Revista Nº24 "ENSAYO"

 

 

 

Resumen

Este ensayo es una aproximación crítica a los escritos de Camus sobre Argelia

 

Palabras Claves: Camus, Argelia, FLN, asimilacionismo, colonialismo. 

 

Abstract

 

This essay is a critical approach on Camus writings about Algeria

 

Keywords: Camus, Algeria, FLN, assimilationism, colonialism

 

 

 

CAMUS Y EL MITO DE LA ARGELIA FRANCESA

 

 

Por: IÑAKI VÁZQUEZ LARREA

 

Doctor en Filosofía y Antropología Social.

 

 

1.- INTRODUCCION: RACIALISMO Y ASIMILACIONISMO COLONIAL EN LA TRADICIÓN INTELECTUAL FRANCESA

 

La negativa (consciente o inconsciente) a reconocer Argelia como cultura original y como nación, raíz común del asimilacionismo y del colonialismo, ha servido siempre de base a una política intervencionista desconsiderada e inconsecuente, ignorante de su fuerza y de su debilidad, que ha sido capaz de destruir el orden pre-colonial, sin sustituirlo por otro superior. Esta política, que conjuga el cinismo y la inconsciencia, ha determinado la ruina de la economía rural y el hundimiento de la sociedad tradicional, y ha encontrado su expresión más cabal en los reagrupamientos de población” ( Pierre Bordieu y a. sayad)

 

 Tzvetan Todorov nos recuerda la existencia de una larga tradición humanista francesa, cuyo humanismo termina en la otredad colonial argelina. Camus, a este respecto, no fue una excepción.

 

 Camus, nativo de Argelia, pero de cultura y educación francesa, pertenece a esa larga tradición intelectual que en el siglo XIX generó el mito de la Argelia francesa. La que oscila entre el racialismo culturalista de Buffon, Voltaire,  Renan o  Le Bon, y el nacionalismo republicano de Alexis de Tocqueville. En ambos casos, el nativo ha de plegarse o bien al principio de superioridad lingüística, histórica o psicológica francesa o las supuestas bondades de un patriotismo de corte asimilacionista.

 

 El ejemplo paradigmático de la primera nos lo da Renan, para quien el derecho de conquista argelina reside en la superioridad de la raza francesa. Según Renan, “La exploración científica de Argelia va a ser uno de los títulos de gloria para la Francia del siglo XIX….la conquista de un país de raza inferior hecha por uno de raza superior que se establece en el para gobernarlo, nada tiene de chocante” (Todorov, p. 138).

 

 El primer precepto es cercano al racismo de Gobineau. Esto es,  a la tesis de que la raza blanca poseía originalmente el monopolio de la belleza, de la inteligencia y de la fuerza.     La segunda tesis de Renan es más bien racialista, y se sustenta en un principio de superioridad culturalista. Nosotros, raza lingüística racional francesa, frente a ellos, raza fanática e irracional. Para Renan el fanatismo es imposible en francés, “y “un musulmán que sepa francés, jamás será un musulmán peligroso (Todorov, p. 173).

 

 El ejemplo de la segunda nos remite a Alexis de Tocqueville, Michelet o Peguy, que se ven obligados a argumentaciones acrobáticas para conciliar humanismo y patriotismo. En el caso de Tocqueville, se rechaza el principio humanitario de expansión de civilización (a la manera de Condorcet). Es más,  se rechaza, de forma explícita, este supuesto para el caso de Argelia reconociendo que: “Hemos convertido a la sociedad musulmana en mucho más miserable, más ignorante y más bárbara de lo que era antes de que nos conociese” (Todorov, p. 238). 

 

 Sin embargo, Tocqueville sigue siendo partidario firme de la colonización argelina.

 ¿En nombre de qué? En nombre del interés nacional.: “La conservación de las colonias es necesaria para la fuerza y grandeza de Francia”. La guerra de conquista no es juzgada más que desde un solo punto de vista. “No dudo que pudiéramos edificar sobre la costa de África un gran monumento a la gloria de nuestra patria. Si se abandonaran las colonias, ello sería el indicio certero de nuestra decadencia, que otros países no dejarían de explotar; en cambio si se las mantiene, si se acrecienta su número, nuestra influencia en los asuntos generales del mundo aumentaría muchísimo” (Todorov,  p. 240).

