Revista Nº23 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

Resumen

En la actualidad, los estudios relativos a las funciones y perspectivas de las corrientes políticas contemporáneas, responden a un enfoque interdisciplinar que se ajusta a los polémicos debates que se suscitan en la Ciencia Política. El comunitarismo, surge como alternativa ante la teoría del liberalismo, enarbolada por Rawls. Su génesis, esencia y fundamentos se basan en fortalecer, preservar y fomentar la herencia cultural y tradicional de las comunidades. Consolidar los valores morales, derechos colectivos y el bienestar común de los individuos como protagonistas de la vida en comunidad, constituye una de las premisas fundamentales de esta tendencia. Desarrollar un enfoque que perpetúe la cultura ancestral y originaria de los pueblos, es uno de los propósitos y méritos que se le atribuyen a esta teoría. Razones como las expuestas, conllevan a plantear como objetivo de este estudio: analizar el comunitarismo como corriente política alternativa para el desarrollo sociocultural de los pueblos.

 

Palabras claves: comunitarismo, corriente política contemporánea

Abstract

Nowadays, studies relating to the functions and perspectives of contemporary political trends have an interdisciplinary approach, based on the controversial debates arousing in Political Science. In this context, Communitarianism emerges as an alternative to Rawls´ Theory of Liberalism. Its origin, essence and fundamentals aim at strengthening, preserving and promoting the cultural heritage and traditions of communities. Consolidation of moral values, collective rights and welfare state of individuals, as protagonists of community life, constitutes one of the main premises of this political trend. Developing an approach that perpetuates the ancestral and native culture of peoples is one of the purposes and merits attributed to this theory. For the above-mentioned reasons, the objective of this study is: analyzing communitarianism as an alternative political trend for sociocultural development of peoples. 

 Key words: communitarianism, contemporary political trend.

 

Comunitarismo: corriente política alternativa para el desarrollo sociocultural de los pueblos

Por: Lic. Annelys Alfonso Concepción

     Lic. Yanelis Vasallo Gómez[1]

 

 Introducción

En la época contemporánea uno de los conflictos fundamentales que se evidencian se encuentra dirigido al pensamiento político. Las diversas corrientes políticas surgidas durante décadas, a partir de contextos y coyunturas disímiles, contribuyen al fortalecimiento de posturas ideológicas que en la actualidad han cobrado auge.

Los fenómenos de transculturación, deculturación, aculturación, globalización, las migraciones desmedidas, el multiculturalismo y la hegemonía no solo económica y cultural, sino también política influyen determinantemente en los problemas de identidad; imprimiéndoles un modelo de desarrollo incoherente con la cultura, pertenencia e idiosincrasia que caracteriza a las diferentes comunidades.

El continente latinoamericano y por ende, los países subdesarrollados o tercermundistas por lo general, son los más afectados ante estas situaciones. Sin embargo, la historia, tradiciones, condiciones de vida y costumbres de los mismos establecen patrones de conducta a veces en desacuerdo con las políticas públicas por las que abogan estos países.

En la actualidad, han emergido movimientos sociales, corrientes de pensamiento y teorías científicas que avalan los estudios sobre Ciencia Política. Estos, en gran medida, dedican parte de sus ilustraciones a la génesis, comportamiento y evaluación de determinadas corrientes políticas que abogan por la formación, el desarrollo, la preservación, conservación, y perpetuación de la cultura originaria, tratando de impedir que se pierda el legado histórico que tipifica e identifica a las diferentes sociedades. Razón por la cual el objetivo de este trabajo lo constituye: analizar el comunitarismo como corriente política alternativa para el desarrollo sociocultural de los pueblos.

 

 

Desarrollo

Disímiles son los supuestos teóricos que avalan la pertinencia de las diversas corrientes de pensamiento que caracterizan la época contemporánea. Distintas concepciones tratan de explicar el origen, las causas y factores que provocan conflictos sociales, discrepancias sociopolíticas y cosmovisiones diferentes para entender los fenómenos sociales, desde múltiples aristas.

