RESUMEN
El
presente artículo pretende indagar, desde una perspectiva historiográfica
renovada, un caso excepcional de una temática ampliamente abordada por la
literatura politológica. La Ley de Lemas ha sido la reforma política de mayor
extensión desde el retorno democrático, en función de lo cual ha atraído la
atención de los estudiosos.
El
enfoque adoptado permite echar luz sobre una serie de características
específicas del caso santafecino, las cuales lo distancian de los modelos
explicativos elaborados a partir de las premisas del rational choice. En
miras de ese objetivo, se recrea todo el recorrido institucional de la ley a
partir del análisis de los debates ocurridos en el Congreso.
ABSTRACT
This article intends to inquiry, from a renewed historiographical
perspective, a deviated case of broadly addressed subject in political
literature. Since the return of democracy, the double simultaneous vote has
been the political reform of greater extension, attracting the attention of
scholars.
The selected approach allows illustrating several specific
characteristics of Santa Fe, setting it aside from models elaborated according
to the premises of rational choice. In pursuit of this objective, the law`s
institutional journey is recreated based on the analysis of the debates that
took place in the Congress.
La Ley de Lemas: el caso
santafecino en clave historiográfica
Sebastián G. Cortesi (UBA)
Introducción
Existe
un fuerte interés acerca de las leyes electorales por parte de las ciencias
sociales. Este se encuentra reforzado en la literatura nacional, dada la gran
cantidad de reformas políticas acontecidas a lo largo de la historia.
Recientemente, los trabajos que abarcan estas temáticas han comenzado un
viraje, prestando mayor atención a los ámbitos subnacionales. Hay consenso
acerca de una mayor territorialización de la política, por lo tanto las
reformas electorales no son explicables únicamente a partir del ámbito
nacional. Se reconoce a cada provincia como un sistema político en si mismo, y
también que cada reforma engloba un universo particular de fuerzas y
coaliciones (Calvo y Escolar, 2005).
En
consonancia este trabajo pretende abordar el proceso iniciado a partir de la
implementación de la ley de lemas o doble voto simultáneo (DVS) en Santa Fe
(´90-2004), y comentar las modificaciones posteriores al sistema electoral. El
DVS ha tenido enorme impacto Argentina, aplicándose por primera vez en San Luis
en 1986 para seleccionar candidato a senador nacional y elegir constituyentes;
llegando en a regir en el año 1995 en 12/24 distritos subnacionales para la
competencia en distintas categorías. Si bien hubo una oleada de derogación en
múltiples provincias, aún sigue vigente en 3 de ellas. Su
impacto no se limita únicamente a los casos en los cuales fue implementada,
comprender la dimensión que adquirió requiere considerar que rigió a nivel
nacional durante la corta presidencia de Rodríguez Saá. También fue considerada
para la primera elección de jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Tula, 1997). Duhalde, el entonces gobernador, amenazó con
implementarla en la provincia de Buenos Aires si le era negada la incorporación
de la reelección en la reforma constitucional de 1994 (Tula, 1997).
En
vista de la cantidad de casos y la diversidad al interior de cada uno, resulta
dificultoso tratar la ley de lemas como un objeto de estudio homogéneo. Por
ejemplo, hubo casos con proporcionalidad en el reparto de bancas entre sublemas
como Santa Fe y otros como Santiago del Estero con una variante mucho más
mayoritaria intra lema; o el caso de Chubut único en tener ballotage entre los
dos sublemas más votados para la gobernación. Semejante diversidad vuelve a la
temática atractiva para los estudios de caso.
La
Ley de Lemas en los estudios sociales
Hay
un fuerte interés por las leyes electorales en las ciencias sociales, reforzado
en la literatura nacional por la cantidad de reformas políticas acontecidas a
lo largo de la historia. Recientemente, ha comenzado a prestarse mayor atención
a casos subnacionales. Existe un consenso acerca de una mayor territorialización
de la política, que lleva a reconocer a cada provincia como un sistema político
en sí mismo y a cada reforma como un universo particular de fuerzas y
coaliciones (Calvo y Escolar, 2005). En consonancia este artículo pretende
abordar el proceso iniciado a partir de la implementación de la ley de lemas o
doble voto simultáneo (DVS) en Santa Fe (´90-2004). Temática abordada por la
politología, desde el mismo marco teórico pero mediante diversas metodologías.
Los
primeros artículos describen el funcionamiento del DVS, lo clasifican dentro de
la sistemática electoral y tratan su status jurídico (Borello y Mutti, 2003;
Botinelli, 1996; Buquet, 2003; Petracca, 1991).
Parte
de la literatura se dedica al estudio de los impactos políticos de las leyes
que componen los sistemas electorales. Consideradas variables independientes
que producen resultados puntuales, verificados mediante sucesivas mediciones y
comparaciones. Existen trabajos que indagan su impacto sobre el sistema de
partidos en perspectiva comparada (Tula, 1997; Calvo y Escolar, 2005; Reynoso,
2004), mientras otros relevan el impacto al interior de los partidos (Galván,
2009). También hay estudios de caso que describen los efectos provocados (Panozzo,
2001; Mutti, 2012). Los trabajos comparativos concluyen que el DVS representa
un caso de manipulación extrema del sistema electoral. La ley es concebida para
evitar la fragmentación del justicialismo en contextos adversos, y así poder
retener el ejecutivo provincial. La derogación se atribuye a la recomposición
de las relaciones de poder dentro del PJ, como también al uso del DVS como
herramienta de coordinación por parte de La Alianza.
