Presupuestos Participativos:
Redefiniendo la Democracia en los Municipios Argentinos
Franco Gabriel Ciucci
Sumario: I.
Introducción, II. Concepto, III. Proceso Histórico, IV. Características, V.
Presupuesto Participativo en Argentina, VI. Conclusiones, VII. Bibliografía.
Resumen: Las
democracias modernas están siendo cuestionadas por serias crisis de
representación, para solucionar este problema político están apareciendo
distintas herramientas que intentan incrementar la participación ciudadana. En
este trabajo se analiza el presupuesto participativo como una herramienta
moderna que permite a los ciudadanos colaborar en la creación de los
presupuestos locales. Luego se desarrolla brevemente la historia y las
principales características de la práctica. Finalmente, se describe el caso de
Argentina donde los presupuestos participativos han venido a salvar al sistema
político después de la crisis financiera del 2001.
Palabras clave:
democracia, participación ciudadana, presupuestos participativos, sistema
representativo.
Summary: I.
Introduction, II. Concept, III. Historical Process, IV. Characteristics, V. Participatory
Budgeting in Argentina, VI. Conclusions, VII. Bibliography.
Abstract: Modern
democracies are being menaced by several representative crisis, to solve this
political problem are appearing different tools which aim to increase citizen
participation. In this paper it is analized the participatory budgeting as a
modern tool which allows citizens to colaborate in the creation of the local
budget. Then it is briefly developed the short history and the main features of
the practice. Finally, it is described the Argentinian case where the
participatory budgeting has come to save the political system after the
financial crise in the 2001.
Keywords:
democracy, citizen participation, participatory budgeting, representative
system.
I. Introducción
A la hora de
aplicar una herramienta en las relaciones políticas, previamente debemos partir
de las bases y principios de nuestra sociedad y determinar para qué fines
pueden servirnos o en qué pueden afectarnos las mismas. En ese sentido, el
primer principio sobre el que estructuramos nuestra organización política -en
Occidente y en la actualidad- es la igualdad. Sobre la misma, se han
construido, modelado y reformado todas las instituciones que sostienen nuestra
sociedad. Si asumimos que todos los individuos que forman parte de la
organización son iguales, corresponde determinar cómo se toman las decisiones
que afectan al grupo. Podemos cuestionarnos si existe una mejor manera de
aplicar este principio que el actualmente vigente (por representantes elegidos
por mayoría), puede ser decidiendo con consenso o por mayorías pero sin
representantes. Por razones prácticas, la toma de decisiones no puede ser
unánime, de ese modo sería imposible tomar las decisiones con la celeridad que
la práctica política lo requiere en los tiempos que corren. Por ello, son las
mayorías por medio de sus representantes las que gobiernan en los sistemas
democráticos (Tocqueville, 2015).
El punto donde la
discusión es factible es respecto a cuándo y en qué medida corresponde limitar
el derecho de las mayorías a tomar decisiones para cederlo a representantes que
lo hacen en su nombre. Si lo miramos en perspectiva histórica, cuando las
personas se agrupaban en pequeñas comunidades era perfectamente viable un
sistema de votaciones para todas las decisiones. Sin embargo, con el
crecimiento y el desarrollo social ello ha devenido inviable. Aun así, en la
actualidad asistimos a fenómenos contraintuitivos, es decir con el avance
tecnológico acciones antes impensadas se tornan totalmente factibles, como por
ejemplo realizar votaciones para decidir sobre cuestiones concretas. Es por ese
motivo que el concepto de democracia puede ser redefinido, para incluir como un
elemento central la presencia de mecanismos de participación directa en los
sistemas representativos.
Por esa razón,
dentro de una república, la participación de los ciudadanos en la elaboración y
discusión de las normas que los afectan, tiene una importancia que ya no deja
lugar a dudas. Para lograr el desarrollo de un
sistema transparente, hacer aplicables los postulados de una democracia
participativa y profundizar la eficacia de las instituciones públicas, es
preciso que se diseñen nuevos métodos que permitan a una mayor cantidad de
ciudadanos interesados realizar su aporte en la toma de decisiones
administrativas y legislativas.
