Resumen
En el artículo, se describen
y enlistan los factores críticos para que una campaña electoral sea exitosa. Se
parte de reconocer que para ganar una elección a un puesto de representación
popular, se requiere postular buenos candidatos, tener una estrategia ganadora,
conformar una estructura política que permita la organización y movilización de
los electores, así como un tema de campaña que logre una conexión emocional con
los votantes, entre otros.
Se concluye, que ganar el
poder en un sistema político de cuño democrático implica un ejercicio de
articulación y operación estrategia que demanda tino, creatividad, oportunidad
y visión integral.
Palabras claves. Factores críticos,
éxitos, campañas electorales, sistemas democráticos y estrategia política.
Abstract
This article describes and
lists crucial aspects to achieve a successful electoral campaign. To win an
election to a representative post it is required to have capable candidates, a
wining strategy, to build a political structure which allows to organize and
rally voters as well as a strong campaign topic to make an emotional connection
with voters, among other factors.
Key words: Critical factors,
success, electoral campaigns, democratic systems and political strategy.
Factores Críticos de Éxito en las
Campañas Electorales
Andrés Valdez Zepeda*
Arturo Verdura Ochoa**
De acuerdo
a los resultados que se obtienen en los comicios electorales, existen sólo dos
tipos de campañas. Por un lado, están las campañas ganadoras, quienes logran
concitar el apoyo de la mayoría de los votantes. Por el otro, se ubican las
campañas perdedoras, quienes, por diferente razón, no logran atraer el voto
mayoritario de los ciudadanos.
Las campañas ganadoras son
aquellos esfuerzos político-electorales que realizan partidos, candidatos y
sus equipos de campaña
en materia de proselitismo, investigación, comunicación, organización y
movilización electoral con el fin, por un lado, de obtener la mayoría de votos
de los ciudadanos a un puesto de elección pública y, por el otro, con el fin de
derrotar a la competencia. Es decir, toda campaña ganadora, bajo un sistema
político competitivo de cuño democrático, supone la existencia de dos frentes:
un frente de atracción de votos y uno de repulsión de apoyos y sufragios para
sus adversarios.
La realidad no ha mostrado
que las campañas electorales se ganan o se pierden por una gran diversidad de
factores, presentes en un momento y una circunstancia o contexto determinado.
En este sentido, bien se puede decir, que el éxito es multifactorial, porque
responde o depende de varios factores, ya que raramente es un sólo factor el
que determina el éxito o el fracaso de una campaña.
Ahora bien, ¿cuáles son los
factores críticos para el éxito de una campaña electoral? ¿Qué nivel de
ponderación e importancia tiene cada uno de estos factores en el resultado
electoral? ¿De qué depende el ganar o el perder una elección? ¿Qué aspectos
deben cuidar las organizaciones partidistas para evitar el fracaso en una
elección de representantes populares?
En el presente capítulo, se dará
respuesta a estas interrogantes, tratando de enlistar y describir los factores
críticos más importantes que inciden significativamente en el resultado de una
elección. En este sentido, el objetivo del trabajo consiste en elaborar un
catálogo de factores que inciden, determinantemente, en el resultado de una
contienda electoral a un cargo de elección popular. La metodología empleada para elaborar
este documento gravitó en torno de la revisión de 23 casos de campañas
electorales ganadoras (CEG) realizadas en los diferentes países de América
latina en el 2006 tanto a nivel local como nacional.
Factores de éxito
En la real politics
existen múltiples casos de CEG, cuyo resultado dependió de la conjunción de una
diversidad de factores, ya sea por la postulación de un buen candidato, por el
apoyo de un partido fuerte o por el tipo de estrategia utilizada. Por ejemplo,
en los casos de Colombia, Perú y Ecuador en las últimas elecciones nacionales,
el carisma de los candidatos ganadores jugó un papel muy importante en el
resultado final de la elección. Por su parte, en los casos de México, Brasil y
Venezuela el alto nivel de posicionamiento de los partidos postulantes, ayudó
enormemente para que los candidatos triunfadores alcanzaran sus objetivos
políticos.
Es decir,
no es sólo uno el factor que determina el resultado final de la elección, sino
un conjunto de factores que, de manera ponderada, inciden en el resultado final
de la contienda. En este documento se enlistan estos factores bajo la
advertencia de que la política electoral es un campo donde impera la
complejidad, la incertidumbre y el cambio permanente. En este sentido, lo único
seguro es que nada es seguro.
Sin
embargo, en toda campaña electoral se tienen que atender diferentes frentes y
considerar distintos factores para asegurar el triunfo en los comicios. Los
factores críticos de éxito de una campaña, bajo reglas democráticas, son los
siguientes: El perfil del candidato, la estrategia utilizada, el
posicionamiento del partido, la estructura electoral (maquinaria política), los
recursos, la experiencia de los ciudadanos con respecto de los partidos
postulantes, la información y el conocimiento disponible por los partidos y
candidatos, la cobertura mediática, los errores y escándalos, el modelo de
gerenciamiento, la imagen, el plan de campaña, los adversarios, la coyuntura y
el tipo de elección.
El
candidato
En los
últimos años y ante la profundización de la crisis de los partidos políticos,
se ha presentado una tendencia en la que los electores tienden a emitir su voto
tomando en consideración al candidato que postulan los partidos, votando de
acuerdo a la conectividad emocional que se logra en la interrelación entre
votantes y candidatos. De esta forma, el resultado de una elección depende, en
gran medida, del tipo y perfil de los candidatos que postulan los partidos en
la que el carisma, la personalidad, la imagen, las capacidades comunicativas,
el arraigo, la inteligencia emocional y relacional, así como el liderazgo del
candidato, inciden en el resultado final de la contienda. En este sentido, el
resultado final de una elección depende, en gran medida, del candidato que
postulen los partidos.