Hoy día, se hace recurrente referirse a perspectivas teóricas que tratan de responder a coyunturas y contextos diversos. Suelen permear el escenario político posiciones de izquierda, derecha; así como, socialdemócratas, demócratas cristianos, conservadores, liberales, etc, que desde su postura pretenden alcanzar, afianzar y consolidar el poder.

Sin embargo, una de las corrientes políticas contemporáneas que más énfasis realiza en preservar la cultura y tradiciones originarias de los pueblos, de exacerbar la vida en comunidad y de fomentar los principios y premisas de la colectividad, es el comunitarismo. Pese a la importancia y novedad de esta concepción, la misma ha sido poco estudiada, elemento que sugiere suscitar el debate en torno a esta temática.

El comunitarismo, según Eduardo Gonzalo, no es propiamente un movimiento social o político; puede considerarse una corriente de pensamiento moral y política en la que se ubican algunas opiniones y críticas sobre la modernidad, sustentada fundamentalmente en la filosofía de la Ilustración.

Para el investigador español Ruben Benedicto, los pensadores que defienden la doctrina comunitarista no gozan de prestigio suficiente dentro del campo académico. Sin embargo, otros enfoques difieren con respecto a este criterio, afirmando que los teóricos más universales toman en cuenta sus postulados. Autores como la MSc Liliana Virginia Siede sostienen la premisa de que esta corriente de pensamiento ha evolucionado en constante y permanente polémica con el liberalismo promulgado por John Rawls, como principal exponente. El debate entre ambas concepciones se basa en ideas, realidades sociales y políticas asociadas a ella esencialmente.

A pesar de emerger en la década de 1980 como una vertiente de pensamiento para designar toda forma de etnocentrismo o sociocentrismo, que involucra la autovaloración y tendencia individualista en el contexto de la contemporaneidad; su génesis se remonta al siglo IV a.n.e. en la filosofía política de Aristóteles; quien plantea que “toda comunidad está constituida en vista de algún bien” (Arnoletto, 2005); tesis que utilizan los comunitaristas para fundamentar las críticas aristotélicas-hegelianas al liberalismo kantiano.

A su vez, Gregorio Magno establece que el sistema ideal sería la comunidad de bienes (Rodríguez-Arias, 1976); aunque en la práctica el régimen aboga por la propiedad privada. Esta concepción contraria al individuo independiente y aislado, presenta sus raíces más remotas en Grecia con los postulados de Protágoras; percibiéndose posteriormente en el individualismo romano, a partir de los principios racionalistas de la Revolución francesa.

A tono con lo esbozado, Santo Tomás de Aquino considera que el hombre como ser social necesita ayuda de los demás para conseguir su propio destino, razón por la cual debe refugiarse en las comunidades, único escenario donde encontrará tal sosiego, pues en el seno del yo existe un nosotros que es la comunidad, unidad relacional de lo plural. La esencia de esta, como dijera Ferdinand Tonnies es tener una vida real y orgánica. Los individuos se vinculan en este contexto, en sentido general, por la amistad, colectividad, unión y comunicación que se establece mediante los miembros de este conglomerado grupo social (Rocafull, 1935).

A partir de lo expresado, es posible argumentar que en los momentos de crisis estructural los hombres se sienten susceptibles y desprovistos, por lo que se refugian en la comunidad para hallar respuestas a interrogantes que objetivamente no son capaces de encontrar; sin que por ello se abandonen los intereses y derechos personales. Pero para que este modo de vida resulte efectivo se hace necesario cultivar y fomentar el espíritu de la comunidad, estimulando y potenciando el trabajo en sociedad, las tendencias cooperativas, pero sobre todo, corrigiendo el egoísmo individual como obstáculo para la vida en comunidad.

