Revista Nº26 "TEORÍA POÍTICA E HISTORIA"
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Resumen

Haití es considerado a la vez la primera república negra independiente y el país más pobre del continente americano, una paradoja de carácter existencial que el novelista cubano Alejo Carpentier y el poeta y dramaturgo martiniqués Aimé Césaire plantean en sus obras respectivas: El reino de este mundo y La tragédie du roi Christophe.

En ambas obras, la realidad del martirio humano se amplia y se intensifica hacia extremos descomunales. En la primera, la temporalidad abarca varios siglos de esclavitud y otras formas de injusticia., más allá de los sistemas político-administrativos, trátese del periodo pre o pos independencia, de un gobierno blanco o negro. En la segunda obra, la intensificación del martirio aparece en la monarquía de Henri Christophe, cuyo reto y triste hazaña histórica consiste en la demostración de la tiranía negra como lamentable respuesta a la tiranía blanca colonial.

 

Palabras claves: novela histórica, teatro, personaje, temporalidad, discurso historiográfico, discurso ficcional.

 

 

Abstract

Haiti is considered both as the first independent black republic and the poorest country in the Americas, an existential paradox which the Cuban novelist Alejo Carpentier, and the poet and playwright from Martinique, Aimé Césaire, deal with in  their respective works El reino of este mundo and La tragédie du roi Christophe.

In both books, the reality of human martyrdom extends or intensifies to unusual extremes. In the former, temporality encompasses centuries of slavery and other forms of injustice, beyond the political and administrative systems, whether in the pre-or post-independence era, with a white or black ruler. In the latter, the intensification of martyrdom is made apparent in the monarchy of Henri Christophe whose challenge and sad historical feat consist in presenting black tyranny as a dismal response to white colonial tyranny.

 

Keywords: historical novel, drama, character, temporality, historiographical discourse, fiction discourse

 

Résumé 

Haïti est considéré à la fois comme la première république noire indépendante et le pays le plus pauvre du continent américain, un paradoxe d’ordre existentiel que le romancier cubain, Alejo Carpentier, et le poète et dramaturge martiniquais, Aimé Césaire, posent dans leurs ouvrages respectifs: El reino de este mundo et La tragédie du roi Christophe.

Dans les deux ouvrages, la réalité du martyre humain s’élargit ou s’intensifie vers des extrêmes hors du commun. Dans le premier, la temporalité embrasse plusieurs siècles d’esclavage et d’autres formes d’injustice, au-delà des systèmes politico-administratifs, qu’il s’agisse de la période pré ou postindépendance, d’un gouvernant blanc ou noir. Dans le second, l’intensification du martyre apparaît dans la monarchie d’Henri Christophe, dont le défi et le triste exploit historiques consistent en la démonstration de la tyrannie noire comme lamentable réponse à la tyrannie blanche coloniale.     

 

Mots clés: roman historique, théâtre, personnage, temporalité, discours historiographique, discours fictionnel.

 

Entre novela y teatro, el mundo haitiano visto por Alejo Carpentier y Aimé Césaire:

Tragedias cíclicas, controversias y mecanismos de resistencia en El reino de este mundo y La tragédie du Roi Christophe.

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Dr. Ndioro SOW

Universidad Gaston Berger de Saint-Louis

(Senegal) 

Introducción

 

El mundo haitiano está presentado entre novela y teatro –vale decir entre dos géneros literarios precisos–  por el escritor  cubano Alejo Carpentier y el martiniqués Aimé Césaire, en sus obras que son, respectivamente, El reino de este mundo[1] y La tragédie du roi Christophe. Ambas [2]obras comparten una visión oscura de la primera República negra independiente. Oscuridad y pesimismo se mueven en el ámbito del círculo cerrado de una existencia que parece no tener salida alguna, un mundo encerrado en la dialéctica del poder, es decir,  la de quienes tienen este poder y lo conservan, de quienes no lo tienen y lo buscan o de quienes sufren su tiranía y luchan por liberarse.

 

Carpentier presenta esta existencia en un viaje por los tiempos –el de la esclavitud, de la colonización y de la independencia–, con una diversidad de ciclos que se abren y se cierran unos en otros. El escritor cubano desemboca en un callejón sin salida que encontramos también en el escritor martiniqués, en su representación de Haití.

 

Césaire describe el destino trágico del pueblo haitiano en la controvertida monarquía de Henri Christophe, el cocinero que ha llegado a ser rey.  La tragedia se manifiesta aquí en la partición de la tierra haitiana en dos espacios de poder, o dos Estados antagónicos que son la República de Pétion y la Monarquía de Christophe, en el desentendimiento entre este y su pueblo, y en el final trágico del monarca en la ciudadela que hizo levantar por sus propios caprichos  y gracias a los inhumanos sacrificios de sus compatriotas.

 

Los dos escritores inmortalizan el triste destino de un pueblo que no deja de buscar su camino de salvación entre sistemas políticos de los más discutidos y condiciones geográficas muy desfavorables. Al final de nuestro estudio, mostraremos cómo el pueblo haitiano, reaccionando contra la ya evocada dialéctica del poder, intenta agarrar las riendas de su destino y volverse protagonista de una rebuscada e imprescindible salvación, mediante unos mecanismos de resistencia llevados a cabo a la vez, por una parte, por una diversidad de personajes ficcionales y reales, y por otra parte, por una naturaleza cuya intemporalidad radica en su constante rebeldía.