El
candidato es la figura central de la campaña, su nombre y su imagen es lo más
importante, sus palabras son las que más cuentan. Es de cierta manera, el jefe
supremo de la campaña, el comandante en jefe de los esfuerzos del partido por
alcanzar los espacios de representación pública. Por su centralidad en las
campañas, el candidato es el comunicador principal, el que logra una
conectividad emocional con los electores, el principal motivador de los equipos
de campaña, el principal promotor del voto y el principal líder de la
contienda. El candidato es, además, el principal gestor del afecto o desafecto
de la gente, el que genera aceptación o rechazo, simpatías o antipatías por
parte de los votantes.
Campañas
con malos candidatos son generalmente perdedoras. Por el contrario, campañas
con buenos candidatos son comúnmente campañas ganadoras. Esto es, el éxito o
fracaso en la elección depende de quién sea el candidato y sus capacidades, así
como de lo que haga o deje de hacer en la contienda.
La
estrategia
La
postulación de un buen candidato es una condición necesaria pero insuficiente
para lograr el triunfo en las elecciones. Como dice el ex publicista de
Francisco Mitterrand, Jacques Séguéla, una buena campaña no puede hacer ganador
a un mal candidato, pero una mala campaña puede hacer perder a un buen
candidato. De ahí que sea necesario contar, además, de un excelente candidato,
con una buena estrategia para ganar la contienda, ya que las campañas se ganan
o se pierden a nivel estratégico y táctico.
La
estrategia es el arte de saber jugar el juego de la política, es una pauta para
la acción. Implica el vencer al adversario, el determinar los caminos y
acciones que hay que realizar para lograr los objetivos trazados. La estrategia
es, de cierta manera, el valor agregado fundamental que tiene una organización
para hacer frente a sus competidores, la cual tiene que ver mucho con la
previsión, para anticiparse y avanzar, ganándole a la competencia.
Las buenas
estrategias generan ventajas competitivas a los candidatos y a los partidos,
ayudan a motivar a los equipos de campaña, desconciertan a los adversarios,
generan más votos y, por lo tanto, permiten ganar las elecciones.
En las
campañas electorales son múltiples las estrategias que se utilizan. Van desde
las estrategias de polarización, la triangulación, las estrategias de punto de
ira, pasando por las estrategias de comunicación, organización y movilización
electoral hasta las estrategias para infundir miedo en los electores, las
estrategias de alianzas, de aire y de tierra, de ataque y de defensa.
Para
construir una estrategia se requiere contar con un correcto abordaje
metodológico. Se parte, como primer paso, de la definición de objetivos y metas
que sean realistas y alcanzables, definiendo con claridad qué es lo que se
quiere lograr. En segundo lugar, se hace un diagnóstico oportuno y realista de
la coyuntura política y de las características distintivas de la
circunscripción donde se realizará la elección. La idea es conocer la elección
a profundidad, conocer a los electores, conocer a los opositores y conocer las
fortalezas y debilidades propias. Como tercer paso, se requiere hacer un
análisis de dichas fortalezas y debilidades, así como de las oportunidades y
amenazas tanto propias como de los principales adversarios.
En cuarto
lugar, se necesita definir pautas de acción con el objetivo de lograr los
propósitos buscados en las áreas de investigación, organización, comunicación,
proselitismo (promoción), movilización electoral y vigilancia y defensa del
voto. Como quinto paso, se requiere presupuestar, calendarizar y
responsabilizar la ejecución y dirección de las pautas de acción fijadas. Esto
implica la elaboración de un presupuesto para la campaña, la definición de un
calendario de actividades y el diseño de un organigrama.
Como
siguiente paso, se requiere articular y poner en operación las pautas de acción
definidas por el candidato, el partido y los equipos de campaña en materia de
comunicación, organización, proselitismo, movilización y defensa del voto.
Una vez
puestas en operación las estrategias, se requiere evaluarlas de manera
constante. Es decir, se necesita evaluar lo realizado, en relación con los
objetivos y metas establecidas, recomendándose una evaluación de tipo
diagnóstica, con el apoyo de encuestas y sondeos de opinión sobre la evolución
de las preferencias electorales, así como de focus group establecidos
específicamente para tal efecto. En la evaluación deben participar tanto los
dirigentes del partido como los candidatos y los coordinadores de la campaña. También,
no se debe descartar la contratación de evaluadores externos, tratando de
obtener datos y análisis realistas y así superar la cultura de la simulación y
la adulación, muy comunes durante las campañas. Finalmente, se debe proceder a
la retroalimentación con el fin de hacer los cambios y las adecuaciones de la
estrategia producto del resultado que genera la evaluación.
Recuerde
que si su campaña no tiene estrategias, están mal estructuradas o no se
implementan correctamente, lo más seguro es que pierda la elección. No olvide
tampoco el considerar que lo más difícil de una estrategia no es pensarla,
planearla o escribirla, sino hacerla, ponerla en operación.
El
partido
El
planteamiento estratégico puede incidir en el resultado final de una elección,
pero también hay otros factores que concurren para determinar el éxito o
fracaso de una campaña. El tercer factor a considerar en una campaña es el
posicionamiento con el que cuenta el partido que postula al candidato.
