RESUMEN:
El
trabajo aborda los resultados de una investigación relacionada con la
naturaleza de las polémicas relaciones interpersonales entre dos principales
figuras de nuestra historia: José Martí y Antonio Maceo. Las mismas estuvieron
realmente signadas por la tirantez, surgida a raíz del encuentro entre los dos
próceres y Máximo Gómez, durante los preparativos del llamado Plan de San Pedro
Sula y fomentadas después por terceras personas que, supuestamente en sus
conversaciones, y en la correspondencia, avivaron dichas desavenencias y
recelos con malintencionadas opiniones y tergiversados criterios, quedando
evidenciado con la exposición de varios ejemplos. Luego de analizar la
evolución de estos vínculos en sus diferentes momentos, se exponen los puntos
de convergencia fundamentales en sus respectivos pensamientos, señalándose que
no obstante las señaladas divergencias, ambos supieron echarlas a un lado ante
las responsabilidades supremas emanadas de la patria, siendo en todo momento
consecuentes con los más altos principios, subordinarlo todo a los fines
revolucionarios hasta dar la vida en el empeño.
ABSTRACT
This
work is about a research on the controversial relation between two main
personalities of our history: José Martí and Antonio Maceo. Their tense
relationship was caused by the meeting between the two dignitaries and Máximo
Gómez while San Pedro Sula Plan was being prepared and was also stimulated by
third malicious people. After analyzing the way these ties evolved through
different times, we will expose the main agreements in their thoughts. In spite
of their differences, both of them could put them aside and favor patriotic responsibilities.
Every time they obeyed the highest principles, the revolutionary goals until
they finally died for them.
RELACIÓN ENTRE TITANES: ESTUDIO DE LA
EVOLUCIÓN DE LOS VÍNCULOS PERSONALES ENTRE MACEO Y MARTÍ
Por: Waldo Barrera Martínez*
Introducción:
En la
historiografía cubana ha constituido un tema recurrente el de las relaciones
interpersonales entre José Martí y Antonio Maceo, aunque generalmente
parcializado e incompleto. En lo que a este autor se refiere, muchas veces,
sobre todo al confrontar las declaraciones de sus contemporáneos, tropezamos
con no pocos criterios catalogándolas de difíciles. Dos testimonios
significativos en tal sentido constituyen los de Loynaz del Castillo, en sus Memorias
de la Guerra y los del amigo del alma del Apóstol, Fermín Valdéz-Dominguez,
en el Diario de Soldado.
Ha
sido una práctica bastante frecuente la de exacerbar las virtudes de las
grandes figuras del proceso revolucionario cubano hasta el punto del paroxismo,
alejándolas de la realidad terrenal y llegando a convertir incluso los
paradigmas en dioses inalcanzables. Se olvida a veces el hecho de que ante todo
fueron seres humanos, de carne y hueso, y como hombres al fin, tuvieron las
virtudes por las cuales en algunos casos saltaron a la inmortalidad, pero en ocasiones
también no pocos defectos. No han escapado a esa realidad estas dos cimeras
figuras del pasado histórico de nuestra nación.
Por
otro lado, determinadas tendencias revisionistas, presentes principalmente en
los enemigos de la Revolución Cubana y todo cuanto ella significa, han tratado
de desvirtuar su legado atacando a estas y otras de sus personalidades
históricas con el objetivo de socavar las bases ideológicas sobre las cuales
sustentamos nuestros principios, poniendo por delante supuestos errores y
defectos personales y minimizando la esencia de su real grandeza.
Quienes
amamos por sobre todas las cosas esta tierra y su proyecto social, en primer
lugar, vemos en todos nuestros próceres y especialmente en Maceo y Martí, soles
inmensos en donde las manchas desaparecen frente a la intensidad de la luz.
Pero intentamos, sencillamente, conservarlos tal como fueron, seres de este
mundo, aunque excepcionales, que marcaron pautas y supieron jugar un rol
determinante en la época que les tocó vivir; por ello han sido y serán eternos
referentes y guías de acción, espejos para las pasadas, actuales y futuras
generaciones.