Los
trabajos dedicados al caso de Santa Fe (Toppi, 2015; Rulli y Lappas, 2006)
comparten metodologías propias del análisis de las políticas públicas. Por su
parte Toppi (2015) enriquece la comprensión general del proceso al resaltar la
intervención de elementos propios de la sociedad civil, mientras que Rulli y
Lappas (2006) ofrecen un seguimiento en detalle del intrincado camino que debió
ser recorrido para lograr su derogación. En ambos trabajos el proceso es
descrito como un ciclo en el no intervienen exclusivamente las elites
políticas, y otorgan gran relevancia durante el proceso de derogación a actores
no institucionales
Los
estudios del caso santafecino, al igual que este, parten del reconocimiento de
que el modelo macro tiene problemas al viajar allí. Santa fe se muestra como
una caso desviado respecto de la teoría construida, probablemente esta sea la
causa por la cual no abordan al DVS desde la perspectiva utilitarista del
impacto político de los sistemas electorales. Los enfoques procesuales de las
políticas públicas ofrecen una visión desagregada del proceso, la cual permite
incorporar otros factores explicativos. Pero aún queda pendiente comprender las
motivaciones de la elite política para llevar adelante una serie de reformas
electorales en un período corto de tiempo, y sobretodo entender las
motivaciones para acompañar dichas reformas por parte de quienes maximizaban
sus posibilidades de acceso a cargos bajo el DVS.
Este
artículo parte de un enfoque distinto, al abordar al caso desde la renovación
historiográfica en el estudio de las leyes electorales (Rosanvallon, 2006; De
Privitellio y Persello, 2009; Ajmechet y De Privitellio, 2016; Ternavasio, 2001).
Este reconoce que los sistemas electorales nunca son neutrales, y que presentan
características pasibles de analizarse técnicamente. Quienes detentan el
proceso de reforma indudablemente buscarán obtener un beneficio, pero la
cuestión radica justamente en que es aquello considerado beneficioso. Se
asegura que las leyes electorales despliegan y cristalizan una variedad de
concepciones acerca de lo político; tales como la caracterización de la
sociedad, las formas y prácticas para su correcta representación y calidad de
los representantes. El análisis de fuentes permite acceder a la concepción de buena
parte de la elite política sobre el estado de la representación. Si bien se
toman en cuenta las intervenciones públicas de actores no formalmente
representativos, se trata de un enfoque más centrado en las elites políticas. Interesa
reconstruir el diagnóstico propio de estas, quienes en última instancia
elaboran las normas electorales. Estas responden a un registro más amplio de
concepciones e ideas, que sirven como factores explicativos del sentido
específico buscaba imprimirse a la vida política.
Se
pretende demostrar que la ley de lemas en Santa Fe no fue simplemente una forma
falseada de la competencia política, ingeniada por el oficialismo para potenciar
su desempeño electoral.
Como un período agotado a causa de sus propias falencias, cuyo fin permitió
recuperar un estado de normalidad institucional. En cambio, propone entenderla
como uno de los múltiples resultados alcanzados por la elite política
santafecina, que se reconoce signada por una profunda crisis de
representatividad durante el período analizado. El DVS inaugura un período
marcado por una nueva concepción de cómo debe conformarse y practicarse la
representación política. Esta concepción renovada que no finaliza con su
derogación, sino que legitima y hace inteligibles los posteriores cambios en el
sistema electoral.
La
Especificidad Santafecina
A
principios de los ´90 la dirigencia se encontró desbordada por una crisis de
representatividad, percibida como preocupada únicamente por sus intereses y
conflictos internos desarrollados en un microclima distante de la ciudadanía. A
partir de esta situación se darán múltiples debates en su seno, donde darán
cuenta del estado de la representación y propondrán soluciones consecuentes.
Este trabajo busca explorar los idearios desplegados en dichas intervenciones,
en las cuales se abordan los interrogantes propios de la política moderna. ¿A
quién se debe representar? ¿Cómo deben conformarse y desempeñarse los elencos
políticos? ¿Cuál es la mejor forma de organizar y canalizar la voluntad
popular?
El
“ciudadano a pie”, considerado conocedor del bien común en virtud de su radical
exterioridad respecto al “internismo vicioso”, es llamado a tener mayor
participación en la conformación de su representación. Ya no es suficiente que participe
en las elecciones generales, donde la oferta elaborada por cúpulas partidarias
lo limita. Estas conducen “afiliados venales” para imponer a la sociedad
candidatos que le resultan ajenos. Ahora deberá también participar en las
internas, actuando como elemento regenerador de la política.
Buscan
generarse candidaturas que si bien requieran de cierta estructura política, dependerán
en última instancia de las preferencias del “ciudadano común”. Se pretende clausurar
el período en el cual las candidaturas se debían únicamente al apoyo de las
cúpulas, cuyas prácticas y legitimidad son cuestionadas.
Apartado
técnico: descripción del sistema electoral santafecino
Acorde
a la Constitución de 1962
el poder ejecutivo, conformado por el gobernador y el vicegobernador, se elije
directamente a simple pluralidad de sufragios en distrito único. Ambos duran 4
años en función, sin posibilidad de reelección inmediata.
