“Las modalidades
democráticas posibles frente a un liderazgo neopopulista”
Por: Daphne Petrich
University
of Pennsylvania
Introducción
La cuestión del estudio de la
democracia es algo muy importante en nuestra sociedad, porque en ella se respetan
los derechos civiles e impide a las personas en poder de abusar de ella y
utilizarla para su propio beneficio. Por definición un gobierno autoritario es
el opuesto de un gobierno democrático. Algunos liderazgos están en el medio de prácticas
democráticas y autoritarias y es interesante de notar que la línea entre los
dos es borrosa. Este trabajo hará reflexionar sobre eso.
En la década del noventa del siglo
XX, aparecieron dos figuras principales dentro de los liderazgos neopopulistas,
con un fuerte corte neodecisionista, e imbuidos por las ideas del
neoliberalismo imperante en ese momento. Estos dos líderes fueron Carlos Menem
en Argentina, que provenía de un partido burocrático de masas llamado en
esencia Partido Justicialista, y por el otro se llamó Alberto Fujimori en Perú,
quién provenía del sector universitario, y que conformó un partido político catch
all o profesional electoral, que se llamó “Cambio 90”. Ambos líderes, cuando
llegaron al poder (Menem en 1989 y Fujimori en 1990), encontraron a sus
respectivos países arruinados administrativamente y estaban frente al peor
escenario de la hiperinflación.
El objetivo principal de este
trabajo es analizar los liderazgos de Menem y Fujimori para demostrar la línea
borrosa que crearon entre el autoritarismo y la democracia. Estos líderes
neopopulistas hicieron reformas neoliberales a partir de la decisión política
directa, con usos discrecionales del poder y este trabajo quiere analizar en
que forma asumieron las modalidades autoritarias en el marco de sistemas
democráticos. Las primeras medidas de gobierno que se tomaron fueron por
decreto directo, y luego el gobernar por decreto se hizo una forma de gobierno,
al mejor estilo schmittiano de la forma ejecutivista – administrativa. Esto nos
llevará al siguiente sistema de problemas:
¿Menem y Fujimori son comparables
como líderes neopopulistas, decisionistas y neoliberales? ¿A Menem se le hizo
más fácil su entendimiento con el Congreso Nacional que a Fujimori con su
Parlamento? La forma de gobierno ejecutivista – administrativa, ¿es
democrática? ¿Cuál(es) fue(ran) la(s) calidad(es) democrática(s) que tuvieron
estos dos líderes en sus respectivos gobiernos?
En un primer lugar, el trabajo hará
una comparación analítica de los gobiernos de Menem y Fujimori. Explicará el
contexto en el cual accedieron a la presidencia y los rasgos respectivos de sus
liderazgos, siempre demostrando las similitudes y las diferencias entre los dos.
En un segundo lugar, el trabajo hablará de la noción de democracia y la
relacionará con los dos gobiernos neopopulistas para evaluar cuales rasgos o
características democráticos tenían. Por ultimo, se expresaran conclusiones
sobre lo analizado.
Los
liderazgos de Carlos Menem y Alberto Fujimori: neopopulistas, neodecisionistas
y neoliberales.
Contexto
histórico
Los estudios de los liderazgos de
Menem y Fujimori no pueden ser analizados sin tener en cuenta el contexto
histórico en que fueron elegidos. En 1989, Argentina, y en 1990, Perú, estaban
sufriendo una crisis que afectaba severamente tres dimensiones: lo socioeconómico,
lo político-militar y lo político-institucional.
La presidencia de Raúl Alfonsín y la
severidad de la crisis tuvieron una gran influencia en la elección de Menem. En
un primer lugar, se puede afirmar sin duda que las reformas fallidas de solucionar
la crisis económica por Alfonsín sentaron las bases para un apoyo fuerte hacia
el peronismo. La economía del país estaba atrapada en un ciclo inflacionario incontrolable.
Los esfuerzos de Alfonsín de calmar la inflación fueron múltiples. En términos
económicos, se puede dividir el gobierno de Alfonsín en dos etapas distintas.
