean Farrell, pag. 135).
Hasta
la práctica bancarrota financiera de la escuela, a fines de 1912, Pearse
profundizará en la lectura de intelectuales nacionalistas fenianos, como Thomas
Davis, Fintan Lalor o Mitchell. Pero será la Autobiography de Wolfe Tone
la que deja una huella imborrable en la mente de Pearse.
En
la Pascua de 1911, Pearse representa la Pasión de Cristo con los alumnos de St.Hermitage.
La atracción por el simbolismo místico de la figura de Cristo será algo que le
acompañará a partir de entonces hasta su temprana muerte. En An Ri (el
rey), la secuencia dramática recrea la lógica litúrgico/devocional católica en
la que Pearse comienza a descifrar el ideario nacionalista feniano.
El
drama, representada a fines de 1911, nos sitúa en la Irlanda monástica
medieval.Los súbditos discuten las tremendas derrotas sufridas por el rey Gael.
El Abad explica que son fruto de la propia ineptitud del rey y que Dios jamás
aceptará la bienaventuranza de un reino regido por manos corruptas
(símbolo de la decadente Irlanda moderna que mantiene su alianza con
Inglaterra). La tensión dramática se acelera cuando el Abad ofrece la sucesión
al trono al alma más pura del grupo o Giolla Na omh (Siervo de los
Santos), un niño carente de ambición política. El niño, aún intuyendo una más
que probable muerte, acepta la carga (la Cruz de una nación pecadora).
El niño muere en la batalla, pero guía a sus tropas al triunfo, con lo que su
muerte es, ante todo, un símbolo de santificación, purificación y redención
nacional.
En
resumen, el drama da cuenta de tres importantes aspectos del pensamiento
pearseano. Una creciente fascinación por la idea del sacrificio en el Calvario,
en la medida en que Giolla personifica al Cristo que tiene que morir
para salvar y redimir a su pueblo. Supone, a su vez, la reafirmación de la idea
de la pureza esencial de la niñez y de la necesidad de sacrificar a los jóvenes
y a los puros para rescatar a una nación decadente. La violencia como
instrumento de redención personal y nacional, con dimensiones escatológicas,
empieza a capturar el espíritu de un Pearse abrumado por unas deudas que sitúan
a la escuela al borde del cierre. Apesadumbrado por su propio fracaso personal,
se acerca a la IRB. A fines de 1912 habla de la necesidad de violencia si el
gobierno liberal de Asquith falla en su promesa de otorgar el Home Rule (autogobierno)
a Irlanda.
“Si
nos engañan otra vez, existe una organización en Irlanda, a la que yo
pertenezco, que aconsejará al pueblo irlandés no volver a consultar nada con el
Gaul (extranjero), a responder con la violencia. Debemos hacer entender a los
ingleses que, si nos traicionan otra vez, Irlanda se teñirá de rojo” (Sean
Farrell, pag.205).
3.
1913, PEARSE INGRESA EN LA IRB:
En
septiembre de 1912 los tambores de guerra resuenan por todos los rincones de
Irlanda. Ese mismo mes, los Unionistas firman la Solemn League and Covenant,
por la que cerca de 400.000 protestantes del Ulster se comprometen a luchar
contra el autogobierno irlandés. El Home Rule, Pope Rule (autogobierno,
gobierno del Papa) adorna los estandartes orangistas en Belfast. En enero de
1913 el Consejo Unionista del Ulster crea la UVF (Fuerza de Voluntarios del Ulster),
una milicia al mando de Edward Carson. La exclusión temporal del Ulster del
proyectado autogobierno irlandés comienza a planear en la agitada vida política
irlandesa.
Cuando
en abril de ese año escribe para el semanario de la IRB, The Irish Freedom, Pearse
no oculta su fascinación ante el grado de militarización de la sociedad
irlandesa en la antesala de la Gran Guerra europea. Pearse sostiene que
el derramamiento de sangre es algo esencialmente santificador y purificador.
“Me
siento feliz de ver a los Orangistas armados. Es esperanzadora la visión de
armas en manos irlandesas. Me gustaría ver a la AOH (Antigua Orden de Hibernia)
armada. Me gustaría ver a los trabajadores del Transporte armados. Me gustaría
ver a todos y cada uno de los ciudadanos irlandeses armados. Debemos
acostumbrarnos a la visión de las armas, a pensar en armas, a utilizar armas.
