Resumen
Este ensayo es una aproximación crítica a los escritos de
Camus sobre Argelia
Palabras Claves: Camus, Argelia, FLN, asimilacionismo, colonialismo.
Abstract
This essay is a critical approach on Camus
writings about Algeria
Keywords: Camus,
Algeria, FLN, assimilationism,
colonialism
CAMUS Y EL MITO DE LA ARGELIA FRANCESA
Por: IÑAKI VÁZQUEZ LARREA
Doctor en Filosofía y
Antropología Social.
1.- INTRODUCCION: RACIALISMO Y ASIMILACIONISMO
COLONIAL EN LA TRADICIÓN INTELECTUAL FRANCESA
“La negativa (consciente o
inconsciente) a reconocer Argelia como cultura original y como nación, raíz
común del asimilacionismo y del colonialismo, ha servido siempre de base a una
política intervencionista desconsiderada e inconsecuente, ignorante de
su fuerza y de su debilidad, que ha sido capaz de destruir el orden
pre-colonial, sin sustituirlo por otro superior. Esta política, que
conjuga el cinismo y la inconsciencia, ha determinado la ruina de la economía
rural y el hundimiento de la sociedad tradicional, y ha encontrado su expresión
más cabal en los reagrupamientos de población” ( Pierre Bordieu y a.
sayad)
Tzvetan Todorov nos recuerda la
existencia de una larga tradición humanista francesa, cuyo humanismo termina en
la otredad colonial argelina. Camus, a este respecto, no fue una
excepción.
Camus, nativo de Argelia, pero
de cultura y educación francesa, pertenece a esa larga tradición intelectual
que en el siglo XIX generó el mito de la Argelia francesa. La que oscila
entre el racialismo culturalista de Buffon, Voltaire, Renan o Le Bon, y el
nacionalismo republicano de Alexis de Tocqueville. En ambos casos, el nativo
ha de plegarse o bien al principio de superioridad lingüística,
histórica o psicológica francesa o las supuestas bondades de un patriotismo de
corte asimilacionista.
El ejemplo paradigmático de la
primera nos lo da Renan, para quien el derecho de conquista argelina reside en
la superioridad de la raza francesa. Según Renan, “La exploración científica
de Argelia va a ser uno de los títulos de gloria para la Francia del siglo
XIX….la conquista de un país de raza inferior hecha por uno de raza superior
que se establece en el para gobernarlo, nada tiene de chocante” (Todorov,
p. 138).
El primer precepto es cercano al
racismo de Gobineau. Esto es, a la tesis de que la raza blanca poseía originalmente
el monopolio de la belleza, de la inteligencia y de la fuerza. La segunda
tesis de Renan es más bien racialista, y se sustenta en un principio de
superioridad culturalista. Nosotros, raza lingüística racional francesa,
frente a ellos, raza fanática e irracional. Para Renan el fanatismo es
imposible en francés, “y “un musulmán que sepa francés, jamás será un musulmán
peligroso (Todorov, p. 173).
El ejemplo de la segunda nos
remite a Alexis de Tocqueville, Michelet o Peguy, que se ven obligados a
argumentaciones acrobáticas para conciliar humanismo y patriotismo. En el caso
de Tocqueville, se rechaza el principio humanitario de expansión de
civilización (a la manera de Condorcet). Es más, se rechaza, de forma
explícita, este supuesto para el caso de Argelia reconociendo que: “Hemos
convertido a la sociedad musulmana en mucho más miserable, más ignorante y más bárbara
de lo que era antes de que nos conociese” (Todorov, p. 238).
Sin embargo, Tocqueville sigue
siendo partidario firme de la colonización argelina.
¿En nombre de qué? En nombre del
interés nacional.: “La conservación de las colonias es necesaria
para la fuerza y grandeza de Francia”. La guerra de conquista no es juzgada
más que desde un solo punto de vista. “No dudo que pudiéramos edificar sobre
la costa de África un gran monumento a la gloria de nuestra patria. Si se
abandonaran las colonias, ello sería el indicio certero de nuestra decadencia,
que otros países no dejarían de explotar; en cambio si se las mantiene, si se
acrecienta su número, nuestra influencia en los asuntos generales del mundo
aumentaría muchísimo” (Todorov, p. 240).
