Revista Nº20 "TEORIA POLITICA E HISTORIA"
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RESUMEN

El presente artículo versa sobre la Historia y la Ideología del Ejército Republicano Irlandés entre 1916 y 1998. La compleja situación de uno de los enfrentamientos armados de mayor duración en tiempos contemporáneos.

Palabras Clave

IRA, lucha armada, Adams, Troubles, Huelgas de Hambre, Larga Guerra.

 

Abstract

This article is about Irish Republican Army’s (IRA) history and ideology between 1916 and 1998. We will develop the complex situation of one of the longest armed conflicts of the contemporary era.

Key words

IRA, armed fight, Adams, Troubles, hunger strike, long war

 

HISTORIA E IDEOLOGÍA DEL EJÉRCITO REPUBLICANO IRLANDÉS (IRA). 1916-1998.

                                        Por: Dr. IÑAKI VÁZQUEZ LARREA

 

CAPÍTULO I:

 

1.- IRA: LA VERTIENTE PEARSEANA DEL REPUBLICANISMO RADICAL IRLANDÉS.

 

1.1.- EL IRA EN SU APOGEO (1916-1921).

 

Nos convertimos en víctimas de una ilusión que nunca podría convertirse en realidad”

Sean O´Broin, militante del IRA en la campaña fronteriza (1956-1962)

 

No serán los capaces de hacer sufrir más quienes triunfarán, sino aquellos que sean capaces de sufrir más”

Terence MacSwiney, militante del IRA muerto en huelga de hambre, octubre de 1920.

 

 Como nos recuerda el historiador irlandés Paul Bew, aún hoy día son muchos los irlandeses que dicen sentirse orgullosos de la Rebelión de Pascua, pero pocos los que se atreven a afirmar que reportó beneficios políticos para la isla.

 

 La brutal represión emprendida por el General Maxwell ha de ser comprendida bajo el prisma de la Gran Guerra. El Gobierno británico consideró aquella una revuelta Sinn Feiner, aunque el Sinn Fein se mantuvo al margen de la revuelta, de carácter germanófilo. Sin embargo, y pese al malestar generado por la ejecución de los dieciséis fenianos, Irlanda seguía colaborando sobremanera en el esfuerzo de guerra británico.

 

 A principios de 1917 lo único claro para Unionistas y nacionalistas moderados irlandeses es que el autogobierno excluiría a seis de los nueve condados del Ulster, que para entonces ya había instaurado un Gobierno Provisional, con el objeto de permanecer dentro de la Unión. La Rebelión de Pascua instigó los peores miedos unionistas, aquello era el stab in the back (la puñalada en la espalda), mientras millares de hijos del Ulster protestante y británico daban su vida en los campos del Somme por la Unión con Inglaterra. Era, sin duda, el principio del fin de la estrategia política perseguida por el partido autonomista de Redmond, en una Irlanda cada vez más hastiada por un esfuerzo de guerra carente de contrapartida política alguna.

 

 Ya no era sólo el hecho de que el autogobierno no llegaba, o que llegaba tarde, sino que Lloyd George (primer ministro británico) insinuara que el autogobierno vendría de la mano de la entrada del servicio militar obligatorio en Irlanda. Aquello marcó un antes y después en la Irlanda nacionalista. Para muchos Volunteers que retornaban de la guerra, y para gran parte de la opinión pública irlandesa, el punto de referencia ya no era Redmond y el desgastado partido autonomista, atado de pies y manos por su alianza con Asquith y los liberales ingleses, sino un renacido Sinn Fein. En la Convención Nacional de mayo, la Iglesia Católica, el partido autonomista y el propio Sinn Fein acuerdan un pacto de oposición a la introducción del servicio militar obligatorio en Irlanda, contando con la férrea oposición del Ulster Unionista a esta resolución.

 

 A mediados de 1917, el Sinn Fein había dejado de ser el partido pacifista que fundado por Arthur Griffith, propugnaba una monarquía dual a la austrohúngara. El partido pasó a estar controlado por los supervivientes de la Rebelión, en su mayor parte miembros de la IRB. En el Ardh Fheis ( Conferencia Anual) de octubre, el partido se desdobla en dos ramas. La civil, liderada por De Valera, y la militar, el IRA, como relevo de una IRB que desaparece en 1924, encabezada por el enigmático precursor de la lucha guerrillera maoísta, Michael Collins, además de Cathal Brugha y Richard Mucaby entre otros. Las resoluciones de la Conferencia son tres. Defensa de la República proclamada en 1916, una política abstencionista y la negativa a tomar asiento en el Parlamento de Westminster.

 

 En las elecciones de diciembre de 1918 el Sinn Fein arrasa literalmente en el Sur de Irlanda. El partido autonomista logra seis escaños y el Unionismo triunfa en el Ulster. Mientras Unionistas y autonomistas se dirigen a ocupar sus escaños parlamentarios en Londres, enero de 1919, el Sinn Fein proclama un parlamento (Daíl en gaélico) Independiente sin efecto práctico alguno. Durante varias semanas la situación fue de un impasse angustioso para muchos irlandeses. El estado de confusión queda perfectamente resumido en las palabras de Sean Tracy, líder del IRA en Typperary: “Si esto continúa así, tendré que salir ahí fuera a matar a alguien para que el enemigo nos organice” (R. F. Foster, p. 456).

 

 Las palabras de Tracy parecieron ser premonitorias. A finales de enero, Michael Collins ordena el asesinato de dos miembros del RIC (Royal Irish Constabulary) y el Dail es declarado ilegal. Es el inicio de la guerra Anglo/Irlandesa, conocida también por Guerra Tan.

 

 El IRA se organiza en las famosas flying columns (columnas volantes), milicias guerrilleras de raigambre rural que recuperan los métodos de los Defenders y los Ribbomen. Muchas de ellas, como la de Tom Barry en Cork, pasarán a engrosar los anales de la leyenda nacionalista. El gobierno británico se muestra incapaz de detener la espiral guerrillera del IRA, y envía a las milicias paramilitares de los Black and Tans

(conocidos así por su uniforme caqui y negro) a colaborar con un RIC desmolarizado, y crecientemente aislado, a combatir las actividades del IRA.

 

 Los Black and Tans se hicieron rápidamente famosos en Irlanda por sus brutales métodos, no sólo ya contra el IRA, sino contra todo aquello que sonase, siquiera lejanamente, a nacionalismo irlandés. Consecuencia de ello fue que las filas del IRA engordaran rápidamente. En diciembre de 1919, cuando Lloyd George ofrece la puesta en práctica inmediata de autogobierno irlandés, excluyendo al Ulster, el IRA contaba ya con decenas de miles de miembros y simpatizantes. Los republicanos no sólo rechazan la oferta sino que el IRA incrementa su actividad guerrillera.

 

 En el Ulster la crisis se traduce en crecientes enfrentamientos sectarios, que ponen a Belfast al borde de la guerra civil. El lealismo orangista organiza patrullas de vigilancia protestante contra las actividades del IRA en el Norte. Los católicos de Belfast sufren de primera mano la furia orangista ante la dimensión de la insurrección feniana. El 21 de julio de 1920, poco después de que James Craig pronunciase un discurso en el que afirmaba que el “Ulster permanecerá como el granito en defensa de la Unión”, miles de católicos, sospechosos, por el hecho de serlo, de deslealtad a la Corona, son expulsados de los astilleros de Belfast. Mientras tanto nueve militantes republicanos, encabezados por Terence MacSwiney, mueren en Brixton tras meses de huelga de hambre, Irlanda parece precipitarse hacia el caos más absoluto.

 

 El 21 de noviembre de 1920 Michael Collins ordena la ejecución de catorce miembros del servicio de inteligencia británico, y en represalia los Black and Tans abren fuego contra la masa de espectadores que asistían a un encuentro de fútbol gaélico en Dublín. El episodio, conocido como Domingo Sangriento, se salda con la muerte de catorce civiles inocentes. La espiral acción/represión/acción parece no tener fin. El mes siguiente, poco antes de que De Valera retornase de un viaje por Los Estados Unidos, diecisiete miembros del RIC son asesinados en una emboscada del IRA.

 

 Para mediados de 1921 era evidente que, si bien el IRA no podía derrotar militarmente a las fuerzas de la Corona, el Gobierno de su majestad Jorge V tampoco podía lograr aplastar al IRA. De Valera y Collins eran conscientes de la necesidad de algún tipo de arreglo político, a partir del marco jurídico/político preestablecido poco antes de las elecciones de mayo, en las que el Sinn Fein renovó su preponderancia electoral. Este no era otro que el Acta de Gobierno de Irlanda (1920), que instauraba dos parlamentos autónomos. Uno que aglutinaría a los 26 condados y otro a los 6 condados del Ulster. En julio el IRA declara un alto el fuego y De Valera acepta acudir a la mesa de negociaciones.

 

 El 21 de octubre de 1921 se abren las negociaciones. El frente nacionalista estaba representado por Arthur Griffith y Michael Collins, el Unionista por James Craig, mientras que el gabinete británico,  además de Lloyd George,  contaba con políticos de la talla de Winston Churchill o Austen Chamberlain. Finalmente el 21 de diciembre se firma un acuerdo, que en la práctica certificaba lo ya establecido por el Acta de Gobierno de Irlanda.

 

 De las negociaciones, los nacionalistas lograron arrancar la promesa de una Comisión fronteriza que revisasen los límites que habría de tener en futuro Estado norirlandés. Sin embargo, lo difuso de las atribuciones que habría de tener esa Comisión y el relativo desinterés nacionalista al respecto (el propio De Valera se mostró contrario a coaccionar a los Unionistas a una Irlanda Unida e indicó que aquellos condados que optasen por la secesión serían libres de hacerlo), revelaban que la polémica de las negociaciones no se centró en la partición de la isla, sino en el debido juramento de lealtad que los dirigentes del Futuro Estado Libre de Irlanda, debían a la Corona.

 

 De hecho, las discusiones sobre la aceptación o no del Acta de Juramento centraron de nuevo las discusiones en el Dail. Para muchos republicanos, el tratado suponía una auténtica herejía en relación con la República revelada por Pearse en 1916. Pese a que el Dail ratificó por mayoría lo acordado en el Tratado, De Valera acusó a Collins de traición y abandonó el Parlamento. El movimiento republicano quedó dividido en dos facciones.

 

 El 22 de marzo de 1922 la Convención del IRA se opone a la traición de Collins. Declara su alianza a las fuerzas anti- Tratado de De Valera y su lealtad al Dail de 1919, a quien considera último y único gobierno legítimo de la isla. La Convención estaba encabezada por Lyam Lynch, Rory O´Connor, Tom Barry, Sean Macbride y Peadar O´Donnell. Un mes más tarde,  el IRA declara la guerra a las fuerzas pro/tratado. El IRA pasa a considerarse como legítimo Gobierno y Ejército de una República unitaria imaginaria. A la pregunta de Collins de si aquello suponía una dictadura militar en la isla, Lyam Lynch contestó con un escueto; “bien, puedes tomarlo como quieras” (Brendan O´Brien, p. 37). Toda una declaración de intenciones.

 

 

 El 22 de agosto de 1922 Michael Collins, comandante en jefe del recién forjado Ejército Nacional, es asesinado en su Cork natal en una emboscada del IRA. La guerra civil no declarada en el Estado Libre de Irlanda se recrudece. La represión gubernamental no entiende de detenciones y ejecuta sin contemplaciones a decenas de miembros del IRA. Lyam Mellowes y Rory O´Connor son ejecutados junto con más de setenta militantes republicanos. En abril de 1923, el propio Lyam Lynch es detenido. Próximo a su ejecución Lynch escribe una carta, que sirve para desentrañar el impulso visionario que aún empujaba a la lucha a centenares de miembros del IRA. Lynch moriría convencido de que los irlandeses sólo podían seguir un camino: el trazado por la vanguardia patriótica feniana. Su muerte serviría para certificar que dicha alternativa política, la República de 1916, vive; la muerte del Cristo feniano sirve, otra vez, para garantizar la supervivencia de una nación en pecado. Dicha alternativa, al ser sagrada, la misma que siguió Cristo, no necesita de refrendo democrático alguno, ello queda fuera de todo ámbito de discusión. Al Morir por un ideario que trasciende lo mundano, para ser definido como una causa santa, Lynch, como en el drama de Yeats, considera que no necesita de oraciones, porque se dirige a entrar en el mundo de la inmortalidad gaélica. El influjo pearseano es absoluto.

 

Muero feliz perdonando a todos, y esperando que todos me perdonen. El camino que el pueblo de Irlanda debe seguir; es duro, recto, verdadero, aunque estrecho. Sólo siguiendo ese camino pueden considerarse hombres. Es un camino duro, pero es el mismo camino que siguió Cristo, el camino del sacrificio. La República vive, nuestras muertes así lo certifican. Ha venido el Capellán a vistarme. Mi conciencia es clara. Me dirijo a congregarme con los antiguos Gael. Creo que todos aquellos que han muerto por Irlanda no necesitan de oraciones” (Tim Pat Coogan, p. 295).

 

 Después de la muerte de Lynch, el IRA, en nombre de sus mártires, persistía en una lucha absolutamente estéril. Kevin O´Higgins, ministro de Justicia del Free State

(posteriormente asesinado por el IRA), justificaba de la siguiente forma la represión contra la disidencia republicana: “ No tendremos dos gobiernos y dos ejércitos en este país. Si en nuestro pueblo algunos pretenden defender un credo, si tienen un mensaje que exponer, pueden tratar de convencer a nuestros ciudadanos de sus virtudes. Pero habrán de apelar a la palabra y al voto, a la razón y no a la coerción armada. Deben de elegir entre ambas, y no utilizar ambas. No pueden utilizar  la urna y la bomba al mismo tiempo” (J. Bowler Bell, p. 43).

 

1.2. DEL OCASO A LA PRÁCTICA IMPLOSION (1924-1941).

 

Lo cierto es que con la mayoría de dirigentes muertos y encarcelados, y una organización en desbandada, al IRA no le quedaban muchas alternativas. En mayo, es el propio De Valera el que se opone a la actividad armada. “La República ya no puede ser defendida con éxito con la fuerza de vuestras armas. Un mayor sacrificio de vidas humanas resultaría vano, además de perjudicial para el futuro de nuestra causa. La victoria militar es de aquellos que han destruido la República proclamada en 1916. Se han de buscar otros instrumentos que salvaguarden el interés nacional”(J. Bowyer Bell, p. 41).

 

 Un mes más tarde, Aiken sustituto de Lynch  en la Ejecutiva Militar del IRA, decreta un cese indefinido de las operaciones militares. En agosto el Estado Libre celebra elecciones generales. Las fuerzas protratado se aglutinan en una coalición electoral denominada Cumman na Gael (años más tarde rebautizada como Fine Gael) , elecciones que el Sinn Fein decide contestar pese a sus principios abstencionistas. El Cumman na Gael de Cosgrave logra una mayoría absoluta que certifica la legitimidad del nuevo Estado saliente, aunque las heridas de la guerra civil tardarían generaciones en cicatrizarse.

 

 El IRA, lejos de desaparecer, seguía poseyendo una mística voluntarista aún atractiva para miles de irlandeses. Para muchos irlandeses se trataba del legítimo Gobierno y Ejército de una República unitaria traicionada desde 1921. Aunque los hechos históricos y las sucesivas convocatorias electorales desde 1923 hasta 1927 desechan este argumento; era un precepto al que ya hacían mención muchos militantes del IRA en el exilio, Frank Gallagher, desde Londres, expuso tres puntos, que a la larga se convirtieron en un auténtico dogma de fe republicano. Es lo que básicamente se esboza en By What Authority? (¿ En nombre de qué autoridad?), publicado en los años en el que el IRA sufría una persecución por parte de las fuerzas pro tratado más dura que la llevada a cabo por los Black and Tans:

 

 “Antes de la firma del Tratado en Irlanda, una guerra civil era algo impensable:

¿Qué la hizo posible?. Durante cinco terribles años la nación había permanecido unida en tres básicos principios.

-          La existencia de la República fundada en la semana de Pascua, y confirmada por plebiscito nacional en diciembre de 1918.

-          La santidad de nuestra independencia nacional proclamada por la Asamblea Nacional Soberana en enero de 1919.

-          La unidad territorial de Irlanda, certificada por nuestra Historia.

 

El tratado violó esos tres principios fundamentales. Destruyó la República, nuestra independencia nacional, y dio por buena la partición de nuestra antiquísima nación”

(Tim Pat Coogan, p. 290).

 

 Cuando estos argumentos no resultaban del todo convincentes, el IRA solía recurrir al más puro determinismo historicista. Esto es, justificar el activismo armado en nombre de las tumbas de los fenianos muertos. Al parecer el legado dicta una única senda política a la que todos los irlandeses de a pie han de someterse necesariamente, bajo la atenta guía de la vanguardia iluminada, de la sucesión apostólica pearseana. El IRA debe encauzar a la nación dentro de los estrechos márgenes de la verdad absoluta revelada en 1916. Éste el argumento que esboza un documento interno del IRA en febrero de 1932, publicado en el Wolfe Tone Weekly: “Lo que realmente brota de nuestros corazones, es la herencia recibida de nuestros héroes muertos: ¿ Para qué murieron?. Murieron por la total y completa libertad de Irlanda. No murieron por el próspero títere imperialista que se hace llamar Estado Libre de Irlanda, ni tampoco por una República cosmopolita. Murieron en palabras de Wolfe Tone, para romper la conexión con Inglaterra. La fuente de todos nuestros males políticos. Murieron por establecer una República soberana unitaria irlandesa, en palabras de Patrick Pearse. No solamente libre, sino también gaélica. No solamente gaélica, sino también libre. El patriotismo, en gran medida consiste en hacer honor a la memoria de la muerte heroica de estos hombres y en completar una labor inacabada por ellos desde 1916” (Tim Pat Coogan, p. 295).

 

 En 1924 el IRA no renunció a hacer honor a la muerte de sus héroes, simplemente guardó las armas en espera de tiempos mejores. El problema es que no vinieron tiempos mejores, por lo menos hasta el estallido del conflicto sectario en Irlanda del Norte en 1969. A partir de este momento,  el IRA dejó de condicionar significativamente la vida política irlandesa, aunque no se resignó a desaparecer como organización armada.

 

 Un año más tarde el IRA lanza a la calle el periódico republicano An Phoblacht, iniciándose los tiempos duros en los que Peadar O´Donell intenta acercar al movimiento a posiciones socialistas. Esos intentos cristalizarán en la formación de Saor Eire (Irlanda Libre)  en 1931, organización complementaria al IRA y que postula la instauración de una República campesina desempolvando los escritos de Fintan Lalor y el republicanismo marxista de James Connolly. En diciembre de 1925 el Gobierno de Cosgrave da por buenas las recomendaciones de la Comisión fronteriza para no alterar los límites fronterizos existentes con Irlanda del Norte.