Podemos disparar a la gente equivocada en un principio, pero el derramamiento
de sangre es algo esencialmente santificador, purificador. La nación que
considera esto como el culmen del horror ha perdido su virilidad. Existen cosas
infinitamente más horribles que el derramamiento de sangre. La esclavitud es
una de ellas”(Collected Works of Padraic Pearse,
pag.58).
Los
anhelos de Pearse encontraban eco en la IRB, para quien había llegado la hora
de crear unas milicias nacionalistas en respuesta a la movilización Unionista
en el norte de Irlanda. La iniciativa vendrá, no obstante, del partido
autonomista que se muestra proclive a apoyar a Inglaterra en la Gran Guerra.
El artículo de Eoin Macneill en el semanario de la Liga Gaélica en octubre
de 1913, The North Began, será el preludio de la creación, un mes más
tarde, de los Irish Volunteers (Voluntarios Irlandeses). Para entonces,
las actividades de la Liga Gaélica carecían de sentido para Pearse; había
llegado la hora de que la semilla plantada por la Liga floreciese en
forma de acción revolucionaria violenta. Ésta es la tesis manejada en The
Coming Revolution (La revolución que viene) muy poco antes de ingresar en
la IRB en diciembre de 1913: “He llegado a la conclusión de que La Liga
Gaélica es una fuerza obsoleta. Estoy feliz por ello”
4.
LA GÉNESIS DE LA GUERRA SANTA(LA ORACIÓN ANTE LA TUMBA DE O´DONNOVAN ROSSA, 1
DE AGOSTO DE 1915).
En
febrero de 1914, Pearse viaja a los Estados Unidos, en un afán por estrechar
vínculos con los sectores nacionalistas radicales de la diáspora irlandesa en
América. Clan na Gael recibe con entusiasmo a un hombre cuya oratoria
parecía no tener mucho que ver con la realidad de una Irlanda que habría sus
brazos al autogobierno, además de la latente amenaza de secesión de un Ulster
predominantemente protestante.
En
el dircurso de Nueva York se observa claramente una tensión aguda entre lo
que era Irlanda y lo que debería ser a los ojos de Pearse. La
perenne necesidad de fusionarse con el mito, sublimando toda contradicción a
través del culto irracional a la violencia y elevando la tradición feniana a la
condición de mensaje divino, de verdad teológica situada fuera de los márgenes
de cualquier discurso racional. Cuando Pearse habla de Irlanda, simplemente
proyecta, habla de él. Se trata de una abstracción metafísica moldeada al
antojo de sus propias convicciones ideológicas. La nación sólo podrá estar en
manos de los que, como él, creen en la fe de Emmet, la fe feniana. Los
paralelismos con el irracionalismo totalitario postromántico de Sorel resultan
casi inevitables: “¿ Me pedís que os hable de la Irlanda de hoy?.Os diría
que existen claros signos de que una nueva generación parece dispuesta a seguir
la vieja senda dictada por otros. El hecho es que existe toda una generación
dispuesta a reafirmar la fe feniana, la fe de Emmet..y sinceramente no concibo
la forja de una nación sin hombres armados, no concibo la supervivencia de una
nación sin soldados que la custodien” (Dudley Edwards, pag.407).
Pearse
se muestra proclive a una guerra santa, donde Irlanda como portadora de
la palabra de Dios y encarnación de todas las virtudes cristianas debe
lanzar la ira divina contra el representante del mal en la tierra,
Inglaterra.La lucha es enmarcada dentro de un dualismo antagónico de
dimensiones escatológicas. Irlanda es la encarnación del bien absoluto,
Inglaterra del mal absoluto. La guerra étnica, la de los portadores de la
verdad patriótica revelada, es además intemporal o eterna, como la
lucha de los mensajeros de Cristo contra las fuerzas del mal, y ésta sólo
cesará cuando Inglaterra sea finalmente derrotada: “Perseguimos a Inglaterra
como una presa. Permanecemos al acecho y caeremos sobre ella como un ladrón lo
hace por la noche. Y algún día la sorprenderemos con la ira de Dios. No es que
seamos apóstoles del odio. ¿Quiénes sino nosotros, los irlandeses, hemos
defendido con más vehemencia la caridad cristiana en la tierra?.Pero el Cristo
que dijo: Mi paz os dejo, mi paz os doy, es el mismo Cristo que dijo: No os
traigo la paz, sino la guerra. No puede existir paz entre el bien y el mal.