Los precedentes de esta corriente contemporánea se comienzan a percibir en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Integrando este conjunto se pueden mencionar nombres como el de Thomas Hill Green y Leonard Trelawney Hobhouse, Émile Durkheim y John Dewey. Todos oponiéndose al liberalismo clásico de origen kantiano y con la perspectiva de rescatar el principio del comunitarismo planteado por Aristóteles, traducido en evitar la ruptura entre los valores identitarios de la comunidad y el ideal individualista y egoísta del ser humano, que promulgaba el liberalismo.

Entre los estudiosos de la filosofía política y la ética en el ámbito anglosajón especialmente, pensadores de la moral y la política como A. Maclntyre, C. Taylor, M. Sandel, M. Walzer o B. Barber y más actual, Amitai Etzioni son a menudo calificados como comunitaristas. Ellos han criticado el individualismo contemporáneo y han insistido en el valor de los vínculos comunitarios como fuente de la identidad personal, colectiva, comunitaria y política. El componente de esta concepción evidentemente es heterogéneo, siendo algunos reformistas, conservadores, radicales, etc.; acercándolos las líneas similares que comparten en contraposición al liberalismo, desde ópticas y perspectivas diversas.

Se hace importante señalar que irrumpe como respuesta o rechazo a la obra de Rawls, “Teoría de la justicia”, siendo importante aclarar que no todos los comunitaristas reprenden esta hipótesis, destacándose en ello Walser, quien expresa en su obra “Esferas de la Justicia” que la teoría del liberalismo es relativa y se comporta como tal en dependencia de los significados y símbolos sociales. A partir de este análisis, Sandel, en 1982, publica “El liberalismo y los límites de la justicia”, lo que marcará el comienzo del debate que por décadas se ha suscitado, acuñando por primera vez el término que nombra al comunitarismo como corriente de pensamiento. Lo cierto es que mostrar autores tanto liberales como comunitaristas, es solo una vía para introducir su pensamiento.

Al decir de Amelia Valcárcel, los “comunitaristas son aquellos autores que, fundamentalmente, sostienen que los derechos individuales han de ceder, en ciertos casos, ante los derechos de la comunidad; y que con ello la moralidad del conjunto, incluida una práctica mejor de la individualidad, aumenta” (Valcárcel, 2002). A partir de este criterio, sería importante destacar que mediante prácticas colectivas y proyectos comunitarios, se reafirma el carácter grupal de las comunidades, prevaleciendo los valores, hábitos, costumbres e intereses del conglomerado.

Las diferencias encontradas entre los especialistas que han abordado dicha temática concuerdan en sentido general, en concebirla como una orientación filosófico-moral, que somete a una crítica metódica y moral la fundamentación individualista de la sociedad y de las normas sociales características de la autocomprensión racionalista de la (o de una determinada) modernidad (Kallscheuer, 1992). En función de ello, se evidencia en las sociedades modernas el carácter individualista y egoísta que asume el individuo, exagerando sus valores y adoptando una actitud aislada, ajena al contexto grupal.

Sin embargo, desde otra posición más radical y defensora del liberalismo se sostiene que, en esencia, el comunitarismo se sirve de los mismos recursos teóricos que el liberalismo; puede a su vez, ser extremo, pretendiendo trascender y posicionarse en el marco de las Ciencias Políticas, debilitándose paulatinamente y atendiendo a las inconformidades propias del ser humano y la sociedad; afirmándose que para proclamar tal equidad, equilibrio, igualdad o justicia, sería necesario la intervención del Estado, por lo que es incoherente la tesis promulgada sobre la neutralidad.

Lo que se opone al comunitarismo, según esta posición, es la forma que adopta el individualismo, pero no el liberalismo como cuerpo conceptual que defiende la autonomía y libertad, aunque el tratamiento que se les da a estos términos no coincida o difiera de ambas.