 

 El desconcierto en las filas republicanas aumenta en 1926 cuando De Valera abandona la presidencia del Sinn Fein y decide formar su propio partido político, el Fianna Fail

(Soldados del Destino) para participar en las instituciones del Estado Libre de Irlanda. De Valera postula un republicanismo posibilista, coincidiendo con los objetivos del IRA, que no con sus medios. El IRA, sin embargo, persiste en una política de vendetta armada contra los dirigentes del Estado Libre y toda influencia británica en Irlanda, asesinando al que fuera ministro de Justicia O´Higgins. Finalmente, el Gobierno de Cosgrave decide ilegalizar el IRA en 1931. Ante tal situación, los políticos del IRA, a cuya cabeza se situaba Peadar O´Donnell, llegan a proclamar en Dublín (junio de 1931) la necesidad de dar por terminado el ciclo de violencia y formar un Partido de Trabajadores Republicano agrupado en torno a Saor Eire. El proyecto se diluye rapidamente ante las expectativas generadas por el ascenso al poder de De Valera en 1932, y la oposición general del movimiento a infiltraciones comunistas que pudieran poner en cuestión los dogmas del republicanismo radical irlandés. En febrero, a través de An Phoblacht, el IRA da la bienvenida a De Valera, esperando de él la llegada de la prometida República, pero reservándose el derecho de imponerla con la fuerza de las armas como vanguardia del movimiento en pro de la Libertad de Irlanda:

   

“El Fianna Fail ha declarado su intención de romper con algunos de los tentáculos Imperialistas (en relación a la guerra económica lanzada contra Inglaterra). Este tipo de iniciativas se valoran y son bienvenidas. El Ejército Republicano Irlandés (IRA) debe, no obstante, continuar con su trabajo como vanguardia avanzada del movimiento en pro de la libertad de Irlanda”. (Tim Pat Coogan, p. 90).

 

 Tras la legalización de Saor Eire y el IRA, en marzo de 1932, muy pocos dentro del movimiento republicano podían adivinar que De Valera iba a ser uno de los más feroces enemigos del IRA. Por de pronto, el trabajo de la vanguardia pearseana, durante gran parte de la década de los treinta, se concentró en combatir el repentino auge de los Blueshirts o camisas azules filo fascistas, que dirigidas por el General O´Duffy propugnaban la instauración de un Estado corporativo a la italiana, idea con la que el propio W. B. Yeats coqueteó por aquel entonces. Las refriegas terroristas son constantes, y el creciente malestar de la opinión pública irlandesa lleva a De Valera a tomar iniciativas políticas.

 

 Si la ilegalización de los Camisas Azules en 1934 no representaba para él escollo político alguno, la del IRA se presentaba más problemática. Al fin y al cabo De Valera nunca puso en cuestión los argumentos que justificaban la violencia del IRA, por muy horrendas que le pareciesen sus acciones. Así que la ilegalización del IRA en 1936, habría de venir necesariamente de la mano de otro golpe de efecto que capitalizase la legitimidad de la herencia republicana en la figura del propio De Valera. A tal efecto, el Estado Libre de Irlanda pasó a denominarse Eire en 1937 y en su nueva Constitución se añaden dos artículos que reclaman a Irlanda del Norte como parte integrante del territorio nacional en espera de devolución. Así esperaba De Valera en 1937 dar por finalizada la labor inacabada desde 1916, de quien el IRA se reclamaba único y legítimo heredero.

 

 El IRA, al mando de Sean Russell y Frank Ryan (este último encarcelado en la España franquista por su participación como brigadista en la defensa de la República española), pretende contrarrestar dicho golpe de efecto con una campaña terrorista que reafirme su legitimidad como Gobierno y Ejército de la República de 1916. La campaña habría de centrarse en Inglaterra simultaneándola con golpes de efecto militares en Irlanda del Norte, pero la carencia de recursos humanos y militares no sólo condenaba la campaña de antemano, sino que hizo que la grandilocuencia de sus comunicados pusiese aún más al descubierto el aislamiento del movimiento republicano.

 

 La declaración de guerra a Inglaterra en nombre del Gobierno de la República, exigiendo además la retirada de las tropas británicas de la isla (en alusión a Irlanda del Norte) bien pudiera tildarse de estrambótica si se observa a los ojos de un contexto en que Europa se encaminaba a una tragedia de dimensiones desconocidas en toda la Historia de la Humanidad, pero para el IRA la predisposición a la acción, en tiempos de dificultad para Inglaterra, era ante todo un instrumento de reafirmación ideológica en un periodo en que el movimiento republicano luchaba por su propia supervivencia. El comunicado, no contestado, al Gobierno británico tiene en consecuencia un matiz redentor:

 

 “Tengo el honor de informarle que el Gobierno de la República de Irlanda, teniendo como primer deber la salvaguarda de la paz y el orden de nuestra patria, exige la retirada de todas las tropas británicas estacionadas en Irlanda. Estas fuerzas no solo constituyen una incitación al desorden político, sino un símbolo de ocupación extranjera y un peligro de invasión potencial para los irlandeses. En consecuencia, nuestro Gobierno se reserva el derecho de llevar a cabo acciones militares, si la evacuación de las tropas de la Corona no se produce de forma inmediata”.

 

 El 12 de enero de 1939, ante el ninguneo del Gobierno británico, el IRA emite un segundo comunicado, en el que muestra su predisposición a seguir el ejemplo de los siete inmortales (los signatarios fenianos del Gobierno Provisional de abril de 1916) que salvaron el honor de la nación, sabiendo interpretar el destino de Irlanda. El tono mesiánico redentor de la vanguardia pearseana, de los intérpretes de pueblo, queda completamente al desnudo. Inglaterra sigue empeñada en destruir nuestra fe nacional, la causa sagrada republicana o el destino político irremisible de todos los irlandeses que pretendan considerarse como tales.

 

El día 24 de abril del año 1916 en la ciudad de Dublín, siete hombre que eran representativos del espíritu, la esencia y el destino de una nación irlandesa que jamás ha aceptado la conquista británica, estamparon su humildad y sus desconocidos nombres en un documento que ha pasado a la Historia, elevando a la inmortalidad los nombres de sus siete signatarios.

 

 Aquellas firmas fueron estampadas con la sangre de los siete inmortales, y muchos otros que siguieron el ejemplo de una de las luchas más gallardas de la Historia de la humanidad; aquel día la nación irlandesa pasó de la vergüenza al honor, de la humillación al orgullo, de la esclavitud a la libertad.

 

 Tres semanas más tarde ( el 21 de enero de 1919), La República proclamada en la Semana de Pascua de 1916 fue ratificada y formalmente establecida por los representantes electos de toda Irlanda y una solemne declaración de independencia enviada a las naciones de todo el mundo.

 

 Con objeto de combatir esa declaración y prevenir que la proclamación de la República de Irlanda se hiciese efectiva, las fuerzas armadas del enemigo inglés hicieron la guerra al pueblo de este país. Se encontraron con el Ejército Republicano Irlandés, que desafió a Inglaterra de forma tan tozuda que, tras dos años de cruenta lucha, se vio obligada a pedir una tregua para negociar un acuerdo político.

 

 Desafortunadamente, y porque los hombre pueden llegar a ser lo suficientemente estúpidos como para negociar con un enemigo armado en su propio territorio, Inglaterra ganó la paz. La bajeza moral, la debilidad y la traición trajeron de nuevo la guerra, y la vieja estrategia británica del divide y vencerás alcanzó su máxima expresión. Se impuso la partición, el país fue dividido en dos partes sujetas a la autoridad parlamentaria emanada de Londres. Las fuerzas armadas de Inglaterra todavía ocupan seis condados en el Norte y se reservan el derecho de reocupar los puertos recientemente evacuados en el Sur de Irlanda. En los seis condados, muchos son los soldados republicanos que permanecen cautivos de Inglaterra. La desesperación, el engaño y la fe nacional rota de parte de nuestro pueblo han pospuesto la entronación de una República aún viva, pero la proclamación de la Semana de Pascua y la Declaración de Independencia permanecen y deben permanecer para siempre. Ningún hombre, sin importar lo mucho que se haya apartado de la fe nacional, tiene derecho a repudiarlas. Ambas constituyen los pilares de la virilidad incorrupta de Irlanda en lucha por hacerlas efectivas y por redimir un honor nacional mancillado por una parte de nuestro pueblo en 1922.

 

Ha llegado la hora de emprender la lucha. No es necesario volver a declarar la República de Irlanda, ahora o en el futuro. No es necesario reafirmar la Declaración de Independencia irlandesa. Ha llegado la hora del supremo esfuerzo para hacerlas ambas efectivas. En nombre de los héroes muertos en la lucha y los que en vida mantenemos la fe, nos entregamos a dicho objetivo.

 

Hacemos un último llamamiento a Inglaterra para retirar sus fuerzas armadas, sus funcionarios e instituciones, y representantes de cualquier tipo de todos los rincones de Irlanda, como requisito  esencial para la paz y la amistad entre los dos países; así  mismo hacemos un llamamiento al pueblo de Irlanda, en la patria y el exilio, para que nos ayude en el esfuerzo que vamos a emprender en el nombre de Dios, para lograr la evacuación y entronar la República de Irlanda ( Tim Pat Coogan, p. 296).

 

 El comunicado fue firmado en nombre del Gobierno y el Ejército de la República de Irlanda, encarnado en la Ejecutiva Militar del Oglaigh na hEireann (IRA en gaélico) formada por Stephen Hayes, Peadar O´Flaherty, Laurence Grogan, Patrick Fleming, George Plunkett y Sean Russell. Se inicia consecuentemente una campaña de bombas en Inglaterra que se salda con la muerte de siete civiles, y cuyo punto culminante fue la matanza de Coventry, agosto de 1939, en la que cinco ciudadanos ingleses mueren a causa de las heridas producidas por una bomba del IRA. En Irlanda del Norte, donde por aquel entonces el IRA contaba con una mayor fuente de recursos humanos, ante la rampante discriminación social y política del régimen Unionista, y que recordaba constantemente a la minoría católica que aquel no era su Estado; la campaña se traduce en el asesinato de un oficial del RUC (Royal Ulster Constabulary) a manos de un miembro de la Brigada de Belfast, Tom Williams, que será posteriormente juzgado y condenado a muerte en 1942.

 

 La reacción de De Valera es furibunda. Eire es puesta en estado de emergencia, y los militantes republicanos (o sospechosos de serlo) son encarcelados y juzgados por tribunales militares. En el Sur de Irlanda el IRA desaparece prácticamente como organización, mientras que en Belfast se hace patente la división sectaria de la ciudad ante la condena a muerte de Williams. Millares de nacionalistas católicos lloraban rosario en mano su inminente ejecución, al tiempo que los orangistas la celebraban a las puertas de la cárcel.

 

 Pocas horas de su muerte, Williams escribe una carta a la organización, sin ser consciente, quizás, de la magnitud del naufragio al que hacía frente el movimiento republicano. El aislacionismo es convertido, una vez más, en virtud patriótica. Williams se reconforta en la idea de observarse a sí mismo como un Mesías poseedor de la verdad patriótica absoluta. Aquel que por defender la verdad de la nación crucificada, Irlanda, sufre el calvario de la cruz de Cristo, como requisito y preludio para alcanzar un ideario armónico absoluto, el paraíso patriótico prometido, la República de 1916. Irlanda es representada como una deidad femenina vejada por Inglaterra, que el Cristo/soldado feniano tiene que rescatar para el pueblo gael a través de su sacrificio y redención; el guión parece extraído de un drama de Yeats. A su vez, catolicismo e ideario feniano se funden de forma evidente, con una retórica típicamente pearseana.

 

Lo único que siento de veras es no poder estar presente en la última batalla de Irlanda por su libertad. Pero con la ayuda de Dios y la Virgen María, podré verlo desde el cielo junto con nuestra querida, torturada y crucificada Erin, y mirar con orgullo aquellos hombres que seguirán la lucha hasta la victoria final. Seguid adelante, sin importaros los obstáculos que os topéis en el camino. Sin importaros los tormentos que os hagan pasar. El camino hacia la libertad se encuentra plagado de sufrimiento, privaciones y tortura. Perseverad camaradas hasta que ese día llegue (Tim Pat Coogan, p. 136)”.

 

1.3. LA CAMPAÑA FRONTE RIZA ( 1956-1962)

 

 El IRA necesitaba, de alguna manera, racionalizar una debacle política sin parangón en la historia del movimiento republicano. La religión patriótica feniana, comenzaba a quedarse sin fieles, y la traición interna era el argumento más socorrido para un movimiento incapaz ya de perseverar en la lucha.

 

 La organización buscaba un chivo expiatorio que liberase tensiones internas, y lo encontró en la figura de Stephen Hayes, un destacado miembro de la Ejecutiva Militar al que se acusó de ser un espía británico. Lo cierto es que el IRA nunca pudo demostrar la veracidad de las acusaciones vertidas contra Hayes, que escapó milagrosamente de su secuestro y proyectada ejecución.

 

 El affaire Hayes terminó volviéndose en contra de la organización, cuando aquel no tuvo otra alternativa que filtrar a la Gardai (policia de Eire) una extensa lista de militantes pertenecientes al IRA para salvar su propia vida. La oleada de arrestos tras las revelaciones de Hayes no hizo sino agudizar la lenta agonía de una organización que empezaba a ser vista como un anacronismo a ambos lados de la frontera irlandesa. En 1945, el IRA decreta un cese indefinido de su actividad armada.

 

 La Irlanda salida de la posguerra mundial poco o nada tenía que ver con la de 1921. Eire, un Estado con un fuerte ethos católico y anglófobo, luchaba desesperadamente por salir de un estancamiento económico crónico tras la gran depresión de 1929 y la absurda guerra económica de la década de los treinta contra Inglaterra, instigada por De Valera

(absurda por cuanto que perjudicó más a Eire que Inglaterra). Por otra parte, la neutralidad oficiosa de Eire en la Segunda Guerra Mundial tampoco ayudó en nada a cerrar viejas heridas entre ambos países. La Labor inacabada de 1916 sonaba poco menos que a sarcasmo para toda una nueva generación irlandesa, que se debatía entre subsistir al conservadurismo social y político impuesta por la Iglesia Católica irlandesa en los asuntos públicos, y la realidad de la necesidad de emigrar a Londres o a los Estados Unidos, y en donde el esencialismo gaélico de sus padres, en un país que había dejado de ser eminentemente rural, de nada les podía servir.

 

 Irlanda del Norte, por el contrario, despegaba económicamente sobre la base de una industria de segunda generación que había visto robustecida sus raíces gracias a la demanda suscitada por la Segunda Guerra Mundial. El Gobierno laborista británico sienta además las bases del futuro Estado del Bienestar que repercute positivamente en la mejora de las condiciones de vida de los norirlandeses, y en especial de la minoría católico/nacionalista, enclaustrada y condenada a la mentalidad de gueto. Lejanos parecían quedar ya los cruentos disturbios sectarios de 1935, e incluso la aventura política de la Liga Anti-particionista de 1946. A principios de la década de los cincuenta el viejo Partido nacionalista de Joe Devlin entra en la oposición en el Parlamento de Stormont, en un claro signo de que la minoría católica/nacionalista comenzaba a buscar una acomodación política en el Ulster, en lugar de mirar constantemente a Dublín.

 

 En 1948 Sean Macbride, un histórico del IRA, deserta de las filas republicanas y funda Clann Na Poblachta, partido que en coalición gubernamental con el Fine Gael de John Costello proclama Eire República de Irlanda; el Gobierno británico responde reafirmando su soberanía sobre Irlanda del Norte.

 

 En 1948, y por primera vez en tres años, se reúne una nueva Convención del IRA. Fruto de ella será el sello de una renovada alianza con un Sinn Fein,  que reconoce la suprema autoridad de la Ejecutiva Militar del IRA sobre la isla. La nueva dirección del movimiento pasa a estar por los tres Macs, Anthony Magan, Thomas Mac Curtain y Padraig Mac Logan. Mac Logan es nombrado a su vez Presidente del Sinn Fein, reforzando la estructura bicéfala del movimiento, en su vertiente político/militar. El Movimiento, que apenas contaba con varias docenas de militantes, se negaba a apagar la llama pearseana. En Bodewnstown, junio de 1949, el IRA hace públicas sus nuevas directrices políticas. El militarismo vanguardista sigue siendo su seña de identidad básica, pese a la asunción de objetivos más acordes con los recursos de una organización en proceso de reconstrucción: “El objetivo del ejército es simplemente echar al invasor de suelo irlandés y restaurar la República Soberana Independiente proclamada en 1916. De cara a llevar a cabo este objetivo, nuestra política se centrará en llevar a delante una exitosa campaña militar en contra de las fuerzas de ocupación británicas en los seis condados” ( Brendan O´Brien, p. 123).

 

 Entre 1951 y 1954 el IRA centra sus esfuerzos en rearmarse. Nadie en el seno del movimiento sabía exactamente para qué o con qué objetivos, pero lo importante del caso es que nadie lo preguntase, ya que  la predisposición a la acción armada y la pervivencia de las siglas IRA, era para la mayoría la señal más inequívoca de que la religión pearseana aún pervivía, de que la guerra santa ( Holy war) contra Inglaterra aún marcaba el destino inexorable del imaginario pueblo irlandés.  De esta manera lo expresaba Diarmaid O´Doherty en 1950: “ Se nos acusa de que prestamos más atención a las palabras de los viejos héroes que a los líderes en vida. Aceptamos esa acusación como un halago. La comparación entre los objetivos de nuestros líderes políticos y los escritos de los héroes muertos es la única manera de cerciorarse de que los líderes actuales persiguen los mismos objetivos que los muertos. Queremos asegurarnos, en palabras de Patrick Pearse, de que hacemos honor al auténtico evangelio republicano, y no tanto a uno quizás más juicioso o realista” ( Brendan O ´Brien, p. 167).

 

 Pese a pregonar el auténtico evangelio republicano, el IRA era para entonces consciente de que la Guerra contra en Estado particionista del Sur, era no solo inviable, sino contraproducente para sus bases de reclutamiento y entrenamiento militar clandestino. El prometido paraíso republicano seguía estando ahí, inmutable, concebido como un destino histórico inexorable. Jamás podría reconocerse la legitimidad de la ahora República irlandesa particionista, pero la Guerra Santa sí entendía de prioridades, y lo más semejante a la cacareada ocupación inglesa, era el Norte de Irlanda, donde hacer la guerra a Inglaterra suponía de facto hacérsela a la mayoría protestante de Irlanda del Norte, que profesaba una particular veneración por su alianza política con Inglaterra.

 

 De esta forma, en un comunicado de abril de 1954 (coincidiendo con el aniversario de la insurrección de 1916) , el IRA renuncia a ejercer la violencia contra el Estado particionista del Sur y anunciaba la inminente puesta en marcha de una campaña militar en los seis condados ocupados por Inglaterra. Era el preámbulo de la campaña fronteriza iniciada en 1956: “Con el objeto de aclarar que no legitimaremos ninguna acción armada en el Sur, el Ejército Republicano Irlandés reitera que solo tiene un enemigo: Inglaterra. A partir de ahora renunciamos a cualquier tipo de iniciativa militar en el área de los veintiséis condados”(J Bowyer Bell, p. 278).