La primera más heterodoxa, caracterizada por un intento de conformar un club de
deudores para disminuir el pago de la deuda externa, acuerdos de salario,
control de precios y políticas para los sectores más vulnerables como créditos
a las pequeñas empresas. En este periodo el gasto publico aumento. La segunda
etapa de las reformas económicas de Alfonsín es el Plan Austral. Este plan se implementó
para poner fin al círculo vicioso de la inflación. De corte ortodoxo, el plan
incluía la congelación de los precios y de los salarios, una baja del gasto público
y la negociación con el FMI del pago de la deuda. Con este plan empezaron
también las privatizaciones. Sin embargo, las reformas tuvieron un efecto
opuesto. Aunque la inflación siempre fue habitual en los últimos anos del
gobierno de Alfonsín, un nivel tan alto tan como eso fue sin precedentes. En
efecto, durante el gobierno alfonsinista, la inflación mantenía alrededor de 30
al 40% anual, pero en 1988 esa tasa había alcanzado 114% por mes, dando una
nueva definición a la hiperinflación.
En este periodo, hubo una disminución del precio de las materias primarias pero
en particular el petróleo, que se encontró mas barato que lo estaba después el
choque petrolero de 1979.
Además, las tasas de endeudamiento externo y déficit fiscal estaban
incontrolables. Desde una mirada política-militar, el país estaba también en
crisis. Su situación puede ser ilustrada por los tres levantamientos militares
que fueron la Semana Santa en 1987 así que Monte Caseros y Villa Martelli en
1988. Esos tres levantamientos fueron llevado a cabo en contra el gobierno
democrático de Alfonsín a causa de sus reformas ineficacias. Esos
levantamientos fueron dirigidos por los denominados “carapintadas”, militares
de extrema derecha que atacaron bases militares. Se batieron contra las fuerzas
leales al gobierno en busca de la finalización de los procesos judiciales
iniciados contra los represores durante el Terrorismo de Estado.
En este periodo, las Fuerzas Armadas no respondieron a los órdenes de supresión
de Alfonsín, la CGT declaró la huelga general en defensa del gobierno
constitucional y millones de personas protestaron en la calle para oponerse al
alzamiento militar. Los esfuerzos de Alfonsín en calmar las rebeliones y
establecer orden fracasaron. El estado económico y militar del país llevó a una
“crisis de representación”
manifestada por una fuerte desconfianza y frustración con la política. Esa
desconfianza era hacia los políticos presentes, como Alfonsín que fracaso en
establecer orden o calmar la inflación. Esa desconfianza se expandió también
hacia toda institución política notablemente el Parlamento. Los efectos conjuntos
de esa crisis tridimensional dio lugar a la renuncia de Alfonsín, en junio
1989, y una semana después a la elección de Menem, un personaje que
identificaba el opuesto del hombre político.
En Perú la situación fue muy similar.
Al poder desde 1985 hasta 1990 había estado Alan García. Tenía que confrontar muchos
retos como una crisis económica similar a la de Argentina, una violencia creciente
en particular en los campos y una fragmentación del sistema político. En otras
palabras, se puede hablar de una crisis tridimensional acá también. Como Alfonsín,
García implementó en un primer lugar unas reformas económicas que parecían
funcionar. Sin embargo, de la misma manera que el Plan Austral, menos que un
ano después de la implementación la inflación volvió a mostrar una tendencia
ascendente. Su programa consistía en una congelación de los precios, un cambio
fijo, aumentos salariales, una reducción de los impuestos y un aumento de los
gastos públicos.
Las diferencias con el Plan Austral de Alfonsín eran muchas. En un primer
lugar, el gobierno limitó pagos del servicio de la deuda al 10% de los ingresos
anuales de exportación. En un segundo lugar, la política fue diseñada para
redistribuir el ingreso a los grupos más pobres. Finalmente, la política de García
tenía una visión a largo plazo. Sin embargo, los resultados fueron similares a
los de las reformas de Alfonsín: un periodo en que parecía funcionar seguido
por una hiperinflación sin precedente, una reducción de los salarios y una
deuda externa creciente. En fin de julio 1990, se habla de una inflación de
7650 % en Perú.
Hubo también mucha violencia en Perú en el mandato llevando a la elección de
Fujimori, sin embargo de naturaleza terrorista. La actividad terrorista fue
llevada a cabo por Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru) y había iniciado una década antes, pero se intensificó durante el
mandato de García. Entre 1985 y 1990, los ataques terroristas aumentaron desde
2050 hasta 3149.
Esa violencia fue dirigida por la mayor parte hacia los campesinos, que
representaban el 90% de las víctimas.