Nótese que Tocqueville no se
plantea si ese dominio es acorde con los intereses de la humanidad y aún menos
con los de la población argelina. Reprueba la represión francesa, pero siempre desde
una perspectiva nacionalista. Es decir, en la medida en que van “a traer la
ruina de los colonizadores”, no la ruina o el exterminio de ellos,
los indígenas, de quienes solo espera “la revuelta”: “y yo,
escuchando tristemente todas estas cosas, me preguntaba ¿cual podría ser el
porvenir de un país dejado en manos de tales hombres, y donde iba a terminar
finalmente esta cascada de violencias e injusticias sino en la revuelta de los
indígenas y en la ruina de los europeos?”(Todorov, p. 240)
Aspira, por tanto, a un
principio de “fuerza tranquila”, fundada, a su vez, en un criterio
civilizador nacionalista republicano, que guíe a los indígenas “hacia el
bienestar y la luz”, ya que de lo contrario ambos pueblos colonizadores
y colonizados, estarían condenados a un combate sin piedad; “Si actuamos
de tal manera que mostrásemos que, a nuestros ojos, los antiguos habitantes de
Argelia no son más que un obstáculo que es preciso apartar o pisotear; si
envolvemos a sus poblaciones, no para levantarlas en nuestros brazos hacia el
bienestar y la luz, sino para estrecharles y ahogarlas en ellos las dos razas
se planteará la cuestión de vida o muerte. Argelia se convertiría, tarde o
temprano, créanme, en un campo cerrado, en una arena amurallada, en donde los
dos pueblos tendrían que combatir sin piedad, y uno de los dos acabaría por
morir” (Todorov, p. 241).
Tocqueville no puso atención a
su propia advertencia, como tampoco lo hicieron sus contemporáneos, cien años
más tarde estalló el combate sin piedad.
2.- CAMUS Y EL MITO DE LA
ARGELIA FRANCESA
“Hay una
sorprendente coincidencia entre la reafirmación de Kipling sobre la geografía
de la India y la de Camus en algunos de los cuentos argelinos escritos casi un
siglo después. Creo que sus gestos, en lugar de demostrar confianza, son ya
síntomas de un malestar escondido, casi inadvertido. Cuando se pertenece a un
lugar, no es necesario afirmarlo y mostrarlo continuamente: se es de allí, como
los árabes silenciosos de El Extranjero o los negros de pelo rizado de El
Corazón de Las Tinieblas o los varios indios de Kim . En cambio, la apropiación
colonial exige ese tipo de inflexiones afirmativas: esos énfasis son las marcas
de la cultura imperial que se afirma ante y para sí misma” (Edward W.
Said)
En 1958, año de la
insurrección argelina, Pierre Bordieu publicaba su Etnografía de Argelia, haciendo
hincapié en una sociedad marcada por la relación entre dominadores y dominados,
y una segregación comunitaria creciente entre indígenas y europeos. La lejanía
comunitaria teñía, a su vez, las relaciones para con la otredad árabe de
paternalismo y racismo; en la misma medida que la sociedad colonial se
asentaba, la argelina se desarticulaba. Efectivamente, Bordieu hablaba de un “sistema
de castas” y “una segregación racial de facto” que pasaba por ser un “orden
de derecho”.
“Considerada sincrónicamente,
la sociedad colonial conduce a pensar en un sistema de castas. Se compone en
efecto de dos “comunidades” yuxtapuestas y distintas. La pertenencia a cada una
de estas comunidades queda determinada por el nacimiento: el tipo físico es su
signo, como lo es a veces el vestido o el apellido familiar.
El hecho de nacer en la casta
superior confiere automáticamente unos privilegios, lo que tiende a desarrollar
el sentimiento de superioridad natural en quien se beneficia de ellos. Además
la separación entre castas se manifiesta por la rareza del matrimonio entre
ellas, como en cualquier otro tipo de intercambios comidas, dones, etc..Las dos
sociedades se sitúan en una relación de superior a inferior y separadas por una
multitud de barreras invisibles, institucionales o espontáneas, que hacen que
la relación entre los miembros de dos castas parezca reducida, por una especie
de acuerdo tácito de las partes involucradas, al mínimo indispensable. De ello
resulta una segregación racial de facto.