 

Nuestro plan de trabajo consta de tres partes. La primera toca a la visión extra-temporal y cíclica que de Haití tiene Alejo Carpentier. En la secunda, Aimé Césaire sitúa la tragedia del mismo pueblo a partir de una controversia política sustentada por una controversia de valores. La tercera y última parte presenta los mecanismos de resistencia del pueblo haitiano contra el mal que parece ser su destino.

 

 

1. La visión carpentieriana de un Haití más allá de los tiempos

 

El título que el novelista cubano da a su relato es bastante ilustrativo de la intemporalidad a que se destina, precisamente cuando se centra no en un reino de este mundo, lo que hubiera remitido probablemente al único reino de Henry Christophe, sino en «El reino de este mundo», en oposición al Reino de los Cielos, es decir, en una percepción extra-temporal de la existencia de los hombres, y de todos los hombres. Al respecto, el universo de Haití supera los límites geográficos que conocemos convirtiéndose en la representación de todas sus islas, o sea, de todas las Antillas,  con las poblaciones negras que recibieron y, en fin, en una representación más abierta y simbólica del espacio relativo al mundo negro como núcleo del martirio humano universal.

 

Pero no vamos a insistir más en una ampliación y profundización del tiempo que en esta ampliación del espacio. Se trata precisamente de un tiempo sin límites que corresponde a varios siglos. Un amplísimo pasado que recorre Alejo Carpentier desde la esclavitud hasta la independencia.       

 

En El reino de este mundo, la temporalidad obedece a una visión cíclica de varios acontecimientos, que también llamamos ciclos, entre los cuales escogemos tres principales,  aquellos tocantes al personaje de Mackandal, al de Bouckman, y al saqueo del palacio de Sans-Souci que se cierra con la muerte por suicidio del rey Henri Christophe.[3]. A estos tres ciclos hubiéramos podido agregar un cuarto que ocurre en las dos primeras décadas del Siglo diecinueve y que nos lleva desde Italia, tierra de exilio de la familia real, (Carpentier, 1969: 125-131) hasta Haití donde no se ha roto todavía la larga cadena del martirio colectivo en pleno período republicano.

 

1.1. El ciclo de Mackandal

 

Abarca toda la vida revolucionaria del héroe. El espíritu revolucionario de éste se enriquece de muchos rasgos culturales y a veces de valores sobrenaturales que encarna el personaje a los ojos de sus compañeros y hermanos negros entre quienes sigue todavía muy vivo el arraigo a cierta representación de África. La dualidad entre misticismo religioso y heroísmo revolucionario determina la trayectoria del ciclo que empieza por la cimarronada del personaje:

 

Al día siguiente lo llamaron en vano. El amo organizó una batida, para mera edificación de las negradas, aunque sin darse demasiado trabajo. Poco valía un esclavo con un brazo menos. Además, todo mandinga –era cosa sabida– ocultaba un cimarrón en potencia… Con tantas y tantas propiedades colindantes, el manco no llegaría muy lejos. Cuando fuera devuelto a la hacienda se le suplicaría ante toda la dotación, para escarmiento. Pero un manco no era más que un manco. Hubiera sido tonto correr el albur de perder un par de mastines de buena raza, dado el caso de que Mackandal pretendiera acallarlos con un machete. (Carpentier, 1969: 21, 22)

 

Esta inesperada huida al monte le da al mandinga el tiempo necesario para preparar otra batalla, quizá más secreta y sangrienta, la del veneno contra los enemigos blancos. El tósigo penetra en todas las propiedades de estos en nombre de una sagrada tarea de defensa de una causa suprema y negra. Los efectos son desastrosos en todo el espacio de la Llanura del Norte donde perecen primero «las vacas, los bueyes, los novillos, los caballos y las ovejas» (Carpentier, 1969: 27) antes de que empiecen los dueños blancos a morir como moscas:

 

Una tarde, al merendar una ensaimada, el dueño de la hacienda de Coq-Chante se había caído, súbitamente, sin previas dolencias, arrastrando consigo un reloj de pared al que estaba dando cuerda. Antes de que la noticia fuese llevada a las fincas vecinas, otros propietarios habían sido fulminados por el veneno que acechaba como agazapado para saltar mejor, en los vasos de los veladores, en las cazuelas de sopa, en los frascos de medicinas, en el pan, en el vino, en la fruta y en la sal… En la Llanura sonaba, lúgubre, el mismo responso funerario, que era el gran himno del terror.  (Carpentier, 1969: 27, 28)

 

