Resumen
El presente ensayo analiza la identidad de la comunidad lealista
en Irlanda del Norte y el impacto de los proyectos de Justicia Restaurativa
dentro del proceso de reconciliación abierto entre ambas comunidades tras la
firma de Acuerdo de Viernes Santo en abril de 1998
Abstract
This essay analyzes the self- image of the loyalist community in
Northern Ireland and the impact of the Restorative Justice schemes within the
reconciliation process opened between both communities after The Good Friday Agreement
was signed in April 1998
EUROPA ANTE LAS POLÍTICAS
DE RECONCILIACIÓN EN SOCIEDADES POST-CONFLICTO; EL PAPEL DE LOS PRISIONEROS
DE MOTIVACIÓN POLÍTICA EN EL ULSTER (SU POSIBLE APLICACIÓN AL CASO VASCO).
Por: IÑAKI VÁZQUEZ LARREA
Doctor en Filosofía y
Antropología Social, y miembro asociado de CRONEM (Centre for Research on
Nationalism, Ethnicity and Multiculturalism).
“Las formas de ser, de sentir
y consumir de los individuos siguen estando moldeados, mucho o poco, por su
historia, su lengua, su cultura. Es una ingenuidad creer que los flujos
transnacionales puedan llegar a poner fin a las diferencias culturales, a la fuerza
de las “raíces” nacionales y particularistas. Las culturas se aproximan,
pierden heterogeneidad: sin embargo, las afirmaciones identitarias siguen
avanzando viento en popa. Lo que está en marcha no es una unificación cultural
mundial, sino versiones múltiples de una misma cultura mundo, que se basa en el
capitalismo y la tecnociencia, en el individualismo y el consumismo”
GILLES LIPOVETSKY
“La cultura-mundo no pone fin
a los sentimientos nacionales ni a la territorialidad urbana. Los emigrantes
hipermodernos dan forma, en las metrópolis occidentales a territorio, barrios,
redes; viven en bolsas de concentración y en pisos ocupados, abren bares y
restaurantes exóticos, establecen circuitos transnacionales de emigración. Por
todas partes se desarrollan barrios multiétnicos y multirrreligiosos, lugares
“glocales” y transnacionales”.
HERVÉ JUVIN
INTRODUCCIÓN:
1.1
Sobre la necesidad de explorar formas de diálogo
intercultural con la otredad: el potencial de la hospitalidad (hosting the
stranger) y el intercambio de narrativas:
Según el intelectual y filósofo
irlandés Richard Kearney (Richard Kearney y James Taylor, p. 3) gran padrino
bostoniano del Acuerdo irlandés de Viernes Santo en 1998, el concepto
Hospitalidad delimita el momento inaugural sobre el cual el “nosotros”
se abre a la “otredad “en las tres grandes tradiciones del Libro, y
da la bienvenida, a su vez, a aquello que no nos es familiar u
ajeno, en” nuestra Casa” (Julio Caro Baroja, p. 124).
Si el Judaísmo habla de
Abraham, dando la bienvenida a tres vagabundos en el desierto, la
Cristiandad habla de la Anunciación como un momento de receptividad de la
palabra llevada al hecho. El Islam predica que la Hospitalidad hacia el
extraño, es uno de los principios fundamentales del Koran, mientras que
el Hinduismo considera al invitado como una representación de la divinidad-
Tahití Devo Babha- ( Dios no se manifiesta a través del invitado, es más bien
el invitado, por el mero hecho de ser invitado, el que es manifestación de
Dios), mientras que el budismo reclama para sí, una radical hospitalidad
intersubjetiva como fórmula para superar “ el antagonismo ilusorio” de
la dialéctica entre amigo-enemigo.
Según Kearney y Paul Ricoeur,
existen dos maneras de superar la dialéctica amigo-enemigo. La una se articula
sobre el paradigma del “invitado”, a conocer una tradición hostil u
ajena a esa misma otredad. La otra, sobre la base del intercambio de narrativas
que diluyan una manifiesta hostilidad entre dos tradiciones políticas (tal es
el caso de la tradición nacionalista y unionista en el Norte de Irlanda).
Bien es cierto, que ambas
fórmulas muestran serias limitaciones. Desde una perspectiva ética Jacques
Derrida y Manuel Levinas ponen en duda la capacidad del ser humano para
ofertar una hospitalidad perfecta “al extraño”. Esencialmente,
constituye un problema ético que exige, en primer lugar, respeto “a la
otredad”, para que deje de ser visto como enemigo, y la apertura de “nuestra
casa” al anónimo “otro” sin exigir reciprocidad. En la práctica,
las políticas de hospitalidad se reducen a especificas políticas de mediación
(gestos) y a “programas de hospitalidad en la vida diaria” que
trasformen, paulatinamente, las políticas de antagonismo (de esta manera define
Brendan O´Leary la lógica del conflicto en Irlanda), en “políticas de
amistad” (véase Joseba Zulaika para el caso vasco).
Paul Ricoeur propone que este
encuentro transformativo se dé a través de lo que él denomina como “modelo
de traducción”, que haga viable una hospitalidad imperfecta, pero
efectiva. De tal manera que mi auto-percepción vaya más allá de una autonomía
egótica, para pasar a considerarme como un extranjero más” entre otros
muchos”.
En palabras de Paul Ricoeur:
“Traducir significa servir a
dos señores. Al extranjero en su extrañeza, y al lector en su deseo de
apropiación” (En Kearney y James Taylor, p. 17).
Es indudable que la hospitalidad
hacia el extraño permea toda la escritura y la tradición cristiana. La Biblia
Hebrea hace un llamamiento específico al pueblo de Israel para “amar al extranjero
como a ti mismo, ya que erais extranjeros en la tierra de Egipto”. En el
Nuevo Testamento Jesús se identificaba así mismo con un invitado “necesitado”.
En palabras de Jesús: “era un extraño y me invitaste”.
Dentro de la tradición
cristiana, la Hospitalidad, representa, entonces, no sólo un deber moral, sino
una virtud espiritual. Dando la bienvenida al extraño, uno, realmente se funde
con Cristo, haciendo intercambiables los roles de acogida e invitación
cultural.
Para Heschel, a su vez, el
potencial conciliador de la hospitalidad cristiana, requiere de un previo amor
por nuestra “patria/casa”:
“How marvellous is my home/
qué maravillosa es mi casa. I enter as a suppliant and emerge as witness/Entré
como un suplicante y ahora soy un testigo/ I enter as a stranger and emerge as
next of kin/ Entré como un extraño y ahora soy un familiar. I enter
spiritually shapeless, inwardly, desfigured, and emerge wholly changed/ Entré
sin ningún tipo de forma espiritual, casi desfigurado, y resurjo totalmente
transformado. It is moments of prayer that my image is forged/es en el momento
de orar cuando encuentro mi salvación/. To understand
the world I must love my home/Para entender el mundo debo amar mi casa. It is
difficult to perceive luminosity anywhere if there is no light in my own
home/Es difícil percibir luminosidad en cualquier lugar si no hay luz en mi
propia casa. It is in the light of prayer´s radiance that I find my way even in
the dark/ Es en la luz que irradian mis oraciones en donde encuentro mi camino,
incluso en la oscuridad” (En Richard Kearney, p.
88).
La
propia ética Cristiana parte de la premisa de que “debemos amar a nuestros
enemigos”. De hecho, todas las tradiciones religiosas denuncian toda forma
de xenofobia y prescriben el amor al extranjero. Obviamente, tal y como nos
recuerda Mark Patrick Hedderman, esto último es sobre el papel, “Es simple,
universal y no suele ir más allá del nivel de pensamientos bienintencionados”.
Lo importante, “no es lo que se publicita en la Agencia de Viajes, si no lo
que uno se encuentra al llegar al Hotel” (En Richard Kearney, p. 87).
Como recuerda el antropólogo
Clifford Geertz, los seres humanos somos “artefactos culturales”, cuyo
comportamiento se encuentra, en parte, determinado por diferentes patrones
culturales y significantes simbólicos históricamente configurados, “que dan
forma, orden y dirección a nuestras vidas” (En Richard Kearney, p.
88).
Patrick Hederman recuerda, que
muy probablemente, los seres humanos son racistas y xenófobos por naturaleza, y
que solo a través de la educación y la cultura, podrían llegar a asumir la
multiculturalidad o el cosmopolitismo como valores propios.
En el año 2002 Mr. David
Trimble, por aquel entonces líder del Partido Unionista del Ulster (Ulster
Unionist Party) y primer Ministro de Irlanda del Norte, en un intento por dar
un empujón al llamado proceso de paz, y mejorar las relaciones
transfronterizas entre ambos Estados, describió la República de Irlanda como
un Estado “mono étnico, mono cultural, patético y sectario”, a lo
cual el Primer Ministro (Taoiseach), Bertie Ahern respondió diciendo que “Nadie
podría identificar esa descripción con este Estado”, añadiendo que “No
tenemos, nada parecido a lo sucedido en Garvaghy Road o Dumcree en el
Sur Irlanda”.
Sirva el ejemplo para ilustrar
que la afiliación étnica frente a la otredad, o sectarismo, nos remite a una de
las causas principales del conflicto irlandés, y para llamar la atención sobre
los límites de una hermenéutica de la Hospitalidad, que, necesariamente,
implica el intercambio de narrativas que expliquen a la otredad, la existencia
de otras formas de imaginar mundos, o diferentes formas de “irlandesidad”,
sea este el último caso.
Ricoeur enfatiza que un
intercambio Hospitalario de narrativas, no constituye una amenaza para la
Tradición, por el contrario:
“Profesadas La Tradición
significa trasmisión, trasmisión de las cosas dichas, de las creencias, de las
normas aceptadas. Ahora bien, esa trasmisión sólo es posible si la tradición
está abierta a la innovación. La tradición representa, en cierta manera, una
deuda con el pasado, y nos recuerda que nada sucede porque sí. Una Tradición
permanece viva, no obstante, si sostiene sobre la base de un continuo proceso
de reinterpretación (En Richard Kearney y James Taylor, p. 105)”.
De aquí, la importancia de
intercambiar narrativas para que las lecturas plurales salgan a la luz. Nuevas
lecturas que liberen a las narrativas de su repetición. Estas nuevas lecturas
no rechazan el pasado, sino que más bien son la llave del pasado al futuro:
“El pasado no es simplemente
aquello que es ancestral-algo, que tuvo lugar y que por tanto es inmutable-es
algo que pervive en la memoria gracias a los dardos lanzados al futuro, y que
no se han encendido, o cuya trayectoria ha sido interrumpida. El futuro
incumplido del pasado, constituye quizás la parte más rica de una tradición. La
liberación de un futuro no cumplido es el mayor beneficio que podemos esperar
del intercambio de narrativas” (Richard Kearney, p. 105)”.
La narrativa de la hospitalidad
permite, por tanto, a los participantes ir más allá del ámbito de lo que “debería
ser”. Crea una perspectiva esperanzadora de cómo las cosas podrían ser
diferentes, y abre nuevos caminos sobre los cuales nuestras tradiciones pueden
ser guiadas y reinterpretadas.
1.2. Apuntes sobre el
Concepto de Justicia Social:
“El punto de partida de mis
reflexiones fue una imagen publicada por los diarios que mostraba una negra
entrando en una escuela recientemente integrada: una troupe de niños blancos la
perseguía, un amigo blanco de su padre la protegía, y en la cara se le notaba
que la situación nueva no era precisamente encantadora para ella. Mi primera
pregunta fue ¿qué haría yo, si fuera una madre negra? Si yo fuera una madre
negra del Sur, sentiría que la Corte Suprema, sin quererlo, pero
inevitablemente, ha colocado a mi hija en una posición más humillante que
aquella en la que se encontraba antes. Sobre todo, si yo fuera negra, sentiría
que la tentativa misma de comenzar la desegregación escolar, no sólo ha
desplazado el fardo de la responsabilidad de las espaldas de los adultos a la
de los niños. Estaría además convencida de que todo está dirigido a evitar el
verdadero problema. El verdadero problema es la igualdad ante la ley”.
