Resumen.
La democracia
venezolana vive bajo un proceso de transición desde 1998, ya más de una década,
en un contexto del desgobierno militar de características pretorianas. Así
repensar la política es prioridad a la hora de dar interpretaciones sobre el surgimiento
de liderazgos de corte neopopulista, que de la fatiga cívica (desafección
política) y la anti-política se han manifestado, en la poca o nula
profesionalización de los representantes políticos venidos a menos en
liderazgos anti-partidos, entre 1999 al 2014, en el gobierno del Estado,
invocando formas plebiscitarias de interpretar la democracia, bajo los medios
de comunicación. Y ello conllevó a un sistema del desgobierno, y la crisis de
la democracia –participativa del proyecto del socialismo del siglo XXI,
planteado bajo la revolución bolivariana en Venezuela.
Misrule
and Praetorian populism
in Venezuela. The
destruction of the process of
decentralization.
Summary.
Venezuelan democracy lives under a transition since 1998, more than a decade, in a context of
military misrule praetorian
characteristics. So rethink the politics is priority when giving interpretations
of the emergence of leaders
of neopopulist court
that the civic
fatigue (political disaffection) and
anti-politics have
manifested in little or no
professional political representatives
come at least in
anti-party leadership from 1999 to 2014 in
the state government, invoking ways of
interpreting plebiscitary democracy
under media. And
this led to a system of misrule, and the
crisis of democracy -participative
project of socialism of the XXI century, raised
under the Bolivarian revolution in Venezuela.
Desgobierno y
neopopulismo pretoriano en Venezuela. La destrucción del proceso de la
descentralización.
Francisco Roberto García Samaniego.
·
Desgobierno y
neopopulismo pretoriano en Venezuela.
El análisis se centrará principalmente en cómo el déficit de la
democracia en Venezuela ha cambiado nuestras formas de pensar el país y vivirlo
en sus entornos culturales, económicos y políticos. Se podría afirmar que con
el declive institucional de la política y los mercados, se crearían más
neopopulismos, como manifestación en diversos sectores de excluidos que no se
benefician de ella. Del declive de los partidos tradicionales AD y COPEI, surge
un liderazgo anti-político alejado de la profesionalización partidista
(Outsiders de la política). Y Todo ello de la mano de las nuevas tecnologías
con respecto a los medios de comunicación, grupos ONG, y movimientos políticos;
como el socialismo del siglo XXI,
que han impedido el desarrollo de una mayor información sobre la gestión
gubernamental del Chavismo y su partido político; primero el MVR
y luego el PSUV,
bajo la característica que responde sólo al líder de la revolución bolivariana,
Hugo Rafael Chávez Frías (+).
Cuando hablamos del militarismo lo hacemos bajo la
tesis de Huntington que; “sostiene sobre todo que las verdaderas causas de la
intervención de los militares en la política no deben buscarse principalmente
en el interior de la organización militar sino que sólo pueden comprenderse si
se estudian las relaciones entre organización militar y organizaciones
civiles”.
Y esas relaciones entre militares y civiles siempre han estado presentes en la
historia política de Venezuela desde la conformación de la nación y la
república a partir de 1811, de la Primera república a la Quinta república. Se
presenta entonces otro aspecto fundamental en la valoración histórico política
de las relaciones civiles militares. Así “estos expresan un intento de
encontrar solución al problema generado por la guerra de independencia,
relacionado con las tensiones de autoridad entre los jefes militares en campaña
y las autoridades civiles y marcan, también, el inicio del fusionismo criollo
en el siglo XIX republicano. La solución de fusionar en un militar de alta
graduación las responsabilidades civiles y militares tendrá profunda
significación en la evolución política venezolana”.
1. El desgobierno del neopopulismo y el proceso de ruptura
con la descentralización.
En tal sentido, los
partidos políticos como puentes idóneos entre la sociedad civil y el Estado en
busca de una mejor gobernabilidad de los sistemas políticos van en declive
permanente dentro de la institucionalidad venezolana. Ello afecta de manera
paulatina el buen desarrollo de las representaciones partidistas por la crisis
en las instituciones políticas y jurídicas del Estado. Lo cual genera el
desgobierno neopopulista.
Por ello, entre el desgobierno, mal gobierno y, por supuesto, mala
administración se distingue que; “el desgobierno supone una condición distinta
puesto que lleva consigo la nota de intencionalidad y no la mera ignorancia o
incapacidad que provocan un mal gobierno o una mala administración”.
Sin
embargo en el pasado de una ilusión en Venezuela se presenta además una
conformación de un régimen militar-militarista:
“Un régimen
militar-militarista en el que los militares no solo mandan, sino que además
pretenden imponerle a la sociedad el patrón militar. Han asaltado la
administración pública y pretenden imponerle modos militares de funcionamiento.