 

 Lo que animaba a las varias decenas de activistas que tomaron parte en la campaña fronteriza, seguía siendo el viejo vanguardismo pearseano, la fe republicana tal y como la planteaban activistas como Joe Christie en el semanario republicano Living Republic

(marzo de 1956), que entendía que su alternativa política era en sí misma una virtud absoluta. Fuera de ella todo es impureza y corrupción, sólo existe un credo político posible en Irlanda, el nuestro, el republicano. Sigue definiendo la República en términos de religiosidad, de causa santa: “La gran pureza de la República. La sublimidad de su propio objetivo. Es precisamente en la garantía de iguales derechos y oportunidades donde reside nuestra fuerza y al mismo nuestra debilidad. Nuestra fuerza porque nos otorga la superioridad moral de la verdad sobre la impostura. Nuestra debilidad porque arroja contra nosotros a todos aquellos que se dedican a robar y a engañar al pueblo. A aquellos que ponen su interés por encima del bien general, a aquellos que conciben la política como un mero negocio y la patria como una palabra vana”..

 

 Sólo los que combaten por la República de 1916, son pueblo irlandés: “Los fundadores de la República ya escribieron sobre quines serían los futuros dueños de Irlanda. El pueblo será el soberano. El pueblo que lloró en Gethsemane y murió desnudo en la Cruz”

 

El testimonio del martirio del soldado/Cristo feniano da cuenta de quién posee la verdad patriótica absoluta, y de quién, como Judas, vive en la mentira, la traición y la impostura. La dicotomización basada en la autenticidad de la religión política pearseana y en lo herético del resto es manifiesta: “Dejadnos comulgar con ellos. Con aquellos que reclamaron el derecho del pueblo irlandés a ser dueño de Irlanda, con iguales derechos y oportunidades para todos sus ciudadanos. Los hombres que hicieron frente a los pelotones de fusilamiento ya expresaron su repulsa a todos los Judas que les traicionaron”

 

Finalmente, la vanguardia pearseana habrá de guiar al pueblo hacia la verdad republicana revelada: “En esta situación, la primera máxima política hacia la instauración de la República ha de ser el conducir a nuestro pueblo a través de la razón y combatir a sus enemigos con la fuerza de las armas (J. Bowyer Bell, p. 123).

 

 El mismo espíritu que guió hacia la muerte a Fergal O´Hanlon, activista del IRA muerto en la campaña fronteriza en 1957, y que anotó en su diario aquella máxima de Pearse, la de alguien que “no entendía cómo una nación podía obtener su libertad sin armas y una vez obtenida, salvaguardarla sin la existencia de soldados que la custodiasen” (Tim Pat Coogan, p. 154).

 

 La campaña, sostenida intermitentemente hasta 1962, terminó ahogándose en sus propias contradicciones. En la falta de preparación, de recursos humanos y militares, y en la falta de apoyo de la minoría católico/nacionalista en Irlanda del Norte, que recordó la campaña con el nombre de las escaramuzas. Se llevó la vida de diecisiete personas y encumbró a varios activistas en los altares de la leyenda republicana. Pero sobre todo, agotó las últimas reservas de energía del movimiento y, a su vez, convenció a los más hardlines (extremistas) de que la lucha armada en Irlanda era un camino a ninguna parte.

 

 En la primavera de 1962 la situación en el seno del movimiento era caótica. El Sinn Fein apegado al viejo dogma abstencionista, se encontraba al borde de la desaparición electoral en la isla. El ejército, de nuevo en desbandada, había dejado de existir tras el fiasco de la campaña. El peligro para el movimiento republicano no era ya el de experimentar la conocida desesperación pearseana, sino la práctica desintegración física. En junio de 1962, Thomas Macguiolla, presidente del Sinn Fein, da por finalizada la campaña fronteriza: “Esta decisión política no debe tomarse desde un punto de vista derrotista. No es un paso atrás, sino un paso adelante. Es una oportunidad para conservar nuestros recursos, consolidar nuestras posiciones, y poder sentar las bases hacia una nueva fase en la lucha por la libertad” (J. Bowyer Bell, p. 243).

 

 Esta nueva fase vino caracterizada por la evolución del movimiento hacia postulados marxistas y de no violencia. Desde 1964, miembros de la Ejecutiva Militar como Roy Johnston o Cathal Goulding reavivan el debate político del movimiento sobre la base de los postulados de Peadar O´Donnell y Saor Eire. El IRA se hace, a su vez, permeable al revival marxista/leninista y trotskista proveniente del Tercer Mundo y la vanguardia intelectual estudiantil europea, que encuentra eco en los ámbitos universitarios de Dublín. Todo ello encuentra acomodo en la Teoría de los tres estadios. Estrategia política que habría de llevar a Irlanda a la instauración de una República Socialista de corte marxista, y en donde el IRA pasaría a concebirse como una vanguardia proletaria que haciendo suya toda la teoría de partido leninista impondría una dictadura del proletariado en el país.

 

 La Teoría de los tres estadios predeterminaba la posibilidad de la acción política

(desterrando en principio la acción militar) sobre tres fases de evolución del capital monopolista en Irlanda, cuya realización histórica necesaria no se ponía en cuestión:

 

A/ Instauración de una fuerte y homogénea clase trabajadora en el Norte, que superaría la división sectaria entre el proletariado católico y protestante.

 

B/ Aunar los esfuerzos de la clase trabajadora del Norte y Sur de Irlanda en un proyecto socialista común.

 

C/ Proclamación de una República Socialista anticapitalista, donde la lucha armada podría ser utilizada. ( Brendan O´Brien, p. 112).

 

 El IRA consideró en 1967 que la eclosión del movimiento en pro de los derechos civiles de los católicos en Irlanda del Norte había sentado las bases de la plena maduración del primer estadio. En una histórica declaración ante la tumba de Wolfe Tone, por parte de Cathal Goulding y Thomas Macguiolla, el IRA renunció a la lucha armada.

 

 Nadie en el seno del movimiento se atrevió a predecir la pesadilla que se avecinaba en Irlanda del Norte, y que alguna vez el IRA volvería a “hacer honor a las tumbas de los fenianos muertos”

 

CAPÍTULO II

 

2. IRLANDA DEL NORTE Y EJÉRCITO REPUBLICANO IRLANDÉS PROVISIONAL (PIRA).

 

2.1. POR DIOS Y EL ULSTER: EL ESTADO UNIONISTA DE LAS COSAS EN IRLANDA DEL NORTE (1920-1967).

 

Soy un miembro de la Orden de Orange, y un político después. En el Sur se jactan de tener un Estado Católico. Pues bien, mi mayor orgullo es que poseemos un parlamento protestante y un Estado protestante

Lord Craigavon, Primer ministro de Irlanda del Norte en 1934.

 

Las tradiciones de las generaciones de los muertos, son como pesadillas que pesan sobre las tradiciones de los vivos

Karl  Marx

 

 Una de las grandes ironías de la reciente Historia de Irlanda es que Irlanda del Norte, fue un Estado que nadie quiso. No lo quisieron los nacionalistas en el Sur; el propio Michael Collins barruntaba una temprana reunificación bajo la vana noción de que era una entidad política inviable sin el vecino Estado Sureño (aunque no vaciló a la hora de financiar la actividad guerrillera del IRA en el Norte de Irlanda). Tampoco lo quisieron los propios Unionistas. De Hecho, el líder Unionista James Craig definía al nuevo Estado como un sacrificio del pueblo del Ulster en aras de la Unión, cuando la relevancia política de Edward Carson comenzaba a declinar ( un abogado protestante de Dublín que preconizaba la insurrección protestante para defender el Acta de Unión frente a la deslealtad papista). Menos aún la minoría católico/nacionalista, atrapada en el seno de un Estado de claro ethos lealista ( anti-nacionalista, anti-católico y pro británico). Por no quererlo, no lo quiso ni el propio Gobierno británico, que otorgando el Home Rule ( autogobierno) al parlamento de Stormont en Belfast, a través de la entrada en vigor del Acta de Gobierno de Irlanda (1920) creía deshacerse, definitivamente, del problema irlandés.

 

 Indudablemente, Irlanda del Norte no fue un subproducto imperialista británico, noción típica del republicanismo radical irlandés, sino producto, más bien, de la vehemente resistencia protestante a verse incorporados en un Estado de ethos gael, católico y anglófobo. Los tambores del Unionismo naranja se movilizaron siempre que el nacionalismo irlandés parecía cercano a lograr el autogobierno prometido por el liberalismo inglés desde la formación del UUC (Ulster Unionist Council/ Consejo Unionista del Ulster) en 1884. La oposición al Home Rule, Pope Rule (autogobierno, gobierno del Papa) era la raison d étre de un Unionismo que veía en el Partido Tory su mejor aliado en Irlanda. Cuando esta alianza dejó de funcionar a favor de sus intereses, a partir de 1912, los protestantes Unionistas del Ulster optaron, como mal menor, por articular un ámbito político propio (y exclusivo) dentro del Reino Unido.

 

 El problema de Irlanda del Norte no fue la partición en sí misma, sino la lógica hegemonista consustancial a una identidad etno-comunitaria como la Unionista y lealista.

 

 Lo que entendía James Craig por el sacrificio del Ulster era el sacrificio de una comunidad orgánica cuyo año cero comienza en 1609 ( año de la llegada al Ulster de los primeros colonos escoceses e ingleses) y que, bajo la mitología orangista, ha sobrevivido a todos los sitios genocidas de sus vecino papistas/nacionalistas irlandeses, como el de 1641 o el de 1689 (cuando Londonderry fue sitiado por las tropas del Príncipe Estuardo Jaime II), y que sólo ha salido victoriosa en la unidad de fe y manteniendo la alianza de Ulster con la Corona británica, como en julio de 1690 con la victoria de Guillermo de Orange en el río Boyne, la batalla del Diamante en 1795 frente a los defenders papistas (que dio carta de naturaleza al nacimiento de la Orden de Orange) o el sacrificio de sangre en la batalla del Somme en 1916, que santificó el pacto de sangre de los hijos del Ulster con la Corona y el Imperio, frente a la deslealtad feniana de los insurrectos guiados por Pearse.

 

 La narrativa identitaria determina una psyche defensiva e insegura, sólo pertrechada dentro de un comunitarismo etnicista exclusivo. Una comunidad obsesionada por la posible traición de Inglaterra, que quiso en 1886, 1893 y 1914, dejar al Ulster en manos de la deslealtad del papismo nacionalista, por las ansias anexionistas de la Irlanda católico/ nacionalista y por la posible traición del mal protestante ( Lundy), siempre dispuesto a negociar o pactar con el enemigo papista/nacionalista. A este respecto, la encarnación del traidor protestante es Robert Lundy, el oficial de la guarnición de Londonderry que quiso abrir las puertas de la ciudad a las tropas de Jaime II en 1689. La figura de Lundy, aún hoy día, es inmolada simbólicamente por los Apprentice Boys

(Chicos Aprendices), primigenios defensores de la ciudad en el sitio de Londonderry y una de las logias orangistas más poderosas de Irlanda del Norte. La metáfora sirve para ilustrar la mentalidad de sitio protestante en Irlanda de Norte, y para recordar que compartir autoridad con el enemigo católico/nacionalista no es sino la antesala de la destrucción del Ulster y el principio de la extinción del protestantismo en Irlanda[i].

 

 Irlanda del Norte en 1920 no se concibió entonces como un Estado/ nación al uso, dentro de una óptica liberal, sino como un régimen “Unionista naranja con un complejo anoréxico”[ii]. Un Estado comunitarista exclusivo lealista/protestante, que excluyendo a la minoría católico/nacionalista llegó a observarse a sí mismo como un genuino Estado liberal/democrático. La acepción pueblo del Ulster (manejada por unionistas y lealistas) no incluye a los católicos de Irlanda del Norte, enemigos declarados del Ulster y desleales a la Corona. De esta narrativa identitaria se desprende, en última instancia. la lógica de la discriminación social y política de la minoría católica, orientada a mantener un número lo más exiguo posible de población católica desleal y garantizar así la pervivencia del régimen de preeminencia etno/comunitaria unionista.

 

 En suma, son cuatro las causas que explican la percepción unionista sobre la necesidad de un control comunitario hegemonista. El temor a verse incorporados a un Estado de ethos celta, católico y anglófobo, la posible traición británica, el quintacolumnismo católico y el temor a la fragmentación comunitaria interna. A ello añadir la actitud del Free State (Estado Libre) que alimentó no pocos prejuicios unionistas. Baste recordar la ley del divorcio de 1926, que contribuyó al descenso de población protestante en Eire, de cerca de un 17% en 1925, a poco más del 5% en 1971. La ambivalente postura del Fianna Fail con respecto a la violencia del IRA, el status especial conferido a la Iglesia Católica tras la Constitución de 1937 (al calor de la sectaria afirmación de De Valera, de que Irlanda era una nación católica) o la reclamación de soberanía sobre el territorio de Irlanda del Norte en los artículos 2 y 3 de la misma Constitución.

 

 Entre 1921 y 1925, Irlanda del Norte vivió una situación de inestabilidad crónica producto de la falta de legitimidad del nuevo Estado entre la minoría católico/nacionalista, y la revisión pendiente de los límites fronterizos con el Estado Libre de Irlanda. Las Special Power Acts de 1922 permitían sumergir a Irlanda del Norte en un Estado de emergencia permanente, cuando el Gabinete Ministerial del UUP (Partido Unionista del Ulster) lo creyese conveniente. Legislación que se mantuvo de forma intermitente hasta la caída del Régimen de Stormont en marzo de 1972. Las USC (Ulster Special Constabulary), orientadas a combatir la actividad guerrillera del IRA, estaban formadas mayoritariamente por miembros de las UVF (Ulster Volunteer Force), organización paramilitar lealista fundada por Edward Carson. Dividida en tres secciones A, B, C, los B-Specials se mantuvieron como cuerpo policial a tiempo parcial, pese a la naturaleza sectaria de la propia institución. Las cosas no resultaron mejores con la creación del RUC ( Royal Ulster Constabulary), a imitación del defenestrado RIC (Royal Irish Constabulary) en el sur de Irlanda. Pese a los acuerdos entre Craig y Collins, que presuponían una representación proporcional de ambas comunidades en el nuevo cuerpo policial, el 90% del personal del RUC siguió siendo protestante y unionista.

 

 Al auténtico Estado de sitio decretado por el Régimen de Stormont le siguió el fin del sistema de voto proporcional (PR) en 1929. El objetivo era doble. Por un lado, minar la base electoral laborista, evitando la fragmentación del voto Unionista en beneficio del mayoritario UUP, y por otro, restar representatividad al voto nacionalista católico. La manipulación de distritos electorales también fue práctica común en el Régimen de Stormont. El denominado gerrymandering tenía en Derry/Londonderry su ejemplo más vergonzante. Con mayoría católica, los designios de la Maiden City estaban en manos de la corporación orangista local. Además, el caso de Derry no era el único, casos similares se vivían en Newry o Dunnganon.

 

 Prueba de ello, es que, a finales de la década de los veinte, mientras los Unionistas representaban el 66% de la población norirlandesa, acaparaban cerca del 85% de los distritos locales (Paul Mitchell, p. 37).

 

 La cohesión etno/comunitaria y su preeminencia, se asentaba sobre la estrecha relación del Régimen de Stormont con la Orden de Orange y sus diversas logias. La Orden de Orange articulaba vínculos de solidaridad interclasista que reforzaban el ethos Unionista y lealista del Estado, incluso entre los sectores más desfavorecidos del protestantismo ulsterino, cuya situación social era, en muchos casos, tan precaria como la de sus vecinos católicos en las barriadas obreras de Belfast.

 

 Para muchos protestantes de Belfast Oeste, la situación social de los católicos era auto inflingida, producto de sus erróneos valores y creencias religiosas, más que por la naturaleza, supuestamente, sectaria del Estado norirlandés. Entre 1921 y 1969, uno de cada tres miembros del RUC era miembro de la Orden de Orange, y sólo tres miembros del Gabinete Ministerial norirlandés no fueron miembros de la Orden durante el mismo espacio de tiempo, mientras que de los 168 parlamentarios del mayoritario UUP 148 eran orangistas.

 

 Pese a que el Gobierno laborista británico introdujo el sufragio universal en los gobiernos locales tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el Régimen de Stormont reforzó el principio de exclusión católico/nacionalista con el Representation of People Act de 1946, por el que se consideraba legítimo el monopolio de representación política ejercido por las corporaciones locales, en su gran mayoría controladas por Unionistas. El por aquel entonces lider del UUP, Major Curran afirmó que la medida era necesaria, “si se pretendía prevenir que los nacionalistas se hicieran con el control de los tres condados fronterizos y la ciudad de Derry”. Añadiendo con carga xenófoba, que “es sin duda la mejor forma de evitar que el gobierno cayese en manos de gente que pretende destruir este país y no participa del bienestar del pueblo del Ulster” (Brendan O´Leary, p. 120).

 

 A los límites de representación política se le añadió la discriminación socioeconómica, centrada en el empleo y la asignación de viviendas. En 1934, Sir Basil Brooke, futuro primer ministro de Irlanda del Norte, exhortaba a miembros del UUP en Derry/Londonderry a no emplear a católicos, “porque el 99% de ellos eran desleales”. Durante el Régimen de Stortmont, las ocupaciones mejor remuneradas estuvieron ocupadas enteramente por protestantes, incluso entre sectores profesionales de status social  parejo los cargos de mayor responsabilidad estaban monopolizados por protestantes. En 1971, un católico tenía cerca de tres veces más de posibilidades de estar desempleado que un protestante. El arquetipo de un empleado católico era el de un obrero no especializado, mientras que la frágil clase media católica, que comenzó a emerger a principios de la década de los cincuenta, se centraba en actividades de servicio en el seno de su propia comunidad, lo que reforzaba la mentalidad de gueto de la propia comunidad católica (Brendan O´Leary, p. 123).

 

 La actitud general de la comunidad católica ante el Estado Unionista de las cosas en Irlanda del Norte osciló entre la resignación y el abstencionismo político. La atracción por el republicanismo resultó ser más bien escasa, sobre todo tras el impacto beneficioso de las iniciativas laboralistas de posguerra en el Reino Unido, que sentaron las bases del futuro Estado del Bienestar británico. A partir de 1948, la comunidad católica tendrá acceso a la enseñanza secundaria, lo que hará incrementar el número de estudiantes universitarios católicos en las Universidades norirlandesas. Entre 1961 y 1972, el número de católicos en la Universidad de Queen´s pasó del 22% al 32% del alumnado, generación que constituirá el núcleo dirigente del movimiento en pro de los derechos civiles a finales de la década de los sesenta.