Una
legislatura bicameral ejerce el poder legislativo. El senado se integra por 19
representantes electos en circunscripciones uninominales, usando como distritos
los departamentos en los cuales se divide Santa Fe. En cambio, la cámara de
diputados cuenta con 50 representantes electos en distrito único. En la
asignación de bancas rige el sistema de premio a la mayoría, por el cual la
lista que alcanza la mayoría simple gana invariablemente 28 bancas (56%) y las
restantes 22 (44%) pertenecientes a las minorías se reparten proporcionalmente
acorde a la fórmula D´Hondt. Ambas cámaras se renuevan totalmente cada 4 años.
En
cuanto a las poblaciones, su organización política depende de la magnitud de
habitantes. Aquellas que superan los 10.000 son clasificadas como Municipios, tienen
un intendente electo cada 4 años a simple pluralidad de votos y un Consejo
Municipal
donde los cargos, que se renuevan por mitades cada 2 años, se asignan acorde la
fórmula D´Hondt. Las poblaciones debajo de esa magnitud conforman Comunas, con
una Comisión Comunal
donde el sistema de asignación de bancas otorga una sola a la minoría.
En
1990 comenzó a regir para las categorías de gobernador, vicegobernador, legisladores
provinciales, intendentes y consejeros municipales la ley 10524 conocida como
ley de lemas.
El DVS es un mecanismo de selección de candidatos, mediante un voto
preferencial intra partidario (Buquet, 2003). Consiste en permitir “la
presentación de varios candidatos a un mismo partido. El partido se constituye
como lema y cada corriente interna presenta su lista constituyendo un sublema.
De esta manera el partido acumula la totalidad de votos que reciben los
sublemas” (Calvo y Escolar, 2005).
El elector participa simultáneamente, con un único voto, en la interna del lema
y en la elección general. Al emitir sufragio manifiesta su preferencia en
primer instancia por un lema, y luego por su candidato o lista particular. En
el escrutinio los votos se asignan primero al lema para resolver cual ganó, y después
se consideran los votos obtenidos por cada línea interna.
Esto
conduce a que el candidato o lista ganador no sea necesariamente el más votado
en términos absolutos, sino el más votado dentro del lema mayoritario. Quien obtiene
individualmente la mayoría de los votos no siempre resulta ganador, como
sucedió en ¾ de las elecciones ejecutivas durante su vigencia. Otro efecto es
la incorporación de la fórmula D´Hondt en la asignación de bancas dentro del
lema mayoritario para diputados, consejos municipales y comisiones comunales.
La instauración de la ley
de lemas: una propuesta a título de prueba
Abordar
la polémica sesión del 9 de Noviembre de 1990 requiere considerar factores
contextuales que explican la situación de tensión vivida tanto dentro como
fuera de la legislatura[9].
Las
normas y prácticas vinculadas a la política representativa fueron fuertemente
interpeladas en todo el país durante el período analizado, lo que derivó en
múltiples reformas provinciales (De Riz, 1992). En aquel momento la opinión
pública estaba signada por demandas de mayor transparencia y representatividad,
frente a lo caracterizado como elencos políticos preocupados únicamente por sus
intereses corporativos y sus pugnas internas. Los partidos comenzaban a ser
considerados burocracias inadecuadas para reclutar dirigencias aptas y
responder a las demandas sociales. Sus propuestas e intervenciones públicas
parecen responder al microclima de la sociedad política, y denotan un
distanciamiento respecto del ciudadano. La calidad de la representación pasó a
ser objeto de los debates relativos a reformas electorales, donde los
mecanismos de selección de candidatos aparecían como panaceas capaces de
erradicar prácticas nocivas y acercar a los elencos políticos a la realidad
ciudadana.
La
crisis representativa se encontraba agravada en Santa Fe, con el ejecutivo
involucrado en escándalos de corrupción y con partidos atravesados por
conflictos internos. El vicegobernador Antonio Vanrell había sido destituido por
malversar fondos al comprar juguetes a empresas fantasma (Toppi, 2015). A su
vez, el gobernador Víctor Reviglio contaba con varios pedidos de juicio
político (Tula, 1997). En cuanto los partidos, el diputado Ricardo Harispe
denunciaba “bloques que se rompen; partidos al borde de la división, los unos
que se miran malamente con los otros; nadie gana” (DSCD, 8/11/90, Pág.26).
Reviglio, artífice del DVS, reconoció que muchos justicialistas se rieron de su
propuesta incluyendo miembros del gabinete (El Litoral, 9/8/2001). En
referencia a la sesión admitió “el justicialismo no tenía todos los votos y
hasta algunos diputados de fueron de mi despacho prometiendo votar la ley, pero
cuando llegaron a la Legislatura no solo hicieron discursos y votaron en
contra, sino además armaron un lío fenomenal” (El Litoral, 9/8/2001). La
situación al interior de los partidos se reflejo tanto en las intervenciones como en
el resultado[11]
de la sesión.
Al cuadro de situación hay que sumarle los antecedentes[12]
de problemas y denuncias respecto a la gobernanza electoral (Torres, 2016).
Además la cercanía de los comicios revivía los recelos y tensiones al interior
de la elite política.