Hanna Arendt.
Tal y como afirma Francois
Dubet; existen en dos grandes concepciones de Justicia Social. La igualdad de
posiciones o lugares, y la igualdad de oportunidades. Ambas buscan, de forma
diferenciada, reducir las inequidades sociales “nacidas de las tradiciones y
de los intereses en pugna” (Francois Dubet, p. 12).
La primera busca que la
distancia entre las distintas posiciones sociales, se reduzca dentro de la
estructura social, la segunda, mayoritaria, se rige por un principio
meritocrático, que garantizaría “la igualdad de competencia” entre
individuos dentro de un mercado competitivo, y articula “políticas de
reconocimiento” (Charles Taylor) de la diversidad étnica y cultural en
nuestras sociedades.
La igualdad de posiciones ha
sido históricamente defendida por lo que genéricamente se conoce como
izquierda, y ha dado lugar a lo que Castell (1995) define como una “sociedad
salarial” en la que las posiciones de los menos favorecidos son
garantizadas por los derechos sociales. Consideraba que la Justicia Social no
era una mera cuestión moral, sino una redistribución legítima de “lo robado”
a la clase trabajadora dentro de un juego de “suma cero”. En lo
social tiende a un contrato social que repose sobre un amplio “velo de la
ignorancia” y a sistemas de protección universalistas. El modelo ha ido
deslizándose hacia un Estado benefactor pseudocorporativo, que favorece a los “in”,
aquellos que ya cuentan con una posición social establecida, pero que condena a
los “outsiders” (los que están fuera del sistema) a un contrato
subordinado (Esping Andersen, 2007).
Su paradigma educativo es el
de un republicanismo igualitarista, conservador (en la medida en que no
cuestiona el orden social) y homogeneizante en lo cultural (Emile Durkheim), y
preconiza un modelo de integración que podríamos denominar como “Crisol
francés”.
Si la Sociología empírica
norteamericana, en especial la escuela de Chicago, generó una narrativa
integradora de minorías e inmigrantes, basada en el mito del “melting pot”
(el crisol de culturas), no puede decirse lo mismo de la igualdad de
posiciones, y su supuesto paradigma de integración; el denominado “Crisol
francés”. Este, parte del supuesto de que el modelo republicano y la
igualdad de posiciones, habría de diluir al inmigrante dentro de la solidaridad
nacional o la cultura nacional, que a su vez, “se percibe simultáneamente
como particular y como universal, puesto que encarna los derechos del
hombre, la razón y la democracia (Schnapper, 1994)”. Las
revueltas de 1980 en Francia, ponen de manifiesto el agotamiento de este
modelo, y la gran distancia entre este discurso y la realidad social, donde se
combinan “xenofobia, segregación y racismo” (Dubet, p. 31).
La primera se refiere al
debilitamiento del mecanismo económico, que los migrantes se dedicaran a los
trabajos más penosos, abandonados por los franceses. De tal manera que el
asimilacionalismo francés, y la titulación en “cultura francesa”, no les
exime de estar sujetos a procesos de discriminación y guetoización.
La segunda razón se debe a la
formación de sociedades nacionales pluriculturales, en la que las minoría
nacionales y los inmigrantes no quieren renunciar a su identidad ni a su
cultura de origen. Ello se traduce en un doble proceso de formación de
populismos y republicanismos que defienden la hegemonía de las culturas
nacionales (caso del Frente Nacional en Francia) y de minorías étnicas y
culturales “tan impuestas, como elegidas”, que debilita el modelo de la
igualdad de posiciones. Se trata de un modelo en crisis, o tal y como afirma
el sociólogo francés Francois Dubet “Lo que sucede es que a partir de
ahora, los lugares también tienen culturas y colores” (Dubet, p. 51)”.
La igualdad de oportunidades
parte de la ficción de una movilidad social perfecta, sea cuales sean los
orígenes y el contexto socio-económico específico, dentro de una estructura
social que, en teoría, perpetúa proporcionalmente las distintas posiciones sociales
generación tras generación. De lo que se trata, por tanto, es de garantizar
que en esas proporciones por cuotas, se encuentren representadas las distintas
capas sociales. Es dudoso que nadie crea totalmente en este tipo de ficciones,
pero constituye el nudo gordiano de la mayoría de las Teorías de la Justicia,
incluida la liberal de Rawls (1971).
A su vez, conduce a concebir
la sociedad segregada o dividida en una miríada de grupos sociales definidos en
términos de discriminaciones y desventajas (así la clase trabajadora se
convierte en “grupo carenciado” con “débiles oportunidades”). Es
decir, en función de las posibilidades objetivas que estos posean de “acceder
a todas las posiciones”. De lo que se trata, por tanto, es de luchar contra
estas discriminaciones, hacia un mismo punto de partida para que “gane el
mejor” (se parte de un principio de darwinismo social, por cuanto se
estigmatiza al alumnado “que fracasa” si no alcanza los objetivos
curriculares) que bien podría ser el lema de su Sociología Educativa. A este
respecto, la Escuela Educativa de Igualdad de oportunidades ha diseñado dos
grandes directrices políticas. La primera, centrada en la homogeneidad del “currículum
escolar” y la segunda destinada a garantizar la igualdad de oportunidades
para alumnos considerados como más desfavorecidos, en el plano social y
cultural (caso de la creación de zonas de Educación prioritaria o ZEP en
Francia, 1981).
En términos generales, la
igualdad de oportunidades, puede ser orientada de dos maneras complementarias.
La primera implica garantizar la igualdad de acceso a los bienes y servicios
a los conciudadanos más desfavorecidos. La segunda, parte de un principio de
compensación y de la puesta en marcha de políticas de discriminación positiva
que anulen “las discriminaciones naturales”. Las clases sociales que
luchan por la igualdad de posiciones, son sustituidas por minorías “construidas
por la lucha contra la discriminación”, que deben hacer valer,
además, como valores positivos, las características sociales y culturales en
nombre de las cuales son discriminadas.
Después de las revueltas del
2005 tanto Estados Unidos como Francia, aplican sin decirlo, políticas
orientadas hacia la discriminación positiva de las “minorías visibles”.
De hecho, pese a las disputas teológicas sobre principios republicanos, en
Francia se aplican políticas de discriminación positiva racial en la asignación
de viviendas, y se acepta la existencia de curriculum diferenciados, o “anónimos”
(sobre la polémica del velo islámico en las escuelas francesas, Dubet, p. 69),
las medidas destinadas a promover la diversidad “se han multiplicado”
(Simón, 2008). Es evidente, que este modelo de justicia, del que son
partícipes Taylor, Kymlicka y Walzer, entre otros, abre un espacio a los
comunitarismos, ya que llaman a políticas de reconocimiento para que el
estigma de las víctimas (Goffman) se convierta en orgullo.
Si seguimos las directrices del
sociólogo R.K. Merton, de que en las sociedades democráticas, las desigualdades
sociales aumentan las frustraciones de los que no pueden acceder a la sociedad
de consumo, no debería priorizarse un modelo de justicia social (el de las
oportunidades) que “culpabiliza a las víctimas”, y que, por el
contrario, es ciego a la naturaleza de las desigualdades sociales en la
sociedad postindustrial y de consumo. Quizás la alternativa pase por separar
radicalmente los derechos sociales y los derechos culturales, distinguir, por
tanto el reconocimiento de la redistribución (Nancy Fraser, 2005). De tal
manera que el reconocimiento pase a ser una cuestión ética, pero no,
automáticamente, un problema, de justicia social, o separar, tal y como
propugna Michael Walzer “las distintas esferas de justicia”
(Walzer, 1997).
1.3. EL CASO DE IRLANDA DEL
NORTE; ¿TRASCENDIENDO EL ANTAGONISMO? : UNA SOCIEDAD EN TRANSICIÓN:
1.3. A: LAS RAÍCES DEL
ANTAGONISMO.
Hasta el año 2005, no ha surgido
en la región un aparato de Estado que cuente con el apoyo de ambas comunidades,
la Unionista (mayoritariamente protestante) y la nacionalista (mayoritariamente
católica). Después de los disturbios que acompañaron al movimiento pro-derechos
civiles en 1968, Irlanda del Norte se deslizó por la pendiente de cerca de
treinta años de violencia política.
El antagonismo básico en
Irlanda del Norte puede ser descrito de la siguiente manera. Los Unionistas del
Ulster insisten en que Irlanda del Norte debe ser parte integral del Reino
Unido; los nacionalistas irlandeses, aspiran a que, a largo plazo pasé a ser parte
de la República de Irlanda. Las aspiraciones políticas de nacionalistas y
unionistas, no son tan sólo aparentemente conflictivas, sino mutuamente
excluyentes.
Numerosos Sociólogos han
definido el conflicto como un juego de “suma cero”, en donde los antagonistas
no pueden cooperar en beneficio mutuo, si no es a expensas de que la otra
comunidad pierda poder. La estructura dual de ambas aspiraciones define a
Irlanda del Norte como “un lugar aparte” dentro de la Unión Europea y
del Reino Unido, ya que el conflicto posee tanto una dimensión endógena,
aquella que nos remite a la persistente animosidad intracomunitaria, como
exógena, al ser Irlanda del Norte, el lugar en donde el nacionalismo irlandés y
británico entran en abierta colisión.
Los nacionalistas irlandeses de
Irlanda del Norte, se perciben insertos dentro de una comunidad étnica más
amplia; los nativos irlandeses (Irish), cuyos ancestros hablaban
gaélico. La otra comunidad, la de los Protestantes del Ulster, son los
descendientes de los colonos ingleses y escoceses en Irlanda. Se observan así
mismos dentro de un Reino Unido “multi-étnico”, y su identidad pasa a
ser definida como “británica” o “británico/Ulsterina”.
Entre 1920 y 1972 el sistema
constitucional británico, permitió un mayorismo étnico. En términos gramscianos
un control hegemónico Unionista o “un conflicto étnico regulado a través
de la subordinación de la minoría nacionalista irlandesa” (Brendan
O´Leary, 1997). mientras que entre 1972 (fin del Gobierno Directo de Londres) y
1998 (firma del Acuerdo de Viernes Santo) la situación socio-política, el
eufemismo de los conocidos “Troubles” (o problemas) nos remite a una
guerra étnica intracomunal.
Los tres sujetos activos de ese
“triángulo de violencia” eran los paramilitares republicanos, los
paramilitares lealistas y las fuerzas de seguridad del Reino Unido. Los
paramilitares republicanos se enfrascaron en una “larga guerra” para
acabar con el poder británico en Ulster, e instaurar una República Irlandesa
independiente de 32 condados, inspirada en la de los insurgentes fenianos de
1916. Consideraban que Las Fuerzas de Seguridad británicas, RUC (PSNI en la
actualidad), UDR (Royal Irish Regiment o RIR, a partir de 1992), compuestas al
90% por protestantes Unionistas, eran “objetivos legítimos” dentro de
una guerra de “Liberación Nacional”.
