Fuerzas
Armadas de Argentina: Retorno a un viejo debate sobre la Defensa Nacional y la Seguridad
Interior. La paradoja de reubicarse en la escena regional y mundial actual o hacer
caso a las peticiones de los “nacionalistas raros”.
Prof. Lic. Esteban A.
Amoretti (1)
Resumen
En
el siguiente paper analizamos el estado, rol y funcionalidad de las Fuerzas
Armadas de Argentina.
Abstract
In
the following paper we analyze the state, role and functionality of the Armed
Forces of Argentina.
1-
Al
momento de pensar la escritura de estas palabras muchos lectores se preguntarán:
¿Otra vez un artículo sobre Defensa Nacional? ¿No se da cuenta que las
prioridades de una nación son otras, como la salud y la educación? ¿No se cansa
de insistir en cuestiones perimidas en estos tiempos?
A
todos ellos, les responderemos que no solo no me canso de ello, ni me cansaré
en lo mediato de preocuparme sobre los interés estratégicos de mi país, ya que
considero que son vitales para los tiempos futuros amenazantes que se avecinan,
ni porque tampoco puedo ni pretendo disimular la honda convicción de ello, y de
esa forma, animarme a pensar en sistemas integrales de Defensa Nacional, del
cual Argentina carece, pudiendo expresar así una real preocupación por el
futuro de todos mis connacionales.
Muchas
veces necesitamos encontrar “chivos expiatorios” para reelaborar hipótesis,
rever programas académicos o posturas ideológicas en ciertas temáticas que
hacen a la vida pública de una nación que se sostiene en la autodeterminación
soberana y pretende vivir libremente en su territorio nacional.
El
caso reciente de la desaparición y muerte de los 44 tripulantes del submarino
ARA San Juan hace ocho meses, los conflictos cotidianos sobre criminalidad, seguridad
pública (o ciudadana), narcotráfico, nuevas amenazas terroristas, tomas de
terrenos y usurpación de propiedad pública y privada, entre una interminable
lista de preocupaciones estatales que hacen al estudio de la cuestión, me
llevan a escribir esta reflexión mentada.
2-
Repensando
intelectualmente la pasada década argentina, uno no puede dejar de recordar a
Karl Marx cuando advertía que la historia suele darse primero como tragedia y
luego como farsa. Y continuando con los disparadores de este nuevo escenario
que se nos presenta líneas arriba mencionado, no cabe duda en pensar una razón
argumental que ponga (como abogado del diablo) a contrastar en blanco y negro
la fase de tragedia. No obstante, muchos intelectuales de gran talla y otros de
no tanta, le dedicaron varios artículos a la temática de la utilidad y el papel
de las Fuerzas Armadas argentinas, con una postura argumental que la mayoría de
los “bien pensantes” intelectuales champagne de corte “nacional y popular” o
como denomino, “nacionalistas raros”, refuerza.
De
más está decir que la tragedia del submarino San Juan y sus 44 tripulantes
actuó seguramente como disparador para volver a la carga con el tema, como
expresé anteriormente, un hecho gravísimo que no ha evidenciado en real
dimensión la perversidad de un sistema perimido y reaccionario en detrimento de
la vida de los hombres que día a día dan con su suerte para salvaguardar los
destinos de la nación.
Estos
lineamientos argumentales irritan a la izquierda progresista, que paradójicamente
tienden a ver con buenos ojos el debilitamiento del Estado frente a grupos y facciones,
y que estos hechos, -y sobre todo el de la desaparición del submarino en
particular- hayan ejercido de catalizador, ya que hasta ese momento no se
hablaba mediáticamente del deterioro de las Fuerzas Armadas argentinas, y como
la mayoría de los temas importantes, si no pasan por los medios masivos de
comunicación, no existen.
Porque
pareciera que aquí no hubieran existido en el pensamiento revisionista hechos
que hagan resaltar lo nacional, ya sea para cuidar los intereses de los
sectores dominantes o simplemente para continuar con la línea de respeto de la
institución militar que nació con la Patria en 1810.
