BEYOND
THE WAR ON TERROR: DISCUSSING THE ETHICS OF SELF-DEFENSE.
MÁS ALLA DE LA GUERRA CONTRA EL TERROR:
DISCUTIENDO LA ETICA DE LA AUTO-DEFENSA COMO CONCEPTO CENTRAL
Maximiliano Emanuel Korstanje*
Profesor de Economía Social, Universidad de Palermo
Dorrego 169, nivel 2, apartamento F
Buenos Aires, Capital Federal 1414, Argentina
Correo electrónico: mkorst@palermo.edu
*Autor correspondiente
Kenneth David Strang
CEO APPC Research y Profesor de Negocios y Economía, Universidad
Estatal de Nueva York
Centro Regional de Educación Superior, 640 Bay Road, Queensbury,
NY 12804, EE. UU.
Tel: +1 518 792 5425
Correo electrónico: Kenneth.Strang@gmail.com
Abstract
In this study
the authors adopted a post-positivist research design philosophy to explore the
likelihood that Americans would support extreme self-defense policies like
torture, reducing human rights or banning Muslims to fight against global
terrorism, especially after 9/11 and in light of the Trump conservative
government. The authors grounded their research questions into the literature
to form hypotheses in a correlational design strategy which they tested using
nonparametric statistics. They collected opinions from 3213 Americans during
2016-2017 about applying extreme self-defense tactics to combat global
terrorism and how these opinions contrasted between those holding a
conservative versus liberal or other individualistic socio-political ideology.
The surprising results were that American citizens did not unanimously endorse
banning Muslims (only 30% supported the policy and 6% were undecided) but the
majority (51%) of participants sanctioned torture as a self-defense to combat
global terrorism.
Key Words:
Terrorism, Fear, Self-defense, Muslim World, Ethnocentrism
Resumen
En este estudio adoptamos una filosofía de diseño de investigación
post-positivista para explorar la probabilidad de que los estadounidenses
apoyen políticas extremas de autodefensa como la tortura, la reducción de los
derechos humanos o la prohibición de los musulmanes de luchar contra el
terrorismo global, especialmente después del 11 de septiembre y teniendo en
cuenta Trump gobierno conservador. Fundamentamos nuestras preguntas de
investigación en la literatura para formar hipótesis en una estrategia de diseño
correlacional que probamos usando estadísticas no paramétricas. Recopilamos
opiniones de 3213 estadounidenses durante 2016-2017 sobre la aplicación de
tácticas extremas de autodefensa para combatir el terrorismo global y cómo
estas opiniones contrastaban entre quienes tenían una ideología conservadora
versus liberal u otra individualista. Los sorprendentes resultados fueron que
los ciudadanos estadounidenses no respaldaron unánimemente la prohibición de
musulmanes (solo el 30% apoyó la política y el 6% no se decidió) No obstante,
dentro de los liberales, la mayoría si respaldaba el acceso de los musulmanes
en las fuerzas de seguridad que luchan contra el terrorismo. A su vez, la
mayoría (51%) de los participantes sancionó la tortura como una defensa propia
para combatir el terrorismo global.
Palabras claves: Terrorismo, miedo, auto-defensa, Mundo musulman,
etnocentrismo.
INTRODUCCIÓN
Aun cuando, entre 2016 y 2017 el mundo ha sido testigo de un
aumento significativo en el número de ataques terroristas, ahora afectando a
países centrales como Bélgica, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, no menos
cierto es que mientras el terrorismo continuó en las regiones
de Medio Oriente y África nororiental, los países occidentales han
mantenido cierta inmunidad. Las organizaciones terroristas como ISIS y Boko
Haram adoptaron una estrategia radicalmente mucho más violenta que Al-Qaeda, en
lo cual se asume que han surgido nuevos grupos jihadistas que vulneran la
integridad de turistas, periodistas y contratistas con el fin de promover su
ideología y sus objetivos (Strang, 2015 a). La evidencia es clara a
grandes rasgos, la mayoría de los terroristas se encuentran relacionados al Islam,
aunque por si misma la religión no es un factor decisivo en el proceso de
radicalización del terrorista. Por ese motivo, es importante notar que los
activistas radicalizados representan una pequeña porción del mundo islámico ya
que casi una cuarta parte de las personas en el mundo son
musulmanes (Strang & Alamieyeseigha, 2017). Lo que es
peor aún, en Estados Unidos algunos grupos de derecha apuntan al mundo musulman
como la cuna de futuros terroristas sin ninguna base científica. La figura del
Otro no europeo comienza a nutrirse de una imagen negativa dentro de los
programas televisivos (Howie 2010; Korstanje 2017). A raíz del temor que
despierta el terrorismo y las incansables demandas por mayor seguridad, algunos
países han adoptado una ideología, o forma de gobierno restrictiva, y políticas
radicalizadas donde la tortura y la prohibición de ciertos derechos
inalienables e individuales se han hecho carne. La llegada de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos y sus promesas de legalizar la tortura para
luchar contra el terrorismo, como asi también el “Muslim-ban”, limitaciones de
visa a ciertos colectivos musulmanes desencadenaron un acalorado debate en los
últimos meses. El terrorismo descansa sobre un difícil dilema moral.
Sabiendo que el ataque es inminente pero no teniendo información sobre cuando y
en que lugar será, el gobierno se ve envuelto en un problema filósofico: disponer
de la tortura puede salvar vidas, pero viola los derechos procesales vigentes.
No usarla puede permitir un número mayor de víctimas. La tortura, fundamentan
aquellos que la defienden, permite salvar vidas de inocentes, empero no hay
certeza de ello. En el segundo caso, es posible que los efectos sobre la
población civil sean devastadores como asi también en sus instituciones. Ello
ha despertado el interés de los intelectuales y escritores sobre el uso de la
tortura como mecanismo preventivo. Durante décadas, los acádemicos no han
llegado a un consenso respecto de si la tortura, o su total prohibición son suficientes
en la lucha contra el terrorismo (Sunstein, 2005). Si bien la tortura se
encuentra limitada dentro de la jurisprundencia legal moderna, existen hoy día
algunas controversias respecto a su regulación.