 

 Pese a todo, los datos ofrecen un nivel desproporcionado de emigración entre la comunidad católica producto de la estructura social de preeminencia etno/comunitaria unionista. Constituyendo cerca del 35% de la población norirlandesa, la emigración católica ascendía al 60% del total de emigrados en la década de los sesenta. La Iglesia católica, hasta prácticamente los primeros balbuceos de la movilización social de masas en pro de los derechos civiles, fue el referente institucional básico de los católicos en Irlanda del Norte, tanto en el ámbito educativo como en el cultural y político. Paddy Devlin, dirigente del NILP (Northern Ireland Labour Party/ Partido Laborista de Irlanda del Norte) y cofundador del SDLP (Social Democratic and Labour Party/Partido Socialdemócrata y del Trabajo), recuerda en sus memorias cómo la clase dirigente del viejo  partido nacionalista de Joe Devlin “se formaba en las parroquias locales o en los seminarios de Derry”, donde se priorizaba la enseñanza del gaélico, la religión católica y la Historia de Irlanda, con toda la carga de historicismo nacionalista anglófobo. (Paddy Devlin, p. 234).

 

 A fines de la década de los cincuenta, el Régimen de Stormont, ante el declinar de la tradicional industria de segunda generación norirlandesa, optó por la puesta en marcha de iniciativas que redujesen el impacto social de la quiebra industrial, a través de la construcción de grandes infraestructuras y la atracción de capital inversionista extranjero. Medidas que se tradujeron en un cambio de la fisonomía homogénica de las barriadas obreras de Belfast y Derry, así como la llegada a Irlanda del Norte de grandes multinacionales como Dupont o Michelín, ajenas al patrón tradicional de discriminación católica en el empleo.

 

 Tales medidas vinieron adornadas de una nueva retórica liberal por parte del primer ministro norirlandés Terence O´Neill, que se hace con las riendas del poder en 1963. El objetivo ya no sólo habría de ser el de vigorizar la economía, sino el de tender, según sus propias palabras, puentes entre ambas comunidades. (Paul Mitchell, p. 120).

 

 El problema de Terence O´Neill, es que nunca pasó de la retórica a los hechos. Veía en el patrón de exclusión político/social católico un problema puntual  ajeno a la lógica de la estructuración del poder etno/comunitario unionista en un Estado que era, ante todo, concebido como un patrimonio político unionista exclusivo. Es más, su liberalismo era un subterfugio dentro de una cosmovisión Unionista/naranja (orangie) de la problemática norirlandesa, imbuida de un claro prejuicio anti-católico. Para O´Neill, los católicos, para poder ser parte del pueblo del Ulster, debían comportarse como buenos protestantes.

 

En mayo de 1969, poco después de abandonar su cargo, llegó a afirmar: “Es prácticamente imposible explicarle a un militante protestante, que si le das a un vecino católico un trabajo y un empleo decente, vivirán como protestantes, porque verán a sus vecinos con coches y televisión. Pero si los católicos viven en un cuchitril espantoso y están en el desempleo criarán a dieciocho hijos, con cargo a la beneficiencia nacional. No pueden entender que si, de hecho, tratas a los católicos con suficiente afecto y consideración, vivirán como protestantes, a pesar de la naturaleza autoritaria de su Iglesia” ( Brendan O´Leary, p. 163).

 

 Las grandes infraestructuras construídas por O´Neill, por ejemplo, se orientaron a la garantía del mantenimiento de la hegemonía unionista. La Universidad de Derry, fue construída en Coleraine, un pueblo mayoritariamente protestante a poca distancia de la ciudad de Derry, de mayoría católica, mientras que la autopista de Belfast enlazaba exclusivamente con localidades de mayoría protestante como Lurgan o Portadown. En definitiva, la retórica no vino acompañada de hechos. A excepción del encuentro con el  con el primer ministro irlandés Sean Lemas, en 1965, y la ocasional visita a colegios católicos, O´Neill no supo colmar las expectativas de una clase media católica que reclamaba sus derechos con la carta de ciudadanía británica en la mano, y que pretendía ganar en la calle lo que el Régimen era incapaz de satisfacer. O´Neill terminó por perder el apoyo de la comunidad Unionista, sin saberse granjear la confianza de los católicos.

 

 Para cuando el fundamentalismo presbiteriano de Paisley cobró fuerza, a partir de 1964, abriendo una crisis sin precedentes entre los Unionistas del Ulster, la base del protestantismo lealista ya acusaba a O´Neill de Lundysmo y de pretender traicionar al Ulster. En 1966 las renacidas UVF asesinaban a un católico en Belfast, ante la percibida crisis de fe patriótica Unionista, con el objeto de poner fin a las tímidas reformas de O´Neill. La Historia de los troubles (problemas), fue tanto producto de la crisis desatada en el seno del Unionismo (la comunidad que con más fuerza escuchaba las Voces Ancestrales de la nación por entonces), como de la radicalización política posterior de sectores de la clase media católica.

 

2.2. DE LAS CENIZAS DE BOMBAY STREET AL NACIMIENTO DE LOS PROVOS: (IRLANDA DEL NORTE, AGOSTO DE 1969).

 

Sabía que ya nada sería igual para los ciudadanos de Belfast. Veía venir a todos esos chicos fascinados por las virtudes de la fuerza bruta republicana. Sabía también que acabarían por sucumbir a la lógica del más abierto sectarismo, que acabarían asesinando a nuestros vecinos protestantes. De la noche a la mañana, toda esperanza por acabar con el viejo tribalismo étnico que  separaba a católicos y protestantes se vino abajo

Paddy Devlin, ex/miembro del IRA y fundador del SDLP, junio de 1970.

 

Cualquier hombre que en nombre de Irlanda acepta un acuerdo que no sea el de la total separación de Inglaterra, es culpable de una traición tan inmensa, de un crimen tan abominable contra la nación irlandesa, que uno solo acierta a decir que hubiera sido mejor que tal hombre no hubiera nacido”

Patrick Pearse, agosto de 1915.

 

 

 El propio Gerry Adams recuerda cómo, tras la puesta en libertad del último militante del IRA acusado de participar en la desastrosa campaña fronteriza en 1961, “los republicanos de Belfast se dieron cuenta de que contaban con veinte personas y dos revólveres cortos” ( Gerry Adams, p. 56). Posteriormente dirigentes del Provisional IRA ofrecen testimonios en la misma línea. Históricos del movimiento como Jimmy Drumm, Daithi O´Connail o Billy Mckee, definían a los republicanos “como una raza extinguida, de la que la comunidad católica ya no se acordaba”.

 

 Adolescentes, sin antecedentes republicanos, que sólo engrosaron las filas Provos tras los disturbios de 1969, como Danny Morrison, recuerdan como en 1966, “el IRA era algo que pertenecía a los libros de Historia” (Patrick Bishop, p. 123).

 

 Existía entre la comunidad católica norirlandesa, un sentimiento de optimismo generalizado ante la apertura liberal del Régimen de Stormont, auspiciada por Terence O´Neill desde su llegada al poder en 1963. Una convicción entre una amplia amalgama de una nueva intelligentsia católica y Unionista liberal de que en Irlanda del Norte se podían articular nuevas formas de consenso democrático, en la que los derechos y las aspiraciones de la minoría católica se vieran reflejados.

 

 Desde sus orígenes en 1964, el movimiento pro-derechos civiles supo aglutinar a un vasto elenco de representantes políticos y sindicales bajo una bandera común. Un movimiento ajeno a la Ideología nacionalista irlandesa, pese a la presencia de nacionalistas y republicanos en su seno. Según Paddy Devlin, por aquel entonces miembro del Partido Laborista de Irlanda del Norte (NILP): “podías encontrar gente de un amplio espectro político. Desde socialistas y sindicalistas, hasta Unionistas liberales y miembros de las sociedades republicanas de Wolfe Tone. Así como republicanos adscritos a las tesis de Johnston y Goulding, o nacionalistas católicos al estilo de Joe Devlin” (Paddy Devlin, p. 67).

 

 El programa común a todos ellos fue consensuado en 1967, en la plataforma cívica, que paso a conocerse como NICRA ( Northern Ireland Civil Rights Association/ Asociación de Derechos Civiles de Irlanda del Norte), que a imitación del movimiento pro-derechos civiles norteamericano pretendía constituirse en la punta de lanza de todo movimiento social de masas. Las exigencias de la NICRA eran básicamente tres, todas ellas basadas en libertades civiles básicas debidas a los católicos de Irlanda del Norte, como ciudadanos de pleno derecho en el Reino Unido.

 

A/ Disolución de los B-Special

B/ La exigencia del fin del monopolio corporativo  y de la manipulación de los distritos electorales locales.

C/ Reformas legislativas orientadas a poner fin a la discriminación católica en el empleo y la asignación de viviendas.

 

  Salvo grupúsculos, como el trotskista de Eamonn Mccann o el People´s Democracy

(Democracia Popular) de Bernadette Devlin, famosa por su participación en la batalla del Bogside de Derry, en agosto de 1969, no había nadie dentro del movimiento pro-derechos civiles con el apoyo o la capacidad de maniobra suficientes como para imponer tesis revolucionarias maximalistas. El IRA mantuvo una presencia nominal en una NICRA que ya en 1968 se diluyó en un movimiento de masas mucho más amplio y que escapaba a su control. Para Goulding, resultaba claro en 1967 que su republicanismo marxista de nuevo cuño se empecinaba en mantener la ficción de la existencia de un movimiento que en la práctica era inexistente: “es cierto que se mantuvo cierta actividad armada para mantener a los tradicionalistas a bordo, como la voladura del monumento a Nelson en Dublín, en 1966, pero para 1967 el movimiento republicano era algo inexistente, la afiliación política o el activismo militar era algo puramente nominal a ambos lados de la frontera” ( M. L Smith, p. 126).

 

 Persistía, no obstante una rama tradicionalista hostil a abandonar el fusil y el rosario. Las cabezas visibles de la disidencia eran viejos dirigentes como Ruari O´Bradaigh y Sean Mac Stiofáin, junto con veteranos de la campaña fronteriza como Billy Mckee o Daithi O´Conaill, integrados estos últimos en la Brigada de Belfast, epicentro de la futura escisión Provo. Las primeras fricciones en la Ejecutiva Militar datan de 1964, cuando Johnston condenó la práctica habitual de recitar el rosario en las conmemoraciones republicanas, tachándola de puro sectarismo. Sean Mac Stiofáin replicó diciendo que “los comunistas no tenían derecho a permanecer en la Ejecutiva Militar del IRA” ( P. Bishop, p. 78).

 

 En el fondo, subyacía la firme creencia de Mac Stiofáin de que las nuevas veleidades marxistas de MacGuiolla o Goulding terminarían por corromper las esencias de la fe republicana. Pese a todo, la posibilidad real de una escisión en el movimiento no comenzó a plantearse seriamente hasta julio de 1969, cuando la violencia intracomunitaria amenazaba con degenerar en guerra civil etno/nacionalista en Irlanda del Norte. Para Jimmy Steele, Billy McKee o Joe Cahill, futuros dirigentes Provos, el Provisional IRA nació en la oración ante la tumba de McCormick y Barnes (responsables de la matanza de Coventry en 1939). En la oración a los mártires Jimmy Steele no hizo mención alguna a la necesidad de defender a los nuestros (lo católicos) de la furibunda reacción lealista al movimiento pro-derechos civiles, sino de la esperanza de que el IRA volviese a hacer honor al legado de Pearse, al culto de los fenianos muertos y a la labor inacabada de 1916, olvidándose de los postulados de Mao:

 

“Nuestros dos mártires, que honramos hoy, fueron a combatir al enemigo en su propio territorio utilizando los únicos métodos que nos llevarán al triunfo final. No los métodos de los políticos, ni de los Constitucionalistas, sino el método empleado por los soldados. El método de la lucha armada. El objetivo último de la nación irlandesa jamás será logrado a través de la plataforma política o Constitucional. De hecho, hoy por hoy, el movimiento es más proclive a hablar de los postulados de Mao que de nuestros patriotas muertos. De las tumbas de los patriotas muertos emergen naciones vivas, dijo Pearse. Tenemos la esperanza de que las tumbas de Barnes y McCormick, emerga una combinación del nuevo y viejo espíritu. Un espíritu que termine por completar la labor inacabada legada por nuestros mártires” (Peter Taylor, p. 145).

 

 Para el propio Billy Mckee, la causa de la escisión no tuvo nada que ver con el fracaso en la defensa de los guetos católicos (posibilidad que Goulding desechó, argumentando que ello no haría sino azuzar la llama de un conflicto sectario entre la clase trabajadora protestante y católica en Irlanda del Norte, y para lo cual el IRA carecía por entonces de recursos humanos y militares) sino por cuestiones de índole ideológica, que terminaron por quebrantar la unidad del movimiento en diciembre de 1969. McKee mantiene, aún hoy día, que la escisión hubiera tenido lugar al margen de la evolución de los acontecimientos en Irlanda del Norte: “No tuvo nada que ver con presupuestos defensivos en el Norte. Hubiera pasado incluso si el IRA hubiese sido una organización realmente poderosa en 1969” (Peter Taylor, p. 190).

 

 Mientras tanto, Irlanda del Norte se precipitaba por la senda del enfrentamiento entre ambas comunidades. Desde octubre de 1968, las manifestaciones en pro de los Derechos Civiles se toparon con la oposición violenta de turbas lealistas lideradas por el reverendo Ian Paisley. La trasgresión de fronteras tribales degeneraba en crecientes enfrentamientos entre católicos y protestantes, en las que el RUC actuaba en colusión con el radicalismo lealista. La llamada al SOS Ulster del populismo orangista de Craig o Paisley comenzaba a ganar más adeptos en la comunidad Unionista que la retórica apaciguadora de un O´Neill cada vez más aislado en el UUP (Ulster Uninist Party). La situación comienza a desbordar al Régimen de Stormont, ante la totalidad pasividad de Londres.

 

 En enero de 1969, el People ´s Democracy organiza una marcha pro-derechos civiles de Belfast a Derry, secundada por miles de católicos. La marcha, prohibida por O´Neill, es objeto de continuos ataques por parte de lealistas. A su vez, Derry vive desde inicios de año en un estado de semi-anarquía. La práctica sublevación de áreas católicas, como la del Bogside o Creggan se traduce en constantes enfrentamientos con el RUC, incapaz de restaurar el viejo Régimen Unionista. A mediados de 1969 surgen las primeras non go areas (áreas de exclusión y de defensa comunitaria) junto con los primeros Comités de Defensa ciudadana en ambas comunidades, al borde del enfrentamiento civil.

 La situación se agrava con la temporada de marchas orangistas de julio/agosto de 1969. El 12 de agosto la marcha de los Apprentice Boys (Chicos Aprendices) de Derry/Londonderry se encuentra con la oposición de manifestantes católicos del Bogside, duramente reprimidos por el RUC. Los disturbios se prolongan durante dos días, en la que pasó a ser conocida como batalla del Bogside. El régimen opta por la movilización de los B-Specials, que acompañados por millares de lealistas, literalmente invaden áreas católicas de Derry en una orgía de violencia y destrucción.

 

 En Belfast, hasta entonces relativamente al margen del drama que se vivía en Derry, manifestantes católicos de Belfast Oeste atacan el Cuartel General del RUC en Springfield Road. La respuesta lealista es furibunda. El 14 de agosto áreas enteras del Oeste de Belfast católico son incendiadas y arrasadas por lealistas en colusión, de nuevo, con el RUC. En calles como Bombay Street, el 60% de los hogares católicos fueron arrasados o destruídos por las llamas. Un 15 de agosto de 1969, de entre las cenizas de Bombay Street, comenzaron a desplegarse los primeros soldados británicos enviados para defender a la comunidad, que se había llevado la peor parte de los disturbios.

 

 Para muchos católicos de Irlanda del Norte, agosto de 1969 fue el inicio psicológico de los Troubles. Gerry Adams argumenta que tras agosto, “la comunidad percibió la necesidad de ser defendida por el IRA”. En noviembre de 1994, poco después del primer alto el fuego republicano. Des Wilson, Obispo de Derry, afirmaba que era absurdo pedir el desarme del IRA, “porque no podía dejar a la comunidad católica indefensa”. El propio John Hume, dirigente del SDLP, defendía en 1992 la idea de que “la violencia del IRA nacía de las cenizas de Bombay Street” (Malachy O´Doherty, p. 156)

 

 Como se puede observar, el mito sirve, incluso, para justificar decisiones políticas del presente, al calor de un oscuro pasado. La idea que se desprende, de alguna manera, es que la violencia católico/nacionalista que vino después de los disturbios de agosto de 1969, es legítima y racional, mientras que la de nuestros vecinos protestantes, es un subproducto patológico, animada por un odio irracional. Su funcionalidad política estriba en que la Herida Patriótica, nunca cerrada, pone una venda a nuestras atrocidades étnicas, siempre más legítimas y razonables que la de los otros. El mito sirve además para delimitar una frontera tribal infranqueable entre ellos (protestantes) y nosotros (católicos). Cuando a Gerry Adams le resultaba poco creíble recurrir a Bombay Street para justificar las peores atrocidades del IRA, siempre recurría a otra Herida Patriótica: aquella que venía a argumentar que el IRA no necesitaba de ningún mandato democrático, “porque su violencia nacía de los 800 años de ocupación” o “del resentimiento y la opresión del pueblo de Belfast Oeste”( Malachy O´Doherty, p. 178).

 

 El pueblo de Belfast Oeste nace de la ensoñación romántica de Adams. Al parecer, ni los protestantes de Belfast Oeste (al otro lado del muro de paz), a los que el IRA ha asesinado son pueblo de Belfast Oeste, ni los desaparecidos, ni las víctimas de las palizas de castigo o los disidentes de otra ideología forma parte del pueblo de Belfast Oeste. Al IRA el mito le ha servido para limpiar la comunidad (recordad Bombay Street, reza aún un mural republicano de Falls Road) , y a John Hume para defender la articulación de un frente étnico a principios de la década de los noventa, tan homogéneo como otro ya pre-existente, el Unionista/protestante.

 

 Otro mito nacionalista irlandés recurrente, es la consideración del inicio de los Troubles como un progrom lealista. El juicio de valor intrínseco a esta interpretación es que la comunidad católico/nacionalista, y sus acciones políticas, parten de un ethos, esencialmente buenista, armónico, anti-materialista, solidario, mientras que las acciones protestantes parten de un ethos irracional, sectario, materialista. Nuestra violencia es buena, la de ellos mala, irracional, sectaria.

 

 La versión más plausible sobre los acontecimientos de agosto de 1969 la ofrece a nuestro entender Bowyer Bell. (Bowyer Bell, p. 234). Defiende la tesis de que ambas comunidades actuaron guiadas por la percepción y los prejuicios que tenía una de la otra. Los católicos vieron un progrom orangista de intenciones genocidas, y los protestantes una insurrección orquestada por el IRA para acabar con su Estado, Irlanda del Norte. Recuérdese, a este respecto la alocución televisada del primer ministro irlandés Jack Lynch el 14 de agosto de 1969, en la que anunciaba que “la República no permanecería impasible”, ordenando el traslado de tropas a la frontera norirlandesa.

