Resumen: En
los años 80, presidente estadounidense Ronald Reagan presidió sobre una
“revolución” de políticas económicas neoliberales recolocando la estrategia
Keynesiano utilizado por sus antecesores. Las políticas de “Reagonómica” de
desregulación, privatización y liberación del mercado sirvieron en contener la
“estanflación” experimentado en los 70, y Reagan recibió apoyo público. Cuando
tomó cargo Carlos Menem en 1989, enfrentó cuestiones económicas de estructura
similar, y acudió a Consenso deWashington neoliberal y el ejemplo de Reagan
como guías para triunfar. Ambos presidentes experimentaron éxitos y fracasos en
implementar sus programas, pero Reagan he recibido un legado fuerte de
influencia y popularidad neoconservadora, cuando Menem sufre una imagen pública
muy negativa. Este trabajo analiza las explicaciones posibles por las
resultados y legados diferentes logrado por los dos líderes, y sugiere que la
situación extrema enfrentado por Menem, su pobre implementación de administración,
y el contexto temporal de su presidencia todos contribuyeron a su legado
manchado
Abstract: In
the 1980s, US president Ronald Reagan presided over a “revolution” of new
neoliberal economic policies replacing the Keynesian strategy employed by
previous presidents. The “Reaganomics” policies of deregulation, privatization,
and liberation of the market served well in curbing the “stagflation” the
country experimented in the 1970s, and Reagan received a good level of public
support. When Carlos Menem took office in Argentina in 1989, he faced economic
issues of a similar type and turned to the neoliberal Washington Consensus and
the example of Ronald Reagan in order to triumph. The two presidents
experienced their own successes and failures in implementing their programs,
but Reagan has been left with a strong legacy of neoconservative influence and
popularity, while Menem suffers an extremely negative public image. This paper
analyzes the possible explanations for the starkly different results and
legacies achieved by the two leaders, and suggests that the extreme situation
faced by Menem, poor implementation of his administration, and the temporal
context of his presidency all contributed to his tarnished image.
“La influencia del liderazgo de Ronald
Reagan sobre Carlos Menem: Análisis y reflexión de sus éxitos y fracasos”.
Por: Maxwell Kohen
Introducción
Siempre es importante comprender las políticas y líderes
anteriores que tenían influencia en un líder. A través de esta estrategia
podemos mejor comprender sus motivaciones, y el origen de sus decretos y
programas. A menudo, ideologías nuevas tienen fuertes influencias en la
constitución de un nuevo liderazgo, que pretendería emular el éxito establecido
por este régimen previo. Puede decir que este es el caso de la Presidencia de
Carlos Menem. Con una breve investigación, es posible ver la fuerte influencia
de políticas neoliberales en las acciones y estrategias de Menem, especialmente
las del presidente estadounidense Ronald Reagan. El estudio de las influencias
en las políticas neoliberales de Menem es un tema importante para una mejor
comprensión del pensamiento detrás de sus acciones, la situación política
durante de su presidencia, y su rol subyacente en la historia. También, al
comparar las situaciones temporales, sociales, políticas y económicas de Reagan
y Menem, junto con sus estrategias individuales, se puede comprender como sus
políticas llegaron a diferentes niveles de éxito.
Este trabajo intentaría demostrar como el
liderazgo de Ronald Reagan entre los años 1981 y 1989 en los EEUU influyó en el
liderazgo de Carlos Menem en la Argentina entre los años 1989 al 1999. Se
intentará analizar las similitudes y diferencias entre ambos Presidentes y sus
liderazgos para aclarar a las causas de los éxitos y fracasos relativos de
ambos. Para lograr dicho objetivo, en primer lugar, se prestará atención a la
situación política durante ambas presidencias: sus campañas presidenciales,
como llegaron a sus puestos, sus imágenes personales, y las situaciones que
enfrentaron. Luego se considerará directamente la influencia de aspecto
neoliberal de liderazgo Reagan sobre el de Menem. Se intentará resumir los
éxitos y fracasos más prominentes de ambas presidencias, y por último se
analizarán los diferentes resultados logrados por ambos presidentes, en
términos de reacciones coetáneas y legados modernos. Al analizar ambos términos,
se vuelve evidente que muchas de sus metas fueron las mismas: fortalecer la económica
nacional, restaurar la confianza del pueblo en cuanto al futuro del país, y
mantener o establecer una fuerte presencia en el mundo. Tenían estrategias muy neoliberales,
evidentes en sus políticas económicas. También es evidente que ambos logaron
sus objetivos con variados grados de éxito, tanto en sus efectos inmediatos
como en sus legados posteriores. En este trabajo se ofrecerá una hipótesis en
el cual se intentará explayar los diferentes resultados de ambos
administraciones.
“Durante sus respectivos términos, los presidentes Ronald
Reagan y Carlos Menem implementaron estrategias neoliberales muy similares, pero
aun así sus legados fueron muy diferentes. Esto se puede explicar, en gran
parte, por la grave situación económica enfrentado por Menem en la Argentina, el
contexto temporal diferente, y las dificultades que tuvo al implementar sus
políticas efectivamente.”
Marco
Teórico
Existen varios textos
que tratan, de una manera u otra, la relación entre las políticas de Ronald
Reagan y Carlos Menem. Santiago C. Leiras compiló un texto en el cual Hernán Fair
escribe sobre el neoliberalismo y neodecisionismo de Menem, ofreciendo un punto
de vista iluminador sobre las estrategias y acciones del Presidente. En su
ensayo, David Sheinin expone el entusiasmo con el cual Menem adoptó las
ideologías estadounidenses. En una entrevista con Carlos Menem, el presidente se
refiere a Ronald Reagan como modelo de liderazgo a seguir. Autores como
Ezequiel Reficco, Roberto Russell, y Laura Zuvanic detallan cómo Argentina se
vio aliada firmemente, de varias maneras, con los EEUU bajo el mandato de
Menem. Enfocándose en las políticas neoliberales, Federico Lorenc Valcarce
escribe sobre las dificultades enfrentadas por Menem al promulgar sus
políticas. Daniel Treisman ofrece un resumen de los desafíos inflacionarios de Menem,
tantos sus éxitos como sus fracasos, ayudando a comprender las razones detrás
de sus políticas económicas. John Williamson analiza la implementación del Consenso
de Washington, y las maneras en que las políticas neoliberales de Menem se
desviaron de los 10 puntos del Consenso. Finalmente, varios trabajos publicados
en el sitio de la Revista De Ciencia Política se enfocaron en aspectos
relevantes a la Presidencia de Menem: William Campbell investiga la conexión entre
los Estados Unidos y la política menemista, y Natalia Laura Melul escribe
acerca del presidencialismo y neodecisionismo de Menem.
Marco
Histórico
Empezáremos
con un corto resumen histórico de las campañas presidenciales de los dos líderes,
sus imágenes y plataformas políticas, y las situaciones nacionales que enfrentaron
al asumir sus cargos. Se pueden encontrar varios paralelos y diferencias entre
ambos presidencias, que merecen atención.