¿Por qué mandan a un tenientico a dirigir algo que él jamás demostró que sabía
hacer? Porque es “un hombre de orden u eficiencia”. El militarcito viene con
el reconocimiento de que representa el orden y la eficiencia. Los civiles, los
burócratas, deben obedecerlo. Eso es lo que llamo la perversión del régimen
militar”.
Es
decir, el desgobierno se presenta desde el ámbito militar en la burocracia del
Estado, pero también bajo el uso de los medios de comunicación en Venezuela. Y
todo ese cúmulo de ineficiencias, corrupción, violación a los Derechos Humanos,
violación a la Constitución de 1999 y faltas de rendiciones de cuentas del
desgobierno chavista, se han ventilado gracias a un grupo de medios de
información cónsonos con la idea de libertad de expresión, representación,
participación, respeto a la propiedad privada, y valores de la democracia.
Pero
además el proceso de militarización de la burocracia del Estado ha venido
minando el proceso de la descentralización en Venezuela, que arrancó claramente
en 1989 con los procesos de elecciones y candidaturas nominales permitiendo
mayor apertura política partidista para la toma del poder político en Estados y
alcaldías. Así y como consecuencia de ello, surgen liderazgos regionales y
partidos regionales, como por ejemplo: Proyecto Venezuela, Primero Justicia,
entre otros, que gracias a su labor partidista pasan con los años a participar
de curules en la Asamblea venezolana, alcaldías, gobernaciones e incluso
pretensiones de candidaturas presidenciales.
Sin
embargo las pretensiones totalizantes, primero de MVR y luego del PSUV, se
plegaron a las funciones ejecutivas del presidente dejando atrás las
oposiciones. Es más, al pasar los años, incluso, negando recurso económicos y
financieros para alcaldías y gobernaciones de la oposición al proyecto
revolucionario bolivariano. Eso trajo como consecuencia la creación de misiones
sociales, buscando quitar poder de acción de esas alcaldías y gobernaciones.
Además de negar recursos claramente expresados en la constitución venezolana. Todo
un retroceso al proceso descentralizador que se llevaba a cabo en el país.
Así, significa el
desgobierno, mantenerse en el poder político del Estado sin gobernar, buscando
vías alternativas no institucionales de hacer política, lo cual se evidencia en
discursos y manifestaciones alejados de las leyes e instituciones vigentes
dentro de un sistema político determinado.
Además, son tipologías de
acciones políticas plebiscitarias no efectivas y cargadas de discursos
anti-institucionales, en busca del control de los medios de comunicación, como fundamento básico para el
control del Estado en manos de una sola forma de pensar la democracia. Lo que implica
la entrada de una política cargada de manifestaciones en los medios de
comunicación. Lo que Giovanni Sartori ha destacado como la Video Política.
Sin embargo, dentro de la Ciencia Política se comprende el populismo como un movimiento político ideológico que nace y surge, a partir del siglo XIX, como bien se sabe, en los partidos clásicos, y que ha tenido profundas disyuntivas críticas para el desenvolvimiento de la democratización política en la historia de los continentes, tanto el europeo como el americano. Generando conflictos políticos en pro de liderazgos personalistas en el control del aparato Estadal. En efecto, en todas sus expresiones; para Andrés Benavente y Julio Alberto Cirino: “el populismo clásico es Estatista, pues supone un Estado sobredimensionado, cuyos recursos realiza su labor redistributiva. Por eso, al decir de Emilio de Ipóla y Juan Carlos Portantiero ningún populismo ha sido ideológica y políticamente anti-estatal; muy por el contrario, ha acordado siempre al Estado un papel al mismo tiempo positivo que central, en una suerte de fetichización del Estado”.
Del populismo se pasa a la forma de neopopulismo que se alimenta de las crisis políticas de los sistemas democráticos establecidos como componente anti-político. Así, el término de neopopulismo es muy controversial, pese a que es visto de modo no convencional para describir a ciertos actores políticos que han surgido en América Latina en los últimos años, como es el caso de Fujimori en Perú, Menem, los Kirchner en Argentina, Bucaram, Lucio Gutiérrez, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela entre otros. Son manifestaciones políticas de corte anti-sistema, sin limitaciones para gobernar, que dan al traste con la democratización, conllevando a procesos desintegradores de los partidos políticos de antaño en sus respectivas sociedades. Dando como resultado, el surgimiento de políticos outsider alejados de la profesionalización política. Son, en su gran mayoría, personajes que desgobiernan por decreto y que se manifiestan continuamente en los Medios de Comunicación, dejando de lado el debate parlamentario violentando el Estado de Derecho.
