RESUMEN
En el presente ensayo, se
analizará la situación actual de Venezuela, en materia política –
institucional, el autor criticará ciertas actitudes unívocas del régimen, como
así también abrirá el debate sobre la sumisión del pueblo venezolano.
El lector podrá observar
en este escrito, el tema del “cesarismo democrático”, y en algunos casos
algunos otros podrán pensar que el actual gobierno de Venezuela no es más que
una “tiranía de masas”.
ABSTRACT
This essay will analyse
the current political and institutional situation in Venezuela. The author
criticizes some regime’s unambiguous attitudes as well as he opens a debate on
Venezuelan people’s submission.
The reader could detect
“democratic cesarism” issue in this paper and in some cases, others could
consider the current Venezuelan government as a tyranny of multitude.
LA SUMISIÓN DEL
VENEZOLANO.
Dr. Francisco García
Samaniego.
@franciscocipcom
Venezuela
de los últimos años viene en franco declive en sus instituciones republicanas,
como consecuencia de la trampa de la revolución bolivariana, forajida y
populista desde sus comienzos y ello se desprende de un liderazgo de tipo
personal proyectado desde el ejecutivo. En tal sentido Ángel Oropeza y sus
colaboradores han estudiado el fenómeno de la sumisión desde varias
disciplinas, (hace ya varios años atrás, pero que hoy vuelvo a repetir por la
grave situación del venezolano) en especial desde la ciencia política, la
historia y la psicología política, para explicar las actitudes del ciudadano
con respecto a sus formas de participar, y se visualiza una cultura política de
dominación y resentimiento. Una peligrosa bomba social que puede explotar en
cualquier momento, y por lo cual hay que advertir y prevenir sus posibles
consecuencias de seguir el régimen de Maduro en el poder.
Por ello, para
A, Oropeza, “la sociedad venezolana ha ido aceptando un proceso de
dominación que contraviene los valores que, supuestamente han servido de
fundamento a nuestra idea de nación a saber: libertad, democracia,
alternabilidad en el poder, división de poderes, institucionalización de las
fuerzas armadas, etc.” En sí, la revolución promueve y promovió la perdida
de los valores básicos de la sociedad en su conjunto.
Del fenómeno
Chávez y su adulante arlequín, Maduro, como lo han denominado ya muchos
especialistas en la materia, se busca explicar el por qué unos personajes de
corte militar han trastocado las instituciones de la democracia venezolana,
aunado a un cambio radical en las formas de hacer de la democracia como forma
de vida ciudadana, en donde se pretende, por parte del pseudo-liderazgo
personalista avasallar hasta los componentes de la vida privada de los
venezolanos en un proyecto desmitificador de la historia patria. Hay que
decirlo sin ambages, unos rateros de la república.
Por lo tanto,
nos anuncian que: “nunca como ahora los mecanismos democráticos habían sido
manipulados tan hábilmente para desmontar la democracia misma”.
Si bien el
análisis busca comprender cómo de una democracia de partidos y de instituciones
democráticas estables en Venezuela, se pasó a un declive como el que se viene
manifestando, parte de una tragedia nacional. Es decir, “que
democráticamente estamos construyendo una tiranía en la que las instituciones,
la división de poderes y los sistemas electorales confiables se han desmontado
de manera lenta, pero progresiva y sistemática”.
En nuestro
devenir histórico en épocas conflictivas sigue presente ese cesarismo
democrático (la mano dura, el caudillo de siempre, en contra de toda
institucionalización como componente rutinario de nuestra cultura política) que
en su momento analizó Vallenilla Lanz, en su célebre obra el Cesarismo
Democrático.
Es decir,
todo el poder para el pseudo-líder en contraposición de estructuras partidistas
sólidas. Que precisamente por la crisis de los partidos políticos tradicionales
(en la década de los años 80 y 90 del siglo XX) se pasa a formas anti
partidistas de manejar la democracia y sus instituciones como componente
antipolítico en liderazgos personales de corte militar delincuencial.
En tal
sentido, A, Oropeza destaca que la dominación y la sumisión, no son conceptos
equivalentes. Así, “el primero supone la posibilidad permanente de la
coacción física, y necesita del monopolio del ejercicio de la violencia y la
fuerza. La sumisión, por su parte, implica una actitud psicológica de entrega y
alienación, aún en ausencia de la fuerza física, y en ocasiones sin que haya
conciencia por parte de la persona de estar en tal condición o situación”.
Clara
manifestación de violencia, y por la otra de sumisión en contra del ciudadano
se percibe en la total escases de productos de la cesta alimentaria, medicinas,
repuestos, y pare de contar, el paro total de las fuerzas de producción en
Venezuela. Propósito llevado a cabo adrede por el régimen desde hace años, en
la revolución de los idiotas, un socialismo fracasado en todos partes del
mundo. Una trampa ideológica de las brujas de la izquierda latinoamericana y
castrista. Para llenar los bolsillos y billeteras con los petrodólares robados
a una nación por una pseudo-elite corrupta. Un robo de más de mil billones de
dólares. La estafa más grande registrada hasta ahora.
