Revista Nº38 "RESEÑA"

 

RESUMEN

George Rudé (Oslo, 1910-1993), historiador social británico, se especializó en la historia de la Revolución Francesa, siendo uno de los máximos representantes de lo que se llamó “la historia desde abajo”, corriente que enfatizó el papel clave de las multitudes en la historia. En esta reseña explicaremos su obra.

ABSTRACT

George Rudé (Oslo, 1910-1993), british social historian, was an specialist on the history of French Revolution, one of the top representatives of what was called “History told by lower classes”, a current of studies that emphazised the key role of crowds in history. In this review we will explain his work.

 

 

GEORGE RUDÉ: ¿POR QUÉ HUBO UNA REVOLUCIÓN EN FRANCIA?

Por: Iñaki Vázquez Larrea[1]

George Rudé (Oslo, 1910-1993), historiador social británico, se especializó en la historia de la Revolución Francesa, siendo uno de los máximos representantes de lo que se llamó “la historia desde abajo”, corriente que enfatizó el papel clave de las multitudes en la historia.

 Según Rudé, los historiadores han contestado a esta cuestión de muy diferentes modos de acuerdo con sus propios prejuicios y con los de sus contemporáneos. El primer personaje que comento la cuestión, ni tan siquiera fue un historiador como tal, sino un observador de la época. Para el Anglo- irlandés Edmund Burke, las instituciones inglesas eran superiores a las francesas. No obstante, juzgaba que la monarquía absoluta era razonablemente buena para su vecino continental. Visto de esta manera la Revolución no podía ser otra cosa que fruto de diabólicas maquinaciones de grupos sociales subversivos.

  En concreto, fruto de la conspiración de la oscura camarilla de los philosophes y del “vil populacho”. Decenios después, la Francia de la Restauración, ya veía con buenos ojos lo que vino a definirse como una protesta política y social de las clases empobrecidas contra los abusos del Antiguo Régimen, llevada a cabo por las clases respetables. Tal fue el caso de historiadores liberales como Thiers o Mignet. Para este último, “Cuando se hace necesaria una reforma, y llega el momento de llevarla a la práctica, nada puede detenerla y todo sirve para hacer que progrese” (Rudé, pag 70).

 El gran historiador del decenio de 1840, Jules Michelet, en su condición de demócrata y republicano, veía en la Revolución algo más que una mera operación quirúrgica, para definirla como una explosión espontanea del pueblo contra la opresión de aristócratas y reyes.

 Alexis de Tocqueville, quizás con mayor sagacidad, y al igual que Burke, concedía gran importancia a la influencia de la Ilustración en el proceso revolucionario, pero frente a teorías conspirativas, prefería argumentar que el nacimiento del nuevo orden social vino precedido de un intento de reforma de un mal gobierno, que vino a reconocer que las cosas en Francia eran mejorables.

 ¿Por qué hubo una Revolución en Francia, si las condiciones de los campesinos en Prusia, Polonia o Rusia eran infinitamente más insoportables?.

 Para Tocqueville no fueron las reformas, sino su tardanza las que precipitaron la Revolución: “No por ir de mal en peor cae una sociedad necesariamente en la revolución. Sucede muy a menudo que un pueblo que ha soportado sin queja, como si no las sintiera, las leyes más opresivas, las desecha violentamente tan pronto como se alivia su peso..En la cumbre de su poder, el feudalismo no inspiro a los franceses tanto odio como lo hizo en la víspera de su desaparición. Las más ligeras arbitrariedades de Luis XVI parecían menos fáciles de tolerar que todo el despotismo de Luis XIV” (Rudé, pag. 83).

 La situación de la Francia de 1789, no era precisamente próspera (la bancarrota financiera fue el antecedente de las reformas instigadas por Luis XVI), y ello parece dar la razón, al menos parcialmente, a Michelet.

 Sin embargo, para hacer una revolución se precisaba de algo más que de descontento social y frustración política. Se precisaba, en suma, de una psicología revolucionaria de carácter interclasista que en la década de 1780, según Alexis de Tocqueville, ya había penetrado en Francia. Un léxico común que Voltaire, Montesquieu y Rousseau precisamente otorgaron.

 En palabras de Rudé: “El vocabulario político habitual  comenzó a incluir términos como ciudadano, nación, contrato social y derechos del hombre, a los que pronto habría que seguir el Tercer Estado…a menudo fueron los propios pilares de la misma administración, ministros e intendentes, los que iniciaron  a un público más amplio en en el empleo de estos” (Rudé, pag.90).

BIBLIOGRAFÍA:

RUDÉ, G., (1974), La Europa Revolucionaria (1783-1815), Siglo XXI, Madrid.

 



[1] Profesor Asociado de Sociología, UPNA (Universidad Pública de Navarra)