RESUMEN:
Será objeto de este
trabajo, analizar tres aspectos centrales del pensamiento de Carl Schmitt,
plasmados en varias de sus obras: el ideal democrático, sus críticas
al liberalismo, y lo que él considera como la esencia de lo político.
Estas ideas, son utilizadas por el autor para responder de manera concreta a
los momentos que vive Alemania. El desarrollo de estos aspectos del pensamiento
de Schmitt, tomando como base la obra El concepto de lo político, será
de utilidad para comprender el deterioro de la República de Weimar y el
posterior ascenso del nazismo.
ABSTRACT:
It
will be the object of this work to analyze three central aspects of Carl
Schmitt's thought, reflected in several of his works: the democratic ideal, his
criticisms of liberalism, and what he considers to be the essence of politics.
These ideas are used by the author to respond concretely to the moments that
Germany is living. The development of these aspects of Schmitt's thought, based
on the work The concept of the political, will be useful to understand
the deterioration of the Weimar Republic and the subsequent rise of Nazism.
Carl
Schmitt y la “esencia de lo político”: entre el deterioro de la República de
Weimar y el ascenso del nazismo.
Andrés Policano
INTRODUCCIÓN:
Para comprender estos aspectos del
pensamiento de Carl Schmitt será necesario desarrollar el contexto histórico que
rodea al autor, y comprender las razones de la crisis del modelo constitucional
alemán y el déficit de la autoridad del Estado que se plantea durante la República
de Weimar, producto también de las ideas liberales.
Europa vivió un
proceso de secularización, en donde la legitimidad del Estado empieza a
apoyarse en el pueblo. Critica al liberalismo por buscar una despolitización, y
remarca la esencia de lo político en la distinción de amigo – enemigo (distinción
que, por más que se quiera, nunca desaparece) y en la necesidad de un Estado
con autoridad suficiente para lograr la cohesión interna, bregar por el bien y
la unidad de la sociedad, con la capacidad de determinar a los amigos y enemigos
la amenazan.
El presente trabajo
se compone de, un primer capítulo que se ocupa de contextualizar las ideas de
Schmitt, analizando dos grandes cuestiones en torno a la decadencia de la
República de Weimar. En un segundo capítulo, se desarrolla el pensamiento del
filósofo alemán, focalizando en los tres aspectos mencionados anteriormente (el
ideal democrático, sus críticas al liberalismo y la esencia de lo político).
Luego, en el tercer apartado, se expone el deterioro de la República de Weimar,
junto a uno de los hechos más trascendentes de la historia de Alemania, el
ascenso del Nazismo.
CONTEXTO HISTÓRICO:
Carl Schmitt vive
la crisis de la República de Weimar en Alemania y, a través de sus
teorizaciones, intentará mostrar una solución al difícil momento que atraviesa
la sociedad alemana.
La República de
Weimar fue el régimen político de la historia alemana comprendido entre 1918 y
1933, instaurado luego de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial.
Este periodo democrático se caracterizó por la gran inestabilidad política y
social, en el que se produjeron golpes de Estado militares, intentos
revolucionarios por parte de la izquierda y fuertes crisis económicas.
La decadencia de la
primera democracia parlamentaria alemana puede articularse en torno a dos
grandes temas:
- Una cuestión de
naturaleza político – ideológica, que hace referencia a la gran
diferencia que existe entre el sistema político establecido en Weimar y los
intereses de la sociedad alemana en la posguerra.
La descalificación de la democracia parlamentaria proviene tanto de un sector
de intelectuales y de la burguesía culta, como de los partidos conservadores y
comunistas, que no encuentran razón para legitimar la forma republicano -
parlamentaria de gobierno en cuanto frustra las características esenciales que
han revestido el estado alemán desde su unificación en el siglo XIX. Es
decir, sostienen que existe una vía de evolución política y cultural
específicamente alemana que nada tiene que ver con la evolución política y
cultural que ha caracterizado a los principales países occidentales como
Francia y Gran Bretaña, y que se ha intentado implantar en Alemania a través de
la República de Weimar (Diez Espinosa 1998, 291-292).
