RESUMEN
El presente artículo versa sobre la Historia y la Ideología del Ejército Republicano Irlandés entre 1916 y 1998. La compleja
situación de uno de los enfrentamientos armados de mayor duración en tiempos
contemporáneos.
Palabras Clave
IRA, lucha armada, Adams,
Troubles, Huelgas de Hambre, Larga Guerra.
Abstract
This article is about Irish Republican
Army’s (IRA) history and ideology between 1916 and 1998. We will develop the
complex situation of one of the longest armed conflicts of the contemporary era.
Key words
IRA, armed fight, Adams, Troubles, hunger
strike, long war
HISTORIA E IDEOLOGÍA DEL
EJÉRCITO REPUBLICANO IRLANDÉS (IRA). 1916-1998.
Por: Dr. IÑAKI VÁZQUEZ LARREA
CAPÍTULO I:
1.- IRA: LA VERTIENTE PEARSEANA DEL REPUBLICANISMO RADICAL IRLANDÉS.
1.1.- EL IRA EN SU APOGEO (1916-1921).
“Nos convertimos
en víctimas de una ilusión que nunca podría convertirse en realidad”
Sean O´Broin, militante del IRA
en la campaña fronteriza (1956-1962)
“No serán los
capaces de hacer sufrir más quienes triunfarán, sino aquellos que sean capaces
de sufrir más”
Terence MacSwiney, militante del
IRA muerto en huelga de hambre, octubre de 1920.
Como nos recuerda el historiador
irlandés Paul Bew, aún hoy día son muchos los irlandeses que dicen sentirse
orgullosos de la Rebelión de Pascua, pero pocos los que se atreven a afirmar
que reportó beneficios políticos para la isla.
La brutal represión emprendida
por el General Maxwell ha de ser comprendida bajo el prisma de la Gran Guerra. El Gobierno británico consideró aquella una revuelta Sinn Feiner, aunque
el Sinn Fein se mantuvo al margen de la revuelta, de carácter germanófilo. Sin
embargo, y pese al malestar generado por la ejecución de los dieciséis fenianos,
Irlanda seguía colaborando sobremanera en el esfuerzo de guerra británico.
A principios de 1917 lo único
claro para Unionistas y nacionalistas moderados irlandeses es que el
autogobierno excluiría a seis de los nueve condados del Ulster, que para
entonces ya había instaurado un Gobierno Provisional, con el objeto de
permanecer dentro de la Unión. La Rebelión de Pascua instigó los peores miedos
unionistas, aquello era el stab in the back (la puñalada en la espalda),
mientras millares de hijos del Ulster protestante y británico daban su vida en
los campos del Somme por la Unión con Inglaterra. Era, sin duda, el principio
del fin de la estrategia política perseguida por el partido autonomista de
Redmond, en una Irlanda cada vez más hastiada por un esfuerzo de guerra carente
de contrapartida política alguna.
Ya no era sólo el hecho de que
el autogobierno no llegaba, o que llegaba tarde, sino que Lloyd George (primer
ministro británico) insinuara que el autogobierno vendría de la mano de la
entrada del servicio militar obligatorio en Irlanda. Aquello marcó un antes y
después en la Irlanda nacionalista. Para muchos Volunteers que
retornaban de la guerra, y para gran parte de la opinión pública irlandesa, el
punto de referencia ya no era Redmond y el desgastado partido autonomista, atado
de pies y manos por su alianza con Asquith y los liberales ingleses, sino un
renacido Sinn Fein. En la Convención Nacional de mayo, la Iglesia Católica, el partido autonomista y el propio Sinn Fein acuerdan un pacto de oposición
a la introducción del servicio militar obligatorio en Irlanda, contando con la
férrea oposición del Ulster Unionista a esta resolución.
A mediados de 1917, el Sinn Fein
había dejado de ser el partido pacifista que fundado por Arthur Griffith,
propugnaba una monarquía dual a la austrohúngara. El partido pasó a estar
controlado por los supervivientes de la Rebelión, en su mayor parte miembros de la IRB. En el Ardh Fheis ( Conferencia Anual) de octubre, el partido se
desdobla en dos ramas. La civil, liderada por De Valera, y la militar, el IRA,
como relevo de una IRB que desaparece en 1924, encabezada por el enigmático
precursor de la lucha guerrillera maoísta, Michael Collins, además de Cathal
Brugha y Richard Mucaby entre otros. Las resoluciones de la Conferencia son tres. Defensa de la República proclamada en 1916, una política abstencionista
y la negativa a tomar asiento en el Parlamento de Westminster.
En las elecciones de diciembre
de 1918 el Sinn Fein arrasa literalmente en el Sur de Irlanda. El partido
autonomista logra seis escaños y el Unionismo triunfa en el Ulster. Mientras
Unionistas y autonomistas se dirigen a ocupar sus escaños parlamentarios en
Londres, enero de 1919, el Sinn Fein proclama un parlamento (Daíl en
gaélico) Independiente sin efecto práctico alguno. Durante varias semanas la
situación fue de un impasse angustioso para muchos irlandeses. El estado
de confusión queda perfectamente resumido en las palabras de Sean Tracy, líder
del IRA en Typperary: “Si esto continúa así, tendré que salir ahí fuera a
matar a alguien para que el enemigo nos organice” (R. F. Foster, p. 456).
Las palabras de Tracy parecieron
ser premonitorias. A finales de enero, Michael Collins ordena el asesinato de
dos miembros del RIC (Royal Irish Constabulary) y el Dail es declarado ilegal.
Es el inicio de la guerra Anglo/Irlandesa, conocida también por Guerra Tan.
El IRA se organiza en las
famosas flying columns (columnas volantes), milicias guerrilleras de
raigambre rural que recuperan los métodos de los Defenders y los Ribbomen.
Muchas de ellas, como la de Tom Barry en Cork, pasarán a engrosar los
anales de la leyenda nacionalista. El gobierno británico se muestra incapaz de
detener la espiral guerrillera del IRA, y envía a las milicias paramilitares de
los Black and Tans
(conocidos así por su uniforme
caqui y negro) a colaborar con un RIC desmolarizado, y crecientemente aislado,
a combatir las actividades del IRA.
Los Black and Tans se
hicieron rápidamente famosos en Irlanda por sus brutales métodos, no sólo ya
contra el IRA, sino contra todo aquello que sonase, siquiera lejanamente, a
nacionalismo irlandés. Consecuencia de ello fue que las filas del IRA
engordaran rápidamente. En diciembre de 1919, cuando Lloyd George ofrece la
puesta en práctica inmediata de autogobierno irlandés, excluyendo al Ulster, el
IRA contaba ya con decenas de miles de miembros y simpatizantes. Los
republicanos no sólo rechazan la oferta sino que el IRA incrementa su actividad
guerrillera.
En el Ulster la crisis se
traduce en crecientes enfrentamientos sectarios, que ponen a Belfast al borde
de la guerra civil. El lealismo orangista organiza patrullas de vigilancia
protestante contra las actividades del IRA en el Norte. Los católicos de
Belfast sufren de primera mano la furia orangista ante la dimensión de la insurrección
feniana. El 21 de julio de 1920, poco después de que James Craig
pronunciase un discurso en el que afirmaba que el “Ulster permanecerá como
el granito en defensa de la Unión”, miles de católicos, sospechosos, por el
hecho de serlo, de deslealtad a la Corona, son expulsados de los astilleros de
Belfast. Mientras tanto nueve militantes republicanos, encabezados por Terence
MacSwiney, mueren en Brixton tras meses de huelga de hambre, Irlanda parece
precipitarse hacia el caos más absoluto.
El 21 de noviembre de 1920
Michael Collins ordena la ejecución de catorce miembros del servicio de
inteligencia británico, y en represalia los Black and Tans abren fuego
contra la masa de espectadores que asistían a un encuentro de fútbol gaélico en
Dublín. El episodio, conocido como Domingo Sangriento, se salda con la
muerte de catorce civiles inocentes. La espiral acción/represión/acción parece
no tener fin. El mes siguiente, poco antes de que De Valera retornase de un
viaje por Los Estados Unidos, diecisiete miembros del RIC son asesinados en una
emboscada del IRA.
Para mediados de 1921 era
evidente que, si bien el IRA no podía derrotar militarmente a las fuerzas de la Corona, el Gobierno de su majestad Jorge V tampoco podía lograr aplastar al IRA. De Valera y
Collins eran conscientes de la necesidad de algún tipo de arreglo político, a
partir del marco jurídico/político preestablecido poco antes de las elecciones
de mayo, en las que el Sinn Fein renovó su preponderancia electoral. Este no era
otro que el Acta de Gobierno de Irlanda (1920), que instauraba dos parlamentos
autónomos. Uno que aglutinaría a los 26 condados y otro a los 6 condados del
Ulster. En julio el IRA declara un alto el fuego y De Valera acepta acudir a la
mesa de negociaciones.
El 21 de octubre de 1921 se
abren las negociaciones. El frente nacionalista estaba representado por Arthur
Griffith y Michael Collins, el Unionista por James Craig, mientras que el
gabinete británico, además de Lloyd George, contaba con políticos de la talla
de Winston Churchill o Austen Chamberlain. Finalmente el 21 de diciembre se
firma un acuerdo, que en la práctica certificaba lo ya establecido por el Acta
de Gobierno de Irlanda.
De las negociaciones, los
nacionalistas lograron arrancar la promesa de una Comisión fronteriza que
revisasen los límites que habría de tener en futuro Estado norirlandés. Sin
embargo, lo difuso de las atribuciones que habría de tener esa Comisión y el
relativo desinterés nacionalista al respecto (el propio De Valera se mostró
contrario a coaccionar a los Unionistas a una Irlanda Unida e indicó que
aquellos condados que optasen por la secesión serían libres de hacerlo),
revelaban que la polémica de las negociaciones no se centró en la partición de
la isla, sino en el debido juramento de lealtad que los dirigentes del Futuro Estado
Libre de Irlanda, debían a la Corona.
De hecho, las discusiones sobre
la aceptación o no del Acta de Juramento centraron de nuevo las discusiones en
el Dail. Para muchos republicanos, el tratado suponía una auténtica herejía en
relación con la República revelada por Pearse en 1916. Pese a que el Dail
ratificó por mayoría lo acordado en el Tratado, De Valera acusó a Collins de traición
y abandonó el Parlamento. El movimiento republicano quedó dividido en dos
facciones.
El 22 de marzo de 1922 la Convención del IRA se opone a la traición de Collins. Declara su alianza a las fuerzas
anti- Tratado de De Valera y su lealtad al Dail de 1919, a quien considera último y único gobierno legítimo de la isla. La Convención estaba encabezada por Lyam Lynch, Rory O´Connor, Tom Barry, Sean Macbride y Peadar
O´Donnell. Un mes más tarde, el IRA declara la guerra a las fuerzas
pro/tratado. El IRA pasa a considerarse como legítimo Gobierno y Ejército de
una República unitaria imaginaria. A la pregunta de Collins de si aquello
suponía una dictadura militar en la isla, Lyam Lynch contestó con un escueto; “bien,
puedes tomarlo como quieras” (Brendan O´Brien, p. 37). Toda una declaración
de intenciones.
El 22 de agosto de 1922 Michael
Collins, comandante en jefe del recién forjado Ejército Nacional, es asesinado
en su Cork natal en una emboscada del IRA. La guerra civil no declarada en el
Estado Libre de Irlanda se recrudece. La represión gubernamental no entiende de
detenciones y ejecuta sin contemplaciones a decenas de miembros del IRA. Lyam
Mellowes y Rory O´Connor son ejecutados junto con más de setenta militantes
republicanos. En abril de 1923, el propio Lyam Lynch es detenido. Próximo a su
ejecución Lynch escribe una carta, que sirve para desentrañar el impulso
visionario que aún empujaba a la lucha a centenares de miembros del IRA. Lynch
moriría convencido de que los irlandeses sólo podían seguir un camino:
el trazado por la vanguardia patriótica feniana. Su muerte serviría para
certificar que dicha alternativa política, la República de 1916, vive; la muerte del Cristo feniano sirve, otra vez, para garantizar
la supervivencia de una nación en pecado. Dicha alternativa, al ser sagrada,
la misma que siguió Cristo, no necesita de refrendo democrático
alguno, ello queda fuera de todo ámbito de discusión. Al Morir por un ideario
que trasciende lo mundano, para ser definido como una causa santa,
Lynch, como en el drama de Yeats, considera que no necesita de
oraciones, porque se dirige a entrar en el mundo de la inmortalidad
gaélica. El influjo pearseano es absoluto.
“Muero feliz perdonando a
todos, y esperando que todos me perdonen. El camino que el pueblo de Irlanda
debe seguir; es duro, recto, verdadero, aunque estrecho. Sólo siguiendo ese
camino pueden considerarse hombres. Es un camino duro, pero es el mismo camino
que siguió Cristo, el camino del sacrificio. La República vive, nuestras muertes así lo certifican. Ha venido el Capellán a vistarme. Mi
conciencia es clara. Me dirijo a congregarme con los antiguos Gael. Creo que
todos aquellos que han muerto por Irlanda no necesitan de oraciones” (Tim
Pat Coogan, p. 295).
Después de la muerte de Lynch,
el IRA, en nombre de sus mártires, persistía en una lucha absolutamente estéril.
Kevin O´Higgins, ministro de Justicia del Free State
(posteriormente asesinado por el
IRA), justificaba de la siguiente forma la represión contra la disidencia
republicana: “ No tendremos dos gobiernos y dos ejércitos en este país. Si
en nuestro pueblo algunos pretenden defender un credo, si tienen un mensaje que
exponer, pueden tratar de convencer a nuestros ciudadanos de sus virtudes. Pero
habrán de apelar a la palabra y al voto, a la razón y no a la coerción armada.
Deben de elegir entre ambas, y no utilizar ambas. No pueden utilizar la urna y
la bomba al mismo tiempo” (J. Bowler Bell, p. 43).
1.2. DEL OCASO A LA PRÁCTICA IMPLOSION (1924-1941).
Lo cierto es que con la mayoría
de dirigentes muertos y encarcelados, y una organización en desbandada, al IRA
no le quedaban muchas alternativas. En mayo, es el propio De Valera el que se
opone a la actividad armada. “La República ya no puede ser defendida con éxito con la fuerza de vuestras armas. Un mayor sacrificio de vidas humanas
resultaría vano, además de perjudicial para el futuro de nuestra causa. La
victoria militar es de aquellos que han destruido la República proclamada en 1916. Se han de buscar otros instrumentos que salvaguarden el interés
nacional”(J. Bowyer Bell, p. 41).