Hay quienes diferencian entre individualistas y comunitaristas, según el rol que le proporcionan a la comunidad en la formación, conformación y fortalecimiento de la identidad, o a partir de la relación que se establece entre esta categoría y las elecciones de cada sujeto socialmente instituido. Otros, mantienen que ambos grupos de pensadores son liberales, solo que los seguidores de Rawls optan por subrayar los procedimientos democráticos frente a la filosofía, y el resto, simpatizantes de Taylor, se inclinan hacia la búsqueda de la verdad. En definitiva, ambas tendencias conceden desigual relevancia al individuo, a la comunidad, a lo particular y a lo universal.

Se trata de entender lo difícil que resulta poder distinguir diametralmente las diferencias entre ambos representantes de estas contiendas, pues los mismos comparten supuestos como: la necesidad de una fundamentación intersubjetiva de una moralidad culturalmente compartida, el reconocimiento de los derechos humanos, una mejor y más justa distribución de los bienes, etc. (Benedicto, 2010). No obstante, la esencia y sustentos básicos de ambas posiciones son totalmente diferentes, de ahí que se haya convertido en un tema polémico y controversial para la ciencia y el pensamiento político.

Sus postulados, aceptan la existencia de valores morales que norman las regulaciones jurídicas, admiten el arbitraje de la razón práctica en la cuestión moral, pero con enfoques distintos. Ninguno de los dos identifica la moral con la voluntad de poder, opinando que esta no es el resultado de fuerzas coercitivas.

Lo cierto es que la intención del comunitarismo es hacer posible la voluntad y libertad política en un marco democrático, para nada desean anular el disenso o revocar la autonomía; intentan construir una moral desde la perspectiva colectiva, entendiendo que sin comunidad moral es imposible concebir individuos morales, pretenden restaurar la objetividad de los juicios morales, incluir la identidad como uno de los fenómenos más importantes para el desarrollo del ser humano y su convivencia en colectivo, defendiendo el sentido de pertenencia, las tradiciones, costumbres, estructura cultural heredadas y elementos que caracterizan a este espacio sociocultural que los distingue y diferencia del resto, para de esta forma, transmitirla a las generaciones futuras.

La conexión entre estos polos transcurre a partir de la comunidad y el individuo. Según la postura comunitarista, el liberalismo ha otorgado una preeminencia exagerada al individuo, concebido como un átomo, hasta el punto de asfixiar el proyecto ilustrado de la autonomía del sujeto. Si se desea un verdadero autogobierno de los ciudadanos, resulta necesario fortalecer los lazos de unión entre el individuo y la comunidad (Camps, 2001). Ambos, son completamente imprescindibles para poder rechazar la postura individualista establecida por la doctrina liberal capitalista; así como necesarios para establecer un orden armónico, estable y funcional en las comunidades.

Otro de los ejes temáticos a los que hace referencia esta vertiente, es el relacionado con la sociedad política, la que promueve la democracia y el papel equilibrante que debe desempeñar el Estado en dicha interacción, interpretada como algo más que una asociación organizada para la consecución de determinados propósitos individuales, esperando que en este contexto se creen condiciones y valores colectivos, que concienticen al hombre en asumir una posición positiva, basada en la reciprocidad, confianza y solidaridad para con sus colegas; compartiendo una noción sobre el bien común, modificando el punto de equilibrio necesario para lograr una equidad comprometida y compartida en sociedad. La cuestión de la prioridad del derecho sobre el bien, constituye un elemento primordial en la discusión que se suscita, poniendo en evidencia los límites y deficiencias de la concepción liberal y las ambigüedades de la postura comunitarista. Estos últimos defienden que solo es en la comunidad que se define por el bien que apuesta cada individuo, y sus derechos para existir.