En
1981, Ronald Reagan asumió la presidencia de los Estados Unidos. Su campaña se
enfocó en la importancia de reducir impuestos y la interferencia gubernamental,
fortalecer la defensa nacional, y enfatizar derechos estatales. Su discurso se
centró en promesas de un regreso a la estabilidad nacional, un problema
prominente en las mentes del pueblo. Bajo el mandato previo del demócrata Jimmy
Carter, el pueblo estadounidense se enfrentó una plétora de problemas y
desafíos. Los EE.UU., junto con la mayoría del mundo, sufrieron un periodo de “estanflación”
en la cual la inflación se vio acompañada de una gran falta de crecimiento
económico y desempleo inmutable. Había una seria crisis energética debido a la indisponibilidad
de petróleo, causada por la revolución en Irán, La Guerra Fría se encontraba en
un estado de alta tensión, y la URSS aun manteniendo su posición como una
amenaza seria para los EEUU. En el último año de la presidencia de Carter, un
grupo de civiles estadounidenses fueron tomados rehenes en Irán, y solo fueron
liberados a las pocas horas de la asunción de Reagan a la presidencia. Estos
acontecimientos inspiraron miedo y duda en las mentes de los ciudadanos sobre
el poder y la seguridad que ofrecía los EEUU. Había un sentimiento general de que
los Estados Unidos estaban perdiendo su lugar como “potencia mundial”. Este
sentimiento fue exacerbado por el liderazgo de Carter, quien fue visto por
muchos como un líder débil, con falta de dinamismo necesario para devolver al país
a su estado de confianza. Ronald Reagan entro en la Casa Blanca enfrentándose a
esta terrible situación nacional.
De
manera similar, Carlos Menem enfrentó una situación muy difícil al asumir
cargo. Su predecesor, Raúl Alfonsín, tuvo el deber poco envidiable de restaurar
el país después del tiempo bajo la junta militar. Desde algunos puntos de
vista, él tuvo éxito en curar las heridas de la dictadura, pero sus intentos
por combatir la deuda, inflación, y pobreza no fueron tan afortunados. La deuda
internacional heredada del gobierno militar era una amenaza seria para el país,
que había empeorado el desempleo y los ingresos de la población. Había fuerte
inflación, que rápidamente se convirtió en “hiperinflación”, subiendo a niveles
de 600% en seis meses.
La inestabilidad económica provocó más sentimientos de desesperanza en un
pueblo ya atormentada por las memorias de opresión, tortura y ejecuciones
experimentadas bajo el régimen del “Proceso”. Frente a estos problemas, Menem
enfocó los objetivos de su campaña en la realización de una “Revolución
Productiva” y un “Salariazo”, pretendiendo usar términos de confianza y
esperanza para motivar la gente, y asociar su liderazgo con una “día nueva”
económica.
Los
dos Presidentes, puede decir, entraron sus términos de liderazgo con cuestiones
fuertes para resolver. En un contexto de emergencia económica, como ambos
países estaban experimentando, el gobierno saliente suele irse descreditado, y
el entrante suele recibir algo como un “cheque en blanco”, en que el pueblo otorga
su apoyo al nuevo líder para promulgar programas intensivos y radicales para
resolver la crisis.
En situaciones como esto, es importante para un líder establecer una presencia
e imagen fuerte en contra las dificultades nacionales para conseguir y mantener
apoyo popular. Reagan y Menem siguieron en una ruta muy similar en este
respeto. Los dos intentaron representarse como un “regreso a prosperidad”: una
respuesta a los años de incertidumbre económica y nacional sentido por el
pueblo. Los anuncios de la campana de Reagan presentaron lenguaje e imágenes
que evocaron la época prospero estadounidense de los años 1950-60, mientras
expresando esperanza en la América del futuro. El habló de su convicción en los
“valores estadounidenses”, que incluyen, por Reagan, trabajo duro, libertad
económica, y gobierno pequeño. Similarmente, Carlos Menem pretendió retratarse
como un líder con el poder de devolver Argentina a su era de prosperidad y
crecimiento. En hacer esto, él acudió a unas ideas peronistas, pretendiendo asociarse
con la popularidad de Perón y sus años de bonanza. Sus promesas de campaña de “salariazos”
son reminiscente de la lenguaje usado por Perón para ganar el apoyo del clase
media. Pero en muchas otras maneras, cuando llegó a la presidencia Menem se distanció
del peronismo tradicional. En vez de proponer un estado de bienestar con
fuerte presencia gubernamental, Menem estaba advocando políticas de naturaleza
mucho más neoliberal.
También los dos adoptaron la imagen de un líder
fuerte, con la habilidad de guiar la nación en una dirección mejor. En los
EEUU, Jimmy Carter tenía una reputación popular de ser líder débil,
excesivamente dispuesto a transigir. En reacción, Reagan adopto la imagen de un
responsable, no obligado al proceso burocrático. Un hombre que puede hacer las
cosas necesarias. En manera similar, Menem se identificó como una alternativa
más proactiva e innovador que Alfonsín y las fuerzas del izquierda. Un “piloto
de tormentas” que puede dirigir Argentina a una futura más próspero. Poniendo
el Jefe de Estado más en frente del resto del gobierno y enfatizando la
importancia de esta persona sola en guiar la nación, se situó en contraste de
los gobiernos más cooperativos de Carter y Alfonsín. Puede ver esto como una
estrategia deliberado para diferenciarse su nuevo liderazgo proactivo de la
inefectividad grupal de las administraciones previas.
El neodecisionismo
Junto con la adopción de una personalidad imponente,
aparecía el concepto de neodecisionismo manifestado en los liderazgos de ambos
hombres. Reagan y Menem estructuraron sus liderazgos para facilitar la toma de
decisiones estatales urgentes por un “líder soberano que venía a garantizar el
retorno al orden”, de acuerdo con el concepto clásico de decisionismo desarrollado
por Carl Schmitt.
Pero además, los dos divergen del decisionismo clásico en un punto clave: el
decisionismo como el aplicado por Juan Perón subrayó la importancia de un
estado central poderoso que supervisa todo. Reagan y Menem ambos tenían
programas anti-estatistas, que pretendían minimizar intervención estatal en el
mercado. Por eso, sus liderazgos son considerados “neodecisionistas”, enfocando
en un mantener un mercado libre en vez de un Estado fuerte. Adicionalmente,
ambos mantuvieron el neodecisionismo en abandonar la práctica de transgredir el
estado de derecho en casos de crisis y ejercer poder sin límite. En vez de esta
estrategia poca democrática, el neoliberalismo uso leyes de emergencia para
actuar rápidamente y firmemente mientras permaneciendo dentro de la democracia.
