Resumen
En la actualidad, los
estudios relativos a las funciones y perspectivas de las corrientes políticas
contemporáneas, responden a un enfoque interdisciplinar que se ajusta a los
polémicos debates que se suscitan en la Ciencia Política. El comunitarismo,
surge como alternativa ante la teoría del liberalismo, enarbolada por Rawls. Su
génesis, esencia y fundamentos se basan en fortalecer, preservar y fomentar la
herencia cultural y tradicional de las comunidades. Consolidar los valores
morales, derechos colectivos y el bienestar común de los individuos como
protagonistas de la vida en comunidad, constituye una de las premisas
fundamentales de esta tendencia. Desarrollar un enfoque que perpetúe la cultura
ancestral y originaria de los pueblos, es uno de los propósitos y méritos que
se le atribuyen a esta teoría. Razones como las expuestas, conllevan a plantear
como objetivo de este estudio: analizar el comunitarismo como corriente
política alternativa para el desarrollo sociocultural de los pueblos.
Palabras
claves: comunitarismo, corriente política contemporánea
Abstract
Nowadays,
studies relating to the functions and perspectives of contemporary political
trends have an interdisciplinary approach, based on the controversial debates
arousing in Political Science. In this context, Communitarianism emerges as an
alternative to Rawls´ Theory of Liberalism. Its origin, essence and
fundamentals aim at strengthening, preserving and promoting the cultural
heritage and traditions of communities. Consolidation of moral values,
collective rights and welfare state of individuals, as protagonists of
community life, constitutes one of the main premises of this political trend.
Developing an approach that perpetuates the ancestral and native culture of
peoples is one of the purposes and merits attributed to this theory. For the
above-mentioned reasons, the objective of this study is: analyzing
communitarianism as an alternative political trend for sociocultural
development of peoples.
Key
words: communitarianism, contemporary political trend.
Comunitarismo: corriente política alternativa para el
desarrollo sociocultural de los pueblos
Por: Lic. Annelys Alfonso Concepción
Lic. Yanelis Vasallo Gómez
Introducción
En la época
contemporánea uno de los conflictos fundamentales que se evidencian se
encuentra dirigido al pensamiento político. Las diversas corrientes políticas
surgidas durante décadas, a partir de contextos y coyunturas disímiles,
contribuyen al fortalecimiento de posturas ideológicas que en la actualidad han
cobrado auge.
Los fenómenos de
transculturación, deculturación, aculturación, globalización, las migraciones
desmedidas, el multiculturalismo y la hegemonía no solo económica y cultural,
sino también política influyen determinantemente en los problemas de identidad;
imprimiéndoles un modelo de desarrollo incoherente con la cultura, pertenencia
e idiosincrasia que caracteriza a las diferentes comunidades.
El continente
latinoamericano y por ende, los países subdesarrollados o tercermundistas por
lo general, son los más afectados ante estas situaciones. Sin embargo, la
historia, tradiciones, condiciones de vida y costumbres de los mismos
establecen patrones de conducta a veces en desacuerdo con las políticas
públicas por las que abogan estos países.
En la actualidad, han
emergido movimientos sociales, corrientes de pensamiento y teorías científicas
que avalan los estudios sobre Ciencia Política. Estos, en gran medida, dedican
parte de sus ilustraciones a la génesis, comportamiento y evaluación de
determinadas corrientes políticas que abogan por la formación, el desarrollo,
la preservación, conservación, y perpetuación de la cultura originaria,
tratando de impedir que se pierda el legado histórico que tipifica e identifica
a las diferentes sociedades. Razón por la cual el objetivo de este trabajo lo
constituye: analizar el comunitarismo como corriente política alternativa para
el desarrollo sociocultural de los pueblos.
Desarrollo
Disímiles son los
supuestos teóricos que avalan la pertinencia de las diversas corrientes de
pensamiento que caracterizan la época contemporánea. Distintas concepciones
tratan de explicar el origen, las causas y factores que provocan conflictos
sociales, discrepancias sociopolíticas y cosmovisiones diferentes para entender
los fenómenos sociales, desde múltiples aristas.