Un mes más tarde, Aiken
sustituto de Lynch en la Ejecutiva Militar del IRA, decreta un cese indefinido
de las operaciones militares. En agosto el Estado Libre celebra elecciones
generales. Las fuerzas protratado se aglutinan en una coalición electoral
denominada Cumman na Gael (años más tarde rebautizada como Fine Gael)
, elecciones que el Sinn Fein decide contestar pese a sus principios
abstencionistas. El Cumman na Gael de Cosgrave logra una mayoría
absoluta que certifica la legitimidad del nuevo Estado saliente, aunque las
heridas de la guerra civil tardarían generaciones en cicatrizarse.
El IRA, lejos de desaparecer,
seguía poseyendo una mística voluntarista aún atractiva para miles de
irlandeses. Para muchos irlandeses se trataba del legítimo Gobierno y Ejército
de una República unitaria traicionada desde 1921. Aunque los hechos
históricos y las sucesivas convocatorias electorales desde 1923 hasta 1927
desechan este argumento; era un precepto al que ya hacían mención muchos
militantes del IRA en el exilio, Frank Gallagher, desde Londres, expuso tres
puntos, que a la larga se convirtieron en un auténtico dogma de fe republicano.
Es lo que básicamente se esboza en By What Authority? (¿ En nombre de
qué autoridad?), publicado en los años en el que el IRA sufría una persecución
por parte de las fuerzas pro tratado más dura que la llevada a cabo por los Black
and Tans:
“Antes de la firma del
Tratado en Irlanda, una guerra civil era algo impensable:
¿Qué la hizo posible?. Durante
cinco terribles años la nación había permanecido unida en tres básicos
principios.
-
La existencia de la República fundada en la semana de Pascua, y confirmada por plebiscito nacional en diciembre de 1918.
-
La santidad de nuestra independencia nacional proclamada por la Asamblea Nacional Soberana en enero de 1919.
-
La unidad territorial de Irlanda, certificada por nuestra Historia.
El tratado violó esos tres
principios fundamentales. Destruyó la República, nuestra independencia nacional, y dio por buena la partición de nuestra antiquísima nación”
(Tim Pat Coogan, p. 290).
Cuando estos argumentos no
resultaban del todo convincentes, el IRA solía recurrir al más puro
determinismo historicista. Esto es, justificar el activismo armado en nombre de
las tumbas de los fenianos muertos. Al parecer el legado dicta
una única senda política a la que todos los irlandeses de a pie han de
someterse necesariamente, bajo la atenta guía de la vanguardia iluminada, de la
sucesión apostólica pearseana. El IRA debe encauzar a la nación dentro
de los estrechos márgenes de la verdad absoluta revelada en 1916. Éste el
argumento que esboza un documento interno del IRA en febrero de 1932, publicado
en el Wolfe Tone Weekly: “Lo que realmente brota de nuestros corazones, es
la herencia recibida de nuestros héroes muertos: ¿ Para qué murieron?. Murieron
por la total y completa libertad de Irlanda. No murieron por el próspero títere
imperialista que se hace llamar Estado Libre de Irlanda, ni tampoco por una
República cosmopolita. Murieron en palabras de Wolfe Tone, para romper la
conexión con Inglaterra. La fuente de todos nuestros males políticos. Murieron
por establecer una República soberana unitaria irlandesa, en palabras de
Patrick Pearse. No solamente libre, sino también gaélica. No solamente gaélica,
sino también libre. El patriotismo, en gran medida consiste en hacer honor a la
memoria de la muerte heroica de estos hombres y en completar una labor
inacabada por ellos desde 1916” (Tim Pat Coogan, p. 295).
En 1924 el IRA no renunció a hacer
honor a la muerte de sus héroes, simplemente guardó las armas en espera de
tiempos mejores. El problema es que no vinieron tiempos mejores, por lo
menos hasta el estallido del conflicto sectario en Irlanda del Norte en 1969. A partir de este momento, el IRA dejó de condicionar significativamente la vida política
irlandesa, aunque no se resignó a desaparecer como organización armada.
Un año más tarde el IRA lanza a
la calle el periódico republicano An Phoblacht, iniciándose los tiempos
duros en los que Peadar O´Donell intenta acercar al movimiento a posiciones
socialistas. Esos intentos cristalizarán en la formación de Saor Eire (Irlanda
Libre) en 1931, organización complementaria al IRA y que postula la
instauración de una República campesina desempolvando los escritos de
Fintan Lalor y el republicanismo marxista de James Connolly. En diciembre de
1925 el Gobierno de Cosgrave da por buenas las recomendaciones de la Comisión fronteriza para no alterar los límites fronterizos existentes con Irlanda del Norte.
El desconcierto en las filas
republicanas aumenta en 1926 cuando De Valera abandona la presidencia del Sinn
Fein y decide formar su propio partido político, el Fianna Fail
(Soldados del Destino)
para participar en las instituciones del Estado Libre de Irlanda. De
Valera postula un republicanismo posibilista, coincidiendo con los
objetivos del IRA, que no con sus medios. El IRA, sin embargo, persiste en una
política de vendetta armada contra los dirigentes del Estado Libre y toda
influencia británica en Irlanda, asesinando al que fuera ministro de
Justicia O´Higgins. Finalmente, el Gobierno de Cosgrave decide ilegalizar el
IRA en 1931. Ante tal situación, los políticos del IRA, a cuya cabeza se
situaba Peadar O´Donnell, llegan a proclamar en Dublín (junio de 1931) la
necesidad de dar por terminado el ciclo de violencia y formar un Partido de
Trabajadores Republicano agrupado en torno a Saor Eire. El proyecto se
diluye rapidamente ante las expectativas generadas por el ascenso al poder de
De Valera en 1932, y la oposición general del movimiento a infiltraciones
comunistas que pudieran poner en cuestión los dogmas del republicanismo
radical irlandés. En febrero, a través de An Phoblacht, el IRA da la
bienvenida a De Valera, esperando de él la llegada de la prometida República,
pero reservándose el derecho de imponerla con la fuerza de las armas como
vanguardia del movimiento en pro de la Libertad de Irlanda:
“El Fianna Fail ha declarado
su intención de romper con algunos de los tentáculos Imperialistas (en relación
a la guerra económica lanzada contra Inglaterra). Este tipo de iniciativas se
valoran y son bienvenidas. El Ejército Republicano Irlandés (IRA) debe, no
obstante, continuar con su trabajo como vanguardia avanzada del movimiento en
pro de la libertad de Irlanda”. (Tim Pat Coogan, p. 90).
Tras la legalización de Saor
Eire y el IRA, en marzo de 1932, muy pocos dentro del movimiento
republicano podían adivinar que De Valera iba a ser uno de los más feroces
enemigos del IRA. Por de pronto, el trabajo de la vanguardia pearseana,
durante gran parte de la década de los treinta, se concentró en combatir el
repentino auge de los Blueshirts o camisas azules filo fascistas, que
dirigidas por el General O´Duffy propugnaban la instauración de un Estado
corporativo a la italiana, idea con la que el propio W. B. Yeats
coqueteó por aquel entonces. Las refriegas terroristas son constantes, y el
creciente malestar de la opinión pública irlandesa lleva a De Valera a tomar
iniciativas políticas.
Si la ilegalización de los
Camisas Azules en 1934 no representaba para él escollo político alguno, la del
IRA se presentaba más problemática. Al fin y al cabo De Valera nunca puso en
cuestión los argumentos que justificaban la violencia del IRA, por muy
horrendas que le pareciesen sus acciones. Así que la ilegalización del IRA en
1936, habría de venir necesariamente de la mano de otro golpe de efecto que
capitalizase la legitimidad de la herencia republicana en la figura del propio
De Valera. A tal efecto, el Estado Libre de Irlanda pasó a denominarse Eire en
1937 y en su nueva Constitución se añaden dos artículos que reclaman a Irlanda
del Norte como parte integrante del territorio nacional en espera de
devolución. Así esperaba De Valera en 1937 dar por finalizada la
labor inacabada desde 1916, de quien el IRA se reclamaba único y legítimo
heredero.
El IRA, al mando de Sean Russell
y Frank Ryan (este último encarcelado en la España franquista por su participación como brigadista en la defensa de la República española), pretende contrarrestar dicho golpe de efecto con una campaña terrorista que reafirme su legitimidad como
Gobierno y Ejército de la República de 1916. La campaña habría de centrarse en
Inglaterra simultaneándola con golpes de efecto militares en Irlanda del
Norte, pero la carencia de recursos humanos y militares no sólo condenaba la
campaña de antemano, sino que hizo que la grandilocuencia de sus comunicados
pusiese aún más al descubierto el aislamiento del movimiento republicano.
La declaración de guerra a
Inglaterra en nombre del Gobierno de la República, exigiendo además la retirada de las tropas británicas de la isla (en alusión a Irlanda del Norte) bien pudiera
tildarse de estrambótica si se observa a los ojos de un contexto en que Europa
se encaminaba a una tragedia de dimensiones desconocidas en toda la Historia de la Humanidad, pero para el IRA la predisposición a la acción, en tiempos de
dificultad para Inglaterra, era ante todo un instrumento de reafirmación
ideológica en un periodo en que el movimiento republicano luchaba por su propia
supervivencia. El comunicado, no contestado, al Gobierno británico tiene en
consecuencia un matiz redentor:
“Tengo el honor de informarle
que el Gobierno de la República de Irlanda, teniendo como primer deber la
salvaguarda de la paz y el orden de nuestra patria, exige la retirada de todas
las tropas británicas estacionadas en Irlanda. Estas fuerzas no solo
constituyen una incitación al desorden político, sino un símbolo de ocupación
extranjera y un peligro de invasión potencial para los irlandeses. En
consecuencia, nuestro Gobierno se reserva el derecho de llevar a cabo acciones
militares, si la evacuación de las tropas de la Corona no se produce de forma inmediata”.
El 12 de enero de 1939, ante el
ninguneo del Gobierno británico, el IRA emite un segundo comunicado, en el que
muestra su predisposición a seguir el ejemplo de los siete inmortales
(los signatarios fenianos del Gobierno Provisional de abril de 1916) que salvaron
el honor de la nación, sabiendo interpretar el destino de Irlanda. El
tono mesiánico redentor de la vanguardia pearseana, de los intérpretes
de pueblo, queda completamente al desnudo. Inglaterra sigue empeñada en
destruir nuestra fe nacional, la causa sagrada republicana o el destino
político irremisible de todos los irlandeses que pretendan considerarse como
tales.
“El día 24 de abril del año
1916 en la ciudad de Dublín, siete hombre que eran representativos del
espíritu, la esencia y el destino de una nación irlandesa que jamás ha aceptado
la conquista británica, estamparon su humildad y sus desconocidos nombres en un
documento que ha pasado a la Historia, elevando a la inmortalidad los nombres
de sus siete signatarios.
Aquellas firmas fueron
estampadas con la sangre de los siete inmortales, y muchos otros que siguieron
el ejemplo de una de las luchas más gallardas de la Historia de la humanidad; aquel día la nación irlandesa pasó de la vergüenza al honor, de la
humillación al orgullo, de la esclavitud a la libertad.
Tres semanas más tarde ( el
21 de enero de 1919), La República proclamada en la Semana de Pascua de 1916 fue ratificada y formalmente establecida por los representantes
electos de toda Irlanda y una solemne declaración de independencia enviada a
las naciones de todo el mundo.
Con objeto de combatir esa
declaración y prevenir que la proclamación de la República de Irlanda se hiciese efectiva, las fuerzas armadas del enemigo inglés hicieron la
guerra al pueblo de este país. Se encontraron con el Ejército Republicano
Irlandés, que desafió a Inglaterra de forma tan tozuda que, tras dos años de
cruenta lucha, se vio obligada a pedir una tregua para negociar un acuerdo político.
Desafortunadamente, y porque
los hombre pueden llegar a ser lo suficientemente estúpidos como para negociar
con un enemigo armado en su propio territorio, Inglaterra ganó la paz. La
bajeza moral, la debilidad y la traición trajeron de nuevo la guerra, y la
vieja estrategia británica del divide y vencerás alcanzó su máxima expresión.
Se impuso la partición, el país fue dividido en dos partes sujetas a la
autoridad parlamentaria emanada de Londres. Las fuerzas armadas de Inglaterra
todavía ocupan seis condados en el Norte y se reservan el derecho de reocupar
los puertos recientemente evacuados en el Sur de Irlanda. En los seis condados,
muchos son los soldados republicanos que permanecen cautivos de Inglaterra. La
desesperación, el engaño y la fe nacional rota de parte de nuestro pueblo han
pospuesto la entronación de una República aún viva, pero la proclamación de la Semana de Pascua y la Declaración de Independencia permanecen y deben permanecer para
siempre. Ningún hombre, sin importar lo mucho que se haya apartado de la fe
nacional, tiene derecho a repudiarlas. Ambas constituyen los pilares de la
virilidad incorrupta de Irlanda en lucha por hacerlas efectivas y por redimir
un honor nacional mancillado por una parte de nuestro pueblo en 1922.
Ha llegado la hora de
emprender la lucha. No es necesario volver a declarar la República de Irlanda, ahora o en el futuro. No es necesario reafirmar la Declaración de Independencia irlandesa. Ha llegado la hora del supremo esfuerzo para hacerlas
ambas efectivas. En nombre de los héroes muertos en la lucha y los que en vida
mantenemos la fe, nos entregamos a dicho objetivo.
Hacemos un último llamamiento
a Inglaterra para retirar sus fuerzas armadas, sus funcionarios e
instituciones, y representantes de cualquier tipo de todos los rincones de
Irlanda, como requisito esencial para la paz y la amistad entre los dos
países; así mismo hacemos un llamamiento al pueblo de Irlanda, en la patria y
el exilio, para que nos ayude en el esfuerzo que vamos a emprender en el nombre
de Dios, para lograr la evacuación y entronar la República de Irlanda ( Tim Pat Coogan, p. 296).
El comunicado fue firmado en
nombre del Gobierno y el Ejército de la República de Irlanda, encarnado en la Ejecutiva Militar del Oglaigh na hEireann (IRA en gaélico) formada por Stephen
Hayes, Peadar O´Flaherty, Laurence Grogan, Patrick Fleming, George Plunkett y
Sean Russell. Se inicia consecuentemente una campaña de bombas en Inglaterra
que se salda con la muerte de siete civiles, y cuyo punto culminante fue la
matanza de Coventry, agosto de 1939, en la que cinco ciudadanos ingleses
mueren a causa de las heridas producidas por una bomba del IRA. En Irlanda del
Norte, donde por aquel entonces el IRA contaba con una mayor fuente de recursos
humanos, ante la rampante discriminación social y política del régimen
Unionista, y que recordaba constantemente a la minoría católica que aquel no
era su Estado; la campaña se traduce en el asesinato de un oficial del RUC
(Royal Ulster Constabulary) a manos de un miembro de la Brigada de Belfast, Tom Williams, que será posteriormente juzgado y condenado a muerte en
1942.
