Resumen:
El objetivo principal de este trabajo es aproximarse a la figura del ex
presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva durante su primer mandato de
gobierno, a partir de los esbozos teóricos bosquejados por María Matilde Ollier.
Según la autora, en contextos de democracias de baja institucionalización, la
presencia de fuentes extrapartidarias de poder, la dinámica que cobra la
relación presidente-oposición, la posición política institucional del
presidente y la existencia de configuraciones partidarias ayudarían a
comprender, desde otro punto de vista alternativo, el surgimiento y
consolidación de nuevos liderazgos delegativos en la región.
Abstract:
Taking as a starting point the theoretical concepts outlined by María Matilde
Ollier, this paper aims to approach the figure of Brazilian former president,
Luiz Inácio Lula da Silva, during his first administration. According to her,
within contexts of low-institutionalized democracies, the presence of sources
of power outside the political parties, president-opposition dynamics,
president’s institutional politics position and the existence of party
configurations would help understand, from a different angle, the emergence and
consolidation of new delegative leaderships in the region.
Del
Sertão a Brasilia: El liderazgo presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva
(2002-2006)
Mariel
Zani Begoña (UBA)
“Solo
aquél que esté convencido de que no se desintegrará aunque el mundo, desde su
punto de vista, sea demasiado estúpido o demasiado mezquino para merecer lo que
él pretende ofrecerle, sólo aquel que sea capaz de decir “¡A pesar de todo!”;
tiene vocación política”
Max
Weber
Introducción:
A
fines del siglo XX, las jóvenes democracias sudamericanas experimentaron una de
las mayores crisis de toda su historia –aunque ésta se presenta con distintos
matices entre los distintos países-. Los gobiernos de América del Sur se
hallaban inmersos en un panorama adverso con el devenir del nuevo milenio. Sin
embargo, luego de la debacle económico-social que azotó a varios países de la
región, estos comenzaron lentamente a resurgir de sus cenizas. Los presidentes
de la región, acostumbrados a hallarse en el centro de la escena, tomaron las riendas
de la situación. Cualquier estudio sobre América del Sur que se proponga
abordar los sucesos de la primera década del siglo XXI debe hacer referencia
obligada a los primeros mandatarios sudamericanos, quienes si bien
históricamente siempre han tenido una importancia central, en los primeros años
transcurridos del nuevo milenio se han consolidado como la cara visible del
“renacer” de las democracias sudamericanas
Este
estudio introductorio tiene como protagonista central a Luiz Inácio Lula da
Silva y a todos aquellos actores y cuestiones que giran en torno a su figura. Se
busca colocar en el centro de la escena el peso del liderazgo político del
primer mandatario brasileño. Este artículo considera que, en las democracias
sudamericanas, los jefes del poder ejecutivo desempeñan –más que ningún otro
poder- un papel fundamental en la vida política al interior de las fronteras
del país; y es en este sentido que pretende concentrarse en la figura
presidencial y en los aspectos singulares que hacen de un presidente una
personalidad tan emblemática de la vida política sudamericana.
Siguiendo
los esbozos teóricos de Maria Matilde Ollier, el artículo plantea que en
contextos de democracias de baja institucionalización, la presencia de fuentes
extrapartidarias de poder, la dinámica que cobra la relación presidente-oposición,
la posición política institucional del presidente y la existencia de
configuraciones partidarias ayudarían a comprender, desde otro punto de vista
alternativo, el surgimiento y consolidación de nuevos liderazgos delegativos en
la región.
El
trabajo se estructurará de la siguiente forma: primero se bosquejará la
perspectiva de análisis. Continuaremos delineando sucintamente los antecedentes
históricos y el contexto en el cual asume Lula da Silva; para luego dedicar un
apartado a la “dimensión subjetiva del liderazgo”, es decir, a la historia
personal y experiencia política del primer mandatario brasileño. Seguiremos, a
continuación con la dinámica propiamente política: nos referimos al análisis de
las relaciones del presidente con las fuentes extrapartidarias de poder, en
particular con los sindicatos y los medios de comunicación, los cuales serán el
principal agente de oposición al régimen; para concluir con la relación de éste
con el parlamento. Finalmente, el trabajo terminará con unos párrafos dedicados
a las reflexiones finales.