Se pudo ver este uso de “legislación extraordinaria” para resolver problemas
apremiantes en los liderazgos tanto de Reagan y Menem. Mientras Reagan no promulgó
algunos leyes explícitamente “de emergencia”, el propuso el concepto de
“Ejecutivo Unitario”, en que el jefe del Estado puede interceder en todos los aspectos
del poder ejecutivo para asegurar que sus políticas sean implementados. Esta
teoría posibilitó Reagan ejercer un nivel de control más alto. En el caso de
Carlos Menem, su “legislaciones extraordinarias” eran muchas más evidentes. Dos
leyes en particular sobresalen: la Ley de Reforma del Estado (No.23.696),
facultó al gobierno el privatizar o liquidar empresas públicas, reorganizar
deudas y créditos en tiempo rápido. La Ley de Emergencia Económica (No.23.697)
suspendió varios gastos públicos y subsidios estatales, dio autonomía al Banco
Central, y permitió la reestructuración extensiva del sector público.
Obviamente, estas leyes otorgaron poder extensivo al Presidente para aplicar su
programa neoliberal sobre áreas claves del estado, apuntalando su liderazgo
neodecisionista.
El
Neoliberalismo de Reagan, y el de Menem
En
los años 80, los Estados Unidos experimentaron una transformación evidente
sociopolítica. Había una confianza más que en los años inseguros antes, en
maneras ambos políticos y económicos. Los EEUU tomaron una posición más fuerte
en la Guerra Fría, invirtiendo más dinero en defensa. Nacionalmente, la
economía escapó la estanflación de Carter y siguió expandiendo notablemente.
Enredado en el centro esta “ola de cambio” era Presidente Ronald Reagan y sus
políticas fuertes Neoliberales.
Las
políticas socioeconómicas de la administración Reagan en general estaban
basadas en los principios claves del Neoliberalismo: más libertad económica y
menos intervención gubernamental. Reagan, junto con Margaret Thatcher de Gran
Britania, rechazó las políticas más progresistas de bienestar y vigilancia
gubernamental de sus antecesores y empezaron implementar programas
neoliberales. Temprano en su primer término, Reagan bajó tasas impositivas,
redujo gastos gubernamentales, y desreguló varias áreas de industria y
servicio. Todas estas acciones sirvieron para eliminar obstáculos hipotéticos
que impedían el funcionamiento del mercado libre. En ofrecer más libertad al
mercado, Reagan esperaba que este economía de oferta resultaría en no solo más
oportunidad por el mercado, pero más empleo y mejor ofrecimiento de bienes de
consumo. En lograr esto, Reagan cortó impuestos, aprobó varias desregulaciones
del mercado y mundo empresarial, e instituyó una serie de privatizaciones de
empresas públicas. Además, él intentó mantener una oferta de dinero estable y
reducir gastos gubernamentales. Basado en el nivel de éxito y popularidad que
gozaban muchas de las políticas neoliberales de Reagan, no es una sorpresa que
Menem, elegido durante el final año de liderazgo Reagan, era entusiasta implementarlos
en su propio país. Y si Menem no tuve influencia directa de las políticas
neoliberales de Reagan, él positivamente fue influido indirectamente,
evidenciado por su adopción de los puntos del Consenso de Washington.
El
Consenso de Washington originalmente era un grupo de 10 políticas considerado
como el mejor ruta a prosperidad para los países sudamericanos en
desarrollando. Más adelante se tendió a describir como un programa general que
aplicaba ideas neoliberales. Sus puntos se enfocaban en conceptos como
privatización, desregulación, un mercado libre y competitivo, y reformación de
tasas impositivas, todas ideas claves de la ideología neoliberal. El
Consenso de Washington enfatizó la importancia de independencia y libertad
económica como la vereda a lograr mejor situación económica, esencialmente
siguiendo el modelo de “Nueva Económica Clásica” apoyado por Milton Friedman.
Para mejor entender los orígenes del Consenso de Washington,
debemos tener en mente que fue publicado en 1989, el año final de Presidencia
Reagan. Durante sus ocho años, vimos un alejamiento de las políticas más
Keynesianos como los del Acuerdo Bretton-Woods. La cambia fue por gran parte un
resultado de la epidémica de estanflación experimentado en los años 70. En
esfuerzo de combatir la combinación de desempleo e inflación, en los años 70-80
varios países abandonaron sus planes económicos establecidos e implementaron
estas ideas “clásicas”. Tres casos prominentes eran Inglaterra (bajo Thatcher),
Chile (guiado por los “Chicago Boys”), y los Estados Unidos de Reagan. Mientras
sus resultados han sido disputados en retrospectiva, en ese momento eran vistos
como muy exitosos, y “la respuesta” al problema de estanflación. Vamos
más tarde a examinar más cerca los éxitos y fracasos específicos de las
políticas de Reagan pero bastar decir que las políticas del “revolución
neoliberal” de esta era estaba notado como solución nueva e innovadora.
Por eso con razón los arquitectos del Consenso de Washington
enfocaban su plan en estas políticas neoliberales que parecían ser la vereda
nueva al éxito económico. Una clarificación es necesario: es la verdad que John
Williamson, uno de los originadores principales del Consenso de Washington,
enfatiza que su obra, los 10 puntos originales, no era basada indiscriminadamente
en las políticas de Reagan y Thatcher, pero solamente en unos puntos que ellos
adoptaron. Pero el admite que en el curso de seguir más usado e influyente, el
Consenso de Washington ha desarrollado un sentido más general, un
“interpretación neoliberal” en que transformo en “un agenda ideológica, válida
para siempre, que supuestamente estaba imponiendo en todas países”. En
esta manera, puede ver el Consenso de Washington no solo como grupo de puntos
específicos, pero como una representación de la estrategia que usaba líderes
como Reagan y Thatcher en darse la vuelta de la dirección de sus países,
desviando de recesión económico y mudando hacia la prosperidad nueva.
Desde el principio, Menem estaba enfrentando
problemas muy parecidos a los de Reagan y Thatcher. Subiendo a la presidencia
solo meses después del fin de presidencia Reagan, y coincidiendo con la primera
publicación del Consenso de Washington, no es difícil imaginar que Menem era
influenciado con entusiasmo por esta nueva neoliberalismo, viéndolo como
respuesta a su situación difícil. La fuerte influencia de políticas
neoliberales es muy evidente en sus decretos, estrategias y lenguaje. Él se
rodeó con asesores, aliados y un gabinete con fuerte conexiones con
neoliberalismo y el mundo financiero, incluyendo un fuerte vínculo con la
corporación multinacional Bunge y Born, que tuve mucho influencia en su
política económica doméstica. La disposición de Menem de asociarse y aliarse
con los grandes negocios fue un shock a la gente que había visto su imagen
populista y casi peronista durante la campana. Ahora el aparece alineado más
con intereses corporativas que el pueblo general. Esta era una de las señales
tempranas de la tendencia neoliberal que llegaría a definir el liderazgo de
Carlos Menem. Domingo Cavallo en particular, primero su Ministro de Relaciones
Exteriores y después el Ministro de Economía, era instrumental en guiar la
dirección neoliberal de Menem. Las acciones primeras de Administración Menem
fue unos intentos de parar la inestabilidad e inflación: el “Plan BB” guiado
por Bunge y Born subió tarifas y desvaluó el Austral para congelar la
inflación. Inicialmente, tuve éxito, pero después de unos meses la inflación
volvió. Después, el “Plan Bonex” busco lograr estabilidad por la conversión obligatoria
de plazos fijos de un millón de Australes en bonos externos. Este plan también era
insuficiente para detener inflación e inestabilidad económica. La
administración buscó una solución más radical, y a partir de 1991, con nombrar Domingo
Cavallo como Ministro de Economía, se embarcaban en una aún más neoliberal,
siguiendo conscientemente a las lecciones de Reagan y el Consenso de Washington.
