Revista Nº29 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

RESUMEN

 

Los resultados que se exponen constituyen testimonio del hecho real de que el líder histórico de la Revolución Cubana deviene como uno de sus mejores ideólogos conceptivos, en este caso respecto al crucial tema del sujeto político y su capacidad hegemónica. Su objetivo fue el de introducir una interpretación generalizadora sobre la singularidad con que Fidel pensó el tema tras enero de 1959. La metodología empleada giró en torno al método de análisis de fuentes documentales y bibliográficas y su síntesis teórica, acompañado del empleo dialéctico-materialista de los métodos de la elevación de lo abstracto a lo concreto y el de la unidad de lo histórico y lo lógico, sobre cuya base el autor realizó un ejercicio hermenéutico. Los resultados ofrecen una consideración acerca de la comprensión fidelista de las categorías involucradas en el título, leídas desde su propio modo de pensar (y de hacer) sobre el asunto, en tanto esta terminología está en su inteligencia como contenido pero no verbalizada en su discurso. Arriba a la conclusión  de que la comprensión fidelista acerca del desarrollo de la capacidad política e ideológica revolucionaria popular -modo de entender la producción de hegemonía revolucionaria por el pueblo con un incuestionable sentido del momento histórico- funciona, desde su propio discurso, como referente para la valoración crítica y la incitación político-práctica hacia la profundización del desarrollo cultural del pueblo como una constante histórica, convencido de la importancia, a esos fines, de recrear continuamente la vanguardia político-cultural.

 

Palabras claves: pueblo,  vanguardia político-cultural, sujeto político colectivo masivo, capacidad política e ideológica revolucionaria, desarrollo cultural del pueblo

 

ABSTRACT

 

The results exposed in this essay show Cuban revolution historical leader as its best ideologist of political subject and his hegemonic ability.

Essay’s goal is to bring a general interpretation of Fidel Castro’s singular thought after January, 1959. Document and bibliographic sources as well as theoretical synthesis were used. The result is an approach to how Castro understands categories involved in the title. The way revolutionary, ideological and political ability develops affects the deepening of popular cultural development. In that sense is that Castro assume the importance of constant reproduction of political and cultural vanguard.

 

 

 

Título: Fidel Castro: lecturas en claves de construcción del sujeto político y de hegemonía política.

Autor: Dr. C. Camilo Rodríguez Noriega[1]

            MSc. Alina Domínguez Rosa[2]   

 

 Introducción

La problemática del sujeto y de la producción de hegemonía son centrales en los estudios políticos, al menos desde determinadas perspectivas teóricas y politológicas y ocupan un lugar central para los proyectos de transformación social. El desarrollo teórico de estos asuntos, se asienta, al menos, en dos fuentes fundamentales, articuladas entre sí: a).- la indagación de su emergencia y conformación en el fluir de la actividad político-práctica en las circunstancias histórico-concretas y  b).- la pesquisa en el pensamiento político que guía los diversos procesos sociales[3]

 El pensamiento de Fidel Castro es, al mismo tiempo, contextual y abierto al decursar de la historia. Estudiarlo constituye una necesidad de carácter teórico y práctico que excluye cualquier fundamentalismo ahistórico que traicionaría su propio espíritu. Respecto a la importancia de investigarlo ha precisado el investigador cubano Miguel Limia David:

Es imprescindible generalizar cuidadosamente y con riguroso enfoque marxista el pensamiento estratégico de la Revolución Cubana. No se le puede convertir en el conjunto de citas citables. No se puede trabajar sobre la base de la acumulación de discursos para ver cuál cita conviene al momento actual. Hay que conceptualizar el pensamiento para entender cuál es su fondo ontológico, cuál es su significado epistemológico, ideológico, particularmente en su expresión ideológica más acabada: el fidelismo. No se puede convertir a Fidel en un conjunto de citas; no se le puede matar el núcleo dialéctico de ese pensamiento porque entonces fallece, valga la redundancia, lo estratégico. (Limia, 2009).

Es esta la pretensión de este trabajo, cuyo objetivo no rebasa la intención de introducir una interpretación generalizadora sobre la singularidad con que Fidel pensó el tema del sujeto de la Revolución y de su capacidad para producir hegemonía política revolucionaria, tras enero de 1959[4]. Lo hace consciente de que estos conceptos -propios de la filosofía política, con una rica trayectoria de aprehensión por el pensamiento marxista y leninista,  con exponentes excepcionales como Antonio Gramsci si de rigor semántico se trata- están presentes, por su contenido, en el pensamiento y discurso político de Fidel[5], uno de los principales ideólogos conceptivos de la Revolución Cubana. Y eso sucede aún cuando en líder cubano es casi imposible encontrar el enunciado literal de dichos conceptos.

El contenido que se expone procura la mayor objetividad posible en el marco de un ejercicio hermeneútico de carácter científico que, como es comprometido políticamente con la causa de Fidel, está altamente persuadido de la importancia de ser respetuoso de su pensamiento y responsable del resultado que se presenta.

En todo caso, es ésta no más que una modesta contribución en la inaplazable tarea colectiva de calar la profundidad de su pensamiento para practicarlo críticamente en su plenitud, consciente y consecuentemente; para hacerlo permanente guía y compañero de viaje, en la escabrosa y noble marcha hacia el porvenir de la Revolución; de las revoluciones.

El estudio permitió constatar la comprensión por Fidel de que la sociedad cubana que entra a la Revolución tras el primero de enero de 1959, para hacerse realidad en ideales y realizaciones prácticas emancipadoras, debía resolver la contradicción dialéctica entre las  actitudes-aptitudes culturales que se hacían evidentes en el pueblo y las que demandaban el indispensable protagonismo popular que la Revolución exigió en cada momento y para su curso progresivo. Fidel entendió la necesidad de superar la “…paradoja entre lo que el pueblo está dispuesto a hacer y la ignorancia en que el pueblo vive…” (Castro, 1959m:2).

Se planteó ante sí la continuidad de solución de un sustancial problema de todo proceso de transformación revolucionaria: el problema del sujeto, que sabía necesario como hecho de masas[6], toda vez que entiende a la Revolución como democracia representada en “…el derecho real de ser pueblo constituido en poder revolucionario” (Castro, 1965:b), a sabiendas de que haber conquistado las riendas de las instituciones del poder político constituía solo la oportunidad de trabajar para empezar a crear el bienestar y asegurar el porvenir. Ahí coloca Fidel el sentido ético del nuevo estado y, en general, de todas las instituciones revolucionarias, haciéndolo depender de la producción social del sujeto político necesario.