En
principio, concebimos para la presente investigación la idea de ir narrando y
analizando en detalle mediante citas extraídas de las profusas fuentes
documentales existentes la evolución de estos vínculos, pero a la altura de más
de una docena de cuartillas nos dimos cuenta que sería imposible abordar tan
complejo tema por ese camino. La amplia y necesaria riqueza de transcripciones
lo hubiera hecho mucho más extenso; solo quedó, pues, el recurso de obviar
muchos detalles y exponer de manera lo más sintética posible cuestiones para
las que hubiera sido necesaria una muestra muchísimo más amplia, con la menor
cantidad de citas posible para ajustarnos a los requerimientos del evento.
Desarrollo:
Cuando
se estudia a profundidad nuestra historia patria, en el período comprendido
entre la llamada Tregua Fecunda y los primeros meses de la Guerra del 95, un
hecho salta a la vista: las relaciones entre dos de sus principales figuras: el
Titán de Bronce –Lugarteniente General del Ejército Libertador–, y el Apóstol
–fundador del Partido Revolucionario Cubano (PRC), primera estructura política
nacional constituida para organizar una gesta libertaria, y su primer
Delegado–, fueron tirantes y difíciles. A abundar en la génesis y evolución de
estos vínculos en los diferentes momentos y hasta qué punto pudieron afectar en
la práctica la consecución de los fines de la magna obra revolucionaria, va
dirigido el presente trabajo.
El
complejo proceso de desarrollo del fenómeno transita por diferentes etapas.
Luego de su identificación, utilizamos las mismas para estructurar el contenido
de la investigación:
- Reconocimiento
mutuo (1882 a 1884)
- Rompimiento
de Martí con el Proyecto de San Pedro Sula (1884 a 1890)
- Acercamiento
(1888 a 1894)
- Nuevo
deterioro de las relaciones (enero a mayo de 1895)
I
Etapa: reconocimiento mutuo
Tras
su evasión de España, a donde había sido deportado, Martí arriba a los EE.UU.
en enero de 1880, incorporándose inmediatamente al Comité Revolucionario de
Nueva York y dados sus extraordinarios dotes, comienza a ser reconocido poco a
poco como uno de los asesores del separatismo en la emigración. Tomó parte en
los preparativos de la llamada Guerra Chiquita.
Si
evidentemente era bien conocido Maceo para él, por innumerables referencias
sobre la actuación de este en la contienda de los Diez Años, no sucedía lo
mismo de la otra parte. En los primeros años de la década de los ochenta del
siglo XIX, no era aún nuestro Apóstol el reconocido escritor y periodista
latinoamericano de los años posteriores, y como él mismo dice: “Tal vez, por mi
odio a la publicidad inútil, ignore U. quien le escribe esta carta.”[1]
Luego, con toda seguridad, la primera comunicación entre ambos fue esa carta,
fechada el 20 de julio de 1882, dirigida a buscar apoyo para la reanudación de
la lucha.
Transcurrieron,
no obstante, los años 82 y 83 sin lograr de Maceo una resolución favorable.
Aunque se mostraba firme en su devoción a la causa, estaba harto escarmentado
de los meros arrebatos, manteniéndose por aquella época empleado como
Comandante de Puerto Cortés y Omoa, en Costa Rica.
II
etapa: Rompimiento de Martí con el Proyecto de San Pedro Sula
A
fines de 1884, toma auge un nuevo proyecto insurreccional, el denominado Plan
de San Pedro Sula, inspirado fundamentalmente por Gómez y acogido
fervientemente por la emigración de Cayo Hueso. El Generalísimo y Maceo se
dirigen a Nueva York, donde entablan relaciones con Martí, quien después de
algunas reuniones, rompe con ellos.
El
escritor Carlos Márquez Sterling, detalla pormenorizadamente lo sucedido en la
mañana del sábado 18 de octubre de 1884, en el hotelito de Madame Grifou, donde
se alojaba Gómez. Por su importancia transcribimos algunas líneas:
Martí le ha sido muy simpático al Caudillo,
pero este ha cometido el error de tener siempre presente a Maceo en sus
conversaciones. Debía comprender que en Martí hay madera de líder, no de
subordinado, y ha venido figurando en orden muy secundario. El general por su
parte ha observado que Martí se permite hacerle “muchas indicaciones inusitadas
que no tienen a su juicio, razón de ser, y que corresponde hacerlas a quien se
ha confiado la dirección de un asunto” (…).