El veneno prosigue su larga carrera asesina por toda la colonia pese a los más rebuscados remedios y medidas recetados o aconsejados por médicos o curanderos. Más  tarde, la delación del fula patizambo sí logra parar los efectos del veneno pero no los de la misteriosa acción guerrera del mandinga: «El manco Mackandal, hecho un houngán del rito Radá, investido de poderes extraordinarios por varias caídas en posesión de dioses mayores era el Señor del Veneno». (Carpentier, 1969: 29)  Es entonces cuando el maestro rebelde penetra en las fases de misteriosas transformaciones: «De metamorfosis en metamorfosis, el manco estaba en todas partes, habiendo recobrado su integridad corpórea al vestir trajes de animales». (Carpentier, 1969: 33) La celebración  festiva del nacimiento del primer varón de la hacienda Duffrené es cuando decide Mackandal vestirse de nuevo de hombre. Es, pues, arrestado y quemado vivo en la Plazamayor:

 

El fuego comenzó a subir hacia el manco, sollamándole las piernas. En ese momento, Mackandal agitó su muñón que no habían podido atar, en un gesto conminatorio que no por menguado era menos terrible, aullando conjuros y echando violentamente el torso hacia adelante. Sus ataduras cayeron, y el cuerpo del negro se espigó en el aire, volando por sobre las cabezas, antes de hundirse en las ondas negras de las masas de esclavos. Un solo grito llenó la plaza:

                                      - Mackandal sauvé!  (Carpentier, 1969: 41)

 

El héroe mandinga se va sin irse. Se va físicamente pero se queda en la conciencia colectiva de los esclavos negros de Haití porque «Había cumplido su promesa, permaneciendo en el reino de este mundo».  (Carpentier, 1969: 41)

 

 Este final del ciclo de Mackandal abre paso a otro ciclo pero la esclavitud contra la cual ha luchado hasta su muerte sigue estando donde estaba al principio. El tiempo no ha hecho más que dar una vuelta para colocarse en el mismo lugar que antes, marcado por el mismo sistema esclavista.

 

1.2. El ciclo de Bouckman

 

El esclavo jamaicano, Bouckman, toma luego el relevo de Mackandal al frente de los esclavos negros de la Llanura del Norte. No tarda en reanudar con la lucha por la emancipación negra. Convoca en el discreto lugar de Bois Caiman una reunión secreta que le permite hacerse conocer por los delegados de  las diferentes haciendas: «De pronto una voz potente se alzó en medio del congreso de sombras. Una voz, cuyo poder de pasar sin transición del registro grave al agudo daba un raro énfasis a las palabras… Era Bouckman el jamaicano quien hablaba de esta manera». (Carpentier, 1969: 51, 52)

 

Más allá de conocerse, este encuentro permite a los esclavos reafirmar su compromiso en la lucha por la libertad, mediante la firma del Pacto Mayor cuya sacralidad está marcada por la sangre del sacrificio puesto que «Llamados por los nombres de sus amos…,  los delegados desfilaron de uno en uno para untarse los labios con la sangre espumosa del cerdo». (Carpentier, 1969: 53)  Hemos allí el arranque de la gran sublevación anticolonial y negra que, tras una misteriosa «llamada de caracoles» (Carpentier, 1969: 55), va a causar la muerte y la destrucción en muchas de las propiedades blancas de la colonia donde, además, «Los negros habían violado a casi todas las señoritas distinguidas» (Carpentier, 1969: 61) entre quienes la esposa de Monsieur Lenormand de Mezy, amo de Ti Noel (Carpentier, 1969: 31).  Esta acción destructora no deja a salvo a su iniciador: «La horda estaba vencida. La cabeza del jamaicano Bouckman se engusanaba ya, verdosa y boquiabierta, en el preciso lugar en que se había hecho ceniza hedionda la carne del manco Mackandal». (Carpentier, 1969: 60).

 

Más allá de la muerte del líder, el ciclo de Bouckman, aunque de menos duración que el anterior, tiene un final más prometedor por coincidir con la Revolución Francesa de 1789 y la Declaración de los Derechos del Hombre (Carpentier, 1969: 54) y por haber provocado, como consecuencia de dichos acontecimientos ocurridos en la metrópoli, y de la gravedad de los estragos de la rebeldía negra, la emigración masiva de los colonos blancos desde Haití hasta Santiago de Cuba. (Carpentier, 1969: 63) 

 

1.1. El ciclo del saqueo de Sans-Souci

 

En este ciclo, la tiranía de Henri Christophe reemplaza la esclavitud establecida por los ya evocados colonos blancos. Aquí también, el negro es esclavo igual que antes. La única variante está a nivel de quién ejerce la dominación, quién ya no es blanco sino tan negro como sus súbditos. A este respecto, Emil Volek menciona:

 

Henri Christophe es no sólo un rey concreto e individual de un país y épocas determinados, sino también un avasallador como tal. Sólo gracias a eso canta el viejo Ti Noel a su cuenta “una canción en que se decían groserías a un rey”. Eso era lo importante, “a un rey”. Es la misma que cantó en su juventud a cuenta del rey francés, “una copla marinera en que se echaban mierdas al rey de Inglaterra”.[4]

 