Se denota una visión a profundidad de este asunto que le permitió comprender el imperativo de trascender el papel del entusiasmo de masas que trae el triunfo inicial. Ve necesario ir más allá para la producción de esa fuerza combativa y creativa que como necesidad interna impulsara su involucramiento en el proceso revolucionario[7]. De ahí que apuntara tempranamente: “…¡Porque cada cubano y cada cubana debe saber que donde la Revolución debe ser fuerte es no solo en la simpatía, no solo en la emoción, sino sobre todo en la conciencia de cada cubano! (Castro, 1959q:19-20). Comprende que solo el desarrollo cultural popular, involucrado en el quehacer práctico y teórico revolucionario podía enriquecer la función política del entusiasmo al aportar capacidades para la apropiación colectiva de las funciones públicas, para las transformación del tipo de necesidades acumuladas y la realización de las tareas que emanaban, como nuevo sentido de la política, de la propia naturaleza de la Revolución. Entrevé así entre entusiasmo revolucionario y desarrollo cultural complementación superadora necesaria en la producción del sujeto necesario.

Dentro del necesario del desarrollo cultural del pueblo visibilizó con primacía el progreso de la conciencia y de la cultura política revolucionarias, concepto cuya génesis se localiza desde antes del asalto al Cuartel Moncada. Lo hace desde las nuevas tareas revolucionarias, convencido de la importancia del aprendizaje de cada día para adquirir práctica revolucionaria y al mismo tiempo procurar el desarrollo pleno de todas las potencialidades culturales del pueblo, convencido de que “Ver claro es salvar la nación, ver claro es salvar al pueblo, y de ahí nuestra obligación de ver claro y…que nuestros enemigos vean que estamos viendo claro” (Castro, 1959o:3-4)[8]. Convicción que en el discurso público continuará elaborando hasta expresarla explícitamente, en el año 2000, como necesidad de que sea la conciencia de la nación la que decida y mande (Castro, 2000b). De ahí que, consciente de que “…los conocimientos por adquirir, en muchas ocasiones son conocimientos por investigar…”(Castro, 1959o:12) advierta desde temprano:

La clase obrera tiene por delante toda una ciencia en política y en economía que estudiar…Aprender, para ser cada día más soldado consciente y más constructor consciente del socialismo, y en la seguridad de que cuanto más aprende mayor será su entusiasmo, mayor será su orgullo, mayor será su comprensión del papel histórico que está jugando en su patria y en América, mayor será su satisfacción (Castro, 1961d:8)[9].

La conversión del pueblo en sujeto político suponía en primer lugar el desarrollo de la capacidad colectiva de “…pensar como obreros por encima de todo… pensar como campesinos por encima de todo…pensar como cubanos por encima de todo” (Castro, 1959o:10).  Por ello instaba a “…llegar…a conocer la estructura del pueblo, de qué está compuesto el pueblo, a qué se dedica cada ciudadano” (Castro, 1968a:7), como vía de reconocimiento sociológico-político de carácter histórico-concreto de un real-potencial sujeto que debía ponerse a tono con su misión política revolucionaria. Es la comprensión del carácter histórico y continuo de la producción del sujeto. Reconoce y advierte: “…hay que llevar a esa masa hacia la revolución… por etapas…”(Castro, 1985a:164), con lo que subraya que si bien en la práctica no existe un sujeto más allá de la relación histórica en que se inscribe es posible moverlo de esos límites.

Para avanzar en la realización de ese propósito avizoró que los intereses clasistas y patrióticos -ajenos a todo fanatismo y chovinismo- devenían primer agarre y amarre político de fortaleza para reacomodar los desfasajes  de partida entre derecho, desarrollo cultural y estructura económica que la Revolución debía superar como temprano y decisivo reto.

En este empeño identifica como imprescindible la continua identificación y gestación histórica de una vanguardia político-cultural revolucionaria en el seno del pueblo (nótese que no se trata de vanguardia solo en el estricto sentido político), percepción decisiva en términos de la construcción del sujeto. Ve en ella el factor clave de articulación de la unidad político social nacional, solo posible como proceso de coeducación a partir del ejemplo movilizador y desarrollador de esa vanguardia, por lo que no descuida su formación integral y la pondera como decisiva[10].

Sin embargo piensa, al sujeto, en su carácter revolucionario, solo posible en su constitución e integración colectiva masiva, entendido como mayoría popular, no como suma de individuos revolucionarios. En consecuencia jerarquiza la significación de la fusión de pueblo sin desestimar el extraordinario significado de la interacción entre revolucionarios que expresa la vitalidad de la vanguardia político-cultural, que está lejos de reducir a los dirigentes, aunque subraye el carácter dirigente colectivo de esa vanguardia. Su concepción del sujeto hace dialogar esa vanguardia con el resto de la masa de hombres honestos, solo excluyendo a los incorregiblemente contrarrevolucionarios. Analiza: “Es posible que los hombres y las mujeres que tengan una actitud realmente revolucionaria ante la realidad no constituyan el sector mayoritario de la población; los revolucionarios son la vanguardia del pueblo, pero los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el pueblo; la Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos…marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario…” (Castro, 1961b:9)[11]

Esa mayoría[12] como sujeto político revolucionario no la percibe homogénea en el desarrollo de su conciencia y cultura política revolucionaria. La construcción del sujeto la percibe como una constante histórica porque sabe que es movimiento histórico. Cualitativamente no existe el sujeto definitivo, para todos los tiempos. Y es este un asunto que considera crucial para toda revolución en su devenir.

Del estudio de su discurso se denota que el desarrollo de la conciencia y la cultura política revolucionarias a un nivel colectivo masivo devino históricamente mediadora y vital para la constitución del sujeto a partir de la progresiva solución de la contradicción objetiva de la sociedad cubana ya apuntada entre las  actitudes-aptitudes culturales que se hacían evidentes en el pueblo y las que demandaban el indispensable protagonismo popular que la Revolución exigió en cada momento y para su curso progresivo. Fidel  comprende que esta contradicción se recrea históricamente en el empeño de superación dialéctica inmanente al propio proceso revolucionario. Por eso hace importante medio de lucha de la ligazón entre el diálogo permanente con el pueblo, la crítica revolucionaria explícita y orientadora y la permanente convocatoria, que sabe fundamentar históricamente de modo excelente y persuasivo. Sabe que es una vía de recrear la energía revolucionaria colectiva para “…mediante un esfuerzo de conciencia y opinión ir marchando por el camino que tenemos que marchar…” (Castro, 1959m:19)[13].