Caso
de ello, cristalizar la “amnesia histórica” que representa olvidar que el
general Juan Domingo Perón puso el nombre de su camarada de armas, el general
Julio Argentino Roca, a la línea de trenes que recorre el sur argentino. Como
tampoco, olvidar la contundencia de las políticas de otro icono de lo nacional
y popular como fue Hipólito Yrigoyen durante la agitación en la Patagonia.
En
la última década transcurrida, la situación presupuestaria y organizacional de
nuestro instrumento defensivo solo tendió a deteriorarse más y más. Todo ello
en un contexto de indiferencia de las élites políticas y sociales. De ahí la
finalidad de interrogarnos acerca de la razón de ser o la utilidad real de las
Fuerzas Armadas argentinas, bajo un nuevo escenario multidimensional de nuevas
amenazas mundiales.
Luego
de hacer un recorrido académico sobre el papel histórico que muchos
“nacionalistas raros” han tenido de los militares como mastines de los sectores
acomodados y poderosos de nuestro país, la derrota de Malvinas, la ausencia de
hipótesis de conflictos regionales, sus falencias materiales que los hace
impotentes frente a ataques de vecinos y potencias (extra)regionales, etcétera,
llegan en reiteradas ocasiones a la conclusión de que lo mejor sería terminar
con estas instituciones y utilizar su presupuesto en otras áreas como salud, educación,
etcétera. También consideran un contrasentido que nuestros conciudadanos que
tienen como profesión y vocación lo militar, puedan defender los recursos
naturales y estratégicos de la Argentina. Tanto por su falta de equipamiento
como por pertenecer a instituciones no ligadas a los grandes intereses
populares sino al capital concentrado y transnacional. Asimismo, reconocen que
el mayor proceso de desguace (festejado) de las Fuerzas Armadas se dio durante
el gobierno neoliberal y pro Estados Unidos de Carlos Menem. El comienzo de la
paradoja.
3-
Analizar
y leer los artículos académicos, papers y notas periodísticas nos llevó a
pensar en un primer momento, que se iniciaba un debate en donde desde los más
diversos sectores políticos e ideológicos se desencadenaría una catarata de
argumentaciones y datos descalificándolos o ponderándolos. Ergo, estaban
terminando dos décadas de absoluto descuido de la cuestión de la defensa como
política de Estado y luego de tanto tiempo podríamos comenzar a pensar estos
temas sin la omnipresencia de los horrores que vivió la Argentina décadas
atrás.
Sumaba
a la paradoja que el disparador de un debate de esta naturaleza no haya sido
activado por gente centrista o de derecha, sino por un hecho real que devino en
tragedia nacional, y que evidenció la decadencia de un sistema perimido, que
habla y desnuda la decadencia de la sociedad argentina en forma integral.
Los
medios de prensa y formadores de opinión que usualmente son encasillados, con o
sin razón, como ligados al establishment político y económico tampoco le dieron
mayor trascendencia al tema. Ni que decir marchas, cacerolazos, apagones y
cortes de calles que son desde hace una década un instrumento tan caro a los
sentimientos argentinos frente a temas como aumentos tarifarios, corralitos
bancarios, disputas por retenciones agropecuarias, internas sindicales o
piqueteras, despidos en fábricas, etcétera. Desde ya que esto no lo esperé en
ningún momento, pero uno ya tiene el reflejo de que cualquier malestar individual
o sectorial se transforme rápidamente en un espectáculo y un drama televisivo
para llegar a influir sobre, como diría Giovanni Sartori, el "homo
videns", y de paso tomar conciencia sobre lo que acontece seriamente.
Como
sea, estimamos que hay que poner el tema de la Defensa Nacional en el tapete.
Paradójicamente, la ayuda para pensar y debatir sobre estos temas claves para
cualquier país viene del sector menos esperado o en el momento menos pensado,
lo que debería en cierta medida avergonzar a los que estamos en esa vereda, o
nos sentimos con un pensamiento ligado a visiones más convencionales del mundo.
