RESUMEN
En la
presente reseña se repasará la muy destacada obra de Ramos Jiménez, es
el resultado de un detenido estudio del fenómeno partidista latinoamericano y,
se nos presenta como un gran aporte teórico para el estudio de los partidos
políticos latinoamericanos.
ABSTRACT
In the
present review, we will revise the remarkable work of Ramos Jiménez in which he
studied Latin American parties as a phenomenon. It is a great theoretical
contribution in order to study Latin American party system.
Alfredo Ramos Jiménez, Los
partidos políticos latinoamericanos. Una segunda Mirada. Centro de
Investigaciones de Política Comparada-Universidad de Los Andes, Mérida, 2015,
409 pp.
Por: Francisco R. García Samaniego*
La muy destacada obra de Ramos Jiménez, es
el resultado de un detenido estudio del fenómeno partidista latinoamericano y,
se nos presenta como un gran aporte teórico para el estudio de los partidos
políticos latinoamericanos, como condición primigenia para que los procesos de
la democratización funcione, y repensar los partidos ante las posturas sobre la
antipolítica, que tanto daño ha causado a nuestras democracias. Por ello,
plantea de entrada, que hoy más que nunca, los partidos políticos están de
regreso para hacer que la democracia tenga una mejor cobertura en la sociedad.
En tal sentido, parte de una investigación de largo aliento. Como el propio
autor lo destaca: “si el partidismo constituye la esencia de la democracia,
mi interés por los partidos políticos se inscribe dentro de una vocación
indeclinable por la defensa del único sistema político que nos permite el goce
de libertades públicas amplias, prerrequisito para el despliegue efectivo de
nuestro trabajo”. Pensamiento que se desarrolla sobre las transformaciones
de la política en el contexto sociopolítico de la democratización de América
Latina.
En tal sentido, el estudio comparativo que
nos delega, forma parte: primero de la revisión actualizada sobre las obras más
destacadas del análisis de los partidos políticos. Y segundo, forma parte de
una trilogía, por cierto, muy bien documentada y actualizada, que incluye dos
trabajos complementarios que le han ocupado ya varias décadas de constante
investigación y replanteo de sus ideas. Dichos trabajos son: Las formas
moderna de la política. Estudio sobre la democratización de América Latina
(segunda edición, 2007) y el más reciente, La construcción del orden
democrático. Burocracia, tecnocracia y meritocracia (2014) Todos editados
por el Centro de Investigaciones de Política Comparada, y con el apoyo de la
Universidad de Los Andes.
A partir de una postura profundamente
democrática e innovadora, el autor realiza su análisis y tratamiento del
fenómeno partidista en los países latinoamericanos, desde una perspectiva
comparativa original, puesto que se trata de la obra de un solo autor que rompe
con la “tradición” –a la que estamos acostumbrados- en este tipo de trabajos. Que
obedecen a una preocupación intelectual (sobre la democratización y gobernanza
Latinoamericana) que ha dominado la discusión y renovado el debate en nuestra
región sobre la transición y consolidación de la democracia, en espacios
dominados por la tradición populista, neopopulista, autoritaria, militarista o,
por la corrupción según los casos, por un lado, y por la profunda desigualdad
social persistente, por otro.
La investigación de Ramos Jiménez se
inscribe dentro de la conocida teoría de los clivajes, propuesta
originalmente por Seymour Martín Lipset y Stein Rokkan para los sistemas
políticos europeos. Renovada posteriormente por Daniel-Louis Seiler y los
comparatistas franceses Bertrand Badie y Guy Hermet. Perspectiva
teórico-metodológica, histórico-conflictual, enriquecida posteriormente por los
cultivadores de la sociología histórica, con Charles Tilly en la punta.