Todo ello lo piensa inmerso junto al pueblo en el ambiente de heroísmo que cubre todo el proceso revolucionario, consciente de que resulta imprescindible “…preparar su espíritu para una lucha larga…”(Castro, 1960c:4)[14]. Característica esta a estimar como condición del profundo esfuerzo creador que sabe necesario para asegurar la posibilidad misma de realización de la Revolución, lo que Fidel focaliza desde el protagonismo popular, no sin cierta dosis de paternalismo que a la postre se evidenció relativamente contradictoria para la construcción socialista y la propia formación del sujeto político, pero que en todo caso es menester enfocar desde su condicionamiento histórico[15] .

Pero lo fundamental es que, como Martí y Lenin, insiste en cultivar la inteligencia, junto a la virtud del tesón en el quehacer silencioso de todos los días. Lo hace, a sabiendas de que “....el porvenir de nuestro pueblo está en la cultura y… el problema de la defensa de la patria no está en un cuartelito…”(Castro,1960a:5). Ve que el desarrollo cultural popular debía atenerse a una realidad: “Nosotros tenemos delante dos grandes tareas: una, defender la Revolución; otra, hacer avanzar la Revolución. Por eso, lo que mejor simbolizaría este minuto, esta etapa, es la idea de un hombre trabajando con el rifle al lado. Es decir que no podemos abandonar ni el rifle, ni el trabajo” (Castro, 1960c:1).

En su criterio se trataba, a la vez, de dos frentes de igual importancia estratégica, cuyas calidades se entrecruzaban. En ambos casos el enemigo fundamental a vencer por Revolución se constituyó esencialmente por el acoplamiento entre subdesarrollo, agresión imperialista y carencias culturales para el cambio revolucionario de la situación. Se impusieron en la práctica inobjetables cruces de jerarquías a la agenda política revolucionaria[16].   

Fidel reconocía tempranamente e intuía para el futuro: “No es fácil a veces conciliar estas dos actitudes, porque hay ocasiones en que sentimos más necesidad y hasta más deseos de empuñar el rifle…sobre todo cuando estamos dedicados al trabajo nos invade a veces a todos, tanto a nosotros como a cada uno de los ciudadanos, esa sensación de que lo que estamos haciendo…nos la puedan destruir en algún momento. Nos invade además esa tristeza de pensar que tengamos que quitarle energía a la obra que estamos realizando, que tengamos que quitarle recursos y tiempo a la obra que estamos realizando, para tener que dedicarlos a combatir a los enemigos de esta obra…” (Castro,1960c:1).

El líder cubano percibe entonces que para la construcción del nuevo sujeto político, como ente colectivo masivo, resultaba imprescindible una orientación política del desarrollo cultural del pueblo a tono con la integralidad entre las finalidades y los condicionamientos objetivos que el propio hecho revolucionario heredaba e incorporaba procesalmente en cada contexto. Al respecto apuntaba: “Es muy necesario que el pueblo no olvide nunca ninguno de los dos aspectos del problema. El pueblo no puede nunca bajar la guardia, ni el pueblo puede nunca abandonar su tarea creadora, porque esos son los caminos que nos conducen, definitivamente, al triunfo” (Castro, 1966e: 6)[17].

Ese tono está presente en todo el discurrir de su reflexión sobre el desarrollo cultural del pueblo para su comportamiento como sujeto político revolucionario, caracterizada por la búsqueda de la unidad coherente entre los sentimientos, los pensamientos y los actos del pueblo y sus dirigentes en relación con la realización y fines de la obra revolucionaria y el combate a sus enemigos.

Búsqueda que sucede como parte del avance de un proceso que Fidel interpreta, ante todo, como siembra de ideas, formación de conciencia[18] y esfuerzo propio para producir las transformaciones que permitan alcanzar la “…aspiración de justicia social dentro de la más plena libertad y el más absoluto respeto a los derechos humanos…”(Castro, 1959f: 8). Justicia que entiende como camino, en tanto pueblo libre, al progreso en el orden moral, espiritual en general y también material, liberado de la enajenación sobre los bienes que se crean colectivamente. Por tanto, justicia social coligada con la naturaleza no explotadora del socialismo, en tanto condición para el crecimiento humano y practicada en el ordenamiento legal y político de la sociedad, la igualdad social -en determinado momento entendida como igualitarismo(Castro, 1968b:14)- a través de políticas universales y de beneficio a los más desprotegidos, la correlación deber-derecho-oportunidades, la igual estimación de la condición humana en todas las personas, la distribución asegurada de los bienes básicos, etc.  Concepción de justicia en la que Fidel sintetiza la calidad cultural de la Revolución Cubana como proceso político y el interés general en relación con el desarrollo cultural del pueblo, toda vez que para él, como para Martí y la legítima tradición marxista-leninista: “La cultura empieza por poner al hombre en el centro, el objetivo del esfuerzo…”(Castro, 1972: 6) y tiene su fundamento en la obra de justicia social al convertirse esta en fuente primaria de afirmación, estabilidad y progreso del nuevo orden social y del pueblo y el hombre nuevos[19].

Esta comprensión fidelista acerca de la calidad cultural de la Revolución condiciona y otorga sentido a su esfuerzo por discernir objetivamente soluciones en torno a la tensión práctico-espiritual asociada a la búsqueda de correlación óptima entre la satisfacción de la necesidad histórica de jerarquizar la orientación del desarrollo cultural del pueblo hacia la preparación para las tareas constructivas (políticas, económicas, sociales, espirituales) de la nueva sociedad, por una parte y por otra -y al mismo tiempo- la de no cejar en el fomento de la capacidad cultural para asumir las tareas asociadas a la defensa de la Patria y la Revolución. Para comprender la objetividad de dicha tensión resulta imprescindible valuar la emponzoñada agresión imperialista múltiple contra la Revolución Cubana desde 1959, a enfrentar en condiciones de secular subdesarrollo en las vecindades geográficas con ese agresor, que es la primera potencia capitalista mundial y enemigo histórico de la nación cubana.