La reacción de De Valera es
furibunda. Eire es puesta en estado de emergencia, y los militantes
republicanos (o sospechosos de serlo) son encarcelados y juzgados por
tribunales militares. En el Sur de Irlanda el IRA desaparece prácticamente como
organización, mientras que en Belfast se hace patente la división sectaria de
la ciudad ante la condena a muerte de Williams. Millares de nacionalistas
católicos lloraban rosario en mano su inminente ejecución, al tiempo que los
orangistas la celebraban a las puertas de la cárcel.
Pocas horas de su muerte,
Williams escribe una carta a la organización, sin ser consciente, quizás, de la
magnitud del naufragio al que hacía frente el movimiento republicano. El
aislacionismo es convertido, una vez más, en virtud patriótica. Williams se
reconforta en la idea de observarse a sí mismo como un Mesías poseedor de la
verdad patriótica absoluta. Aquel que por defender la verdad de la nación
crucificada, Irlanda, sufre el calvario de la cruz de Cristo, como
requisito y preludio para alcanzar un ideario armónico absoluto, el paraíso
patriótico prometido, la República de 1916. Irlanda es representada como una
deidad femenina vejada por Inglaterra, que el Cristo/soldado feniano tiene que
rescatar para el pueblo gael a través de su sacrificio y redención; el
guión parece extraído de un drama de Yeats. A su vez, catolicismo e ideario
feniano se funden de forma evidente, con una retórica típicamente pearseana.
“ Lo único que siento de veras
es no poder estar presente en la última batalla de Irlanda por su libertad.
Pero con la ayuda de Dios y la Virgen María, podré verlo desde el cielo junto con nuestra querida, torturada y crucificada
Erin, y mirar con orgullo aquellos hombres que seguirán la lucha hasta la
victoria final. Seguid adelante, sin importaros los obstáculos que os topéis en
el camino. Sin importaros los tormentos que os hagan pasar. El camino hacia la
libertad se encuentra plagado de sufrimiento, privaciones y tortura. Perseverad
camaradas hasta que ese día llegue (Tim Pat Coogan, p. 136)”.
1.3. LA CAMPAÑA FRONTE RIZA ( 1956-1962)
El IRA necesitaba, de alguna
manera, racionalizar una debacle política sin parangón en la historia del
movimiento republicano. La religión patriótica feniana, comenzaba a
quedarse sin fieles, y la traición interna era el argumento más socorrido
para un movimiento incapaz ya de perseverar en la lucha.
La organización buscaba un chivo
expiatorio que liberase tensiones internas, y lo encontró en la figura de
Stephen Hayes, un destacado miembro de la Ejecutiva Militar al que se acusó de ser un espía británico. Lo cierto es que el IRA nunca
pudo demostrar la veracidad de las acusaciones vertidas contra Hayes, que
escapó milagrosamente de su secuestro y proyectada ejecución.
El affaire Hayes terminó
volviéndose en contra de la organización, cuando aquel no tuvo otra alternativa
que filtrar a la Gardai (policia de Eire) una extensa lista de
militantes pertenecientes al IRA para salvar su propia vida. La oleada de
arrestos tras las revelaciones de Hayes no hizo sino agudizar la lenta agonía
de una organización que empezaba a ser vista como un anacronismo a ambos lados
de la frontera irlandesa. En 1945, el IRA decreta un cese indefinido de su
actividad armada.
La Irlanda salida de la posguerra mundial poco o nada tenía que ver con la de 1921. Eire, un
Estado con un fuerte ethos católico y anglófobo, luchaba
desesperadamente por salir de un estancamiento económico crónico tras la gran
depresión de 1929 y la absurda guerra económica de la década de los treinta
contra Inglaterra, instigada por De Valera
(absurda por cuanto que perjudicó
más a Eire que Inglaterra). Por otra parte, la neutralidad oficiosa de Eire en la Segunda Guerra Mundial tampoco ayudó en nada a cerrar viejas heridas entre ambos países. La Labor inacabada de 1916 sonaba poco menos que a sarcasmo para toda una nueva
generación irlandesa, que se debatía entre subsistir al conservadurismo social
y político impuesta por la Iglesia Católica irlandesa en los asuntos públicos, y la realidad de la necesidad de emigrar
a Londres o a los Estados Unidos, y en donde el esencialismo gaélico de
sus padres, en un país que había dejado de ser eminentemente rural, de nada les
podía servir.
Irlanda del Norte, por el
contrario, despegaba económicamente sobre la base de una industria de segunda
generación que había visto robustecida sus raíces gracias a la demanda
suscitada por la Segunda Guerra Mundial. El Gobierno laborista británico sienta
además las bases del futuro Estado del Bienestar que repercute positivamente en
la mejora de las condiciones de vida de los norirlandeses, y en especial de la
minoría católico/nacionalista, enclaustrada y condenada a la mentalidad de
gueto. Lejanos parecían quedar ya los cruentos disturbios sectarios de 1935, e
incluso la aventura política de la Liga Anti-particionista de 1946. A principios de la década de los cincuenta el viejo Partido
nacionalista de Joe Devlin entra en la oposición en el Parlamento de Stormont,
en un claro signo de que la minoría católica/nacionalista comenzaba a buscar
una acomodación política en el Ulster, en lugar de mirar constantemente a
Dublín.
En 1948 Sean Macbride, un
histórico del IRA, deserta de las filas republicanas y funda Clann Na
Poblachta, partido que en coalición gubernamental con el Fine Gael
de John Costello proclama Eire República de Irlanda; el Gobierno
británico responde reafirmando su soberanía sobre Irlanda del Norte.
En 1948, y por primera vez en
tres años, se reúne una nueva Convención del IRA. Fruto de ella será el sello
de una renovada alianza con un Sinn Fein, que reconoce la suprema
autoridad de la Ejecutiva Militar del IRA sobre la isla. La nueva dirección
del movimiento pasa a estar por los tres Macs, Anthony Magan, Thomas Mac
Curtain y Padraig Mac Logan. Mac Logan es nombrado a su vez Presidente del Sinn
Fein, reforzando la estructura bicéfala del movimiento, en su vertiente
político/militar. El Movimiento, que apenas contaba con varias docenas de
militantes, se negaba a apagar la llama pearseana. En Bodewnstown, junio
de 1949, el IRA hace públicas sus nuevas directrices políticas. El militarismo
vanguardista sigue siendo su seña de identidad básica, pese a la asunción de
objetivos más acordes con los recursos de una organización en proceso de
reconstrucción: “El objetivo del ejército es simplemente echar al invasor de
suelo irlandés y restaurar la República Soberana Independiente proclamada en 1916. De cara a llevar a cabo este objetivo,
nuestra política se centrará en llevar a delante una exitosa campaña militar en
contra de las fuerzas de ocupación británicas en los seis condados” (
Brendan O´Brien, p. 123).
Entre 1951 y 1954 el IRA centra
sus esfuerzos en rearmarse. Nadie en el seno del movimiento sabía exactamente para
qué o con qué objetivos, pero lo importante del caso es que nadie lo
preguntase, ya que la predisposición a la acción armada y la pervivencia de
las siglas IRA, era para la mayoría la señal más inequívoca de que la religión
pearseana aún pervivía, de que la guerra santa ( Holy war) contra
Inglaterra aún marcaba el destino inexorable del imaginario pueblo irlandés.
De esta manera lo expresaba Diarmaid O´Doherty en 1950: “ Se nos acusa de
que prestamos más atención a las palabras de los viejos héroes que a los
líderes en vida. Aceptamos esa acusación como un halago. La comparación entre
los objetivos de nuestros líderes políticos y los escritos de los héroes
muertos es la única manera de cerciorarse de que los líderes actuales persiguen
los mismos objetivos que los muertos. Queremos asegurarnos, en palabras de
Patrick Pearse, de que hacemos honor al auténtico evangelio republicano, y no
tanto a uno quizás más juicioso o realista” ( Brendan O ´Brien, p. 167).
Pese a pregonar el auténtico
evangelio republicano, el IRA era para entonces consciente de que la Guerra contra en Estado particionista del Sur, era no solo inviable, sino contraproducente
para sus bases de reclutamiento y entrenamiento militar clandestino. El
prometido paraíso republicano seguía estando ahí, inmutable, concebido como un
destino histórico inexorable. Jamás podría reconocerse la legitimidad de la
ahora República irlandesa particionista, pero la Guerra Santa sí entendía de prioridades, y lo más semejante a la cacareada ocupación inglesa,
era el Norte de Irlanda, donde hacer la guerra a Inglaterra suponía de
facto hacérsela a la mayoría protestante de Irlanda del Norte, que
profesaba una particular veneración por su alianza política con Inglaterra.
De esta forma, en un comunicado
de abril de 1954 (coincidiendo con el aniversario de la insurrección de 1916) ,
el IRA renuncia a ejercer la violencia contra el Estado particionista del
Sur y anunciaba la inminente puesta en marcha de una campaña militar en los
seis condados ocupados por Inglaterra. Era el preámbulo de la campaña
fronteriza iniciada en 1956: “Con el objeto de aclarar que no legitimaremos
ninguna acción armada en el Sur, el Ejército Republicano Irlandés reitera que
solo tiene un enemigo: Inglaterra. A partir de ahora renunciamos a cualquier
tipo de iniciativa militar en el área de los veintiséis condados”(J Bowyer
Bell, p. 278).
Lo que animaba a las varias
decenas de activistas que tomaron parte en la campaña fronteriza, seguía
siendo el viejo vanguardismo pearseano, la fe republicana tal y como la
planteaban activistas como Joe Christie en el semanario republicano Living
Republic
(marzo de 1956), que entendía que
su alternativa política era en sí misma una virtud absoluta. Fuera de
ella todo es impureza y corrupción, sólo existe un credo político posible en
Irlanda, el nuestro, el republicano. Sigue definiendo la República en términos de religiosidad, de causa santa: “La gran pureza de la República. La sublimidad de su propio objetivo. Es precisamente en la garantía de iguales
derechos y oportunidades donde reside nuestra fuerza y al mismo nuestra
debilidad. Nuestra fuerza porque nos otorga la superioridad moral de la verdad
sobre la impostura. Nuestra debilidad porque arroja contra nosotros a todos
aquellos que se dedican a robar y a engañar al pueblo. A aquellos que ponen su
interés por encima del bien general, a aquellos que conciben la política como
un mero negocio y la patria como una palabra vana”..
Sólo los que combaten por la República de 1916, son pueblo irlandés: “Los fundadores de la República ya escribieron sobre quines serían los futuros dueños de Irlanda. El pueblo será el
soberano. El pueblo que lloró en Gethsemane y murió desnudo en la Cruz”
El testimonio del martirio del
soldado/Cristo feniano da cuenta de quién posee la verdad patriótica
absoluta, y de quién, como Judas, vive en la mentira, la traición y la
impostura. La dicotomización basada en la autenticidad de la religión
política pearseana y en lo herético del resto es manifiesta: “Dejadnos
comulgar con ellos. Con aquellos que reclamaron el derecho del pueblo irlandés
a ser dueño de Irlanda, con iguales derechos y oportunidades para todos sus
ciudadanos. Los hombres que hicieron frente a los pelotones de fusilamiento ya
expresaron su repulsa a todos los Judas que les traicionaron”
Finalmente, la vanguardia
pearseana habrá de guiar al pueblo hacia la verdad republicana
revelada: “En esta situación, la primera máxima política hacia la
instauración de la República ha de ser el conducir a nuestro pueblo a través de
la razón y combatir a sus enemigos con la fuerza de las armas (J. Bowyer
Bell, p. 123).
El mismo espíritu que
guió hacia la muerte a Fergal O´Hanlon, activista del IRA muerto en la campaña
fronteriza en 1957, y que anotó en su diario aquella máxima de Pearse, la de
alguien que “no entendía cómo una nación podía obtener su libertad sin armas
y una vez obtenida, salvaguardarla sin la existencia de soldados que la
custodiasen” (Tim Pat Coogan, p. 154).
La campaña, sostenida
intermitentemente hasta 1962, terminó ahogándose en sus propias
contradicciones. En la falta de preparación, de recursos humanos y militares, y
en la falta de apoyo de la minoría católico/nacionalista en Irlanda del Norte,
que recordó la campaña con el nombre de las escaramuzas. Se llevó la
vida de diecisiete personas y encumbró a varios activistas en los altares de la
leyenda republicana. Pero sobre todo, agotó las últimas reservas de energía del
movimiento y, a su vez, convenció a los más hardlines (extremistas) de
que la lucha armada en Irlanda era un camino a ninguna parte.
En la primavera de 1962 la
situación en el seno del movimiento era caótica. El Sinn Fein apegado al viejo
dogma abstencionista, se encontraba al borde de la desaparición electoral en la
isla. El ejército, de nuevo en desbandada, había dejado de existir tras
el fiasco de la campaña. El peligro para el movimiento republicano no era ya el
de experimentar la conocida desesperación pearseana, sino la práctica
desintegración física. En junio de 1962, Thomas Macguiolla, presidente del Sinn
Fein, da por finalizada la campaña fronteriza: “Esta decisión política no
debe tomarse desde un punto de vista derrotista. No es un paso atrás, sino un
paso adelante. Es una oportunidad para conservar nuestros recursos, consolidar
nuestras posiciones, y poder sentar las bases hacia una nueva fase en la lucha
por la libertad” (J. Bowyer Bell, p. 243).
Esta nueva fase vino
caracterizada por la evolución del movimiento hacia postulados marxistas y de
no violencia. Desde 1964, miembros de la Ejecutiva Militar como Roy Johnston o Cathal Goulding reavivan el debate político del movimiento
sobre la base de los postulados de Peadar O´Donnell y Saor Eire. El IRA
se hace, a su vez, permeable al revival marxista/leninista y trotskista
proveniente del Tercer Mundo y la vanguardia intelectual estudiantil europea,
que encuentra eco en los ámbitos universitarios de Dublín. Todo ello encuentra
acomodo en la Teoría de los tres estadios. Estrategia política
que habría de llevar a Irlanda a la instauración de una República Socialista de
corte marxista, y en donde el IRA pasaría a concebirse como una vanguardia
proletaria que haciendo suya toda la teoría de partido leninista impondría
una dictadura del proletariado en el país.
