RESUMEN
Grosso modo, una
disposición hídrica es la piedra angular de un sistema de explicaciones y
procedimiento de ahorro de agua, pero la literatura consultada está
circunscrita a una agenda de escasez y desabastecimiento que el presente
trabajo se propuso discutir a fin de poder advertir líneas futuras y
especializadas de investigación. Se llevó a cabo un estudio documental con una
selección e fuentes indexadas a repositorios nacionales, considerando el
periodo de publicación y la inclusión de palabras clave. Se advierten un sesgo
teórico, conceptual y empírico acerca de la preservación hídrica como resultado
del contexto ambiental y político. Se recomienda extender la revisión y
edificar líneas concernientes a la abundancia y el derroche, la escasez y el
hedonismo.
Palabras clave
Escasez,
desabastecimiento, recursos hídricos, servicios municipales, modelo
MODELS OF WATER DISPOSAL
ABSTRACT
Roughly speaking, a water
provision is the cornerstone of a system of explanations and procedures for
saving water, but the literature consulted is limited to an agenda of scarcity
and shortage that the present work was proposed to discuss in order to be able
to warn future lines and Research. A documentary study was carried out with a
selection and sources indexed to national repositories, considering the period
of publication and the inclusion of keywords. There is a theoretical,
conceptual and empirical bias about water preservation as a result of the
environmental and political context. It is recommended to extend the revision
and build lines concerning abundance and waste, scarcity and hedonism.
Keywords Shortage, lack of supply,
water resources, municipal services, model
MODELOS DE DISPOSICIONES
HÍDRICAS
Cruz García Lirios, Margarita Juárez
Nájera, Francisco Rubén Sandoval Vázquez
Academic Transdisciplinary Network
- INTRODUCCIÓN
Una
disposición hídrica, para los fines del presente trabajo, es una serie de
respuestas heredadas y aprendidas respecto a contingencias del entorno personal
como es el caso de la difusión informativa de escasez y la experiencia de
desabastecimiento de agua, las orientan la transferencia de conocimientos y
habilidades de ahorro de agua. O bien, si los medios de comunicación
promocionan una abundancia de agua reflejada en una alta calidad, entonces más
bien se generan disposiciones a favor del consumismo debido a un contexto de
oferta y confort (Carreón et al., 2011).
Por
consiguiente, el objetivo del presente trabajo es revisar los modelos de
disposiciones hídricas a fin de poder establecer los ejes y temas de discusión
en la agenda pública, la cual ha sido sesgada por los medios de comunicación al
reducirla a un problema de escasez y desabastecimiento, incidiendo sobre las
decisiones y acciones de los usuarios del servicio municipal. Se llevó a cabo
un estudio documental con una selección de fuentes indexadas a repositorios
nacionales como Latindex y Redalyc, considerando el periodo de publicación de
1986 a 2017.
El proyecto
se inscribe en la disciplina de Trabajo Social, área de estudios documentales y
disposicionales, pero incluye conceptos de la psicología de la sustentabilidad,
la sociología ambiental y la economía ecológica. El proyecto fue financiado por
el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a través de una beca para estudios
de doctorado, número de registro 48087.
- TEORÍA DE LAS
DISPOSICIONES
Los marcos teóricos que
explican las disposiciones son: 1) teoría de las representaciones sociales, 2)
teoría del habitus y 3) teoría de las actitudes.
Las disposiciones, desde
la óptica de la teoría de las representaciones sociales son resultado del
procesamiento de información difundido en los medios de comunicación y
establecido en una agenda mediática a partir de la cual los usuarios del
servicio de abastecimiento público generarán un núcleo figurativo y símbolos
periféricos en torno a la escasez y la abundancia, el desabastecimiento y el
abastecimiento de agua (García et al., 2014).
Tal procesamiento de
información, según reza la teoría de las representaciones sociales, se gesta en
tres fases: a) objetivación o “recorte” de la explicación de un fenómeno, b)
anclaje o “unión de los recortes” para una nueva explicación y c)
naturalización o “uso de los recortes unidos” ante fenómenos similares.
De este modo, el
desabastecimiento de agua es una representación social de los usuarios que se
genera por una difusión intensiva de los medios con respecto a la escasez de
agua y/o la corrupción política en torno al servicio público (García, 2010).
Empero, la teoría de la
representación social al estar centrada en una dimensión simbólica del problema
sólo explica fehacientemente como se genera la idea de escasez y ahorro, o
bien, la idea de abundancia y derroche, pero no explica la transferencia de
esas disposiciones de los abuelos a los padres y de éstos a los hijos ni los
cuestionamientos de una generación a otra con respecto al derroche o ahorro del
agua (García, 2004).