La singularidad de esta tensión en el caso cubano exige entender que si bien es cierto que las llamadas tareas constructivas y defensivas propias del proceso revolucionario no son estrictamente deslindables entre sí e incluyen las destructivas (Castro, 1961a: 15)[20], sí son analíticamente distinguibles. Si en un sentido recto la construcción de las nuevas relaciones sociales lleva implícita la necesidad de saber y poder defenderse, no necesariamente la intensidad y extensión de esa capacidad defensiva tiene que comportarse en los rangos y condiciones históricas que han sido característicos de la Revolución Cubana. Una cosa es que toda revolución deba asegurar el desarrollo cultural de su pueblo para asumir las tareas de la defensa y otra es que deba vivir con la agitación permanente -cuya objetividad capta Fidel- de cómo distribuir de manera óptima el tiempo, los recursos financieros, materiales y humanos con los que se cuenta para asegurar, a la vez, no solo las fortalezas materiales en un campo y otro, sino el desarrollo cultural del pueblo en ambas direcciones y con similar intensidad.

Esa tensión práctico-espiritual que se infiere de su discurso graba todo el tiempo en su subjetividad la búsqueda de solución a la contradicción objetiva entre las actitudes-aptitudes culturales que se hacían evidentes en el pueblo y las que demandaban el indispensable protagonismo popular que la Revolución exigía en cada momento y para su curso progresivo, como ya se ha precisado[21]. En suma, esa sólida conexión entre la posibilidad del avance de la Revolución y la necesidad de la preparación del sujeto colectivo masivo revolucionario fue y es posible en Fidel dada la conjunción entre:

·           su comprensión profunda y desdogmatizada del curso objetivo real del proceso revolucionario a causa de las condiciones históricas y prácticas,

·           su constante ocupación en pensar esa realidad desde una perspectiva política e ideológica definida pero históricamente en movimiento, consciente que la Revolución solo puede afirmarse desde una permanente interrogante acerca de su posibilidad histórica, lo que Fidel convirtió en aguijón político y

·           ese legítimo liderazgo que le permite colocar fines, objetivos y medios en la actividad política revolucionaria -cualesquiera que sean las mediaciones al respecto- y desde cuyo despliegue histórico- concreto se re-alimenta el pensamiento fidelista, en un diálogo inacabable y fecundo con el pueblo.

Vale colocar énfasis en ese diálogo con el pueblo que él regulariza en lo que conceptualizó como método de relación y de consultas con la masa (Castro, 1961c: 3), uno de sus legados más importantes a la teoría y práctica política revolucionarias, fundamento de cualquier concepción sobre participación política en la construcción de una nueva sociedad. Método que sintetiza la nueva calidad de la relación entre dirigentes y dirigidos, uncida todo el tiempo por la necesidad de hacer la inversión política efectiva entre los términos de la relación, convicción que revela en su consideración de la política como “...el arte de servir al pueblo…” (Castro, 1959a: 12).

Para Fidel, es en el despliegue de esa calidad política de la relación entre dirigentes y dirigidos donde es menester hurgar para comprender la ontología de la construcción de hegemonía política revolucionaria como expresión de una relación entre sociedad civil y estado superadora de cualquier práctica liberal. Es el tono que da Fidel acerca de esa de esa relación lo que convoca a pensar y practicar un modo revolucionario de hacer dirección política de la sociedad como síntesis articuladora entre sociedad civil y estado en la transición socialista cubana.

Por eso la cuestión del pueblo como sujeto se revela en él como una persistencia temática que se consolida y contextualiza históricamente, toda vez que su pensamiento se disciplina en el contexto de su movimiento histórico-concreto, como consecuencia de que parte de su concentración político-práctica se localiza en la búsqueda de soluciones, por la vía de ese desarrollo cultural  masivo, a los problemas de la construcción socialista. Y ello ocurre cualesquiera que sean los énfasis históricos de la calidad política de desarrollo cultural que el pensamiento del líder entrevé como demanda en cada período. Es decir, piensa la Revolución en códigos culturales, no solo políticos y esos códigos culturales los comide desde su calidad política.

En el decurso revolucionario, esa calidad del enfoque crítico de Fidel se yergue no solo sobre el pasado pre-revolucionario sino también sobre aspectos de la propia traza cultural con que avanza el proceso, con lo que las tareas destructivas revolucionarias se re-significan en el tiempo. Pero simultáneamente pondera políticamente en su discurso los avances de la nueva cultura que en todos los frentes se obtienen y los planteos del deber ser cultural revolucionario, en un esfuerzo por asentar y orientar el desarrollo continuo de la capacidad política e ideológica revolucionaria del pueblo para la construcción de la nueva sociedad. Aporta pautas para la evaluación e impulso político-cultural de la Revolución.

Como particularidad de ese análisis histórico el examen que en su discurso político realiza acerca de las actitudes-aptitudes culturales que se reclaman para las tareas defensivas, tienen el matiz, en buena medida, de progresar sobre la base de una valoración que apunta hacia el reconocimiento de lo inexpugnable  de la Revolución en ese frente, exhortando a profundizar en los avances que se logran. Sin embargo, al explorar las actitudes-aptitudes asociadas a las tareas constructivas, particularmente las de carácter económico, aunque no solo, fluye con mucho énfasis la crítica a nuestras insuficiencias. Resulta asiduo su cuestionamiento a los vicios que todavía predominan en la mentalidad y comportamiento colectivos y que apuntan a preservar determinadas particularidades de la cultura cubana del subdesarrollo, las que de una forma u otra pugnan por permanecer y/o se recrean como consecuencia de ese combate entre la realidad a superar para salir del subdesarrollo, los esfuerzos por hacerlo con esos mismos hombres y mujeres y el espoleo y estorbo sistemático a esa lucha por varios factores como la inexperiencia en la construcción socialista y, en particular, la agresión imperialista múltiple, especialmente las singulares consecuencias del bloqueo.

Entre esas mentalidades y comportamientos anómalos hacia los que se perfila con bastante frecuencia la crítica fidelista se pueden reseñar, a manera de ejemplo, los siguientes[22]:

·           Deficiente disciplina y conducta laboral desordenada, favorecida por la falta de exigencia y el paternalismo nacido de distorsiones en la vocación de justicia.

·           El desespero, el formalismo, el arribismo, el golpe de efecto, el esnobismo. Asimismo, el remedialismo -caracterizado por interrumpir el programa de una obra para ir a realizar otras tareas no previstas- la precariedad estética, el triunfalismo, el esquematismo, el conformismo, el lugar común como argumento. Pero también la actitud acomodada, que espera a la solución que vendrá de otra parte.

·           La confusión del resultado con el impacto inmediato, aunque luego se deba volver atrás, sin explicarse debidamente por qué o aceptándolo tácitamente como parte de la nueva normalidad.

·           La distorsión de la solidaridad por el verticalismo que transparenta el deber como favor y castiga el reclamo o, por el contrario, lo hace un modo de vivir.

