Resumen
En el siguiente
informe analizamos la política educativa argentina, y el rol de los diferentes
actores estratégicos que la componen.
Abstract
In
the following report we analyze the educational argentine policy, and the
function of the different strategic actors who compose it.
Identidad cultural. Familia, Estado y sociedad
civil, como factores estratégicos para la construcción de un proyecto
educativo nacional.
Esteban A. Amoretti*
1.
Cuando
nos remitimos como Estado a un concepto de Seguridad Nacional ampliado en
relación al definido por las Naciones Unidas, nos referimos a un sistema de
país cubierto no sólo de agresiones externas, sino también de aquellas que
provengan de cualquiera de los factores de poder, ya sean estos económicos,
políticos, psicosociales, culturales, etc.
Así
también, en lineamiento a lo que sostienen las Doctrinas de Seguridad
Hemisféricas impartidas desde los Estados Unidos para el resto del continente,
se adhiere al concepto de Defensa ampliado, donde el instrumento militar no es
lo principal, sino que siendo éste importante, actúa en modo de apoyo de los
otros factores de poder y/o también actúa, como último caso, cuando el sistema
colapsa.
Lo
estratégico para la construcción del Estado-Nación y fortalecimiento del mismo,
no es justamente el instrumento militar ni el poder económico, sino el Sistema
de Educación Nacional, y más precisamente la educación basada en la escuela
pública estatal y de calidad.
2.
Comúnmente
al abrir los periódicos nos desayunamos con las noticias más calamitosas en
relación a la educación, - siendo éste un tema de alta complejidad y cuidado-
en donde muchas veces es utilizado de forma descuidada, causando mayores daños
a un deterioro estructural real y notable del mismo imposible de ocultar.
Generalmente las editoriales versan sobre el abandono escolar, las huelgas
docentes, la violencia en las aulas, en síntesis, no hacen más que visualizar la
crisis que transita la escuela pública, y por sobretodo, la escuela pública
estatal.
Estas
interpretaciones se podrían analizar desde varios lugares. Pero antes de hacer
una lectura sobre estas situaciones, sería prudente hacer una primera distinción.
La educación tiene dos tipos de gestiones en la Argentina, una pública de
gestión estatal y la otra pública de gestión privada. Siempre la educación es pública,
ya que ambas gestiones reflejan en manos de quien está la educación, es decir
el cuerpo público (o estatal), ya que éste, el Estado, es aquel que elabora los
contendidos para los programas curriculares desde el Ministerio de Educación
Nacional, derramándolo sobre las provincias y sus instituciones formativas.
Inclusive la escuela de gestión pública privada respeta dichos contenidos,
siguiendo su influencia doctrinal. Ambas gestiones cumplen con la misma función,
que no es otra que la fundamental formación de ciudadanos.
Esto
que se dice tan simple, en la práctica es mucho más complejo, ya que dicha
función histórica se encuentra transversalmente golpeada por una coyuntura
social muy conflictiva, una marcada fragmentación socioeconómica, y una pérdida
notable de valores.
Hoy
encontramos también una crisis en la identidad familiar, porque no debemos
olvidar que los primeros educadores son los padres, y se ha roto esa base
fundamental de contención y moldura que se transmitía en relación a la
descendencia familiar de padres a hijos en materia de moralidad, respeto y
autoridad.
La
misma Ley de Educación Nacional conserva en su articulado el principio en que
declara que la familia es agente de formación natural y primario en materia
educativa. Pero así como decimos que se encuentra dañada esta institución,
también repercutirá indefectiblemente en la escuela, por ser históricamente ese
binomio natural que coadyuvaba en el papel fundamental de educar. Al golpear
una se quiebra inexorablemente la otra.
En
estos tiempos, se ha producido también, bajo esta visión dominante de
mundialización, una crisis provocada por el cuestionamiento al papel fundamental
de la escuela, indagando cual sería el papel de la misma hoy en día,
preguntando si es que ha cambiado en sus funciones, en síntesis, se la ha
puesto concretamente bajo sospecha en todo el mundo occidental.
