Resumen.
Este trabajo desarrolla el proceso de
reformas económicas orientadas al mercado que vive Brasil durante el breve
mandato de Collor de Melo. Poniendo énfasis sobre todo en las experiencias de
venta de empresas estatales al sector privada encabezadas por los organismo del
Estado.
Abstract
This article develops the process of Market-oriented
economic experiencing Brazil under President Collor de Melo. Particularly analyzes
the sale of state enterprises to the private sector led by states agencies.
La lógica privatista en Brasil: Collor
de Melo (1989-1992)
Por: Natalia Quintana.1
Introducción
El presente trabajo busca analizar cómo
se llevó a cabo, durante la presidencia de Collor de Melo en Brasil, la reforma
del Estado según las pautas establecidos por el Consenso de Washington y
principalmente entender cómo se insertan privatizaciones de las empresas
públicas en ese contexto, además de intentar responder a las preguntas de ¿cómo
toma la sociedad brasilera dicha política y cuáles son sus reacciones? y ¿Cuál
es la posición que toma el Congreso Federal? Es decir que el trabajo no
focaliza su análisis sobre las reformas orientadas al mercado desde una perspectiva
economicista sino que se interesa por abordar ciertos aspectos políticos e
institucionales relativos a su formulación y posterior implementación, es por
ello que se pone énfasis sobre todo en las experiencias privatizadores
encabezadas por organismos estatales como el caso del Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social –BNDES- que las promovió desde los años 80 pero
que a partir de la asunción de Collor de Melo al gobierno se le añadió una
voluntad política que ningún otro presidente (Figuereido y Sarney) le había
aportado hasta entonces. En efecto el programa emprendido en 1990 conto con
mayor apoyo político presidencial y una mayor legitimidad proveniente del hecho
de que esa propuesta había resultado refrendada por las primeras elecciones
directas luego de treinta años.
De alguna manera el programa que había
iniciado el BNDES en los años 80 adquiere en la década siguiente otra
connotación y alcance, no solo porque Collor lo recubre de un tono neoliberal
sino porque ya no contempla meras “reprivatizaciones” de escaso monto sino la
venta de empresas estatales de gran porte y edificadas durante el ciclo
desarrollista. Es ejemplo de esto la venta de la empresa siderúrgica USIMINAS
en 1991 que por sí sola represento el doble de todas las trasferencias
efectuadas durante los años ’80.
Dado esto, los propósitos que encierra
este trabajo son dos: por un lado describir el escenarios político,
institucional y económico que sirve de sustento para el proceso privatizador
que se desarrolla desde el Estado y por otro lado, plantear la transformación
en las ideas predominantes sobre el rol estatal, ocurrida a lo largo de la
década del 80, que fue importante para que la venta de las empresas publicas
ingrese en la agenda de la política nacional.
La selección de la experiencia
neoliberal brasilera se debe a que aparece en la literatura sobre la reforma
que hemos analizado como un caso que contradice la sabiduría convencional ya
que esta relaciona el éxito de la empresa a la existencia de un Ejecutivo fuerte
y dotada de capacidad para construir e importar estrategias de transformación
de la estructura productiva que vayan en contra de los intereses de la
sociedad. Se podría decir al respecto que las privatizaciones avanzaron a pesar
de la ausencia de un Ejecutivo autónomo y que la transformación o el giro en
las ideas políticas que se da en los años ´90 refiere a un contexto
institucional e internacional que crítica las concepciones anteriores del papel
del Estado. Esto se explica porque la crisis financiera de los años ´70 origino
un profundo malestar general respecto de las capacidades de las instituciones
para resolver las demandas sociales. Las críticas más radicales al Estado
interventor-benefactor que había reinado durante 40 años fueron planteadas por
la perspectiva neoliberal.
Trabajos anteriores.
Tras el Consenso de Washington, los
organismos financieros internacionales diagnosticaron los errores del modelo
anterior y propusieron como solución: la vuelta al laissez faire, la contención
del gasto público, la incitación al ahorro y la inversión privada, la drástica
reducción de las demandas dirigidas al Estado y el establecimiento de una
fuerte disciplina social basada en la responsabilidad individual. Así, la
estrategia del nuevo modelo que se volvia hegemónica instaba a luchar contra la
hipertrofia del aparato estatal reduciendo al mínimo sus funciones e igualando
desarrollo a apertura económica irrestricta.