Entre la verdad y la falsedad, entre la justicia y la opresión, entre la
libertad y la tiranía. Entre ellos sólo puede existir una guerra eterna, hasta
que la verdad prevalezca, hasta que se reestablezca la justicia, hasta que la
libertad sea ganada” (Dudley Edwards, pag.405).
Cuando
Pearse regresa a Irlanda en la primavera de 1914, ya no hablaba de la
conveniencia de una insurrección armada. La cuestión para él, era simplemente
de cómo y cuando ésta iba a llevarse a cabo. A esta labor se dedicará
concienzuda y minuciosamente a partir de entonces. La ortodoxia feniana, ante
la inminencia de la Gran Guerra jugaba además a su favor, “England´s
difficulty, Ireland´s opportunity” (las dificultades de Inglaterra, un
beneficio para Irlanda).
El
discurso de Pearse chocaba con la realidad irónica de que los primeros brotes
insurreccionales provenían del Ulster. En mayo el autogobierno irlandés pasaba
a categoría de ley, pese al obstruccionismo Tory tradicionalmente aliado
con los sectores unionistas más intransigentes. El Consejo Unionista organiza
el embrión de un Gobierno Provisional del Ulster, apoyándose en el
paramilitarismo lealista de Edward Carson. Tras el Motín de Curragh (por
el que el ejército británico se negó a coaccionar a un Ulster leal),
resultaba evidente que el gobierno británico pretendía la exclusión temporal de
al menos seis de los nueve condados del Ulster del Home Rule, ante lo
que Asquith consideraba como un riesgo real de guerra civil a gran escala en
Irlanda.
El
riesgo era real, al menos a los ojos del líder del Partido autonomista
irlandés, Redmond, para quien los Irish Volunteers no eran un mero
cuerpo miliciano de emulación sectaria. Redmond juzgaba necesaria la
participación nacionalista en la guerra, para hacer ver a Inglaterra que el
autogobierno era compatible con la lealtad a la Corona y al Imperio, y concebía
al cuerpo como un instrumento de reconciliación entre unionistas y
nacionalistas en el contexto de un esfuerzo de guerra común (Paul Bew, pag. 233).
Ésta
parecía ser la visión de la absoluta mayoría de nacionalistas en septiembre de
1914, tras la escisión de los Volunteers. Cerca de 200.000 irlandeses
apoyaron a Inglaterra en la Gran Guerra al amparo de las tesis
redmontistas, mientras que el sector no intervencionista, liderado por Eoin
Macneill, apenas sumaba los 3.000 miembros.
Pearse
trabajó en la organización del sector disidente de los Volunteers con el
objeto de que éste quedase supeditado a las tesis insurreccionales de una IRB
que por aquel entonces contaba con cerca de 2.000 miembros. Pearse, capturado
absolutamente por el espíritu de Emmet, ignora la problemática del
Ulster.
Sus
análisis oscilan entre la convicción naive de que la movilización
lealista no merece preocupación alguna, o que en cualquier caso ésta podría ser
instrumentalizada por la propia IRB, aunque a fines de 1914 resultaba evidente
que Carson había puesto a disposición del ejército británico las milicias de
la Fuerza Voluntaria del Ulster (UVF) para luchar por la Corona en el
continente europeo. Para entonces nadie, a excepción de la IRB y el propio
Pearse, era ajeno al hecho de que la partición de Irlanda resultaría
inevitable.
Según
Pearse: “Los rifles Orangistas otorgan dignidad a su causa. Esos rifles
pueden sernos de utilidad algún día. En el peor de los casos podrían provocar
la salida de Edward Carson del Ulster. En el mejor de los casos podrían ser
disparados en las afueras del Castillo de Dublín. El día pasado un editor del
Sinn Fein escribió que cuando los rifles orangistas abran fuego sobre las
tropas del rey de Inglaterra, será deber de todo nacionalista unirse a ellos.