La Teoría de los tres estadios predeterminaba la posibilidad de la acción
política
(desterrando en principio la
acción militar) sobre tres fases de evolución del capital monopolista en
Irlanda, cuya realización histórica necesaria no se ponía en cuestión:
A/ Instauración de una fuerte y
homogénea clase trabajadora en el Norte, que superaría la división sectaria
entre el proletariado católico y protestante.
B/ Aunar los esfuerzos de la clase
trabajadora del Norte y Sur de Irlanda en un proyecto socialista común.
C/ Proclamación de una República
Socialista anticapitalista, donde la lucha armada podría ser utilizada. ( Brendan
O´Brien, p. 112).
El IRA consideró en 1967 que la
eclosión del movimiento en pro de los derechos civiles de los católicos en
Irlanda del Norte había sentado las bases de la plena maduración del primer
estadio. En una histórica declaración ante la tumba de Wolfe Tone, por
parte de Cathal Goulding y Thomas Macguiolla, el IRA renunció a la lucha
armada.
Nadie en el seno del movimiento
se atrevió a predecir la pesadilla que se avecinaba en Irlanda del Norte, y que
alguna vez el IRA volvería a “hacer honor a las tumbas de los fenianos
muertos”
CAPÍTULO II
2. IRLANDA DEL NORTE Y
EJÉRCITO REPUBLICANO IRLANDÉS PROVISIONAL (PIRA).
2.1. POR DIOS Y EL ULSTER:
EL ESTADO UNIONISTA DE LAS COSAS EN IRLANDA DEL NORTE (1920-1967).
“Soy un miembro de la Orden de Orange, y un político después. En el Sur se jactan de tener un Estado Católico. Pues
bien, mi mayor orgullo es que poseemos un parlamento protestante y un Estado
protestante”
Lord Craigavon, Primer ministro
de Irlanda del Norte en 1934.
“Las tradiciones de las
generaciones de los muertos, son como pesadillas que pesan sobre las
tradiciones de los vivos”
Karl Marx
Una de las grandes ironías de la
reciente Historia de Irlanda es que Irlanda del Norte, fue un Estado que nadie
quiso. No lo quisieron los nacionalistas en el Sur; el propio Michael Collins
barruntaba una temprana reunificación bajo la vana noción de que era una
entidad política inviable sin el vecino Estado Sureño (aunque no vaciló a la
hora de financiar la actividad guerrillera del IRA en el Norte de Irlanda).
Tampoco lo quisieron los propios Unionistas. De Hecho, el líder Unionista James
Craig definía al nuevo Estado como un sacrificio del pueblo del Ulster en
aras de la Unión, cuando la relevancia política de Edward Carson comenzaba
a declinar ( un abogado protestante de Dublín que preconizaba la insurrección
protestante para defender el Acta de Unión frente a la deslealtad papista).
Menos aún la minoría católico/nacionalista, atrapada en el seno de un
Estado de claro ethos lealista ( anti-nacionalista, anti-católico y pro
británico). Por no quererlo, no lo quiso ni el propio Gobierno británico, que
otorgando el Home Rule ( autogobierno) al parlamento de Stormont en
Belfast, a través de la entrada en vigor del Acta de Gobierno de Irlanda (1920)
creía deshacerse, definitivamente, del problema irlandés.
Indudablemente, Irlanda del
Norte no fue un subproducto imperialista británico, noción típica del
republicanismo radical irlandés, sino producto, más bien, de la vehemente
resistencia protestante a verse incorporados en un Estado de ethos gael,
católico y anglófobo. Los tambores del Unionismo naranja se movilizaron
siempre que el nacionalismo irlandés parecía cercano a lograr el autogobierno
prometido por el liberalismo inglés desde la formación del UUC (Ulster
Unionist Council/ Consejo Unionista del Ulster) en 1884. La
oposición al Home Rule, Pope Rule (autogobierno, gobierno del Papa) era
la raison d étre de un Unionismo que veía en el Partido Tory su mejor
aliado en Irlanda. Cuando esta alianza dejó de funcionar a favor de sus
intereses, a partir de 1912, los protestantes Unionistas del Ulster optaron,
como mal menor, por articular un ámbito político propio (y exclusivo) dentro
del Reino Unido.
El problema de Irlanda del Norte
no fue la partición en sí misma, sino la lógica hegemonista consustancial
a una identidad etno-comunitaria como la Unionista y lealista.
Lo que entendía James Craig por
el sacrificio del Ulster era el sacrificio de una comunidad orgánica cuyo año
cero comienza en 1609 ( año de la llegada al Ulster de los primeros colonos
escoceses e ingleses) y que, bajo la mitología orangista, ha sobrevivido a
todos los sitios genocidas de sus vecino papistas/nacionalistas
irlandeses, como el de 1641 o el de 1689 (cuando Londonderry fue sitiado por
las tropas del Príncipe Estuardo Jaime II), y que sólo ha salido victoriosa en
la unidad de fe y manteniendo la alianza de Ulster con la Corona británica, como en julio de 1690 con la victoria de Guillermo de Orange en el río
Boyne, la batalla del Diamante en 1795 frente a los defenders papistas (que
dio carta de naturaleza al nacimiento de la Orden de Orange) o el sacrificio de sangre en la batalla del Somme en 1916, que santificó el pacto de sangre de los
hijos del Ulster con la Corona y el Imperio, frente a la deslealtad
feniana de los insurrectos guiados por Pearse.
La narrativa identitaria
determina una psyche defensiva e insegura, sólo pertrechada dentro de un
comunitarismo etnicista exclusivo. Una comunidad obsesionada por la posible
traición de Inglaterra, que quiso en 1886, 1893 y 1914, dejar al Ulster en
manos de la deslealtad del papismo nacionalista, por las ansias
anexionistas de la Irlanda católico/ nacionalista y por la posible
traición del mal protestante ( Lundy), siempre dispuesto a negociar o
pactar con el enemigo papista/nacionalista. A este respecto, la
encarnación del traidor protestante es Robert Lundy, el oficial de la
guarnición de Londonderry que quiso abrir las puertas de la ciudad a las tropas
de Jaime II en 1689. La figura de Lundy, aún hoy día, es inmolada
simbólicamente por los Apprentice Boys
(Chicos Aprendices), primigenios
defensores de la ciudad en el sitio de Londonderry y una de las logias
orangistas más poderosas de Irlanda del Norte. La metáfora sirve para ilustrar
la mentalidad de sitio protestante en Irlanda de Norte, y para recordar que
compartir autoridad con el enemigo católico/nacionalista no es sino la antesala
de la destrucción del Ulster y el principio de la extinción del
protestantismo en Irlanda[i].
Irlanda del Norte en 1920 no se
concibió entonces como un Estado/ nación al uso, dentro de una óptica liberal,
sino como un régimen “Unionista naranja con un complejo anoréxico”[ii].
Un Estado comunitarista exclusivo lealista/protestante, que excluyendo a la
minoría católico/nacionalista llegó a observarse a sí mismo como un genuino
Estado liberal/democrático. La acepción pueblo del Ulster (manejada por
unionistas y lealistas) no incluye a los católicos de Irlanda del Norte, enemigos
declarados del Ulster y desleales a la Corona. De esta narrativa identitaria se desprende, en última instancia. la lógica de la
discriminación social y política de la minoría católica, orientada a mantener
un número lo más exiguo posible de población católica desleal y garantizar
así la pervivencia del régimen de preeminencia etno/comunitaria unionista.
En suma, son cuatro las causas
que explican la percepción unionista sobre la necesidad de un control
comunitario hegemonista. El temor a verse incorporados a un Estado de ethos
celta, católico y anglófobo, la posible traición británica, el quintacolumnismo
católico y el temor a la fragmentación comunitaria interna. A ello añadir
la actitud del Free State (Estado Libre) que alimentó no pocos
prejuicios unionistas. Baste recordar la ley del divorcio de 1926, que
contribuyó al descenso de población protestante en Eire, de cerca de un
17% en 1925, a poco más del 5% en 1971. La ambivalente postura del Fianna
Fail con respecto a la violencia del IRA, el status especial conferido a la Iglesia Católica tras la Constitución de 1937 (al calor de la sectaria afirmación de De
Valera, de que Irlanda era una nación católica) o la reclamación de
soberanía sobre el territorio de Irlanda del Norte en los artículos 2 y 3 de la
misma Constitución.
Entre 1921 y 1925, Irlanda del
Norte vivió una situación de inestabilidad crónica producto de la falta de
legitimidad del nuevo Estado entre la minoría católico/nacionalista, y la
revisión pendiente de los límites fronterizos con el Estado Libre de Irlanda.
Las Special Power Acts de 1922 permitían sumergir a Irlanda del Norte en
un Estado de emergencia permanente, cuando el Gabinete Ministerial del UUP
(Partido Unionista del Ulster) lo creyese conveniente. Legislación que se
mantuvo de forma intermitente hasta la caída del Régimen de Stormont en marzo
de 1972. Las USC (Ulster Special Constabulary), orientadas a combatir la
actividad guerrillera del IRA, estaban formadas mayoritariamente por miembros
de las UVF (Ulster Volunteer Force), organización paramilitar lealista fundada
por Edward Carson. Dividida en tres secciones A, B, C, los B-Specials se
mantuvieron como cuerpo policial a tiempo parcial, pese a la naturaleza
sectaria de la propia institución. Las cosas no resultaron mejores con la
creación del RUC ( Royal Ulster Constabulary), a imitación del defenestrado RIC
(Royal Irish Constabulary) en el sur de Irlanda. Pese a los acuerdos entre
Craig y Collins, que presuponían una representación proporcional de ambas
comunidades en el nuevo cuerpo policial, el 90% del personal del RUC siguió
siendo protestante y unionista.
Al auténtico Estado de sitio
decretado por el Régimen de Stormont le siguió el fin del sistema de voto
proporcional (PR) en 1929. El objetivo era doble. Por un lado, minar la base
electoral laborista, evitando la fragmentación del voto Unionista en beneficio
del mayoritario UUP, y por otro, restar representatividad al voto nacionalista
católico. La manipulación de distritos electorales también fue práctica común
en el Régimen de Stormont. El denominado gerrymandering tenía en
Derry/Londonderry su ejemplo más vergonzante. Con mayoría católica, los
designios de la Maiden City estaban en manos de la corporación
orangista local. Además, el caso de Derry no era el único, casos similares se vivían
en Newry o Dunnganon.
Prueba de ello, es que, a
finales de la década de los veinte, mientras los Unionistas representaban el
66% de la población norirlandesa, acaparaban cerca del 85% de los distritos
locales (Paul Mitchell, p. 37).
La cohesión etno/comunitaria y
su preeminencia, se asentaba sobre la estrecha relación del Régimen de Stormont
con la Orden de Orange y sus diversas logias. La Orden de Orange articulaba vínculos de solidaridad interclasista que reforzaban el ethos
Unionista y lealista del Estado, incluso entre los sectores más desfavorecidos
del protestantismo ulsterino, cuya situación social era, en muchos casos, tan
precaria como la de sus vecinos católicos en las barriadas obreras de Belfast.
Para muchos protestantes de
Belfast Oeste, la situación social de los católicos era auto inflingida,
producto de sus erróneos valores y creencias religiosas, más que por la
naturaleza, supuestamente, sectaria del Estado norirlandés. Entre 1921 y 1969,
uno de cada tres miembros del RUC era miembro de la Orden de Orange, y sólo tres miembros del Gabinete Ministerial norirlandés no fueron miembros
de la Orden durante el mismo espacio de tiempo, mientras que de los 168
parlamentarios del mayoritario UUP 148 eran orangistas.
Pese a que el Gobierno laborista
británico introdujo el sufragio universal en los gobiernos locales tras el fin
de la Segunda Guerra Mundial, el Régimen de Stormont reforzó el principio de
exclusión católico/nacionalista con el Representation of People Act
de 1946, por el que se consideraba legítimo el monopolio de representación
política ejercido por las corporaciones locales, en su gran mayoría controladas
por Unionistas. El por aquel entonces lider del UUP, Major Curran afirmó que la
medida era necesaria, “si se pretendía prevenir que los nacionalistas se
hicieran con el control de los tres condados fronterizos y la ciudad de Derry”.
Añadiendo con carga xenófoba, que “es sin duda la mejor forma de evitar que
el gobierno cayese en manos de gente que pretende destruir este país y no
participa del bienestar del pueblo del Ulster” (Brendan O´Leary, p. 120).
A los límites de representación
política se le añadió la discriminación socioeconómica, centrada en el empleo y
la asignación de viviendas. En 1934, Sir Basil Brooke, futuro primer ministro
de Irlanda del Norte, exhortaba a miembros del UUP en Derry/Londonderry a no
emplear a católicos, “porque el 99% de ellos eran desleales”. Durante el
Régimen de Stortmont, las ocupaciones mejor remuneradas estuvieron ocupadas
enteramente por protestantes, incluso entre sectores profesionales de status
social parejo los cargos de mayor responsabilidad estaban monopolizados
por protestantes. En 1971, un católico tenía cerca de tres veces más de
posibilidades de estar desempleado que un protestante. El arquetipo de un
empleado católico era el de un obrero no especializado, mientras que la frágil
clase media católica, que comenzó a emerger a principios de la década de los
cincuenta, se centraba en actividades de servicio en el seno de su propia comunidad,
lo que reforzaba la mentalidad de gueto de la propia comunidad católica
(Brendan O´Leary, p. 123).
La actitud general de la
comunidad católica ante el Estado Unionista de las cosas en Irlanda del Norte
osciló entre la resignación y el abstencionismo político. La atracción por el
republicanismo resultó ser más bien escasa, sobre todo tras el impacto
beneficioso de las iniciativas laboralistas de posguerra en el Reino Unido, que
sentaron las bases del futuro Estado del Bienestar británico. A partir de 1948,
la comunidad católica tendrá acceso a la enseñanza secundaria, lo que hará
incrementar el número de estudiantes universitarios católicos en las
Universidades norirlandesas. Entre 1961 y 1972, el número de católicos en la Universidad de Queen´s pasó del 22% al 32% del alumnado, generación que constituirá el núcleo
dirigente del movimiento en pro de los derechos civiles a finales de la década
de los sesenta.