La organización paramilitar
republicana más famosa era el Provisional IRA. Se formó en 1969, cuando el IRA
histórico se dividió en dos facciones (Bishop, Coogan). El “Official”
IRA de ideología marxista y la vertiente más nacionalista, familiarmente
conocida en el Norte de Irlanda como “Provos” (Taylor). Los
Provisionales se declararon en guerra contra el Ejército Británico,
argumentando que la retirada británica de Irlanda resolvería los problemas de
la isla. Se proyectaban así mismos como “Los defensores” de la
comunidad católica nacionalista, frente a las incursiones lealistas y la
represión de las Fuerzas de Seguridad. Los Provisionales, junto con otros
grupúsculos republicanos, como el INLA (Irish National Liberation Army), fueron
responsables del 57% de muertes producidas durante “Los Troubles”
Los paramilitares lealistas,
recrutaban sus bases de la comunidad protestante del Ulster, y reiteraban que
su violencia era de naturaleza reactiva. Esto es, “defender el Ulster” y
la Unión, de la violencia republicana. Las dos organizaciones paramilitares más
importantes, fueron la UDA (Asociación de Defensa del Ulster) y la UVF (Fuerza
de Voluntarios del Ulster), responsables de cerca del 25% de muertes producidas
durante “Los Troubles”, mientras que el Ejército Británico y el RUC
(Royal Ulster Constabulary) lo fueron del 12%, de un total de cerca de 3.365
personas.
Las narrativas históricas eran
utilizadas por las partes en conflicto, para justificar “la causa”. Los
nacionalistas hablan de una ininterrumpida brutalidad inglesa sobre Irlanda;
desde la invasión normanda en 1.169, mientras que la comunidad Unionista, tiene
su propia versión de un relato victimista, que comienza en 1609 con la llegada
de los primeros colonos escoceses e ingleses bajo el reinado de Jaime I al
Ulster, y que celebra las victorias sobre los “bárbaros sitios” , al
que supuestamente, les han sometido sus vecinos católicos desde el siglo
XVII, que, a su vez, configura “la mentalidad de sitio” de la
comunidad protestante Unionista.
Indudablemente, el conflicto
presenta raíces coloniales. De no ser por la plantación del Ulster y su
legado, en el siglo XVII; Irlanda del Norte nunca habría existido como tal.
Los orígenes de los antagonismos actuales hay que buscarlos en la conquista de
Irlanda por parte de los Tudor en el siglo XVI, cuando ante la incapacidad de
convertir al protestantismo a los nativos irlandeses, Jaime I y Carlos I
decidieron enviar colonos para gobernar Irlanda. De hecho, la empresa colonial
del puritanismo republicano de Oliver Cromwell y el Ejército protestante del
Príncipe Guillermo de Orange, estableció criterios de diferenciación étnica y
religiosa, que perduran hasta la actualidad, y que resultan indispensables
para comprender Irlanda del Norte.
El objetivo último de la colonia
en el Ulster, era desplazar a los nativos irlandeses de habla gaélica, y
sustituirlos por colonos protestantes leales a Inglaterra. En la práctica, el
principio segregacionista resultó imposible de implementar, y la Corona tuvo
que desplegar políticas “más pragmáticas” sobre la base de un triángulo
intergubernamental con la Corona en la cúspide, para que Inglaterra pudiese
gobernar “al nativo a través del colono, y al colono a través del nativo
(O´Leary, 1997).
Es más, se terminaron de
asentar tres comunidades enfrentadas en una sociedad agraria, por las tres
cuestiones básicas, que según Ernst Gellner, definen a una sociedad
tradicional. El poder político, la posesión de la tierra, y la definición del
culto a Dios (Gellner, 1989). Los Gaélicos irlandeses, los calvinistas y los
ingleses, súbditos todos ellos de los tres reinos existentes en las Islas
Británicas en el siglo XVII, Irlanda, Escocia e Inglaterra. Todos ellos
cristianos “postreformistas” que definían, el uno al otro, como “heréticos”,
e “hijos del demonio”. La religión, muy por encima de la lengua, pasó a
ser en el Ulster, el principal marcador de etnicidad y de poder político. La
resistencia a la colonia se descifraba en términos de particularismo clánico
gaélico, y no de nacionalismo (Michelle O´Riordan), mientras que la región se
constituyó en la principal lanzadera de dominio cultural y político británico
sobre Irlanda.
Lo cierto es que el poder de la “Civilización
Inglesa” en Irlanda, no iba más allá de Dublín y alrededores (The Pale),
en una Irlanda controlada por los jefes de clanes gaélicos y los nobles
feudales normandos “gaelizados”. En 1641 los clanes irlandeses del
Ulster se declararan insurrectos a la Corona, y cerca de 2.000 colonos
protestantes son asesinados. La Irlanda gaélica, se enfrenta a la “ira de
Cromwell” y, entre 1648 y 1652, cerca de medio millón de irlandeses
nativos perecen a manos del ejército republicano puritano.
Las esperanzas nativas de una “restauración
católica” con Jaime II, quedaron truncadas con la llegada al trono del
Príncipe Guiilermo de Orange, y la derrota final de los realistas católico
irlandeses en el sitio de Derry/Londonderry (1689), a orillas del río Boyne,
el 12 de julio de 1690, que proporcionó además el slogan más conocido de la
mitología protestante del Ulster: “No Surrender” (No a la Rendición)!
La reconquista de los tres
Reinos, por parte del Rey Guillermo (“Williamite Settlement”), sellada
en el Tratado de Limerick de octubre de 1691, tuvo un impacto significativo en
Irlanda. A la confiscación masiva de tierra por parte de la antigua
aristocracia católica, habría que añadir la instauración de la “Leyes
Penales”, que mantuvieron fuera de la vida social y política a los
católicos de las islas británicas hasta bien entrado el siglo XVIII.
Entre 1691 y 1801, Irlanda
estuvo gobernada por una oligarquía Protestante Anglo- Irlandesa (Protestant
Ascendancy) que controlaba un parlamento dublinés supeditado a las
decisiones de Westminster. Hasta finales del siglo XVIII, con el surgimiento de
la facción patriótica de Henry Grattan, y la influencia del espejo de
emancipación americano, esta oligarquía no se definió a sí misma como “irlandesa”,
pudiéndose hablar de un régimen de” colonialismo interno” hasta la
instauración del Acta de Unión de 1801, tras la revuelta de los Irlandeses
Unidos liderados por Wolfe Tone en 1798, y el estallido del conflicto
sectario en el campo agrario irlandés entre “Los Defenders” (jacobitas
católicos proclives a la restauración católica de Jaime II) y los “Peep
O´Day” (embrión de la Orden de Orange, nacida tras la batalla del Diamante
en 1795)[1].
Las diferencias con Escocia son
sustanciales. Este último Reino entró en unión parlamentaria como “un igual”
con Inglaterra, creando Gran Bretaña en 1707; mientras que a Irlanda con el
Acta de Unión de 1801, le era negada tanto un parlamento propio, formalmente
integrado en el Imperio de Gran Bretaña e Irlanda, como la propia
Emancipación Católica, a la que el propio Rey Jorge III se opuso. Si El Acta de
Unión (1801) y la Emancipación Católica hubieran ido de la mano, quizás el
futuro del Estado británico en Irlanda hubiera sido diferente (Conor Cruise
O´Brien) aunque lo cierto es que el poder de la Aristocracia protestante
anglicana se mantuvo inmutable, hasta la derogación de los privilegios de la
Iglesia de Irlanda por el primer ministro liberal británico Gladstone en 1869.
Después de 1801, el principal
movimiento político de masas en Irlanda estuvo liderado por el abogado
católico Daniel O´Connell; conocido con el sobrenombre de “EL Liberador”
(The Liberator). Su ideología se situaba a medio camino entre el
milenarismo católico jacobita de “Los Defenders” y el constitucionalismo
liberal whig. Sus “manifestaciones monstruo” lograron la Emancipación
Católica en 1829; aunque la reclamación de la Retirada del Acta de Unión (Repeal
of the Union) chocó con la obstinada oposición de las logias orangistas en
el Ulster (reforzada por la creciente influencia del evangelismo de Henry Cook
en el norte de Irlanda), y terminó fracasando estrepitosamente por disensiones
en el seno del propio movimiento.
El Acta de Unión marca, también,
el inicio de la sima política e identitaria, entre católicos irlandeses
(nacionalistas) y protestantes irlandeses (Unionistas) en Irlanda. Después de
la Gran Hambruna en 1848, el nacionalismo irlandés comienza a organizarse sobre
dos grandes vectores ideológicos. El nacionalismo revolucionario republicano de
la Hermandad Republicana Irlandesa (Irish Republican Broterhood , 1858), cuyo
precedente ideológico e intelectual es la Joven Irlanda de Thomas Davis (1848),
también llamados fenianos (antecedente histórico del IRA); y el nacionalismo
constitucional pro-autogobierno, que se forja embrionariamente en la agitación
agraria desatada por la Liga por la Tierra (Land League) que
exige, con métodos conspirativos y violentos, una reforma agraria para Irlanda
(en la que encuentran acomodo ex-fenianos como John Devoy o Michael Davitt), y
que desemboca en la formación del partido autonomista irlandés (George Boyce.
págs. 124).
El partido autonomista irlandés
dirigido por Charles Stewart Parnell, se convierte en la principal maquinaria
política electoral de Irlanda en la década de los 1880s. Y el propio Parnell,
(El Rey sin Corona de Irlanda) arranca la promesa del primer proyecto de
autogobierno al Gobierno liberal de Gladstone en 1886. El proyecto de
autogobierno chocó con la virulenta oposición del Protestantismo del Ulster,
que con la formación del Consejo Unionista del Ulster (UUC) en 1884,
advirtió que el Ulster combatiría con las armas la entrada en vigor del
autogobierno en Irlanda, bajo el eslogan “Ulster Will Fight / Ulster will
be right” (El Ulster luchará/El Ulster estará en lo correcto).
El segundo fracaso, en pro del
autogobierno en 1893, convenció a muchos nacionalistas dentro de la Liga
Gaélica, El Sinn Fein, y la IRB; entre ellos Patrick Pearse , Douglas Hyde, o
W. B. Yeats, de que la senda constitucionalista era “una vía muerta para
Irlanda”. Al tercer proyecto de autogobierno del Gobierno Liberal de
Asquith, en enero de 1912, el Ulster protestante respondió con la formación de
la Fuerza de Voluntarios del Ulster (Ulster Volunteer Force) y el
“Ulster Covenant” de Edward Carson.
Irlanda se deslizaba por la
senda de la anarquía y el enfrentamiento sectario, entre lo que el historiador
irlandés Lyons, vino a definir como sus tres culturas políticas; y es que “la
partición mental de Irlanda” precedió a la partición política de la
isla (Foster, 1989).
Se preveía que para verano de
1913, entrase en vigor el tercer proyecto de autogobierno irlandés auspiciado
por el gobierno liberal de Asquith, pero lo cierto es que el 12 de julio de
1913, el UUC (el Consejo Unionista del Ulster) junto con la Fuerza de
Voluntarios del Ulster (UVF) liderada por Edward Carson, proclamó un Ulster
autónomo secesionado del resto de la Irlanda nacionalista.
Mientras tanto, La Irlanda
nacionalista emulaba militarmente a su rival unionista. Gran parte de la Liga
Gáelica, El Antiguo Orden de Los Hibernianos, (Ancient Order of Hibernians)
y la Hermandad Republicana Irlandesa (Irish Republican Brotherhood)
ingresaron dentro de Los Voluntarios Irlandeses del partido autonomista de John
Redmond (Irish Volunteers), que con su participación en la gran guerra
esperaba evitar la partición política de la isla.