Llegan Maceo y Martí. El Caudillo que
no se ha levantado todavía los recibe enseguida, como es costumbre suya. Motivo
de la visita: viaje a México.
Con juicio certero, Martí comienza a
referirse al viaje. El general se siente mortificado, molesto y manoseándose el
bigote, inclina la cabeza de lado. Hasta ahora ha sido blando con Martí, pero
ya este va más lejos de aquellos límites, en que Máximo Gómez ha querido
detenerlo. Sin embargo hay algo que mortifica más al general. El caso omiso que
Martí está haciendo de Maceo que es el jefe de la misión. El incidente es
rápido como un relámpago. Y como el relámpago solo ha de preceder al trueno.
(Martí, continuando): “al llegar a
México y según el resultado de la comisión…”
(Gómez, que ya no puede contenerse:)
“Vea Martí, limítese a lo que digan las instrucciones y en lo demás el general
Maceo hará lo que deba hacerse”.
Y Máximo Gómez, al que un criado le
avisa que tiene el baño preparado, se aleja con una toalla al hombro…
Maceo está apenado; interviene un poco
cohibido. Pretende darle a entender a Martí, “que ellos debían considerar la
guerra de Cuba como una propiedad de Máximo Gómez, en la que nadie debe
intervenir y la que debía dejársele totalmente en sus manos”.
Cuando Gómez regresa del Baño, Martí
(ha tenido la virtud de esperarlo), se despide de un modo afable y cortés.
Pero Maceo no se engaña. “General –le
dice a Gómez– ese hombre se va disgustado con nosotros…”
Disgustado no es precisamente la
definición que cuadra al estado de ánimo de Martí. Disgustado es poca cosa.
Cuando sale de allí, no sabe a punto fijo cual es su pensamiento central. Su
cerebro atraviesa en estos instantes por el vacío que produce un golpe
inesperado, en el que todas las ideas se agolpan de pronto sin permitir el
dominio absoluto del raciocinio completo (…)
1884 es un año aciago en la vida de
Martí. Desilusiones matrimoniales lo abaten. Desilusiones de familia lo
entristecen.
Todo por la patria. Y ahora el que
tiene la patria en sus manos, lo ha herido profundamente.
Para ir penetrando en el pensamiento
del general, Martí ha hecho enormes esfuerzos. Positivamente, aunque sus
cartas, sus artículos, sus palabras y su trato dulce y afable, revelen una
modestia exagerada, esta no es la opinión que él tiene de sí mismo. Por eso
esta orden seca, estrictamente militar que estruja su sentido civil, le ha
hecho el efecto, ni más ni menos, de un latigazo en todo lo que él tiene de
ciudadano de una nación que cree llevar consigo a todas partes.
Cuando llega a su casa ha tomado una
resolución dificilísima. Romperá con el general Gómez.
Deja transcurrir dos días para que
esta determinación tan grave, influenciada por su dolor, no esté inspirada en
la ofuscación. Táctica inútil, pero así que la cree madura toma la pluma para
escribirle a “su distinguido general y amigo”.[2]
Debemos
aclarar que el rompimiento del Apóstol con este Proyecto, por sobre todas las
cosas, significó la ruptura con los métodos inadecuados de hacer la guerra, por
problemas organizativos, de estrategia, de táctica, nunca como consecuencia de
la desavenencia personal con Gómez o Maceo, como no pocos han apuntado, Márquez
Sterling incluido –si bien este pudo ser el detonante de la decisión–, algo que
explica muy bien Martí en su misiva a Gómez, el 20 de octubre. Pensar de otra
forma significa desconocer la historia, el carácter y la inteligencia del “más
universal de los políticos cubanos”.
La
principal diferencia en cuanto al enfoque práctico de la idea de la guerra
entre Gómez-Maceo, de un lado, y Martí del otro, radica en que los primeros
asumieron la confrontación bélica inevitable contra España, hasta la formación
del PRC, a partir de un criterio espontaneísta; por tal motivo no cejaron en su
empeño de fomentar levantamientos armados, sobre todo Maceo, o los apoyaron
incondicionalmente –experiencia de la Guerra Chiquita, expediciones de Ramón
Leocadio Bonachea, Limbano Sánchez y Panchín Varona, todas concluidas en
fracasos.
