Resumen
El
presente artículo trata de establecer un nuevo tipo de surgimiento de
democracia frente al de democracia representativa, como mecanismos vigentes
normalmente usados por las democracias de América Latina, este es la democracia
directa.
Hoy
más que nunca es necesarios conocer los fundamentos para su nacimiento, su
establecimiento y los mecanismos de democracia directa. Así también la
necesidad ciudadana para formar parte de las decisiones de la cosa pública y la
obligación de las instituciones de rendir cuentas de sus actos, como el último
de los logros democráticos.
A
esta nueva democracia directa hay que entenderla, más bien complementaria a un
todo de lo que debe entenderse por democracia, busca una mayor participación
del ciudadano en la configuración de las políticas públicas, la resolución de
problemas de interés general y la obligación de las autoridades e instituciones
públicas de hacer conocer su gestión.
Su
uso como un instrumento no solo ciudadano sino también de quienes ejercen el
poder, como una manera de legitimar sus actos.
Abstract
This
article seeks to establish a new type of emergence of democracy versus the of
representative democracy, as existing mechanisms normally used by the
democracies of Latin America, this is direct democracy.
Today more than ever it is necessary to
know the basics for its birth, its establishment and the mechanisms of direct
democracy. Well as the citizen need to form part of the decisions of public
life and the obligation of institutions accountable for their actions, as the
last of the democratic advances.
This new direct democracy should understand
it, but rather complementary to a whole of what democracy should be understood,
seeks greater citizen participation in public policy settings, the resolution
of problems of general interest and the obligation of the authorities and
public institutions to meet their management.
Its use as an instrument not only citizens
but also of those who wield the power, as a way of legitimizing their acts
LA
DEMOCRACIA DIRECTA:
Por:
JORGE CLEMENTE VELASCO HARO
Como
todos sabemos históricamente para poder alcanzar, casi siempre de manera
gradual cambios normativos en lo social, cultural y sobre este tema
principalmente en los ordenamientos constitucionales que regulan el Estado como
tal, la sociedad ha necesitado generar luchas o exigencias sociales por el
reconocimiento y reivindicaciones de sus derechos. Teniendo como punto de
partida esta realidad histórica es necesario entender que la democracia ha sido
el medio por el cual las luchas sociales han podido gradualmente alcanzar sus
objetivos para el cambio social.
Por
esta afirmación debemos considerar a las luchas sociales como formas de
participación política, una opción y complemento a las establecidas por el
régimen democrático, es decir, deben ser entendidas como participación
democrática desarrollada desde los individuos, como opción a las formas
institucionales de participación que se desprende frecuentemente de la
democracia representativa por la cual se procura formar parte del cambio y
desarrollo social. Son justamente estas formas de lucha social y participación
con el fin de intervenir en las decisiones de interés público el inicio de las
formas modernas de la democracia directa.
Pero
es necesario alejar la concepción individualista “en la que se considera la
sociedad como una sociedad homogénea en la que todos los ciudadanos son libres
y gozan de iguales derechos y obligaciones, desconociendo así las denominadas
sociedades particulares reconocidas e identificas históricamente” (Rousseau, 2002).
La
concepción de la sociedad actual es una concepción heterogénea, que nace por la
conformación de los diversos grupos sociales que por sus orígenes,
convicciones, intereses, objetivos e ideales aportan en esta nueva concepción
de construcción del Estado, por lo que la democracia en la sociedad concebida
como pluralista debe desarrollarse no desde la concepción del individuo como
parte de la sociedad, sino como parte de un grupo social determinado.
Hay
concepciones extremistas de democracia directa como una democracia sin
representantes es decir un gobernarse así mismo, esta forma de participación
democrática generada desde la concepción monista de sociedad, en la que los
diversos grupos sociales excluidas históricamente, vulnerados en sus derechos
debido a la deficiente representación gubernamental exigen una mayor
perfectibilidad en los sistemas democráticos, con una mayor representatividad y
participación en las acciones del gobierno público.
La
democracia directa debe ser concebida como parte de la democracia, por el cual
es posible que los diferentes grupos sociales formen parte del desarrollo de
procesos y de espacios propicios para la toma de decisiones y
representatividad. Dando a la democracia representativa su legitimidad y
reconocimiento al designar, nombrar o elegir autoridades públicas que dirijan a
la sociedad en su nombre y permitan su participación activa en la cosa pública.