El rol que desempeña la identidad política, colectiva y comunitaria es fundamental para estos pensadores, esbozando que la identidad del sujeto se conforma a través de la pertenencia a un conjunto o grupo socialmente constituido que comparten intereses en común. El hombre es un ser biopsicosocial, nace, se forma, desarrolla y perfila como un sujeto autónomo, pero determinado e influido por ciertas prácticas de la comunidad a la que pertenece, de la sociedad que le impone dogmas, modelos de conducta, formas de comportamiento y estilos propias de la vida en colectivo.

De acuerdo con este supuesto, los pensadores como Taylor defienden la trascendencia y prioridad de la comunidad en la configuración de la identidad personal y en la orientación moral del individuo. Piensan que el estudio antropológico realizado por los liberales, mediante el cual se analiza el comportamiento del ser humano, no es correcto del todo, pues destacan un sujeto aislado, desvinculado, atomizado, desinteresado, desarraigado y alejado de sus intereses, descuidando las condiciones sociales. Denuncian además, la carencia o falta de neutralidad entre las diferentes concepciones del bien en su teoría política, así como el aspecto metaético y el universalismo del liberalismo, sosteniendo que la inclusión es la fuente de legitimidad de las normas éticas y morales.

Otra de las acusaciones dirigidas a esta concepción, es la mostrada a través de una imagen universalmente aplicable a todas las sociedades, basado en supuestos aceptables para cualquier escenario, período y contexto; juicio conocido como “tesis social” y ausente de visiones que reconozcan que las personas se entienden a sí mismas, y para con los demás en el espacio de la comunidad.

Por ello, declaran que Rawls no tiene otra opción que aceptar que este escenario es el adecuado para que el individuo se apropie de recursos conceptuales que consoliden y solidifiquen sus valores e identidad, no solo colectiva y espontánea, sino también personal.

En correspondencia con Taylor, Sandel, quien formula una de las críticas más extensas al liberalismo, argumenta que “un individuo no puede ser definido sino en función de sus fines y esos fines vienen determinados por su pertenencia a una comunidad específica: no cabe hablar de las personas como si éstas estuvieran aisladas de su entorno y del proceso de socialización que las constituye. La socialización da sentido a nuestras vidas y la comunidad no puede concebirse como una mera cooperación entre individuos cuyos intereses ya están dados y que se reúnen para defenderlos y hacerlos progresar, como postula Rawls. La tesis central de Sandel es que la concepción liberal del sujeto, es necesaria para que el derecho pueda tener prioridad sobre el bien y contradictoria con los principios de justicia que Rawls cree justificar” (Arnoletto, 2005). De esta manera, se reafirma que para formar hombres de bien, para que exista una sociedad justa, equitativa es fundamental el proceso de socialización, sobre todo, el de socialización política, donde el sujeto es capaz de apropiarse de valores, normas, preceptos, mitos y símbolos que identifican y caracterizan la esencia del ser humano y el grupo social al que pertenece.

A raíz de las críticas recibidas por los representantes del comunitarismo, Rawls elaboró una contrarréplica, donde acepta las deficiencias de su teoría e intenta responder a los argumentos utilizados, mediante su obra “El liberalismo político”. Su análisis se cimenta únicamente en las instituciones básicas de las sociedades democráticas occidentales, siendo una doctrina estrictamente política, no una filosofía moral del hombre. En este trabajo se conforma con un liberalismo de menor cuantía, estrictamente político.

Lo cierto es que según analistas más contemporáneos, esta reestructuración del liberalismo tampoco contiene componentes sociales, políticos y morales que contribuyan a una mejor comprensión en la práctica de la vida en sociedad. Continúan exacerbando el individualismo, abogando por el desarrollo personal, pero no en pos de la comunidad, deficiencia aún criticable y válida para los juicios contrapuestos a esta idea.

Es por ello, que de manera resumida y concreta Allen Buchanan expone las críticas comunitaristas al pensamiento liberal, fundado en cinco aspectos esenciales:

1) Los liberales devalúan, descuidan, y socavan los compromisos con la propia comunidad, siendo así que la comunidad es un ingrediente irremplazable en la vida de los seres humanos.