- Una segunda
cuestión, de índole socio – económica, que hace hincapié en la crisis
económica y social desatada desde 1929 y la búsqueda de soluciones
antidemocráticas. La convulsión transforma la democracia alemana en un sistema
incapaz de satisfacer las necesidades materiales de la población, que empieza a
abrazar la opción nacionalsocialista, menospreciada años anteriores (Diez
Espinosa 1998, 287-288).
Aquí Schmitt
encuentra el punto de partida, sobre el que desarrollará su teoría. En este
marco se entienden, sus críticas al liberalismo y al parlamentarismo como forma
de gobierno, y el desarrollo de su ideal democrático a partir del concepto de Estado
Total, como un Estado fuerte, presente en todas las esferas de la vida en
sociedad y que ha superado el momento liberal.
EL PENSAMIENTO DE
SCHMITT:
Ideal democrático:
La primera
diferencia que establece Schmitt con respecto a la República de Weimar es la
concepción de democracia, que lejos está de ser entendida como el
principio de deliberación y de la decisión por mayoría que tiene su sentido y
justificación en una determinada etapa histórica, la del Estado liberal – burgués.
Schmitt sostiene
que una decisión puede justificarse a través del principio mayoritario solo
cuando se presupone la homogeneidad de la sociedad, y esta sociedad, por lo
menos para las características reales de Alemania, es pura ficción.
Para él, la
democracia debe entenderse desde la igualdad, no desde la libertad como propone
la concepción liberal burguesa; es decir, la democracia tiene como contenido la
homogeneidad del pueblo. (Schmitt 2009, 16)
El Estado Liberal,
a través de la pluralidad que plantea no hace más que generar una pérdida de la
autoridad del Estado. Contrario a esto, es necesario que el poder esté
concentrado en el Estado; con respecto a ello, lo que destaca Schmitt es el
carácter absoluto y libre de cualquier traba de este poder, para dar lugar a
una decisión firme y clara que asegure la identidad frente a otros pueblos.
(Schmitt 2009, 22-23)
La heterogeneidad
existente en la sociedad alemana es lo que hace necesario que aparezca un intérprete
de la voluntad del pueblo, que asegure la cohesión y la unidad interna.
Esta radicalidad
con la que Schmitt critica los conceptos políticos de la sociedad liberal –
burguesa y su posición decisionista son claves para entender su desarrollo teórico,
respecto del contexto histórico de su obra, y la necesidad de investigar el
momento originario del Estado y buscar en él, el elemento esencial que permite
explicar cómo se forma y cómo se mantiene la identidad del Estado.
Esencia de lo
político:
En la época de
Schmitt era difícil encontrar una definición clara de lo político. En general,
suele utilizarse de manera negativa y en oposición a otros conceptos, por
ejemplo, en oposición a lo religioso, lo cultural, lo económico; el liberalismo
burgués lo que pretende es, justamente, lograr una despolitización.
Schmitt sostiene
que para determinar el concepto de lo político es necesario constatar y poner
de manifiesto las características específicamente políticas. Así como en el
dominio de la moral, la distinción última es el bien y el mal; en lo estético,
lo es la de lo bello y lo feo; en lo económico la de lo beneficioso y lo
perjudicial; la distinción política específica a la que pueden reducirse todas
las acciones y los motivos políticos, es la distinción de amigo - enemigo.
(Schmitt 2009, 56)
El sentido de esta
distinción es marcar el grado máximo de intensidad de una unión o separación,
considerando enemigo al otro, al extraño, al distinto, pero en un sentido
particularmente intensivo. Es decir, el extraño es aquel que pone en riesgo la
existencia misma de la sociedad y, en consecuencia, hay que rechazarlo y
combatirlo para preservar la forma esencial de la vida.