Perspectiva
de análisis:
Muchos
estudios sobre los fenómenos políticos de nuestras latitudes son abordados bajo
la perspectiva de cómo deberían ser, en lugar de estudiarlos cómo realmente
son. Este paper se encamina en esta última dirección.
Nos
gustaría comenzar delimitando ciertos conceptos básicos que utilizaremos a lo
largo del trabajo. En primer lugar, nos valdremos de la ya clásica distinción
que Sergio Fabbrini esbozara entre líder y relación de liderazgo. Un líder será
aquel “individuo en particular investido de un poder decisional”. Llamaremos
liderazgo a aquella “relación que se activa para solucionar un
determinado problema, o para poner en marcha un determinado proceso decisional
(…) El liderazgo es una actividad que se desarrolla en un contexto
institucional y en un tiempo histórico”.
Teniendo en cuenta estas definiciones este artículo abordará el fenómeno desde
dos perspectivas diferentes.
Una
de ellas concernientes a la personalidad del líder y a su historia personal, a
partir de la cual se podrán delinear las características singulares y únicas de
Lula da Silva como líder político.
Y
la otra atendiendo a las características de las democracias de baja
institucionalización que hemos mencionado en la introducción del trabajo –este
punto será desarrollado en profundidad en párrafos posteriores. A partir del
análisis de las mismas será posible observar al liderazgo político como una
relación.
A
la hora de aventurarnos al estudio de los liderazgos presidenciales
sudamericanos, resulta imposible obviar las reflexiones que Juan Linz ha
realizado en su ya famoso artículo “Los peligros del presidencialismo”. Los
esbozos teóricos del mencionado autor han abierto en la academia un rico debate.
Autores como S. Mainwaring, M.M Ollier y A. Pérez Liñán, entre muchos otros,
han aportado nuevas visiones sobre los sistemas presidenciales. Mientras
Linz nos “advertía” de lo “peligrosos” que podrían ser los regímenes
presidenciales para nuestras jóvenes democracias, a fines del siglo XX se
producirían una serie de fenómenos conocidos en la disciplina bajo el nombre de
“inestabilidad presidencial”.
Estos nuevos fenómenos que se sucedieron en diversos países sudamericanos,
matizarán aquellas reflexiones teóricas que Linz realizara. Si bien las nuevas
democracias experimentaron crisis de gobernabilidad de distinta envergadura, la
continuidad del régimen democrático de gobierno no se vio amenazada; aunque de
forma tumultuosa en algunos casos, las jóvenes democracias sudamericanas
lograron sobrevivir. Parecería ser que la fuente de inestabilidad que antes
residía en el régimen democrático de gobierno, y en el particular papel
desempeñado por las fuerzas armadas, se ha trasladado a la figura de la persona
que ocupa el sillón presidencial. Durante estos procesos de inestabilidad
presidencial, es notable observar cómo las instituciones adquieren una renovada
importancia, impidiendo que el régimen democrático se derrumbe. Ejemplo de esto
han sido la implementación exitosa de mecanismos de juicio político (Collor de
Melho, 1992) y de la ley de acefalía (Fernando de la Rúa, 2001)
Es
interesante observar cómo, luego de presidentes inestables y procesos de crisis
de gobernabilidad, hacen su aparición liderazgos presidenciales fuertes.
Observemos que nos dice Santiago Leiras al respecto en su análisis del caso
argentino: “En Sudamérica durante la última década, y para evitar la
diseminación del poder y la profundización de la crisis en medio de grandes
debates parlamentarios, se estableció un nuevo carácter, una necesidad que
deviene en un estilo o estrategia de gobierno de acuerdo a la excepcionalidad
de cada situación nacional en consideración”.
Con todo esto lo que queremos dejar en claro es como estos dos fenómenos de inestabilidad
y concentración presidencial conforman lo que Ollier denomina el Patrón
democrático sudamericano,
donde liderazgos presidenciales endebles e inestables son sucedidos por liderazgos
delegativos, concentradores de poder.