De esos actos de terrorismo nació una crisis político-militar. En efecto, como
reacción, hubo actos de represión militar como la Matanza en los Penales en
Lima en junio de 1986 y en la provincia de Cangallo en 1988. Esa violencia
incrementada fue sin duda causada por la crisis económica y una frustración
generalizada de la población con los políticos y su ineficiencia. Por eso, Perú
fue también víctima de una “crisis de representación” similar a la de Argentina.
La crisis se manifestó en diversas formas. Por un lado, los ciudadanos
perdieron credibilidad en los partidos políticos ilustrado por una pérdida del
peso electoral. Los partidos políticos se demostraron débiles en su capacidad
de satisfacer las demandas de la gente ni siquiera su bienestar.
La
Argentina de 1989 y el Perú de 1990 estaban sufriendo convulsiones
generalizadas. Por un lado sufrían una crisis económica caracterizada por una
hiperinflación incontrolable. El fracaso de sus líderes de resolver este
problema llevo a violencia y frustración hacia las instituciones políticas y
los lideres al poder. La multiplicación de levantamientos y ataques terroristas
incrementó una desconfianza general de la población hacia el hombre político.
Menem y Fujimori usaron esa situación de crisis tridimensional para conducir
una campana neodecisionista, basado en sus rasgos personales en lugar de
programa político.
Base
de legitimación: un discurso neodecisionista
La situación de emergencia caracterizada
por esa crisis tridimensional fue la base de legitimación de Menem y Fujimori.
A través de sus discursos neodecisionista, basado en sus rasgos carismáticos,
la manipulación de las emociones y en la propaganda de los medios de
comunicación lograron a ser elegidos. Los ciudadanos, frustrados por las
instituciones, se ataron emocionalmente a estos líderes y a sus personalidades más
que a sus programas.
Menem, del PJ (Partido Justicialista),
usó un discurso peronista pero ajustado a la situación en que se encontraba. El
sector industrial había encogido mucho, y por eso, Menem tuvo que cambiar de
discurso para apelar a una base electoral más grande. Menem se esforzó para
atraer a los cientos de miles de trabajadores desempleados y subempleados que
había entrado en la economía informal urbana en los años 1970-1980.
Apeló a un discurso populista clásico, pero en lugar de llamar a los
“trabajadores” como Perón lo había hecho, llamaba a los “hermanos y hermanas de
mi patria”. Dejo de enfatizar la retórica tradicional del PJ para atraer una
mayor cantidad de seguidores. Su campaña fue claramente basada en su carisma y
en la manipulación de los medios de comunicación, y no en un programa
estructurado. De repente sus promesas eran ambiguas y contradictorias: “prometía
de abonar la deuda externa, al mismo tiempo que señalaba la necesidad de
realizar una renegociación de la misma y acordar con los organismos
multilaterales de crédito”.
Sus promesas eran vagas e incluían la implementación de ideales como un
“Salariazo” y una “Revolución Productiva” sin más información sobre cómo lo iba
a hacer. Vinculó la atención y el apoyo de su gente a través de la emoción y de
sus “consignas religiosas de tipo mesiánicas”.
A través su discurso se retrataba como el líder “salvador” en una situación de
emergencia total. Lo ayudó también el hecho que emergía de La Rioja, una región
pobre del interior, y no de capital. Finalmente, los medios de comunicación, en
particular la televisión, ayudaron fundamentalmente su causa. Su discurso
neodecisionista urgía la importancia de “constituir un liderazgo ejecutivo que
tomara decisiones soberanas para solucionar la situación de caos e
ingobernabilidad política, económica y social.”
A través de este discurso neodecisionista basado en la persona en lugar de sus
ideas, Menem logró aparecer como el hombre que iba a salvar Argentina de esa
crisis tridimensional.
La estrategia de Fujimori fue muy
similar. Su discurso se basó en su persona y puede ser caracterizado como
neodecisionista. En su campaña faltaba un programa económica. En lugar de
organizar eventos oficiales como lo hicieron los otros candidatos, notablemente
Mario Vargas Llosa, su opositor, Fujimori estableció contacto directo con la
gente. Fue a los barrios más pobres, literalmente para buscar apoyos. Fujimori
atribuía su atención a la gente que históricamente había sido ignorada por los
políticos. Menem hizo lo mismo durante su campaña. Haciendo eso, los dos
lograron a establecer un distanciamiento con las instituciones políticas
tradicionales, lo cual fue muy positivo para ellos porque en este momento había
esa desconfianza generalizada hacia la política. Fujimori se presentó a las
elecciones solo 10 días antes con su nuevo partido CAMBIO 90. En Perú, un
candidato presidencial necesitaba 50% de los votos para ser elegido, sino una
segunda vuelta estaba necesaria. Los seguidores de Fujimori se multiplicaron
muy rápidamente y los resultados de la primera vuelta fueron muy cercanos:
Vargas Llosa tuvo 32.6% de los votos y Fujimori 29%.