América Latina, no solo Brasil, se vieron
obligados a aceptar estas condiciones en el marco de una aguda emergencia
económica que siguió a la crisis de la deuda externa y la necesidad de recibir
ayuda financiera internacional. (Gerchunoff y Torre, 1996). Packerham agrega a
la explicación del viraje hacia la liberalización otras dos causas posibles, la
primera de ellas señala que el nuevo paradigma aparece como una especie de moda
que se va imponiendo en el mundo como teoría dominante. La otra explicación del
autor hace referencia al pragmatismo de los líderes latinoamericanos, que lleva
a seguir ese rumbo con la convicción de que es el único que les va a permitir
obtener buenos resultados económicos. (Packernham, 1994).
Por otro lado están las elaboraciones de
algunos autores y que vamos a discutir a lo largo del trabajo, que plantean la
temática de la instauración de las reformas en términos de éxito o fracaso. A
partir de ello, afirman que las reformas neoliberales en el caso de Brasil no
tuvieron mayor éxito o que se frustraron en el intento de Collor, para lo cual
tienden a ensayar una comparación con el caso argentino apelando a que este si
logro llevarlas a cabo con éxito. Nuestro desacuerdo con esta idea deviene de
la comparación misma ya que desconoce las distintas realidades de los países,
las características de los liderazgos y los problemas políticos e
institucionales que enfrenta Collor de Melo.
Por último se encuentran los trabajos
más específicos, por lo que le damos mayor relevancia, donde se aborda las
cuestiones referidas a los contextos, las particularidades y los resultados de
las privatizaciones llevadas a cabo por el Estado en Brasil. Entre estos se
destacan por la profundidad de los análisis y la cantidad de datos que
contienen, el artículo de Iazzeta (1997) sobre capacidades técnicas y de
gobierno en las experiencias de Menem y Collor de Melo y el trabajo de Talar de
Almeida (1999) sobre cómo se implementaron las privatizaciones en Brasil. Además
de los trabajos de los expertos en los aspectos de la política económica que varían
cuando se llevan a cabo las privatizaciones, como pueden ser los artículos académicos
de Velazco, Pinheiro o Bresser Pereyra.
Contexto socio-económico
En el periodo 1947-80 el PBI brasilero creció
a una tasa media anual de 7,5%, en cuanto la participación de la industria de transformación
en el PBI subía de un 20% a un 32%. Fueron cuatro décadas de rápido
crecimiento, dando lugar a una de las experiencias más importantes en todo el
mundo de desarrollo económico bajo la estrategia intervencionista y
particulares condiciones con las que fue adoptada.
Los primeros indicios del rompimiento de
la armoniosa convivencia entre el sector estatal y privado surgirán, en la década
de 1970, cuando se evidencia el deterioro de la situación macroeconómica y la
necesidad de contener el ritmo del crecimiento. Como resultado inmediato de
estas tensiones fueron creados, en 1979, el Programa Nacional de Desburocratización
y la Comisión Especial de Desestatización, en 1981. Dado esto, el esfuerzo por
la desestatización en la década del 80 se concentró en la tentativa de contener
la expansión del sector productivo estatal, con la privatización ocupando un
rol secundario en las preocupaciones de los responsables de la política económica.
A lo largo de toda la década, 38 empresas tendrán que transferir su control al
sector privado, con el Estado recibiendo por ellas apenas un poco más de 700
millones de dólares. (Pinheiro, 1992)
La década del 90, al contrario de la
anterior, se torna conocida en Brasil por la transferencia de grandes y tradicionales
empresas estatales para el sector privado. Solo con la venta de USIMINAS el
Estado recaudo dos veces más que en toda la década anterior. ¿Cómo se puede
explicar que se pretenda abandonar una estrategia que convirtió a Brasil en una
potencia mundial?, o ¿que se torne la privatización una alternativa interesante
para el gobierno, empresarios y trabajadores? y ¿qué cambio en la década del
80 para justificar esa emoción renovada por las soluciones de mercado?
La estrategia de privatización refleja por
sobre todo la decisión de que las condiciones deben cambiar. El ejemplo de esto
es lo que ocurrió en la década del 40 cuando la transformación del papel del
Estado se da después de un largo periodo de estancamiento económico. Específicamente,
los motivos de ese cambio se pueden agrupar en dos grupos de factores: los de
orden coyuntural y los de naturaleza estructural.
Los factores coyunturales, están
relacionados con los problemas de desajuste macroeconómico de la década del 80,
como reflejo del estancamiento del producto y de las altas tasas de inflación.