Pasaremos
ahora al tratamiento de un concepto que es harto problemático en nuestra
disciplina, nos estamos refiriendo al concepto de “populismo”. De
acuerdo a lo planteado por M. Mackinnon y M Petrone en el artículo central de
su obra,
hay casi tantas definiciones sobre populismo como artículos sobre el tema. El
problema de caracterizar a los liderazgos sudamericanos rápidamente como fenómenos
“populistas” es justamente que al carecer de una definición unívoca y
ampliamente aceptada, se encasillan bajo este título distintos liderazgos
presidenciales, cuyas únicas características aparentemente comunes —además de
su condición de “populista”- serían tratarse de presidentes fuertes.
Presentadas estas reservas hacia el concepto, el artículo se abstendrá de
caracterizar al liderazgo del ex presidente de Brasil en estos términos, puesto
que para ello se requeriría una investigación más en profundidad, no sólo de su
primer mandato presidencial sino también de las distintas definiciones sobre populismo
que aparecen en la bibliografía de las ciencias sociales; al mismo tiempo que
sería necesaria una comparación con otros fenómenos políticos que podrían ser
descriptos en tales términos.
“Existe
un zapato –la palabra ʿpopulismoʾ-
para la cual existe un pie en algún lugar. Existen toda clase de pies que casi
lo puedan calzar, pero no nos deben engañar estos pies que casi ajustan a su
medida. (...); en algún lugar, estamos seguros, espera un pie denominado
populismo puro. Este es el núcleo del populismo, su esencia. Todos los otros
populismos son desviaciones y variaciones de éste pero en algún lugar se
oculta, furtivo, el populismo verdadero, perfecto, que puede haber durado sólo
seis meses, o haberse dado en un solo lugar... Este es el ideal platónico del
populismo, todos los otros son versiones incompletas o perversiones de aquel.” Para
ilustrar este punto nos gustaría incorporar la definición que nos brinda
Santiago Leiras –quien ha estudiado de forma exhaustiva las características de
los liderazgos neodecisionistas en Sudamérica- sobre los fenómenos
neopopulistas. Según al autor podríamos definir al neopopulismo como “aquella
expresión de carácter institucional que supondría no sólo la definición de un
determinado estilo de decisión política fundado en la innovación programática
–o más bien transgresión ideológica-, la carencia de un discurso político
movilizador y la constitución de alianzas inauditas desde el punto de vista
ideológico, sino también como sustento principal en la implementación de políticas
de ajuste estructural en las democracias instauradas en América Latina”.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que, en este caso el autor ha
utilizado esta definición para acercarse al estudio de los liderazgos
presidenciales de fines de la década del noventa –es de público conocimiento la
numerosa cantidad de artículos que le ha dedicado el autor a estos temas.
¿Podría ser posible aplicar esta definición de forma parcial al estudio de los
nuevos liderazgos sudamericanos que han surgido al calor del nuevo milenio? ¿Es
factible la utilización del mismo concepto para fenómenos políticos tan
disímiles como pueden ser la presidencia de Fernando Collor de Melho, desde ya
signada por la inestabilidad, y los dos mandatos consecutivos de Lula da Silva
con altos índices de aceptación popular? No quisiéramos dar ninguna respuesta
apresurada a estos temas que requieren de un estudio en profundidad. Esta
conceptualización parecería ajustarse a, por lo menos, el primer mandato de
Lula da Silva que es el objeto de estudio de este artículo, sin embargo, lo
hace parcialmente y quizás es la parte más sustancial de ella la que no
describe exhaustivamente el período de gobierno que estamos analizando. Quedando
demostradas las dificultades de la utilización del concepto, es por ello que
el artículo se abstendrá de emplearlo.
La
fuente de inspiración de nuestro trabajo proviene, principalmente, de los
bosquejos teóricos de María Matilde Ollier desarrollados en varios de sus artículos
Muchos
estudios sobre los fenómenos presidenciales en Sudamérica han utilizado a las
instituciones como principal variable explicativa –el mencionado trabajo de
Linz es quizás uno de los más famosos, aunque definitivamente no el único. Debido
a que la mayoría de los países de la región presentan democracias de baja
institucionalización, Ollier nos propone sumergirnos en el estudio de los fenómenos
de liderazgo presidencial desde una perspectiva alternativa, trasladando el énfasis
antes colocado sobre las instituciones per ser, a otros rasgos característicos
de este tipo de democracias.