En este sentido, es importante notar que se han publicado diversos
estudios en la literatura especializada respecto de las motivaciones y los
procesos emocionales-cognitivos que confluyen en la mentalidad de un
terrorista. No obstante, hoy dos escuelas pugnan por imponer sus propios
paradigmas y tesis centrales. Sin miedo al error se puede decir que existen dos
polos enfrentados. Mientras algunos especialistas centran su atención en los
efectos negativos del terrorismo, y a su vez a las reaciones defensivas
extremas dentro de la misma sociedad que es blanco de esos ataques (Huntington
1997; Kagan 2004b; Staub 2011; Chester en al., 2007), otros aluden al
terrorismo como una construcción ideológica no muy diferente a la
delincuencia moderna, lo cual sugiere que los poderes dominantes hacen del
terrorismo la excusa perfecta para intervenir directamente en cuestiones que de
otra forma les serían inexpugnables (Chomsky 1987, Bernstein 2005, 2015,
Skoll 2016, Korstanje 2017).
Dentro de las ciencias sociales, la sociología y la politología
han sido dos de las disciplinas que más atención le han prestado al fenómeno.
Para otras disciplinas como la psicología, el terrorismo es producto de un
profundo e histórico resentimiento o frustración que se canaliza por medio de
la violencia. Es asi que algunos psicólogos ven el terrorismo como una
enfermedad patológica que afecta no sólo a ciertas organizaciones sino a la
sociedad entera. Jacques Derrida define el terrorismo como una suerte
de síndrome autoinmune que afecta la ficticia de las instituciones,
mientras que Habermas profundiza en la naturaleza semiótica del terrorismo
como una patología derivada en el proceso comunicativo (Borradori, 2013). En
los últimos años, los estudiosos llegaron a la conclusión que los terroristas
no son necesariamente psicóticos, o personas con desequilibrios mentales importantes,
sino simplemente ciudadanos que experimentan un proceso de radicalización en
donde sus sentimientos de frustración son despojados de toda empatía y
dirigidos hacia un colectivo común, bajo la lógica de nosotros vs. Ellos (McCauley
& Moskalenko 2008; 2011).
Lo anteriormente expuesto, sugiere una pregunta por demás
particular, ¿es el terrorismo un fenómeno individual o colectivo de índole
global?, ¿que función cumple la globalización en el cultivo de una personalidad
que es proclive al terrorismo?
Por desgracia, los investigadores no llegan a un acuerdo respecto
de si la ética, la cual indica que es o no correcto, pueden proteger a la
ciudadanía de una forma radical de violencia que mine por dentro las
instituciones democráticas de una sociedad. Dicho dilema sugiere que los
ciudadanos comunes están educados para pensar que los terroristas son malos
porque actúan más allá de las fronteras éticas, y que al hacerlo, entonces se
entiende que el Estado puede ir por fuera de la ley. En segundo lugar, la
teoría fundamenta que el grado de violencia por parte del estado –en el caso de
la tortura- debe ser proporcional al potencial daño que el terrorismo pueda
causar. La idea de la inmediatez y los efectos potencialmente destructivos de
un ataque terrorista –en contra de una población indefensa- presionan al estado
para actuar en forma preventiva. No obstante, hasta que punto determinada
amenaza puede concretarse o mantenerse sólo en el imaginario colectivo es el punto
clave en esta discusión. Si en la guerra el asesinato es aceptable porque los
dos bandos se encuentran en igualdad de condiciones, en el ataque terrorista,
la víctima no se encuentra a la altura de las circunstancias. En la mayoría de
los casos, las víctimas no forman parte directa del conflicto. Lo cierto es que
la radicalización de las instituciones democráticas en contra del terrorismo no
sólo empeora el problema, sino que pone al sistema democrático en jaque. Un
trabajo interesante sobre el tema a cargo de Coons y Weber (2016),
sugiere que la idea de auto-defensa no es suficiente para la legalización de la
tortura.
En este artículo discutimos críticamente la literatura
especializada para contraponer aquellos aspectos importantes que gradualmente
lleva a una sociedad democrática a legalizar y a aceptar la tortura como
instrumento legitimo de auto-defensa frente al terrorismo. Cabe mencionar
llegado el caso, que la guerra contra el terrorismo (ingles, war on terror) fue
un término acuñado por G. W Bush luego del 11 de Septiembre de 2001. En esa
ocasión, Bush hizo mención a la necesidad de democratizar el mundo ayudando a
aquellos países aliados a fortalecer sus instituciones, pero tomando
intervención directa en aquellos que hostiles a Washington albergan a los
grupos fundamentalistas. Estos estados, los cuales en otras presidencias se les
había llamado rogue states, representan una amenaza directa contra los
Estados Unidos. Por ese motivo, Bush entiende que la misión divina de los
Estados Unidos es luchar contra el eje del mal, comprendiendo a
Afhganistan, Iraq, y Corea del Norte. Dicha rétorica no sólo se ha hecho
dominante en parte de la prensa y los medios masivos de comunicación, sino que
ha posibilitado el acceso de Donald Trump a la presidencia.
En retrospectiva, el presente estudio versa en el estudio de esa
opinión pública estadounidense que demanda mayor seguridad. Comprender la
manera en que los estadounidenses perciben al terorrismo y el rol que juega la
teoría de la auto-defensa en ese proceso, son dos de los objetivos de la
presente investigación. La muestra ha hace extensiva a miles de ciudadanos con
el fin último de decifrar el proceso cognitivo por medio del cual el terrorismo
se ha transformado tanto en una amenaza, como en un espectáculo narrativo y
mediatizado a todo el mundo occidental.
REVISIÓN DE LITERATURA
El concepto de auto-defensa denota la idea o el derecho de una
persona, grupo de personas o comunidad a defenderse frente a un ataque externo.
Para que el concepto sea legalmente aceptado, la auto defensa debe ir
acompañada por la preemcion, lo cual significa que el ataque adquiere un
carácter inminente, disruptivo y peligroso. Uno de los dilemas éticos –más
intricados- parece ser la aceptación de ciertas practicas violentas que
vulneran los derechos individuales para proteger lo que los especialistas llaman
soberanía nacional, o seguridad nacional (Sunstein 2003; Bellamy 2005;
Gray 2007; Skoll & Korstanje, 2013). Cabe mencionar que meses después
del ataque al World Trade Center, la sociedad estadounidense recibía el apoyo
mundial de otras otras naciones democráticas en la solidaridad por el evento.
El clima de dolor por la pérdida de más de tres mil civiles incocentes cambia
cuando los Estados Unidos decide de forma unilateral inervenir militarme en
Iraq bajo pretexto de que dicho país escondía armas de destrucción masiva. Esta
idea preemptoria, estaba asociada a la estrategia de la administración Bush de
utilizar a la amenaza del terrorismo como una excusa para ganar las elecciones.