En
los siglos XIX y XX, estaba muy claro que la escuela era una institución al
servicio de la formación de un ciudadano, para brindar una identidad cultural,
colaborar en la construcción del Estado Argentino. Pero esto ha ido cambiando
con el tiempo, y si observamos cuales son los principios a los cuales adhiere actualmente
esa misma institución, nos encontramos que los intereses y criterios que se han
instalados, ya no obedecen a intereses nacionales, sino más bien, responden a
intereses propuestos por organismos internacionales. Dado esto, deben cumplirse
nuevas directivas como educación para todos y de calidad, como las
grandes premisas, marcando una crisis desagregada visible por dos variables.
Por
un lado se ha echado mano a la falta de integración y contención a partir de la
desintegración del principio de Estado-Nación, suplidos por Estados
Gerenciales, dando paso a que la educación pública tanto de gestión estatal o
privada, no tengan un norte claro en ese sentido. También se ha puesto en
cuestionamiento el principio de nación argentina, la misma cultura e identidad
argentina, se han vaciado de contenido los símbolos patrios; sus
significaciones se han cambiado, y el lenguaje, mito y retórica que los
sostenía y contenía durante el desarrollo de nuestra historia nacional, han
dejado de tener valor. Se han desprestigiado a los próceres, y se ha
reivindicado a “santos de madera y falsos ídolos”, en definitiva, a aquellos
que no han aportado nada bueno al bien común de la nación.
Se
ha apelado tanto a la individualidad, a las minorías, y se ha hecho gran culto
exaltado a la diferencia, que han logrado que realmente se haga muy difícil
desde la visión misma del Estado y la sociedad civil, saber cuál es el papel
formativo de la escuela hoy, que ciudadanía se quiere construir, cuales serían
sus valores cívicos, sus costumbres y tradiciones republicanas que debería
defender y conservar.
No
hay que olvidar tampoco, que hay factores directos vinculados a la docencia, no
vista ya como vocación o profesión, sino desvirtuada en trabajo, en
donde el docente ya no es visto como aquel que educa e imparte conocimientos,
sino más bien, devenido en un mero funcionario público.
Se
ha contribuido con esto, al vaciamiento del sentido ontológico del ser mismo de
la vocación docente, su propia mística que le conservaba prestigio
histórico en la sociedad, y muchos otros méritos que Sarmiento le había
otorgado con su proyecto de educación nacional fundante, han sido
desacreditados, desmantelados y ya no tienen asidero alguno en la comunidad.
No
habrá educación de calidad si el Estado no posee buenos docentes. Esto que
parece una verdad de Perogrullo, responde también a que tampoco habrá educación
de calidad si no hay vocación docente. Si es que en relación al
compromiso brindado para con el alumno y la institución escolar que le acoge,
el docente debe limitarse a un horario de trabajo acotado, en malas condiciones
edilicias y mal remunerado, esa vocación que se obtiene al salir de la
institución formativa, se irá perdiendo con el transcurso del tiempo. Como
consecuencia a esto, se verá plasmada entonces, la tan criticada pero a la vez
entendible decadencia de la calidad de la enseñanza. (1)
3.
Retomando
el análisis en relación al papel de la familia, -de los padres como agentes
naturales y primarios de la educación de los niños- principio respaldado en la
Ley de Educación Nacional vigente, debemos ver si es que realmente la familia
continúa siendo este agente primario de formación y si pretende serlo, cual
sería en la práctica, en la puesta real en funcionamiento de la ley, dicho
papel en relación al Estado, preguntando si éste le da a las familias ese lugar
que históricamente ha conservado en la función educativa más básica y privada.
En
primer término, y dentro del espíritu de la misma Ley de Educación, encontramos
dos partes que hay que saber diferenciar al interpretarla. Por un lado, y
referenciando al discurso de ésta, encontramos el reconocimiento del derecho a
la educación por parte de la familia, y por otro, como acto seguido, el
ejercicio real del mismo, en donde el primer derecho queda obstruido porque se
enmarca bajo la visión prioritaria de que es el Estado, el garante absoluto
de la educación, es más, se jacta profundizando este derecho que se arroga, de
ser el educador por excelencia y fin último en materia educativa.