2) El liberalismo minusvalora la vida política, puesto que contempla la asociación política como un bien puramente instrumental, y por ello ignora la importancia fundamental de la participación plena en la comunidad política para la vida buena de las personas.

3) El pensamiento liberal no da cuenta de la importancia de ciertas obligaciones y compromisos, aquellos que no son elegidos o contraídos explícitamente por un contrato o por una promesa, tales como las obligaciones familiares y las de apoyo a la propia comunidad o país.

4) El liberalismo presupone una concepción defectuosa de la persona, porque no es capaz de reconocer que el sujeto humano está instalado en los compromisos y en los valores comunitarios, que le constituyen parcialmente a él mismo, y que no son objeto de elección alguna.

5) La filosofía política liberal exalta erróneamente la virtud de la justicia como la primera virtud de las instituciones sociales y no se da cuenta de que, en el mejor de los casos, la justicia es una virtud reparadora, sólo necesaria en circunstancias en las que ha hecho quiebra la virtud más elevada de la comunidad (Martínez, 1992).

En correspondencia con los elementos señalados, vale la pena mencionar que el liberalismo acentúa las carencias y defectos del hombre como ser social, limita su pensamiento, sus perspectivas, deforma los valores que se crean con la relación e interacción que se establece entre los sujetos que se educan y conviven en colectivo, desvirtúa la realidad y los enajena de todo compromiso y obligación ética y moral. No reconoce la justicia como virtud y la función primordial que desempeñan las instituciones como organismos rectores, en la formación y construcción de un hombre de bien, de un hombre nuevo.

Desde esta perspectiva, la crítica realizada por Marx a la ideología burguesa, constituye una de las primeras opiniones detractoras de los comunitaristas ante esta nueva visión, totalmente opuesta a los supuestos teóricos enarbolados por estos representantes.

A partir de lo expresado, Chantal Mouffe se refiere a la presentación débil y falsa del liberalismo “porque estima que no puede lograrse un consenso en una sociedad supuestamente pluralista si no se toma en cuenta la diversidad de cuestiones conflictivas que trascienden hasta el terreno de lo cultural, lo moral y lo religioso, temas que los liberales se empecinan en excluir de la discusión política” (Mouffe, 1943).

A tono con el criterio expuesto, sería necesario comentar que las relaciones socioculturales contemplan los fenómenos religiosos, políticos, morales, éticos, donde la diversidad cultural responde a las necesidades propias del ser humano, forma parte de su esencia. Debe recordarse que el individuo nace como ser independiente, pero se va desarrollando en función de los diversos contextos, grupos sociales y humanos donde se desenvuelve; siendo estos la escuela, la familia, las amistades, la pareja, los colegas de trabajo, etc. La pluralidad influye positivamente en la conformación del individuo y en sus relaciones para con los demás.

Desde otra arista, la defendida por el especialista Eduardo Rivera López, existen dos tipos de comunitarismo, el débil y el fuerte. El primero se corresponde con los comunitaristas que se consideran a su vez, liberales, pues se apropian de algunos elementos de esta posición ideológica. El segundo está en desacuerdo con el liberalismo, por opinar que no crea los lazos suficientes para que aparezcan y se reproduzcan virtudes morales.

Sin embargo, durante los últimos años, ha irrumpido una nueva tendencia que recibe el nombre de republicanismo. A través de ella, el comunitarismo ha encontrado espacio, reintroduciendo cuestiones indispensables para llevar a cabo la vida política; convirtiéndose en el lugar de encuentro entre liberales críticos y comunitaristas que perciben esta posición coherente con los postulados que proclaman.

