Revista Nº24 "SOCIOLOGÍA Y EDUCACIÓN"

Resumen

En el siguiente informe analizamos la política educativa argentina, y el rol de los diferentes actores estratégicos que la componen.

Abstract

In the following report we analyze the educational argentine policy, and the function of the different strategic actors who compose it.

 

Identidad cultural. Familia, Estado y sociedad civil,  como factores estratégicos para la construcción de un proyecto educativo nacional.    

                                                                     

                                                                                                          Esteban A. Amoretti*

 

                                                                      1.

 

Cuando nos remitimos como Estado a un concepto de Seguridad Nacional ampliado en relación al definido por las Naciones Unidas, nos referimos a un sistema de país cubierto no sólo de agresiones externas, sino también de aquellas que provengan de cualquiera de los factores de poder, ya sean estos económicos, políticos, psicosociales, culturales, etc.

Así también, en lineamiento a lo que sostienen las Doctrinas de Seguridad Hemisféricas impartidas desde los Estados Unidos para el resto del continente, se adhiere al concepto de Defensa ampliado, donde el instrumento militar no es lo principal, sino que siendo éste importante, actúa en modo de apoyo de los otros factores de poder y/o también actúa, como último caso, cuando el sistema colapsa.

Lo estratégico para la construcción del Estado-Nación y fortalecimiento del mismo, no es justamente el instrumento militar ni el poder económico, sino el Sistema de Educación Nacional, y más precisamente la educación basada en la escuela pública estatal y de calidad.

                                                                            2.

Comúnmente al  abrir los periódicos nos desayunamos con las noticias más calamitosas en relación a la educación, - siendo éste un tema de alta complejidad y cuidado- en donde muchas veces es utilizado de forma descuidada, causando mayores daños a un deterioro estructural real y notable del mismo imposible de ocultar. Generalmente las editoriales versan sobre el abandono escolar, las huelgas docentes, la violencia en las aulas, en síntesis, no hacen más que visualizar la crisis que transita la escuela pública, y por sobretodo, la escuela pública estatal.

Estas interpretaciones se podrían analizar desde varios lugares. Pero antes de hacer una lectura sobre estas situaciones, sería prudente hacer una primera distinción. La educación tiene dos tipos de gestiones en la Argentina, una pública de gestión estatal y la otra pública de gestión privada. Siempre la educación es pública, ya que ambas gestiones reflejan en manos de quien está la educación,  es decir el cuerpo público (o estatal), ya que éste, el Estado, es aquel que elabora los contendidos para los programas curriculares desde el Ministerio de Educación Nacional, derramándolo sobre las provincias y sus instituciones formativas. Inclusive la escuela de gestión pública privada respeta dichos contenidos, siguiendo su influencia doctrinal. Ambas gestiones cumplen con la misma función, que no es otra que la fundamental formación de ciudadanos.

Esto que se dice tan simple, en la práctica es mucho más complejo, ya que dicha función histórica se encuentra transversalmente golpeada por una coyuntura social muy conflictiva, una marcada fragmentación socioeconómica, y una pérdida notable de valores.

Hoy encontramos también una crisis en la identidad familiar, porque no debemos olvidar que los primeros educadores son los padres, y se ha roto esa base fundamental de  contención y moldura que se transmitía en relación a la descendencia familiar de padres a hijos en materia de moralidad, respeto y autoridad.

La misma Ley de Educación Nacional conserva en su articulado el principio en que declara que la familia es agente de formación natural y primario en materia educativa. Pero así como decimos que se encuentra dañada esta institución, también repercutirá indefectiblemente en la escuela, por ser históricamente ese binomio natural que coadyuvaba en el papel fundamental de educar. Al golpear una se quiebra inexorablemente la otra.

En estos tiempos, se ha producido también, bajo esta visión dominante de mundialización, una crisis provocada por el cuestionamiento al papel fundamental de la escuela, indagando cual sería el papel de la misma hoy en día, preguntando si es que ha cambiado en sus funciones, en síntesis, se la ha puesto concretamente bajo sospecha en todo el mundo occidental.