Actitudes
diversas refrendadas bajo esta óptica en la región, y comandadas por líderes
políticos de diferentes cosmovisiones, nos hacen pensar en Lula da Silva, que
ha lanzado el más importante programa de reequipamiento militar del último
medio siglo en Brasil; Michelle Bachelet, que ha continuado con la potenciación
de las capacidades bélicas de Chile, luego de haber estudiado temas
estratégico-militares en Chile y en los Estados Unidos, y de haber perdido a su
padre en manos de la represión y haber padecido ella misma sus efectos; Tabaré
Vázquez, que decidió adquirir cuatro mil fusiles de asalto austríacos de última
generación y material bélico ruso y estadounidense. Estos ejemplos hacen
repensar la postura argentina.
En
otros continentes, como el África, el propio Nelson Mandela impulsó como
presidente una potenciación de las Fuerzas Armadas sudafricanas y de su
industria de defensa. Ni que decir de los bolivarianos Hugo Chávez, Evo Morales
y Rafael Correa, cercanos ideológicamente a los “nacionalistas raros”, que han
incrementado los gastos en defensa y buscaron potenciar militarmente en puestos
claves del gobierno y de empresas estatales a los hombres de verde.
Resulta
llamativo que casi ningún país de la región y del mundo, con gobiernos de
izquierda o derecha, no se haya dado cuenta de la viabilidad de no tener
Fuerzas Armadas. La Argentina siempre es la excepción a la regla.
Son
el mismo Ejército y la Marina los que dieron a figuras como Enrique Mosconi,
Manuel Savio y Juan Perón. Y con ellas, ideas y proyectos que no parecieron
seguir los dictados de poderes foráneos.
Una
revisión de los libros y los estudios británicos sobre la guerra de Malvinas no
reflejaron un paseo ni mucho menos (“It was no picnic”). Más de 250 muertos,
seis buques hundidos, media decena averiados de consideración. Recientemente,
la prensa británica afirmaba que en menos de dos meses de operaciones en
Malvinas hubo más muertos y heridos británicos que en casi una década de
enfrentamientos en Irak.
Cabe
conocer o hablar con oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas para ver
gente profesional, con múltiples misiones en el exterior y valorados por su
trabajo en Chipre, Haití, Kosovo, la frontera entre Ecuador y Perú.
Al
desfile militar en La Matanza, en el 2004, fueron centenares de miles de
personas. Tal vez por eso mismo se discontinuó esta práctica, que el actual
gobierno de Mauricio Macri retomó. También son masivas las concurrencias a las
jornadas de puertas abiertas que organizan la Armada en el Apostadero Naval o
la Fuerza Aérea en el Palomar.
Algunos
de los mayores reequipamientos militares los han hecho presidentes democráticos
como Alvear en la década del veinte y Perón, en 1974.
Las
tragedias que no son farsas en este país, han hecho poner el tema del rol de
las FF. AA. en el tapete nuevamente e intentar, afortunadamente de manera
contundente, provocar a los sectores centristas y derechistas que tendrían que
ser más amistosos hacia las Fuerzas Armadas, -y que hoy están en el gobierno-, para
poder abrir el debate pospuesto por largos lustros. Nunca se pudo tapar el sol
con una mano.
Sacar
una radiografía, o mejor una tomografía, de la desidia y el desinterés de muchos
que dicen valorar el papel de las Fuerzas Armadas en el destino del país,
conduce a estas provocaciones que la “izquierda” ha evidenciado en su argumento
con grandes contradicciones. “Nacionalistas raros” que mandaron durante mucho
tiempo, y decían querer a la Patria son tan responsables de la situación de las
instituciones militares como los gobiernos anteriores y el gobierno actual.
Aquí nadie se salva. Es hora de pensar para que sirven las FF.AA. argentinas
hoy, como nos son útiles, que intereses y acciones van a proteger y efectuar,
donde van a operar, cuales son los recursos con los cuales van a contar, son
algunos de los interrogantes que vamos a conocer en pocos meses a esta parte.
4-
El
decreto 683 que deroga y reforma el decreto 727 del año 2006 de la Ministra de
Defensa Nilda Garré, y que daba el marco general para el empleo de las Fuerzas
Armadas, plantea un nuevo escenario legal más acorde a lo que se ha estado
observando en las políticas de esta cartera en los vecinos de la región, sobre
todo en los casos dramáticos de Brasil y México, quienes sufren el escarnio del
narcotráfico y el crimen organizado en materia de seguridad interior publica
ciudadana
Básicamente
es un regreso más fiel a la letra y el espíritu de las dos leyes nacionales que
con amplísimo consenso sancionó el Congreso durante los gobiernos de los
presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Con un fuerte sentido común, estas
preveían el empleo de las Fuerzas Armadas como respaldo logístico y
operacional de las Fuerzas de Seguridad y policiales, en el caso de que
fuesen sobrepasadas por los actores no estatales, que irrumpieran en detrimento
de la seguridad y la soberanía de la nación.