La
contradicción interna reconoce a la familia por una parte, pero por otro, se
coloca el mismo Estado como el educador, desplazando no sólo a la familia y su
derecho, sino reemplazando y desplazando al papel fundamental de la sociedad
civil en su conjunto, que esta muy debilitada en relación a la conciencia de
cuales son los derechos reales que posee frente al Estado.
Si
analizamos la realidad, encontramos los derechos de las mismas familias a una
educación acorde a sus principios, a su ética, a su filosofía y su religión,
muy machacados por el accionar del Estado. Educación que debe garantizar el
respeto a estos mismos derechos, pero brindando aún la misma calidad, tanto en
la gestión pública como privada. Estos derechos se encuentran reconocidos en la
misma Ley de Educación Nacional, en su artículo 128.
Por
parte de las familias, se observa que muchas veces delegan en la escuela su
papel de educar, desligándose de una responsabilidad que no saben llevar, pero
que luego demandan. Ignoran el papel formativo de la escuela, en el sentido
moral, ideológico y político, muchas veces en contraste a las preferencias y principios
brindados por la misma familia, pensando que ésta es un mero reservorio, en
donde al niño se lo deja depositado para su instrucción. Un lugar, que tal vez
en sus pensamientos, carece de intencionalidad, y que brinda formación en modo
de aislamiento, asepsia y neutralidad. Nada más lejos de la realidad. La
escuela, como cualquier otra institución social, se contamina de lo bueno y lo
malo del mundo en construcción que la rodea.
En
la escuela se transfiere una cosmovisión, una construcción de la realidad, es
un lugar en el mundo hablando del mundo, es un espacio con su propia
carga cultural y de valores, que posee una identidad. Identidad que muchas
veces los padres desconocen.
Nada
más al visualizar los contenidos curriculares, es decir, los contenidos que los
niños deben aprender en las escuelas, notamos rápidamente que estos son de
carácter prescriptivo, obligatorio para todos, que siendo derramados por el
Estado Nacional a las diferentes jurisdicciones, sin discriminar gestión
pública o privada, determinan el pensar de las instituciones que son bañadas por
esa directiva.
El
derecho a educar que el Estado se arroga, de la forma que considera pertinente,
aunque no respete los derechos de las familias, es siempre una decisión
política. Los contenidos curriculares los elabora la política. Es decir, que
con ellos se pueden transmitir los saberes, pero también las ideologías, las
filosofías y las culturas que hacen al gobierno que ocupa el Estado en el
momento del dictado de los mismos. No es casual que cada administración intente
el cambio de su Ley de Educación, ya que con ella se aseguran en parte
instaurar la cosmovisión que quieren construir y que va a ser enseñada en las
escuelas al conjunto de los ciudadanos en su formación.
Entonces,
para que se cumplan los derechos de las familias y el respeto a una enseñanza
basada en los principios que consideren para esa comunidad educativa acordes a
sus prerrogativas éticas, filosóficas y religiosas, se debe tomar conciencia de
los mismos derechos no sólo a nivel de las familias y de la sociedad civil que
la acoge, sino también de la misma dirección de la escuela. Muchas veces es la
misma escuela la que ignora este derecho. Hay que aclara también, que esta
postura es mucho más viable en los colegios de gestión privada que en los de
gestión estatal, ya que en ellos los padres y la sociedad se involucran mucho
más en la vida de la escuela y su organización educativa.
La
educación nunca es neutral, siempre condice con la política que la reglamenta,
y dicha reglamentación y adoctrinamiento siempre proviene de los lineamientos
impartidos y deseados por el aparato estatal.
4.
La
formación del Estado Nacional Argentino como burocracia, que se produce en las
décadas de 1860 y 1870, coincide en el contexto internacional con la
Restauración Meiji en el Japón (1868-1912), compartiendo curiosamente los tres
mismos pilares.
Para
el Japón es fundamental la eliminación del shogunado, es decir el feudalismo,
devolviéndole el poder al Emperador, se acaba con las milicias provinciales
(samuráis) que antiguamente lo defendían, se impone el servicio militar
obligatorio, y se imparte educación a niñas y niños, consolidando los saberes
en base a los valores y principios que hacían a la tradición cultural del
Japón.