Para lograr esta
unidad nacional y luchar contra el enemigo, considera como óptimo un Estado
Total, arbitrario, que vele por el bien común, ya que la pluralidad democrática
propia de la República de Weimar no hacía más que debilitar la autoridad
estatal haciéndolo más vulnerable.
El Estado, como
unidad política organizada, es quien debe tomar las decisiones y quien decide
quien es amigo y quien enemigo.
Para Schmitt, la
esencia de las relaciones políticas se caracteriza por la presencia de un
antagonismo concreto (Schmitt 2009, 60), es decir, que las palabras y conceptos
poseen un sentido polémico, con la posibilidad de lucha, en última instancia,
siempre presente.
Cuando no se
consigue la unidad política, capaz de regular los partidos que operan en la
política interior, se corre el riesgo de desembocar en una guerra civil,
mientras que el concepto “guerra” será propiamente de la lucha armada entre
unidades políticas organizadas (entre Estados o Imperios).
Como dice Schmitt,
la guerra como tal no es considerada contenido de la política, pero sí constituye
el presupuesto, que está dado siempre como posibilidad real y, por eso mismo es
que no se puede pensar en un mundo apolítico o despolitizado, porque la
política se hará presente cuando cualquier distinción, sea económica, sea
moral, alcance una oposición tal en la cual la lucha se vuelve posible y sea
suficiente como para agrupar a los hombres en amigos y enemigos. Schmitt
utiliza un ejemplo que resulta esclarecedor:
“Una
comunidad religiosa que haga la guerra como tal, bien contra miembros de otras
comunidades religiosas, bien en general, es, más allá de una comunidad
religiosa, también una unidad política” (Schmitt 2009, 67).
Lo que muestra esto
es que si cualquier antagonismo, (económico, cultural o religioso) llegara a
poseer tanta fuerza que determinara por sí mismo la decisión para declarar o
evitar la guerra, sería la nueva sustancia de la unidad política.
De estas ideas
podemos deducir que, sobre el Estado, reposa su carácter político, propio de
una unidad que toma las decisiones, de allí deriva la posibilidad de decidir quién
es el enemigo y combatirlo, buscando lograr una pacificación completa, “paz,
seguridad y orden” (Schmitt 2009, 75). Diferente a lo que viene sucediendo en
Alemania, donde reina la crisis e inestabilidad (Diez Espinosa 1998, 299).
Una vez que el
Estado logra esta pacificación, puede determinar también al enemigo interno y,
de esta manera, evitar una guerra civil que acabe con la unidad política. Pero
la distinción no desaparecería porque siempre existirían unidades políticas con
posibilidades reales de oponerse.
Schmitt menciona en
su obra, que los sistemas que buscaron lograr una universalidad, una paz
mundial, una liga de los pueblos, como por ejemplo la creación de la Sociedad
de las Naciones de Ginebra, no son más que instrumentos ideológicos de un
Estado o colación de Estados dirigidos contra otros Estados, por eso es que
lejos de suprimir la posibilidad de guerras, introduce la posibilidad de nuevos
conflictos (Schmitt 2009, 84-85).
Criticas al
liberalismo:
Si bien es cierto
que el liberalismo no ha negado radicalmente el Estado, ha procurado vincular
lo político a una ética y someterlo a lo económico, creando una división y
equilibrio de poderes,
considerados por Schmitt como un sistema de trabas y controles del Estado,
contraponiéndose claramente con su ideal de Estado Total, que esté presente en
todos los ámbitos de la vida de la sociedad y necesario para terminar con la
guerra interna, y lograr la unidad política.