Pese a todo, los datos ofrecen
un nivel desproporcionado de emigración entre la comunidad católica producto de
la estructura social de preeminencia etno/comunitaria unionista. Constituyendo
cerca del 35% de la población norirlandesa, la emigración católica ascendía al
60% del total de emigrados en la década de los sesenta. La Iglesia católica, hasta prácticamente los primeros balbuceos de la movilización social de
masas en pro de los derechos civiles, fue el referente institucional básico de
los católicos en Irlanda del Norte, tanto en el ámbito educativo como en el
cultural y político. Paddy Devlin, dirigente del NILP (Northern Ireland Labour
Party/ Partido Laborista de Irlanda del Norte) y cofundador del SDLP (Social
Democratic and Labour Party/Partido Socialdemócrata y del Trabajo), recuerda en
sus memorias cómo la clase dirigente del viejo partido nacionalista de Joe
Devlin “se formaba en las parroquias locales o en los seminarios de Derry”,
donde se priorizaba la enseñanza del gaélico, la religión católica y la Historia de Irlanda, con toda la carga de historicismo nacionalista anglófobo. (Paddy Devlin,
p. 234).
A fines de la década de los
cincuenta, el Régimen de Stormont, ante el declinar de la tradicional industria
de segunda generación norirlandesa, optó por la puesta en marcha de iniciativas
que redujesen el impacto social de la quiebra industrial, a través de la
construcción de grandes infraestructuras y la atracción de capital
inversionista extranjero. Medidas que se tradujeron en un cambio de la
fisonomía homogénica de las barriadas obreras de Belfast y Derry, así como la
llegada a Irlanda del Norte de grandes multinacionales como Dupont o Michelín,
ajenas al patrón tradicional de discriminación católica en el empleo.
Tales medidas vinieron adornadas
de una nueva retórica liberal por parte del primer ministro norirlandés Terence
O´Neill, que se hace con las riendas del poder en 1963. El objetivo ya no sólo
habría de ser el de vigorizar la economía, sino el de tender, según sus propias
palabras, puentes entre ambas comunidades. (Paul Mitchell, p. 120).
El problema de Terence O´Neill,
es que nunca pasó de la retórica a los hechos. Veía en el patrón de exclusión
político/social católico un problema puntual ajeno a la lógica de la
estructuración del poder etno/comunitario unionista en un Estado que era, ante
todo, concebido como un patrimonio político unionista exclusivo. Es más, su
liberalismo era un subterfugio dentro de una cosmovisión Unionista/naranja
(orangie) de la problemática norirlandesa, imbuida de un claro prejuicio
anti-católico. Para O´Neill, los católicos, para poder ser parte del pueblo
del Ulster, debían comportarse como buenos protestantes.
En mayo de 1969, poco después de
abandonar su cargo, llegó a afirmar: “Es prácticamente imposible explicarle
a un militante protestante, que si le das a un vecino católico un trabajo y un
empleo decente, vivirán como protestantes, porque verán a sus vecinos con
coches y televisión. Pero si los católicos viven en un cuchitril espantoso y
están en el desempleo criarán a dieciocho hijos, con cargo a la beneficiencia
nacional. No pueden entender que si, de hecho, tratas a los católicos con
suficiente afecto y consideración, vivirán como protestantes, a pesar de la
naturaleza autoritaria de su Iglesia” ( Brendan O´Leary, p. 163).
Las grandes infraestructuras
construídas por O´Neill, por ejemplo, se orientaron a la garantía del
mantenimiento de la hegemonía unionista. La Universidad de Derry, fue construída en Coleraine, un pueblo mayoritariamente protestante a
poca distancia de la ciudad de Derry, de mayoría católica, mientras que la autopista
de Belfast enlazaba exclusivamente con localidades de mayoría protestante como
Lurgan o Portadown. En definitiva, la retórica no vino acompañada de hechos. A
excepción del encuentro con el con el primer ministro irlandés Sean Lemas, en
1965, y la ocasional visita a colegios católicos, O´Neill no supo colmar las
expectativas de una clase media católica que reclamaba sus derechos con la
carta de ciudadanía británica en la mano, y que pretendía ganar en la calle lo
que el Régimen era incapaz de satisfacer. O´Neill terminó por perder el apoyo
de la comunidad Unionista, sin saberse granjear la confianza de los católicos.
Para cuando el fundamentalismo
presbiteriano de Paisley cobró fuerza, a partir de 1964, abriendo una crisis
sin precedentes entre los Unionistas del Ulster, la base del protestantismo
lealista ya acusaba a O´Neill de Lundysmo y de pretender traicionar
al Ulster. En 1966 las renacidas UVF asesinaban a un católico en
Belfast, ante la percibida crisis de fe patriótica Unionista, con el
objeto de poner fin a las tímidas reformas de O´Neill. La Historia de los troubles (problemas), fue tanto producto de la crisis desatada en el
seno del Unionismo (la comunidad que con más fuerza escuchaba las Voces
Ancestrales de la nación por entonces), como de la radicalización política
posterior de sectores de la clase media católica.
2.2. DE LAS CENIZAS DE
BOMBAY STREET AL NACIMIENTO DE LOS PROVOS: (IRLANDA DEL NORTE, AGOSTO DE 1969).
“Sabía que ya nada sería igual
para los ciudadanos de Belfast. Veía venir a todos esos chicos fascinados por
las virtudes de la fuerza bruta republicana. Sabía también que acabarían por
sucumbir a la lógica del más abierto sectarismo, que acabarían asesinando a
nuestros vecinos protestantes. De la noche a la mañana, toda esperanza por
acabar con el viejo tribalismo étnico que separaba a católicos y protestantes
se vino abajo”
Paddy Devlin, ex/miembro del IRA
y fundador del SDLP, junio de 1970.
“Cualquier hombre que en
nombre de Irlanda acepta un acuerdo que no sea el de la total separación de
Inglaterra, es culpable de una traición tan inmensa, de un crimen tan
abominable contra la nación irlandesa, que uno solo acierta a decir que hubiera
sido mejor que tal hombre no hubiera nacido”
Patrick Pearse, agosto de 1915.
El propio Gerry Adams recuerda
cómo, tras la puesta en libertad del último militante del IRA acusado de
participar en la desastrosa campaña fronteriza en 1961, “los republicanos de
Belfast se dieron cuenta de que contaban con veinte personas y dos
revólveres cortos” ( Gerry Adams, p. 56). Posteriormente dirigentes del
Provisional IRA ofrecen testimonios en la misma línea. Históricos del
movimiento como Jimmy Drumm, Daithi O´Connail o Billy Mckee, definían a los
republicanos “como una raza extinguida, de la que la comunidad
católica ya no se acordaba”.
Adolescentes, sin antecedentes
republicanos, que sólo engrosaron las filas Provos tras los disturbios
de 1969, como Danny Morrison, recuerdan como en 1966, “el IRA era algo
que pertenecía a los libros de Historia” (Patrick Bishop, p. 123).
Existía entre la comunidad
católica norirlandesa, un sentimiento de optimismo generalizado ante la
apertura liberal del Régimen de Stormont, auspiciada por Terence O´Neill desde
su llegada al poder en 1963. Una convicción entre una amplia amalgama de una
nueva intelligentsia católica y Unionista liberal de que en Irlanda del
Norte se podían articular nuevas formas de consenso democrático, en la que los
derechos y las aspiraciones de la minoría católica se vieran reflejados.
Desde sus orígenes en 1964, el
movimiento pro-derechos civiles supo aglutinar a un vasto elenco de
representantes políticos y sindicales bajo una bandera común. Un movimiento
ajeno a la Ideología nacionalista irlandesa, pese a la presencia de
nacionalistas y republicanos en su seno. Según Paddy Devlin, por aquel entonces
miembro del Partido Laborista de Irlanda del Norte (NILP): “podías encontrar
gente de un amplio espectro político. Desde socialistas y sindicalistas, hasta
Unionistas liberales y miembros de las sociedades republicanas de Wolfe Tone.
Así como republicanos adscritos a las tesis de Johnston y Goulding, o
nacionalistas católicos al estilo de Joe Devlin” (Paddy Devlin, p. 67).
El programa común a todos ellos
fue consensuado en 1967, en la plataforma cívica, que paso a conocerse como
NICRA ( Northern Ireland Civil Rights Association/ Asociación de
Derechos Civiles de Irlanda del Norte), que a imitación del movimiento
pro-derechos civiles norteamericano pretendía constituirse en la punta de lanza
de todo movimiento social de masas. Las exigencias de la NICRA eran básicamente tres, todas ellas basadas en libertades civiles básicas debidas a los
católicos de Irlanda del Norte, como ciudadanos de pleno derecho en el Reino
Unido.
A/ Disolución de los B-Special
B/ La exigencia del fin del
monopolio corporativo y de la manipulación de los distritos electorales
locales.
C/ Reformas legislativas
orientadas a poner fin a la discriminación católica en el empleo y la
asignación de viviendas.
Salvo grupúsculos, como el
trotskista de Eamonn Mccann o el People´s Democracy
(Democracia Popular) de
Bernadette Devlin, famosa por su participación en la batalla del Bogside
de Derry, en agosto de 1969, no había nadie dentro del movimiento pro-derechos
civiles con el apoyo o la capacidad de maniobra suficientes como para imponer
tesis revolucionarias maximalistas. El IRA mantuvo una presencia nominal en una
NICRA que ya en 1968 se diluyó en un movimiento de masas mucho más amplio y que
escapaba a su control. Para Goulding, resultaba claro en 1967 que su
republicanismo marxista de nuevo cuño se empecinaba en mantener la ficción de
la existencia de un movimiento que en la práctica era inexistente: “es
cierto que se mantuvo cierta actividad armada para mantener a los tradicionalistas
a bordo, como la voladura del monumento a Nelson en Dublín, en 1966, pero para
1967 el movimiento republicano era algo inexistente, la afiliación política o
el activismo militar era algo puramente nominal a ambos lados de la frontera”
( M. L Smith, p. 126).
Persistía, no obstante una rama
tradicionalista hostil a abandonar el fusil y el rosario. Las cabezas
visibles de la disidencia eran viejos dirigentes como Ruari O´Bradaigh y Sean
Mac Stiofáin, junto con veteranos de la campaña fronteriza como Billy Mckee o
Daithi O´Conaill, integrados estos últimos en la Brigada de Belfast, epicentro de la futura escisión Provo. Las primeras fricciones en la Ejecutiva Militar datan de 1964, cuando Johnston condenó la práctica habitual de recitar el
rosario en las conmemoraciones republicanas, tachándola de puro sectarismo. Sean
Mac Stiofáin replicó diciendo que “los comunistas no tenían derecho a
permanecer en la Ejecutiva Militar del IRA” ( P. Bishop, p. 78).
En el fondo, subyacía la firme
creencia de Mac Stiofáin de que las nuevas veleidades marxistas de MacGuiolla o
Goulding terminarían por corromper las esencias de la fe republicana. Pese
a todo, la posibilidad real de una escisión en el movimiento no comenzó a
plantearse seriamente hasta julio de 1969, cuando la violencia intracomunitaria
amenazaba con degenerar en guerra civil etno/nacionalista en Irlanda del Norte.
Para Jimmy Steele, Billy McKee o Joe Cahill, futuros dirigentes Provos, el
Provisional IRA nació en la oración ante la tumba de McCormick y Barnes
(responsables de la matanza de Coventry en 1939). En la oración a los mártires
Jimmy Steele no hizo mención alguna a la necesidad de defender a los
nuestros (lo católicos) de la furibunda reacción lealista al movimiento
pro-derechos civiles, sino de la esperanza de que el IRA volviese a hacer honor
al legado de Pearse, al culto de los fenianos muertos y a la
labor inacabada de 1916, olvidándose de los postulados de Mao:
“Nuestros dos mártires, que
honramos hoy, fueron a combatir al enemigo en su propio territorio utilizando
los únicos métodos que nos llevarán al triunfo final. No los métodos de los
políticos, ni de los Constitucionalistas, sino el método empleado por los
soldados. El método de la lucha armada. El objetivo último de la nación irlandesa
jamás será logrado a través de la plataforma política o Constitucional. De
hecho, hoy por hoy, el movimiento es más proclive a hablar de los postulados de
Mao que de nuestros patriotas muertos. De las tumbas de los patriotas muertos
emergen naciones vivas, dijo Pearse. Tenemos la esperanza de que las tumbas de
Barnes y McCormick, emerga una combinación del nuevo y viejo espíritu. Un
espíritu que termine por completar la labor inacabada legada por nuestros
mártires” (Peter Taylor, p. 145).
Para el propio Billy Mckee, la
causa de la escisión no tuvo nada que ver con el fracaso en la defensa
de los guetos católicos (posibilidad que Goulding desechó, argumentando que
ello no haría sino azuzar la llama de un conflicto sectario entre la clase
trabajadora protestante y católica en Irlanda del Norte, y para lo cual el IRA
carecía por entonces de recursos humanos y militares) sino por cuestiones de
índole ideológica, que terminaron por quebrantar la unidad del movimiento en
diciembre de 1969. McKee mantiene, aún hoy día, que la escisión hubiera tenido
lugar al margen de la evolución de los acontecimientos en Irlanda del Norte: “No
tuvo nada que ver con presupuestos defensivos en el Norte. Hubiera pasado
incluso si el IRA hubiese sido una organización realmente poderosa en 1969” (Peter Taylor, p. 190).
Mientras tanto, Irlanda del
Norte se precipitaba por la senda del enfrentamiento entre ambas comunidades.
Desde octubre de 1968, las manifestaciones en pro de los Derechos Civiles se
toparon con la oposición violenta de turbas lealistas lideradas por el
reverendo Ian Paisley. La trasgresión de fronteras tribales degeneraba en
crecientes enfrentamientos entre católicos y protestantes, en las que el RUC
actuaba en colusión con el radicalismo lealista. La llamada al SOS Ulster
del populismo orangista de Craig o Paisley comenzaba a ganar más adeptos en la
comunidad Unionista que la retórica apaciguadora de un O´Neill cada vez más
aislado en el UUP (Ulster Uninist Party). La situación comienza a desbordar al
Régimen de Stormont, ante la totalidad pasividad de Londres.
En enero de 1969, el People
´s Democracy organiza una marcha pro-derechos civiles de Belfast a Derry,
secundada por miles de católicos. La marcha, prohibida por O´Neill, es objeto
de continuos ataques por parte de lealistas. A su vez, Derry vive desde inicios
de año en un estado de semi-anarquía. La práctica sublevación de áreas
católicas, como la del Bogside o Creggan se traduce en constantes
enfrentamientos con el RUC, incapaz de restaurar el viejo Régimen Unionista. A
mediados de 1969 surgen las primeras non go areas (áreas de exclusión y
de defensa comunitaria) junto con los primeros Comités de Defensa ciudadana en
ambas comunidades, al borde del enfrentamiento civil.
La situación se agrava con la
temporada de marchas orangistas de julio/agosto de 1969. El 12 de agosto la
marcha de los Apprentice Boys (Chicos Aprendices) de Derry/Londonderry
se encuentra con la oposición de manifestantes católicos del Bogside, duramente
reprimidos por el RUC. Los disturbios se prolongan durante dos días, en la que
pasó a ser conocida como batalla del Bogside. El régimen opta por la
movilización de los B-Specials, que acompañados por millares de
lealistas, literalmente invaden áreas católicas de Derry en una orgía de violencia
y destrucción.