 

 Nótese que Tocqueville no se plantea si ese dominio es acorde con los intereses de la humanidad y aún menos con los de la población argelina. Reprueba la represión francesa, pero siempre desde una perspectiva nacionalista. Es decir, en la medida en que  van “a traer la ruina de los colonizadores”, no la ruina o el exterminio de ellos, los indígenas, de quienes solo espera “la revuelta”: “y yo, escuchando tristemente todas estas cosas, me preguntaba ¿cual podría ser el porvenir de un país dejado en manos de tales hombres, y donde iba a terminar finalmente esta cascada de violencias e injusticias sino en la revuelta de los indígenas y en la ruina de los europeos?”(Todorov, p. 240)

 

 Aspira, por tanto,  a un principio de “fuerza tranquila”, fundada, a su vez, en un criterio civilizador nacionalista republicano, que guíe a los indígenas “hacia el bienestar y la luz”, ya que de lo contrario ambos pueblos colonizadores y colonizados, estarían condenados a un combate sin piedad; “Si actuamos de tal manera que mostrásemos que, a nuestros ojos, los antiguos habitantes de Argelia no son más que un obstáculo que es preciso apartar o pisotear; si envolvemos a sus poblaciones, no para levantarlas en nuestros brazos hacia el bienestar y la luz, sino para estrecharles y ahogarlas en ellos las dos razas se planteará la cuestión de vida o muerte. Argelia se convertiría, tarde o temprano, créanme, en un campo cerrado, en una arena amurallada, en donde los dos pueblos tendrían que combatir sin piedad, y uno de los dos acabaría por morir” (Todorov, p. 241).

 

 Tocqueville no puso atención a su propia advertencia, como tampoco lo hicieron sus contemporáneos, cien años más tarde estalló el combate sin piedad.

 

 

 

2.- CAMUS Y EL MITO DE LA ARGELIA FRANCESA

Hay una sorprendente coincidencia entre la reafirmación de Kipling sobre la geografía de la India y la de Camus en algunos de los cuentos argelinos escritos casi un siglo después. Creo que sus gestos, en lugar de demostrar confianza, son ya síntomas de un malestar escondido, casi inadvertido. Cuando se pertenece a un lugar, no es necesario afirmarlo y mostrarlo continuamente: se es de allí, como los árabes silenciosos de El Extranjero o los negros de pelo rizado de El Corazón de Las Tinieblas o los varios indios de Kim . En cambio, la apropiación colonial exige ese tipo de inflexiones afirmativas: esos énfasis son las marcas de la cultura imperial que se afirma ante y para sí misma”  (Edward W. Said)

 

 En 1958, año de la insurrección argelina, Pierre Bordieu publicaba su Etnografía de Argelia, haciendo hincapié en una sociedad marcada por la relación entre dominadores y dominados, y una segregación comunitaria creciente entre indígenas y europeos. La lejanía comunitaria teñía, a su vez, las relaciones para con la otredad árabe de paternalismo y racismo; en la misma medida que la sociedad colonial se asentaba, la argelina se desarticulaba. Efectivamente, Bordieu hablaba de un “sistema de castas” y “una segregación racial de facto” que pasaba por ser un “orden de derecho”.

 

“Considerada sincrónicamente, la sociedad colonial conduce a pensar en un sistema de castas. Se compone en efecto de dos “comunidades” yuxtapuestas y distintas. La pertenencia a cada una de estas comunidades queda determinada por el nacimiento: el tipo físico es su signo, como lo es a veces el vestido o el apellido familiar.

 

 El hecho de nacer en la casta superior confiere automáticamente unos privilegios, lo que tiende a desarrollar el sentimiento de superioridad natural en quien se beneficia de ellos. Además la separación entre castas se manifiesta por la rareza del matrimonio entre ellas, como en cualquier otro tipo de intercambios comidas, dones, etc..Las dos sociedades se sitúan en una relación de superior a inferior y separadas por una multitud de barreras invisibles, institucionales o espontáneas, que hacen que la relación entre los miembros de dos castas parezca reducida, por una especie de acuerdo tácito de las partes involucradas, al mínimo indispensable. De ello resulta una segregación racial de facto.