Ahora
bien, ¿Cuáles son esas características peculiares que poseen las democracias
sudamericanas de baja institucionalización? Según nuestra autora, la baja
institucionalización de estas democracias –de las cuales se excluye a Chile y a
Uruguay por poseer características distintas al resto de los países de la
región- se hace evidente en: la existencia de configuraciones partidarias
en lugar de los clásicos sistemas de partidos, la presencia e influencia en
las decisiones políticas del primer mandatario que poseen ciertas fuentes
extrapartidarias de poder – como por ejemplo los sindicatos, los medios de
comunicación, la iglesia, las fuerzas armadas, los grupos empresarios, etc.- y
la importancia que adquiere la dinámica presidente-oposición
–reemplazando a la relación oficialismo-oposición.
Los
aspectos antes descriptos nos permiten observar la posición-política
institucional de un presidente. Ayudarán, por lo tanto, a identificarla no
sólo las características de la alianza partidaria que lleva al primer
mandatario al poder sino también aquellas relaciones estratégicas que entablare
con distintos sectores por fuera del espectro partidario.
Con
configuración partidaria nos referimos aquí, siguiendo a Ollier, a aquellos
rasgos que hacen de los partidos políticos sudamericanos altamente
fragmentados. Teniendo en cuenta el contexto de baja institucionalización de
las democracias del sur de América, se recurre al concepto de configuración
partidaria en lugar de sistemas de partidos para hacer hincapié en la informalidad
de las reglas que guían y enmarcan las relaciones tanto entre los distintos
partidos entre sí como entre los mismos miembros de un partido, y es esta informalidad
de reglas lo que impide la referencia de los partidos políticos como un
sistema.
Otro
rasgo digno de mención es la debilidad que tienen los partidos políticos. En su
lugar han cobrado relevancia los movimientos políticos, los cuales evidencian
también a las claras el involucramiento de otros actores, ajenos a la vida
partidaria, al mundo de la política. Es por la debilidad de los partidos
políticos sudamericanos que los liderazgos y las fuentes extrapartidarias de
poder antes mencionadas, por lo tanto, adquieren un rol central. Estos actores provistos
de una alta capacidad de injerencia en la vida política sudamericana, formarán
parte de los recursos de poder que el presidente deberá intentar conquistar si
desea establecerse como un líder fuerte. Al depender exclusivamente de la
capacidad negociadora y conciliadora del líder del ejecutivo es que
consideramos a estas alianzas como recursos de poder subjetivos, en el sentido
de que la “lealtad” o “enemistad” de los actores extrapartidarios de poder
dependerá de cómo elija el presidente relacionarse con aquellos. Y es por tal
motivo que estas alianzas estratégicas devenidas en recursos de poder, podrán
cambiar constantemente de bando, alineándose o enfrentándose con la cabeza del
ejecutivo.
Para
finalizar, veamos cómo establece Ollier una conexión entre todo lo expuesto y
el concepto de democracia delegativa esbozado por O’Donnell.
“En
las DPdeBI, un liderazgo presidencial delegativo (personalista y concentrador)
es posible cuando la posición político-institucional del presidente se
encuentra atravesada de un modo particular por las tres dimensiones que
caracterizan la debilidad institucional de estas democracias: 1) la fuerza
política del primer mandatario ocupa un lugar decisivo en la configuración
partidaria y él constituye un referente, sino el más importante de la misma, al
ocupar el sillón presidencial; 2) las principales fuentes extrapartidarias del
poder partidario se disciplinan bajo su conducción o tienden a ser sus aliados;
y 3)en la dinámica presidente/oposición, las dimensiones 1 y 2 al ser
favorables al jefe de estado le otorgan mayor fortaleza frente a la oposición,
cuyo nivel de fragmentación impide contrarrestar el decisionismo del presidente.”
Antecedentes
históricos y contexto de asunción:
Luego
de haber perdido las elecciones tres veces de manera consecutiva, en el año
2002 el migrante nordestino, Luiz Inácio Lula da Silva vencería a José Serra,
el candidato del oficialismo, en las elecciones presidenciales en segunda
vuelta con un total del 61,3% de los votos válidos. De la mano del Partido dos
Trabalhadores (PT), una persona de origen humilde con experiencia en el
movimiento sindical, se convertía en la figura política más importante de la
república brasileña.
Es
innegable que el contexto en el cual asume el nuevo presidente jugará un rol
clave en la consolidación de su liderazgo, ya que, en caso de ser favorable,
representaría un recurso de poder objetivo en manos de la cabeza del ejecutivo.