Las negociaciones con los orangistas podrían abrirse de la siguiente manera:
estáis erigiendo un Gobierno Provisional en el Ulster, lo convertís en el
Gobierno Provisional de Irlanda, y nosotros no sólo lo reconoceremos, sino que
lo obedeceremos” (Proisias Mac Aounghusa, pag.125)
A
inicios de 1915 la IRB controlaba tanto la Liga Gaélica como el sector
anti-Remond de los Volunteers. El 1 de agosto de 1915, Pearse se
encumbra finalmente como el representante más renombrado del republicanismo
irlandés violento. Ante la tumba del fenian O´Donnovan Rossa proclama
que la muerte del héroe patriota es lo que da vida a una nueva nación purificada,
libre de pecado, un Nueva Irlanda nacida de la mortaja del Cristo
nacionalista redentor feniano. La legitimidad última de la acción
revolucionaria violenta, la guerra santa contra Inglaterra, emana del
ejemplo de las tumbas de los fenianos muertos. De la vanguardia
apostólica que sufrió el martirio para rescatar a un pueblo gael en pecado
mortal por su conexión inglesa: “La muerte es fuente de vida; y de las
tumbas de las mujeres y hombres patriotas fenianos emanan naciones vivas. Ellos
piensan que han pacificado Irlanda. Ellos piensan que han pacificado a la mitad
de nosotros e intimidado a la otra mitad. Creen tenerlo todo previsto, todo
calculado. Pero necios, necios, necios ellos. Nos han dejado nuestros fenianos
muertos, y mientras Irlanda haga honor a estas tumbas, Irlanda sin libertad,
jamás estará en paz” (Proinsias Mac Aounghusa, pag. 157).
5.HACIA
LA PASIÓN NACIONAL DE PASCUA (24 DE ABRIL DE 1916).
“Me
he reunido esta Navidad con los fantasmas. Fantasmas de hombres muertos que han
delegado su confianza en nosotros los vivos. Los fantasmas acarrean problemas,
en una casa o en la familia, tal y como nos lo hizo saber Ibsen. Existe solo
una manera de aplacar al fantasma. Debes hacer lo que te dice. Los fantasmas de
la nación te piden a veces que hagas grandes cosas. Deben ser aplacados, sea
cual sea el coste”
Patrick
Pearse, Ghosts, 25 de diciembre de 1915.
Poco
antes de que Pearse convocara a los fantasmas de la nación irlandesa en
la navidad de 1915, escribe The Synger, una pieza teatral estrenada tras
la muerte del autor. The Synger es la escenificación dramática de su
propia vida y muerte, la puesta en escena de lo que bajo la óptica pearseana
habría de ser la Rebelión de Pascua. En ella Pearse nos habla de su propia muerte,
fusionando, una vez más, mística católica y tradición feniana. El propio Joseph
Mary Plunkett (uno de los signatarios del Gobierno Provisional de la República
proclamado en abril de 1916), se refería a The Synger en los siguientes
términos: “Si Pearse estuviese muerto, la obra hubiese causado sensación”(Sean
Farrell, pag.212)
La
obra nos relata la historia de un líder revolucionario, Mc Dara, que sacrifica
su vida por Irlanda. El mensaje central de la obra es que el temor a la muerte
desaparece cuando el héroe patriota posee la firme convicción de que Dios está
del lado de los Gael. La comparación del martirio patriota con el de Cristo
en el Calvario, incluso la identificación del líder feniano con el propio
Jesucristo, es una constante: “Un hombre puede liberar a un pueblo tal y
como Jesucristo redimió al mundo. No llevaré espada alguna, iré a la batalla
con las manos desnudas. Permaneceré erguido frente a los Gaul (extranjeros),
tal y como Cristo fue crucificado, desnudo frente a los hombres” (Collected
Works of Patrick Pearse, pag. 67).