En tal sentido, el prefijo "neo"; el populismo de esta época de continúa crisis de la gobernabilidad, por la desconfianza de los ciudadanos a los partidos políticos, y que promueve liderazgos anti-sistemas institucionales ya establecidos, es totalmente diferente con el populismo del siglo XIX y mediados del siglo XX, que se construía por un discurso político motivador que apelaba al pueblo como sujeto revolucionario de las clases obreras que identificaba pueblo, Nación y Estado; que propugnaba el protagonismo estatal en la economía con ideas redistributivas y que incorporó a las clases populares en la política mediante mecanismos corporativos; y todo esto, además, en torno a la figura de un líder carismático, que es la parte comparable del populismo con el neopopulismo aunado a la propaganda política en los medios de comunicación masiva en especial, luego del gran auge de la televisión y los programas de opinión política, además de las redes sociales e Internet como formas participativas de opinión en algunos sectores de la sociedad civil.
Es decir, a raíz de la debacle de los partidos políticos, el clientelismo de los gobiernos, más el déficit de la democracia en las últimas décadas en toda la región, el liderazgo caudillista personalista y autoritario aunado a los outsider, se apoderan de ciertas mentes de la izquierda borbónica y Bolchevique, de tecnócratas de la derecha empresarial, además de militares en retiro o en ejercicio, anti-partidos, no profesionales de la política como formas y métodos de superar la crisis de identificación y adhesión de los ciudadanos hacia la política como resurgimiento de ese populismo pretérito.
Así las cosas, se busca la victimización del pueblo y el mito de la conspiración forman parte de la retórica-discursiva tradicional como propaganda política del “líder caudillo” “único” e “insustituible” en contra de un imperialismo inexistente. Que hoy lo pregonan, los antiglobalización. Así, se ocultan ciertos aspectos del neopopulismo autoritario y engendran representaciones fundamentales para la conquista de la opinión pública. Aunque cambie según los periodos y el contexto, político-social, el proyecto oficial es regenerar la vida política y acabar con la aparente o real decadencia de las instituciones y de la moral pública. Base de la hipocresía propuesta como proyecto revolucionario, mermando así el desempeño de la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela en los últimos años.
Para alcanzar este objetivo, algunos movimientos neopopulistas proponen reformas que son democráticas en un comienzo. Otros se estructuran en organizaciones “anti-políticas” y presentan alternativas autoritarias y xenófobas, que pretenden satisfacer las frustraciones de las clases desposeídas y de los grupos sociales que no se consideran representados por el poder político tradicional.
De hecho, existen tipologías que han permanecido a lo largo del tiempo y que es común a cualquier forma tanto de populismo, como de neopopulismo: el culto al jefe. El líder populista reivindica el “sentido común” y se presenta como la alternativa a la crisis. Es el Mesías, que intenta simbolizar los valores del pueblo bajo una retórica marginal. Por lo tanto, resaltamos que del populismo y del neopopulismo se destacan por su manejo demagógico de la comunicación simbólica. Así, “se busca establecer una relación lo más directa posible entre el pueblo y sus líderes, no siendo necesaria la mediación de instituciones.”
A cambio del culto al “jefe”, se propone una vuelta a una mítica edad de gloria, a los equilibrios tradicionales alterados por la corrupción de los políticos, bajo reformas plebiscitarias de participación. El culto al jefe, desde las perspectivas míticas, casi religiosas, se presenta como un elemento indispensable para la comprensión del populismo y su vertiente moderna, el neopopulismo. Este último proyectado de manera clara en las propagandas de los medios de comunicación masiva, y en especial explotado en la video-política como forma actual de proyección de personajes y líderes anti-partidos. La política del espectáculo, una forma político participativa simbólica, en extremo demagógica, en constante contradicción con las funciones e instituciones parlamentarias de ejercer el gobierno.
Así, el neopopulismo promueve la
irresponsabilidad y modela de manera autoritaria la mentalidad del pueblo-masa.
De hecho desgarra el tejido socio-político, y corroe el espíritu público
alimentando con el pasar del tiempo la discordia en la sociedad civil, y el
ciudadano continúa apático a los partidos. Precisamente de esa apatía se
alimenta el neopopulismo por la pérdida clara de rumbo de la oposición
democrática.
Por ello, el historiador mexicano
y director de la Revista Letras Libres, Enrique Krauze viene advirtiendo y no
sin razón; “con todo, como se ha visto en el caso venezolano, los militares
pueden vestirse con la piel de oveja del uniforme civil, llegar al poder
mediante elecciones y luego, a la manera de Hitler, utilizar la democracia para
acabar con la democracia. El militarismo es un paradigma latente”.
En efecto, después de todos los
procesos electorales en Venezuela, 1998-2013, los cambios que se prometieron en
la campaña electoral de Chávez, de lograr mejoras sociales, no fueron ni han
sido cumplidos luego de su muerte y reemplazo por Nicolás Maduro. De este modo
la crisis general institucional sigue desbocada, lo que implica que la crisis
del Estado asistencial no ha mejorado y el cambio constitucional no ha sido
garantía de mejoras sociales y mucho menos, ha significado el fortalecimiento
de una verdadera democracia, más estable y segura. De aquí que, no se está
produciendo en Venezuela un desarrollo democrático-constitucional que asegure
para el futuro la vigencia de las instituciones democráticas políticas del
sistema.