 

 El resultante fue un doble proceso de limpieza étnica, en el que la minoría católica, la más indefensa, llevó la peor parte. En su autobiografía, el socialista y ex/miembro del SDLP Paddy Devlin maneja un criterio muy similar (Paddy Devlin, p. 189). Los sucesos de agosto provocaron el desplazamiento humano forzoso más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que cerca de 1.500 familias católicas se vieron obligadas a abandonar zonas de población mixta, para trasladarse a zonas católicas más seguras. Cerca de 300 familias protestantes sufrieron el mismo destino. En total, uno de cada diez ciudadanos de Belfast fue forzado a abandonar su hogar buscando refugio en otras áreas de la ciudad, el 70% de ellos católicos. A su vez, los disturbios de 1969 supusieron el deterioro irreversible de las relaciones entre católicos y protestantes, el fin de cualquier remanente de sociedad civil en Irlanda del Norte, y la instauración de la lógica comunitarista étnica.

 

 Así las cosas, los católicos recibieron con auténtico júbilo a las tropas británicas desplegadas en Irlanda del Norte. “Los ahogaban en tazas de té”, que diría Paddy Devlin. Eran los defensores de la comunidad católica, frente aun RUC más desacreditado que nunca. Los hechos, a este respecto, dicen poco a favor de la versión ofrecida por Gerry Adams, en el sentido de que “fueron pocos en la comunidad los que confraternizaron con las tropas británicas”, o que tras agosto, “los católicos sintieron la necesidad de ser defendidos por el IRA” (Gerry Adams, p. 86).

 

 Cuando Sean Mac Stiofáin pidió armas para defender al pueblo en agosto de 1969, la Ejecutiva Militar del IRA, encabezada por Goulding se negó, reiterando que “la defensa de los católicos correspondía al RUC o al Ejército Británico, y que además no tenían armas para tal defensa” (Peter Taylor, p. 167). Es importante hacer hincapié en esta noción de pueblo irlandés, porque no se refiere a la comunidad que vive y respira de Belfast Oeste, sino a la que debería ser bajo la dictadura de las tumbas de los fenianos muertos, de la que el IRA es su intérprete y guardián natural. La comunidad sólo es comunidad real cuando comparte las creencias del IRA. Por ello, resulta del todo incongruente para Adams que los católicos de Belfast Oeste ridiculizaran al IRA en agosto de 1969, al grito de I ran away ( me escapé). La comunidad prefería adular a los británicos, que fascinada por sus atuendos los inundaban de tazas de té. La mayoría absoluta de católicos, según el periodista de Belfast Oeste Malachy O´Doherty, “creían que la guerra había terminado. Nos encontrábamos en un momentáneo estado de shock del que nos podíamos recuperar (Malachy O´Doherty, p. 167).

 

 En resumidas cuentas, el pueblo en armas contra Inglaterra ensoñado por Gerry Adams no existía en agosto de 1969. La escisión embrionaria Provo del 24 de agosto de 1969, opuesta al liderazgo de Goulding, estuvo integrada por nueve de las trece unidades del IRA en Belfast. El nuevo contingente incluía a veteranos republicanos tradicionalistas y jóvenes católicos fogueados en los disturbios de 1969, como Joe Cahill, Billy Nelly, Daithi O´Conaill, Seamus Twomey, Gerry Adams, Jimmy Drumm, Billy McKee , o Mac Stiofáin entre otros. En total, los Provos no contaban con más de sesenta militantes, mal armados, a finales de 1969, cuando se formaliza la ruptura dentro del movimiento. (Patrick Bishop, p. 223).

 

  Ésta se produce de forma efectiva en diciembre, cuando la Convención de la Ejecutiva Militar encabezada por Goulding decide, mayoritariamente, romper con la tradicional política abstencionista y reconocer la legitimidad de los parlamentos de Stormont y Dublín. A su vez, se propugnaba la integración del IRA en un Frente de Liberación Nacional, junto al minúsculo Partido Comunista Irlandés.

 

 Aquello era una auténtica herejía para la rama tradicionalista encabezada por O´Bradaigh y Mac Stiofáin. Suponía, nada menos, que reconocer la legitimidad del odiado Free State ( Estado Libre) creado tras la traición del tratado y la ocupación británica del Norte de Irlanda. Se crea una Ejecutiva Militar Provisional ( el término Provisional pretendía hacer honor al Gobierno Provisional de la República proclamado por los insurgentes de la Rebelión de Pascua en 1916), que declara su alianza a la República imaginada por Patrick Pearse: “Declaramos nuestra alianza a la República Unitaria proclamada en la Pascua de 1916, establecida por el Dail Eireann en 1919, derogada por la fuerza de las armas en 1922 y suprimida hasta la actualidad por los Estados particionistas de los seis y veintiséis condados impuestos por los británicos”

(Brendan O´Brien, p. 76).

 

 En enero de 1970 se celebra el primer Ard Fheis (Conferencia Anual) del Provisional Sinn Fein, a cuyo frente se sitúa Ruari O´Bradaigh (también integrante de la primera Ejecutiva Militar del Provisional IRA). El movimiento Provisional contó con la bendición del último representante vivo del Dail de 1921 (el último parlamento Pre- Tratado), Thomas Macguire, para quien los poderes del Gobierno de la República eran automáticamente transferidos a la Ejecutiva Militar del Provisional IRA. Desde entonces coexistieron dos IRAs. El OIRA (Oficial IRA) leal a la línea marxista defendida por Johnston, Thomas Macguiolla y Goulding, y el Provisional IRA, más conocidos por Provos.

 

 En Irlanda del Norte, el sucesor en el cargo de O´Neill, Chichester Clark, aceleró la aplicación del paquete de reformas reclamado por la NICRA, con el objetivo de salvar los muebles de un Régimen agónico. Los B-Specials fueron disueltos y sustituidos por la UDR ( Ulster Defence Regiment/ Regimiento de Defensa del Ulster), mientras que el RUC fue desarmado. Se asignó una Comisión Independiente con objeto de poner fin a la discriminación en el empleo y la asignación de viviendas, al tiempo que se ponía fin a décadas de manipulación electoral en los distritos locales.

 

 Sin embargo, la nueva variable política más significativa era la presencia del Ejército Británico en las calles, que con el transcurrir de los meses, se mostraba cada vez más brutal y frustrado por su incapacidad para hacer frente a los disturbios sectarios por la creciente animosidad entre católicos y protestantes. Ello por diversos factores. En primer lugar, la absoluta mayoría de soldados era ajeno a la demografía sectaria de Irlanda del Norte. Sus referentes más inmediatos eran los de la lucha contrainsurgente colonial en Aden, y sus únicos instrumentos de disuasión política eran el gas lacrimógeno y el fusil. A ello añadir que hasta 1972, el Ejército actuó bajo las órdenes del Régimen Unionista, que percibía la problemática norirlandesa como una insurrección católica orquestada por el IRA para acabar con Irlanda del Norte.

 

 En consecuencia, la línea de actuación represiva reflejaba una parcialidad sectaria. Mano dura para la comunidad católica, y blanda (cuando no impunidad) para la protestante, cuyos extremistas ya habían dado muestras de vigor terrorista antes de que el IRA irrumpiese en el escenario político norirlandés. En cierto modo, el IRA no tuvo más que auparse a un curso de los acontecimientos que circunstancialmente le fueron favorables.

 

 El toque de queda decretado en Falls Road, en julio de 1970, ante esporádicos ataques del IRA, inició un ciclo brutal y desproporcionada violencia represiva contra amplios sectores de la comunidad católica, cuyo climax fue el Domingo Sangriento de Derry, 30 de enero de 1972, cuando en una marcha católica en pro de los Derechos Civiles y en contra del Internamiento sin juicio previo (impuesto por el líder Unionista Brian Faulkner en julio de 1971) el Ejército Británico asesinó a trece personas.

 

 Al margen de ellos, a principios de 1970, cuando la luna de miel entre la comunidad católica y el Ejército británico perduraba, el Provisional IRA maduraba su propia estrategia política, orientada a forzar la unidad política de la isla, previa retirada de las tropas británicas de Irlanda del Norte. El IRA era muy consciente de que carecía del apoyo popular suficiente entre la comunidad católica como para lanzar una ofensiva contra el Ejército británico. El propio Danny Morrison (uno de los arquitectos políticos de la estrategia del fusil y la urna en la década de los ochenta) reconoce que si el IRA hubiera lanzado una ofensiva a mediados de 1970, la comunidad se hubiera preguntado: “¿Qué tipo de monstruos engendramos en nuestros barrios?” (Peter Taylor, p.127).

 

 Lo cierto es que la línea estratégica estaba ahí, bien delimitada por el propio Mac Stiofáin en febrero de 1970: “Primero, estar alerta para la defensa de áreas nacionalistas ante la llegada de la temporada de marchas lealistas en verano, para evitar otro agosto de 1969. Segundo, actuar en contra de las tropas británicas en caso de que repriman a la comunidad nacionalista. Tercero, lanzar una ofensiva total contra el sistema de ocupación británica” (Peter Taylor, p. 145).

 

 El pez IRA, como indica el manual maoísta, precisaba de agua, que, cuando menos, tolerase a sus monstruos. Necesitaba, en consecuencia, de un deterioro de las relaciones entre católicos y el ejército británico, para que el imaginario republicano, nacionalismo irlandés versus imperialismo británico, se hiciese real a los ojos de muchos jóvenes católicos del gueto, y el IRA pudiera arrogarse, de esta manera, el papel de defensor de la comunidad. Paradójicamente, el hecho de que el IRA coaccionase y castigase, aún a finales de 1970, a numerosos miembros de la comunidad católica que colaboraban activamente con el Ejército, indica que el IRA no era percibido, ni mucho menos, como defensor legítimo de la comunidad. La creciente brutalidad y parcialidad del Ejército cambiará esta percepción entre muchos católicos, en beneficio del PIRA.

 

2.3. ENTRE EL EIRE NUA (LA NUEVA IRLANDA) Y EL ESPEJISMO COLONIAL/TERCERMUNDISTA: EL NATIVISMO ESENCIALISTA PROVO.

 

Si los protestantes no quieren ser liberados, les liberaremos nosotros” (Sean Mac Stiofáin en 1973, en M.L.R. Smith, p.232).

 

 Si el toque de queda en Falls Road católica, el 3 de julio de 1970, marcó el inicio del deterioro de las relaciones entre amplios sectores de la comunidad católica y el Ejército, con el internamiento sin juicio previo de agosto de 1971 (en vigor hasta 1976) el deterioro se tornó en irreversible hostilidad. El Ejército, fuerza de ocupación para los republicanos, era crecientemente percibido por los católicos como una fuerza armada al servicio de los Unionistas[iii].

 

 En agosto de 1970 se funda el SDLP (Social Democratic and Labour Party), integrado por socialistas y nacionalistas moderados provenientes del movimiento pro Derechos Civiles como Gerry Fitt, Paddy Devlin o John Hume. Nació como  un partido de Ideología socialdemócrata, cuyo objetivo primordial era la búsqueda de un pacto Constitucional entre católicos y protestantes sin renunciar, a largo plazo, a la reunificación política de la isla, siempre y cuando una mayoría significativa de norirlandeses así lo desearan. Desde sus orígenes rechazó y denunció la violencia republicana, aspirando a que Irlanda del Norte católicos y protestantes pudiesen vivir como iguales[iv]

 

 De momento la marea política parecía jugar a favor de los fundamentalistas de ambas comunidades. La decisión de Brian Faulkner, primer ministro norirlandés y miembro del UUP, de introducir el internamiento sin juicio previo (bajo el Special Power Act) en los guetos católicos sólo podía contribuir a engordar las filas del IRA. Para Paddy Devlin, el internamiento fue el error político más grave cometido por Brian Faulkner: “Después de lo que había pasado hasta entonces, era obvio que la responsabilidad de la violencia recaía tanto en grupos paramilitares lealistas como republicanos. La única razón de orientar una política represiva ciega y brutal hacia una sola comunidad, no podía ser otra que la del más abierto sectarismo” (Paddy Devlin, p.89).

 

 Entre agosto de 1971 y mediados de 1972, cerca de 2.500 familias católicas sufrieron la detención, el abuso y la privación de los derechos más fundamentales por parte del Régimen de Stormont, en su gran mayoría sin conexión alguna con el movimiento republicano. Fue entonces cuando miles de jóvenes católicos, sin conexión previa con el republicanismo irlandés, se alistaron voluntariamente en las filas Provos.

 

 El sentimiento era de humillación, resentimiento, de la búsqueda de venganza contra el Ejército, contra los prods  o los blacks, los protestantes. Si bien en 1970 el IRA asesinaba a 15 personas, en 1971 eran 89, mientras que en 1972, cenit de su campaña terrorista, eran 243. Para Patrick Bishop, “La absoluta mayoría de sixty niners

(adolescentes católicos que tomaron parte en los disturbios de 1969) Provos no cayó en manos del IRA por su fe en el republicanismo. Más bien eran repetidas experiencias de abuso por parte del Ejército las que les llevaban a enrolarse en el movimiento”

(Patrick Bishop, p. 150).

 

 Ante todo, se ofrecía un análisis simplista de la situación, dentro de coordenadas ideológicas absolutistas. Unidad política de la isla, previa retirada británica a través de la lucha armada. El paradigma más aludido inicialmente era el de la Guerra Tan (La Guerra de la Independencia) siendo los Provos, bajo esta perspectiva, los herederos de las flying columns (columnas móviles) del mítico Tom Barry.

 

 En septiembre de 1971, el Provisional IRA articula su primer programa político. El Eire Nua (Nueva Irlanda) propugnaba la reestructuración política federal de la isla sobre la base de sus cuatro provincias históricas[v]. El Eire Nua niega (por omisión) el derecho a la secesión de una minoría, la Unionista, considerando a Irlanda como una entidad nacional natural, unitaria y pre-existente. En el fondo, subyace una noción esencialista y totalista de pueblo/nación irlandés, vinculado a un imaginario nativista excluyente, que predetermina una unidad de destino político inmutable.

 

 El pueblo irlandés es referido a la manera de un ente étnico suprahistórico en confrontación horizontal con Inglaterra. El genuino Volkgeist celta/católico irlandés es un elenco de virtudes políticas y sociales corrompidas por Inglaterra:”El pueblo irlandés ha demostrado un talento innegable a la hora de otorgarse a sí  mismo estructuras administrativas justas, tanto en el ámbito político como social. Vemos este ejemplo en las leyes Brehonas, que perduraron en Irlanda entre los siglos VIII y XVI” (Eire Nua, Provisional Sinn Fein, octubre, 1971)

 

 Con el recurso a la Arcadia armónica celta, se niega la realidad histórica de atomización/fragmentación política de la Irlanda gaélica hasta las guerras isabelinas de fines del siglo XVI. Omite la extrema jerarquización y formas feudales propias de la sociedad gaélica de clanes, en donde la lealtad política y la afinidad identitaria no superaba los estrechos márgenes de la tuath ( provincia o reino en gaélico) y del jefe del clan, así como la interacción cultural y política de las élites nobiliares anglo/normandas, gaélicas o danesas hasta las guerras de religión en las islas británicas en el siglo XVII, en la que irlandeses de una u otra confesión, anglicana, presbiteriana o católica defendieron, sin distinción, la legitimidad sucesoria de diferentes monarcas ingleses.

(R. Foster)

 

 Para el PSF (Provisional Sinn Fein), hermano menor del IRA en la década de los setenta, los sistemas políticos actuales de Irlanda son ilegítimos. La partición es definida como una “mera imposición británica”. La última votación genuinamente democrática se produjo en 1918, “cuando la absoluta mayoría de irlandeses votaron por la unidad política y la soberanía de la isla” (Eire Nua, Provisional Sinn Fein, octubre 1971). El argumento no confronta el rechazo vehemente de los protestantes del Ulster a la unidad política de la isla,  ni las sucesivas debacles electorales de los republicanos tras 1921, todo sería producto de “la alienación transitoria del pueblo o de la perfidia inglesa”. Los protestantes son concebidos dentro de una especie de limbo de irrealidad, a los que se puede imponer un criterio político de forma arbitraria. La comunidad Unionista, a este respecto, es una mera “facción antidemocrática sostenida por Westminster” (Eire Nua, Provisional Sinn Fein, octubre, 1971).

 

 El propio Gerry Adams defenderá argumentos muy similares como Presidente del PSF (Provisional Sinn Fein). Para Adams, los Unionistas en 1986 “arrastran una aguda crisis de identidad”. Se trataría de una identidad, “sostenida artificialmente por la Unión”. Una vez destruída la Unión con Inglaterra, “los Unionistas habrán de descubrir su verdadera irlandesidad[vi] “. Uno debiera concluir a partir de este hilo argumental que el republicanismo posee el monopolio de definición de irlandesidad; que sólo se es pueblo irlandés si se comparten las creencias y concepción de la Historia de Irlanda de los republicanos, el resto, por no irlandés, es, en consecuencia,  objeto legítimo de coerción o conversión ideológica.

 

 El Socialismo del Eire Nua es,  a su vez, una deriva del esquema nativista pearseano anteriormente esbozado. Es decir, se circunscribe dentro de la típica noción pearseana de la eterna batalla entre dos civilizaciones de valores inmutables y antagónicos. La gaélico/católica, solidaria, armónica, antimaterialista, cooperativista, y la protestante/británica, materialista, individualista, corrupta, capitalista. La primera, representante del bien absoluto, Irlanda, la otra, Inglaterra, el mal absoluto. De esta forma, el futuro Estado Irlandés habrá de preservar la pureza de un alma nacional inmutable, gaélica, católica y anglófoba: “El futuro estado irlandés intervendrá en la vida económica de la nación para garantizar el control nativo de sus recursos y en el ámbito cultural para evitar la alienación de nuestro pueblo a través del consumo masivo de cultura pop anglosajona, que sienta las bases para la explotación materialista y capitalista. Así mismo, el Sinn Fein tomará iniciativas políticas para que la lengua irlandesa se convierta en un idioma de uso diario entre nuestro pueblo[vii]

 

 Bien es cierto que, a principios de la década de los 70, el IRA no era dado a grandes disquisiciones teóricas. De acuerdo con Mac Stiofáin, se trataba de “escalar, escalar, escalar”, hasta forzar una retirada británica, que por sí misma vería surgir, inexorablemente, el paraíso armónico nacionalista de Patrick Pearse; una Irlanda libre, gaélica y socialista. Argelia, Chipre o Palestina eran los modelos más recurrentes. La fascinación militarista era tal que, según María Maguire (miembro de la Ejecutiva Militar del IRA), simplemente se calculaba el número de soldados británicos muertos    necesarios, que supuestamente forzaron la retirada en otras colonias, y se actuaba en consecuencia.

 

 Al margen del espejismo tercermundista republicano, existía otro que para finales de 1971 cobraba más verosimilitud para el SDLP, quien advertía del riesgo de una guerra sectaria entre católicos y protestantes, si el IRA persistía en su campaña. En septiembre, el unionismo se desgaja en un mar de siglas políticas.

 

 Por un lado, el UUP (Ulster Unionist Party) de Brian Faulkner, proclive a un pacto constitucional con los católicos; y por otro, el bloque lealista, que incluiría al DUP

( Democrátic Unionist Party/ Partido Democrático Unionista) de Ian Paisley, al Partido de la Vanguardia de Craig y el glosario de organizaciones paramilitares lealistas que surgen de los guetos protestantes de Belfast, como el de Sandy Row o Shankill Road. Proclives últimos a aplicar la lógica del majority rule, una versión descafeinada del Estado protestante para protestantes.