Sin embargo, en caso que el contexto de asunción sea adverso –como efectivamente
ocurrió aquí- dependerá de la astucia del presidente capitalizarlo a su favor.
Mencionada
la importancia del contexto de asunción, puesto que retomando la definición de
Fabbrini, toda relación de liderazgo se sitúa en un contexto histórico, en este
apartado nos dedicaremos a una rápida revisión de los gobiernos democráticos
instalados durante la tercera ola democratizadora, haciendo especial hincapié
en los gobiernos de Fernando Hernique Cardoso (FHC), que prepararán el terreno
y posteriormente, desencadenarán el triunfo de Lula da Silva.
Comúnmente,
se han caracterizado a las dos últimas décadas del siglo XX como “décadas
perdidas”. Con la reinstauración del régimen democrático de gobierno luego
de más de veinte años de dictadura, la embrionaria democracia brasileña
atravesó un período de reforma de su constitución. Proceso de reforma en el
cual Lula da Silva fue protagonista central, principalmente a través de su
participación en el movimiento Direitas Já (en referencia a la restauración
inmediata de las elecciones libres y abiertas).
Brasil
entraba a una nueva década con una Constitución reformada (la misma se
promulgaría el 5 de octubre de 1988) y con las esperanzas de dejar atrás una década
de casi estancamiento de su economía. El pueblo brasileño depositaría sus
esperanzas en Fernando Collor de Melho, quien por entonces era diputado por el
estado de Alagoas. Lula se enfrentaría a Collor de Melho, quien lo vencería en
segunda vuelta. Se han escrito varios artículos sobre el papel relevante que
desempeñaron los medios de comunicación a la hora de inclinar la balanza a
favor de Collor en esta elección.
El
corto período de Collor de Melho a cargo de la presidencia de la república
–quien presentó su renuncia y posteriormente fue sometido a un proceso de
juicio político luego de que se hicieran públicos ciertos episodios de
corrupción que lo involucraban directamente- estuvo signado por el espíritu de
la época: la implementación de una batería de políticas en consonancia con lo
“recomendado” por Williamson en su ya célebre Consenso de Washington. Estas
medidas, entre las cuales se incluyen la apertura de la economía, la política
de privatizaciones y desregulaciones entre muchas otras, serían profundizadas
bajo la administración de FHC y su ministro de hacienda Luis Carlos Bresser
Pereyra.
Cardoso
llegaría a la presidencia de la República de la mano de la implementación
exitosa durante el gobierno de Itamar Franco, quien sucediera a Collor, de un
plan para contener la inflación, denominado Plan Real.
El
corolario de la décadas del ochenta y noventa fue, según Jorge Mattoso “la
existencia de la menor tasa de crecimiento económico del siglo XX (1,65%) y
apenas 2,3% al año durante los ocho años de gobierno de FHC”. Según estadísticas
presentadas por el mismo autor, el desempleo en la región metropolitana de Sao
Paulo ascendía, a principios del año 2002 al 19%; mientras que en las demás
regiones metropolitanas se observaba un desempleo del 7,9%. Además, entre 1991
y 2002, gracias al Plan Nacional de Desestatización (PND), se privatizaron 69
empresas y participaciones estatales federales en los siguientes sectores
estratégicos: eléctrico, petroquímico, portuario, de minerales, financiero,
entre otros.
Es
en estas condiciones adversas en las que Lula da Silva es electo presidente. El
candidato del PT, quien como ya mencionamos había tenido otros tres intentos
fallidos de conquistar la presidencia, esta vez decidió realizar un cambio de
estrategia. Históricamente el partido se había caracterizado por mantener una
inflexible política de alianzas, circunscriptas éstas en las elecciones
anteriores a partidos de izquierda. En esta ocasión, Lula y los demás
dirigentes del PT optaron por salir a la conquista del votante del centro del
espectro político ideológico. Para lograrlo, el PT decidió abandonar a su
clásico aliado –el Partido Comunista- y abogar por una alianza capital-trabajo,
expresada ésta en la fórmula presidencial de aquel año con José Alencar como
candidato a vicepresidente, quien pertenecía al por aquel entonces denominado
Partido Liberal (actualmente el partido lleva el nombre de Partido
Republicano). El caudal de votos conquistados gracias a esta alianza
estratégica le permitió al ex líder sindical finalmente, luego de varios
intentos fallidos, convertirse en el primer presidente obrero de Brasil.