En este contexto, la doctrina del principio de
precaución (o precautionary principle) parecía ser legitimada por la
opinión publica estadounidense en vistas de una amenaza real o inminente, aun
cuando había qienes se opinian a la invasión a Iraq. Los jurisperitos advierten
que el terrorismo no sólo diluye los resortes éticos de la democracia
subordinándolos a la necesidad obsesiva por mayor seguridad, sino que también
divide a la ciudadanía en dos. Por un lado, se da un sentimiento general de
conservadurismo que respalda algunas estrategias extremas de autodefensa como
por ejemplo la tortura, y la suspensión de las garantías constitucionales. Por
ejemplo, los radicales conservadores conocidos
como 'Radcons' exageraron las probabilidades de que Iraq facilitara
material para frabricacion de bombas a grupos radicalizados, mientras que sus
críticos aducen que no existían pruebas fehacientes de tal trama (Kagan, 2004 a; Weisberg, 2008; Korstanje,
2017). En forma complementaria, la doctrina precautoria no ha sido suficiente
para frenar las críticas internacionales y los cuestionamientos de otros
países por la decisión de Bush de invadir una nación independiente. La supuesta
tesis precautoria sugiere que la amenaza viene desde fuera del estado nacional,
cuando en realidad los servicios de inteligencia tenían información clave que
la mayoría de las células terroristas operaban desde el corazón de los estados
nacionales europeos. Despues de ello, es importante resaltar que la democracia
no es inmune al terrorismo, de la misma forma que no todos los estados
no-democraticos operan en favor del terrorismo (Simon 2007; Altheide,
2006; 2007; 2009; Skoll 2007; 2011).
La guerra contra el terror despertó el interés de muchos
académicos movidos también por la necesidad de estudiar la forma en la cual el
terrorismo destruye, o afecta las barreras éticas de una sociedad. Como bien
observa Lisa Stampnitzky (2013), en los días donde el miedo prima como valor de
cambio, la irracionalidad se ha hecho carne de los discursos políticos. El
terrorismo no sólo apela a un sentimiento de miedo por parte de la ciudadanía,
la cual no sabe cuando ni donde será el próximo ataque, sino que mina el propio
concepto de representación política. La lucha contra el terrorismo permite
políticas que de otra forma no serìan viables, como ser la asignación de
recursos, partidas presupuestarias en pos de una sociedad más segura. Según Coons
y Weber (2016), la imposición de falsas urgencias puede conducir
a una justificación ideologica, donde los derechos humanos quedan suspendidos.
Ello es muy peligroso para la sociedad demócratica. En este proceso, el
ejecutivo asume tareas de centralización que invade e interpela los otros
poderes. Como bien Coons y Weber advierten, la violación de los derechos
humanos en nombre de la seguridad nacional es una pieza clave y común en
aquellas sociedades aterrorizadas por el terrorismo. Dadas las condiciones, la
ética queda subordinada a la decisión política, o por lo menos a la opinión de
una mayoría. Para los analistas políticos es sumamente difícil poder discernir
hasta que punto la necesidad a la auto-defensa, la cual concentra las
voluntades de mayorías civiles, puede racionalizar (legalizar) el uso de la
violencia por parte del estado que por defecto llevase a una violación en las
garantías constitucionales. El Acta Patriotica, por lo menos, así lo demuestra.
Empero ¿que hacer si la ciudadanía legitima dicha invasión?
El principio democrático se inviste en la voz del pueblo, pero eso
no significa que este no se mueva por objetivos equivocados, o simplemente
caiga en el error. Para ello, las instituciones desarrollan pesos y contrapesos
tendientes a equilibrar la circulación de poder dentro del sistema político.
Sin lugar a dudas, el 11 de septiembre aceleró una crisis política
y social dentro de los Estados Unidos, cerrando no sólo su economía sino sus
fronteras. El “Otro no occidental” comenzó a ser visto con desconfianza, terror
y hasta perseguido por los diferentes órganos de control del estado. La
tecnología usada en la mayoría de los casos para espiar a otras naciones, o
incluso a sus propios ciudadanos, puso a la cresibilidad de las
administraciones Bush y Obama en jaque. En contraposición, todas estas medidas
parecen haber sido inútiles frente a los grupos radicalizados, los cuales
siguen operando con mayor virulencia (Strang 2015ª). Las ciencias sociales
desde el 9/11, no se han mantenido indiferentes. De la mano de sociólogos y
antropólogos, se dieron diferentes debates tendientes a resaltar el rol de la
ética como constructor de otreidad, de derechos hacia aquellas minorías étnicas
que eran perseguidas por los controles fronterizos. Aquí la figura del
extranjero como otro no deseado, se asocia en forma simple a la presencia de
grupos que pueden atentar contra los Estados Unidos. Definido como una entidad
peligrosa en lo potencial, la incertidumbre dentro de la sociedad mina desde dentro
la arquitectura del andamiaje social (Coons & Weber 2016). Es importante
revisar las principales teorías que giran en torno al terrorismo debido a que
muchas de ellas tienen fallas o se basan presupuestos falsos. En algunos casos,
la literatura especializada pasa por alto la importancia de la
ética en la lucha contra el terrorismo, a la vez que ignora que la percepción
grupal puede ser manipulada políticamente. La nocion de autodefensa no sólo adquiere
un abordaje multidisciplinar pues ella misma depende de muchos factores, sino
que sigue siendo muy difícil de comprender. Esto representa un serio
riesgo para la gobernabilidad y la estabilidad política
derivada porque el imaginario social es altamente maleable. Desde cierta
perspectiva, las narrativas de la auto-defensa disorcionan el sentido de
realidad aumentando paradójicamente los riesgos a un ataque terrorista. Al
margen de las probabilidades reales, nos movemos en el mundo acorde a nuestras
propias subjetividades y percepciones. A partir de nuestra individualidad, la
percepción nos vincula al mundo. No obstante, no menos cierto parece ser que
los procesos cognitivos que la forman se articulan en torno a narrativas,
discursos e incluso prejuicios que modifican las conductas individuales. El
terrorismo, en los últimos años, ha subertido ciertos valores. Por ejemplo,
cuando los militares estadounidenses asesinan involuntariamente a victimas
civiles durante una incursión en Oriente Medio, la opinión publica
estadounidense justifica dicho acto en nombre de la seguridad nacional. Ello
sugiere una pregunta por demás particular, ¿por qué el asesinato de los otros
que no forman parte de la sociedad es considerado un mal menor, ajeno al
cuestionamiento ético mientras que el ataque terrorista es demonizado como un
acto de extrema maldad?, ¿porque las victimas no tienen el mismo valor para la
sociedad?