El
uso de la democracia directa no es contradictorio a la democracia
representativa sino complementaria a un todo llamado democracia que permite una
mayor y mejor participación ciudadana.
La
democracia se considera como el “fruto de una constante tensión entre el poder
político-representativo, que se identifica con el Estado, y el poder
social-directo que se identifica con el ejercicio de las libertades en función
de la permanente alteridad y oposición” (Ferrajoli, 2005 p.947).
Por lo expuesto la democracia directa y la democracia
representativa se constituyen en componentes necesarios con miras a la
perfectibilidad de una democracia que permita responder a los requerimientos de
la sociedad en constante cambio.
Este constante cambio ha permitido institucionalizar varios
mecanismos democráticos de participación ciudadana formal que se encuentran
clasificados en la democracia directa ordenada, pero hay otras formas de
participación que no se encuentra institucionalizada que se enmarcan en la
democracia contenciosa. Los mecanismos de democracia directa
institucionalizados principalmente son la iniciativa legislativa, la consulta
popular, la revocatoria del mandato y la rendición de cuentas, esta última no
la han implementado en varios países de América Latina.
La democracia directa se la puede definir como un instrumento
político institucionalizado con dos propósitos: 1) Garantiza a la sociedad su
intervención directa en la administración del Estado; y, 2) Permite controlar y
regular la política pública generada desde sus autoridades.
En resumen, podemos decir que la democracia directa es un
mecanismo institucional que busca generar políticas de consenso.
Problemática de los Mecanismos de Democracia Directa en América Latina:
Es a partir de la década de los setentas que se generan en América
Latina que la sociedad organizada empieza a ver más allá de la democracia
representativa como principal forma de participación ciudadana en la política,
en la cual, dentro de un proceso electoral se eligen a través del voto a
quienes los van a representar y son quienes generen la política pública, la
legislan y fiscalizan. Es en esta década que diferentes actores socio-políticos
comienzan a impugnar a la democracia representativa argumentando que esta
limita su accionar político únicamente a los procesos electorales, frente a
esto, por la presión ejercida, varios países de la región incluyen en su legislación
constitucional varios mecanismos de democracia directa con la intención de que
el ciudadano no limite su accionar político a la delegación a través del voto
del ejercicio, de la función pública, sino que vaya más allá, con la capacidad
de incidir permanente en la cosa pública.
Pero a pesar de que casi todos los países de América Latina
reconocen diferentes mecanismos de democracia directa constitucionalmente, la
demanda ciudadana de sus uso tiene variabilidad, en unos países su uso tiene
mayor frecuencia que en otros, esto se debe sin menor a duda del origen de
donde nace la iniciativa para el uso de estos mecanismos, la iniciativa puede surgir
desde los gobernantes como también desde los gobernados.
Generalmente cuando los mecanismos de democracia directa son
usados por los gobernantes se debe a la existencia de crisis sociopolítica al
interior de los Estado. Por lo que estos mecanismos en manos de los gobernantes
pueden debilitar las democracias de América Latina ya que acentúa el
verticalismo gubernamental y la delegación.
Por lo expuesto el interés del presente artículo se centrará en
fundamentar el nivel de recurrencia de los mecanismos de democracia directa
cuando nace desde los gobernados y su marco teórico que permite un correcto uso
de estas herramientas en manos de los ciudadanos.
En este marco teórico se puede establecer tres variables que
guardan relación directa con la forma de cómo están diseñados los mecanismos de
democracia directa respecto a los espacios de toma de decisiones
institucionales y cuál es la apertura hacia los gobernados para que estos
últimos tomen o no esta iniciativa
1) El diseño institucional para el uso de los mecanismos de
democracia directa:
Es importante establecer que la construcción institucional debería
estar diseñada para agilizar y facilitar los procesos en los que los actores en
su rol ciudadano o como organización política social han llegado a pactos y
alianzas colectivas para satisfacer sus demandas. Es decir, el diseño
institucional debe tener un mínimo efecto de la estructura formal en la que
están encuadradas las restricciones institucionales, con sus respectivas
peculiaridades que la ciudadanía o las organizaciones político- sociales deben
salvar cuando requieren el uso de los mecanismos de democracia directa.
Para decirlo de otra manera que tan accesible es la institución en
términos de costo beneficio, para los actores políticos y que incentivos
determinan la toma de la decisión de los gobernados de recurrir o no a sus
instancias. Lo que repercuta en que tan funcionales o no se comportan las
instituciones cuando la ciudadanía demanda su uso.