La secuencia de choques, internos y externo, sumados a los errores de política económica
reducirán sustancialmente la capacidad del Estado para hacer frente la crisis,
además de que le faltaran recursos para eso. El Estado aparece en ese momento
como problema, más que una solución. Las empresas estatales fueron duramente
alcanzadas en función del papel desempeñado por el Estado en su tentativa de
ajuste. Estas fueron llamadas luego a dar su contribución al gobierno, por lo
que contrajeron empréstitos externos para cerrar la balanza de pagos y tuvieron
que mantener el precio de sus productos y servicios significativamente para
tratar de contener la inflación. Después de una década de intentos frustrados
para estabilizar la economía, surge un consenso de que la forma de contener la inflación
era a partir de la reducción del gasto público. Surge entre muchos expertos la
idea de que la privatización como el mejor medio para alcanzar ese objetivo por
varias razones. Primero, los ingresos obtenidos de la venta de las empresas
estatales podían ser utilizados para cubrir el déficit evitando la emisión de
moneda y la expansión de la deuda interna. Segundo, las transferencias de
estatales deficitaria a empresarios privados, que las administren bien, contribuiría
a aumentar la economía del gobierno. Tercero, al vender una empresa el Estado también
transfiere el peso del esfuerzo necesario en inversión para su modernización,
que dejaría de presionar los gastos públicos. Cuarto, los ingresos obtenidos
con las ventas de las empresas podrían ser usadas para combatir la deuda pública,
reduciendo la fragilidad del Estado y las tasas de interés que este paga sobre
su deuda. Quinto, al deshacerse de una empresa estatal el sector publico podría
aprovechar para desligarse de las cuestiones no comerciales, reduciendo así sus
gastos y aumentando sus ingresos.
Credibilidad es otro de los objetivos
que se busca con la privatización, así la venta de tradicionales empresas
estatales es una manera que tiene el gobierno para demostrar la sinceridad de
sus propósitos, la decisión de abandonar los modelos seguidos en el pasado y su
compromiso con la reducción del déficit público. Dado esto, al privatizarse las
grandes empresas estatales el gobierno estaría rompiendo con el modelo estatizante
e indicaría, al contrario de las administraciones anteriores, que realmente
busca reducir el tamaño del Estado. El mensaje es dirigido tanto al público interno
como externo. La privatización, así como otras reformas de origen liberal,
aparece sistemáticamente sobre la forma de condicionalidades, explicitas o no,
en la concepción de los organismos multilaterales de crédito como el Banco
Mundial y el FMI, que tiene como papel fundamental señalizar a Brasil el camino
hacia la adhesión al Consenso de Washington, lo cual le va a facilitar las
negociaciones externas y le va a abrir la puerta a posibles prestamos e
inversiones extranjeras.
La crisis fiscal no solo provoco un
encarecimiento de los recursos públicos y la necesidad de gastarlos de manera
más parsimoniosa, sino también un atrasado en la inversión publica, con
consecuencias severas luego de 10 años de retraso, en la infraestructura económica
y la competitividad del sector productivo. El gobierno entiende que la inversión
de ese cuadro es incompatible con la meta de reducción de las necesidades de
financiamiento del sector público, y ve como única salida la privatización de
puertos, rutas, hidroeléctricas y de las empresas estatales incapaces de
generar recursos de inversión propios.
La crisis de la década del 80 expuso de
forma clara, dice Pinheiro, las deficiencias gerenciales del sector público de
Brasil. El Estado se mostró menos flexible y preparado que los NICs asiáticos y
se mostró incapaz de liderar el proceso de superación de los graves problemas
que afligieron al país en estos años. En particular, la combinación de un
Estado mal preparado y la urgencia de la crisis económica hacen que se pierda
completamente la atención dedicada a sus actividades tradicionales de salud, educación
y seguridad, dando lugar a la llamada "deuda social". Mejor
remunerados y preparados, los empleados y gerentes de las empresas estatales
supieron movilizar para si la atención del aparato del Estado. La menor intervención
del Estado en la economía, en general, y la privatización, en particular, son
representadas como formas de liberar la escasa de capacidad de gerenciamiento
del sector público para rescatar las deficiencias sociales que se acumulan rápidamente.
(Pinheiro, 1992)
Al conjunto de los problemas
coyunturales se suman los factores estructurales, ligados a la decisión de
redefinir permanentemente las áreas de competencias del Estado y de la iniciativa
privada. Esta decisión, a su vez, puede relacionarse a tres factores distintos:
1- la percepción de que la intervención del Estado puede ser menos conductiva
al desenvolvimiento de lo que se suponía en la década del 40, 2- el agotamiento
del modelo de sustitución de importaciones y, 3- el cambio del paradigma tecnológico
y empresarial impuestas por el desarrollo de la microelectrónica, de nuevas técnicas
de producción y de la globalización de los mercados.