Asistimos entonces a un interesante debate entre
los investigadores con respecto al dilema ético que consiste en prohibir
los derechos humanos de los ciudadanos cuando una sociedad declara el
estado de emergencia o un potencial peligro. Puesto el mismo problema en otros
términos, cada persona es consciente cuando es moralmente responsable de sus
actos (McMahan 2016). Partiendo de la base que sus derechos terminan donde empiezan
los de otro ciudadano, el estado y la ley deben ser garantes de una existencia
pacifica. Con dicho argumento en mente, el principio ético de la autodefensa se
adentra en un terreno inexplorado que es el de la auto-determinacion a la
gobernabilidad (Itsuka 2016). Cada estado decide las condiciones de civilidad,
hecho por el cual aquellos que no forman parte de ese estado, como los
migrantes, pueden quedar sujetos a tratos inhumanos. Con el terrorismo la
discusión se complica pues se entiende que no se puede juzgar a otros, mucho
menos quitarles sus derechos por riesgos infundados que no se concretan en
forma fehaciente. El supuesto complot de S. Hussein y la inexistencia de armas
de destrucción masiva son prueba de lo expuesto. El terrorismo opera bajo la
idea de contingencia, es decir de un riesgo hipotético que no ha tenido lugar.
Quitarles sus garantías individuales a ciertas personas en pos de un riesgo
imaginado puede ser el principio de una nueva jurisprudencia que confronte con
la jurisprudencia romana, debido a que ningún ciudadano puede ser juzgado por
un crimen que no ha cometido aún (Korstanje 2017).
Otro aspecto importante en la discusión es el papel de las
emociones humanas como distorsionantes en el proceso de racionalidad. A la vez
que ciertos riesgos son exagerados, otros que pueden hacer colapsar a la
comunidad se ven de poca importancia. Retornando al concepto de auto-defensa,
advierte Alexander (2016), la necesidad, la propocionalidad y la retirada son
las condiciones separadas necesarias para activar el derecho de
defensa propia. La proporcionalidad se asume como la cantidad de
fuerza que debe aplicarse para evitar cierta amenaza mientras la
necesidad indica que una amenaza genuina es inminente, por lo que una
autodefensa, si está justificada, evita o advierte el
peligro (Alexander, 2016). Finalmente, el concepto de
retirada refuerza la importancia de retirarse del entorno hostil emprendiendo
o no un ataque preventivo (Otzuka, 2016). En este contexto, Fishback
(2016) sugiere que los estados pueden cooperar con otros estados para fomentar
un clima de prosperidad y seguridad aun cuado ello quede sujeto a algunas
complicaciones. Si un estado vulnera las libertades de sus propios ciudadanos,
¿como debe reaccionar el otro estado aliado?
Una respuesta prágmatica advierte que en la mayoría de los casos
los estados hacen caso omiso a los actos de violencia perptrados por sus
aliados. En otros, por el contrario, que las intervenciones deben estar
racionalmente justificadas evitando la demanda de políticas populistas
(Fishback 2016). Lazar (2016) por su parte, critica la tesis de que los
ciudadanos civiles que no entran en el conflicto carecen de total
responsabilidad por las acciones de sus estados. Ello sugiere que entonces los
terroristas pasivos son inocentes mientras los activos culpables. Como
argumenta Lazar, existen muchas personas que potencialmente pueden ser
terroristas sin saberlo, no menos cierto es que la distinción combatiente vs.
No combatiente como baluarte discursivo oscurece más de lo que aclara. Si hay
un terrorista, lo más probable es que existan otros, pero la comunidad no lo
sabe y-o no lo quiere saber. En la mayoría de los casos, se da cierta
indiferencia en la comunidad hasta que lo peor sucede. El terrorista surge
entonces como una figura a ser demonizada, pero ¿es la comunidad igual de
responsable o no?. Lo que es peor aun, ¿puede la comunidad acusar a un futuro
terroristas sin pruebas de que este planeando un ataque?
Lazar advierte que toda decisión individual queda sujeta a una
volición colectiva, y en tal caso, se debe objetar las responsabilidades
individuales en la guera, una acción colectiva donde matar se hace legal.
Cuando se protege a un terrorista cada ciudadano hace una elección ética,
empero lo mismo sucede cuando el estado toma la decisión de intervenir en un
estado soberano o suspender una garantia. La teoría liberal parece ambigua en
este sentido asumiendo que la ética puede ser modificada según los intereses de
la mayoría. Pues entonces, estamos en condiciones de afirmar que la ética jamas
puede quedar subordinada a la decisión política, individual o colectiva (Lazar
2016; Alexander, 1976; McMahan, 2009; 2010). La ley puede ser
modificada por los hombres, la ética es constitutiva de su entidad como
hombres. De hecho una gran cantida de ciudadanos occidentales no se hacen
responsable de los actos de guerra de sus estados, convencidos de que pagando
impuestos, educando a sus hijos y trabajando son buenos ciudadanos (Korstanje
2017). En este contexto, el acto terrorista interpela a la sociedad con la
pregunta ¿porque nos hacen esto a nosotros? En la sociedad liberal existe la
creencia extendida (pero falsa) de que los terroristas odian a las sociedades
occidentales por su prosperidad y la fortaleza de sus instituciones. Estas
voces ignoran que la mayoría de los terroristas son nativos de las sociedades a
las cuales atacan.