Hoy día, se hace
recurrente referirse a perspectivas teóricas que tratan de responder a
coyunturas y contextos diversos. Suelen permear el escenario político posiciones
de izquierda, derecha; así como, socialdemócratas, demócratas cristianos,
conservadores, liberales, etc, que desde su postura pretenden alcanzar,
afianzar y consolidar el poder.
Sin embargo, una de
las corrientes políticas contemporáneas que más énfasis realiza en preservar la
cultura y tradiciones originarias de los pueblos, de exacerbar la vida en
comunidad y de fomentar los principios y premisas de la colectividad, es el
comunitarismo. Pese a la importancia y novedad de esta concepción, la misma ha
sido poco estudiada, elemento que sugiere suscitar el debate en torno a esta
temática.
El comunitarismo,
según Eduardo Gonzalo, no es propiamente un movimiento social o político; puede
considerarse una corriente de pensamiento moral y política en la que se ubican
algunas opiniones y críticas sobre la modernidad, sustentada fundamentalmente
en la filosofía de la Ilustración.
Para el investigador
español Ruben Benedicto, los pensadores que defienden la doctrina comunitarista
no gozan de prestigio suficiente dentro del campo académico. Sin embargo, otros
enfoques difieren con respecto a este criterio, afirmando que los teóricos más
universales toman en cuenta sus postulados. Autores como la MSc Liliana Virginia
Siede sostienen la premisa de que esta corriente de pensamiento ha evolucionado
en constante y permanente polémica con el liberalismo promulgado por John Rawls,
como principal exponente. El debate entre ambas concepciones se basa en ideas,
realidades sociales y políticas asociadas a ella esencialmente.
A pesar de emerger en
la década de 1980 como una vertiente de pensamiento para designar toda forma de
etnocentrismo o sociocentrismo, que involucra la autovaloración y tendencia
individualista en el contexto de la contemporaneidad; su génesis se remonta al
siglo IV a.n.e. en la filosofía política de Aristóteles; quien plantea que “toda comunidad está
constituida en vista de algún bien” (Arnoletto, 2005); tesis que utilizan los
comunitaristas para fundamentar las críticas aristotélicas-hegelianas al
liberalismo kantiano.
A su vez, Gregorio
Magno establece que el sistema ideal sería la comunidad de bienes (Rodríguez-Arias,
1976); aunque en la práctica el régimen aboga por la propiedad privada. Esta
concepción contraria al individuo independiente y aislado, presenta sus raíces
más remotas en Grecia con los postulados de Protágoras; percibiéndose
posteriormente en el individualismo romano, a partir de los principios
racionalistas de la Revolución francesa.
A tono con lo
esbozado, Santo Tomás de Aquino considera que el hombre como ser social necesita
ayuda de los demás para conseguir su propio destino, razón por la cual debe
refugiarse en las comunidades, único escenario donde encontrará tal sosiego,
pues en el seno del yo existe un nosotros que es la comunidad, unidad
relacional de lo plural. La esencia de esta, como dijera Ferdinand Tonnies es tener
una vida real y orgánica. Los individuos se vinculan en este contexto, en
sentido general, por la amistad, colectividad, unión y comunicación que se
establece mediante los miembros de este conglomerado grupo social (Rocafull,
1935).
A partir de lo
expresado, es posible argumentar que en los momentos de crisis estructural los
hombres se sienten susceptibles y desprovistos, por lo que se refugian en la
comunidad para hallar respuestas a interrogantes que objetivamente no son
capaces de encontrar; sin que por ello se abandonen los intereses y derechos
personales. Pero para que este modo de vida resulte efectivo se hace necesario
cultivar y fomentar el espíritu de la comunidad, estimulando y potenciando el
trabajo en sociedad, las tendencias cooperativas, pero sobre todo, corrigiendo
el egoísmo individual como obstáculo para la vida en comunidad.