Entre
las nuevas posibilidades de participación, destacamos la importancia de
permitir a los individuos realizar su aporte en la toma de decisiones
presupuestarias. Este trabajo aborda una cuestión concreta en la
profundización democrática, esto es la creación de un mecanismo específico en
las ciudades que permite que los interesados puedan intervenir en las
decisiones: los presupuestos participativos. Dado que son varias las ciudades
que han incorporado este nuevo método, en este trabajo analizaremos su
concepto, las características del mismo, su origen y la situación actual en las
distintas experiencias dentro de Argentina.
II. Concepto
Es vastamente
trillado ya el hecho de que las ciencias sociales sufren las consecuencias de
utilizar el lenguaje natural, provocando la ambigüedad y vaguedad en las
definiciones, sin embargo es siempre necesario tenerlo presente a la hora de
analizar un concepto (Bunge, 1997; Nino, 1980). En el caso de los presupuestos
participativos no se da una excepción a lo dicho y por ende, pueden encontrarse
tantas definiciones como experiencias han aparecido a lo largo y ancho del
planeta (Cabannes, 2004). En líneas generales es una herramienta para dotar al
sistema con aspectos propios de una democracia directa, permitiendo a los
ciudadanos acercarse a la toma de decisiones políticas. Como el nombre lo
resalta, la participación se aplica al presupuesto que es el “cómputo
anticipado del costo de una obra o de los gastos y rentas de una corporación”
(RAE, 2018). En particular, corresponde a la incidencia en -al menos- una parte
de la determinación de los fondos de la asociación en cuestión.
Siguiendo a
Goldfrank, podemos distinguir tres acepciones: una genérica, una específica y
una intermedia. De manera genérica se puede definir al presupuesto
participativo como un proceso de toma de decisiones mediante el cual los
ciudadanos participan en, al menos, una parte de la conformación del
presupuesto. En un sentido específico, se lo suele definir vinculándolo a
criterios de experiencias concretas, principalmente la de Porto Alegre, donde
la participación es abierta a todo ciudadano interesado en participar,
involucra mecanismos de democracia directa y representativa, los individuos
forman parte del proceso de decidir de qué manera se toman las decisiones y
tiende hacia la redistribución de la riqueza en favor de los pobres. Por
último, se puede buscar una definición intermedia que reduzca los innumerables
casos que comprende la genérica (lobby, referéndum, opiniones consultivas sobre
presupuesto, etc.) y que amplíe el estrecho margen que deja la visión
restringida. En tal caso, se puede definir como un proceso mediante el cual
ciudadanos -de manera individual o mediante asociaciones- contribuyen de manera
regular y voluntaria a la formación de al menos parte del presupuesto luego de
reuniones anuales realizadas junto a sus gobernantes (Goldfrank, 2006: 4-6). A
los fines de este trabajo, utilizaremos la acepción intermedia que nos
permitirá incluir cabalmente todas las herramientas que las distintas
municipalidades llaman en Argentina presupuesto participativo.
El
sistema varía según el sistema legislativo de cada localidad, la ventaja de
este sistema es que los participantes no solo votan, sino que también proponen
medidas concretas para implementar en el lugar donde viven. De ese modo,
primero se habilita la etapa de presentación de propuestas, luego se votan las
mismas, aquélla (o aquéllas) con mayor apoyo, son llevadas a cabo por el
gobierno municipal. Corresponde efectuar una aclaración respecto al efecto
de la participación ciudadana, esto es si es vinculante o consultiva.
Consideramos que la herramienta solo tiene sentido si se aplica de manera
vinculante, es decir que si la decisión obtenida en la votación es obligatoria
para los gobernantes. Puede que reglamentariamente ello no sea necesariamente
así, pero en la práctica solo tiene sentido para los ciudadanos si las obras y
los gastos aprobados son efectivamente llevados a cabo.
Por otro lado,
Cabannes distingue entre los casos de democracia directa, donde los ciudadanos
tienen poder de decisión directo y los casos de democracia representativa
“basados en comunidades” que se dan cuando quienes deliberan y votan son las
asociaciones civiles, las sociedades de fomento barrial, las uniones sindicales
u otro tipo de organización intermedia no gubernamental (2004: 2). Es decir,
existe la posibilidad de articular el sistema de modo que cada ciudadano sea
sujeto activo en la votación o que ello se canalice a través de organizaciones
intermedias de tipo barrial o asociativo.
Un aspecto de
relevancia tiene que ver con los fundamentos normativos de la práctica. En
algunos casos se realiza como consecuencia de una norma formal que la torna
obligatoria, en otros la misma carece de bases jurídicas expresas que la
impongan o la regulen y simplemente se lleva a cabo informalmente. En la
mayoría de los casos no existe una regla que lo incorpore, aunque suelen
seguirse reglamentos o guías internas que son para uso de los funcionarios.