En Marzo de ‘91, Cavallo implementó la Ley De
Convertibilidad. Este ley decretó que el Austral (y más tarde el nuevo peso que
valdría 10,000 Australes) será fijo en una relación de 10,000 Australes a 1 dólar
estadounidense. Esta convertibilidad intentó estimular inversión de dinero,
promover confianza en la moneda, y bajar la fluctuación de precios. Simultáneamente,
el gobierno acorte su presupuesto por $6 billones, en gran parte a través de
eliminar gastos y trabajadores públicos.
El otro rama principal del ataque neoliberal en este momento era la política de
privatización y desregulación de industria. En la primera mitad de su
presidencia, el gobierno Menem privatizó industrias numerosas, incluyendo Aerolíneas
Argentinas, ENTEL, infraestructuras de transporte, empresas de energía, recursos
industriales y petróleo (YPF), canales de media, y cientos otros. Junto
con estas privatizaciones extendidas seguían varios decretos desregulatorios,
que sirven para “abrir el mercado”, animar inversión ambos doméstico y
extranjero en industrias argentinas, y en general fomentar más crecimiento
económico. En los anos después de la implementación de estas tres estrategias
generales (la convertibilidad de moneda, privatización, y desregulación) junto
con varias otras, Argentina experimentó un nivel de prosperidad y éxito
económico. Inflación era esencialmente frenado, el PBI crecía, y la gente en
general experimentaba más confianza en comprar y vender bienes. Las políticas
mencionadas, que eran vistos como la fuente de este “milagro argentino” eran
claramente coincidente con los principios del Consenso de Washington, y también
muy parecidos a las acciones que llevó Ronald Reagan en combatir las problemas
económicas en su país. Y la influencia no era solamente visible en evidencia
circunstancial. El lenguaje usado por Menem y su administración ilustra la
naturaleza directa de los EEUU como inspiración.
El Ministro de Economía Domingo Cavallo, en un texto
analizando la influencia del FMI en las políticas de Argentina en su
administración, comentó varias veces en el vínculo entre los dos países.
Mientras él dice que no está de acuerdo con la idea que “las
decisiones de política económica de Menem fueron simplemente impuestas por el
gobierno de EEUU”,
reconoce que “la actitud del gobierno de los EEUU ayudó a cambiar las políticas
económicas y de política exterior argentinas y contribuyó a un clima de amistad
y sentido de alianza entre Argentina y EEUU que no había existido en los cien
años anteriores”.
Cavallo también “diría que tuvo una fuerte influencia en la decisión de Menem
de abandonar el paradigma peronista de las décadas anteriores”. Además,
en una entrevista en 1989, Menem nombra a Reagan como un modelo, con buenos
instintos políticos y “un gobernante de mano firme”. En el
otro lado del vínculo, Presidente George H.W Bush, entre otros comentadores
estadounidenses, hablaron en términos positivos sobre las acciones del
Administración Menem, y expresaron apoyo con respeto a sus metas económicas.
Juntando el lenguaje, las acciones, y políticas de Administración Menem, todos
señalan un fuerte (si no siempre directa) influencia del neoliberalismo como
aplicado y propugnado por Ronald Reagan. Hasta cierto punto, puede decir que
Menem, en asumir esta estrategia, estaba buscando lograr los percibidos resultados
exitosos que consiguió Reagan en la década previa. Ahora, vamos a mirar a los
fracasos y éxitos que ambos líderes experimentaban en implementar sus políticas
neoliberales, y analizar los efectos generales que sus acciones tenían en la
economía y sociedad de sus países respectivos.
Los éxitos y fracasos de la Presidencia
de Ronald Reagan
Como
ya dicho, Ronald Reagan enfrontó problemas económicos serios en tomar cargo en
1981. La estanflación (inflación combinado con estancamiento económico) había repercutido
negativamente a los EEUU desde fue desencadenada por las crises de energía en
1973 y ’79. En buscar matar la estanflación, Reagan implemento políticas que
redujeron el crecimiento de reservas monetarias, para estabilizar el valor de las
reservas que ya existen. También trabaje en estimular producción y consumo
doméstico, con la idea en mente que un economía creciendo puede compensar
inflación. En este área, el tuve éxito durante su liderazgo. Entre 1981 y 1983,
la tasa de inflación era reducido de 13.5% a 3.2%, y al fin de su presidencia
se quedó a 4.1%.
Al mismo tiempo, su intento de revitalizar a la producción domestico rindió un
aumento anual de productividad de 1.4% en el sector de negocio, y uno de 3.8%
en el sector de manufactura. El PBI individual de trabajadores también creció
por 1.8% baja Reagan, y el PBI nacional creció por promedio de 7.9%. Estos
mejoramientos, entre otros, combinaron para iniciar el periodo de expansión
económico (durante un tiempo de paz) más largo en el historio estadounidense en
ese momento. Ignorando varias aspectos controversiales (mencionado más tarde en
este trabajo), este crecimiento y salvación del agarrón de estanflación era
vista como un gran éxito de Reagan, y todavía hoy él está conocido por la
expansión económico baja su liderazgo.
Otro
éxito de Reagan, uno posiblemente más famoso pero también más simbólico que sus
políticas económicas, era su rol en la “victoria” estadounidense de la Guerra
Fría. Bajo Carter, los EEUU había seguido la política de “détente”, un
relajamiento de tensión con el URSS. Reagan y muchos políticos conservadores
creían que esta política era demasiada conciliatoria, y buscaron una estrategia
más agresiva en contra de la influencia global de comunismo. Para este fin, su
Administración tomaba una postura más dura, grandemente subiendo gastos de
defensa y desarrollando nuevas programas militares. Además, baja la “Doctrina
Reagan”, los EEUU se involucran en varios conflictos en todo el mundo. Apoyando
prácticamente cualquier fuerza luchando contra el comunismo, los EEUU
proveyeron (ambos abiertamente y cubiertamente) equipamiento, financiación, y
entrenamiento a ejércitos, guerrillas y movimientos anticomunistas en
Afganistán, Angola, El Salvador y Nicaragua. Estas intervenciones
ostensiblemente en defensa de democracia, fueron relativamente popular en su
momento, pero en los anos después han atraído mucha controversia. En otro
frente, Reagan también inicio un dialogo mucho más fuerte en contra el
comunismo y Unión Soviética en sus entrevistas, discursos y comunicados. El
pintó comunismo como experimento fracasado, y urgió Secretario General Mikhail
Gorbachev, visto como líder soviético más progresista y abierto, abandonarlo y
adoptar un sistema de gobierno democrático. En uno de sus discursos más
famosos, Reagan se posicionó en frente del Muro de Berlín y retó: “¡Señor
Gorbachev, derribe este muro!” Fue un momento icónico. Y cuando el muro fue
destruido unos años más tarde, con la disolución del Unión Soviética apenas
después, la estrategia de Reagan era visto como uno de los catalizadores primarios,
si no la causa explicita.