Los precedentes de
esta corriente contemporánea se comienzan a percibir en las últimas décadas del
siglo
XIX y las primeras del XX. Integrando este conjunto se pueden mencionar nombres
como el de Thomas Hill Green y Leonard Trelawney Hobhouse, Émile
Durkheim y John Dewey. Todos oponiéndose al liberalismo clásico de origen
kantiano y con la perspectiva de rescatar el principio del comunitarismo
planteado por Aristóteles, traducido en evitar la ruptura entre los valores
identitarios de la comunidad y el ideal individualista y egoísta del ser
humano, que promulgaba el liberalismo.
Entre los estudiosos
de la filosofía política y la ética en el ámbito anglosajón especialmente, pensadores de la
moral y la política como A. Maclntyre, C. Taylor, M. Sandel, M. Walzer o B.
Barber y más actual, Amitai Etzioni son a menudo calificados como comunitaristas.
Ellos han criticado el individualismo contemporáneo y han insistido en el valor
de los vínculos comunitarios como fuente de la identidad personal, colectiva,
comunitaria y política. El componente de esta concepción evidentemente es
heterogéneo, siendo algunos reformistas, conservadores, radicales, etc.;
acercándolos las líneas similares que comparten en contraposición al
liberalismo, desde ópticas y perspectivas diversas.
Se hace importante
señalar que irrumpe como respuesta o rechazo a la obra de Rawls, “Teoría de la
justicia”, siendo importante aclarar que no todos los comunitaristas reprenden
esta hipótesis, destacándose en ello Walser, quien expresa en su obra “Esferas
de la Justicia” que la teoría del liberalismo es relativa y se comporta como
tal en dependencia de los significados y símbolos sociales. A partir de este
análisis, Sandel, en 1982, publica “El liberalismo y los límites de la
justicia”, lo que marcará el comienzo del debate que por décadas se ha
suscitado, acuñando por primera vez el término que nombra al comunitarismo como
corriente de pensamiento. Lo cierto es que mostrar autores tanto liberales como
comunitaristas, es solo una vía para introducir su pensamiento.
Al decir de Amelia
Valcárcel, los “comunitaristas son aquellos autores que, fundamentalmente,
sostienen que los derechos individuales han de ceder, en ciertos casos, ante
los derechos de la comunidad; y que con ello la moralidad del conjunto, incluida
una práctica mejor de la individualidad, aumenta” (Valcárcel, 2002). A partir
de este criterio, sería importante destacar que mediante prácticas colectivas y
proyectos comunitarios, se reafirma el carácter grupal de las comunidades,
prevaleciendo los valores, hábitos, costumbres e intereses del conglomerado.
Las diferencias encontradas
entre los especialistas que han abordado dicha temática concuerdan en sentido
general, en concebirla como una orientación filosófico-moral, que somete a una
crítica metódica y moral la fundamentación individualista de la sociedad y de
las normas sociales características de la autocomprensión racionalista de la (o
de una determinada) modernidad (Kallscheuer, 1992). En función de ello, se
evidencia en las sociedades modernas el carácter individualista y egoísta que
asume el individuo, exagerando sus valores y adoptando una actitud aislada,
ajena al contexto grupal.
Sin
embargo, desde otra posición más radical y defensora del liberalismo se
sostiene que, en esencia, el comunitarismo se sirve de los mismos recursos
teóricos que el liberalismo; puede a su vez, ser extremo, pretendiendo trascender
y posicionarse en el marco de las Ciencias Políticas, debilitándose
paulatinamente y atendiendo a las inconformidades propias del ser humano y la
sociedad; afirmándose que para proclamar tal equidad, equilibrio, igualdad o
justicia, sería necesario la intervención del Estado, por lo que es incoherente
la tesis promulgada sobre la neutralidad.
Lo que se
opone al comunitarismo, según esta posición, es la forma que adopta el
individualismo, pero no el liberalismo como cuerpo conceptual que defiende la
autonomía y libertad, aunque el tratamiento que se les da a estos términos no
coincida o difiera de ambas.
