RESUMEN
El escritor de La región más trasparente o la Muerte
de Artemio Cruz, fue además un testigo de excepción de lo acaecido en 1968.
He aquí parte de sus memorias.
ABSTRACT:
The writer of La región más trasparente
or La Muerte de Artemio Cruz, was also an exceptional witness of what happened
in 1968. Here there is part of his memoirs.
CARLOS FUENTES Y
LOS 68 (PARÍS, PRAGA, MÉXICO)
Por: IÑAKI VAZQUEZ LARREA
“La
Nueva Izquierda realizará parcialmente sus aspiraciones, dentro de los límites
del éxito históricamente posible, a condición de fracasar, o, dicho de otro
modo, a condición de renovar o enriquecer la síntesis democrático-liberal”.
RAYMOND ARON
“El hijo de la democracia
liberal es de intención anti-liberal y, en rigor, anti-demócrata (siendo a la
vez, lo uno y lo otro). El hijo del especialismo científico no siente
entusiasmo por la ciencia. El industrialismo filial de aquel triunfante empieza
a perder su propia cabeza. Y todo esto, lo es el hombre nuevo galanamente,
cínicamente, inanemente. Porque no muestra ni siquiera la pretensión de haber
superado todas esas cosas en un nuevo sistema de normas vitales más agudas y
exactas. Parece dispuesto a vivir en seco, sin normas ni proyectos de ninguna
clase”
ORTEGA Y GASSET.
“Y me echaron de Praga en
avión unos detectives vestidos con trajes de chaqueta checoslovacos
Y Soy el Rey de Mayo, que
es el poder de la juventud sexual
Y Soy el Rey de Mayo, que
es laboriosidad en la elocuencia y acción en el devaneo amoroso
Y Soy el Rey de Mayo, que
es la antigua poesía humana, y 100.000 personas eligen mi nombre.
Y Soy el Rey de Mayo, y en
unos minutos aterrizaré en el aeropuerto de Londres…”
ALLEN GINSBERG
En
una velada crítica al Hombre Unidimensional de Herbert Marcuse, citando
a Alexis de Tocqueville, Raymond Aron nos recordaba en 1969 que las
libertades o son liberales, en su vertiente negativa o positiva, o
simplemente dejan de serlo (que es lo que ocurrió con Sartre). En palabras de
Tocqueville: “Ni los mismos déspotas niegan que la libertad sea excelente;
lo que ocurre es que la desean solo para sí mismos y sostienen que los demás no
son dignos de ella. Así pues, no se difiere en la opinión que se tiene de la
libertad, sino en la que se tiene de los hombres” (Tocqueville, pag 17).
La
Gran Negación marcusiana, en su vertiente libertaria, freudiana, anti-autoritaria
o marxista, de triunfar en su totalidad (y no de forma fragmentaria), no
hubiese engendrado sino nuevas pesadillas unidimensionales que
supuestamente pretendía combatir. El surgimiento de organizaciones terroristas
a fines de los sesenta, como la RAF, Las Brigadas Rojas o el IRA, o la propia
revolución cultural maoísta, no haría sino corroborar las tesis de Aron. Así lo
certifica Alberto Franceschini, el que fuera fundador de las Brigadas Rojas, en
el año 2014: “Salimos a la conquista de un nuevo mundo, pero no nos dábamos
cuenta que en realidad contribuimos a apuntalar el viejo”
(Antonio Elorza, pag 75)
Ahora bien, siguiendo
esta línea argumental en lo que Carlos Fuentes denomina como derrota pírrica
de los 68, radicaría su verdadero triunfo. Como en la revolución de 1848,
su fracaso, permitió, a largo plazo, la democratización de los regímenes
liberales, sobre todo cuando la crítica socialista, de forma certera, puso
sobre la mesa sus abiertas contradicciones e injusticias, de forma tímida al
principio y decidida posteriormente con la Comuna de París en 1871.