El Home Rule (autogobierno para
Irlanda), entró en vigor en septiembre de 1914 y la resolución de la denominada
“crisis del Ulster”, se pospuso hasta después de que finalizase la Gran
Guerra. Irlandeses de ambas tradiciones combatieron en la Gran Guerra. La
Fuerza de Voluntarios del Ulster (Ulster Volunteer Force) en nombre del
“Imperio” y los Voluntarios Irlandeses (Irish Volunteers) en
nombre de “las pequeñas naciones” .
El “stab in the back” (la
puñalada en la espalda), que fue como los Unionistas del Uster bautizaron la
insurrección de Patrick Pearse, y sus secuaces de la Hermandad Republicana
Irlandesa (IRB), abrió las puertas al Independentismo del Sinn Fein (que en
1919 declara el Dáil Eireann o Parlamento Independiente), selló la tumba
política del autonomismo irlandés, e hizo de la partición de la isla, una
realidad tangible (véase Paul Bew), antes de que la Guerra Anglo Irlandesa
(1919-21) y el “Tratado” de Michael Collins (Comandante en Jefe del
Ejército Republicano Irlandés, IRA) la institucionalizase a través de Acta de
Gobierno de Irlanda (1920) más conocida por el nacionalismo irlandés como “Acta
de Partición”.
En 1921 Sir James Craig se
proclamaba Primer Ministro de Irlanda del Norte; que incluía seis de los nueves
condados históricos del Ulster, “Una muralla desde la cual los herederos de
colonia británica en Irlanda puedan defender la civilización. Un
sacrificio del pueblo del Ulster, en aras de la Unión” (Brendan O
´Leary y John Mcgarry, p. 100).
1.3. B: HEGEMONÍA Y COLAPSO
DEL RÉGIMEN UNIONISTA: (1920-1985).
“Soy un miembro de la Orden de
Orange y un político después. En el Sur se jactan de tener un Estado Católico.
Todavía se jactan de que el Sur de Irlanda es un Estado Católico. De todo lo
que me jacto es que somos un Parlamento Protestante y un Estado Protestante.
Sería interesante para los historiadores del futuro, comparar un Estado
Católico diseñado por los sureños con un Estado Protestante diseñado en el
Norte, y ver cuál de los cuales prospera más” (Lord Craigavon, Primer Ministro
de Irlanda del Norte, 1934).
Aristóteles daba tres
posibles respuestas a la pregunta de cómo podría organizarse el poder dentro
de un Estado: Se podía concentrar el poder en una sola persona (La monarquía),
en unos pocos (La aristocracia) o en muchas manos (La democracia). El Estado
Moderno proporciona una única posible respuesta a esta pregunta. La Soberanía
reside en el pueblo. No obstante, existen Estados más homogéneos que otros.
Estados basados en un particularismo no igualitario, que definen al pueblo (nosotros)
en contraposición a” ellos” y que temen convertirse en una minoría
dentro de un régimen hegemónico controlado por “ellos”.
Pueden llegar a desarrollar un
nacionalismo exclusivo, en donde la nación es sólo una fracción de la población
dentro del Estado. Los Regímenes particularistas ejercen un control hegemónico
sobre “los otros”, sobre todo en condiciones de colonialismo interno.
Pensemos en el caso de Liberia, La Sudáfrica anterior a De Clerk o el mandato
israelí sobre Palestina. Entre 1920 y 1972 Irlanda del Norte poseía una
política particularista. La población católica “desleal” no era
considerada como parte “del pueblo” por los protestantes del Ulster. El
principio de control hegemónico gramsciano, del Régimen de Stormont, quedaba resumido
en el siguiente eslogan Unionista:” Who are the People? : prods rule” (Quién
es el pueblo?: poder protestante)”(Shirlow).
Efectivamente, gran parte de la
minoría católica fue borrada de los cuerpos electorales locales (siendo el
gerrymandering de Derry/Londonderry) el caso más emblemático; fue, a su vez,
víctima de discriminación laboral (sobre todo en la asignación de viviendas) y
de discriminación política, bajo La “Special Powers Acts” (Poderes
Especiales, 1923); con el objeto de garantizar la hegemonía del UUP (Partido
Unionista del Ulster) en Irlanda del Norte. En 1934, el futuro Primer Ministro
de Irlanda del Norte, exhortaba a los miembros del UUP en Derry/Londonderry a
no contratar a católicos “ya que el 99% de ellos eran desleales” (Brendan
O´Leary pág. 129). Más de la mitad de los miembros del UUP (Partido Unionista
del Ulster) eran a su vez miembros de la Orden de Orange, y la fuerza
policial RUC (Royal Ulster Constabulary) era percibida por la mayoría de
católicos como “orangismo armado” (Brendan O´Leary, p. 145).
A este respecto, el fracaso de
la construcción nacional irlandesa, tuvo en el Ulster un ejemplo británico
mimético; el lamento del Senador protestante nacionalista, y poeta, William
Butler Yeats en 1925, a cerca del debate sobre la ilegalización del aborto en
El Estado Libre de Irlanda, resultó ser profético: “Si tú demuestras que
este país va a ser gobernado, única y exclusivamente, por ideas católicas,
nunca tendrás al Norte. Generaréis una barrera insuperable entre el Norte y el
Sur. Cuantas más leyes católicas impongáis, el Norte asimilará su divorcio y se
irá con Inglaterra. Esto no es más que una cuña en medio de la nación
(O´Leary, pag. 146).
El fracaso del control
hegemónico en el Ulster , y el fin del “Régimen de Stormont” se debió
bajo la perspectiva Unionista al “irredentismo irlandés”; y los
manifestantes pro-derechos civiles no serían, a este respecto, sino
quintacolumnistas de la vecina República Irlandesa. La campaña iniciada por la
NICRA (Northern Ireland Civil Rights Association) en 1967, era vista
como “un nacionalismo táctico” para acabar con “el Ulster”.
La clase media católica que se
movilizó para conseguir “los mismos derechos de ciudadanía”, no renunció
a un nacionalismo irlandés sentimental, pero apostaba más por la reforma del
régimen que por una Irlanda Unida. De hecho los tiempos de la Liga
Antiparticionista (1954) y el fracasó de la campaña fronteriza en 1962, dejaban
al descubierto, que en 1967 el republicanismo irlandés en el norte “estaba
extinto”, y que la minoría católica se veía más atraída por una versión
modernizada de un nacionalismo constitucional , caso de Gerry Fitt o John
Hume, por un laborismo británico “a secas” caso de Paddy Devlin, o
por la izquierda cívica de Ivor Bell; creyó “sui géneris”, en la
retórica liberal del Primer ministro Terence O´Neil; cuya praxis política
nunca pudo desligarse del tradicional sectarismo Unionista.
Muy poco antes de su dimisión
tras los disturbios sectarios de agosto de 1969 llegó a afirmar: “Es muy
difícil explicarle a un Protestante que si le das a un católico romano un buen
trabajo, y una buena casa, vivirán como protestantes, porque verán a sus
vecinos con coches y programas de TV. Se negará a tener dieciocho críos, pero
si un católico romano se encuentra sin trabajo y vive en un cuchitril
espantoso, si criará dieciocho hijos, y todos ellos dependerán de la
asistencia nacional.
Es imposible explicarle esto
a un militante protestante….de hecho, no puede entender que si tu tratas a los
romano católicos con el debido respeto y amabilidad, ellos vivirán como
protestantes a pesar de la naturaleza autoritaria de su Iglesia” (Brendan
O´Leary, p. 163).
En la práctica O´Neill
decepcionó; jamás cuestionó la preeminencia Unionista, y sus políticas
educativas y de dotación de infraestructuras siguieron marcando el mismo
patrón sectario; en beneficio de los protestantes del Ulster (caso de la no
designación de católicos en las comisiones educativas, o de la implantación de
la mayor universidad del Ulster en Coleraine, de mayoría unionista); mientras
que su condescendiente “benevolencia” con respecto a la minoría
católica, radicalizó a un Unionismo que terminó por responder de forma
violenta, y llevó a muchos católicos a que “retornaran a un nacionalismo con
una formulación menos complicada”(Brendan O´Leary, 164).
Dicho de otra forma, lo que
hubiera satisfecho a muchos católicos en 1967-8, no era ya suficiente para
1970-71. Las expectativas de la comunidad católica crecieron por la
intervención británica en 1969. Los nacionalistas moderados querían poner fin
al mayorismo unionista, y los militantes del recién creado Ejército Republicano
Irlandés Provisional, una Irlanda Unida.
Las reformas del Primer ministro
Brian Faulkner llegaban tarde, y para 1971, parte de la comunidad unionista
apostaba por engrosar las filas del paramilitarismo lealista de las renacidas
UVF (Ulster Volunteer Force/Fuerza de Voluntarios del Ulster) o de la UDA
(Unionist Defence Association /Asociación de Defensa del Ulster), o del
Partido de la Vanguardia de James Craig. El DUP (Democratic Unionist Party
/Partido Democrático Unionista) del reverendo Ian Paisley se constituía, a su
vez, como un serio competidor del que fuera todopoderoso Partido Unionista del
Ulster (UUP).
La introducción del
Internamiento sin juicio previo como fórmula para frenar la creciente
animosidad intracomunitaria, probó ser un auténtico desastre político y militar
para los británicos; un catalizador de mayores cotas de violencia, por cuanto
que, su evidente carácter “bias” (criminalización de la comunidad
católica), alimentó la percepción nacionalista de que el Ejército Británico
era un instrumento político al servicio de los Unionistas. Debido a ello, en
julio de 1971, el recién formado SDLP (Partido Social Demócrata y del Trabajo)
decidió retirarse de las Instituciones de Gobierno.
La fractura dentro del UUP
(Partido Unionista del Ulster), el deterioro de la situación militar y la
radicalización de la minoría católica, llegó a su punto álgido el 30 de enero
de 1972 cuando el Regimiento de Paracaidistas, disparó contra una
manifestación pro-derechos civiles en Derry/Londonderry. Resultado de la
operación; bautizada posteriormente como “Bloody Sunday (Domingo
Sangriento), trece manifestantes muertos, fin del Régimen de Stormont y
entrada en vigor del Gobierno Directo de Londres en marzo de 1972.[2]
De acuerdo con Lehmbruch (1975),
la mediación de conflictos étnicos obedece a una doble tipología. Mediación
interna, caso de Mahatma Gandhi en el subcontinente indio o mediación externa;
caso del Gobierno Federal o la Corte Suprema en los Estados del Sur de los
EE.UU, durante la administración Kennedy o Johnson. El arbitraje de
conflictos étnicos requiere de la intervención de una autoridad “neutral”
por encima de las “subculturas rivales”. Difiere de otros métodos de
regulación de conflictos porque supone la implicación de agentes “ajenos”
a las comunidades étnicas enfrentadas. En teoría, el supuesto “desinterés”
del mediador, haría posible conseguir, si no el apoyo explícito, si, el
consentimiento de las comunidades en pugna. No todos los auto-proclamados
mediadores, consiguen pasar el test. A veces la neutralidad es pura retórica, y
la praxis política es estrictamente partidista.
Después de 1972 el Gobierno
Británico se arrogó el papel de mediador en Irlanda del Norte: algo que
entroncaría con la tradición de supuesta “hegemonía benevolente”
británica en Irlanda. De hecho, en 1921, Lloyd George ya había descrito la
política británica en Irlanda, como de “neutralidad benevolente” entre
“las facciones irlandesas”. El Gobierno Laborista que envió al Ejército
Británico al Ulster , tras los disturbios de agosto de 1969, en la misma línea,
definió a los soldados británicos como “los cerdos que están en medio”,
mientras que el Gobierno Conservador que financió la creación de la NIO
(Oficina para Irlanda del Norte) en 1972, declaraba que lo hacía “en nombre
del beneficio público de Irlanda del Norte” ( O´Leary, p. 184).