La teoría del habitus explica
la transferencia de información de personas a personas, contrario al
planteamiento de la teoría de las representaciones sociales que explica la
transferencia de ideas de una generación a otra, pero a través de los medios de
comunicación. Pues bien, a teoría del habitus concibe a la escasez y a
la abundancia de agua como escenarios donde la transferencia de información es
posible solo si los receptores y emisores pueden edificar un circuito de
comunicación en clara alusión a las experiencias de desabastecimiento y
abastecimiento de agua (García, 2005).
Esto es así porque, de
acuerdo con la teoría del habitus las generaciones antecesoras pueden,
aún a pesar de los medios, transferir conocimientos y habilidades relativos a
contingencias ambientales de escasez que prepara a las generaciones sucesoras
para anticipar un desabastecimiento de agua, pero ésta herencia y aprendizaje
de capacidades no explica acciones específicas como el acaparamiento, la
reutilización o la movilización social (García, 2006).
Si la teoría de las
representaciones sociales anticipa conflictos entre autoridades y usuarios al
advertir que una difusión intensiva de abundancia incrementará las exigencias y
protestas de los usuarios para con los gestores y administradores públicos del
agua, entonces la teoría del habitus también señalaría que las acciones
colectivas son herencia y aprendizaje ante la escasez y desabastecimiento ya
que, la gente se confronta con sus autoridades por atribuirles la
responsabilidad del agotamiento o contaminación de los mantos acuíferos, así
como la mala calidad del servicio (García, 2009).
Empero, la teoría de las
actitudes explica un actor racional, el cual delibera, planifica y sistematiza
sus acciones en torno a la optimización de los recursos ya que, la literatura
hasta el momento no ha encontrado casos racionales de derroche de agua (García,
2007).
La dimensión deliberada
del ahorro de agua consiste en una serie de creencias de escasez que
repercutirán sobre las percepciones de riesgo, motivos de ahorro y
disposiciones a favor del cuidado del agua que determinarán intenciones
positivas de preservar el recurso hídrico, así como acciones para tal
propósito, empero si de acciones específicas se trata, como es el caso de la
reparación de fugas domiciliarias, la deliberación se complementa con la
planificación (Carreón et al., 2011).
Una acción específica
supone, de acuerdo con la teoría de las actitudes, un proceso planificado de
creer en las habilidades para controlar una situación, el apoyo social o
asesoría especializada, así como las disposiciones favorables de reparar el
sistema hidráulico. En suma, la planificación supone intenciones muy puntuales
que determinan acciones muy especializadas (García, 2006).
Sin embargo, la
planificación, aún y cuando sea muy intencional, no explica un cuidado continuo
del agua como la dimensión sistemática de las disposiciones plantea al advertir
que la información difundida en los medios se ajusta a estilos de vida
ancestrales de comunidades, las cuales siempre han tenido una alta escasez y
desabastecimiento hídrico (García, 2007).
La sistematización
refiere a una serie de usos y costumbres, los cuales no sólo se transfieren
sino, se comparten en una localidad y esta se distingue no por su grado de
disponibilidad hídrica, ni por su sistema de gestión o suministro sino, por su
grado de solidaridad y cooperación ante eventos contingentes, desastres
naturales, crisis ecológicas o catástrofes ambientales (Carreón, et al., 2015).
En efecto, en todos los
procesos esgrimidos, representaciones, habitus y actitudes, las
disposiciones se aprenden y transfieren directa e indirectamente, pero al ser
la piedra angular de la racionalidad, deliberación, planificación y
sistematización explican el balance entre las comunidades y su disponibilidad
hídrica.
- ESTUDIOS DE LAS
DISPOSICIONES HÍDRICAS
Las situaciones
ambientales, han sido explicadas desde la psicología a partir de modelos en los
que se demuestran las relaciones causales entre las percepciones, las
creencias, los valores, las actitudes, los conocimientos, los motivos, las
habilidades, las intenciones y los comportamientos que cada individuo
desarrolla para responder a la escasez, desabasto o insalubridad ambiental. El
estado del conocimiento en el que se encuentran sintetizados los hallazgos que
demuestran la relación compleja entre el medio ambiente y la conducta humana,
es la principal fuente de información de la que se derivan las relaciones
hipotéticas entre las variables incluidas en un modelo.
La demostración de estas
relaciones hipotéticas se establece con su ajuste a los datos observados
mediante un instrumento. La estructura resultante es categorizada en cuatro
aspectos; validez, covarianzas, predicciones y disturbios para demostrar la
relevancia de los modelos estructurales en la explicación, predicción y
sistematización del efecto de las situaciones ambientales sobre los estilos de
vida sustentables. Tales explicaciones podrían considerar la relación entre
individuos y grupos para explicar sistemas de ahorro o derroche de agua (García
et al., 2012).