Vale la pena destacar sus orientaciones
teórico- metodológicas haciendo referencia, y superando a las reconocidas
compilaciones y ediciones de Marcelo Cavarozzi y Manuel Antonio Garretón
(1989), Alain Rouquié (1991), Scott Mainwaring y Timothy Scully (1995), Manuel Alcántara
Sáez y Flavia Freindenberg (2000), Marcelo Cavarozzi y Juan Manuel Abal Medina
(2002), Kay Lawson y Jorge Lanzaro (2010) y la obra colectiva, más orientada
hacia la búsqueda de nuevos marcos teóricos y metodológicos para la investigación
especializada sobre el tema, de Herbert Kitschelt, Kirk A. Hawkins et al.
(2010).
Merece destacarse también el hecho de que
este tipo de estudio es realizado con el apoyo en ricos materiales históricos,
sociológicos y políticos de autores latinoamericanos que volcaron su interés en
las cuestiones relevantes planteadas por la difícil democratización
latinoamericana, por una parte, y en los aportes de las historias nacionales de
corte más convencional, por otra. Con ello, el autor procede a la realización
de un mapa político actual y compacto que se propone como un ensayo reactualizado
de interpretación lleno de sugerencias para la investigación comparativa, y por
qué no histórica latinoamericana.
Entre otros temas, Ramos Jiménez aborda en
una primera parte los aspectos más relevantes de la emergencia de las formas partidistas
de hacer política (party politics) en los siglos XIX y XX
latinoamericanos; las funciones y definición de los partidos políticos
latinoamericanos, destacando los contrastes con el modelo europeo; los
principales tipos de organización y proyecto partidistas.
Debemos destacar el esfuerzo teórico
comparativo e histórico, poco frecuente, para exponer, lo que el autor
caracteriza como la genealogía de los partidos latinoamericanos. Los ejes
de la investigación van, del conflicto estructural y funcional/principales
clivajes y tal vez la tipología más completa propuesta hasta hoy, en la que, a
partir de las tres principales revoluciones y clivajes, se llega hasta la
identificación de las cuatros principales familias políticas y los correspondientes
tipos de partidos.
Si admitimos con el autor el hecho de que
las formas partidistas se encuentran en el centro del proceso de
democratización, los partidos se ocupan significativamente de la organización
de los diversos intereses con la mira puesta en la resolución de los conflictos
que atraviesan la sociedad en su vida cotidiana. Su debilidad o fortaleza,
según los casos, explica la baja o alta calidad de la democracia. Sin embargo,
la omnipresencia de populismo y neopopulismo, con su peso emocional
antidemocrático, también pone en evidencia la recurrente tensión entre la
política de partido y la antipolítica, sobre los liderazgos y su efecto
colateral para el déficit democrático de los partidos, por la desafección
política que se genera en la sociedad civil, a raíz de las promesas incumplidas
de unos cuantos demagogos populistas al asecho del banquete del Estado.
En la nueva edición de éste libro, como “una
segunda mirada”, va tomando distancia de los trabajos norteamericanos y
europeos que privilegian las pautas electorales (Mainwaring y Scully, Nohlen,
Alcántara, entre los más representativos de la tendencia), así asume las pautas
socio estructurales en la pista de investigación abierta por Lipset y Rokkan
en los años sesenta. Porque lo que estos últimos autores propusieron como realineamientos
electorales se traduce en la práctica por los efectos de la organización
interna del partido volcada hacia el electorado. En otros términos, no son los
electores los que se van alineando conforme a las contingencias
político-electorales, sino que son los partidos los que influyen y moldean
decisivamente las orientaciones del electorado. De modo tal que en la ya
recurrente volatilidad electoral ocupan un lugar determinante los
partidos, con lo que hacen y con lo que han dejado de hacer. Porque, como lo
afirma el autor: “si admitimos que la identificación de los principales
clivajes de la vida política de nuestros países ha sido más viable en el seno
de la organización partidista que en el electorado, entonces tenemos que
aceptar que la explicación del fenómeno partidista no se reduce a la
explicación por el voto”
De hecho y contrariando una idea expuesta
recientemente en la literatura especializada sobre el asunto que trata, en
torno a las limitaciones de la teoría de los clivajes en el contexto de la así
llamada “tercera ola de la democratización”, acá el autor se propone
adelantar unos cuantos elementos cruciales en la vida de los partidos, que
desmienten en la práctica y dinámicas políticas, los presupuestos de esa
proposición, fundamentalmente en el evidente y necesario retorno de los
partidos políticos para mejorar la calidad de la democracia, y, de las
instituciones del Estado.