 

 La función del racismo no es otra que la de proporcionar una racionalización de este estado de facto, de forma que se le haga parecer un orden de derecho. Igualmente el paternalismo es la conducta privilegiada del superior mientras que el sistema no sea en tela de juicio y que cada uno se quede en su sitio. La sociedad europea mayoritaria en los planos  social, económico y político, trata, gracias a la ideología racista, de transformar los privilegios en derechos, en resumen, autorizar a cada sociedad a ser lo que es, la dominante, dominante; la dominada, dominada”

(Bordieu, p. 149).

 

 Ese mismo año, Camus publica también sus Crónicas Argelinas. Un recuento de la problemática argelina bajo la óptica camusiana, desde los tiempos de cronista en el Alger Republicain hasta el momento de la insurrección del FLN. El recuento podría dividirse en tres partes. Una primera parte, en la que Camus parte de una ficción neutralista francesa, sobre los asuntos argelinos. Una segunda, en la que esencializa los valores de la Argelia francesa como fórmula para integrar a la otredad argelina, la extensión de nuestras libertades y nuestra justicia, sin mencionar, el vehemente rechazo pied noir  a la extensión del sufragio. La realidad de una sociedad de dominadores y dominados es simplemente ignorada, de ahí el cúmulo de contradicciones del relato.

 

 Lo dice explícitamente en su Prefacio: “Los hechos no han cambiado, y mañana habrá que seguir teniéndolos en cuenta para desembocar en el único futuro posible: un futuro en el que Francia, apoyada incondicionalmente sobre sus libertades, sabrá hacer justicia, sin discriminación, ni en un sentido ni en otro, a todas las comunidades de Argelia” (Camus, p 8)

 

 

 Finalmente, una tercera en donde Camus hace suyos los postulados gaullistas y legitima la campaña francesa en Argelia,  al negar la posibilidad de negociación con el FLN. Para Camus,  quizás en su alegato más abiertamente colonial,  Argelia no es una nación y de nuestro lado está “la Libertad y Occidente” del suyo, del argelino, “el imperialismo árabe”. La dicotomización racista es absoluta:

 

 “Los árabes pueden al menos reclamar su pertenencia no a una nación, sino a una especie de imperio musulmán, espiritual o temporal. Espiritualmente, este Imperio existe; su cohesión y su doctrina es el Islam. Pero existe también un imperio cristiano, al menos igual de importante, que no es cuestión de hacer entrar como tal en la historia temporal. De momento, el imperio árabe no existe históricamente, sino en los escritos del coronel Nasser, y  no podría realizarse sino por medio de conmociones mundiales que significarían una tercera guerra mundial en breve plazo. Hay que considerar la reivindicación de la independencia nacional argelina, en parte, como una de las manifestaciones de ese nuevo imperialismo árabe del que Egipto, presumiendo de sus fuerzas pretende ser la cabeza” (Camus, p. 187).

 

 Hay autores que plantean que Camus no quiso elegir bando, ante el vivido desgarro del conflicto argelino  y que esto explicaría, entre otras cosas,  sus silencios. Lo cierto es que  eligió bando de forma explicita cuando recibió el premio Nobel en 1957, y eligió a su madre (Francia) frente al FLN. Es más, la mayoría de  sus biógrafos no comparten este supuesto. Para Herbert Lottman, por ejemplo, fue el hecho de ser francés, y no la violencia y los crímenes de ambos bandos, lo que determinó, en última instancia,  que Camus no legitimase la resistencia argelina (Lottman, p. 655).

 

 Al parecer,  por el contrario, eligió bando a temprana edad. Ya en la década de los treinta, época de su militancia comunista, Camus fue testigo de una considerable degradación de las relaciones intracomunitarias en Argelia. Sin embargo, Camus prefería hablar del mito de una unidad de cultura Mediterránea, que Conor Cruise O´Brien considera como el subterfugio del mito de la Argelia francesa, y que más tarde recrearía, de forma más abierta, en toda su creación literaria.