Aclarados estos puntos, nos es urgente analizar críticamente la
doctrina del mal menor, la cual defendida por Michael Ignatieff (2013),
enfatiza en la necesidad de legalizar la tortura para evitar el avance del
terrorismo. En forma polémica, Ignatieff argumenta que el sentido de la ley es
la protección de los individuos. Cuando existe una amenaza interna, el estado
debe reaccionar movilizando sus recursos materiales y bélicos con el fin de
controlar la gobernabilidad. El terrorismo, escribe Ignatieff, no sólo destruye
la democracia sino el principio de civilidad. Por ese motivo, la ley debe
permitir el uso de la tortura como forma temporal de coaccion por el bienestar
de todos (Ignatieff 2013). La teoría del mal menor enfatiza en la tortura como
un instrumento que revela cierta información vital para que el estado puede
prevenir el ataque. La figura preventiva juega asi un rol vital en la
configuración democrática. No obstante, Ignatieff pasa por alto la critica que
ha recibico la tesis preemptoria por parte de los juristas estadounidense. Sin
ir más lejos, Cass Sunstein (2005) analiza el andamiaje jurídico de la sociedad
capitalista y las limitaciones de la teoría preventoria. En parte, los sujetos
ceden frente a sus emociones y a hacerlo nublan su juicio crítico. Como
resultado, cada decisión puede ser la incorrecta y llevar a miles de ciudadanos
a una muerte segura. Por ese motivo, es importante adoptar la objetividad y la
racionalidad de la cadena de expertos quienes en cooperación con los
gobernantes deben alcanzar la mejor decisión posible. En ocasiones, ignoramos
ciertos riegos de alta probabilidad mientras que otros –los cuales apelan a
nuestra emocionalidad- son magnificados. En consecuencia, los estados deben
evitar posiciones populistas respecto al manejo de riesgos y a la demanda
incesante de mayor seguridad por parte de la ciudadanía. De cierta manera, es
imposible concebir una sociedad de riesgo cero como humana como defienden los
adherentes a la tesis preventoria. Obviamente, las sociedades democráticas
tienen mayores posibilidades de lidiar con los riesgos que las totalitarias
debido a que los temas son debatidos desde la esfera pública por varios actores,
pero eso no evidencia que ciertos grupos de presión hagan lobby para lograr sus
objetivos (Sunstein 2005). En ciertos contextos, los miedos desmedidos puede
incluso afectar seriamente el funcionamiento de una democracia consolidada. Los
analistas deben evitar caer en la quimera de la tesis preventoria o el
principio de precaucion (Sunstein 2005; Strang 2013; 2014).
Por último pero no por eso menos importante, el filósofo francés
Jean Baudrillard (2005) trae a colación a la película Minority Report donde
la policía apoyada por videntes (precogs) puede predecir el futuro y evitar el
crimen antes que éste suceda. En esta sociedad futurista se alcanza un clima de
riesgo-cero pero alterando la jurisprudencia legal vigente. Baudrillard compara
a esta sociedad con la sociedad capitalista, admitiendo el peligro de aceptar
los riesgos como entidades reales. El riesgo nunca tiene entidad ontológica
fuera del futuro que le da forma. El riesgo no sólo no sucede, sino que puede
no suceder jamás. Aquellos quienes controlan el futuro, puede dominar la
voluntad del individuo, sus derechos y sus garantías en el presente,
Baudrillard concluye de manera brillante (Baudrillard 2005; 2006).
La lucha contra el terrorismo global
en tiempos de crisis.
Durante los últimos años, para ser más precisos después de la
crisis en el mercado de valores que se produjo en 2008, los especialistas se
preguntan sobre papel de los Estados Unidos como policía del mundo (Williams, 2016). De
hecho, los números muestran lo que algunos investigadores temían, que la
demanda incesante de seguridad tiene un efecto negativo en el presupuesto de
defensa. En consecuencia, Suri y Valentino (2016) se preguntan hasta
que punto la tesis pragmatista es hoy sustentable, o porque los Estados Unidos
deben gastar sus recursos financieros para proteger países que gozan de
autonomía monetaria y política. La respuesta no parece simple. Lo cierto es que
Estados Unidos ha asumido un compromiso con la seguridad global aun cuando la
crisis bursátil de 2008 lo obliga a repensar sus estrategias en esa materia.
Los autores acuñan el término, seguridad sustentable para referirse a
esta problemática. Por su parte, Kirshner (2016) exploró cómo
las políticas fatalistas en la austeridad financiera pueden
llevar a catástrofes militares. Después del 11 de septiembre, los
estadounidenses y el gobierno estadounidense cayeron presos del temor
al terrorismo generando un costo económico y social. En la actualidad, el
aumento de los costos en materia de defensa y los desequilibrios fiscales y
financieros generados por la crisis económica pone al tema de la seguridad en
el tapete. Como señala Soyinka (2005), es que el miedo
al terrorismo global es un signo de descomposición
social y el fin de la democracia. El 11 de septiembre marca el
epicentro de una violencia radicalizada que no parece discriminar por etnia o
clase. El terrorismo impone la idea de que todos los ciudadanos son potenciales
víctimas, hecho por medio del cual la ciudadanía entra en un clima de pánico
que gradualmente socava los derechos humanos e individuales. El sentimiento
de vulnerabilidad que enfrentan las naciones desarrolladas hoy no es nuevo para
Soyinka, quien argumenta que el mundo no puede escapar de la inestabilidad
social cuando los terroristas se transforman en celebrities para los medios.
Para Soyinka, el 11 de Septiembre no es el comienzo de una nueva era, como
sostienen algunos especialistas, sino el final de otra en donde se busca sacar
provecho instrumentalizando el sufrimiento del prójimo.
Desde una perspectiva filósofica, Primoratz (2004) debate
la ética de la autodefensa en la lucha contra el terrorismo global, llamando
la atención sobre la necesidad de confrontar la naturaleza del terror en su
propio terreno. Desde el momento en que el terrorismo centraliza su extorsion
en la ilegalidad, es que los especialistas deben adoptar una postura ética por
sobre cualquier principio. En su esencia, el terrorismo carece de cualquier
base ética pues no sólo vulnera la integridad de personas inocentes, sino que
sobrepone sus propios objetivos al bienestar del Otro. Primoratz (2016) sugiere
que el terrorista exagera su subjetividad, aludiendo a un “maltrato histórico”
el cual nunca o raras veces es real. Durante años, los medios de comunicación
defendieron la tesis de que la guerrilla es el recurso del más débil. Ese pensamiento,
aclara Primoratz, es incorrecto desde una fundamentación filosófica (Primoratz, 2016).
El desastre que supone el accidente nuclear de Chernobyl, sin
lugar a dudas deja en claro no sólo la incapacidad de la racionalidad
occidental para asegurar la seguridad, sino que la tesis precautoria descanza
sobre basis poco solidas (Beck, 1992; 2004; Giddens 1999). ¿Puede
afirmarse lo mismo sobre la autodefensa?
A la vez que la sociedad moviliza sus recursos para reducir el
riesgo, mayores riesgos no contemplados emergen. Los estudios de Ulrich Beck
reveal dos aspectos importantes sobre este problema. En primer lugar, no
estamos familiarizados con una verdad total, y sólo conocemos una parte de ella
por medio de nuestra corporalidad. Segundo, nuestras decisiones son falibes y
crean a menudo nuevos riesgos no controlados (Beck
1992; Lyng 2004). ¿Es la ética parte del problema o de la solución?
Ètica y Autodefensa
El 11 de Septiembre ha permitido a los Estados Unidos experimentar
el terror en carne propia, pero lo que es más importante, acelerando la
cantidad de publicaciones tendientes a discutir el fenómeno como nunca antes.