La función del racismo no es
otra que la de proporcionar una racionalización de este estado de facto, de
forma que se le haga parecer un orden de derecho. Igualmente el paternalismo es
la conducta privilegiada del superior mientras que el sistema no sea en tela de
juicio y que cada uno se quede en su sitio. La sociedad europea mayoritaria en
los planos social, económico y político, trata, gracias a la ideología
racista, de transformar los privilegios en derechos, en resumen, autorizar a
cada sociedad a ser lo que es, la dominante, dominante; la dominada, dominada”
(Bordieu, p. 149).
Ese mismo año, Camus publica
también sus Crónicas Argelinas. Un recuento de la problemática argelina
bajo la óptica camusiana, desde los tiempos de cronista en el Alger
Republicain hasta el momento de la insurrección del FLN. El recuento podría
dividirse en tres partes. Una primera parte, en la que Camus parte de una
ficción neutralista francesa, sobre los asuntos argelinos. Una segunda,
en la que esencializa los valores de la Argelia francesa como fórmula para
integrar a la otredad argelina, la extensión de nuestras libertades
y nuestra justicia, sin mencionar, el vehemente rechazo pied noir a
la extensión del sufragio. La realidad de una sociedad de dominadores y dominados
es simplemente ignorada, de ahí el cúmulo de contradicciones del relato.
Lo dice explícitamente en su Prefacio:
“Los hechos no han cambiado, y mañana habrá que seguir teniéndolos en cuenta
para desembocar en el único futuro posible: un futuro en el que Francia,
apoyada incondicionalmente sobre sus libertades, sabrá hacer justicia, sin
discriminación, ni en un sentido ni en otro, a todas las comunidades de
Argelia” (Camus, p 8)
Finalmente, una tercera en donde
Camus hace suyos los postulados gaullistas y legitima la campaña
francesa en Argelia, al negar la posibilidad de negociación con el FLN. Para
Camus, quizás en su alegato más abiertamente colonial, Argelia no es una
nación y de nuestro lado está “la Libertad y Occidente” del
suyo, del argelino, “el imperialismo árabe”. La dicotomización racista
es absoluta:
“Los árabes pueden al menos
reclamar su pertenencia no a una nación, sino a una especie de imperio musulmán,
espiritual o temporal. Espiritualmente, este Imperio existe; su cohesión y su
doctrina es el Islam. Pero existe también un imperio cristiano, al menos igual
de importante, que no es cuestión de hacer entrar como tal en la historia
temporal. De momento, el imperio árabe no existe históricamente, sino en los
escritos del coronel Nasser, y no podría realizarse sino por medio de
conmociones mundiales que significarían una tercera guerra mundial en breve
plazo. Hay que considerar la reivindicación de la independencia nacional
argelina, en parte, como una de las manifestaciones de ese nuevo imperialismo
árabe del que Egipto, presumiendo de sus fuerzas pretende ser la cabeza” (Camus,
p. 187).
Hay autores que plantean que
Camus no quiso elegir bando, ante el vivido desgarro del
conflicto argelino y que esto explicaría, entre otras cosas, sus silencios.
Lo cierto es que eligió bando de forma explicita cuando recibió el premio
Nobel en 1957, y eligió a su madre (Francia) frente al FLN. Es más, la
mayoría de sus biógrafos no comparten este supuesto. Para Herbert Lottman, por
ejemplo, fue el hecho de ser francés, y no la violencia y los crímenes de
ambos bandos, lo que determinó, en última instancia, que Camus no
legitimase la resistencia argelina (Lottman, p. 655).
Al parecer, por el contrario,
eligió bando a temprana edad. Ya en la década de los treinta, época de su
militancia comunista, Camus fue testigo de una considerable degradación de las
relaciones intracomunitarias en Argelia. Sin embargo, Camus prefería hablar del
mito de una unidad de cultura Mediterránea, que Conor Cruise O´Brien
considera como el subterfugio del mito de la Argelia francesa, y que más tarde
recrearía, de forma más abierta, en toda su creación literaria.
En El extranjero (1942) Mersault
(un europeo) es condenado a muerte por matar a un árabe. En la práctica, la
justicia francesa en Argelia no hubiese condenado a muerte un europeo por
disparar a un árabe, que previamente le había enseñado un cuchillo, y que poco
antes había acuchillado a otro europeo. No existe, en la obra, la posibilidad
de un llamamiento a la solidaridad francesa que salvase la vida de
Mersault. Esto es tan irreal como plantear que en América, en el mismo caso, un
tribunal blanco no se sintiera influenciado por el miedo a los negros.