El
conjunto de victorias percibidas por el público en ambos cuestiones domésticas
y exteriores ayudaba a Reagan en conseguir un fuerte apoyo popular, no solo
para él mismo, pero también para sus políticas y estrategias, para el
neoliberalismo y conservadorismo, y para el Partido Republicano como
institución. Mientras su tasa de aprobación fluctuó y nunca era especialmente
alta durante su término, él gozó de un fuerte apoyo por parte del derecho, que
veía a él y sus políticas como la respuesta a todos los desafíos del día. Su
presidencia era una revitalización del Republicanismo, que sufrió problemas de
la imagen con la impugnación embarazosa de Nixon y la ineficacia percibida del
Ford. Reagan se presentaba como un regreso de la energía y valores “de sentido
corriente” que había ofrecido el partido Republicano históricamente. Y también,
Reagan era visto como un regreso de valores “Americanos” en general: su
optimismo, confianza, y creencia ferviente en la libertad eran contagiosos e
inspiraban orgullo nacional y sentidos similares en la gente, aun si todos no
eran gran seguidores de el mismo. Puede argumentar que cualquier Presidente
recibiría esta imagen si su término fuera marcado por el mismo crecimiento
económico que lo del Reagan, pero es indudable que el imagen de prosperidad
estadounidense de los 1980s era inextricablemente vinculado con el imagen de
Presidente Reagan.
Junto
con sus éxitos, Ronald Reagan tenía varios fracasos notables durante su
presidencia. Como ya dicho, sus políticas neoliberales tenían efectos
ventajosos en muchas consideraciones. Pero en otros, no podía conseguir el
mismo éxito. En su campaña, Reagan había hablado mucho de bajando tasas
impositivas para la gente, y uno de sus primeros legislaciones sirvió para
reducir impuestos para mucho del pueblo. Pero durante el curso de su
presidencia, el subió impuestos once veces, y el nivel de impuestos era más o
menos lo mismo que el promedio de los 40 años entre 1970 y 2010. En
una manera similar, Reagan en sus discursos era firmemente opuesto a gastos
altos gubernamentales. Pero su tasa de gastos (22.4% de PBI) era
significativamente más alta que el promedio de los 40 años (20.6%). Reagan
también subió la deuda nacional, casi triplicándolo a $2.2 trillón. Estas
inconsistencias entre la programa política y las acciones del administración
Reagan eran criticados por observadores durante su liderazgo, y forman parte
del base de la crítica moderna de los años Reagan.
Otro
fracaso muy prominente del Reagan era el escándalo de Irán-Contras. En este
fiasco, fue revelado que el gobierno estadounidense había vendiendo armas
clandestinamente a Irán, que era bajo un embargo internacional, para asegurar
el liberación de rehenes. Además, estaba usando las ganancias para fundir las
acciones de los Contras anticomunistas en Nicaragua, a pesar de un acuerdo
congresista prohibiendo esto. Todavía no es claro hasta qué punto Presidente
Reagan el mismo era informado e involucrado en el escándalo, pero él fue
considerado culpable como el jefe del Estado. Varios miembros del gobierno eran
acusados, pero nadie fue encarcelado. Estadounidenses, los que entendían la
complejidad del escándalo, experimentan una falta de confianza después del
episodio y la tasa de aprobación de Reagan se desplomo. Pero el recuperó su
popularidad rápidamente, en contraste con el escándalo Watergate de Richard
Nixon, en que él tuvo que renunciarse. En viste de la magnitud de las
controversias rodeando su presidencia, Reagan era notablemente hábil en mantener
su imagen publico positiva.
Los
éxitos y fracasos de la Presidencia de Carlos Menem
Similarmente
a Reagan, Carlos Menem tomo cargo en un momento en que su respuesta inmediata a
los problemas muy seria que acosaran su país iría a definir el tono de su
presidencia en general. Y, como Reagan, Menem gozo de varios éxitos en
implementar sus estrategias neoliberales a la economía precaria de Argentina. Su
trabajo primero fue controlar la inflación. Mientras sus planes primeros
tuvieron efectos débiles o fugases, el plan de convertibilidad de Cavallo resulto
bien, conteniendo inflación y bajándolo a un nivel manejable. La tasa de
inflación era esforzada esencialmente a cero, comenzando una vista de la
Argentina en condición estable y abriendo una ola de inversiones externos que
apuntalaron la economía. El PBI creció por promedio de 5.9% anualmente, y
productividad total creció por 3.9%.
Estos logros constituyeron como el gran éxito del etapa de Menem, su “milagro
Argentino” que provoco aplausos por parte de observadores domésticos y
externos. En calmar la turbulencia económica, Menem logró una tipa de nueva
confianza argentina en general. Mientras los anos de la Junta eran “estables” y
había inversión por empresas extranjeras, la naturaleza represiva y
conservadora inherente en la dictadura disuadió en una manera confianza y
compromiso en escala más grande por parte de inversores. Y los años después,
bajo Raúl Alfonsín, eran manchados por hiperinflación, deuda e inquietud civil,
todos factores que ahuyentaron desarrollo económico. Ahora, después de años
bajo la régimen militar opresiva, y de los años difíciles pos-dictadura de
Alfonsín, parecía como si Argentina fuera finalmente llegando a una época de
prosperidad.
Como
mencionado, la aparente vuelta a respetabilidad económica fomentó nueva estima
por parte de la comunidad internacional con respecto a la Argentina. El país
había sido visto como un riesgo en los años después de la dictadura militar,
demasiado inestable para inversión serio. Pero después de la convertibilidad y
mejoramiento, países como los EEUU, Francia, los Países Bajos y España
empezaron a considerar a la Argentina como territorio prometedor para las inversiones.
A partir del año 1990, Inversión Extranjera Directa (IED) crecía continuamente
hasta el fin de 1999. Entre los años ´92-99 el IED formo, por promedio, alrededor
de 3.1% del PBI nacional, con un pico de 8.5% en 1999, representando más de
23.986 millones de dólares.
Estas inversiones extranjeras resultaron en varias proyectos de desarrollo, lo
más visible siendo el centro moderno y lujoso del Puerto Madero, de que la
mayoría era construido a finales de los años 90 y primera de los ‘00. Este
desarrollo no habría sido posible sin el vínculo más fuerte con la comunidad
financiera internacional, establecido por las políticas neoliberales de Carlos
Menem.