Asimismo en Venezuela con
una legislación directa sin pasar por la “Asamblea Nacional”, aunado a ese tipo
inconstitucional de ratificación plebiscitaria de todas las decisiones del
desgobierno, ¿cómo exigir rendición de cuentas por parte de los ciudadanos
hacia sus representantes? … ¿Cómo implantar un sistema de respeto
institucional? Esos son los objetivos generales a los cuales se quiere llegar
para dar respuestas a estas inquietudes democráticas en Venezuela. Y cómo se
manifiestan en los medios de comunicación masiva, en especial la Televisión,
además del claro descalabro del sistema burocrático excesivamente centralizador
de los petrodólares y la economía con un socialismo del Estado comunal que ya
el ciudadano venezolano en el referéndum 2007 votó en contra de ése proyecto,
siendo un ataque de frente a la descentralización de la administración pública,
ahora venida a manos de militares.
2. De la anti política al desgobierno de la
administración pública.
Se presenta entonces que; “desde estos
presupuestos ideológicos el desgobierno consiste entonces en el falseamiento
de las metáforas de siempre (izquierda y derecha, conservadores y progresistas
de la voluntad popular y el contrato social) y en la desviación de sus fines,
de tal manera que en lugar de servir a los intereses públicos a tiende a otros,
que ordinariamente son intereses de la clase dominante que ocupa el poder público,
aunque respetando formalmente, claro está, y con mayor o menor debilidad los
principios de la soberanía popular y subrayando hipócritamente siempre la
importancia de más instituciones intermedias (por ejemplo, los partidos) que justifican
la desviación de los fines esenciales de la comunidad social”.
De tal manera, que el proceso de dominación
carismática, como lo estudió Max Weber, “supone un proceso de comunicación de
carácter emotivo”. Es decir, los líderes
populistas y neopopulistas, tienden a explotar los sentimientos emotivos de la
sociedad desprotegida. De ahí, promueven soluciones casi siempre
revolucionarias en contra de la administración pasada. O, lo que explica
Fernando Mires de manera sucinta: “En América Latina en general, casi siempre
detrás del “gran hombre” se encuentra la sombra de un “gran hombre”. Los
caudillos latinoamericanos han recurrido por lo común al telón de fondo
representado por la imagen de un gran Libertador (San Martín, Martí, Bolívar,
Sucre, etc.). Pero esa Misma recurrencia es la que delata el notable ímpetu
antidemocrático que los caracteriza”.
Pero el problema radica en el discurso de
confrontación entre los diferentes sectores de la sociedad, en un
enfrentamiento por demás innecesario que genera todo tipo de inestabilidad,
destruyendo de ese modo la institucionalidad y el respeto a las normas, tanto
morales como jurídicas dentro de la función de la democracia. En sí, ataca y
promueve la confrontación social para entronarse en el poder político del
Estado que como resultado se presenta anti-democrático en el momento en que se
viola el Estado de Derecho. Así, deviene la desgobernanza por medio de una
clara violencia simbólica.
De tal forma, el desgobierno indica para
los líderes carismáticos que: “no existe reglamento alguno, preceptos jurídicos
abstractos, ni aplicación racional del derecho orientada por ellos, más tampoco
se dan arbitrios y sentencias orientados por precedentes tradicionales, sino
que lo formalmente son lo decisivo las creaciones de derecho de caso en caso,
originariamente solo juicios de Dios y revelaciones”.
Así las cosas, “en toda dominación carismática
genuina la frase: “estaba escrito pero yo en verdad os digo; El profeta
genuino, como el caudillo genuino, como todo jefe genuino en general, anuncia,
crea, exige nuevos mandamientos”.
Asimismo para René Antonio Mayorga, el
núcleo de la anti política, “es una política electoral llevada a cabo por
actores ajenos al sistema partidario -los outsider- que compiten en el juego
electoral con recursos sacados del arsenal de una crítica radical contra los
partidos y las elites políticas establecidas”.
Por ejemplo en Venezuela; “Desde el fracasado
golpe de Estado de abril de 2002, en Venezuela, la experiencia de Chávez y del
Chavismo en el poder puede tipificarse dentro de la conocida hipótesis de Linz
que reúne el conjunto de factores que preceden a la caída de todo régimen
democrático como la etapa de desmantelamiento institucional del viejo régimen
bipartidista, lo que da paso a una situación caracterizada por la polarización
social y la inestabilidad política”.
A su vez, citando a Giovanni Sartori, Réne
Mayorga observa: “hay varias explicaciones plausibles sobre el por qué de la anti
política. Una de las mejores es, a su criterio, que la corrupción política ha
alcanzado ya el punto crítico de corromper la actividad política misma”.
De modo que, dentro de esta problemática, se produce el nacimiento y
establecimiento del fenómeno de la anti-política en Venezuela. Ello, producto
de la corrupción política que minó al Estado Asistencial, arrastrando a los
actores políticos provenientes o cercanos a los partidos políticos
tradicionales a su declive y el clientelismo.