Desde luego, un rasgo particular de Henri Christophe es el odio tenaz con que ha querido demostrar a los blancos que el negro es también capaz de ejercer el poder y la dominación. Al respecto, además de traicionar a su pueblo y a su raza oprimiéndolos, les da la espalda, olvidándose de los grandes poderes del culto vodú para rodearse de sacerdotes católicos: «Christophe se había mantenido siempre al margen de la mística africanista de los primeros caudillos de la independencia haitiana, tratando en todo de dar a su corte un empaque europeo». (Carpentier, 1969: 122). Por lo cual, dentro de la sublevación final de los haitianos contra el monarca negro, se manifiesta también una rebeldía más profunda de valores rituales y religiosos desde las tinieblas del olvido de su misma tierra. El lenguaje de la sublevación es el lenguaje de la naturaleza olvidada:

 

La noche se llenó de tambores. Llamándose unos a otros, respondiéndose de montaña a montaña, subiendo de las playas, saliendo de las cavernas, corriendo debajo de los árboles, descendiendo por las quebradas y cauces, tronaban los tambores radás, los tambores congós, los tambores de Bouckman, los tambres de los Grandes Pactos, los tambores todos del Vodú. Era una vasta percusión en redondo, que avanzaba sobre Sans-Souci, apretando el cerco.  (Carpentier, 1969: 113, 114)

 

Por fin, todo el universo mágico-religioso de las Antillas se levanta contra el rey que ni siquiera puede buscar refugio en la gigantesca y monstruosa ciudadela, una fortaleza que por haber sido construida por el pueblo de Haití no puede utilizarse contra los intereses de este mismo pueblo:

La sangre de toros que habían bebido aquellas paredes tan espesas era de recurso infalible contra las armas de blancos. Pero esa sangre jamás había sido dirigida contra los negros que al gritar, muy cerca ya, delante de los incendios en macha, invocaban poderes a los que hacían sacrificios de sangre.  (Carpentier, 1969: 11)

 

El final trágico del monarca se traduce por el aniquilamiento de éste a favor de su pueblo, es decir, un indeseado retorno del elemento al conjunto. Esta escena nos sirve como transición hacia Aimé Césaire en cuya obra el rey Christophe hace de su propia agonía y muerte una vuelta –deseada o más bien inconsciente– a los orígenes africanos: «Afrique! Aide-moi à rentrer, porte-moi comme un vieil enfant dans tes bras et puis tu me dévêtiras, me laveras».[5] (Césaire, 1963: 147)

 

2. La visión cesairiana de la controvertida monarquía de Henri Christophe

 

En esta obra teatral intitulada La tragédie du roi Christophe, Césaire no abre, como Carpentier, el universo haitiano al largo período de la colonización blanca sino que lo centra en el período de post-independencia y en el personaje de Henri Christophe.

 

El aspecto controvertido del régimen de este monarca no radica únicamente en su oposición a otro régimen político. Se encuentra también en la oposición del monarca a su propio pueblo sobre el ejercicio del poder –un poder que él dice sacar de sí mismo: «Je ne suis roi ni par la grâce de Dieu ni par la volonté du peuple, mais par la volonté et la grâce de mes poings» (Césaire, 1963: 129) [6] –, y sobre unos valores que parecen ser los fundamentos de su obsesión.

 

2.1. La controversia política

 

El primer aspecto controvertido de la monarquía se manifiesta precisamente en el antagonismo entre la República presidida por Pétion y el reino dirigido por Christophe. Mejor dicho, la fundación de la monarquía resulta de una discrepancia política entre estos dos protagonistas haitianos y plantea al mismo tiempo  el problema de la instrumentalización de las instituciones según los caprichos de los protagonistas políticos, y no según los intereses del pueblo haitiano. En otras palabras, el motivo principal de la creación de la monarquía está en la insatisfacción de Christophe por el sistema de república cuya menguada presidencia se le ofrece:

 

La Loi est formelle. La place, en effet, me revient. Mais ce que la loi fondamentale de la république me donne, une loi votée dans les conditions de légalité douteuse me le reprend.

Le Senat me nomme président de la République parce qu’il y aurait danger à me frotter à rebrousse-poil, mais la fonction, il la vide de sa substance et mon autorité de toute moelle. Oui, oui, mes maîtres, je le sais, que, dans votre Constitution, Christophe ne serait rien d’autre que le gros bonhomme de bois noir, le jacquemart débonnaire occupé à frapper de son épée dérisoire et pour l’amusement des foules, les heures de votre loi sur l’horloge de son impuissance. (Césaire, 1963: 19) [7]

 

De súbito, Haití pasa de una república a dos. Pero Christophe quiere ir más allá de su república. Para ello evoca el motivo de la satisfacción y del orgullo de una raza,  con fines de responder a la necesidad de demostrar –como si fuera necesario–  la capacidad del negro de asumir un poder político o, mejor dicho, una monarquía al estilo de aquellas del ultramar europeo. Entonces, hace falta, como lo dice Vastey, el secretario de Christophe, «Un roi, une cour, un royaume, voilà, si nous voulons être respectés, ce que nous devrions leur montrer»[8] (Césaire, 1963: 28). Se manifiesta muy claramente aquí el complejo del negro ante el blanco y lo confirma el mismo Vastey más lejos cuando dice en un tono sarcástico: «Ce royaume noir, cette cour, parfaite réplique en noir de ce que la vieille Europe a fait de mieux en matière de cour.» [9] (Césaire, 1963: 31) Esta actitud remite, desde luego, a una trayectoria histórica sobre la cual mucho podemos aprender a través de los ya evocados ciclos de dominación presentados por Carpentier en El reino de este mundo.