Martí,
sin embargo, veía la guerra –desde las mismas labores preparatorias de la
Guerra Chiquita– como una acción coordinada, unitaria, general, libre de todos
los lastres del 68 y a partir de tales concepciones, a la consecución de esos
fines, dirigió todos sus esfuerzos. No menos cierto es, también, en honor a la
verdad, que los primeros estuvieron siempre conscientes de la importancia de
estas ideas pero solo un político de la talla de Martí lograría llevarlas a
vías de hecho.
En
lo referente a Maceo, todas las fuentes consultadas señalan que este intentó
aplacar a Martí y subsanar el incidente, como se aprecia en el relato. La causa
principal para la separación del Apóstol del Proyecto no parece haber estado
motivada en modo alguno en la conversación con el general Antonio, aunque los
criterios emitidos por este, en ausencia de Gómez, evidentemente contribuyeron
a la determinación del Apóstol. El Titán de Bronce, poco tiempo después
regresaría a Costa Rica.
Todo
indica que la predisposición de Maceo hacia Martí surge como resultado de la
negativa influencia ejercida sobre su persona por terceras personas que,
supuestamente en las conversaciones o mediante correspondencia, avivaron las
desavenencias y recelos con malintencionadas opiniones y tergiversados
criterios sobre Martí, de lo cual son prueba fehaciente varias de las cartas
cruzadas que nos fue posible consultar en la literatura publicada y en otros
materiales inéditos conservados en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo
de Estado. A manera de ejemplos, no los únicos, procedemos a transcribir
fragmentos de algunas de estas misivas:
Carta
inédita enviada por el Titán de Bronce, a Juan Arnao y Alfonso[3], fechada en
N. Orleans, el 14 de junio de 1885:
Sensible es por todos conceptos el
conocimiento de los hechos, que existentes hoy, pretenden oscurecer el limpio
horizonte de nuestros trabajos preparatorios, triste verdad (…) qué importa
pues la doblez y falsía de unos pocos, si se cuenta con la abnegación y probado
patriotismo de los más ¿Acaso admiten paralelo, por más, que a todos los
prohíje el mismo suelo? Mas, poco importa; sin ellos y contra ellos nuestra
obra se realiza, sin que basten a impedirlo sus maquiavélicos planes que basan
en la infamia y la calumnia. Concretando especial y determinadamente estos
comentarios a un solo individuo, que lo designaremos Dr Martí, debo
agradecerles los antecedentes que relativos a su conducta Ud. ha tenido la
bondad de proporcionarme: también al amigo Rubiera, he de agradecerle igual
servicio. Conocidas como son las retrógradas tendencias del amigo que nos
ocupa debe Ud. procurar el consenso de los que, amantes de su Patria, aspiren
al bien de ella, para que unidos así combatan en todos los terrenos tan fatal
elemento.[4]
La
misiva de Juan Arnao, publicada en el Epistolario de Héroes, de Gonzalo
Cabrales, curiosamente aparece incompleta, faltando el fragmento donde
supuestamente debió referirse al asunto.[5]
Otro
ejemplo, la carta enviada por el doctor J. M. Párraga[6], fechada en
New York, el 10 de junio de 1885:
Ocho meses tiene de constituida la
“Asociación de Socorros de N. York” y durante el tiempo transcurrido, tanto los
asociados como su Directiva, han permanecido en la inacción a causa de
susceptibilidades infundadas que Uds. conocen.
(…) Siento manifestarle que el amigo
Martí se ha inutilizado así mismo con respecto a la Colonia; su carácter y sus
actos, le han creado antipatía entre todos los que le eligieron Presidente de la
“Asociación Cubana de Socorros” en la noche del 15 de Octubre del 84 y como es
natural, su deposición –si no renuncia, –será inevitable, yo lo siento, más lo
creo conveniente, porque el amigo Martí no trabaja, ni deja trabajar, según
dicen sus compañeros de directiva.[7]
A
nuestro entender, tales influencias jugaron un fundamental, aunque negativo
papel en la percepción de Maceo con relación a Martí, teniendo estas una
significativa repercusión en el futuro.