Naturalmente, ambos casos quedan incluidos en el sentido intermedio de la
definición.
Si bien es un
sistema que puede ser aplicado en espacios regionales y nacionales, la mayoría
de las experiencias se han dado en el ámbito local. Por ese motivo, aquí nos
concentraremos únicamente en el análisis de las experiencias municipales, sin
quitar que en un futuro no muy lejano esta novedosa técnica se extienda a las
otras esferas territoriales. En algunos países, por ejemplo
en Portugal, se ha comenzado a implementar a nivel nacional. Por ese motivo,
conceptualmente no corresponde limitar el término a la situación local.
III.
Proceso Histórico
En el nacimiento de
los presupuestos participativos se distinguen tres grandes etapas: primera,
entre 1989-1997 fue un proceso experimental realizado en Porto Alegre y otras
ciudades como Montevideo; segunda, entre 1997-2000 se extendió en 130
municipalidades brasileñas; tercero, desde 2000 en adelante se ha comenzado a expandir
por América Latina y fuera de ella, principalmente en varias ciudades europeas
(Cabannes, 2004: 3).
El origen de la
práctica se remonta a fines del Siglo XX en Porto Alegre (Brasil), en su
nacimiento fue planteado como una manera de hacer resurgir el socialismo, luego
evolucionó como una buena práctica política (Goldfrank, 2006). El sistema se
instauró en el año 1989 en solo 12 ciudades brasileñas, en el año 2004 ya lo
aplicaban más de 250 ciudades en el mundo. Cuando se trata la historia del presupuesto
participativo generalmente se presenta como efecto de la presentación del
partido de los trabajadores en Porto Alegre. Sin embargo, hay serias
discusiones sobre ese origen, ya que hay casos a fines de la década de 1970
donde se ha puesto a discusión el presupuesto municipal en ciudades gobernadas
por miembros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Cabannes, 2004).
Luego de las elecciones de 1988, el Partido
de los Trabajadores comenzó a desarrollar en los 36 municipios que ganó las
elecciones el presupuesto participativo, para ello se tuvo en cuenta el
desarrollo realizado por el PMDB (Goldfrank, 2006: 5). En 1989 se inauguraron
en Porto Alegre y recién en 1990 esas prácticas comenzaron a llamarse
presupuesto participativo. Similares experiencias fueron llevadas a cabo por
partidos de izquierda a la par de las mismas en países como en Venezuela y
Uruguay (Goldfrank, 2006: 6). Los objetivos planteados originariamente fueron:
1) participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones
gubernamentales; 2) transparencia para prevenir corrupción; 3) mejoras urbanas
concretas enfocadas en ayudar a los más pobres; 4) transformar a los residentes
en ciudadanos (Goldfrank, 2006: 6-7). De ese modo, se pretendía implementar un
sistema que llevara a la práctica los postulados de las teorías socialistas,
aunque el sistema fue eficiente para mejorar la percepción ciudadana de la
calidad gubernamental no se lograron los cometidos de redistribución de la
riqueza, ni se modificaron las bases políticas del sistema, como inicialmente
se pretendió.
En Porto Alegre, luego de 1989 se creó una
estructura para permitir a los ciudadanos participar en las decisiones
presupuestarias mediante un sistema de asambleas; basado en dieciséis regiones,
en cada una definieron asambleas zonales que establecían un orden de
prioridades para cada espacio (Secretaría de Asuntos Municipales, 2014). Ese
sistema se extendió de distintas maneras con el nombre de presupuestos
participativos.
En la actualidad, los presupuestos
participativos ya no son un patrimonio único de los partidos socialistas, sino
que son utilizados por partidos de diversas ideologías. Ello se debe a la
amplia aceptación que logró en la ciudadanía a nivel mundial, principalmente en
los países de origen latino en América y Europa (Perú, Ecuador, México,
Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela, España, Portugal, Francia, entre otros).
Además, la participación ciudadana en cuestiones sensibles de gobierno es una
necesidad que sobrepasa a las ideologías, principalmente en los espacios
locales donde se puede percibir en lo cotidiano la falta de infraestructura o
de elementos esenciales para el desarrollo humano. En definitiva, se puede
reconocer que los orígenes de los presupuestos participativos datan de partidos
ideológicamente agrupados en la izquierda (principalmente el Partido de los
Trabajadores de Brasil), aunque ello ya no es un requisito a la hora de aplicar
esta práctica políticamente deseable.