Mientras
es posible hacer el argumento que Menem tenía un liderazgo bastante exitoso,
hay evidencia de sobra para argumentar que su presidencia estaba llena de
fracasos, especialmente en su segundo término, con resultados dañinos visibles
de inmediato y en retrospectiva. Varios comentaristas plantean el propósito que
las políticas económicas mismas que eran alabadas por la administración, que
eran realmente perjudiciales a la economía argentina en largo plazo, y que su
“mejoramiento” del país falló al resolver muchos problemas serios.
Una
cuestión en la que Menem no podía, era el desempleo. En el curso de su
presidencia, la tasa de desempleo urbano subió, de 7.5% en 1990 a 17.5% en
1995, llegando a mas que 20% en 2002.
Críticos afirman que este desempleo inquietante es un resultado de las
políticas neoliberales promovidos por Menem, que la combinación de
privatización, cortes en gastos públicos, y reducciones de trabajos en el
sector público causaron directamente la epidemia de desempleo.
Muchas de las medidas de austeridad implementado para estabilizar la economía se
centraron eliminando trabajadores públicos “excedentes”, y dejando de lado
varios proyectos públicos de construcción también contribuyo a eliminar empleo.
Además, la privatización de empresas públicas normalmente resulta en los
empresarios reestructurándolas para que sean más productivas, a menudo eliminando
puestos superfluos. Junto con el desempleo, la pobreza también era problema
inquietante durante la época de Menem, que puede ver como derivado de su
estrategia neoliberal. La tasa de pobreza bajó en los primeros años de la
presidencia, pero a partir de 1995 creció y volvió al nivel del comienzo de su término.
Y continuó después de que Menem salió de la Presidencia, llegando a 51% en
2003.
Puede ser injusto considerar a Menem responsable por una estadística de cuatro
años después de su presidencia, pero la subida inmutable de pobreza en su
segundo término, continuando ininterrumpido hacia los ’00, sugiere que sus
políticas tuvieran un efecto en catalizar esta tendencia lúgubre. Teniendo
estos factores en mente, es difícil imaginar cómo Menem podría haber reducido el
desempleo mientras proseguía implementando su estrategia neoliberal, y se puede
sugerir que, en el caso de Argentina en los años ’90, no era posible conseguir
ambos logros.
El hecho que la administración Menem eligiera la
vereda económica que beneficia las inversiones extranjeras, en vez de una que hubiera
combatido la pobreza, forma la fundación de otra crítica apuntado a su
liderazgo. Observadores dicen que las políticas de Menem de desregulación,
mercados libres, y laissez-faire
en la economía son inherentemente prejuiciados a beneficiar a los ya ricos y descuidar
a los pobres. Afirman que, mientras su programa contuvo la inflación y creó la
apariencia de crecimiento económico general, realmente solo benefició las
clases medias-altas, los empresarios, e inversores extranjeros a expensas de
ampliar la brecha entre los pobres y ricos. Si uno mira a las estadísticas
relevantes, es difícil descartar esta teoría. En 1989, el decil mas alto valió
aprox. 20 veces el decil más pobre. En 1999 valió 30 veces más. Y en 2001,
justo después de Menem, la brecha entre los 10% más rico y pobre había subido a
40 veces.
También el coeficiente Gini, que mide desigualdad de ingresos en valores entre
0.00 (igualdad total) y 1.00 (desigualdad total), creció de hacia 0.44 en 1992
al 0.50 en 1998, y después a 0.53 en 2003.
Estos datos muestran una desigualdad fuerte y creciendo, en que un grupo
pequeño de ricos se enriquecen mientras los debajo permanecen estancados. Dado
que las políticas de Menem enfatizaban el estímulo a los sectores de
producción, y creando condiciones favorables para inversión extranjero, no debe
ser sorpresa que los empresarios, financieros, e inversores ricos eran los que
beneficiaron desproporcionadamente durante su presidencia. Para mucha gente,
este resultado de las políticas de Menem era visto como un traición directa, un
abandono del lenguaje populista y Peronista que él había empleado desde su
campaña. No puede representarse como motivado por ayudar al hombre común cuando
sus políticas beneficiaron los ricos a sus expensas. También genera la pregunta:
¿Si el crecimiento económico enormemente benefició a un sector pequeño de la
sociedad sobre el resto, puede decir que era “exitoso”? Para muchos
comentadores, la respuesta es “no”, y por esto consideran estas políticas de
Menem un fracaso indudable, con efectos debilitantes transcendentales.
Menem no solo sufrió fracasos en términos del
contenido y resultados de sus políticas. Su administración también estaba
plagada de corrupción. En varias instancias de privatización de empresas
públicas, emergieron acusaciones de nepotismo y de oficiales exigiendo (y recibiendo)
sobornos por adjudicar contratos lucrativos a empresas privadas. En el
“Swiftgate”, asesor Emir Yoma tuvo que renunciarse después de pedir una coima
de la empresa estadounidense Swift para facilitar procesar un subsidio.
Además, María Julia Alsogaray, una miembro del gabinete de Menem, ha sido condenada
varias veces por manipulación de licitación, malversación de fondos, y
administración fraudulenta de la privatización. Estos
casos, entre innumerables otros, proyectaron un aire de “gobierno de ladrones”,
más interesados en enriquecerse que en mejorar el país. El escándalo más
prominente de la presidencia de Menem era aún más ominoso. El gobierno de Menem
era acusado de vender toneladas de armas ilícitamente a Ecuador y Croacia entre
1991 y 1995. Croacia era sujeto a embargo internacional para proveerlo de
armas. Ecuador estaba involucrado en guerra contra Perú, y Argentina estaba
sirviendo como garante de paz entre los países. Vendiendo armas fue la violación
clara de su posición. Después de años de procesos judiciales, Menem fue
condenado a ocho años por su papel en el escándalo, pero la pena todavía no ha
sido ejecutada.
Comparación
de los legados de los dos
Mirando
las estrategias empleadas por Reagan y Menem en combatir sus desafíos
respectivos, se pueden ver bastantes similitudes. Los dos trataron de bajar la inflación
y estabilizar la economía a través de desregulación, privatización y estimulo
de inversión. Pero la opinión pública al fin de sus presidencias, y los legados
de largo plazo que recibieron, han sido muy diferentes. Este sección va a
expandir en las vistas populares de ambos Presidentes, al fin de sus términos y
también hoy en día.
Ronald
Reagan no era excesivamente popular durante su término, manteniendo una tasa
promedia de 53% aprobación, típica de un presidente del siglo 20. Esta
aprobación era bastante polarizada, con una tasa promedia de 84% con
Republicanos, y 39% con Demócratas. Esto no debe ser sorprendente.
Republicanos, más neoliberales fiscalmente, aprobaban sus políticas que
revitalizaron al mercado. A los Demócratas les desagradaban sus cortes de programas
sociales y políticas vistas como parcialmente apoyando el mundo empresario a
costa de los pobres. Aparte de su ejercicio de gobierno, Reagan como hombre
realmente era visto bien por el pueblo general, con entre 60 y 80% del país
aprobando su carácter personal. Mirando a su popularidad después del fin de su
presidencia, se puede ver una tendencia notable. Él ha ganado un gran nivel de
apoyo general en retrospectiva, 73%, que significa que ambos Republicanos y
Demócratas aprobaban su presidencia.