Por
posicionamiento se entiende el grado de aceptación, apoyo y confianza que le
otorgan los ciudadanos al partido tanto en tiempos electorales como durante el
ejercicio de gobierno. Un partido altamente posicionado es uno que logra
obtener la mayoría de los votos de los ciudadanos. Por el contrario, un partido
con pobre o bajo posicionamiento político, es uno que no logra los votos
necesarios, manteniéndose con una presencia marginal o testimonial.
Para
posesionar fuertemente a un partido, se requiere una estrategia inteligente de
vinculación permanente con los electores, gestionando adecuadamente su afecto y
confianza, además de, para el caso de los partidos en el gobierno, lograr un
desempeño sobresaliente en el ejercicio de gobierno. Esto es, se requiere un
ejercicio responsable de la política. El bajo posicionamiento del partido se
origina, principalmente, por tres cuestiones. Primero, por su desvinculación
permanente con los electores, segundo, por los excesos, errores y escándalos
que se cometen en sus procesos internos, por sus militantes o por sus
dirigentes que desgasta y afectan la imagen del partido y, finalmente, por un
mal ejercicio de gobierno, en el caso de ser partido en el poder.
Los
partidos con un alto posicionamiento electoral, generalmente, son institutos
con una orientación hacia el mercado (market oriented), pendientes de
los deseos, expectativas, sentimientos y necesidades de los electores, quienes
impulsan una serie de acciones y políticas orientadas a construir y mantener la
lealtad y confianza entre los votantes. Son partidos que participan
inteligentemente en el debate público, que saben como ganar los medios y como
ganar las calles. Es decir, que utilizan “estrategias de aire como de tierra”
para mantenerse como opciones entre los ciudadanos.
En un sistema
de cuño democrático, el alto posicionamiento del partido en conjunción con una
buena estrategia de campaña y un buen candidato conforman la triada que
posibilita el ganar con contundencia una elección.
La
estructura electoral
Muy ligado
al alto posicionamiento político del partido y, también, como factor que genera
una alta repercusión en el resultado final es la estructura electoral que cada
partido y candidato pone en operación y funcionamiento durante la campaña.
La
estructura es la maquinaria electoral que pone en operación el partido en
coordinación con el candidato con el objetivo de promover el voto y ganar la
elección, ya que nadie gana una contienda sólo con encuestas sobre preferencias
electorales favorables o con una alta popularidad. Las elecciones se ganan con
votos y estos deben ser obtenidos gracias a una estrategia inteligente de
organización y movilización electoral.
La
estructura la conforman no sólo el equipo de campaña, sino además las
estructuras propias del partido como los sectores (campesino, obrero, juvenil,
femenil, etc.), así como las redes sociales y organizaciones adherentes que
apoyan tanto al candidato postulado como a la plataforma electoral del partido.
Las
estructuras son las responsables del contacto directo con los votantes. Son
maquinarias de proselitismo musculosas, que, entre sus principales actividades,
entregan propaganda tanto en calles como en las casas de los electores,
promueven el voto por medio del contacto directo y organizan y motivan a los
votantes para acudir a emitir su sufragio a favor de su partido y candidatos el
día de los comicios.
La
estructura electoral incluye, además, de la promoción del voto, el cuidado y la
defensa del sufragio. Es decir, comprende las representaciones del partido ante
los órganos electorales y en las casillas el día de la elección, de tal forma
que se asegure el respeto a la voluntad del electorado y se eviten acciones
fraudulentas.
Para
construir estructuras electorales se requiere una alta capacidad organizativa y
de convocatoria, además de recursos, tanto económicos como materiales, para
ponerla en operación. Ciertamente, las estructuras electorales están
compuestas, en su mayoría, por ciudadanos voluntarios, quienes se involucran en
la campaña por una diversidad de motivos, pero también las estructuras
electorales se integran por cuadros políticos experimentados en la
organización, proselitismo y movilización electoral que reciben una dieta
económica, así como recursos para poder operar y realizar sus encomiendas.
Para
integrar una estructura electoral se recurre, principalmente, a amigos,
simpatizantes, vecinos, familiares, camaradas, ex colegas universitarios, ex
alumnos, compañeros de trabajo, líderes de opinión y demás interesados que
coinciden en otorgar el apoyo y respaldo al candidato como a su plataforma
programática. A cada uno de ellos, se les coloca en una estructura
determinada, como puede ser en las brigadas de promoción del voto o el equipo
de entrega de propaganda en los cruceros y avenidas, y se les asigna una serie
de tareas y responsabilidades, mismas que son supervisadas y evaluadas
constantemente.
La magnitud
y la capacidad operativa y logística de las estructuras electorales determinan
las posibilidades de éxito de una campaña, de tal forma que un candidato o
partido con una débil estructura electoral seguramente perderá los comicios.
Por el contrario, un candidato o partido con una fuerte y dilatada estructura
electoral seguramente ganará las elecciones.
Los
recursos
Toda
campaña ganadora requiere también una serie de recursos que se utilizan, de
manera inteligente, en las etapas de investigación, proselitismo, comunicación,
organización, movilización y defensa del voto. Estos recursos son los de
carácter económico, humano, materiales, tecnológicos y, sobre todo, el recurso
tiempo.