Esta
inteligente maniobra política no sólo coadyuvó para que el PT por fin se
hiciera con la presidencia, sino que sería el primer indicio de lo importante
que sería la capacidad del partido y, principalmente de su máximo líder, de
adaptarse rápidamente a las cambiantes condiciones nacionales y mundiales.
Gracias a esta estrategia y a la batería de políticas que implementaría luego,
Brasil se convertiría en un país confiable a los ojos del gran capital, quien
siempre ha observado con recelo el ascenso de líderes con pasado en la
dirigencia sindical o provenientes de movimientos de izquierda. Prueba del
recelo del gran capital es, sin lugar a dudas, la gran fuga de capitales que
experimentó el país antes de las elecciones de aquel año. La conocida Carta
Ao Povo Brasileiro (Carta al pueblo brasileño) fue el instrumento del cual
se valió el PT para brindar “tranquilidad” al capital internacional. El
mencionado documento, en palabras de uno de sus propios miembros fundadores y
actual ministro de gobierno de Dilma Rousseff, “representó un compromiso de
responsabilidad política con una transición gradual de los programas
neoliberales fracasados a las nuevas directrices políticas expuestas en el
documento Otro Brasil es Posible.
Este compromiso tenía un carácter fundamentalmente táctico. Se trataba de
conservar la estabilidad monetaria, seriamente amenazada por la fragilidad
estructural de nuestra economía en ese momento y agravaba por una coyuntura
política de transición que generaba incertidumbre y desconfianza”. Esa
coyuntura de desconfianza se veía agravada por la profunda crisis argentina,
simbolizada en los trágicos episodios de diciembre del 2001.
Hasta
aquí observamos el panorama en el cual el presidente brasileño asumiría su mandato
el 1 de enero del año 2003. Conozcamos un poco mejor a este migrante nordestino
que, por una serie de circunstancias, se convertiría en el Jefe de la República
Federativa de Brasil
Dimensión
subjetiva del liderazgo
El
país más grande de Sudamérica, se ha caracterizado históricamente por sus
marcadas desigualdades regionales. Ha sido una práctica común para los
habitantes del sertão brasileño, migrar hacia el sur en busca de
oportunidades, con el deseo de progresar. La historia familiar de Lula es tan
sólo una de aquellas miles de familias que año tras año migraban hacia las
ciudades del sur de Brasil, en busca de empleo y mejores condiciones de vida de
las cuales carecían en el por aquel entonces olvidado norte del país.
No
quisiera detenerme en realizar un recuento pormenorizado de la historia de vida
de Lula da Silva.
Dignas de mención son sus experiencias al frente del movimiento sindical y del
anteriormente comentado, Direitas Já, las cuales, sin lugar a dudas han
contribuido a formar sus dotes de líder de masas.
En
estas palabras se definiría Lula durante una de las entrevistas concedidas a
Denise Paraná: “No siempre la elaboración intelectual tiene un (o mejor)
componente político. Yo tengo conciencia de que hoy no soy más un obrero con
lenguaje de obrero. Soy un obrero intelectualizado” 68.
A tal punto se siente identificado con los trabajadores del Brasil que llega a
afirmar “Puedo no recordar el número de mi documento de identidad, pero no
me olvido nunca de la matrícula (de afiliación al sindicato)”
Uno
de los principales y más sobresalientes rasgos que hacen de Lula un líder
político, es su capacidad de adaptarse a lo que las circunstancias le deparan. Frente
a aquellos intelectuales de izquierda que han criticado al PT, y por
consiguiente al mismísimo presidente, por su reformismo, Mercadante afirma que
la praxis y la capacidad de adaptar las estrategias políticas a las condiciones
reinantes, siempre ha sido algo que ha caracterizado al partido. Claro ejemplo
de la praxis política del partido de gobierno, es este primer mandato llevado
adelante por Luiz Inácio Lula da Silva. Según nuestra visión, la alianza con el
Partido Liberal y las medidas económicas implementadas durante la primera
administración petista no implicarían ningún “giro a la derecha”, sino que, una
vez más demuestran como “la praxis sobredeterminaba la teoría y la ortodoxia
ideológica”.