Precisamente, los
estudios ambientales desde las ciencias sociales, han adquirido una mayor
relevancia científica y social al desarrollar estos cuatro tipos de modelos. En
el ámbito económico, los modelos estructurales en torno a la distribución,
consumo o tratamiento de agua se han consolidado como un instrumento de
planificación y decisión gubernamental para la inversión pública o el dictamen
de licitaciones (García et al., 2017).
En el ámbito político,
los modelos estructurales en torno a la movilización por la demanda de agua se
han consolidado como un instrumento de políticas públicas en la planificación
urbana y el desarrollo de asentamientos humanos. En el ámbito social, los
modelos estructurales en torno a los conflictos por los derechos ambientales se
han consolidado al ser un instrumento de decisión jurídica en los dictámenes de
cuencas (García et al., 2014).
En el ámbito comunitario,
los modelos estructurales en torno a la identidad y participación ambiental se
han consolidado como un instrumento de planificación de zonas protegidas. En el
ámbito vecinal, los modelos estructurales en torno al ahorro del agua se han
consolidado como un instrumento de educación ambiental e implementación de
programas sanitarios en las zonas vulnerables y programas de conservación de
las plazas públicas (García et al., 2014).
En el ámbito organizacional,
los modelos estructurales en torno a la comercialización del agua se han
consolidado como un instrumento de decisión y planificación publicitaria y
mercadológica. En el ámbito institucional, los modelos estructurales en torno
al desabasto e insalubridad ambiental se han consolidado como un instrumento de
prevención y promoción de la salud pública (García et al., 2015).
En el ámbito familiar,
los modelos estructurales en torno a la prevención, dosificación y
reutilización de agua se han consolidado como un instrumento de calidad de
vida. En el ámbito individual, los modelos estructurales en torno a la
motivación para ahorrar agua se han consolidado como un instrumento de
concientización sobre las posibilidades de crecimiento personal (García et al.,
2016).
La consolidación de estos
modelos estructurales se debe a las técnicas y parámetros estadísticos que le
otorgan validez al converger los reactivos en un solo factor o al diferenciarse
los factores entre sí y la predicción de comportamientos individuales a partir
de la relación causal entre los factores del modelo (García et al., 2015).
Las situaciones
ambientales han sido explicadas a partir de modelos de medición contrastados
con modelos estructurales en los que se establecen los factores predictores del
impacto de la escasez, desabasto e insalubridad ambiental sobre la
dosificación, reutilización o reciclaje de agua. Se trata de modelos en los que
las variables manifiestas configuran constructos tales como comportamientos
sostenibles (Kerlinger y Lee, 2002).
Los comportamientos
sostenibles han sido los constructos a partir de los cuales los modelos de
medición han sido desarrollados. La construcción de modelos psicoambientales se
han enfocado en el entorno del individuo, su cognición y comportamiento
(Sandoval, 2008). La influencia de los grupos en torno a los individuos que
actúan a favor del medio ambiente ha sido inferida a partir de los valores, las
creencias, las percepciones, las actitudes, las habilidades, los conocimientos
o las intenciones.
Específicamente, las
normas sociales, las normas grupales y las normas subjetivas han establecido la
incidencia de los grupos en los individuos. Sin embargo, los modelos
psicoambientales sólo han demostrado la relación lineal de los grupos hacia los
individuos y han soslayado la respuesta de las personas hacia sus referentes
grupales tales como familias, amigos, conocidos o compañeros (Kline, 1998;
Kline, 2006).
Es decir, cuando se
establece el ajuste del comportamiento de una muestra de individuos (ahorradores
o derrochadores de agua) en relación a las hipótesis de individuos
(investigadores), subyacen las interacciones y los roles que emanan de los
grupos a los que ambos tipos de individuos pertenecen (García et al., 2014).
Las interacciones entre
los ahorradores, los derrochadores y los investigadores no se incluyen en los
modelos de medición. Los roles de ahorro, dispendio e investigación tampoco se
incluyen en los modelos hipotéticos. Incluso, la relación entre los grupos de
ahorradores, los grupos de derrochadores y los grupos de investigadores tampoco
es incluida en los modelos de medición (García et al., 2013).
Más aún, en las
situaciones ambientales, los grupos humanos interactúan no sólo con el medio
ambiente sino con grupos de especies animales y vegetales. Esta relación casi
siempre ha sido competitiva por la obtención de los recursos naturales, el agua
principalmente (Levy, 2003).
- MODELO DE DISPOSICIONES
HÍDRICAS
Un modelo es una
representación de los ejes y las trayectorias de relaciones de dependencia
entre los factores esgrimidos en el estado del conocimiento (véase Figura 1)..