Fujimori fue a las provincias más pobres para asegurar votos mientras que
Vargas Llosa se concentraba en Lima. Una particularidad de Fujimori es que era
el hijo de un inmigrante japonés. Uso eso rasgo para establecer un discurso
divisivo con los “chinitos” y los “cholitos” en un lado en contra de los
“pitucos”.
Se oponía a las reformas neoliberales de su opositor y promovía la reducción de
importaciones y una producción mayor agrícola, similar a la “Revolución
Productiva” de Menem. Fujimori ganó con 62.4% vs. 37.6% de los votos gracias a
sus electores de clases bajas urbanas y rurales.
Menem
y Fujimori llegaron al poder con unas campañas muy similares, basado en sus
rasgos personales. Se distanciaron lo más posible de programas políticos, y apelaron
mayormente a las clases bajas usando un discurso neodecisionista. Gracias a sus
carismas y cómo se representaban a través de los medios de comunicación y de
sus acciones, lograron a ser elegidos. Las dos personas, un hijo de inmigrante
japonés, y un hombre del campo, representaban dirigentes periféricos,
transgresores de las normas convencionales de líder. Las situaciones de
emergencia de esos países ayudó la elección de esos dos. En clave schmittiana,
los soberanos (Menem y Fujimori) representan el pueblo en su unidad y superan
los intereses parciales y la lucha de los partidos políticos. En otras
palabras, fueron elegidos como acción de orden simbólica más que como elección
racional de candidato.
La
implementación de las reformas neoliberales
Menem
y Fujimori ejercieron poderes neopopulistas. Ese termino difiere de la noción
de populismo en el sentido que incluye la aplicación de regulaciones
neoliberales.
En efecto, Fujimori y Menem implementaron programas neoliberales inmediatamente
después de ser elegidos: este cambio tan extremo es referido como el “giro de
180 grados”.
Una
vez al poder, Menem pasó desde una campaña prometiendo un “Salariazo”, una
“Revolución Productiva” y un límite sobre los pagos de la deuda hasta una
política completamente opuesta. Ese cambio se puede explicar por el fracaso de
Alfonsín y la ausencia de otras soluciones. Las dos reformas – Ley de Economía
Emergente y Reforma del Estado- marcan el proceso de aceleración del
desmantelamiento del modelo peronista con la toma de medidas mas drásticas y
profundas que había empezado antes de Alfonsín, bajo el gobierno militar. Las
reformas eliminaron un gran numero de regulaciones, de controles de precio, de subsidios
del gobierno, de restricciones en el comercio extranjero y siguieron las privatizaciones
empezadas por Alfonsín. Hizo eso a la vez de empezar un programa de
reestructuración que cortó casi 700,000 trabajos, un incremento de 277% de
desempleados entre 1991-1995.
Las reformas neoliberales de Menem tuvieron éxito en el sentido que en dos años
de presidencia, logró a parar la inflación y estabilizar la economía. Sin
embargo eso vino a un costo importante político y económico. Políticamente,
este giro fue una traición a los peronistas. Según Edward Gibson y Ernesto Calvo,
el giro neoliberal de Menem iba en contra de casi todas las expectativas de la
plataforma peronista.
Las reformas no solo abandonaron los principios peronistas pero iban en contra
de ellos. Eso cambió el “espectro político de Argentina”, y marcó el inicio de
un nuevo periodo de peronismo neoliberal: en otras palabras neopopulismo. Económicamente,
las tasas de desempleados doblaron entre 1991-1994 y otra vez en 1994-1995.
Además, hubo un aumento de las desigualdades de ingresos muy problemático que
profundizaron la división rico-pobre. Menem, a través del clientelismo durante
su campaña y su mandato, logro mantener un apoyo de la clase baja. Ese
clientelismo variaba desde comida, hasta apoyo político.