A diferencia de lo planteado por Eduardo Rivera y Rubén Benedicto; Erich Fromm plantea que el problema de esta época no es decidir entre sistemas o corrientes políticas imperantes, sino entre la era de la robótica o robotismo y socialismo humanista comunitario. Esta última alternativa surge como solución y herramienta de pensamiento para contrarrestar este conflicto del siglo XXI, donde amenaza el hecho de que los hombres se conviertan en robots o autómatas; dejando de interesarse por la vida en común y las acciones propias del individuo, de manera independiente y en comunidad.

En realidad y en consecuencia con los enfoques, teorías, criterios y opiniones referentes al tan polémico y enriquecedor debate entre liberales y comunitaristas, se hace necesario determinar elementos básicos de este movimiento filosófico, pues el mismo le otorga un rol primordial a los contextos en los que se desarrolla la vida y las acciones en sociedad, a las reflexiones y prácticas humanas. Se centra en señalar los efectos negativos de las sociedades modernas liberales. Asegura que las personas no pueden desenvolverse y progresar del todo sino es en la comunidad, teniendo en cuenta la cultura, identidad individual y colectiva, las tradiciones que los tipifican e identifican. Alegan además, que el sujeto político pertenece a este escenario y responde al mismo, por considerar el bien comunitario por encima de los derechos individuales, conectando la ética y la política, lo privado y lo público, acentuando la perspectiva histórica.

Tras más de treinta años de disputa y discordia, hoy día las posiciones de unos y otros se encuentran más matizadas, pudiendo afirmar que enriquecen los estudios de Ciencia Política, Ética Política y otras disciplinas que corroboran la necesidad de dialogar, analizar y cuestionar temas sobre el estado actual, sistematicidad de los gobiernos, políticas públicas, filosofía y antropología social y política, recurriendo a herramientas que ratifican la pertinencia de estas temáticas.

Lo que si debe quedar claro es que el comunitarismo, resulta una de las alternativas que promueve la vida en sociedad. Aboga por el bien común, por preservar y fomentar la cultura autóctona, el legado histórico y sociocultural de los pueblos en un mundo globalizado y transculturado como el de hoy, donde el individualismo y el egoísmo permean las relaciones sociales, donde el sujeto es presa de la era de la tecnología y se aleja de sus derechos y deberes como ciudadano, se enajena y vive su propia realidad, sin ocuparse y preocuparse por el futuro de su pueblo. Vivir ajeno, desarraigado y distante no es la solución. Repensarse como seres sociales, cumplir con sus obligaciones morales y perpetuar la cultura, son solo los primeros pasos en pos del futuro y el bienestar de la humanidad.

 

Conclusiones

 

-      A través de la historia la corriente comunitarista ha sido analizada, criticada y reconocida por disímiles enfoques y perspectivas, que niegan su existencia como teoría independiente por una parte, y por otra corroboran la fundamentación que avala la pertinencia de su presencia.

-      La intención del pensamiento comunitarista por lo general, no pretende poner fin al liberalismo, sino cuestionar las incoherencias e incongruencias que este ha desarrollado a través de su filosofía.

-      Uno de los aspectos en común entre los diferentes comunitaristas, es la vinculación entre el individuo y la sociedad, la libertad y la igualdad; conflictos que aún genera discusión y debate.

-      El comunitarismo tiene en cuenta el pluralismo sociocultural, los principios de la democracia y la ética política y moral, sin aislarlo de los componentes de la comunidad que influyen determinantemente en la formación individual y colectiva de los sujetos en sociedad.

-      Se corresponde con una ideología que ofrece soluciones a nuestro tiempo, con el fin de preservar la identidad, herencia, tradiciones, símbolos, valores y creencias de una sociedad en pos de mejorar la convivencia entre los seres humanos.

 

 


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[1] UNIVERSIDAD AGRARIA DE LA HABANA DEPARTAMENTO DE MARXISMO-LENINISMO E HISTORIAMAESTRANTES EN ESTUDIOS POLÍTICOS Y SOCIALES