 

 En septiembre de 1971 nace la organización paramilitar lealista más poderosa: la UDA (Ulster Defence Association/Asociación de Defensa del Ulster), que llegó a aglutinar a cerca de 40.000 militantes entre 1971 y 1975. Con el nombre de guerra de la UFF

(Ulster Freedom Fighters/ Luchadores por la libertad del Ulster) fue responsable de la muerte de centenares de católicos durante los troubles irlandeses. En octubre anunció el inicio de una campaña terrorista que presionase a la comunidad católico/nacionalista para poner fin a la espiral Provo. La UDA se hizo rápidamente famosa por su brutalidad y sectarismo. Todos los taigs ( nombre peyorativo lealista para designar a los católicos en Irlanda del Norte)  enemigos del Ulster y de la fe, eran sin distinción objetivos de la banda armada: “Convencidos de que los enemigos de la fe (protestante) y la libertad del Ulster tienen la firme determinación de destruir el Estado de Irlanda del Norte y esclavizar al pueblo de Dios, hacemos un llamamiento a nuestras instituciones lealistas que organicen la defensa de nuestro país con todo el armamento posible” ( Patrick Bishop, p. 234) . En 1973, la UDA lanzaba un comunicado en similares términos haciendo un llamamiento “al pueblo del Ulster, para acabar” con la minoría católico/nacionalista.

 

 Si 1971 fue un año sangriento, 1972 aún lo fue más. La muerte de 13 manifestantes católicos en Derry, a manos del Ejército Británico el 30 de enero de 1972, episodio conocido como Domingo Sangriento, incrementó las filas de un IRA, que en marzo introdujo el coche bomba como nuevo instrumento de lucha[viii].

 

 Ese mismo mes, el Gobierno británico abolió el Régimen de Stormont e introdujo el Gobierno directo de Londres. El Oficial IRA (OIRA) abandona la lucha armada en mayo, al mismo tiempo que representantes del PIRA inician una ronda de contactos con el Secretario para Irlanda del Norte, William Whitelaw. En ella se dieron cita Gerry Adams, Ivor Bell, Daithi O´Conaill y Sean Mac Stiofáin. El IRA exigía tres puntos para poner fin a la lucha armada:

 

1.- El Gobierno debe reconocer públicamente al pueblo de Irlanda le corresponde el derecho a ejercer la autodeterminación como una unidad política.

 

2.- El Gobierno británico debe retirar todas sus tropas de Irlanda antes del uno de enero de 1975.

 

3.- Al Gobierno británico le corresponde poner fin a la política de internamiento, y liberar a todos los prisioneros de guerra.

 

 Al fracaso y la ruptura de negociaciones, el IRA respondió con la colocación de 22 coches bombas en Belfast el 21 de julio de 1972. El Viernes Sangriento, como pasó a ser conocido, se cobró la vida de nueve civiles[ix]. Para finales de 1972, el IRA entrevé que la inercia militarista no era suficiente para provocar la retirada británica, y decide planificar una campaña de bombas en Inglaterra, llevada de forma gradual e intermitente hasta noviembre de 1974, en uno de los atentados más atroces de los republicanos, 21 personas resultaron muertas en Birmingham tras el estallido de dos bombas en pubs frecuentados por soldados británicos.

 

 Los sloganes republicanos de Victory 73 o Victory 74 eran algo más que propaganda orientada al consumo interno. Por aquel entonces, se tenía la certeza de que la guerra podía ser ganada en meses, y de que el todo o nada republicano era factible tras la caída del Régimen de Stormont. De esta forma, si en 1973 el IRA asesinaba a 130 personas, en 1974 se elevaba por encima de las 140.

 

 A finales de 1973, el Gobierno Laborista de Edward Heath intentó llevar adelante un proyecto constitucional para Irlanda del Norte. La Conferencia de Sunningdale reunió en una misma mesa al Gobierno británico, al Gobierno irlandés, y a tres partidos norirlandeses, comprometidos con la no violencia y la senda constitucionalista: el SDLP de Gerry Fitt, el UUP de Brian Faulkner y el Alliance Party de Olivier Napier. Los Acuerdos de Sunningdale proyectaban la creación de una Asamblea Autónoma bajo el principio de un Ejecutivo permanente coaligado (power sharing executive) con representantes de ambas comunidades. Se reconocía la dimensión irlandesa del problema, y se postulaba la creación de un Consejo de Irlanda, que sin atribuciones definidas, establecería vínculos institucionales con la República de Irlanda.

 

 La asamblea autónoma cobró vida en enero de 1974. Los tres partidos aglutinaban un voto mayoritario en ambas comunidades, pero desde un primer momento, la posición política de Brian Faulkner demostró ser muy delicada. Los duros de su partido, encabezados por Harry West, veían en el Consejo de Irlanda un caballo de Troya hacia una Irlanda Unida, mientras que el lealismo disidente de Craig o Paisley, acusaban a Faulkner de traición al Ulster y de Lundysmo.

 

 Las cosas tampoco eran sencillas para el SDLP. El internamiento sin juicio previo seguía vigente y los republicanos amenazaron de muerte a todos los cargos electos del SDLP que participasen en la Asamblea. El IRA emitió un comunicado en marzo en el que señalaba que “acabaría con la Asamblea de la misma manera que acabó con el Régimen de Stormont” (Peter Taylor, p. 160). En cierto modo, la Huelga lealista del UWC (Consejo de trabajadores del Ulster) hizo el trabajo sucio al IRA. Tras apenas cinco meses de vida, la Asamblea Autónoma se vino abajo.

 

 A mediados de 1974, funcionarios británicos del NIO (Oficina para Irlanda del Norte) iniciaron una nueva ronda de conversaciones con los republicanos, de las cuales surgió un nuevo alto el fuego del IRA. El 22 de diciembre de 1974 Los Provos, decretaron un cese indefinido de las operaciones que, prorrogado en el tiempo, perduraría hasta septiembre de 1975.

 

 2.4. LA CRISIS DE 1975 Y LA GESTACIÓN DE LAS HUELGAS DE HAMBRE:

 

“Nuestras lecciones se extraen directamente de la Historia. Nosotros recordamos la Gran Hambruna, recordamos a los fenianos. Recordamos 1916 y las ejecuciones. Recordamos los progroms lealistas de la década de los veinte. Recordamos, con especial orgullo, a ese puñado de republicanos que a lo largo de los años mantuvieron viva la llama de la libertad. Recordamos el poder orangista, el toque de queda en Falls Road, los asesinatos lealistas, los asesinatos británicos, recordamos….”

An Phoblacht/Republican News, mayo de 1981.

 

 Existen versiones contradictorias a cerca de por qué el IRA decretó un alto el fuego a finales de 1974. Según Mac Stiofáin, los británicos habrían prometido una “retirada escalonada del Norte de Irlanda”, mientras que Merlyn Rees, por aquel entonces Secretario para Irlanda del Norte, negó la veracidad de tales afirmaciones.

 

 Probablemente, el Gobierno Británico trató de aplicar el principio del palo y la zanahoria. Es decir, prorrogar en lo posible el alto el fuego republicano para hacer inviable el retorno del IRA a la senda de las armas, y guiar hacia la senda constitucionalista al Sinn Fein. El propio Adams reconoce que se fue a la mesa de negociaciones “sin tener una noción clara de hacia donde se quería ir” (Patrick Bishop, p. 245).

 

Las consecuencias del alto el fuego fueron, desde luego, nefastas para el Provisional IRA. Danny Morrison definió la situación del IRA como “desastrosa”, tras la restauración de la actividad armada a fines de 1975, mientras que Martin McGuinness

(cabeza visible del IRA en Derry) recuerda aquel periodo como un “estado crítico para el movimiento republicano” (Peter Taylor, p. 167).

 

 El IRA salió del alto el fuego muy debilitado. Con una capacidad letal notablemente menor, con un aparato militar infiltrado por los Servicios de Inteligencia Británicos, y teniendo que hacer frente a una serie crisis de legitimidad en los guetos católicos tras años de sangría humana. El movimiento carecía de horizonte político alguno. Lo que prevalecía era una pura inercia militarista centrada en la pugna por el control de feudos con otros grupos paramilitares republicanos como el INLA (Irish National Liberation Army), el ojo por ojo o actividades puramente gansteriles, como el robo o la extorsión[x].

 

 El IRA alcanzó uno de los grados más altos de degeneración sectaria con el asesinato de diez trabajadores protestantes a principios de 1976. La matanza de Kingsmills, fue llevada a cabo por el SARAF (Fuerza Armada Republicana del Sur de Armagh), nombre de conveniencia del IRA, y fue motivo de un editorial en la prestigiosa revista de Belfast, Fortnight (enero de 1976) que invitaba a la reflexión a los republicanos: “Ni siquiera hacen un intento por persuadir a los protestantes de que son queridos en la República. Por el contrario, todas sus acciones están dirigidas a coaccionarlos y no hacen sino incrementar el rechazo protestante a una Irlanda Unida” (M.L.R. Smith, p. 234).

 

 En marzo de 1976, Merlyn Rees pone en marcha la política de Ulsterización/Criminalización. Se deroga el status de categoría especial para prisioneros republicanos y lealistas, que pasan a ser considerados como criminales ordinarios. Se pone fin al internamiento sin juicio previo y el Ejército Británico se retira de la primera línea de fuego en la lucha antiterrorista, para ser sustituidos por  el RUC y la UDR, fuerzas armadas nativas de preeminencia protestante. El objetivo, según Rees, era ahogar al IRA como a “una pasta de tubo dentífrico” (Brendan O´Leary, p. 234).

 

 El IRA declaró como objetivos legítimos al RUC y a la UDR. No obstante, para un movimiento que decía inspirarse en Wolfe Tone, un liberal que preconizaba la unión cívica de anglicanos, presbiterianos y católicos irlandeses, el asesinato de vecinos protestantes, en ocasiones a la puerta de su casa, por pertenecer a tiempo parcial a la UDR, presentaba serias contradicciones.

 

 El IRA los solventaba recurriendo al ejemplo de la guerra Tan o al paradigma colonial argelino. La primera argumentación pone el sectarismo anglófobo por encima del sectarismo anti/protestante, la segunda el sectarismo anti/protestante por encima de la anglofobia.

 

 Daithi O´Conaill, solía recurrir a ambas. Tras el asesinato del reverendo protestante Bradford, miembro del DUP de Ian Paisley, en 1981, O´Conaill citaba la guerra de descolonización de Argelia: “Uno podría remontarse al ejemplo argelino, donde los colonos pretendían impedir la Independencia del pueblo argelino. Se rebelaron en contra del Gobierno de De Gaulle y cometieron atrocidades terribles. El IRA tiene que hacer entender a los lealistas que no tienen carta libre para asesinar a personas inocentes, de la misma forma que el FLN argelino tuvo que enfrentarse a los colonos en Argelia” ( Padraig O´Malley, p. 287). El esquema nativista de O´Conaill pasa por alto que la presencia colonial en Argelia data de la segunda mitad del siglo XIX, y que los protestantes irlandeses llevan cuatrocientos años viviendo en la isla. Excluye a cerca del 30%  de la población irlandesa (la comunidad Unionista) de la comunidad nacional, por el simple hecho de mantener una afiliación identitaria diferente a la republicana, y niega la diversidad cultural, religiosa, y política de Irlanda.

 

 O´Conaill también justificaba el asesinato de miembros de la UDR. En esta segunda argumentación, la anglofobia cobra una dimensión mayor: “Los miembros de la UDR  y el RUC son parte de las Fuerzas de la Corona Británica involucradas en una guerra de opresión en Irlanda. Como tales, constituyen objetivos legítimos. Volviendo a los tiempos de la guerra de la Independencia, uno podría argumentar que la absoluta mayoría de miembros del RIC ( Royal Irish Constabulary) eran católicos. El hecho de que fueran católicos carecía de relevancia alguna. Eran parte de las fuerzas armadas británicas, y objetivos legítimos como tales” (Padraig O´Malley, p. 289).

 

 La disminución del número de soldados del Ejército Británico en las calles, convirtió a la UDR y al RUC en objetivos predilectos del IRA, y reforzó, efectivamente, la percepción protestante/Unionista, de que aquella era una guerra dirigida contra su comunidad, incrementando de paso el riesgo de guerra civil étnica entre las dos comunidades.

 

 Por si fuera poco, el IRA tenía que hacer frente a una grave crisis de legitimidad en los guetos católicos. En 1976 se forma el Peace People (pueblo por la paz). La iniciativa nació en agosto en el barrio de Andersonstown ( Belfast Oeste), cuando un francotirador del IRA, que huía del Ejército, atropelló y mató a tres niños. La organización fundada por Betty Williams, Máiread Corrigan, y Ciaran Mckeown, logró formar una poderosa red de apoyo entre familiares de ambas comunidades, que habían sido víctimas de la violencia desatada por Los Troubles. Ese mismo año, cerca de 100.000 manifestantes pacifistas, protestantes y católicos juntos, pedían a gritos la paz en las calles de Belfast

(Corrigans y Williams recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1976).

 

 Dentro del movimiento republicano parecía eludirse deliberadamente la palabra crisis, pero para 1977 la capacidad letal del IRA había descendido considerablemente. 70 personas asesinadas ese año, y 56 en 1978. Aún a mediados de 1977 una publicación republicana mantenía que “se estaba ganando la guerra”, cuando todo indicaba precisamente lo contrario: “Estamos ganando, con coraje y determinación, con éxitos en todos los frentes la ocupación británica de Irlanda. El pueblo irlandés alzado en armas continúa resistiendo. No solo resistiendo, sino avanzando sin retirarse. El pueblo no sólo resiste, sino que responde con contundencia, y continúa haciéndolo. Ha aterrorizado y desmoralizado al enemigo” (We are winning, Republicans News, 9 de abril de 1977).

 

 El editorial de Republican News, se asemejaba a un ejercicio de autosugestión colectiva cuando el progresivo aislamiento del movimiento republicano parecía irreversible. En privado, sin embargo, el IRA reconocía  que las cosas no iban nada bien para el movimiento.

 

 En marzo de 1977 un documento interno del IRA, redactado en la cárcel por Gerry Adams, Ivor Bell y Martin McGuiness, con el consentimiento de pesos pesados de la Ejecutiva Militar como Jimmy Drum o Seamos Twomey, señala la necesidad de “un rearme moral” y “una reestructuración interna del movimiento”: “El IRA se muestra incapaz de adoctrinar a los voluntarios con la suficiente fortaleza psicológica como para poder hacer frente a los interrogatorios. A este factor, que contribuye a nuestra derrota, añadir otro. Un ineficaz  estructura militar sobre la base de compañías, brigadas y batallones, con la que los Servicios de Inteligencia Británicos están familiarizados. Recomendamos la reorganización y el rearme moral. La construcción de un nuevo Ejército Republicano Irlandés” (Brendan O´Brien, p. 177).

 

 Semejantes críticas ponían seriamente en cuestión la capacidad de liderazgo del tandem Mac Stiofáin y O´Bradaigh, ya de por sí desacreditado por la zozobra evidente del  movimiento republicano, en la que la vieja élite sureña sería desplazada del poder por los sixty niners norteños (los jóvenes católicos del Ulster que ingresaron en el IRA tras los disturbios de 1969) representados por el tandem Adams/ McGuiness, que controlaran el movimiento a partir de 1977.

 

 Lo que se pretendía era evitar una nueva escisión como la de 1969, así que se optó por un paulatino control de los resortes de poder político, propagandístico y militar. Entre 1976 y 1977 se crea una Comandancia del Norte (Northern Command) que dirigirá de forma autónoma las operaciones militares en la “zona de guerra” (war zone). El IRA se reorganiza en pequeños comandos (ASU o Active Unit Service) autónomos (cell system)  y los nuevos voluntarios son adoctrinados a través del nuevo manual del IRA, Green Book ( Libro Verde), en la idea de que el Ejército constituye la única y legítima autoridad gubernamental en Irlanda.

 

 El órgano de expresión republicano, Republican News, pasa a tener su epicentro en Belfast, que será conocido desde 1978 como An Phoblacht/ Republican News. El mismo documento interno recomendaba que, “reconociendo la suprema autoridad de la Ejecutiva Militar del IRA, El Sinn Fein debe radicalizarse bajo la guía del Ejército, y debe buscar la agitación en torno a problemáticas de orden económico y social. Debe infiltrar otras organizaciones para ganar el apoyo y la simpatía del Movimiento. Radicalizar el Sinn Fein significa un giro hacia la política y hacia la izquierda”

(Brendan O´Brien, p. 177). El programa político del Eire Nua (finalmente desechado en 1982) fue objeto de durísimas críticas y se preconizaba su sustitución por una República socialista democrática y gaélica de 32 condados. El proceso culminó con la elección de Gerry Adams como presidente del PSF en 1983.

 

 Es indudable que Adams se encontraba detrás de este viraje estratégico. En Junio de 1979 (tras su puesta en libertad de prisión), el mismo preconizó abiertamente tal necesidad ante la tumba de Wolfe Tone: “Nos mantenemos firmes contra toda manifestación de opresión capitalista e imperialista. Apoyamos una Irlanda libre, unida, socialista y gaélica. Nuestro movimiento necesita de una crítica constructiva. También necesitamos de nuevos vínculos con los oprimidos por injusticias económicas y sociales. Los republicamos necesitamos establecer vínculos con otros sectores de la clase trabajadora. Lo necesitamos porque nuestra más acuciante debilidad radica en la incapacidad para desarrollar una sería alternativa revolucionaria a lo que habitualmente se conoce por política constitucionalista” (M.L.R Smith, p. 234).

 

 La oración de Adams reflejaba la encrucijada republicana. La alternancia tranquila se producía gracias a que el nuevo tandem McGuiness/ Adams nunca puso en cuestión los pilares básicos sobre los que se sostenía la cohesión interna del movimiento. El militarismo, el etno/nacionalismo y el abstencionismo político. Pero al mismo tiempo, ello hacia inviable que pudieran ofrecerse ante los católicos de Irlanda del Norte como una alternativa creíble al constitucionalismo del  mayoritario SDLP[xi].

 

 De momento, Adams sólo poseía una baza firme para reafirmar su creciente poder dentro del movimiento, y ésta era la de un renovado poderío militar del IRA, tras su reestructuración interna. El 27 de agosto de 1979, el IRA acaba con la vida de Lord Mountbaten ( último virrey de la India) y con la de 18 soldados de la Corona cerca de Newry ( Sur de Armagh), un golpe de efecto sin precedentes que atrajo de nuevo la atención de los medios de comunicación a Irlanda del Norte. Ese mismo año el IRA asesinará a otras 80 personas.

 

 Inesperadamente, las expectativas de Adams se verán colmadas con la activación del nuevo psicodrama pearseano que se venía gestando en las cárceles meses atrás. Un nuevo asalto a la psique nacional  de los católicos para que se sometiesen a los dictados de las tumbas de los fenianos muertos. Todo un ritual metafísico que redescubriese la verdadera faz de nuestro eterno enemigo; Inglaterra. Las huelgas de hambre lideradas por Bobby Sands.