Figura 1. Modelo de
disposiciones hídricas
DHS = Disposiciones
Hídricas Sustentable, DAH = Disposiciones Afectivas Hídricas, DCH =
Disposiciones Cognitivas Hídricas, DIH = Disposiciones Intencionales Hídricas
Fuente: Elaboración
propia
Las disposiciones
hídricas, indicadas por dimensiones afectivas, cognitivas e intencionales,
suponen un proceso racional, deliberado, planificado y sistemático orientado al
equilibrio de las demandas del entorno y los recursos internos. Se trata de un
balance emocional, cognitivo e intencional con el que los individuos responden
ante una situación de escasez de recursos y desabastecimiento de servicios
públicos (hipótesis 1).
Por consiguiente, en el
marco de las transacciones entre el entorno y el individuo, las emociones,
afectos y sentimientos determinan procesamientos automáticos de información a
partir de los cuales se toman decisiones de conservación de los recursos o derroche
de los mismos. En este sentido, una difusión sistemática de la escasez y
desabasto relativo a la disponibilidad de los recursos, genera indefensión o
desesperanza de un futuro común y favorable a generaciones del futuro, pero
también activa respuestas inmediatas de movilización social y acción colectiva
(hipótesis 1a).
En el caso del
procesamiento cognitivo de la información concerniente a la disponibilidad de
los recursos y la calidad de los servicios municipales, la prevalencia de una
lógica de verificabilidad, la cual consiste en la comparación de fuentes
informativas y la adopción de aquellas que se ajustan a un ideal personal o
colectivo, sugiere que las disposiciones hídricas están indicadas por
beneficios esperados (hipótesis 1b).
Por último, si las
disposiciones afectivas y cognitivas permiten la edificación de un criterio de
selección y procesamiento de información, entonces generarán intenciones en
contra o a favor de la conservación del entorno, pero también contribuyen a un
criterio de elección hedonista, el cual refleja una desesperanza por el futuro
(hipótesis 1c).
- CONSIDERACIONES
FINALES
Las variables que
demuestran sistemas inobservables, se establecen a partir de registros o
auto-reportes y son consideradas como constructos. Las variables que establecen
los indicadores del sistema son consideradas como manifiestas o indicadoras
(Levy y Recio, 2003). La exclusión y la innovación ambiental son constructos
que exploran, describen, explican o predicen las situaciones ambientales tales
como; escasez, desabasto, insalubridad, dispendio, dosificación o reutilización
de agua (Auxiliadora y Manera, 2003).
Las variables pueden ser
exógenas o endógenas. En el primer caso, son variables moderadoras del sistema
y pertenecen a situaciones ambientales colaterales. En el segundo caso, son
variables mediadoras y pertenecen a situaciones ambientales (Manzano y Braña,
2003). El cambio climático (el calentamiento global y el aumento del nivel del
mar) influyen en la disponibilidad y la distribución ambiental de las regiones
que a su vez determinan la exclusión y la innovación que los individuos, los
grupos, las comunidades, las sociedades, las culturas o las generaciones
construyen en torno a la equidad o inequidad ambiental (Baron y Kenny, 1986).
Las variables moderadoras
tienen una covariación entre ellas que las hace influir en las variables
mediadoras. Las variables mediadoras regulan el efecto de las variables
moderadoras en las variables dependientes, criterio o blanco. La disponibilidad
y la distribución ambiental al moderar su impacto determinan el dispendio o el
ahorro de agua (Corral, 2001).
Las situaciones
ambientales pueden modelarse a partir de la nomenclatura expuesta. La
elaboración de dos modelos, uno de exclusión y otro de innovación ambiental,
para explicar la equidad en el primer caso o la inequidad en el segundo caso,
implica la fiabilidad de los instrumentos que miden los indicadores de estos
dos constructos (Mateos y Dávila, 2003). La correlación entre los reactivos y
las escalas que forman los instrumentos de medición de la exclusión y la
innovación ambiental se establece a partir del coeficiente de fiabilidad alfa
de Cronbach. El parámetro varía desde 0 a 1, cuanto más se acerca al 1 se
considera que el instrumento es altamente confiable.
Establecida la
confiabilidad del instrumento, el modelo teórico es diseñado a partir de
hipótesis de covarianza y causalidad tanto directa como indirecta. La
modelación a través de ecuaciones estructurales incluye cuatro fases: (1) la
demostración de constructos, (2) la validez del constructo a partir de la
convergencia de sus indicadores, (3) la demostración de relaciones causales
entre constructos y (4) el ajuste de los datos observados en referencia a los
datos hipotéticos.
La modelación con
ecuaciones estructurales incluye la identificación del modelo que consiste en
un número igual de incógnitas en referencia a un número de valores conocidos.