Fujimori,
siguió un proceso idéntico a Menem en términos de reformas neoliberales. Sin
embargo hay algunas características que hacen el caso peruano único. Se habla
del “Fujishock” para hablar de la dureza de la implementación de las reformas
económicas. El 8 Agosto de 1990, Fujimori implementó reformas más duras que
cualquier otra propuesta por las organizaciones internacionales que presionaron
bruscamente para la aplicación de políticas monetarias y fiscales.
Durante la noche, aumentó los precios de comida básica y retiró todas las
subvenciones estatales. Por ejemplo, aumentó el precio del pan por 1567% y del
aceite por 639%. Para asegurar el orden, lo hizo con el apoyo de tanques en las
calles de Lima. El precio de la gasolina también se elevó de 3000%.
Después siguieron las privatizaciones y el resto de las reformas neoliberales. Como
Argentina, Perú sufrió un aumento del desempleo y de una eliminación de ciertas
subvenciones y programas sociales como consecuencia de las reformas. Sin
embargo, se puede decir que el “giro de 180 grados” fue más duro en Perú porque
en Argentina hubo factores quien mejoró los efectos del shock que no fueron
presentes en Perú. En Argentina, había servicios como programas e instituciones
para suavizar los efectos de sus reformas y proteger los miembros más
vulnerables de la sociedad. Algunos de esos servicios del gobierno habían
estado implementados antes del gobierno de Menem y estaban funcionando desde el
mandato de Perón como por ejemplo clínicas de salud, vivienda pública, escuelas
y programas de distribución de alimentos básicos.
En Perú, los efectos inmediatos del shock fueron muy rápidos y más drásticos:
durante una noche dicen que la tasa de pobreza alcanzo a un 70 % durante la
noche.
Es importante tener en cuenta que la situación de Perú estaba tan pésima que
los ciudadanos aceptaron pasivamente esa transformación. La reacción pública
fue mínima porque después de años de reformas fracasadas, sabían que la única
manera de solucionar la crisis económica sería muy difícil al término corto.
Además, es importante mencionar que había una renuencia a la protesta porque
siempre eran asociados con el terrorismo históricamente presente. Además de esa
pobreza, hubo desigualdades de renta muy fuerte, creando brechas enormes entre
los más ricos y los más pobres. Finalmente, el sector informal es lo que hizo
las reformas económicas especialmente desafiantes en Perú. El tamaño del sector
informal estaba estimado al 50-70% de la población activa.
Eso complica muchos temas, como los impuestos y los sindicatos.
En
términos de reformas neoliberales, los programas de Menem y Fujimori fueron muy
parecidos. Este trabajo demostró que Menem y Fujimori fueron líderes cuyo país
estaba en situación de emergencia cuando condujeron una campaña
neodecisionista, y por esa razón, las reacciones públicas no fueran de
protestar sino de probar de sobrevivir. Una vez al poder, implementaron por
decreto reformas parecidas muy intensas, en acuerdo con el Consenso de Washington.
Hay diferencias estructurales en los países que resultan en resultados más nefastos
en Perú que en Argentina, aunque los dos sufrieron mucho.
Relaciones
entre el poder ejecutivo y el legislativo
Los
liderazgos de Menem y Fujimori descritos en este trabajo han sido muy
parecidos: el contexto histórico, la base de legitimación, la implementación de
las reformas neoliberales y sus resultados. Aunque los acontecimientos no
fueran idénticos, se puede afirmar que hay una real paralela entre los liderazgos
de Menem y Fujimori. Sin embargo, las relaciones poder ejecutivo-poder legislativo
fueron muy diferentes en los dos países en este periodo, especialmente en lo
que respecta a la reelección.
La
particularidad de Argentina viene desde los actores estatales. Históricamente,
el ejecutivo en Argentina siempre ha tenido mas poder que las otras ramas de
gobierno.
En efecto, según Tussi y Acuna, eso es la consecuencia de la imposición
repetida de los gobiernos miliarios con intervenciones brevas de mandatos
dichos democráticos. Menem pudo ejercer un poder legislativo con relativamente
poca resistencia desde el Congreso. Por eso logro en cambiar la constitución
para asegurar su reelección.