Los
recursos económicos son muy importantes en la campaña, pero nunca son
determinantes de su éxito. Hay infinidad de casos en la que se han invertido
sumas millonarias para tratar de ganar la elección, pero finalmente se pierde
la contienda, ya que el resultado de una elección es de causa multifactorial.
Para que estos recursos incidan en el resultado final de la elección, se
requiere un uso perspicaz e inteligente de los mismos, tratando de
administrarlos de la mejor manera, destinándolos a áreas y acciones que
verdaderamente generan un impacto favorable y persuasivo entre los electores.
Los
recursos más importantes de las campañas son el capital humano, integrado por
simpatizantes y militantes del partido, empleados y voluntarios que tienen como
propósito el trabajar por una causa común: generar votos y ganar la elección.
Al capital humano se requiere motivar, capacitar y profesionalizar, en las
tareas propias del proselitismo electoral, asignándole responsabilidades de
acuerdo a su perfil, tiempo y capacidad de aportación.
Los
recursos materiales son todos los elementos de propaganda, alimentos,
vehículos, casas, mobiliario, equipo, objetos utilitarios y demás materiales en
especie que son utilizados en las campañas electorales con el fin de ganar la
contienda. Estos recursos permiten, por un lado, apoyar las tareas
organizativas y logísticas de la estructura electoral y, por el otro, como los
objetos utilitarios, posibilitan la persuasión de los votantes.
Los
recursos tecnológicos incluyen la infraestructura tecnológica, las bases de
datos, el equipo, los programas computacionales y toda la tecnología que se
involucra en el proceso integral de una campaña. Incluye desde las páginas web,
los videos interactivos y toda la tecnología para realizar investigación del
electorado, hasta herramientas tecnológicas para producir spots para radio y
televisión.
Finalmente,
se tiene el recurso tiempo que es uno de los más preciados en toda campaña
electoral. La agenda del candidato se debe priorizar de acuerdo al impacto que
se quiera generar, a la rentabilidad electoral y al geoposicionamiento del
partido. La idea es dedicar más tiempo en los lugares donde habita el mayor
número de electores, principalmente del sector de los indecisos o
abstencionistas o en programas mediáticos de alto raiting. El uso
estratégico del tiempo impacta significativamente en el resultado electoral. Un
partido, un candidato o un equipo de campaña que no racionaliza y optimiza el
tiempo, suele perder las elecciones.
Experiencia
ciudadana
Adicionalmente
a la optimización y uso estratégico de los recursos que se cuentan en la
campaña, la experiencia de los votantes con los diferentes partidos y gobiernos
se constituye en un factor que incide también para ganar una elección. De esta
forma, una experiencia positiva (buen gobierno) de los electores con un partido
en el gobierno generaría mejores condiciones para que el candidato que postula
su partido pueda ganar la elección. Por el contrario, un mal ejercicio de
gobierno generaría un mayor voto opositor.
Las
campañas se convierten en una especie de plebiscito donde los ciudadanos
evalúan el desempeño del partido en el gobierno. De esta manera, un gobierno de
resultados, honrado, eficiente y cercano a la gente tiene mayores posibilidades
de que su partido siga en el poder. Por lo contrario, un gobierno corrupto,
ineficiente, autoritario y alejado de la gente tiene más posibilidades de que
su partido pierda la elección.
De acuerdo
a este planteamiento, la mejor estrategia de un partido en el gobierno es hacer
(y comunicar) un buen gobierno y la mejor estrategia de un partido en la
oposición es demostrar y convencer a la ciudadanía que es necesario un cambio
en el gobierno.
La
experiencia de los ciudadanos respecto de la actuación y posicionamiento de los
dirigentes del partido en temas diversos tanto de coyuntura como en temas
estratégicos para el desarrollo de su comunidad, juega también un papel
relevante al momento que se emite el sufragio por parte de los electores. De
esta forma, un partido que se ha preocupado y ocupado por gestionar
permanentemente los afectos de los electores, manteniendo una orientación clara
hacia el ciudadano (market oriented) y que ha actuado responsable y coherentemente,
sin duda, tiene mayores posibilidades de recibir el voto favorable de la gente.
Por el contrario, un partido electorero, que sólo se acerca a los ciudadanos en
tiempos de elecciones y que después se olvida de impulsar cualesquier relación
o contacto con la ciudadanía, generalmente recibe el rechazo de los votantes.
En suma, la
experiencia que los ciudadanos han tenido con los partidos y gobiernos en un
determinado tiempo incide en la confianza y orientación de su voto, de tal
forma que una experiencia negativa genera votos opositores y una experiencia
positiva genera votos a favor.
Información
y conocimiento
Un viejo
adagio popular señala que la información es poder, de tal forma que, quien
tiene información, tiene poder. En los tiempos actuales, el poder ya no depende
propiamente de la información, sino básicamente del conocimiento, el cual se
convierte en una fuente importante de poder.
Dentro de
una campaña electoral, tanto el uso de la información como el conocimiento se
constituyen como factores críticos de éxito en la contienda, convirtiéndose en
una ventaja competitiva muy importante. Sin embargo, la información debe ser
oportuna y de calidad para poder lograr el impacto que se requiere.
Para poder
ser exitosos en las campañas electorales se requiere conocer la elección,
conocer al adversario, conocer al elector, conocerse uno mismo y conocer el
terreno de la competencia.
Es
importante saber de que tipo de elección se trata, si es una elección
concurrente o no, conocer la normatividad electoral aplicable al caso y todo lo
correspondiente al tipo de elección de que se trate.