·           La estimación del criterio diferente como la segura inmediatez de una actitud disidente de la que hay que desentenderse, junto a actitudes proclives al fanatismo, las que se encierran en una sola manera de ver y hacer -y se hacen ahistóricas, se atascan, confunden y trastornan- presentadas a veces a título de la militancia revolucionaria, generando equívocos ideológicos y torpezas políticas. Generalmente esto se implica con la búsqueda de la unanimidad como fin en sí mismo.

·           La sustitución del análisis mesurado de la situación por el consignismo o, por el contrario: el intento de someter la acción política a la deliberación permanente.

·           La confusión de la teoría con el teoricismo y de la práctica revolucionaria con el practicismo u operativismo.

·           El sometimiento al informe como sustituto de la realidad, aún en pugna con el espíritu revolucionario por cuanto contiene la racionalización de las personas como categorías y datos para dar cuentas supuestamente del estado de cosas reales.

El adormecimiento de la opinión propia hasta tanto aparezca el referente de autoridad que le abra paso.

·           Las muestras de aversión al trabajo social con negativas manifestaciones como la vagancia y el ausentismo, la indolencia, la morosidad y el letargo de algunos en la solución de los problemas sociales que forman parte de su deber.

·           La falta de precisión y de regularidad en las actividades.

·           La desestimación del carácter complejo y complicado del funcionamiento económico en las condiciones cubanas y, en general, de la sociedad.

·           El copismo, que forja la imitación y mata la creatividad y el espíritu del país.

·           m).- El pancismo, que piensa al hombre simplemente como un ser de consumo, etc.

Mentalidades y comportamientos todos que el líder cubano reconoce coexistentes –unos u otros- en cualquier ciudadano con otras muchas virtudes.

De manera que su persistencia en la cuestión de la formación del pueblo como sujeto político revolucionario colectivo masivo se vislumbra en un sostenido interés por el desarrollo cultural de su capacidad política e ideológica revolucionaria a un nivel cualitativo que, conforme a la necesidad histórica a satisfacer, asegurara su protagonismo en las tareas destructivo-constructivas y de defensa que demandó y demanda el proceso revolucionario al tiempo que posibilitara la continuidad histórica del mismo. Es desde ese sostenido interés que se nos revela la manera específica en que Fidel denota el sentido histórico de la construcción de hegemonía política revolucionaria[23].

Por dicha capacidad política e ideológica revolucionaria del pueblo cubano se puede inferir, en atención al estudio del conjunto del discurso político público de Fidel, la sedimentación popular histórico-concreta de un nivel suficiente de saberes, de eticidad y de sensibilidad humana que cultivados por diferentes medios le hagan disponer de una conciencia y cultura política interpenetradas, aptas, cuando menos, para discernir sobre los comportamientos adecuados y encaminarse de modo reflexivo y práctico hacia un nivel de realización del deber social que le aporte al contenido-forma de la Revolución, en términos de garantizar la preservación y continuidad, a través de la propia obra popular y de su defensa (por diversas vías), de la naturaleza político-social del sistema, al tiempo que acoger y manifestar, como parte suya, un activo ejercicio de solidaridad internacional.

Esa capacidad política e ideológica revolucionaria constituye para Fidel el sostén de una ética colectiva, que coloca en la cultura general integral compartida para hacer Revolución su nodo articulador. Ve su expresión en dos dimensiones:

·           como calidad de la vanguardia político cultural que gestiona históricamente la unidad político-social nacional del pueblo y

·           como calidad de la constitución de la mayoría popular como sujeto político colectivo masivo.

Por tanto, percibe a la hegemonía política revolucionaria como productora del sujeto desde las dinámica interna de su constitución sociológico política (vanguardia-masa de hombres honestos) y como legitimadora del mismo ante su propia misión y frente a los enemigos y vende-patria de todo tipo.

Entre los ejes de atención para el desarrollo de esa capacidad de valor hegemónico, es posible distinguir el interés particular de Fidel por:

·           La formación ideo-política revolucionaria del pueblo trabajador.

·           Una formación cívico-política en capacidad de responder a las exigencias de la Revolución.

·           La formación económica-laboral, signo cultural básico de la condición de pueblo como sujeto político revolucionario en una sociedad de trabajadores y factor de distintivo de esa formación cívico-política antes referida

·           La complementación entre la cultura general popular y el desarrollo de la fuerza intelectual y científica en el pueblo.

·           La educación para un nuevo modo de vida.

Atravesando todos estos propósitos se encuentra la formación moral de cada cubano y cubana miembro del pueblo de un modo consecuente con las exigencias históricas que se plantean.

Es en realización histórico práctica de esos empeños donde se forja el hombre y pueblo nuevo que visibiliza, que en términos de ejercicio de ciudadanía exige la manifestación histórico-concreta de una actitud que correlacione de modo dialéctico:

·           el funcionamiento regular del estado en lo ya constituido,

·           la orientación intencionada de la conservación o trasformación -según el caso- de las dinámicas específicas promovidas para la reproducción estable de sociedad en determinadas circunstancias y

·           la incorporación de los cambios que supone la marcha de la Revolución desde una aptitud-actitud crítica. 

Por tanto, una ciudadanía que se ejercite en la defensa de las determinaciones histórico-concretas del ordenamiento social ya constituido y que, a la vez, se muestre apta para subvertirlo históricamente de un modo políticamente comprometido, en pos de asegurar la propia posibilidad histórica de la continuidad revolucionaria.

La comprensión esencial y radical que Fidel tiene de Revolución desde los inicios -y que sintetizará magistralmente el primero de mayo de 2000 (Castro, 2000a) - es la síntesis filosófico-política de ese anhelo codificable en su término de “ciudadano más completo” (Castro, 1962: 4)[24]. En Fidel, ese afán, construido desde la necesidad histórica, constituye una convocatoria que hace a todo el pueblo en tanto sujeto político revolucionario, sin dejar de ser consciente de la diversidad condicionada de su asimilación y respuesta práctica por ese pueblo frente a la misma y, por tanto ponderando todas las veces el valor de la vanguardia política revolucionaria.

Conclusiones

Aún cuando el empleo de los conceptos de sujeto político y de hegemonía política revolucionaria no son característicos del discurso político de Fidel, el peso político de su contenido está todo el tiempo presente en su comprensión del pueblo como sujeto político, entendido como proceso de creación histórica y del desarrollo de su capacidad política e ideológica revolucionaria, en primer lugar para -y desde- la producción-reproducción de una vanguardia político-cultural en unidad político social nacional con el resto del pueblo, que incluye orgánicamente el fomento de una efectiva vocación solidaria internacional.