La
mayor parte del debate se dio en torno al acuciante problema de
representatividad, donde hubo coincidencias significativas sobre el diagnóstico
de situación. Se reconoce que la política perdió representatividad a causa de
su descarnado internismo y apelan como factor regenerador al ciudadano
común/anónimo/de a pie, en tanto figura opuesta al mismo y por ende
conocedora del bien público. Las diferencias manifestadas responden a
evaluaciones divergentes sobre la causa del internismo y a las acciones
tendientes a recomponer el vínculo representativo. El socialista Juan Carlos
Zabalza, contrario al DVS, expresó “nadie discute ya la primacía de la voluntad
popular pero si es todavía materia de discusión donde se encuentra esta prima y
cuál es la mejor forma de expresarla y esto es inherente al sistema electoral”
(DSCD, 8/11/91, Pág. 41). La naturaleza del debate fue motivo de mención por
parte de la prensa
Más
allá de las posiciones políticas y de los intereses personales, es la primera
vez en mucho tiempo que hay un debate político en la provincia. La composición
de la cámara hizo que este tema no se transforme en un trámite de levantar la
mano, la pluralidad de opiniones rompió la monotonía. Y esto en Santa Fe no es
poca cosa (La Capital, 9/11/90).
El
proyecto salido del senado fue defendido en el recinto por el radical Eugenio
Malaponte[13],
quien reconocía en el sistema electoral la causa estructural de la crisis. Bajo
este los dirigentes no eran electos por la ciudadanía, sino que respondían a
otro demos minoritario y centrado en su interés particular. Integrado por los
afiliados a los partidos, conducidos por las cúpulas para actuar como aparatos
políticos. Estas digitan, mediante oscuros procedimientos internos, las
candidaturas entre las cuales el ciudadano común ve forzado a optar. Esto
impacta en el desempeño de los representantes, que disputan el control del
aparato y relegan las pretensiones del ciudadano. El DVS permitiría abrir el
camino a las urnas a las parcialidades dentro de los partidos, velando así por
su integridad. Al erradicarse el control de las candidaturas, causante del
internismo, los representantes solo deberán procurar el apoyo ciudadano para
continuar su carrera.
Salimos
de internas partidarias duras, nos incorporamos a elecciones generales.
Habremos de guardar el tiempo de la dirigencia para el aprovechamiento de sus
esfuerzos, sus mejores energías y recursos para los verdaderos problemas
cruciales, acuciantes, en esta hora argentina. Basta de aparatos que dentro del
partido, a la hora de gobernar lo hace con discrecionalidad y cuando el partido
es responsable de la conducción del Estado en cualquiera de los ámbitos viene
también por las influencias del poder a hacer de esto juego de trampa en la
expresión viciosa del afiliado. Corrige este sistema el vicio ancestral del
actual régimen electoral.
Hay
20.000.000 hombres y mujeres empadronados en condiciones de sufragar ¿Elijen
ellos a los gobernantes del Estado? Puedo probarles que no. A esos gobernantes
los eligieron en todo caso los 6.000.000 afiliados a los partidos políticos, y
dentro de esos solamente el 30 por ciento voto en las internas partidarias.
A
partir de ahora, desde el lema, marchan juntas las distintas expresiones del
partido, navegan todas en el mismo barco y, si alguien tiene la ocurrencia de
atentar contra la suerte del otro sublema- como ha pasado en Santa Fe-
naufraga el barco (Malaponte, DSCD, 8/11/90; Pág. 13).
Visión
compartida por Alejandro Tizón, socialdemócrata vital en la votación[14]
para quien el sistema electoral “favorece el verticalismo y la cerrazón de los
partidos políticos en donde un grupo de dirigentes tradicionales domina los
candidatos porque maneja el aparato partidario” (DSCD, 8/11/90, Pág. 45). En
vez de actuar como grandes electores, los partidos deben abrirse a ciudadanos
respetados y soslayar la coyuntura para solucionar una crisis que los atañe como
clase política.
El
sistema amplia cualitativamente las posibilidades de la comunidad, permite que
ciudadanos respetados sin aparato partidario, puedan participar de la vida
política institucional a través de su candidatura, se fortalezcan y prestigien
la vida de los partidos políticos coadyuvando a que sean verdades correas de
transmisión entre el ciudadano y su gobierno.
No
nos olvidemos que los partidos no son un fin en sí mismos. Aquí se está
haciendo una defensa demasiado extrema de ellos. Pero son un medio para mejorar
las instituciones (Tizón, DSCD, 8/11/91; Pág. 45).
Ninguno
de los detractores del DVS negó transitar una crisis de representatividad, ni
defendió al sistema electoral. El internismo no provenía de las instituciones
sino de los vicios de la dirigencia, tales como la falta de debate interno y la
excesiva preocupación por ambiciones personales. “Los factores del fracaso hay
que buscarlos en los protagonistas y sus comportamientos antes que en las
instituciones y las leyes” (Favario; DSCD; 8/11/90; Pág. 25)
Los
vaivenes de la dirigencia, en función de la conveniencia interna, atentan
contra el rol orientador que deberían tener los partidos y provocan el rechazo
ciudadano. Se reconoce positiva la pluralidad interna, pero rechazan que sea
representada. Esta debe confluir mediante el debate de ideas y reflejarse en un
rol cohesionado en las instituciones. El DVS sería la solución para los que
quieren hacer del partido un “paraguas para ambiciones personales” (Luna; DSCD;
8/11/90; Pág.37)
El
bloque de senadores de mí partido que está integrado por tres expresiones
distintas de su configuración interna, cuando votaron lo hicieron como partido,
respondiendo a un mandato partidario. Esta es la manera; esta es la forma de
preservar los partidos políticos y lograr una cierta homogeneidad de criterio e
ideas.