 



[i] La negativa a compartir la arena política con los católicos, vista como una antesala de una Irlanda unida de mayoría católica, es la lógica política que subyace en el integrismo presbiteriano lealista de Ian Paisley. El lema del DUP ( Parido Democrático Unionista), sigue haciendo referencia al viejo esquema historicista orangista: No compromise with popery (no al compromiso con el papismo)

[ii] La celebre frase es de la socióloga irlandesa Brendan O´Leary. Véase The Politics of Antagonism

(Understanding Northern Ireland), The Athlone Press, London , 1996.

[iii] El 3 de julio de 1970 cerca de 3.000 soldados británicos penetraron en Falls Road para requisar armas en manos del IRA. El resultado del toque de queda fue de cinco civiles católicos muertos, y el principio del fin de la luna de miel entre el Ejército y amplios sectores de la comunidad católica.

[iv] En la segunda mitad de la década de los setenta el SDLP experimentó un viraje nacionalista, coincidiendo con la llegada al poder de John Hume y Seamus Mallon. Se hizo mayor hincapié en la dimensión nacionalista que habría de reflejar un futuro acuerdo Constitucional para Irlanda del Norte, y se estrecharon lazos políticos con el republicanismo constitucionalista del Fianna Fail de Charles Haughey en la República; el SDLP ya no renunció al apelativo de partido mayoritariamente católico.en 1977 Paddy Devlin, disconforme con el nuevo discurso nacionalista, abandona el SDLP. Gerry Fitt hace lo propio en 1979.

[v] El movimiento Provisional desechó la viabilidad del Eire Nua en 1982, para apostar por una Irlanda gaélica y socialista unitaria de 32 condados bajo el influjo de los postulados republicano/socialistas de James Connolly, de quien Gerry Adams (presidente del PSF en 1986) se declara fervoroso admirador.

[vi] Gerry Adams, The Politics of Irish Freedom, Dintel, Dublín, 1986, p. 156. En otras ocasiones, el sectarismo de los Provisionales aparece de forma menos elaborada. En una publicación republicana de 1986, los Unionistas eran descritos de la siguiente manera: “Son Orangistas venidos de Inglaterra. No son irlandeses, son planters, colonos”. Republican News, agosto de 1986.

[vii] Eire Nua, Provisional Sinn Fein, octubre de 1971. El espejismo colonial/tercermundista llevará también a los Provos a buscar modelos socialistas en el Tercer Mundo, que sin poder tildados de marxistas pudieran ser compatibles con el ethos nativista de la organización (sobre todo tras el abandono de la lucha armada del OIRA en 1972, que declarándose marxista/leninista, acusó a los Provisionales de sectarismo etno/religioso), y que acorde con la terminología del  IRA se conocen como la vía tanzana o argelina al Socialismo. Para Ruari O´Bradaigh, primer presidente del PSF: “Las enseñanzas de la Iglesia católica son del gusto de muchos líderes de liberación nacional como el tanzano Nyerere. Sus postulados anti-colonialistas  deben más a valores cristianos que a marxistas. Por lo tanto el experimento tanzano es de gran interés para los republicanos irlandeses. El pensamiento económico/social republicano se basa en el antiguo cooperativismo celta o Combar na glombarsan, que preconiza un control obrero en las relaciones de producción. Para el Sinn Fein socialismo significa lo mismo que Julius Nyerere entiende por Socialismo africano”. Ruari O ´Bradaigh, Our People, Our Future, Dublín, Dintel, p. 134.

[viii] La investigación sobre los acontecimientos del Domingo  Sangriento eximió de cualquier responsabilidad de lo sucedido al Ejército Británico, bajo las alegaciones de que disparataron ante la agresión de una unidad de francotiradores del IRA en Derry. El regimiento de paracaidistas llegó a ser condecorado por la Reina Isabel por su actuación en Derry. La versión oficial choca con el testimonio de centenares de manifestantes católicos del Bogside que aseguran que el Ejército abrió fuego sobre los manifestantes sin aviso previo alguno. En 1999 el Gobierno de Tony Blair reabrió la investigación. Las conclusiones de dicha investigación apuntan a que los oficiales del Regimiento de paracaidistas perdieron el control de sus tropas provocando una masacre de inocentes.

[ix] Tras el Viernes Sangriento, el Ejército Británico puso fin a las non-go areas con la puesta en práctica de la Operación Motorman.

[x] El INLA fue una escisión trokskista del OIRA (Oficial IRA) en 1974. Incrementó sus filas con Provos descontentos por el alto el fuego de 1975. La organización alcanzó notoriedad con el asesinato del portavoz conservador británico Airey Neave en 1979.

[xi] Tras su elección como presidente del PSF en el Ard Fheis (Conferencia Anual) de 1983 Gerry Adams defendió la necesidad y la justificación moral de la lucha armada: “ Hay algunos que nos dicen que la lucha armada no servirá para hacer desistir al Gobierno Británico. Como se ha dicho anteriormente la Historia de Irlanda y la opresión colonial británica a lo largo del mundo, nos dicen que la violencia armada es el único lenguaje que entienden” En Brendan O´Brien, A Pocket History of the IRA (from 1916 onwards), O´Brien Press, Dublín, 1997, p. 145.

 

CAPITULO III

 

3. EL LEGADO DE LAS HUELGAS DE HAMBRE:

 

“¿Por qué nací en tierra de odios?. En tierra en la que el precepto parece ser: odia a tu prójimo como a ti mismo. Porque he vivido odiándome, porque aquí todos vivimos odiándonos”

Miguel de Unamuno,

 

El éxito de las Huelgas de hambre radicó en el hecho de que el IRA pudo justificar su lucha dentro de un contexto histórico más amplio. Le permitió fusionarse con el mito de una comunidad orgánica en eterna lucha contra Inglaterra. Al elenco de mártires como Tone, Emmet, Connolly o Pearse, habría que unir, a partir de ahora, los nombres de Bobby Sands, Hughes, Mc Creesh, O´Hara, McDonell, Hurson, Lynch, Doherty, McElwee y Devine. Tal y como Pearse profetizó, la sangre de los justos y los inocentes (encarnada en la figura de Bobby) sirve para mantener el vigor de un espíritu nacional que, generación tras generación, exige la muerte de jóvenes irlandeses en manos del opresor sajón. Ellos, como los patriotas fenianos en 1916, murieron por el exceso de amor patrio, al que hacía mención la poética de W.B. Yeats.

 

 Desde un primer momento, la estrategia republicana trató de mostrar que la culpa de todo lo que sucedía en Irlanda del Norte, residía en el Parlamento de Westminster, en   la Inglaterra obsesionada por sojuzgar a la rebelde Irlanda. Las Huelgas de Hambre,  y la intransigencia del Gobierno de Thatcher, permitieron al movimientos republicano resituar en su propio léxico, el contexto del conflicto. Una confrontación exclusiva entre las fuerzas de liberación nacional (el IRA) y el colonialismo británico. Tal y como afirma Daithi O´Conaill: “La realidad es  que diez hombres tuvieron la valentía de luchar por su país hasta el punto de dar sus vidas por él, y esa fue nuestra auténtica victoria. Demostramos al mundo que aquellos prisioneros representaban una lucha enraizada en Historia de Irlanda. La fortaleza moral y la hondura de las convicciones de estos patriotas echaban al traste toda la propaganda británica que los presentaba como criminales, como hooligans dementes. La lucha en los H- Block atrajo la atención del mundo entero. En Irlanda se tradujo en un reclutamiento masivo de jóvenes irlandeses en el movimiento republicano” (Padraig O´Malley, p. 273).

 

 Las Huelgas de Hambre humanizaron la imagen de un movimiento que carecía de mártires, frente a la realidad cotidiana de bombas y asesinatos. La comunidad nacionalista revivió un profundo resentimiento anglófobo ante la humillación y muerte de nuestros hijos, que venía acompañada, a su vez, de una indiferencia absoluta ante el sufrimiento y el dolor de las acciones de nuestros hijos, provocaban en ellos, la comunidad protestante/Unionista. La particular relación amor/odio entre los católicos y el IRA, se desequilibró una vez más a favor del amor. Tras el martirio de Bobby Sands, la comunidad hablaba con respeto de los hijos de esa Nueva Irlanda que certificaban con su muerte, las virtudes de un nuevo paraíso terrenal prometido a los católicos de Irlanda del Norte. Muchos jóvenes católicos se enrolaron en las filas del IRA, queriendo emular y seguir el mensaje del nuevo Mesías del gueto, Bobby Sands. Mairead Corrigan, premio Nobel de la Paz en 1977, daba cuenta del trauma psicológico y del reverdecer del republicanismo radical en muchos enclaves católicos de Irlanda del Norte tras las Huelgas de Hambre: “Vi el funeral de Bobby Sands. Su féretro paró enfrente de mí jardín. Había decenas de miles de vecinos que meses antes se manifestaron en contra de la violencia paramilitar republicana y lealista dando un último adios a Sands. La gente de la comunidad sigue manteniendo vínculos familiares y emocionales con los presos en las cárceles. No se trata de que apoyen la violencia o al Provisional IRA. Ante todo se trata de muchachos que provienen de nuestra comunidad. Sabemos cómo y por qué han llegado a las cárceles. Cuando Bobby Sands murió, muchos de nosotros sentimos que aquello suponía volver a un punto de partida inicial. Diría que las Huelgas de Hambre abrieron una sima mayor entre católicos y protestantes. Si hoy por hoy hiciese un llamamiento a favor de la paz, y yo soy de Andersontown, nadie acudiría. Hay en muchas comunidades católicas un sentimiento de anglofobia que jamás había existido anteriormente. Mucha gente que nunca utilizó el término “británicos fuera”, comenzó a utilizarlo entonces” (Padraig O´Malley, p. 268).

 

 Por otra parte, las Huelgas de Hambre escapaban a la comprensión de los protestantes de Irlanda del Norte. Durante los 217 de Huelga, el IRA asesinó a 64 personas: 22 miembros del RUC (Royal Ulster Constabulary) y la UDR (Ulster Defence Regiment), 8 soldados británicos y 34 civiles, en su gran mayoría miembros de la comunidad Unionista. Cada asesinato se convertía en un símbolo, que reforzaba la mentalidad de sitio protestante. Los Huelguistas tenían elección, sus víctimas, que son nuestras víctimas, nunca la tuvieron.

 

 Es más, la mística martirológica celta, y el espectáculo de hombres llevados al límite de la degradación personal e higiénica era una auténtica aberración moral para la ética calvinista de muchos protestantes del Ulster. La colusión de ética calvinista y mitología orangista reforzó todos los prejuicios que la comunidad Unionista anidaba con respecto a sus vecinos católicos. A sus ojos, reafirmaba la idea de que el martirio de aquellos chicos era un suicidio deliberado, producto de la maldad inherente a sus creencias y valores emanados de la Iglesia Católica romana y del nacionalismo irlandés, cuya simbología aparecía más nítidamente entrelazada que nunca durante las Huelgas de Hambre. El status de ciudadanos de segunda de los católicos, era por lo tanto auto inflingido. Producto de lo erróneo de un sistema de valores moral, político y religioso inferior al protestante.

 

 Para los Unionistas además, las Huelgas de Hambre invertían la noción victimista que el orangismo posee de la experiencia protestante en Irlanda. ¿Cómo es posible que los católicos, los enemigos de Dios y el Ulster, los enemigos de Irlanda del Norte, los mismos que trataron de aniquilarnos en 1641, los que pretendían matarnos de hambre en el sitio de Londonderry en 1689, los que traicionaron al Imperio en 1916, se victimecen de tal manera mientras están asesinando a miembros de nuestra comunidad?. Para los protestantes aquella era una inversión vergonzante de su propia versión de Los Troubles, mientras el IRA continuaba con lo que para los protestantes no era sino una nueva matanza de San Bartolomé (masacre de hugonotes franceses en la Francia del siglo XVI). La versión lealista de las Huelgas quedó sintetizada en numerosas canciones que rememoran la incomprensión internacional y el sentimiento de aislamiento que la comunidad protestante experimentó en aquel periodo: “Esos mismos hombres que colocan bombas (el IRA)/ que nos asesinan/viven como animales/pero ese es su destino/viviendo en su sucia degradación día tras día”.

 

 O tal y como defendía el Arzobispo católico Robin Eames: “ Por un lado tenías a los prisioneros republicanos y su idea de martirio redentor. Paulatinamente ganando más y más apoyo entre los católicos de Irlanda del Norte. Calles enlutadas, adornadas con banderas negras, disturbios, manifestaciones de protesta. Por otro lado tenías a la comunidad protestante diciendo: esto no es más que un suicidio, una muerte auto infligida que busca el chantaje político a nuestra comunidad. Es decir, por un lado la mística fatalista celta en torno a la idea de muerte, por otro la ética del trabajo protestante que les viene a decir que eres y tienes lo que te mereces. En la práctica Las Huelgas pusieron de relieve un profundo antagonismo comunitario que tiene que ver con la psique cultural y política de ambas comunidades” (Padraig O´Malley, p. 456).

 

 La actitud del SDLP, dejando el camino abierto a la candidatura de Bobby Sands y de la propia Iglesia Católica, que se negaba a definir Las Huelgas en los mismos términos entendidos por la ética protestante (esto es, un suicidio sin paliativos), convenció a los protestantes de que todos los católicos eran enemigos de su Estado, de Irlanda del Norte, y de que el espectro político irlandés, sólo incluía diferentes gamas y variantes de republicanismo irlandés. En suma, las Huelgas de Hambre ahondaron en el abismo político y cultural que separa a ambas comunidades en Irlanda del Norte, y reforzó la mentalidad de sitio protestante, hostil, ahora más que nunca, a un acuerdo constitucional con los católicos.

 

 Quién salió más fortalecido de las Huelgas de Hambre fue sin duda el movimiento republicano. Pasó de tener una faz meramente militar a tener una dimensión política mucho mayor. El Sinn Fein pasó de ser un hermano menor dentro del movimiento, a poseer un peso específico tan importante (o mayor) que el Ejército (el IRA). La ampliación del apoyo social dentro de la comunidad nacionalista y el nuevo flujo de voluntarios al IRA alimentaba todo tipo de ensoñaciones revolucionarias entre sus dirigentes. Si Danny Morrison se preguntaba en el Ard Fheis de 1981, si alguien podría discutir que con la urna en una mano y el fusil ( Armalite) en la otra, el movimiento no se haría con el poder en Irlanda, Adams se recreaba en el espejo revolucionario que James Connolly había diseñado antes de caer abatido por las balas de un pelotón de ejecución británico por su participación en la Rebelión de Pascua de 1916. La revolución, en su vertiente nacional y socialista, estaría al alcance de la mano si el Sinn Fein lograba un significativo apoyo político y social a ambos lados de la frontera irlandesa.

 

 Se sentaron las bases de una nueva directriz estratégica. La denominada The  Long War (la larga guerra), pretendía sostener niveles de violencia lo suficientemente elevados como para hacer entrever al Gobierno británico que la única alternativa a la resolución del conflicto pasaba por una retirada británica, “sickening the british”, y por la reunificación política de la isla en forma de un Estado unitario de 32 condados.

 

 Se preconizó, a su vez, una participación electoral como instrumento estratégico que a corto plazo desplazase al SDLP como principal fuerza política nacionalista en Irlanda del Norte, en beneficio del Sinn Fein, proceso que culminó con la ruptura de la tradicional política abstencionista en 1986. El Sinn Fein enviaría sus cargos electos a la República y participaría activamente en las elecciones de la provincia (Irlanda del Norte)[xi].

 

  Para el Sinn Fein, el rédito electoral de las Huelgas de Hambre perduró hasta mediados de la década de los ochenta. En 1984, el IRA estuvo a punto de lograr asesinar a Margaret Thatcher en la Conferencia Anual del Partido Tory en Brighton, mientras que en las elecciones provinciales lograba hacerse con cerca del 45% del voto nacionalista. En febrero de 1985 era el propio IRA quien trataba de escenificar unas conversaciones en las que Hume parecería asumir los análisis republicanos sobre el  conflicto irlandés.

 

 Las conversaciones fueron recibidas con una mezcla de pánico e indignación por parte del Gobierno irlandés, pues parecían poner punto y final a la política de aislamiento que ambos gobiernos preconizaban para neutralizar la inusitada fortaleza del movimiento republicano en Irlanda del Norte. El Taioseach Garret Fitzgerald (Fine Gael) declaraba abiertamente su rechazo a cualquier diálogo con el movimiento republicano: “Dejemos claro, de una vez por todas, de qué tipo de gente estamos hablando. El IRA ha asesinado a más de 800 personas. La cifra incluye a miembros de fuerzas de seguridad nativas (los predominantemente protestantes RUC y UDR) que ejercían su labor a tiempo parcial. Ha provocado una réplica lealista que se ha cobrado la vida de 560 católicos. Han asesinado a gente inocente en el Reino Unido y en nuestro Estado ( la República de Irlanda). Han robado, secuestrado y asesinado sin piedad a miembros de la Gardai (policía de la República Irlandesa) y del Ejército Irlandés. No ocultan que uno de sus objetivos es acabar con nuestro Estado democrático e instaurar una dictadura militar, manteniéndose en el poder de la misma forma que asesinan y amenazan a todos sus oponentes políticos en Irlanda del Norte. En la República no queremos tener ningún tipo de relación con esta gente (Brendan O´Brien, p. 173).

 

 Tanto el Gobierno británico como el irlandés, decidieron que era hora de asumir iniciativas políticas de forma conjunta sobre Irlanda del Norte. A finales de 1985 se firma el AIA (Anglo Irish Agreement), más conocido por acuerdo Anglo/Irlandés. Dublín pasaría desde entonces a tener un rol consultivo en Irlanda del Norte, en especial en temas relativos a seguridad, y se forma una Conferencia Ministerial conjunta   que tendría por objeto garantizar que un futuro acuerdo constitucional que facilitase  la gobernabilidad del Norte de Irlanda, habría de contar necesariamente con el beneplácito de ambos gobiernos.

 

 El AIA fue recibido con agrado por la comunidad nacionalista, no tanto por el rol consultivo de Dublín, sino por la furia y el enfado con la que la comunidad Unionista rechazó el acuerdo. Los nacionalistas veían, por primera vez, cómo Londres tomaba una iniciativa política lesiva para los intereses Unionistas, que consideraban el AIA como una intromisión inaceptable de la República en los asuntos de Irlanda del Norte. Los Unionistas respondieron en bloque con la campaña Ulster says no (El Ulster dice no), y la retirada de todos los parlamentarios Unionistas electos en el parlamento de Westminster.

 

 Mientras tanto, el IRA se jactaba de haber utilizado más explosivos en 1985 que en todos los años de la campaña provo, y rechazó el AIA por legitimar la partición. Lo cierto es que el AIA tenía un claro matiz maquiavélico. Venía a decir a los Unionistas que cuanto más reacios se mostrasen a un acuerdo Constitucional con los católicos, mayor sería el grado de intromisión de la República en Irlanda del Norte, y a los católicos que ambos gobiernos no eran sordos a sus aspiraciones políticas, esperando que ello minase el soporte social republicano en el Ulster.