El
conocimiento del adversario también es un factor de éxito de una campaña
electoral. Sun Tzu decía, en el Arte de la Guerra, “conoce a tu enemigo y
conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca saldrás derrotado.” Más adelante
recomendaba, “analiza los planes del enemigo de forma que puedas averiguar sus
puntos débiles y sus puntos fuertes.” Muchas estrategias para derrotar a la
competencia parten del conocimiento profundo de sus debilidades y fortalezas.
Es muy
importante, también, conocer al elector, saber que es lo que le mueve, cuáles
son sus deseos, expectativas, necesidades y emociones. Indagar, por métodos
cuantitativos y cualitativos, sobre la conducta y comportamiento del elector,
su cultura política, su idiosincrasia, sus hábitos de votación, las tendencias
electorales y la sicología de las masas. Al respecto, de manera representativa
se puede decir que las mejores investigaciones sobre el electorado son los
“estudios de cama.” Es decir, aquellas indagaciones que se preocupan por
conocer si no duerme el elector ¿qué le preocupa? ¿qué no lo deja dormir? y si
duerme, ¿qué sueña? El benchmarkin puede ayudar además, a conocer los
procesos, prácticas, estrategias y tácticas de campañas exitosas diferentes que
han ubicado al partido y a los candidatos en el liderazgo, de las cuales se
puede aprender y mejorar.
Se debe
conocer además, el terreno de la competencia. Esto es muy importante no sólo
por cuestiones logísticas de la campaña, sino también por razones estratégicas.
Es imperativo conocer los resultados de las elecciones pasadas, los poderes
fácticos que inciden en el resultado de la elección, como los sindicatos,
grupos empresariales, medios de comunicación, lideres religiosos y
organizaciones sociales que inciden en la orientación del voto de muchos
ciudadanos. Conocer también a las personalidades con alta reputación y
credibilidad para tratar de sumarlas a la campaña, así como a los personajes que
por su mala imagen y cuestionada fama pública debe evitarse que se suman a la
campaña.
Cobertura
mediática y presencia en redes sociales
La
cobertura que los medios de comunicación hacen de las campañas también incide
en moldear la opinión pública y tienen un efecto sobre la conducta del votante.
Por un lado, si la cobertura es amplia y las notas son favorables al candidato
y partido, se tendrá más posibilidades de obtener un mayor número de votos. Por
el contrario, si la cobertura periodística es amplia, pero la orientación de
las notas es negativa, la posibilidad de obtener votos se reduce.
De ahí la
importancia de gestionar una buena relación con los medios y con los
periodistas de tal forma que se asegure una buena cobertura mediática de la
campaña y que los comentarios sean más favorables que desfavorables.
Para tratar
de que esto sea posible (free publicity), es necesario que también haya pay
publicity o sea una inversión económica de la campaña en medios de
comunicación, ya que a los propietarios de los medios y a los propios
periodistas les interesa, también, que se inviertan los recursos ya que antes
que medios son empresas lucrativas.
La
cobertura noticiosa de la campaña y la publicidad mediática y en redes sociales
refuerzan las preferencias políticas de los electores, las identidades
partidistas, así como las filias y las fobias existentes entre los electores.
Por su parte, el contacto directo del candidato o equipo de campaña con la
gente genera una mayor confianza y cercanía con los votantes, lo que se puede
traducir en un mayor número de votos. En consecuencia, para ganar una elección,
es necesario el impulso de campañas mediáticas y en redes sociales, aunque no
es suficiente, por lo que se deben impulsar también acciones de proselitismo puerta
a puerta para obtener un mayor número de votos. La idea es ganar las calles y
ganar los medios.
Errores
y escándalos
Las
campañas electorales no se ganan por los aciertos, sino que se pierden por los
errores. En este sentido, otro de los factores críticos de éxito de una campaña
electoral es la ausencia de errores o escándalos o su gestión y manejo adecuado
durante la campaña. Es decir, es exitoso quien menos se equivoca.
Los errores
que se comenten en las campañas son distintos y variados. Por ejemplo, en la
elección del 2006 para el congreso de los Estados Unidos, los republicanos
repitieron la estrategia sustentada en el miedo para tratar de ganar la
elección, ya que está les había sido útil en la elección del 2004 cuando fue
reelecto George W. Bush. Sin embargo, no tomaron en cuenta el aprendizaje
(cambio) de los electores y los acontecimientos dramáticos en Irak, creyendo
que el mismo argumento de seguridad nacional y de combate al terrorismo les
resultaría favorable.
Los errores
más comunes que cometen los partidos en las campañas electorales tiene que ver
con la postulación de sus candidatos, la falta de estrategia o el diseño de
estrategias equivocadas, así como las divisiones y fracturas que se dan a su
interior. En algunas ocasiones, los partidos postulan a candidatos sin carisma,
sin arraigo en su comunidad, con pobres habilidades de comunicación, con un
desconocimiento abismal de lo que es la política y sus procesos y, sobre todo,
con antecedentes turbios. Más que verdaderos animales políticos, como
decía Aristóteles, más bien son aventureros de la política, altamente
vulnerables a los ataques de los adversarios. Son, generalmente, candidatos que
no generan el consenso al interior de las formaciones partidistas y que el
partido no sabe legitimarlos ni interna ni externamente.
La falta de
una estrategia ganadora se da porque los encargados de diseñarla y ponerla en
operación, muchas veces, carecen de los más mínimos conocimientos sobre la
teoría de la estrategia y sobre los elementos metodológicos para su elaboración
y evaluación. Más bien, son empíricos, gente que tiene buenas intenciones, pero
una limitada formación en materia de planeación y articulación estratégica.