En
la Argentina, ocurre algo similar. Durante casi todo el Proceso de Organización
Nacional, se van eliminando los caudillos, se constituye el Ejército nacional
y su servicio militar obligatorio, y en tercer lugar, se da primero el marco político-institucional
con la ley 1420 de educación, para luego dar creación de las escuelas Láinez en
conjunto con el aluvión inmigratorio, en donde se van transmitiendo valores que
hacían de vectores a la conformación de la incipiente nación con una
orientación determinada.
Este
modelo dio su ejemplo, hasta no hace muchos años atrás, con la vuelta de la
democracia en la Argentina. A partir de este momento, se observan severos
cambios en la educación nacional que podemos mencionar.
La
educación comenzará su decadencia; ese proyecto de nación al que nos
referíamos, comenzará a ser obstaculizado en mayor profundidad por intereses
externos que vendrán de larga data, los cuales comenzarán a demandar un sistema
de políticas educativas que no coinciden con el interés cultural de la nación.
Este
cimbronazo o tensión en la educación coincide con la irrupción a nivel global
de los conceptos demarcados por una fuerte mundialización o globalización, en donde
comienza a desdibujarse ese perfil de escuela formadora de ciudadanía, provista
de una determinada y particular identidad cultural nacional, demandando así, la
formación de otro ciudadano, uno de carácter universal o global. Es de esta
manera, que se comenzará a demandar también una nueva escuela.
Inclusive
hablar de identidad cultural, de un proyecto de nación permanente que se
perpetúe en el tiempo, es mal visto en el campo pedagógico-educativo. Pareciera
que la escuela de estos días debería ser una escuela light. Esto contribuye
entonces a una desestabilización del Estado en la tutela de estos principios
que eran antaño signo de cultura nacional; el enseñar una costumbre, ciertos
valores y tradiciones. Se comienza también en relación a esto, a perder el
norte de la Nación con identidad propia, y como consecuencia, la misma escuela
pública estatal, sintomatiza una crisis como institución histórica.
No
hay que omitir, que la escuela es una institución de larga data, que conserva
las huellas del origen, y que es muy lenta en sus cambios. Dicha demanda de
cambios es vertiginosa en relación a la opacidad de la escuela. Los alumnos
demandan también, derechos y aprendizajes que se encuentran en desfase con el
contexto escolar que los brinda. Podríamos decir que la escuela es de matriz
Siglo XIX y los alumnos Siglo XXI. Por esto, es inevitable una ruptura en los
diferentes estamentos mencionados, cuando el contexto internacional imprime
cambios externos que no coinciden con un proyecto cultural particular, en este
caso, el modelo de educación histórico argentino.
Dentro
de estos lineamientos externos que se ven cristalizados en los programas
escolares, los cuales no coinciden con el proyecto nacional de educación
histórico, basado en esos tres pilares con que culturalmente y tradicionalmente
se construyó la nación, a saber , el ser hispano-criollo-católico,
encontramos un choque con un lineamiento ideológico liberal-gramsciano, carente
de arraigo en estas tierras.
Hoy
en día, el influjo de la cultura está directamente manejado por las
concepciones y terminologías que se derramaron en el continente a partir del
año 1959, al bajar por la cordillera andina un extraño componente de
intromisión de orígen castro-comunista, es decir, componentes
ateos-materialistas e inmanentistas ajenos a los valores defendidos desde los
momentos del proyecto educativos nacional de la etapa de la Organización
Nacional.
Como
toda otredad, extrañamiento o extranjerismo, al ponerse en contacto con lo
terruño y particular de esta tierra, produce un choque de pensamiento y se
desgastan en pugnan los modelos culturales antagónicos.
Con
el paso del tiempo, vemos que dicho modelo extranjero se ha impuesto al
nacional, encontrando en las currículas formativas mayores lineamientos acordes
a pensamientos propios de la Escuela crítica o Escuela de Frankfurt, es decir,
el marxismo occidental o cultural de masas, de crítica a la autoridad basados
en los conceptos de Michel Foucault o de entrismo guevariano, que de respeto a
las ideas culturales tradicionales de la Argentina.