Se puede decir que
lo que el liberalismo propone con estas ideas es una transformación y
desnaturalización de todas las ideas y representación de lo político, que
apuntan contra el poder del Estado, aportando una serie de métodos para inhibir
y controlar ese poder al servicio de la protección de la libertad individual y
de la propiedad privada. Y todo aquello que amenaza la libertad individual es,
por lo tanto, considerado como algo malo, como dice Schmitt:
“Lo que
este liberalismo deja en pie del Estado y de la política es únicamente el
cometido de garantizar las condiciones de la libertad y de apartar cuanto pueda
estorbarla” (Schmitt 2009, 99).
Así es como el
concepto de lucha se transforma en el pensamiento liberal, en
competencia por el lado económico y en discusión por el lado espiritual. Y la
idea de dominio y poder se convierten en propaganda y
manipulación de masas.
Sin embargo, y como
aclara Schmitt, puede que al adversario no se lo llame enemigo, pero en su
condición de estorbo frente a la conservación del poder económico, se emplearán
todos los medios para neutralizarlo, incluso si es necesario a través de la
guerra, eso sí, acompañado de una oferta propagandística capaz de convertirla
en una cruzada por el bien de la humanidad; pero aunque este sistema se
considere apolítico, estará siempre al servicio de agrupaciones de amigos y
enemigos y, por lo tanto, no podrá escapar a la consecuencia interna de lo político
(Schmitt 2009, 106).
DETERIORO
DE LA REPUBLICA DE WEIMAR Y ASCENSO DEL NAZISMO:
La crisis que
atraviesa la República de Weimar y la gran aceptación a las ideas de
intelectuales conservadores conducen casi de manera sistemática al triunfo de
las opciones antisistema, especialmente a la derecha nacionalista (Diez
Espinosa 1998, 304).
La legitimidad del
parlamento es cuestionada tanto por los nacionalistas como por la izquierda
comunista,
ya para mediados del `20 tan solo el 45% de los diputados respondían a la
ideología de Weimar,
similar a lo que sucede en las elecciones presidenciales en 1925 donde el
candidato de la ideología de Weimar es derrotado, resultando vencedor el
representante de la derecha nacionalista (Diez Espinosa 1998, 305). Esto
evidencia el fenómeno de una Republica sin republicanos.
La irrupción en
1929 de la crisis financiera y bancaria, la crisis industrial y agrícola, la
caída del empleo y las pobres condiciones laborales condicionan aún más a la Republica
y enfrenta cada vez más a la ideología de Weimar, incapaz de resolver la
crisis, con la ideología nacionalista. Este malestar fue aprovechado por el
partido nazi que a través de su maquinaria propagandística influirá
notablemente en el pueblo alemán.
Esta crisis interna
se cierra con la dimisión del gobierno de Muller en Marzo de 1930, lo que
genera la quiebra efectiva de la democracia parlamentaria alemana en la medida
en que el sistema concebido en Weimar deja de tener validez (Diez Espinosa
1998, 310). El Parlamento, órgano soberano de la democracia alemana y expresión
del voto democrático en las urnas, es apartado de la toma de decisiones políticas,
desplazándose la legitimidad de acción política del Parlamento hacia la
Presidencia.
Durante los dos
últimos años de su existencia, la República de Weimar fue gobernada por una
serie de gabinetes presidenciales no parlamentarios. Esta naturaleza semi–
dictatorial del gobierno debilitó a los partidos y consumió la vida del sistema
democrático aún antes de la desaparición formal de la República.
Las ideas de la
revolución conservadora, por todo lo ya mencionado, empiezan a tener mayor
alcance dentro de la sociedad alemana. En este contexto, Hitler y su partido
nacional socialista logran llegar al poder,
en Enero de 1933, como la salvación del pueblo alemán (Diez Espinosa 1998, 311),
poniéndole punto final a la República de Weimar.
La originalidad de
Hitler estriba en la combinación de una fé absoluta en su doctrina y en su
carácter sin fisuras. Su doctrina
estaba basada en, la superioridad del pueblo alemán, y en la necesidad de
conseguir un “espacio vital”.