Así, el nuevo modelo de desenvolvimiento
económico plantea una mayor apertura de la economía, con la eliminación de
barreras tarifarias y la reducción de las alícuotas en los impuestos a la exportación,
y una mayor integración con otras economías mediante las exportaciones e
inversiones extranjeras. La presencia de empresas estatales, no sujetas a la
disciplina del mercado y compitiendo en condiciones desiguales con las empresas
privadas, es presentada por el gobierno como contradictoria con la nueva
estrategia que se pretende para el país, por lo que la privatización es solución
para ese problema.
El programa de privatizaciones del
gobierno de Collor de Melo.
Ahora bien, la experiencia brasilera de
privatizaciones solo obtendrá mayor impulso con el gobierno de Collor, aunque
sus orígenes se remontan a 1981, cuando durante la administración del entonces
presidente Figuereido se creo la Comisión Especial de Desestatización, que
entre ese año y 1984, fue responsable de la privatización de 20 empresas. Cabe
destacar, sin embargo, que en ese mismo periodo 6 empresas en condiciones de
quiebra pasaran a control del BNDES, a través de las llamadas “operación hospital”
en la que esa institución pública asumía el peso del salvataje financiero de
empresas que perte3necian al sector privado. Eso compenso el alivio que para
el BNDES había representado la venta de 8 empresas que ellos controlaban y que
fueron incluidas en la lista inicial de las empresas desestatizadas.
El perjuicio que aquellas operaciones de
salvataje daban al BNDES, y en particular al BNESPAR, que era una institución
subsidiaria responsables de la actuación en el mercado de acciones, motivaran
una segunda “zafra” de privatizaciones durante la gestión del gobierno de
Sarney, en el periodo 1985-1989, en la cual fueron privatizadas más de 18
empresas, de las cuales 12 eran controladas por el BNDES.
En todo, el periodo 1981-1989, fueron
privatizadas 38 empresas, dentro de las cuales 20 pertenecían al BNDES,
incluyendo aquellas que eran propiedad de la BNESPAR. En esas, 38 operaciones, el
valor total de las ventas realizadas fue un poco más de US$ 700 millones,
siendo que apenas 3 de las empresas presentaban un valor individual de venta
superior a los US$ 30 millones. (Pinheiro y Oliveira Filho, 1991).
El análisis de la experiencia del
periodo 1981-1989 llama la atención por un conjunto de características dignas
de ser resaltadas. Primero, la mayor parte de las operaciones de venta
realizadas envolvió a empresas de pequeño porte y en apenas un caso, Aracruz
Celulose, el valor de la venta sobrepaso el nivel de los US$ 100 millones. Además
de esa, se vendieron también otras dos empresas industriales importantes como
fueron Electrosiderurgia Brasilera (Sibra), mayor empresa productora de vías
ferroviarias de la época, y Caraíbas Metáis, única metalurgia de cobre del
país. Por otro lado se decidió que Siderbras, holding de las siderúrgicas
estatales, debía vender su control accionario de dos de sus empresas: Cia. Ferro
y Aço Vitória (Cofavi) e Usinas Siderúrgicas da Bahia (Usiba). Segundo,
también, en su totalidad, la experiencia del periodo fue extremadamente
modesta, con una suma global de privatizaciones inferior a US$ 1 billón a lo
largo de toda la década. Tercero, en la mayoría de los casos, se trató de
reprivatizaciones, en la medida en que fueron vendidas empresas en su origen
habían sido privadas y que pasaron después del sector público por problemas en
la gestión financiera. Cuarto, en ninguno de los dos gobiernos en los cuales
las privatizaciones fueron llevadas a cabo la desestatización estuvo vinculado
a un programa global de reformas y de revisión del papel del Estado en la economía,
incluyendo la redefinición de sus sectores de acción, la transformación de los
mecanismos de protección a la industria, la reformulación completa del comercio
exterior y un ajuste fiscal más profundo. Quinto, en esa época, y especialmente
en la primera mitad de la década del 80, la privatización aun no era un asunto
que estuviese en el centro de las políticas adoptadas por otras naciones.
Sexto, en parte debido al punto anterior, y también a la falta de maduración e
la idea de que el modelo de crecimiento se había agotado, el propio gobierno no
se empeñó en implementar un programa más ambicioso de privatizaciones, el que
se traduzca en la frustración de las metas originales y en diversos recursos,
por las criticas surgidos por parte de los sectores y grupos específicos.
Séptimo, de la misma forma que el Ejecutivo, el Legislativo no asumió una posición
más favorable sobre la privatización, bloqueando iniciativas más incisivas por
parte del Poder Ejecutivo en el sentido de definir una legislación para que el
tema deje de estar basado en simples decretos y no concediendo el aval, la
legitimidad y la fuerza política que resultarían de la aprobación
parlamentaria. Esta, inclusive, llego a ser explícitamente expresada en 1989
cuando el Congreso recuso la Medida Provisoria n°26, que tornaba posible de
privatización todas las empresas estatales, con excepción de aquellas
impedidas por las restricciones constitucionales.