Hasta 1985 la política británica
se basó en tres premisas fundamentales:
En primer lugar, animar a las
denominadas “subculturas rivales” a trabajar conjuntamente; de cara a
conseguir una acomodación política interna, al tiempo que mantenía la posición
de “jugador honesto”. La neutralidad de este supuesto radicaba en la
negativa británica a un retorno “al mayorismo unionista” y a “coaccionar”
a la comunidad unionista a una Irlanda Unida.
En segundo lugar, “la
modernización” de Irlanda del Norte, que implicaba pasar “del
tradicional clientelismo sectario” en el empleo, a una noción de justicia
basada en la “igualdad de oportunidades”, como fórmula para “forzar”
un experimento “co- asociativo” entre ambas comunidades, preludio, del
thatcherismo en Irlanda del Norte. En tercer lugar, “políticas de seguridad
imparciales basadas en la criminalización”
El bloque unionista (alrededor
del 60% del voto en Irlanda del Norte) dominado por el UUP y el DUP de Ian
Paisley, minó la mediación británica, por cuanto que las preferencias políticas
de los protestante del Ulster, pasaban por el asimilacionismo, y la negativa
a asumir cualquier “dimensión irlandesa” “extranjera” bajo el
gobierno directo de Londres, o un retorno al mayorismo unionista.
El bloque nacionalista, dominado
por el SDLP y el Provisional Sinn Fein, a partir de 1970; tenía la mirada
puesta en alcanzar un acuerdo con los unionistas del Ulster, en una futurible
Irlanda post-unificación. Si el SDLP era proclive a acuerdos “interinos”
con los unionistas, el PSF se aferraba a la República unitaria y soberana
proclamada en 1916; y apoyaba “la lucha armada” del IRA. La estrategia
republicana socavó la mediación británica, basada en impedir un acuerdo
interino entre las diferentes “subculturas rivales”.
Sobre el papel, la mediación
británica aspiraba a asentar una democracia comunal co-asociativa, según las
cuatros características definidas por Lijphart (1977). El experimento de
Sunningdale, obedecía a esta definición, pero chocó con el antagonismo de
ambas comunidades y la ejecutiva compartida se vino abajo en mayo de 1974. Si
el Lealismo se movilizó con la huelga del denominado Consejo de trabajadores
del Ulster (Ulster Worker Council), el IRA intensificó su campaña
para acabar con el Ejecutivo Compartido del tándem Faulkner/Gerry Fitt. Ni los
moderados de ambas tradiciones pudieron ponerse de acuerdo. Para Gerry Fitt el
Internamiento sin juicio previo, era un agravio comparativo para la comunidad
católica, que terminó por provocar la salida del SDLP del Ejecutivo. Lo mismo
sucedió con Faulkner y los unionistas del UUP; para quienes el Consejo de
Irlanda era un “caballo de Troya” hacia una Irlanda Unida.
Si la incapacidad del Gobierno
Laboralista para detener la huelga lealista, hizo entrever a la comunidad
nacionalista de que los británicos no eran “un árbitro neutral”; la
comunidad lealista y Unionista se mostró “eufórica”, al poder hacer
frente a los “establishments” británico e irlandés.
La política de “Ulsterización/Criminalización”
–tras el fin del alto el fuego del IRA en 1975- puso de manifiesto el
fracaso de la mediación británica, por cuanto que implicaba que el RUC y la
UDR; “policía y ejército unionista” para la comunidad nacionalista “pasasen
a primera línea de fuego”. Durante “Los Troubles” tanto el
RUC como la UDR, fueron acusados de colusión con grupos paramilitares lealistas
y de utilizar una “fuerza excesiva” (política de “tirar a matar”)
por parte de la comunidad nacionalista y republicana.
De hecho, tras la derogación
del “Status Especial” en 1976, y la muerte de Bobby Sands, junto
nueve militantes republicanos más en 1981; para la comunidad nacionalista, el
Gobierno Directo de Londres, pasó a ser, simple y llanamente “poder
británico en el Ulster”. La afirmación de Margaret Thatcher de que la
solución en Irlanda del Norte, pasaba por que “el RUC tuviera más revólveres”,
no sólo implicaba reconocer que la mediación británica en el Ulster “era
estructuralmente bias”, sino que el resultado de esta; solo había
conseguido polarizar aún más a ambas comunidades. De hecho, en 1979, el INLA
(Irish National Liberation Army) asesinaba al portavoz Conservador
pro-integracionista Airey Neave, y Paddy Devlin dimitía ante el viraje
nacionalista del SDLP.
El 15 de noviembre de 1985 se
firmó un tratado entre el Primer Ministro irlandés Dr Garret Fitzgerald y la
Primera ministra británica Margaret Thatcher. Más conocido como Acuerdo Anglo
Irlandés (AIA); pretendía, supuestamente, sustituir el antagonismo entre las
dos tradiciones de la isla por la reconciliación y la acomodación política.
El Acuerdo Anglo Irlandés
aportaba dos novedades significativas. No podría haber una Irlanda Unida sin el
consentimiento de la mayoría de la población de Irlanda del Norte, y la
creación de una Conferencia Intergubernamental que otorgaba un papel político
nada desdeñable a la vecina República de Irlanda, en los asuntos de Irlanda del
Norte; y que hacía factible, si la marea demográfica lo permitía, una Irlanda
Unida a largo plazo.
Después de más de quince años de
“mediación británica”, el único resultado político palpable de la “Ulsterización”
era el de haber conseguido “niveles de violencia aceptables” (esto es,
la reducción significativa del número de soldados británicos muertos en el
Ulster). De tal manera que para muchos mediadores británicos e irlandeses, la
intención del AIA no era otra, que crear las condiciones, a largo plazo, de
que el experimento comunal co-asociativo “funcionase” .
En cierto modo, pasaba por reconocer
el fracaso de la unilateralidad mediadora británica, y el principio de que
el nacionalismo irlandés debía aceptar que una Irlanda Unida sólo podía
alcanzarse bajo el consentimiento Unionista; al tiempo que “exigía”, a
la comunidad unionista tener que compartir el poder con el bloque nacionalista
en Irlanda del Norte.
Muchos estudiosos del problema
irlandés, definieron al Acuerdo Anglo- Irlandés como “un experimento
con- asociativo coercitivo” ( O´Leary, 220), de “matiz maquiavélico”,
y otros como Paul Ven, como “un gobierno directo británico con un tinte de
color verde”, que presentaba claros signos de agotamiento para
principios de la década de los noventa. Si el bloque Unionista respondió con la
consabida hostilidad de la campaña “Ulster says no” (El Ulster dice
no); el republicanismo irlandés hizo lo propio, cuando el IRA incremento la
intensidad de su “larga guerra”, asesinando a once civiles protestantes
en Enniskillen (noviembre, 1987). En principio, el SDLP apoyó el AIA , incluso
John Hume trató de persuadir a Gerry Adams en 1989 de que el principal
obstáculo para una Irlanda era el IRA; que la división comunal sectaria en
Irlanda, hacia “inmoral” la lucha armada, y que no hacía sino
incrementar la animosidad unionista hacia los vecinos católicos (para 1992 los
paramilitares lealistas superaban al IRA en el recuento anual de víctimas del
conflicto).
Hacia mediados de la década de
los noventa existía, para los mediadores internacionales, un consenso básico
sobre cuáles eran los principios básicos a abordar, para superar los
antagonismos del conflicto irlandés:
-
El conflicto nacional entre dos comunidades étnicas que residen en el
mismo espacio político, y que desean en principio, pertenecer a dos Estados - nación
diferentes.
-
Las divisiones étnicas formadas durante la conquista colonial,
mantenidas a lo largo de toda la modernidad por profundas diferencias entre
las comunidades originales.
-
Los modelos de desarrollo estatal en Gran Bretaña y en la República de
Irlanda, que afectan de forma adversa las relaciones étnicas en Irlanda del
Norte.
-
El legado de décadas de sectarismo, división, sospecha y desconfianza
que se refuerzan, de forma diaria, por ciclos de violencia política y
represión.
-
La persistencia de inequidades socio-económicas dentro (y entre) las dos
grandes comunidades que impide cualquier fórmula de acomodación política.
Sobre el papel, y atendiendo a
estos antagonismos, la solución “más plausible” pasaría, por una
soberanía conjunta; sobre la base de una democracia comunal co-asociativa,
y de autogobierno para Irlanda del Norte (O´Leary, p. 279). En palabras de
Seamus Mallon (número dos del SDLP), un “Sunningdale para tontos”, que
es lo que vino a certificar el acuerdo de Viernes Santo de abril de 1998, que
puso fin a décadas de conflicto sectario en Irlanda del Norte.
Las elecciones a Westminster en
abril de 1992, certificaron la vuelta de los Conservadores a la Oficina de
Irlanda del Norte. Se trataba de un conservadurismo “más flexible” que
el thatcherismo; el tándem John Mayor/Albert Reynolds, supo aprovechar las
voces de la moderación en ambas comunidades tras el primer alto el fuego del
IRA en agosto de 1994 (que vino acompañada de un cese recíproco de la violencia
por parte del CLMC (Combined Loyalist Military Command/ Mando Lealista
Combinado), de la UDA/UUF (Ulster Freedom Fighters) y de la UVF ( Ulster
Freedom Fighters).
El alto el fuego del IRA vino
acompañado de un desplome electoral significativo del Sinn Fein a ambos lados
de la frontera en beneficio del SDLP; y de claros síntomas de agotamiento de
la estrategia del “fusil” y la “urna”, diseñada en la década de
los ochenta. En Towards a Lasting Peace/Hacia una paz duradera
(1992) Gerry Adams, ya hablaba de la necesidad de una “preeminencia de lo
político”, sobre “lo militar”, y aunque tras la bomba de Shankill en
1993 (en la que el IRA trató de acabar con la cúpula dirigente del Mando
lealista combinado, con el resultado de diez civiles protestantes asesinados),
y la venganza lealista en Greysteel (Londonderry), el Ulster parecía
deslizarse por la senda del enfrentamiento civil sectario; lo cierto es que
sirvió de preámbulo para la Declaración conjunta de Downing Street (15 de
diciembre, 1993).
La Declaración conjunta, entre
el primer ministro irlandés Albert Reynolds y John Mayor, que reiteró el
principio de “neutralidad británica”, y la legitimidad de la “autodeterminación
irlandesa”, hacía un llamamiento a la “paz y reconciliación de ambas
tradiciones en Irlanda”; y sirvió, a su vez, de preámbulo para los “Framework
Documents” (Documentos base); o los fundamentos de una posible solución
política al problema del Ulster, consensuada entre el gobierno británico e
irlandés. En realidad, un experimento co-asociativo de similares
características al de Sunningdale, que sustituía su léxico, para no exacerbar
las pasiones intracomunitarias (el lugar de hablar de Consejo de Irlanda, se
hablaba de Instituciones Transfronterizas).
El bloque Unionista liderado por
David Trimble, se negó a cualquier principio de diálogo que no viniera
precedido de la entrega de armas por parte del IRA (decomissioning), a
lo cual el IRA respondió con la ruptura de la tregua “muy a su pesar”
(O´Leary, 1996) en febrero de 1996, y la voladura de parte de la City londinense.
1.3. C. IRLANDA DEL NORTE:
UNA SOCIEDAD EN TRANSICIÓN.