Vistos
los hechos hasta aquí someramente descritos, podemos afirmar que las relaciones
entre ambos se tornan agrias a partir de la postura de oposición de Martí a los
planes insurreccionales de Maceo y Gómez, en 1884-85, perfectamente
comprensibles y explicitadas en la bien conocida misiva al generalísimo, y la
incidencia de varios de sus compatriotas en la emigración que contribuyen a
fomentar la desidia y la imagen negativa que poco a poco se va formando el
Titán de Bronce sobre el Apóstol.
III
Etapa: acercamiento
Durante
la investigación no encontramos evidencias documentales de contactos mutuos
entre ambos hasta 1888, cuando en fecha 4 de enero, Maceo escribe a Martí e
estos términos:
Hoy como ayer pienso que debemos los
cubanos todos, sin distinciones sociales de ningún género, deponer ante el
altar de la patria esclava y cada día más infortunada, nuestras disensiones
todas y cuantos gérmenes de discordia hayan podido malévolamente sembrar en
nuestros corazones los enemigos de nuestra noble causa.[8]
La
próxima evidencia data de 1891, cuando aparece fechada en Nueva York, el 24 de
julio, una carta de Martí a Maceo, dándole acuse de recibo a las misivas de
este último con fecha 25 de junio y el 7 de julio Se despedía del Titán en
estos términos: “Cuídese haciendo su negocio lo más alejado posible de la política
de esos países (se refiere a Jamaica y Haití) y cuente con su antiguo amigo”.[9]
Posteriormente
hay otra del Maestro, fechada también en New York, pero en 1893, el 1ro de
febrero. En ella le ofrece un grupo de pertrechos de guerra para una eventual expedición
a Cuba. Termina la misiva en estos términos: “¡Qué elocuente carta me mandó Ud.
sobre la querida viejecita! (se refiere a Mariana Grajales) La he leído mucho.
¿No dejó a Patria sobre ella? Su amigo, José Martí”.[10]
De
los documentos anteriores inferimos que aún antes del 24 de julio de 1891
estaban restablecidos sus vínculos, quedando al menos suavizadas las tensiones
mutuas, aunque al parecer no habían vuelto a encontrarse.
De
acuerdo a sus temperamentos, la forma en la cual se asume uno al otro, es
diferente. Al estudiar la correspondencia, salta a la vista que Maceo, de
naturaleza fogosa, de carácter violento, es más directo y espontáneo, dice lo
que piensa y cómo lo piensa; sin embargo, Martí es más medido, tiene el arte de
saber cómo dirigirse a cada persona, en qué forma, cómo llegarle.
Ya
constituido el PRC, se da a la tarea de atraer los esfuerzos de la vieja
dirigencia revolucionaria. Luego de reunirse con Máximo Gómez, en Santo
Domingo, donde le comunica la decisión de los clubes revolucionarios de
asignarle el cargo de máximo jefe del Ejército Libertador, en septiembre de
1892, el viejo general le encomienda entrevistarse con Maceo y otros patriotas
en Costa Rica para sumarlos al proyecto.
Martí,
enfermo, desde Nueva York, escribe al general Antonio, el 25 de mayo de 1893,
anunciándole su llegada a Puerto Limón, entre el 15 y el 30 de junio, en
términos afectuosos:
Ardo en deseos de verlo. Ya le escribí
de Nueva Orleans, a Ud. y a Flor. Ya sé que Ud. me conoce el alma bien, y que
solo espera de ella lealtad y cariño. Con igual tesón vigilo por nuestra
Patria, donde no hay problema que no se pueda resolver con honor y justicia, –y
por la gloria de los que la han creado con sus servicios. Precisamente tengo
ahora ante los ojos “La Protesta de Baraguá” que es de lo más glorioso de
nuestra historia. Ud. sabrá algún día para lo que vive este amigo de Ud. (…)
Espéreme con los brazos abiertos, que ya yo sé por mi cuenta que lo único que
pudiera faltar a Ud. es la ocasión, que ahora se renueva de mostrarse grande.[11]
De
los resultados finales del encuentro habla el delegado del PRC a Gómez, en