Dado esto, el programa de
privatizaciones del gobierno de Collor contrasta con la experiencia de la
década del 80 en varios aspectos. Primero, incluye a un número mayor de
grandes empresas, sea el tamaño de definido por el valor de los activos, del
patrimonio líquido o del número de empleados. Segundo, considerado globalmente,
el programa también es mucho mayor en términos de valor, como ya se dijo solo
con la venta de USIMINAS se recaudó el doble que en toda la década anterior.
Tercero, aunque hay caso de reprivatizaciones, varias empresas que fueron
vendidas han sido propiedad estatal desde su origen, como es el caso de
aquellas localizadas en sectores donde tradicionalmente actuaba el Estado como
la siderurgia, petroquímica y fertilizantes. Cuarto, la privatización es parte
de una agenda amplia de reformas estructurales, que incluía una nueva política
industrial y de comercio exterior (PICE) y la reducción del gasto público. Quinto,
la privatización es un tema constante de reformas en un gran número de países
y, en particular, es una pieza clave del ajuste de varias economías de América
Latina. Sexto, este programa de privatización cuenta con un mayor apoyo
político y con una legitimidad otorgada por la actuación directa del
presidente, electo con un programa en el cual este tema tenía un destaque
especial. Séptimo, aunque la privatización no fue una política de oposición, el
hecho es que esta no ejerce su poder de bloqueo, en la medida en que varios de
sus cuadros han apoyado el programa de desestatización. Finalmente, esta vez la
privatización es regida por una ley federal, apoyada por el Congreso Nacional a
través del voto de la mayoría de sus miembros, lo que confiere una base más
sólida a la política de desestatización.
Durante el gobierno de Collor se implementó
el Programa Nacional de Desestatización (PND) en 1990, en el cual se expresaba
que las deudas vencidas de las empresas estatales, de responsabilidad directa o
indirecta del Tesoro Nacional, pasaran a ser aceptadas como forma de pago. Para
eso, debían ser certificadas y renegociadas por la Secretaria del Tesoro
Nacional en un proceso denominado securitizacao de dividas. El sector
siderúrgico estatal fue el principal generador de estas deudas producto de la
situación de insolvencia de Siderbras y la mayor parte de sus empresas. Solo
el BNDES obtuvo créditos de este tipo, a cuenta de su exposición junto al
sector siderúrgico, de un total aproximado equivalente a US$ 1,7 billones. De
este total, cerca de US$ 400 millones provinieron de créditos de la propia
Siderbras y, el restante, US$ 1,3 billones de otros créditos recibidos por
otras empresas siderúrgicas que no pudieron pagar por su incapacidad de generar
recursos. Con este dinero, el Banco adquiría un efectivo potencial de
recuperación de créditos, en la medida en que podía venderlos a aquellos
interesados en comprar empresas estatales bajo los términos de la legislación
del PND y, de hecho, esto fue lo que ocurrió. (Velasco, 1997)
La medida provisoria que instituyo las
bases del PND fue adoptada por Collor el 15 de marzo de 1990. El hecho de ser
adoptada en conjunto con las demás medidas provisorias, que sustentaban el lanzamiento
del radical programa monetario del gobierno, confería al PND un inequívoca
status de prioridad, dentro de las políticas de gobierno.
Para el final del gobierno de Collor, 16
procesos de desestatización habían sido concluidos, a un valor total aproximado
equivalente a US$ 3, 9 billones. Estos números, si son comparados con los del
periodo anterior (17 procesos y recaudación de US$ 549 millones), dan
perfectamente una idea de la transformación que significo el PND, la cual solo
se pudo lograr con el apoyo de amplios sectores de la sociedad. las elites
brasileras tenían opiniones divergentes respecto de las reformas económicas
orientadas al mercado, siendo esto particularmente en el caso de las reformas
que implican la redistribución de recursos económicos y de poder, son ejemplo
de esto algunas iniciativas de modernización del Estado. Sobre las
privatizaciones, es observada esto en la baja recepción casi general a las
privatizaciones de servicios públicos y en un apoyo más moderado hacia la venta
de empresas estatales. A pesar de no encontrarse una situación de bloqueo sistemático
a las reformas, la falta de apoyo a las mismas sobresale como una
particularidad de la experiencia brasilera. Así, podemos plantear que se hace
imposible la realización de las reformas si no se logra una coalición de apoyos
que incluya varios sectores de la sociedad que permita y sostenga la
continuidad de las reformas de mercado. Dado que en esta época la posición de
las elites sobre las reformas no era consensuada, se vuelve importante entender
las condiciones que hicieron posibles las privatizaciones. Es compatible con
esto el hecho de que las primeras empresas incluidas en el PND se vincularan a
los sectores siderúrgico, petroquímico y de fertilizantes, mientras que las
empresas de servicios públicos que contaban con menor apoyo recién sean
incluidas en etapas posteriores. Esto demuestra que el apoyo para un programa
de gran porte como el que planteaba el PND debía ser construido y las
resistencias sociales producto de la venta de empresas de servicios, es decir
por la inclusión de estas en el programa, era previsible.