En Europa, la mayoría de los
presupuestos participativos tienen poco que ver con la experiencia de Porto
Alegre y con muchas experiencias similares en América Latina, dado que el
contexto social, económico y político es muy distinto entre lo que ocurre en
ambos continentes (Sintomer, 2005). A su vez, originariamente apareció en los
municipios más pequeños, ciudades con menos de cien mil habitantes, en la
actualidad se está extendiendo, incluso en las grandes ciudades europeas, como
Madrid. Actualmente, en Europa se utilizan como una doble herramienta: 1) a
nivel administrativo para mejorar la gestión a nivel local o micro-local y 2) a
nivel político para dar mayor legitimidad a las autoriades políticas (Sintomer,
2005).
En Argentina la primer experiencia de
presupuesto participativo surgió en la ciudad de Rosario, tras la crisis
económica y social de 2001, como respuesta a las necesidades de relegitimación
de las autoridades políticas (Secretaría de Asuntos Municipales, 2014). El
objetivo era restablecer la confianza perdida en las autoridades civiles y
buscar una manera de salir de la crisis intentando una mayor distribución de
las riquezas. A diferencia de la experiencia europea, en nuestro país los
presupuestos participativos tuvieron su primer aparición en los grandes
aglomerados como La Plata, Rosario, Buenos Aires y Córdoba. Luego del año 2007
se extendió a varios municipios intermedios, adquirió su auge con la creación
de la Red Argentina de Presupuestos Participativos (RAPP) en el año 2009, a su
vez en el año 2011 pequeños municipios como Cañada de Gómez, Cerrito y Mercedes
comenzaron sus experiencias en presupuestos participativos (Secretaría de
Asuntos Municipales, 2014).
En definitiva en diferentes
ciudades del país se realizan actualmente votaciones para decidir la
destinación de un cierto monto de dinero del presupuesto asignado para el año
calendario, donde los individuos pueden votar para determinar a qué aplicar esa
partida. Este proceso de diálogo entre los ciudadanos y los gobiernos acerca de
las prioridades de inversión en los municipios se está desarrollando en varios
lugares del mundo. En Argentina esta práctica existe en más de cincuenta y seis
municipios de distintas provincias, partidos políticos y tamaños, la
perspectiva es que esta práctica va a seguir creciendo aunque en algunos
lugares con más éxito y participación que en otros.
IV. Características
Un problema
corriente a la hora de estudiar presupuestos participativos es que cada
experiencia es única (Cabannes, 2004), es decir la libertad de acción que goza
cada institución hace saludable a la práctica, pero la torna de difícil
análisis y comparación. A su vez, cada experiencia de presupuesto participativo
está vinculada a procesos políticos y culturales concretos. El diseño y el
resultado de cada presupuesto participativo depende de la situación local y de
las intenciones de sus organizadores, ello sugiere que la organización no es un
acto político neutral (Goldfrank, 2006). La
modalidad varía según el sistema legislativo de cada localidad, la ventaja es
que los participantes no solo votan, sino que también proponen medidas
concretas para implementar en el lugar donde viven. De ese modo, primero se
habilita la etapa de presentación de propuestas, luego se votan las mismas,
aquélla (o aquéllas) con mayor apoyo son llevadas a cabo por el gobierno
municipal.
Existen ciertas condiciones previas que
anteceden a toda participación ciudadana y son: 1) la voluntad política, es
importante que el gobierno que lo realice tenga interés en crear un canal para
debatir la toma de decisiones; 2) el capital social, es importante la
existencia de asociaciones civiles relativamente autónomas dispuestas a
participar en los eventos municipales; 3) la competencia burocrática, el
personal administrativo tiene que estar formado por una parte importante de
empleados técnicamente preparados; 4) el tamaño reducido, para que la acción
colectiva se vea incentivada es preciso que las instancias de decisión sean de
alcance visible para los ciudadanos involucrados; 5) que los fondos sean
suficientes para llevar a cabo los proyectos ganadores; 6) que haya
descentralización política en la elección de los administradores de cada área
(Goldfrank, 2006: 10). Este último requisito es de una verdad parcial, ya que
en Francia -país de tradición unitaria- existen ya casos de presupuestos
participativos.