“Tratamos de evitar en lo
posible posibles símbolos de rendición, la admisión de que la culpa reside en
una sola parte. En este contexto, al igual que en otros, los conceptos de
victoria y derrota nunca ofrecerán una solución. El hacer del desarme una pre-condición
para entrar en las negociaciones, como opuesto a cualquier objetivo superior
dentro del proceso-ignora las motivaciones psicológicas de ambas partes en
Irlanda, y las lecciones para la resolución de conflictos en cualquier parte
del mundo, y es que si multiplicamos las pre-condiciones estamos en la
antesala de decir: sólo podremos hablar y negociar cuando se resuelvan los
problemas que tratamos de resolver” (Dick Spring, Primer Ministro
Irlandés, 1995).
Los dos grandes partidos
unionistas, el UUP (Ulster Unionist Party) y el DUP ( Democratic Unionist
Party), señalaron que lo ocurrido legitimaba su posición sobre el desarme,
insistiendo en que el IRA “tenía miedo a las elecciones” (pag.
356).Para el “establishment” político, la responsabilidad sobre la
ruptura de negociaciones recayó, única y exclusivamente, en el IRA; aunque la
precondición del desarme, contradecía la propia Declaración de “Downing
Street”, y el principio de “equidad nacional” (parity of steem),
que habrían de regir las conversaciones multi-partitas (multy-party talks).
John Mayor hizo suya la agenda unionista, cuando la prioridad del preámbulo de
conversaciones entre partidos pudiera haber sido otro. A saber, la reforma
policial, la derogación de la legislación anti-terrorista o la salida de presos
que asumieran un principio de acuerdo constitucional entre partidos políticos.
En cualquier caso, la prioridad concedida al desarme negaba “la rigurosa
imparcialidad” que el Gobierno británico se atribuía en los “Framework
Documents” (Documentos base).
El Gobierno británico y el
primer ministro irlandés, reconocieron su error, cuando un año después,
animaron a retomar la Declaración de “Downing Street”, sin “condiciones
previas”; dando por buenas las recomendaciones del Grupo Internacional de
mediadores, que liderados por el ex Senador Mitchell, reiteraban que el
desarme debería darse “a lo largo de un proceso”, y que, a su vez,
deberían ser seis, los principios mínimos que guiarían las conversaciones “multipartidistas”
; entre ellos, un compromiso con la no violencia.
Los principios Mitchell,
sirvieron para “desatascar” el proceso, e iniciar las tortuosas
negociaciones que siguieron al alto el fuego permanente del IRA en otoño de
1997. El 10 de abril de 1998, los partidos políticos norirlandeses anunciaban
haber alcanzado un principio de acuerdo sobre el futuro político de Irlanda del
Norte. El texto, deliberadamente ambiguo, considera legítima la práctica
cultural y los objetivos políticos del nacionalismo irlandés, al tiempo que
certifica que “Irlanda del Norte es parte integral del Reino Unido”. El
texto hace referencia a “los pueblos” de las islas británicas; mientras
que la Asamblea autónoma y el Ejecutivo compartido de Irlanda del Norte,
pretende acomodar a las dos grandes tradiciones de la región del Ulster; la
nacionalista y la unionista. El 71% del electorado norirlandés apoyó el
acuerdo; una abrumadora mayoría de la comunidad nacionalista y republicana, y
una exigua mayoría de la comunidad unionista (que temía que el acuerdo fuera el
principio de un camino irreversible hacia una Irlanda Unida).
Las elecciones a Westminster en
el año 2001, relegaron al SDLP e hicieron del Sinn Fein la primera fuerza
nacionalista en Irlanda del Norte. Al tiempo que los republicanos se negaban a
“claudicar”, e iniciar el desarme bajo la supervisión de la Comisión
independiente, dirigida por el General canadiense De Chastelain bajo la
campaña “not a bullet, not a ounce” (ni una bala, ni un
solo gramo).
La negativa al desarme de los
republicanos, y la reforma policial guiada por Chris Patten (por la que el
RUC (Royal Ulster Constabulary) pasó a denominarse PSNI (Police
Service of Northern Ireland), enfurecieron a una comunidad
unionista, que pasó a votar mayoritariamente al DUP (Democratic Unionist Party)
de Ian Paisley. La confianza post-Acuerdo entre ambas comunidades estaba por
aquel entonces ya hecha trizas, y llevó al colapso institucional en el año
2002. Pese a que IRA se plegó en el año 2005 a seguir el dictamen de la
comisión de desarme, harían falta los Acuerdos de San Andrés, del año
siguiente, (por las que el Sinn Fein reconocía la legitimidad de la nueva
policía), para que en el 2007 el DUP de Ian Paisley y el Sinn Fein de Gerry Adams,
compartiesen el poder en la Ejecutiva de la Asamblea Autónoma de Irlanda del
Norte.
El éxito político no puede
ocultar la creciente segregación espacial y polarización comunitaria,
especialmente ostensible en Belfast. La construcción de seis nuevas “peace
lines” (líneas de segregación comunitaria o muros de paz) desde la firma
de los Acuerdos de Viernes Santo; sirve para recordar que el ethno sectarismo
político, sigue siendo la moneda de cambio común en los barrios más
desfavorecidos del norte u oeste de Belfast; en donde la creciente alienación
política y social de amplios sectores de la comunidad lealista, sigue siendo
la mayor amenaza para el proceso de paz.
La población de Belfast se
compone, a partes iguales, de los dos grandes grupos ethno-comunitarios. Sin
embargo, la gran mayoría de personas, de extracción católica o protestante
viven en lugares, en donde al menos el 81% de personas son de la misma
extracción ethno-religiosa. Casi el 70% de católicos y cerca del 75%, de
protestantes viven en barrios de estas características (Shirlow) .
Algunos críticos del modelo
comunal coasociativo, señalan que este actúa como “reafirmador de las
identidades étnicas” (ya en 2007 Ian Paisley hablaba del temor a que el
proceso de paz diluyera el “ethos británico”) y que no genera ningún
tipo de sentimiento “común compartido”. Sin embargo, la vehemente
reivindicación de ambas tradiciones a verse reconocidas en el ámbito público
(Taylor, 1994) hace de este modelo, el más plausible para la convivencia en la
región, ya que incluso los más optimistas han concluido que harán falta dos
generaciones para acabar con el sectarismo en el Ulster (Jonathan Tonge p .
68)
Las sucesivas investigaciones
llevadas a cabo en los últimos años, muestran el aumento gradual del bloque
nacionalista (42% del electorado) y el declinar del bloque unionista (50% del
electorado). Mientras un 70% de los católicos aceptaría una Irlanda Unida, si
la mayoría de ciudadanos norirlandeses así lo quisiera, sólo un 31% de
protestantes aceptaría “el deseo de la mayoría”.
2.- OBJETIVOS DEL PROYECTO
DE INVESTIGACIÓN:
Los objetivos del proyecto de
investigación dirigida por profesor Peter Shirlow y Esteban
Antxustegi, y financiada por EUROBASK, en el Instituto para
el Estudio de la Transformación del Conflicto y la Justicia Social (Belfast),
son los siguientes:
a) Atendiendo a un principio de
Justicia Restaurativa analizar el papel de los ex prisioneros de motivación
política lealista en la Transformación del Conflicto y en Políticas de
Reconciliación Comunitaria.
b) Los intentos de reinvención
del imaginario lealista en la Belfast postconflicto.
2. a.
“En términos reales el
fenómeno paramilitar se creó en 1970, y entonces la pregunta para todos
aquellos que no se consideran concernidos por las circunstancias que
moldearon una sociedad como la de Irlanda Norte; ¿Qué se hizo mal en los
tiempos en que no había paramilitares? ¿Qué es lo que sucedió cuando no
existían ni el IRA, ni la UDA, ni la UVF?.¿Qué se hizo tan mal en nuestra sociedad
para engendrar las condiciones de tamaña explosión?” (David Ervine,
prisionero lealista, 2001).
“Los protestantes del Ulster
son británicos en el mismo sentido en que Kipling entendía por ser británico.
Una comparación más certera nos llevaría a afirmar que son británicos de la
misma manera en que los Anglo- Indios y otros grupos marginales son británicos.
Su celo a la hora de afirmar su identidad británica, es una señal de
incertidumbre acerca de su propia identidad, y una respuesta a muchos británicos
que reniegan de esa identidad” (Steve Bruce, p. 253).
La formación de la coalición del
DUP y del Sinn Fein, en el año 2007, se tradujo en un descenso significativo de
la violencia de inspiración política en Irlanda del Norte. El Ejército
Republicano Irlandés Provisional destruyó su arsenal; y dio por finalizada la
lucha armada en el año 2005. La UVF (Fuerza de Voluntarios del Ulster)
renunció a la violencia y disolvió su estructura militar. La UDA se comprometió
con proceso de “transformación del conflicto” y la UFF, su brazo militar
se disolvió. Incluso el INLA (Irish National Liberation Army/Ejército Nacional
de Liberación Irlandés)), aunque opuesto al proceso de paz, se ha
desvinculado recientemente de la violencia.
La contribución de los prisioneros
paramilitares en la transformación del conflicto, constituye uno de los
aspectos más ignotos del proceso de paz en Irlanda del Norte, ya que la gran
mayoría de analistas se han centrado en la viabilidad (o no) del experimento
co-asociativo. Sin embargo, aquellos que “lucharon en la guerra” jugaron
un papel significativo en la preparación de las condiciones de la paz, y en
generar desde las cárceles, un liderazgo político que apostase por “vías
políticas” frente a la “inercia teológica de la lucha armada”
(Adams, 2005). Han utilizado las estructuras del paramilitarismo para evitar
que los jóvenes optasen por la violencia sectaria, y han contribuido a la
reducción de las tensiones intracomunitarias en Irlanda del Norte ( Shirlow, p.
91).
Por otro lado, la definición de
prisionero de motivación política va más allá de la mera “criminalización”
(Alonso, 2006) para asumir que los militantes del IRA, o los prisioneros
lealistas, actuaban inducidos por cuestiones de “tradición” (la
República proclamada en 1916), por el deseo de “devolver”
(hitting-back) el daño infligido, o por sentimientos de agravios reales o
imaginarios. En el caso de militantes de la UDA o de la UVF “la defensa del
pueblo” (entendiendo por pueblo, los protestantes unionistas del Ulster)
En palabras de Peter Shirlow:
“El deseo de prevenir un
futuro sin violencia ha de tener en cuenta dos perspectivas. En primer lugar,
una perspectiva que anima a un análisis de los antecedentes del conflicto como
forma de desacuerdo. En segundo lugar, buscar mejores fórmulas de
representar el Lealismo dentro de un proceso que implica. Sacar al Lealismo de
su insularidad, para insertarlo dentro de un nicho cívico e intracomunitario.
Desarrollar mejores relaciones con el Gobierno y las Agencias inter-estatales;
generar proyectos de Justicia Restaurativa; crear nuevas narrativas
identitarias que vinculen al Lealismo con el proceso de paz; confrontar el
status mítico de la violencia para apartar a los jóvenes de los paramilitares
y de la violencia sectaria”.
Para Arrigo (2006) la cosmovisión
construida por el IRA, era la siguiente:
“El problema se centra en la
marginalización y en la falta de derechos de la minoría católica irlandesa en
Irlanda del Norte, por un gobierno tiránico y extranjero. La opresión comenzó
con la ocupación de Irlanda por los Imperialistas británicos, continuó con el
opresivo régimen de Irlanda del Norte, y se manifestó en episodios como la
Batalla del Bogside, El Domingo Sangriento, y la muerte de nuestros queridos
camaradas en las Huelgas de Hambre de 1981”
Para Jonathan Tonge (2007), la
perspectiva del Lealismo se encapsulaba en la siguiente afirmación:
“Las UVF y la UDA se formaron,
supuestamente para defender el Ulster de sus enemigos, el IRA. El deseo de
mantener a Irlanda del Norte dentro del Reino Unido, se expresó a través de la
ejecución de miembros de la comunidad católica de donde el IRA extraía apoyo
desde 1970..los paramilitares lealistas retienen una dimensión política…la
mentalidad de sitio, la sospecha sobre la intenciones del Gobierno británico, y
el miedo al republicanismo”.
