Resumen
En la presente
reseña del libro Libertad para Desear, se analizará brevemente los puntos
centrales de los temas que abarca la citada publicación, la interesante
cuestión del consumo y su cosificación dentro del paradigma keynesiano es uno
de sus puntos centrales.
Abstract
This review looks for analyze in a brief way the book Freedom
from want. The interesting issue on consumption and its dehumanization
within Keynesian paradigm is one of its main arguments.
FREEDOM
FROM WANT. Kathleen G Donohue. 2003. Baltimore, John Hopkins University Press. ISBN 0-80187426-2
Revisado
por: Maximiliano Korstanje
Centre
for Ethnicity & Racism Studies
Universidad
de Leeds, Reino Unido.
Originalmente,
los economistas liberales veían en el consumo una amenaza para la prosperidad y
el crecimiento de una nación. El consumo no solo desorganizaba la base
productiva de la sociedad, sino que para esta visión creaba una atmósfera
descontrolada que afecta seriamente la riqueza. En su libro, Libertad para
Desear (Freedom from Want), la historiadora Kathleen G Donohue introduce al
lector en el génesis del mundo capitalista. De las cuatro libertades declaradas
por el ex presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, la libertad de
consumo ha sido una de las más criticadas y a la vez estudiadas por la economía
moderna. Una nueva era de consumidores y de consumo desmedido hizo epicentro
luego de finalizada la Segunda Gran Guerra, y Donohue nos explica la forma en
la cual el discurso del liberalismo se articula al consumismo. Recordemos, que
a los liberales la idea de una demanda híper consumista no solo les era ajena,
sino que contraproducente. El consumo amenazaba con hacer colapsar cualquier
orden económico. No obstante, se comenzaba a gestar una nueva concepción donde
la demanda adquiría mayor importancia que la oferta para poder solucionar el
tema de la pobreza. Si la economía clásica postulaba la importancia del trabajo
para producir riqueza, el discurso del consumo moderno invertía el mensaje. La
pobreza era considerada uno de los males del mundo, y la necesidad del estado
de remediarla la única solución de lograr una sociedad más justa y feliz. En
este sentido, era necesario cambiar los paradigmas del mercado haciendo énfasis
en el consumo, y dejando atrás a la producción, la cual obviamente resultaba
una consecuencia de la primera. Si el estado intervenía generando una necesidad
de compra, los productores obviamente deberían de adaptarse. Paradójicamente, fue
el Keynesianismo el encargado de cumplir un rol protagónico en el pasaje de una
sociedad de producción a otra global de consumo. El hecho de mejorar la
producción implicaba preguntarse quien se beneficiaría con esa medida, ¿el
trabajador en busca siempre de un salario para subsistir o el burgués
capitalista cuyos intereses buscaban la rentabilidad?.
Esta
pregunta ha dividido a las teorías económicas en dos vertientes principales. El
capitalismo liberal ha manifestado su interés en proteger a los productores que
acumulan capital para una nueva inversión, mientras que el marxismo coordinaba
esfuerzos no solo por denunciar las asimetrías del sistema productivo sino para
coordinar una negociación sindical unificada. Cualquiera sea el caso, Donohue
explica en forma brillante, ambas escuelas fallaron a la hora de resolver el
dilema del capital y la pobreza. Ciertamente, la búsqueda incesante de
ganancias ha llevado a las sociedades a adoptar formas de producción que
focalizan en el consumo y lo hacen modificando no solo la cultura sino los
hábitos de los estadounidenses. Esta nueva sociedad de consumo no produce para
el ciudadano, sino fabricando una necesidad para expandir la producción, y
generar mayor capital. En este proceso, la crisis del 30 y la interpretación de
los postulados intervenciones de Keynes son de gran importancia para los
exegetas de un nuevo orden liberal. Una sociedad laissez fair -en donde
todos entran en pugna con todos- impide la creación de los canales necesarios
para un consumo masivo. Para ello, se necesita de una crisis que amenaza con
expandir el hambre y la pobreza entre la población y de medidas estrictas de
intervención gubernamental para cambiar el eje del discurso. En este punto, las
tesis keynesianas son a los liberales lo que un anillo al dedo. Si los padres
fundadores del mercantilismo abogaban por el equilibrio entre las naciones para