Tras
The Synger, en Pearse la fusión entre doctrina feniana y mística
católica alcanza su punto más álgido. En Ghosts, diciembre de 1915,
Pearse llega al extremo de identificar la religión católica con todas las virtudes
del ideario patriótico revolucionario feniano. La doctrina nacionalista es
elevada a la categoría de religión divina. La consecuencia de ello es
doble. Primero, la definición de pueblo/nación irlandés sobre la base de
un criterio etnicista, con atributos inmutables: gael, católico y anglófobo,
base última del genuino Volkgeist irlandés. Segundo, la necesaria
asunción de la doctrina nacionalista como elemento definidor de irlandesidad
real, previa sacralización absoluta del ideario feniano: “Como una religión
divina, la liberación nacional lleva la señal de la unidad, de santidad, de
catolicidad, de sucesión apostólica. De unidad, porque concibe a la nación como
una unidad: de santidad, porque es en sí misma sagrada y porque santifica a
aquellos que la sirven; de catolicidad porque aúna a todos los miembros de la
nación: de sucesión apostólica, porque la aspiración de su liberación pasa de
generación en generación a partir de los padres de la nación” (Dudley
Edwards, pag. 489).
Fue
el propio Pearse el que delimitó la fecha de la insurrección en la navidad de
1915. Abría de hacerse real el domingo de Pascua de 1916. Símbolo de martirio,
redención y resurrección nacional (posteriormente pospuesta el lunes 24 de
abril). Lo que Pearse proyectaba era la recreación dramática de esa Pasión
Nacional que obsesivamente y con desesperación dibujaba en su creación
literaria. Esta vez llevada a la vida real, en las propias calles de Dublín. En
enero el proyecto insurreccional pasa a estar controlado por un selecto comité
dentro de la IRB (una minoría, dentro de la minoría) a la que se une James
Connolly en febrero.
Pearse
se lanza frenéticamente a la escritura de su propio testamento político. El 1
de febrero escribe The Separatist Idea (La idea separatista), el 13 de
febrero escribe The Spiritual Nation ( La nación espiritual) y el 31 de
marzo The Sovereign People (el pueblo soberano).
The
Sovereign People es de todos ellos el que
merece un estudio más detenido, teniendo en cuenta la influencia que dicho
escrito tuvo en la formulación ideológica Provo (nombre familiar del IRA
en Irlanda del Norte) en los primeros años de la década de los setenta. Pearse
ahonda en la sacralización/catolización de los evangelistas del góspel
patriótico irlandés. Wolfe Tone, Thomas Davis, Mitchell y Fintan Lalor. De este
último extrae los ribetes socializantes de su doctrina nacionalista
argumentando, grosso modo, que toda conflictividad social habría de
diluirse en el ideario armónico de la liberación nacional.
Véase
en este sentido, un fragmento extraído del Sovereign People que resume
esta idea a la perfección: “Después que en Dios, creo que la problemática
esencial reside en el mal derivado de la dominación extranjera. Irlanda no
volvería a la hambruna debido a su fértiles valles. Una Irlanda libre sería del
todo autosuficiente. Promocionaría su comercio, su agricultura, sería capaz de
una administración racional de sus recursos. Educaría a sus trabajadores, a su
policía, a sus jueces. Se gobernaría a sí misma, de la misma manera que lo
haría un gobierno de ángeles o arcángeles” (Collected Works of Patrick
Pearse, pag.123).
Por
último, Pearse deja claro quién conforma el pueblo que tendría
legitimidad para regir los destinos de la Nueva Irlanda nacida de
sucesivas Pasiones Nacionales por la liberación nacional: los fantasmas
de los mártires muertos en el Calvario (Pearse en este caso) y los seguidores
de su ejemplo apostólico. La vanguardia militar feniana capaz de interpretar
las voces de la nación. Ellos serán los señores de la Nueva Irlanda.
Mitchell
y Tone son descritos como Mesías enviados a traer la palabra de Dios a los
irlandeses: “Que Dios habló a Irlanda a través de Tone y a través de todos
aquellos que después de Tone han recogido su legado, que las enseñanzas de Tone
y de ellos son grandiosas y verdaderas, y que ninguna otra enseñanza sobre
Irlanda merece ser escuchada, es una cuestión en la que he puesto todas mis
esperanzas, tanto mortales como inmortales. Invito a los hombres y a las
mujeres de mi generación a que aglutinen todas sus esperanzas mortales e
inmortales en mi persona..”.