Esto se explica por varias razones que
vamos a pasar a enumerar a continuación. Primero, por los intereses
corporativos del grupo Petrobras, en lo que se refiere a las desestatizaciones
en los sectores petroquímicos y de fertilizantes. Segundo, a pesar de haber
sido decretada la liquidación de Siderbras luego del inicio del gobierno de
Collor, era de esperarse que las ventas de control de empresas de importancia simbólica
y del porte de Cia.Siderurgia Nacional (CSN) y USiMINAS, ambas con
facturación superior al US$1 billón no cayera muy bien y que sea el objeto de
las críticas de los sectores más nacionalistas de la sociedad. Tercero, la
existencia de grupos determinados, también interesados en el mantenimiento del
status quo, que piensan que las compañías extranjeras busca acabar con las
empresas estatales por lo que rechazan la privatización. Cuarto, la ausencia de
una base social y política estable que soporte al gobierno, el cual había sido
electo a partir de una coalición electoral pero esto no significaba que
contara con un compromiso de apoyo a sus políticas. Quinto, no se tenía porque
imaginar cualquier comprensión y apoyo por parte de los sindicatos, dada la
ausencia de experimentos de pactos sociales en Brasil. (Velasco, 1997)
Los grupos de interés, defensores del
status quo entre los que se encuentran administradores y asociaciones de
funcionarios de las empresas, sindicatos de clase y empresas pequeñas
dependientes, se encuadran como las coaliciones distributivas. Los beneficiarios
de las empresas estatales son pocos y los beneficios percibidos son
concentrados y significativos, en este sentido las movilizaciones en contra de
las privatizaciones, por parte de los grupos beneficiados, tiende a ser
automática y con un alto grado de cohesión, lo que se contrapone con la
movilización de los que apoyan o se benefician con esta política.
Con relación a la posibilidad de un
pacto social para el apoyo a las políticas reformistas, no se puede vislumbrar
esa posibilidad en el gobierno de Collor porque además de la propia ausencia
de una coalición de gobierno centrada en una base parlamentaria estable, los núcleos
del capital y del trabajo no se estructuraron de forma tal que pudieran tornar
factible esa hipótesis. Diniz aborda la problemática de la creación de pactos
sociales en Brasil y dice que de un lado, empresarios y sindicatos no reunían
las condiciones necesarias para hacer viable un pacto, ya que en la estructura
sindical no se observaba la atención a los requisitos mínimos de concentración,
centralización y unidad de comando, mientras que de parte de los empresarios no
se tenía un proyecto de mayor alcance que entendiera los intereses de clase
como un todo. del otro lado, el estilo tecnocrático de toma de decisiones de
Brasil que busca siempre apartarse del juego político, y la separación entre
los partidos políticos y las organizaciones empresariales también se revelan
como grandes dificultades para cualquier acción más consensuada. (Diniz, 1990).
Dado esto, podemos decir que Collor asumió el poder sin tener una base
partidaria capaz de apoyarlo, como también sin un soporte organizado de los segmentos
de la sociedad civil. A partir de la falta de estas condiciones se podría
explicar porque cae tan rápido y fácilmente su gobierno.
Condiciones políticas.
Esta experiencia privatizadora comparte
con potras experiencias latinoamericanas cierto estilo político autoritario,
reconocible primordialmente en sus procesos de toma de decisiones. El carácter
arbitrario y discrecional muestra cierto parentesco con las modalidades de
elaboración de políticas de los regímenes militares previos. Por lo que el
escenario político que enmarco a las reformas orientadas al mercado en el
gobierno de Collor reconoce cierta tensión entre su origen democrático y el
carácter autoritario empleado para formular e implementar dichas políticas. Ese
rasgo autoritario resulto favorecido, en lo inmediato, por la emergencia
económica que rodeo el lanzamiento de esas reformas, predisponiendo a vastos
sectores sociales a demandar un poder más decisor que representativo y creando
un terreno fértil para que el gobierno concretara sus inclinaciones
plebiscitarias. Amparado en este reclamo ensayaron un funcionamiento
democrático “de excepción” recurriendo a procedimientos autoritarios que están
al borde de la legalidad. (Iazzeta, 1997) Así, la emergencia proporciono una
coartada para justificar la eficiencia y concentración de las decisiones en un
puñado de altos funcionarios aislados de los espacios de deliberación políticos
institucionalizados, a lo cual se le suma el encapsulamiento tecnocrático que
presenta el gobierno brasileño.
