RESUMEN
George
Rudé (Oslo, 1910-1993), historiador social británico, se especializó en la
historia de la Revolución Francesa, siendo uno de los máximos representantes de
lo que se llamó “la historia
desde abajo”, corriente que enfatizó el papel clave de las multitudes
en la historia. En esta reseña explicaremos su obra.
ABSTRACT
George
Rudé (Oslo, 1910-1993), british social historian, was an specialist on the
history of French Revolution, one of the top representatives of what was called
“History told by lower classes”, a current of studies that emphazised the key
role of crowds in history. In this review we will explain his work.
GEORGE RUDÉ: ¿POR QUÉ HUBO UNA
REVOLUCIÓN EN FRANCIA?
Por: Iñaki Vázquez Larrea
George
Rudé (Oslo, 1910-1993), historiador social británico, se especializó en la
historia de la Revolución Francesa, siendo uno de los máximos representantes de
lo que se llamó “la historia desde abajo”, corriente
que enfatizó el papel clave de las multitudes en la historia.
Según
Rudé, los historiadores han contestado a esta cuestión de muy diferentes modos
de acuerdo con sus propios prejuicios y con los de sus contemporáneos. El
primer personaje que comento la cuestión, ni tan siquiera fue un historiador
como tal, sino un observador de la época. Para el Anglo- irlandés Edmund
Burke, las instituciones inglesas eran superiores a las francesas. No obstante,
juzgaba que la monarquía absoluta era razonablemente buena para su
vecino continental. Visto de esta manera la Revolución no podía ser otra cosa
que fruto de diabólicas maquinaciones de grupos sociales subversivos.
En
concreto, fruto de la conspiración de la oscura camarilla de los philosophes
y del “vil populacho”. Decenios después, la Francia de la Restauración, ya
veía con buenos ojos lo que vino a definirse como una protesta política y
social de las clases empobrecidas contra los abusos del Antiguo Régimen,
llevada a cabo por las clases respetables. Tal fue el caso de
historiadores liberales como Thiers o Mignet. Para este último, “Cuando se
hace necesaria una reforma, y llega el momento de llevarla a la práctica, nada
puede detenerla y todo sirve para hacer que progrese” (Rudé, pag 70).
El
gran historiador del decenio de 1840, Jules Michelet, en su condición de
demócrata y republicano, veía en la Revolución algo más que una mera operación
quirúrgica, para definirla como una explosión espontanea del pueblo contra
la opresión de aristócratas y reyes.
Alexis
de Tocqueville, quizás con mayor sagacidad, y al igual que Burke, concedía gran
importancia a la influencia de la Ilustración en el proceso revolucionario,
pero frente a teorías conspirativas, prefería argumentar que el nacimiento del
nuevo orden social vino precedido de un intento de reforma de un mal
gobierno, que vino a reconocer que las cosas en Francia eran mejorables.
¿Por
qué hubo una Revolución en Francia, si las condiciones de los campesinos en
Prusia, Polonia o Rusia eran infinitamente más insoportables?.
Para
Tocqueville no fueron las reformas, sino su tardanza las que
precipitaron la Revolución: “No por ir de mal en peor cae una sociedad
necesariamente en la revolución. Sucede muy a menudo que un pueblo que ha
soportado sin queja, como si no las sintiera, las leyes más opresivas, las
desecha violentamente tan pronto como se alivia su peso..En la cumbre de su
poder, el feudalismo no inspiro a los franceses tanto odio como lo hizo en la
víspera de su desaparición. Las más ligeras arbitrariedades de Luis XVI
parecían menos fáciles de tolerar que todo el despotismo de Luis XIV” (Rudé,
pag. 83).
La
situación de la Francia de 1789, no era precisamente próspera (la
bancarrota financiera fue el antecedente de las reformas instigadas por Luis
XVI), y ello parece dar la razón, al menos parcialmente, a Michelet.
Sin
embargo, para hacer una revolución se precisaba de algo más que de descontento
social y frustración política. Se precisaba, en suma, de una psicología
revolucionaria de carácter interclasista que en la década de 1780, según
Alexis de Tocqueville, ya había penetrado en Francia. Un léxico común que Voltaire,
Montesquieu y Rousseau precisamente otorgaron.
En
palabras de Rudé: “El vocabulario político habitual comenzó a incluir
términos como ciudadano, nación, contrato social y derechos del hombre, a los
que pronto habría que seguir el Tercer Estado…a menudo fueron los propios
pilares de la misma administración, ministros e intendentes, los que iniciaron
a un público más amplio en en el empleo de estos” (Rudé, pag.90).
BIBLIOGRAFÍA:
RUDÉ,
G., (1974), La Europa Revolucionaria (1783-1815), Siglo XXI, Madrid.