En este sentido, los modelos psicoambientales incluyen cuatro fases; (1)
relaciones causales entre predictores y criterios, (2) relaciones causales
entre predictores, (3) covarianza entre predictores, (4) estimación de la
perturbación.
En este sentido, la
validez del instrumento que mide las variables psicoambientales incluye cuatro
fases. La primera se refiere a la operacionalizacion de las variables que miden
las situaciones ambientales. La segunda se refiere a la correlación baja entre
los constructos moderadores que posteriormente se discriminan del modelo. La
tercera se refiere a la correlación alta y en consecuencia una predicción entre
los constructos moderadores.
Se trata de una validez
en la que convergen los indicadores en un constructo. Dicha correlación es
conocida como el peso factorial que varia de 0 a 1. Los valores superiores a
.300 son incluidos como elementos del factor. Las técnicas para establecer la
convergencia son el análisis factorial exploratorio (AFE) o el análisis
factorial confirmatorio (AFC). En el AFE las teorías y las hipótesis están
ausentes debido a que las situaciones son inéditas o complejas. En contraste,
cuando las situaciones han sido sumamente documentadas y explicadas por teorías
e hipótesis, el AFC es la técnica estadística que corresponde a la convergencia
de los indicadores con el factor.
Debido a que las
situaciones ambientales han sido documentadas a partir de sus determinantes
psicosociales, psicoambientales y psicodrológicos, se realiza un AFC (Pedhazur
y Schmelkin, 1991). En este sentido, el estado del conocimiento establece la
pertinencia de los valores, las creencias, las percepciones, las actitudes, los
conocimientos, las habilidades, las identidades, las intenciones, los motivos y
los comportamientos en torno a la escasez, desabasto, insalubridad, corrupción,
negligencia, dispendio y dosificación ambiental.
Una vez demostrada la
validez convergente de los instrumentos que miden las variables psicosociales,
psicoambientales y psicoambientales, se estima la asociación entre los
indicadores. El parámetro de correlación “r” de Pearson indica la fuerza de
relación entre dos o más variables manifiestas. La posibilidad de que estén
ambos indicadores relacionados causalmente se establece a partir de su
asociación. El incremento de los valores de una variable manifiesta esta
vinculado con el incremento o decremento de los valores de otro indicador. El
estado del conocimiento psicosocial establece que las creencias se encuentran
vinculadas con las actitudes, éstas con las intenciones y éstas últimas con los
comportamientos. Los estudios psicológicos de la sustentabilidad también han
establecido la asociación entre los valores y las creencias, las preocupaciones
y las actitudes, las intenciones y los comportamientos. En el caso de las
investigaciones psicoambientales, los motivos han estado vinculados a los
comportamientos (García, 2009).
La siguiente fase
corresponde al establecimiento de las relaciones causales entre los
indicadores. Un incremento significativo en una variable exógena manifiesta
sobre otro indicador endógeno propicia cambios que pueden ser medidos a partir
de los valores de cada una. El coeficiente beta establece el impacto de la
variable exógena sobre la variable endógena. Sin embargo, a menudo ocurren dos
imponderables: la ausencia de causalidad y la Multicolinealidad. La primera se
refiere a una asociación y determinación espuria en la que el parámetro de
regresión beta es cercano a cero.
La segunda se refiere a
la similitud entre los determinantes de la variable dependiente. No obstante,
cuando la relación causal se establece, el coeficiente de regresión cuadrado y
el coeficiente de regresión ajustado son parámetros que establecen el poder
predictivo del modelo. De este modo se lleva a cabo la predicción de una
variable antecedente sobre otra variable consecuente. La predicción del
dispendio o la dosificación ambiental se establece a partir de los motivos
extrínsecos. Es decir, las personas que derrochan o ahorran agua están
influidas por el incremento o decremento de las tarifas que cobra el gobierno
local (García, 2011).
Los estudios bivariados
son un precedente para las investigaciones multivariables. El análisis de
regresión lineal múltiple se establece a partir de la predicción de una
variable dependiente en relación con variables independientes. Se trata de una
técnica estadística en la que el coeficiente de regresión múltiple establece la
influencia de una variable predictora considerando el efecto de otras variables
independientes sobre una variable criterio. Los estudios psicosociales han
establecido la predicción del ahorro de agua a partir de las percepciones, las
creencias, las actitudes y las intenciones del cuidado del agua (García, 2010).
Precisamente, la
explicación de una variable criterio alude a variables exógenas, variables
moderadoras y variables mediadoras. El efecto de una variable exógena sobre el
criterio se establece a partir de la multiplicación de efectos entre las
variables mediadoras y la suma de la influencia de las variables moderadoras y
endógenas. En torno a la predicción del ahorro de agua, se han elaborado
modelos de trayectorias en los que las percepciones, las creencias y los
valores moderan su efecto sobre el cuidado del agua. Dichos efectos están
mediados por actitudes y conocimientos de ahorro de agua y reparación de fugas
domésticas (García, 2004).