Es importante configurar instituciones políticas para la
democracia directa, que permitan la interacción entre los ciudadanos y el
sistema político, pero muchas veces en América Latina los diseños
institucionales de los países que la conforman paradójicamente no encuentran la
correspondencia con la necesidad real de orientación del comportamiento
individual hacia propósitos colectivos que realmente permitan consolidar las
demandas sociales y el interés general.
En estos casos se “hace evidente el interés
político de las instituciones en ejecutar y perpetuar el principio neo
institucionalista según el cual, las instituciones como estructuras buscan
siempre mantenerse a lo largo del tiempo, para ello se plantean un objetivo
primordial que consiste en fortalecer el perfil de los valores que moldean el
comportamiento ciudadano, con el único fin de que recíprocamente, ese
comportamiento ciudadano les permita perpetuarse como institución (Peters,
2003)
2)
La cultura política para el uso de los mecanismos de democracia directa:
La
cultura política está directamente relacionada con el conjunto de valores
específicos y el conocimiento que tiene la ciudadanía respecto a la cosa
pública dentro de cada país, lo que influirá como un factor explicativo del uso
de los mecanismos de democracia directa.
El
grado de cultura política guarda estrecha relación con la formación política, no
solo del ciudadano como tal sino también de las organizaciones
político-sociales, estas últimas como motivadoras para el uso de los mecanismos
de democracia directa.
La
cultura política es esencial para la participación ciudadana porque permite
establecer la orientación y forma que la ciudadanía asume respecto al sistema
político. “Es posible discernir el tipo de posición política asumida por la
ciudadanía, a partir de la confluencia y continuidad de un conjunto de diversas
orientaciones de tipo afectivo, cognitivo y evaluativo respecto del sistema
político y administrativo así como desde el propio rol del sujeto político en
tanto miembro de ese sistema político (Almond y Verba, 2001).
3)
El capital social para el uso de democracia directa:
Es
necesario conceptuar el capital social como “las redes sociales y normas de
reciprocidad y confianza que surgen de ellas. Las redes las redes y relaciones
son valores que inciden sobre la productividad individual y colectiva, la
diferencia entre el capital físico o humano y el social radica especialmente en
que éste último resalta los beneficios de una sociedad unida con redes y
relaciones recíprocas (Putman,1993).
El
capital social influye en el modo en cómo se actúa en determinadas situaciones,
especialmente en crisis.
El
capital social consiste en el impulso históricamente almacenado por una
sociedad a partir de la acción organizada de sus miembros, individual y
colectivamente, sobre la base de determinadas normas sociales de cooperación,
la interiorización de varios valores y la existencia de un tejido social,
permitiendo tal capital social una mayor eficacia en la consecución del
bienestar social.
El
capital social es determinante, puesto que se encuentra formado por las redes,
las normas y la confianza que permiten a sus participantes actuar juntos más
efectivamente para alcanzar objetivos compartidos; lo que nos hace poder decir que,
a mayor capital social en la ciudadanía, mayor posibilidad de contemplar
mecanismos de democracia directa a través del cual es posible alcanzar
objetivos comunes.
CONCLUCIONES
Es
indiscutible que para el uso de los mecanismos de democracia directa es
necesario contar con una normativa efectiva y oportuna que garantice la integridad
de la participación ciudadana. De lo dicho es importante establecer que el
diseño institucional es en este momento, la principal variable para el uso de estos
mecanismos, frente a la cultura política y al capital social.
Los
mecanismos de democracia directa han sido generalmente utilizados
mayoritariamente por los gobernados como una institución formal que contribuye
a contrarrestar la conflictividad político-social. Para el caso de los sujetos
sociales, en cambio su importancia tendría que ver en cuan viable o inviable en
términos de beneficio puede resultarles emprender una iniciativa de democracia
directa y más aún cuando nuestras ciudadanías tienen en muchos casos muy poca
conciencia frente a sus obligaciones y deberes para desempeñar su rol como
sujetos políticos (dentro de las agrupaciones político-sociales).
En
resumen, podemos decir que el diseño institucional es el que tiene mayor peso a
para la iniciativa de mecanismos de democracia directa cuando se trata de
recurrencia ciudadana como variabilidad de un país frente a otro en América Latina.
Con un menor peso tenemos el grado de cultura política ciudadana, la misma que
si se encuentra disminuida difícilmente podrá consolidar aspiraciones,
propósitos y planes asociativos que le permitan alcanzar metas colectivas
relacionadas con el mismo capital social.
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