La posibilidad de apropiación de las ideas que se han presentado tiene su base objetiva en la producción espiritual política del líder de la Revolución Cubana. Proceso favorecido porque en su discurso se integra:

a).-la conjunción dialéctica entre su actividad práctica como líder y la de agudo pensador político, implicado en el ejercicio de sus puntuales responsabilidades históricas formales y ocupado en discernir una política válida para la realización histórico-concreta de los fines de la Revolución;

b).-el diálogo entre su pensamiento y los estados de realidad y práctica socio-histórica, proceso en el cual ambos se aportan y rectifican, a consecuencia de lo cual las ideas describen -indistintamente para unas y otras- un movimiento que revela perfiles definitorios de las mismas, las cuales favorecen las generalizaciones que conforman lo que se ha presentado aquí como concepción filosófico-política y

c).-el carácter explícito en su pensamiento de un radical compromiso histórico revolucionario con el presente y el futuro, que implica permanentemente al pueblo junto al cual se esfuerza por abrir el camino a la realización práctica de un ideal que ha logrado sea compartido por la mayoría.

De la especificidad con que Fidel piensa la cuestión del sujeto y de la hegemonía política revolucionaria puede deducirse la lógica general  de un método político para concebir, orientar y consolidar el desarrollo cultural del sujeto político revolucionario, el cual contiene como momentos básicos: a) la comprensión sociológico-política, de carácter histórico-concreto del pueblo y la estimación crítico-revolucionaria del nivel real de partida de su conciencia y cultura política; b) el discernimiento -a modo de criterio valorativo acerca del estado histórico de expresión cultural del pueblo como sujeto político revolucionario- de la correlación proporcional o no entre el grado de desarrollo cultural real del pueblo y la necesidad política histórico-concreta a resolver, desde una visión de la sociedad como totalidad dialéctico-materialista; c) la determinación, sobre bases objetivas, de las prioridades de desarrollo cultural para satisfacer las necesidades y objetivos identificados, así como de la naturaleza y dirección de la actividad política e ideológica y de la calidad de la relación dirigentes-dirigidos a desplegar a esos efectos, de modo que se contribuya a superar, cada vez, aquellos niveles de partida en los modos políticos de actuación anudados al estado de la práctica revolucionaria y de las condiciones histórico-sociales de vida del pueblo; d) la observación histórico-concreta en la determinación de esas prioridades de la correlación necesaria entre política revolucionaria, economía, ámbitos de desarrollo cultural necesarios y derecho ciudadano; e) la valoración crítica constructiva de la objetivación del desarrollo cultural popular a partir de los estados del cumplimiento del deber revolucionario en los múltiples espacios, de modo que propenda a la inclusión sistemática de nuevas demandas, que  estimulen al pueblo expandir, con toda la integralidad posible y necesaria, el desarrollo de su conciencia y cultura política, promoviendo, además de una capacidad reactiva, una aptitud proactiva de la mayor plenitud posible; f) el estímulo y ponderación de la coeducación a partir de la vanguardia político-cultural que en el seno del pueblo se crea como condición inesquiva de la formación del sujeto colectivo masivo. 

En la estimación de Fidel el desarrollo cultural productor de hegemonía política revolucionaria a partir del propio proceso de construcción histórica del sujeto de la Revolución incluye y trasciende la perspectiva de las políticas sociales, subrayándose como política revolucionaria para el desarrollo cultural político del pueblo en las condiciones del subdesarrollo cubano y la permanente y variada agresión imperialista. En consonancia con ello, el desarrollo político cultural del pueblo es pensado por el líder revolucionario, como un proceso gradual -sincrónico y diacrónico entre sus componentes sociológicos-, continuo e intencionado de desenvolvimiento histórico-concreto de las capacidades afectivas, gnoseológicas, valorativas, prácticas y comunicativas de los individuos y grupos sociales que lo conforman, de manera que dichas aptitudes sean contemporáneas de cada momento histórico y todo el tiempo consecuentes con las finalidades objetivas que, arraigadas en un pasado histórico, proyectan el proceso revolucionario hacia delante. En su curso, se fecunda la apropiación-producción de recursos asociados al crecimiento humanista revolucionario de la aptitud-actitud conceptual y práctica, reactiva y proactiva del pueblo para comprender, reproducir y transformar la realidad social, conforme a las exigencias que la necesidad histórico-social plantea a la actividad política popular, para avanzar en el desarrollo socialista posible de la sociedad.

La comprensión de Fidel sobre el tema de interés transparenta como peculiaridad distintiva suya, la sostenida demanda objetiva por asegurar un pueblo organizado en un esfuerzo por el cumplimiento óptimo del conjunto sus deberes revolucionarios, apto para cada presente y capaz de viabilizar el futuro. Tal peculiaridad denota al deber ser del sujeto político revolucionario pueblo. En ese sentido, al contenido de la concepción develada le resulta sustancial la ideación general de Fidel acerca de la creación de un ciudadano más completo, en tanto concreción política de la formación de hombres y pueblo nuevo.

Abordar en las condiciones actuales el permanente asunto del sujeto político necesario y de la producción de la hegemonía política revolucionaria en Cuba requiere el examen de la experiencia histórica acumulada y del singular magisterio de Fidel al respecto, desde la contextualidad vigente y con enfoques prospectivos. Hacerlo, es, cuando menos, una esprexión de responsabilidad estratégica.

 

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· ______(1960). Discurso pronunciado en la clausura de la Reunión de coordinadores de cooperativas cañeras, 10 de agosto de 1960. Disponible en: URL: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1960/(d).

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· ______(1960). Discurso pronunciado en el acto clausura del Primer Congreso Nacional de los Consejos Municipales de Educación, 10 de octubre de 1960. Disponible en: URL: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/index/html/1960/(f).

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· ______(1993).La historia me absolverá (edición anotada).  La Habana, Cuba: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado.

· ______(2000).Discurso pronunciado el 1ro. de mayo del 2000 en la Plaza de la Revolución “José Martí” en ocasión del Día Internacional de los Trabajadores, 2 de mayo del 2000. En: La Habana: Periódico Granma (a).

· _______(2000).Discurso por el XL aniversario de los CDR, 28 de septiembre de 2000. La Habana: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado (b).