carta fechada el 29 de agosto:
Yo, que no pongo prisa en censurar ni
en absolver, tengo gusto grande en decirle, uniendo la prudencia al natural
deseo de hallar buenos a los hombres, que Ud. y yo debemos estar contentos de
la aceptación plena y afectuosa por el general Maceo de la parte de obra que
considera Vd. como natural de él, y que él acogía de antemano en la carta que
envió a esperarme a Puerto Limón. Lo traté con la verdad angustiosa y honda que
está en mí, y no creo engañarme al decirle que él, y lo que lo rodea, está
pronto a ocupar su puesto en el pensamiento general, y a ocuparlo con
entusiasmo y fe.[12]
IV
Etapa: Nuevo deterioro de las relaciones
Cuando
todo parecía estar ya en la normalidad, otro incidente viene a oscurecer una
vez más los vínculos. Este se produce al fracasar el Plan de la Fernandina,
brillantemente y en secreto preparado por Martí con los modestos esfuerzos de
la emigración cubana, el 12 de enero de 1895. Como parte del proyecto, se
preveía una embarcación para recoger a Maceo, Flor Crombet, Agustín Cebreco y
otros patriotas en Costa Rica y conducirlos a las costas orientales de Cuba. La
detención de la expedición por las autoridades yanquis debido a la intervención
de la Agencia de detectives de Allan Pinkerton, al servicio del gobierno
español, debido a una lamentable indiscreción, dejaba a los patriotas sin
barcos, ni armas, ni dinero. No obstante, el fatídico suceso sirvió para demostrar
cómo Martí había logrado, reuniendo centavo a centavo, algo tan concreto y
difícil como fletar tres vapores cargados de armas. La empresa, de no haberse
malogrado, hubiera permitido desatar la revolución simultáneamente en toda la
Isla, con un impulso incontenible. Gracias a los ingentes esfuerzos legales,
lograr recuperar las armas, nada más.
Martí
escribe a Maceo, el 19 de enero, explicándole lo sucedido y pocos días después
lo vuelve a hacer, ofreciéndole el envío de $ 2000.00, todo cuanto podía, para
que se agenciara un velero con armas y viajara a Cuba. Pero el Titán le
responde necesitar $ 6000.00 para poder movilizar su colonia. Flor Crombet, sin
embargo, desde Panamá, asegura poder salir con una cantidad menor. El momento
no permite ya demasiadas contemplaciones. Como Maceo es indispensable, ordena a
Benjamín Guerra, el Tesorero del Partido, despachar el dinero a Flor y escribe
a Antonio con la mayor delicadeza posible para tratar de convencerlo. Dicha
comunicación, evidentemente por la natural demora del correo en esa época,
llega después de conocer Maceo la decisión por otras vías, circunstancia que
contribuyó todavía más al encono de este.
Aquí
hacemos un alto para referirnos a las discrepancias entre Maceo y Flor Crombet,
cuyos vínculos personales en ese momento no eran tampoco para nada cordiales.
La diferencia se había originado en agosto de 1886, en ocasión de una reunión
privada, en Kingston, Jamaica, relacionada con el movimiento libertario, donde
participaban junto a otros patriotas. Allí, en un momento de acaloramiento,
Flor ofende de palabra a Maceo y este le pide una disculpa que no recibe. Se
concierta un duelo a muerte para el otro día pero finalmente no se realiza
dadas las implicaciones que un hecho de tal naturaleza pudiera tener para la
causa cubana. Gracias a la mediación de otros revolucionarios, pactan su
posposición para el fin de la guerra. En ese estado de cosas, el Titán de
Bronce debió embarcar rumbo a Cuba a bordo de una expedición dirigida por
Crombet, quien pasó a recogerlo por Costa Rica. Arribaban a las costas de
Duaba, el 1 de marzo de 1895. Fácil será entender entonces cómo vino este
incidente a enturbiar, una vez más, los sentimientos de Maceo hacia Martí.