Las
divisiones internas son producto de la falta de construcción de consensos al
seno del partido, ya sea porque alguno de los contendientes se sintió
trompeado, fraudeado o tuvo evidencias de que se trató de una elección de
Estado, alejada de los principios de equidad, imparcialidad y libertad en el
ejercicio del sufragio. En ocasiones, el alto canibalismo político existente en
los partidos acrecienta las divisiones, lo que reduce las posibilidades de
éxito de la campaña. Si los militantes o aspirantes a un puesto de elección
popular dirimen sus diferencias en la prensa a través de desplegados y
declaraciones en los medios de comunicación, lo más seguro es que “mueran como
las moscas: a periodicazos.” Un viejo adagio señala que “los trapos sucios se
lavan en casa.” Al respecto, Nicanor Parra, el gran literato y poeta chileno,
dice en una de sus obras: “o nos salvamos juntos o nos hundimos por separado.”
Tal es el reto y la penitencia de muchos militantes, candidatos y partidos
políticos.
Sin
embargo, los candidatos son los que comenten más errores. Estos tiene que ver,
muchas veces, con un mal manejo de la información, con escándalos, con
declaraciones desafortunadas,
el no saber lograr una vinculación afectiva con los representantes de los
medios de comunicación, el no delegar, el exceso de confianza, la anarquía, la
falta de liderazgo y problemas en la toma de decisiones, entre otros.
Modelo
de gerenciamiento
El modelo
de gerenciamiento de una campaña política determina, también, su éxito o su
fracaso, de tal forma que campañas caóticas, desorganizadas o sub administradas
son generalmente campañas perdedoras. Por el contrario, campañas bien
gestionadas, correctamente dirigidas y bien administradas, generalmente, son
campañas ganadoras.
El proceso
administrativo es completamente aplicable a una campaña electoral, ya que ésta
requiere ser planeada, dirigida, organizada, controlada y evaluada. La
gerencia de campañas es el proceso administrativo orientado a generar ventajas
competitivas mediante un uso inteligente de técnicas, conocimientos,
capacidades y recursos con los que cuenta toda campaña, planeando, dirigiendo,
ejecutando, evaluando y controlando las acciones que se emprenden tanto por el
(los) candidato (s), el partido o los equipos de campaña.
Toda
campaña involucra una serie de recursos (humanos, económicos, materiales y el
recurso tiempo) mismos que requieren ser administrados racionalmente tratando
de lograr el mejor resultado posible. De hecho, el mejor modelo de
administración de una campaña es el que está determinado por objetivos y
resultados, de tal forma que se busque lograr los objetivos fijados y se evalúe
en base a los resultados alcanzados.
Imagen
La imagen
es un factor real de poder, de ahí que los candidatos y partidos que más
hábiles sean para gestionar su imagen, seguramente serán los que más posibilidades
tengan de ganar las elecciones.
La imagen
es la percepción y representación mental que una persona tiene de otra o de una
institución o grupo, misma que se construye a partir de la relación social en
un momento y espacio determinado.
Es el resultado de la interacción
entre lo que el candidato proyecta y lo que los ciudadanos perciben.
Es, además, una toma de posición
emotiva. Las reacciones que tiene la gente respecto de los contendientes son esencialmente emocionales, no
necesariamente producto de una percepción racional. Sin embargo, en
política, las cosas son lo que
parecen. La imagen
(percepción) es la realidad, lo que los ciudadanos perciben, no necesariamente
lo que es.
En toda
sociedad democrática, la imagen se convierte en un medio para construir
consensos sociales y afianzar la legitimidad. Una buena imagen pública además,
legitima más a los candidatos y partidos, genera respaldo y reconocimiento
social. Nimmo y Savage señalan que formamos las imágenes con lo que sabemos
sobre la otra persona- sea con información correcta o incorrecta- con lo que
sentimos hacia ella y con las expectativas que nos crea.
¿Qué genera una buena
imagen de los candidatos y partidos durante una campaña? En primer lugar, la coherencia
entre lo que se dice y lo que se hace, la capacidad de saber gestionar el
afecto de los votantes, la capacidad de liderazgo, las buenas propuestas, las
actitudes del candidato como la disponibilidad hacia el servicio, el saber
escuchar y atender las peticiones y planteamientos de la gente. Genera buena
imagen, además, la cercanía con los ciudadanos, el control emocional y la
inteligencia verbal del candidato, su riqueza del léxico y el cuidado personal
del candidato. La imagen se construye, también, más con lo que se haga que con
lo que se diga, con la capacidad del candidato para lograr una conexión
emocional con los votantes y el trato que se otorgue a los electores atendiendo
hasta los pequeños detalles.
¿Qué
destruye la imagen? Los excesos siempre corroen la imagen de los candidatos,
así como los escándalos y, sobre todo, la falta de coherencia entre lo que se
dice y lo que se hace. Al respecto, Rudy Giuliani señala que “el mejor político
es aquel que promete poco y hace mucho, mientras que el peor político es aquel
que promete mucho y hace poco.” Esto es, el éxito en la percepción de la gente
está en relación con las expectativas que se forma y la capacidad de los
políticos para satisfacerlas o, incluso, superarlas.
En suma, la
imagen del candidato y del partido se convierte en un factor crítico para el
éxito de una campaña (tu imagen, tu éxito), ya que la gente decide su voto con
base a percepciones y a la valoración emocional y afectiva que hace de los
contendientes.