Es de fundamental importancia que las
divisiones sean adecuadas a la situación social, es decir que cada zona o
región tenga una homogeneidad al menos relativa para que pueda existir una
comunión de intereses entre los vecinos. Si hay una gran diversidad
socio-económica y la distribución es muy amplia se atomiza la participación y
pierde relevancia para los actores intervenir ya que se licua el valor material
de su acción participativa.
Si bien es cierto que cada
experiencia es única hay ciertos aspectos que están fuera de discusión y, por
ello, muchas veces se dan por sentado. Los mismos son básicos para que se trate
de un presupuesto participativo en la acepción intermedia que hemos descrito y
ellos son: 1) todos los ciudadanos involucrados (sea de manera directa o
mediante asociaciones) deben tener la posibilidad de presentar proyectos en los
lugares que los afecten; 2) debe existir cierto un espacio (sea físico o
virtual) para el debate, la consulta y la deliberación de propuestas -así sea
de manera informal-; 3) debe ser previsto un sistema de votaciones que
garantice a aquel o aquellos proyectos más apoyados el efectivo cumplimiento del
mismo.
Se dan múltiples debates en torno al diseño
ideal de la institución, dado que los casos son distintos entre sí, teniendo en
consideración de donde provienen los actores involucrados, la cultura del lugar
y los objetivos políticos de sus promotores es difícil determinar cuáles son
los aspectos que deben estar presentes para que la práctica sea exitosa, además
se discute cuándo la utilización de esa herramienta es aceptable. La discusión
se da entre quienes entienden que la participación es un fin en sí mismo y
aquéllos que consideran que debe pensarse en un esquema que sea de utilidad
para la sociedad más allá de los beneficios políticos. Algunos puntos que se
debaten son: si es conveniente que el presupuesto participativo sea utilizado
para resolver necesidades inmediatas o a largo plazo; si los participantes
deben deliberar cara a cara o puede realizarse el proceso de manera virtual; si
corresponde regularizar mediante una norma legal o hacerlo informalmente para
permitir las variaciones, entre otros (Goldfrank, 2006: 15). Parece saludable
que en cada caso se utilice el sistema y la manera que resulte de mayor
utilidad y sea de preferencia para las personas involucradas, en los aspectos
procedimentales una excesiva regulación puede provocar el fracaso absoluto de
la práctica.
Entre las críticas que puede recibir esta
herramienta, la principal es que requiere altos costos administrativos y que
no siempre se justifica, teniendo en cuenta los bajos niveles de participación
que existe en algunos casos. Por otro lado, se considera que la participación
ciudadana no es en la mayoría de los casos de gran calidad, dado que existe
poco conocimiento acerca del funcionamiento práctico de las instituciones,
aunque sí es útil como medio de obtener y compartir información (Franklin et
al, 2009). En la misma dirección Irvin y Stanburis consideran que los
gobernantes deben discernir si la población tiene un interés genuino en la
participación; porque de no ser así, es más eficiente el uso directo de los
recursos sin utilizar una instancia deliberativa previa (2004: 10).
En el estudio comparativo realizado por
Goldfrank, éste encuentra que: 1) las leyes nacionales obligando a realizar
presupuestos participativos no han sido exitosas en aumentar la participación
ciudadana, la transparencia y la efectividad en la administración municipal; 2)
las experiencias exitosas se han presentado en localidades pequeñas, con
poblaciones homogéneas y también en ciudades grandes con diversas etnias.
Algunas características que se presentan en los casos exitosos, han sido: el
intendente es indígena o de un partido de izquierda (o ambos), no hay oposición
de las élites locales, el dinero o la asistencia técnica provienen de
organizaciones nacionales o internacionales, los municipios tienen montos
significativos para hacer contribuciones importantes a programas públicos y/o
existe una gran tradición cooperativa entre asociaciones civiles o grupos
indígenas locales; 3) ni siquiera en los casos exitosos el presupuesto
participativo logra reducir la pobreza de manera significativa que es un
propósito común entre todos los promotores (2006: 2-3).