Cuando el
nacionalismo asumió la dirección del gobierno de Alemania, la situación económica
del país era sumamente difícil: desocupados, empleos precarios, balanza
comercial desequilibrada, etc. Con su llegada mejoró notablemente la condición
física del pueblo alemán: animó la producción, estableció un control de precios
y asumió bajo la responsabilidad del Estado la política financiera de los
bancos, buscó desarrollar la agricultura, y logró la cohesión del pueblo
alemán.
Pero al mismo
tiempo, sus ideas y aspiraciones terminaron llevando a Alemania a la
participación en la Segunda Guerra Mundial (Duroselle 1967, 87-90).
CONCLUSIÓN:
La joven República
pudo haber estado afectada desde su nacimiento por una crisis estructural
permanente, inherente quizás, al peso psicológico y económico de una guerra
perdida, a la falta de una verdadera tradición democrática en el pueblo. La
mayoría de la población nunca le dio, al nuevo sistema constitucional, su apoyo
sincero; el Tratado de Versalles fue rechazado prácticamente por todos los
alemanes.
Esto nos muestra
que las ideas occidentales impuestas no estaban arraigadas en la sociedad. De
hecho, la República de Weimar era vista como una experiencia no alemana que carecía
de vinculación o nexo con la historia del Estado alemán unificado y, por eso
también, es que las ideas de intelectuales conservadores como Carl Schmitt van
a ser bien recibidas por gran parte de la población y servirán de base teórica
para que los nazis lleguen al poder y legitimen su forma de gobierno.
Schmitt fue uno de
los principales ideólogos del Movimiento Revolucionario Conservador de Alemania
y su teorización se basa en la necesidad de instaurar un poder de decisión
adecuado, que termine con la guerra interna, un Estado Total que logre completar
la pacificación dentro del territorio procurando paz, seguridad y orden,
sacrificando incluso de ser necesario, la vida de los hombres en pos de la
unidad política. Esto nunca lo lograría un Estado Liberal, que resguarda y
protege la libertad individual.
Sus ideas, en
cambio, serán puestas en práctica por el Estado autoritario de Hitler que, al
igual que lo que sostiene Schmitt, se opondrá al pluralismo y buscará lograr
una homogeneidad excluyendo o eliminando las diferencias al interior de la
unidad política.
Una vez en el
poder, se puede observar cómo prevalecieron las ideas de Schmitt. Los nazis se
negaron a respetar las reglas del viejo juego político y no se detuvieron ante
nada para lograr el control total a través de este Estado Total, que no cede autoridad,
que busca lograr la igualdad dentro del pueblo alemán, y que determina quiénes
son los amigos, y los enemigos, tanto internos como externos para combatirlos.
REFERENCIAS:
- Schmitt, Carl. 2009. El concepto de lo
político. Alianza Editorial.
- Diez Espinosa, José Ramón. 1998. Investigaciones
Históricas. “La democracia parlamentaria en la República de Weimar”.
Universidad de Valladolid.
- Renouvin, Pierre, y Duroselle, Jean Baptiste.
2000. Introducción a la historia de las relaciones internacionales.
México: Fondo de Cultura Económica. Capítulo VII: Los nacionalismos.
- Duroselle, Jean Baptiste. 1967. EUROPA
de 1815 a nuestros días. Barcelona: Editorial Labor. Capitulo VIII:
Democracias y Totalitarismos; Capítulo IX: La agudización de los peligros y la
Segunda Guerra Mundial.
- Schmitt, Carl. 1934. Teoría de la
Constitución, Revista de Derecho Privado. Madrid.
- Schmitt, Carl. 1990. Sobre el
Parlamentarismo. Madrid: Tecnos.
- Calderón Bouchet, Rubén. 1989. Una
introducción al mundo del fascismo. Buenos Aires: Editorial Nuevo Orden.
Capitulo XII: El Nacionalsocialismo.