Dado
que nuestro país cuenta con tres fuerzas federales dotadas de buenas
capacidades humanas y materiales, el recurso a los militares fue visto y es
visto como algo puntual y como última instancia en lo que hace al empleo de su
fuerza. El decreto 727 del 2006 asumía una postura centrada exclusivamente en
el empleo de la fuerza militar en caso de que hubiese un ataque por parte de un
Estado nación. O sea, enemigos con bandera, himno nacional, uniforme y asiento
en las Naciones Unidas. Un mensaje no precisamente amigable para nuestros
vecinos.
Más
aún, con la retórica de la “gran patria bolivariana” imperante en los años del
“giro a la izquierda”, el contra-argumento podría haber sido que las hipótesis
de conflicto no eran Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia y Uruguay, por
solucionarse los conflictos a partir de la creación de organizaciones conjuntas
como Mercosur, Celac o Unasur, post finalización de las dictaduras militares en
el Cono Sur, sino el Reino Unido por Malvinas o una invasión de los Estados
Unidos ansiosos de controlar nuestros recursos naturales. De ser así, no se
potenció ni el poder naval, ni el poder aéreo, ni el misilístico, para un eventual
choque con estas potencias militares. En el caso de que nuestra hipótesis de
conflicto interestatal westfaliano del decreto del 2006 haya sido Washington,
no se tomó ningún recaudo para transformar a nuestros militares en fuerzas
irregulares especializadas en guerra asimétrica para hacer frente al mejor
estilo VietCong o talibanes, a la abrumadora maquinaria bélica convencional de
los Estados Unidos. Ergo, palabras que no se transformaron en hechos concretos.
“Nacionalismo raro” este sin dientes ni garras.
5-
Sí
podemos reconocer, que el Decreto del año 2006 fue coherente y funcional al
acercamiento acelerado y creciente a la izquierda que un caudillo peronista
provincial tradicional como Kirchner, con óptima relación con los militares de
Santa Cruz durante sus gobernaciones, decidió implementar a partir del 2003
pero en especial desde el 2005 -choque con Bush mediante en Mar del Plata y
Chávez y sus petrodólares comprando bonos argentinos-. Momento este, donde
debía consolidar su autonomía política y concretar una ruptura con el ex
Presidente Duhalde, quien lo ayudó de manera decisiva a llegar al poder. En
otras palabras, coherente con las necesidades de política doméstica del
momento.
El
nuevo decreto 683 de la administración Macri, se mantiene de manera ortodoxa
dentro del marco dado por las leyes antes mencionadas. Lo que sí cambia es la
barrera pétrea al eventual empleo de las capacidades de las Fuerzas Armadas en
tareas de apoyo frente a actores no estatales presente en el decreto firmado
hace 12 años. No obstante, durante su vigencia en el anterior gobierno se
llevaron a cabo acciones en el Escudo Norte (2) y Fortín II (3), en las que las
Fuerzas Armadas y en especial el Ejército actuaron colaborando con las Fuerzas
de Seguridad en materia de lucha contra el narcotráfico y otras actividades
delictivas de actores no estatales.
Sin
duda, desde el regreso al orden constitucional, en 1983, la dirigencia política
argentina ha desarrollado un plexo normativo amplio y detallado en el área de
la defensa nacional y seguridad. Con grandes consensos parlamentarios, se
votaron leyes relevantes en 1988, 1992, 1998 y 2001. En el 2006, el decreto 727
y ahora el nuevo 683 que reglamenta la ley de defensa nacional. Que, como
vimos, se adapta más a los estándares que tienen la mayoría de los países del
mundo, entre ellos, nuestros vecinos de la región sudamericana. Incluyendo los
autodenominados "bolivarianos". Desde ya, sin caer en casos extremos
como la abierta y activa intervención militar en la vida política y económica
de Venezuela. Es llamativo, si bien comprensivo por la presencia de filtros
ideológicos y dobles estándares, que algunos sectores políticos y académicos
argentinos que son fóbicos a cualquier cosa que esté relacionada con las
Fuerzas Armadas argentinas mantengan un ensordecedor silencio con lo que ocurre
en este plano en el país caribeño.