Además, como ya dijimos, el arreglo
partidario que permitió el triunfo de Collor de Melo era del tipo de “mayorías
coyunturales”, caracterizada por la escasa organicidad y peso de la
estructura partidaria de apoyo. Su partido de la Reconstrucción Nacional (PRN)
era irrelevante en la escena política y disponía de una representación baja en
el Congreso. Tanto así, que al asumir Collor contaba solo son 31 de los 495
diputados nacionales y 3 de los 81 senadores, lo que implicaba dificultades
para conseguir una base parlamentaria propia. (Calderón y Dos Santos, 1995)
De modo que los proyectos que lograron
aprobación en el Congreso, entre ellos el de desestatización, dependieron
siempre de una alianza inestable dentro de la cual el PRN constituía una
expresión minoritaria 2.La debilidad política derivada de la
carencia de una base partidaria sólida y una mayoría estable en el Congreso se
vio potenciada por los efectos de un sistema de partidos fuertemente fragmentado,
que le ocasiono problemas para crear mayorías 3. Pero ello no le
creo dificultades parlamentarias, al menos durante sus primeros meses de gestión.
(Iazzeta, 1997)
La debilidad parlamentaria de Collor
muestra, como contrapartida, un respaldo partidario más amplio y heterogéneo ya
que coincidieron en su apoyo fuerzas disimiles del arco político como el
Partido del Frente Liberal (PFL) y el Partido Social-Demócrata Brasileño
(PSDB), que en el segundo turno de las elecciones presidenciales había
respaldado al candidato del Frente Brasil Popular derrotado por Collor, Luiz
Ignacio da Silva.
También debemos destacar que el cuadro
económico que precedió a la asunción de Collor estuvo dominado por la
hiperinflación, por lo que al iniciar su mandato en marzo de 1990 cuando la
inflación ascendía a 81,3% mensual, se da una situación de emergencia creada
por esta circunstancia lo cual genero una amplia demanda social por cualquier
tipo de solución, facilitando la aceptación de duros sacrificios en la confianza
de que ello ayudaría a terminar con la inflación. Esta situación era tan grave
que en uno de sus discursos, a modo de justificación de sus reformas, Collor
expreso que las implicancias institucionales de la emergencia económica “ponían
en riesgo a la propia estabilidad democrática”4.
Expresiones como esta, repetidas a lo
largo de su primer año de gestión, fueron empleadas como instrumento de presión
sobre el legislativo y como una herramienta destinada a justificar su excesivo
empleo de los recursos de excepción ,como son las Medidas Provisorias, dado que
están eran más rapidez y eficaces y presumiendo de sensibilidad frente a las
urgencias de la población, el Ejecutivo busco legitimar la imposición de
medidas excepcionales aludiendo al Congreso cada vez que este no cerraba filas
tras sus proyectos. (Iazzeta, 1997).
Así, Collor resulto favorecido por la
emergencia, hallando en el medio a la hiperinflación un recurso para renovar el
consenso obtenido en las elecciones presidenciales. En efecto, la emergencia no
solo se convirtió en la principal justificación para emprender urgentes
reformas económicas sino también en na importante fuente de legitimidad de una
democracia de excepción que concentraba las decisiones en el Ejecutivo. El
énfasis en la excepcionalidad y gravedad de la coyuntura no era desinteresado.
Ello funcionada, también, para inmovilizar a potenciales adversarios dentro y
fuera del partido gobernante. La celeridad impuesta a este proceso de cambio
sumió en la perplejidad a sus opositores internos y los privo de tiempo para
articular una reacción. Algunos indicios nos permiten conjeturar además que las
exhortaciones del presidente para apresurar su aprobación buscaban disciplinar
a los legisladores oficialistas que disentían con el proyecto del Ejecutivo
antes que al cuerpo parlamentario en su conjunto.