Con esta premisa, Ramos Jiménez va
penetrando en la explicación de la multidimensionalidad de la forma-partido
dentro del contexto latinoamericano. De modo tal que la lógica del partido
tiende a identificarse con la dinámica misma de la democracia en lo que se ha
convenido en llamar la etapa pos autoritaria. Así, los partidos deben
confrontar todo un abanico de presiones que influyen en su funcionamiento: “presión
de los medios de comunicación, de los intereses corporativos, en fin, del
ciudadano común que no parece dispuesto a avalar sin más el discurso efectista,
con frecuencia vacío, de unos cuantos líderes improvisados de la antipolítica”.
Eventos tales como la fundación,
consolidación, fraccionamiento, escisión y desaparición de los partidos ocupan
un importante espacio en este libro, puesto que, según el autor, nos ayudan a
explicar la evolución, impasses, extravíos y enraizamiento social de la
estructura partidista al interior de los sistemas políticos democráticos.
A partir de la conocida afirmación
kelseniana, según la cual, “solo por ilusión o hipocresía se puede sostener
que la democracia es posible sin partidos políticos. La democracia necesaria e
inevitablemente requiere un estado de partidos”. Es por ello que, Ramos
Jiménez entiende que la democracia es posible en nuestros países como
democracia de partidos. Y, ello en la línea trazada por los autores más
representativos de la teoría democrática actual: Norberto Bobbio, Robert Dahl,
Giovanni Sartori, Manuel García Pelayo y Klaus von Beyme.
Asimismo, con algunos matices de las
concepciones estructuralistas de los partidos (Maurice Duverger y Angelo
Panebianco), que el autor incorpora a su percepción genético-conflictual, se
arriba a unas cuantas proposiciones explicativas un tanto controversiales: “No
se puede hablar de Estado democrático en América Latina antes del surgimiento
de los partidos políticos modernos, aquellos que han asegurado dentro del
Estado la representación de los diversos intereses”. Por consiguiente, el
fenómeno partidista moderno en América Latina será un hecho sólo en la segunda
mitad del siglo XX. Pero se vislumbra en el futuro próximo, el relanzamiento de
las formas partidos de dirigir las democracias en el continente. Y, si el
autor nos retrotrae hasta el siglo XIX, es para ubicar los orígenes genéticos
de las diversas familias de partidos, sin lo cual nos sería muy difícil, si no
imposible, entender ese fenómeno crucial para la construcción de las
democracias y neo democracias latinoamericanas.
Si penetramos en la génesis de los
partidos y familias políticas, debemos asumir con el autor las tres grandes
revoluciones sociopolíticas que nos propone: oligárquica (s. XIX, a partir de
la pos independencia), nacional-popular (primera mitad del s. XX) y democrática
(segunda mitad del s. XX hasta nuestros días). Y los cambios en las democracias,
por la desgobernanza y crisis económicas, de principios de s. XXI, cargadas de
neopopulismos y unos cuantos recién llegados outsider de la política. Ello
cobra mayor significado cuando Ramos Jiménez describe en detalle las cuatro
principales contradicciones sociales: Renta/capital; tradición/modernidad;
capital/trabajo y dependencia /autonomía. De cuya combinación histórica deriva
todo un conjunto de matrices conflictuales que difieren en el tiempo y
en el espacio, y de un país a otro.