 

Asimismo, la intrascendencia de la partición del país aparece en la reacción de los haitianos sobre los regímenes políticos y sus responsables. Por una parte, el justificante de la pretendida necesidad de autenticidad negra no puede salvar la monarquía de Christophe contra la burla hecha incluso en plena Corte: «Avec nos titres ronflants, duc de la Limonade, duc de la Marmelade, comte de Trou Bonbon, nous avons bonne mine! Vous pensez! Les Français s’en tiennent les côtes!» [10] (Césaire, 1963: 31)

 

Por otra parte, en la República de Pétion, el líder de la oposición utiliza el mismo tono burlesco para caricaturizar el régimen: «J’en suis à me demander si notre République à nous n’est pas une caricature de République et notre Parlement une caricature de Parlement.» [11] (Césaire, 1963: 47)

 

Sobre los dos jefes de Estado, no hay mejor apreciación que la del campesino llamado Premier Paysan: «Christophe aime trop le cocomacaque… Pétion est un bonhomme qui laisse faire et laisse grainer. C’est comme une mère qui gâterait le fils contre le père.»[12](Césaire, 1963: 74, 75)

 

Aquí se destaca por un lado la inclinación del rey al castigo y, por otro,  la falta de rigor del presidente. Dos rasgos que, aunque muy distintos, se hubieran completado en una gestión patriótica del poder político haitiano. Pero la irreversibilidad de la amputación de Haití se puede notar en las advertencias que la reina no vacila en hacer al rey recordándole los excesos de su tiranía: «Christophe, ne demande pas trop aux hommes, à toi-même, pas trop.»[13] (Césaire, 1963: 58) No obstante, ante los consejos de su esposa, igual que ante los llantos de su pueblo, el monarca no detiene su furia y se va involucrando en una desenfrenada obsesión del poder que acaba por cautivarlo para siempre, es decir, hasta cuando, marginado por la sublevación masiva de su pueblo y el abandono de sus colaboradores, decide hacer de su ciudadela su sepulcro.

 

 

2.2. ¿La controversia de valores?

 

Muerto el rey, vamos a asistir a otra oposición, la que ha existido siempre entre él y su pueblo, es decir, los fundamentos de su obsesión y de su incomprensión por sus súbditosIntentamos ver aquí, por debajo del exceso de poder y de la tiranía de Christophe, unos valores que éste no ha logrado compartir con su pueblo. Dichos valores aparecen muy a menudo en unos reproches del rey contra el mismo pueblo haitiano.

 

Por lo que respecta a la partición de Haití, las maniobras institucionales y los retoques del texto fundamental con fines de reducir el poder del Presidente de la República de Haití, el rey Christophe declaró: «Le changement apporté à la Constitution par le Sénat constitue une mesure de défiance contre moi, contre ma personne, une mesure à laquelle ma dignité ne me permet pas de souscrire» [14] (Césaire, 1963: 20)

 

Las enmiendas constitucionales de las que se queja Christophe son muy corrientes en  muchos países y no dejan de ser la causa de muchas guerras civiles o golpes de Estados, particularmente en América y en África. Extraña que estas guerras constantes, que no dan tiempo para el trabajo, sean criticadas por el rey haitiano mediante una metáfora en la que opone el polvo de la lucha a la piedra de la construcción y del trabajo: «Poussière! Poussière! Partout de la poussière! Pas de Pierre!»[15] (Césaire, 1963: 49) Quizá tenga esto mucho que ver con la inestabilidad política que lamenta su agente Hugonin como una lacra permanente de Haití: «Il y a des pays à commotions, des pays convulsionnaires et le nôtre est du lot».[16] (Césaire, 1963: 26)

 

Otra incomprensión destacada por el monarca toca a la responsabilidad de Haití en su situación trágica de país subdesarrollado. Afirma que el principal enemigo de Haití es el mismo Haití y sus lacras: «L’ennemi de ce peuple, c’est son indolence, son effronterie, sa haine de la discipline, l’esprit de jouissance et de torpeur.»[17] (Césaire, 1963: 29) La mayor discrepancia radica en el remedio que luego propone y, particularmente, en la aplicación de este remedio que es el trabajo, el trabajo sin ninguna interrupción por cualquier razón que fuera: «Avec moi vous n’aurez pas le droit d’être fatigués».[18] (Césaire, 1963: 29)  Convengamos que entre esta extrema exigencia y la tiranía no hay mucho trecho, una tiranía que se manifiesta como una exagerada lucha contra el tiempo para que el pueblo haitiano llegue a colmar cuanto antes el retraso histórico del negro. Además, valiéndose del remedio del trabajo sin cesar, el monarca expresa una aversión tremenda por el baile y el tambor    -otra incomprensión– que considera como un factor de desviación del pueblo de las exigencias de su defensa y desarrollo:

 

Tenez! Ecoutez! Quelque part dans la nuit, le tam-tam bat… Quelque part dans la nuit, mon peuple danse… Et c’est tous les jours comme ça… Tous les soirs… L’ocelot est dans le buisson, le rôdeur à nos portes, le chasseur d’hommes à l’affût, avec son fusil, sa muselière; le piège est prêt, le crime de nos persécuteurs nous cerne les talons, et mon peuple danse! [19] (Césaire, 1963: 60)   

 

 

            No podemos cerrar este subcapítulo sin precisar que por muy transcendentes que fueran estas discrepancias de valores y lo que hubieran posibilitado para Haití desde el punto de vista económico, nunca hubieran podido legitimar la tiranía impuesta al pueblo haitiano por Christophe, hasta el punto de quitarle sus derechos más elementales y reducir su existencia a condiciones inhumanas, por no decir infrahumanas.