De la misma manera, los
68 permitieron a medio plazo, con su fracaso, ensanchar los límites de
la democracia liberal, la menos mala, en palabras de Raymond Aron, fórmula
de convivencia inventada entre humanos (lo cual no legitima, por tanto, el
finalismo determinista historicista de Fukuyama). Tal y como argumenta Carlos
Fuentes: “He pensado en el antiguo rey Pirro estos días para preguntarme si
las derrotas aparentes de los movimientos estudiantiles en 1968 y, ese mismo
año, del “socialismo con rostro humano” en Checoslovaquia, no fueron en
realidad fracasos pírricos, es decir, derrotas aparentes cuyos frutos sólo
pudieron apreciarse a largo plazo: derrotas pírricas, victorias aplazadas” (Carlos
Fuentes, pag 11).
En primer lugar, los 68
pusieron en tela de juicio el orden social autoritario impuesto tras la
posguerra (principio del fin de la guerra fría), como reiteró Daniel Cohn Bendit:
“Para mí fue una rebelión, sobre todo una rebelión antiautoritaria que tuvo
lugar por todas partes. La rebelión de una juventud que había nacido después de
la guerra y se revolvía contra el tipo de sociedad impuesto por las
generaciones de la guerra” (Antonio Elorza, pag 37). Haríamos, en este
sentido, referencia a la famosa brecha abierta en el orden social establecido
vislumbrada, tempranamente, por Edgar Morín o Castoriadis al calor de los
acontecimientos de mayo del 68. En segundo lugar, abrió el pluripartidismo en
México, y extendió la cultura democrática en toda América (con el trasfondo
contestatario a las guerras de Indochina y el movimiento pro derechos civiles
afroamericano). En último lugar, deslegitimó los regímenes comunistas.
En el canto de cine del
obrerismo, la actitud de los jóvenes sesentayochistas fue ambigua o
contradictoria (Richard Vinen habla de las dos caras del 68). Si bien es
cierto que la revuelta de Berkeley a Varsovia, tenía por objeto manifestarse
contra el autoritarismo, los viejos usos y costumbres (sobre todo en el ámbito
de la sexualidad), el patriarcado, emanciparse de la vieja ortodoxia
marxista-leninista en favor de la libertad de pensamiento (Arendt,
Glucksmann, Albiac), no es menos cierto que parte de ellos quisieron hacer real
la utopía totalista sangrienta, que sus padres de izquierda no pudieron o no
supieron realizar.
No es casual que la intelligentsia
de izquierda apareciese dividida al respecto (reflejo de una aguda crisis
de identidad). Si la izquierda más tradicional con Eric Hobsbawm a la cabeza se
alineó con las tesis de Alain Touraine, al señalar que mayo del 68,
representaba el inicio de “un nuevo período en la historia social”
(Eric Hobsbawm, pag 192), Wallerstein reiteraba que el 68 representaba “el
fracaso de la izquierda tradicional”, Marcuse y Sartre se declararon pro
chinos!!!, mientras que La Escuela de Fráncfort, con la tríada Adorno,
Horkheimer y Habermas, se desligaba de una juventud “idealista y proclive al
uso de la violencia” o “fascistas de izquierda” (Javier Noya,
pag 61)
Gabriel Albiac, lo cita
de forma explícita: “mediados los años sesenta, la sociedad europea
era rancia, fuertemente anacrónica. El 68 fue una gran depuración de todo lo
muerto: desde los partidos comunistas hasta los usos y convenciones sexuales. Toda