En tal sentido, la revolución oligárquica
comprende, en su eje estructural, los clivajes grandes
propietarios/burguesía y gran burguesía/pequeña burguesía y, en el
eje funcional, el clivaje Iglesia/Estado. La revolución nacional-popular
comprende, en su eje estructural, los clivajes burguesía/clase obrera y oligarquía/masa
popular y, en el eje funcional, el clivaje imperialismo/nación. En
fin, la revolución democrática comprende en su eje estructural el clivaje Estado/mercado
y en su eje funcional el clivaje autoritarismo/democracia”. En este
conjunto de clivajes se inscribe una amplia gama de partidos con sus
respectivas etiquetas: conservadores, liberales, radicales, socialistas,
comunistas, revolucionarios, nacionalistas, populistas, socialdemócratas,
democristianos, en fin, neoliberales y neoconservadores.
La evolución y desarrollo de tales
partidos encuentra significativos elementos de explicación al interior de las
cuatro principales familias políticas: oligárquica, socialista, popular y
democrática, a las que el autor les dedica una segunda parte, con una rica y
selectiva colección de datos históricos que alimenta la perspectiva
comparativa del análisis.
Asimismo, las dos tipologías que recogen
aquellos aspectos relevantes de la estructura y funcionamiento de los partidos,
a saber: la organización y proyecto. En estas últimas, el autor
procede a una clasificación de gran utilidad para las investigaciones más
centradas en los diversos casos nacionales. Así, en el nivel del proyecto
partidista, el autor distingue cinco principales tipos de partido: Partidos
ideológico, estratégico, táctico, pragmático y oficial. Y, en el nivel de la
organización, los partidos son: de notables, de militantes, de masas, de
electores y de cuadros.
A partir de la combinación de estas dos
tipologías, Ramos Jiménez arriba a la proposición sistemática de lo que él
denomina doce modelos de partido: de notables-pragmático, de
notables-oficial; de militantes-ideológico, de militantes-estratégico; de
masas-ideológico, de masas-estratégico, de masa-oficial; electoral-táctico,
electoral-pragmático; de cuadros-ideológico, de cuadros-estratégico y de cuadros-táctico.
Identificando en cada uno de estos modelos a los grandes partidos
latinoamericanos: los partidos Conservador y Liberal de Colombia; Colorado y
Nacional de Uruguay; el PRI mexicano, el APRA peruano, el MNR boliviano; el
Justicialista y Radical de Argentina; el PLN y PUSC de Costa Rica y, en fin, AD
y COPEI, MVR-PSUV de Venezuela, partidos éstos que, débiles o fuertes según las
coyunturas históricas, se fueron adaptando a los cambios sociales y políticos
(fenómeno del realineamiento), particularmente en la segunda mitad del
siglo pasado. Y para el caso de MVR y PSUV, el declive, por el liderazgo
demagógico, bajo la egida de la improvisación bajo supuestos y trasnochos
ideológicos, que terminan generando un sistema militar-militarista populista,
hacia el desgobierno en Venezuela de principios del s. XXI.
Finaliza su obra con un capítulo dedicado
al tratamiento de los sistemas de partidos, y su consolidación, nos
parece bien encaminado hacia el balance necesario de las contribuciones
actuales sobre el tema y sus aplicaciones posibles en los países
latinoamericanos. En la línea de las conocidas clasificaciones al uso en este
campo, que van desde la original propuesta de Maurice Duverger en los años
cincuenta, hasta las más recientes de Giovanni Sartori y Klaus von Beyme, Arend
Lijphart, Dieter Nohlen, Isidoro Cheresky e Inés Pousadela, César Cansino, Miriam
Kornblith, Daniel H. Levine, René Antonio Mayorga, entre otros., Así, la
propuesta de Ramos Jiménez se inscribe directamente en esta dirección,
agregándole ciertos matices, si no modificaciones de fondo, particulares a la
experiencia interpartidista latinoamericana. Y, si bien es cierto que los
cambios recientes en los principales sistemas de partidos –los casos de
Venezuela, México, Brasil, Bolivia, Ecuador, Argentina, etcétera, entre los
más significativos- parecen haber provocado transformaciones profundas, no es
menos cierto que el “potencial de coalición” de los partidos entra en relación
directa con la madurez de los diversos liderazgos.