 

3. El pueblo haitiano ante su tragedia (o los mecanismos de resistencia)

 

Como lo hemos visto, la tragedia que sufre el pueblo haitiano procede, por una parte, de las opciones políticas y de los líderes que las protagonizan y, por otra, de las asperezas de la naturaleza. En ambos casos, los mecanismos de resistencia están en los hombres y en la misma naturaleza, o en una combinación dinámica entre la determinación de los hombres (la intemporalidad del personaje de Ti Noel que vive los diferentes siglos de tragedia) y la fuerza natural que paraliza al monarca Christophe. A los personajes ficcionales corresponden o siguen otros, reales, que se sustituyen en el poder.

 

3. 1. Simbolismo y resistencia en Ti Noel

 

El personaje de Ti Noel es uno de los protagonistas más importantes de Carpentier en El reino de este mundo por su presencia en toda la trama de la historia narrada. La temporalidad completa de este personaje, que ha vivido muchos ciclos y siglos, le proyecta hacia una intemporalidad que aparece como una superación de lo vivido mediante una interiorización del sufrimiento y una aspiración al futuro. En ello, Ti Noel encarna un símbolo, el de la necesaria resistencia del pueblo haitiano ante las exigencias de su porvenir. La manifestación de la intemporalidad empieza a partir de una toma de conciencia del personaje: «Comenzaba a cobrar la certeza de que tenía una misión que cumplir, aunque ninguna advertencia, ningún signo, le hubiera revelado la índole de esa misión». (Carpentier, 1969: 134)

 

No olvidemos que antes, cuando el final de la colonización y tras la muerte de Monsieur Lenormand de Mezy, Ti Noel descubrió la extraordinaria aptitud de vencer su soledad y aislamiento: «Había adquirido el arte de conversar con las sillas, las ollas, o bien con una vaca, una guitarra, o con su propia sombra». (Carpentier, 1969: 84)  

 

Ti Noel sigue, progresivamente, el proceso de su transfiguración, pero no tarda en enfrentarse con una dificultad cuya solución va a ser determinante en el cumplimiento futuro de su misión. Se trata del aprovechamiento de su nueva capacidad, no sólo de dialogar con los mundos vegetal y animal, sino también de metamorfosearse en estos géneros. En su nueva  intemporalidad, se da cuenta de «Lo fácil que es transformarse en animal cuando se tienen los poderes para ello» (Carpentier, 1969: 139), pero en vez de poner esta extraordinaria aptitud al servicio de su nueva misión, se deja llevar por su profunda decepción ante la permanencia de la tiranía humana, ante ese «Inacabable retoñar de cadenas, ese renacer de grillos, esa proliferación de miserias» (Carpentier, 1969: 139),  para alejarse de los suyos y acercarse a los animales, particularmente a los del reino de los gansos (Carpentier, 1969: 142). El rechazo que sufre luego por parte de estos animales le informa sobre la gravedad de su error, sobre su lamentable «cobardía». Recuerda que la capacidad de transformarse, a semejanza del ya ilustre personaje de Mackandal,  no debe ser un medio para huir de la condición humana sino, al contrario, para ponerse mejor al servicio de esta (Carpentier, 1969: 143). La orientación de su misión se vuelve entonces más clara: la creación y valoración de un sistema político muy distinto del de los Agrimensores con sus muchas calamidades, es decir, «Un gobierno apacible, puesto que ninguna tiranía de blancos ni de negros parecía amenazar su libertad». (Carpentier, 1969: 135) 

 

La simbolización del personaje y su protagonismo multisecular cobra más sentido y abre más perspectivas cuando, al final de la obra, bajo el peso de una «vejez de siglos incontables» (Carpentier, 1969: 143), Ti Noel valora su martirio de «tantos golpes, sudores y rebeldías» (Carpentier, 1969: 143) como una herencia que deja a la posteridad haitiana y universal y reconoce la pertinencia de estas palabras, cada día más actuales:

 

El hombre nunca sabe para quien padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. (Carpentier, 1969: 143, 144)

 

 

3. 2. La fuerza de la naturaleza

 

Es imposible destacar los personajes de la naturaleza. Acabamos de ver el influjo de esta en la fuerza de Ti Noel y en el triunfo final de su intemporalidad, después de otros muchos personajes como Mackandal y Bouckman.