Menem
y Fujimori tuvieron manieras diferentes de garantizar sus reelecciones al final
de sus primer mandato. Menem cambió la Constitución a través de “La Reforma
Constitucional Argentina de 1994” para estar permitido de presentarse a las
elecciones en 1995. El denominado “Pacto de Olivo” es el pacto que abrió el
camino para esas reformas constituciones. Marca el inicio de las negociaciones
entre Menem y Alfonsín, presidente del UCR en 1993, que concluyó en la
obtención del apoyo del ex-presidente de las reformas propuestas por Menem. Por
fin, fue reelegido de manera oficialmente democrática, pero tuvo una gran
responsabilidad en su reelección. Por otro lado, la estrategia de Fujimori fue
mucho más agresiva. En Abril 1992, organizó un autogolpe durante el cual
disolvió el Congreso e intervino en el poder judicial, rompiendo con el orden
constitucional y asegurando una reelección no-democrática, o en otras palabras,
una victoria auto anunciada. Además, las Fuerzas Armadas asumieron un papel de
“compañero estratégico del gobierno”.
Esa
diferencia entre las relaciones de ambos líderes con el poder ejecutivo y
legislativo es muy importante. Por un lado, se puede decir que gracias al
análisis de las relaciones con las instituciones, específicamente con el
Congreso, se puede notar que el liderazgo de Fujimori durante su primer mandato
fue más personalista que lo de Menem. Por un lado el Pacto de Olivos demuestra
que ese presidente argentino “no gobierna solo”.
En otras palabras, aunque Menem gobernó por decreto, no tiene la libertad de
hacer cualquier cosa, o al menos no da la impresión que puede. Logró en
asegurar su reelección pero tuvo que hacer negociaciones y comprometer algunas
cosas como la diminución de la duración de su mandato. El Congreso representa
entonces la institución que permite dividir el poder, o al menos asegurar que
todo el poder no está concentrado en una persona. Sin embargo, la efectividad
de las restricciones emitidas por el Congreso tienen que estar miradas con
retiro.
En efecto, el jefe de gabinete elegido por Menem actuó como apoderado y en
realidad no se interpuso en el camino de sus objetivos. Eso dio una “ilusión de
negociación democrática”,
más que una participación real en el poder. Eso difiere mucho con Fujimori,
quien no puso tanta importancia en la imagen que dio de si mismo y llevo a cabo
un autogolpe.
El
autogolpe de Fujimori marca la primera diferencia fundamental entre los dos líderes.
Por eso, muchos intelectuales hablaron del menemismo como un modelo más
democrático que el fujimorismo.
La
Cuestión de Democracia
La
última parte de este ensayo trata de evaluar el neodecisionismo, en particular
el de Menem y Fujimori durante sus primeros mandatos. El trabajo demuestra la
complejidad de sus liderazgos, dicho “democrático” pero lleno de
contradicciones, de acciones por decreto y de violencia. Por eso se puede
hablar de las modalidades democráticas posibles en sus mandatos, y también ver
que hay un espectro adentro del neodecisionismo.
Para
analizar los rasgos democráticos de los precedentes líderes, conviene
establecer una definición de democracia. La democracia puede ser trazada hasta el
siglo VI A.C. en Atenas. La idea y los modelos de democracias desde entonces
han conocidos muchos cambios. Por eso, no es sorprendente que existen muchos
modelos de democracia hoy en día. Arend Lijphart, un politólogo estadounidense
y holandés, dedicó un libro entero a estudiar los contrastes más amplios entre
las diferentes democracias. En “Modelos de Democracia”, Lijphart compara 36
instituciones políticas y analiza sus órganos legislativos y ejecutivos,
partidos, sistemas electorales y tribunales. Según él, un gobierno democrático
ideal puede ser definido como un gobierno en que las acciones están en perfecto
acuerdo con la voluntad de todos sus ciudadanos. Es “el gobierno del y para el
pueblo”. A partir de esa idea, divide las formas de democracia en dos modelos que
son “el modelo de Westminster” y el “modelo de consenso”. “El modelo de
Westminster” o “modelo mayoritario” es un modelo mejor representado por Gran
Bretaña, de allí el nombre “Westminster”. De manera simple, representa una
legislatura elegida por la mayoría, con el poder de tirar el partido en el
poder si no gobierna bien. El modelo consenso corresponde a un modelo similar a
lo de Suiza o Bélgica. Difiere del modelo anterior este porque acorde más
derechos a las minorías y más arreglo. El modelo Westminster es más apropiado
para sociedades homogéneas y el modelo de consenso funciona mejor con las
sociedades heterogéneas.