V. Presupuesto Participativo en Argentina
El desarrollo en Argentina ha
sido vertiginoso desde su aparición en Rosario en el año 2001, en tan solo diez
años lo incorporaron más de cincuenta ciudades a nivel país. Sin embargo,
pasado su auge en el año 2011 ha comenzado a decrecer en importancia en varias
de las ciudades que lo habían incorporado, si bien formalmente se mantienen año
a año el dinero suministrado disminuye en términos reales considerando los
altos índices de inflación, obviamente que ello goza de importantes excepciones
(Rosario, Vicente López, Godoy Cruz, Gualeguaychú, entre otros).
Como hemos mencionado, las
experiencias son bastante distintas entre sí en las distintas ciudades. Sin
embargo, en Argentina como producto del trabajo de la Red Argentina de
Presupuestos Participativos se ha unificado bastante el sistema. Esta modalidad
de acción tiene la ventaja que permite alcanzar escalabilidad y
profesionalización por parte de las burocracias. En sentido contrario, tiene la
desventaja de desaprovechar la heterogeneidad y la riqueza de cada comunidad
local para desarrollar nuevas características y encontrar el método más
adecuado a la realidad concreta del lugar.
El sistema que ha propuesto la
RAPP consiste en cinco etapas: 1) talleres participativos, aquí los
funcionarios se acercan a cada región y explican el funcionamiento del sistema;
2) presentación de propuestas, en la segunda reunión cada ciudadano interesado
puede acercar sus proyectos para someter a la siguiente etapa; 3) análisis de
factibilidad, generalmente el área encargada de la ejecución analiza la
viabilidad de las propuestas para después someter a votación; 4) votaciones,
una vez cumplida la anterior etapa los proyectos factibles son sometidos a
votación y se determina cuál o cuáles han sido los ganadores; 5) ejecución de
los proyectos, por último corresponde que el municipio ejecute las obras
ganadoras (Secretaría de Asuntos Municipales, 2014).
El esquema planteado además de
no aplicarse en todos los municipios admite en sí distintas variaciones. Por
empezar, los plazos quedan librados a la discreción de los organizadores, lo
lógico es que finalicen los comicios en el mismo año que comienzan los talleres;
por otro lado, las obras suelen llevar más tiempo en terminarse, pero en la
mayoría de los casos se finalizan dentro del año siguiente a su inicio
(Secretaría de Asuntos Municipales, 2014). Luego, con respecto a la
presentación de propuestas, no todas las ciudades admiten que ciudadanos de
manera particular presenten proyectos, sino que lo limitan a las asociaciones
civiles, sociedades de fomento, organizaciones no gubernamentales, entre otros.
Esa limitación es, a nuestro entender, una limitación arbitraria que no se
ajusta a los objetivos de los presupuestos participativos que van en dirección
a profundizar la democracia involucrando directamente a los ciudadanos sin
requerir intermediarios o representantes. Por otro lado, respecto a la elección
de proyectos ganadores hay básicamente dos sistemas: uno que solo ejecuta la
obra del proyecto con más votos, independientemente de que alcance el total del
presupuesto destinado a ese lugar (en Argentina es el caso de Bahía Blanca); el
otro que ordena los proyectos según la cantidad de votos y ejecuta los
proyectos hasta agotar el presupuesto (es el sistema más común y se utiliza en
casi todos los municipios con PP).
Según el informe elaborado por
la Secretaría de Asuntos Municipales en el año 2011, cada municipio disponía
para el presupuesto participativo un promedio de 1,8% (2014). Por otro
lado, se puede analizar la misma situación en comparación por habitante, por
ejemplo en el año 2017 el Municipio de Vicente López fue uno de los que más
destinó con un total de 240 $ por habitante (Web Oficial, 2018). En cambio, la
mayoría de las ciudades promedian los 100 $ por habitante. El nivel de
presupuesto destinado es un buen índice para determinar el compromiso por parte
de las autoridades, así se ve con claridad en Porto Alegre que anualmente
destinan 350 U$S por habitante al presupuesto participativo (Cabannes, 2004).
Es evidente que el compromiso asumido por los gobernantes comprometiendo una
buena parte del dinero disponible para la discusión popular es un gran
aliciente para la participación de los ciudadanos.
Por otro lado, el nivel de participación es
muy variable de lugar a lugar, pero en la gran mayoría de los casos vota menos
del 10 % de la población, la única excepción que hemos encontrado en Argentina
es la de Vicente López que en el año 2017 participó casi el 17 % de la
población (Sitio Web Oficial). Las razones para la baja participación ciudadana
son distintas caso a caso, por el momento no contamos con los elementos
necesarios para hacer afirmaciones categóricas respecto a las causas. Pero
habiendo analizado en profundidad los casos de la ciudad de Vicente López
observamos que existe una tradición que se incentiva año a año con publicidades
oficiales y además el índice de cumplimiento de las obras es cercano al 90 %.