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· Limia David, Miguel (2009). Intervención en el Panel ¿De qué filosofía hablamos. Aportes del pensamiento cubano y latinoamericano? (transcripción realizada, por el autor de este proyecto, de la grabación en video facilitada por la institución auspiciadora) En: Taller “Un mínimo de filosofía sobre la necesidad de la modestia”, auspiciado por la Oficina del Programa Martiano, Memorial José Martí, La Habana, 17-20 de noviembre de 2009.

 

 



[1]              Profesor Titular de Filosofía, Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba. Calle 5ta Avenida, no. 507, entre 246 y Río Jaimanitas, Santa Fé, Playa, La Habana, Cuba. Teléf. 72726257; e-mail: crn@espnl.co.cu; ariannard@ceniai.inf.cu

[2]              Profesora Auxiliar de Historia, Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba. Calle 5ta Avenida, no. 507, entre 246 y Río Jaimanitas, Santa Fé, Playa, La Habana, Cuba. Teléf. 72726257; e-mail: adr@espnl.co.cu; ariannard@ceniai.inf.cu

[3]       Tales fuentes son entendidas en el sentido gnoseológico dialéctico materialista acerca de que el objeto del conocimiento se nos da en forma de práctica socio-histórica, lo que no niega otras fuentes posibles, incluido determinado desarrollo inmanente de la teoría ya elaborada.

[4]           La etapa investigada se centra entre 1959-1989 y tiene por fuente principal el discurso público del líder histórico de la Revolución Cubana.

[5]              Las citas y referencias bibliográficas que de las ideas expresadas se hacen a un discurso determinado de Fidel solo tienen una función ilustrativa dentro de la lógica expositiva definida, pues se trata, no pocas veces, de ideas que se reiteran con una formulación u otra en el devenir de la oratoria  del líder histórico de la Revolución Cubana. 

[6]              En La historia me absolverá (Castro, 1953) Fidel  dilucidó públicamente este asunto de manera explícita, en una singular visión del carácter clasista del sujeto en las condiciones del subdesarrollo cubano llegado a la década de los cincuenta del siglo XX.

[7]              Fidel comprende que el entusiasmo inicial emanaba de la exaltación y la fogosidad de ánimos que florecía de los hechos nuevos, de la dignidad redimida, de la autoestima sentida por las masas populares al ser tomadas en cuenta, de la esperanza conquistada, del reconocimiento de pertenencia y de seguridad compartidos, de la posibilidad de creer en algo y en alguien, de la portentosa admiración a los líderes que han ajusticiado la secular politiquería del sórdido favor del ‘toma y dame acá’, de la radicalidad de las medidas que se adoptaban, de la victoria frente a la perversidad, de la atención a cardinales necesidades personales y colectivas por mucho tiempo preteridas o, tan solo, del apreciar la posibilidad de realizarlas.

[8]              _______Discurso pronunciado, en la apertura del X Congreso de la CTC, 18 de noviembre de 1959; pp.3-4.

[9]              _______ En ese mismo espíritu Fidel subraya la importancia de comprender la unidad entre ciencia y política. Enfatiza entonces en el extraordinario significado de crear una ciencia y una cultura políticas nuevas: “En un mundo de países de distintos niveles de cultura, de distintos niveles de desarrollo, de distintas magnitudes políticas, para los pueblos -especialmente los pueblos pequeños- es muy importante el… desarrollo de las ideas revolucionarias con pensamiento propio. Porque aspiramos…a un mundo regido por normas…por principios…donde la igualdad de derechos prevalezca lo mismo para los grandes que para los pequeños, aspiramos a un mundo socialista y comunista sin derechos de veto por parte de nadie y sin que el poderío en magnitud de un país sobre otro implique derechos mayores de ningún país sobre cualquier otro país” (Castro, 1965d:19).

[10]             A lo largo de su discurso se denota esta particularidad, que por sí sola se convierte en un tema de investigación dentro de su pensamiento político. En Cuba se ha publicado una compilación de citas de sus discursos donde se alude al tema desde la visión del partido de vanguardia pero que en realidad exceden ese descriptor (Ver: Guerra, et al., 2011). Dicha selección posee un alto valor ilustrativo y orientador pero no debe sustituir la investigación directa en las fuentes originales.

[11]            En ese mismo discurso plantea: “…El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo…” (Castro, 1961b:5).

                Más avanzado el discurso estima: “...La Revolución debe tratar de ganar para sus ideas la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que aunque no sean revolucionarios, es decir, que aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios…” (p. 9).

[12]             En el presente trabajo el uso del concepto pueblo se realiza desde la perspectiva de dicha mayoría.

[13]            Nótese aquí la estrecha imbricación dialéctica entre conciencia y cultura políticas: conciencia-opinión-comportamiento. Sobre estas ideas ver además los discursos pronunciados en las fechas siguientes: 28 de septiembre de 1977, p. 20; 13 de septiembre de 1959, pp.13 y 19.

[14]            En 1989 corrobora: “La etapa heroica no ha terminado y no se sabe cuándo termina…” (Castro,1989:18). Por eso insiste en que no se puede bajar la guardia y hay que estar dispuestos a combatir con heroísmo en todos los campos mientras exista el imperialismo y su filosofía guerrerista. Ver además, discursos pronunciados en las siguientes fechas: 15 de enero de 1959, p.10; 16 de marzo de 1959, p.22; 22 de marzo de 1959, p.1; 9 de abril de 1959, p.9; 27 de noviembre de 1959, p.8; 13 de marzo de 1960, p.4; 10 de octubre de 1960, p.13; 21 de octubre de 1964, p.18; 5 de diciembre de 1988, pp.2-3.

[15]            Apunta Fidel: “Los pueblos solo pueden disfrutar de su esfuerzo cuando lo hayan hecho, de sus creaciones cuando las hayan realizado; y la meta que se propone nuestra Revolución es canalizar toda la energía de la nación en un esfuerzo creador, canalizar todos los brazos, todas las inteligencias y todos los recursos de la nación en un gran esfuerzo creador” (Castro, 1959l:14). Grafica esta necesidad, al hablar al pueblo, del siguiente modo: “…todos y cada uno de ustedes tiene la obligación de saber y de instruirse y el que no tuvo oportunidad antes, pues tiene que aprovechar esta oportunidad ahora para saber, para conocer los problemas, saber qué pasa en el mundo, de qué se trata, conocer de problemas políticos, sociales, económicos, de Cuba y de fuera de Cuba:  porque si no nosotros no pasamos del bachillerato y tenemos que algún día llegar a ser doctores en revolución y en política…” (Castro, 1960e:12). Pero sabe que todo ello demanda un sacrificio extraordinario expresado en la entrega revolucionaria. No obstante, cierto paternalismo trasluce en ideas como la siguiente: “…Hoy día, además, no es como ayer.  Antes, todo lo más que un ciudadano esperaba era que el Estado hiciera un correo, una estación de telégrafos. Ni le pasaba por la mente si la vivienda, si lo otro, lo tendría que hacer el Estado. Hoy el ciudadano piensa que sí, que debe esperarlo del Estado. Y tiene razón. Y eso es precisamente una mentalidad colectivista, eso es una mentalidad socialista.  Hoy lo esperan todo del aparato administrativo, y sobre todo del aparato político que lo representa.  Hoy no pueden esperar en sus propias fuerzas, en sus propios medios, como en el pasado.