En los siglos XIX y XX, estaba muy claro que la escuela era una institución al servicio de la formación de un ciudadano, para brindar una identidad cultural, colaborar en la construcción del Estado Argentino. Pero esto ha ido cambiando con el tiempo, y si observamos cuales son los principios a los cuales adhiere actualmente esa misma institución, nos encontramos que los intereses y criterios que se han instalados, ya no obedecen a intereses nacionales, sino más bien, responden a intereses propuestos por organismos internacionales. Dado esto, deben cumplirse nuevas directivas como educación para todos y de calidad, como las grandes premisas, marcando una crisis desagregada visible por dos variables.

Por un lado se ha echado mano a la falta de integración y contención a partir de la desintegración del principio de Estado-Nación, suplidos por Estados Gerenciales, dando paso a que la educación pública tanto de gestión estatal o privada, no tengan un norte claro en ese sentido. También se ha puesto en cuestionamiento el principio de nación argentina, la misma cultura e identidad argentina, se han vaciado de contenido los símbolos patrios; sus significaciones se han cambiado, y el lenguaje, mito y retórica que los sostenía y contenía durante el desarrollo de nuestra historia nacional, han dejado de tener valor. Se han desprestigiado a los próceres, y se ha reivindicado a “santos de madera y falsos ídolos”, en definitiva, a aquellos que no han aportado nada bueno al bien común de la nación.

Se ha apelado tanto a la individualidad, a las minorías, y se ha hecho gran culto exaltado a la diferencia, que han logrado que realmente se haga muy difícil desde la visión misma del Estado y la sociedad civil, saber cuál es el papel formativo de la escuela hoy, que ciudadanía se quiere construir, cuales serían sus valores cívicos, sus costumbres y tradiciones republicanas que debería defender y conservar.

No hay que olvidar tampoco, que hay factores directos vinculados a la docencia, no vista ya como vocación o profesión, sino desvirtuada en trabajo, en donde el docente ya no es visto como aquel que educa e imparte conocimientos, sino más bien, devenido en un mero funcionario público.

Se ha contribuido con esto, al vaciamiento del sentido ontológico del ser mismo de la vocación docente, su propia mística que le conservaba prestigio histórico en la sociedad, y muchos otros méritos que Sarmiento le había otorgado con su proyecto de educación nacional fundante,  han sido desacreditados, desmantelados y ya no tienen asidero alguno en la comunidad.

No habrá educación de calidad si el Estado no posee buenos docentes. Esto que parece una verdad de Perogrullo, responde también a que tampoco habrá educación de calidad si no hay vocación docente. Si es que en relación al compromiso brindado para con el alumno y la institución escolar que le acoge, el docente debe limitarse a un horario de trabajo acotado, en malas condiciones edilicias y mal remunerado,  esa vocación que se obtiene al salir de la institución formativa, se irá perdiendo con el transcurso del tiempo. Como consecuencia a esto,  se verá plasmada entonces, la tan criticada pero a la vez entendible decadencia de la calidad de la enseñanza. (1)                                                                

                                                                     3.

Retomando el análisis en relación al papel de la familia, -de los padres como agentes naturales y primarios de la educación de los niños- principio respaldado en la Ley de Educación Nacional vigente, debemos ver si es que realmente la familia continúa siendo este agente primario de formación  y si pretende serlo, cual sería en la práctica, en la puesta real en funcionamiento de la ley, dicho papel en relación al Estado, preguntando si éste le da a las familias ese lugar que históricamente ha conservado en la función educativa más básica y privada.

En primer término, y dentro del espíritu de la misma Ley de Educación, encontramos dos partes que hay que saber diferenciar  al interpretarla. Por un lado, y referenciando al discurso de ésta, encontramos el reconocimiento del derecho a la educación por parte de la familia, y por otro, como acto seguido, el ejercicio real del mismo, en donde el primer derecho queda obstruido porque se enmarca bajo la visión prioritaria de que es el Estado, el garante absoluto de la educación, es más, se jacta profundizando este derecho que se arroga, de ser el educador por excelencia y fin último en materia educativa.