Y por ello,
el análisis de la sumisión chavista parte de, “un proyecto de dominación donde
coexisten elementos fascistas, militaristas y estatistas, adornados por arengas
y argumentaciones de inspiración marxista”. Una sopa de letras ideológica
podrida desde sus orígenes teóricos.
En este
sentido A, Oropeza da con una tipología de los sumisos Chavistas en Venezuela
destacándose: 1-los oportunistas de ocasión; 2-los nostálgicos de la Venezuela
heroica; 3-los ingenuos; 4-los aduladores de charreteras; 5-los viudos de la
izquierda Bolchevique; 6-los revolucionarios de buena fe; y, 7-los que necesitan
ser mandados; “ordene comandante, yo no soy nadie, yo estoy aquí para
servirle”. La sumisión total que se destaca en las formas de desgobierno
actual y de los borregos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y las
Fuerzas Armadas venezolana.
Por su
puesto el declive de la voluntad de muchos da píe, por los altos niveles de
desconfianza en los políticos a formas plebiscitarias dentro del manejo del
Estado, y de allí, bajo un discurso de igualitarismo fundamentado en un
paternalismo de Estado que deviene por el claro declive en la confianza
interpersonal. Que da como resultado pseudo-liderazgos de corte populista y
militar pretoriano a las alforjas de generales incapaces para la solución de
los problemas de escases y desabastecimiento de la economía, bajo una inflación
de más de 720%, la más alta del mundo. El éxito de la revolución, millones de
venezolanos buscando seguridad en otras latitudes y miles corriendo por la
frontera con Colombia y Brasil para alimentarse. Un apartheid del socialismo
del siglo XXI.
Pues bien,
dadas las condiciones para el chavismo- madurísmo militar, la democracia se
asume de manera vertical. En donde las rendiciones de cuentas hacia el
ciudadano no se visualizan, más un clima de tradición ideológica tórrida leninista
y ceresoliana, con un líder fuerte, único, que se piensa insustituible
precisamente por la total destrucción de formas partidista de organizar la
sociedad. Sin controles ni contrapesos a su poder.
Así el
asunto se plantea cómo la Venezuela de Chávez a partir de 1998, y luego con el paisa
Nicolás Maduro del 2013 a la fecha desde su postura autoritaria, la cultura
política de los venezolanos es sin duda su carácter dinámico y cambiante, que
en la tesis de Richard S. Hillman se presenta como una sociedad paradójica.
Sociedades sumisas. O, para Uslar Pietri, sociedad de pendejos.
Es decir,
el venezolano (desde sus posturas anti-políticas en el poder ejecutivo) no
responde a instituciones, sino a personalidades mistificadoras que destruyen el
proceso de democratización que venían en marcha en las décadas del bipartidismo
y la partidocracia. Precisamente por ello el declive, por la falta de atención
de los partidos políticos de antaño para la solución de los conflictos
sociales, colándose en la política venezolana personajes arropados bajo
posturas anti-democráticas.
Asimismo,
en la misma línea discursiva Axel Capriles M observó: “La obediencia
patológica”. Se analiza desde un punto de vista histórico, cómo en
Venezuela, “todas las revoluciones han prometido convertir al pueblo en
fuente de soberanía y el poder. La revolución azul, la revolución de abril, la
revolución legalista, la revolución liberal restauradora y la revolución
bolivariana”.
Evidentemente
se pretende por parte de toda revolución totalizante el método de la agresión
desde los gobernantes hacia el “pueblo – masa”. Es decir, “el método de la
agresión es una herramienta de control social, la técnica de dominio predilecta
de los regimenes totalitarios. El fundamento psicológico de estos regímenes es
el miedo, procuran atemorizar a la población para someterla y obtener su
obediencia”. De allí que Venezuela sea el tercer país más peligroso y
violento del mundo.
Todo ello
se refuerza en buscar las potencialidades del resentimiento social por las crisis
sociales. Así el miedo como mecanismo político, de control y obediencia que se
basa en el engaño, en la manipulación de las emociones proyectadas en
discursos, en la limitación de la información, en las bases de la ignorancia, “todo
lo cual facilita la manipulación emocional de construir enemigos y concentrar
la lucha en su enfrentamiento, dando la sangre y el alma para orgullo de un
solo “héroe”. Y esto tiene su contrapartida en asignarles a las expresiones de
temor un componente de deslealtad. Traición o de disenso”.
En tal
sentido para entender el sectarismo político en el cual corre algunas
proto-democracias en el caso venezolano de los últimos años, basta el análisis
sobre el “sectarismo político” de Franzel Delgado Senior que pone en
claro, cómo las estructuras mentales de las sectas políticas dan paso a la
destrucción de la convivencia democrática. Veamos entonces algunas de sus
características: a) sumisión incondicional a un líder, a quien se le debe
sumisión absoluta, pues se considera predestinado a cumplir una misión que solo
él puede lograr; b) anulación a toda crítica interna y externa desdeñando el
pensamiento plural. Es decir, confrontación permanente por parte del “líder” a
todo opositor; c) persecución de objetivos económicos enmascarados bajo una
ideología, destinados sólo a reforzar el poder del líder; d) fábrica de
palabras, frases y consignas para descalificar a quienes no pertenecen a la
secta, a quienes se consideran inferiores; e) uso de algún color y vestimenta
particular para identificarse y darse fortaleza de grupo; Y por último,
prohibición de abandonar a la organización, y quien lo hace, es severamente
penado. Tildado de traidor.