Esta alianza capital-trabajo demostró ser una estrategia que dio sus frutos,
logrando ganarse no sólo la confianza del capital internacional que miraba con
recelo la asunción de un presidente de izquierda, sino también conquistando los
votos necesarios que se le habían negado en las tres elecciones anteriores.
La
importancia de la praxis política también será resaltada por Juan Domingo Perón,
quien en su libro dedicado a los conductores políticos escribía: “La acción
está siempre por sobre la concepción (…) El mundo no vive de buenas ideas; vive
de buenas realizaciones. Por eso creo que las doctrinas son movimiento, son
acción, no sólo pensamiento (…) Este es el punto de partida de la conducción”
La
dinámica política:
Fuentes
extrapartidarias de poder y su relación con el presidente: el gobierno y el
movimiento sindical
Intentar
describir en un solo artículo minuciosamente las relaciones de la cabeza del
ejecutivo con todas las fuentes extrapartidarias de poder que influyen en la
vida política brasileña sería casi imposible de un solo artículo. Por lo tanto
se recurrirá, a modo de ejemplo, a describir las relaciones que el líder
petista entabla con el movimiento sindical y los medios de comunicación. Estos
últimos representarán el principal agente de oposición al gobierno.
Siendo
Lula da Silva un dirigente político que ha adquirido la mayor parte de su
experiencia política en el ámbito sindical no sorprendería encontrar la presencia
de personalidades que compartan el mismo origen en la administración pública. “Durante
el primer gobierno de Lula, varios cargos importantes, incluidos 12
ministerios, fueron ocupados por sindicalistas, ex-sindicalistas o líderes
partidarios cercanos al movimiento sindical cutista. El Ministerio de Trabajo,
por ejemplo, fue ocupado por Jacques Wagner (ex-sindicalista petrolero),
Ricardo Berzoini (del sindicato de los bancarios) y Luiz Marinho (metalúrgico y
ex-presidente de la CUT)”.
Dicho
esto, uno quizás esperaría un total alineamiento del
movimiento sindical detrás de su figura. Sin embargo, de las dos centrales
sindicales más importantes del vecino país, Central Única de los Trabajadores y
Fuerza Sindical, sólo la primera apoyó la candidatura presidencial de Lula da
Silva. Sin embargo, esto no redundó, como quizás podría esperarse, en un
sindicalismo estéril y poco combativo frente a las decisiones del ejecutivo. De
hecho, las relaciones distaron de ser amistosas. La CUT buscó lo que R. Radermacher
y W. Melleiro denominan una “solidaridad crítica”. Durante
el primer mandato petista, se sucedieron varios conflictos. Dos de los más
significativos atañen a dos reformas, por demás importantes, impulsadas por el
gobierno. En primer lugar, nos referiremos a la reforma del sistema previsional
de los empleados públicos en todos los niveles del estado sancionada en el año
2003. Entre los principales puntos de la reforma previsional se destacaban una
mayor rigidez en los criterios para la jubilación que aumentó la edad mínima
jubilatoria, al igual que “estableció la ampliación del tiempo de
contribución y el establecimiento de un valor máximo en las jubilaciones”. La
reforma generó varios “portazos” y cruces al interior de las propias fuerzas de
apoyo del presidente.
Situación
similar se dio con el proyecto de reforma sindical y laboral. En esta
oportunidad el gobierno optó por la creación de un espacio de diálogo,
negociación y conciliación denominado el Foro Nacional del Trabajo (FNT), en
este participarían representantes del gobierno, del movimiento sindical y del
mundo empresarial. Finalmente, luego de muchas idas y vueltas el proyecto fue
enviado al parlamento para el año 2005 pero debido al escándalo y agitación
política provocado por el mensalão, el proyecto de reforma nunca
prosperó durante la primera administración petista. En mayo de 2006 el
presidente dictó dos decretos mediante los cuales se creaba el Consejo Nacional
de Relaciones de Trabajo y se legalizaban las centrales sindicales. Sin
embargo, una vez más, las iniciativas del gobierno no prosperaron, la propuesta
fue rechazada por el poder legislativo. Observaremos más adelante la relación
entre estos dos poderes.