En
otras palabras, si en algo hemos invertido en el campo de la defensa, es en
normas, papeles, tinta, palabras y seminarios. La gran tarea pendiente es ir a
lo concreto y material. Un paso no menor para los gobernantes y la sociedad
argentina de los próximos 10 años.
En
los últimos meses se ha escuchado, desde sectores políticos e intelectuales
opositores, o al menos no afines al Gobierno, un amplio conjunto de
advertencias sobre lo que hace y o lo que querría hacer el oficialismo en
materia de defensa y seguridad. Veamos algunas de ellas: "El Gobierno no
informa, ¿esconde algo?", "¿Cambiar la defensa por decreto es lo
correcto?" (Se olvidan que el anterior también era un decreto que no pasó
por el Congreso) y "anteriores gobiernos no politizaron ni involucraron a
los militares en inteligencia interior" (ni hace falta remarcar lo endeble
de esa afirmación). También, que el Gobierno debilitaría la capacidad de
disuasión contra enemigos estatales y que la Justicia militar ampararía abusos
de los militares argentinos que violen otra vez los derechos humanos en las
tareas que supuestamente les asignen. Parece que los que argumentan en este sentido
no se han interiorizado mucho de los cambios legales en esta materia en las
últimas décadas.
Desde
ya, todo lo anterior lleva a estos sectores a alertar que esta administración
desprofesionalizaría a los militares y que en el fondo el presidente Macri
desde siempre quiere a las Fuerzas Armadas en seguridad interior. Pero que no
lo logra, por la resistencia de los partidarios de la Unión Cívica Radical (UCR)
de Cambiemos, fuertes y activas ONG, y una sociedad civil alerta y participativa.
¿También asumen que los militares se preguntan para qué estos cambios? Desde ya
no podía faltar el fantasma acerca de que, frente a un ajuste muy duro para el
pueblo, estas reformas en el campo de la defensa apuntarían a enfrentar
eventual malestar popular. Asimismo, se incluye el supuesto alineamiento de
Macri con Estados Unidos, lo cual deriva, según ellos, en aplicar su agenda en
lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. Todo ello abriría la puerta al
regreso de la hipótesis del enemigo interno.
Frente
a este torrente de críticas, alertas, advertencia y pronósticos, ¿cómo debería
reaccionar la administración actual? En primer lugar, asumir que ese cúmulo de
normas y arquitectura legal que se ha venido haciendo desde 1983, si bien
meritoria y suponemos que bien intencionada, se ha visto acompañada por más y
más deterioro, y hasta el colapso de las capacidades disuasivas del país. En
otras palabras, sus medios aéreos, navales y terrestres. En el barrio, sería
algo así como "todo muy lindo en los papeles, pero en la cancha se ven los
pingos". En otras palabras, un debate desconectado de la realidad
cotidiana en lo material y en lo anímico de las Fuerzas Armadas. Sin duda, uno
de los escasos sectores sociales de la Argentina que en los últimos casi treinta
años no ha movido un dedo para provocar inestabilidad institucional. En el año
2001 no se lo ha visto aparecer por ningún lado. Ya no existe el partido
militar, no hay que agitar fantasmas que han desaparecido, eso terminó en los
años 1990.
La
realidad es que las capacidades reales del enemigo dependen del calibre de las
armas y de la doctrina de combate de los actores que desafían al Estado. Si los
narcotraficantes están dotados de fusiles de asalto, granadas, ametralladoras,
camionetas blindadas, submarinos, sofisticados equipos de comunicación, miras
térmicas, etcétera, difícilmente sea un tema policial. Así, como si la
intención dista de ser un hecho delictivo que busca el lucro, sino que tienen
como norte tomar el poder o condicionar las decisiones legítimamente elegidas
por el pueblo, seguramente dejará de ser también un evento policíaco.