En Belfast, hasta entonces
relativamente al margen del drama que se vivía en Derry, manifestantes
católicos de Belfast Oeste atacan el Cuartel General del RUC en Springfield
Road. La respuesta lealista es furibunda. El 14 de agosto áreas enteras del
Oeste de Belfast católico son incendiadas y arrasadas por lealistas en
colusión, de nuevo, con el RUC. En calles como Bombay Street, el 60% de los
hogares católicos fueron arrasados o destruídos por las llamas. Un 15 de agosto
de 1969, de entre las cenizas de Bombay Street, comenzaron a desplegarse los
primeros soldados británicos enviados para defender a la comunidad, que se
había llevado la peor parte de los disturbios.
Para muchos católicos de Irlanda
del Norte, agosto de 1969 fue el inicio psicológico de los Troubles.
Gerry Adams argumenta que tras agosto, “la comunidad percibió la necesidad
de ser defendida por el IRA”. En noviembre de 1994, poco después del primer
alto el fuego republicano. Des Wilson, Obispo de Derry, afirmaba que era
absurdo pedir el desarme del IRA, “porque no podía dejar a la comunidad
católica indefensa”. El propio John Hume, dirigente del SDLP,
defendía en 1992 la idea de que “la violencia del IRA nacía de las cenizas
de Bombay Street” (Malachy O´Doherty, p. 156)
Como se puede observar, el mito
sirve, incluso, para justificar decisiones políticas del presente, al calor de
un oscuro pasado. La idea que se desprende, de alguna manera, es que la
violencia católico/nacionalista que vino después de los disturbios de agosto de
1969, es legítima y racional, mientras que la de nuestros vecinos
protestantes, es un subproducto patológico, animada por un odio
irracional. Su funcionalidad política estriba en que la Herida Patriótica, nunca cerrada, pone una venda a nuestras atrocidades
étnicas, siempre más legítimas y razonables que la de los otros. El mito
sirve además para delimitar una frontera tribal infranqueable entre ellos (protestantes)
y nosotros (católicos). Cuando a Gerry Adams le resultaba poco creíble
recurrir a Bombay Street para justificar las peores atrocidades del IRA,
siempre recurría a otra Herida Patriótica: aquella que venía a
argumentar que el IRA no necesitaba de ningún mandato democrático, “porque
su violencia nacía de los 800 años de ocupación” o “del resentimiento y
la opresión del pueblo de Belfast Oeste”( Malachy O´Doherty, p. 178).
El pueblo de Belfast Oeste
nace de la ensoñación romántica de Adams. Al parecer, ni los protestantes de
Belfast Oeste (al otro lado del muro de paz), a los que el IRA ha asesinado son
pueblo de Belfast Oeste, ni los desaparecidos, ni las víctimas de las
palizas de castigo o los disidentes de otra ideología forma parte del pueblo
de Belfast Oeste. Al IRA el mito le ha servido para limpiar la
comunidad (recordad Bombay Street, reza aún un mural republicano
de Falls Road) , y a John Hume para defender la articulación de un frente
étnico a principios de la década de los noventa, tan homogéneo como otro ya
pre-existente, el Unionista/protestante.
Otro mito nacionalista irlandés
recurrente, es la consideración del inicio de los Troubles como un progrom
lealista. El juicio de valor intrínseco a esta interpretación es que la
comunidad católico/nacionalista, y sus acciones políticas, parten de un ethos,
esencialmente buenista, armónico, anti-materialista, solidario,
mientras que las acciones protestantes parten de un ethos irracional,
sectario, materialista. Nuestra violencia es buena, la de ellos mala,
irracional, sectaria.
La versión más plausible sobre
los acontecimientos de agosto de 1969 la ofrece a nuestro entender Bowyer Bell.
(Bowyer Bell, p. 234). Defiende la tesis de que ambas comunidades actuaron
guiadas por la percepción y los prejuicios que tenía una de la otra. Los
católicos vieron un progrom orangista de intenciones genocidas, y los
protestantes una insurrección orquestada por el IRA para acabar con su
Estado, Irlanda del Norte. Recuérdese, a este respecto la alocución
televisada del primer ministro irlandés Jack Lynch el 14 de agosto de 1969, en
la que anunciaba que “la República no permanecería impasible”,
ordenando el traslado de tropas a la frontera norirlandesa.
El resultante fue un doble
proceso de limpieza étnica, en el que la minoría católica, la más indefensa,
llevó la peor parte. En su autobiografía, el socialista y ex/miembro del SDLP
Paddy Devlin maneja un criterio muy similar (Paddy Devlin, p. 189). Los sucesos
de agosto provocaron el desplazamiento humano forzoso más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que cerca de 1.500 familias católicas se vieron obligadas
a abandonar zonas de población mixta, para trasladarse a zonas católicas más
seguras. Cerca de 300 familias protestantes sufrieron el mismo destino. En
total, uno de cada diez ciudadanos de Belfast fue forzado a abandonar su hogar
buscando refugio en otras áreas de la ciudad, el 70% de ellos católicos. A su
vez, los disturbios de 1969 supusieron el deterioro irreversible de las
relaciones entre católicos y protestantes, el fin de cualquier remanente de
sociedad civil en Irlanda del Norte, y la instauración de la lógica
comunitarista étnica.
Así las cosas, los católicos
recibieron con auténtico júbilo a las tropas británicas desplegadas en Irlanda
del Norte. “Los ahogaban en tazas de té”, que diría Paddy Devlin. Eran
los defensores de la comunidad católica, frente aun RUC más desacreditado que
nunca. Los hechos, a este respecto, dicen poco a favor de la versión ofrecida
por Gerry Adams, en el sentido de que “fueron pocos en la comunidad los que
confraternizaron con las tropas británicas”, o que tras agosto, “los
católicos sintieron la necesidad de ser defendidos por el IRA” (Gerry
Adams, p. 86).
Cuando Sean Mac Stiofáin pidió
armas para defender al pueblo en agosto de 1969, la Ejecutiva Militar del IRA, encabezada por Goulding se negó, reiterando que “la defensa de
los católicos correspondía al RUC o al Ejército Británico, y que además no
tenían armas para tal defensa” (Peter Taylor, p. 167). Es importante hacer
hincapié en esta noción de pueblo irlandés, porque no se refiere a la comunidad
que vive y respira de Belfast Oeste, sino a la que debería ser bajo la
dictadura de las tumbas de los fenianos muertos, de la que el IRA es su
intérprete y guardián natural. La comunidad sólo es comunidad real cuando
comparte las creencias del IRA. Por ello, resulta del todo incongruente para
Adams que los católicos de Belfast Oeste ridiculizaran al IRA en agosto de
1969, al grito de I ran away ( me escapé). La comunidad prefería adular
a los británicos, que fascinada por sus atuendos los inundaban de tazas de
té. La mayoría absoluta de católicos, según el periodista de Belfast Oeste
Malachy O´Doherty, “creían que la guerra había terminado. Nos encontrábamos
en un momentáneo estado de shock del que nos podíamos recuperar
(Malachy O´Doherty, p. 167).
En resumidas cuentas, el
pueblo en armas contra Inglaterra ensoñado por Gerry Adams no existía en
agosto de 1969. La escisión embrionaria Provo del 24 de agosto de 1969,
opuesta al liderazgo de Goulding, estuvo integrada por nueve de las trece
unidades del IRA en Belfast. El nuevo contingente incluía a veteranos
republicanos tradicionalistas y jóvenes católicos fogueados en los disturbios
de 1969, como Joe Cahill, Billy Nelly, Daithi O´Conaill, Seamus Twomey, Gerry
Adams, Jimmy Drumm, Billy McKee , o Mac Stiofáin entre otros. En total, los
Provos no contaban con más de sesenta militantes, mal armados, a finales de
1969, cuando se formaliza la ruptura dentro del movimiento. (Patrick Bishop, p.
223).
Ésta se produce de forma
efectiva en diciembre, cuando la Convención de la Ejecutiva Militar encabezada por Goulding decide, mayoritariamente, romper con la tradicional política
abstencionista y reconocer la legitimidad de los parlamentos de Stormont y
Dublín. A su vez, se propugnaba la integración del IRA en un Frente de
Liberación Nacional, junto al minúsculo Partido Comunista Irlandés.
Aquello era una auténtica
herejía para la rama tradicionalista encabezada por O´Bradaigh y Mac Stiofáin.
Suponía, nada menos, que reconocer la legitimidad del odiado Free State
( Estado Libre) creado tras la traición del tratado y la ocupación
británica del Norte de Irlanda. Se crea una Ejecutiva Militar
Provisional ( el término Provisional pretendía hacer honor al Gobierno
Provisional de la República proclamado por los insurgentes de la Rebelión de Pascua en 1916), que declara su alianza a la República imaginada por Patrick Pearse: “Declaramos nuestra alianza a la República Unitaria proclamada en la Pascua de 1916, establecida por el Dail Eireann en 1919,
derogada por la fuerza de las armas en 1922 y suprimida hasta la actualidad por
los Estados particionistas de los seis y veintiséis condados impuestos por los
británicos”
(Brendan O´Brien, p. 76).
En enero de 1970 se celebra el
primer Ard Fheis (Conferencia Anual) del Provisional Sinn Fein, a cuyo
frente se sitúa Ruari O´Bradaigh (también integrante de la primera Ejecutiva
Militar del Provisional IRA). El movimiento Provisional contó con la bendición
del último representante vivo del Dail de 1921 (el último parlamento
Pre- Tratado), Thomas Macguire, para quien los poderes del Gobierno
de la República eran automáticamente transferidos a la Ejecutiva Militar del Provisional IRA. Desde entonces coexistieron dos IRAs. El OIRA (Oficial
IRA) leal a la línea marxista defendida por Johnston, Thomas Macguiolla y
Goulding, y el Provisional IRA, más conocidos por Provos.
En Irlanda del Norte, el sucesor
en el cargo de O´Neill, Chichester Clark, aceleró la aplicación del paquete de
reformas reclamado por la NICRA, con el objetivo de salvar los muebles de un
Régimen agónico. Los B-Specials fueron disueltos y sustituidos por la UDR ( Ulster Defence Regiment/ Regimiento de Defensa del Ulster), mientras que el RUC
fue desarmado. Se asignó una Comisión Independiente con objeto de poner fin a
la discriminación en el empleo y la asignación de viviendas, al tiempo que se
ponía fin a décadas de manipulación electoral en los distritos locales.
Sin embargo, la nueva variable
política más significativa era la presencia del Ejército Británico en las
calles, que con el transcurrir de los meses, se mostraba cada vez más brutal y
frustrado por su incapacidad para hacer frente a los disturbios sectarios por
la creciente animosidad entre católicos y protestantes. Ello por diversos
factores. En primer lugar, la absoluta mayoría de soldados era ajeno a la
demografía sectaria de Irlanda del Norte. Sus referentes más inmediatos eran
los de la lucha contrainsurgente colonial en Aden, y sus únicos instrumentos de
disuasión política eran el gas lacrimógeno y el fusil. A ello añadir que
hasta 1972, el Ejército actuó bajo las órdenes del Régimen Unionista, que
percibía la problemática norirlandesa como una insurrección católica orquestada
por el IRA para acabar con Irlanda del Norte.
En consecuencia, la línea de
actuación represiva reflejaba una parcialidad sectaria. Mano dura para
la comunidad católica, y blanda (cuando no impunidad) para la
protestante, cuyos extremistas ya habían dado muestras de vigor terrorista
antes de que el IRA irrumpiese en el escenario político norirlandés. En cierto
modo, el IRA no tuvo más que auparse a un curso de los acontecimientos que
circunstancialmente le fueron favorables.
El toque de queda decretado en
Falls Road, en julio de 1970, ante esporádicos ataques del IRA, inició un ciclo
brutal y desproporcionada violencia represiva contra amplios sectores de la
comunidad católica, cuyo climax fue el Domingo Sangriento de Derry, 30
de enero de 1972, cuando en una marcha católica en pro de los Derechos Civiles
y en contra del Internamiento sin juicio previo (impuesto por el líder
Unionista Brian Faulkner en julio de 1971) el Ejército Británico asesinó a
trece personas.
Al margen de ellos, a principios
de 1970, cuando la luna de miel entre la comunidad católica y el
Ejército británico perduraba, el Provisional IRA maduraba su propia estrategia
política, orientada a forzar la unidad política de la isla, previa retirada de
las tropas británicas de Irlanda del Norte. El IRA era muy consciente de que
carecía del apoyo popular suficiente entre la comunidad católica como para
lanzar una ofensiva contra el Ejército británico. El propio Danny Morrison (uno
de los arquitectos políticos de la estrategia del fusil y la urna en la
década de los ochenta) reconoce que si el IRA hubiera lanzado una ofensiva a
mediados de 1970, la comunidad se hubiera preguntado: “¿Qué tipo de
monstruos engendramos en nuestros barrios?” (Peter Taylor, p.127).
Lo cierto es que la línea
estratégica estaba ahí, bien delimitada por el propio Mac Stiofáin en
febrero de 1970: “Primero, estar alerta para la defensa de áreas
nacionalistas ante la llegada de la temporada de marchas lealistas en verano,
para evitar otro agosto de 1969. Segundo, actuar en contra de las tropas
británicas en caso de que repriman a la comunidad nacionalista. Tercero, lanzar
una ofensiva total contra el sistema de ocupación británica” (Peter Taylor,
p. 145).
El pez IRA, como indica
el manual maoísta, precisaba de agua, que, cuando menos, tolerase a
sus monstruos. Necesitaba, en consecuencia, de un deterioro de las
relaciones entre católicos y el ejército británico, para que el imaginario
republicano, nacionalismo irlandés versus imperialismo
británico, se hiciese real a los ojos de muchos jóvenes católicos del
gueto, y el IRA pudiera arrogarse, de esta manera, el papel de defensor de
la comunidad. Paradójicamente, el hecho de que el IRA coaccionase y
castigase, aún a finales de 1970, a numerosos miembros de la comunidad católica
que colaboraban activamente con el Ejército, indica que el IRA no era percibido,
ni mucho menos, como defensor legítimo de la comunidad. La creciente
brutalidad y parcialidad del Ejército cambiará esta percepción entre muchos
católicos, en beneficio del PIRA.