depuración de lo muerto es saludable…Y todas las investiduras mundanas del
salvacionismo religioso son genocidas. También esa que fue la única religión
viva del siglo XX europeo: el comunismo. Acabar con esa religión de suplencia,
cuya historia es la más sangrienta de la edad moderna, es la victoria única del
68. Y esa victoria es hoy irrenunciable” (Gabriel Albiac, pag 193).
PARIS, MAYO DE 1968
La
juventud francesa que se echó a la calle en nombre de Marx y Rimbaud, no
pretendía rebelarse contra ningún gobierno, sino contra la abundancia mentirosa
de la sociedad industrial contemporánea, que uniformiza la vida en perjuicio de
la autonomía crítica de los individuos (Marcuse, Touraine). Sobre el mayo
francés enfatiza Carlos Fuentes: “Esto es lo primero que hay que comprender sobre
la revolución de mayo en Francia: que es una insurrección no contra un
gobierno determinado, sino contra el futuro determinado por la
práctica de la sociedad industrial contemporánea. Asistimos a una revolución de
profundas raíces morales, protagonizada en primera instancia por la juventud de
una nación desarrollada. Y estos jóvenes dicen que la abundancia no basta, que
se trata de una abundancia mentirosa. Primero, porque pretende compensar con la
variedad y cantidad de los bienes de consumo la uniformidad y la paucidad de
los contenidos reales de la vida: comunicación, amor, cultura, dignidad
personal y colectiva, sentido de la cualidad del trabajo, sentido de la
autonomía crítica de los individuos y de las organizaciones, relaciones
concretas y decisivas entre cada hombre y lo que hace, dice, rechaza o escoge” (Carlos
Fuentes, pag 40-41).
LA PRIMAVERA DE
PRAGA.
En abril de 1969, el
socialismo democrático fue formalmente enterrado en Checoslovaquia. A decir
verdad, la Primavera de Praga murió dos veces. La primera cuando en agosto de
1968, los tanques soviéticos invadieron el país para restaurar el centralismo
democrático, que Dubcek puso en cuestión al pretender extender el sufragio
secreto dentro del partido. La segunda, al liquidar la autogestión obrera,
creada por la Ley de Empresa Socialista que daba iniciativa política a la clase
obrera. Alexander Dubcek, fue finalmente defenestrado y sustituido por Indra y
Bilak, meros títeres del Kremlin.
En palabras de Milan
Kundera, que define al socialismo democrático de Checoslovaquia como: “Un
intento de crear un socialismo sin una policía secreta omnipotente: con
libertad para la palabra dicha y escrita: con una opinión pública cuya
existencia es reconocida y tomada en cuenta; con una cultura moderna
desarrollándose libremente: y con ciudadanos que han dejado de tener miedo” (Carlos
Fuentes, pag 150).
LA MATANZA DE
TLATELOLCO: MÉXICO, OCTUBRE DE 1968.
Carlos
Fuentes rescata de la memoria colectiva, los anhelos de aquella juventud
mexicana masacrada en la plaza de las Tres Culturas. ¿Qué pedían?. Simplemente
lo que el PRI (Partido Revolucionario Institucional) les había enseñado en las
escuelas. Democracia, justicia, libertad, revolución. Fuentes pone nombre y
apellidos a aquellos centenares de jóvenes masacrados por el autoritarismo
priísta: “Lo que nos enseñaron en la escuela le repetía Santiago a sus
compañeros, muchachos entre los diecisiete y los veinticinco años, morenos y
rubios, como es México, un país arco iris, dijo una linda muchacha de melena
hasta la cintura, tez muy oscura y ojos muy verdes, un país de rodillas al que
hay que poner de pie, dijo un chico moreno, alto pero con ojos pequeños, un
país democrático, dijo un muchacho blanco y bajito, musculoso y sereno, pero
con anteojos que le resbalaban continuamente por la nariz, un país unido a la
gran revuelta de Berkeley, Tokio y París, un país en el que no sea prohibido
prohibir, y la imaginación tome el poder, dijo un chico rubio, muy español, de
barba cerrada y mirada intensa, un país en que no nos olvidemos de los demás,
dijo otro muchacho de aspecto indígena, muy serio y escondido detrás de
espejuelos gruesos, un país en que nos podamos querer todos dijo Lourdes, un
país sin explotadores , dijo Santiago” (Carlos Fuentes, pag 161).
Aquellos anhelos fueron
ahogados en un mar de sangre. Aquel día en Tlatelolco, finaliza Fuentes. “Habían
entregado la ciudad a la muerte/La ciudad era un campamento de bárbaros” (Carlos
Fuentes, pag 174).
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IÑAKI VÁZQUEZ LARREA
Doctor en Filosofía y
Antropología Social.