                “El hecho de que hoy el pueblo lo espere todo está muy a tono con la conciencia socialista que la Revolución ha creado en el pueblo…” (Castro, 1970:28). Pero es real también que ese propio paternalismo tiene sus raíces históricas en el ansia de redención -objetivamente condicionada- que coloca a los políticos y sus instituciones como servidores del pueblo.

[16]            Al subrayar la necesidad del pueblo de adquirir conocimientos Fidel plantea: “…en realidad si de algo debe saber el pueblo más que nada en este momento…es acerca de la realidad económica de Cuba, la causa de nuestras limitaciones en ese orden y el modo de resolverlas…” (Castro, 1959m: 2). Pero casi dos meses después enfatiza: “…dos tareas tienen hoy los trabajadores: Una, la tarea de defender la Revolución, que es la más importante; dos, la tarea de impulsar económicamente el país. La más importante es defender la Revolución, porque sin el Gobierno Revolucionario no puede haber programa revolucionario. Por eso lo esencial frente a las amenazas y los peligros es defender la Revolución. Segundo: el impulso creador de la Revolución...” (Castro, 1959o: 18).  

[17]              Sobre el particular había apuntado antes: “…vivimos constantemente entre estas dos ideas: las medidas que tenemos que tomar para mantener en guardia al pueblo,…para tener preparado al pueblo, y las medidas que debemos tomar para llevar adelante la obra de la Revolución” (Castro, 1960c: 3). Más, en las condiciones cubanas, las tareas de la defensa se hacían condición de aseguramiento a las tareas constructivas de otra naturaleza.

[18]            Si bien en los inicios del proceso Fidel insistía en que pasando trabajos físicos se preparaba el alma para cumplir tareas difíciles, luego relativizaría ese juicio al considerar que en la formación del joven, la conciencia revolucionaria que se desarrolle lo hace capaz de cualquier tarea. Lo que sí le resulta claro es que “…mientras los muchachos, los niños y las masas crean en Superman, va a ser un poco difícil que crean en Carlos Marx...” (Castro, 1985b: 13).

[19]            Ver discursos pronunciados por Fidel en las siguientes fechas: 17 de enero de 1959  p.41; 21 de enero de 1959, p.8; 5 de mayo de 1959, p.11; 30 de julio de 1959, pp.12, 16; 19 de octubre de 1959, p.9; 15 de enero de 1960; p.9; 26 de julio de 1960, pp.10-11; 3 de marzo de 1964, p.6; 9 de abril de 1968:p.12; 23 de agosto de 1968, pp.12-13; 12 de mayo de 1972, p.6; 4 de diciembre de 1971, p.10.

[20]            En el ambiente de los tiempos iniciales, y también después, las tareas constructivas asumían el sabor de la defensa. Fidel lo subraya, por ejemplo, al referirse a los objetivos del Año de la Educación (1961): “…el mejor aliado de la explotación, el mejor aliado del colonialismo, el mejor aliado del imperialismo… es la ignorancia… es la incultura…” ((Castro, 1961a: 15).

[21]                                                                                                                                                                                                                  En 1965, poniendo de manifiesto una vez más  la inferida tensión práctico-espiritual expresa Fidel: “…Y hay algo que yo no tengo la menor duda, aun en las actuales condiciones del país, con toda la hostilidad del imperialismo: nosotros podemos desarrollarnos, podemos crecer y progresar económicamente, estoy absolutamente seguro de eso…” (Castro, 1965a: 17). No obstante, como el mismo reconoció la preparación del pueblo para la defensa en todos los órdenes se reveló como la orientación dominante en el desarrollo de la cultura revolucionaria (Castro, 1966: 6).                                   En 1965, poniendo de manifiesto una vez más esa tensión práctico-espiritual que fundamenta su concepción, expresa Fidel: “…Y hay algo que yo no tengo la menor duda, aun en las actuales En 1965,.

[22]            Ver los discursos pronunciados por Fidel en las fechas siguientes: 7 de enero de 1959, p.15; 11 de marzo de 1959, p. 31; 22 de marzo de 1959, p.4; 13 de marzo de 1968, pp.5,7;  Resultan asimismo muy ilustrativos de estos análisis varios de los discursos en Congresos de las organizaciones de masas, en las conmemoraciones del asalto al cuartel Moncada y los informes a los Congresos del PCC del período.

[23]            La alusión a las necesidades de desarrollo de capacidades diversas en el pueblo y su relación con el fortalecimiento de la conciencia y la cultura política necesarias en un sentido amplio, para que este se comporte realmente como sujeto político revolucionario constituye una constante en el pensamiento de Fidel. Esta constatación avala la construcción por el autor del presente artículo del concepto capacidad política e ideológica revolucionaria del pueblo.

[24]            Fidel apunta: “…Concebimos la Revolución como algo verdaderamente creador, como algo que no cese de crear un solo minuto, con un desarrollo incesante de las ideas, con una superación incesante de las ideas, en que cada día, cada mes, cada año, se haga más y se haga mejor. Así concebimos la Revolución, como una lucha incesante contra todos los obstáculos, como una lucha incesante contra todos los vicios, contra todos los males, contra todos lo defectos, contra nuestros propios defectos; como una lucha incesante por hacer una sociedad mejor, por hacer una patria mejor, un ciudadano más completo, un ciudadano más feliz.  Esa es la Revolución, y así debemos entender una revolución. Cuando todos entendamos así la Revolución, ¡cuánto más avanzará la Revolución!” (Discurso pronunciado en el acto de Graduación de 300 Instructoras Revolucionarias para las Escuelas de Domésticas, 16 de marzo de 1962; p.4). Interesa subrayar que la comprensión esencial y radical que Fidel tiene de Revolución desde los inicios -y que sintetizará magistralmente el primero de mayo de 2000- marca toda su reflexión sobre el ciudadano más completo.