Cuando
leo a Yrigoyen, descubro que él no quería un partido, por eso le puso Unión
Cívica, lo bautizo como movimiento. Así lo hizo Perón, que lo bautizo como
movimiento porque englobaba a la sociedad íntegramente con sus matices. Y ahora
vamos a terminar en sub-lemitas; vamos a terminar atomizando, creando dentro de
un partido otros partidos (Harispe; DSCD; 8/11/90, Pág.27)
El
problema de los sistemas democráticos en la sociedad, la sociedad que siente
que no se la entiende, la sociedad que ingresa al cuarto oscuro con sus
interrogantes, la sociedad que como hoy yo siente en esta encuesta y piensa que
las estamos trampeando; que aquí somos casi un Ku Klux Klan que como nadie debe
salir perdiendo nos repartimos los restos que quedan (Harispe; DSCD; 8/11/90,
Pág.31).
Los
opositores a la medida coincidían en que no debía haber representación
proporcional intrapartidaria, en cambio habría que dar acceso a las minorías
para que representen las opiniones por fuera de los partidos mayoritarios. El
DVS avalará candidaturas fruto de ambiciones personales, pero la pluralidad de
opiniones continuará sin representación efectiva.
En
otra época problemas similares dieron nacimiento a los partidos mayoritarios,
la Unión Cívica Radical nace para luchar contra el régimen tirano de la
oligarquía y el peronismo para dar participación a la clase obrera, o sea que
los partidos políticos existen para cumplir un rol fundamental en la historia
(Agu; DSCD, 8/11/90, Pág.50)
Se
dice generalmente que los candidatos que salen de las internas no son del
agrado del de la sociedad ¿Qué interesa eso?
Por
eso no mueren los partidos mientras que la sociedad buscará otros candidatos y
otros partidos políticos que mejor la representen (Agu; DSCD, 8/11/90, Pág. 52)
Las
elecciones continuaron siendo sumamente problemáticas para la dirigencia, que
admitía el fracaso en términos de representatividad y se mostraba disconforme
con los resultados. Había resultado electo gobernador un candidato que no había
sido el más votado individualmente, sumado a la reedición de inconsistencias en la
gobernanza electoral (Torres, 2016). Se agravaron las tensiones y las
acusaciones sobre prácticas distantes de la voluntad popular.
El
sistema electoral fue nuevamente objeto de discusión y reforma en 2002, cuando
Santa Fe tenía índices
muy superiores al promedio nacional de votos en blanco o anulados (Borello y
Mutti, 2003). Si bien parte de ese rechazo a la política representativa
provenía del cimbronazo acontecido en el ámbito nacional, se montaba sobre una
crisis política que distaba de solucionarse.
El
justicialista José Ugalde, autor y miembro informante del proyecto, comenzó su
exposición con un racconto de las leyes electorales en la historia nacional. El
DVS era presentado como primer intento, aunque fallido, de mejorar la relación
entre el elector y el representante al acercarlos. Esa distancia persistía a
causa del abuso de las posibilidades otorgadas por la ley por parte de los
aparatos, que impedían al ciudadano común obtener un rol preponderante en la
conformación de su representación.
Es
nuestra responsabilidad- y aun mas del oficialismo- abordar la temática,
discutirla, devolverle a la ciudadanía el poder real del mandato de representación;
o sea, nada más ni nada menos que el voto.
Para
que esto suceda, indudablemente, debería hacer una reflexión ¿Cuál es el
sistema electoral ideal?; ¿Cuál es el sistema electoral que necesita el pueblo
santafecino? Creo que lisa y llanamente es aquel que logre elegir y hacer
ocupar los cargos a dirigentes probos, con capacidad, con honestidad, con
capacidad no solo intelectual, sino capacidad de trabajo. Y que el resultado
electoral no sea simplemente una cuestión matemática o aritmética, que no sea una
cuestión de sumatoria, porque si no, los resultados serian adversos” (Ugalde,
DSCD, 28/11/91, Pág. 91).
Consideró
necesarias una serie de modificaciones en la ley, para evitar los abusos que
impedían realizar su espíritu; con la expectativa de que “podamos dar
con lo que aspiramos, que es una bocanada de aire, un respirar distinto en un
momento de crisis profunda, porque considero que con este sistema no hemos
sabido contener a la sociedad” (Ugalde, DSCD, 28/1/2002, Pág.94).
Los
abusos consistían en la multiplicación de sublemas apócrifos, que no representaban
líneas internas sino que se constituían solo para sumar votos al lema. El otro
consistía en la conformación por parte de las alianzas de grandes lemas, donde
cada partido tenía un sublema propio. Estas prácticas, propias de los aparatos
políticos que no han sido desterrados, impedían al ciudadano apartdiario operar
plenamente como elector al enfrentarlo con una oferta elaborada en función de la
acumulación de votos.
Se
aumentaron considerablemente los requisitos para constituir sublemas y además
se forzó a las alianzas a concurrir con una única nómina de candidatos. Esto
permitiría al ciudadano decidirse entre “opciones reales”, con la garantía de
que el sentido de su voto no será violentado en el escrutinio.