Esta aclamación moderna de Reagan se manifiesta en opiniones de comentadores
políticos también. Mientras su presidencia no era visto como especialmente
espectacular en ese momento, hoy en día hay un resurgimiento de apoyo para
Reagan y sus políticas. Ahora, él es visto como el salvador del conservadurismo
y del partido Republicano, y sus políticas como la respuesta probada a un
estado económico débil. Puede ver la adopción de Reagan como “santo” del
partido Republicano como un paralelo al tratamiento Demócrata de Kennedy o
Franklin Roosevelt: sirve como representación ideal de los valores del partido,
hecho más grande que la vida. No es decir que todos hoy en día aprobaban a Reagan.
Muchas fuerzas de la izquierda odian a Reagan con pasión, considerando a él
como iniciador del capitalismo predatorio y la declinación del estado de
bienestar. También, hay detractores de Reagan en el lado Derecho. Grupos
conservadores actuales y libertarios respaldan su postura pro-mercado libre,
ellos remarcan sus gastos altos y acumulación masiva de deuda nacional como en
contra de conservadurismo fiscal “verdadero”. A pesar de esta continua división
de opiniones sobre su presidencia, es impresionante mirar el gran apoyo que
tiene Reagan en la actualidad. Es especialmente notable cuando se piensa en la
falta de reconocimiento que tiene cualquier otro Presidente Republicano del
siglo 20. Hoy en día, es muy raro oír políticos Republicanos hablando de su
fuerte admiración por los principios conservadores de Bush, Ford, Nixon o Coolidge,
pero es improbable encontrar un candidato Republicano que no mencione su
reverencia a Reagan o sus políticas. Esto se puede ver como su legado más
importante: su influencia duradera sobre el conservadurismo en los EEUU.
En
contraste, tenemos el legado de Carlos Menem. El gozó de niveles muy altas de
apoyo en los primeros años de su presidencia, cuando sus políticas estaban
funcionando bien y empezando bajar la inflación. Esta confianza se tradujo en
un gran apoyo por parte de la gente. Esto apoyo flaqueó, pero él todavía
quedaba con popularidad para ganar tranquilamente su reelección en 1995. El año
después, Menem experimentó una caída aguda en aprobación, llegando a solo 19% opinión
favorable. Se vale notar que, en la encuesta, un gran parte de los encuestados
citaron el desempleo, corrupción, y pobreza como causas de su descontento,
problemas que están conectados con las políticas neoliberales desregulatorias y
privatizaciones del tipo implementado por Menem. Y, en efecto, “del
total de 800 encuestados, 72 por ciento aseguró estar en desacuerdo con la
política económica.”
Recubrió un poco de aprobación en 1997, pero la suerte estaba echada. Hacia el
final de su presidencia, 74% de respondientes tenían una imagen desfavorable
del Presidente.
Inmediatamente después de su término, dejó con solo 14% de aprobación.
Su reputación pos-presidencial no era mejor. En la
elección de 2003 el actualmente ganó el primer ronda (aunque con solo 24% de
votos), pero en la ronda final era precedido que el sufriría una derrota
aplastante, y Menem cedió y se retiró, dejando ganar por abandono a Néstor
Kirchner quién como segundo, había obtenido un bajísimo 22%. En un sondeo de
2004, Menem tenía “un 85% de imagen muy desfavorable, un 4% de algo favorable y
apenas un 9% de imagen muy favorable”.
En los 15 años desde el fin de su liderazgo, comentaristas incontables han
pintado Menem como el autor principal del desastre económico de Argentina al principio
del milenio. Mientras su sucesor Fernando de la Rúa era considerado incompetente
por su respuesta a la crisis, Menem recibió veneno concentrado por la
precepción que su programa era la causa subyacente. Sus políticas son denigradas
por haber vendido al país a los intereses extranjeros, por sacrificar el
bienestar de los pobres por el desarrollo de clases financieras altas. El
sentido de traición, que Menem dejó una gran población del país a la merced del
capitalismo, era palpable. Como dijo un crítico muy fuertemente:
Menem,
como sus pares en América Latina, fue responsable de la más impresionante era
de depredación extranjera y ganancias hechas por inversores extranjeros en el
siglo pasado; igualmente importante es el hecho de que fortaleció una corte
poderosa de inversores argentinos, financistas y especuladores que
establecieron los parámetros económico-políticos que todo futuro político
capitalista se verá obligado a seguir. Su legado, es decir, la economía
altamente dependiente y vulnerable, significa que cualquier desvío en política
podría provocar un colapso del edificio financiero y la huida del capital
especulativo.
Menem
ha tenido éxito político post-presidencial en su provincia, La Rioja, donde él
está sirviendo como Senador en este momento. Pero su legado negativo, falta de
popularidad en el país general, y estigma rodeando su condena en el escándalo
de venta de armas, sugirieron que un regreso a la influencia política es poco probable.
Análisis
de los liderazgos y sus resultados
Es
interesante pensar en los legados diferentes que ganaron Reagan y Menem.
Después de todo, sus estrategias como presidente eran bastante similares. Ambos
buscaban subsanar una economía inestable y parar problemas domésticos por medio de revitalizar el mercado e inspirar confianza
económica en la gente. Para lograr esto, los dos adoptaron un estilo
neodecisionista de líder fuerte y decidido, y ambos usaron su posición apoyado
para avanzar una agenda inequívocamente neoliberal. Ambos consideraron
desregulación y privatización como la vereda única para lograr estabilidad
económica, y realmente los dos marcaron sus presidencias con éxitos visibles,
pero también fracasos incuestionables. Pero, como ya vimos, Reagan y Menem se
han acabado con legados históricos y populares muy diferentes. Esta sección del
trabajo pretenderá analizar los factores que podían haber contribuido a este
fenómeno.