De
la misma manera, durante este periodo, las centrales sindicales presionaron al
gobierno por el aumento de los salarios mínimos y la corrección anual de la
tabla del impuesto a la renta; ambas reivindicaciones, importantísimas para la
clase trabajadora, lograron ser conquistadas.
El
presidente y los medios de comunicación: Los medios de comunicación devenidos
en oposición.
El
sistema de medios de comunicación de masas brasileño se caracteriza por ser
sumamente concentrado. La prensa escrita posee su circuito de distribución en
el eje Río de Janeiro-Sao Paulo y se caracteriza por orientarse a miembros de
la élite y a los formadores de opinión –a diferencia del sistema de televisión
que tiene un público más masivo, orientado principalmente a las clases
populares. Dice Goldstein citando a Lima “la histórica ausencia en Brasil de
una tradición partidaria consolidada genera el marco para el cumplimiento de
funciones partidarias por parte de los medios de comunicación, como son:
construir agenda pública, generar y transmitir informaciones políticas,
fiscalizar las acciones de gobierno, ejercer la crítica de las políticas
públicas y canalizar demandas de la población”
Podemos
identificar dos períodos en la relación entre el presidente y los medios de
comunicación. El primero se extiende desde el inicio de su mandato hasta el
escándalo del mensalão; el segundo período, que se iniciará a partir de las
graves denuncias de corrupción, estará marcado por la abierta confrontación en
plena campaña electoral por la reelección.
La
primera etapa estará signada por una desconfianza mutua aunque no franca
oposición. Es a partir del mensalão donde la relación comienza a volverse más abiertamente
conflictiva. Serán los medios gráficos quienes impulsarán los pedidos de la
oposición de juicio político al presidente; al cual le adjudicaban
responsabilidad en el conocimiento de estos hechos. Estos episodios son,
desafortunadamente, comunes en la vida política brasileña. El PT sin embargo
tenía, hasta ese momento, un expediente intachable. El gobierno de Lula tomó
cartas en el asunto y, finalmente terminó saliendo mejor parado. El presidente
sería reconfirmado en las próximas elecciones.
Relación
presidente-parlamento
Analizar
las relaciones que establecen entre el ejecutivo, y en particular el presidente
de la República, y el Congreso no es tarea sencilla. Por empezar, la cantidad
de diputados que conforman el poder legislativo brasileño es de un total de
513 personas.
La
elección disputada en el año 2002 dio como resultado que un total de 19
partidos se encuentren representados en el parlamento. De hecho, desde
1988 ningún partido logra elegir más de 20% del total de diputados.
Debido a estas características del parlamento brasileño, la política de
alianzas adquiere un rol protagónico. Dice Mercadante al respecto
“la
frágil y atomizada estructura de partidos de Brasil obliga a sus gobernantes a
practicar lo que se acordó llamar el presidencialismo de coalición, una
composición de fuerzas multipartidaria que asegura, en
el Congreso, la mayoría necesaria para dar sustento político y legislativo
al Poder Ejecutivo”.
Este tipo
tan particular de gobernar en Brasil convierte a la capacidad del ejecutivo de
adaptarse a las circunstancias de su entorno en crucial para asegurar que sus
decisiones y reformas lleguen a buen puerto.
En este
apartado observamos a las claras como, en el poder legislativo brasileño,
existen muy pocas posibilidades de lograr una mayoría propia. En términos de
recursos de poder, el ganar las elecciones no le garantiza al gobierno el
rápido tratamiento de sus proyectos. En este caso, observamos que dependerá de
la política de alianzas estratégicas del partido que gobierna el ejecutivo, que
el parlamento se convierta temporariamente en un recurso de poder a su favor,
aunque bien sabemos que cuando hablamos de política no hay alianzas que duren
para siempre
Conclusión
Se
ha intentado abordar la primera presidencia de Lula da Silva desde una
perspectiva diferente a la de los clásicos análisis institucionalistas puesto
que consideramos a Brasil como una democracia de baja institucionalización. Las
instituciones per se, por lo tanto, son insuficientes a la hora de
explicar la dinámica política regional. Es por ello que hemos hecho hincapié en
la importancia e influencia de las fuentes extrapartidarias de poder en las
decisiones políticas del primer mandatario y hemos ejemplificado este punto con
el análisis de las relaciones entre el sindicalismo y los medios de comunicación
y el primer mandatario.
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