Sin embargo, las situaciones
ambientales incluyen imponderables tales como; las sequías y las lluvias que
afectan la disponibilidad ambiental impactando consecutivamente al suministro
de agua potable que afecta directamente a los individuos o los grupos
desarrollando sistemas de exclusión o innovación ambiental. Tales imponderables
son perturbaciones del sistema. Precisamente, las perturbaciones son calculas
por modelos de ecuaciones estructurales en los que se establecen, a través de
un modelo de medición y otro estructural, las predicciones simultáneas de
variables exógenas moderadoras sobre variables endógenas de segundo o primer
orden (Iglesias y Aranzazu, 2003).
El modelo de medición
implica necesariamente un equilibrio entre el número de incógnitas y el número
de valores conocidos. Una vez establecida la identificación del modelo, se
considera que su ajuste (a través de su matriz de covarianzas) será
satisfactorio si las ecuaciones estructurales se aproximan a las relaciones
causales hipotéticas del modelo de medición (García, 2005).
Las situaciones
ambientales y los estudios psicoambientales correspondientes han demostrado la
relevancia de los modelos de medición en los que se incluyen variables
situacionales tales como la escasez, el desabasto o la insalubridad, variables
sociodemográficas tales como el sexo, la edad, el salario, el pago de
servicios, variables cognitivas tales como las creencias, las actitudes, los
motivos, los conocimientos, las percepciones o las intenciones, todas ellas
como las determinantes de las variables conductuales tales como el
almacenamiento, el ahorro, el desperdicio, la reutilización o el reciclaje de
agua. Los modelos de medición que se han desarrollado y demostrado utilizaron
parámetros de ajuste en los que las hipótesis causales entre las variables
demuestran la verosimilitud del modelo de medición con respecto a los datos
encontrados (García, 2007).
Los parámetros que
determinan el ajuste del modelo hipotético a los resultados siguen el principio
de la X2 que establece la aceptación o rechazo de las relaciones
causales hipotéticas. El nivel de significancia mayor a .05 indica que el
modelo de medición se ajusta a los resultados. En la medida en que se
incrementa la significancia, el modelo de medición se ajusta al modelo
estructural encontrado. Sin embargo, existen otros parámetros de ajuste del
modelo de medición que han sido más atingentes y menos propensos a la
influencia del tamaño de la muestra como ocurre con la chi cuadrada (Prat y Doval, 2003). Se trata del parámetro
de bondad de ajuste, los índices comparativos de ajuste. Los índices que se
aproximan al 1 son considerados como buenos parámetros de ajuste, sólo el
índice residual se aproxima a cero e indica un ajuste pertinente del modelo
(García, 2006).
Los análisis
estructurales de las situaciones ambientales se fundamentan a partir de cuatro
modelos que pueden incluir uno o hasta cuatro tipos de relación; (1) relación
entre el factor y los reactivos, (2) relación entre los factores exógenos, (3)
relación entre los factores exógenos sobre los factores endógenos y (4)
integración de todas las relaciones anteriores (García et al., 2014).
El modelo que incluye
sólo la relación entre el factor y sus correspondientes reactivos es conocido
como modelo de validez convergente. Se trata de una técnica estadística que
demuestra la estructura configurativa de un factor a partir de sus reactivos
(García et al., 2015).
En torno a las situaciones
medioambientales, los modelos de validez convergente han demostrado la
estructura de las creencias socio-ambientales, las competencias
psico-ambientales, las identidades regionales y los comportamientos
individuales. En torno a las situaciones ambientales, los estudios científico
sociales han confirmado las hipótesis de estructuras biosféricas o antropocéntricas,
estructuras de ahorro y dispendio (Carreón et al., 2014).
La demostración de una
convergencia de reactivos, sólo es la culminación de un proceso observacional e
hipotético deductivo en el que las preguntas o reactivos de un cuestionario, se
elaboran considerando planteamientos y conceptos generales (García, 2007).
La validez convergente es
una demostración preliminar para la construcción de modelos estructurales
integrales. Sin embargo, la convergencia de reactivos en un factor no excluye
la convergencia de esos mismos reactivos en otros factores (García, 2009).
Precisamente, la
multiconvergencia de reactivos en factores es un límite de las teorías en
ciencias sociales. Debido a la generalidad de sus postulados, las preguntas y
reactivos que se derivan de las teorías deben incluir una especificidad que
permita explicar comportamientos individuales, dinámicos grupales, políticas
institucionales, climas organizacionales, identidades comunitarias o
movilizaciones ciudadanas (Carreón et al., 2015).