Plan de
campaña
Para ganar
una elección se requiere además contar con un mapa de ruta, con un plan de
campaña, que le de rumbo y dirección a los esfuerzos proselitistas de los
candidatos y partidos. El plan de campaña es un documento que explica lo que
debe hacerse para que el candidato y su partido obtengan los votos suficientes
para ganar la elección. Es una guía que señala los pasos a seguir para asegurar
el éxito de una campaña electoral. Es el esbozo de las estrategias
proselitistas, de propaganda, organización y movilización electoral por parte
del candidato y el partido para avanzar sus objetivos de poder.
2.
Las características principales de un
plan de campaña es la flexibilidad y adaptabilidad a las circunstancias y
coyuntura cambiante de la elección. Debe ser además, creíble. El plan debe especificar,
también, los asuntos más importantes que se van a considerar. Debe, a su vez,
identificar las diversas áreas operacionales clave y quién será responsable de
cada una de ellas. El plan estratégico debe precisar los principios globales de
trabajo del organismo encargado de la administración electoral.
•
Las partes constitutivas
del plan son. Primero, el diagnóstico del entorno y de los actores
participantes en la contienda, así como el estudio profundo de los electores y
de la propia elección. Segundo, la determinación de objetivos y metas.
Objetivos generales, como puede ser el ganar una elección y metas
cuantificables como el obtener el 46 por ciento de los votos válidos. Tercero,
el diseño organizacional, organigrama o arquitectura política necesaria para
utilizar racionalmente los recursos disponibles y alcanzar los objetivos y
metas propuestas. Cuarto, la definición y operacionalización de las estrategias
(en materia de investigación, comunicación, imagen, proselitismo, organización,
movilización y defensa del voto) a utilizar tanto por el candidato, el partido
e, incluso, el gobierno en turno, si el partido es un instituto en el poder.
Quinto, la presupuestación, que incluye las definiciones sobre las áreas y
actividades en los que se utilizarán los recursos económicos y materiales con
los que se cuenta en la campaña. Sexto, la definición de un plan de acción, que
señale las actividades concretas, los targets y tareas sustantivas que
se impulsarán en la campaña.
Séptimo, la programación, que
no es otra cosa que la agenda de la campaña definida de acuerdo a las
prioridades y por la localización de amplios segmentos de votantes en un
determinado territorio o cluster social. Noveno, la evaluación tanto de
la campaña como del plan de acción y del plan estratégico, bajo una metodología
diagnóstica orientada a mejorar los proceso, prácticas, métodos y sistemas de
la campaña. Finalmente, la retroalimentación (reingeniería) orientada a
corregir rumbos, si es necesario y a tomar acciones y determinaciones, para
avanzar en la consecución de los objetivos buscados.
El plan de
campaña es el instrumento ideal para dar dirección a los esfuerzos
proselitistas, alinear al equipo de campaña con el candidato y el partido,
sincronizar las acciones, darle orden y coherencia a la campaña, generar
ventajas competitivas duraderas y, sobre todo, ganar un mayor número de votos.
Los
adversarios
El
resultado de una elección también depende del tipo de adversario que se tenga,
sus capacidades, fortalezas y debilidades. Un partido altamente
institucionalizado, bien posesionado y competitivo tiene mucho más
posibilidades de ganar. Un opositor carismático y querido por la gente será
difícil de vencer. Un adversario dividido, confrontado internamente y con
magros recursos, pocas posibilidades tiene de salir victorioso. Por el
contrario, un adversario unido, fortalecido al interior y con bastos recursos
será un rival a vencer.
Hay
candidatos astutos, buenos para debatir, con amplias habilidades discursivas,
con gran olfato e intuición política, hábiles frente a los medios de
comunicación y capaces de lograr una buena conectividad con los votantes. Si
así son los adversarios, la campaña que se impulse desde su trinchera tiene que
ser más creativa y más inteligente, mientras que el candidato debe prepararse
más para confrontar una competencia cerrada.
Sun Tzu
dice que “la invencibilidad depende de uno mismo, pero la vulnerabilidad del
enemigo depende de él.” Muchas veces el adversario es muy vulnerable a los
ataques y constantemente se tropieza y cae. Otras veces, con sus propias
declaraciones y actos se daña constantemente, minando toda posibilidad de
triunfo.
Hay
candidatos que, como el caballo negro, vienen de atrás, con una gran inercia e
impulso, de esos hay que cuidarse. Hay otros que por más que los atacas más se
fortalecen, a estos no hay que hacerlos mártires. Hay otros que de la nada,
suman apoyos y votos, pero no tienen posibilidades de triunfo, con ellos se
debe buscar las alianzas.
La
coyuntura
Los resultados
de una elección también dependen de la coyuntura política y económica en la que
se realice. Si el partido en el gobierno confronta una elección en medio de una
crisis económica, lo más seguro es que haya muchos votos a favor de sus
opositores. Por el contrario, si un partido en el gobierno enfrenta una
elección en un contexto de auge y crecimiento de la economía, lo más seguro es
que obtenga muchos votos a su favor. A los electores les importa mucho sus
condiciones materiales y económicas. Al respecto, Maquiavelo decía “se puede
decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no
son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancias; y
mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes,
la vida y los hijos cuando la necesidad está lejos; pero cuando ésta se te
viene encima, te vuelven la cara. Los hombres olvidan con mayor rapidez la
muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.”