 

En La tragédie du roi Christophe, la naturaleza manifiesta su fuerza en contra del personaje del monarca y a favor del pueblo haitiano. En efecto, es en plena misa de Asunción cuando cae el monarca: «Christophe, s’affaissant à son tour et geignant. Tonnerre! Qui, qui a chanté sur moi le Bakulu Baka?» [20] (Césaire, 1963: 128).  La fuerza extraña que aniquila al monarca es identificada por la víctima a una divinidad maléfica de un culto llamado Petro. La irreversible parálisis que provoca precipita la decadencia del tirano, hasta su muerte, y el triunfo de la sublevación. En ello, la fuerza de la naturaleza es también un mecanismo de resistencia y de apertura al porvenir haitiano más allá del espacio histórico-ficcional.

 

3. 3. De la ficción a la realidad

 

Nuestra intención en este subtítulo dista mucho de separar la ficción de la realidad. Lo que queremos hacer es esbozar, en el Haití de hoy, la realidad de la ficción narrativa de Carpentier, por un lado, y, por otro, la realidad de la ficción teatral de Aimé Césaire. Para ello, nos basaremos sobre el espacio todavía muy huraño y agresivo, así como sobre sus hombres políticos contemporáneos que los protagonismos respectivos de Carpentier y Césaire prolongan, encarnan, o de los que distan a veces de los ya vistos como Christophe, Pétion y Ti Noel, entre otros.

 

De una comparación del mundo de Carpentier y de Césaire con el del Haití de hoy día  salen dos aspectos: la permanencia del martirio y la búsqueda de una salvación, es decir, de un mejoramiento socioeconómico que sí depende de un apaciguamiento de su espacio político que se encuentra en condiciones naturales más favorables.

 

Si el personaje de Ti Noel remite a cualquier haitiano preocupado por el restablecimiento de un clima de paz y de trabajo por el desarrollo, las huellas de la tiranía de Christpohe tardan todavía en borrarse entre dictadura, golpes de Estado y tiranías republicanas. Todos estos sistemas comparten el sindroma de la personalización del poder, quizá heredado de los libertadores Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines. Empecemos por el fenómeno de la dictadura:

 

En 1957, François Duvalier, connu sous le nom de «Papa Doc», était élu président. En 1964, il se déclarait président à vie et instaurait par le fait même une dictature avec l'aide de la milice des Tontons Macoutes, les forces de sécurité personnelles du président. En 1971, son fils de 19 ans, Jean- Claude Duvalier, surnommé «Baby Doc», accédait au pouvoir et s'attribuait le même titre que son défunt père. [21]

 

El 7 de febrero de 1986, cuando el exilio de Jean-Claude Duvalier después de casi treinta años de dictadura de él y de su padre, Haití no conoce la paz sino el comienzo, como en la ficción carpentieriana, de un ciclo de más de veinte años de inestabilidad política marcada por pronunciamientos militares como los de los generales Henri Namphy y Prosper Avril. La aprobación por referendo de la nueva Constitución, el 29 de marzo de 1987, abre el camino de la elección del padre Jean-Bertrand Aristide, el 7 de febrero de 1991, pero no pone fin a la inestabilidad, con los paréntesis del general Raoul Cédras entre 1991 y 1994. Luego, el recurso a las elecciones y las presidencias sucesivas y repetidas de Aristide (1991-1996/2001-2004) y de René Garcia Préval (1996-2001/2006…) no logran restablecer la confianza entre los haitianos cada vez más desilusionados. Prueba de ello es la asimilación, por muchos, de la presidencia del padre Aristide a un poder absoluto, triste recuerdo de otra época.

 

Conclusión

 

Desde la ficcionalización de la historia de Haití por Carpentier y Césaire, hemos llegado a una realidad más cerca de nosotros, particularmente dos acontecimientos claves que al mismo tiempo parecen prolongar y romper el martirio cíclico de este país. Por una parte, la naturaleza ha reafirmado, como un inesperado protagonista, su fuerza en el destino de los hombres, cuando el seísmo del 12 de enero de 2010 con sus doscientos cincuenta mil muertos y otras variadas consecuencias que sigue padeciendo el pueblo haitiano. El segundo acontecimiento es que, pese al terremoto y a otros tristes acontecimientos pasados, este pueblo no ha bajado los brazos y ha demostrado durante la última elección presidencial del mes de marzo de este año 2011, mucho más entusiasmo e ilusión que antes votando por su nuevo presidente de República, Michel Martelly, si bien podía haber sido Mirlande Manigat, su rival. Quizá tengamos en ello una nueva ruptura, por fin más esperanzadora para el pueblo todavía considerado como el más pobre de América después de más de dos siglos de independencia.

 

 

 

 

Bibliografía

 

-         ALEJO, Carpentier (1969). El reino de este mundo.  Seix Barral: Barcelona-Caracas-México.

-         CESAIRE, Aimé (1963). La tragédie du roi Christophe. Présence Africaine : Paris.

-         BARROS, Jacques (1984). Haïti de 1804 à nos jours. L’Harmattan : Paris.

-         CASIMIR, Jean (2009). Haïti et ses élites : l’interminable dialogue de sourds. Ed. de l’Université d’Etat d’Haïti : Port-au-Prince.