Y ello
socava los cimientos de las democracias. Porque en definitiva el mundo ausente
de políticas coherentes bajo el respeto de las instituciones de la democracia y
el Estado de Derecho, la ley por sobre todas las cosas, es el mundo del terror
y es precisamente allí en donde los lideres sectarios y ególatras de corte
totalitario destruyen a sus sociedades. Como es el caso venezolano bajo el
desgobierno de Nicolás Maduro y su tren de ministros y militares.
De allí que
para Roberto De Vries; “las siete fallas que nos hacen sumisos o la
autoevaluación que evadimos”. Nos hace referencia de manera sucinta de que:
“una de las fallas del venezolano, gira entorno a la incapacidad para asociarse
en forma comprometida”. Y evidentemente, “este déficit importante de
capital social que se percibe en el país contribuye de manera decisiva en la
generación de sumisión de muchos venezolanos, quienes ostentan el poder
político, como forma sustitutiva para satisfacer aquella ausencia de capital
social. Se hace entonces necesario buscar y estimular la presencia de líderes
sociales que al tiempo que marcan una adecuada distancia en el poder político
imperante tiene clara conciencia de la importancia de los valores compartidos
con el resto de los venezolanos”. En definitiva, el uso del resentimiento
de las clases más desposeídas en contra de las clases educadas. Lo que va promoviendo
el uso indiscriminado de la violencia de un grupo de delincuentes contra la
mayoría de la sociedad y promovido por el régimen desde el ejecutivo. Un Estado
de forajidos.
Se alude
así, a la clásica tesis de Putnam y Coleman en la necesidad de construir
Capital Social; bajo la confianza que los ciudadanos depositan en las
instituciones, para de allí lograr acuerdos y propósitos para el buen desempeño
de la democracia de calidad. Que es precisamente lo que en la Venezuela del
fenómeno Chávez – Maduro se encuentra en franco retroceso en todas las
instituciones políticas republicanas, dando píe a más conflicto social general.
En efecto, el
padre Alejandro Moreno en: ¿sumisión política versus liberación popular?
Destaca: “cuando la revolución se presentó como un proceso fundamentalmente
político, la gente del pueblo no opuso resistencia, pero cuando se convierte
además en cultural, en una suma de política y cultura, cuando amenaza realmente
con ser represivo a fondo, hasta lo más personal de las posesiones y de las
prácticas de vida cotidiana, cualquier movimiento en contrario se puede
producir. No sabemos ni cual, ni cómo será, porque no tenemos antecedentes
históricos de respuesta netamente popular a pretensiones como éstas, pues tan
clara y profundamente contrarias al mundo-de-vida del pueblo no se habían
presentado”.
Asimismo,
se comprende; “con la revolución no se negocia, no se dialoga y no tiene
resultado el ser vivos. La revolución socialista es mucho más implacable que
todo lo hasta ahora experimentado”. El experimento bolivariano del
socialismo del siglo XXI, es la máxima expresión de una cultura política
totalitaria en la conformación de la dictadura.
Fundamentalmente
estas formas mesiánicas totalitarias en “las conclusiones no sumisas” de
Ángel Oropeza, “la clase política hegemónica, y en especial su caudillo, han
sido muy hábiles en ir reforzando paulatinamente aquellos componentes
culturales psicológicos de nuestra alma colectiva que propenden al
autoritarismo y la sumisión. Esta tarea además ha sido adecuadamente acompañada
por el uso inteligente del miedo, el resentimiento y el odio, como argamasa
sobre la cual se construyen, las razones y justificaciones de sometimiento”.
Conllevando
al sistema a las claras disfunciones no democráticas, provocan dentro de los
sistemas políticos una ruptura en la operatividad de la gobernabilidad, ello
desencadena en desgobiernos inoperantes. Por tanto, aumenta la crisis del
Estado y promueve el caos institucional, generando con ello la ingobernabilidad
de los sistemas políticos, y haciendo difícil lograr la creación de ambientes
políticos y sociales idóneos para crear capital social.
Concluye A,
Oropeza de forma muy atinada, que: “en la concepción política del chavismo,
el pueblo es considerado siempre como una especie de eunuco, un eterno niño que
necesita ser tutelado, que necesita la guía del garrote porque él mismo es
incapaz de auto-gobernarse y, por tanto, el orden y la moral deben venir desde
arriba, desde el poder”.
En fin, la
lectura detallada y pausada de estos ensayos nos parece muy oportuna (y lo
volvemos a repetir) a la hora de comprender nuestras realidades, y es una
perspectiva que promete un genuino campo de reflexión para superar las
adversidades en el sector público en la Venezuela extraviada para generar
capital social. Mejores niveles de confianza societal y superar en gran parte
la sumisión actual.