En
esta ocasión la totalidad de la oposición y un justicialista
discreparon sobre el diagnóstico de situación. Entendían que estos
comportamientos deterioraban aún más la situación, al mostrar a los dirigentes
pendientes de sus preocupaciones electoralistas “las ciudades están invadidas
por reclamos de comida y trabajo, aquí estamos los representantes del pueblo,
discutiendo un proyecto que tiene clara finalidad electoral” (Favario, DSCD,
28/11/2002, Pág.94).
El
proyecto era interpretado como un intento de favorecer la victoria oficialista.
Los abusos eran vinculados a la oposición, cuando el propio justicialismo los
llevaba adelante en mayor medida. Este presentó la mayor cantidad de sublemas,
faltos de cualquier identidad o programa común (Favario, DSCD, 28/11/2002, Pág.95).
Denunciaron actos de violencia durante el cierre de listas, propios del
internismo (D´Ambrossio, DSCD, 28/11/2002, Pág. 99). También conformó alianzas que
desviaban el voto, con candidatos a intendente en diferentes listas acompañados
por concejales de otros partidos (Tate, DSCD, 28/11/2002, Pág. 104; D´Ambrossio,
DSCD, 28/11/2002, Pág. 99). A pesar de ello solo se modificaban aquellos aspectos
que favorecían la competitividad opositora, excusándose en la crisis de representatividad
de la que son participes.
No
podemos seguir jugando con la gente, proponiéndoles estos parches infames a las
mismas cosas que repudiaron ¡Estamos peleando por las astillas de algunas
bancas! ¡Nos espera la soga, para colgarnos!
¡Está
incendiado, no tenemos ninguna representatividad! ¡Ustedes saben el miedo que
tienen cada vez que van a la calle! ¡Vamos a reconocerlo! (D´Ambrossio, DSCD,
28/11/2002, Pág.100)
Esto
reavivó los cuestionamientos sobre la constitucionalidad del DVS. Reclamo
tratado la Corte Suprema, que negó el planteo del Partido Demócrata Progresista
al considerar constitucionales tanto la ley original como la reformada.
La
derogación de la ley de lemas
El
proceso de reforma provocó una profunda deslegitimación del sistema electoral.
Falto de apoyos extra partidarios, aparecía ante la oposición y la opinión
pública como una fuga hacia adelante por parte de un oficialismo inflexible en
sus ambiciones políticas. Esta situación se reflejó en la campaña electoral,
con una elite política que reconocía su déficit representativo a la vez que
apelaba a la participación ciudadana. Resultaba imposible transitar la campaña
sin expedirse sobre la cuestión electoral, situación aprovechada por medios de
comunicación, ONGs y universidades. Estos lograron que los principales
candidatos a la gobernación firmasen una “carta de compromiso”, en la cual se
reconocía la demanda de cambio del sistema electoral.
Los
resultados de los comicios también contribuyeron a dicha deslegitimación, por
tercera vez un candidato minoritario accedía a la gobernación. Los votantes
encontraron en el cuarto oscuro una oferta que se mostraba indomable, con
43.000 candidatos
compitiendo por 250 cargos. Resultaba evidente que la reforma había fracasado
en erradicar los abusos identificados, y que la representatividad de los
electos se encontraba sumamente erosionada.
En
semejante contexto, Obeid declaró en la inauguración del período legislativo a la
reforma política como principal objetivo de gobierno. Inició así un proceso signado
por marchas y contramarchas (Lappas y Rulli, 2006) que reemplazaría al DVS por
el sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO); acompañado
por sectores del PJ mientras otros se erigieron en sus detractores. Los
conflictos dentro del partido llevaron a Obeid a tomar licencia como titular
del mismo, y escalaron al punto de amenazar con convocar un plebiscito sobre el
DVS. Durante ese período fueron presentados cuatro proyectos de reforma
política,
uno por el radicalismo y los demás de origen justicialista.
El
tratamiento del proyecto del gobernador debió esperar hasta agosto para
efectuarse, ya que los diputados justicialistas no habilitaron un tratamiento
adelantado. Fue entonces Mario Lacava, miembro informante por la mayoría, quien
defendió las PASO como mecanismo de selección de candidaturas a servicio de la
ciudadanía. El DVS a causa del “uso y abuso que absolutamente todos los
partidos políticos que esta provincia hemos hecho” (Lacava, DSCD, 19/8/2004,
Pág. 23) devino en un sistema de internas partidarias, modalidad debía
erradicarse en pos de un mayor protagonismo del elector en la conformación de su
representación. El sistema alternativo responde al aprendizaje respecto de
aquellas prácticas que desvirtuaron el DVS. Con las PASO será el ciudadano
común quién efectivamente seleccione y elija a aquellos que considera mejores
candidatos y gobernantes, sin una oferta electoral acorde a
la estrategia de los aparatos ni un escrutinio aplaste sus preferencias.
Resulta evidente que la misma concepción de la representación dió origen al DVS
y a las PASO, verificada en la utilización de los mismos argumentos.