Las crisis
políticas también tienen un efecto sobre la conducta del electorado. Si un
partido en el gobierno confronta una elección en medio de una crisis política,
lo más seguro es que tenga muchas dificultades para ser reelecto. En cambio, si
lo hace en un contexto de estabilidad y paz social, tiene más posibilidades de
recibir el apoyo de los ciudadanos.
Al
respecto, el caso de las elecciones del 2004 en España es paradigmático. Las
explosiones en los trenes de la terminal de Atocha y el manejo maniqueo de la
información por el gobierno de José María Aznar, terminaron por sepultar toda
posibilidad de triunfo del Partido Popular. En este sentido, bien se puede
decir que la crisis política generada a raíz de los atentados produjeron un
efecto en la conducta del elector, cambiando la correlación de fuerzas a favor
del Partido Socialista Obrero Español.
Las crisis
políticas y económicas generan, también, un efecto sobre el estado de ánimo del
elector y el humor social. Un elector satisfecho, en lo económico y político,
muestra una actitud y disposición en las urnas distinta a un elector enfadado.
El estado de ánimo del votante incide en su conducta electoral. Si el humor
social es positivo, ligado al bienestar y la satisfacción, los votos de castigo
hacia el partido que gobierna se reducen, de lo contrario, se incrementan.
El nivel de
conflictividad de la campaña, presente en la coyuntura electoral, también
incide en la conducta del votante y, por lo tanto, en el resultado de la
elección. Un alto nivel de conflicto social genera una mayor participación de
los ciudadanos en las urnas y una mayor polarización electoral. Por lo
contrario, un bajo nivel de conflicto social genera mayor abstencionismo y
menor polarización electoral.
La
coyuntura internacional, también, influye y genera un efecto en los comicios
locales. Una campaña electoral realizada en un contexto de cambio
internacional, seguramente arrojará un resultado diferente en las urnas. Esto
ha pasado, en cierta medida, con la actual ola de transiciones hacia la
democracia que se vive en América latina, lo que ha generado cambios no sólo de
partido en el poder sino de regímenes y sistemas políticos.
El tipo
de elección
Finalmente,
el tipo de elección de que se trate puede incidir también en su resultado
final. Si es una elección concurrente o simultánea, el efecto de arrastre sobre
las campañas locales es muy alto. En algunos casos, candidatos a puestos de
elección popular (a alcaldes o diputaciones locales) ganar los comicios, sin
hacer prácticamente campaña. Los votantes son persuadidos por la campaña
general (presidencial o para gobernador), pero tienden a votar en bloque por
todos los candidatos del partido de su preferencia.
Si las
elecciones no son concurrentes, el resultado final depende del tipo de campaña
que se impulse, así como del candidato y estrategias proselitistas utilizadas.
Si las elecciones son intermedias, el resultado también depende de otros
factores, como de la evaluación que los votantes hagan del partido en el
gobierno. De ahí que la mejor estrategia de un partido en el gobierno es hacer
y comunicar los logros de gobierno.
Si la
elección es extraordinaria, producto de la anulación por los tribunales
electorales competentes, o por empate en los comicios o si es primera o
segunda vuelta, como existe en muchos países de América latina, la capacidad de
conformar alianzas y coaliciones amplias por parte de las fuerzas políticas en
competencia, pueden incidir en el resultado final de los comicios.
Comentarios
finales
Hasta aquí
hemos enlistado los diferentes factores que inciden en el resultado de una
elección, bajo reglas democráticas. Sin duda, cada uno de ellos juega un papel
diferenciado, dependiendo del tipo de elección, coyuntura política y, sobre
todo, dependiendo de la experiencia y madurez de los votantes, así como de su
cultura política. Es recomendable elaborar una ponderación de estos factores
en cada proceso electoral en lo particular, ya que en algunos casos, el perfil
del candidato es determinante para el resultado final de la contienda, pero no
para otros.
De igual
manera, en cada elección es necesario hacer un análisis sobre los factores de
mayor peso en el resultado final de los comicios, tomando en cuenta la
complejidad y dinamicidad de la conducta del elector, ya que, muchas veces, el
comportamiento del votante es muy incierto, existiendo casos de que partidos
fuertes, con buenas campañas y con buenos candidatos, pierden la elección. Sin
embargo, esta no es la regla, sino la excepción. De acuerdo al consultor Mario
Algoresta, para ganar una elección “se requiere un buen candidato, el
desarrollo de una estrategia triunfadora, la organización de una estructura
eficaz, capturar la atención del electorado con temas correctos, recaudar
fondos necesarios para ganar y trabajar duro.
Para ganar una
elección se requiere, además, de los factores anteriormente señalados, tener
una clara mística de triunfo. Recordemos, que “el hombre es el arquitecto de su
propio destino,” por lo que el resultado de la elección dependerá de lo que se
haga o se deje de hacer.
*Andrés Valdez Zepeda es doctor en estudios latinoamericanos por
la Universidad de Nuevo México (USA). Autor de los libros 1) Mercado y democracia
y 2) Comunicación de Políticas Públicas y Mercadotecnia gubernamental.
Actualmente trabaja como profesor Investigador de la Universidad de Guadalajara
en México. azepeda@cucea.udg.mx
**Arturo Vergara Ochoa es doctor en educación. Su línea de
investigación es la comunicación organizacional. Trabaja como asistente de
investigador en el CUCEA de la Universidad de Guadalajara. avergara@hotmail.com