-         CLAVET,  Marie-Josée (12 -02- 2006). Perspectives_Monde. Université Sherbrooke  

-         CORTEN André (1989). L’Etat faible. Haïti et République Dominicaine. CIDIHCA : Montréal.

-         MANIGAT, Leslie (2007). La révolution haïtienne de 1843. Essai d’analyse historique d’une conjoncture de crise. CHUDAC : Port-au-Prince.

-         HECTOR, Michel (2006). Crises et mouvements populaires XIXe-XXe siècles. Presses Nationales d’Haïti : Port-au-Prince.

-         MOCEGA, Gonzalo Esther P. (1975). La narrativa de A. Carpentier, el concepto del tiempo como tema fundamental (ensayo de interpretación y análisis). Torres Library of Literary Studies : New York.

-         VOLEK, Emil (1970). “Análisis e interpretación de El reino de este mundo en  Homenaje a A. Carpentier, Varias interpretaciones en torno a su obra. Editor general Helmy F. Giacoman, Las Américas Publishing C.O.: New York.

 

 

 


 

 

 

 

 

 



[1] Carpentier, Alejo (1969). El reino de este mundo.  Seix Barral: Barcelona-Caracas-México.

[2] Césaire, Aimé (1963). La tragédie du roi Christophe. Présence Africaine : Paris.

[3] Mocega, Gonzalo Esther P. (1975: 101-115). La narrativa de A. Carpentier, el concepto del tiempo como tema fundamental (ensayo de interpretación y análisis). Torres Library of Literary Studies : New York.

[4] Volek, Emil (1970: 62): “Análisis e interpretación de El reino de este mundo en  Homenaje a A. Carpentier, Varias interpretaciones en torno a su obra. Editor general Helmy F. Giacoman, Las Américas Publishing C.O.: New York.

[5] La tragédie du roi Christophe. Présence Africaine : Paris. « ¡África! Ayúdame a entrar, Llévame en tus brazos como a un niño viejo y luego me quitarás la ropa y me bañarás. »

[6] « No soy rey ni por la gracia de Dios ni por la voluntad del pueblo, sino por la fuerza de mi puño. »

[7] « La Ley es formal. Este cargo, pues, me toca a mí. Pero lo que la ley fundamental de la república  me concede, me lo quita una ley votada en condiciones de dudosa legalidad.

El Senado me nombra presidente porque sería peligroso enfrentarse conmigo, pero vacía la función de su sustancia y mi autoridad de su médula. Sí, sí, amos míos, me lo sé, que en su Constitución, Christophe ne sería más que el monigote de madera negra, el jacquemart bonachón distraído, para divertir a las gentes, en dar golpecitos al andar del reloj de su impotencia. »

[8]«Un rey, una corte, un reino, allí está, si queremos ser respetados, lo que deberíamos enseñarles. »

[9] «Este reino negro, esta corte, perfecta réplica negra de lo mejor que el Viejo Continente ha hecho en materia de corte. »

[10] «  Con nuestros títulos rimbombantes, duque de Limonade, duque de Marmelade, conde de Trou Bonbon, ¿buena imagen tenemos? ¿Lo creen? Se mueren de risa los franceses. »

[11]«Llego a preguntarme  si nuestra República no es una caricatura de República y nuestro Parlamento una caricatura de Parlamento. »

[12] «A Christophe le gusta el látigo… Petion es un tío que lo tolera todo. Es como una madre que mimaría al hijo contra el padre.»

[13] « Christophe, no pidas demasiado a los hombres, tampoco a ti mismo.”

[14] «La enmienda puesta en la Constitución por el Senado es una medida de desafío contra mí, contra mi persona, una medida  a la que mi dignidad no puede someterse. »

[15] « ¡Polvo, polvo, polvo en todas partes, sin ninguna piedra! »

[16] «Hay países con conmociones y países convulsionarios, y nuestro país es de ellos. »

[17] «El enemigo de este pueblo es su indolencia, su descaro, su desprecio a la disciplina, su apego al goce y al letargo. »

[18] «Conmigo no tendrán el derecho de estar cansados.»

[19] « ¡Miren! ¡Oigan! En alguna parte por la noche, toca el tambor… En alguna parte por la noche, baila mi pueblo… Y cada día es lo mismo… Cada noche… ¡El ocelote está en la maleza, el espía muy cerca, el cazador de hombres en acecho, con su fusil, con su bozal, la  trampa está lista, nos amenaza el crimen de nuestros persecutores y mi pueblo está bailando! »

[20]« Christophe, cayendo a su vez y gimiendo. ¡Por Dios, ¿quién me echó el Bakulu Baka? »

[21] CLAVET,  Marie-Josée (12 -02- 2006, p. 1)  Perspectives_Monde : (Université Sherbrooke).  “En 1957, François Duvalier, con el apodo de «Papá Doc», fue elegido presidente. En 1964, se proclamó presidente vitalicio e instauró por lo tanto una dictadura con la ayuda de la milicia de los Tontons Macoutes, las fuerzas de seguridad personales del presidente. En 1971, su hijo de 19 años, Jean- Claude Duvalier, llamado «Baby Doc», accedió al poder y se echó el mismo título que su difunto padre.”