 

 Las consecuencias del AIA fue que el pez IRA empezó a perder agua dentro de la comunidad nacionalista. La estrella republicana comenzó a declinar en 1987. Aquel año, el IRA sufrió terribles reveses militares: a la cuenta de más de 20 activistas muertos entre 1987 y 1989, habría que sumar la abierta indignación, sin precedentes en toda Irlanda, por operaciones terroristas tan abiertamente sectarias y mal planificadas que llegaron a golpear la conciencia de muchos republicanos, que aún gustaban considerarse herederos del republicanismo liberal presbiteriano de Wolfe Tone.

 

 A principios de 1987 la totalidad de la Brigada más letal del Sur de Armagh (área conocida en Irlanda del Norte por ser una República dentro de la República) fue abatida a tiros en una emboscada del SAS británico. En total, ocho activistas muertos. La perdida humana más grave del IRA en una sola operación militar desde 1920. El 8 de noviembre de 1987 el IRA asesinaba en Enniskillen a once civiles protestantes junto al Memorial of Remembrance Day (o Memorial del día de la Amapola), el día en que la comunidad Unionista honraba a los caídos por el Reino Unido. Similares dispositivos, que no llegaron a explotar, se encontraron en áreas urbanas predominantemente protestantes de Irlanda del Norte.

 

 El intento por ultrajar el día más sagrado para los Unionistas de Irlanda del Norte resultó tan evidente que la Irlanda nacionalista, unionista, católica y protestante condenó al unísono lo que John Hume llegó a describir como “una salvajada vergonzosapara todos los nacionalistas de Irlanda. La Iglesia católica irlandesa consensuó, por primera vez, un comunicado en la que se dirigía a los católicos de Irlanda en los siguientes términos: “Debe hacerse lo imposible para demostrar la repulsa católica ante estos crímenes, y disociar a la comunidad católica de todos aquellos que siembran la semilla del odio. No puede existir lugar para la ambivalencia. Ante la presente campaña de violencia republicana, la elección de todos los católicos es clara. Se trata de una elección entre el bien y el mal. Es pecaminoso formar parte de organizaciones comprometidas con la violencia. Es pecaminoso apoyar a estas organizaciones o hacer un llamamiento por parte de otras para que se les apoye” (Brendan O´Leary, p. 143).

 

 En cierto modo, con la vía constitucionalista del movimiento republicano, sucedió como con Las Huelgas de Hambre. Una vez que se inicia su andadura es muy difícil abandonar sin perder grandes cotas de legitimidad política. Desde 1981 el movimiento republicano pasó de transferir la legitimidad de su lucha, de la Historia y de las tumbas de los fenianos muertos, al soporte electoral y social ofrecido por un amplio espectro de los católicos de Irlanda del Norte. Cuando Adams pasó a reconocer, en la década de los 90,  que la lucha armada tenía una dimensión esencialmente propagandística, se le hacía cada vez más difícil no confrontar la realidad de que las atrocidades del IRA menguaban el mismo soporte social del que supuestamente emanaba la legitimidad política del movimiento. Al final el coste político de la lucha armada se mostró excesivo y contrario a los intereses del Sinn Fein.

 

 Fue el propio Gerry Adams quien afirmo que “el movimiento republicano no puede permitirse otro Enniskillen”;  lo que venía a aseverar es que, tarde o temprano, el movimiento republicano tendría que elegir entre el fusil y la urna, si quería sobrevivir como tal.

 

 El IRA seguía siendo, no obstante, un instrumento de cohesión y reafirmación ideológica muy poderosa. Para muchos en el movimiento, la lucha armada era incluso más necesaria que nunca tras la debacle electoral sin precedentes de 1989. El SDLP capturaba ese año cerca del 70% del voto nacionalista en Irlanda del Norte. Las elecciones europeas fueron también un ruidoso fracaso para el Sinn Fein, humillado nuevamente por el SDLP, y el apoyo republicano en la vecina República de Irlanda, no pasaba del 1% del electorado.

 

 Un año antes, en enero de 1988, las conversaciones Hume/Adams pretendían convencer a los republicanos de que una Irlanda Unida, sólo podía llegar de la mano de la política. Hume hacía constantes referencias al hecho de la nueva neutralidad británica sobre el mantenimiento de la Unión, y a que el propio Patrick Pearse se habría mostrado hostil a la lucha armada, si ello contribuía a dividir y a prolongar el sufrimiento del pueblo irlandés.

 

 Es muy probable que Adams, ya por aquel entonces, estuviese convencido de la necesidad de guiar al movimiento al mundo del compromiso político, ante la evidencia del agotamiento de la estrategia de la larga guerra, pero reconocerlo en aquel momento, hubiera supuesto situarse ante el espectro de una nueva escisión (más grave que la de 1986) o ante una práctica implosión política similar a la acaecida tras la tregua de 1975.

 

 Significativamente, el gobierno irlandés, a diferencia de 1985, mantuvo un silencio absoluto sobre las conversaciones Hume/Adams en 1988. Ante todo, porque teniendo lugar dos meses después de la matanza de Enniskillen, contribuyeron a engrandecer la figura política de Hume, que se dirigió de forma paternalista a los chicos descarriados de la misma tribu, y puso de manifiesto la desorientación y debilidad del movimiento republicano.

 

 Pese a los varapalos políticos, el Sinn Fein se mantendría en un principio básico inmutable: mantener al IRA a bordo, para garantizar la cohesión del movimiento. Tras veinte años de resistencia, era obvio que el IRA no podía provocar la retirada británica, pero resultaba no menos obvio que el IRA no podía ser derrotado por vía militar. Aquella era la principal arma política que podía esgrimir el Sinn Fein.

 

 Mientras tanto, la larga guerra seguía cobrándose víctimas. El 6 de marzo de 1988, Mairead Farrell, Sean Savage y Danny McMann, integrantes todos ellos de un comando del IRA, caen abatidos en una emboscada del SAS cuando se disponían a atentar contra una parada militar británica en Gibraltar. El discurso de Martin McGuinness ante la tumba de los ocho activistas muertos un año antes en Loughall, mayo de 1988, constituía un intento vano por resarcir la moral de un movimiento, que empezaba a mostrar claros signos de estancamiento y agotamiento. “El año pasado sufrimos una campaña sin precedentes por parte del Gobierno británico para acabar con el Ejército Republicano. Ha fracasado miserablemente. Porque mantengo la firme convicción de que las fuerzas republicanas, y su vanguardia armada, el Ejército Republicano Irlandés, poseen los medios y los recursos suficientes para derrotar a las fuerzas de ocupación británicas en los seis condados. No pretendo argumentar que el IRA tiene la capacidad de limpiar las calles de Belfast, Derry, Armagh o Antrim de soldados británicos, pero sí tiene la capacidad de desmoralizar a las fuerzas británicas de ocupación” (Brendan O´Brien, p. 189).

 

 Los años venideros vendrían, precisamente, a poner en cuestión la capacidad real del IRA para desmoralizar a las fuerzas británicas de ocupación. En 1990, el IRA sólo conseguía asesinar a dos soldados británicos, la cifra más baja desde el inicio de su campaña, de un total de 19 personas muertas. Aquel mismo, las declaraciones del Secretario de Estado para Irlanda del Norte, Peter Brooke, reiterando que “el Gobierno británico no tiene intereses egoístas, estratégicos, económicos o de cualquier otra índole en Irlanda del Norte. Nuestro objetivo es animar, ayudar y facilitar un acuerdo constitucional”, parecían querer poner en cuestión el dogma de fe republicano de que Inglaterra era el principal garante del veto Unionista, que impedía la reunificación política de la isla.

 

 El IRA parecía hacer caso omiso a las afirmaciones de Brooke, y renovó su ofensiva militar en Irlanda del Norte. El objetivo primordial de la nueva ofensiva se centró en áreas urbanas predominantemente protestantes. Se atacó sin remilgos el corazón de la comunidad Unionista. En 1991, el centro de Portadown (lugar de nacimiento de la Orden de Orange) era devastado por una bomba del IRA. Markethill y Tandragee siguieron el  mismo destino. En enero de 1992, el IRA asesinaba a ochos trabajadores protestantes de Armagh, acusados de colaborar con las Fuerzas de la Corona (eran empleados en un Cuartel del Ejército Británico).

 

 La estrategia política parecía pasar entonces por radicalizar a la comunidad unionista hasta tal punto, que hiciese inviable un acuerdo constitucional meramente interino, entre el nacionalista SDLP y el Unionismo oficialista del UUP (Ulster Unionist Party), mayoritario en la provincia. El objetivo era atraer al SDLP a un frente nacionalista común, en el que al menos, se garantizase la posibilidad de una Irlanda Unida a medio largo plazo, rompiendo así con el aislamiento del movimiento republicano. En el Ard Fheis (Conferencia Anual) de febrero de 1993 se dejaban claros los términos de esta nueva estrategia. En concreto, Martin McGuinness habló al movimiento de la necesidad de “ser abiertos y flexibles, de la necesidad de tomar iniciativas dramáticas y dolorosas, reconociendo que los republicanos no tenemos todas las respuestas, pero sí algunas de ellas”. En su discurso, McGuinnesss eludió mención alguna a la retirada británica, dejó abierta la puerta a “acuerdos interinos transitorios” entre ambas comunidades, y habló de la necesidad de un “proceso de reconciliación”, que confrontase “los miedos unionistas”.

 

 Aquel Ard Fheis selló la tumba política de la Larga Guerra. Por primera vez, el Sinn Fein reconocía al Unionismo como parte central de un problema que es esencialmente irlandés, que no británico, saliendo, definitivamente, del autismo teológico en el que se venía desenvolviendo históricamente el movimiento. Se trataba entonces de copiar el modelo estratégico seguido Por el ACN (Congreso Nacional Africano). Es decir, garantía del inicio de conversaciones que facilitasen el alto el fuego del IRA, frente a la postura del Gobierno británico, básicamente opuesta, que pasaba por el decreto de un alto el fuego que posibilitase el inicio de conversaciones.

 

 El guiño constitucionalista del Sinn Fein fue recibido con agrado por el SDLP y el Gobierno irlandés. El pre-acuerdo de una alianza política vino precedido por una relación simbiótica en lo que a discursos se refiere. Mientras que el SDLP asumía una constante retórica autodeterminista, el Sinn Fein hablaba de la necesidad de acomodar dos tradiciones nacionales en la isla: la católico/nacionalista y la Unionista/protestante, garantizando que ambas no volvieran a estar abocadas a un status de minoría.

 

 El objetivo era reclamar conjuntamente el parity of steem, equidad Constitucional del nacionalismo irlandés en relación con el Unionismo en el seno de Irlanda del Norte, al tiempo que se desechaba cualquier acuerdo interino que no reconocieses la dimensión irlandesa del problema (esto es, vínculos institucionales con la República) en el marco de una línea estratégica concebida dentro de un proceso de 15 o 20 años, que culminaría con la retirada británica y la unidad de Irlanda.

 

 El SinnFein jugaba ya más con los índices demográficos que con el Semtex. Indudablemente el retorno a un Estado Orangista era inviable, dada la tremenda fragmentación político/social de Irlanda del Norte desde la década de los setenta. Por otro lado, la homogénea comunidad católico/ nacionalista no podía considerarse ya nunca más como una minoría, cuando recientes censos demográficos la situaban en márgenes cercanos al 45% del total de la población norirlandesa.

 

 El problema de esta teoría de “consenso” sobre la base de acuerdos interinos, es que los Unionistas pueden sumarse a ese “consenso” siempre y cuando finalmente éstos digan sí a una Irlanda Unida, pero al parecer el “consenso” no parece tan claro si los Unionistas optan por decir no a una Irlanda Unida. El nacionalismo irlandés parece poco dispuesto a desvincularse, definitivamente, de un determinismo historicista de clara raigambre antidemocrática.

 

 Sea como fuere los acuerdos Adams/Hume de abril de 1993 fueron remitidos a la Opsahl Commission (Comisión internacional independiente para la resolución del conflicto en Irlanda del Norte) y al Gobierno irlandés, que los definió en palabras del ministro de Asuntos Exteriores Dick Spring, como un Covenant nacionalista (pacto nacionalista) cuya virtud esencial era el reconocimiento de la legitimidad, como iguales, de ambas tradiciones nacionales, tanto en el contexto de Irlanda del Norte, como en el más global de la isla de Irlanda.

 

 Los términos y el léxico del acuerdo permitían, además, a Adams y a McGuinness poder hacerlo vendible a las bases del movimiento, de la siguiente forma: “Es cierto que no hemos conseguido la victoria militar, pero sí la igualdad con respecto a nuestros enemigos, los Unionistas y el Imperio Británico. Lo que no han podido hacer los voluntarios (el IRA) en treinta años, lo haremos nosotros, los “revolucionarios pragmáticos” (término acuñado por el histórico miembro del IRA Brian Keenan) en quince años.

 

 El Sinn Fein insistía en la necesidad de que el Gobierno británico persuadiese a los unionistas de que entrasen en un marco de negociaciones pre-establecido por la reciente alianza nacionalista. Persuasión que los Unionistas concibieron como abierta coacción cuando una bomba del IRA sesgaba la vida de nueve civiles protestantes en el bastión lealista de Shankill  Road (Belfast Oeste). La imagen de Adams junto al féretro del activista del IRA muerto por su propia bomba en Shankill, exaltó aún más las iras Unionistas.

 

 Tanto la UDA (Ulster Defence Association) como la UVF (Ulster Volunteer Force) clamaron venganza. Una semana después, siete católicos eran asesinados en Greysteel (Derry) en un atentado reivindicado por la UDA. Desde 1992 los paramilitares lealistas venían superando al IRA en capacidad letal, y octubre de 1993 pasaría a ser recordado como el mes más sangriento de Los Troubles, desde 1976. Irlanda del Norte se deslizaba, una vez más, por la pendiente de la violencia sectaria.

 

 Ante tal situación, ambos Gobiernos decidieron recuperar la iniciativa política. El Primer Ministro Albert Reynolds y el británico John Major hicieron pública, el 15 de diciembre, la Declaración de Downing Street. Un principio de acuerdo para alcanzar la paz con seis puntos esenciales:

 

-Reconocimiento del derecho del pueblo de Irlanda a ambos lados de la frontera de determinar libremente, sin coacción alguna, su propio futuro, lo que debería conducir en condiciones ideales a la posibilidad a largo plazo de la unidad política de la isla.

 

-Posibilidad de desarrollar nuevas estructuras de Gobierno para Irlanda del Norte y de encontrar fórmulas que mejorasen las relaciones entre el Norte y el Sur de la isla, por un lado, y entre las dos islas por otro.

 

-Invalidez de cualquier acuerdo futuro que comportase un cambio en el status actual de Irlanda del Norte, sin el consentimiento de la mayoría de su población.

 

-Necesidad de que tal consentimiento incluyese el reconocimiento de la libertad de los Unionistas de negarse a aceptar todo cambio que no fuera alcanzado por cambios democráticos.

 

-Compromiso del Gobierno irlandés de involucrarse en dicho consentimiento, ofreciendo a los grupos paramilitares la posibilidad de sentarse en la mesa de negociaciones previa renuncia expresa a la lucha armada.

 

-Declaración expresa del Gobierno británico de no tener ningún interés estratégico y económico en Irlanda del Norte y adquisición, por el mismo, del compromiso de impulsar y permitir la consecución del acuerdo.

 

 La Declaración, en principio, no fue rechazada de plano ni por los republicanos, ni por gran parte de la comunidad Unionista (a excepción de Paisley, que lo calificó como una traición al Ulster y a la Unión) . El 31 de agosto de 1994 el IRA declaró un alto el fuego indefinido dando por bueno el marco de acuerdo pre-establecido por la Declaración. Pocas semanas después la UDA y la UVF hacían lo propio.

 

 Se abría un periodo de conversaciones multipartidistas (multi party talks), que chocaron la exigencia Unionista y británica de que el alto el fuego debería abrir inmediatamente un proceso de desarme del IRA y los grupos paramilitares lealistas. El movimiento republicano argumentaba que una desmilitarización conjunta (que incluiría una reforma del  RUC y una reducción significativa de tropas británicas) sólo podría ser posible, en todo caso, tras la firma de un Acuerdo. El impasse abierto por este nuevo escollo negociador comenzaba a ser interpretado en el seno del IRA como un intento deliberado de llevar a todo el movimiento a un callejón sin salida, a una lenta agonía, similar a la de la tregua de 1975. Muchos voluntarios consideraban, además, que la exigencia del desarme tras treinta años de guerra, significaba validar una rendición, una capitulación humillante, frente a los británicos y los Unionistas. La respuesta del IRA no se hizo esperar. El 9 de febrero de 1996 una bomba devastaba el centro financiero londinense, matando a dos personas. El IRA había roto el alto el fuego.

 En este contexto, la mediación del Senador norteamericano George Mitchell resultó provincial. Logró que todos los paridos norirlandeses firmasen una carta de seis puntos sobre la base del rechazo a la violencia como instrumento de acción política y el mantenimiento de conversaciones para alcanzar un acuerdo de consenso entre todas las fuerzas políticas, Unionistas,  lealistas, nacionalistas y republicanas. El Sinn Fein se comprometió a respetar todos los puntos en su integridad. El DUP de Ian Paisley era el único partido que permanecía fuera del proceso de paz.

 

 Al mismo tiempo, Mitchell puso el proceso de desarme en manos de una Comisión Independiente liderada por el General canadiense John de Chastelain. Tal decisión permitía congelar la polémica suscitada por el espinoso tema del desarme, otorgando un margen de tiempo mucho mayor al proceso, garantizando, a su vez, la posibilidad de reanudar conversaciones multipartidistas si el IRA declaraba un nuevo alto el fuego.

 

 El 19 de julio de 1997 el IRA declaraba un nuevo cese indefinido de la violencia. Se abría una nueva ronda de conversaciones entre partidos, que desembocó en la firma del Acuerdo de Viernes Santo el 10 de abril de 1998. El acuerdo preveía la articulación de una Asamblea Autónoma con un Ejecutivo coaligado (Power Sharing Executive), con representantes de ambas comunidades, un Consejo de las Islas (entre los distintos Estados y autonomías de las islas británicas), e instituciones comunes entre la República e Irlanda del Norte.

 

 Finalmente,  tras los Acuerdos de San Andrés (2004) y el desarme del IRA en el año 2005, el Sinn Fein, como principal fuerza nacionalista en el Ulster, se pliega a un acuerdo de mínimos con el DUP de Ian Paisley para liderar una sociedad en transición,  que guarda muchas similitudes con los Acuerdos de Sunningdale de 1973 (el propio Seamos Mallon, número dos del SDLP, definió el Acuerdo de Viernes Santo como un Sunningdale para tontos) .Un acuerdo al que,  recordemos, podría haberse sumado con un coste humano muchos menor, 3.000 muertos desde entonces, hace más de cuatro décadas. (Michael Murray, p. 78).

 

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IÑAKI VÁZQUEZ LARREA.

 

Doctor en Antropología.