El
último capítulo conocido de esta historia se produce días después del
desembarco por Playitas de Cajobabo de Gómez y Martí, junto a otros cuatro
patriotas, el 5 de mayo, en el ingenio La Mejorana. El mejor testimonio lo da
el propio Maestro en su Diario de Campaña:
5.-Maceo nos había citado para Bocuey,
a donde no podremos llegar a las 12, a la hora a q. nos cita (…) Vamos, –con la
fuerza toda. De pronto, unos jinetes. Maceo (…) Salió a buscarnos, porq. tiene
a su gente de marcha (…) Maceo y G. hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco,
allí en el portal: q. Maceo tiene otro pensamiento de gobno: una junta de los
generales con mando, por sus representantes, –y una Secretaría Gral.:–la
patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima el ejército, como
secretaría del ejército. Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle
a Maceo la conversación: ¿”pero V. se queda conmigo o se va con Gómez?” Y me
habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno
leguleyo, y su representante. Lo veo herido– “lo quiero –me dice– menos de lo
q. lo quería” por su reducción a Flor en el encargo de la expedición, y gasto
de sus dineros. Insisto en deponerme ante los representantes q. se reúnan a
elegir gobierno. No quiere q. cada jefe de Operaciones mande el suyo, nacido de
su fuerza: él mandará los cuatro de Oriente: “dentro de 15 días estarán con
Vds.–y serán gentes q. no me las pueda enredar allá el Doctor Martí”.–En la
mesa, opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvase al asunto: me hiere, y
me repugna: comprendo q. he de sacudir el cargo, con q. se me intenta marear,
de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar:
Mantengo, rudo: el Ejército, libre,–y el país, como país y con toda su dignidad
representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada
conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir (…) A caballo,
adiós rápido. “Por ahí se van Vds.”–y seguimos, con la escolta mohína; ya
entrada la tarde, sin asistentes (…) sin rumbo cierto, a un galpón del camino,
donde no desensillamos. Van por los asistentes: seguimos, a otro rancho
fangoso, fuera de los campamentos, abierto a ataque (…) Y así, como echados, y
con ideas tristes, dormimos.[13]
Al
parecer, en desagravio a lo ocurrido el día anterior, Maceo invita a Martí y
Gómez a visitar su campamento y los presenta a la tropa. Las páginas del Diario
de Campaña del Apóstol, correspondientes específicamente a esa fecha,
misteriosamente desaparecieron sin que hasta hoy se conozcan las circunstancias
del hecho. No obstante, en carta a Carmen Miyares, el 9 de mayo de 1895, reseña
el hecho: “¡Qué entusiasta revista la de los 3000 hombres de a pie y a caballo
que tenía a las puertas de Santiago de Cuba!”. Sería este el último encuentro
de los dos grandes hombres.
En
cuanto a la incomprensión por parte de Maceo de la concepción martiana de
república, somos del criterio de que en La Mejorana este no había logrado
percibir aún que las dificultades emanadas de la autoridad de la República en
Armas del 68 no habían estado precisamente en el hecho de contar con un
gobierno civil en medio de la guerra, sino en la forma en la cual ese gobierno
desempeñó su mandato. No obstante, pronto comprendió su error, y el 14 de julio
de 1895, le escribía desde su cuartel general, en Santa Gertrudis, a Bartolomé
Masó:
A su ilustradísimo criterio no se
escapará la importancia de todas las consideraciones que le hice y acabo de
significarle ahora; pues si bien es verdad que a la llegada del general Gómez y
Martí, creía un lujo prematuro la formación de gobierno, también lo es que lo
crea hoy de imperiosa necesidad.[14]
Un
elemento que no podemos perder de vista a la hora de enjuiciar el desarrollo de
las conflictivas relaciones entre los dos próceres es que no tuvieron la
oportunidad de contactos cercanos durante un tiempo prudencial para poder
llegar a compenetrarse y comprenderse mutuamente, para limar asperezas, como sí
sucedió con Gómez.
No
encontramos realmente durante la investigación otra esencia a las diferencias;
no obstante, cuando analizamos los puntos de convergencia en sus respectivos
pensamientos y acción, saltan a la vista innumerables y trascendentales
coincidencias, entre otras muchas las siguientes de especial significación:
1. La necesidad de la independencia de
Cuba, tanto de España como de los EE.UU.
2. El peligro que encierran el
autonomismo y el anexionismo para la causa de la revolución.
3. La necesidad del mantenimiento de
relaciones amistosas con el resto de las naciones del mundo, especialmente con
las latinoamericanas.
4. El enfoque antirracista de la revolución.
5. La necesidad de la formación de un
partido político para fomentar y auxiliar la guerra. Desde mucho antes del
nacimiento del PRC, en 1886, Maceo le hablaba ya a José A. Rodríguez de la idea
de un “Partido Independiente”[15]
para esos fines.