De hecho, “poniendo en cuestión el
principio de representación y la necesidad misma de los partidos políticos, la
anti-política se presenta como una alternativa ‘real’ frente al sistema de
partidos y propone en el fondo un tipo distinto de democracia: La democracia
plebiscitaria”.
En consecuencia, no tenemos que mirar muy lejos
para ver que el fenómeno de la democracia plebiscitaria, como lo ha observado
Mayorga, se ha producido en Venezuela, a raíz de que los distintos referéndum
realizados en el país fueron todos de corte plebiscitario. Asimismo, “en el
caso de Venezuela, debido a la extendida presión popular por una política de
cambios profundos, que responde en un primer momento a proyectos desmesurados e
inviables del liderazgo plebiscitario, el desgaste de la popularidad gubernamental
ya era evidente en los meses que precedieron al golpe de abril”.
Para puntualizar, seguimos a Juan J. Linz,
en su libro, La Quiebra de las Democracias. Asimismo, observa: “En un mundo
económicamente cada vez más interdependiente la solución de ciertos problemas
está más allá de la capacidad de tomar decisiones de muchos gobiernos
nacionales. Esto ha llevado, y cada vez llevará más, a respuestas ultra
nacionalistas y voluntaristas, que pueden muy bien estar asociadas con una
política autoritaria”. En definitiva, en el campo de lo económico y social; tenemos
entonces gastos crecientes e incontrolables, endeudamiento crónico, corrupción,
permanente violación de la estabilidad jurídica y de los derechos de propiedad,
demagogia, clientelismo político y debilidad institucional.
Por ello, “a partir de la crisis de abril
de 2002, la vacilante y ambigua acción gubernamental chavista, fuertemente
orientada hacia la supervivencia política, obedecía al hecho de que el nuevo
régimen había perdido buena parte de la popularidad de sus orígenes”.
Y su proyección va matizada hacia posturas autoritarias dentro del Estado de la
mano del desgobierno.
En tal sentido, “en el caso de Venezuela,
la movilización desestabilizadora de la oposición antichavista, cuyo punto
culminante lo encontramos en el paro petrolero de diciembre de 2002- febrero de
2003, debe considerarse como la respuesta social a la deriva autoritaria del
desgobierno de Chávez, en momentos en que éste incorpora en su proyecto medidas
y decisiones de corte arbitrario (designación incoherente de sus colaboradores,
solidaridad automática con aquellos que aparecen incursos en escándalos de
corrupción, abandono de la prometida descentralización), que lo van alejando
significativamente de la política democrática”.
En otro sentido, la desconfianza hacia las
políticas implementadas por el Estado se convierte en una suerte de
desconfianza en la política y la democracia, agravando a su vez el problema de
la gobernabilidad (no gobernabilidad-desgobierno) Este problema, “tiene dos
tipos de dimensiones constitutivas: la eficacia y la legitimidad”.
Además la ingobernabilidad producto de la crisis estatal, se debe a un hecho
muy marcado como es que, el Estado no ha sabido institucionalizar los distintos
conflictos sociales. Presentándose el Estado como un Estado del fraude, y
desvirtúa sus funciones en un proyecto personal.
Por encima de todo eso, y por si fuera
poco, la ingobernabilidad, “parte de la crisis que se manifiesta como una
incompetencia del poder político, vuelve ingobernable la sociedad en virtud de
su carácter ampliamente democrático, por que alimenta nuevas y mayores
demandas, nuevos y renovados conflictos aparecen”.
Y como bien señalara Alfredo Ramos Jiménez; la crisis de Estado comienza con la
reivindicación de una “desestatización de la sociedad civil”, si no de la
“despartidización del sistema político, como la solución idónea para la
reconducción del proceso democratizador”.
Asimismo, El historiador Manuel Caballero argumenta, que una de las debilidades del
electorado venezolano es precisamente la pasividad política y sugiere que “el
venezolano se tiene que quitar de la cabeza que los gobiernos le tienen que
solucionar todos sus problemas.” Este tipo de democracia pasiva (o floja)
significa que los ciudadanos colocan su esperanza política en las manos de un
líder político (más o menos autoritario), a diferencia de la noción de la
democracia como lo propuso en su momento; sobre la democracia representativa
que Alexis de Tocqueville recomendaba, con una eficiente división de poderes y
funciones incorporadas de checks-and-balances (controles y balances).
Todo ello, se pierde en los procesos de desgobierno fundados en los
personalismos outsider que se proyectan como soluciones viables sólo en los
discursos mediáticos.