Finalmente,
y no por ello menos importante, asumir que la dirigencia argentina, tanto el
oficialismo como los sectores de oposición con sentido de responsabilidad
republicana, se deben un ejercicio básico y fundamental. Pensar y poner en
blanco sobre negro cuáles son los intereses nacionales vitales y de largo plazo
de la Argentina.
Solo
a partir de allí y no exclusivamente tratando de pensar la Defensa Nacional a
partir de las amenazas más o menos de moda en debate académico y político, ni
con la mirada puesta en un espejo retrovisor de 40 años atrás, se podrá dar un
salto cualitativo, realista y con consensos básicos y profundos, que vayan más
allá de los papeles y los grandes rótulos.
Referencias
(1)
Profesor y Licenciado en Ciencia Política (UBA).
(2) El
Operativo Escudo Norte es un plan del Estado argentino para combatir el
narcotráfico, la trata de personas y el contrabando en el norte de Argentina.
Con el propósito de controlar los espacios aéreos, terrestres y fluviales de
las provincias del norte argentino, las fuerzas de seguridad y armadas
despliegan sus aviones, helicópteros y radares. Fue creado en 2011 por el
entonces gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner,
coordinándose con el Operativo Fortín iniciado en 2007. Para combatir, la
Gendarmería Nacional, la Prefectura Naval, el Ejército y la Fuerza Aérea
Argentina aportan efectivos, equipos, radares, vehículos, aviones y
helicópteros. Las FF.AA. podían informar cualquier ilícito que vieran, pero por
aplicación de la Ley de Defensa Interior no podían detener sospechosos ni
derribar aviones. En enero de 2016 el presidente Mauricio Macri habilitó
a la Fuerza Aérea Argentina a intimidar, advertir y derribar aviones narco de
ser necesario
(3) En
julio de 2011 es creado este complemento del Operativo Fortín, en el marco del
lanzamiento del plan "Escudo Norte" de las Fuerzas de Seguridad.
Coincidió con la instalación del radar primario Radar Alcance Medio
Experimental 3D (RAME), fabricado por la empresa INVAP, en el Aeropuerto
Vicecomodoro Ángel de la Paz Aragonés de Santiago del Estero. Los radares RASIT
se desplegaron en las provincias de Jujuy, Salta, Formosa, Chaco, Corrientes y
Misiones, cubriendo la frontera y las principales avenidas de aproximación
identificadas por Gendarmería Nacional Argentina de Tránsitos Aéreos
Irregulares.
En
agosto de ese año, un helicóptero Ecureuil de la Gendarmería Nacional colisionó
en el aire con un avión Cessna 210 (de matrícula paraguaya) en tránsito aéreo
irregular detectado por el RAME del Aeropuerto Vicecomodoro Ángel de la Paz
Aragonés, el cual fue sorprendido despegando de una pista clandestina en la
Provincia de Santiago del Estero, cerca de Pampa de los Guanacos. Ambas
aeronaves aterrizaron de emergencia, resultando el helicóptero destruido por
los daños y sus tripulantes ilesos. Aviones IA-58 Pucará del Grupo 3 de Ataque
DE la FAA sobrevolaron el área y detectaron el avión irregular en tierra (el
cual tenía un cargamento de marihuana), habiendo escapado su piloto.
En
septiembre de 2011, los Centros de Vigilancia de Resistencia y Posadas fueron
inspeccionados por el Ministro de Defensa Arturo Puricelli y el entonces Jefe
de la Fuerza Aérea Normando Costantino. A fines de octubre comenzó a funcionar
un radar MET-5 en la localidad formoseña de Las Lomitas.
Durante
septiembre de 2012, un interceptor Mirage obligó a descender al aeródromo de
Añatuya, en Santiago del Estero, a un bimotor Piper PA-31 Navajo que volaba sin
autorización. Luego del operativo policial desplegado, se constató que no se
trataba de un caso de tráfico de estupefacientes, sino de donaciones para una
fundación local. Los relevos de escuadrones aeromóviles se realizaban
aproximadamente cada 30 días. El 31 de diciembre de 2015 expiraron los planes
Fortín y Fortín II