“Esto
¿Qué repercusión política tiene en la vida institucional? Que la referencia
electoral en la selección de los candidatos, señor presidente, ya no son las
autoridades de los partidos, los padrones o los afiliados de los partidos, los
llamados punteros de los partidos, sino que la referencia electoral es toda la
ciudadanía que debe ir a votar en las primarias que se plantean (…)
Porque
si la referencia electoral es la ciudadanía toda los partidos habrán de elegir
a los mejores candidatos, que no solo le ganen al otro candidato de la primaria
de ese partido sino que también le gane o aspire a ganar al candidato más
votado de los otros partidos en las elecciones generales (Lacava, DSCD,
19/8/2004, Pág.23)
La
disputa electoral no será más entre organizaciones políticas, sino entre
dirigentes cuyas cualidades, representatividad o propuestas los acercan a la
gente. En virtud de tal acercamiento la ciudadanía los consagra como
candidatos, que luego competirán en la general que “viene a representar una
segunda vuelta”
(Lacava, DSCD, 19/8/2004, Pág.26). La obligatoriedad de la
participación en la primaria aparece como garantía fundamental
Es
que en las primarias partidarias no obligatorias ¡no votan los ciudadanos!,
votan los afiliados que son motivados por los partidos. De modo que el que no
tiene inserción en el partido, esta frito. Esta es la cuestión de las internas
partidarias.
Si
la interna es obligatoria, la cosa cambia, porque el peso del partido, del
afiliado y los punteros cede ante la obligatoriedad y seguramente – o
posiblemente- ante la concurrencia masiva de los ciudadanos (Lacava, DSCD,
19/8/2004, Pág.25)
En
esta ocasión la oposición tuvo una participación significativa en la reforma
del sistema electoral. Introdujo aportes durante reuniones previas, e incluso
modificó el articulado en la votación en particular. Si bien
hubo acusaciones y chicanas,
estas mostraban coincidencias de fondo con respecto a la representación
deseada.
Aquí
teníamos dos alternativas: establecer las internas cerradas, sin participación
de la ciudadanía, o quedarnos en el sistema viejo de la Ley de Lemas. Los dos sistemas hubieran sido negativos para la reconstrucción de esa
legitimidad que estamos planteando.
Por
eso, creemos clara y profundamente en las internas abiertas que nos van a dar
la posibilidad de involucrar a la ciudadanía en los actos y hechos públicos
(Marcucci, DSCD, 19/8/2004, Pág.36)
Las
primarias abiertas fueron reconocidas como la mejor alternativa para
seleccionar candidatos, pero la obligatoriedad fue el aspecto más cuestionado
del proyecto. Consideradas integralmente, las obligaciones que el Estado
establecía fueron objeto de interpretaciones diversas. De todos modos, las PASO
implicaban solo el inicio de lo que debería ser un proceso integral de reforma
política. Debían aun abordarse temas como la eliminación el monopolio
partidario sobre la presentación de candidaturas (Gutiérrez, DSCD, 19/8/2004,
Pág.33), la eliminación del premio a la mayoría en diputados (Peralta, DSCD,
19/8/2004, Pág.52), la incorporación de formas de democracia semi directas
(Marcucci, DSCD, 19/8/2004, Pág.35) y la necesidad de eliminar la boleta sábana
(Lamberto, DSCD, 19/8/2004, Pág.27).
La
oposición se negó a forzar la participación del ciudadano en la primaria, en
virtud de distintos argumentos. Para Raúl Lamberto (DSCD; 19/8/2004; Pág.31), Gabriel
Real (DSCD, 19/8/2004, Pág.49) y Mónica Peralta (DSCD, 19/8/2004, Pág.52) la
coerción y sanción no construyen ciudadanía alguna, e incluso pueden generar
una “diáspora electoral”; solo una representación saneada podrá suscitar la
participación electoral. En cambio los radicales Santiago Mascheroni (DSCD,
19/8/2004, Pág.41) y Hugo Marcucci (DSCD, 19/8/2004, Pág.35) descartaron que la
obligatoriedad merme la influencia de los aparatos, que aprovechan la frágil
situación social para violentar el proceso de formación de voluntad. En una
provincia con 280.000 planes sociales el sufragio no expresaría una preferencia
racional librada de determinantes sociales, sino el interés de perpetuar una
relación social de dependencia.
En
cuanto a la obligatoriedad para el afiliado, negada por el socialista Raúl Lamberto
(DSCD, 19/8/2004, Pág.32) al considerarla propia de las viejas internas duras.
Esta anula la igualdad en la competencia, porque cada partido parte de un piso
de votos cautivos que incidirán en la general. En cambio, Mascheroni (DSCD,
19/8/2004, Pág.41) la apoya si también está establecida en la Carta Orgánica del partido al cual pertenece el afiliado.
Toda
la oposición rechazó la obligatoriedad establecida para los partidos o alianzas. Tal
obligación consistiría en una intromisión en la vida partidaria, favorecería el
internismo y las candidaturas no representativas.
Acorde
fue advertido en la sesión, el proyecto encontró dificultades en la cámara
alta. El justicialismo contaba con amplia mayoría, entre
los cuales no había un núcleo de Obeidistas (Rulli y Lappas, 2006). Luego de
dos meses de intrigas el dictamen de diputados fue utilizado por el senador Armando
Terraferri, que valiéndose de la técnica legislativa, introdujo su proyecto mediante
modificaciones.
Durante la votación también se incurrió en resquicios reglamentarios, con un
resultado controversial en el cual 11 senadores se abstuvieron y solo 8
voluntades bastaron. Este fue objeto de impugnaciones en ambas cámaras, ninguna
prosperó de modo que el texto fue remitido a diputados.