Los Estados Unidos monopolizaron parte de la producción academica en materia de
terrorismo luego de 2001. Esta falta de diálogo con otros idiomas ha sido un
estorbo para la inteligentsia americana. A pesar de toda esa producción, las
razones del 11 de Septiembre siguen siendo ignoradas para gran parte de la
Academia, enfatiza el investigador Australiano Luke Howie. Su postura es clara
a grandes rasgos, Howie propone un diágnostico que define al terrorismo como
una violencia ilegal asociada a una cultura popular del consumo que hace de la
violencia y de la muerte un criterio claro de atracción. La televisión congrega
a muchos pseudo-intelectuales que refuerzan los prejuicios de la clase
dominante respecto al mundo musulmán. Los medios no sólo fomentan el terror, lo
etiquetan, lo comercializan para transformárlo en un fenómeno global. Al igual
que una celebridad, el terrorista busca fama y maximizar su mensaje al público.
Por regla, aquellas audiencias más alejadas de los centros de poder manifiestan
mayores grados de ansiedad que las audiencias centrales. Es el caso de
Australia, país que aun cuando alejado de EEUU, ve modificada su calidad de
vida a causa del terrorismo. Este hecho lleva a Howie a dos importantes
hipótesis. La primera es que el terrorismo se transforma en global con el
objetivo de imponer una narrativa específica. La segunda es que el terrorismo
opera desde una lógica abstracta, que interroga al presente desde el futuro. No
obstante, como el futuro no es, el terrorismo cae en una imposibilidad
manifiesta. El terrorismo sólo funciona por medio de la cultura del espectáculo
que le da vida. A estas mismas conclusiones llega Mahmoud Eid (2014) quien
sugiere que los terroristas usan la misma racionalidad que los ciudadanos
comunes. Por regla, maximizan sus ganancias minimizando los riesgos. Los medios
ofrecen un terreno fértil para imponer un mensaje en forma total y global, a la
vez que los medios ganan mayores suscriptores cuando transmiten en detalle la
violencia de un atentado. En consecuencia, los medios proveen el oxígeno que
necesita el terrorismo para sobrevivir. Interesantes trabajos, como el libro de
la profesora Beshara Doumani (2006) titulado Academic Freedom after September
11, sugieren que el terrorismo no sólo ha minado la autonomía de los poderes
judicial y legislativo respecto del ejecutivo, sino que grupos de extrema
derecha se ha asociado con el gobierno de la administración Bush con el fin de
coaccionar a los profesores universitarios por medio del escrache mediático, o
de las partidas presupuestaria.
Por otro lado, Hoskins y O`Loughlin (2009) argumentan que se da
dentro de los Estados Unidos un clima de urgencia donde la obsesión por la
seguridad ha subordinado la independencia de poderes. Nace, así, un discurso
del terror orientado a imponer políticas económicas que de otra forma serían
ampliamente rechazadas. En la misma bolsa se pone al terrorismo con el cambio
climático o el narcotráfico. El efecto CNN revela que las noticias –creibles o
no- modifican las expectativas de los ciudadanos, incluso cuando el contenido
de la misma hable de un riesgo futuro. Los autores introducen dos términos de
importancia en esta discusión: el imperialismo democrático y el
multiculturalismo asertivo. El primero sugiere que EEUU tiene el rol de
pacificar el mundo luchando contra aquellos regimes o idologias
no-democráticas. Desde el momento en que sus valores son superiores a estos
estados fallidos, es que EEUU queda fuera de cualquier cuestionamiento ético
sobre sus intervenciones. En forma complementaria, los autores juegan con la
idea de que la cooperación internacional que lleva hacia un humanismo
multicultural permite luchar contra el terrorismo en forma preventiva. Como
bien afirma Korstanje (2017) el terrorismo construye un falso miedo que amenaza
a los valores fundantes de occidente, como ser la hospitalidad y el respeto por
el otro. En una primera instancia, la hospitalidad ha históricamente permitido
a los poderes coloniales dominar el mundo, subordinando al otro no occidental a
los intereses de las grandes potencias. No obstante, cuando los estados
nacionales se afianzaron, esa hospitalidad fue su andamiaje más importante.
Hoy, el terrorismo promueve un temor que lleva al cierre de fronteras, a ver a
ese otro no occidental como indeseado, en otras palabras, el terrorismo mina la
hospitalidad desde dentro. En consecuencia, G. Skoll (2016) escribe que el
temor ha sido una herramienta política usada por los EEUU a lo largo de su
historia. El enemigo externo permite la articulación de discursos respecto a
como controlar la política doméstica. Con la globalización, dicho temor se ha
transformado en un terror globalizado. Con el fin de que la explotación sobre
la masa laboral sea eficiente, el temor domestica el pensamiento crítico del
ciudadano. De hecho, Strang & Alamieyeseigha (2017) han demostrado que a pesar
de la ansiedad, las probabilidades reales a sufrir un ataque terrorista en EEUU
no sólo son escasas sino que decre año a año. El terror es conducente con la
falta de información, y con la incapacidad de compreder realmente las fuerzas
que condicionan el tejido social.
DISCUSIONES METODOLOGICAS
Diseño de la investigación
Al diseñar la metódologia de este estudio, debatimos diferentes
contrastes y opciones. Debido a que nuestro objetivo es no sólo la lectura
crítica de la literatura existente sino demostrar las diferentes controversias
dentro de la opinión pública estadounidense respecto al terrorismo y al mundo
musulmán adoptamos una postura post-positivista. De acuerdo
con Strang (2015 b), uno de los beneficios de un diseño de
investigación post-positivista es que los resultados tienden a establecer
credibilidad y captar la atención de los estudiosos, ya que se recopilan
pruebas objetivas en vistas del problema planteado, comprobar o refutar
hipótesis y responder preguntas.
En este estudio, fundamos nuestras preguntas de investigación en
la literatura a priori para formar hipótesis deductivas
cuyos resultados podrían proyectarse a los ciudadanos estadounidenses, y
luego buscamos recolectar datos para probar dichas hipótesis. Se ha
pregutnado a una muestra sustantiva de ciudadanos estadounidenses sobre la
posibilidad de usar tácticas (extremas) de autodefensa para luchar contra el
terrorismo. Las respuestas, notamos, contrastaban dependiendo de la ideología
(conservadora o liberal) de los encuestados. La unidad de análisis en el
diseño de la investigación permite una asociación directa entre la opinión
de autodefensa del terrorismo y la ideología sociopolítica, estableciendo una
estrategia de diseño correlacional. El nivel de análisis fue a nivel a
nivel nacional (EE. UU.) Las técnicas estadísticas paramétricas o no
paramétricas, como la prueba
de correlación de I ndependencia de C hi S, la
correlación de Spearman o Pearson serían apropiadas. Establecemos nuestro
nivel de confianza en 95%. Usaremos la versión 17
de Minitab y el software de la versión de hoja de
cálculo Calc 2017 para probar las hipótesis y formatear los
resultados.