La contradicción interna reconoce a la familia por una parte, pero por otro, se coloca el mismo Estado como el educador, desplazando no sólo a la familia y su derecho, sino reemplazando y desplazando al papel fundamental de la sociedad civil en su conjunto, que esta muy debilitada en relación a la conciencia de cuales son los derechos reales que posee frente al Estado.

Si analizamos la realidad, encontramos los derechos de las mismas familias a una educación acorde a sus principios, a su ética, a su filosofía y su religión, muy machacados por el accionar del Estado. Educación que debe garantizar el respeto a estos mismos derechos, pero brindando  aún la misma calidad, tanto en la gestión pública como privada. Estos derechos se encuentran reconocidos en la misma Ley de Educación Nacional, en su artículo 128. 

Por parte de las familias, se observa que muchas veces delegan en la escuela su papel de educar, desligándose de una responsabilidad que no saben llevar, pero que luego demandan. Ignoran el papel formativo de la escuela, en el sentido moral, ideológico y político, muchas veces en contraste a las preferencias y principios brindados por la misma familia, pensando que ésta es un mero reservorio, en donde al niño se lo deja depositado para su instrucción. Un lugar, que tal vez en sus pensamientos, carece de intencionalidad, y que brinda formación en modo de aislamiento, asepsia y neutralidad. Nada más lejos de la realidad. La escuela, como cualquier otra institución social, se contamina de lo bueno y lo malo del mundo en construcción que la rodea.

En la escuela se transfiere una cosmovisión, una construcción de la realidad, es un lugar en el mundo hablando del mundo, es un espacio con su propia carga cultural y de valores, que posee una identidad. Identidad que muchas veces los padres desconocen.

Nada más al visualizar los contenidos curriculares, es decir, los contenidos que los niños deben aprender en las escuelas, notamos rápidamente que estos son de carácter prescriptivo, obligatorio para todos, que siendo derramados por el Estado Nacional a las diferentes jurisdicciones, sin discriminar gestión pública o privada, determinan el pensar de las instituciones que son bañadas por esa directiva.

El derecho a educar que el Estado se arroga, de la forma que considera pertinente, aunque no respete los derechos de las familias, es siempre una decisión política. Los contenidos curriculares los elabora la política. Es decir, que con ellos se pueden transmitir los saberes, pero también las ideologías, las filosofías y las culturas que hacen al gobierno que ocupa el Estado en el momento del dictado de los mismos. No es casual que cada administración intente el cambio de su Ley de Educación, ya que con ella se aseguran en parte instaurar la cosmovisión que quieren construir y que va a ser enseñada en las escuelas al conjunto de los ciudadanos en su formación.

Entonces, para que se cumplan los derechos de las familias y el respeto a una enseñanza basada en los principios que consideren para esa comunidad educativa acordes a sus prerrogativas éticas, filosóficas y religiosas, se debe tomar conciencia de los mismos derechos no sólo a nivel de las familias y de la sociedad civil que la acoge, sino también de la misma dirección de la escuela. Muchas veces es la misma escuela la que ignora este derecho. Hay que aclara también, que esta postura es mucho más viable en los colegios de gestión privada que en los de gestión estatal, ya que en ellos los padres y la sociedad se involucran mucho más en la vida de la escuela y su organización educativa.

La educación nunca es neutral, siempre condice con la política que la reglamenta, y dicha reglamentación y adoctrinamiento siempre proviene de los lineamientos impartidos y deseados por el aparato estatal.

                                                                            4.

La formación del Estado Nacional Argentino como burocracia, que se produce en las décadas de 1860 y 1870, coincide en el contexto internacional con la Restauración Meiji en el Japón (1868-1912), compartiendo curiosamente los tres mismos pilares.

Para el Japón es fundamental la eliminación del shogunado, es decir el feudalismo, devolviéndole el poder al Emperador, se acaba con las milicias provinciales (samuráis) que antiguamente lo defendían, se impone el servicio militar obligatorio, y se imparte educación a niñas y niños, consolidando los saberes en base a los valores y principios que hacían a la tradición cultural del Japón.