Consideramos que ambas son causas que pueden ser relevantes: la divulgación
mediática de la herramienta y el cumplimiento efectivo de los proyectos
ganadores. En sentido contrario, está fuertemente difundida la creencia de que
la población Argentina, en su mayoría no tiene una preocupación genuina por
participar en actividades concretas como los presupuestos participativos.
VI. Conclusiones
En este trabajo hicimos un breve análisis de las características
principales del presupuesto participativo que en su acepción intermedia se
puede definir como un proceso mediante el cual ciudadanos contribuyen de
manera voluntaria a la formación de al menos parte del presupuesto luego de
reuniones realizadas junto a sus gobernantes. En ese sentido, incluimos
distintas experiencias con distintas variantes pero destacamos que es un
sistema que tiende a profundizar la participación ciudadana en los sistemas representativos
a la hora de decidir acerca de parte del presupuesto de una organización, sea
municipal o de otra escala.
El origen de la práctica
se remonta a fines del Siglo XIX y tiene su aparición en Porto Alegre (Brasil),
si bien surgió claramente como una herramienta para volver a dar fuerza a los
ideales socialistas, bien pronto se extendió como una práctica útil para
relegitimar a las autoridades civiles y fue utilizada por partidos de todo el
espectro político. En Argentina, el proceso histórico comenzó luego de la
crisis del 2001, surgió en Rosario y se extendió rápidamente a las grandes
ciudades. La finalidad de su aplicación en nuestro país fue recuperar la
credibilidad en los gobernantes, después de la ya conocida catástrofe
institucional. En los años posteriores se extendió a lo largo y ancho del país
en más de 56 municipios, incluyendo grandes y pequeñas ciudades.
Los presupuestos
participativos incluyen una amplia gama de instituciones que son diferentes
entre sí, pero que gozan de ciertas características en común. En primer lugar,
requieren ciertas condiciones previas para su instauración que son: la voluntad
política de los gobernantes, el capital social de los ciudadanos, la
competencia del cuerpo burocrático, la distribución en regiones de tamaño
reducido, los fondos necesarios para destinarlos a los proyectos ganadores y la
descentralización política. El últimos requisito se ha puesto en duda en
aquellos países que son unitarios y están aplicando la herramienta (como
Francia).
La experiencia en
Argentina se da en las distintas ciudades siguiendo modelos relativamente
similares caracterizados por cinco etapas: los talleres participativos, la
presentación de propuestas, el análisis de factibilidad, la votación de
proyectos y la ejecución de los ganadores. Ciertas variaciones se presentan
entre los Municipios en relación a los sujetos legitimados para presentar
proyectos: si son todos los ciudadanos o solo las asociaciones. Además existe
una importante diferencia con respecto a la cantidad de proyectos ganadores: si
solo se ejecuta el que más votos recibe o se extiende según el orden de votos
hasta alcanzar el límite de lo presupuestado. Nosotros consideramos que el
segundo sistema es el más apropiado a los fines de la práctica, ya que es más
transparente e incentiva más a la participación.
En la
actualidad, si bien hay varios municipios que lo están implementando en la
mayoría de ellos la participación es inferior al 10 % de la población, lo que
indica que el sistema no es exitoso o no es atendido por la población. No
contamos con los elementos para afirmar categóricamente cuáles son las causas
de la baja participación, pero existen dos líneas de razonamiento que son
útiles para futura investigación: por un lado, se considera que la población
Argentina en su gran mayoría no se caracteriza por su vocación participativa;
por el otro, se observa que en la mayoría de las ciudades no se dan las
actividades de propagación y publicación de la herramienta.
Para
concluir, consideramos que es solo el comienzo de una nueva experiencia que
será indispensable para las democracias modernas. Estos cambios responden a que
los intelectuales y los gobernantes reaccionan a la crisis del sistema
representativo que habilita a acercar a la sociedad civil a los problemas
políticos y a darle nueva legitimidad a la estructura social. Sin embargo, es
necesario que los ciudadanos tomemos consciencia de la importancia de
participar, controlar y comprometernos directamente con el sistema
socio-político para poder convivir mejor.
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