Por un lado, es importante mencionar
que Menem y Fujimori fueron elegidos de manera democrática. Ese detalle es
innegable. Sin embargo, una vez en el poder, Menem y Fujimori asumieron sus
poderes de manera más decisionista que democrática: utilizaron el “veto parcial
y total en forma recurrente, el uso constante de decretos de necesidad y
urgencia, la apelación de la legislación delegada y la cooptación del Poder
Judicial”.
Sin embargo, se puede hacer una distinción entre los gobiernos de Menem y
Fujimori y un simple líder decisionista. Según Leiras, el neodecisionismo se
sirve de un Estado mínimo y difiere del decisionismo porque se usa
conjuntamente con una aplicación de regulaciones neoliberales. El contexto en
que se usa también es otro: el derecho no es eliminado sino atenuado.
Los dos elementos centrales del neodecisionismo son la estrategia neopopulista
y las prácticas delegativas, pero en momentos de emergencias, las leyes son
flexibles y el líder la puede interpretar como quiere. Menem y Fujimori tomaron
decisiones legislativas para garantizar la legitimidad institucional, sin
embargo abusaron de sus poderes. Se habla de “hiperpresidencialismo” y de “superpoderes”.
Esa centralización del poder, va en contra de la idea del “gobierno del y para
el pueblo” y este giro de 180 grados también. Menem y Fujimori entonces
ejercieron su poder de manera neodecisionista, siguiendo el estilo schmittiano
de la forma ejecutivista – administrativa.
Como
Menem, Fujimori ejercicio su poder de manera autoritaria: rompió promesas
hechas a sus seguidores y aliados y eliminó a sus opositores. Una diferencia a
notar es que Menem tenía un gran número de facciones: sindicatos el partido
peronista, el legislativo, el judicial y algunos grupos empresariales.
Fujimori, por otro lado, asumió el cargo solo, lo que hace su liderazgo más
personalista y también parecer menos democrático. A pesar de esa falta de apoyo
y de la imposición de un plan neoliberal al que estaba fuertemente opuesto
durante su campaña, Fujimori mantuvo un índice de aprobación muy alto durante
todo el periodo de estabilización y por meses después.
Kurt Weyland explica bien las razones por las cuales esos gobiernos por
decretos fueron aceptados. A pesar de la inversión ideológica que era la implementación
de las reformas neoliberales, la gente estaba dispuesta a sacrificar su
inmediato bienestar y confiar en los planes de sus líderes para enderezar la economía.
Debido a la situación de crisis, que permite, por tanto, a sabiendas, una
privación de los derechos de algún tipo.
Eso quiere decir que el contexto es muy importante en un gobierno
neodecisionista: el contexto de crisis, y de situación de emergencia justifica la
toma de decisiones por decreto. En una situación en donde el país no hubiera
estado en crisis, ese tipo de liderazgo sería considerado como autoritario, y
no democrático. Los ciudadanos sacrificaron su libertad de elección temporaria
para garantizar un futuro mejor.
Es
claro que hay entonces una clara diferencia entre el decisionismo y el
neodecisionismo. Sin embargo, algunas consecuencias negativas del decisionismo
pueden encontrarse en el neodecisionismo, en particular la debilitación o
eliminación de las instituciones y la cuestión de sucesión. En efecto, un
estudio de Fabián Bosoer y Santiago Leiras demuestra que “un liderazgo
personalista basado exclusivamente sobre la decisión y no la norma se encuentra
prisionero de su propia lógica”.
Lo que quiere decir eso es que un liderazgo personalista, como lo indica su
nombre, se basa en las ideas de una persona. Generalmente, y es el caso con
Fujimori y Menem, hubo centralización del poder. En Argentina, las
instituciones se debilitaron mucho y en Perú, hubo literalmente una
desinstitucionalización. Mientras que durante un mandato y en un contexto
neodecisionista, ese modo de gobernar puede parecer funcional, es en el momento
de elegir la sucesión que hay un gran problema. Un ejemplo perfecto de eso es
Hugo Chávez, cuya institucionalización fue de algún modo impedida por su
liderazgo decisionista. Hoy se siente todavía el desafío y la dificultad de
continuar el chavismo sin Chávez. Ese fenómeno se ve en una escala más pequeña
en los casos de Menem y Fujimori, aún más fuerte en Perú que Argentina.