En la Argentina, ocurre algo similar. Durante casi todo el Proceso de Organización Nacional,  se van eliminando los caudillos, se constituye el Ejército nacional y su servicio militar obligatorio, y en tercer lugar, se da primero el marco político-institucional con la ley 1420 de educación, para luego dar creación de las escuelas Láinez en conjunto con el aluvión inmigratorio, en donde se van transmitiendo valores que hacían de vectores a la conformación de la incipiente nación con una orientación determinada.

Este modelo dio su ejemplo, hasta no hace muchos años atrás, con la vuelta de la democracia en la Argentina. A partir de este momento, se observan severos cambios en la educación nacional que podemos mencionar.

La educación comenzará su decadencia; ese proyecto de nación al que nos referíamos, comenzará a ser obstaculizado en mayor profundidad por intereses externos que vendrán de larga data, los cuales comenzarán a demandar un sistema de  políticas educativas que no coinciden con el interés cultural de la nación.

Este cimbronazo o tensión en la educación coincide con la irrupción a nivel global de los conceptos demarcados por una fuerte mundialización o globalización, en donde comienza a desdibujarse ese perfil de escuela formadora de ciudadanía, provista de una determinada y particular identidad cultural nacional, demandando así, la formación de otro ciudadano, uno de carácter universal o global. Es de esta manera, que se comenzará a demandar  también una nueva escuela.

Inclusive hablar de identidad cultural, de un proyecto de nación permanente que se perpetúe en el tiempo, es mal visto en el campo pedagógico-educativo. Pareciera que la escuela de estos días debería ser una escuela light. Esto contribuye entonces a una desestabilización del Estado en la tutela de estos principios que eran antaño signo de cultura nacional; el enseñar una costumbre, ciertos valores y tradiciones. Se comienza también en relación a esto,  a perder el norte de la Nación con identidad propia, y como consecuencia, la misma escuela pública estatal,  sintomatiza una crisis como institución histórica.

No hay que omitir, que la escuela es una institución de larga data, que conserva las huellas del origen, y que es muy lenta en sus cambios. Dicha demanda de cambios es vertiginosa en relación a la opacidad de la escuela. Los alumnos demandan también, derechos y aprendizajes que se encuentran en desfase con el contexto escolar que los brinda. Podríamos decir que la escuela es de matriz Siglo XIX y los alumnos Siglo XXI. Por esto, es inevitable una ruptura en los diferentes estamentos mencionados, cuando el contexto internacional imprime cambios externos que no coinciden con un proyecto cultural particular, en este caso, el modelo de educación histórico argentino.

Dentro de estos lineamientos externos que se ven cristalizados en los programas escolares, los cuales no coinciden con el proyecto nacional de educación histórico, basado en esos tres pilares con que culturalmente y tradicionalmente se construyó la nación, a saber , el ser hispano-criollo-católico, encontramos un choque con un lineamiento ideológico liberal-gramsciano, carente de arraigo en estas tierras.

Hoy en día, el influjo de la cultura está directamente manejado por las concepciones y terminologías que se derramaron en el continente a partir del año 1959, al bajar por la cordillera andina un extraño componente de intromisión de orígen castro-comunista, es decir, componentes ateos-materialistas e inmanentistas ajenos a los valores defendidos desde los momentos del proyecto educativos nacional de la etapa de la Organización Nacional.

Como toda otredad, extrañamiento o extranjerismo, al ponerse en contacto con lo terruño y particular de esta tierra, produce un choque de pensamiento y se desgastan en pugnan los modelos culturales antagónicos.

Con el paso del tiempo, vemos que dicho modelo extranjero se ha impuesto al nacional, encontrando en las currículas formativas mayores lineamientos acordes a pensamientos propios de la Escuela crítica o Escuela de Frankfurt, es decir, el marxismo occidental o cultural de masas, de crítica a la autoridad basados en los conceptos de Michel Foucault o de entrismo guevariano, que de respeto a las ideas culturales tradicionales de la Argentina.