De estos cambios y
desestructuraciones políticas de inestabilidades simbólicas y políticas, los
neopopulistas prosperan. En tal sentido, para Ralf Dahrendorf; los populistas,
“en algunos casos, son personajes como el presidente Hugo Chávez de Venezuela
(y otros líderes latinoamericanos) o el ex Primer Ministro de Italia, Silvio
Berlusconi. En su mayoría, entran en la política desde sus márgenes, pero se
las arreglan para formar agrupaciones altamente personalistas, como Jörg Haider
y su partido Austriaco por la libertad, Jean-Marie LePen y sus Nacionalistas
Franceses, Andrzej Lepper y su Liga Campesina Polaca, o el Primer Ministro
Robert Fico y su partido Dirección en Eslovaquia. Se puede agregar muchos otros
nombres a la lista”.
3.
El neopopulismo como espectáculo
Televisivo.
Estos políticos de micrófono, del
video Show, sin partidos plurales y sin proyectos de país, sin acciones claras
de gobierno, les resulta sencillo engañar a sus pueblos haciéndose valer de una
cínica legitimidad que no poseen. Creyéndose con el derecho a violar sus
constituciones y pactos políticos cada vez que se encuentran acorralados por
sus sociedades. En tal sentido, la aparición en la escena política en Venezuela,
ha llegado a proyectar un outsider, de corte militar, y de hecho, cuando estos
últimos ocupan el poder; “los militares, independientemente a ideologías,
proyectos, modelos y locuras, han sido resultado de la precariedad del
desarrollo político latinoamericano, precariedad que esos mismos militares han
acentuado notablemente”.
Naturalmente dadas las condiciones
en que desestructuran lo político y la política, la comunicación política pasa
a ser destruida en parte por el propio gobernante. Así mismo para Mires, “la
destrucción de la comunicación política es la primera condición para todo
proceso de facistización. Eso es lo que está viviendo Venezuela. Esto va a
terminar muy mal, me dicen muchos venezolanos”.
Y, “la ausencia de politicidad es
manifiesta, o cuando las estructuras políticas han sido destruidas (a veces por
los propios políticos) suele ocurrir, y ha ocurrido, y no sólo en América
Latina, que poderes no políticos ocupen el lugar reservado al poder político.
Ya establecidos en ese lugar, realizan, aunque sea una paradoja, una política
de la anti-política que es la que sin excepción caracteriza a todas las
dictaduras en cualquier lugar del mundo. No obstante, como las dictaduras
militares no pueden gobernar sólo de acuerdo con la lógica del poder militar,
tienden a asociarse con otros poderes no políticos, en contra del enemigo
común: la política y los políticos”.
Por lo tanto, y en contraste con la tesis de O´Donnell
podemos llamar, como democracia delegativa. En sí, para el caso que nos ocupa,
la llamaremos, delegativa-degenerativa, por su poca o nula instrumentalización
de las instituciones y estructuras de poder, en virtud de un neopopulismo
militar proyectado en la video-demagogia. Por lo tanto, en la construcción del
desgobierno se desprende como “un instrumento que nos sirve para desenmascarar
las falacias del mundo oficial, dado que, tomando al píe de la letra sus
programas, se puede corroborar fácilmente que en el mundo real no se realizan:
Caen por así decirlo, en la propia trampa de su verborrea ya que están diciendo
una cosa y haciendo otra de tal manera que lo que se está haciendo se desvía de
lo que se está diciendo”.
En tal sentido, el
populismo actual (neo) se apoya: a) en los mass-medias; redes sociales e
Internet de por medio; b) en la agitación violenta; c) en la retórica
nacionalista; d) en la confrontación con “supuestos” enemigos externos en el
discurso, por ejemplo: en contra del capitalismo, la globalización, el FMI, los
Estados Unidos de Norteamérica, entre otros; e) promueve la desconfianza
institucional, y, f) deslegitima las leyes y los valores institucionales en
pro de un personalismo centralizador de los poderes públicos del caudillo; g) busca
desde el poder hiper-presidencialista acabar con la confianza en los partidos
de la oposición y generar adrede la no credibilidad en los valores y el capital
social entre los ciudadanos, partidos y gobierno, para implementar
intencionalmente el desgobierno para mantenerse en el poder, siempre en una
continua inestabilidad y déficit de la democracia, con el propósito claro de no
solucionar los problemas básicos de sus sociedades en pro de obtener sumisión
de grupos de ciudadanos marginados socialmente. Pero que en la práctica, se
compran en los momentos electorales con la supuesta promesa y, creando
programas sociales sumamente demagógicos. Siendo así la falacia del “modelo de
la democracia social radical”.
Más aún, gracias a la docilidad de un grupo
reducido de ciudadanos venezolanos, bajo el rótulo del célebre slogan: Vote has
you are told (vote como se le indica), manteniéndose en el poder
desgobernando la política y lo político del sistema institucional.
La lucha por parte del
“socialista del siglo XXI” se libra en varios frentes; pero muy en especial con
referencia al uso desproporcionado que hace de los medios de comunicación, con
respecto a la figura de Bolívar. Aunque de hecho el uso de Bolívar con fines
políticos no es nada nuevo, en nuestra época se presenta ya abrumador. Y ello
va en correlación con la más desmedida personalización del poder en la región.