combatir a la pobreza, la situación ahora es totalmente opuesta. Para el
mercantilista, el consumo destruye a la economía interna a la vez que favorece
la pobreza. Cada nación regula para sí los bienes internos, los que va a
exportar y los que debe importar. La única manera de mejorar la economía de un
país es en detrimento de otro. Aumentar la riqueza por medio de la exportación
masiva es la única medida eficaz para mantener los precios a nivel interno,
redirigiendo parte de la producción a la exportación. Empero, cuando se
estimula el consumo, la demanda interna reduce las posibilidades de la nación
para poder exportar y competir en los mercados internacionales. Para comienzos
del siglo XX, los economistas comienzan a formular un nuevo paradigma que
desafía al “mercantilismo”. Éste consiste en limitar la pobreza
incluyendo a toda una serie de actores que estaban fuera del sistema. Para
hacerlo proponen que el consumo debe ser el hilo regulador de toda economía y
que dadas las condiciones, la manera de aumentar la producción era inflando el
consumo. En este proceso, la innovación tecnológica, la importación de
maquinaria y la inversión de capital jugarían un rol decisivo para mejorar la
vida de todos los ciudadanos. Sin embargo, una vez que la economía quedo
subordinada a esta lógica se construyeron una serie de instituciones
extractivas y monopolios tendientes a proteger los intereses de la elite
financiera socavando el poder de negociación de los obreros y sus sindicatos. A
la vez que el mercado abre nuevas oportunidades de inversión, paradójicamente
estimula la “acumulación de capital”, el cual reduce el crecimiento genuino de
la sociedad. Luego de 1940, esta libertad para consumir quedo asociada a una de
las necesidades básicas del hombre moderno; algo más que un principio
incuestionable que empleado por el Estado podía limitar la pobreza a su mínima
expresión. Como bien observa Donohue, ello fue posible gracias a los críticos
del capitalismo quienes denunciaban las arbitrariedades de la sociedad de
productores. Los economistas de la crisis del 30 no solo tomaron ese
discurso que apuntaba hacia una elite industrial opresiva, sino que crearon un
nuevo “new deal” liberal (nuevo pacto) que transformaron la forma de pensar de
la sociedad americana para siempre. Lo que llega a todos es democrático, y
además es positivo si ayuda a los pobres. Cuando ideológicamente, los
estadounidenses se sentían superiores a otras naciones debido a su respeto por
la libertad, el consumo y la democracia, no menos cierto era que se vieron
envueltos en una vorágine de trabajo volcado al consumo que cercenó la
posibilidad de practicar un ocio genuino. En la sociedad de consumidores, el
ciudadano es bombardeado por un arquetipo masivo de publicidad que crea
escenarios simulados. La idea es cambiar la mentalidad del sujeto instalando la
necesidad de comprar. Por un lado, esta nueva táctica escondía un serio dilema,
¿hasta que punto el ciudadano era realmente libre para elegir?, ¿y hasta que
punto la democracia no se convertía en una dictadura del consumo?. Por el otro,
esta forma liberal de coacción se consolidaba gracias a la participación de los
economistas de izquierda quienes involuntariamente secundaron el proceso de
expansión del mismo capitalismo al cual criticaban. En parte, la sociedad de
productores había creado un sistema sostenido de pobreza, que debía de
agravarse con la crisis del 30. Del estado no intervenir incrementado el
consumo, y subordinando a los productores, el destino de la nación estaba
perdido. Fueron, entonces advierte Donohue, esta crítica junto al miedo a la
pobreza dos de los elementos esenciales para visión de un nuevo capitalismo más
global y orientado al “homo-consumer”.
Este
impresionante libro se encuentra estructurado en una lectura histórica que va
desde 1870 a 1940, y sus 7 capítulos abordan los aspectos esenciales de cada
fase. Donohue nos recuerda una de las grandes paradojas del capitalismo moderno
en los últimos cien años. El arribo del capital en las economías globales ofreció
nuevos canales de comercio para superar la crisis del 30, ayudado por la
liturgia keynesiana, pero a la vez ha sentado la base para un aumento
significativo de la pobreza en todo el mundo. Sin lugar a dudas, esta situación
se acelera cuando el consumo se transforma en el pilar de la economía nacional.