Hipótesis
Las siguientes hipótesis se desarrollaron en base a la revisión de
la literatura y los objetivos de la investigación.
H1: Los ciudadanos
estadounidenses enfatizaen en forma activa en la necesidad de implementar
tácticas de autodefensa, excluyendo a los musulmanes en dicha tarea.
H2: Los ciudadanos
estadounideses justificarían el uso extremo de fuerza en la autodefensa como
ser tortura con el fin de derrotar al terrorismo.
Sobre los participantes
Reconocemos la dificultad de recolectar datos primaries con el
alcance necesario para proyectar sus resultados a un escenario nacional; sobre
todo cuando una muestra nacional supone diversas frankas etareas las cuales no
siempre coinciden con una muestra diseñada. Para suplir dicha deficiencia,
buscamos colaboración en diferentes instituciones. Los datos fueron obtenidos
de fuentes secundarias propiedad de la Universidad Monmouth, CBS News/New York
Times McClatchy-Marist, y el Pew Research Center (Polling Report
Incorporated, 2017).
La investigación de la Universidad Monmouth University fue
llevada a cabo durante el 22 y el 25 de Septiembre de 2016 (N=802, con un error
de ± 3.5%). Debido a que la opinión publica tiene más presente el tema en
Septiembre que en otros meses, la recolección de información se llevo a cabo en
dicho mes. La muestra de CBS News/New York Times comprendía un total de 1358
casos, relevados entre Julio 8 y 12 (con un margen de error de ±3%). La muestra
de McClatchy-Marist se llevo a cabo del 5 de julio al 9 de 2016 (N=1,053, margen
de error de ±3%). Un cuarto abordaje realizado por Pew Research Center durante
enero 7-11, 2015 (N=1,504) focalizó sobre la cuestión del uso legal de la
tortura en procesos interrogatorios a sospechosos de terrorismo. Sólo una
muestra de adultos fue seleccionado en este estudio debido a cuestiones éticas.
Los abordajes de campo consitieron en entrevistas verbales,
registradas durante diversas votaciones, donde los participantes fueron
seleccionados al azar. De esta manera, se aseguraron los criterios necesarios
de representatividad estadística para poder obtener resultados confiables. Las
entrevistas se hicieron en el lugar y por teléfono focalizando en personas
mayores de 18 años. De esta manera, nos aseguramos que el entrevistado tuviese
conocimiento e interpretara correctamente las preguntas, focalizando nuestros
esfuerzos en lograr información de alta calidad.
Instrumentación
El instrumento de medición ha sido usado en diferenes ocasiones
por varias instituciones. Cuando el entrevistado asi lo autorizaba se ha tomado
nota de sus características de grupo e individuales como religión, etnia,
ingreso, género, edad etc). Según lo expuesto, la pregunta relacionada a la
hipótesis primera (H1) sobre la posibilidad de prohibir a los musulmanes de
involucrarse en la lucha contra el terror fue Do you support or oppose
banning all Muslims from entering the US? [en cuyo caso las escalas fueron,
apoya, se pone, no sabe, depende la situacion)
La pregunta relacionada con H2 para determinar si los
ciudadanos estadounidenses a menudo justificarán la táctica extrema de
autodefensa de la tortura para combatir el terrorismo global
fue ¿do you believe that the use of torture against suspected of
terrorism is an useful instrument to obtain reliable information?, en cuo
caso las escalas fueron, a veces se justifica, raramente se justifica o nunca
se justifica. La escala de respuesta permitida fue: a menudo justificada
(4), a veces justificada (3), Raramente justificada (2), nunca justificada (1),
no sabe no contesta (0).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Resultados preliminares
Las estadísticas descriptivas de todas las muestras coincidieron
con las características del censo nacional de EE. UU. El género fue
ligeramente mayor para las mujeres con el 51.8%, los grupos de edad
se distribuyeron uniformemente entre 18-24, 25-34, 35-44, 45-54,
55-64 y 65+. Al menos el 42% tenía educación secundaria, el 31% tenía un
título de asociado o bachiller y el 27% restante tenía un título de
posgrado. Aproximadamente 66% eran blancos, 12% eran negros, 15% eran
hispanos y 7% eran de otra étnia. Un mayor porcentaje de participantes se
basaron en los estados del sur (37%), 22% en el medio oeste, 23% en el
oeste y 18% en el noreste.
Resultados y Discusión
La Figura 1 resume visualmente las frecuencias de las
respuestas de la encuesta a la pregunta sobre si los ciudadanos estadounidenses
apoyarán, se opondrán o no están decididos a limitar el acceso de los
musulmanes en la lucha contra el terrorismo global (N = 3213). Los
resultados son bastante sorprendentes.
Figura 1 :
Respuesta de prohibir a los musulmanes en EE. UU. Combatir el
terrorismo por ideología sociopolítica (N = 3213)
Los resultados de la prueba H1 mostrada en la figura 1 no
respaldaron nuestra hipótesis de que los ciudadanos estadounidenses respaldarán
por unanimidad las tácticas extremas de autodefensa que prohíben a los
musulmanes combatir el terrorismo global independientemente de la ideología
sociopolítica (no existe relación entre ideología sociopolítica y teoría de la prohibición
racial) Sin embargo, los resultados son interesantes e ilustran un nuevo
significado. Por lo tanto, realizamos un análisis post hoc para
seguir investigando. De hecho, lo opuesto fue cierto en que los participantes
se polarizaron en sus respuestas de apoyo versus oposición, y esto fue
significativamente diferente en toda la ideología sociopolítica. Empleando
una prueba de Chi-Cuadrado de independencia entre ideología sociopolítica y
prohibición; los musulmanes indicaron que hubo una asociación estadísticamente
significativa entre estas dos variables, basada en X² (4) = 275.61, p = .000
con una razón de verosimilitud Chi-Square X² (4) = 299.81, p = .000
(significativo a .05). El tamaño del efecto de la asociación entre la ideología
sociopolítica y la prohibición de los musulmanes fue del 4% o un efecto pequeño
pero significativo (V² de Cramer = 0,043). La V de Cramer está pensada
para factores nominales y es similar a un tamaño de efecto de correlación
como r ² que va de 0 a 1 indicando la cantidad de asociación presente
entre las dos variables (Strang, 2015b).