Esta política de Estado fue una de las pocas políticas de largo plazo que se han mantenido a lo largo del tiempo, desde la recuperación de la democracia a esta parte. Dicha política fue sostenida por todas las administraciones cualquiera sea su signo político, ideologizando con estos elementos la educación; contaminando de la misma no sólo las currículas o contenidos de las materias que deben enseñarse  a los alumnos en las aulas, sino también, propagándolas en los programas de formación de los docentes que luego irán a enseñar a esos mismos alumnos.

Estos conceptos los desagregamos con el fin de que el lector comprenda que la escuela es uno de los lugares estratégicos para introducir con buen o mal tino categorías fundamentales en la formación de los niños, construyendo si se quiere, un cambio de enfoque de la vida, de los contextos, de los valores, de todo aquello que imponga un nuevo ordenamiento moral, filosófico o ideológico, diferente al que se ha mantenido desde los tiempos del proyecto educativo original en general, y muchas veces diferente, al proyecto de vida privado y familiar que se erige en la sociedad civil.(2)

El lenguaje, la palabra y sus cambios, son otro de los polos a conquistar por esta idea cultural no nacional, ya que aquel que domina el lenguaje, domina el pensamiento y la vida ciudadana, deformándolo e introduciendo conceptos antiguamente no representantes por la tradición cultural de la Nación.

El otro punto fundamental, es la ruptura de la concepción o idea de autoridad, transformándola en una ideologización peyorativa de la misma, derrumbando su carácter de ordenamiento y disciplina, pasando a una sospecha y duda permanente  por su función en las aulas y las familias, con un desenlace tal vez no buscado, que fue al dañarla, darle paso al autoritarismo. Allí donde se carece de  autoridad, pensamos, nace el autoritarismo.

El retiro de los padres, los docentes, los directivos, y las sanciones, producen este escenario de decadencia en donde ya no se sabe bien quien es aquel que manda y aquel que obedece, quien enseña y quien atiende. Se ha sobre alimentado el falso afán por dejar a todos contentos, agradando con el cumplimiento debido de  cada derecho personalísimo (3) que cada minoría demandase, provocando así un verdadero caos y desorden. Y cuando no hay orden, como hemos dicho anteriormente, nace el autoritarismo.

                                                                         5.

 

Luego de hacer un repaso conforme a lo que entendemos como  los agentes estratégicos que conforman la educación de una Nación como son el Estado, la familia y la sociedad civil, podríamos concluir algunos lineamientos a tener en cuenta.

En primer término, la idea de proyecto educativo nacional a largo plazo parece suspendida en el tiempo, a causa de que no hay definido en concreto un modelo de integración que agregue a cada uno de estos actores, en cumplimiento de sus funciones y tareas, respetando el lugar histórico que les compete a cada uno.

Observamos más bien, intromisiones del garante educador que es el Estado y sus aparatos estatales por sobre la familia, base primaria de la educación moral y privada de los niños.

La decadencia moral sostenida en el tiempo, dando como  consecuencia  una profunda fragmentación económica, no condice con un proyecto duradero de educación de calidad y respeto de los valores cívicos que cada agente educador quiere volcar en las escuelas.

Se ha abierto el debate a una sub-clasificación de escuelas ricas para ricos y escuelas pobres para pobres. Comúnmente en las escuelas con mayores necesidades, no hay participación o es poca/nula por parte de las familias a razón de su situación socioeconómica, obligándolas a  tomar los lineamientos públicos que les son dados por el Estado.

La otra, propugna por el respeto de valores privados y morales particulares, en instituciones que brindan una mayor apertura y contención a la comunidad en su conjunto por sus posibilidades económicas. Es decir, que la variable económica juega a favor y en contra en relación a la variable de cumplimiento de calidad educativa y respeto de valores particulares, profundizando una clara distinción entre las mismas. Podríamos aventurarnos a afirmar entonces, que aquellos con más dinero poseen mayores chances de hacer cumplir sus derechos particulares y sus valores cívicos que aquellos que poseen menos recursos.