La
sesión del 21 de Octubre encontró a los diputados unidos en defensa del
proyecto original y de la noción de representación detrás. Todos destacaron la
forma en la cual se había conducido la cámara con respeto al proyecto oficial.
Se describían representantes que dejaban a un lado sus conflictos e intereses, y
respondían a los reclamos ciudadanos que los interpelaban directamente. El
resultado de la sesión y las intervenciones acontecidas eran un ejemplo
inmejorable de cómo debía conducirse una dirigencia representativa.
Nosotros,
el 19 de agosto- y creo que hoy también- votamos casi por unanimidad, 48 votos
a cero, y terminamos con una discusión que había llevado 14 años sobre un
sistema electoral, yo diría, absolutamente tramposo en Santa Fe. Y produjimos,
con muchas charlas, con muchas discusiones, con muchas desconfianzas, con cosas
que se decían en la prensa en todos los sentidos, reencontrándonos con la
ciudadanía y con el pueblo de Santa Fe, una votación que fue feliz, que fue
coherente, que constituyó una revalorización institucional para Santa Fe y que
yo pensaba era definitiva.
Con
eso, nosotros logramos, como Cámara de Diputados, como representantes del
pueblo, salir de lo que a la luz de las últimas elecciones resultada un
bochorno electoral para Santa Fe (Real, DSCD, 21/10/2004, Pág.78)
Opuesto
a lo actuación del Senado, la cual remite a todo aquello que debiera dejarse
atrás. Aquellos senadores ignoraron las preferencias de la ciudadanía,
motivados por el beneficio que obtenían del sistema. Son acusados de someter el
funcionamiento institucional de la legislatura a los vaivenes del propio
internismo. Esta forma de conducirse políticamente, denota un total aislamiento
de la clase política y causa los déficits de representatividad.
No
entiendo cómo, ante la clara demanda de la inmensa mayoría de los santafecinos,
se pueden pronunciar en este sentido desconociendo el clamor de la gente (…)
Esto
de no escuchar a la gente distorsiona el sentido de la democracia, y cuando hay
representantes del pueblo o de los departamentos que no escuchan el reclamo de
la gente, nos coloca lejos de la democracia y más cerca de lo que Platón
denominaba como unas de las degeneraciones del Estado perfecto, que era la
timocracia, que es el gobierno de algunos nobles que solo aspiran a la fama.
Debe
haber algún desorden ético que les impide distinguir entre el bien y el mal a
los que pierden el sentido del bien común, que es la primer calidad que tenemos
que tener los que hacemos política. El sentido del bien común es la primer
calidad que tenemos que tener los que queremos dirigir (Pezz, DSCD, 21/10/2004,
Pág.74)
Las
discrepancias entre las mayorías de ambas cámaras con respecto al sistema
electoral, fueron acompañadas por cuestionamientos de representatividad. Cada cual
se arrogaba una mayor cercanía con respecto a la voluntad de su electorado.
Pero
me pareció importante, porque escuchaba hace un rato declaraciones que efectúo
el senador Terraferri en la mañana de hoy a una radio de San Lorenzo, y
posteriormente en la tarde de hoy a una radio de la ciudad de Santa Fe, donde
dice: “ El senador es el representante legítimo. Los diputados van en la lista
sabana, enganchados, y muchos son amigos de los candidatos a gobernadores. A
otros se les paga con la candidatura por haber participado en el Ejecutivo
durante la gestión anterior. En el interior no quieren un sistema electoral que
los lleve a tener una elección en 180 días, no es cierto que todo el mundo
quiera la derogación de la Ley de Lemas, como plantean algunos (Brignoni, DSCD,
21/10/2004, Pág. 77)
El
senador se reconoce más representativo, ya que la cercanía al elector es
condición necesaria para que lo elija. A diferencia del diputado, electo
gracias a la lista cerrada y bloqueada que conduce al desconocimiento de la
mayoría de sus integrantes; aprovechado por quien la confecciona para hacer
elegir a aquellos que se propone.
Finalmente
el senado, por no alcanzar las 13 voluntades necesarias para insistir, debió aprobar
el proyecto de diputados durante una sesión extraordinaria convocada el 30 de noviembre.
Conclusión
El
artículo buscó una aproximación historiográfica al DVS en Santa Fe. El consecuente
análisis de fuentes revela que la ley en cuestión fue la primer respuesta,
dentro de una batería de reformas electorales, elaboradas por la elite provincial
para revertir una profunda crisis de representatividad. Esta consideraba aminorada
su legitimidad a causa de un excesivo distanciamiento con respecto a la
voluntad del ciudadano común, posibilitado por un sistema que dejaba la
selección de candidatos en manos de las cúpulas partidarias.
Consecuentemente
se elaboró un nuevo ideario representativo, cuyo horizonte consistía en un
estrecho acercamiento entre el candidato y el elector eliminando aquellas instancias
institucionales pasibles de ser manipuladas por los aparatos políticos. Este
nuevo paradigma representativo respalda las reformas electorales analizadas,
entendidas como sucesivos intentos de ponerlo en práctica. Es decir que la
erradicación del DVS no implicó un cambio profundo en la concepción de cómo
debe conformarse una elite política efectivamente representativa, sino que las
PASO representan una nueva apuesta para su puesta en práctica.
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