Esta
política de Estado fue una de las pocas políticas de largo plazo que se han
mantenido a lo largo del tiempo, desde la recuperación de la democracia a esta
parte. Dicha política fue sostenida por todas las administraciones cualquiera
sea su signo político, ideologizando con estos elementos la educación;
contaminando de la misma no sólo las currículas o contenidos de las materias que
deben enseñarse a los alumnos en las aulas, sino también, propagándolas en los
programas de formación de los docentes que luego irán a enseñar a esos mismos
alumnos.
Estos
conceptos los desagregamos con el fin de que el lector comprenda que la escuela
es uno de los lugares estratégicos para introducir con buen o mal tino
categorías fundamentales en la formación de los niños, construyendo si se
quiere, un cambio de enfoque de la vida, de los contextos, de los valores, de
todo aquello que imponga un nuevo ordenamiento moral, filosófico o ideológico,
diferente al que se ha mantenido desde los tiempos del proyecto educativo original
en general, y muchas veces diferente, al proyecto de vida privado y familiar
que se erige en la sociedad civil.(2)
El
lenguaje, la palabra y sus cambios, son otro de los polos a conquistar por esta
idea cultural no nacional, ya que aquel que domina el lenguaje, domina el
pensamiento y la vida ciudadana, deformándolo e introduciendo conceptos antiguamente
no representantes por la tradición cultural de la Nación.
El
otro punto fundamental, es la ruptura de la concepción o idea de autoridad,
transformándola en una ideologización peyorativa de la misma, derrumbando su
carácter de ordenamiento y disciplina, pasando a una sospecha y duda
permanente por su función en las aulas y las familias, con un desenlace tal
vez no buscado, que fue al dañarla, darle paso al autoritarismo. Allí donde se
carece de autoridad, pensamos, nace el autoritarismo.
El
retiro de los padres, los docentes, los directivos, y las sanciones, producen
este escenario de decadencia en donde ya no se sabe bien quien es aquel que
manda y aquel que obedece, quien enseña y quien atiende. Se ha sobre alimentado
el falso afán por dejar a todos contentos, agradando con el cumplimiento debido
de cada derecho personalísimo (3) que cada minoría demandase,
provocando así un verdadero caos y desorden. Y cuando no hay orden, como hemos
dicho anteriormente, nace el autoritarismo.
5.
Luego
de hacer un repaso conforme a lo que entendemos como los agentes estratégicos
que conforman la educación de una Nación como son el Estado, la familia y la
sociedad civil, podríamos concluir algunos lineamientos a tener en cuenta.
En
primer término, la idea de proyecto educativo nacional a largo plazo parece
suspendida en el tiempo, a causa de que no hay definido en concreto un modelo
de integración que agregue a cada uno de estos actores, en cumplimiento de sus
funciones y tareas, respetando el lugar histórico que les compete a cada uno.
Observamos
más bien, intromisiones del garante educador que es el Estado y sus aparatos
estatales por sobre la familia, base primaria de la educación moral y privada
de los niños.
La
decadencia moral sostenida en el tiempo, dando como consecuencia una profunda
fragmentación económica, no condice con un proyecto duradero de educación de
calidad y respeto de los valores cívicos que cada agente educador quiere volcar
en las escuelas.
Se
ha abierto el debate a una sub-clasificación de escuelas ricas para ricos y
escuelas pobres para pobres. Comúnmente en las escuelas con mayores
necesidades, no hay participación o es poca/nula por parte de las familias a
razón de su situación socioeconómica, obligándolas a tomar los lineamientos
públicos que les son dados por el Estado.
La
otra, propugna por el respeto de valores privados y morales particulares, en
instituciones que brindan una mayor apertura y contención a la comunidad en su
conjunto por sus posibilidades económicas. Es decir, que la variable económica
juega a favor y en contra en relación a la variable de cumplimiento de calidad educativa
y respeto de valores particulares, profundizando una clara distinción entre las
mismas. Podríamos aventurarnos a afirmar entonces, que aquellos con más dinero
poseen mayores chances de hacer cumplir sus derechos particulares y sus valores
cívicos que aquellos que poseen menos recursos.