2.3. ENTRE EL EIRE NUA (LA NUEVA IRLANDA) Y EL ESPEJISMO COLONIAL/TERCERMUNDISTA: EL NATIVISMO ESENCIALISTA PROVO.
“Si los protestantes no
quieren ser liberados, les liberaremos nosotros” (Sean Mac Stiofáin en
1973, en M.L.R. Smith, p.232).
Si el toque de queda en Falls
Road católica, el 3 de julio de 1970, marcó el inicio del deterioro de las
relaciones entre amplios sectores de la comunidad católica y el Ejército, con
el internamiento sin juicio previo de agosto de 1971 (en vigor hasta 1976) el
deterioro se tornó en irreversible hostilidad. El Ejército, fuerza de ocupación
para los republicanos, era crecientemente percibido por los católicos como una
fuerza armada al servicio de los Unionistas[iii].
En agosto de 1970 se funda el
SDLP (Social Democratic and Labour Party), integrado por socialistas y
nacionalistas moderados provenientes del movimiento pro Derechos Civiles como
Gerry Fitt, Paddy Devlin o John Hume. Nació como un partido de Ideología
socialdemócrata, cuyo objetivo primordial era la búsqueda de un pacto
Constitucional entre católicos y protestantes sin renunciar, a largo plazo, a
la reunificación política de la isla, siempre y cuando una mayoría
significativa de norirlandeses así lo desearan. Desde sus orígenes rechazó y
denunció la violencia republicana, aspirando a que Irlanda del Norte católicos
y protestantes pudiesen vivir como iguales[iv].
De momento la marea política
parecía jugar a favor de los fundamentalistas de ambas comunidades. La decisión
de Brian Faulkner, primer ministro norirlandés y miembro del UUP, de introducir
el internamiento sin juicio previo (bajo el Special Power Act) en los
guetos católicos sólo podía contribuir a engordar las filas del IRA. Para Paddy
Devlin, el internamiento fue el error político más grave cometido por Brian
Faulkner: “Después de lo que había pasado hasta entonces, era obvio que la
responsabilidad de la violencia recaía tanto en grupos paramilitares lealistas
como republicanos. La única razón de orientar una política represiva ciega y
brutal hacia una sola comunidad, no podía ser otra que la del más abierto
sectarismo” (Paddy Devlin, p.89).
Entre agosto de 1971 y mediados
de 1972, cerca de 2.500 familias católicas sufrieron la detención, el abuso y
la privación de los derechos más fundamentales por parte del Régimen de
Stormont, en su gran mayoría sin conexión alguna con el movimiento republicano.
Fue entonces cuando miles de jóvenes católicos, sin conexión previa con el
republicanismo irlandés, se alistaron voluntariamente en las filas Provos.
El sentimiento era de
humillación, resentimiento, de la búsqueda de venganza contra el Ejército,
contra los prods o los blacks, los protestantes. Si bien en 1970
el IRA asesinaba a 15 personas, en 1971 eran 89, mientras que en 1972, cenit de
su campaña terrorista, eran 243. Para Patrick Bishop, “La absoluta mayoría
de sixty niners
(adolescentes católicos que
tomaron parte en los disturbios de 1969) Provos no cayó en manos del IRA por su
fe en el republicanismo. Más bien eran repetidas experiencias de abuso por
parte del Ejército las que les llevaban a enrolarse en el movimiento”
(Patrick Bishop, p. 150).
Ante todo, se ofrecía un
análisis simplista de la situación, dentro de coordenadas ideológicas
absolutistas. Unidad política de la isla, previa retirada británica a través de
la lucha armada. El paradigma más aludido inicialmente era el de la Guerra Tan (La Guerra de la Independencia) siendo los Provos, bajo esta
perspectiva, los herederos de las flying columns (columnas móviles) del
mítico Tom Barry.
En septiembre de 1971, el
Provisional IRA articula su primer programa político. El Eire Nua (Nueva
Irlanda) propugnaba la reestructuración política federal de la isla sobre la
base de sus cuatro provincias históricas[v].
El Eire Nua niega (por omisión) el derecho a la secesión de una minoría,
la Unionista, considerando a Irlanda como una entidad nacional natural,
unitaria y pre-existente. En el fondo, subyace una noción esencialista y
totalista de pueblo/nación irlandés, vinculado a un imaginario nativista
excluyente, que predetermina una unidad de destino político inmutable.
El pueblo irlandés es
referido a la manera de un ente étnico suprahistórico en confrontación
horizontal con Inglaterra. El genuino Volkgeist celta/católico irlandés
es un elenco de virtudes políticas y sociales corrompidas por Inglaterra:”El
pueblo irlandés ha demostrado un talento innegable a la hora de otorgarse a sí
mismo estructuras administrativas justas, tanto en el ámbito político como
social. Vemos este ejemplo en las leyes Brehonas, que perduraron en Irlanda
entre los siglos VIII y XVI” (Eire Nua, Provisional Sinn Fein, octubre,
1971)
Con el recurso a la Arcadia armónica celta, se niega la realidad histórica de atomización/fragmentación política
de la Irlanda gaélica hasta las guerras isabelinas de fines del siglo XVI.
Omite la extrema jerarquización y formas feudales propias de la sociedad
gaélica de clanes, en donde la lealtad política y la afinidad identitaria no
superaba los estrechos márgenes de la tuath ( provincia o reino en
gaélico) y del jefe del clan, así como la interacción cultural y política de
las élites nobiliares anglo/normandas, gaélicas o danesas hasta las guerras de
religión en las islas británicas en el siglo XVII, en la que irlandeses de una
u otra confesión, anglicana, presbiteriana o católica defendieron, sin
distinción, la legitimidad sucesoria de diferentes monarcas ingleses.
(R. Foster)
Para el PSF (Provisional Sinn
Fein), hermano menor del IRA en la década de los setenta, los sistemas
políticos actuales de Irlanda son ilegítimos. La partición es definida como una
“mera imposición británica”. La última votación genuinamente democrática
se produjo en 1918, “cuando la absoluta mayoría de irlandeses votaron por la
unidad política y la soberanía de la isla” (Eire Nua, Provisional
Sinn Fein, octubre 1971). El argumento no confronta el rechazo vehemente de los
protestantes del Ulster a la unidad política de la isla, ni las sucesivas
debacles electorales de los republicanos tras 1921, todo sería producto de “la
alienación transitoria del pueblo o de la perfidia inglesa”. Los protestantes
son concebidos dentro de una especie de limbo de irrealidad, a los que se puede
imponer un criterio político de forma arbitraria. La comunidad Unionista, a
este respecto, es una mera “facción antidemocrática sostenida por
Westminster” (Eire Nua, Provisional Sinn Fein, octubre, 1971).
El propio Gerry Adams defenderá
argumentos muy similares como Presidente del PSF (Provisional Sinn Fein). Para
Adams, los Unionistas en 1986 “arrastran una aguda crisis de
identidad”. Se trataría de una identidad, “sostenida artificialmente por
la Unión”. Una vez destruída la Unión con Inglaterra, “los Unionistas habrán de descubrir su verdadera irlandesidad[vi]
“. Uno debiera concluir a partir de este hilo argumental que el republicanismo
posee el monopolio de definición de irlandesidad; que sólo se es pueblo irlandés
si se comparten las creencias y concepción de la Historia de Irlanda de los republicanos, el resto, por no irlandés, es, en
consecuencia, objeto legítimo de coerción o conversión ideológica.
El Socialismo del Eire Nua
es, a su vez, una deriva del esquema nativista pearseano anteriormente
esbozado. Es decir, se circunscribe dentro de la típica noción pearseana de la
eterna batalla entre dos civilizaciones de valores inmutables y antagónicos. La
gaélico/católica, solidaria, armónica, antimaterialista, cooperativista, y la
protestante/británica, materialista, individualista, corrupta, capitalista. La
primera, representante del bien absoluto, Irlanda, la otra, Inglaterra,
el mal absoluto. De esta forma, el futuro Estado Irlandés habrá de
preservar la pureza de un alma nacional inmutable, gaélica, católica y
anglófoba: “El futuro estado irlandés intervendrá en la vida económica de la
nación para garantizar el control nativo de sus recursos y en el ámbito cultural
para evitar la alienación de nuestro pueblo a través del consumo masivo de
cultura pop anglosajona, que sienta las bases para la explotación materialista
y capitalista. Así mismo, el Sinn Fein tomará iniciativas políticas para que la
lengua irlandesa se convierta en un idioma de uso diario entre nuestro pueblo[vii]”
Bien es cierto que, a principios
de la década de los 70, el IRA no era dado a grandes disquisiciones teóricas.
De acuerdo con Mac Stiofáin, se trataba de “escalar, escalar, escalar”,
hasta forzar una retirada británica, que por sí misma vería surgir,
inexorablemente, el paraíso armónico nacionalista de Patrick Pearse; una
Irlanda libre, gaélica y socialista. Argelia, Chipre o Palestina eran los
modelos más recurrentes. La fascinación militarista era tal que, según María
Maguire (miembro de la Ejecutiva Militar del IRA), simplemente se calculaba el
número de soldados británicos muertos necesarios, que supuestamente
forzaron la retirada en otras colonias, y se actuaba en consecuencia.
Al margen del espejismo
tercermundista republicano, existía otro que para finales de 1971 cobraba más
verosimilitud para el SDLP, quien advertía del riesgo de una guerra sectaria
entre católicos y protestantes, si el IRA persistía en su campaña. En
septiembre, el unionismo se desgaja en un mar de siglas políticas.
Por un lado, el UUP (Ulster
Unionist Party) de Brian Faulkner, proclive a un pacto constitucional con los
católicos; y por otro, el bloque lealista, que incluiría al DUP
( Democrátic Unionist Party/ Partido
Democrático Unionista) de Ian Paisley, al Partido de la Vanguardia de Craig y el glosario de organizaciones paramilitares lealistas que surgen de los
guetos protestantes de Belfast, como el de Sandy Row o Shankill Road. Proclives
últimos a aplicar la lógica del majority rule, una versión descafeinada
del Estado protestante para protestantes.
En septiembre de 1971 nace la
organización paramilitar lealista más poderosa: la UDA (Ulster Defence Association/Asociación de Defensa del Ulster), que llegó a aglutinar
a cerca de 40.000 militantes entre 1971 y 1975. Con el nombre de guerra de la UFF
(Ulster Freedom Fighters/
Luchadores por la libertad del Ulster) fue responsable de la muerte de
centenares de católicos durante los troubles irlandeses. En octubre
anunció el inicio de una campaña terrorista que presionase a la comunidad
católico/nacionalista para poner fin a la espiral Provo. La UDA se hizo rápidamente famosa por su brutalidad y sectarismo. Todos los taigs (
nombre peyorativo lealista para designar a los católicos en Irlanda del Norte)
enemigos del Ulster y de la fe, eran sin distinción objetivos de la
banda armada: “Convencidos de que los enemigos de la fe (protestante) y la
libertad del Ulster tienen la firme determinación de destruir el Estado de
Irlanda del Norte y esclavizar al pueblo de Dios, hacemos un llamamiento a
nuestras instituciones lealistas que organicen la defensa de nuestro país con
todo el armamento posible” ( Patrick Bishop, p. 234) . En 1973, la UDA lanzaba un comunicado en similares términos haciendo un llamamiento “al pueblo del
Ulster, para acabar” con la minoría católico/nacionalista.
Si 1971 fue un año sangriento,
1972 aún lo fue más. La muerte de 13 manifestantes católicos en Derry, a manos
del Ejército Británico el 30 de enero de 1972, episodio conocido como Domingo
Sangriento, incrementó las filas de un IRA, que en marzo introdujo el coche
bomba como nuevo instrumento de lucha[viii].
Ese mismo mes, el Gobierno
británico abolió el Régimen de Stormont e introdujo el Gobierno directo de
Londres. El Oficial IRA (OIRA) abandona la lucha armada en mayo, al mismo
tiempo que representantes del PIRA inician una ronda de contactos con el
Secretario para Irlanda del Norte, William Whitelaw. En ella se dieron cita
Gerry Adams, Ivor Bell, Daithi O´Conaill y Sean Mac Stiofáin. El IRA exigía
tres puntos para poner fin a la lucha armada:
1.- El Gobierno debe reconocer
públicamente al pueblo de Irlanda le corresponde el derecho a ejercer la
autodeterminación como una unidad política.
2.- El Gobierno británico debe
retirar todas sus tropas de Irlanda antes del uno de enero de 1975.
3.- Al Gobierno británico le
corresponde poner fin a la política de internamiento, y liberar a todos los
prisioneros de guerra.
Al fracaso y la ruptura de negociaciones,
el IRA respondió con la colocación de 22 coches bombas en Belfast el 21 de
julio de 1972. El Viernes Sangriento, como pasó a ser conocido, se cobró
la vida de nueve civiles[ix].
Para finales de 1972, el IRA entrevé que la inercia militarista no era
suficiente para provocar la retirada británica, y decide planificar una campaña
de bombas en Inglaterra, llevada de forma gradual e intermitente hasta
noviembre de 1974, en uno de los atentados más atroces de los republicanos, 21
personas resultaron muertas en Birmingham tras el estallido de dos bombas en pubs
frecuentados por soldados británicos.
Los sloganes republicanos
de Victory 73 o Victory 74 eran algo más que propaganda orientada
al consumo interno. Por aquel entonces, se tenía la certeza de que la guerra
podía ser ganada en meses, y de que el todo o nada republicano era factible
tras la caída del Régimen de Stormont. De esta forma, si en 1973 el IRA
asesinaba a 130 personas, en 1974 se elevaba por encima de las 140.
A finales de 1973, el Gobierno
Laborista de Edward Heath intentó llevar adelante un proyecto constitucional
para Irlanda del Norte. La Conferencia de Sunningdale reunió en una misma mesa
al Gobierno británico, al Gobierno irlandés, y a tres partidos norirlandeses,
comprometidos con la no violencia y la senda constitucionalista: el SDLP de
Gerry Fitt, el UUP de Brian Faulkner y el Alliance Party de Olivier Napier. Los
Acuerdos de Sunningdale proyectaban la creación de una Asamblea Autónoma bajo
el principio de un Ejecutivo permanente coaligado (power sharing executive)
con representantes de ambas comunidades. Se reconocía la dimensión irlandesa
del problema, y se postulaba la creación de un Consejo de Irlanda, que sin
atribuciones definidas, establecería vínculos institucionales con la República de Irlanda.
La asamblea autónoma cobró vida
en enero de 1974. Los tres partidos aglutinaban un voto mayoritario en ambas
comunidades, pero desde un primer momento, la posición política de Brian
Faulkner demostró ser muy delicada. Los duros de su partido, encabezados
por Harry West, veían en el Consejo de Irlanda un caballo de Troya hacia una
Irlanda Unida, mientras que el lealismo disidente de Craig o Paisley, acusaban
a Faulkner de traición al Ulster y de Lundysmo.