Incorporando al estudio de los sistemas
partidarios categorías tales como las familias políticas, la práctica de la
oposición (competitiva y no competitiva) y del gobierno (necesidad de la
coalición), el autor nos conduce hacia la institucionalización de los sistemas
de partidos. Ello nos ayuda a entender mejor la interrelación partidista que
resulta en cada uno de los ambientes y espacio de la competición política, con
sus avances y retrocesos, con sus fortalezas y debilidades.
En una época caracterizada por la antipolítica
–la desmovilización de la sociedad civil de por medio- y por una
recurrente política de outsiders, (liderazgos políticos sin
profesionalización partidista) el debilitamiento creciente de los partidos
parecía la norma en la última década del siglo. Aunque las experiencias
desastrosas de los Fujimori y Chávez, en Perú y Venezuela respectivamente, han
terminado por desacreditar las soluciones políticas extra-partido. Ni Lula Da
Silva y Dilma Rousseff en Brasil, ni, menos aún, Lucio Gutiérrez, Eduardo
Correa en Ecuador, como Evo Morales en Bolivia, han pretendido pasar por encima
de los partidos. Por el contrario, la forma-partido ha salido fortalecida de
las contiendas electorales recientes, desmintiendo los pronósticos que se
adelantaron en confirmar los avances del neopopulismo.
De aquí que el sistema propuesto por Ramos
Jiménez (tipologías, categorías y modelos de análisis) se revele fecundo para
la investigación aplicada o coyuntural y la calidad de una aguda observación
crítica alimente una discusión que nos parece muy vinculada con el debate
actual latinoamericano sobre las posibilidades de la democracia en nuestro
continente. Porque, un estudio detenido sobre las formas partidistas de hacer
política en América Latina, como el que aquí comentamos, constituye una
contribución de punta para el avance de la disciplina politológica, cada vez
más comprometida con la política de todos los días.
En definitiva, este texto será de lectura
imprescindible para quienes estén interesados en el estudio de los problemas de
la democratización latinoamericana que afectan a los sistemas políticos
latinoamericanos de cara al siglo XXI. Y, ello en la medida en que la práctica
partidista resulta cada vez más crucial para el porvenir de la democracia en
nuestros países. De la calidad de los partidos dependerá la calidad de la
participación política de los ciudadanos y, lo que será decisivo en el futuro,
la capacidad de manejo y resolución de los conflictos por parte de las elites
dirigentes. Porque, como lo afirma el autor de éste libro: “Allí donde no
existen partidos no existe democracia: los partidos definen la democracia”.
Por ello, la quiebra de la simplificación neopopulista, víctima de sus
evidentes excesos antidemocráticos y autoritarios, está allí para demostrar que
el nuevo orden democrático, donde funciona sin mayores sobresaltos o
inequidades, ha llegado para quedarse: este nuevo orden resulta impensable sin
la presencia de los partidos políticos para hacer que la democracia funcione.
*Francisco R. García Samaniego.
Investigador en el Centro de
Investigaciones de Política Comparada. CIPCOM-ULA. Doctor en Ciencias Humanas,
ULA. Magíster en Ciencia Política, ULA. Profesor de la Cátedra, Sociología
Política I.
Universidad de Los Andes. Dicha reseña se
inscribe en el marco de un proyecto financiado por el CDCHTA-ULA, bajo el
título: “Desgobierno y neopopulismo pretoriano en
Venezuela. La destrucción del proceso de la descentralización”. Código; D-463-15-09-B,
Mérida-Venezuela.
E-mail:
franciscogarcia_samaniego@hotmail.com