Se parte, a su vez, de la
premisa de que la Justicia Restaurativa, hace más sencilla la inclusión del
que fuera prisionero de motivación política en la sociedad civil; al no exigir
renuncia ideológica alguna (muy pocos ex prisioneros en Irlanda han mostrado
remordimiento alguno por su acciones) , y hacerla compatible con nociones como
“la paz” o “la construcción nacional”; y de que la
Justicia Restaurativa, ha de ir necesariamente unida a la noción de
Transformación del Conflicto: Es decir, de iniciativas encaminadas a reconocer
la “otredad”, que durante el conflicto era percibida como enemiga de la
comunidad.
Un ex -militante de la UVF,
resumía de la siguiente manera lo que significaba “La Transformación
del Conflicto” desde una perspectiva lealista (Shirlow, p. 106):
“Para mí, el término
transformación es más importante que el de resolución. Porque creo firmemente,
que hay diferencias entre nosotros y, los republicanos y los nacionalistas,
que no se van a resolver nunca. Pero mi relación con ellos ha pasado de la
demonización, y de querer destruirlos. A intentar crear una sociedad en donde
podamos vivir juntos, y mantener esas diferencias”.
Por lo tanto, y aunque se
observa una línea de continuidad ideológica, y una percepción negativa de la
otredad, lo que los ex/presos lealistas entienden por Transformación del
Conflicto podría resumirse en tres puntos (Shirlow, p. 171):
-El tener en cuenta las
necesidades de pueblos diferentes, incluidos aquellos que están al margen del
grupo ethno-sectario propio.
- Generar un acercamiento a la
otredad, sobre la base de la igualdad de oportunidades y los derechos de
ciudadanía, que se oponga al mero prejuicio etno-sectario.
- Comprometer a los residentes de
forma participativa en encuentros intra-comunitarios, más allá del modelo de “creencias
erróneas”.
Además, del papel de los
prisioneros políticos, son cuatro las fuerzas motrices, que han facilitado
cambios metodológicos significativos:
1.- La aceptación Política e
Ideológica del Acuerdo: la decisión de acabar con la violencia se basaba en un
principio de racionalidad-pragmática, y en la asunción de una ecuación de
futilidad, relativa a la búsqueda de estrategias alternativas. El Acuerdo de
Viernes Santo, no requería de ninguna renuncia formal a principios
ideológicos.
2.- La segunda fuerza motriz ha
venido determinada por la experiencia y la percepción de los prisioneros
paramilitares en las cárceles. A lo largo de la década de los noventa los
prisioneros llegaron a la conclusión de que la mejora de las condiciones
económicas de la comunidad reducían las causas estructurales del conflicto.
3.- La percepción de la otredad:
pese a que la percepción de la otredad de los republicanos en relación a los
lealistas (y viceversa) no ha variado sustancialmente. La experiencia común
en las cárceles y un deseo compartido de paz, ha permitido el desarrollo de
relaciones cordiales entre grupos paramilitares, pese a no existir
transformación ideológica alguna.
4.- El cambio ideológico en las
cárceles radicó en una reflexión compartida sobre la viabilidad de la lucha
armada y sobre la existencia de un cambio en el papel del Estado. La
relajación de los regímenes de prisión resultó ser importante a la hora de
abrir espacios para explorar posibles alternativas frente a la crudeza diaria
del conflicto entre republicanos y lealistas, fuera de las cárceles.
2.b: SOBRE LA REINVENCIÓN
DEL IMAGINARIO LEALISTA EN LA BELFAST POST-ACUERDO DE PAZ:
“La Ideología expresa la
necesidad del grupo social de compartir una serie de representaciones
imaginarias. De tal manera que pueda representarse asimismo y a la otredad. La
mayoría de sociedades invocan una tradición de idealizaciones míticas, de tal
manera que pueda alinearse con un orden estable, predecible y repetitivo de
significados. Este proceso de auto representación ideológica, asume,
frecuentemente la forma de una reiteración mítica del acto fundacional de la
comunidad de pertenencia” (Paul Ricoeur).
Frente a la caricaturización
republicana y unionista, que pasa definir a la ideología lealista como una “ideología
supremacista” o “una vertiente populista” del Unionismo por su
vinculación con el paramilitarismo. Por el contrario, consideramos que el
Lealismo es una identidad nacional autónoma, de base emotiva y tradicional
(Shirlow, Bruce), con amplia raigambre sociológica entre amplios sectores del
protestantismo del Ulster.
Se trataría de una Ideología con
una serie creencias, ritos y mitos compartidos, que definen un sentido de
pertenencia étnica a una comunidad ahistórica (nosotros, “el pueblo Ulster”
ancestros de los” settlers” o colonos) frente a la otredad “irlandesa”.
La defensa de la “Unión” de 1707, junto con las “otras naciones de
la familia británica” frente al enemigo “feniano y papista”.
Su metáfora nacional durante “Los Troubles”, quedaba sintetizada en un
famoso eslogan de la década de los 70: “Who are the People? Prods
Rule” (¿Quién es el pueblo?: poder protestante), y su grito de
guerra paramilitar durante el conflicto (Any taig will do/ cualquier católico
muerto vale).
A este respecto, Jennifer Todd
hace una distinción de utilidad, entre “Los Lealistas del Ulster” y
otras ramas “británico ulsterinas” del Unionismo. De forma simple y
clara, los lealistas son Protestantes del Ulster en primer lugar, y británicos
de forma secundaria; mientras que los unionistas se definen como británicos
primero, y sólo de forma muy secundaria como del Ulster. De la misma manera,
existen dos mundos diferenciados dentro del Lealismo. El paramilitarismo de
extracción obrera y el Evangelismo de áreas rurales.
Las dos grandes organizaciones
paramilitares lealistas nacieron al calor de los disturbios sectarios de 1969.
Las Fuerzas de Voluntarios del Ulster (Ulster Volunteer Force) “renacieron”
en 1966, y se decían herederas de la 36 División del Ulster, que luchó en
la batalla del Somme en 1916 y del “Ejército de Edward Carson” de 1912,
que nació para combatir el autogobierno irlandés. Su brazo político es el PUP (Progressive
Unionist Party/ Partido Progresista Unionista), y su líder más carismático
durante “The troubles” fue Gusty Spencer.
La otra organización paramilitar
Lealista de más renombre es la UDA (Ulster Defence Association
/Asociación de Defensa del Ulster). Nace en el seno de “Los Grupos de
Vigilancia Lealista”, y durante la década de los 70, llegó a
albergar más de 40.000 miembros. Fue la organización paramilitar lealista más
poderosa durante el conflicto.
El evangelismo lealista hunde
sus raíces en el radicalismo presbiteriano de Henry Cook, que durante la década
de los treinta del siglo XIX, encontró acomodo entre los protestantes de
Ulster. Ideológicamente podría definirse como una síntesis entre nacionalismo
ulsterino y radicalismo presbiteriano. Su líder más carismático es el
reverendo Ian Paisley, que fundó el DUP (Democratic Unionist Party/ Partido
Democrático del Ulster) en octubre de 1971, como alternativa al unionismo
conservador oficialista, acusado de Lundysmo (traición a la comunidad
unionista del Ulster). En la actualidad es el principal partido Unionista del
Ulster.
Existen evidentes conexiones
entre el paramilitarismo Lealista, y el evangelismo histórico de Ian Paisley;
que refuerzan el sentido comunal del Lealismo ulsterino, en base a una
pertenencia dual a logias orangistas “hermanadas”: En especial, The
Orange Order ( La Orden de Orange), The Apprentice Boys of Derry (
Los Chicos Aprendices de Derry) y la Royal Black Preceptory (La
Logia Negra). Existen otras logias de corte “más populista”. Es decir,
más cercanas al Lealismo que al Unionismo oficialista, como son las “Flute
bands” de origen militar o las “kick the Pope bands”. Su iconografía
es de origen decimonónico, cuando el nacionalismo irlandés comenzó a ser
percibido como una amenaza, y recuerda a la comunidad unionista, en su
conjunto, la necesidad de mantener la unidad en la fe frente al enemigo
interno (Lundy) y el externo; los católicos irlandeses
De esta manera, los “estandartes”
de las diferentes logias hacen referencia a los “héroes unionistas”
(Craig, Carson) y los hitos históricos de supervivencia etnocomunitaria (1641 o
1689). De acuerdo con los antropólogos Neil Jarman y Dominic Bryan, Las “Loyalist
parades” o (marchas lealistas) cumplen una doble funcionalidad. Refuerzan
la “mentalidad de sitio” de la comunidad lealista bajo el lema “not
an inch”, “No Surrender”, al tiempo que sirven como marco de
reivindicación territorial frente la comunidad católico/ nacionalista (The
Right to walk through the Queen´s Road/El derecho a marchar sobre las
calles de la Reina): recordar al respecto que “Quis Separabist”
(Quién nos separará) es el antiguo lema de la UDA.
Así lo reflejan dos de los “cantares
de gesta” lealistas más populares: “The Sash my Father Wore/El
fajín que llevaba mi padre”, que “une” a la comunidad, con aquellos
ancestros protestantes que lucharon “por nuestra fe y nuestras libertades”
en las batallas de Enniskillen, Boyne y Aughrim frente al enemigo “papista y
jacobita” en, 1689, 1690 o 1691, o “Derry´s Wall” (Las Murallas de
Derry), que recuerda a los protestantes del Ulster, sobre el trasfondo del
sitio de Londonderry por Jaime II; la necesidad de mantener la unidad de fe, y
la imposibilidad de cualquier forma de compromiso político con los católicos (
Recordemos que “No compromise with Popery/ No al compromiso con el Papismo”,
fue el acta fundacional del DUP de Ian Paisley.
El mensaje de “The Sash my
Father Wore” es el siguiente;
“Sure I´m an
Ulster Orangemen, from Erin´s Isle I came/ To see my British Brethren all
honour and of fame/ and to tell them of my forefathers/who fought in days of
yore/ That I might have the right to wear the sash my father wore. It is old
but it is beautiful, and its colours they are fine/It was worn at Derry,
Aughrim, Enniskillen and the Boyne”
“Soy un Orangista del Ulster/
y vengo de la isla de Erin/para manifestar mi orgullo y honor por mi estirpe
británica/ y decirle a mis ancestros que lucharon en tiempos de gloria/que
merezco el derecho de llevar el fajín que llevaba mi padre/Es muy viejo, pero
es bonito, y sus colores no están mal/ Se llevó en Derry, Aughrim, Enniskillen
y la batalla de Boyne”.
Y “Derry´s Walls” ( Las
murallas de Derry)
“The time has
scarce gone by, boys/ Two hundred years ago/When rebels and old Derry´s
Walls/Their faces dare not show/When James an all his rebel hand/Came up to
Bishop´s Gate/ With heart and hand an sword and shield/We caused them to
retreat”
“Then work
and don´t surrender/ But come when duty calls and hand and sword and shied/We
will guard old Derry´s Walls”
“Chicos, os contaré una
Historia de hace doscientos años/ Sobre los rebeldes jacobitas y las murallas
de Derry/ Cuando Jacobo II se acercó a la sus puertas/ nosotros (Los Chicos
Aprendices)/Les forzamos a retirarse”/ Pongámonos, pues, manos a la obra y “No
a la Rendición”/Porque ante la llegada del deber/Guardaremos las murallas de
Derry”.