En la parte precedente, se habló de
la “ilusión de democracia” en que se fijó Menem y que Fujimori ignoro una vez
al poder. Mientras que Menem y Fujimori aseguraron sus reelecciones al final de
sus primeros mandatos, uno lo hizo con una apariencia más democrática que el
otro. Sin embargo, ambos líderes se fijaron a la cantidad de seguidores y se
aseguraban que mantenían un cierto número de ciudadanos contentos. Utilizaron
programas de gasto para fortalecer sus seguidores. En otras palabras, los ambos
líderes son culpables de clientelismo.
Ese clientelismo tuvo forma de programas de educación, alimentación y salud.
Según Raderstorf, una diferencia entre líderes populistas y líderes neopopulistas
se manifiesta en esta práctica: mientras que líderes populistas se vieron
obligados a contestar las demandas de sus masas, los líderes neopopulistas se
preocuparon por movilizar al electorado con el fin de asegurar los votos y lo
hicieron a través de prácticas clientelistas, con consecuencias positivas a
corto plazo.
Conclusión
Para concluir, en América Latina en
la década de los 90’ hubo lo que Leiras llama una “tercera ola”
de democratización. Se puede decir que Menem y Fujimori son emblemático del
principio de esa ola marcada por liderazgos con orientaciones “ortodoxas” y
“neoliberales” y que por primera vez no en un contexto dictatorial y por eso
difieren fundamentalmente de líderes como Pinochet.
Carlos Menem y Alberto Fujimori
ejercieron poderes de un nuevo estilo, denominado neopopulista. Con un discurso
populista tradicional, basado en la persona antes de la norma, lograron a tener
un apoyo muy fuerte mayormente desde las clases bajas. El carisma, la llamada a
las emociones y la propaganda crearon esperanza en dos naciones en cuya no
había mucha. De hecho, los países sufrieron de una crisis tridimensional,
caracterizada en un primer lugar por una crisis socioeconómica, una crisis
político-militar y una crisis político-institucional.
Una vez al poder, los líderes
cambiaron de ideología e implementaron por decreto unos programas neoliberales
en acuerdo con el Consenso de Washington. El programa consistía en
privatizaciones, desregulaciones, la liberalización del comercio y la
de-sindicalización. Los resultados al principio son muy nefastos, en particular
en Perú; pero rápidamente se nota que los objetivos de las reformas fueran
completos. Al fin de sus primeros mandatos, los países alcanzaron crecimiento
económico y estabilidad, sin embargo vinieron al precio de un nivel desempleo
enorme, y una profundización de las desigualdades sociales.
Este trabajo demuestro el paralelo
entre los primeros mandatos de Fujimori y Menem mientras que contrastaba los
matices y finalmente enfatizo la diferencia fundamental entre los dos. El
análisis comparativo de los dos mandatos permitió a analizar y encontrar que
dentro de esa “tercera ola” de democratización, se puede notar un espectro de
democracia, con liderazgos neodecisionistas que pueden tener más o menos
modalidades democráticas.
Los liderazgos de Menem y Fujimori
son muy complejos, marcados por muchas contradicciones; por eso hicieron los temas
de muchos debates. Mintieron a su gente, eliminaron sus opositores, centralizaron
el poder y abusaron del mismo... Menem y Fujimori por un lado actuaron por
decreto repetitivamente durante sus gobiernos respectivos, pero eso fue
indirectamente un deseo de sus partidarios. Por otro lado, se puede preguntar
si Fujimori es realmente lo mismo porque excedió esa línea cuando disolvió el
Congreso, una acción que se acerca peligrosamente a la dictadura. Por eso
muchos intelectuales hablan más de rasgos autoritarios cuando se refieren a
Fujimori que a Menem. Sin embargo, sería una error hablar de Fujimori como
dictador, y es muy importante distinguirlo de los dictadores “ilustres” como
Pinochet, que viene de un régimen militar y desemboca al fin en una democracia.
Esos liderazgos, que marcan un nuevo
estilo de democracia influenciaron fuertemente sus países. Hoy se puede todavía
sentir algunas consecuencias de sus presidencias. Por un lado, se puede
observar que la democracia que es Argentina hoy es más estructuralmente fuerte
que Perú. Se puede preguntar si hoy, las modalidades democráticas en Argentina
hoy serían más avanzadas que en Perú a causa de la desinstitucionalización
completa efectuada por Fujimori.
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