Hay
quienes diferencian entre individualistas y comunitaristas, según el rol que le
proporcionan a la comunidad en la formación, conformación y fortalecimiento de
la identidad, o a partir de la relación que se establece entre esta categoría y
las elecciones de cada sujeto socialmente instituido. Otros, mantienen que
ambos grupos de pensadores son liberales, solo que los seguidores de Rawls optan por subrayar los procedimientos democráticos frente a
la filosofía, y el resto, simpatizantes de Taylor, se inclinan hacia la
búsqueda de la verdad. En definitiva, ambas tendencias conceden desigual
relevancia al individuo, a la comunidad, a lo particular y a lo universal.
Se trata de entender lo difícil que resulta poder distinguir
diametralmente las diferencias entre ambos representantes de estas contiendas,
pues los mismos comparten supuestos como: la necesidad de una
fundamentación intersubjetiva de una moralidad culturalmente compartida, el
reconocimiento de los derechos humanos, una mejor y más justa distribución de
los bienes, etc. (Benedicto,
2010). No obstante, la esencia y sustentos básicos de ambas posiciones son
totalmente diferentes, de ahí que se haya convertido en un tema polémico y
controversial para la ciencia y el pensamiento político.
Sus
postulados, aceptan la existencia de valores morales que norman las
regulaciones jurídicas, admiten el arbitraje de la razón práctica en la
cuestión moral, pero con enfoques distintos. Ninguno de los dos identifica la
moral con la voluntad de poder, opinando que esta no es el resultado de fuerzas
coercitivas.
Lo cierto
es que la intención del comunitarismo es hacer posible la voluntad y libertad
política en un marco democrático, para nada desean anular el disenso o revocar
la autonomía; intentan construir una moral desde la perspectiva colectiva, entendiendo
que sin comunidad moral es imposible concebir individuos morales, pretenden
restaurar la objetividad de los juicios morales, incluir la identidad como uno
de los fenómenos más importantes para el desarrollo del ser humano y su
convivencia en colectivo, defendiendo el sentido de pertenencia, las
tradiciones, costumbres, estructura cultural heredadas y elementos que
caracterizan a este espacio sociocultural que los distingue y diferencia del
resto, para de esta forma, transmitirla a las generaciones futuras.
La
conexión entre estos polos transcurre a partir de la comunidad y el individuo.
Según la postura comunitarista, el liberalismo ha otorgado una preeminencia
exagerada al individuo, concebido como un átomo, hasta el punto de asfixiar el
proyecto ilustrado de la autonomía del sujeto. Si se desea un verdadero
autogobierno de los ciudadanos, resulta necesario fortalecer los lazos de unión
entre el individuo y la comunidad (Camps, 2001). Ambos,
son completamente imprescindibles para poder rechazar la postura individualista
establecida por la doctrina liberal capitalista; así como necesarios para
establecer un orden armónico, estable y funcional en las comunidades.
Otro de los ejes temáticos
a los que hace referencia esta vertiente, es el relacionado con la sociedad
política, la que promueve la democracia y el papel equilibrante que debe
desempeñar el Estado en dicha interacción, interpretada como algo más que una
asociación organizada para la consecución de determinados propósitos
individuales, esperando que en este contexto se creen condiciones y valores
colectivos, que concienticen al hombre en asumir una posición positiva, basada
en la reciprocidad, confianza y solidaridad para con sus colegas; compartiendo
una noción sobre el bien común, modificando el punto de equilibrio necesario
para lograr una equidad comprometida y compartida en sociedad. La cuestión de la
prioridad del derecho sobre el bien, constituye un elemento primordial en la
discusión que se suscita, poniendo en evidencia los límites y deficiencias de
la concepción liberal y las ambigüedades de la postura comunitarista. Estos
últimos defienden que solo es en la comunidad que se define por el bien que
apuesta cada individuo, y sus derechos para existir.