Uno
de los factores en los resultados diferentes de los dos Presidentes se basa en
una observación bastante obvia, pero sin embargo importante. Simplemente:
cuando Reagan se hizo cargo, los EEUU no estaban sufriendo desafíos económicos ni
de cerca, tan drásticos como los experimentados por la Argentina, llevando a la
presidencia a Menem. Como puede ver en secciones anteriores, las tasas de inflación
en los EEUU, mientras serios, eran mínimas en comparación con la hiperinflación
impactante de Argentina. Aunque la situación económica que afrontó Reagan de
ninguna manera era cómoda, en esencialmente todos los aspectos, la Argentina encontró
problemas más graves. También debe considerar el contexto histórico que
precedió ambos presidencias. Los años 70 en los EEUU fueron tiempo de baja
productividad, recesión y estancamiento, es cierto. Pero antes, el periodo
posguerra de más o menos tres décadas entre 1945 y ’73, había sido era de
prosperidad increíble. Los estadounidenses todavía recordaban bien esta “edad
de oro” en 1981, y parte de la hazaña de Ronald Reagan era evocar la memoria
del “boom posguerra” en definir su programa para acceder un disposición por
parte de la gente a apoyarse en volver el país a la gloria. Argentina, por otra
parte, tuvo problemas más profundamente arraigados. En 1989, los argentinos habían
experimentado 40 años marcados por varios golpes de Estado, regímenes muy precarios,
y una junta militar opresiva y violenta. Todos estos hechos contribuyeron a una
tendencia larga de inestabilidad económica, recesiones, inflación y crisis
monetarias. La gente no tenía la confortación de prosperidad reciente como en
los EEUU, ni un fundación estable en que construir una economía mejor. Este
desaliento enraizado ayuda en explicar no solo el entusiasmo que rodeo a las
promesas de Menem para llevar la prosperidad, pero también la desilusión
pública penetrante cuando fenecieron las políticas neoliberales Menemistas
después de su presidencia.
Parte
del legado desfavorable que recibió Menem puede ser atribuido a la manera en
cómo el condujo su Presidencia. Aparte de las políticas actuales de su
gobierno, el liderazgo de Menem fue marcado por varios defectos de función e
implementación. Como ya mencionado, la corrupción política era bastante
evidente, y un problema clave del gobierno de Menem. En un país todavía marcado
por la fraudulencia y abuso de la Junta Militar, el nepotismo e indiferencia demostrado
por varios miembros de la administración, era visto como una brecha en la confianza,
y causó creciente desaprobación. Mientras Reagan tuvo su propio episodio de
corrupción prominente, con un escándalo de armas muy parecido al de Menem, en
contraste él logró solucionarlo, manteniendo una falta de implicación personal,
y la confianza en él cómo líder se recuperó rápidamente. También, el carácter
personal de Menem dañó su habilidad de mantener un mandato fuerte sobre el
país. Él era considerado como un tipo “playboy”. El alardeó su vida, con lujos,
con Ferrari rojo, avión presidencial, y su aventura con una reina de belleza.
Esta ostentación habría sido una ventaja primero, sugiriendo confianza en nueva
prosperidad económica. Pero, cuando la gente común empezó a sufrir alto
desempleo e inestabilidad financiera, junto con la suba de la desigualdad y
corrupción endémica, esta rimbombancia dio a Menem un aire de Presidente
indiferente y desfasado. Todos de estos factores contribuyeron a un general
sentimiento de que Menem no era un líder efectivo para dirigir el país,
reflejado en las tasas de aprobación bajando. En comparación, Reagan, aun entre
sus oposición política, era respetado personalmente como un hombre honesto y
sincero en su deseo de mejorar el país. Aunque había gente experimentando
privación, bajo sus políticas podían haber sentido un descontento, no sentían el
mismo abandono que sentían en gran escala en el caso de Menem.
Aparte
de cuestiones personales, había factores contextuales que ayudan a explicar el legado
innoble de Menem. El hecho de que la crisis enorme ocurrió justo después del
fin de su presidencia puede ser muy importante en analizar esta cuestión. En
1999, llegó el comienzo de crisis. En los próximos años Argentina experimentó
un colapso económico que llevó a un desempleo extremo, y a una gran pérdida de
prosperidad en que más de 50% de personas vivían bajo la línea de pobreza.
Mientras la crisis en sí no empezó hasta que tomó el cargo de la Rúa, el
mantenimiento de la Ley de Convertibilidad, la privatización extendido, y la
deuda acumulada durante los ’90 fueron vistos como unos de las causas
principales de la crisis. La presidencia de Menem, y sus políticas
neoliberales, todavía eran frescas en la mente del pueblo. No es sorpresivo
que Menem era denunciado como el culpable detrás de este desastre. Esta conexión
con la crisis forma la base de mucho de su legado manchado. Pero, como puede
ver con un ejemplo de Reagan, es posible que la proximidad temporal de la
crisis a la presidencia de Menem pudiera haber exacerbado su mala reputación.
En 2008, una serie de problemas económicos
convergieron para causar bancarrotas extendidas, caída del mercado de valores,
desempleo alto, recesión, y una falta seria de confianza en la economía y el
gobierno de los Estados Unidos. Hay causas parciales y potenciales, pero varias
comentadores económicos sugerían que la desregulación financiero promulgado por
gobierno Reagan fue uno de los orígenes principales. Pero
no había un gran clamor en contra de Reagan, y su legado popular ha sido más o
menos inafectado. Puede plantear la teoría que este era resultado de la
distancia temporal entre su presidencia y este crisis. El periodo intermedio
entre el fin del termino Reagan y el Gran Recesión de 2008 duró 19 años. Más
que suficiente para formar una desconexión entre las políticas de esta época y
las realidades económicas actuales. Además, la década de los ’90 era uno de los
periodos más prósperos de la historia estadounidense. Puede ver dudoso, que la
gente corriente extraería una conexión con las acciones distantes del
Presidente Reagan, seguido con un tiempo de crecimiento y bonanza, y la
adversidad de hoy en día. En su vez, ellos culpaban a líderes mucho más
recientes: George W Bush y Barack Obama. Esta teoría sugiere que por lo menos
un parte del legado muy feo de Menem sea provocado por su proximidad temporal a
una crisis que atribuló a la gente, facilitando la formación de una reputación
de culpabilidad.
Conclusiones
Esta
investigación implica que hay fuerte inspiración de las políticas Neoliberales
de Reagan en la programa implementado por Carlos Menem. Menem no solo fue
inspirado directamente por el éxito popular que gozó Reagan durante su
presidencia, pero también indirectamente en su abrazamiento del Consenso de Washington
como guía, un documento basado en gran parte en las políticas de privatización
y desregulación como mostrado por Reagan. Entonces no debe sorprender que las
estrategias de Menem en combatir inestabilidad económica parecieran muy similares
a las de Reagan. Pero hoy en día los dos tienen imágenes populares bastante
diferentes. Ronald Reagan es visto por muchos como un icono de conservadurismo
y el mercado libre, mientras Menem tiene reputación muy desfavorable como un
líder corrupto y un catalizador de la crisis económica devastadora de
1998-2002. En investigar los factores que influyeron este fenómeno, varias
fuentes corroboraban las ideas propuestas en la hipótesis. Hay validez en la
teoría que la situación económica arrolladora y la inhabilidad de implementar
su programa eficazmente habían contribuido al legado negativo de Menem. En este
aspecto puede decir que la hipótesis esta aceptable. Pero la investigación
también sugiere que la situación es más complicada, y que una red complicada de
factores influenciaron a las vistas diferentes recibido por Ronald Reagan y
Carlos Menem.
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Entrevistas:
Menem, Carlos Saúl.
Entrevista realizada en 1989 en ciudad Buenos Aires. Entrevistador: Neustadt,
Bernardo. http://www.bernardoneustadt.org/contenido_432.htm