Si las “Las murallas de
Derry” , hacen referencia a la mentalidad de sitio (siege mentality);
otro componente esencial de la Ideología lealista es el “pacto soberano”,
o la idea del “Ulster Covenant” firmado en 1912. Por la que “el
pueblo” puede ofrecer resistencia armada si percibe que el Estado va en
contra de sus intereses. La idea del “Covenant”, estuvo presente en el
nacimiento de las UVF Fuerza de Voluntarios del Ulster), y en el renacer y
rearme del lealista en 1966 (cuando la NICRA era percibida como “quintacolumnismo
republicano”) y en 1985 (tras la firma del Acuerdo Anglo- Irlandés).
Para Aughey ( 1985) parte de la
psyche, que “sostuvo”, y racionalizó la respuesta lealista, fue la
noción “covenanter” de que el “pueblo”, se reservaba el derecho a
disentir, si la deriva del Estado era antitética a sus intereses.
La idea del “Covenant”
incluye el epígrafe, “Por todos los medios posibles”, incluida la lucha
armada, y su influencia en “La Comunidad , es reconocida por los propios
lealistas:
“Parece ser, que de forma
anterior a 1912, no existía ningún tipo de compromiso por parte del Unionismo
para utilizar la lucha armada. La “inclusión” de los términos, por todos los
medios necesarios, junto con la formación de la Ulster Volunteer Force, eran
actos de propaganda más que mera Ideología. Eran actos que
nacían de la necesidad. La doctrina de la necesidad está detrás de la
mayoría de los proyectos revolucionarios “. (En Shirlow, p. 40).
A lo largo del conflicto, se
observó una evolución ideológica del Lealismo; de una “centralidad”
narrativa en la defensa de la” Union”, percibida como garante
indispensable de “nuestras libertades", al paso hacia una
preeminencia en la defensa de la “Comunidad Imaginada” (Benedict
Anderson), del “Ulster” y de forma secundaria de la “Unión”, y
que coincide con una percepción genérica de “abandono” de la Comunidad
Unionista, por parte del Gobierno Británico (Sobre todo tras la firma del
Acuerdo Anglo- Irlandés en 1985).
Esta evolución ideológica de
manifiesta inseguridad, y de crónica “mentalidad de sitio colonial”,
cobra sentido ritual en las marchas orangistas y sus respectivos hitos
históricos fundacionales (masacre protestante de (1641), Batalla de Boyne
(1690), Sitio de Derry (1689), Ulster Covenant (1912) y batalla del Somme
(1916)) y en la poética paramilitar lealista, que reafirman un sentimiento de
pertenencia etno-comunitaria (Ricoeur)
De esta manera, una de las
baladas lealistas más famosas de la década de los 70 reafirmaba el compromiso
del soldado agonizante del Ulster, de luchar por la Unión. La balada de la
UDA (Ulster Defence Association) en 1975, decía lo siguiente.
God bless my
wife in the dear old Shankill /Dios bendiga a mi mujer del Viejo Shankill
God bless my
home and family too/Dios bendiga a mi hogar y a mi familia.
God bless
the flag that I fight under/Dios bendiga a la bandera por la que lucho.
The Union
Jack Red, White and Blue/ La bandera británica, roja, blanca y azul.
Will you bury
me under The Red Hand/ Me enterraréis debajo de la mano roja
Will you bury
in Ulster´s Clay/Me enterraréis en tierra del Ulster.
When my
fighting for the Ulster is done/ cuando cumpla mi deber con el Ulster.
La misma balada varió en la
década de los 90, para eliminar la referencia a la “Unión Jack”
(McAuley, 1994).
Steve Bruce sugiere que el evangelismo
proporciona, el monto de creencias, valores y símbolos sobre lo que significa
ser protestante, y que el Unionismo/Lealismo, versa sobre la manera de “evitar”
convertirse en una minoría subordinada dentro de un Estado Católico (Sur de
Irlanda). El discurso político lealista/Unionista, ha intentado claramente
reforzar la sensación de que el pueblo del Ulster es “especial” o “elegido”.
Diferente de los irlandeses, y diferente del “resto de pueblos del Reino
Unido”, pero con el derecho histórico de permanecer dentro de la
Unión.
Ian Paisley, “hablaba del
Juicio de Dios y del pueblo de Ulster”, ante la “traición” de
Margaret Thatcher, tras la firma del Acuerdo Anglo- Irlandés en 1985:
“Ella (Margaret Thatcher) se
avergüenza del protestantismo del Ulster. Del viejo modo de pensar que afirma
que lo que se dice en la Biblia es cierto. De que los hombres necesitan cambiar
a través de la palabra sagrada; de que debe existir una separación nítida entre
el pueblo de Dios, y aquellos que viven en comunión con el demonio y el pecado.
Ella no nos quiere. Así que engaña al Ulster, y le hace casarse con la
República, para destruir la identidad del Pueblo Protestante del Ulster. Tengo
noticias para la Primera Ministra. Dios está en el cielo. Puede
que usted, Mrs Thatcher , no tenga respeto para la gente que reza. Puede usted
reírse de su religión, de su Biblia y del día del Juicio Final.
Dios tiene a su pueblo en
esta Provincia. Existe entre el pueblo del Ulster más gente que cree en la
palabra revelada que en cualquier parte otra del mundo. Esta pequeña provincia
ha sido preservada por la Divina Providencia. Tú ( Margaret) sólo tienes que
leer la Historia del Ulster para entender que una y otra vez, cuando parecía
imposible salvar al Ulster de un desastre inminente, Dios intervino ¿Por
qué?. Dios tiene un propósito para esta provincia, y para esta planta de
semilla protestante.
Aquí en la parte noreste de
esta isla, el enemigo ha intentado extirparla; pero todavía crece hoy día, y
creo, como lo hacían nuestros ancestros, que en el futuro será más poderosa.
Dios que la hizo poderosa la hará más poderosa en su Gracia Divina” (en Bruce,
p. 270).
De la misma manera, que en la
década de los noventa la UDA rescataba al mítico guerrero celta de” Los
Ciclos del Ulster”, Cuchulain , en los murales de las barriadas
protestantes de Belfast, para enlazar a sus soldados con una tradición de cerca
de “2000 años de resistencia frente a los enemigos del Ulster”
(Bruce)
De forma genérica, el objetivo
político del Lealismo es mantener la existencia del Estado de Irlanda del
Norte, bien a través del actual vínculo institucional con el Reino Unido, o
como entidad Independiente (véase en este sentido, el proyecto político de la
UDA, “Common Sense/Sentido Común”, 1987).
El discurso presenta en
ocasiones tintes de corte religioso, de “defensa de la civilización”
y “de la democracia”. A la hora de delimitar las fronteras culturales
frente a la otredad, la religión benigna (protestante) y los principios
democráticos, son parte esencial del Unionismo; mientras que el “salvajismo”
y “autoritarismo”, dentro de un esquema binario, se proyectan
negativamente sobre “los irlandeses” (Bruce, 1994).
De forma inevitable, y en la
medida que el “Ser- Colectivo” ; La Comunidad Protestante del Ulster
se presenta como “elegida” y “leal”; el “Otro Colectivo” , la
comunidad católica/nacionalista es “la amenaza”; lo que delimita la
relación entre ambas es, por tanto, la noción de “Defensa”.
Lo que ocultan estas narrativas
es que desde el comienzo de la salida de presos lealistas, hará cerca de una
década, cerca del 95% no ha cometido ni una sola “ofensa criminal”; que
no se ha producido un “desmantelamiento” de las estructuras militares de
la UDA o las UVF, si no su integración, más bien, en proyectos de Justicia
Restaurativa que han reducido, significativamente, el número de palizas de
castigo, y en proyectos de Transformación del Conflicto (iniciativa que inició
su andadura en el año 2005) que contribuyen a “re imaginar” el Lealismo
(dentro del Re-imaging Programme). Es el caso de antiguas áreas bajo el control
de las UVF (Fuerza de Voluntarios del Ulster), como en Lower Shankill, en
donde un mural sobre la batalla del Somme rescata “el sufrimiento común de
católicos y protestantes en la batalla” (Jarman, 1997) . Es más,
hasta la fecha, no ha existido una respuesta “reactiva” organizada a la
violencia de la disidencia republicana.
Como afirmaba un ex - preso de
la UVF “Trabajo en proyectos de Justicia Restaurativa para impedir que haya
una quinta generación de Voluntarios del Ulster” u otro preso de la UDA
(Asociación de Defensa del Ulster): “Solamente tras el abandono de la lucha
armada empecé a preguntarme de verdad ¿Quién soy?”. Esta realidad
social confronta la idea de que las identidades “son inmutables”, y
pone de manifiesto, como argumentaba Julio Caro Baroja, que son “mutables”,
que “cambian o varían”, y que “son de naturaleza diversa y múltiple
“(Julio caro Baroja).
Asimismo, el abandono de la lucha
armada y la decisión de integrarse en el proceso de paz vino motivada por dos
cuestiones. La idea, como afirmaba Billy Hutchinson en 1994 (líder del PUP, ala
política de las UVF), de que “La Unión está segura” y del “stalemate”
(empate). Esto es que y según la UVF, “ni los lealistas, ni los
republicanos pueden ganar la guerra” (En Shirlow, p. 30).
A este respecto, Peter Shirlow
distingue, ente un Lealismo “progresivo”, de acuerdo con la idea de a un
“futuro común compartido” con los católicos (vinculado a la antigua
UVF), y un Lealismo “reaccionario”, que apegado a la cultura orangista
se considera heredera de los “Chicos Aprendices”, y que con murales de
la antigua UFF/UDA, “recuerdan a los Provies (el IRA) que no han claudicado,
y a los fenianos que no van a ceder” ( Shirlow).
Debido a ello, Shirlow considera
que el mantenimiento de los programas con financiación de la Unión Europea;
como el de la Justicia Restaurativa o la iniciativas de Transformación de
Conflicto, resultan la mejor garantía de una paz duradera en Irlanda/ Irlanda
del Norte.
Por último, entre los objetivos
de un Lealismo transicional cabría citar, según Shirlow, los siguientes:
-Romper con la ecuación de que
las políticas de Justicia basadas en la premisa de la Igualdad de Oportunidades
son sinónimo de Inclusión Social.-
- Que existen razones para
repudiar determinadas acciones lealistas, que y de forma particular, el “nosotros
lealistas” debe ser compatible con una noción de bien público.
- Que las cuestiones sociales
que afectan a los excluidos sociales de la propia comunidad, de forma cada vez
más dramática, están por encima de la identidad nacional.
- Que la influencia requerida
para una nueva representación del Lealismo, vaya más allá de las exigencias
contingentes de las Agencias Intergubernamentales.
- Que Confrontar la demanda de la
plena inserción social de los miembros más marginales de la comunidad, debe ser
uno de los aspectos fundamentales del activismo.
3. CONCLUSIÓN:
El proyecto de Investigación,
pretende ser un precedente para un estudio más analítico y riguroso de la
Irlanda/Irlanda del Norte post-conflicto, sobre tres ejes fundamentales. El
concepto de Transformación de Conflicto, los proyectos de Justicia Restaurativa
y de reinvención del nosotros Lealista, con el ánimo de que sea de utilidad
para futuros estudios comparados entre el caso irlandés y el vasco.
Este vendrá complementado con
trabajo de campo durante las marchas Lealistas y entrevistas con ex prisioneros
Lealistas de la UDA y las UVF, durante los meses de junio a octubre de 2013, En
el Institute for the Study of Conflict Transformation and Social Justice
(Instituto para el Estudio de la Transformación del Conflicto) en la
Universidad de Queen´s en Belfast.
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