En la figura 1, podemos ver que la respuesta más alta fue
896 (28%), los participantes cuya ideología es liberal se opusieron a
prohibir a los musulmanes su participación en la lucha contra el
terrorismo global, lo cual nos lleva a un restulado esperado. Esta idea se
encuentra particularmente enraizada en el Partido Democráta. Hubo solo 131
participantes liberales que apoyaban la prohibición musulmana, mientras
que 51 manifestaban no estar seguros.
El resultado más sorprendente es que la mayoría de
los republicanos o conservadores, 607 casos (19%), se opusieron a prohibir
a los musulmanes su involucramiento, mientras que solo un tercio apoyó la idea
de su participación en materia de autodefensa
en 403 con 59 indecisos. Recopilamos un número más
alto de lo esperado de participantes en ideologías sociopolíticas
individualistas o solipsistas, aquellos que no respaldan los puntos de vista
democráticos o republicanos conservadores. De éstos, 555 (17%) se
opusieron a la prohibición musulmana, un poco menos a 425 lo apoyaron mientras
que 86 no lo tienen claro. Los resultados demuestran que entonces
existe menos polarización con los ciudadanos independientes que en aquellos que
adhieren a un partido político. Otro hallazgo sorprendente fue que 2058
casos (64%) de todos los participantes se opusieron a prohibir a los musulmanes
su participación, con 959 (30%) apoyándolo y 196 (6%) queda
indeciso.
Una medida post hoc como la lambda Goodman-Kruskal (GH λ) se utiliza como estimado
para la tabulación cruzada de las variables de nivel nominal. La escala el
porcentaje de mejora en la predictibilidad de la variable dependiente (columna
o variable de fila) en función de las probabilidades de asignación dadas por
proporciones marginales o condicionales. En otros términos, el GH λ s para la ideología
Ocio-política fue 0,154 lo cual sugiere que ciudadanos los americanos
difieren significativamente en su opinión sobre la hipótesis 1.
Para explorar más a fondo esto, calculamos las razones de odds
ratio como se muestra en la tabla 1. En esta tabla, la situación dada fue
la ideología sociopolítica.
Tabla 1:
Terrorismo y Afiliación ideológica.
¿Apoya
o se opone a que se prohíba a todos los
musulmanes entrar en Estados Unidos?
|
Ideología política
|
Apoyo
|
Oponerse a
|
Indeciso
|
Liberal (democrático)
|
0.1216
|
0.831
|
0.047
|
Conservador (republicano)
|
0.3769
|
0.568
|
0.055
|
Individualista (otro)
|
0.3987
|
0.521
|
0.081
|
En la tabla 1 podemos ver que las probabilidades de que un
ciudadano estadounidense se oponga a una política para prohibir a los
musulmanes en materia de autodefensa son todas superiores al 50%. Sin embargo,
solo aquellos ciudadanos que manifiestan una ideología política abierta y
liberal demuestran una correlacion mayor con la idea de oponerse a la
participación musulmana (0.831) representando casi el 83%. Eso echa por tierra
la suposición que los liberales apoyan la participación musulmana en materia de
seguridad nacional. Por otro lado, estos resultados aportan una nueva lectura
del problema, demostrando que etnocentricamente los americanos en general no
adhieren a la prohibición (ya que el 64% se oponía, el 30 % lo apoyaba, el
6% no estaba decidido).
H2 ha correlacionado directamente con los datos, pero sólo y en
forma débil cuando las escalas se combinan. Con respecto a la
hipótesis H2 que busca respuestas sobre el punto de vista de los
ciudadanos americanos sobre la justificación de la tortura para combatir
al terrorismo, lo que se observa es que un 31% la justifica, mientras un 27% la
descarta de plano, el 20% a veces la justifica, y el otro 20% con frecuencia lo
haría. Una ligera mayoría al 51% opinó que la tortura a veces podría
justificarse (las dos primeras escalas combinadas), dejando al 47% restante en
la posición contraria. Ello concluye que la mitad de ciudadanía estadounidense
justifica la tortura mientras el resto no lo hace, empero que, sólo el 27%
nunca la justificaría. Eso significa que el 71% de los entrevistados apoya
enfáticamente o apoyaría la tortura dada las circunstancias.
CONCLUSIONES
El 11 de septiembre ha cambiado el estilo de vida dentro de los
EE. UU. No sólo, el terrorismo se ha puesto en la agenda de los políticos sino
que se ha impuesto una cultural del temor donde el Otro es catalogado como un Otro-indesado.
Ello reviste un serio problema para los derechos humanos pues asume que la
seguridad es un valor ético por si mismo, y no la consecuencia del ejercicio
político de la ética. El terrorismo amenaza con minar las instituciones
democráticas por dentro, a la vez que fagocita los discursos radicalizados
tendientes a excluir a ciertas minorías étnicas. Tal vez, es el nuevo paradigma
del terrorismo global el cual supone que las naciones democráticas unificándose
para luchar contra los terroristas destruyen sus propias instituciones. Nuestra
revisión de la literatura confirma que si bien los investigadores no han
llegado a resultados concluyentes, no menos cierto es que la tortura y la
doctrina del mal menor se han situado como ideologías dominantes dentro de la
opinión pública. Nuestros datos demuestran que aquellas personas con una
ideología liberal y democrática no están deacuerdo con la idea de que los
musulmanes participen dentro de las fuerzas de seguridad o en la lucha contra
el terrorismo, mientras que un porcentaje de 71% apoya enérgicamente la tortura
como instrumento de información o lo haría dadas ciertas circunstancias.
También es importante señalar las limitaciones de este estudio.
Dado que se encuestaron a ciudadanos estadounidenses (los cuales eran elegibles
para votar), no podemos generalizar los hallazgos a muchas personas indocumentadas
que viven o residen en EE. UU. De los cuales los datos informales arrojan una
cifra de más de 5 millones de personas. Eso sugiere que cualquier extrapolación
a otros escenarios sería contraproducente. Asimismo, no podemos inferir si las
generaciones posteriores a la actual adhieren a estos mismos valores o los
rechazan. Lo que si es cierto, la mayor parte del mundo no vive en EE. UU y
por ende no acepta sus legitimaciones y discursos. Este hecho nos lleva a
pensar que es necesario realizar más investigaciones en otros países para
comprender con mayor profundidad como funciona el paradigma del miedo y su
relación con el terrorismo global.
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