El rol que desempeña
la identidad política, colectiva y comunitaria es fundamental para estos
pensadores, esbozando que la identidad del sujeto se conforma a través de la
pertenencia a un conjunto o grupo socialmente constituido que comparten
intereses en común. El hombre es un ser biopsicosocial, nace, se forma, desarrolla
y perfila como un sujeto autónomo, pero determinado e influido por ciertas
prácticas de la comunidad a la que pertenece, de la sociedad que le impone
dogmas, modelos de conducta, formas de comportamiento y estilos propias de la
vida en colectivo.
De acuerdo con este
supuesto, los pensadores como Taylor defienden la trascendencia y prioridad de
la comunidad en la configuración de la identidad personal y en la orientación
moral del individuo. Piensan que el estudio antropológico realizado por los
liberales, mediante el cual se analiza el comportamiento del ser humano, no es
correcto del todo, pues destacan un sujeto aislado, desvinculado, atomizado,
desinteresado, desarraigado y alejado de sus intereses, descuidando las
condiciones sociales. Denuncian además, la carencia o falta de neutralidad
entre las diferentes concepciones del bien en su teoría política, así como el
aspecto metaético y el universalismo del liberalismo, sosteniendo que la
inclusión es la fuente de legitimidad de las normas éticas y morales.
Otra de
las acusaciones dirigidas a esta concepción, es la mostrada a través de una
imagen universalmente aplicable a todas las sociedades, basado en supuestos
aceptables para cualquier escenario, período y contexto; juicio conocido como
“tesis social” y ausente de visiones que reconozcan que las personas se
entienden a sí mismas, y para con los demás en el espacio de la comunidad.
Por ello,
declaran que Rawls no tiene otra opción que aceptar que este escenario es el adecuado
para que el individuo se apropie de recursos conceptuales que consoliden y
solidifiquen sus valores e identidad, no solo colectiva y espontánea, sino
también personal.
En correspondencia
con Taylor, Sandel, quien
formula una de las críticas más extensas al liberalismo, argumenta
que “un individuo no puede ser definido sino en función de sus fines y esos
fines vienen determinados por su pertenencia a una comunidad específica: no
cabe hablar de las personas como si éstas estuvieran aisladas de su entorno y
del proceso de socialización que las constituye. La socialización da sentido a
nuestras vidas y la comunidad no puede concebirse como una mera cooperación
entre individuos cuyos intereses ya están dados y que se reúnen para
defenderlos y hacerlos progresar, como postula Rawls. La tesis central de
Sandel es que la concepción liberal del sujeto, es necesaria para que el
derecho pueda tener prioridad sobre el bien y contradictoria con los principios
de justicia que Rawls cree justificar” (Arnoletto, 2005). De esta manera, se
reafirma que para formar hombres de bien, para que exista una sociedad justa,
equitativa es fundamental el proceso de socialización, sobre todo, el de
socialización política, donde el sujeto es capaz de apropiarse de valores,
normas, preceptos, mitos y símbolos que identifican y caracterizan la esencia
del ser humano y el grupo social al que pertenece.
A raíz de
las críticas recibidas por los representantes del comunitarismo, Rawls elaboró
una contrarréplica, donde acepta las deficiencias de su teoría e intenta
responder a los argumentos utilizados, mediante su obra “El liberalismo
político”. Su análisis se cimenta únicamente en las instituciones básicas de
las sociedades democráticas occidentales, siendo una doctrina estrictamente
política, no una filosofía moral del hombre. En este trabajo se conforma con un
liberalismo de menor cuantía, estrictamente político.
Lo cierto
es que según analistas más contemporáneos, esta reestructuración del
liberalismo tampoco contiene componentes sociales, políticos y morales que
contribuyan a una mejor comprensión en la práctica de la vida en sociedad.
Continúan exacerbando el individualismo, abogando por el desarrollo personal, pero
no en pos de la comunidad, deficiencia aún criticable y válida para los juicios
contrapuestos a esta idea.