En psicología, la
especificidad de sus teorías supera los límites de las teorías científicas
sociales. No obstante, las teorías psicológicas enfrentan la problemática de la
colinealidad y la multicolinealidad que evidencia la repetición de teorías, sus
conceptos y reactivos correspondientes. En psicología es muy común encontrar
teorías que tratan de explicar la misma unidad de análisis utilizando los
mismos conceptos. Tales son los casos de la Teoría de la Auto-eficiencia, la
Teoría de la Conducta Planificada y la Teoría del Locus de Control que
comparten el mismo concepto de percepción de control para explicar las
habilidades individuales en torno a una tarea o función. Esta repetición que
ocurre a nivel teórico se refleja a nivel metodológico con las técnicas de
investigación y a nivel instrumental con los cuestionarios, inventaros o
baterías que terminan siendo similares en sus preguntas, reactivos y opciones
de respuesta (Carreón et al., 2016).
En este sentido, los
análisis de factores demuestran que los reactivos miden rasgos diferentes que,
al converger en un factor, explican una dimensión de la cognición o el
comportamiento. La validez del constructo o factor es un requerimiento
preliminar para explicar la sistematización de rasgos cognitivos o conductuales.
Es decir, las situaciones ambientales tales como la escasez, el desabasto o la
insalubridad tienen un impacto en los individuos que pueden inferirse a partir
del análisis de la convergencia de respuestas a un instrumento que mide dicho
impacto situacional ambiental en las personas (García et al., 2014).
Los instrumentos que
miden el impacto de las situaciones ambientales en los individuos, aluden a las
creencias, los valores, las actitudes, las motivaciones, las habilidades, los
conocimientos, las competencias, las intenciones y los comportamientos en
relación a la escasez, desabasto o insalubridad. Los estudios ambientales
estructurales han demostrado que la escasez de agua configura creencias,
competencias y comportamientos inherentes al cuidado del agua (García, 2010).
Ahora bien, la
colinealidad y multicolinealidad es atribuida a los modelos estructurales que
incluyen dos o más variables exógenas latentes con una o más covarianzas
cercanas a cero. En los modelos estructurales de las Ciencias Sociales,
sobretodo en Psicología, las covarianzas son reportadas para demostrar la
validez discriminante y con ello, la ausencia de colinealidad o
multicolinealidad. En este sentido, para superar los limites inherentes a la
generalidad y la especificada, las ciencias sociales han recurrido a las
estructuras discriminantes que les permiten discernir los factores que explica
las situaciones ambientales (García, 2011).
El modelo que incluye
sólo las relaciones entre las variables latentes exógenas es conocido como
validez discriminante. A partir del parámetro “phi” de covarianza entre los
constructos exógenos se infiere la incidencia de otras variables no medidas
sobre las variables latentes endógenas. Un valor de covarianza cercana a cero
indica que los constructos miden las mismas dimensiones y confirman el
diagnóstico de colinealidad o multicolinealidad. Una covarianza superior a uno
indica que otras variables no consideradas en el modelo confirman la ausencia
de colinealidad o Multicolinealidad (García, 2010).
En torno a las situaciones
medioambientales los estudios científico sociales han demostrado la validez
discriminante entre las creencias ecocéntricas y antropocéntricas, actitudes
generales y específicas, percepciones de riesgos y utilitarias, valores biosféricos
y egoístas, comportamientos anti ambientales y proambientales. En torno a las situaciones
ambientales, han demostrado la validez discriminante entre las creencias, los
valores y percepciones, entre habilidades preventivas y reparativas de fugas de
agua, entre dosificación y reutilización de agua (García et al., 2016).
Los límites de la validez
discriminante se identifican en la indeterminación de las variables no
incluidas en el modelo. A menudo estas variables aluden a la influencia de los
grupos en los que el individuo pertenece. Se trata de normas que al ser
conceptualizadas generalmente, dificultan su medición. Otras variables no
incluidas en los modelos estructurales son aquellas que refieren a las
dimensiones afectivas de los individuos. Son variables tales como la emoción,
el enojo, la incertidumbre, la desesperanza, la creatividad o la innovación que
al estar definidas ambiguamente impiden su medición (García, et al., 2012).
En modelos estructurales
que incluyen variables perceptuales, valorativas y evaluativas las covarianzas
confirman la estructura de un sistema cognitivo conductual en el que las
variables exógenas, al ser diferentes, inciden gradualmente en las variables
endógenas. Estos modelos son conocidos como estructuras convergentes,
discriminantes y determinantes (García et al., 2017)
Los determinantes
cognitivos del comportamiento individual son estimados por el parámetro de
regresión “Beta” y forman las estructuras de predicción.