6. “La unión cordial, franca y sincera de
todos los hijos de Cuba” fue el ideal de sus espíritus y el objetivo de
sus esfuerzos.[16]
7. Consideraban que una vez alcanzada la
total independencia, no existía forma alguna de gobierno más adecuada ni
conforme al espíritu de la época, que la republicana y democrática.
8. Concepción de la guerra como un plan
combinado.
9. El odio a la dominación española,
nunca al ciudadano español.
La
relación sería demasiado extensa, por ello paramos aquí la enumeración.
Un
último elemento debemos resaltar: no obstante las señaladas divergencias de
carácter meramente personal, ambos supieron dejarlas de lado ante las
responsabilidades supremas emanadas de la patria –como se aprecia en la carta
de Maceo a Martí, fechada el 4 de enero de 1888, anteriormente citada–, ser
consecuentes con sus principios, subordinarlo todo a los fines revolucionarios
hasta dar la vida en el empeño, de ahí su indiscutible, trascendental e
imperecedera grandeza.
Hasta
aquí la exposición de los resultados de nuestro trabajo, cuya novedad y aporte
científico radica en el enfoque integral e imparcial del asunto, a través de la
visión de estos dos héroes como seres humanos desde la perspectiva de cuanto
significan para la historia de la Revolución Cubana. Puede servir como herramienta
de conocimiento muy útil a la hora de abordar su vida y obra con todos los
matices en nuestras aulas.
Conclusiones:
Con
los elementos apuntados anteriormente, consideramos posible plantear, a manera
de conclusiones que:
- si
bien entre Martí y Maceo, en sus relaciones interpersonales, existió una
indiscutible incomprensión y tirantez, signada por accidentados
acontecimientos, pero fundamentalmente influenciadas por terceras personas
que, supuestamente en las conversaciones o mediante la correspondencia,
avivaron las desavenencias y recelos con malintencionadas opiniones y
tergiversados criterios, en el sentido más importante, en el de los
principios, en sus concepciones sobre la estrategia revolucionaria, primó
siempre una unidad absoluta y eso es lo más importante.
- Un
propósito supremo guiaría y mantendría los vínculos interpersonales en
todo momento, a pesar de las desavenencias: los esfuerzos por lograr la
independencia de Cuba del colonialismo español.
- Para
nada, la realidad de estas relaciones obstaculizaron ni empañaron el gran
proyecto de liberación nacional encabezado por ellos y en el cual muy
tempranamente perdieron la vida, apenas comenzada la llamada Guerra
Necesaria.
Lo
otro no nos cabe a nosotros el derecho de juzgarlo hoy, con la óptica de
nuestros días. Censurar sus conductas en medio de las difíciles realidades de
la lucha por hacer libre a la patria, en condiciones bien diferentes a las
actuales, es cuanto menos reprochable.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA:
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3. COLECTIVO DE AUTORES DEL DEPARTAMENTO
DE HISTORIA DE CUBA, FACULTAD DE FILOSOFÍA E HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE LA
HABANA: Metodología de la investigación histórica.
4. Copia fotostática de los manuscritos
originales de dos cartas inéditas de Antonio Maceo dirigidas a Juan Arnao, New
Orleans, junio 5 y 14 de 1885, existentes en la Oficina de Asuntos Históricos
del Consejo de Estado.
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9. LOYNAZ DEL CASTILLO, ENRIQUE: Memorias
de la guerra. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
10. Manuscrito original de una entrevista
incompleta e inédita supuestamente realizada a Antonio Maceo, de procedencia
desconocida, sin fecha ni lugar de realización, existente en la Oficina de
Asuntos Históricos del Consejo de Estado. No se consigna el nombre del
reportero ni el órgano de prensa al cual representaba.
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20. ZAMORA CÉSPEDES, BLADIMIR: Papeles
de Panchito. Editorial Abril, Ciudad de La Habana, 1988.
* Datos
del autor: Lic. Waldo
Barrera Martínez, especialista general del Centro de Ideoinformática (CIDI) de
la Universidad de las Ciencias Informáticas. Autopista San Antonio de los
Baños, km 1 1/2, Torrens, Boyeros, Cuba. E-mail: wbarreram@uci.cu,
wbarreram@yahoo.es. Teléfono 8358285