Por
último, Pearse advierte sobre quiénes serán los señores de Irlanda cuando ésta
sea libre.”Que nadie se equivoque sobre quiénes serán los señores de Irlanda
cuando sea libre. El pueblo será dueño y señor. El pueblo que lloró en Getsemaní,
el que siguió el camino del Calvario, el que murió desnudo en la cruz, el que
descendió al infierno, resurgirá glorioso e inmortal, se sentará a la derecha
de Dios, quien decidirá por fin juzgarlo, en juicio justo y terrible”
(Conor Cruise O´Brien, pag.123).
Muy
pocos días antes de la insurrección Pearse escribe uno de sus últimos poemas. The
Fool (El Idiota). Pearse arremete contra aquellos que en vida le
consideraron un visionario. En el poema se adivina un irremisible deseo de
muerte ante la conciencia de que Irlanda se resiste a hacer real su
imaginario. Su muerte no sólo servirá para recrear la fe feniana y
perpetuarla en el futuro, fusionándose estéticamente con un mito que le dará
inmortalidad, sino para ahogar un profundo sentimiento de desesperación y
fracaso personal, descrito desde un universo narcisista como un fracaso
nacional. Esta lógica de desesperación es narrada de la siguiente manera: “He
malgastado los espléndidos años/ que Dios dio en mi juventud/intentando llevar
a cabo cosas imposibles/ Considerándolas yo únicamente como merecedoras de
atención/Fue una estupidez o una gracia divina/Que ningún hombre, solo Dios sea
quién me juzque/¿Pero y si el sueño se hace realidad?/¿y si miles de irlandeses
por nacer deciden entrar en esta casa moldeada en mi cabeza, el noble hogar de
mi pensamiento?/ Dios, he apostado mi espíritu/He apostado las vidas de los
míos en nombre de la verdad, de la terrible palabra/No recordéis mis
fracasos/Recordad mi fe” (Sean Farrell, pag. 67).
Macdonagh,
Plunkett y Connolly (signatarios del Gobierno Provisional proclamado por los
insurgentes) compartían la misma angustia pearseana. En palabras de
Irwin Thompson: “Todos ellos compartían el deseo de vivir el mito, la
necesidad de verse inmersos en un drama martirológico de dimensiones cósmicas,
exagerado incluso para un periodo de claros tintes románticos. En el caso de,
al menos, dos de ellos, la trayectoria personal reforzó aún más la pose
dramática. Plunkett era un hombre muy joven, tenía 28 años cuando murió , pero
era tísico. Pearse no tenía nada por lo que vivir, y pensó que el sacrificio
martirológico le otorgaría la inmortalidad que tanto anhelaba” (Irwin
Thompson, pag.78).
Lo
mismo cabría observar en James Connolly. En febrero de 1916 su republicanismo
socialista ya se había dejado fascinar por el vértigo del suicidio redentor
pearseano: “De forma profunda ha penetrado en el corazón de Irlanda un claro
sentimiento de degradación entre sus gentes. Una degradación tan profunda y
humillante que solamente la poderosa marea roja de la guerra en suelo irlandés
podrá permitir que la raza irlandesa recupere su dignidad perdida. Sin el más
mínimo atisbo de irreverencia, con toda humildad y respeto, podría decirse de
manera justa que, en nuestro caso, sin derramamiento de sangre, la redención no
es posible” (Conor Cruise O´Brien, pag.123).
El
lunes de Pascua de 1916, medio millar de miembros de la ICA (Ejército Ciudadano
Irlandés) liderada por Connolly, disidentes de los Irish Volunteers (Voluntarios
Irlandeses), y fenianos de la IRB (Hermandad Republicana Irlandesa), se dirigen
a la atónita ciudadanía dublinesa tras hacerse fuertes en la Oficina Postal de
Sackville Street. Pearse lanza una declaración por la que millares de
irlandeses cavarán sus propias tumbas en los años venideros. La declaración
tiene un marcado tinte pearseano, con claras reminiscencias de Yeats.
Los patriotas fenianos se arrogan el papel de intérpretes de las necesidades de
la patria y el pueblo irlandés. La legitimidad de la insurrección proviene de
Dios, la Historia y las tumbas de los patriotas irlandeses muertos, mientras
que Irlanda es a su vez representada como una deidad femenina a la que se debe
un sacrificio redentor: “Irlandeses e irlandesas, en nombre de Dios y las
generaciones de irlandeses muertos, de quienes la patria hereda su antigua
tradición de virilidad, Irlanda, a través de nosotros, emplaza a sus hijos bajo
su bandera y proclama su libertad”
La
Declaración fue firmada por siete signatarios: Patrick Pearse, James Connolly,
Thomas Clarke, Sean Mac Diarmada, Eamon Ceannt, Thomas Mac Donagh y Joseph Plunkett.