Es por
ello, que de manera resumida y concreta Allen Buchanan expone las críticas comunitaristas
al pensamiento liberal, fundado en cinco aspectos esenciales:
1) Los
liberales devalúan, descuidan, y socavan los compromisos con la propia
comunidad, siendo así que la comunidad es un ingrediente irremplazable en la
vida de los seres humanos.
2) El
liberalismo minusvalora la vida política, puesto que contempla la asociación
política como un bien puramente instrumental, y por ello ignora la importancia
fundamental de la participación plena en la comunidad política para la vida
buena de las personas.
3) El
pensamiento liberal no da cuenta de la importancia de ciertas obligaciones
y compromisos, aquellos que no son elegidos o contraídos explícitamente por un
contrato o por una promesa, tales como las obligaciones familiares y las de
apoyo a la propia comunidad o país.
4) El
liberalismo presupone una concepción defectuosa de la persona, porque no es
capaz de reconocer que el sujeto humano está instalado en los
compromisos y en los valores comunitarios, que le constituyen parcialmente a él
mismo, y que no son objeto de elección alguna.
5) La
filosofía política liberal exalta erróneamente la virtud de la justicia como la
primera virtud de las instituciones sociales y no se da cuenta de que,
en el mejor de los casos, la justicia es una virtud reparadora, sólo necesaria
en circunstancias en las que ha hecho quiebra la virtud más elevada de la
comunidad (Martínez, 1992).
En
correspondencia con los elementos señalados, vale la pena mencionar que el
liberalismo acentúa las carencias y defectos del hombre como ser social, limita
su pensamiento, sus perspectivas, deforma los valores que se crean con la
relación e interacción que se establece entre los sujetos que se educan y
conviven en colectivo, desvirtúa la realidad y los enajena de todo compromiso y
obligación ética y moral. No reconoce la justicia como virtud y la función
primordial que desempeñan las instituciones como organismos rectores, en la
formación y construcción de un hombre de bien, de un hombre nuevo.
Desde
esta perspectiva, la crítica realizada por Marx a la ideología burguesa,
constituye una de las primeras opiniones detractoras de los comunitaristas ante
esta nueva visión, totalmente opuesta a los supuestos teóricos enarbolados por
estos representantes.
A partir
de lo expresado, Chantal Mouffe se refiere a la presentación débil y falsa del
liberalismo “porque estima que no puede lograrse un consenso en una sociedad
supuestamente pluralista si no se toma en cuenta la diversidad de cuestiones
conflictivas que trascienden hasta el terreno de lo cultural, lo moral y lo
religioso, temas que los liberales se empecinan en excluir de la discusión
política” (Mouffe, 1943).
A tono
con el criterio expuesto, sería necesario comentar que las relaciones
socioculturales contemplan los fenómenos religiosos, políticos, morales,
éticos, donde la diversidad cultural responde a las necesidades propias del ser
humano, forma parte de su esencia. Debe recordarse que el individuo nace como
ser independiente, pero se va desarrollando en función de los diversos contextos,
grupos sociales y humanos donde se desenvuelve; siendo estos la escuela, la
familia, las amistades, la pareja, los colegas de trabajo, etc. La pluralidad
influye positivamente en la conformación del individuo y en sus relaciones para
con los demás.
Desde
otra arista, la defendida por el especialista Eduardo Rivera López, existen dos
tipos de comunitarismo, el débil y el fuerte. El primero se corresponde con los
comunitaristas que se consideran a su vez, liberales, pues se apropian de
algunos elementos de esta posición ideológica. El segundo está en desacuerdo
con el liberalismo, por opinar que no crea los lazos suficientes para que
aparezcan y se reproduzcan virtudes morales.
Sin
embargo, durante los últimos años, ha irrumpido una nueva tendencia que recibe
el nombre de republicanismo. A través de ella, el comunitarismo ha encontrado
espacio, reintroduciendo cuestiones indispensables para llevar a cabo la vida
política; convirtiéndose en el lugar de encuentro entre liberales críticos y
comunitaristas que perciben esta posición coherente con los postulados que
proclaman.