 

 En El extranjero (1942) Mersault (un europeo) es condenado a muerte por matar a un árabe. En la práctica, la justicia francesa en Argelia no hubiese condenado a muerte un europeo por disparar a un árabe, que previamente le había enseñado un cuchillo, y que poco antes había acuchillado a otro europeo. No existe, en la obra, la posibilidad de un llamamiento a la solidaridad francesa que salvase la vida de Mersault. Esto es tan irreal como plantear que en América, en el mismo caso, un tribunal blanco no se sintiera influenciado por el miedo a los negros.

 

 El tribunal se presenta como si fuera un tribunal de una ciudad europea, haciendo frente a un incidente en el que estuviera implicada una población homogénea. La presentación de un tribunal en Argelia de esta manera, supone la involucración del mismo autor, Camus, en la representación de un mito de orden de derecho. El mito de la Argelia Francesa. Al sugerir que el tribunal es imparcial entre los árabes y los franceses, implícitamente niega la realidad colonial, y mantiene la ficción colonial. Es decir, que el mandato francés en Argelia no es de naturaleza colonial (O´Brien p. 23).

 

 De la misma manera, no resulta sencillo que en una obra la muerte de hombre parezca irrelevante. De hecho, apenas puede hacerse a no ser que uno sea llevado deliberadamente a la idea de que el hombre en cuestión no es del todo humano. De hecho, esto es lo que realmente sucede. Los europeos de la obra tienen nombres Mersault, Raymond, Sintés, Marie, Salamano y otros personajes menores. El Hombre al que se dispara no tiene nombre, y su relación con el narrador y su amigo no es una de entre iguales.

 

 El miraba hacia ellos, como si fueran “pedazos de piedra o árboles muertos”, y cuando Mersault “dispara cuatro veces más sobre el cuerpo inerte”, el lector no siente la sensación de que Mersault ha matado a un hombre. Mersault había matado a un árabe.

 

 En La Peste (1947), los árabes de Orán dejan de existir. No es sólo el hecho de que todos los personajes sean europeos, incluso los silenciosos y anónimos árabes del Extranjero desaparecen. Ni Rieaux, el doctor, ni Rambert, el periodista, van nunca a su casas. No escuchamos nada acerca del progreso de la plaga entre ellos. La cuestión del nativo es simplemente abolida.

 

 Hasta cierto punto, la estrategia de la fábula requiere la desaparición de los árabes.  Al fin y al cabo era la Francia metropolitana, no Argelia, la que estaba ocupada por los alemanes. Lo que resulta sorprendente, y contradictorio, es que la existencia de los árabes debería ser sugerida si lo que se pretende es mantener la esencia de uno de los personajes centrales de la obra. La ciudad en si misma.

 

 En la medida que Camus pretendía situar su fábula en una ciudad que conocía, Oran, y en la medida, que la ciudad tenía una extensa población árabe, esos árabes tenían que ser eliminados de la escena para mantener la noción de que esa ciudad francesa, fuera realmente francesa.

 

 Camus, posteriormente, siguió siendo un firme creyente en el mito de la Argelia francesa, y lo que aparentemente fueron posiciones de extrema derecha de última hora, ya estaban latentes en sus años de silencios argelinos. La única declaración pública sobre la guerra de de Argelia, la hizo de forma fervorosa en Suecia en diciembre de 1957 (dos años antes de su muerte), justo después de recibir el premio Nobel de Literatura:

 

 “ Siempre he condenado el terror. Debo también condenar un terrorismo que opera de forma ciega, en las calles de Argel, y que cualquier día puede golpear a mi madre o mi familia . Creo en la justicia, pero defenderé a mi madre antes que la justicia”.

 

 La defensa de su madre requería el apoyo al Ejército de pacificación francés en Argelia.

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

Bordieu, P (2010), Antropología de Argelia, Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.

Bordieu, P (1964), Argelia entra en la Historia, Barcelona: Editorial Nova Terra.

Camus, A (2006), Crónicas argelinas (1939- 1958), Madrid: Alianza Editorial.

Camus, A (2014), El revés y el derecho. Discurso de Suecia, Madrid: Alianza Editorial

Lottman, R. H (2010), Albert Camus, Madrid: Taurus

O´Brien, C Cruise (1970), Camus, Londres: Fontana

Said, W Edward (1996), Cultura e Imperialismo, Barcelona: Anagrama.

Todorov, T (1991), Nosotros y los otros (Reflexión sobre la diversidad humana), México: Siglo XXI.