El tribunal se presenta como si
fuera un tribunal de una ciudad europea, haciendo frente a un incidente en el
que estuviera implicada una población homogénea. La presentación de un tribunal
en Argelia de esta manera, supone la involucración del mismo autor, Camus, en
la representación de un mito de orden de derecho. El mito de la Argelia
Francesa. Al sugerir que el tribunal es imparcial entre los árabes y los
franceses, implícitamente niega la realidad colonial, y mantiene la ficción
colonial. Es decir, que el mandato francés en Argelia no es de naturaleza
colonial (O´Brien p. 23).
De la misma manera, no resulta
sencillo que en una obra la muerte de hombre parezca irrelevante. De hecho,
apenas puede hacerse a no ser que uno sea llevado deliberadamente a la idea de
que el hombre en cuestión no es del todo humano. De hecho, esto es lo
que realmente sucede. Los europeos de la obra tienen nombres Mersault, Raymond,
Sintés, Marie, Salamano y otros personajes menores. El Hombre al que se dispara
no tiene nombre, y su relación con el narrador y su amigo no es una de entre
iguales.
El miraba hacia ellos, como si
fueran “pedazos de piedra o árboles muertos”, y cuando Mersault “dispara
cuatro veces más sobre el cuerpo inerte”, el lector no siente la sensación
de que Mersault ha matado a un hombre. Mersault había matado a un árabe.
En La Peste (1947), los
árabes de Orán dejan de existir. No es sólo el hecho de que todos los
personajes sean europeos, incluso los silenciosos y anónimos árabes del Extranjero
desaparecen. Ni Rieaux, el doctor, ni Rambert, el periodista, van nunca a
su casas. No escuchamos nada acerca del progreso de la plaga entre ellos. La
cuestión del nativo es simplemente abolida.
Hasta cierto punto, la
estrategia de la fábula requiere la desaparición de los árabes. Al fin y al
cabo era la Francia metropolitana, no Argelia, la que estaba ocupada por los
alemanes. Lo que resulta sorprendente, y contradictorio, es que la existencia
de los árabes debería ser sugerida si lo que se pretende es mantener la esencia
de uno de los personajes centrales de la obra. La ciudad en si misma.
En la medida que Camus pretendía
situar su fábula en una ciudad que conocía, Oran, y en la medida, que la ciudad
tenía una extensa población árabe, esos árabes tenían que ser eliminados de la
escena para mantener la noción de que esa ciudad francesa, fuera realmente
francesa.
Camus, posteriormente, siguió
siendo un firme creyente en el mito de la Argelia francesa, y lo que
aparentemente fueron posiciones de extrema derecha de última hora, ya
estaban latentes en sus años de silencios argelinos. La única
declaración pública sobre la guerra de de Argelia, la hizo de forma fervorosa
en Suecia en diciembre de 1957 (dos años antes de su muerte), justo después de
recibir el premio Nobel de Literatura:
“ Siempre he condenado el
terror. Debo también condenar un terrorismo que opera de forma ciega, en las
calles de Argel, y que cualquier día puede golpear a mi madre o mi familia .
Creo en la justicia, pero defenderé a mi madre antes que la justicia”.
La defensa de su madre
requería el apoyo al Ejército de pacificación francés en Argelia.
BIBLIOGRAFÍA:
Bordieu, P (2010), Antropología
de Argelia, Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.
Bordieu, P (1964), Argelia
entra en la Historia, Barcelona: Editorial Nova Terra.
Camus, A (2006), Crónicas
argelinas (1939- 1958), Madrid: Alianza Editorial.
Camus, A (2014), El revés y el
derecho. Discurso de Suecia, Madrid: Alianza Editorial
Lottman, R. H (2010),
Albert Camus, Madrid: Taurus
O´Brien, C Cruise (1970), Camus,
Londres: Fontana
Said, W Edward (1996), Cultura
e Imperialismo, Barcelona: Anagrama.
Todorov, T (1991), Nosotros y
los otros (Reflexión sobre la diversidad humana), México: Siglo XXI.