(República Bolivariana de Venezuela)
No por casualidad el
caciquismo fue, y es, un defecto del hilo conductor de una democracia
delegativa - neopopulista, militar, hasta penetrar en lo más profundo del
sistema republicano venezolano, agotado por el maridaje entre la corrupción
política y la economía dependiente y rentística de los recursos de los
petrodólares, como forma más contundente de desgobernar en los últimos 15 años
y, ha significado en la práctica montar una mala administración.
En tal sentido, desde la
llegada de Chávez a Miraflores, se proyecta la más agresiva campaña
propagandística en función de rescatar los símbolos del pasado, buscando
aumentar un nacionalismo tórrido, antidemocrático en un misticismo sobre el
gran héroe. De tal manera, como lo anunciara Castro Leiva en; Para pensar a
Bolívar; “de tal forma que la historia patria se confunde con la historia
y vida de Bolívar. Nuestro principal héroe pasa a ser la patria misma, y sobre los
venezolanos pesa, profundamente, el parricidio cometido: Venezuela (madre)
tiene a su padre (Bolívar) que muere sacrificado (mártir) por el desprecio e
ingratitud de sus hijos”.
En 1812, Bolívar en el Manifiesto
de Cartagena argumentaba: “las repúblicas etéreas. En la que las
instituciones son edificadas, sobre principios abstractos y racionalistas muy
alejados de la realidad concreta y de las necesidades de tiempo y lugar”. La
palabra de Bolívar pisotea las palabras de Chávez que está viviendo la más
irracionalidad Estadal.
Por efecto de lo
anteriormente expuesto, en Venezuela se está proyectando un “Socialismo del
Siglo XXI” totalmente alejado de las realidades globales, culturales,
económicas, y basa su discurso mítico en Bolívar. Bolívar jamás propugnó
socialismo alguno. Es más, fue un aristócrata bien informado de las tendencias
liberales de su época como bien lo ha manifestado Elías Pino Iturrieta. En sí,
Chávez captura el discurso de Bolívar y sus proezas de guerra con intereses
políticos, como en épocas pasadas lo realizarán los políticos de la IV
república. Pero ahora se desvirtúa en una mezcolanza de ideologías tan
improvisadas como absurdas, siempre como un espectáculo. La desgobernanza del
espectáculo.
Así, Bolívar ha significado
según tesis de John Lynch; “para los historiadores liberales fue un luchador
que combatió la tiranía. Los conservadores crearon a su alrededor un culto.
Los marxistas lo rechazaron por considerarlo el líder de una revolución
burguesa. Aún hoy, Simón Bolívar sigue despertando pasiones y motivando
polémicas. De su figura se han apropiado tanto los gobiernos como los grupos
guerrilleros: su reciente encarnación como el modelo de un populismo
autoritario en Venezuela constituye una nueva interpretación de su liderazgo
que desafía a los historiadores a aclarar los hechos”.
Por ello, me viene a la
mente, esos neo-ideólogos de la V república que de la improvisación le están
haciendo “doctrina al chavismo”, con respecto a la ensalada ideológica llamada
“socialismo del siglo XXI” no sabemos cómo digerirla, mucho menos, cuando
hacemos lecturas de alguno de sus intelectuales “orgánicos”, más los aduladores
que hacen copias baratas de ideas pasadas y forman un discurso profano de la
verdadera historia republicana de Venezuela. Que a remolque de la crisis de
los partidos y de los políticos, siempre lleva dentro una profunda carga
anti-democrática y anti-política, bajo supuesto discursos ideológicos que han
ido preparando con el pasar de los años, conscientes o inconscientemente el
terreno y el abono para las soluciones autoritarias de gobernar.
Así, el autoritarismo
militar en Venezuela enfila sus armas hacia los medios de comunicación, trafica
con los símbolos del pasado, no teniendo conciencia de los problemas de la
Venezuela contemporánea expropiando el discurso de los líderes del pasado para
entronizar en el poder a un neo-dictador del siglo XXI. Todo ello aunado a la
injerencia del régimen cubano dentro de las instituciones del Estado venezolano
y las fuerzas armadas del país.
De hecho, muy lucidamente
Andrés Cañizales Director de la Revista Comunicación de la UCAB hace referencia
en que: “Con el ascenso de Hugo Chávez al poder, el tema histórico no solo
regresa para hacerse presente de forma cotidiana en el discurso, sino que se
inserta en la lucha político-simbólica. La reinterpretación histórica que está
presente en el discurso presidencial, por un lado conecta al actual proceso con
la gesta independentista del siglo XIX, y por tanto, cualquier oposición ha
dicho proyecto termina etiquetada literalmente de antipatriótica”.