Al despreciar al Congreso, los partidos
y los grupos civiles, Collor promovió un proceso de desintermediación política,
que se tradujo en una actitud de confrontación con la clase política y la
sociedad civil, encaminándola a un aislamiento que no cesara de aumentar hasta
hallar su desenlace en el juicio político en 1992. Su reticencia a negociar el
programa de privatizaciones con el Congreso nacional y las organizaciones
intermedias revela sus limitaciones para aceptar el procesamiento de las
divergencias dentro de los espacios institucionales deliberativos. Presentando
su programa como surgido de la calle, Collor mostro preferencia por la relación
directa con la más al margen de la sociedad política y civil organizada,
iniciando de ese modo un proceso de desgastante conflicto con la sociedad.
Amparado en su condición de “delegado del pueblo” intento eludir la discusión y
negociación sobre el programa de privatizaciones ya que alegaba que este había
sido ya discutido y aprobado por la sociedad con su voto. Por la misma razón
rechazo la posibilidad de considerar cada privatización en el Congreso, tal
como sugerían algunos legisladores al debatirse el tema. Así, los legisladores reprocharon
la incapacidad del gobierno para oir a la sociedad, ya sea clausurando el
debate con dirigentes políticos y sociales, o excluyendo a los trabajadores y
empresarios de los procesos de preparación de las privatizaciones de sus
industrias.
Conclusión:
A partir del análisis de la experiencia
privatizadora que vive Brasil durante el gobierno de Collor, podemos decir que
este no solo le da un impulso desde el poder Ejecutivo sino que también expande
la lista de empresas estatales que son transferidas al sector privado mediante
la venta de sus acciones, lo cual le otorga al Estado mayores ingresos para
afrontar los problemas económicos y sociales a los que se debe enfrentar. Esto
se ve claramente cuando analizamos los valores totales aproximados que obtiene
el Estado brasileño a partir de las transferencias. Donde se muestra que los
valores superan la cantidad que se había alcanzado en la totalidad de la década
del ´80.
Sin embargo si se mira este proceso en
comparación con las experiencias de otros países de América Latina se observa
que el gobierno de Collor de Melo lleva a cabo el proceso de reforma del Estado
y de privatizaciones sin contar con un apoyo parlamentario y partidario capaz
de sostener todas las dificultades y resistencias que pueden surgir de los
distintos sectores de la sociedad. A lo que se le suma la escasa
representación que tiene en el Congreso nacional la coalición que lo llevo al
poder y su constante negativa a discutir y aprobar cada una de las
privatizaciones por considerar que sus políticas de reforma ya contaban con la
legitimidad necesaria, porque en las elecciones presidenciales la sociedad
apoyo su programa de gobierno.
Además de que el presidente Collor
avanza, durante su gestión, con un discurso donde se revindica su accionar
arbitrario a partir de la excepcionalidad y la gravedad de la coyuntura, lo
cual no solo le permitía alejar sus propuestas de la discusión en los espacios
institucionales de deliberación sino que también funciono como legitimante de
las soluciones que su gobierno planteaba. Dado su desconocimiento de los
partidos tradicionales y del Congreso nacional, Collor gobernó abusándose de un
instrumento discrecional otorgado por la Constitución de 1988 al Ejecutivo; las
Medidas Provisorias. Tal es así, que en su primer año de mandato, el Ejecutivo
dicto 148 medidas provisorias y veto numerosas enmiendas y leyes votadas por el
Congreso, lo cual no hizo más que fortalecer del presidencialismo a expensas
del Poder Legislativo generando una especie de hiperpresidencialismo, esto es,
un gobierno de emergencia fundado en criterios legales pero, al mismo tiempo,
proclive a excederlos para implantar medidas drásticas y urgentes. Dando lugar
así, a un gobierno legal y, al mismo tiempo, excepcional que produjo la autonomizacion
del Ejecutivo favorecida por la emergencia economía y la elevada popularidad
que otorgaba a Collor el hecho de haber triunfado tras la reinstalación de la
elección presidencial directa.
Notas
1- Universidad
de Buenos Aires.
2- El
gobierno impuso su paquete económico, incluyendo el programa de
privatizaciones, gracias al apoyo condicional de una coalición de partidos de
derecha y de centro que le permitieron formar mayoría. Entre los más
importantes se destacan el Partido del Frente Liberal (PFN), el Partido de
Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el Partido del Movimiento Social-Demócrata
Brasileño (PSDB), el Partido Brasileño Laborista (PBL), el Partido de Reconstrucción
Nacional (PRN) y otros menores, como el Partido Social Cristiano (PSC) y el
Partido Social Laborista (PST).
3- En
1990, año en que asumió Collor, 19 partidos contaban con representación en la
Cámara de Diputados.
4- Véase
Primeira Reunião Ministerial: Programa Econômico, 16/3/90, A democracia e o
controle soberano do Estado. Discursos Presidenciais, Brasília, 1990.
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