La intromisión, desde la apertura de la democracia a esta parte, de valores foráneos al pensamiento tradicional nacional, marcan una ruptura y bisagra en la proyección a futuro de lo que se espera en materia educativa, con el Estado como principal responsable, en donde no se contienen los valores que identificaron al ser nacional en el proceso de organización patriótico de antaño.

La destrucción de los contenidos curriculares que forman a docentes y alumnos, la crisis de autoridad provocada y el desligue de las instituciones intermedias, representadas por una familia cada vez más desprestigiada, conllevan a que no haya en un futuro próximo, un proyecto educativo que cumpla con las necesidades que el mundo demanda, una educación obligatoria y de calidad para todos, pero enmarcado además en un proyecto de Nación con identidad argentina.

Material de consulta y bibliografía destacada

- Ley de Educación Nacional Nº 26.206.

- Gramsci, Antonio. Antología. Siglo XXI Editores. Primera Edición, Cuarta Reimpresión, Buenos Aires, 2011.

- Kessler, Gabriel. La experiencia escolar fragmentada. Estudiantes y docentes en la escuela media en Buenos Aires. IIPE/UNESCO,  Buenos Aires, 2002.

- Peña, R.A. “Cultural differences and the construction of meanings; implications for the leadership and organizational context of schools”, en Education Policy Analysis Archives, vol. 5 number 10.  Arizona. US. 1997.  

- Rist, R. “Student Social Class and Teacher Expectations. The self-fulfilling Prophecy in Ghetto Education”,  en Harvard Educational Review, 40. USA.  Agosto, 1970. Pp. 411-450.

- Tedesco, Juan Carlos y Tenti Fanfani, Emilio. La reforma educativa en la Argentina. Semejanzas y particularidades”, en “Las reformas educativas en la década de 1990. Un estudio comparado de la Argentina, Chile y Uruguay”. Buenos Aires, 2004. BID/Ministerios de Educación de la Argentina, Chile y Uruguay, Grupo Asesor de la Universidad de Stanford. Pp. 21-72. ISBN 950-00-04888-7.  

Notas al pie

 *Licenciado y Profesor en Ciencia Política. Teoría y Filosofía Política. Santa María de los Buenos Aires,  República Argentina, 2015.

(1) No compartimos la idea marxista de que a todo trabajo pago, trabajo igual, ya que tanto la educación, como la salud y la seguridad, deberían ser entendidas como una vocación, no como un trabajo que amerita sindicalización, gremialismo, etc. El trabajador docente es un nuevo concepto que se ha impuesto en los últimos tiempos, y que no representa, a nuestra forma de ver, el sentido histórico y lugar de prestigio que debe tener un profesor o docente en la sociedad, deslegitimando  su papel o rol en la misma, socavando su identidad moral y autoridad.

 (2) Antonio Gramsci, intelectual marxista, célebre por sus escritos de los Cuadernos de la cárcel, redactados en cautiverio durante el gobierno fascista italiano de B. Mussolini, propone esta revolución cultural, basado en conceptos de entrismo y desbaratamiento del ordenamiento y el sentido común imperante. Es recordado por frases como,  “…adueñémonos del mundo de las ideas, para que las nuestras lleguen a ser las ideas del mundo…”, ó “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios.”

(3) La demanda en extremo de derechos sin sopesar ninguna obligación o muy pocas en contrapeso social, es un viejo anhelo de la oscura Revolución Francesa, que nacida en contra de la autoridad de la Iglesia Católica y la Monarquía, se ha adueñado con el paso de los tiempos de la vida interna de cada Estado-Nación, como complemento a la idea positiva de la Ilustración. Hoy se ve representada por ideologías que son de tendencia libertadora, pero mayoritariamente de izquierda. Tal vez tenían razón algunos viejos nacionalistas, cuando afirmaban que liberalismo y marxismo era hijos putativos de la misma madre, o que lamentablemente aquellos polvos, traerían estos lodos.