Las cosas tampoco eran sencillas
para el SDLP. El internamiento sin juicio previo seguía vigente y los
republicanos amenazaron de muerte a todos los cargos electos del SDLP que
participasen en la Asamblea. El IRA emitió un comunicado en marzo en el que
señalaba que “acabaría con la Asamblea de la misma manera que acabó con el Régimen de Stormont” (Peter Taylor, p. 160). En cierto modo, la Huelga lealista del UWC (Consejo de trabajadores del Ulster) hizo el trabajo sucio al IRA.
Tras apenas cinco meses de vida, la Asamblea Autónoma se vino abajo.
A mediados de 1974, funcionarios
británicos del NIO (Oficina para Irlanda del Norte) iniciaron una nueva ronda
de conversaciones con los republicanos, de las cuales surgió un nuevo alto el
fuego del IRA. El 22 de diciembre de 1974 Los Provos, decretaron un cese
indefinido de las operaciones que, prorrogado en el tiempo, perduraría hasta
septiembre de 1975.
2.4. LA CRISIS DE 1975 Y LA GESTACIÓN DE LAS HUELGAS DE HAMBRE:
“Nuestras lecciones se extraen
directamente de la Historia. Nosotros recordamos la Gran Hambruna, recordamos a los fenianos. Recordamos 1916 y las ejecuciones. Recordamos los
progroms lealistas de la década de los veinte. Recordamos, con especial
orgullo, a ese puñado de republicanos que a lo largo de los años mantuvieron
viva la llama de la libertad. Recordamos el poder orangista, el toque de queda
en Falls Road, los asesinatos lealistas, los asesinatos británicos,
recordamos….”
An Phoblacht/Republican News,
mayo de 1981.
Existen versiones
contradictorias a cerca de por qué el IRA decretó un alto el fuego a finales de
1974. Según Mac Stiofáin, los británicos habrían prometido una “retirada
escalonada del Norte de Irlanda”, mientras que Merlyn Rees, por aquel
entonces Secretario para Irlanda del Norte, negó la veracidad de tales
afirmaciones.
Probablemente, el Gobierno
Británico trató de aplicar el principio del palo y la zanahoria. Es
decir, prorrogar en lo posible el alto el fuego republicano para hacer inviable
el retorno del IRA a la senda de las armas, y guiar hacia la senda
constitucionalista al Sinn Fein. El propio Adams reconoce que se fue a la mesa
de negociaciones “sin tener una noción clara de hacia donde se quería ir”
(Patrick Bishop, p. 245).
Las consecuencias del alto el
fuego fueron, desde luego, nefastas para el Provisional IRA. Danny Morrison
definió la situación del IRA como “desastrosa”, tras la restauración de
la actividad armada a fines de 1975, mientras que Martin McGuinness
(cabeza visible del IRA en Derry)
recuerda aquel periodo como un “estado crítico para el movimiento
republicano” (Peter Taylor, p. 167).
El IRA salió del alto el fuego
muy debilitado. Con una capacidad letal notablemente menor, con un aparato
militar infiltrado por los Servicios de Inteligencia Británicos, y teniendo que
hacer frente a una serie crisis de legitimidad en los guetos católicos tras
años de sangría humana. El movimiento carecía de horizonte político alguno. Lo
que prevalecía era una pura inercia militarista centrada en la pugna por el
control de feudos con otros grupos paramilitares republicanos como el INLA
(Irish National Liberation Army), el ojo por ojo o actividades puramente
gansteriles, como el robo o la extorsión[x].
El IRA alcanzó uno de los grados
más altos de degeneración sectaria con el asesinato de diez trabajadores
protestantes a principios de 1976. La matanza de Kingsmills, fue llevada a cabo
por el SARAF (Fuerza Armada Republicana del Sur de Armagh), nombre de
conveniencia del IRA, y fue motivo de un editorial en la prestigiosa revista de
Belfast, Fortnight (enero de 1976) que invitaba a la reflexión a los
republicanos: “Ni siquiera hacen un intento por persuadir a los protestantes
de que son queridos en la República. Por el contrario, todas sus acciones están dirigidas a coaccionarlos y no hacen
sino incrementar el rechazo protestante a una Irlanda Unida” (M.L.R. Smith,
p. 234).
En marzo de 1976, Merlyn Rees
pone en marcha la política de Ulsterización/Criminalización. Se deroga
el status de categoría especial para prisioneros republicanos y
lealistas, que pasan a ser considerados como criminales ordinarios. Se pone fin
al internamiento sin juicio previo y el Ejército Británico se retira de la
primera línea de fuego en la lucha antiterrorista, para ser sustituidos por el
RUC y la UDR, fuerzas armadas nativas de preeminencia protestante. El objetivo,
según Rees, era ahogar al IRA como a “una pasta de tubo dentífrico”
(Brendan O´Leary, p. 234).
El IRA declaró como objetivos
legítimos al RUC y a la UDR. No obstante, para un movimiento que decía
inspirarse en Wolfe Tone, un liberal que preconizaba la unión cívica de
anglicanos, presbiterianos y católicos irlandeses, el asesinato de vecinos
protestantes, en ocasiones a la puerta de su casa, por pertenecer a tiempo
parcial a la UDR, presentaba serias contradicciones.
El IRA los solventaba
recurriendo al ejemplo de la guerra Tan o al paradigma colonial
argelino. La primera argumentación pone el sectarismo anglófobo por encima del
sectarismo anti/protestante, la segunda el sectarismo anti/protestante por
encima de la anglofobia.
Daithi O´Conaill, solía recurrir
a ambas. Tras el asesinato del reverendo protestante Bradford, miembro del DUP
de Ian Paisley, en 1981, O´Conaill citaba la guerra de descolonización de
Argelia: “Uno podría remontarse al ejemplo argelino, donde los colonos
pretendían impedir la Independencia del pueblo argelino. Se rebelaron en contra
del Gobierno de De Gaulle y cometieron atrocidades terribles. El IRA tiene que
hacer entender a los lealistas que no tienen carta libre para asesinar a personas
inocentes, de la misma forma que el FLN argelino tuvo que enfrentarse a
los colonos en Argelia” ( Padraig O´Malley, p. 287). El esquema
nativista de O´Conaill pasa por alto que la presencia colonial en Argelia data
de la segunda mitad del siglo XIX, y que los protestantes irlandeses llevan
cuatrocientos años viviendo en la isla. Excluye a cerca del 30% de la
población irlandesa (la comunidad Unionista) de la comunidad nacional, por el
simple hecho de mantener una afiliación identitaria diferente a la republicana,
y niega la diversidad cultural, religiosa, y política de Irlanda.
O´Conaill también justificaba el
asesinato de miembros de la UDR. En esta segunda argumentación, la anglofobia
cobra una dimensión mayor: “Los miembros de la UDR y el RUC son parte de las Fuerzas de la Corona Británica involucradas en una guerra de opresión en Irlanda. Como tales, constituyen
objetivos legítimos. Volviendo a los tiempos de la guerra de la Independencia, uno podría argumentar que la absoluta mayoría de miembros del RIC ( Royal
Irish Constabulary) eran católicos. El hecho de que fueran católicos carecía de
relevancia alguna. Eran parte de las fuerzas armadas británicas, y objetivos
legítimos como tales” (Padraig O´Malley, p. 289).
La disminución del número de soldados
del Ejército Británico en las calles, convirtió a la UDR y al RUC en objetivos predilectos del IRA, y reforzó, efectivamente, la percepción
protestante/Unionista, de que aquella era una guerra dirigida contra su
comunidad, incrementando de paso el riesgo de guerra civil étnica entre las dos
comunidades.
Por si fuera poco, el IRA tenía
que hacer frente a una grave crisis de legitimidad en los guetos católicos. En
1976 se forma el Peace People (pueblo por la paz). La iniciativa nació
en agosto en el barrio de Andersonstown ( Belfast Oeste), cuando un
francotirador del IRA, que huía del Ejército, atropelló y mató a tres niños. La
organización fundada por Betty Williams, Máiread Corrigan, y Ciaran Mckeown,
logró formar una poderosa red de apoyo entre familiares de ambas comunidades,
que habían sido víctimas de la violencia desatada por Los Troubles. Ese
mismo año, cerca de 100.000 manifestantes pacifistas, protestantes y católicos
juntos, pedían a gritos la paz en las calles de Belfast
(Corrigans y Williams recibieron
el Premio Nobel de la Paz en 1976).
Dentro del movimiento
republicano parecía eludirse deliberadamente la palabra crisis, pero
para 1977 la capacidad letal del IRA había descendido considerablemente. 70
personas asesinadas ese año, y 56 en 1978. Aún a mediados de 1977 una
publicación republicana mantenía que “se estaba ganando la guerra”,
cuando todo indicaba precisamente lo contrario: “Estamos ganando, con coraje
y determinación, con éxitos en todos los frentes la ocupación británica de Irlanda.
El pueblo irlandés alzado en armas continúa resistiendo. No solo resistiendo,
sino avanzando sin retirarse. El pueblo no sólo resiste, sino que responde con
contundencia, y continúa haciéndolo. Ha aterrorizado y desmoralizado al
enemigo” (We are winning, Republicans News, 9 de abril de 1977).
El editorial de Republican
News, se asemejaba a un ejercicio de autosugestión colectiva cuando el
progresivo aislamiento del movimiento republicano parecía irreversible. En
privado, sin embargo, el IRA reconocía que las cosas no iban nada bien para el
movimiento.
En marzo de 1977 un documento
interno del IRA, redactado en la cárcel por Gerry Adams, Ivor Bell y Martin
McGuiness, con el consentimiento de pesos pesados de la Ejecutiva Militar como Jimmy Drum o Seamos Twomey, señala la necesidad de “un rearme moral”
y “una reestructuración interna del movimiento”: “El IRA se muestra
incapaz de adoctrinar a los voluntarios con la suficiente fortaleza psicológica
como para poder hacer frente a los interrogatorios. A este factor, que
contribuye a nuestra derrota, añadir otro. Un ineficaz estructura militar
sobre la base de compañías, brigadas y batallones, con la que los Servicios de
Inteligencia Británicos están familiarizados. Recomendamos la reorganización y
el rearme moral. La construcción de un nuevo Ejército Republicano Irlandés”
(Brendan O´Brien, p. 177).
Semejantes críticas ponían
seriamente en cuestión la capacidad de liderazgo del tandem Mac Stiofáin y
O´Bradaigh, ya de por sí desacreditado por la zozobra evidente del movimiento
republicano, en la que la vieja élite sureña sería desplazada del poder por los
sixty niners norteños (los jóvenes católicos del Ulster que ingresaron
en el IRA tras los disturbios de 1969) representados por el tandem Adams/ McGuiness,
que controlaran el movimiento a partir de 1977.
Lo que se pretendía era evitar
una nueva escisión como la de 1969, así que se optó por un paulatino control de
los resortes de poder político, propagandístico y militar. Entre 1976 y 1977 se
crea una Comandancia del Norte (Northern Command) que dirigirá de forma
autónoma las operaciones militares en la “zona de guerra” (war zone). El
IRA se reorganiza en pequeños comandos (ASU o Active Unit Service) autónomos
(cell system) y los nuevos voluntarios son adoctrinados a través del nuevo
manual del IRA, Green Book ( Libro Verde), en la idea de que el Ejército
constituye la única y legítima autoridad gubernamental en Irlanda.
El órgano de expresión
republicano, Republican News, pasa a tener su epicentro en Belfast, que
será conocido desde 1978 como An Phoblacht/ Republican News. El mismo
documento interno recomendaba que, “reconociendo la suprema autoridad de la Ejecutiva Militar del IRA, El Sinn Fein debe radicalizarse bajo la guía del Ejército, y debe
buscar la agitación en torno a problemáticas de orden económico y social. Debe
infiltrar otras organizaciones para ganar el apoyo y la simpatía del
Movimiento. Radicalizar el Sinn Fein significa un giro hacia la política y
hacia la izquierda”
(Brendan O´Brien, p. 177). El
programa político del Eire Nua (finalmente desechado en 1982) fue objeto
de durísimas críticas y se preconizaba su sustitución por una República
socialista democrática y gaélica de 32 condados. El proceso culminó con la
elección de Gerry Adams como presidente del PSF en 1983.
Es indudable que Adams se
encontraba detrás de este viraje estratégico. En Junio de 1979 (tras su puesta
en libertad de prisión), el mismo preconizó abiertamente tal necesidad ante la
tumba de Wolfe Tone: “Nos mantenemos firmes contra toda manifestación de
opresión capitalista e imperialista. Apoyamos una Irlanda libre, unida,
socialista y gaélica. Nuestro movimiento necesita de una crítica constructiva.
También necesitamos de nuevos vínculos con los oprimidos por injusticias
económicas y sociales. Los republicamos necesitamos establecer vínculos con
otros sectores de la clase trabajadora. Lo necesitamos porque nuestra más
acuciante debilidad radica en la incapacidad para desarrollar una sería
alternativa revolucionaria a lo que habitualmente se conoce por política
constitucionalista” (M.L.R Smith, p. 234).
La oración de Adams reflejaba la
encrucijada republicana. La alternancia tranquila se producía gracias a
que el nuevo tandem McGuiness/ Adams nunca puso en cuestión los pilares básicos
sobre los que se sostenía la cohesión interna del movimiento. El militarismo,
el etno/nacionalismo y el abstencionismo político. Pero al mismo tiempo, ello
hacia inviable que pudieran ofrecerse ante los católicos de Irlanda del Norte como
una alternativa creíble al constitucionalismo del mayoritario SDLP[xi].
De momento, Adams sólo poseía
una baza firme para reafirmar su creciente poder dentro del movimiento, y ésta
era la de un renovado poderío militar del IRA, tras su reestructuración
interna. El 27 de agosto de 1979, el IRA acaba con la vida de Lord Mountbaten (
último virrey de la India) y con la de 18 soldados de la Corona cerca de Newry ( Sur de Armagh), un golpe de efecto sin precedentes que atrajo de
nuevo la atención de los medios de comunicación a Irlanda del Norte. Ese mismo
año el IRA asesinará a otras 80 personas.
Inesperadamente, las
expectativas de Adams se verán colmadas con la activación del nuevo psicodrama
pearseano que se venía gestando en las cárceles meses atrás. Un nuevo asalto a
la psique nacional de los católicos para que se sometiesen a los
dictados de las tumbas de los fenianos muertos. Todo un ritual
metafísico que redescubriese la verdadera faz de nuestro eterno enemigo;
Inglaterra. Las huelgas de hambre lideradas por Bobby Sands.