A
diferencia de lo planteado por Eduardo Rivera y Rubén Benedicto; Erich Fromm
plantea que el problema de esta época no es decidir entre sistemas o corrientes
políticas imperantes, sino entre la era de la robótica o robotismo y socialismo
humanista comunitario. Esta última alternativa surge como solución y
herramienta de pensamiento para contrarrestar este conflicto del siglo XXI,
donde amenaza el hecho de que los hombres se conviertan en robots o autómatas;
dejando de interesarse por la vida en común y las acciones propias del
individuo, de manera independiente y en comunidad.
En
realidad y en consecuencia con los enfoques, teorías, criterios y opiniones
referentes al tan polémico y enriquecedor debate entre liberales y comunitaristas,
se hace necesario determinar elementos básicos de este movimiento filosófico,
pues el mismo le otorga un rol primordial a los contextos en los que se
desarrolla la vida y las acciones en sociedad, a las reflexiones y prácticas
humanas. Se centra en señalar los efectos negativos de las sociedades modernas
liberales. Asegura que las personas no pueden desenvolverse y progresar del
todo sino es en la comunidad, teniendo en cuenta la cultura, identidad
individual y colectiva, las tradiciones que los tipifican e identifican. Alegan
además, que el sujeto político pertenece a este escenario y responde al mismo,
por considerar el bien comunitario por encima de los derechos individuales,
conectando la ética y la política, lo privado y lo público, acentuando la
perspectiva histórica.
Tras más
de treinta años de disputa y discordia, hoy día las posiciones de unos y otros
se encuentran más matizadas, pudiendo afirmar que enriquecen los estudios de
Ciencia Política, Ética Política y otras disciplinas que corroboran la
necesidad de dialogar, analizar y cuestionar temas sobre el estado actual,
sistematicidad de los gobiernos, políticas públicas, filosofía y antropología
social y política, recurriendo a herramientas que ratifican la pertinencia de
estas temáticas.
Lo que si
debe quedar claro es que el comunitarismo, resulta una de las alternativas que
promueve la vida en sociedad. Aboga por el bien común, por preservar y fomentar
la cultura autóctona, el legado histórico y sociocultural de los pueblos en un
mundo globalizado y transculturado como el de hoy, donde el individualismo y el
egoísmo permean las relaciones sociales, donde el sujeto es presa de la era de
la tecnología y se aleja de sus derechos y deberes como ciudadano, se enajena y
vive su propia realidad, sin ocuparse y preocuparse por el futuro de su pueblo.
Vivir ajeno, desarraigado y distante no es la solución. Repensarse como seres
sociales, cumplir con sus obligaciones morales y perpetuar la cultura, son solo
los primeros pasos en pos del futuro y el bienestar de la humanidad.
Conclusiones
-
A
través de la historia la corriente comunitarista ha sido analizada, criticada y
reconocida por disímiles enfoques y perspectivas, que niegan su existencia como
teoría independiente por una parte, y por otra corroboran la fundamentación que
avala la pertinencia de su presencia.
-
La
intención del pensamiento comunitarista por lo general, no pretende poner fin al
liberalismo, sino cuestionar las incoherencias e incongruencias que este ha
desarrollado a través de su filosofía.
-
Uno
de los aspectos en común entre los diferentes comunitaristas, es la vinculación
entre el individuo y la sociedad, la libertad y la igualdad; conflictos que aún
genera discusión y debate.
-
El
comunitarismo tiene en cuenta el pluralismo sociocultural, los principios de la
democracia y la ética política y moral, sin aislarlo de los componentes de la
comunidad que influyen determinantemente en la formación individual y colectiva
de los sujetos en sociedad.
-
Se
corresponde con una ideología que ofrece soluciones a nuestro tiempo, con el
fin de preservar la identidad, herencia, tradiciones, símbolos, valores y
creencias de una sociedad en pos de mejorar la convivencia entre los seres
humanos.
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