En fin, Álvaro Vargas Llosa
en; El caudillo, el populismo y la democracia. Concluye su excelente análisis
de la siguiente forma: “El libertador, un hombre de la elite que creía en las
instituciones oligárquicas y que pasó gran parte de su vida procurando evitar
la revolución social, es en la actualidad el icono del populismo de izquierda.
Debe estar retorciéndose en la tumba”.
Por encima de todo eso, y aquí vamos a
rememorar una tesis de Maurice Duverger, según la cual: “Un jefe salido de las
masas es generalmente más autoritario que un jefe de origen aristocrático o
burgués. El segundo se juzga superior a los que manda por su nacimiento,
educación o fortuna; el primero se sabe su igual; sólo el mando lo distingue.
Para el jefe patricio, el poder es una consecuencia de su naturaleza superior;
Para el jefe plebeyo, la superioridad viene de su poder. El primero puede
conservar cierto despego hacia la disciplina; puede aceptar la discusión, la oposición,
sin temor esencial de verse conducido nuevamente al nivel de las masas; el
segundo necesita su obediencia para sentirse por encima de ellas. El
autoritarismo de los jefes plebeyos les viene de cierto complejo de
inferioridad o, más bien, de igualdad”.
En tal sentido y para concluir, el sectarismo político
en el cual corre algunas proto-democracias en América Latina basta un análisis
sobre el sectarismo político de Franzel Delgado Senior que pone en claro como
las estructuras mentales de las sectas políticas dan paso a la destrucción de
la convivencia democrática.
Veamos entonces algunas de sus características para
Delgado Senior: a) sumisión incondicional a un líder, a quien se le debe
sumisión absoluta, pues se considera predestinado a cumplir una misión que solo
él puede lograr. b) anulación a toda crítica interna y externa desdeñando el
pensamiento plural. c) persecución de objetivos económicos enmascarados bajo
una ideología, destinados sólo a reforzar el poder del líder. d) fabrica de palabras,
frases y consignas para descalificar a quienes no pertenecen a la secta, a
quienes se consideran inferiores. e) uso de algún color y vestimenta particular
para identificarse y darse fortaleza de grupo. f) prohibición de abandonar a la
organización, y quien lo hace, es severamente penado.
Así fue que;
“la política, o lo que queda de la
política entre nosotros, ha sido portadora de unos cuantos encuentros y
desencuentros entre los principales actores, los mismos que ya venían
anunciados en la etapa histórica precedente, convencionalmente identificada
como democracia bipartidista, por unos –los más optimistas-, o democracia
puntofijista, por otros, -los pesimistas-. Y ello en circunstancias tales que
individualidades carismáticas, hábiles prestidigitadores, campeones en la
manipulación y la duplicidad fueron emergiendo en un terreno disponible para la
aventura populista”.
Sin embargo el
pretorianismo en Venezuela se presenta bajo la totalización del manejo de las
instituciones del Estado en el desgobierno por parte, en casi su totalidad de
militares en el poder, (en la burocracia) o ex militares, así como la creación
de grupos de milicias, fuera de las fuerzas castrenses. Y toda decisión al
respecto pasa por las decisiones del ejecutivo sin pasar su discusión por la
Asamblea Nacional y violando flagrantemente la Constitución y el procesos de
descentralización de gobernaciones, alcaldías entre otros, bajo una figura del
Estado comunal.
Asimismo;
“Cualquiera que sea el derrotero
de nuestros países en el futuro inmediato, una cosa es cierta: nada preexiste
al momento del encuentro o la interacción de los ciudadanos; es aquí, en el
espacio público, donde se definen y afirman los valores (y los contenidos de
esos valores) que como tales han de articular a la sociedad. Es más, reconocer
la centralidad del espacio público para la democracia es reconocer que todo,
absolutamente todo, es o puede ser politizable, a condición de que sea
debatible, que se convierta en un asunto de deliberación pública e interés social”.
En definitiva, la
política en democracia busca superar en secretismo de Estado y gobierno, se
basa en la política de la opinión pública para proyectar y mejorar la vida en
democracia, que gracias a los medios de comunicación, en especial de las tecnologías
de la información para poder lograr las libertades de expresión y el respeto a
los Derechos Humanos en la comunicación política. Sin ellos, el espacio
político, y la política en democracia de cara al siglo XXI corre el peligro de
morir entre: populismos, neopopulismos, autoritarismos y totalitarismos en sus
diversas formas y manifestaciones. En conclusión, el espacio de la política y
la opinión pública se construyen y fortalece en los espacios de las
instituciones de la democrática representativa en los procesos de
descentralización con claras reglas del juego, entre oposición, medios de
información, partidos políticos y sociedad civil, los gobiernos y el Estado.
Ciertamente, la
democracia se construye entre las élites con características democráticas y,
para el caso degenerativo de la democratización en Venezuela, se diluye por
elites políticas con vocación autoritaria en el culto a un caudillo ya
enterrado en la realidad de la vida cotidiana.
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