El modelo que incluye las
relaciones causales entre variables exógenas sobre variables endógenas es
conocido como estructura de predicción. Las relaciones causales pueden ser; (1)
relaciones causales directas de variables exógenas sobre endógenas de segundo
orden y (2) relaciones causales indirectas de variables exógenas sobre
endógenas de primer orden a través de variables endógenas de segundo orden
(Carreón et al., 2014).
En torno a las situaciones
medioambientales, los estudios científico sociales han demostrado la incidencia
de las situaciones medioambientales sobre la acción individual o colectiva, han
demostrado la influencia de las situaciones medioambientales sobre el
comportamiento pro-ambiental a través de las creencias, las actitudes y las
intenciones. En torno a las situaciones ambientales, han demostrado los
efectos directos de la escasez de agua sobre su ahorro, el desabasto sobre la
dosificación, la insalubridad sobre la purificación. También se ha demostrado
el efecto indirecto de estas situaciones ambientales sobre la conducta
individual, grupal, vecinal, comunitaria o colectiva a través de las
percepciones de utilidad (García et al., 2016).
Los límites de los
modelos estructurales predictivos pueden advertirse en unidireccionalidad de
sus trayectorias causales. En estos modelos la situación medioambiental
determina la cognición y el comportamiento individual y los efectos del
comportamiento humano sobre la situación medioambiental sólo han sido
explicados desde las ciencias naturales a partir de indicadores de impacto
ambiental. Tales estudios científico naturales sólo establecen el deterioro
ecológico o contaminación como eventos aislados y estáticos. Ni los estudios
científicos sociales y ni los estudios científico naturales explican la
interacción entre el medio ambiente, el comportamiento humano y sus
correspondientes factores mediadores tales como la cultura, la tecnología, las
tradiciones, las normas o las cogniciones. En este sentido, se han realizado
estudios que pretenden explicar la interacción medioambiental y conductual a
partir de modelos integrales que incluyen factores situacionales, culturales,
normativos, cognitivos y conductuales (García, 2005).
El modelo que incluye los
errores de medición en las trayectorias de relaciones causales unidireccionales
entre las situaciones, las cogniciones y los comportamientos convergentes,
discriminantes y predictivos es conocido como estructura de disturbio.
En torno a las situaciones
medioambientales los estudios científicos sociales han demostrado el impacto
indirecto de los factores situacionales sobre los comportamientos sostenibles a
través de las variables socio-demográficas, las competencias ambientales y las
identidades regionales. En torno a las situaciones ambientales, han demostrado
que la escasez de agua determina su ahorro siempre y cuando las clases baja y
media cuenten con los espacios y los recipientes para su almacenamiento y
reutilización.
Los límites de los
modelos estructurales sistémicos pueden evidenciarse en la verosimilitud de las
relaciones causales. Esto es, el grado de ajuste de dichas relaciones
hipotéticas a las relaciones observadas. En este sentido, los parámetros de
ajuste tales como CFI, NFI o RMSEA sólo indican el ajuste del modelo de
medición (relaciones hipotéticas) al modelo estructural (relaciones observadas).
Dichas relaciones
hipotéticas son derivadas del conocimiento teórico, la intuición y experiencia
del investigador. Por tanto, los modelos estructurales sistémicos sólo
demuestran la congruencia entre el estado del conocimiento (teorías que
producen hipótesis causales de estudios cuasi-experimentales y muestras
sesgadas) y los datos obtenidos de un instrumento. Sin embargo, los modelos
estructurales sistémicos son el primer intento serio de las ciencias sociales
por explorar, describir, explicar, predecir e incluso comprender la complejidad
de relaciones unidireccionales, bidireccionales y multidireccionales entre las
situaciones medioambientales y los comportamientos individuales pasando por la
influencia grupal, la identidad comunitaria, la innovación tecnológica, la
mediatización informacional, la normatividad institucional, la ideología
social, la tradición familiar o la explotación laboral (García et al., 2017).
El aporte del presente
trabajo al estado de la cuestión radica en la discusión de los marcos teóricos,
conceptuales y empíricos en torno a las disposiciones hídricas, pero la
selección de la información y la técnica de procesamiento limitan tal aporte a
un contexto urbano o semiurbano en donde los medios de comunicación determinan
una agenda centrada en la escasez y el desabastecimiento de agua.
Una extensión de la
búsqueda de fuentes especializadas en otros contextos abrirá la discusión en
torno a una agenda centrada en la abundancia y el derroche, o bien, en la
escasez y la desesperanza convertida en consumismo hedonista. Las teorías y
estudios relativas a éstas situaciones abonarán en el debate ya que, supone una
relación simétrica entre gobernantes y gobernados en torno a la gestión de los
recursos naturales y la administración del servicio hídrico municipal.
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