Pearse se autoproclamaba como presidente del Gobierno Provisional de la
República y comandante en jefe del recién creado Ejército Republicano Irlandés
(IRA).
Tras
cinco días de resistencia numantina, los insurgentes se rinden a las tropas
británicas que hacen valer su aplastante superioridad numérica. Dieciséis de
los insurgentes serán juzgados y condenados a muerte, entre ellos Patrick
Pearse, que es fusilado el 3 de mayo de 1916.
Tras
su muerte fueron miles de irlandeses los que pretendieron hacer real
la casa/patria vislumbrada por Pearse. Como en el poema, The Fool, nadie
se acordó de sus fracasos, sino de su fe….y del arroyo sangriento de
Sackville Street emergió una nueva generación de irlandeses dispuestos a matar
y morir por la República de 1916.
Quizá
sea Sean O´Faolain, (militante y propagandista del IRA durante la guerra
anglo/irlandesa 1919/1921), en sus memorias, quien mejor defina el espíritu
que cautivó a los sucesores de la Pasión Nacional pearseana: “Yo era
Irlanda, el guardián de su fe, el hombre solitario que mantendría el espíritu
republicano vivo, el que mantendría la última llama encendida ante el gran
icono, incluso en el caso de que el resto de irlandeses olvidará o renegara del
góspel que nos había sido revelado a partir de 1916. Creía firmemente en el
dogma que para entonces ya se había instalado entre nosotros, de que una
minoría puede imponerse sobre los deseos de una mayoría, de que el pueblo no
tiene derecho a estar equivocado. Como todos los idealistas me estaba convirtiendo
en un ser cruel, melancólico y carente de piedad” (Dudley Edwards,
pag.279).
El
influjo de su pensamiento político, según el politólogo irlandés Padraig
O´Malley fue aún mayor: “Al definir el nacionalismo en términos de lengua y
religión, excluyó a cerca de una cuarta parte de la población de la nación
irlandesa (en referencia a los protestantes del Ulster), la partición mental
precedió a la partición en el mapa. Al insistir en la cultura gaélica como
denominador común de irlandesidad negó la diversidad cultural que era, y sigue
siendo, la raíz del problema irlandés. Al equiparar catolicismo y nacionalismo,
hizo de la religión un vínculo de afiliación política” (Padraig O´Malley,
pag. 345).
BIBLIOGRAFÍA:
BEW,
P., 1994, Ideology and The Irish Question (Ulster Unionism and Irish
Nationalism 1912-1916), Clarendon Press, Oxford.
Collected
Works of Patrick Pearse, Political writings and Speeches., 1975, Phoenix
Co Ltd, Dublin.
CRUISE
O´BRIEN, C.,1994, Ancestral Voices, Religion and Nationalism in Ireland, Poolbeg,
Dublin.
DUDLEY
EDWARDS, R., 1979, Patrick Pearse, The Triumph of Failure, Faber and
Faber, London.
FARRELL
MORAN, S., 1997, Patrick Pearse and The Politics of Redemption (The Mind of
Eastern Rising, 1916), The Catholic University of America Press,
Whashington D.C.
IRWIN
THOMPSON, W., 1976, The imagination of an Insurrection, Inks, Dublin.
MAC
AOUNGHUSA, P., 1967, The Best of Pearse, The Mercier Press, Cork.
O´MALLEY,
P., 1990, The Uncivil Wars; Ireland Today, Beacon Press, London.
VÁZQUEZ,
I., 1998, Dochum Gloire Dé Agus Onora Na Heireann: por la Gloria de Dios y
el honor de Irlanda, BITARTE (Revista cuatrimestral de humanidades), Año 6,
N 16, Donostia.
VÁZQUEZ,
I., 1999, La guerra santa: Patrick Pearse y la reformulación de la tradición
feniana, BITARTE (Revista cuatrimestral de humanidades), Año 7, N 18,
Donostia.
IÑAKI
VÁZQUEZ LARREA.