La
intromisión, desde la apertura de la democracia a esta parte, de valores
foráneos al pensamiento tradicional nacional, marcan una ruptura y bisagra en
la proyección a futuro de lo que se espera en materia educativa, con el Estado
como principal responsable, en donde no se contienen los valores que
identificaron al ser nacional en el proceso de organización patriótico de
antaño.
La
destrucción de los contenidos curriculares que forman a docentes y alumnos, la
crisis de autoridad provocada y el desligue de las instituciones intermedias,
representadas por una familia cada vez más desprestigiada, conllevan a que no
haya en un futuro próximo, un proyecto educativo que cumpla con las necesidades
que el mundo demanda, una educación obligatoria y de calidad para todos,
pero enmarcado además en un proyecto de Nación con identidad argentina.
Material
de consulta y bibliografía destacada
- Ley
de Educación Nacional Nº 26.206.
- Gramsci,
Antonio. Antología. Siglo XXI Editores. Primera Edición, Cuarta
Reimpresión, Buenos Aires, 2011.
-
Kessler, Gabriel. La experiencia escolar fragmentada. Estudiantes y
docentes en la escuela media en Buenos Aires. IIPE/UNESCO, Buenos Aires, 2002.
-
Peña, R.A. “Cultural differences and the construction of meanings;
implications for the leadership and organizational context of schools”, en
Education Policy Analysis Archives, vol. 5 number 10. Arizona. US. 1997.
-
Rist, R. “Student Social Class and Teacher Expectations. The self-fulfilling
Prophecy in Ghetto Education”, en Harvard Educational Review, 40. USA. Agosto, 1970. Pp. 411-450.
- Tedesco, Juan
Carlos y Tenti Fanfani, Emilio. La reforma educativa en la Argentina.
Semejanzas y particularidades”, en “Las reformas educativas en la década de
1990. Un estudio comparado de la Argentina, Chile y Uruguay”. Buenos Aires,
2004. BID/Ministerios de Educación de la Argentina, Chile y Uruguay, Grupo
Asesor de la Universidad de Stanford. Pp. 21-72. ISBN 950-00-04888-7.
Notas
al pie
*Licenciado
y Profesor en Ciencia Política. Teoría y Filosofía Política. Santa María de los
Buenos Aires, República Argentina, 2015.
(1)
No compartimos la idea marxista de que a todo trabajo pago, trabajo igual,
ya que tanto la educación, como la salud y la seguridad, deberían ser
entendidas como una vocación, no como un trabajo que amerita sindicalización,
gremialismo, etc. El trabajador docente es un nuevo concepto que se ha
impuesto en los últimos tiempos, y que no representa, a nuestra forma de ver,
el sentido histórico y lugar de prestigio que debe tener un profesor o docente
en la sociedad, deslegitimando su papel o rol en la misma, socavando su
identidad moral y autoridad.
(2)
Antonio Gramsci, intelectual marxista, célebre por sus escritos de los Cuadernos
de la cárcel, redactados en cautiverio durante el gobierno fascista
italiano de B. Mussolini, propone esta revolución cultural, basado en conceptos
de entrismo y desbaratamiento del ordenamiento y el sentido común imperante. Es
recordado por frases como, “…adueñémonos del mundo de las ideas, para que las
nuestras lleguen a ser las ideas del mundo…”, ó “La conquista del poder
cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción
concertada de los intelectuales llamados orgánicos infiltrados en todos los
medios de comunicación, expresión y universitarios.”
(3)
La demanda en extremo de derechos sin sopesar ninguna obligación o muy pocas en
contrapeso social, es un viejo anhelo de la oscura Revolución Francesa, que
nacida en contra de la autoridad de la Iglesia Católica y la Monarquía, se ha
adueñado con el paso de los tiempos de la vida interna de cada Estado-Nación,
como complemento a la idea positiva de la Ilustración. Hoy se ve representada
por ideologías que son de tendencia libertadora, pero mayoritariamente de
izquierda. Tal vez tenían razón algunos viejos nacionalistas, cuando afirmaban
que liberalismo y marxismo era hijos putativos de la misma madre, o que
lamentablemente aquellos polvos, traerían estos lodos.